2 Santiago Pelegrín Martínez MÓNICA VÁZQUEZ ASTORGA Este texto pretende rendir homenaje a un personaje ilustre nacido en la calle de las Damas, número 1, de Alagón (actualmente es el número 3 de esta misma calle) el día 23 de mayo de 1885. Se trata del pintor Santiago Pelegrín Martínez, cuya personalidad artística está siendo recuperada en los últimos años, tal como lo pone de manifiesto la exposición antológica celebrada en 1995 en el Museo Pablo Gargallo de Zaragoza. Quizás este tardío reconocimiento de su figura y producción pictórica pueda tener que ver con su talante de persona discreta y austera. Poco se sabe de la formación inicial de Santiago Pelegrín, excepto que, tras una etapa en los talleres del Hogar Pignatelli (la situación de pobreza familiar explica que junto con sus hermanos fueran acogidos a la Beneficencia pública e ingresados en este Hogar, en cuyos talleres despertó su vocación artística), comenzó a estudiar en la Escuela de Artes y Oficios de Zaragoza. Visitó también el tallerestudio del catedrático de esta Escuela señor Manuel Viñado, con quien estableció una gran amistad. En 1908, optó a la plaza de pensionado para perfeccionamiento de los estudios de pintura en Roma, convocada por la Diputación Provincial de Zaragoza, que restablecía el pensionado suprimido diecisiete años antes, con la misma duración de tres años y con una asignación económica de dos mil quinientas pesetas anuales. Los ejercicios dieron comienzo a mediados de septiembre de 1908 y, nombrado el Tribunal que estaba formado por Julio Bravo, Mariano Oliver, Alejo Pescador, Luis Gracia, Gregorio Rocasolano y Bernardo Pellón, se fijó como última prueba pintar un cuadro de asunto regional titulado Baturros pulseando en una posada. De los cinco aspirantes, Santiago Pelegrín, Julio García Condoy, Justino Gil Bergasa, Casto Pérez y Francisco Marín Bagüés, resultó elegido por unanimidad este último. Al año siguiente realizó la decoración mural del comedor de una casa ubicada en la calle Chacón, número 1 (esquina con la calle Mayor) de Alagón, que perteneció a sus familiares. El techo de este pequeño comedor fue pintado a base La huella de sus gentes 221 de rayas dispuestas radialmente en torno a la lámpara central, el zócalo imitando un placado de madera y las cuatro paredes (firmadas y fechadas en 1909) con cinco escenas presentando paisajes marinos y un tema de género. Esta obra la ejecutó justamente antes de trasladarse a Madrid y presenta un estilo que poco tiene que ver con su posterior evolución artística hacia el cubismo. Estas pinturas destacan por la soltura de la pincelada y los empastes densos y luminosos. En Alagón se conservan otras obras de este pintor: dos bodegones en la casa de su sobrino y tres estudios realizados a carbón con títulos como Desnudo femenino, Estudio de desnudo o Desnudo con cerámica, en la Casa de Cultura. En 1910, con veinticinco años, dejó su tierra natal para residir definitivamente en Madrid. No fue el único pintor aragonés que “emigró” en esa época en busca de un mercado más propicio y de fórmulas pictóricas más innovadoras. En esta ciudad intentó, sin éxito, ingresar en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando. En cambio, consiguió matricularse en el Círculo de Bellas Artes, obteniendo poco después un primer premio de pintura y de dibujo. Por otra parte, también en Madrid conoció a su futura esposa, María San Sebastián Zuloaga. La joven pareja vivió primero en la calle Serrano, para trasladarse después a la Glorieta de Atocha, número 8; fruto de este matrimonio fueron sus dos hijas María y Blanca. Santiago Pelegrín Si bien, tal como escribió el propio Pelegrín, pintaba mucho pese a vender poco, el panorama madrileño le brindó, como a otros muchos artistas, la oportunidad esperada de formar parte de esa época tan singular de la década de los años veinte y treinta del siglo XX. Pelegrín acudía a las tertulias celebradas en los cenáculos artísticos y literarios