1 ELEMENTOS PARA EL ENJUICIAMIENTO CON PERSPECTIVA DE DERECHOS HUMANOS Y SU APLICACIÓN PRÁCTICA Ponente: Magistrado Doctor Jesús de Ávila huerta Órgano de adscripción: Tercer Tribunal Colegiado en Materia de Trabajo del Tercer Circuito con sede en Zapopan, Jalisco. Contacto: Correo electrónico jesusa@prodigy.net.mx Teléfono 3337778200 ext. 2380 y 2381 i.- Antecedentes. El diez de junio de dos mil once, se publicó en el Diario Oficial de la Federación un Decreto, que entró en vigor al día siguiente, por el que se modificó la denominación del Capítulo I del Título Primero y reformó diversos artículos, entre otros, el primero de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. A partir de lo anterior, los tres primeros párrafos de este precepto disponen: «Artículo 1º. En los Estados Unidos Mexicanos todas las personas gozarán de los derechos humanos reconocidos en esta Constitución y en los tratados internacionales de los que el Estado Mexicano sea parte, así como de las garantías para su protección, cuyo ejercicio no podrá restringirse ni suspenderse, salvo en los casos y bajo las condiciones que esta Constitución establece. Las normas relativas a los derechos humanos se interpretarán de conformidad con esta Constitución y con los tratados internacionales de la materia favoreciendo en todo tiempo a las personas la protección más amplia. Todas las autoridades, en el ámbito de sus competencias, tienen la obligación de promover, respetar, proteger y garantizar los derechos humanos de conformidad con los principios de universalidad, interdependencia, indivisibilidad y progresividad. En consecuencia, el Estado deberá prevenir, investigar, sancionar y reparar las violaciones a los derechos humanos, en los términos que establezca la ley.» Sobre el particular, importa destacar la obligación general contenida en dicha reforma sobre la obligación del Estado de promover, respetar, proteger y garantizar los derechos humanos, que debe verse en concordancia con el artículo 2 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos de dieciséis de diciembre de mil novecientos sesenta y seis — aprobado por el Senado de la República el dieciocho de diciembre de mil novecientos ochenta, según se observa del Diario Oficial de la Federación de nueve de enero de mil novecientos ochenta y uno— que estipula que: «1. Cada uno de los Estados Partes en el presente Pacto se compromete a respetar y a 2 garantizar a todos los individuos que se encuentren en su territorio y estén sujetos a su jurisdicción, los derechos reconocidos en el presente Pacto, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición social. 2. Cada Estado Parte se compromete a adoptar, con arreglo a sus procedimientos constitucionales y a las disposiciones del presente Pacto, las medidas oportunas para dictar las disposiciones legislativas o de otro carácter que fueren necesarias para hacer efectivos los derechos reconocidos en el presente Pacto y que no estuviesen ya garantizados por disposiciones legislativas o de otro carácter. 3. Cada uno de los Estados Partes en el presente Pacto se compromete a garantizar que: a) Toda persona cuyos derechos o libertades reconocidos en el presente Pacto hayan sido violados podrá interponer un recurso efectivo, aun cuando tal violación hubiera sido cometida por personas que actuaban en ejercicio de sus funciones oficiales; b) La autoridad competente, judicial, administrativa o legislativa, o cualquiera otra autoridad competente prevista por el sistema legal del Estado, decidirá sobre los derechos de toda persona que interponga tal recurso y desarrollará las posibilidades de recurso judicial; c) Las autoridades competentes cumplirán toda decisión en que se haya estimado procedente el recurso.» Debe verse también relacionado con la Convención Americana de Derechos Humanos “Pacto de San José”, aprobada por el Senado de la República el dieciocho de diciembre de mil novecientos ochenta, como se observa del Diario Oficial de la Federación del nueve de enero de mil novecientos ochenta y uno y cuyo decreto de promulgación fue publicado en ese medio el siete de mayo de mil novecientos ochenta y uno, el cual prevé lo siguiente: «Artículo 1. Obligación de Respetar los Derechos. 1. Los Estados Partes en esta Convención se comprometen a respetar los derechos y libertades reconocidos en ella y a garantizar su libre y pleno ejercicio a toda persona que 3 este sujeta a su jurisdicción, sin discriminación alguna por motivos de raza, color, sexo, idioma, religión, opiniones políticas o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición social. 2. Para los efectos de esta Convención, persona es todo ser humano.» ii.- 1. El enfoque de derechos humanos. A partir de lo anterior, es necesario fijar un enfoque abierto sobre la protección de los derechos humanos, como herramientas para el juzgador, bajo los aspectos siguientes. En líneas generales, el enfoque de derechos humanos implica un primer paso, que es reconocer que los sujetos de protección son titulares de derechos y que obligan al Estado, para con ello, cambiar el punto de partida de la existencia de personas que deben ser protegidas sino sujetos con derecho a demandar determinadas prestaciones y conductas que se perfilan en su perjuicio [sobre esta idea Victor Abramovich y Laura C. Pautassi. Página 16]. Para ello debe atenderse a los principios siguientes: [1. Luis Daniel Vázquez y Sandra Serrano. Páginas 137 a 164] : Universalidad.- Los derechos humanos deben ser vistos como exigencias éticas justificadas especialmente importantes por lo que deben ser protegidas eficazmente a través del aparato jurídico, por lo tanto deben ser reconocidos y garantizados por este. Pese a ello, la universalidad de los derechos se patentiza en que pese a no ser reconocidos por el sistema positivo nacional, se mantienen vigentes, fijada desde la vocación moral única de que todos los hombres deben ser considerados como fines y no como medios, por lo tanto, lo universal es la moralidad básica de los derechos más que estos mismos. Interdependencia.- Esta basado en el principio de que “ la existencia real de cada uno de los derechos humanos solo puede ser garantizada por el reconocimiento integral de todos ellos” por tanto, este concepto parte al menos de un par de relaciones; donde un derecho depende de otro derecho para existir y dos derechos son mutuamente 4 dependientes para su realización; por tanto, en materia de justiciabilidad deberá tomarse en consideración la dependencia entre derechos ya sea unidireccional o bidireccional, quedando prohibido ver los derechos humanos aislados y desvinculados de sus relaciones condicionantes. Indivisibilidad.- Implica una visión holística de los derechos humanos en la que todos se encuentran unidos ya no por razones de dependencia sino porque todos ellos forman una sola construcción, de modo que violándose uno de ellos impactara en el resto mas allá de su dependencia mediata o inmediata. Progresividad.