Blanco, David Daniel

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David Blanco
La guerra contra el pensamiento
Frecuentemente, al conversar entre jóvenes acerca del estudio de carreras científicas,
se nota un rechazo popular hacia el tema. Las ciencias, conocimientos exactos y razonados de
las cosas por sus principios y causas, dejaron de ser un atractivo para la juventud, para
convertirse en el dolor de cabeza de los jóvenes. Las respuestas más comunes a la pregunta
“¿Por qué no te gustaría seguir una carrera científica?” suelen ser: “son carreras largas y
aburridas” o “no tienen salida laboral”, lo que denota un gran rechazo hacia el estudio de lo
que nos construye, algo que despierta una gran preocupación.
Como todas las actitudes tienen razones en que basarse, el rechazo hacia las ciencias
tiene también sus causas.
La importancia que tiene la enseñanza de materias científicas en las escuelas se ha
perdido. En gran parte de los colegios no tienen horas cátedra materias como Física o
Biología, cursos que resultan fundamentales para entender las ciencias naturales. Es entonces
cuando los alumnos pierden conocimiento de ellas y sin él no puede haber interés en el
estudio de esas materias (¿Cómo podría interesarme algo que ni siquiera conozco?).
Lentamente la ignorancia toma terreno en la batalla contra la razón.
A pesar de esto las personas tomamos constantemente contacto con lo referido a la
ciencia: al jugar con un imán, al ver un arco iris, cuando utilizamos los electrodomésticos en
las actividades cotidianas, etc. Lo que sucede es que muchas veces se pierde el interés por
saber cómo funcionan las cosas. En un mundo en donde los conflictos humanos abundan, la
gente está demasiado ocupada pensando en sus problemas individuales como para poder
concentrarse en otras cosas que razonar. Lentamente la vida comienza a ser una rutina y el
humano deja de pensar. Ese es uno de los puntos básicos por los cuales se pierde el interés
natural de investigar. La libertad de elección individual resulta ser, para muchos, más
importante que las necesidades de la sociedad y de la industria.
También influye, en forma determinante, la manera de enseñar las ciencias. Intentando
realizar una constructiva, pienso que por los profesores pasa gran parte de la responsabilidad
por la cual un alumno no elige una carrera científica. De hecho, mi caso puede servir de
ejemplo para fundamentar la afirmación anterior. Durante años ignoraba la Física. Era para mí
una materia más que debía ser cursada y aprobada, no me despertaba ninguna atracción. Este
año estoy participando en la Olimpíada Local de Física y estoy totalmente convencido de que
mi cambio repentino de pensamiento se debe a uno de mis profesores de Física.
“Tradicionalmente, en la enseñanza de las ciencias dominaba un planteamiento sólo atento a
la transmisión de conocimientos: el profesor elaboraba contenidos que el alumno recibía
pasivamente, muchas veces con indiferencia, complementados ocasionalmente por la
realización de prácticas en laboratorio, no menos expositivas y cerradas”. Hoy la enseñanza
con los alumnos debe ser completamente diferente a ese modelo. Tiene que haber
participación comprometida del profesor y los alumnos, intercambio de ideas y
cuestionamientos mutuos para perfeccionar la enseñanza y el aprendizaje. Es realmente
gratificante para un estudiante sentir que su profesor se interesa por él, y es muy bueno que
existan educadores que comprendan que no todos los chicos son iguales y que tienen diversas
formas para explicar la materia y lograr que todo el grupo la entienda. Un alumno que aprende
un tema se incentiva (quizás inconscientemente) a continuar estudiando. Lo único que logran
aquellos profesores que enseñan las ciencias, bajo el modelo tradicional de recepción de
conocimientos elaborados, es sumar frustraciones a la mente de los alumnos, provocando así
que ellos terminen abandonando la materia.
Como un ejemplo hace referencia, a un caso concreto (el mío, en esta oportunidad),
pienso que es importante mencionar que en mi entorno escolar pude hallar opiniones similares
sobre este tema. Además rescaté opiniones de Jean Piaget (1896-1980), un psicólogo y
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pedagogo suizo, conocido por sus trabajos sobre el desarrollo de la inteligencia en los niños.
“La aplicación de las teorías de Piaget a la enseñanza de la ciencia como reacción contra la
enseñanza tradicional memorística se fundamentó en el denominado aprendizaje por
descubrimiento. Según la concepción del aprendizaje por descubrimiento, es el propio alumno
quien aprende por sí mismo si se le facilitan las herramientas y los procedimientos necesarios
para hacerlo.” Resulta, entonces importante que el alumno pueda acceder a esas herramientas
y procedimientos (brindadas por los profesores) para que la tendencia en los estudiantes no
sea reproducir conocimientos sino razonar las respuestas; lograr que se transforme el nivel de
pensamiento y aplicar los conocimientos.
Hoy se debe enseñar ciencia con gran calidad, pero y sobre todo, buscando la equidad,
es decir, que las grandes masas de la población mundial se beneficien con su aprendizaje y no
sólo una elite. Enseñar y aprender ciencias teniendo en cuenta la igualdad de géneros.