de la Granja del Henar, del café Gijón (Recoletos), café de Oriente (Glorieta de Atocha) u Hotel Nacional (esta tertulia se fundó en la primera década del siglo XX en el Lion D´Or, luego se trasladó al café de Jorge Juan, en noviembre de 1923, y, por último, se instaló en el Hotel Nacional. Por ella desfilaron todos los caricaturistas y dibujantes más ilustres de España. Asimismo, fue frecuentada por el escultor Alberto y por los escritores Benjamín Jarnés y Federico García Lorca, entre otros). De este modo, entraba en contacto con literatos, intelectuales y artistas del momento (las alianzas plástico-literarias se realizaron dentro de ese espacio genérico de “lo nuevo”), fraguando así su conocimiento de la actualidad artística y literaria. De hecho, este pintor no sólo mostró interés por el arte en sí sino también por la literatura, tal como lo constata el fondo biblio- 222 Comarca de Ribera Alta del Ebro gráfico que componía su biblioteca en el que figuraban obras de Shakespeare, Goethe, Molière, Poe, Kant, Rousseau, Dostoyewski, entre otras; sin faltar, por supuesto, la España invertebrada (1921), los ocho tomos de El Espectador (escalonados entre 1921 y 1934) y La deshumanización del arte (1925) de José Ortega y Gasset, por quien sentía una profunda admiración. El contacto con el ámbito cosmopolita madrileño imprimió un giro importante en su lenguaje artístico; así su obra pictórica fue liberándose de esa formación tradicional para abrazar las tendencias artísticas de vanguardia. Santiago Pelegrín participó en todas las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes celebradas desde el año 1917, sin conseguir premio ni mención ninguna. En concreto, hizo cuatro exposiciones individuales y asistió a otras colectivas. Entre éstas, cabe destacar el I Salón de Otoño (octubre de 1920), donde su obra fue expuesta junto a la de Gutiérrez Solana, Enrique Simonet, Cecilio Plá, José Blanco Coris, Manuel Benedito, Juan José Gárate o Gustavo de Maeztu, entre otras notables personalidades; la I Exposición de la Asociación de Artistas Ibéricos (mayo de 1925), en la que alternó con Benjamín Palencia, Francisco Bores, Ángel Ferrant y Alberto Sánchez, y fue aquí donde mostró por primera vez en sus composiciones su adhesión a los planteamientos de vanguardia. A partir de esta primera exposición (que fue un hito fundamental en la recepción del llamado “arte nuevo”), Santiago Pelegrín entró a formar parte de los Artistas Ibéricos, convirtiéndose en uno de los pintores más interesantes de esta generación que ostentó desde entonces el protagonismo de la vanguardia española. La atracción ejercida por la capital no interrumpirá su vinculación con el ambiente aragonés; además de por motivos familiares por su faceta artística que le llevó a participar en distintas exposiciones celebradas en Zaragoza. Así pues, en octubre de 1926 expuso junto al pintor Luis Berdejo Elipe en el Casino Mercantil de esta ciudad. Pelegrín concurrió a esta exposición con cuarenta obras de su trayectoria artística, entre las cuales figuraban una serie de paisajes, desnudos y naturalezas muertas llenos de armonía cromática que, en general, no tuvieron una buena acogida por parte del público y de la crítica. Asimismo, en este contexto, no cabe pasar por alto el hecho de que en el “Estudio Goya” de Zaragoza (hasta hace poco ubicado en la calle Manifestación, número 2, y en la actualidad en la calle Las Eras, número 1) se conserva una obra de Santiago Pelegrín titulada La gitanilla (óleo/ lienzo, 54,5 x 42 cm.), firmada y datada por el autor en el margen inferior izquierdo: “Santiago Pelegrín 1922.”