Día del Idioma y Día Internacional del Libro

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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE HONDURAS
DIRECCIÓN EJECUTIVA DE GESTIÓN DE TECNOLOGÍA
SISTEMA BIBLIOTECARIO
23 de Abril
Día del Idioma y Día Internacional del Libro
Introducción
El 23 de abril en que se conmemora el Día del
Libro y del Idioma, el Sistema Bibliotecario de la
Universidad Nacional Autónoma de Honduras,
realizó el Concurso de Cuento Corto, con el
objetivo fundamental de fomentar la lectura, así
como de explorar la creatividad e ingenio en los
estudiantes de las distintas carreras de la UNAH.
Se presentan a continuación los tres lugares ganadores:
Primero, Segundo y Tercer Lugar; escogidos por ajustarse a los parámetros que se definieron
en las Bases del Concurso con respecto a originalidad, redacción, presentación y ortografía.
Estos cuentos estarán disponibles para consulta en un solo ejemplar en el acervo bibliográfico
de Colección Hondureña de Biblioteca Central, como un reconocimiento a lo nuestro. En
anexo del mismo se incluirán los relatos de los demás participantes como un estímulo para los
estudiantes que dedicaron tiempo y esfuerzo para desarrollar su creatividad.
Integran el Jurado en esta ocasión los connotados escritores: Eduardo Bähr, Mayra Roxana
Falck Reyes, Henry Mancía; quienes después de leer, analizar y evaluar los contenidos de las
participaciones al Concurso de Cuento Corto, acuerdan:
1. Conceder el PRIMER LUGAR al cuento “EL MUNDO SE HA VUELTO MÁS
RÁPIDO” del participante Delmer Joel Manzanarez Álvarez, con el seudónimo
LEMPIRA. Delmer Joel es estudiante de la carrera Informática Administrativa.
Considera el Jurado que este relato cumple con los requisitos de ser un cuento de gran
interés, tiene un buen manejo del lenguaje y se considera una anécdota interesante y
sugestiva. Es una historia de actualidad vista con madurez. Un texto ameno y
sorprendente. Rescata valores.
2. Conceder el SEGUNDO LUGAR al cuento “CAMILA” de la participante Skarleth
Mariela Aguilera Osorto, con el seudónimo ARTEMISA. Skarleth Mariela es
estudiante de Odontología. Mezcla algo de mitología con la realidad de una persona
que vuelve al pasado. Un relato de buen contenido, buena redacción, además de trama
interesante.
3. Conceder el TERCER LUGAR al cuento “EL SUEÑO” del estudiante Luis Alfredo
Villa Rodríguez, con el seudónimo Luigi. Luis Alfredo es estudiante de la carrera
Ingeniería Eléctrica Industrial. Considera el jurado que el relato da una mirada
importante al valor de los libros. Está escrito con agilidad, buen hilo de pensamientos,
gran interés y buena redacción.
Género: Cuento Corto
NOMBRE Y SEUDÓNIMO
OBRA
El mundo se ha vuelto
más rápido
Camila
Mil cosas para hablar
con Dios
El sueño, de Alemán
Él quien murió
Recorrido por los
pensamientos de una
mente caótica
La adolescencia de
Daniel
El Sueño
Fantasma
Delmer Joel Manzanarez Álvarez
Informática Administrativa
Seudónimo: Lempira
Skarleth Mariela Aguilera Osorto
Odontología
Seudónimo: Artemisa
Carmen Melissa Sandoval Zerón
Odontología
Seudónimo: EOS
José Ventura Martínez Alemán
Informática Administrativa
Seudónimo: Valentín Alemán
David Ernesto Bonilla Martínez
Odontología.
Seudónimo: Dante Damián MB
Nolvia Pamela Zúniga Herrera
Arquitectura
Seudónimo: Analía Velmop
Jerzy Alfredo Amador Rosa
Sociología
Sudónimo: Spinoza
Luis Alfredo Villa Rodríguez
Ingeniería Eléctrica Industrial
Seudónimo: Luigi
Mirna Denise Toledo Escoto
COMENTARIO
Es la historia de la actualidad vista
por una persona mayor, es un texto
ameno y sorprendente. Rescata
valores.
Mezcla algo de mitología con la
realidad de una persona que vuelve al
pasado.
Es una historia de cómo lograr
fuerza y valorar la vida.
Es una historia real de formas de ver
la realidad por medio de los sueños y
el dolor que eso provoca.
Mezcla de ayuda familiar, realidad de
disparos al aire y mucha sincronía con
el más allá. Su redacción brinda buena
posibilidad de comprender el texto.
Es una mezcla de realidad una mente
especial, los párrafos son largos pero
la historia es real.
Parece una historia real que mezcla la
realidad de la juventud.
Da una mirada importante al valor de
los libros. Escrito con agilidad y buen
hilo de pensamientos.
Es una historia que mezcla la realidad
Medicina
Seudónimo: Mideto
Historia de dos que
jamás terminan
Roldán Armando Enamorado Irías
Estudiante de Derecho
Seudónimo: Samuel Franco
El Reto
Sadia Lorena Quiroz Hernández
Seudónimo: Lo
Claudia Lenina Lanza Rodríguez
Buenos días
de la inseguridad y un alma que no se
va. Tiene problemas de redacción, es
buena historia.
Es una historia de amor con una
mezcla a la vida universitaria. Una
oportunidad de dar vida a la realidad
de la UNAH.
Los cuentos de vida, nostalgia, amor y mucha realidad.
La vida nos ofrece oportunidades infinitas, pero de manera especial nos brida la
oportunidad de darnos a los demás en diversas formas, una de ellas constituye apoyar
procesos donde se conoce el pensar, sentir y crear de las personas cuando escriben
cuentos, que mas que historias reflejan vida y esperanza. ¿Por qué lo digo?
Pues porque esos cuentos tienen en su interior historias relacionadas a la realidad de las
familias de la inseguridad, de la vida universitaria y sobre todo de los sentires y quereres
de las personas.
No puedo faltar a la verdad y expresar que sentí que los cuentos que iba leer tendrían
una suerte de historias imaginarias, de seres especiales y sobre todo, con características
de soltar las letras por esos mundos que no existen y que brinda curiosidad.
Pero me equivoque, llegaron a mis manos escritos especiales con mensajes
trascendentales de vida y con un reflejo importante de insatisfacciones, dolores,
amores, sentimientos de nuestra sociedad.
Recorrí la mirada de los escritos en el computador para hacerme una idea de la
diversidad y luego los imprimí para leerlos como debe ser, con olor a papel y tinta.
Mayra Roxana Luisa Falck Reyes
Se recomienda a los participantes, agruparse en círculos o talleres a través de la carrera
de Letras, para que puedan tener un acompañamiento especializado e investigar sobre
la estructura de los géneros de la literatura, entre ellos el cuento.
A los organizadores: masificar en el espacio universitario la convocatoria, como una
acción de propiciar la lectura de forma universal y la escritura como una actividad
individual; además de que exista una mayor participación de facultades, carreras o
escuelas de la misma UNAH, para tener una mayor número de participantes.
Henry Mancía
1.-Deben procurar mejor dominio del idioma sin errores de ningún tipo, menos de
ortografía.
2.-No debe haber proselitismo religioso ni ideológico dogmático en la narración.
3.-Deben recordar que TODO es literaturizabel. De cualquier situación puede haber un
tema.
4.-No deben enamorarse de la palabrería y deben buscar el debido distanciamiento con
los personajes.
Eduardo Bähr
PREMIO AL PRIMER LUGAR
Autor: Delmer Joel Manzanarez Álvarez. Estudiante de Informática Administrativa. 22 años.
Pasatiempos: Leer, practicar karate y cocinar.
Escritor favorito: Paulo Coehlo.
Obra preferida: El alquimista de Paulo Coelho y El Conde de Montecristo de Alejandro
Dumas.
Inspiración para escribir: Es una forma de expresarme, de crear nuevos mundos; nuevas
formas de ver la vida, de poner en papel lo que con palabras no puedo expresar. Son tantas
cosas las que me inspiran; sólo sé que al leer y escribir puedo transportarme y transportar a
otras personas, a otras realidades donde la mente se abre y donde las cosas imposibles ocurren.
Seudónimo: Lempira
El mundo se ha vuelto más rápido
Don Roberto era un viejo tosco y de mal carácter que vivía solo en una casucha de madera mal
arreglada, los vecinos que a veces le veían se admiraban de la soledad en que el viejo vivía. Él
había sido siempre un hombre pobre y aunque luchó y trabajó duro toda su vida nunca pudo
lograr nada más importante que comprar la casucha vieja en la que vivía, a duras penas logró
vivir y ahora con edad avanzada no vivía, sino mas bien sobrevivía con la poca pensión que el
estado le pagaba por ser un anciano y sufrir de tantos males que le enfermaban. Y es que Don
Roberto era todo un sobreviviente a la soledad, a la pobreza, a la indiferencia de los vecinos y
aún a la indiferencia de él mismo, ya que después de quedarse solo en este mundo se sentía que
realmente su vida no tenía un sentido por el cual existir más, no poseía una dirección o un
nuevo objetivo, se sentía viejo, obsoleto e inservible para el mundo, todos sus días eran iguales,
no existía ningún tipo de emoción en su día, había olvidado sonreír y su cara se había
acostumbrado a ser fría y dura. Siempre hacía la misma rutina, iba cada semana al mercado y
compraba víveres; todas las mañanas regaba sus plantas, limpiaba su pequeño patio y luego
meditaba en una silla que él colocaba en el corredor de su casa.
Por la noche no sentía nada más que cansancio en los ojos, en la oscuridad total se recostaba
en su vieja cama y sólo podía escuchar su profunda respiración y los débiles latidos de un
corazón cansado y triste; dormir era para él nada más que cerrar los ojos, no habían sueños,
tampoco pesadillas, no sentía descanso, y su cuerpo no recuperaba fuerzas al dormir. Ya
resignado sólo esperaba el día en que tendría que dejar esta tierra para poder descansar en ese
lugar maravilloso de que tanto se habla, ese lugar que promete descanso y paz; así por fin él
podría olvidarse de todas sus dolencias físicas y emocionales que día a día lo perturbaban.
Pero un día la rutina se rompió, y ese día él comprendería la dura realidad sobre lo que el
tiempo hace con las personas; salió esa mañana al mercado a comprar la escasa comida que le
serviría de sustento esa semana. Caminaba despacio por la acera, había llovido la noche
anterior y por las orillas de las calles aún se veía pequeños ríos de agua correr. Siguió lento en
dirección a su destino; cuando por un momento notó a su alrededor, todo se había vuelto
distinto. Pero, ¿qué es lo que había cambiado? ¿Qué era lo que sucedía?
Las personas pasaban a su lado y avanzaban rápidamente, no parecía que caminaran era más
bien como que corrían, pero, ¿por qué tal prisa? ¿Por qué la gente parecía tan apresurada? Se
detuvo y observó a las personas, los autos, los comercios, todo…
Todo parecía no tener sentido; era como si todos tuvieran prisa, como si el tiempo fuera lo
único importante.
Su mente alzó vuelo, se remontó unos años atrás y recordó: la gente no caminaba tan rápido,
las personas eran amigables y muy pacientes; se interesaban por las cosas, que aunque eran
simples, también eran maravillosas; entonces surgió muy dentro de su corazón un
pensamiento: “EL MUNDO SE HA VUELTO MÁS RÁPIDO”, lo dijo con una voz cortante
pero un poco débil. Cómo era posible, en qué momento el mundo había cambiado de
prioridades, ¡era inaudito que el mundo en un parpadeo hubiese cambiado tan drásticamente!
No lo puedo comprender, concluyó.
Hizo sus pocas compras y regresó con ese pensamiento que se repetía una y otra vez: “el
mundo se ha vuelto más rápido”, no sabía por qué, pero el sólo hecho de pensar lo rápido que
se movía todo ahora le sofocaba, era una angustia agónica que él no podía comprender, pero
de momento se entretuvo arreglando su jardín y moviendo algunas cosas de la casucha en que
vivía, el sol comenzó a caer, y como todas las tardes él salió cargando su única silla de madera
que colocó a un lado del pequeño corredor, y allí, en la calma de su soledad se sentó a
reflexionar en lo vivido esa mañana: “el mundo se ha vuelto más rápido.”.
Los engranajes de su mente comenzaron a moverse y los recuerdos comenzaron a llegar con
tal fuerza que era difícil concentrarse.
El primer recuerdo que llegó fue su niñez, él recordaba cuando fue por primera vez a la
escuela, y cómo había aprendido allí a respetar a sus mayores, a saludar, a obedecer a sus
padres, a usar su mente para descifrar las matemáticas y en su memoria almacenar información
para no olvidar cosas importantes como la geografía; en realidad había sido un buen niño,
siempre obediente y respetuoso, jamás durante fue pequeño respondió de mala manera, nunca
había recurrido a mentiras porque sus padres habían educado a un buen hijo. “Ummm, pero
los niños de hoy son muy maleducados, hacen berrinches por algo que quieren, ya no saludan a
sus mayores, ya no obedecen y quieren hacer su propia voluntad, no quieren ejercitar su mente
y todo lo quieren resolver con calculadoras y aparatos que yo no comprendo, todo para no
perder tiempo pensando.”. Suspiró profundo y con voz grave exhaló: en realidad “el mundo se
ha vuelto más rápido.”.
El segundo recuerdo lo llevó a su adolescencia a su primer amor, como se había enamorado a
los 15 años de la jovencita más hermosa que ni antes ni después de ese día había visto,
recordaba cuantas veces se paseaba por la misma calle donde ella vivía sólo para poder ver sus
ojos, como la enamoró escribiéndole cartas que contenían la más pura poesía que puede salir
del corazón de un hombre, como le dejaba en su ventana un par de flores todas las mañanas, y
todas las tardes le cantaba desde la calle un verso de la más dulce canción, como tiernamente le
susurraba al oído palabras de eterno amor, y como esperó pacientemente por ese amor.
“Pero el amor ahora es distinto, ya no se escriben cartas, ahora se envían mensajes de texto, ya
no se dejan flores ni se regalan chocolates, ya no hay tal romanticismo, el amor para los
jóvenes no dura tanto tiempo, para ellos el amor hoy es y mañana ya no; los jóvenes no
disfrutan de esta etapa que es la más bella de la vida, ellos cambian de amores como el reloj
cambia de hora, y es que en realidad: el mundo se ha vuelto más rápido.
Luego de su adolescencia vino la madurez y le tocó trabajar arduamente para poder sobrevivir,
sus padres ya habían muerto y se encontró solo en el mundo. Como no poseía mucha
educación le tocó trabajar de muchas cosas, trabajó de conserje para un buró de abogados,
trabajó puliendo pisos en un edificio ejecutivo, fue el hombre de mantenimiento en un
complejo de apartamentos, y así con los empleos más cansados, difíciles y mal pagados. Con
mucho esfuerzo y limitándose a los placeres de su juventud pudo con mucha dificultad ahorrar
para comprar el lugar donde hasta hoy vive. Pero los recuerdos de su trabajo le remontaban a
una cierta felicidad, porque aunque sus antiguos empleos no fuesen los más agradables él había
disfrutado de cada uno de ellos, se tomaba su tiempo para hacer su trabajo porque cada cosa
que él hacía, la ejecutaba con paciencia y con alegría para que el producto de éstos eso cuando
terminaba de hacer algo se sentía satisfecho de haberlo hecho bien, de ver un trabajo
impecable.
“Pero los empleados de hoy, pensaba: ya no son así; lo hacen apresurados, las personas corren
con papeles de aquí para allá, los ejecutivos cuelgan un teléfono mientras contestan otro; las
personas de mantenimiento arreglan las cosas sólo por solucionar el problema en el momento
sin importar que se vuelvan a descomponer, personas de aseo, contabilidad o cualquier trabajo
que desempeñen lo único que les interesa es terminar rápido su trabajo sin importar el
resultado del mismo, este mundo piensa que mayor rapidez es mayor eficiencia. Oh, cuán
equivocados están, nuevamente creo que el mundo se ha vuelto más rápido.
Y llegó como un poderoso río inundando todo su ser el recuerdo más feliz de su vida y que
cada noche recordaba: su boda, con aquella jovencita bella, que se había convertido en toda
una mujer, esa mujer que ha sido su primer y único amor. Roberto la conquistó con sus
detalles románticos y ella se enamoró de su sinceridad, de sus palabras y de sus sentimientos.
Su matrimonio había sido humilde y con escasos invitados, apenas estaban los padres de ella y
dos amigos que tenían en común, pero eso no importaba, era ese el día que atesoraría como el
más feliz de su vida, cuando la vio entrar con un vestido viejo y raído que ya no era blanco si
no que se había vuelto amarillento, esto por el tiempo que aquel vestido tenía, porque había
pertenecido a la abuela de la novia; él no pudo ver ningún defecto en aquel vestido tan
humilde. Quedó completamente deslumbrado con la hermosura que destellaba por todas
partes aquella mujer. Habían vivido 30 años con aquel amor que nunca se apagó, si no que día
a día ese fuego se encendía más y más en el corazón de ambos.
Levantó su mirada al horizonte y con voz áspera se dijo: “Cómo es posible que antes se
pudieran encontrar matrimonios que se amaran cada día como nunca, y que ahora ya no
significan nada para las personas, así con la rapidez con que se casan, se divorcian; como se
aman, se olvidan; como sus corazones se unen, se separan. Están más preocupados en sí
mismos que se les olvida que un matrimonio es de dos. Es por eso que se acaba tan rápido el
encanto y el amor. Qué ironía, juran amor eterno y éste se esfuma tan deprisa como la ola
regresa al mar después de haber golpeado la arena, es por eso que estoy convencido de que: el
mundo se ha vuelto más rápido.
El sol se ocultaba jugando con las nubes y sólo se podía ver en el horizonte unos pocos
rayones de luz en el cielo que ahora se volvía cada vez más oscuro, con un nudo en la garganta
y con sus ojos desesperados por romper aquella fortaleza para poder sacar unas cuantas
lágrimas que estaban rezagadas no en sus ojos, sino en su corazón, recordó el día más trágico
de su vida, el día en que el fuego de su corazón se extinguió, el día que su alma dejó su cuerpo
dejándolo muerto en vida.
Él llegó cansado de trabajar, había tenido un día muy duro, cuando no vio a su amada
esperándolo en la puerta, su corazón dio un vuelco, algo andaba mal, ella siempre le esperaba
con una sonrisa en el mismo lugar, cada tarde sin falta ella permanecía fiel esperando la llegada
de aquel hombre que ella tanto amaba. Penetró a su humilde hogar y se sintió desfallecer al ver
a su mujer de espaldas contra el piso, con la cara pálida y las manos frías. Había muerto
repentinamente. Él gritó y gritó pidiendo auxilio, gritó como nunca antes en la vida, se
desgarró la voz pero nadie corrió en su ayuda, nadie escuchó la desesperación con la que
suplicaba al cielo que no le quitara lo único que poseía y que amaba hasta con la más minúscula
fibra de su corazón. Y así perdió a su esposa, a su amiga, a su amor, a su todo; un ataque al
corazón se llevó dos vidas el mismo día. Desde ese momento aquel viejo perdió su alegría, su
calidez de persona y se volvió solitario con un corazón que se encogió, que se transformó en
árido e impenetrable. Tantos años de felicidad se acabaron aquella tarde, no sabía cómo era
que podía ser posible que ante esta tragedia el mundo siguiera girando, que la gente siguiera
apresurada y que no percibieran aquel dolor que le desgarraba el alma y que le consumía las
entrañas.
Cerró sus ojos, y en su mente recordó el último beso de su amada, su mentón temblaba, ese
recuerdo se arremolinó en su garganta hasta casi ahogarlo, hizo un esfuerzo, abrió sus ojos y
lanzó un pequeño suspiro.
El sol se ocultó totalmente, la oscura noche acobijaba ya al viejo sentado en aquel corredor
humilde. Y la brisa de la noche lo rodeó, le acarició sus cabellos. Serenó su semblante y enfrió
el caudal ardiente de sus pensamientos, entonces se puso en pie y entró a su casa.
