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EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS
ACTORES SOCIALES EN LA ATENCIÓN A
LA VIOLENCIA DE GÉNERO.
LA EXPERIENCIA DE LOS TALLERES DE
TRANSFORMACIÓN INTEGRAL DEL
BARRIO (TTIB) EN CUBA
La Colección Becas de Investigación es el resultado de una iniciativa dirigida
a la difusión de los trabajos que los investigadores de América Latina y el
Caribe realizan con el apoyo de CLACSO.
Este libro presenta la investigación que el autor realizó en el marco del
concurso “Violencias, seguridad y construcción de ciudadanía en América
Latina” organizado por CLACSO con el apoyo de la Agencia Sueca de
Desarrollo Internacional (Asdi).
Los contenidos de este libro fueron evaluados por especialistas externos
en un proceso de revisión por pares.
Proveyer Cervantes, Clotilde
El papel de la comunidad y de sus actores sociales en la atención a
la violencia de género : la experiencia de los Talleres de Transformación
Integral del Barrio TTIB en Cuba . - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos
Aires : CLACSO, 2014.
E-Book.
ISBN 978-987-722-038-4
1. Violencia de Género. 2. Políticas Públicas . I. Título
CDD 320.6
Otros descriptores asignados por CLACSO:
Violencia / Género / Políticas públicas / Estado / Actores sociales /
Comunidad / Participación ciudadana / Educación / Familia / Cuba
Colección Becas de Investigación
EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS
ACTORES SOCIALES EN LA ATENCIÓN A
LA VIOLENCIA DE GÉNERO.
LA EXPERIENCIA DE LOS TALLERES DE
TRANSFORMACIÓN INTEGRAL DEL
BARRIO (TTIB) EN CUBA
Clotilde Proveyer Cervantes
Secretario Ejecutivo de CLACSO Pablo Gentili
Directora Académica Fernanda Saforcada
Colección Becas de Investigación
Coordinadora del Programa de Becas Natalia Gianatelli
Asistentes Magdalena Rauch y Victoria Mutti
Área de Acceso Abierto al Conocimiento y Difusión
Coordinador Editorial Lucas Sablich
Coordinador de Arte Marcelo Giardino
Primera edición
El papel de la comunidad y de sus actores sociales en la atención a la violencia de género. La experiencia de los
Talleres de Transformación Integral del Barrio (TTIB) en Cuba (Buenos Aires: CLACSO, noviembre de 2014)
ISBN 978-987-722-038-4
© Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales
Queda hecho el depósito que establece la Ley 11723.
CLACSO
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No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su almacenamiento
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Este libro está disponible en texto completo en la Red de Bibliotecas Virtuales de CLACSO <www.biblioteca.clacso.edu.ar>
La responsabilidad por las opiniones expresadas en los libros, artículos, estudios y otras colaboraciones incumbe exclusivamente a los
autores firmantes, y su publicación no necesariamente refleja los puntos de vista de la Secretaría Ejecutiva de CLACSO.
ÍNDICE
CAPÍTULO I - ALGUNAS PAUTAS CONCEPTUALES
IMPRESCINDIBLES |
9
1.1.- La violencia de género como problema social.
Claves teóricas para su comprensión.
|
9
1.1.1.- Género y poder, dos conceptos esenciales para estudiar
la violencia de género |
9
1.1.2.- Salir del cautiverio, un reto necesario.
Estrategias de intervención|
20
1.2.- La investigación y la intervención en violencia
de género en Cuba|
40
1.2.1 Políticas para la prevención y atención de la violencia
intrafamiliar. El papel del Grupo Nacional para la atención
y la investigación de la violencia
|
40
1.2.2 Investigando ¿En qué punto estamos?
La experiencia cubana|
47
CAPÍTULO II - ESTUDIO DE CASO. LOS TTIB EN LA HABANA
Y LA ATENCIÓN A LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES
|
63
2.1.- Los TTIB. Una iniciativa para fomentar la participación
ciudadana. El papel de los TTIB frente a la violencia de género
como experiencia innovadora.|
63
2.2.- Nuestra investigación. Estudio de caso en un grupo de TTIB
|
70
2.2.1 Resultados del análisis de las entrevistas a las mujeres. |
71
2.2.2 Papel de los actores locales
|
90
2.2.3 Recomendaciones al Grupo Nacional para la Atención
y la Prevención de la Violencia Intrafamiliar | 102
2.3 - Propuesta de programa de acompañamiento a actores
locales para su atención| 103
2.4 Conclusiones del estudio de caso
| 117
CAP’ITULO III - CONCLUSIONES GENERALES
| 123
BIBLIOGRAFÍA| 127
ANEXOS| 135
CAPÍTULO I
ALGUNAS PAUTAS CONCEPTUALES
IMPRESCINDIBLES
1.1.- LA VIOLENCIA DE GÉNERO COMO PROBLEMA SOCIAL.
CLAVES TEÓRICAS PARA SU COMPRENSIÓN.
1.1.1.- GÉNERO Y PODER, DOS CONCEPTOS ESENCIALES PARA ESTUDIAR
LA VIOLENCIA DE GÉNERO
Realizar una reflexión que nos acerque al análisis de la violencia contra
la mujer en las relaciones de pareja desde una perspectiva de género,
y hacerlo con la objetividad que la reflexión científica requiere, resulta
un reto para cualquier investigador. Sin embargo, lograr hacerlo sin
eludir el compromiso con el sufrimiento de las numerosas mujeres que
la padecen convierte el reto en un riesgo.
El análisis de la violencia doméstica en general y de la violencia
contra la mujer por parte de su pareja o ex-pareja, en cualquiera de sus
manifestaciones, es bastante recurrente en el mundo de hoy, no porque
* Doctora en Sociología y profesora titular del Departamento de Sociología de la Universidad de La Habana. Especialista en estudios de género y violencia en la sociedad
cubana. Es miembro “Grupo Nacional para la Atención y la Prevención de la Violencia
Intrafamiliar”, del Tribunal Nacional de grados científicos de Sociología del Ministerio
de Educación Superior de Cuba, y miembro de los Comités Académicos de la Maestría
de Sociología y de la de Estudios de Género de la Universidad de La Habana, entre otros.
Colabora en la asesoría a algunas instituciones y organizaciones en el trabajo de investigación y atención a la violencia contra la mujer.
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EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES
su existencia sea reciente, sino porque ha comenzado a descorrerse el
velo que impidió por mucho tiempo acceder a ese espacio “privado” que
genera tan altos costos sociales.
Se constata a nivel internacional una creciente comprensión sobre la violencia de género como una violación de los derechos humanos
tanto en el ámbito académico como político. En distintas regiones del
mundo, se contribuye a crear conciencia sobre la gravedad de este problema social y por ende, sobre la importancia de desarrollar acciones
en sistema para atender y disminuir ese flagelo tan dañino para grupos
enteros de seres humanos, mayoritariamente mujeres.
Como parte de ese proceso las formas más extremas de violencia en las relaciones de pareja van dejando de ser consideradas como
“asuntos privados”, de incumbencia exclusiva de los implicados, al amparo del sacrosanto ámbito familiar. Crece la conciencia crítica sobre lo
ilegítimo de tales conductas. Empiezan a desmontarse en el imaginario
colectivo los mitos que han pautado hasta hoy las creencias sobre este
problema social. Ya la afirmación proveniente del feminismo: “lo personal es político”, adquiere certidumbre. Aumenta la indignación ante
las afrentas que en nombre del “amor” se cometen contra las mujeres.
Hoy día la violencia contra la mujer se ha reconocido como problema a escala mundial y como un grave obstáculo para el desarrollo y
la paz. La puesta en marcha como tema de debate universal ha permitido, apenas, visualizar la punta del iceberg de la victimización femenina
que en el hogar que permanece oculta, invisibilizada tras la cortina de
la vida privada, de la intimidad familiar, bajo el supuesto de no admitir
la intromisión de ajenos.
Por supuesto, el acceso científico y político a esta problemática
aunque es todavía incipiente, ha sido resultado de la batalla sistemática
de los movimientos de mujeres en todo el mundo, como parte inalienable de la defensa de sus derechos humanos, pero sólo hasta el decenio
de los años setenta no se lanzaron campañas en gran escala para luchar
contra esa situación. Dichas campañas deben su fuerza al renacer del
movimiento feminista en la década de los sesenta, fundamentalmente
en Europa y en América del Norte, que se extendieron rápidamente a
otras zonas del mundo.
Una contribución decisiva en ese empeño lo constituye la teoría feminista pues apunta al análisis de las relaciones de género
como un elemento esencial para comprender los mecanismos que
articulan las relaciones de poder basadas en la “superioridad masculina” a escala social
Los aportes del movimiento y consecuentemente de la teoría feminista son trascendentales y revolucionadores porque al fundamentar exhaustivamente las relaciones de dominación, vale decir políticas,
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Clotilde Proveyer Cervantes
que se materializan en el ámbito de poder, se genera la resignificación
del campo de lo político que había sido visualizado hasta entonces como
propio sólo de lo público.
Las feministas han demostrado “no solo, que las mujeres están desigual e invisiblemente presente en las situaciones sociales, y
que desempeñan papeles importantes pero diferentes de los visibles
y privilegiados hombres, sino también que las características de invisibilidad, desigualdad y papel, están profundamente influidas por la
posición social de la mujer, es decir, por su clase, su raza, su edad, su
preferencia afectiva, su religión, su etnicidad y su localización mundial” (Reinoso 1992).
Aunque la teoría feminista es obra de una comunidad interdisciplinaria, la crítica que realiza al orden social patriarcal se centra
en variables sociológicas esenciales como: desigualdad social, cambio
social, poder, instituciones sociales, que en nuestra disciplina se ha
abordado tradicionalmente desde una perspectiva androcéntrica. Es
por ello, que el resultado de sus elaboraciones ha producido también
importantes contribuciones a la propia Sociología.
A la teoría feminista debemos el análisis de dos conceptos claves
para entender los mecanismos que operan en la discriminación de género.
Ellos son: el concepto de sistema sexo-género y la noción de patriarcado.
El concepto de patriarcado permite explicar las raíces de la subordinación, discriminación e infravaloración de las mujeres. Es también esencial para entender las causas de la violencia contra la mujer.
“Cuando los movimientos feministas lograron diferenciarse de
otros movimientos sociales y priorizan la confrontación, en el
nivel teórico, esto se tradujo en focalizar las elaboraciones en
la noción de patriarcado. Y si bien no todas las autoras feministas conciben el patriarcado de la misma manera, un rasgo
diferencial de todas las nuevas teorías feministas es el lugar
central que ocupa aquel concepto” (Reinoso, 1992).
Un texto pionero fue “El segundo sexo” de Simone de Beauvoir, publicado en 1949, cuyo análisis reconoce al patriarcado como una consecuencia, un resultado de la opresión que el hombre ejerce sobre la mujer, y
no un orden que regula las relaciones sociales, como ha sido explicado
con posterioridad, pero da las claves de esa relación de dominación.
“Cuando una persona rechaza la libertad de otra, hay opresión; la mujer
es el Otro con relación al cual el hombre se define como sujeto, no en
una relación de reciprocidad, que implicaría que él también sería un
objeto para la mujer - la mujer sujeto - pero por un acto de opresión
psíquica” (Beauvoir, 1998).
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EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES
Con posterioridad, estas perspectivas individualistas han sido
superadas, pero manteniendo la noción de patriarcado y sus implicaciones en el centro del análisis de la situación social de las mujeres,
en especial, su situación de subordinación. La categoría patriarcado
demuestra la permanencia de la dominación masculina en la sociedad
a través del control de la sexualidad, de la reproducción y de la acción
femenina toda.
Las relaciones de género- y por extensión la trama de poderes
con que se articula- no pueden ser comprendidas sino como resultado
de un ordenamiento más abarcador: el patriarcado; sistema histórico
y universal de relaciones de poder a través de los cuales los hombres
dominan a las mujeres
Según Marcela Lagarde “el patriarcado es un orden social genérico de poder, basado en un modo de dominación cuyo paradigma
es el hombre. Este orden asegura la supremacía de los hombres y de lo
masculino sobre la inferiorización previa de las mujeres y de lo femenino” (Lagarde, 1996).
De acuerdo a ese dominio masculino las mujeres se convierten
en objetos ya que, en distintos grados, los hombres se sienten y actúan
como dueños que pueden someterlas, expropiar sus creaciones, sus bienes materiales y simbólicos. El patriarcado, en esencia, cosifica a las
mujeres. En ese mundo, el sujeto no solo es el hombre, sino el patriarca,
los sujetos son los hombres patriarcales.
La comprensión del patriarcado como sistema de dominación
es esencial para entender no solo el origen sino la pervivencia de la
violencia contra la mujer a nivel mundial con independencia de zonas,
edades, razas o nivel cultural y económico. En general, todas las variantes del feminismo ubican el análisis del patriarcado en el centro de la
problemática de la opresión femenina. Pero, en especial las teorías de
la opresión de género y dentro de ellas el feminismo radical, señala que
de todos los sistemas de dominación y subordinación (de clases, castas,
etnias, religión, etc.) la estructura fundamental de opresión del género,
es el sistema del patriarcado. Para las feministas radicales el patriarcado constituye la estructura más importante de desigualdad social y
la que menos se percibe como tal, afectando no solo a las mujeres, sino
también a las generaciones más jóvenes.
Las relaciones patriarcales garantizan el poder de los hombres
de la generación mayor no solo en el plano doméstico, sino también, en
todos los procesos que suponen un control de los recursos y la toma de
decisiones en cualquier ámbito.
El orden patriarcal supone una jerarquía que sigue las líneas de
género y generación donde las mujeres y las generaciones jóvenes están
subordinadas a los hombres mayores.
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Clotilde Proveyer Cervantes
Este orden que apuntala a los hombres como dueños y jefes, es
posible en virtud de la desvalorización y de la subordinación que objetiviza a las mujeres y las mantiene dependientes de quienes las dominan.
La subordinación, que se refiere a “una relación asimétrica, jerárquica que implica el ejercicio del dominio de uno de los actores de
la relación sobre el otro” se vincula con el proceso de transformación
de las diferencias biológicas en factores de desigualdad social y de discriminación contra la mujer (Lagarde, 1996).
De esta forma, el concepto de género se remite a una interpretación simbólica de lo biológico y lo concibe como una construcción
socio- cultural de los papeles masculinos y femeninos, que nos remite
a “una división de los sexos socialmente impuesta, que no tolera las
diferencias sin jerarquías.” (Oliveira, 1989)
Esta posición social de relativa inferioridad, reservada a las mujeres obedece a estereotipos genéricos construidos socialmente, que
justifican en el nivel ideológico las desigualdades y discriminaciones
e incluso exclusiones de las mujeres en lo sociocultural, económico y
político, lo cual legitima su status de subordinación.
La subordinación hace vulnerables a las mujeres al mistificar
el uso de la violencia como recurso “incuestionable” de la condición
masculina para preservar su poder, su mundo patriarcal
Sin embargo, valdría enfatizar, que la subordinación, entendida
como parte de una relación de poder, supone, no solo el sometimiento y
el control, sino también incluye las posibilidades de ofrecer resistencia
al mismo, e incluso, de romperlo.
La interrelación de lo concebido como femenino, que se produce
en la estructuración de la identidad es un proceso que no puede analizarse con nociones esencialistas, pues se encuentra atravesado por
otras relaciones no menos discriminatorias de raza, clase, etnia o edad.
En el análisis de la subordinación genérica existen un conjunto
de aspectos que contribuyen a su explicación y contextualización, tales
como: “la división sexual del trabajo intra y extrafamiliar, el control
de la sexualidad femenina, las relaciones de autoridad y dominio en la
familia, así como los condicionamientos materiales y simbólicos presentes en las diversas modalidades que asumen las relaciones entre
hombres y mujeres” (Oliveira, 1989).
La división sexual del trabajo como factor de subordinación
evidencia la consideración de espacios considerados como femeninos
– dígase lo doméstico, lo privado, lo familiar, para lo cual, mediante
normas, valores y tradiciones se asigna a las mujeres papeles sociales
desvalorizados y trabajos reproductivos relacionados con la procreación, cuidado y socialización de los hijos y las tareas domésticas de
manutención cotidiana.
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EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES
Es necesario tener en cuenta, además, que la división sexual del
trabajo en su conceptualización tiene dos acepciones íntimamente relacionadas: de una parte alude a la manera en que se distribuyen las
tareas entre hombres y mujeres, y de otra, a la concepción ideológica,
materializada en los estereotipos, de lo que se consideran ocupaciones
apropiadas para cada sexo. Resulta importante enfatizar las diferencias
en las concepciones de la división sexual del trabajo, en tanto el estereotipo perdura, es resistente al cambio, mientras que la división de tareas
se modifica históricamente en la práctica social, adaptándose a las necesidades y transformaciones económicas que se operan en la sociedad.
Esto explica que a inicios del siglo XXI exista un contrato social explícito
que aún adjudica papeles sociales diferentes a mujeres y hombres, aún
cuando se han producido cambios importantes en el desempeño de roles.
Por eso el espacio privado resulta privilegiado para el estudio de
la subordinación femenina y de los mecanismos que garantizan su permanencia y cambio y el matrimonio como la relación social que asegura
dicha subordinación. En la actualidad, es cada vez mayor el número
de mujeres que contribuye a la producción de bienes y servicios, que
demuestran su paridad intelectual con los hombres, pero la familia y
casi todo el trabajo siguen estando organizados en la mayor parte de las
sociedades como si la tradicional división de funciones entre los sexos
no se hubiera modificado.
Si lugar a dudas, como hemos apuntado, los estereotipos genéricos juegan un papel de primer orden en el mantenimiento de la concepción ideológica que divide sexualmente las ocupaciones, legitimando,
como “naturales” diferencias que la cultura se ha encargado de construir.
Estos caracteres de género o estereotipos que pretenden definir
la “masculinidad” o la “femineidad” como comportamientos típicos
propios de cada sexo se integran a la personalidad como “un conjunto
de rasgos adquiridos por aprendizaje desde la época más temprana de
la vida.” (Ferreira, 1992)
Los estereotipos genéricos se incorporan automáticamente, funcionan como códigos de actitudes y ademanes que rigen la conducta, el
pensamiento, los sentimientos y la autoimagen forzando la oposición
entre los hombres y las mujeres.
Los rasgos que definen los estereotipos femeninos y masculinos
en tanto pares de opuestos conciben lo masculino como superior y lo femenino como la desviación. Así, los hombres deben ser activos, fuertes,
dominantes, independientes, recios, inteligentes, objetivos, competitivos, autoritarios, valientes, etc.; mientras las mujeres deben ser pasivas,
sumisas, dependientes, emotivas, obedientes, subjetivas, cálida, intuitivas, complacientes, débiles.
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Clotilde Proveyer Cervantes
La incorporación de esos modelos a los que los miembros de uno
y otro género deben adscribirse para ser aceptados como tales se produce a través de la socialización de la vida cotidiana, “proceso mediante el
cual se interiorizan las normas del grupo en que uno vive, de modo que
emerge una personalidad única”. Así la socialización supone el aprendizaje de actitudes y valores, gustos y aversiones, metas y propósitos,
pautas culturales que conformarán la personalidad (Horton et al, 1992).
La cultura como creación humana, dígase la cultura patriarcal
(construcción social del patriarcado) para el caso que nos ocupa, juega
un papel determinante en ese proceso, determina los valores que hemos de tomar de nuestro entorno para conducirnos de forma socialmente aceptada. La socialización es esencial en la conformación de la
identidad en general y en la conformación de la identidad genérica, en
particular.
La cultura patriarcal marca de manera desigual e inequitativa
las relaciones entre los géneros, determinando, en esencia, la dominación masculina sobre la mujer. Estas relaciones, dígase, relaciones
patriarcales, son relaciones de poder autoritarias impregnadas de contenidos sexistas y como construcción socio-cultural legitima la asimetría intergenérica en detrimento de las mujeres.
Al decir de Bourdieu en su obra La dominación masculina: “El
sexismo es un esencialismo: al igual que el racismo, étnico o clasista,
busca atribuir diferencias sociales históricamente construidas a una
naturaleza biológica que funciona como una esencia de donde se deducen de modo implacable todos los actos de la existencia. De todas las
formas de esencialismo es la más difícil de desarraigar. El trabajo que
busca transformar en naturaleza un producto arbitrario de la historia
encuentra fundamento aparente tanto en las apariencias del cuerpo
como en los efectos enteramente reales que ha producido en el cuerpo
y en la mente, es decir, en la realidad y en las representaciones de la
realidad. El trabajo milenario de socialización de lo biológico y de biologización de lo social, al revertir la relación entre causa y efecto hace
aparecer una construcción social naturalizada (los hábitus diferentes,
fruto de las diversas condiciones producidas socialmente) como la justificación natural de la representación arbitraria de la naturaleza que le
dio origen y de la realidad y la representación de ésta” (Bourdieu, 2000).
La socialización, como proceso dinámico y cambiante no puede
analizarse de manera descontextualizada porque ella depende de un
proceso histórico, una cultura, un lugar y un tiempo determinados,
donde las variables de género y clase no pueden ser desestimadas.
Aunque la sociedad en general actúa como agente de socialización, esta se materializa mediante un conjunto de instituciones sociales
en tanto “sistemas organizados de relaciones sociales que incluyen algu-
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EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES
nos valores y procedimientos comunes y satisfacen algunas necesidades
básicas de la sociedad” a las que la persona accede o la tiene como
referencia. Estas son: la familia, la escuela, el grupo de los iguales,
la comunidad, el lugar de trabajo, las asociaciones formales (partidos
políticos, clubes), asociaciones informales (culturales, recreativas, deportivas, otras) (Bourdieu, 2000).
Volviendo entonces a la violencia contra la mujer en el hogar, podemos afirmar que aunque no parece existir una explicación simple de
su pervivencia histórica esta debe transcender las características individuales del hombre, de la mujer y de la familia y tomar en consideración
la estructura de las relaciones y el papel de la sociedad en el sostén de
dicha estructura. Sin lugar a dudas, el carácter sexista de la sociedad
y de la inferiorización de las mujeres que ello implica - fomentada en
todas las culturas - se encuentra en la base de la explicación causal de
este problema.
La concepción patriarcal y androcéntrica - vigente todavía en
nuestro mundo- que convierte al hombre en el centro del poder, vinculados a otros factores de carácter más limitado (culturales, individuales,
de aprendizaje, etc.) permiten entender la existencia a escala internacional de la violencia contra las mujeres.
La relevancia de la cultura patriarcal en la comprensión de las
razones que históricamente han invisibilizado la gravedad y el horror
de la violencia contra las mujeres en el hogar impone develar, sintéticamente, los mecanismos que aún en nuestros días mantiene vigentes la
mayoría de los cánones del patriarcado.
“La organización social patriarcal orienta el desarrollo a partir de la violencia - doméstica, privada y pública, personal e institucional - sobre las mujeres y recrea la violencia al convertirla
en mecanismo de reproducción de su dominio. Como orden
de desarrollo el patriarcado estimula mentalidades opresivas,
depredadoras y violentas e inhibe la solidaridad y la empatía
entre mujeres y hombres” (Lagarde, 1996).
Aún hoy, cuando pocos se atreven a desconocer la legitimidad del derecho de las mujeres a la igualdad, en la práctica de las relaciones sociales
ínter genéricas los hombres se erigen en representantes universales de
ambos géneros, se abogan el derecho de dirigir, normar, juzgar y controlar a las mujeres. El poder, en prácticamente todas las esferas de la
vida social, en el ámbito público y privado, a pesar de los no pocos cotos
tomados ya por ellas, sigue siendo androcéntrico.
El orden patriarcal instituye el aprendizaje de la superioridad
masculina, valorizando su autoestima e incrementando los rasgos in-
16
Clotilde Proveyer Cervantes
dentitarios que “naturalizan” su condición de patriarcas y ofrecen el
salvoconducto para la dominación de las mujeres.
Resulta inobjetable reconocer que la disparidad de poder entre
hombres y mujeres y la utilización de la fuerza - no sólo física - como
recurso para mantener el dominio masculino constituyen la causa
de última instancia de la violencia contra las mujeres en la relación
de pareja.
Pero la cultura patriarcal no se reproduce por generación espontánea. Se educa y transmite de una generación a otra a través de la socialización diferente, que, prepara a hombres y mujeres en subculturas
diferentes. Unos para el ejercicio del poder y otras para la subordinación y la dependencia.
“La fuerte jerarquización que caracteriza el sistema patriarcal
conlleva un ejercicio constante de poder (y poderes ) que me
atrevería a adjetivar de monopolista y oligárquico, a pesar de
hallarse instaurado bajo ropajes políticos diversos y ello sobre
todo, aunque no de manera exclusiva, en cuanto al sistema
sexo - género se refiere, estableciendo incluso para los individuos pertenecientes al sexo - género hegemónico pautas que
dificultan o imposibilitan (según la pertenencia simultánea
a otros status no privilegiados ) el acceso a esa hegemonía”
(Sáenz et al, 1991)
El logro de hegemonía o la exclusión de ella mediante el proceso de
socialización se realiza a través del entrenamiento de proceso cognitivos de aprendizaje, de motivaciones y valores concretos y simbólicos
mediante las cuales se adquieren conocimientos, habilidades y creencias propios de la cultura de referencia y a los que se accede mediante
la violentación sistemática de necesidades, impulsos y tendencias para
normativizar la conducta como seres humanos mujeres y hombres a
partir de estereotipos que esquematizan y simplifican supuestos atributos genéricos.
Mediante esos “atributos genéricos” niñas y niños son violentados mediante censuras, prohibiciones y reiteraciones que tienen por
objetivo conformar modelos ideales de hombres y mujeres cuyas características dicotómicas facilitaran el ejercicio del poder - dominación de
unos y el de la sumisión - subordinación de las otras.
Indudablemente la socialización genérica no solo crea las condiciones para el ejercicio masculino del poder, sino, incluso, amputa en
las mujeres gran parte de las aptitudes que facilitarían las relaciones
de complementariedad y solidaridad entre los sexos y evitarían las concepciones que consideran a las mujeres como inferiores.
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EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES
Esa relación de poder asimétrica es la que permite explicar
la agresión a la mujer en una perspectiva de desigualdad porque la
interacción entre hombres y mujeres es una interacción entre personas de desigual poder que permite al hombre (patriarca, poderoso)
agredir a su mujer cuando ella intenta moverse, cuando siente que
se mueve de su posición de desigualdad o para mantenerla en la posición de desigualdad.
Ello explica la necesidad de entender la agresión contra la mujer
en las relaciones de pareja no como un acto aislado, “sino dentro de un
proceso de interacción que está potenciado por unas reglas de dominación y sumisión” (Fernández, 1991).
Ciertamente, el comportamiento violento de los hombres que
maltratan a sus mujeres es propio de hombres concretos, pero esto
es posible porque históricamente las pautas de la organización de la
sociedad han forzado a las féminas al lugar de las víctimas. El patriarcado, es entonces, una estructura de violencia, que mantiene vigente
la sociedad patriarcal, afectando de manera diferente a las mujeres en
relación con la clase, la raza, la edad en comparación con los varones
de esa misma situación.
“Naturalmente, todo ello tiene que ver con el poder, la autoridad y el control. La situación de las mujeres no responde a
un único mecanismo de opresión. El concepto de patriarcado
incluye una totalidad de estructuras, procesos, relaciones e
ideologías. La cuestión no es el comportamiento individual
de los hombres, como no lo es el capitalista singular para el
capitalismo. La cuestión es todo un sistema que pasa por la
división del trabajo, la doble jornada (una no retribuida) la
diferencia salarial y la carencia de poder de las mujeres en la
política tradicional” (Gallego, 1991)
De tal forma la dominación masculina se aprehende socialmente mediante la socialización de género y se internaliza a lo largo de la vida
de los sujetos, mujeres y hombres, la mayoría de las veces de forma espontánea, acrítica y/o mimética, a través de estereotipos que funcionan
como hegemónicos, a los cuales nos adscribimos y los incorporamos a
nuestra identidad si queremos ser parte de la sociedad.
Por eso, la socialización de género es en esencia sexista y los
sujetos socializados aceptan el mundo social y sus divisiones arbitrarias como “naturales”, entre ellas, la división socialmente construida
entre los sexos en función de la cual el dominio masculino está aún
suficientemente asegurado y la posición femenina inevitablemente subordinada. “La mezcla de mitificaciones con aseveraciones dogmáticas
18
Clotilde Proveyer Cervantes
fundadas en atributos o carencias consustanciales a la naturaleza de la
mujer, han configurado un mundo aparte para ella. Lo que condiciona
el pensamiento y moldea la estructura de la personalidad en los seres
humanos, es el adoctrinamiento sociológico impartido desde la cuna.
La puesta en práctica de lo aprendido se convierte en costumbre, y la
costumbre, con el tiempo, queda erigida en cultura de los pueblos. La
cultura contribuye a dar apariencia de realidad a las creencias imbuidas, desde el momento de su aceptación por el cuerpo social a que a
tales efectos aquellas van destinadas” (Pérez del Campo, 2007).
Por ello la violencia contra la mujer, y en especial, la violencia
contra la mujer en las relaciones de pareja visto como problema social
requiere de la comprensión de su relación directa con la estructura
social patriarcal. Aún más, su solución pasa, no solo por considerarla
ilegítima y atacarla aisladamente, sino por comprender que es consecuencia de la ideología patriarcal y es necesario producir multitud de
cambios sociales que contribuyan a romper radicalmente el sistema
integrado del patriarcado.
Indudablemente la violencia doméstica no es neutra frente al género. Las mujeres son en abrumadora mayoría las víctimas más numerosas de la violencia perpetrada en el hogar. No se trata de una violencia
aislada o de hechos fortuitos, se trata de un mecanismo de control
patriarcal que trasciende las clases, razas y zonas geográficas porque
se basa en la supuesta superioridad masculina. Los estudios efectuados
en distintas regiones del mundo y que han sido sistematizados por la
ONU evidencian, que el hogar es el escenario bélico donde las mujeres
padecen numerosas formas de violencia. Según estos estudios en determinadas comunidades en uno de cada tres matrimonios la mujer es
maltratada por su marido (Borkowski et al., 1989).
En efecto, la violencia contra las mujeres en la relación de pareja
es una violencia de género con todas las implicaciones que de ello se deriva. Violencia de género sistemática que abrumadoramente es iniciada
por el hombre e inflingida sobre la mujer. No se trata de una violencia
aleatoria, aislada o explicada por características anormales del abusador
o la víctima o por la disfunción en la familia y aunque se han planteado
muchas teorías para explicarlas, la desigualdad genérica está en la clave
de cualquiera de las formas que asume el maltrato contra la mujer.
La familia a la que los poetas y literatos describen usualmente
como refugio de paz y amor es el ámbito privilegiado donde se produce
y se reproduce la subordinación femenina puesto que está atravesado
por relaciones de poder. Ello implica que en este entretejido social confluyen el afecto y la solidaridad con relaciones de autoridad y conflicto.
Estas realidades obligan a entender la violencia como un tipo de
relación social signada por el uso de la fuerza física o psicológica del
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EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES
gobernante, del que detenta el poder sobre los desposeídos del mismo,
que suelen ser generalmente las mujeres. La violencia contra la mujer
se convierte, entonces, en un mecanismo de poder para garantizar la
pervivencia de la subordinación femenina; es un reflejo de la manera
en que el androcentrismo permea todo el tejido social, legitimando la
autoridad suprema del género masculino
1.1.2.- SALIR DEL CAUTIVERIO, UN RETO NECESARIO. ESTRATEGIAS DE
INTERVENCIÓN
En la Introducción del Informe de la CEPAL “! Ni una más! El derecho a vivir una vida libre de violencia en América Latina y el Caribe”
se explica que: “Entre 1990 y 2007, más de 900 mujeres chilenas fallecieron por causa de homicidio, una gran mayoría víctimas de sus
parejas o ex parejas. En Bahamas el feminicidio representó el 42%
del total de los asesinatos en el año 2000, el 44% en 2001 y el 53% en
2002; en Costa Rica, llegó al 61% del total de homicidios de mujeres;
en El Salvador, la mitad de los casos de violencia reportados por la
prensa en 2005 acabaron en homicidios; en Puerto Rico, 31 mujeres
fueron asesinadas como resultado de la violencia doméstica en el año
2004; y en Uruguay una mujer muere cada nueve días como resultado
de la violencia doméstica. En todos los casos, mueren más mujeres a
manos de sus parejas que a causa de la intervención de desconocidos.
Estas cifras suscitan el rechazo generalizado de la población como lo
demuestra la encuesta del Latinobarómetro 2006, en que el 90% de
las personas encuestadas considera la violencia intrafamiliar como un
grave problema” (CEPAL, 2007a)
Cuando vemos estas estadísticas escalofriantes sobre los daños causados a las mujeres por la violencia de género, nos sobrecogemos con ellas, porque son, sin dudas, las formas más extremas
las que causan directamente discapacidad y muerte. Sin embargo,
pocas veces analizamos que todas esas situaciones límites estuvieron precedidas y/o acompañadas por esas otras formas de violencia
silenciosa y sutil que van menoscabando la identidad y, con ello, la
integridad vital de quienes la padecen. La violencia psicológica tiene
el mismo efecto que la gota de agua, cuando forma las estalactitas y
estalagmitas en las cuevas. Es tal su poder que convierte en columnas inamovibles el cristalino líquido que parece inofensivo al caer.
Así de peligrosa es esa violencia larvada que hemos naturalizado
como atributo masculino de poder en las relaciones de pareja. Así de
dañina es la cultura patriarcal que reproducimos a diario mediante
la socialización de género.
Las investigaciones y las estadísticas de las instituciones especializadas confirman que, cuando las mujeres mueren a manos de sus
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Clotilde Proveyer Cervantes
parejas o ex parejas, tienen como antecedente la recepción sistemática
de violencia por parte de sus “medias naranjas”. Lo mismo sucede cuando ellas se convierten en asesinas u homicidas contra ellos, aunque la
proporción de víctimas femeninas siempre es abrumadoramente mayor. Una vida preñada de maltratos invisibles, imperceptibles y naturalizados llevan inexcusablemente a las formas cruentas que tanto dolor
y luto producen en el mundo (Azaila, 1996).
Ello explica la necesidad de entender la agresión contra la mujer
en las relaciones de pareja no como un acto aislado, “sino dentro de un
proceso de interacción que está potenciado por unas reglas de dominación y sumisión” (Fernández, 1991).
Ciertamente, el comportamiento violento de los hombres que
maltratan a sus mujeres es propio de hombres concretos, pero esto
es posible porque históricamente las pautas de la organización de la
sociedad han forzado a las féminas al lugar de las víctimas. El patriarcado, es entonces, una estructura de violencia, que mantiene vigente
la sociedad patriarcal, afectando de manera diferente a las mujeres en
relación con la clase, la raza, la edad en comparación con los varones
de esa misma situación.
Esa relación de poder asimétrica es la que permite explicar la agresión a la mujer en una perspectiva de desigualdad porque la interacción
entre hombres y mujeres es una interacción entre personas de desigual
poder que permite al hombre (patriarca, poderoso) agredir a su mujer
cuando ella intenta moverse, cuando siente que se mueve de su posición
de desigualdad o para mantenerla en la posición de desigualdad.
Pero, qué razones explican ese proceso gradual e indetenible que
lleva a personas que suelen ser quienes prodigan amor, a convertirse en
depredadores de sus seres queridos?
El ciclo de la violencia no se instala en la relación de pareja de
manera fortuita. Es resultado de un proceso de empoderamiento masculino galopante y de enajenación femenina, que es mayor mientras
mayor es su subordinación.
¿Cómo se puede no distinguir entre gestos de amor y posesividad?, ¿cómo se puede justificar el control que paraliza y anula?, ¿cómo
puede la amenaza, la burla y la humillación reconocerse parte de los
vínculos amorosos? Lo más peligroso de este proceso es su invisibilidad. Es tal la aceptación cultural de la superioridad masculina a nivel
social, que no se logra a nivel social identificar las señales que muestran
al maltratador desde etapas iniciales de una relación. Son tan efectivos
los mitos y creencias en torno a la violencia que permiten que sus manifestaciones se consideren parte consustancial de la relación de pareja.
Por eso es necesario, entonces, desmontar los mitos que obstaculizan la
toma de conciencia sobre lo ilegítimo de cualquier forma de violencia,
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EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES
porque todas ellas forman una cadena sin fin que se reproduce infinitamente si no cortamos la espiral.
