10 SEVILLA l CIUDAD l Diario de Sevilla DO l 3 l 6 l 2001 l Crónicas El ‘agujero’ del coliseo de la Cartuja. Las administraciones públicas prometen desde urbanas 1997 hacerse cargo de la deuda del Estadio, pero no reservan dinero en sus presupuestos oficiales La maldición financiera LA NORIA de Carlos Mármol El agujero financiero del coliseo de la Isla de la Cartuja, la extraordinaria obra civil en cuya construcción precipitó durante casi un lustro Alejandro Rojas Marcos al resto de instituciones públicas, ha alcanzado esta semana su máximo histórico: la redundante cifra de 30.000 millones de pesetas. Una cantidad asombrosa que contrasta con la escasa rentabilidad económica y social de la instalación: con independencia de los Mundiales de Atletismo del año 99 –que permitieron ofrecer a la ciudadanía una coartada oficial para justificar un proyecto personalista y, dadas las necesidades objetivas de la ciudad, probablemente innecesario–, apenas ha acogido en su ya larga historia algunos conciertos y encuentros de fútbol. Generalmente, además, casi todos ellos subvencionados. El déficit crónico es similar a la vida. O al tiempo: nunca, jamás, ■ Para un viaje tan corto, apenas duraron diez días los Mundiales de Atletismo, no hacían falta alforjas tan grandes se detiene. Su destino, salvo muerte súbita de quien lo padece, sea persona o empresa, que a veces ocurre, es continuar creciendo al ritmo que las agujas del reloj. Sin ingresos suficientes, cualquier inversión termina convirtiéndose en un gasto estéril. A mayor cantidad, ya podríamos quizás hablar –fundamentalmente a nivel semántico– de dispendio. El coste final del Estadio parece así, en caso de que las Administraciones públicas no pongan definitivamente pie en pared, condenado a multiplicarse hasta el infinito y, lo que sería más grave, podría hipotecar, siquiera parcialmente, la capacidad de inversión pública en la ciudad; un dinero absolutamente necesario para Sevilla –la viabilidad del futuro Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) depende en buena medida de estos fondos– y frecuentemente muy limitado por los compromisos políticos y las prioridades partidarias. ¿Cómo se ha llegado a una situación tan crítica? ¿Cómo, sobre todo, se puede poner freno a la maldición de los números rojos? La junta general de accionistas celebrada el lunes, un día aciago por diversos motivos, acordó que las administraciones públicas ampliaran su capital dentro de la sociedad que gestiona el coliseo –la entidad Estadio Olímpico S.A.– hasta algo más de 23.000 millones de pesetas. Esta operación financiera no supone más que ampliar el reparto de la deuda, un escenario que se veía venir –pero que algunos negaban– desde los tiempos en los que el consejo de administración del Estadio se reunía en un módulo de oficinas prefabricadas situadas más allá del Alamillo, en un solar yermo entre Sevilla y Santiponce. En aquella época era difícil llegar al Estadio. Hoy día, su silueta es visible desde todo el sector Norte de la ciudad. El problema es que casi nadie acude a sus instalaciones para algo más que para certificar el viejo refrán: para un viaje tan corto –apenas diez días duraron los Mundiales– no hacían falta alforjas tan caras y voluminosas. Algunos sueños de la razón producen monstruos de hormigón, cristal e hierro. Los sacos están ahora rotos. Mejor dicho: vacíos. La versión oficial de la empresa gestora del Estadio de la Cartuja, presidida por el concejal de Urbanismo, el andalucista Rafael Carmona, es que un acuerdo expreso de las instituciones permitirá hacer frente al crédito solicitado para pagar lo que se debe –que aún es mucho– y mantener una gestión que, en algunos casos concretos, como el de Zubizarreta, ahora, o el de Joaquín Blanco, antes, supone pagar a alguien 15 millones de pesetas al año por presidir un barco a la deriva que pudiera parecer hermoso –a un arquitecto quizás así se lo parezca– pero que difícilmente podrá encauzar a corto plazo un rumbo razonable. El coliseo de la Cartuja no se ha privado de nada: ni ha dejado de hacer contratos millonarios ni tampoco ha dejado de ser usado –en casos muy concretos y ciertos– como embajada personal. La realidad, sin embargo, insiste en augurar que serán los sevillanos quienes antes o después, probablemente durante las próximas décadas, tengan que renunciar a muchos de sus proyectos colectivos a cambio de soportar la inmensa losa de un coliseo al que a muchos todavía les molesta que no se le llame públicamente olímpico. Una pura cuestión