desarrollo psicomotor durante el primer año de vida

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Rev. Logop. Fonoaud., vol. I, n.º 4 (235-242), 1982
DESARROLLO PSICOMOTOR DURANTE
EL PRIMER AÑO DE VIDA
Por C. Bugié Albaladejo
I. Lorente Hurtado
Neuropediatra. Médico Asistente del Servicio de Neurología del Hospital Infantil
San Juan de Dios. Barcelona
los últimos años ha tenido lugar el reconocimiento de la importancia del desarrollo psicomotor del niño en sus primeras etapas, habiendo contribuido a ello, por una parte, el interés de los
psicólogos y sociólogos por esta etapa del desarrollo
infantil normal y también, en gran proporción, el interés de terapeutas, neuropediatras y psiquiatras por
detectar de forma precoz los signos de disfunción
neurológica a fin de realizar un adecuado programa
terapéutico e investigación etiológica en los primeros
meses de la vida, cuando la plasticidad del sistema
nervioso es mayor que en etapas posteriores.
Se han realizado por ello gran número de estudios
y han aparecido múltiples publicaciones y artículos
que han aportado nuevos datos de interés o destacando determinado aspecto de este desarrollo.
Describimos a continuación de forma condensada
los principales cambios que acontecen a lo largo del
primer año en el niño, así como las importantes variaciones existentes en la normalidad.
El desarrollo psicomotor infantil empieza en las
primeras semanas de vida intrauterina. Sin embargo,
hasta la presente década muy poco se conocía sobre
esta etapa por la falta de métodos adecuados de exploración. Gracias a la ecografía se ha podido demostrar que de forma muy temprana se produce por
parte del feto una exploración activa de sí mismo y
del medio en el que se halla inmerso. Milani Comparetti ha estudiado los movimientos fetales y establecido una secuencia de desarrollo de los mismos en
estos primeros meses de vida y describe una primera
fase de movimientos simétricos globales y más tarde
E
N
la aparición de movimientos aislados de extremidades. Son necesarios y sin duda aparecerán en el futuro
más estudios en este periodo hasta hace poco prácticamente desconocido.
En las últimas semanas de gestación se produce
una importante limitación en las posibilidades de
movimientos del feto y adopta éste en la mayoría de
los casos la típica postura en flexión de las cuatro
extremidades y de la cabeza. Los movimientos del
feto y del útero contribuirían a la posición invertida
vertical precisa para una buena dinámica y progresión del parto.
PRIMER TRIMESTRE
Ya desde el nacimiento se halla presente una serie de conductas más o menos reflejas imprescindibles para la supervivencia del niño (reflejo succión,
enderezamiento cefálico elemental). Sin embargo, en
los primeros días, éstos pueden estar modificados parcialmente por el trauma fisiológico que el parto supone para el niño e influidos por la medicación administrada a la madre en muchas ocasiones. Por estas
razones, es preferible referirse a la actividad del niño
a los 7-10 días de vida, cuando se considera que ya
debe haber realizado una buena adaptación al cambio tan importante de medio.
A la semana de vida podemos establecer contacto
visual con el niño, que será breve en el tiempo y de
poca intensidad, generalmente inconstante. También
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ORIGINALES
responderá el niño a los estímulos acústicos, modificando su actividad al oír un ruido brusco.
Existe discriminación para los sabores dulce-salado-amargo.
El umbral de sensibilidad al dolor parece estar
disminuido en los primeros días de vida para situarse rápidamente en valores cercanos a lo que consideramos normalidad.
La sensibilidad a la temperatura estaría acentuada
para el frío y disminuida para el calor.
Si observamos la actividad motriz del recién nacido en decúbito dorsal veremos que predomina la
postura en flexión de las 4 extremidades (posición a
la que se ve reducido en las últimas semanas de gestación al disminuir el espacio de que disponía en las
semanas previas) (figura 1).
mano lo que llevará a su succión. En decúbito ventral realiza, partiendo de un esquema en flexión consistente en flexión de rodilla y cadera, que sitúa las
rodillas bajo el abdomen elevando la pelvis y a nivel
FIG. 2.
FIG. 1.