- Entiende este principio que la efectividad de los derechos no se va a lograr de una vez y para siempre sino que se trata de un proceso que supone definir metas a corto, mediano y largo plazo. Por tanto, la progresividad implica el diseño de planes para avanzar hacia el mejoramiento de las condiciones de los derechos mediante el cumplimiento de dichos planes. Por tanto, el Estado, a partir de los conceptos definidos está obligado a a) Garantizar los niveles esenciales de los derechos humanos para lograr su plena efectividad b) Como un estándar de justiciabilidad está obligado a realizar un análisis de progresividad y no regresividad c) Prohibición de regresividad y razonabilidad en los derechos humanos d) Inversión de la carga probatoria como un estándar de interpretación y posibilidades de defensa del estado [Sobre los parágrafos anteriores ver Víctor Abramovich y Christian Courtis] ii. 2. Teoría del desempaque de los derechos humanos A partir de una visión de la teoría jurídica de los derechos humanos, si bien no es factible que exista una teoría de los derechos humanos, lo cierto es que existen importantes esfuerzos que posibiliten la construcción de una lectura conjunta de derechos y obligaciones [2. Sandra Serrano y Daniel Vázquez. Página 50]. Al hacer la separación, el análisis de las obligaciones a partir de sus contenidos y alcances, se 5 hace posible establecer un marco analítico que aborde a los derechos humanos de una manera más completa y precisa. El ejercicio más evidente sobre el particular es el desarrollado por Paul Hunt en el informe sobre discapacidad mental E/CN.4/2005/51 de diez de febrero de dos mil cinco [3. Sandra Serrano y Daniel Vazquez. Página 36], antiguo Relator de las Naciones Unidas Para el Derecho al Disfrute del Nivel más Alto de Salud (2002-2008), llamada teoría del desempaque (unpacking) de los derechos y obligaciones que conlleva el derecho a la salud, donde Hunt desarrolló un marco analítico que facilita la compresión y aplicación práctica a políticas, programas y proyectos relacionados con ese derecho. A partir de lo anterior, es factible sistematizar el contenido obligacional de los derechos humanos desde una propuesta construida sobre la teoría jurídica dividiéndolas en cuatro categorías, a saber: A) Obligaciones generales - Respetar, proteger, garantizar y promover B) Deberes de verdad, justicia y reparación. C) Elementos esenciales - Disponibilidad, accesibilidad, calidad y aceptabilidad D) Principios de aplicación - Contenido esencial, progresividad y prohibición de regresión y máximo uso de recursos disponibles i) Entiéndase como obligaciones generales; 1.- Respetar.- como la obligación más inmediata y básica de los derechos humanos pues corresponde a no interferir con o poner en peligro los derechos, con la finalidad de mantener el goce del derecho y que su cumplimiento sea inmediatamente exigible cualquiera que sea la naturaleza del mismo. El Estado cumple esta obligación por medio de abstenciones y se desentiende por medio de acciones. 2.- Proteger.- obligación dirigida a los agentes estatales en el marco de sus respectivas funciones para crear el marco jurídico y la maquinaria institucional para prevenir las violaciones a derechos humanos cometidas, ya sea por particulares o agentes del estado, mediante aparatos de prevención y algunos mecanismos de exigibilidad. 6 3.- Garantizar.- No solo tiene el objetivo de mantener el disfrute de los derechos sino que obliga a mejorarlo y restituirlo en caso de violación. Se exige entonces una conducta positiva del Estado para asegurar la realización del derecho. 4.- Promover.- Proveer a las personas toda la información necesaria para asegurarse que sean capaces de disfrutar de sus derechos o derecho humano. Constituye pues una obligación del Estado de que las personas conozcan sus derechos y los mecanismos para lograr su defensa y sepan como ejercer mejor sus derechos. ii) Como deberes 1.- De verdad.- Está relacionado con la restitución y la investigación de la violación a los derechos humanos, en la medida que el ejercicio efectivo de ellos implica que estos sean restituyan ante su violación y por la investigación de ese evento. 2.- Justicia.- Consistente en la sanción a las personas o entes violadores de derechos humanos pues no se trata de efectuar la investigación sino que se castigue a quien obstaculizó o violó el derecho combatiendo la impunidad. 3.- Reparación.- Constituye el mecanismo que repare o vuelva al goce de sus derechos humanos al sujeto que le fueron violados ya sea por un particular o ente del estado, el cual deberá ser completo y suficiente. iii) Elementos esenciales 1.- Disponibilidad.- implica garantizar la suficiencia de los servicios, instalaciones, mecanismos, procedimientos, o cualquier otro medio por el cual se materializa un derecho para toda la población 2.- Accesibilidad.- Pretende asegurar que los medios por los cuales se materializa un derecho sean accesibles a todas las personas, sin discriminación alguna, bajo el esquema de cuatro dimensiones: a. la no discriminación.- proteger grupos en estado de vulnerabilidad b. accesibilidad física.- acercamiento de los medios al que los necesita c.la accesibilidad económica. -Asequibilidad- que implica protección contra una posible carga desproporcionada 3.- Aceptabilidad.- Consiste en que el medio y los contenidos elegidos para materializar el ejercicio de un derecho sean aceptables por las personas a quienes estén dirigidos lo que implica el reconocimiento de especificidades y por consecuencia 7 la flexibilidad necesaria para que los medios implementados respecto de un derecho sean modificados de acuerdo con las necesidades de los grupos a los que van dirigidos. 4.- Calidad.- Pretende que se asegure que los medios y contenidos por los cuales se materializa un derecho tengan los requerimientos y propiedades aceptables para cumplir con esa función. iv) De aplicación: 1.- Contenido esencial.- Consiste en identificar los elementos mínimos que el Estado debe proveer a cualquier persona de forma inmediata sin contraargumentaciones fácticas de imposibilidad aduciendo escasez de recursos o elementos semejantes. 2.- Progresividad y prohibición de regresión.- Al existir obligaciones de cumplimiento inmediato independientemente del derecho de que se trate, debe procurarse implementar otras que impliquen una gradualidad para lograr su plena efectividad; es decir, que los derechos humanos codificados en los tratados internacionales no son más que un mínimo dejando en manos del Estado su progresión a través de medidas concretas orientadas hacia el cumplimiento de las obligaciones, en un ámbito de gradualidad y progreso 3.- Prohibición de regresividad. Implica que una vez logrado el avance en el disfrute de los derechos el Estado no podrá, salvo en ciertas circunstancias disminuir el nivel alcanzado, el cual debe observarse en las leyes, políticas públicas, decisiones judiciales y en general en toda conducta estatal que afecte derechos 4.- Máximo uso de recursos disponibles.- Directamente relacionado con los principios de no regresividad y progresividad, implica que el Estado ponga en juego todos los recursos disponibles para que los derechos humanos sean vistos bajo los principios antes señalados, al máximo de su uso y disponibilidad a efecto de observar los derechos humanos de manera progresiva y no regresiva. iii.- Como Juzgar un caso de discriminación iii.- 1 El control de convencionalidad ex oficio 8 De lo relatado se obtiene que a partir del once de junio de dos mil once, los tratados internacionales sobre derechos humanos en los que el Estado Mexicano sea parte, tienen el mismo nivel de la Constitución Federal, porque existe una interrelación funcional entre ambos. Entonces, conforme a este nuevo marco se ha integrado un bloque de constitucionalidad donde las normas de la Ley Fundamental se complementan con las disposiciones de los Tratados Internacionales en materia de Derechos Humanos como normas supremas del Estado Mexicano, en el que se entiende que los derechos fundamentales no únicamente se encuentran previstos en la Constitución, ya que también se contemplan en los instrumentos de mérito, pues el texto fundamental expresamente establece un sistema en donde, sin lugar a dudas, coloca en el mismo rango jerárquico a los derechos fundamentales que contempla, con los que contienen los instrumentos internacionales. Máxime si el “Pacto de San José” reitera el deber del Estado de respetar los derechos y libertades reconocidos en ella y a garantizar su libre y pleno ejercicio a toda persona que esté sujeta a su jurisdicción, sin discriminación alguna por motivos de raza, color, sexo, idioma, religión, opiniones políticas o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición social y consagra como un Derecho Humano el de la protección judicial al establecer el derecho a un recurso sencillo y rápido ante los jueces o tribunales competentes, que ampare contra actos que violen sus derechos fundamentales reconocidos por la Constitución, la ley o la convención. Aunado a lo anterior, la reforma constitucional que se menciona consagró el deber de las autoridades estatales de interpretar la Constitución y los Tratados acorde a las normas que estos ordenamientos establecen. El Estado Mexicano, reconoció la competencia contenciosa de la Corte Interamericana la que fue publicada en el Diario Oficial de la Federación el 8 de diciembre de mil novecientos noventa y ocho, de ahí que la Convención debe interpretarse de acuerdo con los lineamientos que ella establece, entre otros, la interpretación que haga la propia Corte en su jurisprudencia, de conformidad con los artículo 33 y 66 a 68 de la propia Convención. 