Cuando los gradientes de esa espiral aumentan, va disminuyendo
la capacidad femenina para comportarse como sujeto autónomo y para
encontrar salidas efectivas a la situación que las anula. La autovaloración se pierde y el miedo, la vergüenza, la desprotección y la dependencia, entre otras, inmovilizan a las mujeres cuando el ciclo de la violencia
se instala en la cotidianidad de la pareja. En ese momento ellas son
vulnerables y ya la violencia emocional y la psicológica sistemática, que
casi siempre van acompañadas de la física, sexual y/o la económica, han
completado el trabajo de parálisis y aislamiento femenino.
En nuestra experiencia de investigación sobre esta problemática
es recurrente el desconocimiento que muestran las mujeres y los hombres de las distintas manifestaciones de violencia que existen además
de la física. Han funcionado de manera tan eficaz los valores sociales
transmitidos por la cultura patriarcal, mediante los cuales se consideran superiores a los hombres, que aún la aprendemos y la enseñamos
cuando educamos a niñas y niños sin cuestionarnos la injusta inequidad que supone el orden de géneros hegemónico.
Ahora bien, qué razones explican que la mujer no salga de esa
relación que afecta toda su vida?, existe algún perfil específico que haga
a algunas mujeres ser propensas a la recepción de violencia?
En su libro “Hombres violentos, mujeres maltratadas” Graciela
Ferreira fundamenta la gravedad que significa para la mujer el auto
abandono como característica predominante en las mujeres maltratadas, cuando luego de quedar atrapadas en el ciclo de la violencia se
quedan sin recursos personales para elaborar estrategias de enfrentamiento al maltrato que le infiere su compañero. Al respecto la citada
autora sentencia: “En el buen sentido, el amor propio significa querer,
respetar y desarrollar la propia existencia; valorarla como nuestra
más preciada posesión, la única que verdaderamente nos pertenece
por el corto lapso que dura nuestra vida. Todos pueden abandonarnos y es doloroso, pero la auténtica catástrofe es auto abandonarnos”
(Ferreira, 1992)
Efectivamente, en una auténtica catástrofe se convierte la vida
de una mujer maltratada. Resulta significativa la virulencia con que
se condena a la mujer que no logra salir del círculo de la violencia, no
sólo por personas aisladas, sino en la mayoría de los casos por personas que forman parte de las instancias que como la policía, los jueces,
médicos o psicólogos deben por razón de sus funciones intervenir para
paliar sus efectos nocivos, castigar a los que cometen semejantes delitos o elaboran estrategias que permitan enfrentar la problemática en
forma de sistema. Todo lo contrario, estas personas, que muchas veces
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Clotilde Proveyer Cervantes
representan instituciones como las mencionadas invocan el respeto y
la no intromisión en el “sacrosanto” espacio privado dando con ello el
primer paso en la legitimación de la violencia en el hogar mediante su
silenciamiento, contribuyendo así al inicio de la escalada de victimización femenina.
Nos encontramos entonces con el primer argumento que permite
entender por qué se queda la mujer en la relación violenta. A nuestro
modo de ver la primera razón por la que una mujer se convierte en víctima de malos tratos por su pareja es la aceptación cultural de la violencia basada en el género, tal como fue analizado en el epígrafe anterior.
La violencia basada en el género, adquiere en la relación de pareja
la máxima expresión de naturalización a partir de la división antinómica entre mundo público y privado donde este último tiene el significado
social de subalternidad para las mujeres, privado de las características
de productividad y poder.
Sin lugar a dudas en la relación de pareja (en especial cuando
esta se convierte en matrimonio, formalizado o no) se visibiliza sólo
el significado social de una alianza de amor, pero se invisibilizan los
procesos de apropiación económica, simbólica, erótica y subjetiva que
en el se producen por parte, mayoritariamente, del hombre.
A pesar de las transformaciones que en la situación de las mujeres se han producido a nivel internacional y de los espacios conquistados que van poniendo en crisis la legitimidad de la opresión de género,
esto no significa que se haya suprimido la subordinación ni que se haya
consolidado ya un nuevo paradigma legitimador de la igualdad en la
diferencia.
Cabría entonces validar la tesis de Ana María Fernández sobre la
relación entre violencia y conyugalidad que sostiene que “existe, pues,
una relación necesaria y no contingente, interior y no exterior, constitutiva y no excepcional, entre violencia y conyugalidad. No es ya la violencia explícita del golpe físico que somete por terror, sino la violencia
simbólica que inscribe a las mujeres en enlaces contractuales y subjetivos donde se violenta tanto la economía como el sentido de su trabajo
productivo, se violenta su posibilidad de nominarse y se las exilia de su
cuerpo erótico, apretándolas en un paradigma de goce místico, que – en
verdad – nunca ha dejado de aburrirlas.” (Fernández, 1992)
Sin embargo, la relación entre conyugalidad y violencia no se
puede valorar simplemente como de relación causa – efecto, aunque la
violencia simbólica a la que alude la autora está presente en un número
importante de parejas en todo el mundo, hay muchas mujeres que después de la primera agresión logran romper con el maltratador, como lo
evidencia un estudio británico que muestra que el 88% de las mujeres
se van después de la primera agresión. Entonces la pregunta a formular
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EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES
no es por qué no se van? Si no, cuáles son los obstáculos que les impiden
irse? (Horley, 1996).
La violencia en cualquiera de sus manifestaciones es una forma
de ejercicio de poder, en el caso de la violencia simbólica este poder logra imponer significaciones e imponerlas como legítimas disimulando
las relaciones de fuerza.
Según Pierre Bourdieu “[…] todo poder admite una dimensión
simbólica: debe obtener de los dominados una forma de adhesión que
no descansa en la decisión deliberada sino en la sumisión inmediata de
los cuerpos socializados” (Bourdieu, 2000)
Sin embargo estos cuerpos socializados de los que habla Bourdieu no se someten sino porque aprehenden al mundo social y a sus
divisiones arbitrarias como naturales, evidentes, comenzando por la
división socialmente construida entre los sexos en función de la cual el
dominio masculino está suficientemente asegurado y la posición femenina inevitablemente subordinada.
“La visión dominante de la división sexual se expresa en discursos como los refranes, proverbios, cantos […] Pero se expresa también
en objetos técnicos o en prácticas: por ejemplo, en la estructuración del
espacio, o bien en la organización del tiempo, así como en las técnicas
del cuerpo, posturas, ademanes y porte.” (Bourdieu, 2000)
En función de estos estereotipos algunas mujeres suelen abandonarse al destino al que socialmente están simbólicamente consagradas:
a la sumisión, resignación, a la aceptación de borrarse, negarse.
Para lograr esto es necesario un inmenso trabajo previo de inculcación y transformación, lo cual explica Bourdieu a través del concepto
de trabajo pedagógico, el que define como “[…] trabajo de inculcación
con una duración suficiente para producir una formación duradera o
sea un hábitus” Este trabajo, ya sea que se lleve a cabo a través de la familiaridad con un mundo simbólicamente construido o a través de una
labor de inculcación colectiva, conduce a una transformación durable
de los cuerpos y de la manera usual de utilizarlos. De ahí que enfatice
que “Toda acción pedagógica es objetivamente una violencia simbólica
en tanto que imposición, por un poder arbitrario, de una arbitrariedad
cultural” (Bourdieu, 2005).
Si llevamos esto a las relaciones de género tenemos un poder arbitrario patriarcal, masculino, que impone una arbitrariedad cultural
en función de su género o sea, impondrá esquemas mentales y corporales de percepción, apreciación y de acción del género dominante: el masculino. De ahí que plantee Bourdieu: “la violencia simbólica se instituye
por medio de la adhesión que el dominado se siente obligado a conceder
al dominador (por consiguiente, a la dominación), cuando no dispone,
para imaginarla o para imaginarse a él mismo […] de otro instrumento
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Clotilde Proveyer Cervantes
de conocimiento que aquel que comparte con el dominador y que hace
que esta relación parezca natural” (Bourdieu, 2000)
Por ello los obstáculos que impiden a las mujeres salirse del vínculo de maltrato no pueden analizarse de manera puntual y descontextualizada. Ha quedado claro que la violencia contra la mujer es un
mecanismo de control patriarcal a través del cual el hombre busca y
confirma la devaluación y deshumanización de la mujer.
En tanto recurso de poder, los obstáculos que le impiden irse a la
mujer, serán justamente los que la hacen vulnerable al poder masculino:
“las limitaciones de base social del patriarcado, la disminución psicológica de la autoestima, la alta intensidad de las interacciones violentas
y las restricciones inducidas por el miedo sobre la capacidad de un
individuo para pensar en términos complejos, contribuyen a la escasez
de alternativas reales y percibidas a disposición de las víctimas crónicas
del abuso conyugal.” (Blackmun, 1989)
Las mujeres atrapadas en el ciclo de la violencia están inmersas
en una realidad que las incapacita para encontrar por sí solas la salida.
Lo que resulta más alarmante es que las mujeres con traumas
de este tipo tienden a auto culparse por estos malestares, obviando las
responsabilidades masculinas, lo que inhibe la denuncia y puesta en
práctica de estrategias contra dichas acciones.
Entre los elementos que describen esa realidad de cautiverio encontramos las siguientes:
Cuando se inicia el ciclo la mujer se debate entre el amor que siente
por su pareja y el deseo de salvaguardar su propia seguridad e integridad
física y la de sus hijos. El vínculo oscilante entre el amor y la agresión
atrapa porque ella espera y confía que su compañero pare el maltrato y
se mantenga por siempre en la fase de reconciliación, por eso se esfuerza
hasta alienarse en complacerlo y agradarlo para evitar en vano la próxima descarga violenta1. El miedo a la soledad y al fracaso que supone en
la cultura patriarcal perder el matrimonio y destruir la familia y separar
a los hijos de su padre, la hacen sobreponerse al dolor y al sufrimiento y
soportar el maltrato de su compañero. La dependencia afectiva anula la
capacidad para romper el vínculo. (Pérez del Campo, 2007)
Sin embargo, una de las razones principales que le impiden marcharse es el miedo, el miedo que paraliza y gobierna todos lo movimientos. Se siente prisionera. Las amenazas de muerte para ella y para los
hijos si se atreve a dejarlo la anulan.
1 En Psiquiatría se afirma que lo que caracteriza a la alienación es la doble circunstancia
de hacer del que está alienado un ser distinto, alguien que no es porque no realiza lo que
le es propio, y también porque ese su hacer es forzoso, como impuesto desde fuera de sí
mismo. La alienación pues, lleva a la pérdida de la identificación de la persona:
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EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES
La mujer maltratada se queda por vergüenza y autoinculpación,
resulta muy doloroso admitir que el hombre que ama y seguramente
es el padre de sus hijos, la maltrata, pero además, le ha reiterado tanto
su responsabilidad por los golpes de todo tipo que recibe, que llega a
creerse que algo malo ha hecho para merecerlo.
La dependencia económica es, sin dudas, uno de los factores que
muchas veces retienen a las mujeres con el hombre que las maltrata. La
necesidad del aporte económico del marido para el sustento familiar,
ya sea porque ella no tiene trabajo o él no se lo permite, o porque su
salario no es suficiente para cubrir las necesidades familiares. Otras
veces la dependencia incluye la propiedad de la vivienda y la mujer no
tiene a dónde marcharse. Razones todas que la hacen considerar entre
quedarse y soportar el maltrato para garantizar el bienestar de los hijos
o romper y exponerlos a carencias y privaciones materiales.
El chantaje emocional es una de las estrategias utilizada por el
maltratador para retener a la mujer en el vínculo, la cual resulta efectiva debido a la falta de autoafirmación de la mujer. Entre las conductas
propia de esta estrategia encontramos la amenaza de suicidarse si ella
lo deja, otros comportamientos auto lesivos, aumento de adicciones, su
invalidez para el auto cuidado. Razones todas que la inducen a pensar
que sin ella él podría terminar muy mal.
Todas estas razones expuestas que van obligando a la mujer
a posponer la ruptura o que le impiden hacerlo, de momento, hasta
encontrar otras soluciones a su situación, van cerrando sobre ellas
las opciones para poder salir de la situación de maltrato generando la mayoría de las veces consecuencias que serán nefastas para su
seguridad, su salud, su independencia y hasta para su propia vida.
El “síndrome de Estocolmo” y la “indefensión aprendida” permiten
ilustrar esta aseveración.
Basados en los estudios de Martin Seligman, un investigador
de la Universidad de Carolina del Norte, Estados Unidos, en 1975,
realizados con perros, que al ser sometidos a descargas eléctricas a
repetición, permanecían pasivas y no salían ni aun cuando les abrían
las jaulas, conductas estas a las que denominó “indefensión aprendida”, lo que aplicó Leonore Walker al describir el “Síndrome de la
mujer maltratada” para explicar los efectos del maltrato a la mujer.
Según expone Walker en su libro “The Battered Women” la exposición repetida a episodios de violencia producen en la mujer una serie
de síntomas (poca búsqueda de ayuda, baja autoestima, depresión,
apatía, dificultades para resolver problemas, ansiedad, stress físico
y mecanismos autodestructivos) que la incapacitan para generar respuestas al maltrato. Se genera entonces en la mujer una actitud de
pasividad que la lleva a abstenerse de reaccionar o controlar lo que
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Clotilde Proveyer Cervantes
sucede, se produce un deterioro de su personalidad que anula su autoestima (Walker, 1979).
En virtud del aislamiento a que se somete la mujer maltratada,
aumenta la dependencia del agresor, asumiendo muchas veces una conducta que sociólogos y otros investigadores han denominado “Síndrome de Estocolmo” debido al hecho comprobado que le dio nombre: “Las
personas amenazadas y en peligro desarrollan una actitud de simpatía
e identificación con aquel que puede matarlos. Este fenómeno defensivo, que se da en circunstancias de terror, impide que se pueda ayudar
a rescatar al que se encuentra en ese estado de adhesión al agresor”
(Ferreira, 1992).
En el ámbito doméstico el Síndrome de Estocolmo se expresa en
el aislamiento gradual al que el hombre somete a la mujer limitando las
posibilidades de búsqueda de ayuda que se conjuga con las amenazas
y la vergüenza que ella siente, lo que la obliga a silenciar la situación
de sojuzgamiento que padece. Por esa razón el aislamiento la lleva a la
sumisión a la voluntad del hombre y a una identificación inconsciente
con su agresor que le impide resistirse o cuestionar.
Lo expuesto hasta aquí explica por qué muchas mujeres caen en
el ciclo de la violencia y enfrentan tantas barreras para poder salir de
él. Queda claro que ninguna mujer soporta el abuso porque le gusta.
Incluso cuando se adecua al dolor y mantiene esa desesperada lealtad lo
hace como una forma de protegerse porque su contacto con la realidad
y su percepción de la misma están alteradas.
El concepto de indefensión aprendida utilizado por L. Walker
para explicar el Síndrome de la mujer maltratada ha sido muy criticado porque sacraliza a la mujer en la posición de víctima indefensa, sin
dejar margen para la postura de sujeto que le permita enfrentar el maltrato y ponerle fin. Han sido tan contundentes y numerosas las críticas
que la propia autora más tarde reconoció que la mujer golpeada no es
necesariamente totalmente pasiva, sino que puede estar arreglándoselas o adoptando acciones defensivas dentro de un marco muy limitado y
que las misma no está presente necesariamente antes de recibir maltrato en forma de predisposición, por lo que su postura no está en contra
de los postulados feministas en relación con las causas de la violencia
de género (Walker, 1993)
Entre quienes critican la concepción victimista de L. Walker
se encuentra Jacqueline Campbell y colaboradores, quienes sostienen
que “Las mujeres golpeadas que están en refugios y centros de salud,
a menudo son fuertes, creativas, asertivas, contrariamente a la impresión de pasividad y psicopatología que suele encontrarse tanto en
la literatura popular como académica sobre el maltrato (Campbell et
al, 1994:99).
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EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES
Aunque suscribimos la crítica a la conceptualización de la “indefensión aprendida” y más adelante nos detendremos en este punto,
consideramos necesario hacer una digresión oportuna sobre la identidad
femenina que no puede ser desestimada para comprender la actuación de
las mujeres maltratadas. Aunque al hablar de identidad femenina no nos
referimos a la mujer, sino a una multiplicidad de mujeres condicionadas
por otras muy diversas condiciones de identidad como la edad, la raza, la
clase, la nación o nacionalidad, la comunidad, la ideología, el nivel cultural y otros muchas, es necesario tener en cuenta que esas múltiples condicionantes se encuentran atravesadas por atributos comunes propios de
la condición genérica y que marcan en mayor o menor medida (según sea
la fortaleza de las otras condicionantes) su condición de sujeto femenino.
Desde la cultura patriarcal en la dimensión de propiedad la mujer no se pertenece; en la auto identidad femenina el sentido y el fin de
la existencia no se encuentra contenido en cada mujer, sino en los otros,
y sólo en el vínculo con los otros su vida adquiere sentido. En el centro
de su realización no se encuentra sí misma, sino el satisfacer las necesidades y los deseos de los otros. Por eso la subordinación constituye un
rasgo distintivo de su identidad genérica; la subordinación al hombre
marca entonces desde su construcción identitaria la inferiorización y
la dependencia femenina.
Como hemos apuntado antes “el concepto de subordinación, implícito o explícito, en cada uno de los diversos enfoques también varía
en sus matices que abarcan no sólo el dominio sino también las posibilidades de romperlo.” (Oliveira, 1989)
El concepto de subordinación desde su doble acepción, resulta
básico, por tanto, para entender no sólo por qué las mujeres internalizan el auto abandono y la devaluación personal en pro de los intereses
y de las necesidades de los otros e incluso la aceptación del dominio
masculino mediante la violencia física y/o psicológica, sino también,
por qué buscan y encuentran alternativas a la situación de subordinación mediante la utilización de diversas formas de resistencia que
contribuyen a romper el dominio masculino.
Cabe entonces retomar las críticas a la concepción unilateral que
describe la indefensión aprendida utilizada por Leonore Walker para
explicar la situación de las mujeres maltratadas.
Aunque indudablemente una mujer maltratada, sometida a ciclos repetidos de violencia presenta todos esos síntomas y conductas
indiferentes que describe el Síndrome, reducirla a la concepción de
pobre víctima indefensa, pasiva y sumisa, niega la posibilidad de buscar
alternativas de respuesta, elaborar estrategias de resistencia y refuerza
aún más el estereotipo de víctima que obstaculiza incluso reconocer
como agredida a una mujer que no se ha asumido como auto anulada.
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Clotilde Proveyer Cervantes
Entre los estudiosos que critican la concepción de indefensión
también se esgrimen como argumentos que aunque pretende ser una
descripción, comunica incapacidad y anormalidad, así como la pérdida
de iniciativa, desconociendo incluso el deseo y la fuerza heroica de las
mujeres maltratadas para sobrevivir, evitar y escapar de la violencia
(Gondolf y Fisher 1988).
Al respecto Edward Gondolf y Ellen Fisher afirman que a medida
que la violencia aumenta y disminuye la tendencia a culparse a sí mismas, las mujeres maltratadas incrementan sus esfuerzos para buscar
ayuda, a pesar del temor, del peligro, la depresión, la baja autoestima,
el sentimiento de culpa, las restricciones económicas y atribuyen la no
obtención de ayuda de estas mujeres en gran medida a la insuficiencia
de la respuesta y los recursos comunitarios (Gondolf y Fisher 1988).
Resulta evidente que no existe una fórmula única o una vía expedita para poner fin al maltrato, más bien debemos hablar de una diversidad
de respuestas que pasan por los esfuerzos de las mujeres por resistir a la
violencia y por la responsabilidad de la sociedad de asumirlo como problema social que debe contribuir a eliminar entre las muchas políticas y
estrategias necesarias, así como enfrentar a los hombres a su responsabilidad como causantes del “crimen encubierto más numeroso del mundo.”
Cuando criticamos la reducción victimista de la indefensión
aprendida no estamos, sin embargo, negando que de hecho en una situación de maltrato sostenido el hombre agresor convierte a la mujer
en su víctima; lo que nos cuestionamos es que se la limite a la posición
irremisible de víctima, que no da margen para la búsqueda de estrategias para salir de esa situación o incluso para poder soportarlo, lo que
criticamos es que la indefensión condena a la mujer al cautiverio.
Es importante destacar que el hecho de que una mujer maltratada no sepa cómo ponerle fin al maltrato y todavía no pueda hacerlo;
eso no significa que no quiera ponerle fin.
Lo que corrobora la práctica de la intervención y la atención a
mujeres atrapadas en el ciclo de la violencia es que para ellas resulta muy
difícil encontrar por sí solas la vía eficaz y definitiva para salir del ciclo.
Pero, ¿Cómo ayudar a la mujer que es víctima de la violencia por
parte de su compañero?
Al respecto suscribimos la tesis de trabajo desarrollada por el grupo
CALA2 como resultado de un trabajo sistemático con mujeres maltratadas:
2 El grupo CALA integrado por Esther Jovaní, Luisa Busto y Teresa Segarra es un equipo
de trabajo que se ocupa de Estudios, Formación e Intervención con mujeres y que gestionó durante 10 años la Casa de Acogidas para mujeres maltratadas de Castellón, España.
Como resultado de sus experiencias de trabajo han elaborado su propio “modelo de intervención con mujeres maltratadas desde una perspectiva de género” cuya tesis central
aquí expuesta sirve de punto de partida al mismo
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EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES
“El contacto diario con el maltrato certifica la existencia de un
agresor y una víctima, pero restringir la cuestión a esta dualidad no
solo reduce a lo privado el problema de los malos tratos a la mujer, desvinculándolo del orden de valores que rigen nuestro sistema social, sino
que además entraña otro peligro: cristaliza los estereotipos de género
tradicionales que pretendíamos derribar al identificar al hombre maltratador como activo y a la mujer maltratada como pasiva. El lugar de
la víctima la condena a perpetuarse en una identidad tradicionalmente
femenina, privándola de la oportunidad de poder actuar para modificarla, esterilizando con ello cualquier intervención.
En el momento en que esta misma mujer pueda considerarse
como sujeto activo de una historia que le concierne, obtendrá la posibilidad de intervenir en ella.” (Jovaní et al, 1994)
Para que la mujer maltratada pueda intervenir en su historia ella
debe primero creer en su historia y asumir que está en condiciones no
solo de verbalizarla y compartirla con la certeza de que los demás la
creerán, sino, además, que ella cuenta con recursos personales para
hacerse cargo de ella y modificarla.
Para que las mujeres tomen sus propias decisiones hay que darles
opciones, oportunidades, dotarlas de las herramientas para que incremente sus fortalezas y su autoestima. Ayudarla a reconocer que existen
otros sentidos que pueden contribuir a cambiar su posición de víctima
indefensa y pueda colaborar en el desarrollo de sus propias estrategias
frente al problema.
La actitud que asume una mujer maltratada que está atrapada en
el ciclo de la violencia muchas veces se presta a confusión o a estigmatización por los profesionales que intentan ayudarla o que se han visto
vinculados al problema en alguna de las fases del ciclo.
El proceso mediante el cual ellas ponen en marcha sus estrategias de enfrentamiento, es la mayoría de las veces lento, lleva tiempo.
Entender por qué una mujer no denuncia el maltrato, por qué retira la denuncia, por qué rompe y vuelve nuevamente con quien la maltrata requiere, además de las explicaciones ofrecidas en las reflexiones
previas relacionadas con el síndrome de la mujer maltratada, buscar
las respuestas a esas conductas a la luz de los contextos en que la mujer
actúa y del significado que tienen para cada mujer. Para explicarnos las
respuestas de las mujeres frente al maltrato y que deben ser tenidas en
cuenta por especialistas para elaborar modelos de intervención más eficaces que contribuyan realmente a poner fin a la situación de maltrato
que padecen, M. A. Dutton ha elaborado un modelo que toma en cuenta
cinco sistemas superpuestos a partir de su contexto y del significado
que para ella tiene: sus historias personales, sus vínculos familiares,
los lazos con las redes sociales más cercanas, las grandes redes comu-
30
Clotilde Proveyer Cervantes
nitarias, y el contexto social y cultural peculiar en que se desarrollan.
También el modelo propones tener en cuenta las limitaciones y fortalezas de las mujeres, ya sean emocionales, físicas, comportamentales,
así como disponibilidad o no de recursos económicos y tangibles, y la
existencia o no de redes de apoyo familiar o comunitario para la víctima (Dutton, 1997)
Para Dutton, en su propuesta, es imprescindible tener en cuenta
también la dimensión temporal, la historia de cada mujer, para poder
comprender la variedad de las estrategias que ella emplea a lo largo de
su vida y el momento específico en que las despliega. Sin dudas, según
Dutton, hay que tratar de comprender también el significado que tienen cada una de estas variables contextuales dentro de su sistema de
creencias.
Este modelo que toma en cuenta los contextos, las historias y los
significados de esas variables contextuales resulta una propuesta válida
para poder ayudar más eficazmente a las mujeres maltratadas a poner
fin a la violencia mediante modelos de intervención más adecuados.
La complejidad de la realidad en la que está inmersa la mujer
maltratada y los estereotipos y mitos sociales que funcionan a escala
social sobre el problema en cuestión requieren de la preparación adecuada de los profesionales que atienden en cualquiera de los momentos
de crisis a estas mujeres, máxime si se tiene en cuenta que según diferentes fuentes solamente se denuncia un porcentaje mínimo de malos
tratos, aproximadamente un 10%, apenas la punta del Iceberg que tantas víctimas cobra en el mundo entero.
Existe acuerdo entre los especialistas en que ese 10% que se denuncia pueden haber incluso subregistros debido a que las propias afectadas pueden considerar la situación de maltrato como “normal”. Las
dimensiones y las consecuencias del problema de la violencia son mucho más dramáticas que las cifras mencionadas como botón de muestra
“aun cuando la violencia contra las mujeres por sus hombres produce
desde hace una década más muertes que el terrorismo como hemos
podido comprobar si la aritmética no engaña, por debajo, sumergidos
en una falsa, cómoda y cobarde concepción de lo privado, se dan miles
y miles de situaciones estables de torturas domésticas, bastantes de las
cuales pueden acabar en muerte ; pero aunque no sea así, el sufrimiento
y el dolor mantenidos, cotidianos, incesantes, superan con mucho el horror de las muertes violentas, por su increíble volumen. Al igual que un
voluminoso iceberg, cuyo rumbo errático pudo causar el hundimiento
del Titanic, la violencia habitual y sistemática enquistada en la familia,
sigue causando muertes y sufrimientos si fin.”(Caño, 1995)
La responsabilidad de la sociedad no cambia una vez adquirida
la certeza sobre la imposibilidad de hablar de la Mujer Maltratada, sino
31
EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES
de mujeres maltratadas con multitud de historias personales, únicas
e irrepetibles, donde la singularidad de cada situación obliga a estas
mujeres a transformar su situación de víctimas indefensas en sujetos
de cambio.
No cambia la responsabilidad social porque aunque cada mujer
debe transitar su propio camino para apropiarse de su historia y modificarla, no puede hacer sola ese recorrido. En este caso también es
válida la propuesta de Fina Sanz que sostiene que “el amor es como un
viaje, cada cual hace su camino, pero es grato acompañarnos”. Para las
mujeres maltratadas la compañía no solo es grata, sino también necesaria. Necesaria para ayudar a restañar las huellas dolorosas de una
vida de maltratos, acompañarlas para que no se pierdan en los recodos
del camino; acompañarlas para que, en los momentos de flaqueza o
desesperanza indicarles la ruta y mostrarle que falta mucho menos para
llegar a la meta, y en todo caso ofrecerles el hombro para sostenerlas en
la catarsis y ayudarlas a crecer (Sanz, 1998).
Resulta indispensable, entonces, deslegitimizar los malos tratos
silenciados, que al amparo de la privacidad de la familia mantienen
impune la victimización y la tortura.
Cuando las instituciones sociales y en su nombre médicos, policías, jueces, psicólogos y otras se mantienen indiferentes ante una
mujer maltratada o trivializan el alcance del hecho, se convierten de
hecho en legitimadores de la dominación del marido y despoja a la
mujer sometida a violencia de la protección que merece y necesita y le
niega la posibilidad de romper el ciclo, así como de obligar al hombre
a asumir la responsabilidad por tan deleznables actos. El silencio o la
indiferencia contribuyen no solo a legitimar la conducta agresiva de
los hombres en el hogar, sino, también, el silencio puede convertirlos
en cómplices.
Se hace necesario, entonces, la implicación de la sociedad toda
a través de sus instituciones para poner fin a este sistema alternativo
de control social, que es la violencia que en la sombra del hogar ejercen
impunemente los hombres para poder mantener su poder.
Pero esa implicación no puede ser arbitraria y dispersa. La problemática de la violencia contra la mujer requiere tener en cuenta todos
los factores que puedan contribuir a aportar luz en el análisis de las
estrategias para atenderla; factores estos que analizados como sistema
contribuyen más eficazmente a la búsqueda de soluciones efectivas al
maltrato contra la mujer.
Otra propuesta que ofrece alternativas de atención lo constituye el Modelo Ecológico aplicado al Campo de la Violencia Familiar
elaborado por Jorge Corsi a partir de un modelo propuesto por Urie
Bronfenbrenner que postula que la realidad familiar, la realidad social
32
Clotilde Proveyer Cervantes
y cultural pueden entenderse organizadas como un todo articulado,
como un sistema compuesto por diferentes subsistemas que se articulan entre sí de manera dinámica. (Ferreira, 1992)
El Modelo Ecológico aplicado al Campo de la Violencia Familiar
elaborado por Jorge Corsi evalúa el problema de la Violencia Familiar
desde una perspectiva ecológica y multidimensional, buscando en el
abanico de determinantes entrelazadas que están en la base y en la
raíz profunda del problema la relación directa con las estrategias de
solución dirigidas a los diferentes subsistemas implicados.
En esencia del Modelo abarca las tres perspectivas de análisis
que se sitúan a diferentes niveles sociales (macrosistema, exosistema
y microsistema) al tiempo que concede un lugar importante al estudio
de las interacciones entre esos mismos factores con el factor individual
como soporte de esas interacciones recíprocas.
A continuación se describe cómo está compuesto cada subsistema y la relevancia que adquiere en la comprensión de la problemática
de la violencia.
El macrosistema: El sistema de creencias culturales que define la
Sociedad Patriarcal confiere un poder a los hombres sobre las mujeres
y a los padres sobre los hijos. Sobre este eje se sostienen históricamente los valores de la sociedad occidental y se estructura un modelo de
familia vertical donde el padre es el jefe del hogar. Dentro de esta estratificación, el subsistema filial reconoce cierto grado de diferenciación
basada en el género.
En síntesis, las definiciones culturales acerca de lo que significa
ser mujer, varón o niño, junto con la concepción acerca de la familia y
el poder y la obediencia, tienen una relación directa, en el nivel macrosistémico de análisis con el problema de la violencia familiar, ya que
proporciona el marco más general en el cual transcurre el drama.
El exosistema : Los valores culturales no se encarnan directamente en las personas, sino que se hallan mediatizadas por una serie de
espacios que constituyen el entorno social más visible : las instituciones
educativas, recreativas, laborales, judiciales, religiosas, etc. La estructura y funcionamiento de tales entornos juegan un papel decisivo para
favorece la realimentación permanente del problema de la violencia en
la familia.
El contexto laboral y económico no puede dejar de ser tenido en
cuenta a la hora de analizar la influencia de los factores exosistémicos.
Desde el punto de vista de los recursos con una comunidad determinada
cuenta en relación con el problema de la violencia doméstica, también
encontramos factores que se asocian para contribuir a la perpetuación
del fenómeno. Por ejemplo, la carencia de una legislación adecuada
que defina el maltrato y la violencia dentro de la familia como conduc-
33
EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES
tas socialmente punibles. O la escasez de apoyo institucional para las
víctimas de abuso intrafamiliar. O la impunidad de quienes ejercen la
violencia hacia los miembros de la familia. Importancia reviste también
la victimización secundaria que reciben las mujeres maltratadas cuando van buscando ayuda a instituciones o profesionales e impregnadas
por mitos o estereotipos culturales en torno al tema dan respuestas
inadecuadas, culpan a la víctima o restan importancia al problema.
El Microsistema : Cuando enfocamos nuestra mirada en este sector del Modelo Ecológico consideramos los elementos estructurales de
la familia y los patrones de interacción familiar, tanto como las historias personales de quienes constituyen la familia.
Estos tres subsistemas interactúan con el individuo, ya sea el Hombre Violento o la Mujer Maltratada y ejercen determinadas influencias
que pueden actuar o no como condicionantes. Por ello al examinar la
violencia doméstica no pueden obviarse las dimensiones (conductual,
cognitiva, interaccional y psicológicamente) que operan en el ámbito individual tanto para explicarla como para elaborar estrategias de solución.
En consecuencia, reconocemos la utilidad del Modelo Ecológico
elaborado por Jorge Corsi para comprender los factores culturales, individuales y de cualquier naturaleza que determinan la violencia ejercida
por los hombres sobre sus parejas y tomarlos en consideración para
elaborar propuestas sociales que den respuesta a la violencia conyugal.
Imprescindible resulta reconocer el lugar que ocupa en la ayuda
a las mujeres maltratadas el espacio comunitario. En los contextos de
intervención social la comunidad ocupa un lugar central, sin dejar a
un lado el trabajo con individuos o grupos. En todo caso se trata de
rescatar las potencialidades del trabajo mediante la interconexión de
las diferentes redes sociales que operan en ese contexto, en las que los
sujetos individuales y los grupos no pueden ser desestimados.
En ese accionar los actores sociales comunitarios deben ser parte
activa y comprometida sin sustituir el protagonismo de los sujetos, en
este caso las mujeres maltratadas, implicados en la transformación de
sus circunstancias. Superar la actividad de simple gestión de las instituciones ante las demandas de los necesitados y promover respuestas
de mayor alcance y significado que involucren al entorno comunitario
y sus habitantes como una fuerza dinámica resultan premisas básicas
en este empeño.
Resignificar y rescatar el valor de las redes sociales es imprescindible para la dinámica participativa de los actores sociales que participan en la ayuda a las mujeres maltratadas; actores que para serlo
requieren romper el aislamiento que impone la relación conflictiva con
su entorno, la desintegración de los lazos sociales y la ruptura de las
redes naturales de apoyo (familia, amigos, etc.) en la que viven general-
34
Clotilde Proveyer Cervantes
mente las mujeres que están inmersas en el ciclo de la violencia. Cuando
la mujer maltratada se siente acompañada y apoyada, su condición de
víctima deja de ser irreversible. El grupo potencia sus fortalezas y la
ayuda a superar sus limitaciones
Solo en el vínculo con los otros es posible cualquier forma de
vida que merezca llamarse humana y permita construir y transformar la realidad social. “Puesto que no somos individuos solitarios, mi
subjetividad no es solo mía, ni puedo abdicar de mi contexto si quiero
sentirme, conocerme, sobrevivir. [...]”, por ello es menester entender que
esta relación dialéctica da margen para el cambio y la renovación y posibilita superar el estigma de que los grupos vulnerables y/o marginados
no pueden trascender su condición de riesgo y tener la posibilidad de la
transformación (Camps, 1996).
El entorno social puede ser potenciador de efectos multiplicadores que acepte, incluya y ayude a desarrollar estrategias que incrementen la competencia personal de los sujetos para saltar los obstáculos y
alcanzar nuevas metas. Por ello, la comunidad ocupa un lugar central
en el contexto de intervención a las víctimas de violencia, favoreciendo, además, el trabajo con los grupos e individuos que la integran, en
especial, aquellos que se encuentran en situación de vulnerabilidad y
marginalidad.
Sin embargo, es imprescindible que esa acción grupal se realice
desde el enfoque o perspectiva de género, porque el “no incluir esta
perspectiva trae aparejado el riesgo de seguir enmarcando el problema
como propio del ámbito privado o familiar, el cual deberá ser solucionado dentro de los límites de la intimidad, sin visualizar la dimensión
social del mismo ni cuestionar el contexto de la ideología patriarcal. El
otro riesgo es el de caer en la simplificación de considerar a la violencia masculina como un mero emergente del problema económico, de
la desocupación, de la marginalidad, de la falta de educación formal”
(Gutiérrez et al, 1999).
