CALEIDOSCOPIO REALIDAD Y MITO EN LAS RELACIONES CHICANOMEXIANAS Salvador Rodríguez del Pino* En estos tiempos de grandes cambios, en que vemos los antes rígidos gobiernos de Polonia, Hungría e inclusive de la Unión Soviética transformarse ante nuestros ojos, no nos es inverosímil ni increíble pensar que esta oleada de angustia por algo nuevo que funcione, y nos ofrezca más libertad para perseguir nuestro bienestar, haya llegado por fin a México. Los indicios de que hay algo en el aire que sopla entre las grietas abiertas del poderoso PRI nos alientan, por lo menos, a especular qué podríamos hacer cuando ese cambio llegue. Inclusive, tenemos también esperanza al pensar que cuando el imperio soviético ya no sea una amenaza mortal para los Estados Unidos, se aparte de su nicho europeo y finalmente forme parte de este hemisferio al cual pertenece. Si estos cambios han de llegar, tenemos que tomar la iniciativa y precipitar un cambio favorable, pues al menos estos cambios no nos llegaran de sopetón como en las revoluciones. Otro de los cambios en efervescencia es el paulatino incremento de la minoría hispana dentro de los Estados Unidos, que traerá grandes cambios dentro del sistema americano, inclusive hasta la hispanización de los Estados Unidos. El pueblo de México tiene ahora la oportunidad de participar y aun de colaborar en estos dos cambios por venir: el de México y el de los Estados Unidos. Jorge G. Castañeda, en su libro Límites en la amistad México y Estados Unidos, escrito con Robert A. Pastor, expone las perspectivas de México y Estados Unidos en cuanto a las relaciones de amistad de los dos países. En su introducción al libro, Pastor dice: "[El tercer cambio] ocurrido en Estados Unidos es el más profundo: se trata de las presencia y la influencia cada vez mayor de los mexicanos −tanto ciudadanos como migrantes". Más adelante continúa: "Un indicio del efecto de esta migración es que la "minoría" méxico-norteamericana ha pasado a ser mayoría en partes importantes del suroeste -especialmente en los megaestados de crecimiento rápido como son California y Texas. Es posible que los méxico-norteamericanos sean el anhelado catalizador en el crisol estadounidense... Hasta ahora, ninguno de los países ha absorbido del todo las implicaciones de estos cambios, pero la repetición del lugar común sobre la importancia de México, es una señal de que los norteamericanos han empezado a prestarle atención, a escucharlo”.1 Otro libro que también alude a este fenómeno es el libro recién publicado por Patrick Oster en donde se nos advierte: "México es la patria cultural de la fuerza política (en los Estados Unidos) de más crecimiento −los mexicoamericanos. Los lectores (americanos) a quienes no les importe lo que suceda dentro de México, tienen que contender todavía con la cultura mexicana, hábitos, exigencias y sensibilidad en casa, especialmente si viven en California, Arizona, Nuevo México, Texas o en los barrios clave de mexicoamericanos como Chicago o Denver”.2 En este artículo, tomando en cuenta dichos libros como base, junto con entrevistas con mexicanos prominentes, representantes de varios sectores, trataremos de exponer las perspectivas * Universidad de Colorado en Boulder. mexicanas sobre las relaciones chicanomexicanas. Hemos tomado la perspectiva mexicana como punto de partida pues es la menos conocida, ya que tenemos muy poca evidencia escrita sobre el asunto. Esto no quiere decir que la perspectiva chicana no se tome en cuenta, se aludirá a ella pero no será el foco central de este articulo. A partir de los años sesenta, el sector o la minoría mexicoamericana dentro de la sociedad angloamericana, impulsada por el movimiento chicano, cobró identidad en la conciencia social americana y mundial. Hasta entonces esta minoría había sido invisible y no existía como grupo o pueblo, excepto dentro de la conciencia interna de la raza. Este grupo surgió en los sesenta con el nombre de Chicano y fue subsecuentemente reconocido y aceptado por la prensa y por diversos medios masivos de comunicación con dicha terminología. El hecho de que este nombre haya sido factor de controversias e identidad dentro del grupo, no le resta importancia. La minoría mexicoamericana se conoce ahora mundialmente como chicana. Sin embargo y a pesar de este discutido término, los chicanos son conocidos por los angloamericanos simplemente como "mexicanos” y por los mexicanos como "pochos". Ahora, después de veinte años de discutirse la cuestión de identidad dentro del grupo chicanos, esta minoría se encuentra con otro problema de identidad. Esto es la introducción de los términos "hispano" y "latino” para identificar a un lumpen minoritario constituido por chicanos, puertorriqueños, cubanos, centroamericanos