R ES¿NAS RELACIONES 74, PRIMAVERA 19 9 8, VOI . XI X tión que a estas últimas les permite a su poder-saber ante la práctica de la mediano plazo adquirir una jerarquía medicina hegemónica. mayor a la que cuentan en su grupo de pertenencia. El reconocimiento por Cristina Oehmichen parte de la instituciones avala su ejer­ IIA-UNAM cicio profesional, sin modificar radi­ calmente su papel dentro de la comu­ CRISTINA LARREA KILLINGER, nidad. Además, el vínculo entre la LOS OLORES. UNA APROXIMACIÓN A LA práctica médica alópata y la partera, ANTROPOLOGÍA DE LOS SENTIDOS, QUITO, se da generalmente en condiciones de EDICIONES ABYA-YALA, 1997, 340 P. LA CULTURA DE desigualdad y subordinación, situa­ ción que no es nueva para ellas, ya P o c a s cosas han preocupado tanto que por este medio se reproduce el al hombre a lo largo de su historia papel de menor jerarquía que siem­ como conocer las causas de las enfer­ pre han asumido dentro de la estruc­ medades y adquirir los medios para tura médica indígena. En cambio, las relaciones entre la combatirlas. Dominados por creencias mágicas, religiosas o seculares, tanto medicina alópata e institucional con profanos como "científicos" han lucha­ los iloles son muy conflictivas. Para el do contra la enfermedad y la muerte. ilol, formar parte de un sistema de El progreso de la medicina nos salud implica perder su notoriedad parece hoy imparable, la autorizada como curandero y, por tanto, el poder opinión del facultativo es escuchada que ejerce a nivel colectivo. Los iloles como oráculo y la sofisticación tecno­ están menos dispuestos a verse como lógica del instrumental médico alcan­ susceptibles de ser enseñados a curar, za niveles insospechados. Sin embar­ pues esto implicaría reconocer que su go, esto no siempre fue así. Entre los saber es un "no saber". Más aún, siglos x v iii y x ix , el utillaje primordial aceptar ser enseñados por otros im­ para el diagnóstico de las enfermeda­ plica aceptar que no poseen los dotes des requería que el médico afinara la sobrenaturales para diagnosticar y agudeza de un sentido: el olfato, y se curar. Su practica médica y su capa- especializara en la percepción de olo­ ciedad de ejercerla, son dones o cuali­ res agrios, ácidos, alcalinos o pican­ dades naturales, y no el resultado de tes, es decir, los olores propios de los un aprendizaje. De ahí que, a diferen­ llamados miasmas. cia de las parteras o de los hueseros, El libro de Cristina Larrea atiende los iloles estén dispuestos a defender precisamente a una teoría médica que estuvo vigente durante una centuria, la xix el descubrimiento del microbio llamada teoría miasmática, cuyo nudo firmó la sentencia de muerte de la central parte de la asociación entre el teoría miasmática. Esta podría ser mal olor y la transmisión de las enfer­ una lectura del libro de Cristina La­ medades. Dicha teoría sostiene que rrea, pero también podría haber otra los llamados miasmas, invisibles pero igualmente significativa. malolientes, son los responsables de En un mundo como el del siglo las enfermedades infecciosas y conta­ xxi que ya se aproxima, ¿qué harían giosas, de ahí que el médico debe es­ los productores de televisión si por tar alerta con su capacidad olfativa para un momento todos los niños, proba­ descubrir el menor signo mórbido. blemente los principales consumido­ Pero ¿cómo se producían los mias­ res, perdieran el sentido de la vista? mas exactamente? Se generaban de ¿cómo escucharíamos los discos com­ manera natural y espontánea bajo la pactos de multimedia en nuestras mo­ forma de emanaciones o efluvios pro­ cedentes de materia en proceso de dernas computadoras si careciéramos del oído? ¿qué sería de las sesudas descomposición o fermentación como discusiones en torno a una mesa bien cadáveres, excrementos, basuras o por servida y de la riqueza gastronómica la concentración humana -ya fuera de cada cultura, si perdiéramos el de cuerpos sanos o enfermos- en hos­ sentido del gusto? Del tacto, ni ha­ pitales, prisiones, fábricas o viviendas blar, creo que moriríamos. Pero ¿nos mal ventiladas. Estas impurezas, que hemos detenido a pensar en nuestra se encontraban en el aire, viajaban a propia capacidad olfativa, en lo que gran velocidad, se multiplicaban por olemos y dejamos de oler? efecto del calor y la humedad, co­ Pues bien, este sentido tan poco rrompían la atmósfera y causaban las valorado es también, de alguna ma­ enfermedades epidémicas. Sin embargo, la teoría miasmáti­ nera, el motivo del libro de Cristina ca, apoyándose únicamente en el ra­ sobre los olores y sobre todo aquello zonamiento analógico, no fue capaz que está en tomo a los .olores. Larrea: es una invitación a reflexionar de demostrar la naturaleza de la cau­ Pero no es sólo el tema una de las sa que producía las enfermedades. grandes virtudes de esta obra; lo es Los miasmas tampoco podían ser ob­ principalmente, la manera en que jeto de experimentación en un labora­ está planteado. Esto me demuestra torio, su presencia sólo era advertida una vez más que no hay grandes te­ por el olfato. Por ello, a fines del siglo mas, sino grandes problemas. La ri­ queza de los acercamientos