La reproducción de los valores y normas sociales tradicionales
condiciona la reacción pasiva o indiferente frente a la violencia de género en el entorno social. Cuando “el apoyo” se realiza siguiendo los
cánones preestablecidos por la cultura patriarcal y los funcionarios en
los ámbitos de salud, justicia, orden público u otros, responden siguiendo representaciones rígidas de género, lejos de constituir una fuente de
ayuda se convierten en legitimadores de la violencia y muchas veces re
victimizan a las víctimas bajo el supuesto de la privacidad del problema
o cuando menos la estigmatización, contribuyendo con ello a la reproducción del problema.
Es tan importante el papel de las redes sociales en el proceso
de prevención y atención a la problemática de la violencia que varios
35
EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES
investigadores coinciden en su efectividad como principal mecanismo
de apoyo a las mujeres maltratadas. En sus investigaciones constatan
que las redes comunitarias más cercanas, dígase los familiares, amigos,
vecinos, algunas organizaciones informales son las primeras instancias
de solicitud de ayuda a la que acceden las víctimas antes de acudir a las
instituciones en pos de ayuda formal y pueden ser el recurso más eficaz
a mediano y largo plazo. Son también las fuentes más confiables para
quienes viven situaciones de aislamiento, vergüenza, autoinculpación
o cualquiera de las razones que les impiden la solicitud espontánea de
ayuda (Dutton, 1997; Heise, 1998; Kelly, 1997; Schechter, 1997).
Es una práctica comprobada que las mujeres maltratadas no
piden ayuda o no acuden a realizar denuncias hasta que la situación
de maltrato pone en peligro su vida o la de sus hijos. Las razones de
esta postura han sido analizadas anteriormente, pero no resulta ocioso
enfatizar el rol que juega la naturalización de la violencia como mecanismo de control patriarcal en la falsa concepción de la misma como
problema privado.
De ahí que los más cercanos a las víctimas pueden brindar un
apoyo más plausible, rápido y confiable en situaciones de emergencia
del ciclo violento y contribuir a evitar las consecuencias extremas.
Se reconoce por los estudiosos tres tipos de apoyo social: el emocional, referido a aspectos como intimidad, apego, confort, cuidado y
preocupación; el instrumental, relacionado con la prestación de ayuda
o asistencia material y el informacional, que implica consejo, guía o
información relevante para ayudar a enfrentar la situación. Aunque
algunos autores consideran el apoyo emocional como el principal componente, también se ha encontrado que los otros tipos se asocian a
bienestar, pues la forma más efectiva de apoyo va a depender de la
situación en que sea necesario (Cohen y Wills, 1985).
Esa razón explica por qué la intervención de los servicios especializados no implica en sí mismo la solución de un problema tan
complejo, pero el apoyo y el valor simbólico que para la víctima tiene
su intervención es determinante. La certeza de no estar sola en la andadura para salir del maltrato otorga un sentido adicional de protección.
Algunos autores han encontrado en sus estudios evidencia del
papel del apoyo social que brindan las redes sociales para atenuar los
efectos de los malos tratos y en la protección de abusos posteriores, en
tanto el mismo proporciona acceso a oportunidades, apoyo emocional
e información (Matud et al, 2002).
Autores como Herrera y sus colaboradores identificaron en un
estudio cualitativo que las mujeres que inician una búsqueda de ayuda
cuando tratan de salir de la situación violenta generalmente acuden a
personas cercanas que forman parte de su red social, tales como: ami-
36
Clotilde Proveyer Cervantes
gas, hermanas, madre, vecinas e hijos. Estas indagaciones confirman la
importancia de contar con redes sociales cercanas, tanto las formales
como las informales, aunque éstas últimas se convierten muchas veces,
como ha sido señalado antes, en las más usadas, sobre todo cuando
están en situaciones límites (Herrera, et al, 2004).
Las mujeres que están atrapadas en el círculo de la violencia,
debido a la vulnerabilidad emocional y la baja autoestima que las caracteriza requieren de redes de apoyo confiables y accesibles que le
faciliten la ayuda para salir del “pozo profundo” en que muchas veces
están inmersas, y que supone casi siempre aislamiento, vergüenza, temor y autoinculpación.
Por otra parte, la labor de los actores sociales que integran las
redes sociales que actúan en la comunidad resulta esencial para promover la sensibilización y concientización sobre la violencia de género
como problema social que afecta muchas mujeres y al que hay que
atender de manera permanente.
Las acciones de las redes sociales de apoyo en el ámbito comunitario pueden trascender la espontaneidad y convertirse en programas
coherentes de trabajo que incluyan un amplio abanico de acciones que
abarquen la atención y la prevención de este mal social.
En ese empeño, es aconsejable la aplicación de metodologías participativas mediante procesos de reflexión colectiva que contribuyan a
multiplicar los saberes específicos sobre este problema social y sirvan
para la realización de acciones conjuntas que contengan la capacitación, la promoción de campañas de divulgación y sensibilización para
víctimas y actores comunitarios sobre la violencia de género y contribuyan a desarrollar convicciones de rechazo a la violencia. A través de
estas metodologías se puede ofrecer información sobre los mecanismos
formales de atención a las víctimas, así como la realización de campañas de prevención de la violencia a través de medios de comunicación
y otros recursos locales.
La información es muy importante porque significa adquisición
de conocimientos, y estos una vez asimilados se constituyen en juicios y
convicciones que dirigen nuestras acciones. En la medida que mayores
conocimientos tengamos más dueños seremos de nuestras acciones.
Como parte de dichos programas es esencial la contribución de
las instituciones a través de actores locales profesionales de la comunidad que hayan sido capacitados y puedan cooperar en la elaboración
e implementación de protocolos de asesoría jurídica y/o laboral y de
atención psicológica para las víctimas.
Para que la gama de acciones que se desarrollan en la comunidad
sea completa debe involucrar activamente a los hombres, por una parte
a los hombres tanto jóvenes como adultos en procesos de conciencia-
37
EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES
ción para que se impliquen en la lucha contra la violencia de género
y en la construcción de nuevos modelos de masculinidad basados en
la equidad y el respeto, y por otra trabajar con los maltratadores en
procesos de rehabilitación. Es necesario crear un clima de rechazo a la
discriminación y deslegitimar la violencia naturalizada e invisibilizada.
Una alternativa de apoyo a las mujeres que sufren malos tratos
lo son los grupos de autoayuda porque contribuyen a la adquisición de
herramientas para hacer frente a la situación de victimización y poder
elaborar estrategias para detener el maltrato o romper el vínculo con el
maltratador. La experiencia ha mostrado cuán efectivos pueden resultar estos grupos formados por mujeres atrapadas en el ciclo de la violencia con gran necesidad de ayuda para romperlo, pero para lograrlo
deben hacerlo por sí solas, trascendiendo el lugar de víctimas a partir
de su conversión en actoras sociales y es ahí donde este tipo de grupo
juega un papel significativo.
El grupo de autoayuda como estrategia de apoyo social es una
alternativa adecuada que provee ayuda y apoyo formal a personas que
enfrentan situaciones crónicas.
“El poder no solo compartir problemas, sino también compartir cómo se pueden enfrentar desde la experiencia supone una
fuente de recursos inagotables para los miembros del grupo
ofrecidos desde el grupo” (Domenech, 1998).
En la realización de un estudio- acompañamiento a un grupo de autoayuda realizado por esta autora se constató la validez del mismo como
apoyo efectivo ofrecido por esa red social que se va tejiendo en la medida que el grupo comienza a ser parte activa de la vida de sus miembros. Por supuesto, conseguir estos objetivos supuso el enorme reto de
romper mitos y estereotipos que funcionan en el imaginario colectivo
en torno a la violencia doméstica, desmontar prejuicios y temores de
mujeres atrapadas en el ciclo de la violencia y hacerlo, sobre todo en
medio de una experiencia grupal (Proveyer, 2004).
Esa experiencia de investigación-acción puede ilustrar nuestro
énfasis en la utilidad de esta alternativa como red social de apoyo informal que sin sustituir otras formas de atención contribuye significativamente a la conversión de las víctimas en sujetos de cambio de su
situación. De ahí que comparta los resultados más importantes de la
misma: Las fases iniciales de ese proceso que acompañamos demandaron una actividad intensa en la que el apoyo se ofrecía fundamentalmente a través de la información y el entrenamiento para que ellas
desarrollaran las capacidades latentes para pensar su propia realidad
y transformarla en iniciativas de acción, en formas alternativas de en-
38
Clotilde Proveyer Cervantes
frentarla, dando margen al éxito y al error, pero definitivamente forjando una nueva mirada y una nueva actitud transformadora.
Las mujeres que se integraron al grupo expresaban un bajo nivel
de autoestima y percepción de incapacidad para enfrentar los conflictos, así como sentimientos agudizados de soledad y frustración. Casi
todas mostraban cierto temor a ser objeto de críticas estigmatizantes
de sus compañeras o del entorno inmediato por “sacar a la luz” los
signos del maltrato, los conflictos, desesperanzas y angustias que tan
celosamente habían guardado tras las “cuatro paredes de sus hogares”.
Sin embargo, lo que predominó en ellas fue la avidez por encontrar las
vías más efectivas para hacer frente a su situación.
La premisa de nuestra intervención con el grupo la constituyó
el conocimiento mutuo, la concreción de su demanda de apoyo y la
reflexión colectiva sobre la problemática de referencia, así como la potenciación de sus fortalezas para asumir el reto que tenían ante sí.
Desde esta perspectiva, la creación de relaciones de confianza
entre ellas y en ellas mismas fue esencial para facilitar la participación
y concretar su integración grupal. Ello propició el inicio del proceso de
transformación de sus maneras de pensar lo femenino y su relación con
el maltrato de que eran objeto, así como la asunción de nuevos valores y
actitudes frente al problema. Paulatinamente comenzaron a vencer las
inseguridades y el sentimiento de incapacidad a partir de la interrelación entre ellas, con el auxilio de talleres y dinámicas grupales y de la
reflexión colectiva a través de una comunicación cada vez más abierta
que facilitaba el compartir sus vivencias.
El inicio de este proceso relacional marcó la pauta para la movilización y la acción grupal, para el paso del yo al nosotras. Un nosotras
que evidencia la transformación gradual que se producía en las integrantes sobre su pertenencia al grupo, la superación de sus sentimientos de
aislamiento y sobre todo la adquisición de la certeza de la posibilidad
de reconstruir en y desde el grupo una nueva posición. La adquisición,
en fin, de herramientas para trabajar por lograr la condición de sujetos
activos que ponen en marcha la red social informal que propicia el apoyo
y la creación de alternativas basadas en sus propios recursos.
Aprender de las otras y con las otras. Aprender de esa diversidad
de historias personales de violencia, únicas e irrepetibles, pero comunes
en sufrimiento y enajenación, donde la singularidad de cada situación
obliga a estas mujeres a transformar su situación de víctimas indefensas en sujetos de cambio. En su condición de sujetos aprendieron a mirar el problema de la violencia de género desde una nueva perspectiva y
comprendieron que la cultura patriarcal ha construido unas relaciones
de dominación masculina que se convirtieron en “naturales” y ahora la
pueden comenzar a desmontar con nuevas prácticas sociales.
39
EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES
Todo ello nos lleva a reafirmar la relevancia de los grupos de
autoayuda como una conveniente red de apoyo para enfrentar la problemática de la violencia de género.
Estas y otras acciones donde las redes sociales se activan y funcionan coherente y coordinadamente pueden ejercer mayor influencia
en el entorno próximo a quienes padecen la violencia, a quienes la ejercen y a quienes la presencian y permanecen indiferentes, creando nuevos saberes y convicciones que destierren estereotipos y mitos en torno
a este problema social.
El papel de las redes sociales es imprescindible para dotarse y
dotar a sus integrantes de la información que tributa al conocimiento,
pues este una vez asimilado se convierte en juicios y convicciones que
guían las acciones de las personas.
Sin lugar a dudas, en este empeño la labor de los actores sociales
de los TTIB enfrentan un reto importante: servir de catalizadores y
facilitadores de procesos de cambio social, en este caso, contribuir en
el proceso de transformación de las mujeres víctimas de violencia, de
marionetas haladas por hilos invisibles en sujetos protagonistas que
conducen las riendas de sus experiencias vitales, para poder poner fin
a sus historias de maltrato.
Por ello, resulta muy importante aprovechar distintas experiencias de intervención comunitaria que existen en La Habana a través de
los TTIB, para promover propuestas de acompañamiento (capacitación,
asesorías, sensibilización) encaminadas a potenciar el papel de los diversos actores sociales cuando estos se erigen en agentes transformadores de sus circunstancias y dotarlos de las herramientas para ejecutar
mejor esta labor.
1.2.- LA INVESTIGACIÓN Y LA INTERVENCIÓN EN VIOLENCIA DE
GÉNERO EN CUBA.
1.2.1.- POLÍTICAS PARA LA PREVENCIÓN Y ATENCIÓN DE LA VIOLENCIA
INTRAFAMILIAR. EL PAPEL DEL GRUPO NACIONAL PARA LA ATENCIÓN Y
LA INVESTIGACIÓN DE LA VIOLENCIA.
La transformación de la situación social de las mujeres cubanas
es uno de los más importantes sucesos que la Revolución ha producido. La conversión de las féminas en sujetos protagónicos del
quehacer social en el país las ubica en lugares destacados a nivel
internacional, y algunos de sus indicadores de desarrollo sean comparables con los países del primer mundo. Mucho tienen que ver en
estos resultados las Políticas Sociales desarrolladas por el Estado
cubano a favor de la equidad entre los géneros y al denodado esfuerzo de sus mujeres para ocupar el lugar que históricamente les
había sido vedado en la sociedad.
40
Clotilde Proveyer Cervantes
Pero no ha resultado un proceso exento de contradicciones, pues
son innumerables las barreras culturales y de todo tipo que ha habido
que saltar. Una de ellas se refiere a la relación de subordinación que la
cultura patriarcal impuso a lo largo de nuestra historia al género femenino. De ahí que el verdadero alcance de los cambios está en el proceso
en marcha de empoderamiento del sujeto político femenino cubano.
Las políticas sociales dirigidas a la mujer son parte de un proyecto global de desarrollo humano que se encuentra en la base de su
proyección para atender las necesidades humanas. En ese quehacer
las necesidades específicas de las mujeres han sido tenidas en cuenta
para su formulación y aplicación por el Estado como garante de la
protección de sus derechos. Por supuesto, ellos se han ido imponiendo
en medio de la lucha contra el patriarcado, cuyos lastres impactan aun
todo el sistema de relaciones y prácticas sociales.
La aplicación consecuente de las Políticas Sociales ha favorecido
que en el contexto latinoamericano Cuba ocupe un destacado lugar en
materia de conquistas sociales femeninas, lo que se expresa en un incremento de la participación social de las mujeres en todas las esferas
de la vida social y económica del país. Significativos son los avances no
solo referidos al incremento del número de empleos, sino también a la
calidad de este. Las cifras muestran cómo el empleo femenino pasó de
los puestos de menor calificación, reconocimiento y remuneración, a un
incremento de la participación femenina dentro de la fuerza técnica y
profesional del país. (65,6% en 2007). Muestra de este salto de calidad es
el hecho que hoy las mujeres constituyen el 51,6 % de los investigadores
y el 48,9 % de los trabajadores en unidades de ciencia y técnica, todo
ello refleja como la mujer se ha convertido en un sujeto transformador
en la ciencia, la economía y la sociedad (Proveyer et al, 2010).
Por otra parte el marco legislativo generado luego de la implementación de un grupo de leyes como el Código del Trabajo, el Código
de la Familia, la Constitución de la República, entre otros, también
favoreció la incorporación de las mujeres al mercado laboral e hizo
viable su participación en los espacios públicos, aún cuando para que
se pueda lograr una plena integración de las mujeres al desarrollo en
igualdad de condiciones y oportunidades que los hombres sea preciso fortalecer este marco jurídico en correspondencia con el desigual
acceso entre hombres y mujeres a las esferas del trabajo y del poder.
(Proveyer et al, 2010).
El gobierno cubano ha dado prioridad estratégica al cumplimiento de los Objetivos de la Cumbre del Milenio (ver anexo 1), a través del
impulso de nuevas tareas que sigan garantizando y potenciando los
derechos políticos, el poder y la participación política de las mujeres,
y que se refleja en el 43,32% de participación que han alcanzado las
41
EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES
cubanas en el parlamento, uno de los por cientos más elevados a nivel
mundial sobrepasando la meta del 30% establecida por las Naciones
Unidas en 1995. Tras las últimas elecciones del Poder Popular, resultaron casi el 40 % de las delegadas de circunscripción y el 29,5 % de las
presidentas de asambleas municipales, indicadores que sobrepasan con
creces los de Centroamérica (ver anexo2). Según datos de junio de 2010,
de la Unión Interparlamentaria, Cuba ocupaba el cuarto lugar mundial
por el número de mujeres en su Parlamento, por encima de países con
fama en este sentido como Noruega o Finlandia. (Proveyer et al, 2010).
En ese proceso de empoderamiento de las mujeres cubanas, que
ha sido considerado una revolución dentro de la revolución, debido a
su extraordinario alcance en la reivindicación de su papel social, le corresponde un protagonismo incuestionable a la Organización femenina
Federación de Mujeres Cubanas (en lo adelante FMC), al influir decisivamente en el justo valor dado a la mujer. Su trabajo a favor de la igualdad
de derechos y de oportunidades para ellas en su accionar a lo largo de
más de 50 años – fue la primera organización de masas creada después
del triunfo revolucionario para organizar a las cubanas- ha sido clave
en la interlocución crítica con el Estado para el diseño de las políticas
referidas al adelanto de las cubanas y para propiciar el desarrollo de las
mujeres como sujetos sociales. Sistemática ha sido su labor a favor de
los derechos a la educación, la salud, el empleo, la seguridad y asistencia
social, así como a la participación plena en todas las esferas de la vida
social, los cuales, en ocasiones han sido asegurados con medidas de
“discriminación positiva”.
De todas formas, cualquier análisis del avance en la equidad entre cubanos y cubanas, hay que verlo en ese contexto general de lucha
contra todo tipo de discriminación cultural como condición para el
desarrollo, del que el Estado es garante permanente. Ello ha posibilitado el sostenido avance en el comportamiento del Índice de Desarrollo
Humano (IDH), al pasar de una posición de país con desarrollo medio
al grupo de naciones con alto desarrollo en la posición 51. Lo mismo
sucede con el Índice de Desarrollo de Género (IDG) que llegó al 49, el
cual muestra el impacto en la mejoría de oportunidades para las mujeres cubanas. (PNUD, 2007).
Un elemento destacable para evaluar el papel de las Políticas
Sociales en la situación de las mujeres en la sociedad cubana, lo
constituye la conformación de la Plataforma Nacional que elaboró
el Estado cubano para dar cumplimiento a los acuerdos de la Cuarta
Conferencia Mundial de las Naciones Unidas sobre la Mujer realizada
en Beijing en 1995), la cual ha servido para darle seguimiento al proyecto de equidad de género que con data muy anterior a dicha Cumbre
se lleva a cabo en el país y se ha materializado en leyes, programas y
42
Clotilde Proveyer Cervantes
oportunidades de acceso para las mujeres en condiciones de equidad.
La trascendencia de dicha Plataforma radica en su carácter gubernamental, mediante el cual los organismos centrales del Estado y todas
sus instituciones están en la obligación de implementar las medidas
pertinentes para su cumplimiento.
En ese mismo orden la rúbrica de la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer (CEDAW)
se considera uno de los instrumentos jurídicos más importantes para
luchar contra la discriminación en las diferentes esferas de la vida de
las mujeres cubanas.
Las Políticas Sociales sectoriales han impactado de manera general las posibilidades de participación de las cubanas, pero en especial
la educacional ha tenido un peso determinante en la política social y en
toda la estrategia para el desarrollo. No sólo puede verse asociada a los
programas del sistema de educación general y de la educación superior,
sino también han sido relevantes los programas dirigidos a la formación de capacidades técnicas en las empresas del país que impulsan el
desarrollo económico, a la educación, la salud de la población y la educación sexual de la familia. La educación es una función de múltiples
instituciones y la política en esta área, aunque dirigida esencialmente a
las instituciones públicas no ha dejado de considerar su accionar sobre
la familia y sobre las relaciones sociales en general. Ello se refleja en el
papel que desempeñan las cubanas en el desarrollo cultural, científico
y económico del país, lo cual favorece su autonomía y su condición de
sujetos como condición indispensable para el desmontaje de prácticas
sexistas que han invisibilizado y subvalorado históricamente sus aportes en la sociedad.
Al cierre de 2008 casi el 66 por ciento de los ocupados en cargos
técnicos son mujeres. De los profesionales, científicos e intelectuales y
técnicos medios con relación al total de ocupados las mujeres, que en el
Censo del año 1953 sólo alcanzaban el 2,1 por ciento, arribaron en 2008
al 16,9 por ciento. Por otra parte En los Grados Científicos alcanzados,
las mujeres participan con más del 50 por ciento de las Maestrías, en el
período 1992-2006 y con más del 30 por ciento de los Doctorados, en el
período 1997-2007 (ONE, 2010).
El logro de la paridad educativa en todos los niveles de enseñanza del sistema educacional cubano dan cuenta de la realidad antes
descrita (ver anexo 3).
Las reflexiones anteriores apuntan a un hecho significativo que
no puede desestimarse cuando se analiza la problemática de la violencia de género en el país, pues ellas indican una incidencia directa
en las formas que van asumiendo las relaciones ínter genéricas. Ello
se evidencia en el desarrollo del sujeto político femenino en Cuba con
43
EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES
un coprotagonismo incuestionable en todas las esferas del quehacer
social y una cada vez mayor conciencia de género en los distintos grupos sociales. Por supuesto, todos estos cambios no son suficientes aun
para desmontar la política sexual del patriarcado con su carga de dominación masculina, que se resiste a los cambios sociales y puja por
mantenerse, generando nuevas contradicciones en ese ámbito. Sin que
podamos afirmar que es una batalla ganada, y la presente investigación
lo muestra con creces, sí es posible afirmar que todos esos cambios sociales experimentados en estas cinco décadas por las cubanas ejercen
una impronta en la forma mediante la cual se expresa la violencia de
género en el país.
La protección legal que gozan las cubanas, aún cuando no exista una ley especial para la violencia, la igualdad de oportunidades en
todas las esferas de la sociedad y como consecuencia de ellos el sostenido incremento de su participación social, actúan como factores de
prevención y aunque el cambio cultural no es radical, suponen sistemas
de protección frente a la violencia de género. Las mujeres saben que no
están desvalidas a merced de la suerte o del azar, pues todas, incluso
las que no lo asumen a nivel consciente, se saben respaldadas por un
sistema de garantías que no las excluye por su condición social o de
género. Además al aumentar su autonomía y su autovaloración como
parte de un sistema de justicia social, disponen de más herramientas
para conducirse en las relaciones ínter genéricas.
La atención a la problemática de la violencia de género está imbricada en ese accionar. Como se sabe esta problemática se expresa
con diferentes matices en todas las sociedades, pues su base está en la
desigual relación de poder entre los géneros como consecuencia de la
dominación masculina patriarcal. Sin embargo, en la medida en que
los movimientos de mujeres han ido alcanzando fuerza para hacer valer
sus demandas en la lucha por la equidad, se va haciendo cada vez mayor
la grieta en el muro de la dominación masculina a escala social. Por
ello, en la medida en que las mujeres adquieren la condición de sujetos
con voz propia y consciente de sus derechos, están en mejores condiciones para oponerse a dicha dominación.
En el caso de Cuba, como hemos fundamentado antes, la violencia contra las mujeres se manifiesta en todas sus gamas porque la
estructura social patriarcal, aunque menos monolítica debido a los
cambios operados a nivel social, sigue sirviendo de sostén a la dominación masculina. Sin embargo, a pesar de ser relativamente reciente
el abordaje de la misma en el debate público como problema social, y
por consiguiente su puesta en la agenda de trabajo de las instituciones
sociales, se perciben peculiaridades que no podemos aun reconocer de
manera tajante como tendencias nacionales (ver en el capítulo sobre la
44
Clotilde Proveyer Cervantes
investigación y la intervención sobre violencia de género en Cuba), pero
que no son fortuitas y muestran el impacto en las mujeres cubanas de
las significativas transformaciones sociales a su favor.
Una muestra del avance en esta materia que marca algunas peculiaridades que distinguen a Cuba, se evidencia en la vía utilizada
por el Estado cubano para hacer cumplir los acuerdos de Beijing antes
mencionado, dígase, el “Plan de Acción Nacional de Seguimiento a la
Conferencia de Beijing”, cuya implementación - explícita en su contenido - es responsabilidad estatal con la participación de todos los
Organismos y el aporte de las ONG vinculadas a este trabajo, en especial y muy particularmente la Federación de Mujeres Cubanas. En el
mismo se incluyen un grupo importante de acciones relacionadas con
los retos y los obstáculos no vencidos en la lucha contra los rezagos de
una cultura discriminatoria que aún perviven en el país y a favor de la
equidad entre los géneros.
Una evidencia del protagonismo del Estado cubano en esta materia radica en que para la colocación de la atención a esta problemática
en la agenda pública, decidió la creación de un Grupo Nacional y colocó
ese encargo en la organización que ha guiado a lo largo del proceso
revolucionario la conquista de los derechos de las cubanas
A resultas del mismo fue creado en 1997 el Grupo Nacional para
la Prevención y Atención de la Violencia Intrafamiliar coordinado por
la Dirección Nacional de la FMC e integrado de forma permanente por
representantes de los Ministerios de Educación, de Salud Pública, del
Interior, del Instituto de Medicina Legal, de la Fiscalía General de la
República, del Centro Nacional de Educación Sexual, de la Universidad
de La Habana, el Instituto Cubano de Radio y Televisión y del Tribunal
Supremo Popular, así como por representantes del Grupo de Reflexión
y Solidaridad Oscar Arnulfo Romero, el cual lidera la labor de las ONG
en materia de atención a la violencia de género en el país. Su objetivo ha
sido diseñar y cumplimentar un plan de acción conjunto y fundamentar
propuestas a otros factores de la sociedad, cuando corresponde, con el
encargo de atender de manera integral este problema social.
La composición del Grupo posibilita canalizar los objetivos y
tareas desde las estructuras y funciones de cada Organismo y Organización que lo integra hasta las personas que los representan en la
comunidad: maestros, médicos, policías, jueces, fiscales, entre otros.
A lo largo de estos años el Grupo ha realizado un trabajo sistemático de coordinación interinstitucional para promover una atención
y prevención más eficaz de la violencia y lograr que la misma se asuma
como problema social de competencia de la mayoría de las instituciones
del Estado. El accionar del mismo ha estado encaminado a la capacitación, al trabajo preventivo- educativo, la atención social a las víctimas,
45
EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES
al análisis de la legislación y su aplicación en esta materia, a la divulgación y al fomento de las investigaciones. Numerosas e importantes han
sido sus aportaciones al trabajo para desmontar las prácticas violentas
contra las mujeres en el país.
En entrevista efectuada por la autora para esta investigación a
la Coordinadora del Grupo Nacional, Sonia Beretervide, quien también es miembro del secretariado nacional de la FMC, apuntó la importancia de la creación del Grupo para coordinar y dar coherencia a
las acciones que se venían realizando por las distintas instituciones:
“El Grupo se creó con el objetivo de articular y coordinar las acciones que de manera espontánea y dispersa se venían realizando en
distintas instituciones del país, para darle coherencia y contribuir a
la complementación de acciones y evitar la duplicidad en los esfuerzos
que aisladamente se venían realizando”. La coordinadora reconoce la
importancia de lograr que las personas reconozcan la violencia como
un problema social y que las mujeres maltratadas puedan buscar ayuda (entrevista a Sonia Beretervide).
Al señalar los tópicos más abordados en el trabajo del Grupo,
estos se refieren a las acciones encaminadas a perfeccionar la atención
a las víctimas y conseguir que el tema entrara en la dinámica cotidiana
del Sistema de Prevención Social del país y que dejara de ser solo de
interés de los especialistas. Un objetivo muy importante señalado por
Beretervide es el referido al acercamiento entre la ciencia y la práctica
social, así como vencer el reto de introducir el enfoque de género en los
análisis y en el sistema nacional de estadísticas para visibilizar a las
mujeres en todos los procesos que tienen lugar en el país.
Sin dudas, el trabajo del Grupo Nacional vino a llenar un vacío
que predominaba en la sociedad cubana respecto al problema de la violencia de género. Con certeza puede hablarse de un antes y un después,
pues ha marcado un hito, sobre todo en la labor con las instituciones
nacionales reticentes en muchas ocasiones a incluir en sus objetivos la
atención y la prevención de la violencia contra las mujeres. Ese espacio
de concertación interinstitucional fraguó la diáspora que ya se percibe en las muchas iniciativas de acción de organismos, organizaciones,
especialistas y activistas a lo largo del país, aunque aun poseen mayor
fuerza en la capital del país.
No obstante, al evaluar su papel es imprescindible también
identificar los aspectos que constituyen “los puntos débiles” del trabajo del Grupo Nacional. El más importante de ellos lo constituye el
no haberse logrado aun la adecuada coordinación e integración de
acciones en la comunidad para lograr una prevención y atención más
adecuada. El propósito de canalizar los objetivos y tareas desde las
estructuras y funciones de cada Organismo y Organización que lo
46
Clotilde Proveyer Cervantes
integran hasta las personas que los representan en la comunidad no
ha podido materializarse plenamente pues el Grupo carece de mecanismos para ello, como podrían ser estructuras similares a nivel
provincial y municipal, y por otra parte, el Grupo no tiene el estatus
para ejercer mandato que obligue a cumplir sus disposiciones a los
Organismos del Estado, de manera que las mismas funcionan solo
como recomendaciones para la acción.
Todas esas razones han llevado “a repensar las funciones del grupo en las condiciones actuales, y está por decidir cuál será su contenido
en lo adelante para que no pierda el sentido y la importancia que ha
tenido en el país, al colocar el problema en la agenda pública de la sociedad como un asunto de preocupación y atención, no de un grupo de
especialistas o de interesados sino como un problema de las instituciones del Estado cubano” (entrevista a Sonia Beretervide).
Cualquiera que sea la decisión sobre la forma en que se organizará el trabajo del Grupo Nacional, a partir del análisis que se efectúa
sobre la forma en que se organizará en el futuro, seguramente será para
fortalecer su papel en los empeños por perfeccionar cada vez más la
atención y la prevención de la violencia de género en el país.
1.2.2 INVESTIGANDO ¿EN QUÉ PUNTO ESTAMOS? LA EXPERIENCIA CUBANA.
El problema de la violencia contra la mujer que afecta a tantos millones
de niñas y mujeres en todo el mundo causando incalculables daños y
sufrimientos ha permanecido invisibilizado históricamente al tener en
su base de determinación el patriarcado como sistema de dominación
que “naturaliza” prácticas violentas como parte de la dominación social
masculina. Por esa razón, a pesar de las transformaciones sociales operadas en la sociedad cubana, donde tanto se hace por la dignificación
humana, en particular por la dignificación de las mujeres, se constatan
los efectos de dicha violencia, con todas las implicaciones que para
mujeres y hombres posee y funcionan todavía muchos mitos respecto
al problema de la violencia contra la mujer. Aunque ya se reconoce en
diferentes ámbitos de la nación como un problema social, que trasciende el espacio privado, se mantienen aún resistencias culturales a su
reconocimiento social.
Todas estas razones han determinado que esta problemática se
haya incluido solo en las últimas décadas en las agendas de las instituciones gubernamentales, académicas y sociales cubanas. La comprensión de este fenómeno como problema social que trasciende el
“sacrosanto espacio privado” resulta compleja cuando ha pervivido in
visibilizado por su “naturalización” como parte de la cultura patriarcal
a lo largo de siglos, cuyas manifestaciones van desde las más abiertas
hasta las más solapadas y no menos dañinas. En Cuba, también se
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EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES
cumple esa tendencia internacional, tal como lo muestran las investigaciones que analizaremos en este apartado.
El Estado cubano, cuya voluntad política propende a la equidad
y la justicia social, promueve a través de sus Políticas Sociales y de su
accionar la eliminación de todas las formas de discriminación de género. En el caso de Cuba muchas de las formas que adquiere la violencia
contra la mujer no se practican, por ejemplo: el femicidio, la mutilación
genital femenina, el tráfico de mujeres, el infanticidio femenino, el acceso diferencial a los alimentos, así como el control coercitivo sobre la
reproducción ejercido tanto por individuos como por el Estado, etc, ya
que algunas son propias de otras culturas, y otras han sido eliminadas
en virtud de las importantes transformaciones ocurridas en la situación
social de las mujeres luego del triunfo revolucionario de 1959.
Las principales formas en que se expresa la violencia en el país,
de acuerdo a la información que ofrecen las estadísticas y los estudios
disponibles son: la violencia intrafamiliar contra la mujer y las niñas,
en todas sus gamas, con predominio de la violencia psicológica y de la
emocional y en menor medida, las violaciones no conyugales. También
se constata un aumento significativo de la violencia contra la mujer
como resultado de la severa crisis que ha enfrentado la economía cubana desde inicios de la década del noventa del pasado siglo.
Otras formas de violencia como el acoso y la intimidación sexuales en el trabajo, en instituciones académicas o en cualquier otro lugar, y
la prostitución forzada, parecen tener menos relevancia que la violencia
doméstica, pero se requiere de más estudios y visibilización científica
para poder conocer mejor sus peculiaridades e intervenir más eficientemente en su modificación. Existen pocos resultados de investigación
publicados a los que se haya podido acceder sobre estas modalidades
de maltrato. Uno de los estudios publicados más recientemente muestra
la presencia de acoso sexual en la vida cotidiana, en la mayoría de las
mujeres entrevistadas para dicho estudio, en particular del acoso sexual
laboral y con varios niveles de intensidad. Además, resulta significativo
en esta indagación, la impunidad con la que los hombres se sienten con
derecho a invadir la intimidad de las mujeres. Pero inquietante resulta
el desconocimiento de muchas de las víctimas de estas repudiables conductas sobre el acoso como forma de violencia de género y la “naturalización” del mismo en virtud de las creencias que la cultura patriarcal
legitima sobre el poder masculino (López, 2008).
En el caso de la prostitución, es un problema social que fue eliminado a inicios del triunfo revolucionario con un conjunto de medidas
que favorecieron la integración social plena de las prostitutas y que en
los años de la crisis económica, como resultado de sus efectos directos
y de algunas medidas tomadas para paliarla (como el incremento del
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Clotilde Proveyer Cervantes
turismo hacia Cuba) ha emergido como un fenómeno en expansión,
peculiar por sus formas de manifestación (son jóvenes con instrucción
promedio por encima del nivel secundario, una parte importante tiene
vínculo laboral o estudiantil, la mayoría no procede de familias en situación de pobreza crítica, la mayoría realiza esta práctica por cuenta
propia aunque se percibe una tendencia a la aparición de los proxenetas, para quienes las penas previstas en el Código Penal son severas y
a diferencia de otros países no está organizado, entre otras) del cual
todavía no hay estudios integrales y estadísticas, sino un conjunto de
aproximaciones investigativas no articuladas.
Sin embargo, la disminución y/o eliminación de varias de las
formas de violencia contra la mujer en Cuba antes mencionadas, se
deben sobre todo a los cambios operados en la situación social de las
mujeres, al incremento de la conciencia de género y a la aplicación de
las Políticas Sociales por el Estado cubano convertido en garante de derechos y proveedor social de la incorporación de la mujer como fuerza
decisiva para el logro de la integración y la equidad social. Esas razones permiten afirmar, aunque de manera presumible, que aún cuando
aquí se mantienen presentes muchas de las formas de violencia contra
la mujer, la magnitud de este problema proporcionalmente es menor
que en otras regiones y países y sus características se distancian del
comportamiento que asume en otras realidades.
Algunos elementos que explican la afirmación anterior están relacionados con el protagonismo alcanzado por las cubanas en el escenario social del país. Para la concreción movilizativa de las mujeres como
sujetos colectivos ha sido cardinal el acceso masivo en condiciones de
paridad con los hombres a la educación porque ella facilita el proceso
de superación de los obstáculos de todo tipo que impone la ignorancia.
El acceso ininterrumpido a la educación amplió y legitimó incuestionablemente el acceso a la vida laboral y otros espacios de realización en el ámbito de la vida social y política del país, transformando,
también aquí la posición de subalternidad que la caracterizaba.
Los datos estadísticos apuntados en el epígrafe anterior y la
práctica social cubana muestran los muchos cambios operados en la
situación social de las cubanas que han contribuido a modificar las
relaciones ínter genéricas en pos de la equidad y del respeto de los derechos femeninos. Sin embargo, no podría afirmarse que ellos han sido
suficientes para suprimir todas las manifestaciones de violencia contra
las cubanas, aunque contribuyen a desmontar las bases que sostienen
el maltrato a la mujer, dígase el poder masculino en todas las esferas
de la vida social.