9 A partir de lo anterior se obtiene que el Poder Judicial debe ejercer un control de convencionalidad ex officio, ya que, todas las autoridades del país, dentro del ámbito de sus competencias, se encuentran obligadas a velar no sólo por los derechos humanos contenidos en los instrumentos internacionales firmados por el Estado mexicano, sino también por los derechos humanos contenidos en la Constitución Federal, adoptando la interpretación más favorable al derecho humano de que se trate, lo que se entiende en la doctrina como el principio pro persona. Particularmente al caso de la función jurisdiccional, se justifica porque está indicado en la última parte del artículo 133 en relación con el artículo 1º, en donde los jueces están obligados a preferir los derechos humanos contenidos en la Constitución y en los Tratados Internacionales, aun a pesar de las disposiciones en contrario establecidas en cualquier norma inferior. iii.- 2. El principio pro persona Ahora bien, nuestro orden jurídico constitucional reconoce los derechos humanos de todas las personas relativos no sólo a la igualdad ante la ley, a la no discriminación, a la dignidad del ser humano, a la libertad de trabajo o actividad laboral, etcétera; sino también de que la finalidad del régimen se traduce, conforme con el principio pro homine, en procurar el mayor beneficio para el hombre, esto es, para que esos derechos se garanticen y protejan de la manera más amplia posible. Como antes se concluyó, en la Carta Magna se observa que el reconocimiento de los derechos humanos en ella previstos y todos los consignados en los tratados internacionales de los que México sea parte, tienen el más alto rango constitucional; que su ejercicio no podrá restringirse ni suspenderse sino en los casos y con las condiciones que en ella se prevean; además, contiene reglas para su interpretación al disponer que se deberá favorecer en todo tiempo a las personas la protección más amplia y, que las autoridades, en el ámbito de sus competencias, tienen la obligación de promover, respetar, proteger y garantizar los derechos humanos de conformidad con los principios de universalidad, interdependencia, indivisibilidad y progresividad; incluso se fija la obligación del Estado de prevenir, investigar, sancionar y reparar las violaciones a los derechos 10 humanos. Luego, como el propio poder reformador de la Constitución estableció, que con esta adecuación se pretende hacer un reconocimiento pleno y total de los derechos humanos e instituir obligaciones para el estado de garantizar su tutela y protección, es claro que reconoce el principio pro persona, como rector para determinar el contenido y buscar la protección más amplia de esos derechos. Este principio tiene dos variantes: una, según la cual puede considerarse como una preferencia interpretativa, es decir, ante dos o más interpretaciones válidas y razonables, el intérprete debe preferir la que más proteja al individuo u optimice un derecho fundamental, dentro de la cual quedan incluidos los principios de favor libertatis, in dubio pro operario, in dubio pro vita, in dubio pro reo, etcétera; y otra, como preferencia normativa, conforme con la cual si pueden aplicarse dos o más normas a un determinado caso, el operador debe preferir la que más favorezca a la persona, independientemente de la jerarquía entre ellas. iii.- 3. La interpretación mediante el control de convencionalidad Sobre la mecánica para abordar el denominado control de convencionalidad, de acuerdo con la condena al Estado mexicano en el caso Rosendo Radilla Pacheco, así como la aplicación del 1º de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, a partir de su reforma, publicada en el Diario Oficial de la Federación el diez de junio de dos mil once, destaca lo siguiente: Previamente a desaplicar una norma ordinaria debe realizarse una interpretación conforme que armonice ésta con los derechos humanos de la Constitución y los instrumentos internacionales y sólo en el caso que no se logre, entonces, procede que las autoridades jurisdiccionales la desapliquen. La primera guía que los juzgadores deben tener en cuenta, se ubica en la ejecutoria del expediente varios 912/2010 del Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. En su párrafo 30, se observa que: «. . .el control de convencionalidad ex oficio en materia de derechos humanos debe ser 11 acorde con el modelo general de control establecido constitucionalmente, pues no podría entenderse un control como el que se indica en la sentencia que analizamos si el mismo no parte del control de constitucionalidad general que se desprende del análisis sistemático de los artículos 1º y 133 de la Constitución y es parte de la esencia de la función judicial.» En esa determinación, en lo relativo al control de convencionalidad, para fijar el modo de cumplir con el contenido del párrafo 339 de la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en el caso Rosendo Radilla Pacheco contra el Estado Mexicano, se resolvió lo siguiente: «33. De este modo, este tipo de interpretación por parte de los jueces presupone realizar tres pasos: A) Interpretación conforme en sentido amplio. Ello significa que los jueces del país, al igual que todas las demás autoridades del Estado mexicano, deben interpretar el orden jurídico a la luz y conforme a los derechos humanos establecidos en la Constitución y en los tratados internacionales en los cuales el Estado mexicano sea parte, favoreciendo en todo tiempo a las personas la protección más amplia. B) Interpretación conforme en sentido estricto. Ello significa que cuando hay varias interpretaciones jurídicamente válidas, los jueces deben, partiendo de la presunción de constitucionalidad de las leyes, preferir aquélla que hace a la ley acorde a los derechos humanos establecidos en la Constitución y en los tratados internacionales en los que el Estado mexicano sea parte, para evitar incidir o vulnerar el contenido esencial de estos derechos. C) Inaplicación de la ley cuando las alternativas anteriores no son posibles. Ello no afecta o rompe con la lógica del principio de división de poderes y del federalismo, sino que fortalece el papel de los jueces al ser el último recurso para asegurar la primacía y aplicación efectiva de los derechos humanos establecidos en la Constitución y en los tratados internacionales de los cuales el Estado mexicano es parte.» De lo antes transcrito se obtiene que el control de convencionalidad no sea un modelo de control de las normas jurídicas, sino un método de interpretación para lograr la mayor 12 protección de un derecho. Lo anterior, pues en la resolución de mérito se consideró en el párrafo 29, que los jueces no pueden hacer una declaración general sobre la invalidez de la norma o expulsarla