Realiza, sin embargo, importantes movimientos
activos, movimientos que si bien se caracterizan por
su globalidad, también lo hacen por su variedad y
posibilidad de individualidad y disociación (figura 2). Empleamos el término disociación para indicar
la posibilidad de realizar movimientos de signo
opuesto en una extremidad respecto a la otra (flexión
de una pierna con extensión de la otra) o en una misma extremidad de dos articulaciones entre sí (extensión de rodilla con flexión dorsal del pie o cadera).
La cabeza permanece lateralizada a uno u otro
lado y entrando muchas veces en contacto con la
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de extremidades superiores brazos debajo o junto al
tronco, con el codo retrasado respecto al hombro,
movimientos alternos de extremidades inferiores que
le llevarán a un desplazamiento en muchos casos,
mientras las extremidades superiores permanecen
generalmente bajo o junto al tórax y la cabeza realiza repetidos movimientos de extensión cervical que
le lleva siempre a liberar las vías respiratorias ya sea
con una simple extensión o con la lateralización cefálica.
Para valorar el mantenimiento cefálico partimos
del decúbito dorsal y cogiendo al niño de sus brazos
lo pasamos a la posición de sentado (maniobra conocida como «tirar para sentar», traducción del «pullto-si» inglés). En esta etapa del desarrollo el niño
será incapaz de mantener en esta maniobra la cabeza alineada con el cuerpo durante todo el recorrido y
la cabeza permanecerá en predominio extensor y retrasada con respecto al tronco hasta llegar cerca de
los 90o él mismo, momento en que llevará activamente la cabeza hasta delante y la mantendrá vertical durante unos segundos (figura 3). Vemos, pues,
que existe ya un parcial control cefálico, que irá incrementándose en los meses siguientes.
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Las manos permanecen entreabiertas o cerradas sin
fuerza y no realizará ningún intento prensor al acercar un objeto.
F IG. 3.
Al estimular hábilmente la zona peribucal o la mejilla, el niño realizará un movimiento coordinado cefálico hacia el estimulo que le llevará al contacto
directo con la boca y succión del estímulo ofrecido.
Es la respuesta que realiza el niño ante el pezón de
la madre-de forma natural y que le permitifá su alimentación y supervivencia y estará modificado por
el estado de saciedad del niño; es conocido como
reflejo «de orientación o de búsqueda, o «reflejo de
succión».
Descubrimos otros reflejos presentes en el niño en
esta etapa y conocidos en su conjunto como «reflejos
o reacciones arcaicasn, que no tienen una finalidad
definida, siendo alguno de ellos recuerdo de conductas que tuvieron su importancia en otras etapas de
la evolución. Entre ellos citaremos el «reflejo de
prensiónn (fundamental probablemente para la vida
arbórea de los prehomínidos) consistente en la flexión
de los dedos dc la mano y pies alrededor del estímulo
táctil aplicado en la palma o planta de la mano o pie.
El reflejo de marcha automática consiste en la provocación de unos movimientos alternos, simétricos en
esquema de marcha de ambas extremidades como
respuesta al estímulo provocado al situar al niño en
posición vertical, contactando sus pies con el plano
e imprimiendo movimiento hacia delante.
El conocido «reflejo de Moro» se provocaría por
estímulos diversos (ruido o movilización brusca del
niño) y clínicamente por la caída brusca de la cabeza
hacia atrás, provocada al suprimir súbitamente su
sostén, lo que provoca una reacción de abducción-extensión de ambas extremidades superiores con extensión de los dedos, seguida de una aducción de los
brazos, conocida también como «reacción de abrazo».
A lo largo de los primeros meses se irá modificando de forma progresiva la actividad del niño y su
respuesta a los estímulos ambientales. Estos cambios
son posibles gracias a la maduración neurológica del
niño, maduración que llevará a una mayor capacidad de recepción e integración con estímulos y posibilidad de reacciones adecuadas, específicas a ellos.
Para ello es necesaria una integridad anatómica y
funcional de las vías aferentes y eferentes y centros
integradores.
De forma totalmente artificial consideramos por
trimestres los cambios en el desarrollo psicomotor en
estos meses, para facilitar la exposición de los mismos. A lo largo de los 3 primeros meses, gracias
fundamentalmente a la exploración visual y auditiva
que realiza el niño, se va a situar en un medio desconocido para él hasta el nacimiento. La fijación ocular en el rostro de la madre, que de forma constante
se sitúa a la distancia y nivel apropiado para ello,
mejora en su duración, calidad y discriminación de
los movimientos de este rostro; especialmente reacciona el niño a los movimientos de la boca que se
acompañan además de emisión de sonido, lo que
llama poderosamente su atención. Seguirá los movimientos de la madre mientras ésta le sostiene en sus
brazos o se inclina sobre su cuna y a los 3 meses
será capaz de un seguimiento ocular en un arco de
180o en la horizontal, ya sea del rostro humano o
de un objeto que llame su atención.