En el caso de Cuba, la investigación sobre el maltrato de que
son víctimas las mujeres comienza a adquirir relevancia a partir de la
49
EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES
década del 90. Los pocos estudios realizados en ese período abordaban
aspectos puntuales y se realizaron de forma aislada. El hecho de que
las instituciones hayan comenzado a analizar esta temática evidencia
el creciente interés y preocupación de la comunidad científica por profundizar en las causas y características que en nuestro medio tiene la
violencia contra la mujer y poder contribuir con ello a la elaboración de
estrategias para enfrentar el problema.
Entre los resultados más significativos de las investigaciones
efectuadas en estas áreas se encontraban: (Navarrete et al, sf; Proveyer,
2001; Proveyer, 2003)
Vinculación de los delitos de lesiones, homicidio y asesinato a la
problemática de género.
Victimización femenina producida en esencia en la relación de
pareja y en el ámbito doméstico.
Antecedentes de violencia intrafamiliar en las familias de origen
de los maltratadores. Socialización en ambientes violentos.
No existencia de perfil especial que identifique a las mujeres maltratadas ni a los maltratadores.
Presencia de violencia independientemente del origen, de clase,
de raza, o del nivel de escolaridad o profesión.
Dependencia material como factor de perpetuación del maltrato,
entre otros.
Causas desencadenantes de la agresión: celos, discriminación,
alcoholismo, problemas económicos, frustraciones.
Consecuencias del maltrato: afectaciones físicas, emocionales
e intelectuales.
Poca búsqueda de ayuda por parte de las víctimas debido al
desconocimiento, el temor, la vergüenza y a la pervivencia de mitos
y estereotipos sociales sobre la violencia de la que son objeto como
la autoinculpación.
Según uno de estos estudios que analizó todos los casos ingresados al Instituto de Medicina Legal con muerte de etiología homicida
del sexo femenino en el período comprendido entre 1990 y 1995, del
total de muertes por esta causa en Ciudad de La Habana el 45 % murió
a manos de su pareja, ocurriendo el 52% de esos homicidios en el hogar
de la víctima. Esto evidencia la relación entre homicidio femenino y
maltrato (Ramos, 1996).
Otra de estas investigaciones realiza una comparación entre un
grupo de mujeres españolas y un grupo de cubanas víctimas de violencia en sus relaciones de pareja. Este estudio de caso arrojó resultados
que muestran por una parte la protección legal y social superior que
reciben las cubanas en mayor proporción que las españolas y de otras la
evidencia de la necesidad de una atención especializada y diferenciada
50
Clotilde Proveyer Cervantes
con las víctimas de violencia cubana, ya que en este caso las españolas
que habían pasado por procesos de intervención encontraron vías más
eficaces para poner fin a la situación de maltrato. También mostró que
las mujeres cubanas investigadas sufren abusos menos severos, y toleran menos tiempo la violencia marital, que las españolas, lo que se le
atribuye en dicha investigación, entre otros motivos, a la positiva posición social y económica de la mujer en Cuba, así como a su accesibilidad
al divorcio (Proveyer, 1999).
La característica predominante de las primeras indagaciones es
su carácter descriptivo, su alcance limitado y la dispersión en cuanto
a objetivos y universo de estudio. Una conclusión importante que brindan estos estudios es la significativa presencia de esta problemática en
el país y lo imprescindible de un análisis más profundo de la misma
porque no todas las manifestaciones presentan igual comportamiento.
Sin embargo, más allá de la connotación positiva que estas indagaciones poseen, reflejaban la necesidad de coordinar esfuerzos en
su realización para evitar duplicidades e ir al análisis de aspectos medulares imprescindibles para cualquier plan de intervención en esta
materia; y poder alcanzar niveles más altos de generalización que posibiliten la introducción a escala más amplia de sus resultados. Uno de
los aciertos indiscutibles en el abordaje del problema fue la creación en
1997 del Grupo Nacional para la Prevención y Atención de la Violencia
Familiar, particularmente la perpetrada contra la mujer, coordinado
por la FMC que marcó una nueva etapa en el tratamiento del tema,
porque permite coordinar acciones encaminadas a abordarlo en forma
sistémica, desde una perspectiva multidisciplinaria y multisectorial. Ha
organizado un esquema de trabajo que atiende la investigación, capacitación, atención, prevención y divulgación; de forma tal que los esfuerzos de especialistas, instituciones y organismos del Estado a diferentes
instancias converjan en objetivos comunes. El grupo está integrado
por representantes de organismos e instituciones centrales del Estado
relacionados con la atención a esta problemática así como por expertos
de diferentes instituciones científicas de la capital.
El trabajo del grupo permite lograr mayor integralidad y efectividad en las acciones multisectoriales y multidisciplinarias que requieren
la prevención y atención de esta problemática y fundamentar propuestas a otros actores de la sociedad cuando corresponda. La composición,
además posibilita canalizar sus objetivos y tareas a través de las estructuras y funciones de cada organismo y organización miembro, hasta las
personas que los representan en la comunidad, tales como, maestros,
médicos, policías, jueces, fiscales.
Una muestra del nivel de profundización que se ha ido alcanzando desde entonces en el acercamiento al tema y que significan
51
EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES
herramientas importantes para la elaboración de políticas y para la
comprensión de la necesidad de una atención más institucionalizada
a esta problemática lo constituyen los resultados de investigaciones y
tesis de maestría y doctorado realizadas en los últimos años, cuyos
resultados ofrecen valiosa información sobre el grado en que están
presentes en la comisión de estos delitos la violencia de género en la
pareja, porque tanto en los casos en que la mujer es víctima como en
los casos en que ella se convierte en agresora ambos comportamientos
son consecuencia de una recepción sistemática de maltrato por parte
de su compañero (Oña, 2002; Pérez, 2002).
Algunos de los resultados de estos estudios se expresan de manera sintética en:
El 39,3 % de todas las víctimas de delito del país son mujeres, en
el caso de homicidio existía una relación previa entre víctima y victimario de 44,4 % y en el asesinato el 70,5 % de los casos.
Diferencias notables en ambos roles: las mujeres son la cuarta
parte de las víctimas y sólo la novena parte de los agresores
En otras investigaciones se demostró que en el delito de homicidio las mujeres que mueren a manos de hombres en el 50% mueren a
manos de sus maridos y el 60% muere de algún tipo de vínculo con la
relación de pareja. Estos estudios muestran que en los delitos de violencia criminal las mujeres son el 94.4 % de las víctimas de violación y
los hombres el 96% de los violadores (Guzmán, 2004; Hernández, 2004).
Para el caso cubano los datos muestran que en el seno de la pareja se producen proporcionalmente menos cantidad de mujeres muertas
violentamente a manos de sus compañeros de pareja. Por ejemplo, en
España es de cinco a uno: por cada hombre muerto violentamente por
su pareja hay cinco que sufren la misma muerte, mientras que en Cuba
la proporción es de tres mujeres por cada hombre (Caño, 1995).
Estos datos reflejan un comportamiento similar a los que sobre
la violencia contra la mujer arrojan estudios realizados en otros países
referidos al espacio donde es victimizada la mujer, la relación con el
agresor y la historia de violencia contra ella por parte de sus compañeros sentimentales ya sea cuando ellas se convierten en víctimas de
homicidio o asesinato o cuando se convierten en homicidas.
Según la CEPAL las cifras de la violencia contra las mujeres,
perpetrada por la pareja, constituyen una constante en todos los países
de la región y muestran características similares en América Latina y
el Caribe: las mujeres son violentadas principalmente por sus parejas o
compañeros íntimos, ex parejas u otros hombres de la familia o conocidos (CEPAL, 2007 b).
Aunque las cifras que se presentan a continuación corresponden
a estudios diferentes, y no son comparables desde el punto de vista
52
Clotilde Proveyer Cervantes
metodológico, exhiben tendencias similares en cada uno de los países
donde se han realizado. En Perú, la Encuesta Demográfica y de Salud
Familiar del 2000 reveló que el 41% de las mujeres había sufrido abusos
físicos por sus esposos y un 28% por otros hombres (INEI, 2001).
En Nicaragua se registra un porcentaje similar, según los datos presentados por la Organización Mundial de la Salud, el 40% de
las mujeres en edad reproductiva había sufrido violencia física de su
pareja, en el 70% de los casos, esa violencia fue severa y el 31% de
las mujeres fueron golpeadas al menos durante uno de sus embarazos
(Asling-Monemi et al, 2003).
En Brasil, de acuerdo a un estudio de la Fundación Perseu Abramo del año 2001, una de cada cinco mujeres declaró haber sufrido
algún tipo de violencia por parte de un hombre. Al preguntárseles por
el tipo de agresión, el 43% de las entrevistadas confirmó haber sido víctima de formas de violencia consideradas violencia de género. El 33%
admitió haber sufrido alguna forma de violencia física con armas de
fuego, agresiones y violación conyugal. (CEPAL, 2007 b)
En Bolivia, el Ministerio de Salud y Deportes y la Organización
Panamericana de la Salud (OPS) realizaron dos estudios de prevalencia
de la violencia doméstica e intrafamiliar: el primero se aplicó de 1997
a 1998 en tres municipios –Viacha, Mizque y Riberalta–; el segundo se
realizó en 2003 en seis municipios e incluyó un análisis comparativo
entre los tres municipios anteriores y los municipios de La Paz, Cochabamba y Santa Cruz. Las conclusiones indicaron que, en el período
1997-1998, la prevalencia era del 68,2%, es decir, 7 de cada 10 personas
eran víctimas de violencia en su propia familia y que en 2003 la prevalencia era del 55,4% (Arauco, et al, 2006).
Con respecto a las diferencias en el comportamiento del problema entre zonas geográficas cubanas los resultados comparativos que
ofrecen las investigaciones más recientes y las previamente analizadas
sobre otras provincias además de la información obtenida en la capital
muestran que: la violencia intrafamiliar está presente en todas las regiones del país aunque parece ser mayor en la región oriental, exteriorizándose con más frecuencia en el hogar en su forma psicológica, en
la mayoría de los casos y en menor medida de la física. Sus principales
víctimas son las mujeres y las niñas y niños, marcándose como principal agresor al cónyuge (Sánchez, y Hernández, 2003; Martiatu, y Perojo,
2005; Valle, y Carbonell, 2001).
Una de las instituciones que ha realizado el más amplio estudio sobre violencia intrafamiliar en Cuba es el Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS), ya que aborda el problema
en el ámbito macrosocial y se aproxima a la caracterización y análisis de las diferentes manifestaciones mediante las que se expresa la
53
EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES
violencia en la sociedad cubana. Un valor añadido de estas investigaciones lo constituye el grupo de recomendaciones que ofrece a la
Política Social para la prevención y atención de este flagelo (CIPS,
2005) (CIPS, 2006) (CIPS, 2008).
Entre los resultados de una exploración efectuada con 564 adultos mayores de 18 años, se constató que: El 19.6% reconoce que en
alguna relación de pareja anterior se produjeron golpes.
El 9% reconoce que en su relación de pareja actual se discute
con expresiones de violencia psicológica: gritos y evasión (uno de los
dos abandona la discusión).
El 73% de los encuestados reporta que alguna vez fue golpeado
por su madre y 41% por su padre.
De la 81 personas que poseen hijos menores de 15 años, 19.3%
admite que les grita y 7.7% que les pega (CIPS, 2006).
En estos y otros estudios recientes se muestra por un lado, el
nivel de profundización que está alcanzando la investigación y con ella
la visibilización en nuestro entorno social de las manifestaciones que
adquiere la violencia de género y por otra parte muestran la toma de
conciencia de las diferentes instituciones y actores sociales, encargados
de la atención y prevención de este flagelo. (Hernández, 2004; Rodríguez, 2006; Acosta, 2008; Ordaz, 2008).
Ellos constatan los hallazgos de investigaciones previas y profundizan la extensión del problema a lo largo de todo el archipiélago
cubano, tanto de la violencia en la pareja como la que se inflige a los
niños, ancianos y otros grupos vulnerables en la familia.
También estos estudios ponen de manifiesto cuán extendida y
poco reconocida está en la sociedad cubana la violencia sutil, constitutiva de una de las formas larvadas de violencia que más daño produce
en sus víctimas.
En virtud de los aprendizajes sexistas se “naturaliza” la violencia
porque está aceptada culturalmente como parte del poder masculino.
Esa razón explica la “invisibilidad” de las formas más sutiles de violencia, de esas que no dejan huellas en el cuerpo, sino en el “alma”. La
violencia sutil es muy efectiva porque pasa inadvertida y se ejerce a
través de construcciones simbólicas muy diversas.
Estas investigaciones, que se acercan al problema de las manifestaciones sutiles de violencia ratifican el poco conocimiento que existe
entre las mujeres sobre los temas relacionados con la violencia y muestran la prevalencia en ellas de estereotipos patriarcales que perpetúan
la subordinación e inferiorización femenina. Asimismo, evidencian que
no existe un conocimiento elaborado y concientizado sobre la violencia
simbólica ni sobre sus múltiples mecanismos. Algo que llama la atención
es la contradicción que existe entre lo que las mujeres plantean a nivel
54
Clotilde Proveyer Cervantes
de discurso, pues continúan reproduciendo estereotipos patriarcales. En
este sentido se destaca en las indagaciones de referencia, que las mujeres
jóvenes tienden a perpetuar los patrones de subordinación femenina.
La “naturalidad” con que son asumidas estas manifestaciones
demuestran cuán nocivas pueden resultar sus consecuencias al no ser
identificadas por las mujeres como algo de lo que deben protegerse,
asimismo demuestra la invisibilidad que tales acciones pueden llegar
a tener. Esto les impide a su vez crear las estrategias adecuadas para
romper la relación, pues nadie puede tomar medidas contra algo que
no considera nocivo.
Estos resultados son todavía solo un acercamiento puntual e
impreciso sobre la forma en que se manifiesta este problema social
en las diferentes regiones. Un estudio sobre prevalencia nacional podría ofrecer información más confiable sobre las posibles diferencias
en cuanto a magnitud y las formas de su manifestación por regiones,
zonas urbanas y rurales, etc.
Sin embargo, cuando analizamos la situación de nuestra área
geográfica encontramos cuán dramática es aún la situación de nuestras congéneres latinoamericanas: Entre 1990 y 2007, más de 900 mujeres chilenas fallecieron por causa de homicidio, una gran mayoría
víctimas de sus parejas o ex parejas. En Bahamas el feminicidio representó el 42% del total de los asesinatos en el año 2000, el 44% en 2001
y el 53% en 2002; en Costa Rica, llegó al 61% del total de homicidios
de mujeres; en El Salvador, la mitad de los casos de violencia reportados por la prensa en 2005 acabaron en homicidios; en Puerto Rico, 31
mujeres fueron asesinadas como resultado de la violencia doméstica
en el año 2004; y en Uruguay una mujer muere cada nueve días como
resultado de la violencia doméstica. En todos los casos, mueren más
mujeres a manos de sus parejas que a causa de la intervención de desconocidos (CEPAL, 2007a).
Más escasas resultan las investigaciones que hacen el análisis
tomando como centro la conducta de los hombres que agreden a su
pareja. Las primeras aproximaciones cubanas indican la necesidad de
incorporar esta arista para lograr enfoques más integrales.
En un grupo de estudios sobre la violencia masculina en Cuba,
se evidenció, tal como muestran las tendencias internacionales que:
Socio demográficamente los hombres incluidos en los estudios
no presentan ninguna peculiaridad que los distingan de cualquier otro
grupo de hombres de nuestra sociedad, aunque en todos se constatan
características comunes sobre las estrategias que asumen los maltratadores para el ejercicio de la violencia contra la mujer.
La mayoría fueron socializados en un medio familiar violento y
ellos fueron agredidos o testigos de la violencia ejercidas sobre sus madres.
55
EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES
Todos los hombres incluidos en los estudios fueron socializados
según pautas sexistas en cuanto a roles, valores y exigencias tanto en la
familia como en la escuela y el grupo de los iguales.
En sus concepciones sobre masculinidad están presentes todos
los atributos estereotípicos tradicionales concebidos como masculino.
Las investigaciones de referencia muestran como el proceso de
construcción de la identidad masculina de estos hombres está marcada
por la aprehensión de significados culturales que exaltan la violencia
como medio eficaz para dirimir los conflictos.
También ratifican que la conducta violenta de los hombres contra
su pareja no está asociada a ninguna patología ni perfil especial que los
haga proclives al ejercicio del maltrato.
Los hombres no identifican su conducta como violenta, aunque
tienen conciencia de que su forma de actuar no es la mejor para resolver
sus conflictos de pareja.
Los familiares o personas allegadas a las mujeres víctimas de la
violencia doméstica, no identifican los maltratos que ellas reciben como
una práctica de violencia contra las mismas.
Los hombres estudiados solo mantienen una conducta agresiva
sistemática con su compañera de pareja, y no con el resto de las relaciones de su entorno social. (García, 1998; Espina, 1999; García, 2000;
Proveyer, 2001).
Las causas que provocan el maltrato del hombre hacia la mujer
en la pareja en Cuba están relacionadas directamente con las relaciones
asimétricas de dominio masculino presentes en nuestra sociedad.
Estos estudios revelan el impacto de la socialización de género
para hombres y mujeres que refuerza y transmite en los hombres pautas
de comportamiento y valores estereotipados sobre la masculinidad que
contribuyen al aprendizaje y reproducción de la violencia
La emergencia de las conductas masculinas agresivas es resultado directo de una socialización que somete a través de la violencia
simbólica y/o de la fáctica.
Algunos estudios sobre maltrato infantil en Cuba muestran:
Predomino de niñas víctimas, con edad promedio alrededor de
los 10 años de edad.
Ocurrencia en los lugares habituales en que desarrollan sus
actividades cotidianas, con frecuencia su propio hogar; en abusos
perpetrados por conocidos o familiares, más cercanos en sus vínculos de afinidad.
Ocurrencia de coito en menos del 20%, de modo que se producía sobre todo en forma de tocamientos y otras conductas sexuales o
eróticas, ninguna del tipo del uso pornográfico de las víctima infantiles, a las que salvo en los raros casos en que el perpetrador fuera un
56
Clotilde Proveyer Cervantes
desconocido, se accedía unipersonal y directamente por medio de la
conquista, seducción, convencimiento y acercamiento “afectuoso”, todo
lo cual da un perfil totalmente distinto al de la prostitución infantil,
dada la ausencia de mediación o tolerancia de terceros, pago material
y similares aspectos.
En los perpetradores de los abusos, abrumadoramente masculinos, no se detectaron indicios que sugirieran trastornos francos de
la inclinación sexual, en cambio eran hombres insertados en el medio
familiar de la víctima infantil, con poder histórico directo en el mismo
o que lo ejercían ocasionalmente –como en el caso de parejas de la
madre- o estaban vinculados por afinidad o familiaridad a la figura
masculina de poder.
Asociación estadística entre victimización sexual infantil y presencia de violencia y disfuncionalidad en el medio familiar de origen
de la víctima y contexto de la relación víctima-abusador.
Predominio femenino de la población victimal y el masculino de
los perpetradores.
Fue característico de estos grupos familiares estudiados, la ausencia de las figuras paternas; físicas, emocionales o ambas padres (el
76.8% de víctimas infantiles provenían de hogares desestructurados
por divorcio). (Artiles, 1996; Pérez et al, 1996; Pérez et al, 1997; Artiles,
1998; Martínez, 2004; Pérez, 2004; Rondón, 2004; Rondón y Santiago,
2004; Brito, 2004; Miranda, 2004).
Sin lugar a dudas estas investigaciones están contribuyendo a
visibilizar las manifestaciones de la violencia de género en la sociedad
cubana y, aunque todavía no ofrecen resultados que se acerquen a la
explicación de la magnitud del problema a escala macro social, resultan
de gran utilidad porque brindan amplia información sobre las distintas
aristas de su manifestación en las condiciones de Cuba.
Estos resultados indudablemente ofrecen valiosa información
para la elaboración de diagnósticos, al contar con referentes de investigación que auxilien el trabajo de las instituciones y profesionales encargados de la atención y prevención de este problema social.
El Estado Cubano es uno de los signatarios de la Convención
CEDAW y concreta el cumplimiento de sus compromisos en la política
y programas sociales para garantizar el pleno derecho la igualdad de
mujeres, los cuales reflejan también la voluntad política del Estado.
La situación de Cuba muestra cuán importante es para el proyecto social cubano basado en la justicia social, el logro de la equidad
entre los géneros desde el mismo triunfo de la Revolución en 1959, porque en el momento de su celebración, muchos de los acuerdos de la IV
Conferencia Cumbre de Beijing ya se habían cumplido o estaban siendo
implementados por el Estado Cubano como parte de las acciones del
57
EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES
gobierno con la interlocución de la FMC, cuyo papel ha sido decisivo en
la transformación de la situación social de las mujeres cubanas.
Entre las herramientas básicas para la protección de las mujeres
se encuentra la emisión de leyes, porque de esa forma la Política Social
contribuye desde el ordenamiento jurídico de la sociedad a intervenir
en la atención y prevención a la VIF, y sobre todo a la visibilización del
problema social más encubierto del mundo a la sombra de la intimidad
familiar, en el “sacrosanto espacio privado”. En ello radica la trascendencia de estas conquistas que han obligado a los Estados a tomar parte
en las acciones que reconocen la violencia de género como una violación
de los derechos humanos de las mujeres y por tanto una amenaza para
la paz y el desarrollo humano
El sistema social cubano ha garantizado las condiciones que
propician la realización de los principios que recogen las diferentes
leyes que protegen los derechos de la mujer. Sin embargo, a criterio de
los investigadores tal como señalaremos a continuación, existen en la
legislación específica, (jurisdicción de lo penal), omisiones y extremos
respecto a la violencia de género, ya que, aunque la legislación cubana
recoge en sus diferentes instrumentos una serie de medidas que protegen y favorecen la plena incorporación de las mujeres en la sociedad,
en condiciones de equidad con los hombres; en materia legal el tratamiento a la VIF resulta aún insuficiente.
Diversos autores han coincidido en que no existen normas legales
específicas que reconozcan un tratamiento adecuado del “Síndrome
de la Mujer Maltratada”, así como la ausencia de mecanismos de protección jurídica a las mujeres en esta situación y la no asistencia a los
hombres violentos, favoreciendo así la comisión de estos hechos delictivos (Oña, 2002; Navarrete et al, s.f).
Como se conoce la denuncia de los hechos de violencia todavía es
un subregistro a nivel internacional pues solo se efectúa en aproximadamente en el 10 % de los casos, por ello es necesario perfeccionar también
los mecanismos de información y de sensibilización sobre lo ilegitimo
de la violencia y la tendencia a convertirse en un “delito oculto” cuando
se instaura en la cotidianidad de la familia, agravándose cada vez más.
Entre las acciones que desde la Federación de Mujeres Cubanas
y el Grupo Nacional para la Prevención y Atención a la Violencia Intrafamiliar se vienen promoviendo, modificaciones al Código Penal y un
grupo de recomendaciones que están siendo evaluadas por las instituciones correspondientes y que se expresan sintéticamente:
-- Estudiar la posibilidad de crear una norma jurídica, Ley o Decreto Ley que integre la conceptualización y el tratamiento a la
violencia intrafamiliar con un enfoque preventivo y educativo.
58
Clotilde Proveyer Cervantes
-- Estudiar el Código Penal con el objetivo de sugerir modificaciones y/o adiciones de figuras delictivas que tipifiquen la violencia
intrafamiliar.
-- de la efectividad de la legislación vigente relacionada con el tema,
a estos efectos pudiera crearse una Comisión interinstitucional
de seguimiento.
-- personal especializado para el enfrentamiento en general a todas
las manifestaciones de violencia doméstica.
-- seguimiento e insistir respecto al punto 63 del Plan de Acción
Nacional de Seguimiento a la Conferencia de Beijing en cuanto a
la “conveniencia y posibilidad de establecer procedimientos diferenciados para la solución judicial de los asuntos de familia, considerando la creación de salas o tribunales de familia” aprobado
por el Consejo de Estado el 7 de abril de 1997 (González, 2007).
Para fundamentar la necesidad de implementar las salas especializadas de familia en los Tribunales municipales se han realizado en los
años 2003, 2004 y 2006, Talleres de procedimiento especial de Familia
convocados por la Federación de Mujeres Cubanas y Unión Nacional de
Juristas de Cuba, los que de una manera progresiva han consolidado
sus objetivos y propuestas.
Las propuestas formarían parte, de ser aprobadas, de las bases
para un nuevo Código Penal que en estos momentos están en estudio
por parte del Ministerio de Justicia (en lo adelante MINJUS).
Es imprescindible visibilizar estos delitos en la Ley y hacer
que se cumpla, pero sobre todo que su cumplimiento no esté sesgado por la concepción sexista que pervive en la cultura de muchos
de los operadores de justicia, en virtud de la cual la violencia está
naturalizada en el imaginario colectivo lo que ha implicado que
muchas de las leyes aprobadas en diferentes países de nuestra región y de otras áreas geográficas sean letra muerta que no se aplica
en la práctica judicial.
Desde el año 1989 hasta el presente 12 países de Latinoamérica
han implementado leyes especiales contra la violencia hacia las mujeres, ellos son: Puerto Rico (1989), Perú (1993), Chile (1994), Argentina
(1994),Panamá (1995), Ecuador (1995), Bolivia (1995), Costa Rica (1996),
Colombia (1996), Nicaragua (1996), Guatemala (1996), El Salvador
(1996), República Dominicana (1997) y Venezuela (1998).
Pero la muestra de que la ley por sí sola no es suficiente se evidencia, por ejemplo, en Panamá, en el año 2005, la Defensoría del Pueblo
realizó un monitoreo de la aplicación de la ley 38 sobre violencia domés-
59
EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES
tica en las procuradurías distribuidas en seis de las nueve provincias
del país. Este monitoreo proporcionó información sobre la falta de conocimiento de la ley por las autoridades; conflictos entre el Ministerio
Público y las autoridades administrativas; conciliación entre agresores
y víctimas, que no se contempla en la legislación; desistimiento; no remisión a las autoridades competentes; no aplicación de las medidas de
protección e inexistencia de protocolos de atención (CEPAL, 2007 b).
En general se puede concluir, tal cual recomendó el Grupo Nacional de Atención, Prevención de la Violencia Intrafamiliar, la necesidad
de modificar el Código Penal para incluir los delitos específicos de la
violencia contra la mujer a la vez que se amplían y perfeccionan los
mecanismos de prevención y educación que son claves para atenuar
este problema social.
Evidentemente la ley específica es una necesidad que completa
el abanico de acciones institucionales contra la violencia de género,
pero las medidas legislativas por si solas, no serán suficientes, al objeto
de enfrentar y prevenir las conductas violentas. Es necesario seguir
perfeccionando el trabajo que se viene realizando en el país para desmontar las bases sexistas de la cultura patriarcal que sirven de sostén
a esta lacra y lograr el actuar mancomunado de todas las estructuras
y posibilidades que ha desarrollado y tiene la actual sociedad cubana.
En la actualidad no existen en Cuba centros especiales para la
atención a las víctimas de violencia debido a las limitaciones económicas del país, tales como Casas de Acogida u otras. La atención se brinda
fundamentalmente en las Casas de Orientación a la Mujer y la Familia,
instituciones adscritas a la FMC en la instancia municipal en todo el
país, en los servicios de orientación y terapia sexual del Ministerio de
Salud Pública (en lo adelante MINSAP) que existen a nivel municipal
y desde lo legal se efectúa esta atención en las oficinas municipales de
atención a los derechos ciudadanos de la fiscalía. Otras instituciones
que en la sociedad cubana por su función social tienen ese encargo
son la Policía Nacional Revolucionaria (en lo adelante PNR), el médico
de la familia o los servicios especializados de salud a nivel municipal
o provincial, la Comisión de Prevención Social que existe en los Consejos Populares del Poder Popular y los servicios de asistencia social.
También existen otras organizaciones sociales que por su contenido y
su funcionamiento en el espacio barrial cumplen o deben cumplir con
la labor de apoyo social a las víctimas de la violencia, como es el caso
de los Comités de Defensa de la Revolución (en lo adelante CDR) y la
Federación de Mujeres Cubanas (FMC) a nivel de base.
Como parte del accionar del Grupo Nacional ha sido relevante el
trabajo de investigación, divulgación, capacitación y sensibilización a
los especialistas y actores sociales (Policías, personal de justicia, Con-
60
Clotilde Proveyer Cervantes
sejos de dirección de Ministerios responsabilizados con la atención a
esta problemática, etc.) que desde estas y otras instituciones tienen la
responsabilidad de atender y prevenir la violencia contra las mujeres y
los otros miembros vulnerables de la familia.
Sin dudas, la creación de servicios especializados de atención a
las víctimas de violencia de género contribuiría a darle mayor coherencia y efectividad a la atención social a esta problemática, que se lleva
a cabo aun de manera dispersa y no sistemática. Sin embargo, significativos resultan además, los esfuerzos realizados por organismos,
instituciones y organizaciones gubernamentales y no gubernamentales
cubanas, en acciones de sensibilización y divulgación, así como la realización de talleres de capacitación y otras muchas iniciativas que favorecen la prevención y la atención de este problema social. Entre ellos
se encuentran: las más importantes universidades del país, los Talleres
de Transformación Integral de los Barrios (TTIB) en Ciudad de La Habana, el Instituto de Medicina Legal, el Grupo de Reflexión y Solidaridad Oscar Arnulfo Romero, el Centro Memorial Martin Luther King,
el Centro Félix Varela, la agencia de Cuba del Servicio de Noticias para
las Mujeres de América Latina y el Caribe (en lo adelante SEMLAC), etc.
Apoyando estas acciones con un relevante papel se encuentran diversas
instituciones de cooperación como OXFAM, Agencia Suiza para la Cooperación (COSUDE), y Ayuda Popular Noruega (APN), entre otras. La
existencia del espacio institucional que brinda el Estado cubano como
plataforma para la realización de este trabajo resulta clave.
La concreción de estos esfuerzos en el país se evidencia en el
auge y la mayor sistematicidad de la labor de divulgación, sensibilización e información que se realiza a través de diferentes medios de
comunicación nacionales y en numerosos medios de menor alcance
(se ha dedicado una temporada de la telenovela cubana a la violencia
de género en un espacio estelar de la televisión nacional, la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba ha creado un espacio de debate
y divulgación mensual para especialistas e interesados: “Mirar desde
la sospecha”, la oficina de Cuba de la agencia SEMLAC publica mensualmente el Boletín “No a la violencia” con artículos especializados,
noticias y resultados de investigaciones, se multiplican los espacios de
socialización con la comunidad en las Cátedras de la mujer de distintas
universidades, se ha creado por especialistas cubanos la Red Iberoamericana de Masculinidades que desarrolla una importante labor en el
desmontaje de la violencia masculina a nivel social, entre otras). Todas
estas iniciativas tienen una enorme trascendencia porque contribuyen
a informar y sensibilizar a la población sobre la violencia de género
como un problema que compete a todos. Cada una de estas actividades
se convierten en elementos imprescindibles para la internalización de
61
EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES
nuevos valores y desmontar los valores sexistas que contribuyen a naturalizar y con ello a perpetuar la violencia de género en la sociedad.
En general las acciones han estado encaminadas a coordinar esfuerzos
que propicien la atención más integral de la violencia de género. Aun
queda mucho por hacer, pero ya se evidencian los logros en la concienciación y acción de las instituciones y los actores sociales cubanos.
En los últimos 15 años, se ha avanzado en la prevención, detección, investigación, atención y denuncia de la violencia intrafamiliar,
pero no es posible conformarse porque solo hemos descubierto la punta
del iceberg. No es posible eliminar la violencia contra las mujeres si antes no desmontamos en la cotidianidad de las relaciones de género los
valores patriarcales que forman parte de la cultura y que incorporadas
al imaginario colectivo mantienen y reproducen la violencia sexista. Es
necesario desmontar los viejos mitos para fundar una nueva cultura, la
cultura de la equidad.
62
CAPÍTULO II
ESTUDIO DE CASO. LOS TTIB EN LA
HABANA Y LA ATENCIÓN A LA VIOLENCIA
CONTRA LAS MUJERES
2.1.- LOS TTIB. UNA INICIATIVA PARA FOMENTAR LA
PARTICIPACIÓN CIUDADANA. EL PAPEL DE LOS TTIB FRENTE A LA
VIOLENCIA DE GÉNERO COMO EXPERIENCIA INNOVADORA.
Para realizar un análisis que nos acerque a la comprensión de los Talleres de Transformación Integral de los Barrios (en lo adelante TTIB)
como iniciativas que fomentan la participación ciudadana es necesario
reconocer en el entorno barrial las cualidades que facilitan ese proceso participativo entre los miembros de una comunidad, al compartir
elementos en común, tales como costumbres, valores, tareas, visión del
mundo, y ubicación geográfica, entre otros, los cuales otorgan a la misma una identidad común y un sentido de pertenencia que es compartida
y elaborada entre sus integrantes y socializada.
Esas características identitarias que posee una comunidad,
cuando son sólidas, se convierten en estímulo a la participación y cooperación de sus miembros en la promoción consciente de proyectos
de transformación dirigidos a la solución gradual y progresiva de las
dificultades y contradicciones que confrontan y son potenciadoras de
su autodesarrollo.
En las condiciones de crisis económica profunda que vivió el
país desde la década del 90 hay un conjunto de elementos asociados
a la misma que han impactado de manera particular espacios y grupos sociales, generando condiciones de mayor vulnerabilidad. A ello se
63
EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES
suma la afectación de la capacidad del Estado para proveer asistencia y
garantizar a la población recursos universales necesarios, en la misma
medida que en los años anteriores a la crisis, cuando eran parte sistemática de su quehacer. En ese contexto lo local comunitario adquirió
un lugar preponderante en la vida nacional.
Esas condiciones hicieron necesario un nuevo posicionamiento
en relación con la comunidad, porque los imperativos de crisis demandaron mayor protagonismo y capacidad para desplegar iniciativas que
contribuyan a potenciar las condiciones del ámbito local para resolver
los problemas que afectan a sus miembros, mediante el desarrollo de
proyectos comunitarios y programas que estimulan las prácticas participativas y actúan como agentes activos en la transformación de sus
circunstancias. Todo ello se convierte en un requisito muy importante
porque ayuda a comprender el empeño puesto en la creación de estas
iniciativas urbanas que se han desarrollado en la capital cubana y en
algunas otras grandes ciudades del país.
Otra de las premisas a tener en cuenta es el hecho cierto de entender la comunidad como espacio privilegiado de cambios, es decir, no
solo como lugar donde se producen problemas y dificultades sino como
espacio importante de oportunidades, posibilidades y fortalezas por los
recursos que dispone. De tal manera, han sido promovidas en la sociedad cubana muchas de esas experiencias comunitarias para impulsar
estrategias de desarrollo con modelos de participación popular que contribuyan al mejoramiento de las condiciones de vida de los ciudadanos.
Varios de esos objetivos se materializaron en los nacientes Talleres de Transformación Integral de los Barrios, surgidos a finales de
la década del ochenta e inicios del noventa en el contexto urbano de la
Ciudad de la Habana. Ellos son experiencias comunitarias que han contribuido a ampliar y enriquecer las prácticas transformadoras a escala
local, con mayor énfasis por las condiciones de crisis y reestructuración
en las que ha estado inmersa la sociedad cubana.
Los TTIB surgen a instancias del Grupo Desarrollo de la Capital,
inicialmente en tres barrios de la ciudad: Atarés, Cayo Hueso y la Güinera, luego fueron incorporándose otros hasta llegar a la cifra actual de
20 Talleres ubicados en nueve municipios de la capital, con diferentes
grados de vulnerabilidad, donde viven aproximadamente 500 000 habitantes (Dávalos, 2004).
Como su nombre lo indica, fueron creados con el objetivo de
impulsar acciones de transformación integral en barrios con gran concentración de problemas físicos y sociales, que contribuyeran al mejoramiento de sus condiciones de vida, con la participación activa de
sus integrantes como clave del éxito de esos procesos participativos, y
usando también sus acciones como vía para modificar conductas, va-
64
Clotilde Proveyer Cervantes
lores y estilos de vida de las personas a través de la utilización de labor
educativa. Para su funcionamiento se seleccionaron equipos de trabajo
encargados de la coordinación de sus actividades de entre los miembros
de la comunidad.