del orden jurídico, que son contrarias a los derechos humanos previstos en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y los tratados (lo que sí sucede en los medios de control constitucionales previstos en los artículos 103, 105 y 107 constitucionales), lo que están autorizados a realizar para aplicar ese método de interpretación (control de convencionalidad) es ". . .dejar de aplicar las normas inferiores dando preferencia a los contenidos de la Constitución y de los tratados en esa materia. . .". En efecto, el método de interpretación tiene como finalidad encontrar la interpretación más favorable al derecho humano de que se trate, por esa razón, en el párrafo 33 citado se establece cómo debe hacerse ese método de control convencional. De este modo, la interpretación "control de convencionalidad" sigue permitiendo la armonía del sistema jurídico, así como salvaguardando la seguridad jurídica, pues ". . .en ningún momento supone la eliminación o el desconocimiento de la presunción de constitucionalidad de las leyes, sino que, precisamente, parte de esta presunción al permitir hacer el contraste previo a su aplicación. . .". Lo anterior, porque en el citado párrafo 33, la Suprema Corte de Justicia de la Nación definió cómo debe utilizarse ese método (control de convencionalidad), al tener como eje la interpretación conforme, de acuerdo con el segundo párrafo del artículo 1º de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Así, en la resolución referida se especifica que los jueces deben realizar tres pasos, para cumplir con la interpretación “control de convencionalidad”, a saber: i) Interpretación conforme en sentido amplio, esto es, interpretar el orden jurídico, a la luz de las normas de derechos humanos constitucionales y previstos en instrumentos internacionales, para lograr la protección más amplia de los mismos y; por ende, de las personas. 13 ii) Interpretación conforme en sentido estricto, es decir, cuando existen varias interpretaciones jurídicamente válidas de una norma, se debe elegir aquella que hace a la norma acorde a los derechos humanos establecidos en la Constitución y los instrumentos internacionales. iii) Inaplicación de la norma, sólo en el caso en el que no es posible armonizar ésta a los derechos humanos de la Constitución y de los instrumentos internacionales. Así, los órganos jurisdiccionales para determinar si en un caso una norma nacional es contraria a los derechos humanos, deben partir de la presunción de constitucionalidad, mediante la interpretación conforme en tres pasos, como lo precisó la Suprema Corte de Justicia de la Nación, expresando en la fundamentación y motivación de su acto, el sustento de su decisión de inaplicar la norma ante la imposibilidad de armonizarlas con un derecho humano constitucional o previsto en un instrumento internacional, de acuerdo con sus interpretaciones, definidos por los órganos estatales o internacionales con competencia para ese efecto. Al respecto, en la sentencia varios 912/2010, la Suprema Corte estableció lo siguiente: «21. De este modo, los jueces nacionales deben inicialmente observar los derechos humanos establecidos en la Constitución Mexicana y en los tratados internacionales de los que el Estado mexicano sea parte, así como los criterios emitidos por el Poder Judicial de la Federación al interpretarlos y acudir a los criterios interpretativos de la Corte Interamericana para evaluar si existe alguno que resulte más favorecedor y procure una protección más amplia del derecho que se pretende proteger. Esto no prejuzga sobre la posibilidad de que sean los criterios internos aquellos que cumplan de mejor manera con lo establecido por la Constitución en términos de su artículo 1º, lo cual tendrá que valorarse caso por caso a fin de garantizar siempre la mayor protección de los derechos humanos.» iv.- Un caso particular para juzgar con perspectiva de derechos humanos. iv.- 1.- Sobre el derecho humano a la igualdad y no discriminación. 14 ¿Tienen los policías derecho a recibir salarios caídos pese a no tener estabilidad en el empleo? El artículo 1º, párrafos primero y quinto, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, señala que en el país: ". . .todas las personas gozarán de los derechos humanos reconocidos en esta Constitución y en los tratados internacionales de los que el Estado Mexicano sea parte, así como de las garantías para su protección, cuyo ejercicio no podrá restringirse ni suspenderse, salvo en los casos y bajo las condiciones que esta Constitución establece. . ." y prohíbe la discriminación en los siguientes términos: "Queda prohibida toda discriminación motivada por origen étnico o nacional, el género, la edad, las discapacidades, la condición social, las condiciones de salud, la religión, las opiniones, las preferencias sexuales, el estado civil o cualquier otra que atente contra la dignidad humana y tenga por objeto anular o menoscabar los derechos y libertades de las personas". En lo que respecta al principio de igualdad y no discriminación, el numeral 26 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, dispone: «Todas las personas son iguales ante la ley y tienen derecho sin discriminación a igual protección de la ley. A este respecto, la ley prohibirá toda discriminación y garantizará a todas las personas protección igual y efectiva contra cualquier discriminación por motivos de raza, color, sexo, idioma, religión, opiniones políticas o de cualquier índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición social.» Los artículos 1, 3, 24 y 29, inciso b), de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, suscrita en la conferencia especializada Interamericana sobre Derechos Humanos, prevén: «Artículo 1. Obligación de respetar los derechos. 1. Los Estados partes en esta convención se comprometen a respetar los derechos y libertades reconocidos en ella y a garantizar su libre y pleno ejercicio a toda persona que esté sujeta a su jurisdicción, sin discriminación alguna por motivos de raza, color, sexo, idioma, religión, opiniones políticas o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición social. 2. Para los efectos de esta convención, persona es todo ser humano. 15 Artículo 3. Derecho al reconocimiento de la personalidad jurídica. Toda persona tiene derecho al reconocimiento de su personalidad jurídica. Artículo 24. Igualdad ante la ley. Todas las personas son iguales ante la ley. En consecuencia, tienen derecho, sin discriminación, a igual protección de la ley. Artículo 29. Normas de Interpretación. Ninguna disposición de la presente convención puede ser interpretada en el sentido de: ... b) limitar el goce y ejercicio de cualquier derecho o libertad que pueda estar reconocido de acuerdo con las leyes de cualquiera de los Estados partes o de acuerdo con otra convención en que sea parte uno de dichos Estados.» De los preceptos antes transcritos se obtiene que el principio de igualdad y no discriminación consagrado en la Ley Fundamental y las disposiciones de los Tratados Internacionales en materia de Derechos Humanos, forma parte del bloque de constitucionalidad; de ahí que el Estado tiene la obligación de no introducir en su ordenamiento jurídico regulaciones discriminatorias, de eliminar de dicho ordenamiento las que existan y de combatir esas prácticas. Por eso, en lo que atañe a la Convención Americana y al Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, el Estado mexicano se comprometió a lo siguiente: a) Respetar los derechos y libertades, reconocidos en ambos instrumentos, así como a garantizar su libre y pleno ejercicio a toda persona sujeta a su jurisdicción sin discriminación por cualquier motivo, causa o condición social. b) Reconocer a todo individuo la personalidad jurídica, entendida como un atributo del ser humano. c) Dar trato