Allí parado dentro de aquella casucha vieja y mal arreglada él podía ver los momentos más
felices que había vivido con la persona más importante en su mundo. Sonrió débilmente, bajó
del fogón un tarro con café; sentándose se sirvió de aquel líquido decolorado y simple en una
taza quebrada de un lado. Ya había tomado unos cuantos tragos cuando un chispazo en su
mente le aclaró lo que tanto le perturbó, se puso en pie enseguida, se dirigió a un baúl viejo y
lleno de polvo, y buscó con mucha ansiedad y de forma casi maniática un pequeño y quebrado
espejo, y allí bajo la luz de aquel único foco que proyectaba una luz opaca de color amarillo
pudo ver su rostro y todo fue tan claro; sus pensamientos se reorganizaron y allí estaba su
respuesta frente a aquel mísero espejo. Lo que él podía ver no era más que la realidad, su pelo
que había sido negro como una noche sin estrellas, se había vuelto blanco como la espuma del
mar; sus ojos ya no poseían aquel brillo que inspiraba determinación, más bien se notaban
cansados y tristes; su cara ya no poseía el aspecto fresco de antes, su piel ya no era tersa ni
suave, se le veían surcos pronunciados que no eran más que el símbolo de su vejez, todo en él
había cambiado, todo era distinto en él, no era posible, pero ¿cómo?
Y de pronto se dio cuenta de la inminente y catastrófica realidad, su mente por fin despejada ya
comprendía todo, y con una indeleble sonrisa se dijo: El mundo no se hizo más rápido: YO
ME HICE MÁS LENTO.
FIN
PREMIO AL SEGUNDO LUGAR
Autor: Skarleth Mariela Aguilera Osorto. Estudiante de Odontología.
Edad: 21 años.
Pasatiempos: Escribir poemas, cuentos y canciones.
Libro favorito: Tiene gustos variados.
Inspiración para escribir: En algún momento de nuestra vida desearíamos cambiar un
acontecimiento, el que hizo que diéramos un giro de 180º. Todos hemos tenido un amor
inolvidable el cual perdimos por diferentes razones, y en algún momento deseamos pasar de
nuevo aunque sea un corto día con esa persona. También experimentamos pérdidas de
diferentes maneras y formas; sería algo maravilloso si pudiéramos regresar y cambiar la historia,
o simplemente volver a vivirla.
Seudónimo: Artemisa
Camila
Siempre me han gustado las noches lluviosas de invierno, el sonido de la lluvia suele relajarme,
me aparta por un momento de la realidad; hoy es una de esas noches, pero esta es diferente, no
me siento tranquila, siento una enorme tristeza la cual es visible por medio de las lágrimas que
ruedan por mis mejillas lográndose confundir entre las gotas de lluvia. Recorro las calles de la
ciudad de vuelta a casa después del trabajo siendo esclava de la rutina, como todas las personas
a mi alrededor presas del tráfico después de un día cansado.
Un auto llama mi atención, es un corola, no tengo idea qué modelo, es que ya para mí todos
son iguales, se trata de una pareja discutiendo. De pronto ella se baja y comienza a caminar
bajo la lluvia, él la persigue logrando alcanzarla y después de unos segundos se besan, en ese
instante aparece el recuerdo de nuestro último beso, un año, ha pasado un año desde la última
vez que le vi, un año transformado en siglos desde su muerte, ese día no sólo él partió, ese día
yo también morí.
El semáforo cambia a verde y los autos arrancan a gran velocidad, una anciana no ha logrado
cruzar por completo; sin pensarlo cruzo para llegar donde se encuentra ella, agarro su brazo y
logro apartarla al otro extremo en el momento justo.
-
¿Se encuentra bien? – pregunto algo alterada por lo sucedido.
-
La pregunta la tendría que formular yo. ¿Te encuentras bien?
Me siento confundida por la actitud de la señora pero logro responderle.
-
Debería de tener más cuidado al cruzar la calle. Pudo haber muerto.
La anciana lleva un vestido azul deteriorado y muy sucio, su cabello gris está amarrado en un
moño, su mirada es profunda y su dentadura se encuentra en muy mal estado.
-
Qué importa si una vieja a la que nadie espera muere, en cambio tú, aún tienes toda una
vida. ¡Mírate!
Lo dice señalando el cristal de un edificio donde se encuentra reflejada una chica de cabello
castaño el cual llega a la altura de su hombro, ojos marrones y contextura menuda que lleva
unas cómodas zapatillas y ropa casual.
-
Se equivoca, yo no tengo familia ni a nadie a quien le importe, aunque sea un poco.
-
Me llamo Inés. Dice la anciana mientras extiende su mano con un gesto de amabilidad
en su rostro.
-
Yo soy Camila Sorto. Es un placer.
Le devuelvo el saludo con una sonrisa.
-
¿Crees en las casualidades?
-
¿No sé a qué se refiere?
-
Yo te concederé una oportunidad única en tu vida, eres una mujer muy valiente.
De una bolsa saca un brazalete formado por siete perlas blancas.
-Éste es un amuleto, te concederá lo que tú más anhelas; sólo tienes un deseo, pero tiene sus
limitantes. No puedes regresar a alguien que ya murió, porque su cuerpo aún existe en esta
tierra pero su alma ya no pertenece a este mundo. No puedes visitar el futuro porque, es algo
que aún no existe. Sólo puedes regresar al pasado en momentos donde tú has estado; pero ten
algo seguro, la magia es prestada, no ofrece garantías ni tampoco soluciones, puede ser que
nada cambie, o cambie absolutamente todo y un deseo egoísta tiene un cobro muy alto.
Cuando la última perla se torne negra deberás de tenerlo en tu poder, de eso dependerá que
vuelvas; de lo contrario, te quedarás atrapada viviendo por siempre en el día que has escogido
repetir, así que elige muy bien.
- Esto es una broma, no puede hablar en serio.
Lo digo mientras sostengo el amuleto en mano y lo observo con incredulidad.
-Sólo ten fe, dese con tu corazón y lo obtendrás. Un último consejo: donde hubo muerte,
siempre existirá la muerte, a menos que exista vida; de lo contrario siempre habrá muerte.
- ¿A qué se refiere con eso?
- Camila, es algo que tú tienes que descubrir, yo te doy la herramienta. El viaje depende de ti.
Buena suerte, pequeña…
La anciana se marcha entre carcajadas perdiéndose entre la multitud.
Me encuentro en mi cómodo apartamento sentada en el piso observando el amuleto. “No
tienes nada que perder, ¿por qué no lo intentas?” Me dice mi subconsciente. Coloco el
brazalete en mi muñeca, cierro los ojos y pido mi deseo. Lo repito en voz alta y con toda mi
fuerza interior. De pronto siento como las placas tectónicas se mueven bajo mis pies, los
objetos comienzan a caer en el suelo y puedo sentir como la electricidad se corto.
Abro mis ojos un poco aturdida, todo está oscuro, el reloj marca las 3:00 a.m., una tenue luz
proveniente del pasillo ilumina parcialmente la habitación. Observo a mi alrededor, todo me
parece familiar, ¡No puede ser! Es la recámara de él, de Isaac Egaña, este día debe ser el 1 de
abril de 2013. Escucho el ruido de un televisor, siento que el corazón saltará de mi pecho, soy
toda adrenalina y euforia, salgo a la estancia y ahí está, mi Isaac, El hombre que más he amado,
se encuentra sentado en el sofá blanco con su perfecto torso descubierto y sus pantalones de
pijama con rayas azules que siempre usaba, su cabello castaño despeinado, está completamente
sumergido en ESPN, están anunciando que mañana inician los cuartos de final de la UEFA
CHAMPIONS LEAGUE donde jugará el Barcelona contra el PSG, partido tan ansiado y que
al final no logramos ver, sus hermosos ojos verdes me están observando y una enorme sonrisa
se dibuja en su rostro, no puedo evitar que las lágrimas me broten.
-
Isaac, mi amor.
Lo quedo viendo perpleja.
-
Camila ¿Qué tienes? ¿Te encuentras bien? ¿Por qué lloras?
Se levanta y me toma entre sus brazos y yo me aferro a ellos.
-
Te amo tanto, te he extrañado como no lo imaginas, todo este tiempo ha sido un
infierno, moría por volver a abrazarte, sentir tu corazón palpitar, tu calor, ese brillo en
tus ojos. Solo abrázame, quieres.
-
Lo siento, como estabas molesta salí de la habitación para que descansaras, no me gusta
discutir contigo, eres mi todo, nunca lo olvides.
-
Perdóname, abrázame y nunca me sueltes.
Le suplico, mientras busco sus labios, toma mi rostro entre sus manos y yo enredo mis dedos
entre su cabello y ese beso se vuelve mucho más apasionado.
-
Quiero estar contigo, quiero ser tuya por siempre, te amo.
Le susurro esas palabras al oído, me levanta entre sus brazos con aquella ardiente pasión y
deseo que siempre existió entre nosotros y me lleva de vuelta a su habitación.
Los rayos del sol atraviesan la ventana y tocan mi espalda desnuda hasta llegar a mi rostro,
despierto, el reloj marca las 9:00 a.m., una nota en la mesa de noche llama mi atención.
Que tengas un maravilloso día.
Te ama, Isaac.
Recuerdo que antes de la tragedia salimos a almorzar a La Estancia y luego al cine, él pidió la
tarde libre para estar conmigo, de regreso a casa, tomamos un camino diferente debido a que el
usual se encontraba cerrado por la policía, en el trayecto un camión ocupó nuestro carril y
terminó impactándonos, yo no llevaba el cinturón y salí por la ventana, el camión arrastró
nuestro coche y lo estrujó contra una gasolinera, el auto se consumió en llamas provocando su
muerte instantánea, debo evitar que se repita.
Son las 8:00 p.m., estoy viendo nuevamente Los Miserables, no recordaba lo eterna que es esta
película, aunque me encuentro ansiosa no me canso de oír la melodiosa voz de Hugh Jackman,
recuerdo que la primera vez lloré por la desdichada que es Fantine, estoy impaciente y al fin
logro sacarlo del cine antes de que termine la película, si no coincidimos con el camión, él no
morirá.
Vamos al estacionamiento.
-
¿Te puedo hacer una pregunta?
-
Claro, pregunta lo que quieras.
-
¿Qué harías si yo muriera Isaac?
-
Su mirada se torna triste y respira profundamente.
-
Si murieras, tu muerte me marcaría de por vida, dejarías un espacio insustituible, pero
gracias a Dios lo que nos sobra es tiempo; pero no hablemos de eso, quieres.
Posa un dulce beso sobre mis labios, el estacionamiento se encuentra muy solo creo que los
guardias están dormidos. De pronto dos sujetos aparecen ante nosotros, están armados y uno
de ellos tiene manchas de sangre en su ropa.
-
Las llaves del auto – grita este último.
Estoy paralizada, Isaac toma muy fuerte mi mano.
-
Las llaves del auto, dije, o ¿Quieres que te vuele la cabeza en este instante?
-
Tómalas, pero no nos lastimes, llévatelo, no te preocupes.
En ese momento aparece el guardia de seguridad, al ver el cuadro ante sus ojos trata de
intervenir fracasando, cae al suelo malherido, de pronto se oye el ruido de patrullas
acercándose.
-
No puede ser, no puede ser. Yo no iré a la cárcel, y si te debo matar para huir lo haré.
A esto se refería Inés “Donde hubo muerte, siempre existirá muerte.”. No puedo, me niego a
vivir por siempre este día. Ya lo perdí una vez no soportaría repetir esta historia. Son los dos
milisegundos más lentos de mi vida, nuestro malhechos dispara por segunda vez, esta bala es
para Isaac, sin pensarlo me interpongo entre ella y mi amado, me desplomo entre sus brazos.
Morir es preferible a vivir sin él.
Las patrullas entran al estacionamiento e inmediatamente disparan contra los agresores, a lo
lejos escucho un llanto desgarrador.
-
Camila responde, no mueras, sé fuerte. Prometo que todo estará bien, pero quédate
conmigo, Camila.
Todo se está volviendo borroso, hecho un último vistazo al brazalete, la última perla se ha
teñido de negro. Logré cambiar mi pasado.
Despierto, me encuentro en el hospital, aun no entiendo que sucede, de pronto la puerta se
abra y aparece una señora ya mayor, creo que es enfermera, pero su rostro me parece familiar,
es Inés.
-
¿Qué sucedió? Le pregunto, ella simplemente sonríe.
-
Lo has logrado.
-
No entiendo, el brazalete perdió la magia.
-
Jamás perdió su poder, la magia funciona para bien cuando es pura, libre de egoísmo, el
hecho de dar tu vida por la de Isaac es el acto más desinteresado que pudiste realizar.
-
Pero tú mencionaste que donde hubo muerte siempre existirá la muerte, a menos que
exista vida. Sigo sin entender.
-
¿Aún no lo comprendes? Murió quien debía de morir y la vida ya existe, todo cambió;
lograste tu objetivo.
-
¿La vida ya existe? Sinceramente no comprendo.
-
Pronto lo sabrás, mi trabajo aquí ya está hecho. Muchos éxitos en tu vida, te deseo
mucha felicidad Camila.
-
Inés ¿eres un ángel?
-
Ángel, guía, guardián, diferente significado según la cultura.
-
No podré agradecerte todo lo que hiciste por nosotros.
-
Es parte de mi trabajo.
Me sonríe mientras se marcha.
Al cabo de unos minutos entra Isaac, por su apariencia se nota que no se ha movido de mi
lado.
-
Al fin despiertas ¿Cómo te sientes?
-
Feliz por tenerte conmigo.
-
Pronto te darán de alta, mientras eso sucede consentiré todos tus caprichos. Me diste
un susto terrible, nunca se te ocurra volver a hacer eso.
Le regalo una sonrisa.
Después de un largo tiempo puedo decir que sé a lo que se refería Inés “A menos que exista
vida”; yo tengo esa vida, crece cada día dentro de mi vientre.
Hay amores que son tan grandes que logran romper hasta las barreras del tiempo, amor puro,
sin egoísmo, eso es lo que yo tengo, la vida no se trata de conseguir tu propia felicidad, si no de
ser feliz a través de los demás. Aprendamos a levantar el vuelo aunque sea de nuestras cenizas.
FIN
PREMIO AL TERCER LUGAR
Autor: Luis Alfredo Villa Rodríguez. Estudiante de Ingeniería Eléctrica Industrial. 23 años.
Pasatiempos: Leer, viajar, jugar futbol.
Escritor favorito: Jorge Luis Borges.
Obra preferida: El Libro de Arena del mismo autor.
Inspiración para escribir: Solo escribo cuando tengo una buena idea; lo que no quiere decir que
a los demás también les parezca buena. De pequeño tenía problemas con la escritura. Con el
tiempo, y luego de varios corazones rotos, encontré en la literatura medicina.
Seudónimo: Luigi
El Sueño
Dos días antes de un riguroso, y casi imposible de aprobar, examen de máquinas eléctricas,
estudiaba con la resignación de los ladrones al lado de Jesús en la cruz. Sabía que no iba a
obtener una nota agradable; no por falta de méritos, sino por exceso de confianza. Siempre creí
que leer una vez un tema y resolver algunos ejercicios era suficiente para aprender. De
pequeño participé en olimpiadas de matemáticas, de las cuales me vi excluido por el mismo
defecto que ahora expongo pero que, desde entonces, me embarazaron de pasión por las
matemáticas; por la búsqueda de patrones. Y como las cosas que nos pasan de pequeños nos
afectan toda la vida, como una especie de marca en la frente, deduje que todos los problemas
de la vida se resuelven si se encuentran los patrones adecuados para tal fin. En eso consistían
mis noches de estudio (porque de día no podía estudiar, mi mente se bloqueaba), en aprender
todos los patrones posibles. En la mayoría de las clases, esta técnica de estudio fue implacable.
Para hacer más leve el sueño preparé café. A los pocos minutos tuve una especie de arritmia.
No lograba concentrarme debido al incesante sonido que provenía de mi pecho. “Tomé
mucho café” me dije a mí mismo, y apoyé mi frente en la pequeña mesa de estudio que había
en mi cuarto. Cuando retomé mi postura sintiendo que mi corazón latía con normalidad, me
aseguré de que no me había quedado dormido, notando a través de la ventana que todavía
estaba oscuro. Un sentimiento extraño se apoderó de mí. Fue como si el examen era dentro de
diez minutos. Determinado a seguir estudiando volví mis ojos hacia el libro de texto de la clase.
No sabía qué sentir: las hojas del libro estaban en blanco. Volví las páginas una y otra vez y
todas estaban igual (¿Habrá algo más hermoso que una página en blanco?). “Es la hora” pensé,
y cerré los ojos unos segundos. Cuando los abrí, las páginas seguían en blanco. Lo que me
aterrorizó fue que todas las demás cosas las podía distinguir bien. La calculadora, los números
de sus teclas. Los colores de la sobre funda de mi cama. Me vi en el espejo y me reconocí: era
yo. Mis ojos no parecían tener algo extraño. Me froté los párpados. Mis manos empezaron a
sudar. Salí de mi habitación, y pensé estar ciego al enfrentarme con la oscuridad del exterior. A
mi espalda estaba la luz de mi habitación, así que me tranquilicé. Lavé mi rostro y revisé el café
por si había algo en él que me provocara aquello. Regresé a mi habitación y el libro seguía en
blanco. “Debe ser el estrés” dialogué conmigo. Tuve una idea. Revisé los demás libros que
tenía a mano. Horror: todos estaban en blanco, hasta las portadas mostraban nada. Me senté a
la orilla de la cama para pensar el siguiente paso. Amanecía. Vi la hora; me entristeció poder
ver sólo números, eran las seis. Me vestí, tomé mi mochila, metí dentro de ella lo que debía
llevar; partí a la Universidad. Al llegar a la estación, las rutas de los buses ya no estaban en ellas.
No quería pensar que estaba loco. El cobrador del bus gritó los destinos, entonces tomé el
indicado. En todo el trayecto me descubrí varias veces ensimismado. Tenía miedo, pero
todavía no sabía exactamente por qué. Llegué a mi destino, y se me ocurrió ir a la biblioteca.
Estaba cerrada; abrían hasta las ocho. Esperé afuera del lugar, y cuando abrieron tuve la
precaución de que entraran primero varias personas. Desde afuera se podía ver el interior de la
biblioteca y las mesas de estudio. La envidia se apoderó de mí al ver que otros sí podían leer.
