Revista Paralaje Nº 10/ Ensayo Tuillang Yuing __________________________________________________________________ NORMA, NORMALIDAD Y NORMALIZACIÓN: ALCANCES, TORSIONES Y TENSIONES A PARTIR DE CANGUILHEM Y ADHERIDAS A FOUCAULT Tuillang Yuing A.* RESUMEN El siguiente texto revisa la convergencia de los trabajos de Georges Canguilhem sobre el funcionamiento de la norma con la analítica del poder desarrollada por Michel Foucault. Para ello es necesario profundizar en la interferencia entre las indagaciones de estos autores, principalmente en relación a la historicidad del saber y la pregunta por la normalidad de lo vivo, tanto en una dimensión biológica como bajo el registro de lo social. En este sentido, se advierte como los aportes de Canguilhem sobre el funcionamiento de la norma en el ámbito social son iluminadores de los posteriores desarrollos llevados a cabo por Foucault. De este modo, se traza una continuidad teórica entre las nociones de norma, normalidad y normalización que se ofrece como clave de lectura para los trabajos de uno y otro autor. Descriptores: Canguilhem – Foucault – norma – normalización – poder * Doctor en Filosofía, Post-doctorando, Instituto de Estudios Avanzados, Universidad de Santiago de Chile. E-mail: tuillang@yahoo.com 114 Revista Paralaje Nº 10/ Ensayo Tuillang Yuing __________________________________________________________________ ALCANCES PRELIMINARES Al leer la obra de Foucault a la luz del trabajo de Canguilhem se observa, sin desconocer su extraordinaria originalidad y potencia, que está atravesada en muchos momentos por los aportes de quien fuera el tutor de su tesis doctoral. Nos referiremos someramente a algunos de estos momentos y a algunos alcances estilísticos con el fin de respaldar un rastreo de la noción de normalización desde el análisis de lo normal y su relación somera con el análisis de las relaciones de poder. No será, entonces, ocasión de pronunciarse sobre los episodios que vincularon y generaron lazos entre estos autores, ellos serán solamente una excusa para revisar distintos puntos que aparecen en sus trabajos y que creemos necesario destacar. Podemos hacer mención, por ejemplo, a esa pretensión siempre aventurera de ejercer una lectura filosófica sobre áreas de la cultura que son tradicionalmente ajenas o, por lo menos, que no constituyen el material de reflexión más propio de la filosofía. Tanto en Canguilhem como en Foucault observamos ese retiro obligatorio de la filosofía lejos de sí misma, gesto presente, por ejemplo, en la introducción al Origen de los placeres; se trata de un ejercicio filosófico en el que se mide el funcionamiento de los criterios de análisis, una puesta a prueba de la fidelidad, radicalidad y efectividad de la filosofía en una dimensión ajena: “¿Qué es la filosofía hoy –quiero decir la actividad filosófica– sino el trabajo crítico del pensamiento sobre sí mismo? ¿Y si no consiste, en vez de legitimar lo que ya se sabe, en emprender el saber cómo y hasta dónde sería posible pensar distinto? Siempre hay algo de irrisorio en el discurso filosófico cuando, desde el exterior, quiere orientar a los demás, decirles dónde está su verdad y cómo encontrarla, o cuando se siente con fuerza para instruirles proceso con positividad ingenua; pero es su derecho explorar lo que, en su propio pensamiento, puede ser cambiado mediante el ejercicio que hace de un saber que le es extraño.”1 Una inquietud similar asoma en Lo normal y lo patológico cuando Canguilhem afirma: “La filosofía es una reflexión para la cual toda materia extranjera es buena, y, estaríamos dispuestos a decir, para la cual toda buena materia tiene que ser extranjera.”2 En uno y otro caso, se procura una filosofía que persigue el extravío por medio del encuentro con un material que no es parte del patrimonio oficial de la disciplina filosófica académica. En otro orden, también existe en Canguilhem, aunque de forma sólo insinuada, un particular interés por hacer funcionar su análisis en los conflictos que se dan cita en el presente. La apuesta epistemológica que de algún modo ha asumido un enfoque histórico, reposa en una pregunta por las fracturas y tensiones que asechan a la ciencia en sus formulaciones actuales. Para el autor, el origen reflexivo surge de una problemática presente que obliga a echar mano a la historia: “[…] el relato histórico invierte siempre el 1 FOUCAULT, M., Historia de la sexualidad, tomo 2: El uso de los placeres, Siglo XXI Editores, España, 1984, p. 12. 2 CANGUILHEM, G., Lo normal y lo patológico, Siglo XXI Editores, Argentina, 1966, p. 11. 115 Revista Paralaje Nº 10/ Ensayo Tuillang Yuing __________________________________________________________________ verdadero orden de interés e interrogación. En el presente es donde los problemas solicitan la reflexión. Si la reflexión conduce a una regresión, ésta es necesariamente relativa a aquella. Así el origen histórico importa en verdad menos que el origen reflexivo.”3 De igual modo, Foucault define su trabajo como una empresa de diagnóstico del presente4, como una tarea de elucidación de un presente que necesita de una distinción, de un intento de desciframiento de lo que pueden sus líneas de fragilidad histórica. En el caso de Foucault, ello será oportunidad para emparentar su trabajo con vicisitudes y tensiones políticas, desdibujando las fronteras entre la teoría y la praxis, entre el saber y el hacer, entre el pensamiento y el ejercicio. LA HISTORIA COMO PROBLEMA Sin embargo, se advierte un telón de