y demás representantes procedentes de otros países iberoamericanos. Para los angloamericanos es muy importante la etiqueta de identidad o clasificación, pues sin ella nadie sabe lo que es, ni a qué raza pertenece y esto es importante dentro del sistema político de Estados Unidos. El problema surge en los limites de clasificación, y su idiosincrasia, ya que nadie está contento con dichas clasificaciones. Sin embargo, seguiremos empleando el término chicano cuando hablemos del grupo base de mexicoamericanos, en sí un término redundante. Desde que surgió el chicano, el mexicoamericano se convirtió en una entidad con derechos y obligaciones, que realmente existe dentro de la sociedad norteamericana porque se ha hecho reconocer. Y desde entonces ha ido, no solamente recobrando sus derechos, que de por sí le pertenecen constitucionalmente, sino que hasta ha logrado sobresalir en terrenos y ámbitos antes vedados a él como la política y el sector académico. Si vemos en retrospectiva la situación del mexicoamericano en los años previos a los sesenta, veremos que entonces ese grupo era principalmente agrario laboral, es decir trabajaban mayormente en el campo y en el sector agrícola, y casi no existían profesionales, los jefes de empresas, los académicos o los líderes políticos en un plan nacional. Los chicanos han cambiado drásticamente su situación en sólo una generación. ¿Qué se espera dentro de la siguiente? Hay varios augurios y pronósticos sobre el futuro del chicano, y los demás grupos de latinoamericanos, el grupo chicanohispano se convertirá en la minoría más numerosa y potencialmente poderosa para el año 2000. En cuanto a número ya está comprobado, en cuanto a poder sólo hay especulación y promesas. Es, pues, dentro de este marco, que el grupo chicano se aventura hacia unas relaciones más estrechas con los mexicanos, con el propósito de estimular un glasnost mexicano dentro del cual se establezcan lazos de cooperación, apoyo y dignidad entre los dos grupos, con la meta de mejorar su situación económica y de elevar el prestigio de ambos. Ya hemos dicho que para los angloamericanos, el grupo chicano, sin importar cómo se autodeterminen, siguen siendo "mexicanos” sin ninguna diferencia entre mexicanos y chicanos. Y es por esta razón de perspectiva que el angloamericano siempre verá a México a través del filtro chicano. Lo que sucede en un grupo, se refleja en el otro. Lo que hace uno, lo hace el otro. En otras palabras, el chicano jamás dejará de ser mexicano y luchará siempre por ser "american" en todo el sentido de la palabra. Este es una de las razones por la cual los otros grupos hispanos rechazan la agrupación con los chicanos y exigen otra clasificación, que si bien los une políticamente, asimismo los tenga étnicamente separados. Los mitos negativos sobre el mexicano en los Estados Unidos son fuertes e históricamente aferrados a una psique racista y no se despejarán fácilmente. Se puede entender entonces que el grupo chicano, dentro de la minoría hoy denominada hispánica, tiene una historia e identidad más honda y arraigada que los otros grupos hispanos, y este hecho tiende a apartarlo de los demás elementos del grupo. Estas características inducen a los chicanos a un tipo de nacionalismo arraigado en Estados Unidos y no en la madre patria o país de origen, como lo tienen los cubanos y los puertorriqueños. Sin embargo, los chicanos por razones históricas son los primeros que iniciaron la lucha por los derechos civiles de la minoría hispánica, y son los que han marcado la pauta dentro de esa lucha. Los mencionados factores hacen que los chicanos se sientan a la vanguardia dentro de la minoría hispánica y por ende los demás grupos los toman como parroquiales y exclusivistas. Las otras minorías hispánicas han tenido que cortar su ombligo umbilical con su país de origen debido a varios factores: guerra y represión civil, como en el caso de centroamérica, o cambio de sistema político como en el caso de Cuba. Pero entre los chicanos y los mexicanos no ha ocurrido esto, salvo en el periodo de la revolución mexicana hace más de sesenta años. Sin embargo, sus relaciones han sufrido un distanciamiento paulatino y con el tiempo se han creado mitos para justificar la brecha. Uno de los mitos predominantes en México es el resentimiento que sienten los mexicanos hacia los pochos por haber traicionado los valores tradicionales de México, prefiriendo irse al extranjero que compartir y ayudar en los problemas del país. Para los chicanos es el estancamiento de México y los mexicanos en un sistema sociopolítico arcaico y primitivo, que no ha dejado al país y al pueblo desarrollarse como los americanos. Ahora −hablando como chicano−, sentimos que ya es tiempo de dejar estos