Economía, Etica y RS - Universidad Autónoma de Madrid

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Santo Domingo (República Dominicana)
Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Autónoma de Santo Domingo
27 - 30 de noviembre de 2007
La relación entre ética y economía y sus implicaciones para la RS
Área temática: Formación ética y responsabilidad social
Félix-Fernando Muñoz Pérez
Departamento de Análisis Económico: Teoría Económica e Historia Económica. Universidad Autónoma
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Departamento de Análisis Económico: Teoría Económica e Historia Económica. Universidad Autónoma
de Madrid & IIES Francisco de Vitoria
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Carolina Cañibano Sánchez
Departamento de Economía. Universidad Rey Juan Carlos & IIES Francisco de Vitoria
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Resumen
Cómo influye la formación ética de los agentes y su comportamiento “socialmente
responsable” en el desempeño de un sistema económico presupone, de algún modo, una
relación orgánica entre el comportamiento ético y el económico. Ahora bien, en la teoría
económica al uso, esa relación es de mera yuxtaposición, lo que, por otra parte, resulta
contraintuitivo. Superar esa paradójica relación exige un cambio de planteamiento hacia
una Teoría Económica más fundamental que integre las dinámicas éticas de los agentes
y su comportamiento económico de manera no trivial. Abordamos en este artículo esta
integración por medio del concepto de plan de acción.
1. Introducción
La teoría económica convencional, la que usualmente se enseña en la mayoría de las
facultades de ciencias económicas y empresariales y escuelas de negocio, ha derivado
en gran medida en una tecnología de la elección, en la que no cabe posible integración
entre ética y economía. Como hemos mostrado en otra parte (Encinar, Cendejas y
Muñoz, 2006), en este contexto de tecnología de la elección la relación existente entre
ética y economía es de mera yuxtaposición: ética y economía se ponen juntas, de modo
que las anomalías señaladas desde la teoría económica convencional referentes a la
presencia de paradojas de objetivos, el problema del altruismo, etc., 1 sirven, a lo sumo,
para certificar la presencia de cuestiones éticas en los procesos de valoración y elección
de los agentes. Sin embargo, esta teoría económica convencional no provee de una base
analítica suficientemente coherente como para integrar conductas basadas en
motivaciones no utilitaristas o no consecuencialistas.
Por otro lado, es en este contexto teórico en el que suelen plantearse campos temáticos
como “formación ética y comportamiento económico”, “economía y responsabilidad
social”, etc. El resultado es que los problemas éticos presentes en las decisiones de los
agentes, que por sus características no sean susceptibles de interpretarse bajo el prisma
analítico ligado al utilitarismo o al consecuencialismo más estricto, seguirían sin
explicación económica no trivial por cuanto quedan fuera del dominio de definición de
la teoría económica. Se distingue, en definitiva, una racionalidad económica —
instrumental, propia del ámbito de lo económico— de otros tipos de racionalidad
⎯como la racionalidad ética, por ejemplo⎯ propias de otras esferas de la vida social.
En este trabajo proponemos que la comprensión de cuestiones como de las que se ocupa
la responsabilidad social (RS en lo sucesivo), exige que la teoría económica incorpore a
sus modelos explicativos el hecho irrefutable de que los agentes tienen una determinada
concepción del deber ser que les es propia, que por lo general va más allá del puro
utilitarismo o consecuencialismo y que determina el tipo de planes (estrategias) que
formulan y afecta a las decisiones que toman. Esta concepción del deber ser, que va
evolucionando como resultado de las dinámicas éticas de los agentes, se manifiesta en la
1
Anomalías que alientan, a su vez, la existencia misma del debate y de la literatura resultante sobre “ética
y economía”.
1
determinación y estructura jerárquica de los objetivos que éstos persiguen, ya sean
personas u organizaciones. Estos objetivos pueden ser expresados en términos
monetarios (“con precio”) o simplemente no ser susceptibles de expresión monetaria. 2
Nuestra tarea consiste, en primer lugar, en señalar el papel que desempeñan las
dinámicas éticas de los agentes en los procesos económicos. El objetivo fundamental es
situar analíticamente la dinámica ética en el contexto de un marco conceptual que
describa los procesos económicos como procesos consistentes en la formulación de
planes de acción —esto es, las vinculaciones proyectivas de acciones (medios)
conducentes a objetivos (fines)—, la selección y el despliegue interactivo en un medio
social de los mismos por parte de los agentes. El planteamiento propuesto supone pasar
de una concepción de la economía entendida como tecnología de la elección a
economía como teoría de la acción. Únicamente analizando la estructura de la acción
cabe la integración de las diferentes dinámicas (cognitivas, éticas y culturales) que
contribuyen a la configuración de la acción personal y grupal (y entre éstas la actividad
económica) de las sociedades.
