Actividades didácticas de Ética para el aula Diseñadas por: Susana Frisancho sfrisan@pucp.edu.pe Con la colaboración de: François Vallaeys Procesos psicológicos éticos Tema preliminar: Prueba de conocimiento previo (para iniciar el curso) Objetivos: • Identificar aquello que los estudiantes conocen respecto a la ética • Determinar el punto de inicio más apropiado para el curso Desarrollo de la actividad: 1. Antes de empezar el curso es importante conocer lo que los estudiantes pueden ya saber sobre él. Reconociendo que su conocimiento puede ser parcial, fragmentado, simplista e incluso incorrecto, trate de encontrar al menos un punto que la mayoría de estudiantes conozca, y use ese punto para introducir otros menos familiares. 2. Presente a los estudiantes el listado de preguntas siguiente. Infórmeles que la prueba no es un examen y que por lo tanto no será calificada. 3. En la próxima clase (o tan pronto como sea posible) de a los alumnos los resultados. 4. Después de que usted ha recolectado los cuestionarios, trate de dividirlos en tres o cuatro grupos, de acuerdo a las respuestas de los estudiantes. Puede, por ejemplo, agrupar rápidamente las preguntas clasificando los cuestionarios en 4 categorías [A] = marcaron alternativas 1 o 7 (ética como vivencia subjetiva); [B] = marcaron alternativas 2 o 3 (imperativo categórico o principio utilitarista); [C] = marcaron alternativas 4 o 5 (ética como sistema legal, tradición u orden social); [D] = marcaron alternativa 6 (ética fundada en creencias religiosas). Revisando estos cuatro grupos y el número de cuestionarios clasificados en cada uno puede tener una idea de cómo la clase como un todo entiende el sentido de la ética. 5. Usted puede adaptar esta técnica de varias maneras. Por ejemplo: después de que los alumnos han respondido individualmente las pruebas, pídales que se agrupen en pares o grupos pequeños y que trabajen en respuestas que sean aceptables para el grupo, o que sean consideradas correctas por todos ellos Para ello deben discutir las alternativas. Divida la clase en pequeños grupos y pídalas a cada uno que califiquen las pruebas de otro grupo. Si usted tiene un número pequeño de estudiantes, considere la posibilidad de que los estudiantes se entrevisten entre ellos y tomen notas de las respuestas, en lugar de contestar la prueba por escrito. 2 Cuestionario: Indicaciones Hay muchas maneras de entender la palabra “Ética”. A continuación usted encontrará siete maneras de definir esta palabra. Favor de leer detenidamente las siete posibilidades; luego, señale con una “X” la frase que mejor define lo que usted entiende por lo “ético”. Marque sólo una alternativa. Para mí lo ético es sobre todo: ( ) 1. Lo que corresponde a mi propio interés ( ) 2. Lo que está de acuerdo con el refrán “Haz a los demás lo que quieres que te hagan a ti mismo” ( ) 3. Lo que hace bien al mayor número de personas posible ( ) 4. Lo que se acepta como normal en la sociedad ( ) 5. Lo que es legal ( ) 6. Lo que está de acuerdo con mis convicciones religiosas ( ) 7. Lo que está de acuerdo con mis sentimientos de justicia Cuestionario tomado de: Schmidt, E. (2003). Ética y negocios para América Latina. Lima: universidad del Pacífico. 3ra edición __________________ 3 Tema: Categorización de los valores Objetivos de la actividad: • • • Analizar el proceso de categorización de los valores Identificar tres distintos tipos de valoraciones que hacemos en nuestra vida Debatir acerca de los conflictos que pueden surgir entre personas que categorizan el mundo de distinta forma Desarrollo de la actividad: 1) Leer las siguientes dos lecturas ¿A que llamamos valores? Definir lo que son los valores no es asunto fácil. Podemos empezar diciendo que los valores son estándares interiorizados con los cuales juzgamos el mundo y lo clasificamos en categorías de bueno o malo. En este sentido, podemos decir que un valor es una creencia, o una tendencia a creer en la bondad o maldad que se le puede atribuir a una acción o una situación. Hay gente que piensa que los verdaderos valores son pocos, y que son muy relevantes y centrales para nuestra vida. Otros piensas que los valores son simplemente gustos, y usan el término “valor” mucho más libremente, para referirse a cualquier cosa de la que estamos a favor o en contra. Algunos otros tienden a pensar que un valor debería verse en la acción, en la conducta, pues es una tendencia a actuar de determinada manera. Otras personas consideran que los valores son solamente positivos, y que aspectos que consideramos “negativos” tales como la traición, el robo, o la irresponsabilidad, no son verdaderos valores aunque existan personas que los persigan y los consideren metas para su vida. ¿Por qué no son iguales todos los valores? Ellos pueden tener distinta naturaleza, pues existen diferentes categorías o “dominios” de valores. Por ejemplo, veamos los siguientes tres valores: 1) Considero que la justicia es un derecho de las personas. . 2) No me gusta que en un entierro se usen vestidos de colores. A un entierro debe irse con ropa oscura en señal de respeto. 3) Me encantan los helados de chocolate, los prefiero a los de vainilla. Aunque distintas, las tres afirmaciones nos muestran valores. El deseo de justicia es un valor moral, el gusto por el luto es un valor socio-convencional, y la preferencia en los sabores es un valor personal. Así, si bien estamos tratando con valores, cada uno de ellos pertenece y hace referencia a un dominio valorativo distinto. Los valores personales son aquellos que expresan gustos o preferencias individuales. En ellos no hay acuerdos ni reglas, ni existe legislación posible para gobernarlos. Uno no puede estar equivocado, ni tener la razón sobre lo que al otro le gusta o escoge. Los valores 4 personales expresan nuestras diferencias como personas, aquello que nos gusta, o que preferimos sobre otras cosas. El mundo de los acuerdos sociales y las convenciones tiene que ver con nuestros valores sociales. Aunque a uno le guste mucho vestir en pantalones cortos todo el año, en la oficina donde uno trabaja puede existir una norma por la cual no se nos permite ir a trabajar llevándolos. Las personas hemos creado normas y reglas de urbanidad que deben seguirse si deseamos convivir de manera mas o menos razonable. Hay reglas de cortesía, reglas sobre cómo debemos vestir, reglas de tránsito.. Se trata de costumbres y normas sociales que son casi siempre culturales, y que pueden ser modificadas si el grupo o la autoridad así lo decide. Ahora, cuando hablamos de valores morales estamos entrando a un terreno distinto. Los valores morales son aquellos que se distinguen por su universalidad, que no se justifican por una ley, sino por su propia naturaleza ética. Ellos no están abiertos a gustos locales, a caprichos o a costumbres; de no ser respetados, tienen un potencial intrínseco para herir y hacer daño. Los valores morales son difíciles de definir, precisamente porque el término “valor”, en general, se usa con descuido. El Prisma Moral Adaptado de: Marvin W. Berkowitz, Ph.D: The Moral Prism. Values Education Project, Bulletin # 6, Otoño 1995 Los seres humanos vemos el mundo de forma diferente unos de otros. Por ejemplo, los niños piensan que las nubes caminan detrás de ellos, y que los sueños están físicamente presentes en sus dormitorios durante la noche. Los adolescentes piensan que todo el mundo los juzga y los analiza. Los niños en primaria creen que el pensamiento es omnipotente, y que "resolver algo" es equivalente a hallar la verdad. Y un largo etcétera. ¿Estamos conscientes de que los niños, jóvenes y adultos también ven el mundo moral de forma diferente? Por ejemplo, los niños en los primeros grados de primaria piensan que cualquier diferencia es injusta, y prefieren botar a la basura un dulce extra antes que permitir una distribución desigual. Los adolescentes consideran que es inmoral revelar la falta cometida por un compañero, aunque se trate de una falta grave. “Tapar” la falta del compañero se considera