Luego de un rato me acerqué por la espalda de alguien que sostenía un libro de Borges. Mis
manos volvieron a sudar: el libro estaba en blanco y su lector parecía sumergido en él. Salí casi
trotando del lugar; no sabía qué hacer. Cualquier persona acudiría a un médico, y eso pensé
cuando no se me ocurría algo más. Dirigí mis pasos a la clínica de la Universidad, donde una
pequeña fila de gente resguardaba el lugar. Al llegar mi turno sentí náuseas, de esas que dan
cuando el organismo tiene hambre. Le dije al médico que no veía bien, que no miraba las
palabras, pero que todo lo demás lo veía bien. Me examinó y dijo que no había nada raro. Me
recetó tranquilizantes y me dio una nota de incapacidad de un día. Al salir de la clínica fui en
línea recta hacia la primera chiclera que me encontrara; tenía demasiada hambre. Comí. Al
verse saciado mi organismo, y añadiendo el desvelo de esa noche, tuve el irreverente deseo de
acostarme en alguna grama. Busqué un lugar solitario y con sombra. Recostado pude aclarar mi
mente; sentí paz. Cerré mis cansados ojos. Casi siempre sueño, pero no suelo recordar lo que
sueño. Al quedarme dormido, soñé que tenía hambre y que corría por todo “Hollywood”,
entraba a todos los locales y comía todo lo que había dentro de ellos, pero el hambre no
menguaba. Al verse el cuerpo humano en condiciones de hambruna los sentidos se agudizan, y
ahora mis pasos se dejaban dirigir por el olfato. Percibía un olor que sobresalía de los demás
olores, y eso me produjo una sensación casi de felicidad. Apresuraba mis pasos, subía gradas,
era el tercer piso de la biblioteca. Al entrar, un hombre sentado frente a una computadora,
callaba cualquiera ruido en el salón; hasta las moscas tenían miedo de batir sus alas. Le
pregunté que dónde había comida, que me moría de hambre y que ya había comido de todo y
que mis entrañas se habían vuelto insaciables. “No es hambre de comida la que tienes” me
dijo, y continuó tecleando algo en la computadora. Luego de unos segundos se dirigió a los
estantes donde estaban los libros y escogió uno de ellos. Sin verme a los ojos, me extendió el
libro y me dijo: Siéntate en los muebles, no te lleves el libro; aquí léelo. Aquel libro olía como
debió oler la esposa de Potifar, pero yo no tenía la mínima intención de salir corriendo. Yo
quería sumergirme en aquel libro, nadar en él, volar en él. Antes de abrirlo recordé que había
perdido la capacidad de ver las palabras, y sentí tristeza. Quizá no, quizá ya esté bien, pensé, y
me dispuse a abrirlo. Al hacer esto, mis ojos no lograban concebir los bordes de las páginas;
parecían infinitas. Lo que en el libro se encontraba escrito, era de otro idioma, uno que yo no
conocía. Trataba con todas mis fuerzas de entender, pero me di por vencido y me sentí
burlado por aquel señor que lo único que lograba sacarlo de su sosiego era que alguien hablara
en el salón. Grité. Se burló de mí. Él no ocultó una sonrisa e hizo un gesto con la mano para
que me callara. Guardé silencio. Inmediatamente me di cuenta que ya no tenía hambre; incluso
me sentí lleno. Me acerqué al señor de la computadora; le entregué el libro con un cierto
temor. “Yo sé que no entendiste nada, pero tu hambre se sació con solo saber que en una
página de este libro había más de lo que vos podías asimilar en toda una vida; y eso que te
enseñé el libro más pequeño” me dijo, y siguió tecleando. Salí corriendo de la biblioteca y fue
entonces cuando me di cuenta de que se trataba de un sueño, y desperté. Mis ojos tardaron un
poco en adaptarse a la luz del sol. “Ese café estaba malo” me dije sonriendo. Me dispuse a irme
de la Universidad cuando me encontré a un compañero de clase. Era Joseph, quien siempre
pasaba preocupado por algo. Lo noté más preocupado de lo normal; me dijo: Hoy es la quinta
vez que me asaltan. Le respondí que si ya eran tantas veces que le pasaba lo mismo, por qué se
sorprendía. Susurró: El ladrón de hoy era igual a mí, hasta llevaba la misma ropa que yo, dijo
las mismas palabras que yo usaría en caso de asaltar a alguien; era como si me hubiese
mandado a asaltar yo mismo y que no encontré a nadie más apto para hacerlo que yo. Así es
Dios, le dije, y continué: Según entiendo, Él no encontró a nadie más apto para salvar la
humanidad que Él mismo; nadie más podía soportar tanto castigo, nadie más podía cargar con
tanto peso. Con ánimos de debatir Joseph respondió: Cómo es posible que tanta maldad, tanta
injusticia, tanto pecado, como le suelen decir a todo acto contrario a Dios, se haya podido
saldar en un solo día. Cómo es eso de que el hombre es tan corruptible, pero que en un par de
horas los pecados de toda una humanidad se expiaron. No entiendo. Cómo es posible que ese
individuo me haya asaltado. Joseph guardó silencio, y yo le pregunté: ¿Dónde guardó el ladrón
las cosas que te robó? Y me describió una mochila igual a la que él llevaba. Ambos nos
quedamos viendo; yo miraba a Joseph con una sonrisa que no pude esconder; él me miraba
con incertidumbre y miedo. Abrí tu mochila, le dije, y así lo hizo. Todas las cosas que le habían
sido robadas estaban dentro de la mochila. Me miró fijamente, como si el que me estuviera
viendo fuese un maniquí. Tomó su mochila y se fue sin decir más.
Ya no quería estar en la Universidad, así que caminé a la salida para tomar el bus de regreso a
mi casa, pero antes compré un jugo. La caja no contenía ninguna palabra. “Sigo mal” pensé. Lo
mismo que sucedió temprano; esperé a que el cobrador vociferara la ruta. Me subí al bus y
elegí los asientos de atrás para sentarme. Saqué de mi mochila un libro de Dostoievski que
sabía que había llevado. Igual que antes, el libro estaba en blanco. Sentí mucha tristeza, y pensé
en aquel momento quedarme así para siempre. Vi toda mi vida extinguiéndose en ese
momento. Todo lo que me había propuesto para mi vida tenía su fundamente en aprender de
los libros, pero sin poder leer, nada podía hacer. De pronto, como si se tratara de una visión,
mi imaginación trató de vislumbrar un mundo sin libros. Inevitablemente pensé en Borges.
Pensé en un mundo donde, como si se tratara del Rapto, todos los libros desaparecieran. Que
no quedara ninguno. Que Kundera, Cortázar, Sábato, Márquez, Saramago, Ciorán, Capote,
Gide, Octavio; quedaran en el olvido. Que todos los libros de matemática, física, química,
biología, medicina, astronomía, etc., dejaran de existir; que no quedaran copias de ellos.
Siempre creí que yo tenía memoria propia, que bastaba con que yo mirara algo varias veces
para que se quedara guardado en mi mente, pero en ese hermoso instante me di cuenta que no
era sí. Que a eso que llamamos memoria, en realidad tiene su sustancia en los libros. Que todo
ser humano tiene la necesidad de escribir las cosas. Hasta Dios tuvo que escribir su propio
libro para no quedar en el olvido. Si los libros guardan la memoria del hombre, ergo guardan la
memoria de Dios. Los libros son la memoria de Dios. Me sentí el hombre más miserable del
mundo, por tener vista y no poder utilizarla para la lectura. Lamenté no haber aprovechado la
biblioteca, a pesar del mal humor del hombre de la computadora. “Las letras me han
abandonado” pensé. Súbitamente, vino a mi memoria Joseph. “No sólo a mí me pasó algo
raro” me dije. ¿Qué haría yo si fuese un ladrón? De pronto, un tipo se sube el bus. Saca su
arma. Me pide todo lo que ando de valor. Me queda viendo y apunta su arma a mi cabeza. Yo
sonrío y él corresponde a mi sonrisa. Hala del gatillo y siento caliente mi cabeza. Mi vista se va
oscureciendo poco a poco hasta que me encuentro solo con mis pensamientos. Cuando ya me
doy por muerto y me dispongo a inexistir, escuché algo; una interrupción. Me molesté y me
pregunté qué era eso que detuvo mi dejar de ser. Abrí los ojos. El libro de Máquinas Eléctricas
fue lo primero que vi, y luego dirigí mi vista hacia el sonido que me interrumpió. El
despertador sonaba, marcando las ocho.
FIN
Autor: Mirna Denise Toledo Escoto. Estudiante de Medicina. 19 años.
Pasatiempos: Ver películas. Escritor favorito: Julio Verne.
Libro preferido: Los hijos del capitán Grant.
Inspiración al escribir: Basada en un sueño y arreglada en pequeños detalles.
Seudónimo: Mideto
Fantasma
Él sólo sintió que su corazón se detuvo, nadie estaba ahí para ayudarlo. Era un bosque solo y
oscuro, no se miraban caminos o casas cerca del lugar, pronto, lo único que sintió fue el frío
correr por su ya sin vida piel. Una especie de neblina empezó a surgir de la nada cubriendo
todo su cuerpo que yacía sin vida en el suelo, sólo su espíritu estaba ahí. A lo lejos se
escuchaba la risa de una anciana que se acercaba poco a poco como si flotara sobre el suelo.
De pronto la tenía enfrente y solo le susurró: “Tranquilo, no te haré daño.”, y junto con una
risa penetrante agregó: “Ya nadie podrá”. Él solo quiso llorar pero ya no podría controlar su
cuerpo, ya no sentía. Pronto sintió otra presencia cerca de él pero a ésta no le tuvo miedo,
sintió tranquilidad y paz, pero después se preocupó, no estaba listo para irse, no quería partir
aún; al darse la vuelta vio a una hermosa mujer de cabellos largos de un castaño oscuro y
silueta de modelo, un hermoso brillo dorado la cubría de pies a cabeza. Llevaba un vestido
largo, color blanco, se le podían ver sus pies descalzos flotar sobre el suelo. Ella con una voz
dulce y calmada le dijo: “Descuida, no te haré daño, quiero ayudarte, vengo a decirte que hay
un modo de que puedas volver pero será difícil para ti, debes de ser fuerte y confiar en ti
mismo.”. Él, callado, sólo escuchaba sin mostrar ninguna expresión en su rostro. No podía
creer lo que pasaba, sólo deseaba que fuera un sueño, pero sabía que no lo era. Confundido
casi sin poder pronunciar las palabras preguntó: “¿Qué tengo
que hacer? Haré lo que
sea, quiero volver.”. Ella sólo agregó: “Descuida, y no te adelantes; debes tranquilizarte y sólo
escucha lo que tengo que decir. No sabes dónde estás, no cómo llegaste aquí, cosas así se
olvidan cuando mueres. No recuerdas nada de tu vida, pero ellos te recuerdan a ti, debes
buscar el lugar al que perteneces y encontrar aquella persona que es tu amor verdadero; aquella
persona que te ama y te extraña más que todos los que conocías, no es nadie de tu familia, así
que no será tan fácil.”. Él interrumpió asombrado: “¿Es decir, que yo ya la conozco? Ella sólo
sonrió, pero con esa sonrisa confirmó su sospecha. Poco a poco ella se fue desvaneciendo en
la oscuridad y él quedó solo otra vez, pensando adonde debía ir y qué debía decir.
Tras un rato sentado viendo el oscuro horizonte decidió ponerse en marcha, sólo pensaba que
si empezaba a caminar algún día tenía que salir de ahí, no le preocupaba qué podía encontrarse
en el camino, de todos modos, qué le podía pasar ahora, él sólo caminó y caminó. Iba
pensando y sufría porque no sentía cansancio; no le dolía nada, no sentía sueño, no sintió
hambre o sed, se sentía vacío sin recordar nada, ni a sus familiares ni a sus amigos, pero lo que
más le entristecía es si ellos sabían que él había muerto. Pero sus esperanzas aún no morían,
pensaba que debía encontrar a su verdadero amor, a su alma gemela, sólo que primero debía
recordar quién era ella. Se recostó y cerró los ojos, el silencio de aquel bosque era demasiado
pacífico, casi terrorífico. Era un bosque desolado y frío, olvidado por la humanidad. Pero ahí
se quedó, pensó que si lo intentaba con tanta fuerza y con tanto deseo, iba a poder recordar
algo. Después de horas de pensar en lo mismo, un reflejo casi como una ráfaga de viento pasó
por su mente, fue una imagen tan clara como el agua de un arroyo, era una señora regañándolo
por algo que hizo, solo que no pudo recordar porqué. En su rostro solo se vio un gesto, una
mueca, casi una sonrisa mientras pensaba: “Ella debe ser un mamá, no sé qué hice, pero sólo
una madre puede regañar así, sólo ella puede hacerme volver a sentir algo. Es tan hermosa y se
mira tan feliz a pesar de todo.” Una calma lo invadió por un minuto, se alegró que pudo
recuperar un poco de su memoria y recuperó la esperanza que había perdido, se puso en pie y
empezó a caminar de nuevo, sintió la necesidad de llorar al pensar como por su madre – aún
sin ella saberlo –, él había recuperado las esperanzas, se quedó con las “gracias” atoradas en la
garganta, se quedó con el deseo de abrazarla y agradecerle. Él sentía que el tiempo no pasaba,
que daba vueltas en círculos, o ese bosque era tan inmenso que nunca iba a salir de ahí, tal vez
no había salida y era todo un engaño, una fantasía, una ilusión, todo para agotar todas sus
esperanzas, toda su fe.
Después de un largo tiempo de caminar y caminar logró salir, llegó a una pequeña ciudad en
una montaña, él no lo recordaba pero pasó muchas vacaciones ahí junto con su familia, él sólo
caminó y deambuló por ahí a ver si encontraba a alguien o algo que para él fuera conocido, que
le hiciera recordar, pero pasó todo el día caminando y no pasó nada. Vio a toda la gente que
pasaba por ahí, las parejas que caminaban agarradas de la mano, los niños jugando en un
parque cercano; se sentó solo en una banca del parque a ver quién pasaba por ahí, cuando de
repente notó que había una muchacha llorando al lado de él, que podía verlo. Ricardo asustado
le preguntó su nombre, de dónde era, si lo conocía, él pensó que tal vez ella pudiera ayudarlo,
pero ella aún entre sollozos le dijo: “Mi nombre es María, soy de Choluteca, no, no te
conozco”, dejó de llorar por un instante, lo miró y le preguntó: “¿Debería?”, él entristecido le
dijo que no y le preguntó porqué lloraba. Ella aun entre sollozos le contestó: “No estoy lista
para irme, no quería morir, fue un accidente, eso no debía haber sucedido…”, él se entristeció
y siguió su camino. La pobre muchacha quedó sola llorando y él no entendió porqué, solo que
era otro espíritu perdido en este mundo. Al seguir caminando y pasando por las calles de
aquella ciudad, pasó por una tienda de artículos electrónicos y vio que en uno de los televisores
mostraban a la chica y cómo se había accidentado horas antes en su camino; el auto en el que
ella se transportaba dio vuelta y se prendió en llamas, ella murió al instante. Dirigió su mirada
al cielo, con una expresión confusa en su rostro y tras una pequeña pausa siguió su camino.
Horas más tarde ya casi al anochecer de aquel día se detuvo en una estación de buses y decidió
subirse, sólo leyó el letrero que decía Choluteca. En el camino un señor se sentó donde él se
encontraba, a pesar del tamaño del señor él no sintió nada, solo lo atravesó; se entristeció ya
que le recordó que ya no era humano, era solo un alma, un espíritu, un fantasma, perdido y
solo. Tras una hora de camino empezó a ver casas por todos lados, tiendas, autos, personas
caminando por doquier, aquellas luces encendidas que iluminaban la ciudad, aquella enorme
cantidad de adornos que hacían que la ciudad se viera en su mayor esplendor, los leones de la
plaza, las palmeras llenas de luces; decidió bajarse y empezó a caminar viendo todo lo le
rodeaba, aquella belleza que se encontraba en aquel lugar, de pronto sintió como si conociera
ese lugar, como si se encontraba en casa, en su hogar. Siguió caminando pero ya era tarde no
había nadie en las calles estaba casi vacío, una que otra persona pasaba por ahí, vio pasar varios
autos y furgones que iban y venían quien sabe de qué lugar del país o del continente. Ricardo
sólo pensaba y trataba de recordar algo, ya quería volver, quería volver a sentir, quería volver a
estar vivo. Al llegar el día empezó a ver como se llenaban las calles, mucha gente caminaba de
un lado a otro, los autos que pasaban por las calles, empezó a ver toda la gente tal vez alguna
se le hacía conocida, tal vez alguien podía velo y ayudarlo. Pero no pasó nada, eran solo
extraños para él, no sabría si los conocía o si ellos lo conocían a él, lo que más le entristecía era
no saber si realmente pertenecía a ese lugar o si su mente le estaba jugando una broma, que
deseaba tanto regresar que sólo lo imaginaba. Así pasaron las horas y él seguía caminando día y
noche para poder encontrar la forma de regresar. Al siguiente día pasó por lo que parecía una
posta policial y vio a la mujer que recordó, sí era su madre y estaba ahí porque estaba
preocupada por él, que no le contestaba sus llamadas, ni mensajes, nada, cuando ella sabía que
él nunca soltaba su celular y mucho menos desaparecía por días. Los policías sólo le dijeron
que iban a empezar una búsqueda pero que eso toma tiempo y no tenían los recursos
necesarios para hacer esa clase de búsqueda ya que como nadie sabía nada de él, ni dónde fue
el último lugar en el que estuvo, tenía que ser una búsqueda masiva. Su madre estaba
destrozada. Junto a ella se encontraba una pequeña niña y dos señores, Ricardo se acercó y por
lo que escuchó esa pequeña niña era Sara, su , hermanita. De los dos señores, uno era su padre
y el otro era su tío, hermano de su madre. Su padre era alto y apuesto, algo fornido, de tez
blanca pero algo quemada por el sol y ojos castaños. Ricardo se parecía mucho a él, se parecía
mucho a los dos. Ricardo sólo sintió una lágrima rodando por su mejilla, no podía quitar los
ojos de la pequeña niña como no paraba de llorar porque extrañaba mucho a su hermano
mayor y quería saber qué le había ocurrido, cuando ni él mismo sabía que es lo que le había
pasado. De pronto de la nada apareció de nuevo Lucy, la misteriosa mujer que lo había
ayudado en el bosque y le dijo: “Veo que ya encontraste a tu familia, eso es bueno, por eso
pudiste llorar porque te estás acercando. La última vez no te pude decir todo, así que ahora
continuaré: “Nadie te podrá ver excepto por tu alma gemela y como ya te diste cuenta hay
otros espíritus atrapados así como tú. Cuando logres encontrar a tu alma gemela debes besarla,
pero debe ser un beso de amor verdadero, ella debe amarte y tú debes amarla a ella.”. Él
asombrado sólo sonrió porque esa era una de sus preocupaciones, cómo encontrarla si nadie lo
podía ver y él no recordaba nada. Ella solo continuó: “Debes seguir intentando, seguir
luchando, si es que realmente quieres volver, todo requiere un esfuerzo, pero quiero que
entiendas algo, no te puedes obligar a amarla, debe ser un amor sincero. Debes sentir amor de
nuevo.”. Lucy empezó a desvanecerse nuevamente diciendo: “Sólo debes escuchar tu
corazón.”. Él volvió a quedar solo y miró que su familia ya no estaba ahí, se habían marchado.
Se le ocurrió ir a los colegios, tal vez era su luz de esperanza, pasó el tiempo y él logró ir a
todos los colegios que encontró, cuando de pronto notó que el autobús en el que se había
subido entró por un camino desolado, habían algunas casas a un lado del camino, pero del otro
lado eran solo terrenos baldíos. Cuando el autobús se detuvo notó que había varios edificios
blancos dentro y vio muchas personas ahí. Solo notó que en la entrada se encontraban escritas
las iniciales C.U.R.L.P., él no sabía qué significaban pero miró tanta gente decidió entrar y ver,
notó que dentro habían muchas aulas repletas de pupitres con sus respectivas pizarras; creyó
que era otro colegio y empezó a caminar
por todos lados, pero luego vio que en una pizarra
se encontraba un logo que decía: “UNAH: Universidad Nacional Autónoma de Honduras” y
debajo las siglas que había visto antes en la entrada: “CURLP: Centro Universitario Regional
del Litoral Pacífico.”. Siguió caminando cuando sintió algo, él no sabía lo que era pero se
alegró porque había vuelto a sentir algo, no sabía si era miedo, dolor, tristeza o lo que él
querida, amor. Dio media vuelta y supo lo que era, había pegada en la pared un cartel con una
foto de él que decía:
“Ricardo Solórzano, tiene 17 años de edad, desapareció el 12 de abril, no sabemos nada de él. Por
favor si tiene alguna información sobre él, contáctenos a este número: 98765432, o llame a la
policía.”.
Ricardo se alegró al ver que sí lo extrañaban, pero se entristeció por su madre, su familia, como
debían estar en este momento, sin saber qué le pasaba. Pronto estaba rodeado, muchas
personas estaban viendo el cartel, aparte estaban tres muchachas llorando y él se acercó pero
ninguna de ellas podía verlo, así que sólo escuchó. Una de ellas era su novia Cristy y las otras
dos eran amigas de ellas. Cristy era una chica vanidosa pero muy carismática, tenía muchos
amigos y era muy hermosa. Tenía el cabello claro y largo, su piel era blanca como la nieve y
tenía los ojos color azul, tenía estatura promedio y era tan delgada que parecía menor de lo que
en realidad era, tenía el cuerpo que cualquier chica quiere tener y cualquier chico quiere que su
novia tenga. Las amigas le preguntaban que por qué lloraba, si de todos modos ella quería
terminar con él, Cristy solo respondió que tal vez la madre de Ricardo le daba algo costoso
para alegrarla por la pérdida de su novio y debía parecer creíble su tristeza.
Ricardo se entristeció, no podía creer que ella fuera su novia, pensó que tal vez en vida él era
otro chico presumido que nadie quería, pero sólo pensaba que al volver iba a cambiar todo eso.
Se sentó solo en una esquina viendo a todos los que se paraban a ver aquel cartel. Vio a tantas
personas acercarse a él y ninguna dijo algo bueno sobre él. Ricardo estaba perdiendo las
esperanzas, no quería volver a un mundo así, donde él había sido tan cruel que nadie podía
acercarse a llorar por él, a preguntar por él, donde notó que sus últimos segundos de vida no
los pasó al lado de ninguna de estas personas o ellos sabrían qué fue lo que le sucedió.
En las noches le gustaba recostarse y ver las estrellas, le traía tranquilidad y se le olvidaba la
tristeza que era lo único que podía sentir. Mientras estaba acostado sintió el susurro de palabras
dichas por una voz dulce pero que se sentía su tristeza en cada palabra, al principio pensó que
Lucy iba a volver a aparecer pero solo escuchaba la voz que decía: “Por favor, por favor,
donde sea que estés regresa, te extraño demasiado no debiste irte, solo quiero que regreses. Por
favor, que estés bien.”. Ricardo no sabía de quién era esta voz, pero quería saberlo, quería
respuestas. Solo pensaba, ¿Por qué había escuchado esa voz? ¿Por qué nadie lo había visto en
todo su tiempo ahí? ¿Quién era esa chica que le pedía que regresara?