igual a las personas, concediéndoles los mismos derechos y obligaciones, sin distinción alguna. d) No interpretar alguna disposición de la Convención para limitar el goce y ejercicio de cualquier derecho o libertad reconocida en las leyes del país. 16 De los dispositivos también se observa que el principio de igualdad constituye un derecho que protege a su titular frente a los comportamientos discriminatorios de los poderes públicos y que, por ende, es alegable ante cualquier diferenciación de trato no suficientemente justificada, a efecto de que esa igualdad sea restaurada y cobre plena eficacia normativa. Sin embargo, es importante hacer referencia a que no toda distinción de trato puede considerarse, por sí misma, violatoria de dicho principio; de ahí que debe buscarse un criterio que permita determinar si una diferencia de trato, relacionada, por supuesto, con el ejercicio de uno de los derechos y libertades de que gozan las personas, atenta contra el principio de igualdad y no discriminación. Sobre el tema, la Segunda Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación ha establecido que la igualdad normativa presupone necesariamente una comparación entre dos o más regímenes jurídicos, ya que un régimen jurídico no es discriminatorio en sí mismo, sino únicamente en relación con otro. De modo que, el control de convencionalidad de normas que se estiman violatorias del principio de igualdad, no se reduce a un juicio abstracto de adecuación entre la norma impugnada y el precepto constitucional o convencional que sirve de parámetro, sino que incluye otro régimen jurídico que funciona como punto de referencia a la luz de un término de comparación relevante para el caso concreto. Por tanto, el primer criterio necesario para analizar una norma a la luz del principio de igualdad consiste en elegir el término de comparación apropiado, que permita confrontar a los sujetos desde un determinado punto de vista y, con base en éste, establecer si se encuentran, o no, en una situación de igualdad respecto de otros individuos sujetos a diverso régimen y si el trato que se les da, con base en el propio término de comparación, es diferente. De ello se obtiene que, en caso de que los sujetos comparados no sean iguales o no sean tratados de manera desigual, no haya violación al derecho en cuestión. El criterio anterior se encuentra contenido en la tesis de jurisprudencia 2a./J. 42/2010, 17 publicada en el Semanario Judicial de la Federación, Novena Época, Tomo XXXI, abril de 2010, página 427, cuya sinopsis dice: «IGUALDAD. CRITERIOS QUE DEBEN OBSERVARSE EN EL CONTROL DE LA CONSTITUCIONALIDAD DE NORMAS QUE SE ESTIMAN VIOLATORIAS DE DICHA GARANTÍA. La igualdad normativa presupone necesariamente una comparación entre dos o más regímenes jurídicos, ya que un régimen jurídico no es discriminatorio en sí mismo, sino únicamente en relación con otro. Por ello, el control de la constitucionalidad de normas que se estiman violatorias de la garantía de igualdad no se reduce a un juicio abstracto de adecuación entre la norma impugnada y el precepto constitucional que sirve de parámetro, sino que incluye otro régimen jurídico que funciona como punto de referencia a la luz de un término de comparación relevante para el caso concreto. Por tanto, el primer criterio para analizar una norma a la luz de la garantía de igualdad consiste en elegir el término de comparación apropiado, que permita comparar a los sujetos desde un determinado punto de vista y, con base en éste, establecer si se encuentran o no en una situación de igualdad respecto de otros individuos sujetos a diverso régimen y si el trato que se les da, con base en el propio término de comparación, es diferente. En caso de que los sujetos comparados no sean iguales o no sean tratados de manera desigual, no habrá violación a la garantía individual. Así, una vez establecida la situación de igualdad y la diferencia de trato, debe determinarse si la diferenciación persigue una finalidad constitucionalmente válida. Al respecto, debe considerarse que la posición constitucional del legislador no exige que toda diferenciación normativa esté amparada en permisos de diferenciación derivados del propio texto constitucional, sino que es suficiente que la finalidad perseguida sea constitucionalmente aceptable, salvo que se trate de una de las prohibiciones específicas de discriminación contenidas en el artículo 1o., primer y tercer párrafos, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, pues respecto de éstas no basta que el fin buscado sea constitucionalmente aceptable, sino que es imperativo. La siguiente exigencia de la garantía de igualdad es que la diferenciación cuestionada sea adecuada para el logro del fin legítimo buscado; es decir, que la medida sea capaz de causar su objetivo, bastando para ello una aptitud o posibilidad de cumplimiento, sin que sea exigible que los medios se adecuen estrechamente o estén diseñados exactamente para lograr el fin en comento. En este sentido, no se cumplirá el requisito de adecuación cuando la medida legislativa no 18 contribuya a la obtención de su fin inmediato. Tratándose de las prohibiciones concretas de discriminación, en cambio, será necesario analizar con mayor intensidad la adecuación, siendo obligado que la medida esté directamente conectada con el fin perseguido. Finalmente, debe determinarse si la medida legislativa de que se trate resulta proporcional, es decir, si guarda una relación razonable con el fin que se procura alcanzar, lo que supone una ponderación entre sus ventajas y desventajas, a efecto de comprobar que los perjuicios ocasionados por el trato diferenciado no sean desproporcionados con respecto a los objetivos perseguidos. De ahí que el juicio de proporcionalidad exija comprobar si el trato desigual resulta tolerable, teniendo en cuenta la importancia del fin perseguido, en el entendido de que mientras más alta sea la jerarquía del interés tutelado, mayor puede ser la diferencia.» iv.- 2.- Igualdad de trato a trabajadores del estado. Del análisis sistemático de las fracciones que integran el apartado B del artículo 123 de la Constitución Federal, se obtienen los derechos que tienen los trabajadores al servicio del Estado, así como las normas básicas que deben ser aplicables a sus relaciones de trabajo y que será materia de regulación pormenorizada a través de la ley reglamentaria correspondiente. En el propio precepto magno el Constituyente clasificó a los trabajadores al servicio del Estado en dos sectores, que son: a) De base y, b) De confianza. En ese sentido, la fracción XIV, del apartado B, del artículo 123, constitucional, al establecer expresamente que la ley determinará los cargos que serán considerados de confianza y que las personas que los desempeñen disfrutarán de las medidas de protección al salario y de seguridad social, está limitando algunos derechos a ese tipo de trabajadores, entre los cuales el más importante es el establecido en la fracción IX donde se estipula la estabilidad o inamovilidad en el empleo, así como el derecho a sindicalizarse a que se refiere la fracción X, los cuales reserva para los trabajadores de base. 19 No obstante tales limitaciones, que son excepcionales, los trabajadores de confianza tienen reconocidos sus derechos laborales por el propio apartado B del artículo 123 de la Constitución Federal, cuya fracción XIV establece que gozarán de los derechos derivados de los servicios que prestan en los cargos que ocupan, esto es, de la protección al salario, que no puede ser restringido, sino por el contrario, que debe hacerse extensivo a las condiciones laborales de cualquier trabajador donde queda incluido el pago de prestaciones tales como el salario ordinario, aguinaldo, quinquenio, entre otras, así como los derechos derivados de su afiliación al