fondo a todas estas cercanías. Ellas se sumergen en el especial tratamiento o lectura de la historia que puede palparse en el trabajo de Canguilhem y que desde luego se extiende al de Foucault. Para captar esta convergencia, es necesario dar un vistazo al modo que tiene Canguilhem de trabajar con la historia. Para empezar, el autor hace historia de la ciencia. De este modo, se vislumbra un supuesto según el cual la ciencia –en cuanto cuerpo de conocimientos que ha surgido de una práctica– está sometida a la historicidad. Se trata entonces de avanzar en la pregunta sobre qué es lo que significa e implica la historicidad de la ciencia, o dicho de otro modo, qué es lo que, en referencia a la ciencia, la historicidad del conocimiento puede decir y entregar. En primer lugar, la historia de la ciencia alude a la historia de las ideas, éstas últimas, en la medida en que son “portadas” por personas, han de tener necesariamente una historia que las pone en relación con diferentes contextos y esferas culturales. El autor señala: “[…] como los científicos desarrollan su vida de hombres en un medio ambiente y en un entorno no exclusivamente científicos, la historia de las ciencias no puede dejar de lado la historia de las ideas.”5 Lo “no exclusivamente científico” señala ese ámbito absolutamente tangible al que pretende llegar el uso de la historia y, por qué no decirlo, señala de paso que todo ensayo por contar la historia de una ciencia de forma exclusivamente científica es construir un mapa conceptual desconectado de los hechos que lo han hecho posible, sin referentes visibles y protagonizado por la incondicionalidad. Es por eso que, en Canguilhem, podemos hablar de un uso de la historia. Ella sirve como elemento visualizador de condiciones, de vicisitudes, de contingencias, de problemas y conflictos sobre aquellas ideas que circulan más allá de su expresión estricta. La historia reconstruye el trayecto de las ideas científicas en los usos, alcances y limitaciones que les 3 Ibíd., p. 38. Véase por ejemplo la entrevista de 1967 Qui ètes-vous professeur Foucault?: “Yo busco diagnosticar, realizar un diagnóstico del presente: decir lo que nosotros somos hoy, y lo que significa, hoy, decir lo que somos. Este trabajo de excavación bajo nuestros pies caracteriza desde Nietzsche al pensamiento contemporáneo. En ese sentido me puedo declarar filósofo.” En: FOUCAULT, M., Dits et écrits, Quarto Gallimard, Paris, 2001, tomo I, p. 634 (La traducción es nuestra). 5 Ibíd., p. 23. 4 116 Revista Paralaje Nº 10/ Ensayo Tuillang Yuing __________________________________________________________________ da el discurso y los hechos. Es por esta razón que el relato histórico de Canguilhem no obedece a un criterio estrictamente cronológico ni secuencial. Concebir la historia, y particularmente la historia de las ideas, como una hilada y continua teleología que llega a su máximo punto de expresión y plenitud en el presente, equivale a desconocer el carácter conflictivo de la idea en cuanto problema, es decir, el carácter de respuesta que ella puede tener frente a un problema que no es meramente conceptual ni meramente científico. Lo que entonces interesa –como hemos visto en una cita anterior– es la reflexión a que conducen estos problemas en el diagrama actual de los discursos con pretensiones científicas. La historia servirá entonces como un banco de casos que nos permite echar mano a comparaciones y a los orígenes efectivos de nuestros problemas actuales no analizados. Hacer historia de las ciencias no es, entonces, hacer una crónica. No consiste en dar cuenta de una determinada transmisión que fue generando una tradición en la que pueda observarse, con cierta condescendencia y gracia, los intentos fallidos de los predecesores y precursores. Los problemas que aparecen en la historia de las ciencias toman, para Canguilhem, la forma de conceptualizaciones. Lo importante es mostrar cómo un concepto implica ineludiblemente la formulación de un problema, y a la vez mostrar cómo dicho problema nos lleva inevitablemente a una red de filiaciones entre conceptos. Para el autor, el surgimiento de un concepto es la máscara de un punto crítico y el nudo de una cierta ruptura. En ese sentido, la aparición de dicho conflicto está siempre referida a un marco cultural, está inscrita en determinados escenarios de los cuales la historia debe dar cuenta. Ello es lo interesante de hacer surgir la relación filiativa entre los conceptos, de modo que se pueda observar un engarce que no obedece a un mero desprendimiento lógico silogístico ni dialéctico: el concepto siempre pertenece a cierta teoría o al menos a cierta atmósfera ideológica que responde a condicionamientos precisos, cambiantes y extracientíficos. Ejemplos claros se aprecian en El Conocimiento de la Vida, cuando Canguilhem alude a la ausencia de una noción que haga de fuente de energía para poder sostener la perspectiva que homologa el organismo a una máquina mecánica. Cuando señala cómo la máquina a vapor surge como solución al desecamiento de las minas, o cuando menciona que la búsqueda de la enfermedad a nivel celular obedeció en determinado momento a un problema planteado por el la totalidad del organismo. Ejemplos que muestran lo que cada avance científico guarda a sus espaldas como una red de interrogantes e investigaciones.6 En fin, un concepto siempre estará vinculado a otros conceptos, a veces en planos y espacios que le serán muy distantes, referidos a temáticas desligadas en apariencia, sin