La estructura de este trabajo es la siguiente. En el apartado 2 exponemos brevemente
algunos elementos comunes principales de la literatura que trata la RS y que muestran la
relación problemática entre ésta y la economía. En el apartado 3 se aborda, desde un
punto de vista conceptual, el papel que desempeñan las dinámicas éticas de los agentes
en los procesos económicos; para esto introduciremos el concepto de plan de acción. La
dinámica ética es capaz de generar sus propias novedades, que tienen como
consecuencia alterar los espacios de objetivos de los agentes. En la medida en que la RS
tiene que ver con esto, resulta, y esta es la tesis que trataremos de mostrar en este
trabajo, que la RS no es algo extra-económico o un concepto que se yuxtapone al
análisis de los procesos económicos “autónomos”. En el apartado 4 presentaremos
cómo puede procederse a un análisis sistemático del tema economía y responsabilidad
social no trivial: veremos que “responsabilidad social y economía” no es un mero
asunto técnico sino que es un tema que remite, de modo natural y necesario, a preguntas
más fundamentales por el sentido, estructura y contenido de la acción personal y grupal,
en general, y a la naturaleza de la teoría económica en particular. Estas cuestiones sólo
2
Hay que señalar que en la teoría económica más convencional, sólo se suelen considerar los objetivos y
medios que llevan asociados un precio.
2
son abordables en perspectiva integradora que implica una concepción de la teoría
económica más fundamental: entendida como teoría de la acción humana. Terminamos
con unas breves conclusiones.
2. Algunas notas acerca del debate sobre la relación economía - RS
La preocupación creciente por el carácter ético o no ético de determinados modelos de
gestión y comportamientos empresariales y sus consecuencias es cada vez más patente.
En los foros empresariales, escuelas de negocios, etc., se apela con insistencia a la
responsabilidad social de las empresas (RSE) y a la formación ética de los cuadros
directivos de las mismas: la sociedad, se dice, exige a la empresa moderna algo más que
eficiencia maximizadora en la gestión de sus recursos.
Por lo tanto, ya no es suficiente una concepción de la empresa como una unidad de
decisión que selecciona sin más entre las diversas alternativas dadas, aquellas que
brinden el máximo beneficio monetario a su favor, sino que se insta a considerarla como
una organización que forma parte de un entramado social del que también es
responsable. Está fuera de discusión el reconocimiento general de la RS (Carroll, 1999).
Sin embargo, este reconocimiento ha traído aparejado una gran cantidad —y variedad—
de debates, por ejemplo sobre la determinación de los límites de RS (Sendagorta, 2004).
Las respuestas han sido variadas. 3 Sin embargo, fruto de este debate, se ha constatado la
existencia de una relación problemática entre la economía y la ética-RS. Así, la RS se
plantea en términos de costes económicos bien directos —programas altruistas más o
menos amplios, intra o extra empresa, que fortalecen la imagen empresarial—; bien
indirectos —definidos como los costes de oportunidad de aquellos programas⎯ que han
de ser asumidos por las empresas.
Frente a los propietarios o accionistas de las mismas (stockholders), los “antiguos”
sujetos de preocupación para el empresario, se enumeran los interesados (stakeholders):
⎯empleados, accionistas, proveedores, clientes, sindicatos, instituciones, universidades,
3
Incluso hay autores que analizan la ¡oferta y la demanda de inversiones en actividades socialmente
responsables! (McWilliams y Siegel, 2001).
3
medios de comunicación, etc.,⎯ como agentes hacia los que la empresa moderna es
responsable; incorporándose a este grupo humano el elemento socioeconómico y
medioambiental
—prácticas
de
producción
y
comercio
limpias
y
leales,
corresponsabilidad de la empresa con el desarrollo sostenible— que, también, han de ser
cuidados por la empresa responsable. 4
Pero, ¿no son demasiadas cargas para la empresa? Así lo parece. Aceptando que la
empresa debe ser responsable, ¿podría concretarse la extensión y densidad, en su caso,
de la responsabilidad social de la empresa? Este problema parece no tener fácil solución
en el ámbito puramente económico porque, “no es un problema únicamente utilitario
sino de comportamientos éticos” (Sendagorta, 2004, p. 20). Y es que, en efecto,
“Todos tenemos derecho a la nobleza y, para los empresarios, tan metidos en la vida de la
sociedad, tal nobleza significa tomar y mantener rumbos de competencia técnica, aprendizaje
permanente, esfuerzo creativo, atención a los que trabajan con nosotros, cuidado ecológico y
compromiso social”. (Sendagorta, 2004, p. 39)
De este tipo de planteamientos se sigue que “ética, economía y RS” no son asuntos que,
ligados, parezcan susceptible de interpretarse bajo el prisma analítico del utilitarismo o
el consecuencialismo más estricto, por lo que quedaría sin explicación económica por
estar fuera del dominio de definición de la teoría económica.