Después de eso decidió levantarse y llegar a su casa, tal vez había algo ahí que le dijera quién
era él, a dónde había ido, qué le había pasado, y su pregunta más importante, si no era su
novia, ¿quién era su alma gemela?, pero él no sabía donde vivía, así que solo empezó a caminar,
tenía que volver a encontrar a su familia, solo que esta vez no los iba a perder de vista e iba a ir
con ellos. Caminó el día entero y toda la noche y no los encontró, pero al siguiente día cerca de
una escuela vio a Sara, su hermanita. Ricardo se alegró mucho al verla y decidió estar todo el
día con ella para poder llegar a su casa, después de un rato se dio cuenta de que ella podía
verlo, lo quedaba viendo con extrañeza como si no creyera que era él; no le quitaba los ojos de
encima. Él se le acercó le preguntó: “¿Puedes verme?” Ella un poco asustada solo asintió con
la cabeza sin decir nada, abrazando una pequeña muñeca de trapo que tenía en sus manos. El
volvió a preguntarle; “¿Sabes quién soy?” Ella no podía pronunciar palabra así que solo asentía
con la cabeza, pero después de un rato contesto: “Ricky”. Ricardo no quería hacer más que
llorar pero temía por su familia, porque ahora sabrían que él estaba muerto.
Ricardo no le volvió a decir nada a Sara por el resto de la mañana hasta cuando llegaron a casa
él le dijo que no le dijera nada a sus padres de que ella podía verlo, ella solo asintió y agregó:
“No importa, ellos nunca están de todos modos, ¿recuerdas?. Se entristeció mucho al escuchar
lo que le dijo su hermanita, pero siguió adelante y le pidió que lo llevara a su habitación. Ella lo
llevó y se encontró en una habitación muy ordenada, como si nadie pasara en ella, él preguntó
asombrado: “¿Estás segura que esta es mi habitación?”. Ella sin siquiera mirarlo respondió: “Si.
Mami la arregla todos los días, por eso está tan ordenado.”. Él solo calló, no podía entender
nada de lo que sucedía. Quería reconocer algo de lo que miraba, pero no podía, era todo muy
extraño para él; no había una computadora, él nunca llevaría un diario, no había forma de saber
quién era él realmente, y mucho menos saber algo de sus amigos o de la chica que debía
buscar.
Sara le preguntó si la recordaba, si recordaba cuando jugaban juntos. Él muy triste le dijo que
no sin siquiera voltearla a ver, después de un rato agrega: “No recuerdo nada, ni a nadie.”.
Después de escuchar eso Sara se fue muy triste. Quedó solo en el cuarto el día entero sin
moverse, solo observando, estaba sentado bajo la ventana viendo todo el cuarto y ver quién
entraba y qué decía. Nadie entró en todo el día, ni siquiera Sara para buscarlo. Cuando
finalmente salió notó a su madre llorando en un sillón de la sala, sola. De pronto llegó su
padre, venía de la estación de policía, habían cancelado toda búsqueda posible de Ricardo, no
lo habían encontrado, ni vivo ni muerto. Su madre no paraba de llorar, estaba destrozada. Sara
entró a la casa en ese momento, al ver a su madre solo le dijo: “No te preocupes mami, Ricky
está bien y pronto vendrá a casa, él no ha muerto aún.”. Su madre cesó su llanto y volteó a ver
a su pequeña hija, que solo la miraba con una bella sonrisa, que calmaba cualquier corazón
herido. Se tranquilizó y decidió prestarle más atención a su pequeña hija, no quería que volviera
a suceder lo mismo. Ricardo se alegró al verlo, ya que ahora su familia sería más unida, sus
padres se interesarían más en su hermanita y ella sería feliz. Él salió de su casa y se sentó en la
puerta, tal vez alguien lo extrañaba, tal vez alguien iría a preguntar por él. Tras un rato de estar
sentado decidió que no esperaría a que llegara a su casa, si no que él debía levantarse y ponerse
a buscarla. Cuando se puso de pie le vino una ola de recuerdos que lo tiró al suelo. Empezó a
recordar cosas de cuando era niño, de hace años, recordó algunos amigos de su infancia pero
nada nuevo, era tan pequeño que apenas pudo reconocerse a sí mismo.
El resto de la tarde pasó recostado pensando, por ratos le venían nuevos recuerdos a su
memoria pero aún no pasaba nada. Cuando de pronto volvió a escuchar ese susurro tan dulce
y entristecido que decía: “¿Dónde estás? ¿Dónde estás? Por favor que regrese bien, te lo ruego,
regresa sano y salvo, por favor.”.
Ricardo empezó a acostumbrarse a escuchar susurros de todo tipo, pero éste le gustaba, era
tranquilizador para él porque sabía que ella lo extrañaba, ella lo amaba, entonces solo debía
encontrarla para que todo terminara.
Él empezó a pensar que tal vez estaba buscando en el lugar equivocado, tal vez él viajaba y se
encontraba en otro lado, tal vez ella no iría a su casa, tal vez era ella quien viajaba, él solo
necesitaba fe, esperanza para poder seguir, solo quería recordar todo para que fuera más fácil,
pero pensó en lo que Lucy le dijo, que no sería nada fácil. Ya se estaba cansando, llevaba
semanas muerto y no sabía qué hacer, no sabía dónde estaba su cuerpo, sólo se recostó y miró
al cielo, miró las estrellas y sonrió.
Se quedó quieto, recostado, sintió tranquilidad y cerró los ojos. En ese momento una luz
blanca que descendía del cielo lo cubrió completamente. Se vio un pequeño destello que fue
desapareciendo poco a poco con él.
Su familia aún sigue buscando su cuerpo.
FIN
Autor: Roldán Armando Enamorado Irías.
Estudiante de Derecho. 19 años.
Pasatiempos: Apreciar las artes musicales, en especial la guitarra, ya que soy alumno del
Conservatorio Crescendo. También investigar temas políticos y sociales, y dedicar tiempo a la
lectura y literatura variada.
Escritor favorito: Pablo Neruda. Libro preferido: La Biblia como Palabra de Dios.
Inspiración para escribir: Un corazón sincero.
Seudónimo: Samuel Franco
Historia de dos que jamás terminan
Ésta es una historia de dos que jamás terminan; es una historia de dos que está inspirada en un
corazón sincero. Sentimientos encontrados de un corazón apasionado y descritos sin censuras.
Sin dejar a un lado esa aventura de las almas que buscan llegar al extremo donde la verdad
ilumina los senderos trazados para una vida sin límites, llegando así a la fuente renovable de
pasión. Sencillo, dulce y mágico.
Hoy ha sido una tarde calurosa en esta Universidad, yo venía a escuchar el Foro sobre la
Pastilla “Plan B” o “la pastilla del día después”, pero recordé que tenía una tarea que impulsaría
más mis calificaciones satisfactorias. Es de la clase de Principios de Contabilidad, que para mí
es apasionante y de suma importancia; sin embargo, para mis compañeros es un martirio.
Aunque desde el fondo del corazón me nace el deseo de ayudarles y explicarles que es la cosa
más sencilla del mundo, nunca escucharán.
Decidí ir a la biblioteca, específicamente la Hemeroteca, que es la mejor opción para un
estudio placentero, es como un viaje sin hora de regreso. En mi casa puedo encontrar un
escritorio y silencio, mas esta biblioteca inspira pasión por el conocimiento, y a veces es tan
relajante esa sensación de concentración, que uno se deja llevar por el sueño. Después de
comer en las afueras de la Hemeroteca el almuerzo preparado por mi madre, entré a hacer mi
tarea. Comí afuera porque la última vez que estuve en la Hemeroteca intenté comer dentro del
lugar y me llamaron la atención. Fue el bibliotecario Chente, quien parece una buena persona,
el que me sacó de ese lugar. Nunca pude decirle ninguna excusa o pretexto, de todos modos
no escucharía. Me senté esta vez en las sillas ante las mesas plegables, no en los escritorios que
en hemeroteca es el que más me gusta ya que es donde se puede apreciar desde el tercer piso
de la biblioteca, una vista espectacular. Desde aquí se observa el vaivén de los estudiantes, su
juventud, en sus pases de aula, o simplemente dedicándose a la vagancia en la zona apodada
“Hollywood”. También se observan los catedráticos de las diferentes facultades de la
Universidad tomándose su tacita de café en las bancas. Ver este espectro de la Ciudad
Universitaria a través de estas ventanas, al lado de un retrato de Ramón Rosa o de Francisco
Morazán, me inspira confianza, paz y ganas de seguir luchando por el propósito que día a día
estoy más cerca de cumplir, ser un economista.
Algunos minutos habían pasado desde que empecé a trabajar en la tarea haciendo estados de
resultados de la clase Principios de Contabilidad, cuando de repente escuché una silla rechinar
y de forma brusca alguien dijo: “Permiso, buenas tardes”, con una voz tan delicada como un
suspiro. Era una mujer joven, con su sonrisa dulce: no pude hacer otra cosa que devolver el
gesto de una forma torpe. Ahora observo su cálido y fresco rostro, no me ha mirado, pero
tomé su mirada tierna, y me di cuenta que sus ojos ofrecían colores claros pero en el centro sus
pupilas negras me envolvían en otro mundo de ensueños. Ausente de mí, sus manos parece
estar concentradas; la percibo aburrida, o tal vez impaciente. Le va dedicando mucho tiempo a
su amante, su libro de Física Elemental, esas hojas de papel a las cuales acaricia discretamente
una y otra vez. En esta biblioteca nunca tuve el placer de sentarme en un cubículo enfrente de
una mujer que diera tanta paz, tanta como el silencio de este lugar, un silencio que se
manifiesta tan sublime como una pieza musical.
La observo sutilmente, anda con una camiseta escotada que dice “Organízate UNAH 2014” y
jeans rotos. Parece que escucha, pero solo percibe todos los movimientos que se llevan a cabo
a su alrededor, aunque ninguno de los míos. Esa distracción la caracteriza, aún me mantengo
contemplando su pelo, casi negro, pero con un toque de claridad parece castaño. A veces el
resplandor que entra de una de las ventanillas parece hacer un filtro tornasolado con su rostro
y cabello. Ella se distrae pero luego vuelve a su amante, a sus hojas de papel, una y otra vez a
su amante. Como una señora fiel pero aburrida de lo cotidiano, de la normalidad.
Qué extraño, yo debería seguir haciendo estados de resultados de la clase de Principios de
Contabilidad. Esta clase me da la certeza de poder alcanzar mi meta de ser un economista y tal
vez con mi espíritu luchador y la ayuda de mi Dios Todopoderoso, llegaré a ser ministro de
economía o presidente de mi país, o por lo menos, a vivir algún tiempo en el extranjero. Me
gustaría conocer paisajes ajenos como España, Brasil, o tal vez Cuba, esa isla polémica de la
que todos mis familiares y amigos me dicen ambigüedades, quisiera visitarla y conocer su
verdad a profundidad, pues, en los mapas parece una isla paradisíaca. Mi sentimiento por esa
isla es similar a lo que estoy sintiendo por la mujer que tengo ante mí, aunque la observo de
frente no la puedo descifrar de ninguna forma.
Siempre he sido una persona que se conduce con mucha cautela, ideas obsesivas de siempre,
buscar la perfección están permanentemente en mi cabeza y me atemoriza que mis sueños
puedan conducirme a un fracaso rotundo, quedar en ridículo, o ser un “don nadie”. Pero mi
cobardía acaba cuando decido enfrentar aquello, las cosas no vienen por si solas, como dicen:
“entre mayor el riesgo, mayor la ganancia.”. Pero en este momento con una oportunidad única
en la vida; tal vez sea la chica de mis sueños, como dicen las novelas más cursis, pero para qué
arriesgar, ella nunca escuchará. Los celos me hacen voltear a aquella alma, su frágil existencia,
tal vez esté celoso de ella pero qué culpa tengo yo de estar presente en este momento de
armonía. Abrazo el espacio que compartimos y respiro su exhalación pura y llena de ansias.
En ese lugar, parece no existir algún tipo de comunicación, los estudiantes sumergidos en sus
pasiones (los libros de Química, códigos de Derecho, literatura variada, etc.), otros en sus
pasatiempos (computadoras, celulares y tablets), pero yo egoístamente quiero algo, lo deseo
tanto, pero, yo incapaz de aferrarme a mi querida, sigo en estado de admiración, una piel tan
blanca que en vez de palidez exhibe pureza. Un cuerpo de una modelo y parece, por su porte,
una extranjera, como dicen los compatriotas, ella podría ser originaria de Santa Bárbara. Pero
hay algo en ella que jamás he visto en una mujer, ese espíritu que no podría definirse con una
palabra. Aunque su apariencia es fina posee algo, una mente crítica, un espíritu luchador; con
solo su mirada, ese recuerdo paulatino que me queda de su saludo, lo percibo.
Nunca he podido entablar una conversación decente con una mujer hermosa, y peor en este
lugar donde los bibliotecarios, en especial Chente que intimida con su bigote de ranchero
olanchano, exigen silencio. Ellos están pendientes de cada movimiento de los estudiantes
como los Drones Americanos (aviones no tripulados) sobrevolando en territorios en el medio
oriente, buscando a un “fugitivo”. Mi corazón está inquieto y quiere expresar todo lo que
siente. Todos estos segundos ya se convierten en minutos, he perdido la concentración en lo
que vine a hacer, mi tarea no me interesa, verla a ella delicadamente me mata lentamente. Si tan
solo me mirara fijamente a los ojos otra vez como a su llegada. Mi mente repite ese recuerdo
una y otra vez de forma compulsiva, porque no la quisiera olvidar, no quisiera olvidarte.
Aunque no se tu nombre conseguí que conocieras el mío. No sé si lo notaste, pero mi silencio
no es sólo por respetar el reglamento de la biblioteca o por la timidez que me acarrea por tu
belleza que es inigualable, se debe a un mutismo selectivo, que me diagnosticaron desde la
niñez.
Cuando tenía siete años vi la muerte de mi padre, no fue por causa de un accidente de tráfico
ni de alguna enfermedad mortal.
Recuerdo el momento, el lugar y el tiempo, cuando mi padre luchó por la protección de los
viajantes de ese bus asaltado por hombres “mareros” o ladrones, nunca se supo quienes eran.
Mi padre recibió tres disparos que lo llevaron a una muerte instantánea. Tal vez mi mutismo se
deba a la falta de confianza por causa de la inseguridad en nuestro país, o tal vez el asombro, la
culpa por no poder hacer nada en ese momento de mi vida, la sed de venganza o simplemente
el dolor que sentimos los seres humanos de nunca poder acostumbrarnos a la muerte.
Mi padre, un mecánico de automóviles de los mejores, siempre quiso que estudiara una carrera
que me llevara a otro país. Mi pasión por los números y la política me llevó a decidirme por la
Licenciatura en Economía, pero ahora mis planes difieren de los de mi padre, quizá él estaría
de acuerdo conmigo. Se necesitan hondureños capaces en nuestras tierras y no en otras ajenas
a nuestra patria, que luchen por sus sueños para engrandecer lo nuestro. Y de quedarme, ahora
estoy más convencido, al verte a ti mujer.
Aunque me muero de ansias por hablarte, cantarte y gritarte todos los poemas románticos que
he escrito, no lo puedo hacer. Pero tengo un lápiz tinta y un papel. Mi sueño es llevarte
conmigo al lugar perdido y extinto. Seré yo o serás tú, no puedes temer algo que no conoces.
¿Sabrás que siento una atracción a tu alma, este sentimiento que estrangula mi corazón? En
fantasías soy un fiel devoto, no creo en casualidades, pero si en el destino, en el nuestro.
Ya se me acabó el tiempo, tengo que irme. El tiempo acaba hasta con lo más sublime. Pero
nunca dejaría que este momento se quedara así. Mi espíritu luchador te entrega este papel
rallado con el texto más sincero que has de leer. Con la honestidad de palabras que mi corazón,
alma y espíritu pueden obsequiarte. Te digo que tu cuerpo es pasajero pero tu alma es la que
más me cautiva y mi fe es que es eterna. Veo que te quedaste dormida, por el silencio que es
como una droga. Sé que esto no será uno de esos sueños frustrados. No sé si tienes pareja o
no, sólo quiero que recibas este escrito y que llegue a lo más profundo de tu ser.
Espero y deseo con toda mi alma y corazón, desde lo profundo de mis entrañas volverte a
encontrar en este lugar, en “Hollywood”, tal vez en mis sueños o en otro cuento.
Con este fuego ardiente de pasión te escribe,
Martín Castillo.
FIN
Autor: José Ventura Martínez Alemán.
Estudiante de Informática Administrativa. 25 años.
Pasatiempos: Lectura, música y fútbol.
Escritor favorito: Dante Gebel. Obra preferida: Los juegos del hambre, de Suzanne Collins.
Inspiración para escribir: Situaciones que uno mismo pasa.
Seudónimo: Valentín Alemán
El Sueño
Día 1.
Despierto. – ¡Fue solo un sueño! – Tomo bocanadas de aire y me repito. – ¡Solo un sueño! –
Respiro profundamente. – ¡Solo un sueño! – Me lleva solo un momento retomar aire y
entender que mis palabras son reales y esto que acabo de pasar no lo fue. – Solo un sueño… –
Poco a poco recobro el aliento mientras el sudor desciende por mi frente y empapa mi
camiseta.
Veo el agua correr a través de la ducha, sobre mi cuerpo, por las paredes, hasta el drenaje. –
¿Salada? – Exclamo con gran asombro y pienso ¿Está salada? Pruebo el agua de la ducha
nuevamente. Me doy cuenta que mi mente me engaña, juega conmigo por instantes. No puedo
sacar de mi mente las imágenes: todo hecho pedazos. La desesperación. El agua salada. Falta
de oxigeno. La soledad. La oscuridad en mi mente.
De camino a la Universidad donde laboro desde hace un par de años y donde paso la mayor
parte del día, espero el microbús frente al parque y veo a este hombre hablar, con un libro en la
mano, con aspecto algo peculiar, conocido. Pero para mí un desconocido. Es una interesante
historia, algo fantasioso y hasta imaginario. Me causa gracia ver y escuchar la pasión y la
credibilidad en sus palabras como si fuera en verdad real lo que cuenta o si de verdad está loco;
aunque todo esto me deja mucho que pensar. Lo escucho durante los siguientes quince
minutos que tendré que esperar hasta que llegue mi transporte.
Esto me hace recordar el sueño que tuve un par de días atrás, jueves para ser exacto, hasta
donde mis ojos lograban ver estaba rodeado de un mar de personas. Eran miles de voces y no
lograba entender lo que decían y lo que hacían, pero no sabía que más hacer, más que esperar a
lo que sucedería luego. En instantes todos se pusieron de rodillas y tuve mucho miedo, quería
despertar, salir corriendo. No pude gritar, ninguna palabra, ni otro sonido salió de mi boca.
Mientras el Rey se acercaba a mí no sabía si arrodillarme o disculparme por estar en el lugar
equivocado, ni siquiera sabía si estaba vestido para la ocasión. No dijo nada, solo hizo un gesto
con sus manos ofreciéndome sentarme en la mesa junto a él. Al llegar a ella, me ofreció
sentarme en el mejor lugar de los invitados a su mesa. Desperté. Fue otro raro sueño y no supe
que ocurrió después o si logré sentarme a comer.
Día 2.
El navío se vuelca y caigo de espalda hacia el agua. El mar lo golpea y lo hace pedazos en
instantes, es poco lo que logro ver y entender mientras lucho por conseguir un poco de aire y
algo a que aferrarme para no caer en la oscuridad. – ¡Fue solo un sueño! – Me repito
nuevamente al despertar. – ¡Solo un sueño…! Solo un sueño. – y al darme cuenta que solo fue
otro mal sueño, intento recuperarme, poder saborear nuevamente el dulce aire... llenar mis
pulmones nuevamente de esta delicia invisible, invisible a nuestros ojos y tan satisfactoria a
nuestros pulmones. Me tranquilizo a mí mismo repitiéndome que todo ha sido un sueño. Un
mal sueño. E intento aferrarme a la cama sobre la cual aún estoy sentado. Pienso en lo extraño
que fue esto y de cómo aun recordaba cada instante del mismo sueño que me despertó ayer.
– Cuando recuerdo el Amor divino que desde el cielo El Salvador envió. Aquel... – De camino
al trabajo, en el microbús, escucho esta canción, algo vieja para mi gusto, pero me trae
recuerdos. –Mi corazón entona la canción...– Recuerdos que no sé donde estuvieron. Tal vez
en ese viejo armario, detrás de los estantes de la biblioteca donde trabajó mi madre durante
muchos años. O en la misma Universidad en la cual mi padre fue catedrático, lugar donde se
conocieron y se enamoraron; o quizás en aquel viejo baúl mohoso en el que jugaba por las
tardes después de clases, el cual luego de la muerte de mis padres cerré y arrojé la llave a lo más
profundo del mar y de mis recuerdos.