concurrencia o, al menos, sin una lógica explícita que anude con necesidad la convergencia de una operación epistemológica. Por este motivo, es la historia la que ha de permitir visualizar un problema en sus condiciones de aparición y de circulación conceptual. En ese sentido, la lectura e interpretación histórica no ha de ser lineal ni unidireccional; la tradicional línea de tiempo no es capaz de graficar una historia siempre diseminada que atraviesa distintos estratos y contextos vinculados sólo por la trayectoria que dichos conceptos van a comportar. Así también, cuando Canguilhem alude a la 6 Véase CANGUILHEM, G., El conocimiento de la vida, Anagrama, Barcelona, 1976. Especialmente los capítulos II y III. 117 Revista Paralaje Nº 10/ Ensayo Tuillang Yuing __________________________________________________________________ trayectoria o circulación del concepto, puede observarse una determinada relación teoría– práctica en la medida que dichos conceptos se elaboran y se re–elaboran gracias a una serie de relevos o ajustes de funcionamiento. Este reajuste constante de la teoría frente a la práctica y de la práctica por la teoría, dibuja la mecánica funcional del concepto y su utilización en cierto espacio que es simultáneamente discursivo e histórico. Desde este enfoque, Canguilhem tiene la destreza de mostrar cómo en ocasiones con un mismo término se alude a investigaciones o fenómenos totalmente disímiles que en una historia lineal aparecen, sin embargo, asimilados a un mismo desarrollo o concatenación teórica. Este tipo de vicios de la historia conceptual de la ciencia son indicativos del ya mencionado olvido o puesta entre paréntesis del aspecto histórico del concepto, que presenta, al contrario, una narración histórica construida como un museo de intentos fallidos. Certeramente, Dominique Lecourt caracteriza este tipo de historia anclada en el distanciamiento progresivo respecto del error: “consiste en mediar, tomando como criterio la última teoría científica aparecida, la validez de las que precedieron.”7 Desde esa mirada sólo surge una historia parcial que aprecia y juzga desde el supuesto de un definitivo y completo estado del saber actual y bajo el criterio de la inferioridad lógica inevitable a toda anterioridad temporal. El discurso de la ciencia así formulado se desprende de todo residuo histórico y conflictivo, y se integra con docilidad al ámbito de una inconfesada determinación de lo verdadero y lo falso, algo que Foucault recordará con la idea de régimen de verdad. LO NORMAL Y SU ENCUENTRO CON LA VIDA Ahora bien, la interrogante que dirige Lo normal y lo patológico busca delimitar el modo en que este par de categorías se vinculan y delimitan al interior del saber científico. Así, cuando se profundiza en la relación entre teoría y práctica tal como la aprecia Canguilhem, es posible advertir una suerte de anticipación de la práctica respecto de la conceptualización del hecho patológico. Atendiendo específicamente a las “ciencias de la vida”, el autor declara la prioridad de la clínica frente a la medicina y la fisiología, y por supuesto de la biología. En efecto, el hecho clínico se dirige a hombres completos, vale decir, condicionados y situados históricamente, frente a cuyo padecimiento o inquietud se elabora un conocimiento que puede adjetivarse posteriormente como científico. Sólo hay medicina porque hay hombres que se sienten enfermos: un síntoma en sí no puede mostrar la distinción entre normal y patológico, ello sería hacer abstracción del individuo que manifiesta el síntoma. Dicho síntoma únicamente toma sentido desde la situación de un individuo histórica y culturalmente señalado. En definitiva, la constitución de un saber teórico sobre la enfermedad se obtiene por abstracción retrospectiva a partir de la experiencia clínica y terapéutica. La fisiología se configura y formaliza desde el intersticio que existe entre la clínica y el laboratorio. En virtud de lo anterior, es posible sostener que Canguilhem atiende entonces a un origen de la ciencia que es siempre práctico, nutrido de ensayos y errores, desmañado e inhábil en ocasiones, otras veces brillante, pero que goza siempre de la vicisitud histórica. 7 La historia epistemológica de Georges Canguilhem, 1970. Prefacio a la edición en español de 1971 de Lo normal y lo patológico, ed. cit, p. XV. 118 Revista Paralaje Nº 10/ Ensayo Tuillang Yuing __________________________________________________________________ Desde luego, no ese trata de aquella historia que cuenta los logros epopéyicos y ostentosos del saber humano y de la dominación objetiva de la razón sobre la naturaleza. Por el contrario, es una historia que recoge el detalle burdo, el intento condicionado y a veces torpe de individuos que no siempre quisieron fundar o constituir un logro científico, sino discretamente salir airosos de un aprieto. Es por eso que el predominio y la innovación del saber arrancan en todo momento de un cierto empirismo que se orienta en dirección a un problema específico. Canguilhem nos dice: “[…] las ocasiones para las renovaciones y los progresos teóricos son encontradas por la conciencia humana en su dominio de actividad no teórico sino pragmático y técnico. Negar a la técnica todo valor propio fuera del conocimiento que consigue asimilar, significa hacer ininteligible el modo de andar irregular de los progresos del saber […]”8. Lo anterior supone una suerte de precariedad e inestabilidad. Se descubre una ciencia cambiante, tocada por