lealtad. Muchos niños consideran moralmente correcto obtener lo que quieren... podemos preguntarnos, ¿porqué existen estas diferencias y porqué son importantes para la educación moral? Lo que ocurre es que cada persona piensa sobre los valores desde su propio nivel de desarrollo moral. Conforme las personas crecen, van desarrollando nuevas y más adecuadas formas de resolver los asuntos morales. Los niños están (cognitiva y afectivamente) menos desarrollados que los adolescentes, y éstos menos desarrollados que los adultos. Cuando una persona (niño, adolescente o adulto) se enfrenta a un problema moral, él o ella lo interpreta, y esta interpretación se debe en parte a su particular historia personal (su cultura, su religión, su experiencia educativa, su familia, etc.), y en parte a su nivel de desarrollo moral. La 5 interpretación que la persona hace es crítica para lo que juzgará como correcto o incorrecto, como algo de valor, o algo que vale poco. Esta es una razón por la cual los adultos usualmente encuentran que muchos niños y adolescentes "no entienden" los problemas cuando ellos tratan de explicárselos. En realidad los niños y adolescentes entienden los problemas, pero los entienden de forma diferente a como lo hacen los adultos. La segunda forma en que las personas pueden diferir es en lo que se conoce como dominio de categorización. Con mucha frecuencia hablamos de valores y de lo que constituye un buen carácter y un comportamiento ético, pero usualmente olvidamos que hay diferentes categorías o dominios de valores. Por ejemplo, mi valor de búsqueda de justicia es diferente de mi valor por la modestia en el vestir, que es diferente del valor que le doy a los helados de chocolate por sobre los de vainilla. Todos son valores, pero la justicia es un valor moral, el vestido es un valor socio-convencional, y la preferencia en el sabor es un valor personal. Hay diferentes criterios en los distintos tipos de valores; lo que es más interesante es que, aun cuando hay gran acuerdo sobre a qué dominio pertenecen los valores, muchos asuntos relativos a los valores no son claros, y las personas pueden diferir en cómo categorizarlos. Un buen ejemplo es el caso del uso de alcohol, tabaco o drogas ilícitas. Los adolescentes suelen no ver la relevancia moral de esas sustancias, pues para ellos el uso de drogas es un asunto de preferencia personal, tal como preferir un helado de chocolate. De este modo, hemos visto cómo las personas pueden diferir entre ellas por mirar a través de un diferente prisma moral. Los seres humanos pueden estar en un nivel de desarrollo diferente, o pueden categorizar sus valores de distinta forma. Es importante señalar que estas diferencias no sólo se dan entre los niños y los adultos, sino también al interior de los dos grupos. 6 2) Pedir a los estudiantes que de manera individual, dediquen 10 minutos a pensar en sus propios valores. Debajo de cada columna deben escribir el valor que corresponda, según su criterio (damos un ejemplo ficticio como guía). Valores Personales Me gusta que las mujeres usen falda en lugar que pantalones, lo encuentro más femenino Valores socioconvencionales La luz roja significa alto y hay que respetarla aunque no vengan carros. Valores morales Tratar a los demás como nos gustaría que nos trataran. 3) Luego, deberán reunirse en grupo para discutir lo que pusieron en las columnas, y compararlo con lo que escribieron las otras personas. Algunas ideas para dirigir la discusión son: • • • • ¿Cuál es la diferencia entre un valor convencional, un valor personal, y un valor moral? ¿Estamos todos de acuerdo con las categorías escogidas? (Es decir, ¿hay alguien que piensa que lo que alguna persona clasificó como valor personal, debería ser más bien un valor moral, o viceversa?). ¿Encuentran discrepancias de este tipo entre su forma de clasificar los valores, y la de sus padres, hijos, o hermanos mayores y/o menores? Ponga ejemplos y discútalos. ¿Qué hace para manejar estos conflictos cuando aparecen en el día a día, en la relación con sus las demás personas? 4) En plenario, los grupos presentarán sus principales conclusiones. __________________ 7 Tema: Discriminación Objetivos: • • Reconocer a la discriminación como un proceso psicológico y social Identificar cómo la discriminación afecta el desarrollo personal y social Desarrollo de la actividad: 1) Preguntar en grupo a los estudiantes qué significa discriminar. Revisar conceptos y puntos de vista sobre la discriminación. Redondear la idea de la siguiente manera: ¿Qué es discriminar? Se considera a la discriminación como el comportamiento negativo con respecto a los miembros de un grupo diferente, hacia el cual se tienen prejuicios y estereotipos determinados. La discriminación usualmente se alimenta de prejuicios negativos hacia los miembros de ese grupo. La Organización de las Naciones Unidas define a la discriminación como la actitud de negar a individuos o grupos una igualdad en el trato que ellos desearían disfrutar; por ejemplo, cuando se niega a los miembros de un determinado grupo el derecho de integrarse a un barrio, ciudad, trabajo, escuela o país, o de conservar sus tradiciones religiosas y culturales. 2) Pedir a los estudiantes que hagan memoria y recuerden si alguna vez en su vida se sintieron discriminados. ¿Por qué se sintieron de ese modo? (o ¿por qué creen que nunca se han sentido discriminados?, en caso de que su respuesta sea negativa). ¿qué sucedió en esa situación particular? ¿qué emociones y/o sentimientos tuvieron? ¿por qué? 3) Pedir a los estudiantes que identifiquen distintos tipos de discriminación (por ejemplo, por género, por edad, por nivel socioeconómico, etc.). Elaborar un listado lo más exhaustivo posible. 4) Poner ejemplos de situaciones cotidianas en las que se evidencia cada uno de los tipos de discriminación antes mencionados. 5) Leer el siguiente aviso de periódico. Discutir si el aviso presenta elementos que pueden ser considerados discriminación. ¿Por qué? Hacer luego una búsqueda en periódicos para identificar avisos que presenten una perspectiva discriminadora y presentarlos en clase. 8 Se necesita señorita para telefonista Joven, no mayor de 25 años, excelente presencia, 1.65 o más, buenos modales, con deseos de superación y capacidad para trabajar bajo presión. Presentarse mañana Lunes entre 9.00 y 12.00 en Roca Martínez 1006, 5to piso, oficina 502, San Roque 6) Leer: http://www.discriminacion.org/discriminacion/bylling.htm . Analizar el problema del acoso y la discriminación en las escuelas. ¿Por qué es una problemática social particular y distinta de otros tipos de discriminación? Discutir la relevancia de esta problemática en las escuelas peruanas. 7) Preguntas para debatir en grupo: ¿por qué discriminamos? ¿Cuáles son las raíces sociales e históricas de este tipo de comportamiento? ¿Qué función cumple la discriminación, para que se haya mantenido como comportamiento intergrupal durante miles de años? ¿Constituye la discriminación un desafío para la construcción de una democracia moderna? ¿Qué retos plantea el comportamiento discriminador para la construcción de una sociedad mas justa, abierta e inclusiva? _________________ 9 Tema: Obediencia debida Objetivos: • Identificar las características psicológicas del proceso de obediencia • Analizar críticamente el concepto de obediencia debida • Analizar críticamente el papel de la libertad personal y autonomía en la toma de decisiones Desarrollo de la actividad: 1) Leer el artículo siguiente: (tomado de:http://www.cepvi.com/articulos/obediencia.htm ) El experimento de Milgram ¿Podría una persona normal llegar a torturar o asesinar a alguien sólo por obedecer órdenes o tendríamos que llegar a la conclusión de que se trata de un perturbado? Cuando un psicólogo llamado Milgram trató de responder a esta pregunta, él mismo quedó sorprendido ante los resultados. Cuando, a finales de los años sesenta, Adolf Eichmann fue juzgado por los crímenes contra la humanidad cometidos durante el régimen nazi, el