Los TTIB están coordinados por equipos técnicos multidisciplinarios, cuyos miembros residen mayoritariamente en la misma comunidad (arquitectos, sicólogos, sociólogos, pedagogos, trabajadores
sociales, ingenieros, etc) que resultan de gran ayuda para los gobiernos
municipales y en especial para los Consejos Populares, instancias de
base del gobierno local.
Los barrios seleccionados para la creación de los TTIB son en
todos los casos comunidades con precarias condiciones materiales y
sociales. Se trata además, de localidades con una larga tradición e identidad barrial, llenas de tradiciones y costumbres culturales propias.
Estas características del entorno comunitario convierten los Talleres
en experiencias novedosas en el afán de revitalizar el tejido social y
constructivo que tiene cada barrio, tratando de integrar de la manera
más armónica el ambiente natural, social y el construido físicamente.
Sus líneas de acción comunes radican en el mejoramiento del hábitat, el saneamiento ambiental, el rescate de tradiciones locales, el reforzamiento del sentimiento de pertenencia, atención de los problemas
sociales de la comunidad y el desarrollo de la economía local. Por tanto,
los TTIB se convirtieron en instituciones relevantes para el desarrollo
del trabajo comunitario en zonas urbanas donde los grados de complejidad de las relaciones, los problemas y la vida social adquieren otras
dimensiones en las grandes ciudades. Los Talleres de Transformación
contribuyen de manera importante a la revitalización de lo local como
estrategia de desarrollo en las nuevas condiciones (Dávalos, 2004).
Entre las tareas que desempeñan los TTIB destaca el trabajo
para identificar y atender los problemas sociales de la comunidad y
lograr la reintegración social de los grupos vulnerables (ex reclusos,
desvinculados del trabajo o el estudio, madres solteras, etc.) promoviendo la participación social en la transformación de las condiciones
de vida de la gente y por tanto tienen reconocimiento entre los ciudadanos y poder de convocatoria para involucrarlos en su quehacer, así
como para articular acciones con las instituciones y organizaciones
de los territorios.
Relevante resultan, además, las iniciativas que llevan a cabo los
TTIB en lo referido a la promoción y realización de iniciativas socioculturales y educativas, las cuales son en su mayoría promovidas por
líderes naturales, y contribuyen a que la gente se sienta como parte de
una comunidad, con características propias.
65
EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES
Puede afirmarse que el interés propio de los actores de la localidad para mejorar su situación, y su conocimiento profundo de las
condiciones de su entorno, tiene quizás más fuerza para mover una
iniciativa, que la “obligación” de quienes desde las instituciones del Estado tienen ese encargo.
La movilización de los actores locales como instrumento complementario de las tareas estatales es un factor decisivo en el desarrollo
de proyectos de transformación. Para ello en los TTIB se desarrollan
acciones de capacitación y asesoría técnica para la realización de las
iniciativas locales, con apoyo de especialistas de instituciones estatales
y/o de ONGs de cooperación existentes en el país. Es indiscutible el gran
aporte de los Talleres al progreso de las iniciativas barriales.
Aunque los recursos materiales y financieros para el desarrollo de su labor son limitados, los TTIB desarrollan sus funciones en
correspondencia con las oportunidades y amenazas del escenario en
cada momento y ofreciendo el aporte que cada barrio puede brindar a
la ciudad en el sentido de conseguir un más equitativo desarrollo a sus
ciudadanos, fortaleciendo y preparando su capital humano.
Estas funciones se han diseñado por caminos capaces de hacer
frente a las demandas sentidas de la población, a la necesidad de transformar su actitud consumidora, de activar las relaciones horizontales
a través del alcance de objetivos comunes, de procurar entenderse y
comunicarse a través de un lenguaje común, y de organizar la transformación del barrio principalmente con sus propias fuerzas. Para ello:
-- realizan estudios y proponen proyectos para la solución de los
problemas sociales, el hábitat y el entorno físico de las diferentes
áreas de su demarcación;
--
detectan potencialidades para el mejoramiento humano y el desarrollo de una economía local;
-- integran y cohesionan a las organizaciones e instituciones del
barrio donde actúan;
-- asesoran técnicamente a los Consejos Populares y a los delegados
del Poder Popular y capacitan a los actores locales en los temas
que necesitan para la transformación;
-- facilitan la labor de los gobiernos locales aplicando métodos y
técnicas que ayuden a hacer más efectivos en sus funciones y
promueven la participación y la integración de la comunidad en
lo que atañe al desarrollo barrial;
66
Clotilde Proveyer Cervantes
-- elaboran perfiles de proyectos de colaboración para el mejoramiento de la calidad de vida, el hábitat y el entorno de su
demarcación.
-- Concurren, aportan e implementan acciones con las Comisiones
de Prevención Social (Oliveras, 2010).
Como parte imprescindible de los objetivos del trabajo de los TTIB está
el mejoramiento humano en las comunidades, lo cual es más factible en
virtud del conocimiento mutuo de sus integrantes y de la confianza que
del mismo emana. En esta esfera, se encuentran los trabajos realizados
con madres solteras, ancianos sin amparo filial, ex reclusos y familiares
de reclusos, niños y jóvenes que no continúan la enseñanza, personas
con conductas delictivas, entre otras.
En ese contexto de actuación con los problemas sociales que
aquejan a su gente, la violencia no puede ser desestimada, en particular
la violencia de género, cuyas manifestaciones suelen estar naturalizadas en el imaginario colectivo, por lo que el trabajo para su desmontaje
resulta sumamente complicado porque no se reconoce como problema
social de incumbencia colectiva.
Varios han sido los factores, además de los ya señalados, que
contribuyen a incluir en el accionar de los TTIB, con mayor énfasis
que en otros espacios de concertación ciudadana, el trabajo a favor
de la No violencia contra las mujeres. Entre ellos se destaca el hecho
de la creación del Grupo Nacional para la Atención y la investigación
de la violencia intrafamiliar que colocó el problema en la agenda
pública de las instituciones sociales y en el debate público a nivel
nacional, sacando a la luz una de las lacras sociales más silenciadas
al amparo de la privacidad del hogar y de las relaciones de pareja e
instando a todos los organismos de la administración pública, sus
instituciones y a todos los ciudadanos a trabajar por erradicar este
mal social.
Otro factor relacionado con el anterior, radica en el vínculo
sistemático que tienen los profesores y estudiantes de varias Facultades de la Universidad de La Habana y de otras universidades del
país, tales como los Institutos Pedagógicos, etc., con el quehacer de
los TTIB, pues los mismos, al ser localidades con un grupo de vulnerabilidades sociales se auxilian del trabajo de extensión universitaria
y de investigación de estos centros para utilizar esas herramientas en
el trabajo comunitario. Tal es el caso de las carreras de Sociología,
Psicología, Comunicación Social, Derecho y otras del área de las
Ciencias Sociales. También interactúan con ellos otros colectivos
universitarios de las ciencias técnicas como Arquitectura e Ingenie-
67
EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES
ría civil del Instituto Superior Politécnico “José Antonio Echevarría”,
quienes les apoyan en empeños constructivos o de renovación y restauración. En esos esfuerzos los especialistas en la problemática de
la violencia hemos trabajado junto a los integrantes de los equipos
coordinadores de los TTIB para promover la prevención y la atención
a la violencia de género.
Al no ser reconocida aun, de manera general, por la población, el
abordaje institucional de la violencia contra las mujeres se dificulta, sobre todo cuando quienes tienen ese encargo carecen de los conocimientos, de las herramientas teórico- metodológicas y de la imprescindible
perspectiva de género para llevarlo a buen fin. De ahí que también han
jugado un papel clave algunas instituciones no académicas y ONG cuya
actividad se centra en la creación de capacidades y acciones basadas
en la educación popular y técnicas participativas destinadas a amplios
sectores populares, entre las que se destaca con un papel protagónico
el Grupo de Reflexión y Solidaridad “Oscar Arnulfo Romero”, en lo
adelante OAR.
Dicho Centro ha desarrollado un Programa de Fortalecimiento
a Actores Locales en Género y Violencia que cuenta con temas de sensibilización y capacitación al personal que atiende esta problemática
directamente en las comunidades: profesionales de salud, de educación,
de la cultura, organizaciones sociales, entre otros.
Con esa labor el Grupo de Reflexión y Solidaridad Oscar Arnulfo
Romero (OAR) ha contribuido de manera particular a incentivar procesos para la sensibilización y prevención, en las comunidades a favor de
la equidad de género. Estas acciones aumentan su valor si reconocemos
que en los ámbitos comunitarios hay poca presencia de instituciones y
organizaciones que trabajan el tema de la violencia, específicamente la
violencia intrafamiliar y la violencia de género, pues el quehacer institucional se desarrolla fundamentalmente en el espacio macro social a
través de instituciones y organismos nacionales.
En ese sentido los aportes de OAR han permitido que un número
considerable de líderes comunitarios y diferentes miembros de esos
espacios barriales reciban capacitación y orientación sobre la problemática de la violencia de género. Con ese despliegue de acciones de
capacitación, sensibilización, divulgación y concertación interinstitucional llevadas a cabo por OAR, se favorece la “desnaturalización” y
visibilización de la violencia de género en nuestro entorno, evidenciándose además mayores procesos de toma de conciencia sobre la responsabilidad social de los más diversos actores para trabajar a favor de la
no violencia.
Como parte de ese Programa han contribuido a preparar los
equipos coordinadores de los (TTIB) de modo que pudieran estar en
68
Clotilde Proveyer Cervantes
mejores condiciones para coordinar acciones de intervención en la prevención y atención a la violencia de género, con el propósito de orientar
sus prácticas diarias y desempeños profesionales para la identificación,
reconocimiento e implementación de acciones que modifique la vida de
las mujeres, niñas/os, ancianas/os que son los grupos poblacionales más
afectados en las comunidades barriales.
Una de las ventajas de los TTIB para el abordaje de la violencia
de género radica en la práctica sostenida de realización de diagnósticos de la comunidad y trabajar sobre la base de identificar necesidades
sentidas, lo cual contribuye a la participación de las mujeres, hombres,
jóvenes, niños/as, adolescentes, adultos mayores, los cuales favorecen el
acercamiento a las realidades de los vecinos y sus problemas cotidianos.
Todas estas razones, que convierten a los TTIB en verdaderos
laboratorios de transformación social, llevados a cabo por sus integrantes, han sido tenidas en cuenta para seleccionar estas comunidades con
modalidad de trabajo comunitario participativo e incluirlas en nuestro
estudio, de manera que podamos contribuir al perfeccionamiento de un
trabajo muy loable, aunque en ciernes: la atención y la prevención de la
violencia contra las mujeres.
Contribuir a incorporar la perspectiva de género en su quehacer
cotidiano y a brindar las herramientas teórico-prácticas del saber específico sobre la problemática de la violencia puede ser de inestimable
valor para los equipos y los actores locales de estos TTIB.
Por supuesto, estas acciones no son ni con mucho acabadas y
suficientes, pues en no todos los Talleres de Transformación hay actividades de sensibilización, capacitación, divulgación y espacios de
socialización creados, y en la mayoría de los que las poseen no son
sistemáticas ni resultado de estrategias coherentemente pautadas.
Sin embargo, esa experiencia previa acumulada ha sido un
elemento tomado en consideración para el presente trabajo, ya que
se trata de comunidades cuya preocupación por un trabajo tan necesario como la atención y la prevención de la violencia de género
está instalada, y por consiguiente resulta muy importante, de una
parte, documentar ese quehacer innovador en el ámbito local cubano, y de otra contribuir a potenciar el trabajo que ellos realizan, en
el afán de multiplicar los aprendizajes que experiencias de este tipo
producen a los efectos de extenderlos en la medida de lo posible a lo
largo del país.
A continuación relacionamos a modo de ejemplo, algunos de los
Proyectos que se realizan en los TTIB incluidos en el presente estudio,
relacionados directamente con la atención o prevención de la violencia
o proyectos conexos que tributan a estos objetivos de manera indirecta:
69
EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES
--
TTIB “El CANAL”:
Proyecto “Encuentro con la esperanza” Sobre violencia con niños Síndrome de Down.
-- Proyecto “Buro Informativo”, para realizar divulgación y capacitación sobre violencia de género.
TTIB “ALAMAR PLAYA”: Proyecto “Conductas llamativas” cuyo
fin esencial es prevenir la violencia antisocial.
-- Proyecto “Aprendiendo a vivir sin violencia” que consiste en un
proceso de desaprendizaje de la violencia.
TTIB ALAMAR ESTE:
“Proyecto intergeneracional” para promover la reflexión sobre la
violencia y su impacto a través del diálogo intergeneracional.
TTIB “LOS ANGELES”:
-- Varios proyectos conexos que tributan al tema de la violencia,
pues en todos sale la problemática y promueven la cultura de paz:
-- Programa de intervención comunitaria para el mejoramiento
de las relaciones de convivencia intrafamiliar y de género en
25 familias.
-- Proyecto “Taller de masculinidades con hombres”.
-- Consultorio para la atención de casos de violencia por parte de
CINSA (Centro Interdisciplinario de Salud).
TTIB “POGOLOTTI”:
-- Proyecto “Ojo de Agua del Husillo” de construcción de viviendas
y mediación de conflictos.
--
--
Proyecto “Teatro espontáneo” que realiza acciones de sensibilización con niños y adolescentes, además se llevan a cabo estrategias informales que tributan al tema de la violencia.
TTIB “ZAMORA - COCO SOLO”:
“Taller de autoestima para mujeres maltratadas” que han sido
identificadas por el TTIB,
-- “Proyecto Renacer” Taller de sensibilización con hombres.
2.2.- NUESTRA INVESTIGACIÓN. ESTUDIO DE CASO EN UN GRUPO
DE TTIB
El estudio de caso se llevó a cabo mediante la aplicación de un conjunto de técnicas que interrelacionadas permitieran la realización de
una evaluación integral del proceso de atención y prevención de la
70
Clotilde Proveyer Cervantes
violencia de género en seis Talleres de Transformación Barrial en la
provincia de La Habana. La intención del mismo ha sido en primer
lugar constatar la existencia de manifestaciones de violencia vividas
por las mujeres en la comunidad y conocer el tipo de ayuda que ellas
reciben por parte de las redes sociales del entorno cercano a las víctimas. En ese sentido resultó clave identificar el papel que desempeñan
los actores locales en la atención y la prevención de la violencia de
género a partir de la realización del diagnóstico.
Para ello se realizaron las siguientes acciones:
-- Un diagnóstico sobre las características y manifestaciones de la
violencia contra las mujeres en la pareja, a partir de su estudio
en seis TTIB.
-- Un estudio sobre los procesos de intervención que se llevan a
cabo en los TTIB seleccionados, en el que se analiza el papel que
en ellos desempeñan los actores locales implicados en la misma y
se exploran las relaciones entre las organizaciones e instituciones
que deben coordinar dichas acciones.
-- Una propuesta de programa de acompañamiento a actores locales de los TTIB que contiene acciones de capacitación, sensibilización y asesoría, las cuales se proponen contribuir a hacer más
efectivo el trabajo que ellos desarrollan.
-- Un análisis de las políticas para la prevención y atención de
la violencia intrafamiliar y de género y del papel que en su
aplicación desempeña el Grupo Nacional para la atención y
la investigación de la violencia. Esta reflexión facilitó explorar la forma en que se lleva a cabo la articulación entre las
normativas de actuación a nivel macro social y el trabajo de
implementación en lo local.
-- Un grupo de recomendaciones al Grupo Nacional para la Atención y la Prevención de la Violencia Intrafamiliar que sirvan para
perfeccionar este trabajo como resultado de los análisis previos.
2.2.1 RESULTADOS DEL ANÁLISIS DE LAS ENTREVISTAS A LAS MUJERES.
Para la realización del diagnóstico sobre las principales formas en
las que se expresa la violencia contra las mujeres en las comunidades
seleccionadas para el estudio, se decidió realizar entrevistas en profundidad a un grupo de mujeres que fueran vecinas de las comunidades donde están enclavados los Talleres de Transformación Barrial
seleccionados para el estudio de casos, con el objetivo de explorar
sus percepciones en torno a este problema, los tipos de violencia que
71
EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES
reciben y conocer en la medida de lo posible qué estrategias desarrollan para lidiar con esta situación, el tipo de ayuda institucional
y de otro tipo que resultan importantes para ellas, así como el papel
que juegan las redes sociales formales e informales de la comunidad
para ayudarlas a enfrentar la situación de maltrato. En tanto estudio
de corte cualitativo las percepciones de las mujeres tienen un papel
importante, no sólo como categoría de análisis sino como el eje epistemológico para el análisis, porque a través de la mirada femenina
nos acercamos a la forma en que vivencian los procesos violentos y
al significado que para ellas tienen las redes sociales que funcionan
en su entorno social.
Debido a los mitos que prevalecen alrededor de la violencia que se
produce en la relación de pareja como un problema privado y a las múltiples estigmatizaciones que en el imaginario colectivo funcionan sobre
la misma, no fue posible elaborar criterios de selección de las entrevistadas, salvo que por alguna vía se conociera o se presumiera que son o
han sido maltratadas por su pareja y que estuvieran en disposición de
ofrecer la entrevista. De acuerdo a los objetivos de esta investigación
lo que resulta indispensable es mostrar que en el entorno barrial muchas mujeres viven las más disímiles formas de maltrato, más allá de la
magnitud que el problema pueda tener y que en un diagnóstico como el
presente resulta imposible de realizar.
En total fueron entrevistadas 24 mujeres en los 6 Talleres de
Transformación (TTIB) estudiados, con edades comprendidas entre los
30 y los 69 años, salvo la excepción de una joven de 18 años que también
fue entrevistada.
De las mujeres seleccionadas 7 son de raza negra, 10 mulatas y
7 blancas. En relación al nivel escolar se observó que una de ellas solo
concluyó el nivel primario, 7 poseen nivel de secundaria básica, 11 concluyeron el preuniversitario y 5 son universitarias.
Estas mujeres tienen 2 hijos como promedio y se comporta de la
siguiente manera: 7 de ellas tienen 1 hijo, 10 tienen 2 hijos, 2 con 3 hijos,
2 con más de 3 hijos. Solo 3 no son madres.
Casi el 50 % de las entrevistadas proviene de provincias del interior del país, fundamentalmente de la región oriental, algo bastante
común en estas comunidades. De tal manera, la composición socio demográfica de las mujeres incluidas en el presente estudio es en general
concordante con la propia composición del entorno barrial de los Talleres seleccionados.
Uno de los aspectos evaluados en las entrevistas está relacionado con su percepción sobre el modelo a seguir para ser “buena”
mujer, así como la distribución de tareas domésticas en la familia y el
funcionamiento de las relaciones de poder en la pareja y en la familia
72
Clotilde Proveyer Cervantes
cuando se trata de familias extendidas, las cuales son muy comunes
en la sociedad cubana.
Un primer elemento que aflora al interpelar a las entrevistadas
es el arraigo en nuestra cultura de los valores tradicionales que definen lo femenino en una concepción de entrega y desprendimiento de
sí mismas. En general conciben a una buena mujer como alguien que
se entrega a los suyos con dedicación y garantiza la realización de los
quehaceres cotidianos de la familia. Por supuesto, las manifestaciones
de estos valores no son homogéneas pues los cambios que se han producido en la situación social de las cubanas inciden de alguna manera en
sus concepciones, por lo que coexisten en varias de ellas posturas más
relacionadas con la equidad junto a las que signan la subordinación,
sobre todo a nivel discursivo. Algunas características que identifican el
deber ser de una mujer están relacionadas con la pasividad, la fidelidad
incondicional, la entrega:
“Una buena mujer, bueno, para mí una buena mujer debe ser
una mujer fiel, una mujer atenta, una mujer que se, que viva por
su, no sé, por tener una idea, un principio, a lo que ella se defina
como mujer ¿entiendes? Siendo fiel a su esposo por ejemplo, este
sencilla, tener su yo propio, ante todo su yo propio como mujer.
Yo soy mujer porque me caracterizo por ser sencilla por ser honesta, por ser todas esas cosas.” (Entrevista 15)
“Ser correcta, dedicada al trabajo, estudiar, estar bien encaminada, ser buena madre, buena mujer, buena hermana, etc.” (Entrevista 11)
“Bueno si nos guiamos por los cánones ser una buena mujer es
aquella que tiene que trabajar, limpiar, tener la casa limpia, pero
para mí también es más que eso, es la madre que puede sentase
con sus hijos y conversar, entenderlos, ser tolerante con las nuevas propuestas que trae la vida y el ser una buena mujer debe de
ir con los tiempos, debe estudiar, debe integrarse y en la medida
que los tiempos evolucionen debe de adelantarse para ir acorde
con los mismos”. (Entrevista 4)
Estos criterios confirman que los modelos genéricos se estructuran
sobre la base de la diferenciación y son elaborados a través de estereotipos, construidos en la práctica social e incorporados al imaginario
colectivo, sobre lo masculino y lo femenino. Dichos modelos se han trasmitido de generación en generación contribuyendo a la desvalorización
femenina y a la sobrevaloración casi sin límites de lo masculino. Esto
precisamente es lo que estas mujeres han incorporado a su realidad
73
EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES
de forma tal que reconocen que estas actitudes no hacen más que perpetuar la opresión femenina. Junto a estos modelos, aunque en menor
medida, nos encontramos también otras mujeres que en sus concepciones sobre el deber ser femenino van incorporando los paradigmas de
la emancipación.
Es ser una mujer libre, tener la libertad de hacer lo que realmente
quiere mi corazón, lo que yo he querido hacer siempre, ver el
mundo desde mi óptica sin que venga nadie a imponerme sus
principios u otra forma de ser(….) Yo llevo el peso de la casa,
soy la que hace todos los menesteres de la casa. Yo vivo sola con
mi pareja y él viene de una familia donde habían muchos hijos,
su madre tuvo muchos hijos y no les pudo dar la atención que
requerían todos, pues eran muchos y es cierto, que no se pueden
atender como es debido. (Entrevista 10)
Pienso que eso sea una buena mujer, una buena persona independientemente de que sea buena madre, buena esposa y buena
persona eh, ser querido por uno mismo, respetarse uno mismo,
a la vez que te respetas como persona, así con el destino es mío,
así, eso yo llamo es ser una buena mujer; porque me respeto, yo
me quiero, yo no sé si estaré errada, no sé. (Entrevista 14)
El diagnóstico mostró que esta práctica cultural que pervive en buena
parte de las relaciones de parejas cubanas, y en el caso de las mujeres
que integran el grupo en estudio, confirman cuán necesario resulta su
desmontaje para poder minar las bases de la violencia: las desiguales
relaciones de poder y las inequitativas divisiones del trabajo en el ámbito doméstico, razón por la cual sigue recayendo en ellas el peso de las
tareas de la reproducción de la vida cotidiana de la familia.
Como parte de esa cadena que va tejiendo la tela de araña que
atrapa a las mujeres cuando entran en el ciclo de la violencia, se encuentran esas desigualdades en la distribución del trabajo doméstico, del
dinero, del poder, de las opciones de realización personal. Todas ellas
son formas larvadas de violencia y por eso resultan muy eficaces en la
labor de socavar la autonomía femenina, con todas las implicaciones
que de ello se derivan.
Lo peor de esos violentamientos es la “naturalidad” con que se
asumen por parte de la mujer. La educación sexista en la familia, los
medios de comunicación y en general en la mayoría de las instituciones de socialización, contribuyen a la realización de ese trabajo de
legitimación de esos valores. Ellos contribuyen a configurar esos modelos de masculinidad y femineidad que las lleva a considerar su valía
en correspondencia con los estereotipos tradicionales y a reconocer
74
Clotilde Proveyer Cervantes
en ellos los valores estereotipados que la masculinidad hegemónica
define para el ser hombres. De ahí la urgencia de trabajar de manera
sostenida en el desmontaje de tales construcciones culturales en el
imaginario colectivo.
Las relaciones de pareja que describen estas mujeres están atravesadas por dichas concepciones, las cuales se expresan en un conjunto
de posturas de posesividad, control, limitación de su autonomía y celotipia, entre otras, ejecutadas por sus compañeros sentimentales y que son
vistas como parte de la “normalidad” de la relación de pareja e incluso
en algunos casos como muestras de amor.
Llama la atención que las relaciones de pareja que establecen, de
manera general, están cargadas de un sinfín de estrategias de control
y dominación que ellos ejecutan y ellas no siempre identifican como
manifestaciones de violencia, aunque al definir su concepción sobre la
misma reconozcan que no solo el golpe se puede identificar como tal.
Cuando se les preguntó a las mujeres entrevistadas sobre la conceptualización de la violencia en general ofrecieron un concepto bastante adecuado de la misma. La mayoría habló de la violencia física,
incluyendo dentro de ella los golpes, empujones, bofetadas, heridas, etc.;
asimismo muchas reconocieron que la violencia va más allá del maltrato físico, que este incluye siempre un componente psicológico que se
traduce, según criterios de las mujeres entrevistadas, en humillaciones,
gritos, burlas, malos gestos, insultos, etc., pero algunas de las formas
más sutiles y dañinas no se perciben como violencia.
“No es solo golpes. La violencia puede ser un trato despótico,
un maltrato de palabras y no de hecho, eso es violencia, eso es
maltrato, que no te den margen para expresar nada, que tengas
que estar sometida a la voluntad de otras personas. También es
violencia, que tengas que estar sometida, entonces tu ego como
persona pierde y eso es maltrato.” (Entrevista 6)
“Yo entiendo así violencia: maltrato físico y verbalmente. Y después de la violencia viene un asesinato” (Entrevista 23)
La explicación puede estar en el hecho de que ellas conforman su
identidad a partir de normativas sociales de género que las definen
subordinadas y normalizan la dominación masculina, lo cual se corresponde con la influencia del contexto social y cultural en que se
desarrolla el individuo a la hora de conformar la identidad. A pesar
de las significativas transformaciones sociales ocurridas en Cuba a
favor de la equidad entre los géneros no se han deconstruido suficientemente en la cultura los valores que colocan a la mujer en una posición subordinada ni se han resignificado en su totalidad esos cánones
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EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES
identitarios. Consciente o inconscientemente, en el propio discurso
refuerzan las prácticas violentas.
Un elemento que llama la atención se refiere a que una parte de
las entrevistadas son reincidentes en el número de parejas que han ejercido violencia sobre ellas, aunque no siempre son conscientes de ello,
puesto que al no identificar con nitidez las formas larvadas de violencia,
pasan de una relación donde la violencia física fue predominante a una
donde otras formas no menos dañinas están presentes o viceversa.
En general todas, excepto una, reconocen ser o haber sido víctimas de violencia en sus relaciones de parejas aunque no logren identificar todas las que reciben. La gama de la violencia que han sufrido
es bastante amplia y en algunas se inició desde la infancia: violaciones
siendo niñas y otras en la adultez, maltrato infantil, golpes, traumas físicos severos, violencia sexual en la pareja, encierros, humillaciones, ultrajes, descalificaciones, violencia psicológica y emocional, entre otras.
La naturalización de las formas más sutiles o simbólicas les impide identificar tempranamente al maltratador y en otros casos obstaculiza la concientización de su condición. En las entrevistas se constata que
lo viven como “normal” en la relación de pareja y algunas lo identifican
con muestras de amor. La celotipia se expresa de manera particular en
el control sobre sus acciones cotidianas, especialmente en una serie de
prohibiciones ligadas a la forma de vestir o de relacionarse con amistades, compañeros de trabajo o incluso con familiares. Ellas fueron el
inicio de la espiral de violencia que muchas veces desembocaron en
actos de violencia severa irreversible.
“Si, con mis amistades, pero hasta con su familia. El es celoso
siempre, tanto mujer como hombre.” (Entrevista 1)
“No, porque mira es que él era muy celoso, demasiado celoso, podíamos salir al mejor lugar o al peor lugar, que si me miraban ya
era que te miraron, que y entonces era que yo empezaba: ¨Pero si
yo no soy Jennifer López, yo no soy Shakira, por qué ese motivo,
quítale ese fantasma que tú tienes, y a veces, se relajaba, a veces
se quedaba.” (Entrevista 16)
“Uff, que era muy celoso. La violencia mía y de él siempre fue de
celos. Pero era cariñoso, bueno, pero na má que yo salía, ya era,
estás con fulano, fulano te miró, celos de esos absurdos, celos
que no se ven, entonces eso era.” (Entrevista 17)
Me ridiculizaba sí, él siempre le preocupaba mucho la casa, que
todo estuviera en su lugar y no entendía muchas veces que las
mujeres nos reuniéramos, que fuéramos de aquí para allá y a
veces le molestaba que yo me reuniera con mis mujeres (se refiere
76
Clotilde Proveyer Cervantes
a las de los talleres que ella imparte). Cuando él llegaba a él no
le gustaba ver a nadie en la casa, es decir que hubieran visitas
y entonces yo lo tenía que hacer todo corriendo antes de que él
llegara para que no se molestara. (Entrevista 6)
El control y la posesividad, la descalificación, la humillación y la desautorización de sus criterios, así como ignorar sus aportes o sus actos, son
reconocidos por la mayoría de ellas con diferente grado de intensidad,
pero presentes en la cotidianidad de sus relaciones. Otra forma de violencia que se ejerce en el ámbito de lo micro y que no siempre identifican
pero a menudo valoran como gestos de altruismo y de entrega en la
pareja es el relacionado con la atención y cuidado de los enfermos y los
problemas no solo de la familia común que han creado con los maltratadores, sino también con los de la familia de ellos, con una ausencia total
de reciprocidad por parte del primero, en una maniobra que delega en
ellas esas responsabilidades como un “destino manifiesto”. Abundan
también las que son ignoradas por su pareja en determinadas situaciones, sobre todo en aquellas que tienen que ver con reclamos o intentos
por salir de una situación propiciada por el hombre.
Yo le decía: “Mi papá es mi papá, mi familia es mi familia. Además
tú no me conoces de ahora, sino de años y tú sabes que siempre
fue así. Analiza además, ¿yo no corro por tu familia? ¿Entonces
como no voy a correr por la mía viejo?” Pero realmente en esos
momentos él sí se ponía majadero, celosón. (Entrevista 5).
No menos importantes resultan las manifestaciones de violencia sexual
que han recibido algunas de ellas, tanto en las relaciones de pareja
como la ejecutada por familiares o desconocidos. Desgarradores resultan algunos de esos testimonios y las secuelas producidas en la vida de
quienes la viven.
No, incluso te digo porque esto es una entrevista, en el último viaje que él dio, adquirió el VIH. Al principio cuando él
regreso nosotros tuvimos un contacto de riesgo, pero bueno
yo estuve atendiéndome y no, eso fue en el 2000. Gracias a
Dios no lo adquirí. Eso fue una irresponsabilidad de él, por
no protegerse, por estar en la tomadera y esa fue la consecuencia. (Entrev 3)
Estos ¨ciudadanos¨ me hicieron el coito por todos los lados, yo
era señorita, acabaron conmigo, acabaron con mi vida. Pero
aquí estoy, contando la historia esa. eh llegué a mi casa a las
6 y media de la mañana, donde llegué muy moreteada, llegué
77
EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES
embarrada de sangre, el uniforme porque yo salía de la escuela
como le estaba diciendo, ya.(Entrevista 23)
El aceptar las demandas de sexo por parte de su compañero, aunque no
sea compartido el deseo, algunas no la identifican como tal y muchas
veces la aceptan como obligación inherente a los deberes conyugales,
más allá de su propia aspiración. Sin embargo, algunas logran el respeto a su decisión, no sin antes tener que ejecutar diferentes escaramuzas
para frenar al hombre.
Cuando no quería acostarme con él me obligaba, y no quería
porque estaba cansada y venía cansada del trabajo, y de verdad
que estaba cansada y no quería. Y me obligaba, pero no lo hacía.
(Entrevista 13)
Otra de las manifestaciones que está presente en la vida de estas mujeres es la dependencia económica, que las coloca en una posición de
inferioridad. Al limitar el acceso de la mujer a los recursos económicos
o privándole de los mismos el hombre logra aumentar o mantener la
dependencia de su compañera y conserva así el control sobre ella. De
tal manera la dependencia material se convierte en no pocas ocasiones
en un factor de perpetuación del maltrato. Algunos testimonios de las
entrevistadas dan cuenta de este hecho.
Sí. Yo maniobraba mi dinero, pero él tenía sus ideas y las defendía, por ejemplo llegó un día y me dijo que él quería comprar una
computadora y que a partir de ese momento todo lo que el ganara
iba a ser para la computadora y me dijo a mí, “Mira a ver como
lo haces tú porque todo lo que yo haga es para la computadora”
y se compró la computadora y los gastos de la casa a cuenta mía.
(Entrevista 10)
Otra cosa es que cuando nosotros empezamos, yo trabajaba con
un grupo de sordos y esas son personas que dependen mucho
del intérprete; con ese grupo yo tenía una relación muy estrecha
y cuando él me conoció el me conoció con ese trabajo. Después
poco a poco me hizo ir eliminándolos, comenzó a ponerles mala
cara, hasta que me dijo que ahí no podían venir más y tuve que
dejar ese trabajo porque él no lo entendió. Los sordos se fueron
alejando y yo me sentí muy frustrada en ese sentido.
También yo tenía un trabajo que era de moverme para las provincias y lo dejé por estar cerca de la casa, por atenderlo. (Entrevista 4)
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Clotilde Proveyer Cervantes
El análisis de las entrevistas permitió constatar que no se sienten responsables de la violencia que reciben. Casi unánimemente, al referirse
a este tópico afirman que no la viven como castigo merecido, aunque
no siempre encuentren las vías para salir de la relación o para elaborar
estrategias que sirvan de paliativos o para poner fin a las agresiones
que padecen. La abrumadora mayoría de ellas saben que no merecen
el daño que sus hombres le propician, pero algunas los justifican aludiendo que responden a causas externas, ajenas a la voluntad del maltratador, tales como el haber sido víctimas de violencia en la infancia,
el consumo de alcohol, frustraciones personales, entre otras, y los desresponsabilizan de sus actos.
No, porque nunca era mi culpa; sin embargo, él me hizo sentir
varias veces culpable y me conllevó a que me cuestionara mi
forma de ser. (Entrevista 8)
No, Porque me considero una buena mujer, una buena esposa, que
no merezco ser tratada de esa forma, una buena madre, una mujer
que siempre ha estado integrada a la sociedad. (Entrevista 12)
Otras no rompen por miedo a la soledad, a la estigmatización y al
fracaso que supone en la cultura patriarcal perder el matrimonio y
“destruir” la familia. Muchas veces las mujeres se quedan debido a la
dependencia económica o la carencia de vivienda propia, como hemos
apuntado antes.
Me mantengo ahí porque no tengo para donde irme y las veces
que me he ido ha sido para casa de mi mamá, y mi mamá a los
tres días me está diciendo que como me voy a ir, que de mi casa
(...) después de tantos años, y toda esa serie de cosas… (Entrevista 13)
En ellas influye también el erróneo deseo de garantizar el bienestar de
los hijos y otras muchas veces el desconocimiento de los derechos que
las asisten y la falta de apoyo social las lleva a soportar el maltrato, pero
en el caso de la mayoría de las que fueron entrevistadas rompieron la
relación, aunque no todas lo han hecho al inicio de los actos violentos
ejecutados por el hombre. Las conductas violentas de ellos no se iniciaron en los primeros momentos de la relación, sino transcurrido un
tiempo de convivencia. En casi todos los casos hubo los altibajos característicos del ciclo de la violencia hasta que algún detonante extremo,
como pueden ser las afectaciones severas a los hijos, las llevó a tomar
la decisión de romper la relación, pero la mayoría lo hizo antes de los
5 años de convivencia. Aunque no se pudo comprobar para establecer
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EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES
un promedio exacto del tiempo que convivieron con el maltratador, este
dato llama la atención, lo que podría estar indicando una especificidad
si se compara con la tendencia internacional.
En general las mujeres siempre elaboran estrategias y utilizan
las que están a su alcance, no solo por las herramientas personales que
poseen, sino de acuerdo también a los aprendizajes que les ofrecen las
instituciones de socialización con las que se relacionan a través de las
diferentes redes sociales. No es posible esperar que una mujer que no
tiene otro lugar donde ir elabore una estrategia de ruptura, ni que una
mujer con una autovaloración deteriorada por la reiterada exposición
a maniobras violentas, utilice como estrategia la exigencia de que se
respeten sus derechos y trate de poner por sí sola fin a la violencia.
