psicología ambiental: contexto y discapacidad

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Ricardo García Mira
Universidade da Coruña
PSICOLOGÍA AMBIENTAL: CONTEXTO Y DISCAPACIDAD
La valoración del contexto en el que las personas desenvuelven su vida es el
resultado de la evaluación del entorno físico y social en el que las personas
desarrollan sus capacidades para desenvolverse en ese entorno. Especial
interés tienen aquellos aspectos del ambiente que pueden ser facilitadores
potenciales de la aparición de incapacidad para esta necesaria adaptación e
interacción con el ambiente.
Esta valoración supone el análisis del conjunto de variables en que se
descompone la influencia multidimensional que determina lo que el individuo
hace o no hace, puede hacer o dejar de hacer. Está ampliamente conectada
con la ecología, los estilos de vida, así como con un conjunto de variables
sociales y culturales que analizaremos a continuación. La influencia sobre las
personas puede ser positiva o negativa en cuanto al impacto que tales
variables tienen sobre el desempeño y ejecución de una persona como
miembro de una comunidad,
La valoración del contexto, por otro lado, está justificada a partir de toda la
tradición lewiniana que sitúa al individuo como el resultado de las múltiples
influencias que se dan en su campo vital, y plantea la necesidad de establecer
modelos explicativos del comportamiento humano, bajo la consideración de
tales influencias. Tales modelos han de servir de base para la toma de
decisiones en el ámbito de la administración en general, y en el ámbito más
concreto de la valoración de una discapacidad en particular.
Una primera aproximación al estudio de estas influencias podemos hacerla
analizando las variables ecológicas, sociales y culturales que abordaremos a
continuación.
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1. VARIABLES ECOLÓGICAS
En primer lugar, dentro de esta subdivisión de variables que conforman el
contexto que condiciona la ejecución de los individuos, hemos de partir del
reconocimiento del papel que el entorno construído o transformado tiene como
facilitador o inhibidor del comportamiento y, por tanto, de la interacción social.
Con frecuencia quien diseña o modifica el entorno construído, ese en el que
desenvuelven su vida la gran mayoría de las personas, toma en consideración
preferencias o juicios de carácter artístico o estético, muchas veces muy
distanciados de lo que serían las preferencias o juicios de los usuarios. En el
campo de la psicología ambiental existen suficientes estudios que muestran
que los juicios emitidos por expertos (arquitectos, urbanistas, planificadores)
difieren notablemente de aquellos emitidos por personas legas. El resultado
final es la ausencia de conexión entre lo diseñado y su uso. Es decir, el desuso
del lugar o la utilización para otro fin del mismo lugar (véase García Mira y
colaboradores, 2005).
Los lugares pueden llegar a ser centrípetos o centrífugos, facilitando la
interacción social o inhibiéndola. Así encontramos edificios en los que el lugar
pensado (por el diseñador, por el arquitecto) para el encuentro social no
coincide con el que las personas finalmente acostumbran a utilizar. Todo ello
como consecuencia de no tener en cuenta los valores compartidos, las
preferencias, en definitiva, la integración del juicio del usuario en el sistema de
diseño y planificación.
En segundo lugar, a pesar de
que
las
ciudades
contexto
en
nacional
han
experimentado
cambios
en
movilidad
todavía
y
el
algunos
cuanto
a
la
accesibilidad,
estamos
en
la
prehistoria en cuanto a la
eliminación
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de
barreras
ambientales en la comunicación humana. Unas veces estas barreras se
derivan de la ausencia de una conciencia solidaria con los colectivos más
desfavorecidos en términos de accesibilidad o movilidad, que deriva
inevitablemente en barreras físicas o arquitectónicas de diversa consideración.
Otras, estas barreras ambientales se derivan de la propia estructura urbana del
territorio, configurada por la elevación del terreno, la iluminación o la
temperatura, entre otras.
Dentro de la primera categoría, podríamos citar una serie innumerable de
barreras físicas o arquitectónicas que hoy existen y afectan a personas con
dificultades de movilidad en muchas ciudades de España. El desarrollo no ha
sido igual, sino que ha estado condicionado por variables de tipo económico,
cultural e incluso histórico. Por otro lado, el desarrollismo producido en las
últimas décadas, bajo la influencia de la ley de oferta y demanda, así como el
principio de obtención del máximo beneficio que rige nuestro sistema
capitalista, ha producido en ocasiones auténticos contrasentidos urbanísticos,
en los que se ha ignorado al usuario, modificando su espacio visual, táctil y
auditivo, con influencia sobre la comprensión que aquel ha de hacer del
entorno, las pautas motoras que ha de desarrollar sobre él, así como sobre la
necesaria legibilidad que ha de permitir una integración cognitiva, facilitando el
modo en el que el individuo debe proyectar su comportamiento sobre el
entorno.