mundo entero se preguntó cómo era posible que alguien llegara a cometer semejantes atrocidades a millones de personas inocentes. Muchos pensaron que Eichmann tenía que ser un loco o un sádico y que no era posible que fuese como el resto de las personas normales que caminan junto a nosotros cada día por las calles, se sientan en la mesa de al lado en nuestro restaurante o viven en el piso de arriba en nuestro mismo edificio. Sin embargo, nada hacía pensar que Eichmann fuese distinto a los demás. Parecía ser un hombre completamente normal e incluso aburrido. Un padre de familia que había vivido una vida corriente y que afirmaba no tener nada en contra de los judíos. Cada vez que le preguntaban por el motivo de su comportamiento, él respondía con la misma frase: “cumplía órdenes”. A raíz de esto, un psicólogo social norteamericano llamado Stanley Milgram empezó a hacerse preguntas acerca de la obediencia a la autoridad y a plantearse si cualquiera de nosotros seríamos capaces de llegar a la tortura y el asesinato sólo por cumplir órdenes. Él pensaba que la respuesta a esta pregunta sería un rotundo no, sobre todo en un país como Estados Unidos, donde se da gran importancia a la individualidad, la autonomía y la independencia de las personas, y más aún en el caso de que las órdenes implicaran hacer daño a alguien. Para comprobarlo diseñó un experimento que se llevó a cabo en un laboratorio de la universidad de Yale. Los resultados fueron tan sorprendentes que dejaron boquiabierta no sólo a la comunidad científica, sino también al público en general, que llegó a tener conocimiento de dicho experimento debido a la gran atención que le prestaron los medios de comunicación, llegando a convertirse en el experimento más famoso dentro del campo de la psicología social. El experimento A través de anuncios en un periódico de New Haven, Connecticut, Milgram seleccionó a un grupo de hombres de todo tipo de entre 25 y 50 años de edad a quienes pagaron cuatro dólares y una dieta por desplazamiento por participar en un estudio sobre “la memoria y el aprendizaje”. Estas personas no sabían que en realidad iban a participar en una investigación sobre la obediencia, pues dicho conocimiento habría influido en los resultados del experimento, impidiendo la obtención de datos fiables. 10 Cuando el participante (o sujeto experimental) llega al impresionante laboratorio de Yale, se encuentra con un experimentador (un hombre con una bata blanca) y un compañero que, como él, iba a participar en la investigación. Mientras que el compañero parece estar un poco nervioso, el experimentador se muestra en todo momento seguro de sí mismo y les explica a ambos que el objetivo del experimento es comprender mejor la relación que existe entre el castigo y el aprendizaje. Les dice que es muy poca la investigación que se ha realizado hasta el momento y que no se sabe cuánto castigo es necesaria para un mejor aprendizaje. Uno de los dos participantes sería elegido al azar para hacer de maestro y al otro le correspondería el papel de alumno. La tarea del maestro consistía en leer pares de palabras al alumno y luego éste debería ser capaz de recordar la segunda palabra del par después de que el maestro le dijese la primera. Si fallaba, el maestro tendría que darle una descarga eléctrica como una forma de reforzar el aprendizaje. Ambos introducen la mano en una caja y sacan un papel doblado que determinará sus roles en el experimento. En el de nuestro sujeto experimental está escrita la palabra maestro. Los tres hombres se dirigen a una sala adyacente donde hay una aparato muy similar a una silla eléctrica. El alumno se sienta en ella y el experimentador lo ata con correas diciendo que es “para impedir un movimiento excesivo”. Luego le coloca un electrodo en el brazo utilizando una crema “para evitar que se produzcan quemaduras o ampollas”. Afirma que las descargas pueden ser extremadamente dolorosas pero que no causarán ningún daño permanente. Antes de comenzar, les aplica a ambos una descarga de 45 voltios para “probar el equipo”, lo cual permite al maestro comprobar la medianamente desagradable sensación a la que sería sometido el alumno durante la primera fase del experimento. En la máquina hay 30 llaves marcadas con etiquetas que indican el nivel de descarga, comenzando con 15 voltios, etiquetado como descarga leve, y aumentando de 15 en 15 hasta llegar a 450 voltios, cuya etiqueta decía “peligro: descarga severa”. Cada vez que el alumno falle, el maestro tendrá que aplicarle una descarga que comenzará en el nivel más bajo e irá aumentando progresivamente en cada nueva serie de preguntas. El experimentador y el maestro vuelven a la habitación de al lado y el experimento comienza. El maestro lee las palabras a través de un micrófono y puede escuchar las respuestas del alumno. Los errores iniciales son castigados con descargas leves, pero conforme el nivel de descarga aumenta, el maestro empieza a escuchar sus quejas, concretamente a los 75 voltios. En este momento el maestro empieza a ponerse nervioso pero cada vez que duda, el experimentador le empuja a continuar. A los 120 voltios el alumno grita diciendo que las descargas son dolorosas. A los 135 aúlla de dolor. A los 150 anuncia que se niega a continuar. A los 180 grita diciendo que no puede soportarlo. A los 270 su grito es de agonía, y a partir de los 300 voltios está con estertores y ya no responde a las preguntas. El maestro, así como el resto de personas que hacen de maestros durante el experimento, se va sintiendo cada vez más ansioso. Muchos sonríen nerviosamente, se retuercen las manos, tartamudean, se clavan las uñas en la carne, piden que se les permita abandonar e incluso algunos se ofrecen para ocupar el lugar de alumno. Pero cada vez que el maestro intenta detenerse, el experimentador le dice impasible: “Por favor, continúe”. Si sigue dudando utiliza la siguiente frase: “El experimento requiere que continúe”. Después: “Es absolutamente esencial que continúe” y por último: “No tiene elección. Debe continuar”. Si después de esta frase se siguen negando, el experimento se suspende. Los resultados Los datos obtenidos en el experimento superaron todas las expectativas. Si bien las encuestas hechas a estudiantes, adultos de clase media y psiquiatras, habían predicho un promedio de descarga máxima de 130 voltios y una obediencia del 0%, lo cierto es que el 62’5 % de los sujetos obedeció, llegando hasta los 450 voltios, incluso aunque después de los 300 el alumno no diese ya señales de vida. Por supuesto, aquí es necesario añadir que el alumno era en realidad un cómplice del experimentador que no recibió descarga alguna. Lo que nuestro ingenuo participante escuchaba era una grabación con gemidos y gritos de dolor que era la misma para todo el grupo experimental. Tampoco se asignaba el papel de maestro o alumno al azar, ya que en ambas hojas estaba escrita 11 la palabra maestro. Sin embargo, estas personas no supieron nada del engaño hasta el final de experimento. Para ellos, los angustiosos gritos de dolor eran reales y aún así la mayoría de ellos continuó hasta el final. Lógicamente, lo primero que se preguntaron los atónitos investigadores fue cómo era posible que se hubiesen obtenido estos resultados. ¿Eran acaso todos ellos unos sádicos sin corazón? Su propia conducta demuestra que esto no era así, pues todos se mostraban preocupados y cada vez más ansiosos ante el cariz que estaba tomando la situación, y al enterarse de que en realidad no habían hecho daño a nadie suspiraban aliviados. Cuando el experimento terminaba muchos se limpiaban el sudor de la frente, movían la cabeza de un lado a otro como lamentando lo ocurrido o encendían rápidamente un cigarro. Tampoco puede argumentarse que no fuesen del todo conscientes del dolor de las otras personas, pues cuando al finalizar el experimento les preguntaron cómo de dolorosa pensaban que había sido la experiencia para el alumno, la respuesta media fue de 13’42 en una escala que va de 1 (no era dolorosa