En relación con la visión estaría la aparición de
la sonrisa en respuesta a la visión de la madre, inter237
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ORIGINALES
viniendo también la audición, ya que su visión va
acompañada muchas veces de comunicación verbal
al niño y táctil por asociarse a caricias. En las primeras semanas el niño sonríe sin un estímulo externo, estando ya completamente establecido como medio de comunicación a los 3 meses, añadiéndose el
llanto, fundamental para mostrar su malestar en todo
el primer año de vida.
La discriminación de los estímulos auditivos se
manifiesta en el hecho del reconocimiento de la voz
de la madre por parte del niño a las seis semanas,
mostrando preferencia por ella sobre la voz dirigida
en un mismo tono por otra madre hacia su hijo. A
los tres meses no sólo oirá y reaccionará ante un ruido sino que también será capaz de dirigir la mirada
en la dirección del sonido.
Otras sensaciones como la olfacción tienen también su papel en estos meses, ya que a las 6 semanas
reconoce el niño el olor de la leche de su madre sobre el de otras.
En cuanto a su actividad y desarrollo motor se
produce en estos meses una progresiva posibilidad
de «extensión» del niño. En D. S. la cabeza permanece más cerca de la línea media que en las semanas
anteriores (alcanzando la posición centrada alrededor de los 3-4 meses). El giro de la cabeza a uno u
otro lado, estando el niño en reposo, desencadena
generalmente un cambio de posición de las extremidades, con extensión de las correspondientes al giro
cefálico y flexión de los contralaterales u occipitales.
Es el reflejo conocido como «reflejo cervical tónico
asimétrico» cuya expresión es normal siempre que
no interfiera con la movilidad espontánea propia del
niño y no sea constante y estereotipada en la manifestación.
Los brazos han disminuido su flexión y han pasado de estar sobre ambos lados del tronco hacia una
posición que situará las manos en contacto mutuo,
enlazándose e iniciándose un importante juego rico
en estimulación preperceptiva para el niño también
alrededor de los 3-4 meses (figura 4). En una primera etapa las manos están cerca del tórax y más adelante el niño puede mantenerlas a unos 15-20 cm del
mismo, delante de los ojos, favoreciéndose el juego
con la visión de las manos y sumación de los estímulos táctil y visual; esta circunstancia es la óptima,
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probablemente, para que el niño se inicie en el control de los movimientos de la mano. En extremidades inferiores existe un pedaleo alterno y también simétrico.
FIG. 4.
En decúbito ventral podemos observar a los 3 meses la extensión antes citada, ya que ha desaparecido
prácticamente la flexión de cadera inicial permitiendo el total apoyo de la pelvis en el plano. Los brazos
se han desplazado hacia delante y ello posibilida un
apoyo sobre los antebrazos y una elevación, buscando la posición de verticalización de la cabeza en el
espacio, posición que permitirá una exploración visual amplia del entorno (figura 5).
FIG. 5.
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El mantenimiento y control de la cabeza progresa
en estos meses de tal manera que al llevar al niño a
sentado partiendo del decúbito dorsal, la cabeza va
a permanecer alineada con el tronco, con tan sólo un
ligero retraso en los primeros grados de la maniobra
y ya en la posición de sentado o cuando le sostenemos en brazos va a mantener la cabeza vertical con
pequeños movimientos oscilatorios ocasionales alrededor de su eje.
SEGUNDO TRIMESTRE
Durante el segundo trimestre, llegará el niño a la
consecución de la prensión, adquisición fundamental para él y que le permitirá no ya sólo ver los objetos y entrar en contacto más o menos pasivo con ellos
sino explorarlos, comprobar sus características físicas y relacionar sus aferencias visuales con las táctiles.