Esta relación problemática se inserta, además, en otra más general, y es la de la relación
entre ética y economía. Así, en el contexto de la literatura “sobre ética y economía”
aparecen múltiples incompatibilidades de las acciones descritas por la teoría económica
como propias del agente económico representativo, respecto de muchas de las acciones
reales (económicas, pero también de cualquier otro tipo) de las personas y
organizaciones, extendiéndose la literatura de la casuística de “lo irracional” ⎯acciones
altruistas, responsabilidad social, conflictos de intereses, indecisiones, etc. En esta línea,
es clásico el trabajo de Sen (1993) sobre la inconsistencia interna de las preferencias a la
hora de revelar las elecciones del agente, como única manera para acomodar
analíticamente las elecciones “anómalas” del mismo.
4
Así, por ejemplo, según el Libro Verde de la UE, en su punto 2, la Responsabilidad Social Corporativa
consiste en “la integración voluntaria, por parte de las organizaciones, de las preocupaciones sociales y
medioambientales en sus operaciones comerciales con sus interlocutores.”
4
Desde un punto de vista técnico, es correcto afirmar que, cualquier otra consideración
ética adicional y distinta del mero interés personal (altruismo, motivaciones, etc.)
generaría elecciones “irracionales” o “anomalías” de acomodo problemático en el marco
teórico-económico estándar (Encinar, 2002). El uso generalizado de un concepto de
utilidad que abarca casi todo aquello que se desea valorar, y el supuesto de que sólo es
valioso aquello que supone un logro en términos de consecuencia, ha llevado a
identificar dentro de una concepción de la teoría económica muy difundida
⎯contribuyendo, por ello, a hacer pensar que ésta es la única manera de interpretarlo⎯
lo que es “bueno” para el agente (individuo u organización) con lo que reporta logros
positivos en términos de bienestar individual, independientemente del valor de la acción
en sí misma (Sen, 1987). La moral del logro, basada en una acepción laxa de utilidad, se
ha compatibilizado con el empleo de un concepto de racionalidad económica
identificado con el máximo interés propio, o principio de egoísmo sistemático.
Estos (y otros) usos han llevado a identificar la teoría económica con una “tecnología de
la elección” (Cañibano, Encinar y Muñoz, 2006a) en la que las “unidades de decisión”
seleccionan entre diversas alternativas dadas, en un contexto atemporal 5 y con criterios
de maximización de algún indicador subjetivo de satisfacción susceptible de ser
cuantificado (utilidad vinculada a las cantidades consumidas, beneficio pecuniario, etc.)
⎯lo cual facilita determinar en qué medida “cuantitativa” se está logrando ese objetivo.
En esta perspectiva no cabe posible integración entre ética y economía, o ésta es
especialmente problemática. En efecto, bajo la perspectiva de la tecnología de la
elección, la relación existente entre ética y economía es de mera yuxtaposición; ética y
economía se ponen juntas, de modo que las anomalías señaladas desde la teoría
económica convencional sólo sirven para indicar la presencia de cuestiones éticas
extraeconómicas en los procesos de valoración y elección de los agentes. A pesar del
llamamiento a la necesidad de superar estas limitaciones teniendo, por ejemplo
presentes los elementos éticos en las decisiones estratégicas (Melé y Guillén, 2006) ⎯o
En efecto, la teoría económica usual es atemporal ⎯recuérdese, por ejemplo, el modelo de equilibrio
general walrasiano. Los modelos están instalados en un tiempo lógico, no histórico, en el que no tienen
cabida (al no ser de manera trivial) los fenómenos dinámicos substantivos, como son, por ejemplo las
expectativas, el dinero, la innovación, el cambio institucional, etc. El paso de un tiempo lógico a otro
histórico (y subjetivo) tiene implicaciones radicales en términos de capacidad explicativa de los
fenómenos dinámicos para la teoría económica. Véase, en este sentido, Shackle (1972).
5
5
de integrar el comportamiento socialmente responsable en una estrategia más general de
la empresa (Porter y Kramer, 2002) que maximice el valor a largo plazo de la misma
(Jensen, 2002)⎯, no hay bajo este enfoque en dicha teoría una base analítica
suficientemente coherente como para integrar conductas distintas de las basadas en
motivaciones no egoístas o consecuencialistas (Encinar, 2003). Como consecuencia, no
hay acomodo posible para explicar la RS ni su extensión o densidad: lo “socialmente
responsable” es visto como una restricción adicional, una rémora más, que se impone a
la lógica natural de los procesos económicos (Friedman, 1970). Parece inexorable el
resultado señalado por Sendagorta: el empresario responsable lo será por estar llamado a
la nobleza, con entera independencia de lo que le dicte “lo racional” o “lo económico”
de su comportamiento empresarial.