A pesar de ello, algunas medidas se han adoptado e incluyen la transformación
y acondicionamiento de aceras, la construcción de rampas y otros sistemas de
acceso a lugares públicos y viviendas privadas, la adopción de normas en
edificios e inmuebles, señales acústicas facilitadoras del cruce de la calzada
para ciegos, ascensores en centros escolares para alumnos con poca
movilidad, instrumentación diversa en centros educativos para facilitar procesos
de enseñanza, etc. Todo ello puede ser una muestra de la toma de conciencia
progresiva de este tipo de problemas por parte de la sociedad.
Es necesario señalar que a la luz de la experiencia llevada a cabo hasta el
momento, los resultados no son todo lo halagadores que podrían ser,
poniéndose de manifiesto la necesidad del establecimiento de programas
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integrales de eliminación de barreras de comunicación que consideren no
únicamente el contexto físico en el que se genera la barrera ambiental, sino
también el contexto social y cultural. Esto es, la toma de decisiones en el
ámbito de la Administración no puede centrarse únicamente en la eliminación
de un obstáculo que impida la movilidad, sino que debe considerar también el
cambio de actitudes necesario en la sociedad hacia los colectivos con
movilidad reducida o con necesidad de atención especial en la discapacidad.
Todo ello, plantea la conveniencia de establecer programas integrales y no
únicamente sectoriales que contemplen la sensibilización, información y
formación de profesionales, implicación de la Administración y medios de
comunicación en esta tarea, información a los afectados con el adecuado
señalamiento y publicidad.
2. VARIABLES SOCIALES Y CULTURALES
La consideración de un esquema integral nos lleva a considerar junto al análisis
del contexto ecológico, el análisis de las variables sociales y culturales. Durante
las últimas décadas han sido las ciudades las que mayor número de cambios y
transformaciones
han
experimentado
como
consecuencia
del
impulso
modernizador que ha querido inspirar el desarrollo urbanístico, debido a cambios
económicos, demográficos y de todo tipo. Pero este afán de modernización no ha
ido siempre acompañado de un modelo que respondiese a los crecientes
problemas y demandas ambientales que ha traido consigo la vida de cientos de
miles de personas en la ciudad. Analizar cómo el individuo percibe y vivencia la
vida en la ciudad no es fácil en términos generales, pues no hay dos individuos
cuyas experiencias sean idénticas, aunque existan similaridades incluso entre las
formas de vida más diferentes (véase García Mira, Sabucedo y Romay, 2002 y
2003).
La Psicología, sensible a estos problemas, y en su intento de contribuir al estudio
de los aspectos característicos de las relaciones entre el ambiente y la conducta
humana, y con objeto de descubrir esas similaridades, ha diseñado indicadores
sociales objetivos de las experiencias de los individuos utilizando distintas
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técnicas de aproximación a la percepción humana. El estudio de esas
características, centradas en la percepción y comprensión del medio ambiente
urbano, así como la descripción de las dimensiones más relevantes para la
explicación de las relaciones hombre-entorno, junto con la aplicación de diversas
técnicas metodológicas para la obtención de esas dimensiones, ha constituído el
objeto de una línea de investigación psicológica denominada "psicología
ambiental" (véase Jiménez Burillo y Aragonés, 1986; García-Mira, 1997; Gifford,
2007; Bechtel y Churchman, 2002).
Esta rama de la psicología, entre otros campos, ha
mostrado un interés creciente en la evaluación
ambiental urbana y en la necesidad de analizar la
calidad del ambiente percibido a través de enfoques
multidimensionales que han contribuído en los últimos
años a aportar algo más de luz sobre los modelos o
estructuras que explican la interacción de las
personas con el entorno (véase Canter, 1975).
El estudio de estos aspectos percibidos del ambiente urbano, comprendido dentro
del proceso psicosocial de la percepción ambiental ha acaparado el interés de la
investigación y ha estado centrado en la obtención de índices de calidad
ambiental percibida (ICAPs), (véase Crack y Zube, 1976) que, en estudios de
percepción del medio urbano, tienen su justificación, desde un punto de vista
aplicado, en los siguientes aspectos:
1) Favorecen la descripción de los aspectos más relevantes para los usuarios de
una ciudad, a partir de la consideración de sus propias necesidades
manifestadas, que nos pueden ser útiles para establecer tanto estándares de
calidad percibida y deseada, como estándares de ejecución de comportamientos
adaptativos.
2) Permiten el conocimiento de la respuesta social que puede provocar una
intervención que lleve consigo una transformación de los entornos ambientales
próximos, que supongan una alteración de los patrones físicos, funcionales o
sociales.
