1 Domingo de La Palmas, Año B San Marcos 11:1-11 Rvda. Leslie Nuñez Steffensen 29 Marzo, 2015 Al acercarse a Jerusalén, Jesús mando a sus discípulos, —Vayan a la aldea que está enfrente, y al entrar en ella encontrarán un burro atado, que nadie ha montado todavía. Desátenlo y tráiganlo. Y si alguien les pregunta por qué lo hacen, díganle que el Señor lo necesita y que en seguida lo devolverá. (San Marcos) Cada año en el Día de las Palmas, creo que somos los discípulos y oímos la voz de Jesús pidiéndonos a buscar el burro. Cada año, vamos a desatar el burro y traerlo para que lleve Jesús, nuestro Señor por los multitudes que cantan, “—¡Hosana! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Bendito el reino que viene, el reino de nuestro padre David! ¡Hosana en las alturas!” Cada ano, la liturgia nos pide, nos invite a traer Jesús a las puertas de Jerusalén. Cada ano, sabemos lo que espera a Jesús adelante en Jerusalén: el miedo, el abandono, el sufrimiento, la humillación, y la muerte. En la escena original de la entrada triunfal a Jerusalén, los discípulos no sabían a lo que traía el burro. Solo hicieron lo que le pidió su maestro. La gente que caminaban hacia Jerusalén en aquel día no sabía lo que iba a pasar. Solo sabía que le daba a Jesús el bienvenido de un rey a Jerusalén. Los motivos eran suyos – con corazones llenos de gozo al ver al mesías, el largamente esperado, el de quien hablaba los profetas que iba a salvar el pueblo de Israel del poder romano. Es cierto que algunas ya conocían a Jesús como el que hacia milagros y ensenaba con autoridad. Quizás había personas que quería participar en la diversión del espectáculo; o quizás porque parecía que era una broma, que sabían que Jesús iba a sufrir un castigo por tal exhibición que seguramente se ira los funcionarios. Quizás algunas personas eran presentes por curiosidad. Imagino que algunas personas miraban a lo que pasaba a espiar e informar al gobierno o a líderes en el templo. Cada persona tenía su motivo propio de estar en la calle a Jerusalén aquel día. La pregunta para nosotros presente hoy día es, “¿Por qué viene yo con el burro desatado?” O por algunas de nosotros la pregunta es “¿Qué me trae a las puertas a Jerusalén con Jesús?” Creo que cada una persona entra en la historia de la Semana Santa en su modo personal. Es muy personal porque la vida, las experiencias nos ha cambiado un poco entre el año pasado y este momento. El burro que desatas para Jesús es tu ofrenda, tu experiencia personal, tu ofrenda a Jesús antes de que el entra por las puertas de Jerusalén y empieza su pasión. En el memorial que hacemos cada ano de la Semana Santa, estamos caminando por el sufrimiento con Jesús como una meditación sobre sus hechos y que lo todo significa para nuestras vidas. Estas sufriendo dolor o angustia en tu vida? Ofrécelo todo a Jesús – desatado como el burro. ¿El peso de tus pecados? Ofrécelo todo a Jesús – desatado como el burro. Quizás tu historia personal es una de la experiencia de redención y gozo. 2 Pues, ofrécelo todo a Jesús – desatado como el burro. Jesús nos ofrece la oportunidad de transformar nuestras vidas por sus hechos que maraqueamos en la semana que viene. Jesús lo hizo una vez y para siempre – podemos tener confianza que él puede llevar todo nuestro ser a la cruz – lo bueno y lo malo. No estamos aquí a sufrir como Jesús – ¡él ya lo hizo! Estamos aquí a sentir el gozo profundo de su regalo a nosotros y vivir en paz con el conocimiento de somos los suyos, perdonados e hijos del Padre. Escuchan otra vez a la oración con que empecemos la liturgia de las Palmas: Asístenos misericordiosamente con tu ayuda, Señor Dios de nuestra salvación, para que entremos con júbilo a la contemplación de aquellos hechos poderosos, por medio de los cuales nos has concedido vida e inmortalidad; por Jesucristo nuestro Señor. Amen.