rupturas, que realiza giros en un avance muchas veces atolondrado. Canguilhem nos recuerda que toda ciencia objetiva por su método y objeto es igualmente subjetiva con respecto al mañana. La ciencia trasgrede esquemas organizativos del conocimiento porque la práctica se encuentra con obstáculos que la obligan a reconstituirse: “[…] el impulso de la ciencia presupone un obstáculo para la acción.”9 Por ello, muchas verdades actuales se convertirán en los errores de la víspera, muchos de los preceptos según los cuales las ciencias y las disciplinas hoy se rigen serán considerados erróneos en un futuro. Es posible entonces intuir cómo Foucault asumió este postulado y el valor que otorgó al archivo para dar cuenta de la precariedad y del avance discontinuo del saber. En razón de lo anterior, todo nuevo acontecimiento científico sucede primeramente a un nivel práctico. Ello es lo que Canguilhem pretende mostrar al destacar las condiciones de surgimiento de un problema que hay tras la aparición de un concepto. Es así como analiza a la medicina siempre desde la terapéutica. En ese sentido, Canguilhem insiste en que la medicina se constituye porque primeramente hay enfermos y que las personas secundariamente saben de su enfermedad gracias a la medicina. Es a este nivel pragmático al que responden las conceptualizaciones; es a esos problemas a los que se trata, en definitiva, de dar solución. Y es de dichos problemas y de sus condicionamientos de los que la historia debe dar cuenta: “[…] Se trata del hecho de que es la teoría de una técnica, una teoría para la cual la técnica existe no como dócil sirviente que aplica órdenes intangibles, sino como consejera y animadora que atrae la atención sobre los problemas concretos y orienta la investigación en dirección a los obstáculos sin presuponer nada de antemano con respecto a las soluciones teóricas que éstos recibirán.”10 Esta especial forma de valerse de la historia y su correspondiente perspectiva acerca de la relación teoría-praxis, es lo que permite a Canguilhem tomar posición frente al par normal-patológico, una oposición que sólo funciona y toma forma en este ámbito 8 CANGUILHEM, G., Lo normal y lo patológico, ed. cit., p. 74. Ibíd., p. 171. 10 Ibíd., p. 71. 9 119 Revista Paralaje Nº 10/ Ensayo Tuillang Yuing __________________________________________________________________ condicionado e historizado que surge al observar una ciencia en su hacer más burdo y cercado por la experiencia. Ahora bien, al revisar las teorías que distinguían el par normal-patológico sobre la base de diferencias cuantitativas, Canguilhem atiende a la tesis según la cual un estado fisiológico, si bien puede traducirse en sistemas de cantidades y en la constatación de procesos químicos, no expresa ningún tipo de cualidad vital ni pueden dar cuenta de la situación biológica global. El autor lo expresa enfáticamente cuando afirma: “La vida misma, y no el juicio médico, convierte a lo normal-biológico en un concepto de valor y no en un concepto estadístico de realidad.”11 La “vida misma” no es otra cosa que las condiciones del organismo que son inevitablemente tanto geográficas como históricas y que ponen en perspectiva el dato biológico para dar cuenta de su estado y calidad más allá de lo rigurosamente medible: “En materia de patología, la primera palabra, históricamente hablando, y la última palabra, lógicamente hablando, le corresponde a la clínica.”12 El diagnóstico médico debe entonces considerar el estado y el comportamiento del enfermo en general y no el mero dato físico-químico. Por esta razón, lo normal ha de ser abordado desde el juicio del ser humano considerado en la totalidad de sus esferas. Es el hombre considerado completamente quien se siente enfermo, para luego, desde ese estado, vislumbrar, distinguir y acusar la normalidad. Además, como también organismo y medio ambiente se co-determinan y constituyen recíprocamente, el diagnóstico o al menos el pronunciamiento acerca de una enfermedad debe atender a la reacción del organismo frente al medio del que forma parte: “No hay perturbación patológica en sí, lo anormal sólo puede ser apreciado dentro de una relación.”13 Ello es la razón de la insuficiencia del dato biológico para definir por sí solo lo patológico; la enfermedad del organismo no radica en las partes o elementos del organismo, sino que es el organismo en su integridad el que está enfermo de una de sus partes. Con ello Canguilhem da un paso y define la frontera normal-patológico más allá del organismo en su mera individualidad. En su dimensión biológica, el ser humano no se limita a su cuerpo, los linderos de su organismo no son sus medidas. El cuerpo del ser humano es también todos sus posibles medios de acción en relación con su utilidad y su normatividad, establece entonces un contrato de sentido con su exterioridad. En efecto, para Canguilhem, lo fundamental para entender lo normal es captar su poder de normatividad, vale decir, su capacidad de instaurar y determinar normas frente a un medio abierto y en tránsito constante por el organismo. Lo normal es el ajustar y ajustarse con el medio a través de reglas que permiten dicha relación. El organismo goza de normalidad –y entendamos por ello salud– cuando está en condiciones de generar normas adaptativas que permiten mantener en equilibrio el conflicto dinámico entre organismo y medio. Tal es la normatividad biológica. Ahora bien, el rango en que esas normas mantienen y perpetúan dicho equilibrio, permite su calificación como normales o patológicas. Así, lo patológico no consiste tanto en carecer de normas, sino más bien en que dichas normas no entregan garantía de estabilidad y perpetuación en relación al entorno. 