Hoy llego más tarde. Intentando explicar el significado del sueño en mi cama, es la razón por la
cual no veo al hombre con su libro y sus historias fantásticas que escuché ayer, o quizás los
fines de semana no pasa por este lugar. Salto del microbús intentando demorarme lo menos
posible, debido al tráfico, para no llegar tarde al trabajo nuevamente. Al parecer todos
enloquecieron el día de hoy y salieron de compras ya que no hay espacio en las calles. No
puedo volver a llegar tarde, no después de la última vez. Corro lo más rápido que mis pies me
lo permiten… y nuevamente me falta el aire. Las imágenes se vuelcan a mi mente, falta de aire,
agua salada, oscuridad, desesperación, muerte.
Inicio mis actividades diarias en el centro de labores lo que me permite olvidar la soledad y el
frio de las profundidades de ese mar. Cientos, quizás miles de personas se acercan pidiendo el
servicio. Me esfuerzo mucho e intento realizar el mejor trabajo posible. Veo tanta gente que
viene y va, todos tan diferentes, pero muy parecidos a la vez. Por un instante desconecto mi
mente y pienso ¿Cómo será la vida de esta mujer para que tenga que gritar de esta forma? ¿Por
qué la mujer pálida, con el pañuelo en la cabeza se ven tan feliz? ¿Por qué el caballero de saco
color blanco hueso y pantalón negro está tan estresado? ¿Por qué las historias del hombre del
parque parecen tan reales y sus palabras parecían tener autoridad y credibilidad, como si él las
conociera en carne propia o si hubiese estado ahí? Ó ¿Por qué ese niño llora
incontrolablemente al final del pasillo? ¿Y por qué ese joven con aspecto algo desagradable está
cediendo su lugar y ayudando a los demás a formarse? En ese momento recuerdo: – ¡Ese es
parte de mi trabajo! – Continúo con mi diario quehacer sin olvidar las reacciones de esas
personas. Converso un momento con algunas de ellas, intentando entender, con su breve
charla, el porqué de sus acciones. Como el joven con aspecto desagradable estaba cediendo su
lugar y se miraba tan feliz a pesar de no tener para comer tres veces al día, o el caballero de
saco blanco hueso y pantalón negro quien estaba tan estresado a pesar de que aparenta ser
alguien que lo tiene todo.
Día 3.
Tres días con el mismo sueño, el mismo bote, el mismo sol, la misma tripulación, la misma
tormenta, el fin del navío, la muerte. Despierto. Pensar que esto sería casualidad, seria pensar
que la vida es color rosa y que el dolor… ese dolor y la soledad son algo dulce que todos
disfrutamos. Algo frio, oscuro y siniestro se esconde detrás de todo esto. – A menos que una
sorpresa me espere al final. – Me digo a mi mismo en tono sarcástico. Suelto a reír hasta que el
estómago me duele. Hacia la derecha. Boca abajo y con la almohada sobre mi cabeza. Levanto
los pies y los coloco sobre la pared. Finalmente me siento sobre mi cama ya que son
demasiadas vueltas y las cobijas parecen haber estado en una lavadora o en la boca de alguna
vaca, aun no logro comprender el significado o la razón de este sueño.
Hoy es fin de semana, no hay que ir a trabajar. Aprovecho el tiempo para realizar un par de
diligencias e ir al mercado en busca de lo que falta en mi alacena. –Mejor es un día en la casa
de…– Mientras camino en dirección hacia el supermercado, paso frente a este edificio color
verde donde escucho algo de música. –…que mil años lejos de él. Prefiero un rincón en…– En
la entrada un grupo de personas sonríen y saludan a quienes llegan al lugar. –… oooh! Uoho!
Uooh! En la casa de...– Me acerco para ver más de cerca. –Parecen muy felices. ¿Qué tipo de
fiesta es esta?–Me digo a mi mismo. Incluso la tonada de la música me suena familiar, aunque
nunca entré en este lugar.
Día 4.
Poco a poco mis ropas se llenan de agua, se empapan, saben a sal y muy lentamente caigo. Me
hundo. Braceo. El aire se convierte en una necesidad cada vez más grande. Braceo.
Enérgicamente me muevo y no logro salir. Braceo y cuanto más lo intento más profundo
estoy. Braceo. Poco a poco se apaga el sol y cada vez más lejos lo veo. Muero.
Me dejo caer. Me doy cuenta que ya nada importa, que por más esfuerzo que haga y las veces
que lo intente no podré despertar, y si despierto ¿Para qué lo haría? Si ya nada…– No luches.
Toma mi mano. – Escucho una voz. –No luches. Toma mi mano. – Tan dulce su voz que es
irresistible no escucharla, no obedecerla. Extiendo mi mano y me olvido porqué lo hago, creo
en sus palabras y confió en él. No sé quién es. –Tal vez alguien de la tripulación– Pienso por
un instante. No. No es alguien de la tripulación. No es ninguno de los pasajeros, ninguno de
mis amigos o conocidos. Pero... –Te conozco. – Le digo con algo de incredulidad. Hay
asombro en mi expresión y una sonrisa apacible y tan contagiosa se dibuja en su rostro. Su
ropa tan nítida y brillante. No es un marinero cualquiera. –Yo te conozco. No sé cómo, pero te
conozco. – le repito. Me abraza... –Y lo más importante: me conoces. Estoy casi seguro que te
conozco y tú también me conoces. – me dice al oído que todo está bien y que él nunca se fue.
Siento esa cálida sensación en mi pecho la que me llena de paz y de la cual no quiero despertar.
Siento que algo recorre mi rostro en dirección al suelo ¿Lagrimas? ¿Lagrimas en mi rostro?
Pero… No sabía que aun las tenía, hace años que las lágrimas huyeron de mí y las emociones
me abandonaron, justo después de la muerte de mis padres, junto con todos aquellos en los
que confié alguna vez. Me llena de paz y no quiero despertar.
– ¿Aun no me recuerdas?– me dice.
–Lo siento. No creo que realmente te conozca. – Le digo. –Pero agradezco mucho lo que has
hecho por mí. ¿Quién eres? Y ¿por qué hasta ahora apareces en mi sueño? ¿Por qué no viniste
en mi ayuda antes?– le reclamo.
–Yo siempre estuve ahí– menciona –día a día tu bote se hace pedazos, poco a poco. Intento
salvarte y cuidarte a diario, hacerte volver a la nave, pero insistes en seguir en el bote. – Por un
momento desaparece su sonrisa la cual cambia por un gesto de tristeza.
–No entiendo a qué te refieres – le pido una explicación – Es la primera vez que te veo,
¿Cómo pudiste estar siempre? Te recordaría. – le aseguro.
– Envié salvavidas hacia ti– Sigo más desconcertado con sus palabras – movilicé mis recursos
por ti, esperando que aceptaras y recordaras tu hogar.
Despierto muy alterado cuando el frio sudor cae por mi frente. Agitado y sin aliento recuerdo:
-fue solo un sueño-. Pienso ¿por qué otra vez? Y si ya lo soñé ¿Por qué no lo evité? Cuatro
noches seguidas y sin saber porqué. Y la nueva pregunta ¿Quién me salvo? ¿Quién fue el
hombre de las vestiduras blancas? – Fue muy extraño para ser real. – digo en voz baja.
Recuerdo aquel sueño en el que estaba rodeado de miles de personas. El hombre con el libro
negro y sus historias. Extrañamente las personas que se veían tan felices en el edificio color
verde y las personas en mi trabajo. Aquella tonada tan conocida y a la vez tan desconocida.
Dan vueltas en mi cabeza las palabras de mis sueños, el mar, el bote, el deslumbrante sol que
desaparecía a medida caía en lo más profundo... Mi expresión cambia en un instante... ¡Ya
entiendo!
–Ahora te recuerdo. – digo.
FIN
Autor: Jerzy Alfredo Amador Rosa. Estudiante de Sociología. 19 años.
Pasatiempos: Escritura, ciclismo, fotografía, informática.
Escritor favorito: Antoine de Saint-Exupéry Obra preferida: El Principito.
Inspiración para escribir: Lo cotidiano, la madre naturaleza, la juventud, el amor, los problemas
sociales.
Seudónimo: Spinoza
La adolescencia de Daniel
Un muchacho serio que inspiraba mucha confianza entre sus profesores y amigos, aunque
reservado y silencioso siempre manifestaba y defendía a toda costa el planteamiento de sus
opiniones o argumentos; así solían describir al joven Daniel, un adolescente con dilemas
existenciales-ontológicos, y con una edad mental no acorde a su apariencia ni a sus relaciones
sociales.
En los recesos solía detenerse en un pilar a contemplar cada una de las interacciones sociales
de las cuáles estaba rodeado: observaba y delimitaba a cada persona en un grupo, identificando
las posibles influencias sociales y culturales que determinaban dicho comportamiento.
Comenzaba a pasar por ciertos filtros a cada una de las muchachas para ver si una de ellas
podría ser su novia. El primer filtro era el de la inteligencia, el necesitaba alguien que lo retara
intelectualmente, el segundo filtro era el del perdón, puesto que consideraba necesario estar
con alguien que lo perdonara incondicionalmente por su sencillez e inexpresividad en sus
emociones, alguien que soportara la disertación de sus discursos mentales que nadie escuchaba
y que probablemente trasciendan y confronten los límites religiosos y políticos. Y por último,
el tercer filtro, el físico, el cual él pensaba que de alguna manera u otra no era transcendente en
una relación, pero que sin querer todos los aplicamos al momento de evaluar a una persona.
Solía pensar que el amor no era ciego, ya que al momento de amar a alguien implicaba un
reconocimiento mutuo de los defectos y las diferencias existentes en la relación, implicaba
aceptar las fallas de la pareja y desear ayudarle a superarlas.
Lo paradójico de todo esto es que en ese entonces el sólo tenía 16 años. La madurez de su
pensamiento siempre fue un defecto que le impidió tener una novia, a las muchachas no les
agradaba la idea de estar con alguien demasiado serio que no le gustaban las fiestas y que por
ende era aburrido. A lo largo de la escuela y el colegio se enamoró en cuatro ocasiones, de las
cuales solo una se concretó en una relación que duró apenas una semana, quedándose con las
ganas de haber dado su primer beso. Después de esa ruptura a manera de desahogo aprendió a
redactar y escribir poesía, comenzando con los tópicos más románticos y cursis, hasta después
que superó esa experiencia comenzó a escribir acerca de la cotidianidad de la vida, de los
problemas de la humanidad y del propósito de su existencia.
Un año más tarde Daniel le estaría preguntando a una chica que había detrás de sus sonrisas e
insinuaciones. Se llamaba Sofía, una muchacha extremadamente hermosa, inteligente y
servicial. Lastimosamente ella ya estaba comprometida con alguien. Daniel se dio la tarea de
monitorear la actividad social de Sofía en el Facebook. Se enteró de que su amante se trataba
de un ingeniero que administraba una de las principales ferreterías del municipio y que
evidentemente era mucho mayor que él. No lo pensó mucho, sabía que era demasiada
competencia. Decidió abandonar la idea y las posibilidades de estar a su lado más aun cuándo
se dio cuenta que ella estaba embarazada y que por simple inercia había decidido casarse. Sintió
un cierto grado de indignación y lástima por Sofía, muchos de sus amigos y familiares vieron lo
inoportuno del momento, ya que le había salido una beca de Fundación Carolina y ahora la
oportunidad estaba opacada por una responsabilidad pertinente causada por el placer de un
momento tan efímero.
En el colegio conoció tantas muchachas que dejaron
invadir su intimidad tan fácil.
Comenzaba a creer que iba a ser sumamente difícil encontrar una chica que no se dejara llevar
por las dulces palabras de un cualquiera, alguien que valorara realmente el compromiso más
que lo pasajero, la fidelidad más que la simple negociación del placer y la emoción.
A veces por las madrugadas le invadía la incertidumbre de tomar una decisión sobre qué
estudiar. Solo sabía que una de sus mayores satisfacciones era apreciar la sonrisa de un
indigente al momento de darle abrigo o alimento. Él era un joven demasiado sensible a la
desigualdad, se indignaba en gran manera porque desde niño nunca se le explicó que las
personas tenían sus diferencias, él pensaba que ese mundo fuera de la casa que le construyeron
sus padres era ideal y perfecto de tal manera que todo lo que él pensara y dijera iba a ser
aceptado por los demás sin ningún problema, así como él iba aceptar los planteamientos de los
demás de manera recíproca. Por eso en la escuela sufrió un cambio radical, pasó de ser un
niño hiperactivo y sonriente a uno totalmente serio y callado, se dio cuenta que entre menos se
reía y hablaba de sus ideas los demás dejaban de burlarse y él encontraba una forma de
integrarse al grupo y no quedar excluido. Él inhibía toda su energía y su forma de ser, todo se
lo guardaba, pero siempre tuvo una sensibilidad muy marcada hacia aquellas personas
necesitadas, hacia las injusticias en general. Esta es la conexión más fuerte que tiene con Tony,
su padre, un doctor que le narraba breves anécdotas de cómo le tocaba darle seguimiento a
muchos niños desnutridos para después verlos morir por el descuido de sus padres que
evidenciaban su condición de extrema pobreza y su desconocimiento total sobre cómo
alimentar y criar a sus hijos. Estos diálogos era la forma en que Tony le demostraba su amor,
eran las discusiones más apasionadas que podían tener acerca del porqué la sociedad
hondureña y en general los países latinoamericanos presentan los índices de desarrollo humano
más bajos. Todo esto moldeó la personalidad de Daniel, volviéndose crítico de todo. Incluso
muchos de sus cuestionamientos lo llevaron a dudar de Dios, hubo un breve tiempo por el
cual se consideró agnóstico. Él no podía asimilar que la doctrina cristiana no fuera tolerante
con las demás concepciones religiosas de otros países, especialmente con la sabiduría oriental
de la cuál era partidario por su sensatez, armonía y coherencia. Pero ¿Cómo saber si estaba
sirviendo al Dios correcto? porque tanto como él podía defenderlo a toda costa, otra persona
haría lo mismo dada la condición cultural de su país. ¿Qué clase de Dios es aquel que crea algo
con vulnerabilidades para luego juzgarlo? Todas estas preguntas convulsionaban
constantemente en la mente de Daniel y relacionaba todo esto como la causa principal de
nuestras diferencias; la intolerancia, los prejuicios, los tabúes procedían de todo esto y
predispone a que las personas no se relacionen con otras mientras éstas no abandonen sus
creencias.
Logró reivindicar su fe en el cristianismo cuando descubrió la canción de “Jesús Verbo, No
Sustantivo” de Ricardo Arjona. Era la canción más objetiva, racional y tolerante que había
escuchado. Sin embargo sabía que ahora debía discernir cuidadosamente las palabras de la
Biblia y adaptarlas al contexto actual para evitar muchas confusiones. El ser humano ha
utilizado el evangelio como un instrumento lucrativo y manipulador metiendo terror a las
personas de que se irán al infierno si no hacen lo que se les indica. Ahora bien, el cerebro de
Daniel comenzó a parir hipótesis utópicas de que era necesario integrar todas las filosofías y
dogmas del mundo en una sola, buscando los aspectos comunes que compartían las diferentes
sociedades para estandarizarlo y para que todas las personas se aferren a un orden religioso que
le dé prioridad a una escala de valores que permitiera a la humanidad convivir en paz. A partir
de esto comenzó a inclinarse por estudiar Filosofía, pero comenzó a ver esta ciencia como un
mar de concepciones en las cuales muchos infructuosamente se sumergen a pescar un
pensamiento estándar y sintetizado; ya que debido a la inmensidad y diversidad de las
corrientes filosóficas nunca salían a la superficie. La Filosofía más que responder preguntas se
dedicaba a formularlas correctamente. Daniel ya tenía las preguntas pero él quería las
respuestas, de manera que buscaba algo más concreto y menos abstracto; la Sociología. Si bien
es cierto él sabía que la integración de todos los dogmas para suprimir los prejuicios era algo
imposible, reducir la desigualdad social a través del estudio de las colectividades y sus
interacciones sociales era algo real. El estudio sistemático de la causalidad de los problemas
sociales le permitiría plantear políticas para mejorar las condiciones sociales de su país.
Llegó el 2012, a estas alturas Daniel era un adolescente que comenzaba a frustrarse cuando
comprendía que lo que probablemente quería ser no tenía congruencia con la realidad laboral
del país. Odiaba la matemática y la química, amaba la poesía, la escritura y quizá tenía un
talento escondido con la fotografía. Deseaba más que nada ser un investigador que explica el
porqué de los problemas sociales que atañen a una determinada sociedad. Él no se imagina
jamás estando en una oficina todos los días, o lidiar con la compleja anatomía del cuerpo
humano como le sugerían sus padres. Por el contrario, él quería estudiar la anatomía de la
sociedad humana y sus estructuras sociales.
La graduación llegó en noviembre y el mismo se encargó de dar el discurso. A pesar de que
egresó con excelencia académica y con todo el orgullo, dejando gran admiración y respeto en
sus profesores y amigos, algo le estaba pesando en su mente, un capricho inmaduro que le
volvió desde el último incidente con Sofía. Antes de ingresar a la Universidad lentamente
comenzó a deprimirse con algo con lo cual ni su madurez intelectual, ni sus lecturas, teorías o
conceptos podían lidiar. Siempre supo que en el colegio tuvo una monótona rutina y que ésta
se iba a seguir reproduciendo estando en Tegucigalpa. Comenzó a sentirse totalmente solo a
pesar de que vivía con sus tíos; la rutina lo estaba degradando socialmente. Daniel podía decir
que tenía compañeros, pero no amigos. Precisaba de encontrar a alguien con el mismo
“desorden mental” que él, con sus mismas locuras e ideas y con todo aquello que siempre se
reservaba desde niño. Alguien que tuviera la paciencia de escuchar y compartir su filosofía y
sus sueños, alguien con quien pudiera ser el mismo sin ocultar nada. En efecto, necesitaba un
amigo, pero a la vez necesitaba una novia que le retribuyera todo el afecto y cariño que jamás
recibió, tenía la necesidad de manifestar y expresar su amor acumulado. Por ese lado él se
sentía hueco y vacío, sentía que no había ninguna muchacha que comprendería su sencillez y su
complejidad mental. El solía decir que prefería la dulzura antes que lo sexy, su chica ideal debía
ser sencilla, con flores en el cabello y con libros en la mesa. Ella debía ser su fiel compañía a las
5:35 p.m. para contemplar los crepúsculos y debatir temas filosóficos donde el que logre
refutar el argumento del otro debía de premiársele con besitos. Tardes para estar abrazados,
para tocar un simple y armonioso arpegio de guitarra, para verse a los ojos y ver si había algo
más allá…eso era todo. Solo eso anhelaba el pobre Daniel. Él no sabía si ver su depresión
como una necesidad importante en su vida social o como su inmadurez al dejar depender su
felicidad en las demás personas.
Concluyendo su primer año cabe decir que Daniel se convirtió en el desahogo de Aíxa, quizá la
única persona con la que compartía un profundo respeto en los temas más íntimos que
atormentaban su vida. Ella lo hacía sentir útil y menos solo al momento de encontrar cierta
calma con él en sus charlas psicológicas. Aíxa era esa muchacha que sufría un desgaste físico y
mental al tener que confrontar a su madre todos los días y tener que encargarse por la mañana
de dejar hecho los tres tiempos de comida, de planchar ropa y asear los baños en un hogar
donde tenía tres hermanos ingratos y una sobrina por cuidar. Al momento de recibir clases por
la tarde le costaba mucho asimilar y comprender la disertación del pan del saber debido al
agotamiento físico. Ella siempre ocultaba todo lo que afrontaba, creía que lo correcto era
sonreír siempre a pesar de estarse ahogando por dentro. Pero una vez estando con Daniel,
Aíxa comenzó a manifestar que lejos de lo que sufría en su casa, algo que realmente le pesaba
bastante era que Gerardo, su novio, no le retribuía el amor y la atención que ella esperaba.