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3) Posibilitan la evaluación de los resultados de programas de intervención
ambiental desarrollados al amparo de reformas públicas de planes urbanísticos
que inciden en el diseño o la planificación de entornos a una escala mayor (ej.
barrios completos, o incluso la ciudad entera).
Todos estos aspectos constituyen
un
cúmulo
de
información
ampliamente valiosa en cuanto
permite la evaluación del impacto
social, y en definitiva, el objetivo es
ponerla a disposición de quien
toma las decisiones para que de
este modo sean los ciudadanos
mismos
quienes
fijen
los
estándares de bienestar que definan la calidad ambiental de su ciudad.
En esta pretensión, es de hacer notar la contribución que algunos arquitectos han
hecho reclamando una mayor relación entre la psicología ambiental y la
arquitectura, en la medida en que este tipo de índices proporcionan la evaluación
y el diagnóstico de las distintas estructuras urbanísticas (edificios, barrios,
ciudades construídas) desde el punto de vista del usuario, y ayudan a clarificar de
modo teórico y práctico el funcionamiento de la ciudad y sus edificios, lo que abre
un amplio abanico de campos de aplicación.
La interacción social con el ambiente
Las ciencias sociales y del comportamiento, por tanto, han adoptado como
nivel de análisis de la problemática ambiental urbana la interacción entre la
persona y su ambiente. Esto es, no sólo se da una influencia del medio sobre la
persona, sino que, recíprocamente, también existe una influencia de las
acciones personales sobre el entorno. En este sentido, se ha hecho un
esfuerzo creciente por profundizar en el desarrollo de modelos que expliquen
esta interacción. Dichos modelos tratan de analizar las dimensiones humanas
del comportamiento social hacia el ambiente.
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La consideración de variables sociales como elemento que contribuye a la
valoración, implica considerar las actitudes sociales humanas. Muchas de las
soluciones a los problemas ambientales que hoy favorecen o mantienen la
aparición de dificultades de adaptación entre las personas y su entorno, pasan
hoy por que las personas que han de adoptar decisiones en los distintos
ámbitos de la vida cotidiana, tanto institucionales como empresariales, cambien
su comportamiento habitual. Este cambio implica, por un lado, tener en
consideración que para cambiar las actitudes humanas es necesario tener en
cuenta aspectos tan importantes como las creencias, representaciones sociales
dominantes y valores que transmite nuestro sistema educativo, interesándonos,
por otro, por los modelos que analizan su relevancia en la formación de normas
de referencia que permitan que nos situemos en el lugar de otros cuando
analizamos las limitaciones o restricciones de tipo estructural que impiden a
otros el desarrollo de conductas efectivas de ajuste y adaptación al entorno
urbano construído y al sistema de ejecución en cada ámbito.
El papel de la educación y los valores
La educación social ha jugado y juega actualmente un papel importante en la
construcción de una conciencia pública sobre los problemas que el entorno
genera en algunos colectivos para permitir el ajuste adecuado entre la persona
y su entorno. Hemos de referirnos aquí a dos aspectos importantes. Por una
parte, fomentar el desarrollo de una mayor sensibilización con el medio urbano,
tanto natural como construído, y el modo en que éste se adapta a la pluralidad
de usuarios que en él desarrollan su vida, lo que quiere decir llegar a ser crítico
con las actitudes propias y llegar a plantearse cambios en la propia conducta.
Por otra parte, implica también el desarrollo de actitudes de interés por
fomentar en el ciudadano el deseo de participar en iniciativas tendentes a
mejorar el diseño ambiental o a participar en procesos de toma de decisiones o
de opinión pública sobre accesibilidad y movilidad.
Muchos programas tendentes a reducir las barreras existentes en la
comunicación humana, y a desarrollar una ética social y ambiental con este
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particular, no obstante, no han llegado a definir suficientemente qué es una
actitud o un comportamiento responsable social y ambientalmente con los
colectivos con movilidad reducida o con personas minusválidas o con grupos
con problemas de integración económica, social o profesional, que permita
favorecer, en definitiva, la transición al mercado de trabajo.
Es necesario, por tanto, hacer alguna
reflexión crítica sobre los valores y
asunciones que actualmente presiden la
filosofía y la práctica de tales programas.
Es verdad que hoy hay un mayor interés
y sensibilidad por estos colectivos de
personas, sin embargo este interés y
sensibilidad discurre en paralelo con un
sentimiento de impotencia y una incapacidad percibida para conectarse con
comportamientos concretos.