11 Ibíd., p. 96. Ibíd., p. 174. 13 Ibíd., p. 143. 12 120 Revista Paralaje Nº 10/ Ensayo Tuillang Yuing __________________________________________________________________ Como puede apreciarse, la distinción normal-patológico lleva a Canguilhem a mirar allende el cuerpo, a extender sus límites, haciéndolo ingresar al plano condicionado e histórico de la cultura según su plasticidad técnica: el cuerpo es producto, el cuerpo es un bien, es una propiedad, es lenguaje, es un arma, es economía y ley. En su espesor se dan cita fuerzas, intenciones, políticas y pugnas14. El cuerpo entra –incluso desde una perspectiva de salud-enfermedad– en una óptica cultural, política, histórica, que requiere de archivos para su análisis, para su conocimiento. Recordemos lo que Canguilhem nos dice al comenzar El conocimiento de la vida: “Conocer es analizar.”15 Pues bien, dada esta concepción de la normalidad como la capacidad de un organismo de instaurar normas en un medio, o en otras palabras, dado que la vida es una actividad normativa que informa normas; todo aquello que transgrede dicha normalidad será interpretado en relación también con un medio que es también cultural. Recuperar la normalidad transgredida tomará entonces distintas formas. Una de ellas será remitir a experiencias pasadas como patrón de normalidad. De este modo, recuperarse, sanarse, volver a la normalidad, consiste en volver a realizar actividades cotidianas, como por ejemplo trabajar. Es en este punto donde entra la valoración social de aquellas actividades que se juzgan como “sanas”. En buena medida, es la apreciación hegemónica del medio social la que califica una conducta de anormal. Con ello no se desconoce de ninguna manera que es el individuo quien, a partir de ciertos fenómenos vitales, se declara enfermo, pero ello contrasta con el hecho de que la apreciación de los síntomas de anormalidad es juzgada por un espectador alojado en cierto canon de función social. Respecto a este punto, Canguilhem acentúa en la anomalía psíquica el quiebre de la convención, el rompimiento del acuerdo con los semejantes. La gravedad, o sea, la cercanía con la normalidad es proporcional con la conciencia que el individuo tiene de su estado. La característica que determina la dificultad de la anormalidad psíquica es esa incapacidad que tiene el enfermo de declararse tal. Canguilhem también da señales sobre esta dependencia entre lo normal y lo funcional. En primera instancia, lo que debe funcionar es la capacidad de imponer leyes, de dominar y regirse frente a un medio cambiante. El organismo funciona en el momento de su auto-disposición y proyección sobre el entorno. El autor nos señala: “Cuando la anomalía es interpretada en cuanto a sus efectos, en relación con la actividad del individuo y por lo tanto con la representación que éste se forja de su valor y su destino, la anomalía es flojedad […] En el fondo, siempre hay para ser flojo una actividad posible y un papel social honorable. Pero la forzada limitación de un ser humano a una condición única e invariable es juzgada peyorativamente con respecto al ideal humano normal, que consiste en la adaptación posible y querida a todas las condiciones imaginables.”17 14 Son estas prescripciones las que resuenan en Foucault cuando plantea un análisis del cuerpo como objeto de poder bajo la forma de una “anatomía política del detalle” que tiende a la descomposición del gesto para su configuración y moldeamiento de acuerdo a unos fines definidos. Cfr. FOUCAULT, M., Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 1998, p. 142. 15 CANGUILHEM, G., El conocimiento de la vida, ed. cit, p. 7. 17 CANGUILHEM, G., Lo normal y lo patológico, ed. cit, p. 103. 121 Revista Paralaje Nº 10/ Ensayo Tuillang Yuing __________________________________________________________________ La normalidad es, por tanto, un cierto comportamiento funcional. Se trata de una adaptación activa que, en su cualidad. siempre es determinable desde efectos observables. Desde esta perspectiva, lo orgánico, lo social, el medio natural y el intervenido diluyen sus límites y fusionan sus consistencias imposibilitando esquematismos definitivos. Ejemplos de lo anterior hay bastantes en el trabajo de Canguilhem. En todos ellos, el ser humano es también un factor ambiental y geográfico. Y a su vez, el medio e incluso la geografía está atravesada históricamente por el quehacer colectivo. En definitiva, lo normal de la especie humana es inseparable de su normatividad y la funcionalidad dentro de un medio social siempre complejo. La estatura, la muerte, la calidad de vida, el promedio de duración de la vida son elementos en los cuales puede buscarse una normalidad, pero son también parte del juego e intento de todo individuo por establecer sus normas hacia el exterior. Ahora bien, Canguilhem cambia drásticamente sus reflexiones sobre lo normal y lo patológico en los aportes que entrega entre 1963 y 1966, principalmente a la luz de sus cursos sobre Las normas y lo normal18. En estos aportes, el autor da un giro al enfoque y extiende sus alcances y análisis desde el organismo biológico a la organización social y desde lo normal hasta la normalización. Al integrar en la noción de normal los conceptos provenientes de las ciencias sociales, se presenta el problema de la relación