Quería abandonar la relación y a la vez quedarse; tal vez lo que lo impedía era ese fuerte
vínculo de haberlo conocido desde la infancia y de ser del agrado de su madre. Más que estar
confundida era una cuestión de respeto lo que obstaculizaba la disolución de su relación. Ella
era excesivamente respetuosa y fiel, quizá demasiada entregada. Esto causaba a la vez una gran
admiración en Daniel, él estaba para ella en todo momento y en varias ocasiones tanto el cómo
ella se atraían mutuamente, se tenían mucha confianza, pero nunca se dijeron nada. La
inestabilidad mental de Aíxa era algo que necesitaba resolverse, Daniel fue prudente y se
guardó sus emociones, nunca se lo dijo. Aunque los compañeros rumoraban que andaban
juntos, él solo suplió la función de recetarle las frases más sabias que siempre ha coleccionado
con sus lecturas, de manera que Aíxa pudiera encontrar claridad y paz en su mente en medio
de las adversidades.
En las horas que Daniel pasaba sin ninguna compañía, es decir sin Aíxa, escribió unos versos
refiriéndose a la soledad como esa entidad que le reservaba el banco de concreto y le adornaba
el lugar con tantas hojas, la que le hacía danzar los árboles al ritmo de la brisa. La que suele
coleccionar anhelos y anécdotas ajenas en las habitaciones de las mentes de otros. La que le
resoplaba los huesos y le pintaba nubes anaranjadas. Mientras tanto inventaba obras teatrales
de amor donde siempre se besaban con los ojos, mientras se terminaba el café, mientras leía los
viejos mensajes de texto con la voz de aquella chica, mientras burle el tiempo, él precisaba de
la compañía de la soledad.
Al siguiente año, Aíxa no tardó en manifestarle su interés en Daniel. Le comentó que
realmente si ella tuviera a alguien especial en su vida sería a él como su novio. Estas palabras
fueron las más bonitas que él pudo haber escuchado. Ambos sabían que algo inevitablemente
había germinado entre ellos. Por lo tanto Daniel tuvo la necesidad de llegar al fondo del
asunto, ya no soportaba más saber que alguien en quien podía confiar estuviera tan cerca de
darle todo el cariño y el afecto que tanto le urgía. Aunque Aíxa expresaba su inseguridad de no
saber aún si era el momento indicado para desligarse de Gerardo, Daniel le manifestaba toda
su comprensión, pero le advertía que él esperaba que al haber dicho esas palabras, era con el
objetivo de que ella creía firmemente que en algún futuro algo se iba a concretar entre ellos, o
al menos él estaba dispuesto a esperar un tiempo para que ella aclarara sus emociones.
Durante la siguiente semana curiosamente Gerardo esperaba puntualmente la salida de Aíxa
para traerla. Al parecer por fin se había dado cuenta de su descuido, su falta de atención y sus
errores. Y curiosamente durante los siguientes días Aíxa traía otro semblante un poco más
alegre de lo normal pero más distante del amigo al que le había confiado todo. Daniel sabía que
él simplemente se estaba convirtiendo en el detonante para recuperar y perpetuar la relación de
Aíxa con su novio. Comenzaba a creer que Aíxa lo estaba utilizando para causar celos en su
novio, pero no, eso no podía ser para él. Al llegar a la casa rompió en llanto, las conjeturas lo
dominaron y todas las posibilidades a las que se había aferrado con toda seguridad se le estaban
desmoronando. Más tarde vio su celular con un mensaje de Aíxa, diciéndole-quiero estar
contigo, lo deseé y todavía lo deseo, pero ahora sé que Gerardo me ama más de lo que yo lo
amo a él, y yo no puedo cambiar eso, debo de respetarlo y corresponderlo, de verdad lo siento. Daniel le dijo que no había problema, pero por dentro había perdido los estribos. Comenzó a
pegar saltos, hacer lagartijas y rasguear la guitarra como loco, no sabía cómo y con qué
desquitar todo lo que sentía, él quería salir corriendo, huyendo del lugar donde se encontraba.
No sabía qué hacer ni cómo lidiar con semejante decepción, Aíxa le dolía tanto. Vio una
oportunidad tan clara, y ahora caminaba de un lado a otro mirando hacia el techo como
reclamándole a la divinidad.
Daniel agarró un marcador y comenzó a escribir en una pequeña pizarra para esclarecer la
nebulosa de su mente. Aceptó que las emociones lo estaban dominando y su sentido de razón
no existía mientras sepa que siempre ha tenido una necesidad inmediata de afecto y cariño no
retribuido. Después comenzó a deducir que nada le servía pretender hacerse el fuerte y maduro
apelando a las frases de que la felicidad no debe depender de las demás personas. De nada le
servía justificar la ausencia de esa persona con la que tanto deseaba estar, refugiándose en las
teorías socio-psicológicas de que tener novio o novia son simples construcciones culturales
encargadas de determinar lo que es normal y lo que no. Daniel podía escribir y sostener todo
ese discurso intelectual, pero igual seguía sintiéndose hueco y vacío, las lágrimas seguían
haciendo su recorrido, el piano seguía sonando y la soledad se le acercaba como prostituta; en
el fondo de los fondos, se sentía incompleto sin el cariño y la compañía de una chica. Él sabía
lo que necesitaba. Sabía que la monótona rutina y la ausencia de una compañía fiel y amorosa
lo estaban matando. Entendió que la adolescencia era una etapa donde predominaba la
inestabilidad de emociones en donde se confabulan dos términos, la identidad y
consecuentemente la felicidad. Alguien podría adelantar que el problema es dejar que los
demás definan quien eres y asumir que nacimos incompletos para que alguien tenga que
complementarnos. A veces la depresión y todos nuestros problemas son solo conceptuales. La
forma en que un joven defina la felicidad y defina la búsqueda de su identidad en la sociedad
determinará su ser; donde parece inherente a nuestra naturaleza la necesidad de buscar ser
reconocidos para sentirnos importantes o útiles. Lo cierto de todo esto es que para recordar
quién eres, necesitas olvidar lo que otros te dijeron. Siempre ha sido más relevante conocerse a
sí mismo que darse a conocer a los demás. Algo importante para Daniel en todo esto, es que él
sabía que la concepción y la compresión del verdadero amor y el noviazgo no es algo exclusivo
de los adultos, su entendimiento no radica en la edad, sino en su madurez. El problema de
muchos jóvenes es que nunca han aprendido a convivir y disfrutar de los defectos y las
diferencias de alguien estando en un noviazgo. De nada sirven la teoría y los consejos sin la
praxis, sin la experiencia, sin dejar que se enfrenten a la realidad cuando tienen padres muy
sobre protectores. La adolescencia no debe ser una etapa para disciplinar sus cambios radicales,
para limitarlos por tabúes culturales de tener novio o novia, debe ser una etapa de diálogo
entre padres e hijos, de debates entre profesores y alumnos. Los jóvenes no pueden ser felices
únicamente sólo con sacar buenas notas y saber que son responsables y obedientes en todo; los
jóvenes son felices cuando expresan las entrañas de sus emociones y pensamientos sin que
nadie se los inhiba, son felices cuando entienden que han cometido errores en la adolescencia y
los han disfrutado para ahora comprender que significa haber madurado.
Daniel con 19 años, a lo largo de todos sus dilemas y sus desesperaciones, encontró buena fe
en unos versos de Benedetti: “Mi táctica no es decirte adiós, sino hasta pronto, aprender de tu
escuela, quererte como fuiste.”. Respiró profundo y alzó su mirada confiando en la frase de
Shakespeare: “Me he dado cuenta que no puedo exigir el amor de nadie, solo puedo dar buenas
razones para ser querido... y tener paciencia para que la vida haga el resto”.
FIN
Autor: Nolvia Pamela Zúniga Herrera. Estudiante de Arquitectura.
21 años. Pasatiempos: Leer, escribir, pintar, hacer maquetas.
Escritor favorito: Paulo Coehlo, Blanca Álvarez.
Libro preferido: A Orillas del Río Piedra me senté y lloré.
Inspiración para escribir: Pensé que me gustaría escribir algo con que los estudiantes y
catedráticos se pudiesen identificar; un personaje que se mezclara entre las personal como
alguien atemporal, un observador… Un final abierto, no sabemos qué hará después.
Seudónimo: Analía Velmop
RECORRIDO POR LOS PENSAMIENTOS DE UNA MENTE CAÓTICA
Y allí estaba de pie frente al mapa, que contenía una nota indicando "usted está aquí”—sí, era
consciente de mi ubicación física— mi mente vagaba entre espirales de pensamientos
dispersos, observaba personas transitar de prisa y yo no compaginaba en esa muchedumbre
todos inmersos en alguna clase de Sistema que no comprendía —quizá con el tiempo lo
descubriría—, por ahora avanzaba lentamente mezclándome con toda clase de personajes, me
detuve por un instante frente al edificio con forma alabeada que me recuerda a una galleta de la
fortuna, salían de él jóvenes con sus trajes azules, largos, solemnes, son fáciles de distinguir
entre los aprendices sus rostros sin miedo a los retos abismales que la sociedad les plantea,
parecen capaces de todo, tienen aspecto de haber estado en un campo de batalla, sin embargo
todo aquí parece tan tétrico que he dudado muchas veces en cruzar ese gigantesco arco del
triunfo con tintes de brutalismo y huir—¿A dónde?, no lo sé—, quizá a refugiarme de la
velocidad o de lo impasible que todos se muestran exigiendo perfección y pierdo los ánimos de
seguir, siento como si los minutos pasaran tan rápido que transmutan en años, como si mi
columna cargara con tantas décadas como para declararme patrimonio de la ciudad, todo para
terminar decidiendo que es de cobardes abandonar mis anhelos; sin embargo, he fallado,
reiteradas veces he estado al borde del desquicio, en las noches con torres de libros a mi
alrededor y yo soy un ser minúsculo como una hormiga en una metrópolis, pero he recorrido
todos y cada uno de los rincones de esos libros, termino absorta como una polilla volando
hacia el fuego, pensando que he encontrado la salida a este túnel y la verdad es que este
laberinto es tan complejo que me lleva por caminos lúgubres y tornasoles, desde que llegué
aquí mi vida ha dado giros en todo tipo de direcciones, como si caminara dentro de un
caleidoscopio, pero siento que de eso ha pasado ya mucho tiempo o he perdido la noción de
mí propio ser, aquí sigo, y el paisaje ha cambiado un poco, he estado durante los inviernos
donde las parejas caminan tomadas de la mano con el romanticismo melancólico que simulan
los colores fríos, he permanecido durante los resecos veranos que apenas dejan ver las pocas
flores que sobreviven, he caminado por senderos intransitados; he obtenido vejez prematura al
pasar y sentirme en la obligación de analizar mi entorno, qué sucedería si todo fuese al
contrario, y si el sistema cambiase súbitamente, no entiendo eso a lo que llaman destino, en
dado caso yo escribiría el mío, he vagado por cada rincón de esta ciudad, y he conocido cada
personaje; unos me han dejado mejores recuerdos que otros, pero como toda cicatriz que
cuenta una historia en silencio algunas es mejor obviarlas y seguir caminando sin mirar atrás,
allí me sumí en la parafernalia con que se tratan todos los actos aquí —busco tiempo, es lo que
más deseo—, sin darme cuenta he dejado de poseer mis días, me regalo minutos como caridad
para mis asuntos porque mi agenda ha sido decidida por abstracciones en forma de
porcentajes, y así sigo mi rumbo creo que todos los edificios aquí me observan, lo siento
cuando camino entre ellos, todos parecen hermanos tienen algo que los unifica, aun intento
decodificarlos cada vez que paso frente alguno de sus murales percibo un dejavu, del cual todos
los días encuentro una forma nueva de interpretar, las máscaras que evocan un teatro en la
pared blanca me recuerdan a mis catedráticos, ellos son el público y nosotros los
perpetradores, de algún modo ambas partes disfrutamos en este escenario, cada uno a su
manera, somos como mariposas en una selva de concreto todos luchamos por sobrevivir a
cualquier precio, sin embargo algunos somos como Chance en Desde el Jardín, hemos llegado a
un mundo desconocido nos abrieron las puertas a un torrente de conocimiento al parecer
inagotable de alguna forma parecen existir leyes invisibles que nos rigen y dictan que para
obtener ese conocimiento debemos transfigurar en seres fantasmáticos que caminan en modo
automático cumpliendo órdenes como robots, en la obscuridad del edificio raquítico el silencio
es traducido a quietud, y el ambiente se torna perfecto para aquellos que desean soledad para
ensimismarse en sus asuntos, quizás lo único que me asusta son sus grietas que me permiten
ver de un salón al otro en la penumbra y con el frio suelo como sofá hay decenas de jóvenes
como yo que deben estar narrando su historia, aclamando alguna deidad para salir con vida de
este limbo onírico, el incesante tic tac del reloj es lo único que me trae de vuelta de mi mundo
surreal donde ninguna de estas cosas que persigo tiene valor, en las entrañas del gemelo
operado del edificio raquítico con su escabrosa columna de acero por la cual subimos, en su
cúspide alberga una incesante melodía capaz de calmar a cualquier fiera, es para mí una canción
de cuna entre toda esta confusión, desde cualquier salón se escucha su eco susurrando lo que
posiblemente son gritos mudos de sentimientos reprimidos que solo Clementina Suárez podría
describir en su poema Rebeldía con esas notas musicales que en la sonata se apaciguan por la
interpretación que los vocalistas entonan de forma opuesta, ella declamando así:
“No importa que pretendan negar la luz de mi destino, que rompan despiadadamente el encaje del
sueño, que destruyan el azogue de mi espejo, que me sumerjan en la noche sin adioses, que con saña me
nieguen el pan, la sal y el agua. No esperen que por ello me doble dócilmente, aunque la carne sea
siempre la carne mis entrañas ya casi son de acero”.
Mi alma intransitable me permite colocar un pie frente al otro como autómata, fluyo en la
dirección hacia la cual todos caminamos frente al pretencioso edificio solitario con esa plaza y
ese parque —como invitándome a quedarme—, todos parecen felices y cómodos allí, es decir
lucen como alguna colección de muñecos en trajes costosos y maniquíes en vitrinas, ni un
cabello fuera de su lugar parecen haber estandarizado un estilo para que los demás apreciemos
adonde pertenecen, recuerdo que una tarde me senté en esa plaza a leer mientras esperaba por
alguien, los minutos fueron eternos cuando un libro llegaba a mis manos debía consumirlo
hasta la última palabra, a falta de algún don camaleónico para encajar en cualquier lugar debía
refugiarme en esas pilas de papel impreso —para mí sinónimo de placer—… pagina 23
Réquiem para dos extraños de Nery A. Gaitán, “Mi humanidad solo era un maderamen carcomido a
punto de derrumbarse…” —interrupción abrupta, prefería la compañía de mi libro pero había
esperado tanto que ya me sentía parte del paisaje—, intercambiamos palabras una vez
terminado el asunto cada quien emprendió marcha en dirección opuesta, no sé porque ya no
podía permanecer allí se había ido la magia, debía buscar un lugar donde seguir degustando mi
lectura, había un edificio más alejado aún, también pretencioso pero de este salían más
hombres que mujeres todos con apariencia de profesar intelecto y perfección, vaya que me
asustaba recorrer el largo estacionamiento para subir a la torre luctuosa que lucía como si se
alimentase de sueños, la dualidad entre el bullicio y el mutismo de algunos me dejaba renuente,
comenzó en un espacio totalmente blanco impasible, a medida subía entre cada nivel se
marcaba una línea invisible como una frontera entre un país y otro al igual que sus habitantes
en la cumbre encontré a los objetos de mi admiración era como un museo al mismo tiempo un
bosque lleno de criaturas creando coloridas estructuras, camine entre ellos sin que me notaran
me di cuenta que me dispersaba entre tanto artilugio, era algo así como un cuento de hadas con
toda clase de castillitos pequeños donde debían de vivir los personajes de mis libros y lo eran,
de papel pero eran esos edificios.
“…Y abandonó la estancia donde habíamos representado el grotesco ensayo del deseo. La próxima vez,
repetí en tono sombrío; sabiendo que el único lecho que me aguardaba, era el de la última y definitiva
soledad.”
Ese párrafo me remontaba a este punto donde me detuve a contemplar un edificio incrustado
cínicamente entre mi línea visual como obligándome a prestarle atención, más hombres de
vestimentas costosas y un libro negro en sus manos, yo lo percibí como las leyes que regían su
conciencia, reunidos en pequeños grupos conspirando en su forma de hablar ambigua que no
entendía, era algo como una logia con un conocimiento superior, sí, se lo dejaría al cosmos,
algún día se revelaría todo lo que necesito saber, por ahora me aproximaba a mi refugio, donde
se leía:“Destruyeron cuidadosamente mi patria y escribieron su nombre en libros secretos.” Roberto Sosa.
Esa frase me podría mantener pensando días completos, la leía con diferentes entonaciones,
cuando estaba a solas la repetía cuestionándome, — ¿Mi patria?— al fondo en lo que percibía
como mi fuerte, ningún problema entraba de la puerta hacia adentro, el mostrador y la persona
que me atendía como de costumbre, supongo que era la única a la que me obligaba a darle una
sonrisa, pero no cualquiera, era como diciéndole: no se aburra de verme aquí, quería obligarle a
que entendiera que este lugar era confortable para mí, me sentía como infante en la dulcería,
¡Ah! Podía saborear detrás en todos esos estantes, libros esperando por mí, solo debía decidir
cuál quería, eso dependía de que animo me sentía, los comentarios acerca de este, alguno en
específico los obligatorios en cada clase, colecciones enteras de todo tipo, aprovechable, yo
quería ser como una enciclopedia, saber de todo un poco. La persona en el mostrador sabe mi
rutina, habitualmente saludo por inercia, digito en el ordenador quien es el autor, título de la
obra y ¡Voilà!, anoto el código, casi nunca hay contratiempos, me lo puedo quedar algún
periodo, y luego regresar, por otro.
—Buenos días…tecleo, Franz Kafka, Metamorfosis. —Ejecutamos la misma rutina, le facilito
el código, espero el libro—
Ubico un espacio libre, y dispongo mi adquisición sobre este.
—Bueno— pensó—; ¿Qué pasaría si yo siguiese durmiendo un rato y me olvidase de todas las
fantasías? Más era esto algo de todo punto irrealizable, porque Gregorio tenía la costumbre de dormir
sobre el lado derecho…
Suena mi teléfono móvil —Hola, buenos días, —Sí, lo olvide, —llegaré en unos minutos, —
estoy cerca. Veo en la pantalla de mi teléfono 11:55 a.m. ¡Ah! Ya es hora, debo apresurarme o
llegaré tarde, parece que tener prisa no era un enigma. Siempre es cuestión de tiempo.
FIN
Autor: David Ernesto Bonilla Martínez. Estudiante de Odontología.
Edad: 18 años.
Pasatiempos: Dibujar, poesía, escuchar música, socializar, ayudar, jugar videojuegos, apreciar
momentos, leer, ciclismo, juegos de mesa, ver series y cocinar.
Libro favorito: El doctor Jekyll and míster Hyde.
Inspiración para escribir: Dar interés a lo que muchos consideran nada más pequeños
momentos en la vida o situaciones insignificantes. Me causa inspiración la naturaleza, el lado
oscuro y misterios del ser humano, la sociología, el amor, la luna, la oscuridad y así todo es
potencialmente una fuente de inspiración en lo que yo llamo: “El mundo parlante”
Seudónimo: Dante Damián M.B.
Él quien murió
Él, mi hermano, Miguel Nicolás Lara, hombre de apariencia molesta, aura tensa, emociones
apagadas y un corazón exiguo de espíritu. Todo aquello resumido dentro de un anciano
cuerpo, que al ojo de un espejo no era más que un hombre alto y delgado, solitario y mal
humorado, venoso como un árbol viejo, pero físicamente sano. Se encontraba viviendo en
nuestra antigua casa de campo construida con madera; dos habitaciones, una cocina-comedor y
un corredor. Ubicada en uno de los puntos más altos a las afueras de su pueblo natal y de
donde podía observar todo él mismo. Pienso que era algo un poco irónico para alguien que
siempre deseó alejarse y dejar todo aquello. Él siempre vivió en desacuerdo con su vida y
renegó de todo lo que le sucedía, incluso algunas veces blasfemando contra Dios, diciendo que
se equivocó al darle esa vida. Pero al fin y al cabo parecía vivir estancado en su pasado y
siempre mortificándose por él, sin saber si hizo o no lo correcto, pero evitaba pensarlo
justificándose con su inconformidad hacia todas las personas que junto a él vivieron.
Terminando como un pobre anciano de ochenta y seis años sin saber aún su propósito de vida.