régimen de seguridad social, que son medidas protectoras de carácter general, dentro de las cuales se incluyen, entre otros derechos, el pago de salarios caídos en caso de un despido injustificado. Entonces, aun cuando la estabilidad en el empleo no resulta aplicable a todos los trabajadores de los Poderes de la Unión, ambos, de base o de confianza, gozan de las normas protectoras del salario y de los beneficios de seguridad social. Así mismo, en su regulación a los servidores públicos precisados en la fracción XIII de ese apartado B, que se refiere a militares, marinos, miembros de cuerpos de seguridad y personal del servicio exterior, señaló que se regirán por sus propias leyes, de donde se obtiene la intención del Constituyente y del Poder Revisor, de establecer un régimen de excepción de los miembros de las instituciones policiales, en razón a la importancia de su eficaz funcionamiento para la sociedad mexicana excluyendo expresamente a los miembros de los cuerpos de seguridad pública y policías de la aplicación de las normas que rigen las relaciones del Estado con sus trabajadores y, entre ellas, el derecho a la estabilidad en el empleo. De ello se sigue que la relación jurídica entre el ente estatal y un agente del servicio público de seguridad pública es una relación, no de trabajo, sino administrativa. Además, el precepto consigna específicamente un impedimento, en cuanto a la posibilidad de reinstalar a miembros de corporaciones policiales, que obedece a una intención expresa del Poder Revisor de la Constitución, de no permitir que permanezca en una institución policial un individuo previamente removido del cargo, sin importar, sea cual sea el resultado del juicio o medio de defensa legal que éste promueva para impugnar su 20 remoción. Es decir, la disposición constitucional de referencia enfatiza el principio de que los miembros de las corporaciones policíacas carecen del derecho a la estabilidad y a la continuación en el empleo, aunque sí conservan el de indemnización, ante una baja declarada nula ya sea judicial o administrativamente. Ese tópico ya fue resuelto por la referida Segunda Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación en la tesis de jurisprudencia 2a./J. 103/2010, visible en la página 310, Tomo XXXII, julio de 2010, de la Novena Época del medio oficial de difusión, del rubro y texto que enseguida se reproducen: «SEGURIDAD PÚBLICA. LA PROHIBICIÓN DE REINSTALAR EN SU CARGO A LOS MIEMBROS DE LAS INSTITUCIONES POLICIALES, PREVISTA POR EL ARTÍCULO 123, APARTADO B, FRACCIÓN XIII, DE LA CONSTITUCIÓN GENERAL DE LA REPÚBLICA, REFORMADO MEDIANTE DECRETO PUBLICADO EN EL DIARIO OFICIAL DE LA FEDERACIÓN EL 18 DE JUNIO DE 2008, ES APLICABLE EN TODOS LOS CASOS, INDEPENDIENTEMENTE DE LA RAZÓN QUE MOTIVÓ EL CESE. Del citado precepto constitucional se advierte que los miembros de las instituciones policiales podrán ser separados de sus cargos si no cumplen con los requisitos de permanencia o si incurren en responsabilidad, con la expresa previsión de que si la autoridad resolviere que la separación, remoción, baja, cese o cualquier otra forma de terminación del servicio fue injustificada, el Estado sólo está obligado a pagar la indemnización y demás prestaciones a que tengan derecho, sin que en ningún caso proceda su reincorporación, cualquiera que sea el resultado del juicio o medio de defensa que se hubiere promovido. De lo anterior se sigue que a partir de la aludida reforma la prohibición de reincorporación es absoluta, lo que se corrobora con el análisis del proceso relativo del que deriva que el Constituyente Permanente privilegió el interés general por el combate a la corrupción y la seguridad por encima de la afectación que pudiere sufrir el agraviado la que, en su caso, se compensaría con el pago de la indemnización respectiva, por lo que independientemente de la razón del cese tiene preferencia la decisión del Constituyente de impedir que los miembros de las corporaciones policíacas que hubiesen causado baja se reincorporen al servicio.» 21 Como se observa del precedente obligatorio transcrito, el texto de la Constitución establece que en los casos de baja de policías, la prohibición de reincorporación es absoluta, en virtud de que el interés general por el combate a la corrupción y el derecho a la seguridad están por encima de la afectación que pudieren sufrir dichas personas y que, además, se compensa con el pago de la indemnización respectiva. Al respecto, el Máximo Tribunal de la República ha establecido que esa medida constitucional se adoptó en congruencia con los principios del derecho internacional, particularmente en los artículos 9, punto 1, del Convenio 87 sobre la Libertad Sindical y la Protección del Derecho de Sindicación, aprobado el diecisiete de junio de mil novecientos cuarenta y ocho; y 1, puntos 2 y 3, del Convenio 151 sobre la Protección del Derecho de Sindicación y los Procedimientos para Determinar las Condiciones de Empleo en la Administración Pública aprobado el veintisiete de junio de mil novecientos setenta y ocho, ambos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en los que se recomendó la no inclusión como trabajadores estatales de militares, marinos, cuerpos de seguridad pública en los derechos laborales, como también se les excluyó de los derechos de estabilidad por las características peculiares de sus servicios públicos cuyo objeto es el establecimiento del orden, la estabilidad y defensa de la nación, o para su imagen interna, cuyo control requiere de una rígida disciplina jerárquica de carácter administrativo, una constante vigilancia y una movilidad de los cargos y servidores públicos en razón de las necesidades que se susciten para el Estado y que representa una medida de orden constitucional a la fecha y que reconoce la Suprema Corte de Justicia de la Nación en la jurisprudencia del Tribunal en Pleno P./J. 24/95, publicada en el Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época, Tomo II, septiembre de 1995, página 43, de rubro: "POLICÍAS MUNICIPALES Y JUDICIALES AL SERVICIO DEL GOBIERNO DEL ESTADO DE MÉXICO Y DE SUS MUNICIPIOS. SU RELACIÓN JURÍDICA ES DE NATURALEZA ADMINISTRATIVA". Así se observa de la tesis de jurisprudencia 1a./J. 106/2010 de la Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, consultable en la página 372, Tomo XXIII, enero de 2011, de la Novena Época del Semanario, intitulada: "POLICÍA FEDERAL MINISTERIAL. SUS AGENTES PERTENECEN CONSTITUCIONALMENTE A UN 22 RÉGIMEN ESPECIAL DONDE NO PUEDE RECLAMARSE LA POSIBLE AFECTACIÓN A DERECHOS LABORALES COMO EL DE ESTABILIDAD EN EL EMPLEO O CARGO O INMUTABILIDAD DE LAS CONDICIONES DE PERMANENCIA". Hasta aquí se obtiene que la Constitución Federal otorga tratamiento distinto a los miembros de los cuerpos de seguridad pública, excluyéndolos de la aplicación de los derechos laborales de los trabajadores del Estado, particularmente carecen del derecho a la estabilidad en el empleo. No obstante, en congruencia con lo dispuesto en el artículo 1º constitucional, los miembros de las instituciones policiales Federales, Estatales o Municipales gozan de las garantías individuales consagradas constitucionalmente; de ahí que las disposiciones que rigen las relaciones con los elementos pertenecientes a los servicios de seguridad pública está condicionada en su validez, en consecuencia, al respeto del contenido de las garantías de igualdad y de no discriminación del artículo 1º constitucional. Es así, toda vez que cuando el artículo 1º, tercer párrafo, de la Constitución Federal, prevé que está prohibida toda discriminación, ello significa que el principio de igualdad y de no discriminación por razón de la condición de policía miembro de los cuerpos de seguridad pública, es vinculante para todos los poderes públicos, lo que incluye al legislador en la regulación