normalidadgeneralidad, incorporando para ello una serie de tópicos de orden sociológico. Como hemos sugerido, estas acotaciones sin duda nutrieron y aportaron posteriores reflexiones en otros autores, entre ellos, desde luego, el trabajo de Foucault. Es de nuestro interés detenernos en algunos de estos puntos para mostrar estos cruces. NORMALIZACIÓN Y PODER: UNA RACIONALIDAD COMPARTIDA Primeramente, podemos decir que así como el análisis de Foucault que versa sobre el poder se define como una microfísica, así también podemos referir lo hecho por Canguilhem como una descripción de la mecánica de la normalización. En uno y otro intento existe una preocupación por los modos de operación efectivos, más que interrogaciones metafísicas u ontológicas que buscasen revelar una naturaleza esencial. Así, se destaca la trama constitutiva que Canguilhem atribuye a la noción de norma: se menciona que lo normal y normativo es, funcionalmente hablando, un concepto dinámico y polémico. Dinámico porque en sí señala un movimiento, un relevo, un intento de cambio. Polémico porque integra una controversia, una conflictividad que no está exenta de inversiones. Sobre lo último cabe señalar que una norma reclama hacia la normalidad: la norma es lo que endereza, lo que corrige. En palabras del autor, una exigencia impuesta a una existencia19. La norma no solamente muestra, no se limita a informar o indicar la diferencia, sino que la presenta en su hostilidad e indeterminación respecto a la norma, indica lo heterogéneo como aquello que escapa al rol de normar. La norma califica 18 19 Cfr., Ibíd., p. 181-233. Ibíd., p. 188. 122 Revista Paralaje Nº 10/ Ensayo Tuillang Yuing __________________________________________________________________ negativamente, como carencia y falta, todo aquello fuera de su extensión. El afuera es lo anormal. De esta forma, toda norma expresa una preferencia, una distinción y una opción frente a algo. Además de optar, busca que la opción desaprobada adopte la forma de la opción aprobada, tratando de sustituir un estado de cosas por otro. En ello ya se observa el movimiento hacia un afuera que, en su exclusión, se pone al centro de la operación normativa. No obstante, si atendemos al conflicto, vemos que se da a nivel de preferencias. De esta forma la norma indica la polémica entre lo preferible y lo desdeñable. Es en este punto donde se destaca el alcance constitutivo que Canguilhem nos enseña sobre la norma. Ella funciona en cuanto regula, fiscaliza hacia la determinación de algo que no cae bajo su señalamiento. La norma funciona y se dirige hacia lo que no está normado, es decir, sobre lo anormal y, por tanto, debemos suponer que lo anormal es anterior lógica y constitutivamente a la norma. Ya que la regla es tal cuando a-rregla, lo primero que se hace presente es necesariamente lo irregular. Paradoja notable, puesto que si bien aquello primero es en sí irregular, esa infracción es anterior a la norma y por tanto no goza del calificativo de a-normal o irregular puesto que antecede a la misma distinción. Esa diferencia se configura como anormalidad sólo cuando es determinada por la norma y, en ese sentido, ésta no viene a normalizar lo anormal sino a actuar sobre lo homogéneo. Existiría entonces un primer momento de indiferenciación e uniformidad; el universo previo a lo diverso, una “edad de oro” o paraíso mítico, un momento de ausencia de conflicto que viene a ser diversificado y distinguido por el funcionamiento de la norma. Por esta razón para Canguilhem lo irregular es el origen lógico de la regulación, es más, es la condición de posibilidad de la norma, lo que le da sentido y oportunidad a la corrección, lo que permite todo ensayo de normalización20. Con todo, cuando Canguilhem señala: “El regulador es posterior a aquello que regula”21, tiene lugar una distinción fundamental que compromete la comparación entre el organismo biológico y la organización social. La organización social es regulada siempre desde fuera, vale decir, hacia una posterioridad y en orden a un fin que no le es inherente. La organización social apunta a un estado de cosas que no es efectivo, y con ese fin, debe generar y proveerse de nuevos organismos que fiscalicen y conduzcan al logro parcial de esas metas. La norma siempre es dinámica. Entonces, ya que la normalización es el intento de normar lo anormal, es también un movimiento ante la evasiva de lo irregular. En razón de lo anterior, la normalización conlleva en todo momento una posible inversión y una polaridad; señala siempre a su inverso; ella misma lo indica, lo hace aparecer e ilumina. La 20 Esta fórmula la podemos ver, por ejemplo, en Vigilar y Castigar. Foucault afirma sin rodeos que la figura del delincuente como anormal es lo que posibilita la configuración del saber criminal y, con ello, cierto rango de normalidad. Con el personaje del “trasgresor” se permite un saber respecto de cómo tratar al criminal. Así, la figura del anormal es lo que comienza a dibujar una tentativa sobre lo que es normal, sobre lo que es correcto, sobre el perfil de la persona normada. Cfr., FOUCAULT, M., Vigilar y castigar, ed. cit, p. 106. 21 CANGUILHEM, G., Lo normal y lo patológico, ed. cit, p. 106. 