Los primeros intentos de prensión son globales, el
niño dirige ambas manos (y pies a veces) al objeto;
es por tanto preciso que el objeto ofrecido esté muy
cerca de sus manos para que pueda conseguirlo. Una
vez obtenida la prensión, lleva generalmente el objeto a la boca, ya que la información que le proporcionará ésta será más rica en muchos aspectos que
la de sus manos. De forma progresiva, en este trimestre vemos cómo el niño mejora la calidad y dirección de la prensión, que se realizará de forma segura y directa alrededor de los 6 meses; entonces será
capaz también de realizar una inspección combinada
oculomanual del objeto.
Progresará también en la inspección de su cuerpo
y hacia los seis meses descubrirá y se cogerá los
pies; los movimientos activos antigravitatorios de sus
piernas serán en D. D. y le llevarán a la adecuada
situación de visualización de las rodillas y pies; en
FIG. 6.
esta posición, le proporcionarán además la posibilidad de flexionar la cabeza, llevando ambos factores
a un balanceo sobre el dorso en esta edad (figura 6).
Alternando con la posición de predominio flexor
en caderas (con extensión disociada en rodillas), podemos observar la opuesta cuando el niño, apoyándose sobre la planta de sus pies y flexionando la rodilla, eleva la pelvis del plano «haciendo el puente»
(figura 7). La característica del desarrollo normal es
precisamente esta gran opción de posibilidades y movimientos, experimentando el niño todos los cambios
posibles y seleccionando los que precisa para su evolución.
FIG. 7.
En decúbito ventral podrá apoyarse no sólo sobre
los antebrazos sino también sobre las manos y se
iniciarán las reacciones de equilibrio al mantener el
apoyo en un único brazo sin caer, en esta posición,
al intentar coger un objeto (figura 8).
FIG. 8.
Alrededor de los 5-6 meses el niño consigue cambiar por sí mismo de posición, pasando de decúbito
dorsal a ventral y viceversa. A partir de este instante puede elegir la posición que prefiera en cada momento, sin que para ello dependa de la voluntad del
adulto.
En su comunicación, el niño añade la emisión de
sonidos a la risa y el llanto. Éstos, alrededor de los
4 meses tomarán la forma de vocalizaciones que el
niño puede realizar de forma combinada o respondiendo a estímulos verbales, gestuales, o táctiles de
la persona a su cuidado. La atención, localización y
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seguimientos visuales y auditivos ganan en calidad
y duración, con lo que ya se puede establecer con
el niño una relación de características muy superiores a las del trimestre anterior.
TERCER TRIMESTRE
En el tercer trimestre se abren nuevas perspectivas al niño, al conseguir mantenerse sentado sin
apoyo. Para ello es necesario un adecuado tono
muscular en tronco, que adquiere progresiva extensión y coexiste, en esta posición, con la flexión de
cadera y extensión de rodilla (disociación), ampliando la base de sustentación con la abducción de ambas piernas (figura 9). Con estos requisitos puede
mantenerse de forma estática en sedestación pero
cae hacia los lados cuando intenta coger un juguete
o se vuelve demasiado rápidamente al oír una voz.
En sedestación es preciso que se desarrollen también
las reacciones de equilibrio que, combinadas con las
de apoyo, permitirán al niño una libertad y variedad de movimientos sentado. Estas reacciones son
las que de forma progresiva se desarrollan en este
trimestre, para llegar a los 9-10 meses con un dominio de la posición.
La sedestación y las reacciones de equilibrio en
tronco liberan a las manos de la función de soporte
y le facilitan la relación y exploración del entorno a
través de ellas. La prensión se hace segura y directa,
de forma unilateral (aunque sin preferencia manual).
A los 4 meses era incapaz de sostener un objeto en
cada mano, ya que con la prensión del segundo soltaba el primero. Consigue en este trimestre retener
ambos, lo que le otorga la oportunidad de comparar
sus características, golpear uno contra otro o contra
la mesa.
FIG. 9.
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La exploración del objeto se hace más detallada
y se enriquecerá al final del trimestre con la aparición de la extensión individual del índice y pinza
inferior.
Alrededor de los nueve meses descubrirá que,
aunque pierda la visión de un objeto éste no desaparece y lo buscará si se lo escondemos tapándolo
con un pañuelo o si se le cae al suelo (ayudado en
este caso por el sonido). Es la llamada «permanencia del objeto».