de las relaciones entre las instituciones policíacas y los individuos que la integran. Sin embargo, a pesar de la aplicabilidad de las garantías de igualdad y de no discriminación para tales sujetos frente al legislador, debe subrayarse que el ámbito de las instituciones policiales —en cuanto régimen de excepción—, justifica una distinta forma de regular el ejercicio de tales derechos constitucionales, por lo que está autorizado para establecer diferenciaciones por su condición de miembros de los cuerpos de seguridad pública para garantizar su eficacia, así como la protección de la integridad de sus miembros y de terceras personas. En efecto, el derecho a la igualdad y a la no discriminación que se obtiene del artículo 1º constitucional no puede significar que el legislador en materia de seguridad pública tiene 23 que colocar a todos en las mismas posiciones jurídicas, ni que tenga que procurar que todos presenten las mismas propiedades naturales y se encuentren en las mismas situaciones fácticas. Empero, el principio de igualdad no puede permitir toda diferenciación y toda distinción —incluso en el ámbito de las fuerzas de seguridad—; en consecuencia, aquél será violado cuando para la diferenciación legal o para el tratamiento legal igual —según el caso—, no es posible encontrar una razón suficiente que surja de la naturaleza de la materia regulada o que, de alguna otra forma, sea concretamente comprensible, es decir, cuando la diferenciación sea desproporcional, injustificada o arbitraria, lo que es aplicable incluso a la legislación emitida para regular lo relativo a los cuerpos de seguridad pública. En otras palabras, los miembros de las instituciones policiales se encuentran, hasta cierto punto, en un régimen de excepción respecto de las condiciones en que prestan sus labores y que esto obedece a la importancia que tiene el eficaz funcionamiento que de ellas se requiere para beneficio de la sociedad, derivado de lo previsto en el artículo 123, Apartado B, fracción XIII, constitucional; no obstante, esa sola circunstancia no autoriza a estimar que los cuerpos de seguridad pública no gozan de los derechos fundamentales o humanos reconocidos en la Constitución, como el derecho a la no discriminación, al trato igualitario, a la libertad de trabajo, etcétera, por consiguiente, para realizar el balance entre aquellos fines y los derechos destacados, no debe soslayarse la naturaleza de éstos, ni las condiciones de excepción que imperan para su restricción o privación. Por eso, aun cuando de manera administrativa y no laboral, los miembros de las instituciones policíacas prestan un servicio al Estado, la circunstancia de que las relaciones entre éste y aquéllos se regulen en un régimen legal distinto al de los demás trabajadores de los Poderes de la Unión, no implica que el Estado no deba garantizar y respetar los derechos humanos de todos sus funcionarios públicos, pues la situación jurídica relevante es que todos prestan un servicio. Sobre el tema del principio de igualdad y no discriminación, consagrados en la Constitución y la Convención, la propia Corte Interamericana de Derechos Humanos en la Opinión Consultiva OC-18/03, de diecisiete de septiembre de dos mil tres, párrafos 133 y 24 134, relativa a los derechos de los trabajadores migrantes, ha establecido que los derechos laborales surgen necesariamente de la condición de trabajador, entendida ésta en su sentido más amplio. Toda persona que vaya a realizar, realice o haya realizado una actividad remunerada, adquiere inmediatamente la condición de trabajador y, consecuentemente, los derechos inherentes a dicha condición, por lo que la condición de una persona —en ese caso la calidad de migrante— no puede constituir, de manera alguna, una justificación para privarla del goce y ejercicio de sus derechos humanos, entre ellos los de carácter laboral. Entonces, el parámetro mínimo internacional sobre el tema es que cualquier persona que preste un servicio —trabajo en sentido amplio—, tiene derecho a desempeñarlo en condiciones dignas y justas y recibir como contraprestación una remuneración que permita a ellos y sus familiares gozar de un estándar de vida digno. Por lo antes expuesto, la interpretación armónica, sistemática y correlacionada de las anteriores disposiciones normativas, permite concluir que el término de comparación idóneo entre los sujetos antes mencionados (trabajadores al servicio del Estado y los miembros de las instituciones policiales), radica en que ambos prestan un servicio al Estado y gozan de los derechos humanos de los funcionarios públicos, de las normas protectoras del salario y de los beneficios de seguridad social. En efecto, aun cuando los trabajadores al servicio del Estado se rigen por normas laborales que son inaplicables en la relación entre los miembros de instituciones policiales y el Estado, por ser ésta de naturaleza administrativa, lo relevante es que ambos prestan un servicio al Estado a cambio de un salario tratándose de los primeros y una remuneración diaria ordinaria en el caso de los segundos, pues uno de los más elementales derechos de los seres humanos es el de ocupación como una forma de proveerse de recursos económicos para la manutención personal y de la familia, por lo que lo relevante del caso no es bajo qué régimen se regula la prestación de sus servicios al Estado, sino en la circunstancia de que los prestan. Así, una vez establecido el parámetro a partir del cual se analizará la situación en la que se encuentran los trabajadores al servicio del Estado y los miembros de los cuerpos de 25 seguridad pública, es momento de proceder a verificar si entre ellas existe un tratamiento diferenciado en cuanto al derecho a ser resarcidos por el Estado, cuando la autoridad jurisdiccional determine que el acto de la separación, remoción, despido o cese, fue injustificado o ilegal. Al respecto, se observa que el artículo 43, fracción III, de la Ley Federal de los Trabajadores al Servicio del Estado, Reglamentaria del Apartado B del Artículo 123 Constitucional, a la que por disposición del numeral 116, fracción VI, de la propia Norma Fundamental, deben sujetarse las legislaturas de los Estados al expedir leyes que regulen las relaciones de trabajo entre los últimos y sus trabajadores, dispone que se deberán cubrir el pago de sueldos o salarios caídos si el trabajador fue despedido injustificadamente. A este respecto, cabe señalar que se conoce como “salarios caídos” a aquellos que debió percibir el trabajador si se hubiese desarrollado normalmente la relación de trabajo, desde la fecha en que fue despedido o desde que se separó del trabajo, por causa imputable al patrón hasta que se cumplimente el laudo que ordenó la reinstalación o el pago de las indemnizaciones, ya que estos salarios son la única forma de resarcir a los empleados públicos de los daños y perjuicios que sufren al ser cesados injustamente. Consecuentemente, si existe un tratamiento diferenciado entre los trabajadores de los Poderes de la Unión y los miembros de las instituciones policiales Federales, Estatales y Municipales, en cuanto a que los primeros sí se les concede el derecho al pago de un concepto como forma de resarcir a los empleados públicos de los daños y perjuicios que sufren al ser cesados injustamente tratándose de un cese injustificado y a los segundos no, ello es inconvencional. Ello porque si bien válida, no la diferenciación persigue una finalidad constitucionalmente es adecuada para el logro del fin legítimo buscado ni guarda una relación razonable con el fin que se procura alcanzar. Sobre el particular, se considera que no se colman los supuestos que autorizan la privación del derecho de un miembro de los cuerpos de seguridad pública al pago de las 26 remuneraciones diarias ordinarias que dejó de percibir en caso