Sin embargo, la mayor parte de estos problemas tienen que ver con el significado que se
atribuye a “economía”. La precisión de lo que entendemos por “economía” ⎯por teoría
económica, para ser más precisos⎯ es condición de posibilidad para progresar
sustantivamente en el planteamiento del tema “ética, economía y RS”. En efecto, la
comprensión de cuestiones como el papel que desempeña la ética —y por consiguiente
también la RS— requiere que la ciencia económica incorpore a sus modelos
explicativos el hecho irrefutable de que los agentes tienen determinadas concepciones
del deber ser (y en este sentido tan técnico hablaremos de “ética”) que les son propias, 6
lo cual determina las decisiones que toman. Para examinar el papel que desempeñan las
dinámicas éticas de los agentes en los procesos económicos será preciso dar un paso
teórico fundamental: precisar el verdadero significado de lo económico ⎯esto es, del
objeto de estudio de la teoría económica. Para esto nos será de suma utilidad introducir
el concepto de plan de acción.
3. Los planes de acción y la dinámica económica
Que la acción de los agentes sea racional significa que ésta se configura y despliega
conforme a razones; otra forma de decir esto es afirmar que la acción de los agentes es,
6
Obsérvese que esto es en un sentido puramente técnico que no implica de suyo relativismo moral
alguno, sino la cualificación de un tipo de juicios.
6
en esencia, planeada, esto es, conforme a planes de acción. 7 Un plan de acción consiste
en la vinculación proyectiva de acciones (medios) conducentes a objetivos (fines).
Puede interpretarse un plan de acción de un agente en un momento dado del tiempo
como una plantilla o guía para la acción que conecta de forma proyectiva (esto es, hacia
el futuro, un futuro imaginado) elementos de distinta naturaleza: a saber, algo que se
desea alcanzar (fines u objetivos) con acciones (medios) conducentes a alcanzar ese
algo. Estos planes los elaboran las personas y, en esa medida, les son propios; por
ejemplo el plan de viaje de una persona. Pero también pueden ser planes que articulen la
acción y coordinen los objetivos de grupos de personas (organizaciones y sociedades de
todo tipo); por ejemplo, el plan de viaje de una familia, el plan de negocio de una
empresa, un plan de la Comisión Europea para alcanzar los objetivos de Lisboa, el plan
de desarrollo de un país, etc.
Es muy importante tener en cuenta que las acciones y objetivos vinculados
proyectivamente mediante el plan de acción pueden ser cualesquiera: materiales o
inmateriales, localizados en un momento del tiempo (aunque no todos en el mismo
instante, claro está); susceptibles de expresión monetaria (esto es, con un precio o un
determinado importe en moneda oficial) o no (un nivel de satisfacción de una necesidad,
“no hacer nada”, etc.). Los planes de acción son, en este sentido, una representación
analítica abierta de la acción proyectada por los agentes (sean éstos personas u
organizaciones), donde las acciones (medios) y los objetivos (fines) no están dados en el
sentido de Robbins (1935), sino que son resultado de la actividad de planear propia de
los agentes.
Estas construcciones teóricas, permiten representar cualquier tipo de plan de acción
imaginable, con estructuras de dependencia jerárquica entre objetivos y acciones, y
considerando tantos momentos analíticos como sea preciso. Los planes elaborados por
los agentes y representados con estas estructuras son los que, al desplegarse en
interacción con los de otros agentes, van configurando la dinámica económica (y social)
(Muñoz y Encinar, 2007): se van generando los productos resultantes de la interacción
de los agentes y se van transformando tanto los propios agentes como del medio (físiconatural, pero sobre todo humano) en el que interactúan.
7
No toda la acción humana (personal o grupal) es necesariamente planeada. Sin embargo, es por esta nota
esencial de la acción humana por lo que la acción nos es inteligible racionalmente.
7
A fin de precisar más el sentido del concepto plan de acción, proponemos, en la
siguiente figura, una representación abierta del mismo.
a1
o1
o2
a2
a4
o3
a3
a5
o4
tiempo
t
t+1
t+2
Figura 1. Una representación de un plan de acción (Rubio de Urquía 2007, p. 30).