123 Revista Paralaje Nº 10/ Ensayo Tuillang Yuing __________________________________________________________________ polaridad de la norma supone su opuesto: algo que está fuera de la norma y que, en cuanto escapa, es capaz siempre –aunque sea potencialmente– de invertir o al menos poner bajo sospecha dicha relación en ocasiones simplemente insistiendo en dicha irregularidad. Desde luego Foucault ha tomado recaudo de esta racionalidad y es por ello que su microfísica del poder se presenta como productiva y no meramente prohibitiva. La mecánica del poder integra mecanismos positivos en su funcionamiento, ya que si solamente consistiera en una negación, sería extremadamente inútil. Cualquier pequeño desajuste significaría una inversión. Por el contrario, al actuar como producción de realidad, el poder puede establecer y administrar grados de cercanía respecto a la norma. El manejo, la distribución y la organización de esos grados no es otra cosa que lo que Foucault ha desplegado como tecnologías de poder, sean disciplinarias o biopolíticas. Pero insistamos en la polaridad de la función normativa. Para Canguilhem, la norma crea de por sí la posibilidad de una inversión de los términos. La normalización es una propuesta de unificación en torno a un patrón de normalidad, pero una proposición de la cual no necesariamente resulta una imposición. A diferencia de las leyes de la naturaleza, la norma no condiciona necesariamente su objeto, refiere a una eventual anormalidad o a una posibilidad que no puede ser más que inversa. De modo similar, en La Voluntad de Saber, Foucault señala que el poder incluye de por sí la posibilidad de una resistencia que se define como un irreductible opuesto, como el incontrolable adversario. Por lo mismo, el poder es una relación de fuerzas y no una simple violencia o una aniquilación. El poder se vale de la fuerza que le pertenece a otro y ese otro, dentro de su rango de independencia, posee potencial o efectivamente la posibilidad de una resistencia y una inversión: “Que donde hay poder hay resistencia, y no obstante (o mejor: por lo mismo), ésta nunca está en posición de exterioridad con respecto del poder. […] Eso sería desconocer el carácter estrictamente relacional de las relaciones de poder. No pueden existir más que en función de una multiplicidad de puntos de resistencia: éstos desempeñan, en las relaciones de poder, el papel de adversario, de blanco, de apoyo, de saliente para una aprehensión.”22 Ahora bien, cuando Canguilhem ensaya extender el análisis de la normalidad al organismo u organización social, veremos que la regulación social consiste en el diseño persistente de nuevos órganos e instancias normativas. De esta manera, al referirse a un afuera que se quiere interiorizar de forma normativa –es decir, al actuar sobre un irreductible–, la sociedad será un organismo en expansión permanente, en constante multiplicación, en un avance y despliegue sin freno que busca la totalización. Para Canguilhem, “la sociedad tiene que resolver siempre un problema sin solución: el de la convergencia de las soluciones paralelas.”23 La sociedad normalizadora y por ello el ejercicio del poder de normalización será siempre reactivo, jamás terminará de completarse, 22 FOUCAULT, M., Historia de la sexualidad, tomo 1: La voluntad de saber, Siglo XXI Editores, España, 1976, p. 116. 23 CANGUILHEM, G., Lo normal y lo patológico, ed. cit, p. 201. 124 Revista Paralaje Nº 10/ Ensayo Tuillang Yuing __________________________________________________________________ lo que resultará en una expansión indefinida. La frontera de lo anormal se desplaza un paso más cada vez que se intenta conjurar. Lo que el poder necesita normalizar o –si se prefiere– la necesidad del organismo social normalizador; no es inmanente ni intrínseca. Esa necesidad de normalizar es, por el contrario, sede constante de controversias y disidencias. La norma en su ejercicio contiene un sedimento de pugnas no resueltas que no se finiquitan ni resuelven. En términos de Foucault, el poder pretende abarcarlo todo, es totalizante, pero es tal en razón de que no puede plantearse como un todo finalizado. Siempre presenta una resistencia y por tanto un conflicto que limita y fragmenta la totalidad. Para Canguilhem las normas son relativas unas a otras, crean necesariamente un sistema y una red. Ella es precisamente la imagen que Foucault nos entrega del poder: una red que se detiene en ciertos nudos, en puntos que indican un conflicto expuesto, el choque permanente y plural de las resistencias con el poder. Y por muy locales y focalizadas que sean estas luchas siempre están en vinculación con otras más tenues o más intensas. Ello es hilvanado también por la norma: enlaza y trata de abarcar la realidad en un todo bien definido que responda a la forma de una planificación, manifestando la diferencia que Canguilhem señala entre el organismo vivo y el funcionamiento social: el primero funciona y se dispone sin vacilación hacia el estado normal, que podría ser considerado como final. Su finalidad es su normalidad, es un estado inmanente que no se aloja en un exterior, pero en la misma medida las partes que constituyen dicho organismo no difieren entre sí, no presentan ningún tipo de distancia y se mecanizan en la inmediatez. La regulación social obedece a otro motor. En efecto, el organismo social, al desconocer el estado normal y no haber vivenciado su estado final, constituye normas que deben ser siempre inventadas e imposibles de desprender de su simple funcionamiento. El orden social debe siempre ser inventado. En este caso, las normas avanzan hacia una finalidad ignorada, por lo que deben ser siempre representadas, aprendidas, rememoradas y aplicadas. Por lo mismo, el organismo social necesita constantemente crear dispositivos