viejos resentimientos y luchar para establecer unos lazos más estrechos con los mexicanos. El tiempo es propicio. Los chicanos tenemos recursos, tanto académicos y políticos como económicos. Es cierto que nuestra raza todavía sufre la drogadicción, el pandillerismo y el deterioro de sus barrios, pero esto no es exclusivo de la raza sino endémico a la sociedad norteamericana. Hasta ahora se ha tenido bastante contacto en el nivel intelectual y cultural entre los dos pueblos. Simposia, congresos y conferencias han tenido lugar tanto en México como en varias universidades de norteamérica. Lazos se han extendido hacia profesores, escritores, pintores y actores de ambos lados, para interactuar y compartir sus conocimientos en todos los ámbitos de las artes y las ciencias. Pero desgraciadamente estos intercambios han quedado solamente en esos niveles y no han beneficiado mucho al pueblo que todavía sigue sin colaborar, viéndose relegado a una participación marginal sin ningún provecho. El pueblo de México ha tomado la iniciativa, por su parte, al establecer barrios hermanos, siguiendo los modelos de ciudades hermanas, entre barrios proletarios de la ciudad de México y barrios chicanos, situados en las grandes ciudades norteamericanas. Dos de estos modelos han tomado base en barrios de Chicago. Aparte de esto, el cardenismo ha creado interés dentro del grupo chicano sobre la llamada corriente democratizadora, que obligó a Salinas de Gortari a tomar medidas para modernizar y modificar al PRI. Este intento del cardenismo por crear simpatía dentro del grupo chicano hacia su corriente política, no debe compararse con el intento del PAN en buscar apoyo dentro de la legislatura norteamericana que atrajo el intervencionismo de Jesse Helms y el vitriolo de la prensa americana en contra del sistema electoral mexicano. Es evidente que algunos indicios de glasnost se están perfilando en varios sectores del pueblo mexicano con el fin de atraer la atención de los chicanos. ¿Cómo debemos tomar estas señales? Antes de intentar dar sugerencias, quise conocer y sondear el sentimiento mexicano hacia esta apertura, y fui a México para dialogar y entrevistarme con varias personalidades representativas de algunos sectores de la sociedad mexicana. Todavía no he terminado la tarea y la lista que me impuse de entrevistas llevará algún tiempo para terminarse. Por lo pronto hablé con las siguientes personas: Arturo Azuela, director de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM; Axel Ramírez, director de Estudios Chicanos de la UNAM; Elena Urrutia, feminista e investigadora de El Colegio de México; Evodio Escalante, critico y periodista relacionado con la literatura de ambos lados; Elena Poniatowska, escritora y cronista de los grandes cambios en México; Carlos Monsiváis, cronista social y defensor del cardenismo; Federico Patán, editor, novelista, crítico y profesor de la UNAM; Lic. Ignacio Carrillo Prieto, director de Instituciones Penales y funcionario del gobierno; Sara Sefchovich, investigadora de ciencias políticas de la UNAM. Todavía por entrevistar: Jorge Bustamante, director del Colegio de la Frontera; Cuauhtémoc Cárdenas, exgobernador y líder del cardenismo; Jorge Castañeda, autor de Límites de la amistad e investigador de ciencias políticas en la UNAM; y otras personas más, representantes de los sectores industriales y sindicales. Este articulo es una síntesis de las entrevistas llevadas a cabo hasta la fecha, y forma parte de un trabajo más extenso que incluirá las opiniones de las personas todavía no entrevistadas. La mayoría de las personas con las que había han tenido o tienen relaciones estrechas con los chicanos, es decir, o ya han tomado parte en conferencias, intercambios y simposia con ellos o han estudiado o trabajado en universidades norteamericanas. Otros, como lgnacio Carrillo Prieto y Arturo Azuela, han formado parte del grupo chicano en una forma u otra y se identifican más o menos con ese grupo. Antes que nada el consenso demostró que existe ignorancia en México por lo que se refiere al problema chicano y una desinformación de los medios masivos, que solamente cubren las noticias sobre los chicanos cuando éstos se meten en disturbios o manifestaciones en contra del gobierno americano. Probablemente en la provincia mexicana haya un alto grado de contacto con los chicanos, comparado con las zonas urbanas, ya que hay más movimiento humano entre la provincia y los Estados Unidos. Las ciudades grandes como la ciudad de México, Guadalajara y Monterrey tienen más relación con los chicanos en el nivel intelectual, académico y empresarial, pero muy poco en el político. La clase media, a pesar de ser la clase más americanizada de México, es a la que aparentemente le