En la Figura 1 se representa un plan de acción de un agente cualquiera 8 ⎯una persona,
pero también puede referirse a un grupo de personas⎯ en el instante de tiempo t. El
plan consiste en ejecutar las acciones a1, a2 y a3 en el momento t, ejecutar las acciones a4
y a5 y alcanzar el objetivo O1 en el momento (t + 1) y, finalmente, alcanzar los objetivos
O2, O3 y O4 en el momento (t + 2). Las acciones y objetivos subrayados (a1, a5, O1 y O2)
son acciones y objetivos “con precio” ⎯por ejemplo, acciones como comprar algo,
vender algo, ingresar una cantidad de dinero, etc., y objetivos como alcanzar un ratio de
rentabilidad, un nivel de ventas, etc.⎯; y las acciones y objetivos no subrayados (a2, a3,
a4, O3 y O4) son acciones y objetivos “sin precio” ⎯así, acciones como pensar algo, “no
hacer nada”, etc., y objetivos como aprender algo, conservar el medio ambiente, etc. 9
En esta representación hemos prescindido de las flechas de conectan las acciones con los objetivos ⎯y
que muestran, por tanto, el sentido de la acción⎯ a fin de tener una representación más general. Los
lectores interesados en un análisis más detallado en el que incluso los planes pueden no ser realizables,
pueden consultar Encinar y Muñoz (2006 y 2005) y Rubio de Urquía (2005).
9
Este tipo de representaciones puede adaptarse para contener un plan de acción cualquiera. Así, por
ejemplo, empleando la misma representación, podemos introducir elementos ligados a la temática de la
RS. Supongamos que el plan representado consistiese en el conjunto de las acciones y objetivos de un una
entidad financiera que concede microcréditos. La entidad financiera comienza por: a1 reunir fondos, a2
reunir a un grupo de personas que quiera emprender algún tipo de negocio y no puedan acceder al crédito
formal y a3 prestar los conocimientos y capacidades propias, para en t + 1 alcanzar el objetivo O1 de
adquirir los medios necesarios para desempeñar la actividad productiva de que se trate, a4 capacitar a las
personas seleccionadas en el proyecto para que gracias al apoyo y servicios financieros, a5, aportados por
la entidad financiera se llegue en t + 2 a alcanzar un nivel de ingresos O2, que permita el desarrollo
8
8
Desde la perspectiva de los planes de acción podemos entender la dinámica económica
como el proceso de generación, selección e intento de despliegue en interacción de
planes de acción de los agentes y los productos que resultan de esto (Encinar y Muñoz,
2005). En este contexto, el objeto de la teoría económica consiste en explicar (1º) por
qué los agentes (personas y grupos de personas) van adoptando unos planes de acción ¡y
no otros! y (2º) los resultados que en las personas (y grupos de personas) y en el medio
físico-natural, pero sobre todo socio-cultural, van generando los intentos de realización
de esos cursos de acción adoptados. 10
“Es muy probable que alguien, a la vista de lo expuesto, se formule preguntas como las
siguientes: «si la economía se refiere a todo eso ¿en qué consiste, entonces, lo específico
de la economía como realidad y de la teoría económica como ciencia?», «si la
concepción de económico propia de la teoría económica actual es esa ¿no será,
entonces, que la teoría económica actual es puro economicismo?»” (Rubio de Urquía,
2007, pp. 31-32) Sin embargo, como el propio autor señala, sería economicista un
significado de “económico” que implicase que los elementos “con precio” tienen
primacía en el plan sobre los restantes, o que implicase que todos los elementos del plan
son “económicos” en el sentido común “con precio”. En lo expuesto el significado de
“económico” ni entraña ni implica nada de eso ⎯aunque tampoco, evidentemente, lo
excluye si ese fuera el caso. Sucede, sin embargo, que el significado común que se
atribuye a “económico”, se referirían a a1, a5, O1 y O2, esto es, a los elementos “con
precio”, pero no a los restantes. Sin embargo, desde la perspectiva aquí propuesta, toda
la estructura del plan, y, por lo tanto, todos sus elementos componentes son
“económicos” en el sentido de la teoría económica que aquí hemos señalado. Obsérvese
que, con independencia de que esto es así como cuestión de hecho, tampoco sería
posible “aislar” los elementos a1, a5, O1 y O2 del resto sin tener en cuenta la función de
estos en el conjunto del plan.
personal y social autónomo de las personas que reciben este apoyo financiero O3 y romper así uno de los
círculos viciosos de la pobreza O4.
10
Nótese que son los productos externos de esa interacción lo que se “mide” en las estadísticas.
9
El concepto de plan de acción nos permite pasar de una concepción de economía como
tecnología de la elección a otra más substantiva 11 : la economía como teoría de la
acción ⎯concepción que va a ser condición de posibilidad alcanzar un planteamiento
sustantivo del tema economía y RS. En efecto, sucede que la teoría económica es un
modo especial de estudiar racionalmente la acción humana en general donde la
especificidad no está en su objeto, (la acción humana en general) sino en el modo de
estudiar ésta y que consiste en estudiar racionalmente las estructuras causales que ligan
entre sí “planes adoptados” y “resultados generados” por la acción de los agentes
(individuos y organizaciones). 12
Por supuesto, no toda la acción humana es planeada. La acción total de una persona (la
acción real) se compone de dos elementos: acción planeada y acción no planeada. La
acción no planeada no es algo poco importante, residual o trivial, ni tampoco es
inasequible al conocimiento racional ⎯los sentimientos y las emociones, por ejemplo,
desempeñan un papel real muy importante en la acción de una persona. Sin embargo, lo
que a nosotros interesa es esa parte de la acción que es fruto de la deliberación (Mises,
1949, Cáp. 1, §1). No obstante, y a pesar de ser una parte de la acción total, la acción
planeada introduce una serie de elementos dinámicos fundamentales que permiten
aprehender, por ejemplo, el papel dinamizador de la intencionalidad de la acción
(Cañibano, Encinar y Muñoz, 2006b) y que pueden ser analizados en profundidad.