en absoluto) a 14 (extremadamente dolorosa). Variaciones. Durante más de dos décadas, hasta principios de los ochenta, tanto Milgram como otros investigadores realizaron diversos experimentos en varios países, introduciendo variaciones en algunos de ellos para tratar de dilucidar cuáles son los factores que determinan una mayor o menor obediencia. En uno de ellos se vio que cuanto más alejado estaba el alumno del maestro mayor era el índice de obediencia. Cuando los participantes no escuchaban la voz del alumno, sino que solamente podían escuchar sus golpes en la pared a los 300 voltios, la obediencia fue del 65 %. Cuando el alumno se hallaba en la misma habitación que el sujeto, quien podía verlo y oírlo, la obediencia fue del 40 %. Y cuando el maestro (adecuadamente “protegido”) tenía que apretar la mano del alumno contra una placa para que recibiera la descarga, el 30 % llegó al nivel máximo de descarga. En todos los casos son niveles altos, sobre todo teniendo en cuenta que la predicción había sido una obediencia nula y que se trataba de torturar a otra persona. Cuando el participante recibe apoyo de un compañero que se niega a que el experimento continúe, la obediencia decae al 10%, mientras que si ese compañero apoya al experimentador, la obediencia asciende más que nunca: el 93% de los sujetos llega hasta los 450 voltios. Muchos participantes llegaron incluso a obedecer a una autoridad “inmoral” en una investigación en la que la víctima no daba su acuerdo a no ser que el experimentador prometiera poner fin al estudio si se lo pedía. Cuando el experimentador rompía su promesa y seguía instando al participante a que obedeciera, el índice de obediencia fue del 40 %. En cambio, cuando el experimentador abandona la sala y deja a cargo a una persona que el maestro considera su igual, la obediencia desciende al 20 %, y es nula cuando dos experimentadores dan órdenes opuestas. Los niveles de obediencia siguen siendo los mismo aunque sea otro experimentador el que recibe las descargas, y al comparar los niveles de obediencia entre hombres y mujeres no se han encontrado diferencias entre sexos. En otro experimento, Milgram trasladó el laboratorio a un lugar menos prestigioso e impresionante que la universidad de Yale: unas oficinas en un edificio de una ciudad cercana. En este caso la obediencia disminuyó, pero aún así casi la mitad de los maestros siguieron las órdenes. Se ha conseguido incluso que algunas personas obedezcan a un investigador que les dice que metan la mano en un recipiente lleno de “ácido”, que arrojen “ácido” a otra persona o que toquen una serpiente “venenosa”. La explicación. Según Milgram, lo que sucedió fue que los sujetos entraron en lo que él llamó “estado de agente”, caracterizado por el hecho de que el individuo se ve a sí mismo como un agente ejecutivo de una autoridad que considera legítima. Aunque la mayoría de las personas se consideran autónomas, independientes e iniciadoras de sus actos en muchas situaciones, cuando entran en 12 una estructura jerárquica pueden dejar de verse de ese modo y descargar la responsabilidad de sus actos en la persona que tiene el rango superior o el poder. Recordemos que los individuos del experimento accedían voluntariamente a realizarlo, aunque en ningún momento les dijeron que estarían en una situación en la que tendrían que obedecer órdenes. Tampoco era necesario. La estructura social del experimento activaba con fuerza una norma social que todos hemos aprendido desde niños: “Debes obedecer a una autoridad legítima”, entre ellos los representantes de instituciones universitarias y científicas (o los profesores en los colegios), policías, bomberos, oficiales de mayor rango en el ejército, etc. Cuando el sujeto entra libremente en una organización social jerárquica, acepta, en mayor o menor medida, que su pensamiento y sus actos sean regulados por la ideología de su institución. Para obedecer, por tanto, la autoridad debe ser considerada legítima. En los experimentos de Milgram la figura de autoridad se reconocía fácilmente, como sucede en muchas situaciones de la vida real: científicos y médicos llevan batas blancas, los policías y los bomberos llevan uniformes, etc. Todos estos símbolos son capaces de activar la norma de obediencia a la autoridad. Por este motivo, Eichmann repetía continuamente que sólo obedecía órdenes. Se consideraba parte del aparato técnico no pensante, sin tener en cuenta la posibilidad de que podría o debería controlar su propia conducta y ser responsable de ella. Por otra parte, cuando los individuos creen que ellos, y no la autoridad, son los únicos responsables de sus actos, la obediencia cede. Sin embargo, no todo el mundo responde de la misma forma ante la autoridad. Algunos piensan que todos los ciudadanos deben obediencia ciega a una autoridad legítima. Según estas personas, los subordinados no son responsables de su propia conducta cuando obedecen órdenes. Otros, en cambio, creen que las personas siempre son responsables de sus actos y al encontrarse ante una autoridad que les da órdenes que van contra sus propios valores, se resisten a obedecer. Pero estos no son los únicos factores que intervienen en la explicación de los hechos. Cada vez que el maestro protestaba, el experimentador centraba su atención en la norma de la obediencia: “el experimento exige que continúe”, “no tiene elección”, y su calma ante el sufrimiento del alumno y ante las dudas del maestro, parecían indicarle a este último que, en esa situación, la conducta apropiada era obedecer por el bien del experimento, por fines superiores como la ciencia y el conocimiento. Aún así, otra norma social que también habían aprendido estas personas desde su infancia les recordaba que no se debe hacer daño a los demás y que debemos prestarles nuestra ayuda cuando la necesiten. Este dilema les producía una gran ansiedad porque sabían que no estaban haciendo nada para aliviar el sufrimiento de esas personas. Milgram había logrado resaltar la norma de la obediencia y la situación incitaba a los maestros a prestar menos atención a la norma de ayuda a los demás (o responsabilidad social). Pero, ¿qué pasa cuando acentuamos la norma de la responsabilidad social? Como hemos visto, cuanto más próxima está la víctima al individuo, como cuando tenían que sujetar su mano sobre la placa, menor es la obediencia. Del mismo modo que la persona que espía por el ojo de una cerradura se llena de vergüenza al ser descubierta, el individuo que mira a los ojos de su víctima mientras le aplica la descarga, se ve reflejado en ella; las consecuencias de sus actos son demasiado evidentes, el nexo entre acción y consecuencia es palpable y los ojos de su víctima son el espejo en el que se refleja su propio rostro y lo hace más consciente de sí mismo y, por tanto, de sus actos, lo que lleva a un aumento de su sensación de responsabilidad ante ellos. Esto hace que la norma de responsabilidad social tenga más poder que la de la obediencia. Por este motivo, es mucho más fácil firmar un papel decretando la muerte de una persona, tirar una bomba desde un avión o apretar un botón que lance un misil en dirección a un país vecino, que torturar o matar a alguien directamente. Según cuentan algunos testigos, el mismo Eichmann se vino abajo cuando se vio forzado a recorrer los campos de concentración en los que había ordenado encerrar a tanta gente. Probablemente, una persona que se considerase plenamente responsable de sus actos se habría preocupado por saber, al menos, cuál sería el verdadero destino de esas personas y qué era lo que realmente estaba haciendo con ellas. 