del cese injustificado, pues no hay racionalidad en que por pertenecer a ese grupo, se le deba suprimir el derecho a que se le cubran los daños y perjuicios causados con la baja o remoción debido a causas ajenas al impetrante. Ello es así, toda vez que si un miembro de las instituciones policiales fue separado de su empleo sin percibir algún salario por causa no imputable a él y el Estado no acredita los motivos del cese, debe reparar el daño producido por la falta en que incurrió, pues el servidor público durante la tramitación del juicio, por regla general, se encuentra desprotegido, sin percibir algún salario para satisfacer sus necesidades. Sobre todo, porque es indudable que aun cuando los miembros de las instituciones policíacas son empleados públicos nombrados mediante actos condición, que por virtud del artículo 123, apartado B, fracción XIII, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos fueron excluidos de los derechos laborales de los trabajadores del Estado, particularmente del derecho a la estabilidad en el empleo, las legislaturas de los Estados a efecto de regular sus relaciones con éstos deben acatar el principio básico relativo a la indemnización tratándose de separación injustificada del empleo y, por ende, el derecho del servidor al pago de las remuneraciones diarias ordinarias que dejó de percibir, pues esto último no tiende a proteger la estabilidad en el empleo de un servidor público; por consiguiente, aquella circunstancia no es un elemento objetivo que pueda servir de base para privar al quejoso del derecho a su pago. Así lo ha considerado la Segunda Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación al resolver los amparos directos en revisión 888/2011 y 1051/2011, en sesiones de veinticinco de mayo y veintidós de junio de dos mil once, al sostener que si bien la reforma constitucional privilegió el interés general de la seguridad pública sobre el interés particular, pues a la sociedad le interesa contar con instituciones policiales honestas, profesionales, competentes, eficientes y eficaces; la prosecución de ese fin constitucional no debe estar secundado por violación a los derechos de las personas, ni debe llevarse al extremo de permitir que las entidades policiales cometan actos ilegales en perjuicio de los derechos de los servidores públicos, sin la correspondiente responsabilidad administrativa del Estado. 27 Por eso, consideró que la separación, remoción o cese de un miembro de alguna institución policial, calificado como injustificado por resolución firme de una autoridad jurisdiccional, no sólo representa un acto fuera de la legalidad, sino también privativo de uno de los más elementales derechos de los seres humanos: el de ocupación como una forma de proveerse de recursos económicos para la manutención personal y de la familia. De ahí que, concluyó, como la prohibición absoluta de reincorporar a los miembros de instituciones policiales persigue una finalidad superior en el sistema de seguridad pública a nivel nacional, cuando se resuelva injustificada la separación, remoción o cese, el Estado tiene la obligación de resarcir de manera integral el derecho del que se vio privado el servidor público, mediante el pago de la indemnización respectiva y de las remuneraciones diarias ordinarias, beneficios, recompensas, estipendios, asignaciones, gratificaciones, premios, retribuciones, subvenciones, haberes, dietas, compensaciones, o cualquier otro concepto que el servidor público dejó de percibir por la prestación de sus servicios, desde el momento en que se concretó la separación y hasta que se realice el pago correspondiente. Tampoco es necesaria la medida, ya que la prohibición absoluta de reincorporar a los miembros de instituciones policiales persigue una finalidad superior en el sistema de seguridad pública a nivel nacional, cuando se resuelva injustificada la separación, remoción o cese, el Estado tiene la obligación de resarcir de manera integral el derecho del que se vio privado el servidor público, mediante el pago de la indemnización respectiva y de las remuneraciones diarias ordinarias, beneficios, recompensas, estipendios, asignaciones, gratificaciones, premios, retribuciones, subvenciones, haberes, dietas, compensaciones, o cualquier otro concepto que el servidor público dejó de percibir por la prestación de sus servicios, desde el momento en que se concretó la separación y hasta que se realice el pago correspondiente. Por lo que si bien la diferenciación legal pretende perseguir, en principio, una finalidad constitucionalmente legítima, que se traduce en garantizar la eficacia de los cuerpos de seguridad pública de la entidad, así como la protección de la integridad de sus miembros y de terceras personas, no podría constituir la causa de privación o afectación del derecho al pago de las remuneraciones diarias ordinarias que dejó de percibir en caso de cese 28 injustificado, pues en nada incide en el debido funcionamiento del servicio que prestan los miembros de las instituciones policíacas. En esas condiciones, menos puede concebirse acreditada la exclusión del derecho desde el aspecto de la proporcionalidad en estricto sentido, dado que la privación del derecho del quejoso a ser indemnizado de las remuneraciones diarias ordinarias que dejó de percibir en caso de un cese injustificado, frente a la mínima afectación que se pudiera producir al régimen de exclusión que opera para tales servidores públicos, no guarda concordancia, pues el derecho a ser resarcido de manera integral en el derecho del que se vio privado el servidor público mediante el pago de los conceptos dejados de percibir en virtud de un acto fuera de la legalidad, no se vincula con la estabilidad en el empleo de que constitucionalmente carece. Así, al aplicarse a los policías cualquier ordenamiento de esa naturaleza que niega el derecho a esas prestaciones, implica hacer una discriminación por su condición , pues por esa sola circunstancia se le priva del derecho al pago de las remuneraciones diarias ordinarias que dejó de percibir, cuando no existe razón que valide dicha medida, además, se le da un alcance privativo a la norma contenida en el artículo 123, Apartado B, fracción XIII, de la Constitución Federal, que realmente no tiene, pues en él sólo se les excluye de los derechos laborales de los trabajadores del Estado, particularmente del derecho a la estabilidad en el empleo; en cambio, se soslayan los principios normativos fundamentales de derecho a la indemnización legal en caso de cese injustificado, que se contienen en dicho precepto. Por lo anterior, se contravienen los principios de universalidad (ante el sesgo discriminatorio que puede darse a la norma secundaria aplicada, con la consecuente privación del derecho al pago de salarios caídos ); el de interdependencia, porque con esa medida se deja de atender a los derechos de libertad de trabajo, de no discriminación, a la dignidad de la persona, así como el de tutela judicial efectiva, pues es menester respetar y proteger todos estos derechos que se encuentran vinculados; finalmente, el de progresividad, porque la Suprema Corte de Justicia de la Nación ha definido que normas de ese tipo, pueden generar un trato discriminatorio y, por ende, deben considerarse contrarias a la convencionalidad, lo que conduce bien a hacer esa declaratoria e 29 interpretarla de manera que sea conforme con la Constitución y los derechos humanos o, a dejarla de aplicar para hacer prevalecer esto último con miras, se insiste, en la más amplia protección de dichos derechos. 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Opinión Consultiva 18/2003 Corte Interamericana de Derechos Humanos. 19 de septiembre de 2003. Ius 1917-2012 Suprema Corte de Justicia de la Nación. Dirección de Complicación y Sistematización de Tesis. 31