4. Economía, ética y RS: hacia una visión integradora
Como acabamos de ver, el concepto de plan de acción incorpora una serie de elementos
sumamente importantes para explicar la acción humana racional. Destacamos aquí dos
fundamentales: los objetivos de acción y el carácter proyectivo de ésta. Los agentes
escogen sus objetivos de acción basándose en una multitud de factores: psicológicos,
sociales, culturales, éticos, etc. La constitución de estos planes se realiza usando la
11
Más substantiva y coherente a la luz del análisis sistemático de las obras fundamentales de los
economistas más sobresalientes a lo largo de la historia.
12
Esto es así por extraño que pueda parecer. Basta con realizar un examen detenido del material empírico
que tenemos a nuestra disposición y que no es otro que es el depósito de teorías que han ido configurando
el corpus de lo que actualmente denominamos Teoría Económica.
10
imaginación (Loasby, 2007), teniendo en cuenta que los objetivos perseguidos se sitúan
en el futuro imaginado por el agente (Cañibano, Encinar y Muñoz, 2006c).
Puede afirmarse que los agentes inventan el futuro hacia el cual quieren orientar sus
acciones (Loasby, 1999). Esta idea es válida tanto si consideramos un objetivo en el
futuro muy próximo o en el medio o largo plazo. Las oportunidades de actuar en un
determinado sentido, empresarial, por ejemplo, no están escondidas en algún lugar de la
realidad esperando a ser descubiertas por emprendedores o visionarios, si no que,
inicialmente, están en la imaginación de los agentes (con independencia de que en algún
momento posterior puedan adquirir la materialidad de un documento escrito, etc.). 13 En
el ámbito empresarial esta actividad proyectiva es especialmente evidente en la
formulación y elección de estrategias de negocio.
Las vinculaciones entre medios y objetivos dependen lógicamente de lo que los agentes
saben o creen saber, esto es, de sus dinámicas cognitivas. Las dinámicas cognitivas se
refieren a la comprensión que los agentes (individuos u organizaciones) tienen de la
realidad, condensándose, dicha comprensión, en sistemas de representaciones hechas
por los agentes ⎯en función del tráfico de representaciones científico-técnicas, pero
también de creencias, que los agentes manejan acerca de cómo la realidad es, así como
la evolución de dicha comprensión. Pero los planes se establecen en función de los
objetivos, de las metas que los agentes desean alcanzar. Estos objetivos son, de hecho
los que orientan la acción y la dotan de sentido. Podemos, por tanto, efectuar una
distinción analítica entre, la percepción de los agentes acerca de lo que la realidad es o
podría ser en el futuro ⎯la dinámica cognitiva de los agentes⎯ y su concepción acerca
de lo que la realidad debe ser, es decir, sus dinámicas éticas. 14 Ambas dinámicas, junto
con la dinámica cultural en cuyo seno despliegan los agentes su actividad, van
modificando el contenido y forma de los planes y, en consecuencia, generando nuevas
realidades. Estas realidades sirven de contraste entre lo previamente conjeturado en los
planes de acción (ex ante) de los agentes y lo que éstos (ex post) entienden como lo
efectivamente sucedido ⎯los “saldos” entre lo esperado y lo sucedido activan
13
Se distingue este uso de la imaginación proyectiva de la aproximación tradicional de la escuela
austriaca al fenómeno de la “empresarialidad”, basada en la noción de “descubrimiento” (Kirzner, 1992).
14
Ambos tipos de representaciones cognitivas y éticas se definen como dinámicas porque evolucionan a
lo largo del tiempo debido al despliegue en interacción de la actividad del agente.