13 Paso a paso hasta la tortura. Los participantes comenzaron aplicando descargas leves de 15 voltios, que no suponían más que una simple molestia. Después, un poco más, aumentando gradualmente la intensidad de la descarga. Esta secuencia también contribuía a que los sujetos se viesen inmersos en la trampa de la obediencia. Además, llegaron engañados, sin que jamás se les hubiese pasado por la cabeza que acabarían haciendo tanto daño a alguien. Tampoco imaginaban que el alumno cometería tal número de errores al hacer algo tan sencillo (esto también estaba amañado de antemano), ni que las descargas llegarían a ser tan fuertes. Por otro lado, los participantes habían accedido a participar voluntariamente y, por tanto, habían reconocido al experimentador como autoridad legítima, y el hecho de haber obedecido durante las primeras fases podía estar empujándolos a continuar haciéndolo. Culpar a la víctima. Otro mecanismo psicológico que interviene (y probablemente el más preocupante) consiste en llegar a pensar que la víctima se merece realmente lo que le está sucediendo. Muchos de los individuos que llegaron a los 450 voltios, una vez terminado el experimento criticaban a los alumnos diciendo que eran tan estúpidos que les estaba bien empleado. Al pensar que la víctima se lo merece, estas personas se sienten mejor, pudiendo reducir la ansiedad ocasionada por el conflicto entre sus deseos de no hacer daño a nadie y su obediencia. Por otro lado, la tendencia a culpar a la víctima aparece en numerosos contextos sociales como un forma de protegerse y que está basada en la creencia en un mundo justo, donde cada cual recibe lo que merece, sea bueno o malo. De esta forma, pueden pensar que a ellos, que son buenas personas, no les pasará nada realmente malo. Si, por el contrario, el mundo que nos rodea es considerado un lugar injusto, a cualquier persona puede sucederle algo terrible, haga lo que haga, con escasas probabilidades de controlarlo. De ahí que haya tanta gente que, erróneamente, quiere creer en ese hipotético mundo donde cada cual obtiene siempre lo que merece. Y si resulta que nosotros, que somos personas buenas y decentes viviendo en un mundo justo, le hemos dado una descarga de 450 voltios a una persona, fue probablemente porque se lo merecía. Una vez que el maestro, mediante este mecanismo psicológico defensivo, ha llegado a infravalorar al alumno, éste ha pasado de ser una víctima inocente a convertirse en alguien que merece el maltrato. Si volvemos de nuevo al régimen nazi, nos encontramos con una estructura marcadamente jerárquica donde predomina la norma de la obediencia por encima de todas, eliminando la responsabilidad del sujeto en sus propios actos. Los uniformes que todos vestían y que lograban que todos parecieran iguales contribuía a que no se viesen como individuos autónomos e independientes, disminuyendo así la percepción de sí mismos; aspectos necesarios, como hemos visto, para que una persona se considere responsable de sus actos. El malestar psicológico que podría aparecer al principio y su tendencia a reducirlo, el castigo a la desobediencia (junto con la exaltación de la obediencia y la fidelidad al régimen) y el racismo que se respiraba en Alemania ya antes de la llegada de los nazis al poder, logró que un gran número de personas inocentes fueran consideradas como seres cada vez más despreciables y merecedores de tantas atrocidades. Del mismo modo, los experimentos de Milgram pueden ayudarnos a entender la masacre de My Lai, ordenada por mandos norteamericanos durante la guerra del Vietnam, o las torturas y desapariciones durante la dictadura chilena. E incluso una excesiva obediencia a la autoridad podría llevar a errores médicos, debido a que los enfermeros pueden hacer algo que saben que perjudicará a un paciente simplemente porque el médico se lo ha ordenado. Algo semejante puede suceder también en un avión. En ambas situaciones es muy difícil, tanto para el enfermero como para el miembro de la tripulación, convencer a su superior de que está en un error, y la persona que sustenta la autoridad no suele permitir que sus órdenes sean cuestionadas. Según una revisión de los datos realizada en Estados Unidos, un 25 % de los accidentes de avión pueden deberse a una obediencia excesiva. Pero la obediencia ciega no nos lleva sólo a aumentar la probabilidad de cometer atrocidades o poner en peligro nuestras vidas, como bien pudo demostrar la American Psychological Association en una exposición sobre la investigación en psicología. En la parte de la exposición dedicada a Milgram, se realizó una “demostración” del poder de la obediencia. El aparato en el que el 14 experimentador sentaba a sus cómplices se encontraba situado al final de un largo pasillo cuyo suelo constaba de baldosas blancas y negras alternantes. Grandes letreros advertían a los visitantes: “Por favor, caminen sobre las baldosas negras EXCLUSIVAMENTE”, sin darles ningún tipo de explicación hasta que llegaban al final del pasillo. El 90 % de los visitantes obedeció y recorrió todo el pasillo caminado sólo sobre las baldosas negras. 2) Discutir en grupo lo leído. Explorar el tema de la obediencia a la autoridad a la luz de las ideas que presenta la lectura. 3) Pedir a los estudiantes que lean la siguiente página web (Alexandra Delani: Hannah Arendt: Como enfrentar la banalidad del mal) http://www.difusioncultural.uam.mx/revista/junio2000/arendt.html 4) Debatir en grupo: ¿De que manera pueden relacionarse las ideas y conceptos en ambas lecturas? 5) Como afirma Arendt, “el mundo parece vivir bajo la cruel repetición de ciertos hechos”. Discutir en grupo acerca del resurgimiento del caudillismo en América Latina, el retorno crónico de las guerras (Europa, Medio oriente, guerrillas latinoamericanas) . 6) Debatir: ¿cómo puede definirse la responsabilidad individual de quienes participaron –y participan- en magnicidios de grandes características? 7) Pedir a los estudiantes hacer una investigación acerca del concepto de obediencia debida y su transformación en los sistemas judiciales. Analizar el concepto de obediencia debida en el juicio de Nuremberg. Revisar la ley de Obediencia debida en Argentina, y el proceso de su derogación. ¿Con que argumentos se declaró inconstitucional dicha ley? 8) A veces, existe una asociación entre la obediencia a la regla, por un lado, y la ausencia de juicio por el otro. Cuando las reglas y las indicaciones se perciben como sagradas e inmutables, aparece una lógica que corta cualquier posibilidad de ejercicio de la facultad de pensar, y como consecuencia, de la facultad de juzgar. ¿Es razonable esperar que las personas que reciben órdenes, o que están en los eslabones más bajos de la cadena de autoridad, hagan uso de su razón y su juicio crítico cuando reciben instrucciones de sus superiores, a los que supuestamente deben obedecer? Discutir el concepto de juicio crítico y el de autonomía y pensamiento autónomo, y su relación con el desarrollo humano y social. Actividades adicionales: Pida a los estudiantes que enumere los problemas éticos del experimento de Milgram ______________________ 15 Tema: Mecanismos psicológicos de desconexión moral Objetivos: • Identificar el concepto de desconexión moral propuesto por Albert Bandura • Reconocer los mecanismos de desconexión que propone Bandura • Hacer un análisis de diferentes situaciones sociales reconociendo en ellas el rol que juegan los mecanismos de desconexión moral Desarrollo de la actividad: Albert Bandura, un reconocido psicólogo norteamericano que ha trabajado durante mucho tiempo los mecanismos cognitivos (de pensamiento) que utilizamos las personas cuando cometemos transgresiones a la ética) propone 4 tipos generales de mecanismos que sirven a la gente para justificar cognitivamente el por qué ha cometido actos inmorales. Estos tipos de mecanismos tienen que ver con: a. La reconstrucción de la conducta en sí misma, de manera tal que ésta no se percibe como inmoral b. La agencia en la operación o acto, de modo que el perpetrador puede minimizar su rol en la comisión del daño c. Las consecuencias que se derivan de las acciones d. Cómo se considera a las víctimas del maltrato, mediante devaluarlas como seres humanos o culparlas por lo que se les hace. 1) Revise la lectura de Bandura que presentamos, e identifique a cuál de estos 4 grupos pertenece cada uno de los mecanismos que se proponen. Pida a los estudiantes