Un miércoles sonaron las siete de la mañana, en el viejo reloj de péndulo de nuestro padre
que él tenía frente a su cama y que resonaba por toda la casa con un sonido impetuoso y muy
sereno, recordando que el tiempo es implacable y que no se detiene para enmendar los errores
de nadie, ni mucho menos por alguien. Y como cada día el sonido exactamente a las seis de la
mañana arrebataba de brazos de Morfeo a mi hermano. Quien ese día al despertar se sentó
adormitado en su cama y comenzó a buscar con los pies descalzos el par de sandalias en el frio
suelo de su alcoba, cuando un recuerdo fugaz le vino a despertar de golpe, algo extraño que le
sucedió la noche anterior: En eso como de las once y media de la noche él se despertó,
producto del sonido de aproximadamente seis o siete disparos que a lo lejos alcanzó escuchar.
En ese momento se dijo a sí mismo:
-Espero esos disparos no sean en vano y alguien haya dejado esta vida plagada de personas, a
nadie matan por gusto y de todas formas ese él, no soy yo.
Abrazando su almohada y regresando a dormir rápidamente en ese instante. Él siempre fue
de esos tipos que se duermen en unos momentos. Pero en fin, eso lo detuvo a pensar, pero no
fue sino más de un minuto poniéndole caso a aquello. Se levantó de su cama para inclinarse
por debajo de ella y así buscar las sandalias, pero entre el polvo y algunas telarañas, junto a las
sandalias se encontró con un pequeño y viejo baúl de madera, el cual tomó y sostuvo entre las
manos para posteriormente sentarse con él sobre sus piernas. Seguidamente le sacudió una
película de polvo que le provocó estornudar (generalmente era alérgico). Él no recordaba tener
ese baúl o incluso poseerlo, lo miro fijamente y fingió no saber qué encontraría, pero en el
fondo sabía que ahí aguardaban todos los recuerdos de su vida, plasmada en fotografías y
decidió dejarlo donde lo encontró. Dando un bostezo se levantó y fue a darse un baño.
Mientras lo hacía le pareció escuchar algo, pero no le dio ningún tipo de importancia y
continuó con su baño. Al regresar a la habitación notó que la cama estaba arreglada, con el
baúl que había guardado sobre ella y esto le hizo hacer una de sus variadas expresiones de
disgusto y comenzó a llamar a gritos:
-María, María, Marta María ¿Estás ahi mujer?, te he dicho que nunca pases a mi habitación.
A lo que no obtuvo respuesta de quien pensó era Marta María, la jovencita de diecisiete años
que trabajaba en ese entonces para él, haciendo las compras y el aseo día de por medio en la
casa (Ese era uno de los días en los que ella no iría). Tomó el baúl y lo colocó de nuevo
debajo de su cama. No le dio importancia y se empezó a vestir, eran casi ya las ocho de la
mañana, pero parecían ser las cinco de la madrugada ya que había una neblina abundante y
hacia un frio como de nevera. Sin previo aviso empezó a sonar el reloj de péndulo,
sobrepasando su límite de campanadas por más del doble y deteniéndose secamente, lo cual
puso algo tenso a mi hermano, pero nada comparado a lo que le vendría. Se acercó al reloj y se
detuvo a observarlo, mientras que un peculiar aroma empezó a enamorar su sentido del olfato;
se trataba del olor de una cálida taza con café, que provenía desde la cocina, adonde fue a ver.
Allí encontró dos tazas con café puestas sobre la mesa, se sentó y llamó nuevamente:
-¿Hay alguien aquí, eres tú María?
Pero de nuevo fueron palabras mudas ya que nadie le contestó, cada vez se le tornaba más
extraño. Tomó una de las aún humeantes tazas con café para beber de ella y cuando estaba
punto de darle el primer sorbo una suave y dulce voz en forma de susurro, vino de la nada y le
dijo al oído:
-Pronto, pronto seremos de nuevo tú y yo mi amado.
Perplejo mi hermano dejó derramar el café sobre sus piernas, tan solo que ahora frio tal hielo
derretido. Mientras por su espalda se escurría un terrible escalofrio,
y consigo recuerdos
guardados en lo profundo de su turbia mente y se dijo:
-No puedo olvidarlos, ¡Nunca olvidaría! Los recorridos por la ciudad entre el vapor de las
calles y los vehículos, las personas y sus negras conciencias. Todo tan repulsivo y deprimente,
pero con el fin de visitar a mi amada Sonia Sofía, que siempre al saber que iría preparaba el
mejor café, que tantas veces degusté junto a su aroma. ¡Cómo olvidarla! cuando no pude
expresarle mi amor antes de que se marchitara y esfumara dentro de aquel anciano cuerpo, a
causa de mi implacable enemigo el tiempo.
Se dijo mi hermano en su pensamiento, al exterior vagante en el silencio, silencio que fue
interrumpido por el campaneo de aquel viejo reloj de péndulo, que sonaba de nuevo sin
consuelo. (Les confesaré que fue algo triste ver a mi hermano en esa situación y de esa manera,
pero su pasado apenas empezaba a regresar). Luego él se dirigió rápidamente fuera de la casa
y se sentó en el suelo del pequeño corredor de madera, junto a unas viejas sillas mecedoras y a
la distancia la neblina que en vez de alejarse, se acercaba cada instante más a la casa. Se
sostuvo el rostro con sus manos posando sus ojos sobre las palmas, transpirando dolor pero
no miedo, cuando sin aviso el aire se le tornó pesado, costándole respirar. Dos de las viejas
sillas mecedoras comenzaron a moverse (o más bien se mecían) pero una más que otra y de la
nada escuchó la conversación entre un adulto y un niño:
-Padre, no quiero que sigas envejeciendo. ¿Por qué tenemos que morir papá? ¿Tú morirás?
A lo que le respondían:
- No es cuestión mía ni de nadie en esta tierra, pero no te preocupes por eso y vive feliz
luchando por lo que quieres, tal como yo por ti.
Tras eso el aire retomó a su liviandad al igual que el respirar normal de mi hermano. Al cual se
le rodaban unas cuantas lágrimas y los recuerdos en su pensamiento:
-Mi padre (...) yo tuve alguna vez un padre, Luis Enrique Lara. Yo nunca olvidaría cuánto y
cómo me educó, ni esa plática que está plasmada en mi mente y más aun por haberle fallado
e incluso no estar a su lado en los últimos momentos de su vida. Eso me duele y se enlista en
mis errores como uno de los peores, el no estar al lado de ese ser sabio y luchador que en mi
depositó todo su anhelo.
Sea como sea mi hermano siempre fue un hombre listo, creo que quizás más de lo que yo
hubiese sido.
Después de lo que le sucedió se alteró y pasó a sentirse molesto por no comprender qué
sucedía, entró a la casa y comenzó a tirarlo todo mientras con desenfreno gritaba:
-No comprendo ¿Qué pasa, que es esto? ¿Por qué a mí?
Repitiéndolo en voz alta, hasta el momento de ser opacado por el sonido del campaneo del
reloj, que empezó a sonar nuevamente muy fuerte. Cuando éste se detuvo, Miguel camino
hasta su cuarto, se sentó en la cama y sintió algo raro (pensó no más). Cuando escuchó la voz
de una mujer llamándole desde el otro cuarto:
-Nicolás, Nicolás, hijo, ven acá.
Eso lo petrificó, su cuerpo se movió hacía allá por instinto a ese llamado, al llegar a la otra
habitación que desde la muerte de nuestra madre siempre estaba vacía, encontró con sorpresa
en medio de ella una pequeña mesa y un mueble unipersonal como el que tenía nuestra madre
(más bien era el de nuestra madre). Sobre la mesa se encontraban un par de anteojos de lentes
grandes y una camisa que él había dejado de usar por estar rasgada, pero al verla se encontraba
ya en buen estado (zurcida). Se sentó en el sofá y apretando su camisa fuerte al pecho recordó
su infancia.
-Recuerdo mi hermosa madre, una mujer tan cálida y cariñosa como luz de sol que se cuela por
la mañana entre el cedazo de mi alcoba. Ella me llamaba por mi primer nombre, Nicolás. Ya
que nunca me gustó y prefería que me llamaran Miguel, aunque ella insistió. Recuerdo como
partió de nuestro lado en dos momentos; el primero con la muerte de mi hermano menor
Isaac Salvador; engendrado en edad madura, junto a él un trozo de su vida se fue. Tiempo
después mi madre adoptó a mi hermanastra Laura, persona que no he querido ni aceptado por
no ser mi hermana legitima. Pero en fin, la gota que derramó el vaso de agua en la vida mi
madre, fue la muerte de mi padre. Unos meses después, ella fue tras él.
Ding… ding… ding… ding… Escuchó mi hermano el reloj, pero esta vez era yo quien lo
llamaría.
-Ven hermano mío, ya está cerca el fin de tu martirio físico. Le llamé desde su habitación y
puse el baúl por segunda vez sobre su cama.
Al llegar a su habitación se sentó sobre la cama y tomo el baúl viéndolo con ojos nostálgicos y
con un sentimiento lejano al temor. Al abrirlo se encontró con decenas de fotografías de lo
más bello en su vida; familiares, amigos, mascotas y paisajes. Todas desde que adquirió
conciencia hasta ese momento. Esto lo conmovió a tal punto que comenzó a desatar un llanto
limpio, como de los que no tenía desde ser niño y esta vez no vi que pensó pero puedo
deducirlo; él se dio cuenta de lo corta y al mismo tiempo larga que es la vida y como todos
lentamente de ella se retiran. Por primera vez él conoció el propósito de su vida y apretó los
puños, lleno de ira hacia sí mismo. Fue en ese momento cuando le aparecí. El me observo
fijamente y con enojo me dijo:
-¿Quién eres y qué es lo que quieres?
Él no podría recordarme, ya que nunca me conoció y le dije:
- Soy yo hermano, tu hermano Isaac Salvador. Sé que no me conoces, eso hubiese sido un
gusto para mí, conocerte y vivir. Hermano no temas, te pido que al despertar comprendas; de
los disparos que escuchaste anoche, uno impactó en tu pecho mientras dormías, todo lo que
hoy has vivido es producto de tu mente, es la forma de ver pasar tu vida ante ti en estos
últimos momentos de agonía. Despierta a nuestra hermana está en casa ¡Adiós hermano!
Al entrar en la casa encontré a Miguel en su cama, con su pecho ensangrentado, abriendo los
ojos a pauta del campaneo de su reloj y le dije:
-Miguel, Miguel, hermano estoy contigo, soy Laura ¿Qué sucedió?
Y él con voz fragmentada mientras apretaba mí mano dijo con sus últimos suspiros de vida:
-Laura hermana mía, quiero que sepas que te acepto y te ruego me perdones. Mi tiempo ha
llegado y me doy cuenta de que, él, quien murió, fui yo, y eso desde hace mucho tiempo.
Tras estas palabras, la vida se le escapó, junto a la luz de sus ojos y dejando caer su mano
murió al momento de nacer.
FIN
Autor: Carmen Melissa Sandoval Zerón. Estudiante de Odontología.
Edad: 22 años. Pasatiempos: Escribir, leer, escuchar música, conocer lugares nuevos, probar
nuevas comidas.
Escritor favorito: Edgar Allan Poe
Obras preferidas: El Pozo y el péndulo, de Edgar Allan Poe,
El Odio, de María Monvel, y el poema
El Seminarista de los ojos negros, de Miguel Ramos Carrión.
Inspiración para escribir: El amor y lo que a éste rodea; me inspira la naturaleza y la
ciudad. Mi motivo para tomar papel y lápiz es desnudar el alma para mi propia satisfacción.
Seudónimo: EOS (Diosa griega de la Aurora)
Mil cosas para hablar con Dios
¿Acaso piensas que no lo intento? Lo intento cada día, a cada minuto y solo logro
derrumbarme más. Estoy harto de luchar en vano, mis heridas supuran humillación. No puedo
vivir sin llorar las penas que me dejaron tantas pérdidas.
Vivo aguantando la respiración en este aire tóxico de mortandad y putrefacción. ¡De verdad
crees que puedo ser feliz en un mundo así!
La oscuridad es mi fiel compañera. A veces siento que me habla, me susurra, me seduce y
sabes, me da miedo caer en su trampa; porque a pesar de todo quiero vivir. Es por eso que lo
intento. Yo sé que un día caeré en las garras de la muerte y su guadaña me cortará en pedazos.
Conozco mi destino, en realidad, conozco en destino de todos. No podremos escapar de esta
cobradora de sueños y esperanzas, estamos perdidos y eso me aterra. No dejo de pensar en
ello.
Todo es tan falso que me enfurece. ¿De quién será el plan de crear una vida perfecta y feliz
para engañar a los bobos? ¡Yo no me lo creo, jamás caeré en ese truco barato! Reconozco sus
máscaras, predigo el guión con el que viven. Esa vida perfecta no existe, es solo una actuación.
Vi tantas cosas que las cuencas de mis ojos se han hecho más profundas ¿es eso posible? Es
decir, ¿Cómo puede la tristeza cambiar la estructura ósea de mi rostro? O quizá no sean mis
ojos, sino mi cordura la que ha perdido estructura.
¡Estoy cansado! Cada paso que doy en este suelo de cristal es todo un reto. Me queda poca
reserva de valentía y coraje para seguir, pero aún así lo intento. Entonces, ¿Por qué dices lo
contrario?
-Si de verdad lo intentaras, no vivirías al tanto de la maldad. Si de verdad lo intentaras,
ignorarías la catástrofe que te rodea. Tienes que saber que solo así podrás ser feliz y cuando lo
seas, sabrás que no solo lo intentaste sino que lo has logrado.
Busca tu felicidad y no temas a las desgracias que se aferran con fuerza a tus tobillos, hazlas a
un lado y sigue adelante.
No derrames lágrimas por el pasado, debes entender que aunque dolió ya no podrá lastimarte.
Y no des marcha atrás al camino que has trazado. Si ves que ya no puedes seguir, crea un
camino alternativo pero no retrocedas.
Inténtalo una vez más, pero esta vez con más ganas y con más expectativas. Cuando lo hagas,
pasa a charlas nuevamente.
-¡Doctor! ¡Doctor! El paciente que estaba en coma, acaba de despertar.
-Háganle un chequeo y llamen a sus familiares.
-Señor Park, ¿recuerda algo del accidente?
Es gracioso, antes de dormir por dos meses vi un resplandor y al despertarme también, con la
luz que usó el doctor para hacerme contraer las pupilas. Han pasado ya diez años desde mi
accidente, no sé con certeza lo que me sucedió, solo sé que cambió mi vida.
Perdí a la persona que amaba el mismo día que perdí la conciencia. Cuando desperté solo
quería verla a ella, debió haber sido duro para mi hermana menor darme la noticia. Después de
eso, caí sin ánimos de levantarme.
¿Por qué no yo en lugar de ella? Sin dudarlo cambiaría de puesto. Pero de nada sirve
lamentarlo.
Recuerdo que el día del accidente nos peleamos por algo insignificante, como de qué color
pintar la cocina. Para ser honesto siempre le había dejado eso a Helena, pero ese día en
particular tenía tantas ganas de hacerla enojar. Se veía adorable cuando fruncía el ceño y
apretaba los labios. Ella pudo ver a través de mis intenciones y rió, luego nos amamos.
Helena era de Australia, alta y hermosa. Se burlaba de mi acento.
La conocí en una aburridísima reunión laboral. No me enamoré al verla como a otras personas
suele sucederles, pero me parecía tan interesante que tenía que observarla, tenía que hacerlo
siempre que se me presentaba una oportunidad. Esa su forma de caminar, sus gestos al hablar,
como recogía su cabello, todo era información importante para mí. Hasta que un día me
descubrió. Fue vergonzoso, pero valió la pena porque logré captar su atención.
Las sonrisas con una invitación eran lo mejor, eran su forma sutil de decir: ¡Siéntate a mi lado!
Poco a poco hablábamos más, reíamos y pues ¿Por qué no? Decidimos estar juntos.
Siempre viví apartándome de todo, vivía más al tanto de la soledad que de la sociedad. Crecí
con la idea de que todos eran malos y que solo querían algo de mí. Sentía que nadie me
entendía. Todo mi pasado me atormentaba y me encapsulaba en ráfagas de emociones oscuras,
ni Helena, ni nadie podían ayudarme.
Encarcelé mi alma con todos esos sentimientos de inseguridad, era infeliz, pero no conocía
otra forma de vivir.
Cuando estaba en coma, me parece haber tenido un sueño. En dicho sueño estaba en un
parque que desconocía, sentado en una banca de madera. Me entretenía observando como el
viento hacía bailar las hojas que caían de los árboles por la fuerza en que soplaba. Recuerdo
sentir la mirada alguien al otro lado del parque, justamente frente a mí, a una distancia de 20
metros. Trataba de ignorarlo pero su mirada me intimidaba, así que decidí levantarme e ir en
dirección a él.
Al ver que me acercaba comenzó a caminar de retroceso, viéndome. Había raíces
sobresaliendo por doquier, ¿Por qué no tropezaba y caía? Caminaba con tanta firmeza. Luego
comenzó a trotar, provocaba pavor ver esa escena, me ericé por completo. No era suficiente
eso y empezó a correr a una velocidad inexplicable, siempre de retroceso. No me apartaba su
mirada. Una fuerza que no puedo olvidar me impulsaba hacia él, era como un magnetismo
muy fuerte. Me sonreía y comencé a enojarme y sucesivamente a fatigarme, no sé cuánto
tiempo corrimos pero fue suficiente como para que el cielo cambiara, así mismo también el
paisaje.
Estaba cansado y me quedé muy atrás, casi lo perdía de vista. Paré un momento para tomar
aire. Incliné la cabeza, lo suficiente para que el oxígeno fluyera por todo mi cuerpo y no
causara un desmayo innecesario. Cuando me incorporé lo vi parado frente a mí y
sorprendentemente no estaba agitado. Abrió la boca y dijo: ¡Aquí es! No sabía a lo que se
refería, pensé que era una broma, mascullé una palabra de enojo y desdén. En ese mismo
instante varios hombres me rodearon y por alguna razón no pude ver el rostro de ninguno de
ellos, aunque no lo escondían solo lograba ver sombras. He llegado a pensar que no tenían
rostro. ¡Espeluznante!
Aparecí en un lugar diferente, esta vez estaba solo. Era una habitación amplia, carecía de
ventanas o lámparas; sin embargo había iluminación, la suficiente para ver cada detalle y ángulo
de la pieza en donde me encontraba y para darme cuenta de que no había nada, era un cuarto
vacío con paredes ásperas. Comencé a hiperventilarme, nunca le había tenido miedo a los
lugares cerrados, pero ese miedo iba en incremento como mi frecuencia respiratoria. Entonces
me pregunté: Si no hay ventanas, ni puertas, ni lámparas ¿de dónde proviene esa luz? Esa luz
emanaba de mi cuerpo. Sentía tanto calor que era insoportable, se me nubló la vista y me
desmayé.
Cuando recuperé la conciencia estaba de pie sobre una calle muy concurrida. La gente chocaba
contra mí y me hacía retroceder unos cuantos pasos por el impacto del golpe. Fruncí el ceño.
¿Qué significa todo esto? La cantidad de personas se fue reduciendo. Se veían borrosas,
simulando alucinaciones a punto de desaparecer. Quedó solamente una, el mismo hombre que
vi en el parque pero ya no sonría, esta vez se miraba molesto y con un aura asesina. Quise
correr pero no pude. Retrocedí todo lo que mi funcionamiento motor que iba en decadencia
me lo permitía, me pesaban las piernas y él se acercaba rápidamente. No iba a ser suficiente,
era mi fin.
En ese momento escuché el tañido de una campana. Mecánicamente ambos giramos al lado
derecho, como si estuviéramos programados para hacerlo. Vi a tres lobos gruñendo, tragué
saliva, uno estaba por abalanzarse cuando un grito salió de lo más profundo de mí ser. Luego
desperté en un dormitorio al estilo inglés, estaba aturdido. ¿Fue todo un sueño dentro de otro
sueño? Algo irrumpió mi cuestionamiento para hacerlo más profundo. Tocaron a la puerta y
entró Helena, dijo que se iba y que no volvería. No la detuve, solo lloré.
Después de todo eso volví a mi punto de partida, al parque. Ya era invierno pero no sentía frío
alguno. Me senté en la misma banca de la otra vez y alguien se sentó a mi lado. Escuchaba que
una voz me hablaba pero no le prestaba atención, no quería hacerlo. Todo empezó a
distorsionarse y esa voz se volvía más grave. Sudoración y nerviosismo, recuerdo como me
sentí en ese entonces. Volteé el rostro hacia ese ente que estaba a mi par. Era una mujer de
aproximadamente 40 años, quería hablar y ser escuchada. Pero yo no estaba ahí para ser
amigable con nadie, solo quería ahogar mi sufrimiento. Me dijo: ¿Está usted bien? Se ve muy
pálido.