“La enseñanza de las ciencias debe preparar a las alumnas y alumnos para comprender
y vivir en la globalización a que tiende el mundo de hoy, ya que esta agrava más las
diferencias entre los países ricos y los pobres, como por ejemplo, las redes científicas y
tecnológicas que unen los centros de investigación y las grandes empresas de todo el mundo.
Sobre todo participan en la red los que tienen algo que aportar, información o financiación,
mientras que los actores de los países más pobres (...) pueden verse excluidos.”
Otra parte de la responsabilidad es, sin duda, del Estado Nacional. Gran parte de la
población (no sólo en Argentina sino al nivel mundial) considera que los sueldos y las
posibilidades de hacer carrera en el área científica no son muy favorables. Se debe crear desde
el gobierno un gran incentivo hacia los jóvenes para estudiar las carreras científicas, sea por
medio de becas, creación de puestos laborales que requieran esos estudios, facilitación de
materiales de trabajo a las escuelas, etc. El Estado ideal, según Platón (428 - 347 a.C.), uno de
los pensadores griegos más originales e influyentes en toda la historia de la filosofía
occidental, se compondría de tres clases. La estructura económica del Estado reposaría en la
clase de los comerciantes, la seguridad, en los militares, y el liderazgo político sería asumido
por los reyes-filósofos. La clase de una persona vendría determinada por un proceso educativo
que empieza en el nacimiento y continúa hasta que esa persona ha alcanzado el máximo grado
de educación compatible con sus intereses y habilidades. Los que completan todo el proceso
educacional se convierten en reyes-filósofos. Son aquellos cuyas mentes se han desarrollado
tanto que son capaces de entender las ideas y, por lo tanto, toman las decisiones más sabias.
En realidad, el sistema educacional ideal de Platón está, ante todo, estructurado para producir
reyes-filósofos. Un país que no promueve el desarrollo de la ciencia queda entonces
sumergido en un profundo vacío intelectual, atado a intereses extranjeros y pierde contacto
con la realidad.
La tercera parte importante que constituye la negativa hacia el estudio de las carreras
científicas es responsabilidad del alumno. Se trata de que la respuesta, ya sea afirmativa o
negativa, proviene de cada estudiante. Muchas veces, entre los jóvenes, aparece el temor a ser
ridículo, a “ir en contra de la masa”, a opinar en forma diferente que la mayoría de las
personas. Uno se siente condicionado y con miedo a ser “aislado” del resto, y por satisfacer
una imagen exterior se termina dejando de hacer lo que a uno realmente le interesa. Es por
ello que es importantísima la capacidad de decisión y la personalidad que posee cada
individuo, para poder lograr un avance personal y no frustrarse uno mismo (dejando de hacer
lo que le gusta) para ser aceptado por una sociedad que analiza y juzga con una lupa todas las
conductas individuales.
Además, se asocia constantemente al estudio de carreras científicas con el hecho de
estar encerrado en un laboratorio todos los días, un concepto que depende de cada individuo y
de aspiraciones como persona. El tiempo puede administrarse y el hecho de hacer una cosa no
impide que se pueda hacer también otra. Miremos nuestra vida: estudiamos, trabajamos, nos
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divertimos, hacemos deportes, descansamos. El tiempo sobra, lo que falta es la voluntad;
capacidad de elegir entre caminos distintos de acción y actuar según la elección tomada. Y
eso es muy importante no sólo a la hora de elegir qué estudiar sino en todo momento de la
vida.
Finalmente, después de haber analizado algunas de las causas por las cuales el estudio
de carreras científicas tiene cada vez menos chicos incorporados, se puede arribar a la
conclusión de que hace falta una compenetración más profunda entre los actores del proceso
educativo: el Estado (promoviendo el desarrollo de la investigación científica y funcionando
como mediador entre los estudiantes y los educadores), los profesores (intentando lograr que
los chicos aprendan a razonar, para que pueda afrontar cualquier decisión que tengan que
tomar en la vida - sin la necesidad de “saberlo de memoria”, sino pensando -) y los alumnos
(quienes deberán aceptar la realidad que les corresponde: reconstruir un mundo cada vez más
desbastado; y aprovechar el esfuerzo que los seres de su entorno hicieron y hacen por lograr
un progreso en su vida).
Quizás, con el transcurso del tiempo, se recupere ese interés histórico del ser humano
hacia lo que lo compone y rodea.
David Blanco
Bibliografía y Material Auxiliar
Ø Enciclopedia Microsoft® Encarta® 2002. © 1993-2001 Microsoft Corporation.
Ø “¿Por qué nuestros jóvenes se mantienen al margen de las carreras científicas? Nuevos
datos para toda Europa”
http://europa.eu.int/comm/research/press/2001/pr0612en.html
Ø “Una concepción desarrolladora de la motivación y el aprendizaje de las ciencias” Por el Dr. José Zilberstein Toruncha.
zilber@rimed.cu
jos_zilberstein@yahoo.com.mx
Ø “Becas de Estado, ¿Subsidios sin sentido?” por Juan Carlos Miranda Arroyo Lunes en
la Ciencia, 26 de febrero del 2001
http://www.jornada.unam.mx/2001/feb01/010226/cien-arroyo.html
Ø Diccionario Universal Tutor – Edición 1995
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