que identifiquen ejemplos cotidianos de cada mecanismo. MECANISMOS DE DESCONEXIÓN MORAL Mechanisms of Moral Disengagement. Tomado de Bandura, A. (1999). Moral disengagement in the perpetration of inhumanities. Personality and social psychology review, 3 (3), 193-209. Los estándares morales no funcionan como reguladores internos fijos de la conducta. Hay muchas maniobras psicológicas por las cuales las auto-sanciones morales pueden desconectarse de la conducta inhumana. La figura 1 muestra los puntos en el proceso de control moral en los que la auto-censura moral puede quedar desconectada de la conducta reprensible. La desconexión puede ocurrir a través de redefinir conductas dañinas como honorables a través de la justificación moral, la comparación social ventajosa (o paliativa) y el lenguaje eufemístico. Puede enfocarse en la agencia y el actor, de modo que los perpetradores logran minimizar su role en la producción de daño mediante la difusión o el 16 desplazamiento de la responsabilidad. Puede involucrar, también minimizar o tergiversar, el daño que sigue de las acciones perjudiciales, y la desconexión puede incluir también el deshumanizar o culpar a las víctimas del maltrato. Figura 1: Mecanismos a través de los cuales las auto-sanciones se activan selectivamente y se desconectan del comportamiento perjudicial en el proceso de autorregulación. Justificación moral Comparación paliativa Etiquetaje eufemístico Conducta reprensible Minimizar, ignorar o malinterpretar las consecuencias Efectos perjudiciales Deshumanización Atribución de culpabilidad Víctima Desplazamiento de la responsabilidad Difusión de la responsabilidad EJEMPLOS DE MECANISMOS DE DESCONEXIÓN MORAL: 17 Mecanismo Justificación moral Nivel en el que opera En la reconstrucción de la conducta. La conducta se hace personal y socialmente aceptable mediante presentarla como sirviendo a propósitos sociales loables. Etiquetaje Eufemístico En la reconstrucción de la conducta. Las conductas pueden tener diferente apariencia según cómo se les nombre. Comparación paliativa En la reconstrucción de la o ventajosa conducta. Cada comportamiento se ve de una u otra manera según con qué se le compare. Desplazamiento de la Oscureciendo o responsabilidad minimizando la agencia de la persona en el daño que causa. Difusión de la Oscureciendo o responsabilidad minimizando la agencia de la persona en el daño que causa. Se difumina la responsabilidad por división del trabajo o por conducta colectiva. Minimización o mal A través de la ignorancia o interpretación de las la minimización de los consecuencias. efectos del comportamiento. Ejemplo “Matemos a los bárbaros en nombre de Dios” (en las cruzadas) “Dios nos ordena defender a los débiles. Por eso está justificado matar a los médicos que hacen abortos, porque ellos han asesinado a un débil”. “Mi hijo no es corrupto, solo cometió un error” Los civiles asesinados en la guerra, se convierten en “daño colateral” Deshumanización “No hemos matado personas, sino gusanos comunistas” Atribución de culpabilidad A través de la percepción que construimos de las victimas. A través de la percepción que construimos de las victimas. Se les considera culpables de los daños que reciben. “Lo de Toledo no es corrupción. Corrupción es la de Fujimori” “La violencia está justificada porque incluso las democracias se formaron con violencia” “Yo seguía órdenes, no eran mis ideas” (Criminales de guerra nazis) “No es culpa de nadie. Todos participamos” “No pasa nada si tiro esta basurita a la calle, es una cosa chiquita” “Los indios son seres sin mente ni corazón, no piensan ni sienten como nosotros” “Esta bien que les de sida a los homosexuales porque son todos unos promiscuos” “Ella se lo buscó, por vestirse tan provocativamente” 18 2) Pida a los estudiantes que hagan la siguiente lectura: Ni locos ni psicópatas: los terroristas son gente corriente adoctrinada, que cree luchar por un ideal. Federico Javaloy. Catedrático de Psicología Social de la Universidad de Barcelona. En: http://www.vivirmejoronline.com.ar/modules.php?name=News&file=article&sid =49 Luego de leer, revise nuevamente los mecanismos de desconexión moral propuestos por Albert Bandura y discuta la función que podrían estar cumpliendo en la formación de la ideología terrorista. Actividades Complementarias: 1. Utilice la lectura El Factor Dios de José Saramago, para hacer un análisis de los mecanismos de desconexión moral que podrían estar funcionando en la justificación religiosa del terrorismo. 2. Utilice la lectura El verdugo frente a su espejo de Benedict Carey, para hacer un análisis de los mecanismos de desconexión moral que entran en funcionamiento en la justificación de la pena de muerte. 3. Pensando en el contexto político nacional, identifique alguno de los mecanismos de desconexión moral propuestos por Bandura en el discurso de nuestros representantes políticos. Puede revisar entrevistas en el periódico, o declaraciones hechas por ellos en la radio o la televisión. 4. Revise alguna experiencia de su vida cotidiana que para usted se encuentre vinculada a la ética. ¿Se encuentra a sí mismo usando alguno de los mecanismos propuestos por Bandura, para justificar su comportamiento? ¿Cuáles y por qué? LECTURAS ASOCIADAS AL TEMA: 19 Ni locos ni psicópatas : los terroristas son gente corriente adoctrinada, que cree luchar por un ideal. Federico Javaloy. Catedrático de Psicología Social de la Universidad de Barcelona http://www.vivirmejoronline.com.ar/modules.php?name=News&file=article&sid=49 Ironías de la vida, las bombas de Londres me sorprendieron en el momento en que estaba a punto de iniciarse la sesión de un simposio sobre Terrorismo y violencia, en el marco del Congreso Europeo de Psicología. Una de las conclusiones de los cuatro ponentes, en nuestra aproximación al fenómeno terrorista, consistió en resaltar que los yihadistas no son personas que sufren trastornos de personalidad, sino que se trata de gente normal y corriente que ha vivido una situación de intenso adoctrinamiento ideológico. Es cierto que, con sus atentados, los islamistas cometen auténticas locuras, pero las personas que hacen locuras no están necesariamente locas ya que, como ha señalado el psicólogo Philip Zimbardo, puede ser que se trate de "unas buenas personas en una mala situación". Esta conclusión resulta contradictoria con muchas opiniones que se han vertido estos días en los medios de comunicación, que coinciden en llamar "locos" a los terroristas, locos que diseñan planes improvisados que no tienen ningún sentido y realizan acciones absurdas y completamente inútiles en relación con el objetivo que se proponen. Pero las cosas no son tan claras, ni mucho menos, y tenemos dos buenas razones a favor de la normalidad psicológica de los terroristas: una proviene de la investigación y los datos empíricos que tenemos sobre los activistas detenidos, y la segunda deriva del análisis de su forma de actuar. Los primeros estudios sobre organizaciones terroristas estuvieron notablemente marcados por la tendencia a patologizar a los activistas presentándoles como personalidades trastornadas. Estudios posteriores, más rigurosos y más liberados de prejuicios, como un excelente trabajo de revisión e investigación realizado por la socióloga Donatella della Porta, han concluido que ninguna afirmación sobre la existencia de rasgos patológicos típicos de los terroristas ha recibido apoyo en la investigación empírica y que las organizaciones terroristas deben ser estudiadas ante todo como grupos ideológicos que, si desarrollan actividades criminales, no es porque sus miembros estén mentalmente desequilibrados o sedientos de sangre, sino debido a la identificación con una ideología que se lo exige. Sin duda, los activistas de Al Qaeda no actúan alocadamente. Por ejemplo, su campaña en contra de los países que apoyaron a EEUU en la invasión de Irak se ha plasmado en atentados meticulosamente preparados y utilizando al máximo las nuevas tecnologías, 20 como internet y la telefonía