El sistema de creencias sociales
Nuestro sistema de creencias sobre el entorno, sobre el medio ambiente, está
inmerso en un sistema mayor de creencias sociales que tiende a caracterizar
los problemas ambientales como globales por naturaleza (que son percibidos a
distancia de nosotros) y a no situarlos en el ámbito local de la vida cotidiana
(véase Uzzell, 2000). Si lo que pretendemos es estimular al ciudadano a tomar
conciencia de los problemas de adaptabilidad que el entorno puede mostrar
para colectivos diferentes, es preciso hacerles ver la necesidad de llevar a cabo
acciones en el plano local. Para ello, es necesario fomentar a través de los
medios de comunicación e información locales, a través de la escuela y la
familia, un modo de interpretar los procesos ecológicos globales en su contexto
local, así como un nuevo modo de participar en la toma de decisiones. Desde
un punto de vista práctico, los ciudadanos tienen más ocasiones para influir en
los problemas locales. Además, los procesos de participación local bien
organizados, cuando conducen al éxito, tienen la ventaja y el potencial de
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poder sentar un precedente al proporcionar modelos de conducta para otros y
permitir la continuidad de los procesos de participación ciudadana en el diseño
del entorno.
Es preciso, por tanto, analizar adecuadamente qué valores, actitudes y
conductas sustentan nuestro conocimiento sobre el entorno. De este modo, es
posible conocer lo que debe ser reformulado tanto en el plano educativo como
en los programas cuyo objetivo esencial esté en la promoción de oportunidades
que permitan una vida independiente y una actividad facilitadora de la
necesaria adaptación de aquellas personas que presentan movilidad reducida,
minusvalía o discapacidad.
El enfoque de la educación orientada a la escuela no es suficiente. La
educación debe dirigirse a toda la sociedad, y el problema de dirigirse a la
sociedad hace que los científicos sociales sean imprescindibles y el análisis de
los valores sociales una prioridad.
El papel de la cultura
El análisis de los valores sociales nos conecta necesariamente con la cultura
de una sociedad. En el conjunto de actitudes y sensibilidades que caracteriza a
la cultura actual, el medio ambiente ocupa un lugar destacado, en gran medida
debido a la aparición de una preocupación generalizada por los aspectos
relacionados con la calidad de vida. Al menos eso es lo que cabría deducir de
los numerosos estudios de opinión que se interesan por conocer ese grado de
preocupación que la ciudadanía manifiesta ante una gran variedad de temas.
La calidad de vida es, no obstante, un concepto complejo porque, además de
los elementos objetivos que la configuran, es también una percepción subjetiva
que se deriva de una vivencia, de una experiencia vivida en interacción con los
miembros de nuestra comunidad, y con incidencia directa sobre el ambiente
físico, tanto natural como construído. En este sentido, podemos decir que el
concepto de calidad de vida tiene que ver con la manera en que se gestionan
los recursos, sobre la base de atender una demanda descontrolada de
consumo de tales recursos. Y es precisamente por esta razón, por el modo en
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que la calidad de vida se ve afectada, por la que el medio ambiente pasa a un
primer plano de la vida social y política, pero también de la propia cultura.
Hemos de considerar también, por otro lado, que esta cultura no puede ser
explicada sin recurrir a la dinámica globalizadora en la que estamos inmersos.
Y esta
globalización tiene que ver básicamente con la uniformización de ciertas pautas
y modos de actuación, en un principio en el ámbito económico y después en el
de las ideas, que representa, en realidad, una hegemonía de unos modelos
económicos y culturales sobre otros. Afortunadamente, en este aspecto, esa
dinámica globalizadora ha permitido desarrollar conceptos importantes en la
vida de las personas con mayores problemas de adaptación, que tienen que
ver con el acceso a la nueva sociedad del conocimiento, a la información, a la
percepción de los otros, o a la estandarización de los estilos de vida,
transformando el entorno social y construído mediante la introducción de
nuevas formas de interacción y de trabajo que no son del caso desarrollar aquí,
pero que tienen que ver con el teletrabajo o la teleeducación, que transforman
a un ritmo vertiginoso nuestra cultura organizativa, laboral, espacial y temporal.
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Conclusión
Son muchas las esferas de actuación en las que resulta de interés analizar
variables que explican el modo en que el individuo interacciona con su entorno
sociofísico. Y todas ellas, sin duda, resultan significativas para avanzar en el
conocimiento de ese ámbito, así como para mejorar el bienestar individual y
colectivo, conceptos inseparables del de calidad de vida. Pero de acuerdo con
nuestra tesis sobre el papel determinante de las actitudes sociales en la
generación, pero también en la solución de los problemas que el ambiente
presenta, el conocimiento de estas variables debe pasar a ocupar, sin ningún
tipo de dudas, un lugar especialmente destacado en la agenda de todo
especialista.
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Jiménez Burillo, F. ; Aragonés, J.I. (1986). Introducción a la Psicología
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