11
mecanismos de revisión (“aprendizaje”) de los planes de los agentes y del modo de
formular éstos. 15
Conviene destacar aquí que el que uno o varios agentes alteren sus objetivos ⎯tanto sus
objetivos propiamente dichos como la ordenación jerárquica y temporal de los
mismos⎯ implica, en primer lugar, que sus planes de acción se modifican tanto en su
contenido como en su forma y, en segundo lugar, que el despliegue interactivo de estos
nuevos planes genera nuevas realidades. De hecho, la introducción de nuevos objetivos
⎯que en algún lugar hemos denominado “innovaciones éticas”⎯ alteran no sólo los
espacios de objetivos sino que inducen nuevos tipos de acciones y capacidades. 16
También es fundamental precisar que el concepto de dinámica ética aquí consignado no
está dotado de un contenido apriorístico en el sentido de que no emite ningún tipo de
juicio previo acerca de “lo bueno” y “lo malo”. El concepto de dinámica ética reconoce
simplemente que los agentes actúan, proyectando su acción y, sobre todo, eligiendo sus
metas, sobre la base de su concepción del deber ser. No es objeto propio de la Teoría
Económica valorar la bondad o maldad de determinados comportamientos, procesos de
cambio o de las novedades que surgen; estos son objetos propios de la Ética. Pero sí lo
es, en cambio, el tener en cuenta que lo que los agentes conciben como debiendo ser
⎯y no sólo lo que entienden lo que es⎯ determina de forma decisiva la elección de sus
planes de acción y, por tanto, las acciones emprendidas para su consecución y las
consecuencias que de éstas se derivan tanto sobre el medio físico-natural como sociocultural y personal. Y esto es, justamente, lo que muestra cuál es el elemento de engarce
entre lo ético y lo económico.
Tal y como se señaló en la introducción de este trabajo, pasar de una concepción de la
economía entendida como tecnología de la elección a economía como teoría de la
acción permite reconocer el papel decisivo de la dinámica ética en la explicación del
objeto propio de la Teoría Económica ⎯explicar porqué los agentes eligen unos cursos
de acción, y no otros, y lo que se sigue del despliegue interactivo de esos cursos de
acción en el medio social⎯ y su eventual integración en el análisis económico. Sólo de
15
16
Como consecuencia de esta retroalimentación, los procesos económicos son procesos complejos.
En este sentido, véanse los diferentes trabajos de los autores mencionados en la bibliografía.
12
este modo es posible superar la mera yuxtaposición entre ética y economía o cuestiones
relacionadas con ética en los negocios. La Figura 2 siguiente trata de resumir
gráficamente esta idea.
economía como tecnología
de la elección
economía como teoría de
la acción
Ética
función de utilidad/
beneficio
utilitarismo...
plan de acción
dinámica ética
.............................
sí cabe el discurso
sobre RSE
Figura 2: Relación entre concepciones de economía y ética.
Vayamos a continuación a examinar la relación entre economía y RS. Los agentes
económicos ⎯individuos u organizaciones⎯ no sólo se diferencian entre sí por sus
conocimientos y capacidades sino, sobre todo, se distinguen por los objetivos que
aspiran alcanzar: partiendo de capacidades que pueden ser similares, diferentes
individuos u organizaciones pueden tener muy diversas aspiraciones. Insistimos de
nuevo en que no se trata de examinar el contenido prescriptivo concreto de los objetivos
que persigue cada agente o de consideraciones sobre si es “bueno” o “malo”. Se trata de
señalar que el contenido de los objetivos de los agentes es, también, de “origen” ético.
Ese contenido específico es parte constitutiva esencial de la acción de los agentes, y esa
parte no está explicada como mero resultado de procesos de conocimiento y aprendizaje
⎯argumento típico de la falacia naturalista⎯, sino que está directa e íntimamente
vinculada a las concepciones de aquellos agentes y a su formación ética.
El empresario “responsable socialmente” no es menos racional que el empresario
“maximizador” de beneficios. Ambos son, en un sentido, “maximizadores” y
“racionales”. La diferencia entre ellos no es la regla de comportamiento que observan,
13
ni si uno actúa económicamente o no frente al otro. Ambos tipos de empresarios se
proponen el logro formal de un objetivo que es, además, jerárquicamente superior a
todos los demás objetivos y por ello, normante de su propio plan de acción. Ambos
tipos definen su plan de acción con la puesta de un objetivo (individual o grupal) que
quieren que sea. Ambos son igualmente racionales en ese sentido. Es más, para que un
enunciado común en la literatura económica al uso del tipo “«la eficiencia en la
actividad empresarial se mide mediante alguna definición de excedente de ingresos
sobre gastos» tenga sentido —lo que es previo a si el enunciado es o no cierto— se
requiere, entre otras condiciones, que previamente se haya erigido en objetivo
jerárquicamente dominante de la actividad empresarial la consecución de la máxima
cantidad de dinero” (Rubio de Urquía, 2007, pp. 53-54). Si esto no se diese, si el
objetivo jerárquicamente dominante no fuese la consecución de la máxima cantidad de
dinero, no ocurrirá nada más que el lugar de ese objetivo lo ocuparía otro objetivo
diferente, lo cual es perfectamente racional o económico según hemos propuesto en este
trabajo.