móvil vía satélite. Cada golpe se plantea, como ha notado Manuel Castells, en forma de "acción ejemplar", ya que pretende servir de escarmiento al país castigado y de demostración de poder a los musulmanes del mundo. Los terroristas tratan sobre todo de despertar a las masas musulmanes, de sembrar la inquietud que precede a los levantamientos sociales. Y la forma bien calculada en que lo hacen no es precisamente cosa de locos. No debemos eludir que la idea de que los terroristas son gente corriente puede resultar incómoda e incluso inquietante para muchos de nosotros, porque tal vez arroja una sombra de duda sobre nosotros mismos y sobre la confianza que tenemos en la gente. Es fácil que se nos escapen pensamientos tales como: ¿sería yo capaz de hacer una cosa así? ¿Y la gente normal que me rodea? La realidad es que tal posibilidad existe, aunque sea muy remota, pero nadie puede volverse terrorista de la noche a la mañana sin una relación, más o menos prolongada, con un grupo en el que es adoctrinado y del que recibe un entrenamiento específico. Un primer efecto psicológico del adoctrinamiento ideológico es el proceso de despersonalización que sufre el activista. La importancia que se da en el grupo a la causa por la que se lucha cambia la mirada del activista : los que no comulgan con la propia ideología dejan de ser vistos como individuos y sólo son considerados como miembros del grupo a que pertenecen. Desde esta óptica, los londinenses no son vistos por los yihadistas como personas individuales con diferentes características de edad, sexo, etcétera, sino simplemente como infieles, como miembros de un país cuyo Gobierno hace la guerra en Irak. Mediante el adoctrinamiento en una ideología radical el individuo puede ser fanatizado y aprender un nuevo sentido del bien y del mal : ni los derechos humanos son algo necesariamente bueno ni tiene por qué ser malo asesinar en ciertas circunstancias. Para el fanático, el único criterio válido de moralidad es que la acción realizada contribuya a la realización de su propio ideal. Es legítimo e incluso deseable matar y morir si la acción al servicio del propio ideal así lo exige. Y todo ello sin que medie ningún escrúpulo moral, ya que se hace por un buen fin.Ya lo dijo con acierto Pascal: "Nunca se hace el mal tan bien como cuando se hace con buena conciencia". El extraño mecanismo psicológico a que nos estamos refiriendo fue denominado por el prestigioso psicólogo, Albert Bandura, inhibición o "desconexión moral". Este mecanismo, sin duda ajeno al psicópata, se basa en que igual que el hombre puede maltratar o incluso matar a un animal sin experimentar ningún remordimiento, puede también, apoyándose en justificaciones ideológicas, amortiguar el sentimiento de culpa en los malos tratos a personas, despojándolas de sus cualidades humanas, lo cual aleja de él toda simpatía o sentimiento de compasión hacia las víctimas. 21 Después del 7-J existe un serio peligro de aumento del racismo, como ya sucedió después del 11-S y del 11-M. La islamofobia resulta ahora altamente preocupante, especialmente porque, como ha notado el islamólogo Gilles Kepel, son los inmigrados musulmanes en Europa que se sienten rechazados por la población autóctona quienes más corren el riesgo de refugiarse en el islamismo radical. Es responsabilidad de todos prevenir que esto ocurra y tener en cuenta que la inmensa mayoría de musulmanes que conviven a nuestro lado rechazan el fanatismo terrorista tanto o más que nosotros. ELPAIS Martes, 18 de septiembre de 2001 EL 'FACTOR DIOS' JOSÉ SARAMAGO En algún lugar de la India. Una fila de piezas de artillería en posición. Atado a la boca de cada una de ellas hay un hombre. En primer plano de la fotografía, un oficial británico levanta la espada y va a dar orden de disparar. No disponemos de imágenes del efecto de los disparos, pero hasta la más obtusa de las imaginaciones podrá 'ver' cabezas y troncos dispersos por el campo de tiro, restos sanguinolentos, vísceras, miembros amputados. Los hombres eran rebeldes. En algún lugar de Angola. Dos soldados portugueses levantan por los brazos a un negro que quizá no esté muerto, otro soldado empuña un machete y se prepara para separar la cabeza del cuerpo. Esta es la primera fotografía. En la segunda, esta vez hay una segunda fotografía, la cabeza ya ha sido cortada, está clavada en un palo, y los soldados se ríen. El negro era un guerrillero. En algún lugar de Israel. Mientras algunos soldados israelíes inmovilizan a un palestino, otro militar le parte a martillazos los huesos de la mano derecha. El palestino había tirado piedras. Estados Unidos de América del Norte, ciudad de Nueva York. Dos aviones comerciales norteamericanos, secuestrados por terroristas relacionados con el integrismo islámico, se lanzan contra las torres del World Trade Center y las derriban. Por el mismo procedimiento un tercer avión causa daños enormes en el edificio del Pentágono, sede del poder bélico de Estados Unidos. Los muertos, enterrados entre los escombros, reducidos a migajas, volatilizados, se cuentan por millares. Las fotografías de India, de Angola y de Israel nos lanzan el horror a la cara, las víctimas se nos muestran en el mismo momento de la tortura, de la agónica expectativa, de la muerte abyecta. En Nueva York, todo pareció irreal al principio, un episodio repetido y sin novedad de una catástrofe cinematográfica más, realmente 22 arrebatadora por el grado de ilusión conseguido por el técnico de efectos especiales, pero limpio de estertores, de chorros de sangre, de carnes aplastadas, de huesos triturados, de mierda. El horror, escondido como un animal inmundo, esperó a que saliésemos de la estupefacción para saltarnos a la garganta. El horror dijo por primera vez 'aquí estoy' cuando aquellas personas se lanzaron al vacío como si acabasen de escoger una muerte que fuese suya. Ahora, el horror aparecerá a cada instante al remover una piedra, un trozo de pared, una chapa de aluminio retorcida, y será una cabeza irreconocible, un brazo, una pierna, un abdomen deshecho, un tórax aplastado. Pero hasta esto mismo es repetitivo y monótono, en cierto modo ya conocido por las imágenes que nos llegaron de aquella Ruanda- de-un-millón-de-muertos, de aquel Vietnam cocido a napalm, de aquellas ejecuciones en estadios llenos de gente, de aquellos linchamientos y apaleamientos, de aquellos soldados iraquíes sepultados vivos bajo toneladas de arena, de aquellas bombas atómicas que arrasaron y calcinaron Hiroshima y Nagasaki, de aquellos crematorios nazis vomitando cenizas, de aquellos camiones para retirar cadáveres como si se tratase de basura. Siempre tendremos que morir de algo, pero ya se ha perdido la cuenta de los seres humanos muertos de las peores maneras que los humanos han sido capaces de inventar. Una de ellas, la más criminal, la más absurda, la que más ofende a la simple razón, es aquella que, desde el principio de los tiempos y de las civilizaciones, manda matar en nombre de Dios. Ya se ha dicho que las religiones, todas ellas, sin excepción, nunca han servido para aproximar y congraciar a los hombres; que, por el contrario, han sido y siguen siendo causa de sufrimientos inenarrables, de matanzas, de monstruosas violencias físicas y espirituales que constituyen uno de los más tenebrosos capítulos de la miserable historia humana. Al menos en señal de respeto por la vida, deberíamos tener el valor de proclamar en todas las circunstancias esta verdad evidente y demostrable, pero la mayoría de los creyentes de cualquier religión no sólo fingen ignorarlo, sino que se yerguen iracundos e intolerantes contra aquellos para quienes Dios no es más que un nombre, nada más que un nombre, el nombre que, por miedo a morir, le pusimos un día y que vendría a dificultar nuestro paso a una humanización real. A cambio nos prometía paraísos y nos amenazaba con infiernos, tan falsos los unos como los otros, insultos descarados a una inteligencia y a un sentido común que tanto trabajo nos costó conseguir. Dice