Sin embargo, todas elaboraron distintas estrategias para intentar
detener el maltrato, algunas muy inefectivas, las cuales pueden considerarse de sometimiento para evitar el aumento del maltrato sobre ellas,
varias intentaron buscar ayuda aunque no siempre la encontraron y
otras elaboraron estrategias de enfrentamiento hasta llegar a la violencia cruzada, que a veces conseguía lastimarlas más por el desequilibrio
de poder, pero el hecho nos habla de mujeres que no quieren considerarse víctimas irremisibles.
El me decía, “ ¿tú no me vas a perdonar?” y yo le respondía,
“yo puedo perdonar pero no olvidar, a mí no se me amenaza, tú
sabes que yo soy guapita”. Y así fue como yo fui desarrollando
herramientas y eso, pero logré resultados con mucho tiempo de
por medio (Entevista 9)
¿A mí? Tu no ves que nos dábamos tremendas enredadas. No te
vayas a pensar que yo me quedaba dada, ¡no que va!, nos fajábamos los dos. S i él no hubiese sido así, hubiéramos durado toda
la vida y con todo y eso duramos 8 años. (Entrevista 5)
Cómo he podido poner freno a la violencia? rompí la relación
(Entrevista 4)
Cuánto tiempo pude ir aguantándola? Casi un año. Abandonando todo, la casa, todo, todo y me fui para la casa de mi mamá.
(Entrevista 15)
Nos separamos. Y a los dos meses me fue a buscar otra vez a mi
casa y entonces qué le hice, una carta así, con condiciones, porque a mí me gustaba, yo lo quería. Me separé de él rápidamente,
me llevé mis cosas, y me fui para casa de mi mamá, y después
a los dos meses me fue a buscar y le di una pila de hojas con
puntos acordes que si le gustaban bien y si no que siguiera su
80
Clotilde Proveyer Cervantes
camino porque yo tenía, medio mi vida..si se va uno, viene otro.
(Entrevista 17)
Algunas reconocen las dramáticas consecuencias que para su salud, su
autoestima o para su integridad vital han tenido tales desmedros, pero
otras no han identificado las secuelas a un nivel consciente aunque proyectan conductas o ideas que pueden ser identificadas como resultado
de vivir inmersas en el ciclo de la violencia. Las consecuencias de estos
actos de violencia son devastadores para el equilibrio psicológico, físico
y sexual de estas mujeres:
Pero ya cuando pasan esas cosas que uno vuelve ya no es lo
mismo, o sea que hice por detenerlo pero no lo suficiente. Yo me
aguanté mucho por la niña, porque yo no quería ser una más y
no oía los consejos que me daba mi madre, quien me decía que
lo dejara, pero yo era más conservadora y no pensaba en cambiar
de pareja. A lo mejor ella era la que tenía la razón. (Entrevista 3)
Porque yo era una mujer que ni decía malas palabras, ahora las
digo; yo era generalmente una persona pasiva y hoy no soy pasiva; hoy ante una violencia reacciono de forma violenta también.
A mí la violencia me ha marcado en todos los pasos que doy.
También a mi hija, que la personalidad que tiene hoy se debe
a toda la violencia que ha visto a sus alrededor.(Entrevista 10)
A veces me sentía un poco, no con estrés, como una persona que
no tenía un valor, no me daban el valor que yo pensaba que tenía,
¿entiendes? Sí, sin valor. (Entrevista 15)
Yo fui adelgazando, porque me fui deteriorando físicamente
porque eh, él, cuando tú quieres a una persona y tú ves que esa
persona, te maltrata, te humilla, tú lo que haces es que te vas
deteriorando físicamente hasta que tú te llamas a capítulo y tú
dices, esto no puede ser, esto no puede ser... el rompimiento que
tuvimos. (Entrevista 17)
Me altero demasiado los nervios, ya no duermo por las madrugás, si duermo, si acaso es mucho el sueño, una hora o dos horas
de dormir. Yo no duermo porque me siento amenazada en la
casa. Me siento que me van a ¨ hacel¨ algo por la ¨madrugá¨. Yo
duermo con mis dos hijos en una cama. Y entonces ya eso me ha
¨afectao¨ mucho y a los niños también. Yo me siento amenazada
en la casa, no me siento con seguridad. Y ya eso me ...es ¨tó¨ el
tiempo pensando y pensando, ¨pensando y pensando¨. A veces no
como, hay ¨vece¨ como, a veces no como. Me siento mal, me da
81
EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES
mucha taquicardia, me ha ¨afectao¨ mucho la salud, demasiado.
Me he recuperado un poco, desde que empecé con las muchachitas, me he recuperado un poco, pero emocionalmente me siento
muy alterada. (Entrevista 18)
Los estados de ánimo que quedan sin resolverse y que muchas veces se
agravan, con el tiempo van somatizándose hasta convertirse en enfermedades que afectan la salud física y psicológica, los cuales muchas veces resultan difíciles de relacionar con los malos tratos. Asociado a ello
aparece la noción de abandono y soledad, que se expresa tanto en las
limitaciones autoimpuestas para buscar ayuda para salir de la situación
que padecen o han padecido, así como para asumirse como víctimas.
La soledad es vivida por ellas de diversas maneras: una de ellas, muy
recurrente en nuestras entrevistadas, es la relacionada con la noción de
merecer o buscar apoyo. Hay un sentimiento casi unánime en ellas en
cuanto a enfrentar en solitario el vía crucis por el que atraviesan, como
algo que viven solo ellas y que no pueden compartir, porque hacerlo
puede generar rechazo o mayores problemas al implicar a terceros en
algo que solo les concierne. Estas creencias no son fortuitas, provienen
de prácticas y creencias sociales patriarcales que conciben la violencia
en la pareja como problema privado y que algunas han experimentado
en el intento por compartir sus preocupaciones con personas allegadas, dígase familiares cercanos o amigas. El sentimiento de soledad
constituye sin dudas, una consecuencia de tales conflictos, derivado
muchas veces del aislamiento social al que ellas están sometidas y que
puede contribuir a perpetuar la condición de víctimas. La sensación
de soledad y aislamiento no está asociada estrictamente a la falta de
compañía, sino a la imposibilidad de compartir su sufrimiento, sus
preocupaciones o sus inquietudes sin ser cuestionada por ello o sin
que se le conmine a soportarlo en nombre del amor, de la familia o del
deber ser femenino.
En nadie, primero por vergüenza a que mis vecinos se enteraran,
porque él no gritaba ni nada y aquellos era a puertas cerradas.
No, no, no, la federación era yo, la psiquiatra era yo y todo era
yo. (Entrevista 5)
Siempre yo sola conmigo misma, y tratando de que eso se iba a
superar, de que eso iba a pasar, de que eso eran momentos, impulsos del mismo amor, de aquel cariño, pero no sé, pero cada
día se volvía más y más y más, hasta que yo misma decidí, yo
entré y yo salgo sola. (Entrevista 15)
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Clotilde Proveyer Cervantes
A nadie, siempre fui yo sola. Tó eso lo sufrí yo sola, por dentro
de mí. (Entrevista 16)
No, yo misma. Porque yo soy una gente muy fuerte de carácter y
no me dejé amilanar ante esa situación. No considero que debía
llevarle problemas a mi mamá, ni a mis tías, ni a mis ¨ hermano¨,
que eso termina siempre en problemas mayores, eso lo determiné
yo. (Entrevista 17)
El análisis de los resultados puso en evidencia que la violencia del hombre contra la mujer en una relación de pareja, lejos de ser un problema
privado, involucra un conjunto complejo de relaciones con el entorno
social. Cuando los agentes sociales del entorno relacional conciben el
problema como privado facilitan la naturalización de la violencia y contribuyen a perpetuarla.
Yo no pedía ayuda a nadie, había amigas mías que sabían de
mi problema pero ninguna me ayudaba directamente. Con mi
mamá no tenía ningún problema y ella era la que más al tanto
estaba de todo. (Entrevista 3)
En ese momento, yo lo planteé en la iglesia y allá me dijeron que
eso no era así, que yo me había casado y que tenía que aguantar
y que allá iban a orar por mí; pero la oración esa duró 8 años y
ya no aguantaba más. Por eso les dije no oren más porque yo me
voy a divorciar. (Entrevista 4)
La violencia contra las mujeres en la pareja como resultante del dominio masculino culturalmente legitimado se guía por normas y valores
patriarcales que afectan la condición de sujetos de las mujeres al colocarlas en posición de subordinación y desigual disfrute de derechos y
posibilidades de realización. Estas concepciones cuando se manifiestan
también en las posturas que asumen esos actores sociales, contribuyen
a perpetuar la victimización femenina, pero cuando los mismos actúan
a favor de la equidad y reconocen la violencia de género como un problema social que les incumbe y al que están llamados a contribuir en
su erradicación, entonces se convierten en factores clave para apoyar a
las mujeres afectadas y ayudarlas a encontrar la salida a este problema.
En el problema de mi casa, la FMC me apoyó muchísimo, nos
apoyaron 100%, especialmente Andrea (la directora del Taller de
Transformación). (Entrevista 7)
Que la aconsejen. Así me lo dieron a mí, a mí me dijeron, “muchacha termina con ese hombre, que en el momento menos pen-
83
EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES
sado te mata a ti a tu hijo” y esa era la verdad, había días que es
se levantaba mal. (Entrevista 13)
En este sentido es de gran relevancia reconocer la importancia que poseen las redes de apoyo que funcionan en el entorno social cercano para
ayudar a las mujeres a enfrentar el problema de la violencia conyugal
y contribuir a la desmitificación de los roles de género estereotipados
que tan dañinos resultan en la conformación del imaginario colectivo
sobre estos asuntos.
En relación con ello resultó interesante observar el comportamiento ambiguo de las redes sociales del entorno al que pertenecen las
mujeres del presente estudio, tanto las formales como las informales y
cómo la inefectividad de las mismas contribuyó, por un lado a desentenderse de la situación que ellas atravesaban y por otro a revictimizarlas
al sugerirle permanecer en la relación por ser este es un “problema privado que no les compete”. En ese sentido el papel de las redes sociales
es de tal trascendencia que puede contribuir a ayudar a las mujeres a
elaborar estrategias frente al maltrato o convertirse en un obstáculo y
aumentar la noción de soledad y abandono que muchas expresan.
Prácticamente todas, al preguntárseles acerca de la ayuda que
han solicitado o de quiénes han recibido apoyo para buscar alternativas
a la situación de maltrato que viven, responden cual un coro de muchas
voces, que no la han solicitado y en las escasas ocasiones en que lo han
hecho casi nunca logran una ayuda efectiva. Para ellas resulta claro
que están en una situación de aislamiento real o auto asignado que les
impide compartir siquiera con sus allegados el problema que enfrentan.
Quienes nos dedicamos a estudiar este problema sabemos que
las mujeres atrapadas en el ciclo de la violencia no pueden salir sin
recibir apoyo, de la misma manera que necesitan crecerse y auto validarse como sujetos para enfrentar por sí mismas ese reto. Mientras
no se apropien de su historia difícilmente puedan trascenderla, pero
para ello resulta necesario desaprender el modelo de víctima asumido
y contar con las redes de apoyo que les brinden esas herramientas que
con certeza reclaman. Esto último se constata en la respuesta que brindan prácticamente todas al cuestionamiento sobre lo que necesita una
mujer que sufre violencia.
Ayuda. Se podría ayudar dándole un consejo, conversando con
ella, diciéndole que busque a una pareja que no sea violenta, etc.
Animándola, diciéndole que busque una pareja que sea noble.
(Entrevista 9)
Apoyo y ayuda. Sí porque hay personas que dicen, la mayoría de
las personas dicen: no, ella aguanta, ella aguanta todo eso porque
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Clotilde Proveyer Cervantes
quiere, no es porque uno quiere, si no la necesidad, la necesidad
de vivienda de sus hijos porque los hijos no pasen trabajo en casa
de nadie. (Entrevista 12)
Una mujer que sufre violencia necesita encontrarse a sí misma,
encontrarse ella misma, mantener su autoestima alto, no sentirse inferior, mirar hacia adelante que hay más caminos, más
puertas y sobre todo ayuda. (Entrevista 14)
¿Qué necesita? Apoyo, buscar ayuda, que no dejen por nada del
mundo, por nada del mundo que sea la primera vez ni un empujón, ni una mala cara, nada; y salir, salir, buscar ayuda, opiniones, que para eso ya estamos muy muy abiertos.(Entrevista 15)
Apoyo, porque con el maltrato, lo que se pone es agresiva. Mucho
apoyo y que la ayuden mucho a conversar a comunicarse, que
con la violencia no se llega a nada. (Entrevista 18)
De tal forma, ante la pregunta sobre lo que necesita una mujer que
sufre violencia no vacilaron en hacer un reclamo casi unánime de apoyo y ayuda, referida no solo ni principalmente a la ayuda material,
que sin dudas muchas veces se convierte en factor de perpetuación del
maltrato, sino sobre todo a la ayuda de tipo psicológico, cognoscitivo,
afectivo y emocional. Apoyo para adquirir el impulso y la validación,
para adquirir la legitimación del acto que supone enfrentar y/o romper
un vínculo de esta naturaleza. En sus reclamos, un lugar significativo lo
tiene la solicitud de apoyo informacional, en tanto implica consejo, guía
o información relevante para ayudar a enfrentar la situación. El desconocimiento de sus derechos, de las instituciones y/o personas naturales
o jurídicas que pueden asistirlas, también se convierte en obstáculo
para enfrentar la violencia.
El tipo de apoyo que las mujeres reclaman sobre todo está relacionado con descargarse del estigma social que da la apariencia de
merecer el castigo que reciben y con sentirse apoyadas y legitimadas,
porque ese es un paso clave para intentar salir del ciclo y sentir seguridad. La seguridad que brinda el apoyo es esencial para animarse y
tener valor de enfrentar la violencia, para sobreponerse a su situación.
El apoyo es necesario para levantar la autoestima devaluada y con ello
poder tomar sus propias decisiones. El apoyo también las provee de la
información que necesitan para ratificar lo ilegítimo del daño que reciben y para constatar que su situación es común a la de otras muchas
mujeres y puede enfrentarse.
Los resultados de la investigación confirman que cuando las redes sociales cercanas a las mujeres actúan como capital social positivo
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EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES
y les sirven de sostén a sus inseguridades y miedo, también les impulsan
a actuar dándoles orientación para la búsqueda de ayuda y les brindan
apoyo en el momento de tomar decisiones difíciles, sirviendo como refugio sólido de afectos o ayudándolas en el sustento económico, están
también colaborando en el proceso de salida del ciclo de la violencia.
Mucha ayuda. Principalmente una ayuda especializada de psicólogos, debe hablar mucho. También necesita ayuda de la familia principalmente, porque la familia es la base de todo, sin
la familia no somos nada, sin la cooperación de la familia no se
puede hacer nada. La familia es la base. (Entrevista 10)
De mi mamá, y yo misma, que ya me di cuenta ya, porque eso el
niño lo estaba viendo, y hasta más incluso un día el niño dijo:
mamá si él te llega a dar yo iba a coger este cuchillito, y lo que
tenía eran siete años, el niño lo que tenía eran siete años. Y yo
dije ya, hasta aquí, porque con siete años piensa en un cuchillo
plástico, con 13 años no va a pensar en un cuchillo plástico. Ella
me decía, yo me ponía a analizar y es verdad, yo a mi hijo no lo
podía afectar en eso. Ni yo misma, que estaba acabando con mi
salud. Yo me siento muy bien como estoy a pesar de no tener una
pareja firme. Me siento bien. (Entrevista 13)
Empero, los datos empíricos obtenidos también confirman que cuando éstas redes cercanas y confiables para ellas, funcionan como capital social negativo reforzando los roles de género tradicionales y
brindando consejos que la conminan a soportar la violencia como
un destino femenino o poniendo sobre sus hombros la gran responsabilidad de hacer que su pareja “cambie”, se convierten en obstáculo
para poner fin al ciclo. El no tener apoyo las hace más vulnerables al
embate de la violencia.
Mira hubo algunas amigas que no me ayudaron, porque ellas
me decían cosas como: “mira yo en realidad llevo no sé cuantos años casadas y el matrimonio es una cosa que uno no debe
romper, porque yo tengo que aguantarle a mi marido, esto, esto,
y esto. Pero yo no entendía por qué tenían que aguantar eso. Sin
embargo, otras me decían, “ yo estoy sola y vivo mi vida feliz.”
(Entrevista 4)
Yo miraba por debajo de la puerta, porque hasta encerrada y todo
estuve, y mi mamá decía que no, que no podía ir para la casa, y
yo rezaba mucho, porque yo rezo mucho (Entrevista 14)
86
Clotilde Proveyer Cervantes
Un elemento interesante que aportan las entrevistas realizadas se refiere al papel que juegan las instituciones que existen en el entorno
comunitario y que tienen la responsabilidad de prestar servicios de
atención a las víctimas. En este caso se trata de las instituciones que
en la sociedad cubana por su función social tienen ese encargo, dígase
la policía Nacional Revolucionaria (PNR), el médico de la familia o los
servicios especializados de salud a nivel municipal o provincial, el fiscal de atención a los derechos ciudadanos, la Comisión de prevención
que existe en los Consejos Populares y los servicios de asistencia social.
También existen otras organizaciones sociales que por su contenido y
su funcionamiento en el espacio barrial cumplen o deben cumplir con
la labor de apoyo social a las víctimas de la violencia, como es el caso
de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) y la Federación de
Mujeres Cubanas (FMC) que en su instancia municipal tienen las Casas
de Orientación a la Mujer y la Familia y en el caso que de las comunidades donde se realizó la investigación la institución que conforman los
Talleres de Transformación Integral del Barrio.
Llama la atención el desconocimiento que muestra la mayoría de
las mujeres entrevistadas sobre la existencia y funcionamiento de estas instituciones. Por supuesto, este desconocimiento obedece a varios
factores, relacionados algunos con la poca labor de divulgación que se
realiza sobre su quehacer y otros con la inexistencia de la atención o la
poca efectividad de la misma. Al preguntárseles sobre las instituciones
a las que han acudido en busca de ayuda, la mayoría responde que no
la ha solicitado y la razón que aducen se refiere al desconocimiento, a
la vergüenza o al temor. Un elemento que no puede desestimarse en
sus respuestas está referido la desconfianza que muestran las mujeres
incluidas en el estudio, víctimas todas de violencia por parte de sus
parejas, de las instituciones que existen, las cuales pueden y están en el
deber de apoyarlas o ayudarlas a hacer frente a tan deleznables actos.
En sus respuestas algunas instituciones u organizaciones son
más conocidas y aceptadas que otras. Respecto a la PNR hay cierta
ambivalencia, en correspondencia con las experiencias vividas al solicitar la ayuda de la policía o cuando por la naturaleza del daño ésta
ha intervenido. Alguna ha tenido una atención adecuada y rápida,
otras afirman que la policía dice que “entre marido y mujer nadie se
debe meter”. Varias se refieren a las Casas de Orientación de la Mujer
y la Familia como un lugar donde encontrar información y las menos
dicen que los CDR a veces “hacen algo”. No hay alusión en sus respuestas a la intervención efectiva de otros agentes sociales salvo el Taller
de Transformación Barrial radicado en la comunidad que requiere de
reflexión aparte.
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EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES
La experiencia del Taller ha sido buenísima, maravillosa, incluso le he comentado a amistades mías, a amiguitas mías de lo bien
que uno se siente, que es una horita, pero de lo bien que uno se
siente, te abre el pensamiento, piensas y analizas. (Entrevista 13)
De mucho, cómo decirte, me está ayudando a muchas ideas que
yo tenía, que no eran factibles para mí ¿entiendes? Porque a veces
nosotras mismas llegamos a un punto que nos sentimos por debajo y no, tenemos que sentirnos nosotras mismas, la autoestima
de nosotros, que nosotras solas sí podemos. (Entrevista 15)
Si, como no. Desde el Taller siempre hemos recibido mucho
apoyo, en el taller siempre nos apoyamos, cuando tenemos problemas, cuando estamos enfermos, etc. Nos ayudamos, nos entendemos y no nos criticamos, y eso es bueno porque cuando
alguna tiene problemas nos ayudamos. (Entrevista 4)
Al referirse al papel del TTIB en la atención a la problemática de
la violencia las percepciones de las mujeres varían en correspondencia con las especificidades de los TTIB estudiados. Las que
pertenecen a los Talleres que han desarrollado algunas iniciativas
específicas en la atención y la prevención de la violencia contra las
mujeres (El Canal, Alamar Playa y Los Angeles) y logran acceder
a ellas tienen nociones más positivas sobre la utilidad de las acciones que allí se llevan a cabo que las de sus congéneres del resto
de los Talleres, aunque cabe la salvedad que en el caso del Taller
de Pogolotti, donde funciona un grupo de autoestima femenina y
sus coordinadoras están adecuadamente preparadas y realizan su
labor con perspectiva de género, las mujeres que se han vinculado
al mismo lo han asumido como una experiencia trascendente que
les ha ayudado a valorarse a sí mismas y a adquirir herramientas
para lidiar con la situación de maltrato.
Una parte importante de las entrevistadas desconoce o tienen
una noción bastante vaga sobre el papel del Taller en la atención a la
violencia de género y las posibilidades efectivas de brindarles ayuda.
Tampoco han recibido el acercamiento a ellas de los actores sociales
que pueden ofrecerles información o asistencia. Llama la atención que
las diversas acciones de capacitación, divulgación y concienciación
que en los distintos espacios comunitarios se desarrollan en torno a la
problemática de la violencia, no llegan a las víctimas, aunque puedan
incidir indirectamente en la prevención de esta problemática social a
nivel barrial y familiar. No se ha logrado derribar el muro tras el cual
están quienes más necesitan esas acciones.
88
Clotilde Proveyer Cervantes
No, incluso yo llegué a pensar que aquí en Cuba nadie estaba
haciendo nada por la No Violencia. Entonces hice estas cosas
para ayudar en algo, pues con tanta violencia que hay se hace
muy poco. Después me enteré que desde aquí desde la Casa Comunitaria se estaba haciendo algo, pero allá abajo (se refiere a la
zona del Canal) nadie sabe nada de eso, pues cuando les hablo
nadie me dice que conoce de esas acciones, nadie sabe que se
hace nada. (Entrevista 20)
Sin embargo, aquellas que han logrado participar en dichas acciones
del Taller lo identifican como un vínculo importante y cercano a su
vida cotidiana, que les ofrece herramientas para lidiar con la violencia
y para su crecimiento personal, (autonomía, autoestima, apoyo, autorreflexión, desculpabilización).
He aprendido mucho del Taller y de la vida. Yo estoy insertada
en el proyecto de la No Violencia de la Zona 26, a través de mi
grupo de teatro. (Entrevista 22)
Tengo tres personas de la tercera edad que al principio eran el
aceite y el vinagre con los niños. Y hoy en día de lo mejor, se
relacionan, intercambian criterios, las personas mayores han
cambiado y los niños también, la actitud, recíprocamente han
cambiado. Todos los días tengo una experiencia nueva. Mira el
lunes hicimos los 15 de una niña, que es la mayor de los adolescentes del grupo, y fueron mis adultos mayores a los 15, y
no hubo nadie que se riera de la viejita, ni de esto, ni de otro.
Y se compartió de una forma tan bonita que parecíamos uno.
(Entrevista 19)
En algunas de las participantes en las diferentes actividades y en los
grupos de autoestima, éstas se han convertido en una importante red
de apoyo que las ayuda a no tener temor ni vergüenza para narrar sus
historias. En esos casos la noción de víctimas cambió radicalmente,
ayudándolas a ver el problema de la violencia desde una óptica cultural. Ello evidencia que el potencial de la red social no sólo radica en
su entramado, sino incluso en la percepción que la persona conforma
cuando siente que el entorno le es favorable. Cuando ellas sienten apoyo el proceso de concientización y búsqueda de los recursos sociales e
institucionales para dar solución a su problema, es más efectivo.
Las mujeres entrevistadas que han tenido la posibilidad de recurrir a la atención que de distintas maneras brindan los Talleres que
han desarrollado iniciativas en el trabajo de atención al problema de
la violencia, muestran signos claros de empoderamiento y más clari-
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EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES
dad en la posibilidad de buscar una solución alternativa al maltrato
que padecen.
En las entrevistas a las maltratadas hay percepción de que el
Taller llegó tarde a sus vidas, pues algunas de ellas han establecido el
contacto con el mismo a luego de haber vivido enormes traumas y sufrimientos a causa de la violencia. Por ello es imprescindible lograr que el
Taller llegue a tiempo a los miembros de la comunidad. Hay que invertir
las reglas de su funcionamiento y salir en busca de los necesitados para
garantizar que las víctimas se conviertan en protagonistas del quehacer
de la actividad del taller. Ellas han desplegado un sinnúmero de demandas sobre las acciones que deben realizarse en los Talleres para ayudar
a las víctimas de violencia. Las necesidades sentidas se expresan en la
necesidad de mayor divulgación de las actividades que allí se realizan,
así como sobre los derechos y la protección legal que brinda el Estado
y muchas desconocen, sobre los servicios de atención y/o apoyo. Requieren conocimientos, información, realización de Talleres grupales,
video- debates, espacios de asesoría y orientación legal, laboral, etc.
Se podría decir entonces que existe una contradicción entre lo
que se promueve a través de las leyes, de las oportunidades y derechos
adquiridos en la práctica social revolucionaria, del trabajo de las instituciones y lo que aun muchas mujeres a nivel de conciencia tienen
incorporado. Por esto es tan importante perfeccionar el trabajo para
visibilizar e ilegitimar el problema, identificar a los maltratadores,
trabajar directamente con las mujeres aunque no presenten síntomas
visibles de maltrato. Las instituciones no solo deben hacer un trabajo
de divulgación o prevención, sino que deben ir más allá, utilizando
todos los factores posibles para deconstruir esta realidad en la que las
prácticas violentas son aceptadas como parte de la relación de pareja.
Es necesario trabajar en y por la comunidad, llevar las acciones
a los espacios de intervención, implicando a los actores que tienen la
obligación de atender a las víctimas desde su accionar institucional u
organizacional, no como un paliativo que entretiene, sino con acciones
concretas que favorezcan el empoderamiento de las mujeres.
2.2.2 PAPEL DE LOS ACTORES LOCALES
Para cumplimentar el análisis sobre los procesos de intervención que se
llevan a cabo con mujeres maltratadas en el grupo de TTIB seleccionados y para evaluar el papel que en ellos desempeñan los actores locales
implicados, llevamos a cabo inicialmente un estudio exploratorio en los
mismos, para lo cual se efectuaron visitas de trabajo de coordinación
en los 6 TTIB incluidos en el estudio. En los mismos se sostuvieron entrevistas con los líderes barriales y los coordinadores de los TTIB para
explicar los objetivos y las acciones previstas en el proyecto y coordinar
90
Clotilde Proveyer Cervantes
el cronograma a seguir en cada uno. También se revisó en cada TTIB
los documentos que dieran cuenta de las acciones llevadas a cabo en la
atención de la violencia, las normativas que guían su trabajo, las memorias de acciones llevadas a cabo, entre otras.
En esa exploración trabajamos para conformar una aproximación inicial sobre la situación en cada uno de ellos respecto a antecedentes de trabajo sobre el problema objeto de la investigación
(proyectos realizados o en curso, diagnósticos realizados, capacitaciones, actividades en la Jornada de la No violencia, evaluaciones,
expectativas, necesidades identificadas y la realización de una matriz
DAFO) las cuales constituyeron el punto de partida para el desarrollo
del proyecto de investigación y para elaborar la estrategia a seguir en
cada uno de ellos. (En los anexos se adjuntan algunas desgrabaciones
de las entrevistas a los líderes comunitarios y los materiales más importantes que fueron consultados).
En esa primera fase de indagación constatamos un grupo de elementos que sirvieron de base para las fases ulteriores del estudio. De
manera sintética los principales resultados fueron los siguientes:
-- La constatación del papel de los TTIB como entidad idónea para
el trabajo de atención a la problemática de la violencia de género
en las condiciones de Cuba. Ellos con su trabajo a favor de la No
Violencia constituyen una iniciativa que debe divulgarse y socializarse como modelo que puede replicarse en otros escenarios
municipales y provinciales del país.
-- La constatación de que cuando existe conciencia de la existencia
de la violencia de género como problema social y voluntad para
desmontarla como parte de responsabilidad de la comunidad,
identificación de las potencialidades y fortalezas de la comunidad y de sus miembros para poner en funcionamientos las redes
sociales de apoyo y la comprensión de la necesidad de capacitación específica para atender el problema, es posible realizar el
proceso en la base.
- - Un elemento que llama la atención se refiere a la inexistencia
de diferencias notables en los resultados del trabajo a favor
de la No Violencia contra las mujeres, entre los TTIB que
afirman tener iniciativas específicas de trabajo y los que no
las tienen. En general se realizan diversas actividades que tributan al mismo, pero falta un programa coherente de acción
para atender este problema social en todos los TTIB estudiados. La mayor diferencia radica en la cantidad de acciones
llevadas a cabo.
91
EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES
-- Otro aspecto significativo que afloró en esta etapa inicial del estudio radica en la convicción que poseen los líderes de los TTIB
sobre la existencia de violencia de género en la comunidad en
sus distintas manifestaciones y aunque en menor medida, existe
comprensión de la violencia como problema social que requiere de intervención especializada. Este elemento posee enorme trascendencia si se tiene en cuenta que no puede dejarse la
concientización social solamente a los equipos de intervención
profesionales, ni puede recaer solo sobre las espaldas de los intervinientes directos. Es una tarea lenta y titánica como para
resolver por sí solos, pues ella requiere de la de mediación social
en la comunidad y de los actores que la integran.
-- Se pudo constatar que en todos los Talleres de Transformación
visitados hay acciones diversas de sensibilización, capacitación,
divulgación y espacios de socialización creados, a favor de la No
violencia contra las mujeres. Estas acciones en la mayoría de los
casos no son sistemáticas ni resultado de estrategias coherentemente pautadas y no es posible definirlas de manera rotunda
como acciones de intervención. Incluso en aquellos Talleres que
fueron seleccionados por ser pioneros en dichas acciones no se
constató un programa de intervención, sino un conjunto disperso
de actividades que tributan a ese objetivo.
-- En todas las entrevistas realizadas a los líderes de los Talleres se
muestra el compromiso de trabajo para atender los problemas
de violencia social en general y la violencia de género en particular. También se constata que casi todos han recibido diferentes
capacitaciones sobre violencia de género a través de las acciones
que en esta materia realiza el Centro de Reflexión y Diálogo “Oscar Arnulfo Romero” y otras instituciones y ONGs que abordan
la problemática, ya sea mediante talleres, cursos o Diplomados.
-- En materia de capacitación no hay una concepción elaborada,
pues esta se realiza cada vez que existe la oportunidad. Un resultado de ese quehacer es que se capacitan a grupos que se pierden
con el tiempo porque no hay continuidad ni objetivos diseñados
para formar multiplicadores. De ahí que sea necesario crear un
equipo de personas que se capaciten sistemáticamente y sean los
responsables de multiplicar a sus iguales.
-- Se evidencia que hay TTIB que tienen más clara la estrategia a
seguir y han desarrollado iniciativas más pertinentes, sin embargo, esta concepción no predomina en el quehacer de la mayoría
de los Talleres visitados. Tal es el caso de Alamar Este y Los
92
Clotilde Proveyer Cervantes
Ángeles, los cuales han logrado mejores resultados. En todos los
TTIB estudiados se confirma que las acciones realizadas no están suficientemente articuladas, pues son dispersas e inconexas.
Siempre parece que se está empezando de cero. Las memorias de
acciones previas son muy escasas y no se constata un adecuado
uso de esos aprendizajes.
-- En todos los Talleres (TTIB) en estudio se realizan diferentes
Proyectos conexos al tema de la violencia de género o tributan
al trabajo frente a este problema, pero en solo 2 TTIB (Proyecto
“Buró Informativo” en el Canal y Proyecto “Renacer” en Zamora- Coco Solo) hay proyectos que tienen como centro la atención
a esta problemática.
-- Se constató la realización de diagnósticos sociales en los mismos,
pero no realizados especialmente para conocer la situación de la
violencia de género, sino las problemáticas sociales que más afectan las localidades. Sin embargo, en casi todos esos diagnósticos
se detectan problemas de violencia intrafamiliar y de género. El
hecho de que casi todos se realizan sin el adecuado enfoque de
género sesga los resultados de tales levantamientos, lleva a subregistros y se pierden las especificidades de este problema, pues
el mismo está naturalizado en la cotidianidad de las relaciones
sociales de las personas. La detección de los problemas de violencia de género que se realiza es muy elemental, y no distingue
entre las causas las desigualdades de género y el desequilibrio de
poder en las parejas.
-- Por otra parte, no obtuvimos evidencias de la utilización eficiente
del resultado de dichos diagnósticos de manera que sirvan de
guía para el diseño de estrategias de acción, las cuales son muy
útiles cuando recogen las necesidades concretas del radio de acción del Taller de Transformación.
-- Un dato interesante fue la constatación de la creación de Grupos
Gestores para la coordinación de las acciones de atención y prevención de la violencia de género en la comunidad, en los TTIB
con iniciativas de trabajo pautadas. Los grupos Gestores están
integrados por actores claves de la comunidad, tales como: representantes de instituciones da salud y educación, de la PNR, de la
FMC, trabajadores sociales, delegados de circunscripción, especialistas del Taller y/o de instituciones de investigación enclavadas en
el municipio, líderes informales, etc. En esa exploración inicial no
fue posible profundizar en el trabajo de dichos grupos, por carecer
de memorias o documentos normativos de su quehacer.
93
EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES
-- Un aspecto que incide negativamente en el trabajo de atención radica en que no existe un responsable de atender el trabajo de violencia, o no está bien delimitado, por ejemplo, Zamora, Alamar
Este, Los Ángeles y Pogolotti. En los distintos TTIB visitados la
coordinación de las actividades para la atención de la problemática de la violencia recaen en diferentes personas, de acuerdo a la
importancia que posea la actividad para el colectivo del Taller, lo
cual genera dispersión en el logro de los objetivos.
-- Como resultado del trabajo de los TTIB en esta materia, se han
incorporado a las acciones de los mismos, personas que son líderes naturales y que trabajaban a favor de la no violencia, aunque
la mayoría lo hace de forma aislada o esporádica.
-- Se evidenció en prácticamente todos los TTIB la concertación de
acciones con los actores locales para la celebración de la Jornada Nacional por la No violencia contra las mujeres, de manera
sistemática en los últimos años. Se puede afirmar que el grueso
de las actividades que en los TTIB se realizan de manera más
masiva están concentrados en el período anual de la Jornada por
la No Violencia.
Una vez concluida esta primera fase se procedió a diseñar las técnicas que se aplicaron ulteriormente, teniendo en cuenta la necesidad
de profundizar en los distintos aspectos identificados y tratando de
caracterizar el papel que realizan los diferentes actores que integran las
redes sociales comunitarias en el proceso de ayuda a las víctimas de la
violencia, así como los mecanismos de articulación entre las distintas
instituciones y organizaciones.
Se diseñó un conjunto de técnicas tanto individuales como colectivas. Ellas fueron: la encuesta a actores locales de dos TTIB (Alamar
Playa y Zamora- Coco Solo) y la entrevista en profundidad a actores
claves en Alamar Playa, así como algunas técnicas grupales: 2 videos
debates de documentales cubanos que abordan el problema de la violencia contra las mujeres (“La deseada justicia” y “Palimpsesto”) con
actores locales de las instituciones del barrio en los TTIB de Zamora
coco-solo y Alamar Este, la técnica del Marciano en el Taller de Pogolotti para explorar la percepción de las personas participantes acerca
de la violencia en esta comunidad y sus conocimientos en torno a las
acciones que se establecen en ella, un “Encuentro intergeneracional de
mujeres” en el Taller de Los Ángeles para conocer las manifestaciones
de violencia presentes en el barrio, las necesidades identificadas y los
tipos de apoyo que se brindan en la comunidad, un Taller grupal con
representantes de instituciones de la localidad en el TTIB de “El Canal”
94
Clotilde Proveyer Cervantes
titulado “Dibujando mi realidad”. La diversidad de técnicas obedeció al
interés por lograr distintos acercamientos a nuestro objeto de estudio
y ampliar la gama de respuestas a las interrogantes planteadas. También obedeció a las particularidades de cada realidad detectada en los
encuentros preliminares con los grupos de trabajo, donde se exploró
acerca de cuáles técnicas funcionan y cuáles no.