interesa menos la cuestión chicana, pues es dentro de esa clase que los mitos se encuentran mis arraigados. En la clase alta dirigente, los miembros pertenecientes a la banca, las grandes empresas y a los altos puestos políticos, son más internacionales y pueden pasar temporadas en Nueva York, Chicago, Houston o Los Angeles sin codearse con chicanos, a menos que éstos tengan puestos importantes en la política o en las empresas. Vemos pues que la provincia mexicana y el sector campesino son los que tienen más contacto y relación con los chicanos, ya sea por convivir con altos en el trabajo, en los barrios chicanos o por tener familiares dentro de este grupo. Sin embargo, la clase media, a pesar de ser la más indiferente en sus actitudes hacia los chicanos, es la que más contacto ha tenido con ellos en un nivel intelectual y académico. Se dice que estos contactos culturales tienen que materializarse en cuanto a resultados concretos que beneficien a ambas partes. A este respecto tenemos que concentrarnos en la clase media, y por esta razón este proyecto se encuentra dentro de los contactos intelectuales de los chicanos con la clase media mexicana. La mayoría de los entrevistados están de acuerdo en que existe gran ignorancia de la clase media sobre los chicanos. Por ejemplo, dice Carrillo Prieto: "Siento que los mexicanos no sabemos del todo los logros que han hecho los mexicoamericanos en los Estados Unidos. Aquí nos sentimos orgullosos al saber que un Cisneros, descendiente de mexicanos, es alcalde de San Antonio y considerado, dentro de la política americana, como un hispano influyente e importante”.3 En otras palabras, los mexicanos creen que los chicanos han descalificado el mito sobre el mexicano flojo y sin iniciativa. Creen que debe haber más información sobre los logros de los chicanos en la política, en la cultura y en los negocios. No se puede esperar que la prensa o la televisión tomen la iniciativa, pero si se puede, emplear estos medios para difundir información sobre ellos. Por ejemplo se pueden producir documentales o videos en español sobre la vida cultural y política de los chicanos y presentarlos en la televisión mexicana. A pesar de la cadena de Univisión, que lleva la televisión mexicana a millones de hispanoparlantes norteamericanos, estos programas, en su mayoría, no representan la vida real de los mexicanos, sino que son una falsa imitación de los valores americanos que imperan en la programación nacional. Por ejemplo, la imagen rubia y blanca de los protagonistas y modelos de comerciales. Las telenovelas pueden ser las únicas que se aproximen a la vida actual de México, eso si aceptamos que el melodrama es endémico en México. Más documentales de los canales culturales mexicanos deberían ser presentados en los Estados Unidos, para así obtener un verdadero intercambio comunicativo en un medio que es popular y atrayente. La tendencia mayoritaria de los entrevistados es que México realmente debe tener la iniciativa para conseguir este acercamiento, pues en este sentido México puede no solamente aceptar condiciones que le convengan dentro de esas relaciones, sino que también puede tener la opción de buscar la manera de beneficiarse sin tener que buscar ayuda en el extranjero, puesto que los chicanos no se consideran ajenos a México. Es bien sabido que los chicanos también han logrado abrirse campo en las finanzas. En Chicago hay corporaciones bancarias pertenecientes y manejadas par chicanos; en California y en Texas hay más millonarios chicanos que en todo México, dueños de empresas que pueden beneficiar al país. En realidad México tiene un potencial incalculable en los chicanos en cuanto a poder superar sus problemas sociales y económicos si México se da cuenta que la soberanía del país no es solamente cuestión del gobierno, México para los chicanos es el gobierno y el pueblo juntos. Y es dentro de esta perspectiva que el pueblo chicano se considera parte del pueblo mexicano y desearía tener alguna influencia democrática en su gobierno. Esto, a pesar de ser una cuestión delicada y sensible, lo entiende el sector político. Y entiendo que el pueblo chicano tiene ya una cultura democrática histórica que puede enriquecer el avance democrático de México, sin atenerse a las reglas estrictas del juego, vigentes por más de sesenta años en México. Como se dice en Estados Unidos: la pelota está en tu cancha. Devuélvela. Notas: 1 Jorge G. Castañeda y Robert A. Pastor, Límites en /a amistad. México y Estados Unidos, México, Joaquín Mortiz/Planeta, 1989, p. 33. 2 Patrick Oster, The Mexicans: A Personal Portrait of a People, New York, William Morrow, 1989. P. 16. 3 Entrevista con el Lic. Ignacio Carrillo Prieto en la ciudad de México, martes 22 de agosto, 1989.