Nietzsche que todo estaría permitido si Dios no existiese, y yo respondo que precisamente por causa y en nombre de Dios es por lo que se ha permitido y justificado todo, principalmente lo peor, principalmente lo más horrendo y cruel. Durante siglos, la Inquisición fue, también, como hoy los talibán, una organización terrorista dedicada a interpretar perversamente textos sagrados que deberían merecer el respeto de quien en ellos decía creer, un monstruoso connubio 23 pactado entre la Religión y el Estado contra la libertad de conciencia y contra el más humano de los derechos: el derecho a decir no, el derecho a la herejía, el derecho a escoger otra cosa, que sólo eso es lo que la palabra herejía significa. Y, con todo, Dios es inocente. Inocente como algo que no existe, que no ha existido ni existirá nunca, inocente de haber creado un universo entero para colocar en él seres capaces de cometer los mayores crímenes para luego justificarlos diciendo que son celebraciones de su poder y de su gloria, mientras los muertos se van acumulando, estos de las torres gemelas de Nueva York, y todos los demás que, en nombre de un Dios convertido en asesino por la voluntad y por la acción de los hombres, han cubierto e insisten en cubrir de terror y sangre las páginas de la Historia. Los dioses, pienso yo, sólo existen en el cerebro humano, prosperan o se deterioran dentro del mismo universo que los ha inventado, pero el `factor Dios´, ese, está presente en la vida como si efectivamente fuese dueño y señor de ella. No es un dios, sino el `factor Dios´ el que se exhibe en los billetes de dólar y se muestra en los carteles que piden para América (la de Estados Unidos, no la otra...) la bendición divina. Y fue en el `factor Dios´ en lo que se transformó el dios islámico que lanzó contra las torres del World Trade Center los aviones de la revuelta contra los desprecios y de la venganza contra las humillaciones. Se dirá que un dios se dedicó a sembrar vientos y que otro dios responde ahora con tempestades. Es posible, y quizá sea cierto. Pero no han sido ellos, pobres dioses sin culpa, ha sido el `factor Dios´, ese que es terriblemente igual en todos los seres humanos donde quiera que estén y sea cual sea la religión que profesen, ese que ha intoxicado el pensamiento y abierto las puertas a las intolerancias más sórdidas, ese que no respeta sino aquello en lo que manda creer, el que después de presumir de haber hecho de la bestia un hombre acabó por hacer del hombre una bestia. Al lector creyente (de cualquier creencia...) que haya conseguido soportar la repugnancia que probablemente le inspiren estas palabras, no le pido que se pase al ateísmo de quien las ha escrito. Simplemente le ruego que comprenda, con el sentimiento, si no puede ser con la razón, que, si hay Dios, hay un solo Dios, y que, en su relación con él, lo que menos importa es el nombre que le han enseñado a darle. Y que desconfíe del `factor Dios´. No le faltan enemigos al espíritu humano, mas ese es uno de los más pertinaces y corrosivos. Como ha quedado demostrado y desgraciadamente seguirá demostrándose. © DIARIO EL PAÍS, S.L. 24 Jueves, marzo 09, 2006 El verdugo frente a su espejo Por BENEDICT CAREY http://macocastillo.blogspot.com/ Burl Cain es un hombre religioso que cree que sólo Dios debe decidir cuándo morirá alguien. Sin embargo, en su empleo como imbrad y verdugo en jefe en la Penitenciaría Estatal en Angola, Louisiana, Cain es quien da la orden de iniciar una inyección letal, y él ha tomado de la mano a los condenados mientras mueren. “Es algo que hacemos independientemente de que estemos a favor o en contra y tratamos de hacer el proceso lo más humano posible”, aseveró. El conocimiento popular sostiene que la gente tiene un estándar de moralidad establecido que nunca flaquea. Sin embargo, nuevos estudios de personas que realizan cosas desagradables, ya sea por decisión propia o por razones de deber o necesidad económica, encuentran que los códigos morales de la gente son más flexibles de lo que se cree. Para amortiguar sus conciencias, la gente suele ajustar sus juicios morales en un proceso que algunos psicólogos llaman desconexión o distanciamiento moral. La desconexión moral “es donde se encuentra toda la acción”, afirmó Albert Bandura, catedrático de psicología en la Universidad de Stanford y experto en psicología del comportamiento moral. “Está dentro de nuestras habilidades activar o desactivar selectivamente nuestros estándares morales y eso ayuda a explicar cómo la gente puede ser brutalmente cruel en un momento y compasiva al siguiente”. Ahora los psicólogos de Stanford han demostrado que los miembros del personal de las cárceles que trabajan en los equipos de ejecución exhiben altos niveles de desconexión moral —y entre más cerca estén del suceso, mayor es su nivel de desconexión. A fines de los 90, Michael Osofsky, entonces un estudiante adolescente en Nueva imbrad, empezó a entrevistar a carceleros en la penitenciaría en Angola. Para cuando Osofsky se graduó de Stanford en el 2003, había entrevistado a 246 empleados de penitenciarías, entre ellas la de Angola, en tres estados. Había guardias que administran las inyecciones letales, consejeros que ofrecen apoyo durante la ejecución, miembros del equipo que sujeta al preso y guardias no involucrados en este tipo de eventos. La gente que se encarga del cumplimiento de la pena capital “se reúne, realiza la ejecución y luego regresa a sus empleos normales” en la cárcel, señaló Osofsky. “Nunca habían hablado realmente sobre esta parte del trabajo, incluso con sus familias; ni siquiera entre ellos”. En conjunto con Cain, Bandura y Philip imbrado, otro psicólogo de Stanford, Osofsky aplicó una escala de desconexión a los miembros del equipo de ejecución y a los guardias que no estaban en ese equipo. El cuestionario le pedía a los empleados que clasificaran qué tanto estaban de acuerdo con 19 enunciados, entre ellos: “la Biblia enseña que los asesinatos deben ser vengados: una vida por una vida, ojo por ojo”, “en la actualidad, la pena de muerte se lleva a cabo de formas que minimizan el sufrimiento”, y “debido a la naturaleza de sus crímenes, los asesinos han perdido el derecho a vivir”. En un análisis de las respuestas publicado a fines del año pasado en la revista Law and Human Behavior, los psicólogos reportaron que fue mucho más probable que los miembros del equipo de ejecuciones, a diferencia de 25 los guardias que no pertenecían a ese equipo, estuvieran de acuerdo en que los presos habían perdido importantes cualidades humanas, en que era un peligro que “pudieran escapar y volver a matar” y en que pensaban en el costo que representa para la sociedad cuidar a criminales violentos. Los miembros del equipo también mostraban mayores probabilidades, en comparación con otros guardias, de expresar un apoyo con tintes religiosos a la oración: ojo por ojo. “Uno debe santificar los medios letales: ésta es la técnica más poderosa” de desconexión de un código moral compartido por los seres humanos, mencionó Bandura, quien ha expresado graves reservas morales sobre la pena capital. Los equipos de ejecución están organizados de modo que se dividen las tareas horripilantes al realizar lo que los investigadores llaman una difusión de la responsabilidad. “No hay una sola persona que pueda decir que es completamente responsable de la muerte”, admitió Osofsky. Los pelotones de fusilamiento funcionan en base a esta misma idea. Todos los miembros del pelotón disparan, pero ninguno sabe a ciencia cierta quien hizo el tiro mortal. El estudio encontró que el nivel de desconexión, medido de acuerdo con la escala, fue casi tan alto en empleados de la cárcel que participaron en una ejecución como en quienes habían participado en más de 15. Esto sugiere que, aunque el trabajo puede volverse más sencillo con el tiempo, “la desconexión moral es algo que permite que realicen su trabajo, y no sólo el resultado de realizar varias ejecuciones”, concluyeron los autores. _______________ 26