El proceso participativo que tuvo lugar mediante la aplicación de
las técnicas antes referidas reunió un grupo numeroso de actores representantes de las distintas instituciones enclavadas en los territorios
estudiados, así como de líderes informales de los mismos. La experiencia grupal no solo permitió la recolección de abundante información
sobre nuestro objeto de estudio, sino que cumplió además la función
de ampliar la sensibilización sobre la importancia de la atención al
problema social de la violencia de género y coadyuvó al compromiso
más consciente sobre la responsabilidad de la comunidad de brindar
apoyo a las víctimas de la violencia, todo lo cual constituye uno de los
resultados más significativos de este esfuerzo, pues la visibilización del
fenómeno y la toma de conciencia sobre la responsabilidad social de
su atención constituyen el primer paso en el empeño de su desmontaje.
Para adentrarnos en el análisis de los resultados de todos los
instrumentos aplicados, lo hicimos basándonos en los hallazgos de
las entrevistas a las mujeres maltratadas e intentando contrastar sus
puntos de vista sobre el papel de las redes y los actores de su entorno
inmediato. En ese sentido un primer apunte está relacionado con la
sensación de falta de apoyo que refieren casi todas las entrevistadas
y la demanda del mismo como un reclamo unánime para adquirir la
validación y el impulso necesario que supone romper un vínculo que
lacera su autonomía, pero ¿cómo lo conciben y lo ejecutan quienes en
su entorno inmediato tienen esa responsabilidad?
Esos cuestionamientos nos llevan a reconocer la importancia de
mover el objeto de estudio más allá de la mujer violentada a las relaciones que se establecen entre las personas que afectan y están afectadas
por la violencia, así como los que son espectadores de esas relaciones
violentas y quienes intentan ofrecer algún tipo de apoyo, pues ellos están interrelacionados entre sí como parte de un sistema de relaciones
más amplio. Las personas que sufren violencia no están desconectadas,
ni del entorno, ni de otros sistemas, que se dan y se retroalimentan incidiendo en la situación, como la familia de los involucrados y también
la propia comunidad.
En el plano teórico de análisis sobre el problema de la violencia
de género, al evaluar el contexto de las víctimas hay acuerdo en reconocer como imprescindible el acercamiento a las historias personales
de las mujeres maltratadas y sus vínculos con las redes sociales más
95
EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES
cercanas y con las redes comunitarias en que se desarrollan, así como
las limitaciones y fortalezas que poseen para hacer frente al problema
una vez que están inmersas en el círculo de la violencia.
Llama la atención el reconocimiento que hacen los actores sociales entrevistados de la existencia de manifestaciones de violencia en las
relaciones de pareja y en las familias con frecuencia bastante cotidiana
en el ámbito de la comunidad. También constatamos un reconocimiento explícito a la violencia como conducta que se reproduce mediante
aprendizajes sociales y que se convierte en una cadena sin fin que afecta
a hijos y otros familiares y a la propia víctima. Sin dudas, esta incipiente visibilización es resultado de los procesos que el accionar de los TTIB
han llevado a cabo en los últimos años, aun cuando ellos no tengan
implícita todavía una respuesta efectiva de atención.
En los debates colectivos que propiciaron las técnicas aplicadas
fue muy evidente, no solo el reconocimiento explícito de la existencia de
violencia, sino también el reconocimiento y la exposición de situaciones
de violencia vividas por los propios entrevistados o por personas cercanas en su radio de acción, así como el reconocimiento de la condición de
victimarios que en ocasiones no habían sido concientizadas previamente. También se hizo explicita la necesidad de hacer algo y sus deseos de
involucrarse en las actividades para poner freno a la violencia de género
en la comunidad. Estas narraciones son una evidencia de la necesidad
de hablar cuando se reconoce que la violencia no es un problema privado. En este sentido es interesante constatar el reconocimiento realizado
por los participantes de estas dinámicas acerca de la existencia de violencia “tapada” como problema privado, y de otras formas de violencia
contra niños, ancianos y violencia social en la comunidad, que es difícil
extrapolar, pues es parte de un contexto social donde se da la violencia.
Muy significativo resultó el reconocimiento que afloró en esas
dinámicas sobre el papel de las redes sociales cercanas en el apoyo a
las víctimas o su conversión en obstáculo cuando conminan a la mujer
a soportar el maltrato en nombre del amor o del deber ser femenino o
cuando se desentienden del asunto por considerarlo ajeno a su responsabilidad porque se concibe como problema privado.
En el ámbito de investigación de la violencia contra las mujeres,
se ha resaltado, al hablar del contexto, que este puede mostrarse indiferente, o haber normalizado la existencia del fenómeno como algo típico
del lugar, lo cual se corresponde con las concepciones que prevalecen
en el imaginario de las personas que integran estos TTIB. Sin embargo,
al colocar un agente de cambio y de visibilización del acontecer diario
(primero como problema y luego como un problema susceptible de ser
transformado) como se propone el Taller de Transformación Integral,
impacta en sus habitantes de varias formas, una de ellas es que los in-
96
Clotilde Proveyer Cervantes
vita a realizar un proceso de autoreflexión para el cual no estaban preparados porque difícilmente lo habían realizado antes, (en los términos
que se proponen). De manera tal que una de las primeras tareas que se
han llevado a efecto es la de mostrarles de qué se trata cuando se habla
de violencia de género, para propiciar que puedan reconocerse o no en
ella. Aquí encontramos una de las indiscutibles fortalezas del trabajo
de los TTIB en materia de atención a la problemática de la violencia de
género. El proceso de concienciación en marcha es un hecho irreversible que dará sus frutos a mediano plazo.
A pesar de los resultados con talleres de sensibilización, existe un
grupo mayoritario, todavía, de mujeres afectadas que eligen no acceder
a estos espacios. Por ello fue importante en términos metodológicos
indagar no solo por qué ellas eligen no acceder, sino también cómo
conciben los actores locales de las instituciones este proceso. Ellas no
acceden por los motivos antes descritos relacionados con la vergüenza,
el temor y el desconocimiento de sus derechos y de las instituciones
y/o personas que pueden y están en el deber de apoyarlas o ayudarlas
a hacer frente a tan deleznables actos, pero al evaluar este tópico con
los actores locales representantes de las más importantes instituciones
y organizaciones vinculadas al trabajo del Taller, en la temática de violencia se hace evidente que existe desconocimiento por su parte sobre
los reclamos y necesidades de las mujeres afectadas. La atención brindada a las beneficiarias no se ha asumido en todos los casos con una
perspectiva de género ni con los saberes específicos que este problema
reclama y en ocasiones se refuerza el esquema hegemónico patriarcal,
de dominio masculino. Por lo tanto es necesario permitir un giro, un
nuevo paradigma de atención profesional que contemple la perspectiva
de género y el compromiso consciente con esta labor.
Asimismo, tanto en el análisis de las explicaciones que brindan
las mujeres entrevistadas como entre los distintos representantes, hubo
acuerdo en que hay poca búsqueda de ayuda porque, entre otras cosas,
se desconoce aún entre muchos de los miembros de la comunidad las
tareas que se desempeñan en los TTIB y de manera general cuando las
personas llegan no lo hacen buscando apoyo a la violencia que enfrentan. Este dato apoya lo encontrado en el presente estudio, en el sentido
de que falta información y divulgación de lo que hace el Taller de Transformación al respecto y otras instituciones.
Cuando se revisan las razones de las personas que sí eligen participar encontramos diversos móviles que no tenían que ver con la convocatoria que se les hacía para que accedieran a presentar sus vivencias,
sino porque los animaba la posibilidad de resolver problemas de vivienda o quejarse de otras instituciones, y también de alguna manera para
desahogarse con alguna persona diferente de las ya conocidas en su
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EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES
entorno. No puede obviarse que la imagen de los TTIB se asocia fundamentalmente con el objeto social de transformación de las condiciones
de vida del barrio y la problemática de la violencia ha estado naturalizada en el imaginario colectivo históricamente. Ahora bien, cuando
las mujeres logran vincularse a las acciones del Taller, este se convierte
en un vínculo importante y cercano a su vida cotidiana pues al participar de alguna de las iniciativas que en materia de violencia de género
allí se realizan, les ofrece herramientas para lidiar con ella y para su
crecimiento personal, (autonomía, autoestima, apoyo, auto reflexión,
desculpabilización) como se evidencia en las entrevistas a las mujeres
que forman parte de este estudio.
Por otra parte, resulta relevante que las diversas acciones de capacitación, divulgación y concienciación que en distintos espacios e
instituciones se desarrollan en torno a la problemática de la violencia
no llegan todavía de manera efectiva a las víctimas. No se ha logrado
derribar el muro tras el cual están quienes más necesitan esas acciones,
a pesar de constatarse un cierto número de personas en las comunidades que se acercan a líderes grupales, autoridades locales, personal
de salud especializado, entre otros, a solicitar ayuda cuando han sido
víctimas de violencia o a denunciar hechos violentos acontecidos en
su radio de acción. Sería recomendable en este caso invertir la lógica
del funcionamiento y desplazar las acciones de este tipo a allí donde
pueden ser más efectivas.
Otro aspecto a resaltar de nuestros hallazgos son las lagunas
que persisten entre los líderes y representantes de organizaciones e
instituciones, en cuanto al reconocimiento de la realidad que viven las
personas afectadas por la violencia de género. Funcionan aun en ellos
muchos de los mitos y estereotipos tradicionales sobre la existencia de
determinado tipo de mujeres que soporta el maltrato y sobre las causas
que la genera. En estas dinámicas grupales constatamos también que
los hombres ofrecen resistencias al trabajo grupal y en ocasiones les resulta difícil socializar experiencias y emociones. Empero, cabe señalar
que se constata un aumento de personas, grupos comunitarios, instituciones y organizaciones comprometidas e involucradas en el abordaje
de problemas relacionados con el género, la violencia de género e intrafamiliar y las masculinidades. Sin embargo, en el TTIB que ha incluido
la iniciativa del taller de masculinidades se evidencia un mayor proceso
de concienciación sobre lo dañina que resulta la masculinidad violenta
y los valores que lleva asociados, no solo para las víctimas femeninas,
sino para los propios hombres.
Al analizar el papel de las redes sociales que actúan en la comunidad y la interconexión entre los actores que la componen, es imprescindible destacar como una premisa básica, que se desprende de
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Clotilde Proveyer Cervantes
los análisis efectuados en este estudio, la importancia de la labor de
los TTIB en materia de atención a la violencia de género, aunque la
misma no alcance aún los niveles necesarios para un trabajo eficiente en la atención y prevención de este problema social. El intento de
los TTIB por articular acciones entre el nivel local-barrial y las instituciones y organismos especializados tanto a nivel municipal como
en otras instancias ha venido a llenar un vacío en el trabajo en este
campo, ya que las instituciones municipales, provinciales y/o nacionales usualmente se quedan en las instancias macro sociales y no se
vinculan de manera coherente y sistemática con los actores locales
que en las comunidades desarrollan el trabajo con los grupos vulnerables y las víctimas de la violencia. Los espacios grupales para la
labor comunitaria ameritan especial importancia. Desde los propios
recursos de la comunidad, de sus propios códigos, valores y costumbres, se releen situaciones, intercambian puntos de vistas e identifican
potencialidades para su enfrentamiento crítico. Es un espacio para
demostrar que con unidad se pueden alcanzar quimeras y utopías.
En este aspecto es válido apuntar un elemento que el análisis de los
resultados puso en evidencia, se trata de la importancia decisiva que ha
tenido el apoyo llevado a cabo por el Grupo de Reflexión y Solidaridad
“Oscar Arnulfo Romero” (OAR) para el impulso y la concreción de actividades a favor de la No violencia que se realizan en los distintos TTIB.
El Centro es reconocido como pionero en el vínculo con las comunidades a través de los TTIB para este trabajo en el país.
En la presente indagación al interactuar con los integrantes de
las distintas redes de la localidad, hay varios aspectos que han sido
reveladores de los vacios que aun tenemos en la atención a quienes viven cotidianamente la tragedia de la violencia de género y el papel que
en ello juegan las redes sociales del entorno comunitario. Uno de ellos
está relacionado con el interés mostrado por los actores de las distintas
instituciones, encargados de contribuir a su atención y prevención, pero
sin nociones claras de cómo hacerlo. La mayoría de los actores de las
instituciones responsabilizadas con esta gestión muestran desconocimiento y falta de preparación sobre la misma como problema social
que requiere ser atendido no de manera espontánea y/o casual, sino
con herramientas adecuadas y saberes específicos. Faltan estrategias
de acción, incluso en un nivel a corto plazo que permitan planear, determinar y coordinar las actividades operativas.
Al evaluar el aspecto relacionado con las formas y mecanismos
a través de los cuales se pueden articular las instituciones y organizaciones para realizar un trabajo conjunto en la temática de la violencia de género, constatamos que existe desconocimiento sobre las
vías mediante las cuales lograr dicha articulación. En sus respuestas
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EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES
refieren una gran variedad de actividades, algunas no relacionadas directamente con el problema en cuestión, pero pocas acciones comunes
coordinadas entre ellos para operar en un mismo territorio, dando idea
de fragmentación, trabajo difuso y disgregado. En muchos casos podemos hablar de un desencuentro entre los principales componentes del
trabajo comunitario en relación con la atención a la violencia de género
o de encuentros condicionados principalmente por la Jornada Nacional
contra la violencia hacia las mujeres. La afirmación anterior se apoya
en la información ofrecida tanto en las encuestas y entrevistas como en
las dinámicas grupales.
Al intentar conocer los mecanismos de articulación que utilizan,
el más citado por los representantes de las instituciones fue el de las reuniones, pero su contenido no siempre refleja la coordinación de acciones ni la formulación de objetivos para la acción en esta materia. Otra
forma de vincularse que es más indirecta porque no tributa la coordinación, sino la preparación para el ejercicio del trabajo de atención, es
la que se establece a través de los distintos espacios de capacitación o
formación en donde participan estas instituciones.
Otro aspecto a resaltar de lo identificado en el estudio, se refiere
no solo a la carencia de una adecuada y posible coordinación intersectorial a nivel local, sino entre este nivel y las que se derivan de las
recomendaciones del Grupo Nacional para la Atención y la Prevención
de la Violencia Intrafamiliar. No hubo referencias, ni se muestran conocimientos sobre las normativas nacionales, por parte de la mayoría
de los actores locales. Aquí es válido destacar lo que apuntó la coordinadora del grupo Nacional en la entrevista efectuada en el marco de
esta investigación, en cuanto a que el Grupo no tiene normativas específicas de carácter vinculante que obliguen a los organismos del Estado
a pautar acciones en todos los niveles, pues sus propuestas funcionan
como recomendaciones para la acción. Sin embargo, si en el quehacer
de los TTIB el problema de la violencia ha sido incluido en su agenda
y se realizan acciones de capacitación, sensibilización y otras, se debe
en primer lugar a que el Grupo Nacional colocó el mismo en la agenda
pública del país y convocó, por indicación gubernamental, a todos los
organismos e instituciones que les compete a incluir en sus respectivos
objetivos de actuación la atención y la prevención de este mal social.
Aquí encontramos uno de los puntos vulnerables del vínculo interinstitucional: la falta de una estrategia nacional que defina, coordine, dé
seguimiento y evalúe un conjunto de acciones planificadas sistemáticamente, para lograr un trabajo coherente e interconectado desde el nivel
nacional hasta el local.
Cuando evaluamos el reconocimiento que tienen las distintas
instituciones y organizaciones, entre los miembros de la comunidad,
100
Clotilde Proveyer Cervantes
por su gestión en relación con la violencia de género, se pueden realizar varias lecturas. Una de ellas se refiere a la expresada por algunos
actores y vecinos al focalizar la atención a este problema como un
problema de mujeres que debe ser atendido por la FMC a través de las
Casas de Orientación de la Mujer y la Familia o como un problema
de salud que compete a ese sector y apuntando a la vez como insuficiente su quehacer para materializar su acometido. Otras lecturas
están referidas al papel que está jugando el TTIB en el intento por
nuclear las distintas instituciones y organizaciones de la localidad en
las acciones a favor de la No violencia e implicar a la comunidad en
ese empeño. Hay evidencias de que cuando el Taller tiene acciones más
coordinadas y metódicas sobre violencia, hay más búsqueda de ayuda
y mejor trabajo de las instituciones. Por ejemplo, se ha logrado en algunos Talleres de Transformación como el de Alamar Este una mejor
coordinación con la PNR y participación de los jefes de sector en los
grupos gestores para el trabajo de atención y prevención. En otros
casos, cuando hay un vínculo estable con la Comisión de Prevención
y Atención Social se logra atender más adecuadamente casos críticos
de violencia que llegan a ese espacio de concertación.
En algunas de las actividades grupales realizadas se constató
la dispersión de objetivos y la poca claridad sobre los deberes y las
posibilidades que tienen algunas instituciones con el encargo social
expedito de la violencia de género. En ocasiones los representantes de
unas instituciones descalificaron las acciones de otras o intentaron
mostrar como válidos el quehacer de las suyas, pero dichos debates
confirmaron las carencias que todas poseen en la comprensión y el
tratamiento del problema.
La postura antes descrita muestra cómo las respuestas sobre la
articulación entre las distintas instituciones giran en torno al deber
ser del funcionamiento de las redes sociales cercanas a las víctimas,
pero en la apreciación de los representantes de las instituciones quedan omisas las implicaciones de la coordinación interinstitucional y
algunas instituciones que no pueden ser desestimadas en el proceso de
ayuda a las víctimas. Tal es el caso de los administradores de justicia
que no fueron reconocidos parte de los responsables de esta atención,
algo similar sucede con la institución escolar, pues aunque fue reconocida en algunas dinámicas no se tuvo en cuenta con todo el peso que
le concierne en la labor de atención y prevención, lo mismo ocurre con
los trabajadores sociales, lo que puede estar ocasionado por la falta de
cultura sobre el papel clave de esta profesión en el país o su deformación
por un uso inadecuado de sus profesionales en determinados momentos. Los organismos e instituciones que fueron reconocidos como responsables de esta gestión fueron en general: los TTIB, La FMC, el sector
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EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES
salud, la PNR, la Comisión de Prevención Social y en menor medida los
trabajadores sociales, los CDR, los órganos locales del Poder Popular.
Estos resultados indican que se requiere un esfuerzo articulador organizado y un perfeccionamiento de la concepción con la que este trabajo
se lleva a cabo, pues el mismo pierde relevancia al ser muy difícil constatar su alcance. No fue posible obtener información que permita acceder
a fuentes de verificación sobre los impactos. Por ej: sobre la cantidad de
mujeres informadas y sensibilizadas, cuántas de ellas han buscado ayuda?
Qué control o constancia tienen los actores locales que coordinan la tarea
en los TTIB sobre los cambios operados en su radio de acción? Cómo se
constata en el trabajo efectuado con la PNR las acciones para hacer más
efectiva la atención a las víctimas de violencia? Estas y otras interrogantes
pueden servir para plantearse objetivos más concretos para el futuro. Pero
ello no es óbice para consignar que la indagación ha permitido dar cuenta
del trabajo precursor que sobre atención y prevención realizan los TTIB a
nivel local, lo que ha posibilitado un vuelco significativo en las concepciones que la cultura patriarcal ha construido a lo largo de siglos, al iniciar un
proceso de visibilización y desnaturalización de la violencia de género en el
corazón mismo de la comunidad. Ello en sí mismo constituye un enorme
logro aun cuando solo está en la fase de despegue.
2.2.3 RECOMENDACIONES AL GRUPO NACIONAL PARA LA ATENCIÓN Y LA
PREVENCIÓN DE LA VIOLENCIA INTRAFAMILIAR
Los resultados del estudio hacen pertinentes un conjunto de recomendaciones al Grupo Nacional con el objetivo de aumentar los indiscutibles aciertos y perfeccionar el trabajo de atención y prevención que de
manera pionera ha liderado en el país.
-- Teniendo en cuenta que la mayor debilidad del trabajo del Grupo
Nacional en el proceso de atención y prevención de la violencia
de género radica en que las acciones emanadas del mismo no se
concretan aun en planes de acción en todos los Organismos Centrales del Estado que están representados en él, se sugiere evaluar el Programa de Acompañamiento formulado en el presente
estudio, para incorporarlo a las propuestas del Grupo dirigidas
a las distintas instituciones que están encargadas de ejecutar y
monitorear la atención y la prevención en el ámbito comunitario.
-- Ampliar a través del Programa propuesto y de otras iniciativas de
control y monitoreo, los vínculos con los actores locales a nivel
provincial y municipal para ampliar la actividad de los actores e
instituciones encargados de la atención y la prevención de la violencia de género como una red formal de apoyo interconectada
en sus distintos niveles.
102
Clotilde Proveyer Cervantes
-- Sugerir a los representantes del Sistema Nacional de Prevención
Social en el Grupo Nacional, la conveniencia de ampliar la articulación de su trabajo con el de prevención de la violencia de género
en su ámbito de actuación local a través mecanismos específicos
de actuación en la problemática de la violencia de género.
-- Evaluar de manera particular la conveniencia de implementar y
acompañar desde la capacitación y formación especializada del
personal que trabajará en ellos, Servicios de Atención Especializados a las víctimas, en estrecha coordinación con los actores de
las localidades e incluir en ellos la propuesta de crear servicios
de consejería a través de una línea ayuda permanente.
-- Evaluar la conveniencia de implementar un Sistema de Monitoreo de acciones de prevención y atención a nivel nacional, para
medir la eficacia de las acciones realizadas y proponer nuevas
cuando corresponda.
2.3 PROPUESTA DE PROGRAMA DE ACOMPAÑAMIENTO A ACTORES
LOCALES PARA LA ATENCIÓN A LA VIOLENCIA DE GÉNERO.
Al analizar el papel de los actores sociales que en los TTIB estudiados
llevan a cabo las labores relacionadas con la atención a la violencia de género, constatamos que la misma no está guiada por acciones debidamente programadas y sustentadas en los saberes específicos necesarios para
conducir acciones de esta naturaleza. Si bien es cierto que muchos de los
líderes de los propios TTIB y otros muchos en la comunidad, ya sean ellos
formales o informales, han recibido diferentes tipos de capacitaciones,
pero no siempre con la profundidad ni la sistematicidad necesaria.
Es bien conocido por los especialistas que abordan esta materia
y por la experiencia práctica de quienes la ejecutan, que no es posible
atender y prevenir la violencia de género de manera adecuada y efectiva,
si las acciones no se guían por protocolos de acción coherentemente
formulados. Tal es el caso del grupo de TTIB que en la presente investigación han sido estudiados. En el diagnóstico realizado sobre las
manifestaciones de violencia y en la evaluación del papel de los actores sociales de los mismos, en la atención y prevención de la violencia
contra las mujeres, se constata la realización de un número diverso
de acciones encaminadas a ese fin, con mayor o menor éxito, pero sin
un programa que conduzca su actuación. Por esa razón nos hemos
propuesto contribuir en el loable y necesario empeño de quienes desde
esos espacios comunitarios llevan a cabo esa tarea. Para ello y tomando
como base los resultados de dicho diagnóstico hemos elaborado una
propuesta de Programa de Acompañamiento a esos actores locales, de
103
EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES
manera que pueda ser adaptado a las características específicas de cada
uno de ellos y facilitar el trabajo que allí se lleva a cabo.
En epígrafes anteriores se han descrito las características del tipo
de comunidades donde se crean los TTIB y el rol que los mismos han
desempeñado en la modificación del paisaje social de esos entornos comunitarios, pero queda claro, que la violencia de género no es un problema exclusivo de los mismos. Un problema que la cultura patriarcal se
ha encargado de naturalizar en el imaginario colectivo y en las prácticas
sociales intergenéricas se expresa de manera general en el país con todas
sus gamas y con las peculiaridades propias que adquiere en nuestra sociedad. De manera que el presente Programa puede resultar de utilidad
para ser aplicado en cualquier espacio social cubano puesto que el mismo
ha sido diseñado con suficiente flexibilidad, generalidad y teniendo en
cuenta las normativas más importantes para este tipo de actividad, de
manera que pueda funcionar como una guía para la acción.
No obstante, al formular el presente Programa hemos debido identificar y tratar de salvar los vacios relacionados con la articulación entre
las instituciones que intervienen o deberían intervenir en la problemática
de la violencia de género. Así mismo han sido tenidos en cuenta los avances que sin duda se han producido en materia de atención a la misma, lo
cual les otorga un enorme valor en términos de mayor conocimiento y
sensibilidad de los decidores y de la opinión pública frente al problema.
También han sido tenidos en cuenta la provisión existente de algunos
servicios para las mujeres que viven situaciones de violencia, pero tienen
la fragilidad propia de acciones de corto horizonte, que no se insertan
dentro de una estrategia más global, dirigida a abordar un problema,
que por su carácter multidimensional, requiere de la intervención de los
distintos actores sociales y de las instituciones implicadas.
Por una parte, los déficits de la estrategia nacional dirigida a
abordar la violencia de género desde el accionar interinstitucional concertado, y de otra, la falta de preparación específica de quienes tienen
la responsabilidad de llevar a vías de hecho la ejecución de las acciones para atender este problema social, no facilita la consolidación de
planes, programas y acuerdos intersectoriales que comprometan un
trabajo menos fragmentado y con la efectividad suficiente para llegar a
las víctimas que la padecen.
El Programa ha sido elaborado, con el objetivo fundamental de
propiciar que la intervención con las mujeres que están siendo o han
sido víctimas de violencia pueda ayudar al restablecimiento del control
sobre sus vidas y su autonomía personal, a la apropiación de sus historias y convertirse en sujetos portadores de cambio. Por ello, una de las
vertientes del mismo se propone trabajar para otorgarles el apoyo y las
herramientas para que puedan efectuar esa transformación. Para ello
104
Clotilde Proveyer Cervantes
se habrá de promover la comunicación y la mejor utilización de las redes de apoyo, familiares y sociales, que les brinden la orientación jurídica, la atención sanitaria, psicológica, social, afectiva o de cualquier otra
índole, para su recuperación y la ruptura con la situación de violencia
de género. De ahí la importancia del trabajo en red, la coordinación y
la colaboración entre los miembros de los servicios especializados en
la atención a mujeres víctimas de violencia de género.
Es de suma importancia que las víctimas conozcan sus derechos,
así como los procesos, los procedimientos a seguir y los recursos institucionales de apoyo de los que disponen. También es imprescindible que
los profesionales de la atención social, sanitaria, de emergencia, policial
o jurídica tengan la capacitación y formación plena y puedan guiarse
por protocolos de atención adecuados en correspondencia con las especificidades que requiere el tratamiento de esta problemática, para que
puedan ofrecer acompañamiento, derivación e intervención integral.
Se ha documentado a nivel internacional que es posible interrumpir el ciclo de la violencia y limitar el impacto sobre la salud y
la identidad de las mujeres, cuando reciben intervenciones adecuadas,
que permitan a las receptoras de violencia recuperar su capacidad de
autogestión para construir proyectos de vida sin violencia.
En el caso de la violencia de pareja, mientras más temprana y
oportuna es la intervención, menores serán los efectos en la salud y en
la capacidad de ellas para conducirse como sujetos.
Cuando las propias mujeres cuentan con una red social y familiar
de apoyo que les permite enfrentar el maltrato, no necesitan recurrir a
espacios institucionales; sin embargo, frecuentemente como resultado
del propio proceso de violencia e incluso de las falsas representaciones
que el círculo cercano de las víctimas tiene acerca del agresor y de la
postura de la mujer, es imprescindible la red social de apoyo que brindan las instituciones del entorno comunitario, porque la red cercana se
convierte en un obstáculo.
Es necesario, aunque no sea sencillo, desarrollar estrategias para
desactivar los mecanismos sociales que “enseñan” a los humanos a establecer relaciones asimétricas de poder basadas en el control de los más
fuertes y la subordinación de los más vulnerables, dígase, la dominación masculina y a resolver las diferencias de opinión y los conflictos a
través de la violencia y no a través de la negociación.
La búsqueda y aplicación de estrategias para alcanzar estos fines es
una responsabilidad compartida por todos los actores sociales y una diversidad de instituciones públicas, porque es un problema social en el que
intervienen múltiples factores: educativos, sociales, laborales, psicológicos,
y en consecuencia deben plantearse medidas integrales para su abordaje.
En conclusión, la respuesta a la violencia contra las mujeres, en este caso
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EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES
la que se ejerce en la relación de pareja en el contexto doméstico, debe provenir de la sociedad en su conjunto y debe ser abordada de forma integral.
Para ello es necesario establecer mecanismos de coordinación
y comunicación permanente entre todos los actores involucrados de
alguna manera en la atención a este problema. Así la coordinación interinstitucional de acciones, además de fortalecer la rectoría y ratificar el
ámbito de competencia de cada institución, permite establecer canales
eficientes de comunicación, evitar la duplicidad de funciones, incidir
en el abordaje de esta problemática desde sus distintos determinantes,
y en consecuencia, la optimización de los recursos destinados a ello.
La coordinación interinstitucional significa entre instituciones,
es por lo tanto un espacio que se abre entre ellas. Un espacio nuevo de
encuentro e intercambio, que no será patrimonio hegemónico de ninguna de las que lo conformen. El trabajo interinstitucional implica conocer los métodos, procedimientos y conceptos sustentados por las otras
instituciones para facilitar el consenso que permita una respuesta integral, sin desdibujar para ello el rol que cada referente debe conservar.
Esta modalidad implica un intenso intercambio y comunicación, condición imprescindible para el trabajo con fenómenos violentos. Pero
difícilmente se logren estos objetivos en la medida que no se haya
instalado el compromiso con la tarea en todos sus integrantes. La
confianza mutua se logra en la medida que cada institución se muestre transparente y convincente para el resto de los interlocutores.
Por lo tanto, es imprescindible que los actores que deben acercarse a la
atención de este fenómeno social lo hagan a manera de una red formal
que facilite la participación coordinada de la comunidad a través de
sus protagonistas.
Sin dudas la labor de los actores sociales que integran las redes
sociales que actúan en la comunidad resulta esencial para promover
la sensibilización y concientización sobre la violencia de género como
problema social que afecta muchas mujeres y al que hay que atender
de manera permanente.
Teniendo en cuenta estas premisas y reconociendo que un programa lo constituye “toda actividad preventiva, evolutiva, educativa
o remedial que, teoréticamente fundamentada, planificada de modo
sistemático y aplicada por un conjunto de profesionales de modo colaborativo, pretende lograr determinados objetivos en respuesta a las
necesidades detectadas en un grupo dentro de un contexto educativo,
comunitario, familiar o empresarial” nos propusimos fundamentar
un Programa de Acompañamiento a actores locales de los TTIB que
contiene acciones de capacitación, sensibilización y asesoría para
apoyar la labor que los mismos realizan en la comunidad (Repetto
et al 1994; 713).
106
Clotilde Proveyer Cervantes
Tuvimos en cuenta también que la aplicación de un programa
supone una actuación común, de trabajo en equipo y abierta a diversos contextos, donde la finalidad es dar respuesta a unas necesidades
previamente detectadas y por ello para su formulación hemos partido
de las insuficiencias que el diagnóstico nos ofreció y de los reclamos de
las mujeres maltratadas. Lo elaboramos a partir de la perspectiva de
género como herramienta clave para el éxito de su implementación, por
las razones ampliamente argumentadas en esta investigación.
También partimos del reconocimiento de la necesidad de evaluación continua que requiere todo programa para ser exitoso, por lo que
se incluyeron en el mismo un grupo de propuestas para lograr ese fin.
Un elemento que debe aclararse está relacionado con el hecho de
que un programa impuesto por un agente externo, que no responde a
necesidades del colectivo a quien se destina ni ha contado con la participación de los implicados desde un principio, difícilmente sea acogido
ni desarrollado. En este caso, en la ejecución del estudio, al utilizar una
metodología participativa, que ha recogido los déficits sentidos por las
mujeres maltratadas y ha identificado muchos de los vacios en materia
de atención y prevención, reconocidos por los sujetos de la misma, dígase,
los representantes de los TTIB y de las instituciones y organismos locales
que participaron en el estudio, así como sus propuestas en esta materia,
es en principio resultado y parte del quehacer de la comunidad.
Una reflexión necesaria que ha sido tenida en cuenta para la elaboración de esta propuesta, tiene que ver con las concepciones que sostiene la autora del presente estudio en relación con las casas de acogida
o refugios para mujeres maltratadas. Cuando analizamos el panorama
de la atención a este problema social en las condiciones de nuestro país
constatamos la imperiosa necesidad de perfeccionar y/o crear servicios
especializados que brinden una atención integral a las víctimas de la
violencia, más allá de los paliativos que imperiosamente han de brindarse en determinadas circunstancias.
Al referirnos a la integralidad de los servicios nos referimos en
primer lugar a un conjunto de acciones que en una perspectiva estratégica brinden a las mujeres el apoyo y las herramientas necesarias
para lidiar con la violencia y recuperar su condición de sujetos de
manera definitiva, como hemos afirmado en acápites anteriores; pero
no es posible lograr la integralidad si esa estrategia no incluye como
un objetivo principal trabajar a favor de la prevención, porque ella
es la que contribuirá a desmontar en la cultura las concepciones que
naturalizan e invisibilizan la violencia de género en la sociedad. Si no
logramos implicar a la sociedad toda en un proceso creciente de concientización y movilización para rechazar la violencia, los esfuerzos
no serán completos.
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EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES
Ahora bien, aún cuando reconocemos la utilidad de los refugios
en condiciones de alto riesgo a las que se ven expuestas en numerosas ocasiones las víctimas de la violencia, consideramos que ellos en sí
mismos no constituyen una alternativa imprescindible para lograr una
atención eficaz y/o para romper definitivamente el círculo de la violencia. Cuando la atención se realiza en sistema, dígase con la implicación
activa de todas las redes de apoyo, tanto las formales como las informales, factibles en la sociedad cubana que refrenda y actúa a favor de la
equidad de género, cabe esperar que la mujer maltratada recupere las
riendas de su vida y pueda poner fin a la situación de maltrato, se pueda
poner control y contención sobre el maltratador y lo que resulta más importante, será posible cortar la espiral de la reproducción de la violencia. De manera que en nuestra propuesta, más allá de la imposibilidad
que las condiciones económicas del país imponen en estos momentos
respecto a la creación de refugios, no consideramos necesario incluirlos
en nuestra propuesta, pues apostamos por un tipo de servicio que ofrezca la posibilidad de soluciones más eficaces. Finalmente, cuando nos
referimos a Programa de Acompañamiento lo hacemos con la intención
de subrayar que las acciones que se proponen no son indicadas por un
factor externo y descomprometido, sino por especialistas implicados
que somos parte de la labor de atención y prevención de la violencia de
género que en la sociedad cubana se realiza.
Utilizando la metodología del análisis estratégico a través del
eje Fortalezas - Oportunidades y Debilidades –Amenazas (DAFO)
se han identificado una serie de factores favorables y desfavorables
que sirvieron para orientar la formulación del presente Programa de
Acompañamiento.
El Programa de Acompañamiento se propone el siguiente objetivo general:
Proponer una estrategia integral de intervención social frente a
la violencia contra las mujeres en la relación de pareja, mediante acciones de prevención, capacitación, sensibilización y orientación a ejecutar
por los actores sociales que en el ámbito local la llevan a efecto.
OBJETIVOS ESPECÍFICOS:
1- DISEÑAR Y SISTEMATIZAR ACCIONES DE CAPACITACIÓN DIRIGIDA A
LOS ACTORES LOCALES, TANTO LOS INTEGRANTES DEL TTIB QUE HAN
DE ACTUAR COMO MULTIPLICADORES, COMO LOS ESPECIALISTAS QUE
EN LAS INSTITUCIONES ESTÁN ENCARGADOS DE LA ATENCIÓN A LA
PROBLEMÁTICA DE LA VIOLENCIA DE GÉNERO Y LOS LÍDERES FORMALES
E INFORMALES DE LA COMUNIDAD.
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Clotilde Proveyer Cervantes
ACCIONES:
-- a) Formación de capacitadores de las entidades locales, sobre los
saberes específicos y los procedimientos de detección sistemática
en materia de violencia familiar y de género.
-- b) Capacitar de manera organizada y sistemática al personal de las
instituciones implicadas sobre la violencia familiar y de género.