teóricos Desde otro ámbito varios autores desde el campo de la antropología, la han coincidido al sostener que "en sociología, la historia de las mentali­ nuestra sociedad se ha producido una dades, la historia social y desde lue­ caída del sentido olfativo gracias al go, la historia de la medicina; la di­ proceso de civilización de nuestras versidad de las fuentes documentales costumbres" (p. 35). Así, a medida utilizadas; el periodo histórico estu­ que la sociedad humana se ha ido ci­ diado, es decir, un momento de tran­ vilizando, ha refinado sus costum­ sición y de cambio en la historia de la bres, ha autorreprimido determina­ medicina (de fines del xvm a fines del dos hábitos y ha luchado por conte­ xix); así como los alcances de la pro­ ner sus emociones. La intolerancia a pia teoría miasmática más allá de un los malos olores habría sido parte de campo estrictamente médico, hacen este proceso de transformación de las de esta investigación una obra inclasi­ costumbres que vino a debilitar tam­ ficable y, como la propia autora sos­ bién al olfato como un sentido fiable tiene, interdisciplinaria. para la medicina científica. Sin em­ A consecuencia de ello el análisis bargo, del texto de Cristina se des­ de los miasmas tiene la virtud de de­ prende que el fenómeno civilizatorio satar otras discusiones que emparen- habría tenido una doble vertiente en tan con ellos. Es el caso de la proble­ el caso de los olores: una tendencia a mática entre las teorías contagionistas la creación de espacios colectivos y las anticontagionistas que enfrentó inodoros, neutros, carentes de toda a los médicos durante la primera mi­ referencia olfativa individual justa­ tad del siglo xix. La forma en que se mente para que puedan ser compar­ creía que los miasmas transmitían las tidos; pero por otro lado, una propen­ enfermedades compartía postulados sión a sobrearomatizar para evitar los de ambas posiciones: la importancia malos olores. del aire como vehículo de la causa Otra temática que ha sido puesta mórbida (anticontagionistas) y la exis­ de relieve a través del estudio de los tencia de elementos nocivos en el or­ miasmas es la de las condiciones de ganismo enfermo que se multiplican insalubridad de las poblaciones deci­ (contagionistas). El análisis de esta monónicas y las medidas de higiene polémica a la luz del concepto de propuestas por los médicos. Esta miasma vino a demostrar la escasa perspectiva tiene que ver directamen­ nitidez de las fronteras que separaban te con el proyecto político de la mo­ a unos y otros. dernidad de construir un Estado cada vez más interventor, que progresiva­ ron haberse desatado contra su ejecu­ mente iría sustituyendo a la institu­ ción, como por el hecho de que si bien ción que hasta entonces había llevado el concepto médico de miasma no las riendas de la educación, la morali­ existió en la mentalidad popular, a lo zación y la salud de los habitantes: la largo de toda la Edad Media sí se con­ Iglesia. Para ello este Estado ilustrado servó la asociación entre pestilencia hubo de apoyarse en el brazo secular (de ahí la palabra peste) y enferme­ de la medicina. dad, lo que teóricamente habría facili­ Así, como la teoría miasmática formaba parte del paradigma am­ tado la implantación de las corrientes higienistas. biental que veía en el medio ambiente Y como a veces la forma es fondo, el virtual generador de enfermedades, no quisiera dejar en el tintero una úl­ impulsó el desarrollo del higienismo tima observación. La hechura de esta y de políticas públicas en materia de investigación, con un tema y un plan­ salud. La medicina preventiva habría teamiento tan innovadores, se ve acompañada de un academismo pro­ de dirigirse a todos y cada uno de los focos infecciosos productores de pio del formato de las tesis pero lle­ miasmas. Los médicos, apoyados por vado al extremo. Acaso la falta de los gobiernos municipales, se abocan legitimidad de una temática como la entonces a la tarea de erradicar prác­ de los olores en el campo de la antro­ ticas y costumbres antihigiénicas tan­ pología -a la que seguramente se en­ to en los espacios considerados priva­ frentó la autora-, la llevó a construir dos al interior de las viviendas como un libro erudito, poco dinámico, en en los de carácter público: instalación ocasiones esquemático, donde se per­ de letrinas y de canales de desagüe, cibe la permanente necesidad de jus­ ampliación de las calles a fin de per­ tificar la pertinencia del tema, cuya mitir el libre paso del aire, programa actualidad es por demás obvia, pues de recolección de basura, traslado de aún hoy seguimos operando por ana­ hospitales, prisiones y cementerios logía, ya que tendemos a asociar el extramuros, todo lo cual significa una buen olor de un perfume o de un aró- transformación del espacio a partir de matizador con la limpieza, y por con­ criterios odoríferos. siguiente con la ausencia de gérme­ Al mismo tiempo, esta política de salud ilustra la polémica entre el nes patógenos causantes de enfer­ medades. saber tradicional y el discurso médico María Cristina Sacristán tanto por las resistencias que pudie­ I n s titu to M o r a