La diferencia entre un empresario maximizador de sus beneficios y otro “responsable
socialmente” está en el contenido prescriptivo concreto de los objetivos jerárquicamente
superiores en sus respectivos planes de acción: para el primero, la diferencia máxima
entre sus ingresos y sus costes; para el último, se trata de algún fin “socialmente
responsable”. Son los agentes (ya sean estos individuos u organizaciones) los que
deciden cuáles ⎯y cuáles no⎯ son sus objetivos de acción y qué lugar ocupan en el
plan de acción, y esto al margen de que sean objetivos o acciones con o sin “precio”.
Que determinados objetivos o acciones (y no otras) estén (o no) en los planes de acción
se explica por las concepciones éticas del agente; esto es, por su dinámica ética.
Así, el lugar de la RS en la dinámica global de la sociedad económicamente
representada queda señalado por los tipos de acciones, pero sobre todo por los objetivos
de los planes de acción que incorporan la percepción y respuesta a las cuestiones de
origen social a las que se refiere RS y las consecuencias que se derivan de esa
incorporación. Que los agentes, en la formulación de su proyecto general de vida desde
el cual juzgan la facticidad de las prescripciones sociales vinculadas a RS, reaccionen de
una forma proactiva o defensiva (“táctica”), dependerá de su formación ética, de su
mayor o menor grado de apertura (o cierre) al bien común. Lo que hace que algo sea
14
considerado “bueno”, “malo”, etc., no es lo contenido en esas prescripciones, sino los
procesos de decisión práctica personales: la ética está internalizada, aunque existan otras
fuentes de normatividad (Rubio de Urquía, 2007, p. 44). El empresario “responsable
socialmente” lo será precisamente por ser empresario ⎯más allá de si está o no llamado
a la nobleza⎯ si en sus planes de acción son especialmente tráctiles los objetivos
“éticos”, esto es, si su “comportamiento empresarial” da señales, precisamente,
consistentes con tales tipos de objetivos.
No hay, por tanto, en la realidad una naturaleza de lo económico que suponga que los
elementos “con precio” tienen una autonomía natural-invariante, es decir, siguen una
lógica (racionalidad) que les es propia e independiente del resto de esferas que
componen la acción en sociedad. Si eso realmente fuese así, estaríamos de nuevo ante
una relación de yuxtaposición entre lo ético y lo económico, donde ética y RS no
estarían integradas con la economía y en la que el único papel que le quedaría a la RS y
a la formación ética de los cuadros encargados de gestionar los asuntos económicos,
sería mitigar las consecuencias no deseadas de esos procesos económicos autónomos.
Gracias a una reorientación de la concepción de economía como la propuesta, que la
devuelva a su sentido más genuino, sabemos que no es así.
5. Consideraciones finales
Si entendemos por RS la apertura de una organización (una empresa) a “el otro”, más
allá de su propio beneficio pecuniario inmediato, podemos afirmar que un agente (una
empresa) es responsable socialmente en la medida en que integra entre los objetivos de
sus planes de acción la relación con “el otro”. 17 Estos objetivos pueden introducirse por
diversas razones, incluso como consecuencia de un puro cálculo egoísta o estratégico
(Porter y Kramer, 2002, pp.57-58). Pero puede responder a otras motivaciones: puede
ser consecuencia de una imposición ⎯legal, por ejemplo, o de la presión de
determinados grupos sociales⎯ que lleva aparejada la amenaza de una sanción ⎯legal
o social⎯, o de una “conversión” ⎯por ejemplo empresas del sector “non-profit”. En
17
Téngase en cuenta, por una parte, que “lo social” es producto de la relación/interacción entre personas,
y que, por otra parte, considerar a “el otro” en mi acción supone una apertura al bien común.
15
cualquier caso esto tendrá su reflejo en el lugar que los objetivos “responsables
socialmente” ocupen en la jerarquía de objetivos de una persona u organización, en la
densidad e intensidad del tráfico social de este tipo de objetivos, y se manifestará en el
tipo de planes o cursos de acción que éstas emprenderán en interacción con otros
surtiendo efectos específicos.
No es nuestro propósito aquí, como ya se ha dicho anteriormente, juzgar el valor éticomoral de las motivaciones que están detrás de estas alteraciones en las dinámicas de
generación de objetivos de los agentes. Nuestro trabajo acaba con el señalamiento del
papel que las dinámicas éticas ⎯y en consecuencia la formación ética, que señala o
ayuda a discernir a los agentes “lo bueno”⎯ desempeñan en la estructura explicativa de
la acción personal y grupal en sociedad, un tema del que se ha ocupado de forma
especial la Teoría Económica con mayúsculas ⎯en cuanto una forma especial de
analizar la acción humana⎯; una teoría mucho más fundamental de la que
habitualmente se enseña y es de uso común en las facultades de economía y en las
escuelas de negocio.
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