-- c) Establecer acuerdos con las instituciones de educación superior
del radio de acción de las comunidades y con los especialistas de
Grupo Nacional y de otras instituciones especializadas para impulsar la formación de recursos humanos con vista a la capacitación sistemática de los actores sociales implicados para la óptima
prevención y atención a mujeres en situación de violencia.
-- d) Promover y solicitar asesoría a las instituciones educativas,
así como la incorporación en los currículos complementarios de
las escuelas primarias y secundarias del barrio, de temas sobre
violencia familiar, sexual y contra las mujeres.
-- e) Elaborar y distribuir material educativo que facilite la formación de los prestadores de servicios de salud para la detección
temprana de casos de violencia de género y su atención oportuna.
-- f) Promover eventos educativos que contribuyan a la formación
óptima de los recursos humanos que atienden a mujeres en situación de violencia.
-- g) Organizar y ofrecer a profesores y educadores una propuesta
de actividades de participación para abordar la problemática de
la violencia, tanto en general como de género, con los jóvenes de
primaria y secundaria.
-- h) Promover la participación de los actores sociales de la comunidad
encargados de la prevención y la atención, en Diplomados, Cursos
y Maestrías que aborden la problemática de la violencia de género.
2. ESTABLECER UN PROGRAMA DE ACCIONES A PARTIR DE LA REALIZACIÓN
DE UN DIAGNÓSTICO INTEGRAL CON PERSPECTIVA DE GÉNERO QUE
IDENTIFIQUE LAS NECESIDADES Y LOS PROBLEMAS EN MATERIA DE
VIOLENCIA DE GÉNERO QUE SON SUSCEPTIBLES DE ATENCIÓN.
ACCIONES:
-- a) Elaborar un diagnóstico participativo con enfoque de género
para conocer las peculiaridades del fenómeno en la comunidad
109
EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES
-- b) A partir de los resultados del diagnóstico, elaborar un plan o
una estrategia de atención a la violencia de género, que tenga en
cuenta las necesidades de las víctimas, las características de la
localidad, así como las potencialidades con que cuentan para un
trabajo de esta naturaleza.
-- c) Compilar, sistematizar y analizar la información existente
para impulsar y definir los ejes de intervención, investigación y
acción específica sobre la violencia contra las mujeres.
3.PROMOVER LA ATENCIÓN INTEGRAL, SOLIDARIA, CON
PERSPECTIVA DE GÉNERO, RESPETUOSA, MULTIDISCIPLINARIA E
INTERINSTITUCIONAL, QUE EVITE LA REVICTIMIZACIÓN DE LAS
PERSONAS AFECTADAS POR LA VIOLENCIA FAMILIAR Y DE GÉNERO.
ACCIONES:
-- a) Coordinar y establecer en la medida de lo posible servicios
de atención a las víctimas por parte de instituciones y especialistas del territorio, que tenga en cuenta: orientación legal,
asesoría jurídica, apoyo psicológico, atención médica especializada y otras.
-- b) Trabajar directamente con las mujeres y activar el trabajo de
las redes de apoyo, así como favorecer otras propuestas alternativas como la creación de grupos de autoayuda, etc, los cuales
contribuyan a superar las secuelas de las situaciones de violencia
de género, aprender nuevas formas de afrontar los conflictos y
favorecer su integración social.
-- c) Contribuir a desarrollar la capacidad de recuperación de las
víctimas de la violencia a través de talleres de apoyo u otras actividades especializadas, realizados por profesionales de las redes
de Atención a la Mujer (Casas de Orientación de la Mujer y la Familia, Cátedras de la Mujer de universidades, CENESEX, OAR,
ONG especializadas en el tema de género, etcetera).
-- d) Garantizar a las mujeres el acceso oportuno a servicios de
atención médica y psicológica especializada, y atención de las
consecuencias de la violencia familiar o de género.
-- e) Proponer y trabajar para que cada TTIB cuente con, por lo
menos, un equipo básico (médico, psicóloga, enfermera y trabajador social) especializado en prevención y atención a la violencia
familiar, sexual y contra las mujeres.
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Clotilde Proveyer Cervantes
-- f) Desarrollar actuaciones encaminadas a una atención que incluya información, orientación sobre sus derechos y las oportunidades y asesoramiento, al menos en las áreas social, psicológica,
jurídica y sanitaria.
-- g) Promover la detección temprana de la violencia familiar y de
género en las instituciones del servicio de atención primaria del
Sistema Nacional de Salud, como un problema de salud que genera gran carga de enfermedad entre las mujeres.
-- h) Estimular la creación e incorporación de los hombres de la
comunidad, maltratadores o no, a grupos de trabajo con las masculinidades a fin de promover estilos no violentos de relación y
desmontar los estereotipos que predominan en la construcción
de los modelos de masculinidad hegemónica.
-- i) Trabajar con los especialistas de las instituciones especializadas para incorporar a las estrategias de atención el trabajo con
los maltratadores.
-- j) Proponer la creación de servicios de conserjería en la comunidad y línea-ayuda.
4. ESTABLECER MECANISMOS DE COORDINACIÓN
INTERINSTITUCIONAL ENTRE LAS INSTITUCIONES DEL ENTORNO
LOCAL PARA EL DESARROLLO DE LAS ACTIVIDADES DE PREVENCIÓN Y
ATENCIÓN A LA VIOLENCIA DE GÉNERO.
ACCIONES:
-- a) Estimular la creación de un Grupo de Trabajo Interinstitucional de Prevención y Atención a la Violencia Familiar o un Grupo
Gestor integrado por un representante de cada institución para
coordinar acciones de interés común debidamente plasmadas
en un plan de acción y para dar a conocer los avances y retos
que sobre la prevención y la atención, en el campo de la violencia
familiar sexual y contra las mujeres existen en el ámbito local.
-- b) Establecer un inventario de organizaciones e instituciones que
prestan servicios de atención u orientación y asesoría a mujeres
que viven en situaciones de violencia.
-- c) Establecer reuniones de coordinación para darle seguimiento
al programa
-- d) Trabajar para que cada institución participe activamente en
los mecanismos de coordinación a través de la designación de
111
EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES
responsables con capacidad de toma de decisiones y compromisos institucionales.
-- e) Establecer contacto con las distintas instituciones y organizaciones de instancias nacionales, instituciones de investigación,
Organizaciones No Gubernamentales como OAR, el Centro
Martin Luther Kim, el Centro Félix Varela y otros, con el fin
de coordinar acciones de asesoría a los actores y líderes de las
instituciones y de la comunidad sobre violencia familiar, sexual
y contra las mujeres.
-- f) Organizar y analizar sistemas, mecanismos y experiencias
que permitan el intercambio eficiente de información oportuna
y completa, entre niveles y sectores.
-- g) Coordinar y dirigir esfuerzos para recopilar y analizar información a nivel nacional, que permita tener un panorama general
y específico sobre la situación de la violencia familiar, sexual y
contra las mujeres para la eficiente toma de decisiones que optimice la prevención y atención.
-- h) Establecer acuerdos de colaboración con instituciones académicas y de servicio para la generación y difusión de los conocimientos en materia de violencia familiar, sexual y contra las mujeres.
-- i) Promover consensos para el establecimiento de criterios básicos, relativos a la recolección y análisis de datos, en colaboración
con el resto de instituciones con competencia en la materia.
-- j) Coordinar acciones para la colaboración intersectorial e interinstitucional, entre la base comunitaria y los sectores de salud,
educación, justicia y bienestar social a favor de las comunidades
y grupos de mayor vulnerabilidad.
-- k) Propiciar a través el acompañamiento de especialistas en género y violencia de las instituciones académicas y de investigación,
así como de ONG especializadas en calidad de capacitadores,
consultores o asesores y facilitar la sinergia entre ellos a fin de
promover, divulgar y visualizar el trabajo de intervención en materia de violencia contra la mujer en la comunidad.
-- m) Promover y canalizar los vínculos de trabajo entre los TTIB
y el Grupo Nacional para la Atención e Investigación de la Violencia Intrafamiliar para la realización e implementación de
acciones emanadas del mismo y retroalimentar su acción con
propuestas surgidas de los TTIB.
112
Clotilde Proveyer Cervantes
5- ELABORAR Y DIFUNDIR LINEAMIENTOS PARA LA IMPLEMENTACIÓN
DE CAMPAÑAS DE SENSIBILIZACIÓN SOCIAL PARA LA PREVENCIÓN DE
LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES, A NIVEL LOCAL.
ACCIONES:
-- a) Sensibilizar al personal directivo de las instituciones que radican en la comunidad mediante el desarrollo de actividades de
promoción de la no violencia y de prevención de la violencia familiar y contra las mujeres.
-- b) Promover la colaboración y el intercambio de información sobre modelos exitosos de prevención.
-- c) Diseñar un plan de sensibilización dirigido a los miembros de
la comunidad a través de talleres de divulgación, realización de
cine debates, mediante plegables divulgativos, murales y todas
las vías al alcance de los ciudadanos.
-- d) Estimular, organizar y difundir información oportuna sobre
investigaciones en el campo de violencia familiar, sexual y contra
las mujeres.
- - e) Proponer las iniciativas de campañas de divulgación a través de medios locales, relacionadas con la violencia contra
las mujeres.
-- f) Diseñar programas anuales de comunicación en medios masivos dirigidos a la población en general, y de difusión de una
campaña permanente para el personal de las instituciones especializadas en la atención.
-- g) Contar con información científica, actualizada, íntegra y
comparable sobre la frecuencia, distribución y factores de riesgo asociados a la violencia familiar y de género en Cuba y sus
consecuencias sobre la salud y la integridad de las víctimas.
-- h) Informar a través de diferentes medios de divulgación, los
recursos existentes para las víctimas de estas situaciones.
-- i) Difundir información a través del diseño de programas de comunicación, sobre formas en que se manifiesta la violencia familiar, sexual y contra las mujeres, factores de riesgo y efectos en
la salud individual, familiar, comunitaria y social dirigida a la
población en general y a las víctimas de violencia en particular.
-- j) Promover actividades de sensibilización y concienciación entre
los miembros de la comunidad para contribuir a la desnaturali-
113
EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES
zación y el rechazo a la violencia de género, a través de planes de
la calle infantiles, concursos literarios y de dibujos, confección
de murales pictóricos con el concurso de la población.
6. EVALUAR LA EFECTIVIDAD DE LOS SERVICIOS DE ATENCIÓN A LA
VIOLENCIA FAMILIAR Y DE GÉNERO QUE PRESTAN LAS INSTITUCIONES
DEL SISTEMA NACIONAL DE SALUD.
ACCIONES:
-- a) Realizar el seguimiento normativo y ejecutivo de las acciones,
en conjunto con las autoridades correspondientes en las entidades de la comunidad.
-- b) Establecer mecanismos de evaluación y monitoreo que permitan medir el impacto de las acciones preventivas.
-- c) Realizar actividades sistemáticas de control de impacto de las
acciones realizadas.
-- d) Realizar estudios analíticos a mediano y largo plazo sobre la efectividad del Programa con la colaboración de especialistas y medir
mediante registros continuos algunos indicadores de impacto.
Para una ejecución adecuada que facilite además el monitoreo y evaluación del Programa, resulta imprescindible, elaborar un SISTEMA DE
INDICADORES a partir de concebir el indicador como un parámetro
o valor derivado del parámetro que provee de información acerca del
estado o situación de un fenómeno, cuyo significado va más allá del
valor directamente asociado al parámetro.
De ahí que para facilitar esta labor se propone el siguiente esquema de indicadores, los cuales son susceptibles de ampliar y/o modificar:
SOBRE LAS VÍCTIMAS:
-- Características sociodemográficas y socio económicas.
-- Situación de violencia identificada.
-- Solicitud de ayuda realizada.
-- Formulación de denuncias por parte de la víctima o de tereceros.
-- Tipo de relación con el agresor: pareja, expareja, cónyuge, ex
cónyuge, novio, desconocido.
-- Tipo(s) de violencia que manifiesta recibir o que identifican los
especialistas de atención.
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Clotilde Proveyer Cervantes
SOBRE LAS ACCIONES DE ATENCIÓN EJECUTADAS POR LAS
INSTITUCIONES:
-- Registros de denuncias a la PNR.
-- Comunicaciones realizadas por la PNR a otros servicios de atención (médico legal, atención primaria de salud, comisión de prevención, casa de orientación de la FMC, TTIB, etcetera).
-- Denuncias cursadas al sistema de justicia.
-- Reportes realizados por el médico de familia sobre víctimas atendidas, derivación a otros servicios de salud o sociales (PNR, Casa
de Orientación, Comisión de prevención, TTIB).
-- Existencia de protocolos de actuación en el sector de salud, de
justicia y en los órganos policiales para la atención a las víctimas
-- Registro de mujeres que viven en violencia familiar severa y de
mujeres víctimas de violación, demandantes de servicios que solicitan atención médica y psicológica especializada, en las instituciones de atención primaria que existen en la comunidad.
-- Acciones para la prevención de la violencia familiar incorporadas en las estrategias institucionales de servicios otorgados a la
población de responsabilidad.
-- Promedio de actividades de apoyo realizadas, grupos de autoayuda formados para el abordaje de la violencia familiar por las
instituciones de la comunidad o por líderes informales.
-- Registro de casos de violencia de género detectados y reportados
para la realización de actividades de apoyo y atención.
-- Actividades de coordinación interinstitucional efectuadas, acuerdos tomados, acciones ejecutadas y % de asistencia a las reuniones celebradas del grupo interinstitucional.
ACCIONES DE CAPACITACIÓN Y SENSIBILIZACIÓN:
-- Número de cursos, talleres, seminarios u otros realizados y cantidad de participantes clasificados por su papel en la comunidad.
-- Número de profesionales con los conocimientos requeridos para
realizar acciones de atención o de apoyo a mujeres en situación
de violencia severa.
-- Profesionales, activistas y líderes locales que han recibido cursos
y tipo de ellos.
115
EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES
-- Mujeres y hombres de la comunidad que participan en actividades de capacitación y de sensibilización colectivas.
-- Acciones de capacitación efectuadas con estudiantes de escuelas
ubicadas en la localidad.
-- % de personal operativo de la PNR y de otras instituciones de
atención con las habilidades requeridas para la detección, registro y referencia de violencia familiar.
-- Promedio mensual de charlas, talleres u otras actividades educativas sobre el tema de prevención y detección oportuna de la
violencia familiar y de género, impartidas en instituciones educativas, de salud, de servicios, etc.
-- Diagnósticos participativos con enfoque de género realizados en
la comunidad.
-- Estudios sobre violencia de género realizados en la comunidad.
-- Participación en Congresos, seminarios, talleres de los miembros del TTIB, líderes comunitarios, especialistas o directivos
de instituciones.
SOBRE LA EVALUACIÓN:
-- Reporte del cumplimiento de las acciones de seguimiento y de las
metas prioritarias planteadas en el Programa.
-- Organismos e instituciones que participan en la atención de mujeres en situación de violencia.
-- Información registrada sobre el número de detecciones y atenciones por institución, entidad sanitaria y otras para medir el
avance de las metas.
-- Mecanismos creados para evaluar la efectividad de los servicios
de atención a la violencia familiar y de género que prestan las
instituciones.
-- Control realizado de las acciones interinstitucionales para evaluar avances del programa.
-- Resultados del desempeño de los servicios de atención primaria
de salud.
-- Mecanismos de monitoreo y retroalimentación de las acciones de
sensibilización y atención realizados.
116
Clotilde Proveyer Cervantes
-- Control sistemático de la ampliación de la cobertura de atención
a las víctimas de violencia.
-- Reportes periódicos del cumplimiento de las acciones por parte
del Grupo Interinstitucional de Prevención y Atención a la Violencia Familiar y de Género.
-- Memorias elaboradas sobre las acciones de capacitación, sensibilización y prevención ejecutadas.
2.4 CONCLUSIONES DEL ESTUDIO DE CASO
Las conclusiones del estudio de caso han sido agrupadas
en varios ítems de acuerdo a los objetivos planteados en
la investigación:
RESPECTO AL ANÁLISIS DE LAS MANIFESTACIONES DE VIOLENCIA QUE
VIVEN LAS MUJERES EN LA COMUNIDAD:
-- Las entrevistas realizadas evidencian que las mujeres reconocen
ser o haber sido víctimas de violencia en sus relaciones de parejas
aunque no logren identificar todas las que reciben. La gama de
la violencia que han sufrido es bastante amplia, desde las más
sutiles a las más severas y en algunas se inició desde la infancia.
-- En las entrevistas se percibe la naturalización de las formas
más sutiles o simbólicas de violencia, que impide a las mujeres
identificar tempranamente al maltratador y en otros casos obstaculiza la concientización de su condición. En ello inciden no
solo las herramientas personales que poseen, sino también los
aprendizajes que la cultura patriarcal aun reproduce a través de
las instituciones de socialización con las que ellas se relacionan
a lo largo de su vida.
-- El estudio constató que hay poca búsqueda de ayuda por parte de
las víctimas para lidiar con la violencia y la existencia de escaso
apoyo de las redes sociales. Sin embargo, los resultados de la
investigación confirman que cuando las redes sociales cercanas
a las mujeres actúan como capital social positivo y les sirven
de sostén a sus inseguridades y miedo, también les impulsan
a actuar dándoles orientación para la búsqueda de ayuda y les
brindan apoyo en el momento de tomar decisiones difíciles, convirtiéndose en colaboradoras del proceso de salida del ciclo de
la violencia.
117
EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES
-- La indagación dio cuenta del desconocimiento de las mujeres
maltratadas acerca de las instituciones y actores sociales que
deben brindarles ayuda y de escasa confianza en las mismas. Sin
embargo, todas reclaman como indispensable para las víctimas
el apoyo y la ayuda de las redes sociales tanto las formales como
las informales. Por ello resulta imprescindible perfeccionar el
funcionamiento de las mismas en el proceso de atención y prevención de la violencia de género en el ámbito local.
-- El análisis de los resultados puso en evidencia que la violencia del
hombre contra la mujer en una relación de pareja, lejos de ser un
problema privado, involucra un conjunto complejo de relaciones
con el entorno social. Cuando los agentes sociales del entorno
relacional conciben el problema como privado facilitan la naturalización de la violencia y contribuyen a perpetuarla.
-- En el caso del trabajo que vienen desarrollando los TTIB en la
atención y prevención hay la percepción en las mujeres maltratadas de haberse relacionado con ellos tardíamente, debido en
parte a la falta de difusión de sus actividades. Cuando logran
vincularse a ellos lo reconocen como vías de apoyo muy útiles.
Se constata así mismo que van incorporándose a las acciones de
los TTIB más mujeres y hombres interesados en recibir ayuda
frente al problema de la violencia, lo cual pone en evidencia la
importancia de este mecanismo de atención que potencia el papel
de lo local en la atención a este flagelo social.
-- Las entrevistas a las mujeres confirman que todas necesitan y reclaman apoyo para lidiar y tratar de poner freno a la violencia que
padecen, pero enfatizan sobre todo su necesidad de apoyo emocional e informacional, lo cual confirma que sabiéndose acompañadas y dotadas de confianza en sí mismas, pueden trascender su
situación de victimización. Cuando ellas sienten apoyo el proceso
de concientización y búsqueda de los recursos sociales e institucionales para dar solución a su problema, es más efectivo.
-- Las mujeres elaboran diferentes estrategias frente al maltrato. Algunas son inefectivas y refuerzan el sometimiento, pero
la mayoría ha logrado romper el vínculo de maltrato y asumen
posturas que las distancian del papel de víctimas irremisibles.
Un elemento significativo en la actitud de las mujeres maltratadas incluidas en el estudio, radica en su convicción de no responsabilidad frente al maltrato que padecen o han padecido y
ello contribuye de manera efectiva a la ruptura del círculo de la
violencia. Estos elementos apuntan algunas peculiaridades en el
118
Clotilde Proveyer Cervantes
comportamiento de las mujeres frente a la violencia, que se distinguen del tradicional “síndrome de la indefensión aprendida”
SOBRE EL PAPEL DE LOS ACTORES SOCIALES DE LOS TTIB:
-- La investigación constató la trascendencia de la labor de los TTIB
en materia de atención a la violencia de género, aunque la misma
no alcance aún los niveles necesarios para un trabajo más eficiente en la atención y prevención de este problema social. Los TTIB
se han convertido en las instituciones pioneras en el trabajo de
atención y prevención a la problemática de la violencia de género
a nivel local, con iniciativas de acción que han marcado pautas
en este quehacer a nivel nacional y confirman la importancia del
papel de sus actores sociales en la atención y prevención de la
violencia de género en el país.
-- El intento de los TTIB por articular acciones entre el nivel localbarrial y las instituciones y organismos especializados tanto a
nivel municipal como en otras instancias ha venido a llenar un
vacío en el trabajo en este campo, ya que las instituciones municipales, provinciales y/o nacionales usualmente se quedan en las
instancias macro sociales y no se vinculan de manera coherente
y sistemática con los actores locales que en las comunidades desarrollan el trabajo con los grupos vulnerables y las víctimas de
la violencia.
-- El proceso llevado a cabo durante la investigación trascendió
la recolección de información sobre nuestro objeto de estudio,
pues también contribuyó ampliar la sensibilización sobre la importancia de la atención al problema social de la violencia de
género y coadyuvó al compromiso más consciente sobre la responsabilidad de la comunidad de brindar apoyo a las víctimas
de la violencia. Todo lo cual constituye uno de los resultados
más significativos de este esfuerzo, pues la visibilización del
fenómeno y la toma de conciencia sobre la responsabilidad social de su atención constituyen el primer paso en el empeño de
su desmontaje.
-- Los más significativos resultados del quehacer de los TTIB en
materia de atención y prevención consisten en:
--
Mayor toma de conciencia, por parte de los líderes y miembros
de las localidades, a partir de las sensibilizaciones y capacitaciones de las que han sido objeto, sobre la existencia de violencia de género en la comunidad en sus distintas manifestaciones
119
EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES
y mejor comprensión de la misma como problema social que
requiere de intervención especializada.
--
Incremento del reconocimiento que hacen los actores sociales
entrevistados de la existencia de manifestaciones de violencia
en las relaciones de pareja y en las familias en el ámbito de la
comunidad. Sin dudas, esta incipiente visibilización es resultado de los procesos que el accionar de los TTIB han llevado a
cabo en los últimos años, aun cuando ellos no tengan implícita
todavía una respuesta efectiva de atención.
--
Desarrollo de diferentes iniciativas y acciones concretas coordinadas por el TTIB para la sensibilización de actores claves
implicados y de miembros de las localidades, que favorecen la
“desnaturalización” y visibilización de la violencia de género
en nuestro entorno, así como mayores procesos de toma de
conciencia sobre la responsabilidad social de los más diversos
actores para trabajar a favor de la no violencia.
--
Elaboración de Proyectos para la atención a la problemática
de la violencia en la mayoría de los TTIB estudiados, los cuales
constituyen importantes iniciativas de acción.
--
Concertación de acciones con los actores locales para la celebración de la Jornada Nacional por la No violencia contra
las mujeres.
--
Creación de Grupos Gestores en varios TTIB para la coordinación del trabajo por la No violencia.
--
Se han incorporado a las acciones de los TTIB personas que
son líderes naturales y que trabajaban de forma aislada o esporádica a favor de la no violencia.
-- Se evidencia, sin embargo que las relaciones entre las distintas
instituciones y organizaciones, que en el ámbito comunitario desarrollan acciones para prevenir y ayudar a las víctimas de la
violencia son no sistemáticas. No están pautadas por objetivos
ni tareas planificadas. Se guían más por las demandas o las necesidades puntuales que por una intención coherente de acción.
-- El estudio constató que a pesar de materializarse un incremento
de personas en las comunidades que se acercan a solicitar ayuda
es recomendable invertir la lógica de atención que haga al trabajo
más dirigido a las víctimas. Llegar a ellas a través de mecanismos
más efectivos de apoyo porque aun las actividades se quedan en
un nivel al que las víctimas no acceden.
120
Clotilde Proveyer Cervantes
-- Los mecanismos de articulación son todavía escasos y se refieren
fundamentalmente a la realización de algún tipo de reuniones y
la participación en acciones de capacitación que casi siempre son
llevadas a cabo por instituciones foráneas. Falta por desarrollar
más ampliamente la concepción del trabajo como redes sociales
encargadas del proceso en la localidad.
-- Se percibe un papel insuficiente de las redes formales. En algunos TTIB se realizan acciones más efectivas que contribuyen
a la atención y la prevención de la violencia de género pero en
ningún caso satisface las necesidades sentidas de las mujeres
maltratadas. En el caso de las redes informales el apoyo también
es insuficiente aunque sigue siendo el más reconocido y recibido
por las víctimas.
-- Los especialistas del TTIB son los actores más reconocidos junto
a la FMC en el trabajo de atención y prevención de la violencia de
género. Otros actores que participan con menor protagonismo
son: la Comisión de Prevención Social, los CDR, la PNR y los
Consejos Populares. Las otras organizaciones e instituciones que
funcionan en la comunidad tienen un accionar más indirecto y
fortuito y son poco reconocidos.
-- Se percibe en las concertaciones para el desarrollo de las iniciativas que se realizan en los TTIB, la necesidad de mayor coordinación y vínculos con las instituciones y organizaciones de
gobierno a nivel municipal por la importancia que ellas poseen
para el logro de acciones de mayor impacto. Los vínculos de trabajo a este nivel son muy escasos e ineficientes.
RESPECTO AL QUEHACER DEL GRUPO NACIONAL Y LA ARTICULACIÓN
INTERINSTITUCIONAL:
-- La creación y el trabajo del Grupo Nacional para la atención y la
Prevención de la Violencia Intrafamiliar, coordinado por la FMC
ha facilitado la atención institucional de la violencia en el país y
es parte de la voluntad política del Estado cubano en el logro de
la equidad de género, tal cual está explícito en los documentos
normativos de la política del Estado cubano.
-- Las acciones llevadas a cabo por el Grupo Nacional han marcado
pautas en la atención a la problemática en el país, posibilitando
el reconocimiento a escala social de la presencia de violencia de
género como problema social de incumbencia de las instituciones sociales para su atención y prevención.
121
EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES
-- El trabajo realizado por el Grupo Nacional posee una enorme trascendencia en la sociedad cubana en lo relacionado a
la atención y la prevención de la violencia de género pues ha
colocado el problema de la violencia de género como tema de
debate social y problema de incumbencia de las instituciones
y organismos centrales del Estado cubano, contribuyendo con
ello a la concienciación de amplios sectores de la población y de
los decisores políticos.
-- Desde su creación se percibe el incremento de las capacitaciones y la divulgación. Se constata también un incremento de la
investigación con perspectiva de género en las instituciones y del
desarrollo de diferentes estrategias institucionales de atención,
aunque este último tópico requiere de una estrategia mejor pautada desde el encargo gubernamental. Todas estas contribuciones favorecen la visibilización del tema en la agenda pública y la
desnaturalización de este mal social en el país.
-- La estrategia cubana de atención y prevención ha sido pautada
por el Grupo Nacional que tiene un encargo gubernamental, pero
sus acciones no tienen carácter vinculante, o sea sus propuestas son recomendaciones para el accionar institucional y no de
obligatorio cumplimiento. Esta característica se convierte en la
principal debilidad del trabajo del Grupo Nacional.
-- Se constata escaso vínculo entre la estrategia nacional para la
atención y prevención de la violencia contra las mujeres y las
acciones que se desarrollan en el espacio comunitario, pues las
iniciativas emanadas del Grupo Nacional no se concretan aun en
planes de acción de todos los Organismos Centrales del Estado
que están representados en el mismo. De tal manera, el proceso
es desigual y en ocasiones existe una barrera entre las normativas nacionales y su concreción en el entorno local. Por ello resulta pertinente el actual proceso de revisión de sus funciones y
objetivos, ya que facilitará el perfeccionamiento de su rol.
122
CAPÍTULO III
CONCLUSIONES GENERALES
Comprender que la violencia que se ejerce contra las mujeres es un
problema social del que no podemos desentendernos es una necesidad
insoslayable y su denuncia y atención no puede quedarse en el espacio
de los entendidos o en el marco de Jornadas específicas. Un problema
tan viejo en la historia de la humanidad se encuentra sumamente enraizado en mitos y estereotipos que la dominación masculina patriarcal ha
naturalizado. Desmontar esos valores y cambiar las prácticas sociales
que los legitiman es un proceso que requiere sabiduría y voluntad de
cambios. En ese empeño la perspectiva de género como herramienta
que el feminismo nos ha legado tiene un papel esencial.
La sociedad cubana en transformación es un laboratorio social
donde pujan los nuevos valores a contrapelo de los viejos rezagos y
poderes. La lucha por desnaturalizar la lacra de la violencia de género
apenas comienza, pero muestra ya sus primeros resultados. En ese empeño la Política Social del Estado cubano ha sido clave en modificar la
situación histórica de marginación y subordinación de las mujeres. El
protagonismo alcanzado por ellas es resultado de ese accionar.
El estudio que se presenta muestra algunos de los cambios que se
van operando, y las contradicciones que aún persisten, y que constituyen
obstáculos para el cambio cultural imprescindible, para lograr desmontar las prácticas sexistas del patriarcado como sistema de dominación.
123
EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES
Algunos de esos resultados se expresan en:
1– La pervivencia de la violencia de género naturalizada en el
imaginario colectivo de las cubanas y los cubanos, como resultado de una cultura patriarcal anclada a lo largo de siglos
en las identidades de género, que está comenzando a ser visibilizada y combatida mediante el quehacer social de las
mujeres de avanzada, de instituciones, especialistas, líderes
formales e informales, organizaciones gubernamentales y no
gubernamentales y un numeroso grupo de personas convencidas de su ilegitimidad.
2– El avance sostenido en la atención y la prevención de la violencia
de género en la sociedad a partir de un quehacer investigativo
con perspectiva de género tanto desde la academia cubana como
desde el accionar de organizaciones y especialistas en las instituciones del país, del cual dio cuenta la sistematización sobre el
estado de la investigación y la atención de este problema social
en Cuba, realizado en el capítulo teórico.
3– La indagación ratificó que las mujeres que sufren violencia no están desconectadas, del entorno, ni de otros sistemas, que se dan
y se retroalimentan incidiendo en la situación, de la familia de
los involucrados y también en la propia comunidad. Por ello resulta conveniente mover el objeto de estudio más allá de la mujer
violentada a las relaciones que se establecen entre las personas
que afectan y están afectadas por la violencia, así como los que
son espectadores de esas relaciones violentas y quienes intentan
ofrecer algún tipo de apoyo, pues ellos están interrelacionados
entre sí como parte de un sistema de relaciones más amplio.
4– La existencia de una Política Social que garantiza los derechos y brinda oportunidades a las mujeres para el logro de
la equidad intergenérica como base para el desmontaje de la
violencia de género.
5– La creación de condiciones desde el Estado para apoyar el trabajo de atención y prevención de la violencia de género a través de
la creación del Grupo Nacional para la Atención y la Prevención
de la Violencia Intrafamiliar, cuya trascendencia se constata en
la creciente actividad a favor de la NoViolencia en el país, tanto en
las organizaciones e instituciones como a nivel de la población.
6– El despliegue de numerosas iniciativas de acción para la lucha
contra la violencia de género en diferentes organizaciones y organismos que están contribuyendo a la diáspora de ese quehacer.
124
Clotilde Proveyer Cervantes
Los TTIB ocupan un lugar de privilegio en ese empeño con acciones pioneras en el ámbito local cubano. Por ello resulta conveniente destacar la importancia de los TTIB como un modelo
a tener en cuenta para el perfeccionamiento de la estrategia de
atención a la problemática de la violencia de género.
7– El resultado del estudio de caso ofreció un diagnóstico sobre las
manifestaciones de violencia de género que viven las mujeres en
la comunidad través de una indagación empírica en seis TTIB de
La Habana. En él se evidenció la recepción de violencia de género
en sus distintas manifestaciones por las mujeres de la comunidad
y las insuficiencias que aún persisten por parte de los actores
sociales encargados de brindarles apoyo. También reflejó que las
mujeres logran elaborar estrategias para poner fin al maltrato y
que poseen una protección social y una conciencia de su valor
como sujetos, resultado de vivir en una sociedad donde gozan de
plenos derechos y oportunidades.
8– Los resultados obtenidos en las entrevistas a las mujeres maltratadas ratifican que cuando ellas logran vincularse a los TTIB los
reconocen como vías de apoyo muy útiles. Se constata así mismo
que van incorporándose a las acciones de los TTIB más mujeres
y hombres interesados en recibir ayuda frente al problema de la
violencia, lo cual pone en evidencia la importancia de este mecanismo de atención que potencia el papel de lo local en la atención
a este flagelo social.
9– El análisis también reflejó incongruencia entre las normativas
macrosociales para la atención a la violencia contra las mujeres
y su puesta en práctica en el contexto local al faltar mecanismos
de monitoreo y control en las acciones de las instituciones con
ese encargo social.
10–Se constata la presencia de vacíos en el accionar interinstitucional que dificultan el funcionamiento de las redes sociales formales e informales encargadas de la atención y el apoyo a las
víctimas de la violencia. Como consecuencia, los vínculos no son
sistemáticos ni pautados por objetivos concretos. Sin embargo, es
destacable que en los TTIB donde existen grupos gestores para la
atención a la problemática de la violencia, están integrados por
representantes de las más importantes instituciones y organismos del Estado en el nivel local y allí se da una forma de coordinación interinstitucional que de ser adecuadamente utilizada
contribuiría a perfeccionar dichos vínculos.
125
EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES
11–Se aprecia escaso vínculo entre la estrategia nacional para la
atención y prevención de la violencia contra las mujeres y su aplicación en las acciones que se desarrollan en el espacio comunitario, pues las acciones emanadas del Grupo Nacional no se
concretan aun en planes de acción de los Organismos Centrales
del Estado que están representados en el mismo. De tal manera,
el proceso es desigual y en numerosas ocasiones existe una barrera entre las normativas nacionales y su concreción en el entorno
local. Todo ello demuestra la pertinencia de la reevaluación que
se efectúa en la actualidad sobre el contenido, funciones y objetivos del grupo nacional, que incluya, además, un mayor control
gubernamental para hacer más efectivo su quehacer.
12–Se evidencia la necesidad impostergable de perfeccionar los mecanismos de atención pautados por el Estado, desde los organismos nacionales hasta los locales a través de la creación de
servicios especializados de atención.
13–El estudió mostró la necesidad del perfeccionamiento de la iniciativa que llevan a cabo los TTIB en la atención de la violencia de
género. Por ello se propone a partir de la identificación mediante
diagnóstico de necesidades, deficiencias y obstáculos del proceso
de atención y prevención a nivel comunitario, un Programa de
Acompañamiento para la Atención y la Prevención de la Violencia
de Género, que pretende mediante una estrategia general, contribuir al trabajo que desempeñan los actores locales. El Programa
ofrece herramientas de acción basadas en los saberes específicos
sobre este problema y guiadas por la perspectiva de género imprescindibles para un trabajo más eficaz.
126
Clotilde Proveyer Cervantes
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ANEXOS
ANEXO 1. ESTADO DE CUMPLIMIENTO DE LOS OBJETIVOS DE
DESARROLLO DEL MILENIO. EVALUACIÓN DE CUBA
No. Objetivo
1
2
3
4
5
6
7
8
Enunciado
Erradicación de la pobreza y el hambre
Lograr la educación primaria universal
Promover la igualdad de género y el
empoderamiento de la mujer
Reducir la mortalidad infantil
Mejorar la salud materna
Combatir el VIH-SIDA, el paludismo y otras
enfermedades
Garantizar la sostenibilidad ambiental
Desarrollar alianzas globales para el
desarrollo
Estado de cumplimiento
Probable
Cumplido
Cumplido
Cumplido
Probable
Probable
Potencialmente probable
Potencialmente probable
Fuente: INIE, 2005
135
EL PAPEL DE LA COMUNIDAD Y DE SUS ACTORES SOCIALES
ANEXO 2. PARTICIPACIÓN FEMENINA DE CENTRO-AMERICANAS
EN EL PARLAMENTO
Países
Nicaragua
Honduras
Costa Rica
Panamá
Guatemala
El Salvador
Año de elección
Escaños
Total de mujeres
%
1996
1997
1998
1999
1999
2000
93
128
57
71
113
84
9
12
11
7
10
8
9.7
9.4
19.3
9.9
8.8
9.5
Fuente PNUD, 2006
ANEXO 3. CUMPLIMIENTO DE LOS OBJETIVOS DEL MILENIO EN
CUBA, EN RELACIÓN AL LOGRO DE LA PARIDAD EDUCATIVA
136
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