“Sí, estoy bien” Le sonreí y conduje mi cabeza con vista hacia la izquierda, al lugar contrario de
donde se encontraba mi acompañante. Limpié el sudor que resbalaba por mi frente. ¿No se
supone que es invierno? Todo era demasiado extraño.
Miré de nuevo hacia donde se hallaba sentada la señora pero se había marchado, olvidando una
caja de cartón con agujeros. La abrí y vi una paloma dentro. Hice una mueca de burla, me
levanté y me fui.
Corrió el tiempo y lo que eran segundos parecían horas. Inició en mí la preocupación por el
ave que quedó abandonada en el parque en un clima tan frío. Me decidí por ir a buscarla, no la
encontré. Esperaba que alguien más la hubiera salvado. Sentí remordimiento.
Pasaron lo que yo creo fueron días, aunque el cielo permanecía estable.
Me estaba aburriendo de la monotonía de vivir siempre lo mismo, así que ideé una forma para
salir de ahí. Tenía que encontrar a aquel hombre y rápido, sino la locura iba a acabar conmigo.
Pasé por unas viejas vías del tren. Justamente donde estaban tres vagones abandonados, bajo
uno de ellos estaba él, protegiéndose del frío que yo no podía sentir. Me agaché y le saludé.
Levantó la mirada y dijo: Tardaste mucho tiempo. Se puso de pie, se estiró y preguntó: ¿Qué es
lo que quieres hacer, rendirte o luchar?
Me sorprendió tan absurda pregunta, como si estuviera a punto de hacer un acuerdo con Dios,
respondí con la voz quebrada: ¡Quiero luchar! Me miró fijamente y dijo: Está bien. Y se
marchó.
Eso fue todo. Cuando finalmente abrí los ojos en el hospital tras el choque despiadado de la
realidad, comencé a unir puntos de lo que significaba aquello que había soñado, o al menos lo
que creía haber visto en mi cabeza: el hombre, los individuos sin rostro, la multitud, la partida
de mi gran amor, la mujer y la paloma; pienso que todo eso está relacionado de alguna manera.
Son en sí las personas que me ayudan a encontrar el camino, las fechorías que he cometido a lo
largo de mi vida, mi inseguridad para integrarme a la comunidad, mi miedo a la soledad, a la
indiferencia, al abandono, y por último, mi agradecimiento al ser salvado.
Después de comprenderlo puedo ver los colores con diferente mate, más vivos. Pude apreciar
más lo que tenía y como era debido, lo que un día se me arrebataría sin remedio. Todos los
placeres se multiplicaron por mil. Si bien es cierto que perdí muchas cosas, en cambio gané
muchas más.
¡Ahora la vida me sabe a chocolate! Me llena, me satisface y me causa obsesión.
PRIMER LUGAR
BIBLIOTECA DEL CENTRO UNIVERSITARIO REGIONAL DEL LITORAL
ATLÁNTICO (CURLA)
Mi nombre es Hugo René García Valladares, nací el 12 de septiembre de 1991, me crie en un
ambiente muy malo, éramos una familia de bajos recursos económicos, digo éramos porque se
desintegro, a la edad de ocho años ingrese en un orfanato donde pasaría el resto de mi vida,
mis padres me abandonaron, actualmente soy un chico de 22 años, estudio en la Universidad
Nacional Autónoma de Honduras/ en el Centro Universitario Regional del Litoral
Atlántico(UNAH/CURLA), nací en Comayagua, Honduras pero vivo en La Ceiba/ Atlántida,
con mi hermana en una colonia poco ordinaria pero demasiado relajante; soy alguien
demasiado simpático y agradable, cariñoso y buena persona además de sociable lo cual me hace
abrir mundos en otras personas. Me gusta mucho escribir tal vez no sea el mejor pero es una
afición que tengo desde pequeño, desde que puedo recordar siempre he escrito; Por otra parte,
considero que debo aprender de la vida experiencias que me ayuden a crecer como persona,
pienso que las experiencias las encontrare en problemas que pude haber resuelto o que no los
resolví también de situaciones felices o simplemente de cosas cotidianas, pero que por alguna u
otra razón serán significativas para mí. Pero no nada más debo aprender de la vida sino que
también de la Universidad ya que de esta manera me desarrollare adecuadamente.
Mi paso por la Biblioteca
El día ha comenzado, estoy ansioso de ir a clases, el sol está naciendo en el este, un tierno rayo
de luz alumbra mi rostro, el cantar de las aves alimentan mis oídos, el buen aroma de las flores
en la mañana que hacen volar mi imaginación a un mundo desconocido, la suave brisa, fresca y
agradable del aire hacen que mi día inicie de maravilla.
Acabo de llegar a la universidad me siento emocionado por comenzar las clases, a primera hora
Sociología es muy interesante pero el maestro habla y habla y eso hace que a veces me duerma
en clases. – ¿Te ha sucedió a ti alguna vez? Pero bien no estoy aquí para hablarte de que me
duermo en clases.Termina la clase unos largos cuarenta y cinco minutos de espera para poder salir estaba
ansioso, ya que a la siguiente hora tenia libre, -me quede pensando en que haría, me senté cinco
minutos al lado de un agradable árbol muy frondoso y que daba una agradable sombra y una
suave linda brisa, al mismo tiempo que me sentaba abría mi mochila para sacar un chocolate,
pero al abrirla salte del asombro ya que había un libro de poemas que se movía y hablaba ,
pensé que estaba loco pero, el libro me dijo que no que lo que veía era parte de mi imaginación
y que me ayudaría a decidir qué hacer en mi hora libre, el habla en versos y me recito uno que
decía:
Te quieres divertir y tu mente hacer volar de aquí ven a la biblioteca aquí serás feliz.
Me quede sombrado, ya que había dejado de ir a la biblioteca hace tiempos y me pregunté
cómo es que lo sabías, pero sin pensarlo más me puse en pie de un salto y corrí hasta la
biblioteca.
Ya en la biblioteca di un cordial saludo a la bibliotecaria que me vio muy sorprendida, recibí
de ella un saludo mucho mejor que el mío, al mismos tiempo la bibliotecaria me preguntaba,
¿Por qué me había ausentado de la biblioteca?, le comente de que tenía un pequeño proyecto el
cual me quitaba tiempo pero no se preocupe ya estoy libre, le dije, y le prometí que iría más
seguido. Como de costumbre le pedí un libro, le pedí uno de Paulo Coello, lo tome le agradecía
y me dirigí hacia una mesa cerca al aire acondicionado, para estar mejor y comencé a leer el
libro.- Muy interesante por cierto.
Fue pasando el tiempo he iba más seguido a la biblioteca, a la vez que fui avanzando en mi
lectura las cosas de los libros, las situación, los lugar, los personajes, y las acciones se volvían
más real, yo formaba parte de la historia y tomaba el papel importante de la lectura, sin dejar
atrás la bibliotecaria que ella formaba parte de todas mi aventuras, mi primera aventura fue
cuando leí el libro de la “isla de las letra perdidas” empecé a leer, todo se volvía más real a mi
alrededor, la biblioteca se convirtió en esa isla, habían árboles, pero los que mirábamos eran
muy distintos a los que ya conocíamos, la raíz era un libro grande y viejo sosteniendo a un
tronco que estaba hecho de hojas de libros, las ramas también así estructuradas, las hojas del
árbol eran libros abiertos en diferentes páginas que contenían mensajes para los lectores,
siendo un poco curioso pude alcanzar a ver una frase que decía “Cada día es una aventura,
¿Cuándo empezaras la tuya?” (Autor: Hugo García), el césped estaba conformado por letras
sembradas una al lado de la otra formando un sin número de palabras, la bibliotecaria se me
acerco y me comenzó a describir el cielo, la aves parece una “doble uve”, las nubes estaban
hechas de “U” unidas entres si, el sol conformando por una gran “O” que alrededor tenía una
serie de letras “I” formando los rayos, todo este mundo empezó a desaparecer ya que era hora
de cerrar la biblioteca así que le pedí a la bibliotecaria que me prestase el libro para terminar de
leer en casa me lo dio y nos despedimos.
Al llegar a casa seguí leyendo y volví a aquel mundo maravilloso pero me sentí extraño como
si algo faltara, no le tome importancia y seguí leyendo, al terminar, deje el libro y me sentí
aburrido, me di cuenta de que “La lectura es mejor cuando se comparte”.
Al día siguiente llegue a la biblioteca entregue el libro y pedí otro, que se llama “Hugo en el
país de los libros”, empecé a leer, y la aventura comenzaba, al sumergirme en la lectura el
entorno empezó a cambiar, la biblioteca se convirtió en un lugar lleno de árboles y varias
praderas, las cuales contenía varios caminos que se dirigían a diferentes lugares, los caminos
estaban marcados por varios carteles, los carteles tenían escrito hacia donde llevaba ese camino
pero de una manera desordenada, sin la ayuda de la bibliotecaria no hubiese podido ordenar
dichas palabras, tomamos un camino que se dirigía hacia “Un lago”
… En el camino veíamos animales que estaban formados por un conjuntos de letras, un sin
números de flores, y montañas de colores, todo era muy impresionante, habían libros volando
de un lado a otro, libros hablando, y personajes saliendo de los libros, no me lo van a creer
pero hable con Don Miguel De Cervantes, y William Shakespeare, fue muy divertido e
interesante saber datos nuevos de ellos, el camino fue muy pero muy interesante te hubiera
gustado estar ahí.
Al llegar al lago, vimos el agua muy clara se veía todo el fondo, por cierto los peces estaba
formados de letras, y números, habían caracoles, y estrellas de mar pero cómo es posible una
estrella de mar en un lago, no te preocupes has volar tu imaginación y tu mundo será mejor
que le mío, todo era un mundo de letras. Fue una de mis mejores aventuras.
Pasaba muy buenos momentos he impresionantes aventuras con la bibliotecaria, el tiempo
pasaba, y terminaba mi tiempo de estadía en la universidad, me tenía que ir ya que mi carrera
no se encontraba en la universidad, llego ese día de mi despedida, poco triste conversé con la
bibliotecaria y le dije que no me volvería a ver ya que me iría pero que regresaría para visitarle,
la abrace con cariño y me despedí con un beso tierno en la mejía, al ir saliendo de la biblioteca,
iba pensando “SOBRE MI PASO POR LA BIBLIOTECA”, no solo es un paso, es una
aventura que se comparte, que se vive, que te hace pensar y viajar a un mundo que no
conocería si no te sumerges en la lectura, y ahora que estás haciendo ahí sentado ve y busca tu
aventura…
FIN
Anexos
Universidad Nacional Autónoma de Honduras
Dirección Ejecutiva de Gestión de Tecnología
Sistema Bibliotecario
Concurso de Cuento Corto
PRESENTACIÓN
El presente concurso pretende ubicar expresión y creatividad en los alumnos de la UNAH,
mediante relatos, historias y anécdotas. Las obras serán publicadas en una edición especial de la
revista Aportes del Sistema Bibliotecario editado por la misma unidad, y pasará a formar parte del
acervo bibliográfico de Colección Hondureña, pudiendo estar accesible a todos los usuarios de la
Biblioteca.
A partir del 10 de febrero hasta el 15 de abril del 2014 se abre la convocatoria del Concurso de
Cuento Corto, con el propósito de hacer partícipe a la sociedad de manera creativa de relatos
breves y amenos acerca de situaciones o circunstancias vividas en lo personal, o sencillamente
sacando a relucir el ingenio.
Objetivo
Estimular la creación literaria de la comunidad universitaria de la Universidad Nacional Autónoma
de Honduras, el Sistema Bibliotecario de la Dirección Ejecutiva de Tecnología, convoca al Concurso
de Cuento Corto.
Bases para el Concurso
De los Participantes
Podrán participar en el Concurso de Cuento Corto estudiantes matriculados en la UNAH, en
cualquier carrera, sin límite de edad.
Las obras presentadas al premio serán de narrativa libre; sin embargo, se prefiere sobre la
vida universitaria o leyendas de la Biblioteca; valorándose tanto la calidad literaria como
las dotes creativas del autor o autora.
Cada participante solamente podrá concursar con una obra original, escrita en español, de
carácter inédito, y que no haya sido premiada ni presentada en otros espacios literarios o
concursos a nivel nacional e internacional. Sin excepción, el autor de la obra deberá
cumplir con todas las formalidades que se indican en estas bases.
Aspectos a tomar en cuenta
PRESENTACIÓN
Redacción del cuento en un mínimo de 4 y un máximo de 6 páginas
Tamaño carta (8.5 x 11) una sola cara
Espacio interlineado 1.5
Tipo de letra Garamond # 12
Título principal letra No.14
Encabezados a lo interno No.12
Mínimo de 1200 palabras y un máximo de 2000 palabras
DESARROLLO
Estructura del escrito
Ortografía
Claridad en la redacción
Entrega de las obras
1. Las obras se podrán presentar personalmente en: Colección General de Biblioteca Central.
2. Cuando se efectúe la entrega se presentará sin firma en un sobre grande y con seudónimo.
Dentro del mismo sobre, se adjuntará en otro sobre cerrado los siguientes datos:
- Título de la obra
- Datos del autor: nombre, apellidos, fotocopia de Identidad, dirección de correo
electrónico, carrera que cursa y año, dirección y número de teléfono, número de
cuenta como estudiante, que deberá estar de alta en el sistema, lo que le acredita
como alumno de la UNAH y usuario activo de la Biblioteca.
- De igual manera incluirá una declaración expresa que garantiza la autoría y
originalidad de la obra presentada.
3. Si la obra se enviara por correo electrónico, en el asunto del correo se hará constar
únicamente: Concurso de Cuento Corto, sin ningún otro texto, más que los adjuntos: el
relato deberá estar en formato Word con su título correspondiente y el seudónimo del
autor y sin ningún dato que lo identifique. En el mismo correo se adjuntará otra carpeta
que deberá incluir:
a)
b)
c)
4.
5.
6.
7.
8.
9.
10.
11.
12.
Archivo en formato Word denominado “Datos personales”, en el que se hará constar el
título del relato, el seudónimo del autor o autora y sus datos de identificación: Nombre,
apellidos, dirección, teléfono y correo electrónico.
Archivo dentro de la carpeta con fotocopia de la Identidad vigente.
Archivo con Forma 003 de la UNAH que le acredite como alumno de la UNAH y membrecía
de la Biblioteca.
Los originales indicados en el sobre o carpetas del correo electrónico: Concurso de Cuento
Corto, se entregarán personalmente en Colección General de Biblioteca Central, de
conformidad con lo estipulado en el inciso 2 Entrega de las obras.
En el momento de presentación de la obra, ya se lleve a cabo de manera personal o se
envíe por correo, y siempre y cuando se presente dentro del plazo de admisión, se le hará
entrega de un recibo, firmado y sellado donde se acredita haberla presentado al concurso
en tiempo y forma.
Las obras no se devolverán en ningún caso, aunque sus autores podrán ser invitados a
narrarlas en actividades culturales de la Biblioteca como reconocimiento al talento
literario.
El plazo de admisión de las obras comienza el 10 de febrero y cerrará el 15 de abril a las
19:00 horas.
Por el hecho de concurrir al premio, los autores aceptan estas bases y se comprometen a
no retirar la obra una vez entregada o enviada y hasta que no se produzca el fallo del
Jurado.
El Jurado calificador estará compuesto por miembros de la entidad convocante, así como
por personalidades de reconocido prestigio profesional.
La lectura y selección de las obras se hará en sesiones privadas del Jurado, quienes
después de deliberar en dos reuniones darán a conocer los ganadores: Primero, Segundo
y Tercer lugar, siendo su fallo inapelable.
El fallo se hará público a través del sitio del Sistema Bibliotecario en la página Web de la
Universidad y a través de las redes sociales, el 23 de abril de 2014, Día Internacional del
Libro y el Idioma.
Oportunamente se convocará a la entrega de premios en el lugar que oportunamente se
hará del conocimiento público.
Disposiciones Generales
Las siguientes disposiciones generales se refieren a todos los participantes de la competencia:
1.) Las reglas de la competencia son establecidas por el Sistema Bibliotecario.
2.) El concurso es abierto para todos los estudiantes de la comunidad universitaria.
3.) El tema del Concurso de Cuento Corto es libre, preferible si se refiere a la Universidad o la
Biblioteca.
PROPOSITO
1.) Proveer una oportunidad a Comunidad Universitaria de demostrar su potencial y
destrezas en cuanto a creatividad y talento.
2.) Aportar a la sociedad hondureña insumos literarios que pueden ser utilizados en espacios
educativos, de reflexión y análisis.
REQUISITOS
1.) Para ser elegible para competir en el Concurso de Cuento Corto, el estudiante
universitario debe:
a.) Enviar su relato en tiempo y forma
b.) Presentar completa la documentación requerida, no se recibirá de manera parcial.
c.) Solicitar el comprobante de entrega en la Colección donde se entregue el material.
LOGÍSTICA
1.) La coordinación del evento reconocerá todas las participaciones con un diploma de
participación.
2.) Entrega de premios:
Auditorio del Centro de Recursos de Aprendizaje (CRA).
Fecha:
23 de abril Día Internacional del Libro y del Idioma
Hora:
10:00 a.m.
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE HONDURAS
DIRECCIÓN EJECUTIVA DE GESTIÓN DE TECNOLOGÍA
SISTEMA BIBLIOTECARIO
CONCURSO CUENTO CORTO
Constancia de Recibo
Datos de Autoría
SEUDÓNIMO: __________________________________________________________________
TÍTULO DEL
CUENTO:_____________________________________________________________
FECHA DE ENTREGA: _____________________________
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTONOMA DE HONDURAS
DIRECCIÓN EJECUTIVA DE GESTIÓN DE TECNOLOGÍA
SISTEMA BIBLIOTECARIO
CONCURSO DE CUENTO CORTO
DÍA DEL IDIOMA Y DÍA INTERNACIONAL DEL LIBRO
Fecha:
Lugar:
Miércoles 23 de abril 2014
Planta baja edificio de Biblioteca, fte. A Librería Universitaria
OBJETIVO GENERAL:
Promover la lectura desde la Biblioteca, a fin de fomentar cultura y rescatar valores en la
comunidad universitaria, a través de un programa que contemple el uso correcto del idioma y
retome aspectos relativos a la idiosincrasia del hondureño.
OBJETIVOS ESPECÍFICOS:
-
Promover la lectura desde el Sistema Bibliotecario, con el aporte de docentes y
alumnos de diversas carreras.
Rescatar el uso correcto del idioma.
Desarrollar un programa que estimule el rescate cultural, la idiosincrasia del
hondureño y la participación grupal.
ACTIVIDADES:
-
Invitar a docentes de diversas carreras de la UNAH, particularmente, Humanidades
y Artes.
Realizar exposición de literatura en ambas jornadas, e invitar a librerías y
Editoriales para la exposición de libros para la venta.
RECURSOS HUMANOS
-
Personal de las diferentes colecciones del Sistema Bibliotecario para montar y
desmontar el evento.
Sistema Bibliotecario
Concurso de Cuento Corto
Programa
Fecha: miércoles 23 de abril 2014
Hora: 10:00 a.m. - 12:00 m.
Lugar: Planta baja edificio de Biblioteca, fte. a Librería Universitaria
Actividades
Apertura del evento
Palabras de bienvenida
Ejercicios sobre el nuevo vocabulario aprobado
por la Real Academia Española
Distorsiones en el idioma y qué hacer
Hondureñismos por regiones y significado
Premiación a participantes del Concurso de
Cuento Corto
Dinámica acerca de la importancia de los signos
de puntuación (ejercicio con una lectura)
Dinámica deletreo de palabras aplicando reglas
ortográficas (conformar grupos y tomar tiempo)
Participación cuadro de Danza
Premiación a estudiante con más préstamos de
Biblioteca en Col. General y Col. Hondureña.
Recuperando el don de gentes y amabilidad del
hondureño (dramatización).
Cierre del evento
Hora
Responsable
10:00 – 10:05
10:05 – 10:10
Alexander Flores
Emelda Brevé
10:10 – 10:30
Héctor Escalante
10:30 – 10:40
10:40 – 10:50
Yajaira Paola e Irany
Yajaira Paola Zavala
10:50 – 11:00
Emelda Brevé
11:00 – 11:10
Yajaira Paola Zavala
11:10 – 11:20
Irany Ávila y Natalia Gallo
11:20 – 11:40
Escuela de Danza
11:40 – 11:50
Patricia Villalobos
11:50 – 12:00m.
Personal nuevo
12:00 m.
Año Académico “Lucila Gamero de Medina”
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