semántica. Las administraciones públicas, que desde hace cuatro años prometen asumir su cuota de deuda pero no consignan dinero en sus cuentas anuales para hacer frente a estos pagos, tiñen su discurso de ambigüedad calculada. El Ayuntamiento hispalense es el único que por ahora ha cumplido. Pero se ha quedado muy corto: los 120 millones presupuestados para el año 2001 no suponen ni la mitad de los 371 que esta semana se ha comprometido públicamente a abonar ante el resto de socios. Las otras administraciones, en cambio, ni siquieran han sabido ser coherentes. La ingeniería financiera es una disciplina muy simple: consiste en disfrazar y complicar lo evidente. El dinero sale siempre del mismo lado: del bolsillo de los ciudadanos. Éste, empero, no es el principal problema. La cuestión de fondo es averiguar por qué en Sevilla, frente a lo que ocurre en otras muchas ciudades de su tamaño y envergadura, el dinero de todos sirve casi siempre justo para lo mismo: para sufragar los caprichos de los responsables políticos. , cmarmol@diariodesevilla.es 2 LAS CLAVES La factura de Carmelo Gómez Las recalificaciones detenidas La situación del Estadio de la Cartuja implica el riesgo de que se produzca una nueva crisis política entre los socialistas y los andalucistas, que comparten el gobierno de la ciudad. La insistente negativa del edil de Hacienda, Carmelo Gómez, a asumir la deuda municipal en relación la Estadio no sólo puede condicionar las relaciones de ambos socios políticos –que no pasan por un momento boyante–, sino también poner en una situación crítica a Emilio Carrillo, el portavoz del PSOE, enfrentado con Gómez por controlar el grupo municipal y marcar un estilo moderado en el seno del gabinete local. Por decirlo coloquialmente, hay dos salidas: o pagar o hacer un regalo. La primera opción resulta carísima. La segunda sentaría un precedente: un urbanismo en función de las necesidades de entidades particulares. Pero el único mecanismo para invertir la situación actual –un Estadio sufragado con dinero público, en lugar de un Estadio rentable para un inversor privado– es recuperar la vieja idea del estadio único: un coliseo común para Betis y Sevilla. Dada la cerrazón manifiesta de ambas entidades, la única zanahoria posible para ellos es el dinero. O lo que es lo mismo, la capacidad de producirlo con un lápiz. El urbanismo. el trastero Emilio Carrillo acerca posiciones con el PA Las trampas que el portavoz adjunto del PSOE y edil de Hacienda, Carmelo Gómez, tiende a Emilio Carrillo, el portavoz del grupo municipal socialista, han provocado que éste inicie en las últimas semanas una táctica de colaboración con los socios de gobierno –los andalucistas– con el objetivo de que algunos de los proyectos de sus áreas de gobierno –Economía, Empleo y Turismo– salgan adelante a nivel técnico incluso a pesar de los recortes presupuestarios, aparentemente casuales, que se deciden en el área local de Hacienda. El acercamiento de Carrillo ha sido interpretado en las filas andalucistas como una oportunidad ideal para hacer la guerra a Gómez –al que no le perdonan la última crisis municipal– sin armar mucho ruido. Los andalucistas vigilan de cerca al PP Cada uno celebra el ecuador del mandato municipal a su manera. Unos, preparando remodelaciones que no se sabe si llegarán a buen puerto; otros, fijándose un enemigo con vistas a las próximas elecciones municipales. Los andalucistas ya se han marcado quién: desde hace unas semanas insisten en sus críticas en los fallos que cometieron los ediles del PP cuando estuvieron –junto a ellos– en el gobierno municipal. Notables concejales del PA contemplan con preocupación la posibilidad de que Jaime Raynaud pudiera, finalmente, encabezar la candidatura del PP a las próximas municipales. El hecho de no ser conocido supone, curiosamente, una virtud más que un problema. Señor alcalde, Chaves al teléfono Alfredo Sánchez Monteseirín abandonó durante el último Pleno municipal la reunión de la Corporación para atender una importante llamada telefónica. Al parecer, su gabinete le informó de que desde San Telmo, sede de la Junta de Andalucía, se le requería con extrema urgencia. El tema de la conversación telefónica, que se prolongó hasta elpuntodetenerquedejarlapresidencia temporal de la sesión a Paola Vivancos, primera teniente de alcalde, no trascendió. La Corporación votaba ese día dos cuestiones trascendentales con un mismo protagonista: las dos cajas de ahorros sevillanas, futura Alcaja. Una era Puerto Triana. La otra, la propia fusión.