Su relación con los demás miembros de la familia
progresa, hacia los 7 meses responde a su nombre o
apodo cariñoso mostrando preferencias claras por
las personas con las que convive y recelo ante los
desconocidos. Detiene su actividad ante un «no»
hacia los ocho meses. Indica cuándo quiere que le
cojan en brazos ya no sólo llorando, sino agitando
inicialmente los brazos y finalmente, alrededor también de los ocho meses, extendiéndolos claramente
hacia delante.
Aparece la formación de sílabas pa-pa-pa y su repetición enlazada.
Reconoce situaciones como la preparación para
salir a la calle o la proximidad de la comida. Espera
también la reaparición del rostro de la madre en el
clásico juego de mostrarse y esconderse alternativamente.
FIG. 10.
Respecto a su actividad en decúbito ventral, desarrollará sus reacciones de equilibrio sosteniendo el
peso de su cuerpo sobre una u otra mano, a los 6
meses, al coger con la opuesta un objeto fuera de su
alcance inmediato. A los 7-8 meses intenta (y a veces
lo consigue) desplazarse rastreando y se prepara
para el gateo balanceándose apoyado sobre manos
y rodillas (figura 10).
Si cogido de las manos intentamos que se apoye
sobre los pies, hacia los 6 meses realizará muchas
veces un juego alternativo de flexión y extensión y
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en las semanas siguientes mantendrá, por tanto, más
tiempo la posición erecta, aumentando de forma progresiva la estabilidad del tronco. A los nueve meses
muchos niños son capaces de mantenerse en pie no
ya sostenidos por el adulto sino de forma independiente cogidos a la baranda de la cuna o parque.
CUARTO TRIMESTRE
En el cuarto trimestre logrará el niño ampliar su
radio de acción al conseguir desplazarse por sí mismo, lo que le permitirá ir a la búsqueda del juguete
que está fuera de su alcance, o de los padres a los
que oye hablar en la cocina o aventurarse a lo largo
del pasillo. La forma de desplazamiento podrá variar en el tiempo y de un niño a otro. El rastreo se
usa generalmente durante un cierto tiempo, como
forma previa al gateo que utilizan la mayoría de niños aunque no todos. Una minoría se desplazan sentados «culeando» y generalmente impulsándose con
un brazo. Otros pasan directamente a la marcha libre, que va precedida de una etapa más o menos
larga de marcha lateral alrededor de los muebles y
será insegura en su inicio, ampliando el polígono
basal y con los brazos abiertos, dispuestos a actuar
de protección si pierde el equilibrio.
Al mismo tiempo que aprende a gatear aprende a
sentarse por sí mismo.
El paso a bipedestación pasa por varias etapas:
hacia los diez meses cogiéndose a la baranda del
parque e impulsándose con los brazos; más adelante
apoyando las manos en la pared; y finalmente sin
ningún apoyo, habilidad que adquiere el niño posteriormente a la de la marcha libre en la mayoría de
los casos y estará unida a la posibilidad de agacharse
para coger un objeto o jugar en cuclillas.
En el curso de este trimestre se va a desarrollar
la posibilidad de prensión de pequeños objetos con la
aparición de la pinza pulgar-índice. El aumento de
la calidad de la prensión así lograda hará incrementar la exploración manual del objeto, disminuyendo
progresivamente la bucal.
Aprenderá no ya sólo a coger a voluntad sino también a «soltar» a voluntad, actividad que hasta este
momento tenía lugar de forma más o menos involun-
taria, al distraerse el niño con otra actividad o interesarse y coger un segundo objeto. Se ejercitará en
el «soltar» tirando al suelo uno a uno los cubos situados en su mesa, alternando esta actividad con el
inicio de la introducción de unos en otros.
A nivel social coexistirá la situación en la que
prestará poca atención a nuestra llamada por estar
demasiado ocupado en la exploración física del entorno, con la de la posibilidad de ofrecernos el juguete que tiene al pedírselo (hacia los diez-once meses) o iniciar gestos sencillos a nuestra solicitud (palmitas, cinco lobitos...).
Puede negar con la cabeza para indicar su oposición a hacer algo, retirando la cuchara o tapándose
la boca con las manos si pretendemos alimentarle
sin que tenga hambre. Inicia hábitos de autonomía
intentando el uso de la cuchara o del vaso o colaborando en desnudarse sacándose el zapato o el calcetín a los 12 meses.