de regulación. La expansión social y normativa, por tanto, consiste en la creación de nuevos órganos y aparatos para hacer funcionar normas siempre cambiantes, unidas por la perpetua búsqueda de una totalización asignable al conjunto social entero sin residuos de exterioridad. Canguilhem señala que la regulación significa hacer prevalecer el sentimiento de conjunto, la identidad del universo social. De esta forma, la normalización define a una sociedad en su totalidad por un fin que se considera su bien propio, su estado final conveniente. Surge entonces la imposición normativa hacia un estado exterior que es extraño y para cuyo fin se generan nuevos órganos que conduzcan hacia dicha exterioridad todo aquello que tiende a arrancarse de la normalidad. Ello se verifica en el funcionamiento de las sociedades industriales. De alguna manera, Canguilhem anticipa e introduce el trabajo de Vigilar y castigar, puesto que nos muestra cómo la idea de “norma” fue tomando forma a través de distintas instituciones, principalmente la pedagógica y la sanitaria. Todo ello viene asociado a otras reformas que se organizan o insertan en un tipo de racionalidad política que se enlazaba al desarrollo económico industrial. Éste es, en definitiva, el contexto de la llamada normalización, el amarre de una diversidad institucional en búsqueda de un funcionamiento coherente en el 125 Revista Paralaje Nº 10/ Ensayo Tuillang Yuing __________________________________________________________________ que dan cita distinciones y discriminaciones que vinculan lo lógico, lo ético, lo político y hasta lo estético. La normalización necesita la producción de órganos y el vínculo de instancias para lograr la correlatividad de las normas sociales, técnicas, económicas y jurídicas en virtud de las cuales el todo aparece como una organización. Lo vemos en Vigilar y castigar: coherencia e interdependencia de las instituciones para configurar espacios de registro y control individual. El complejo cárcel-hospital-asilo, el engarce del sistema judicial y legal con la psiquiatría y la medicina son algunos de los asuntos mencionados por Foucault. Finalmente preguntamos: ¿Qué es lo que hace la norma con lo que normaliza? E incluso: ¿Qué hace el poder con lo que incluye y totaliza? La respuesta es paradójica: la norma amarra hacia una “normalidad” interior pero, a la vez, trata de llevarla hacia una exterioridad permanentemente desplazada. El poder normativo trata de que lo anormal sea normalizado y además sea la expresión y la difusión de la norma misma, vale decir, que en lo normado se verifique la regularidad de la norma. Así, la cara visible de la norma –en cierto modo siempre ausente– debe ser el efecto obtenido por la ejecución del proyecto normativo; en la lógica de Foucault, se trata del hecho normado y del individuo corregido. La normalización tenderá a expresar y difundir la norma, a imponerla en los hechos. La normalización tratará de fagocitar las diferencias, de remitirlas a la regla, de reabsorverlas en una unidad que se muestra como la concreción de la norma. Foucault en ello será más específico y afirmará que más que una homogeneización de las diferencias, existen grados de normalización que no aniquilan sino que vuelven útiles las diferencias en torno a la norma, dibujando un mapa disciplinario y una regulación biopolítica, es decir, la organización de lo diverso, lo inverso y lo adverso en torno al uni-verso impalpable de la norma. PALABRAS FINALES Se advierte entonces un cierto isomorfismo entre el funcionamiento de la norma y el funcionamiento del poder en nuestras sociedades. Se asume que Foucault inicia su trabajo con respecto al poder de forma explícita en Vigilar y Castigar nutriéndose de archivos y datos históricos con una mirada que también está tocada por la mirada de Canguilhem. El traspaso de esa mirada echada sobre el asunto de lo normal es lo que se ha intentado trazar. El trabajo de Canguilhem ha abierto dichas preguntas, las que, pese a la brillantez de Foucault, permanecen lejos de estar respondidas. Esa parece ser la virtud del maestro; plantearle problemas al alumno, romper sus certezas, crearle miedos y ambiciones. Por el otro lado, la virtud del discípulo será hacerlas suyas y traicionarlas, dejarlas venir para que se digan de otra forma, para hundirlas en otros horizontes. Este diálogo implícito entre estos autores en torno al poder, la norma y la vida, permite una clave de lectura que renueva el análisis de cada uno de sus trabajos, a la vez que abre interrogantes aún vigentes para pensar. 126 Revista Paralaje Nº 10/ Ensayo Tuillang Yuing __________________________________________________________________ BIBLIOGRAFÍA CANGUILHEM, G. Lo normal y lo patológico, Siglo XXI editores, Argentina, 1966. El conocimiento de la vida, Editorial Anagrama, Barcelona, 1971. FOUCAULT, M. Historia de la locura en la época clásica, Brevarios Fondo Cultura Económica, México, 1967. El nacimiento de la clínica. Una arqueología de la mirada médica, Siglo XXI Editores, Argentina, 1967. Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión, Siglo XXI Editores, México, 1975. Historia de la sexualidad, tomo 1: La voluntad de saber, Siglo XXI Editores, España, 1976. Historia de la sexualidad, tomo 2: El uso de los placeres, Siglo XXI Editores, España, 1984. LECOURT, D. La historia epistemológica de Georges Canguilhem. Publicado a modo de prefacio a la edición en español de Lo normal y lo patológico, Siglo XXI editores, Argentina, 1971 127