Comprende el significado de bastantes palabras y
puede señalar o girarse hacia algunos objetos familiares alrededor del año.
Hacia los 10 meses mira hacia sus padres (al nombrarlos). Las bisílabas adquieren un significado y
aparecen las primeras palabras (papá-mamá).
* * *
Hasta aquí se han expuesto brevemente los cambios que podemos observar en estos primeros doce
meses de vida. En los seis meses siguientes se van a
afianzar las adquisiciones descritas, existiendo a los
18 meses una independencia motriz que posibilita
una progresiva autonomía y modificación del medio
por parte del niño, siendo el ejercicio de esta autonomía, y la progresiva maduración psicológica y efectiva, las que le permitirán avanzar con éxito en su
desarrollo y adaptación al medio.
A la persona poco habituada a la observación de
estas primeras etapas del desarrollo y que sólo ha
establecido relación con algunas tablas de desarrollo,
puede parecer que éstas muchas veces solamente
informan del «momento promedio» de una adquisición para una población determinada, que la descripción realizada es demasiado vaga e imprecisa,
con unos márgenes muy amplios para cada nueva
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adquisición. Sin embargo, como conocen las personas que mes tras mes observan la evolución del bebé,
la variación en la normalidad es enorme, y mayor
según nos alejamos del momento del nacimiento. En
este sentido el estudio longitudinal de Towen realizado sobre una población estrictamente normal muestra claramente esta dispersión, como podemos ver en
la adquisición de marcha autónoma (iniciada en los
más precoces a los 12 meses y en los más tardíos a
los 21 meses), o el mantenimiento de la sedestación
durante más de un minuto (conseguido a los 8 meses
por algunos y a los 14 meses por otros).
Pudiera parecer que esta dispersión dificulta la
valoración del desarrollo del niño en estas edades,
pero sin embargo no es así, ya que lo fundamental
para evaluar el desarrollo infantil será observar su
dirección y la calidad de las adquisiciones realizadas,
existiendo una serie de fases o condiciones previas
precisas para una determinada adquisición (así para
el mantenimiento de la bipedestación estable será preciso un buen equilibrio y control de tronco, la aparición de las reacciones de paracaídas en caso de pérdida de equilibrio, rotación de tronco, transferencia
de peso de una a otra pierna ampliando la base). De
la velocidad en la maduración neurológica de estas
funciones y de las oportunidades ofrecidas para su
desarrollo dependerán las manifestaciones que observemos en un niño determinado en una etapa de su
desarrollo. El examen neurológico nos informa sobre la integridad del sistema nervioso así como el
estudio del medio en el que se desarrolla el niño lo
hará sobre la adecuación del tipo y calidad de los
estímulos ofrecidos al niño. Ambas condiciones son
imprescindibles para que el desarrollo psicomotor en
este primer año sea el correspondiente a un niño
sano, neurológicamente normal y situado en un ambiente que favorezca el desarrollo de su potencial
genéticamente determinado en el momento de su concepción.
RESUMEN
El conocimiento del desarrollo psicomotcr infantil
desde sus primeros meses es la base de la interpretación de su posterior evolución. En este desarrollo
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intervienen diversos factores: aspectos genéticos, ambientales y emocionales serán los que condicionarán
la conducta del niño en su intento de adaptación al
medio y determinarán que se realice de forma adecuada.
Las tablas de desarrollo nos ofrecen la edad media en la que se manifiesta una conducta en la
población, sin embargo es fundamental la aproximación al desarrollo infantil con una visión de continuidad y de evolución progresiva en la que es
precisa la maduración neurológica de una serie de funciones para llegar a determinada conducta. El ambiente influirá a su vez en esta maduración y en la
forma de manifestarse, proporcionando las condiciones y estímulos precisos para que se establezcan unos
determinados patrones de comportamiento en las distintas áreas. Así, en la motricidad la realización de
un determinado movimiento que proporcione satisfacción al niño le llevará a su repetición y exploración de sus posibles variantes, adquiriendo esquemas
sensoriomotores que utilizará de forma automática
y progresivamente. Sólo si conocemos los factores
que influyen en la aparición de cada nueva adquisición, las importantes variaciones en la normalidad y
la influencia ambiental, seremos capaces de interpretar de forma adecuada los datos suministrados por
las tablas de desarrollo.
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