. Se trata de una obra (retrato de casi medio cuerpo de una joven gitana) de La gitanilla, 1922 La huella de sus gentes 223 cálida intensidad y notable calidad, perteneciente a su primera época, que puede revelar la posterior relación de Pelegrín con el “Estudio Goya” (donde se hacían y se siguen haciendo estudios del natural). Tras la exposición celebrada en el Mercantil abandonaría la pintura heredera del colorido postimpresionista por la consecución de una composición simplificada, depurada geométricamente en la línea del cubismo y que, en ciertas ocasiones, enlaza con planteamientos futuristas, dando obras como La Gaceta Literaria, Atocha-Cuatro Caminos, Jazz-Band (óleo/lienzo, 81 x 65,5 cm., 1928., Colección particular, Madrid), Aguaducho o Jazz-band, 1928 (Madrid, colección particular) El profesor inútil (retrato del escritor aragonés Benjamín Jarnés). En concreto, estas obras, realizadas entre los años 1927-1928, fueron colgadas en la exposición celebrada en el Palacio de Bibliotecas y Museos de Madrid en noviembre de 1928, que provocó un considerable revuelo en los medios artísticos tradicionales. Por otra parte, la elección de estos temas pone de manifiesto que Pelegrín pertenece a esa generación de artistas fascinada por la modernidad encarnada por la técnica, la máquina y la velocidad. No hay que olvidar que el ambiente frívolo de cocottes, cine, música, bailes, automóviles y ostentación, es una muestra evidente de los happy twenties: “símbolo de una Europa que, en los años veinte, renacía rejuvenecida y metamorfoseada tras el rojo baño lustral de las trincheras, una Europa desmemoriada y ávida del fugitivo instante, juguetona y enloquecida del goce de vivir”. Más tarde, colaboró en la fundación del Salón de Artistas Independientes, grupo formado por una veintena de artistas que entre 1929 y 1930 expuso en el “saloncillo” del Heraldo de Madrid, y donde Pelegrín presentó obras como Mujer con huevos y Retrato del pintor Rafael Botí (su íntimo amigo). Estas pinturas por su afinidad con el “nuevo clasicismo” ponen de manifiesto el interés de Pelegrín por las obras de Picasso y Derain. Además, se podría decir que se encuentran en la línea de Schrimpf, Casorati y del Novecento italiano. Precisamente, en la biblioteca de Pelegrín se encontraron las monografías de Carrá sobre Georg Schrimpf y Derain publicadas, entre 1922 y 1924, por la colección Valori Plastici de Roma (órgano de expresión en torno a Giorgio de Chirico), que luego fue distribuida, en su versión francesa, desde París, y por la prestigiosa editorial Crès. Igualmente no podía faltar 224 Comarca de Ribera Alta del Ebro Realismo mágico de Franz Roh (1927), obra angular de la filosofía del nuevo arte y de la nueva literatura. En diciembre de 1929 acudió a la exposición que bajo el título I Salón Regional de Bellas Artes organizó el Casino Mercantil de Zaragoza, donde concurrió con su obra Jazz-Band y una Naturaleza muerta. En diciembre de 1930, participó también en la segunda edición de estos Salones con la obra ya citada Mujer con huevos (óleo/lienzo, 84 x 63 cm., 19291930. Museo Provincial de Bellas Artes de Zaragoza), que presenta la figura de una mujer de perfil, de rotundos volúmenes definidos con precisión mediante una deciMujer con huevos, 1929-1930 (Colección de la Diputación dida línea de dibujo y con suaves General de Aragón) luces y sombras (que enriquecen a su vez el colorido apagado con preponderancia de tonos grises), con uno de sus pechos descubiertos, portando en sus manos un recipiente de barro con tres huevos. Entre 1930 y 1936, Pelegrín fue profesor de Dibujo Publicitario y de Pintura de Taller y Decorativa en la Academia de Fomento de las Artes (calle San Lorenzo, número 15). En los años previos a la contienda civil, compaginó su actividad de pintor con aquella de dibujante, colaborando asiduamente en la prestigiosa revista gráfica y literaria madrileña Estampa (fundada en enero de 1928), ilustrando relatos literarios y novelas de escritores como J. Aguilar Catena, Cristóbal de Castro o José Romero Cuesta. En este semanario entró en contacto con conocidos dibujantes e ilustradores del momento como Rafael de Penagos, Federico Ribas, Roberto Martínez-Anido Baldrich, Ángel Ximénez Herráiz, Rivero Gil o Barradas, y caricaturistas y humoristas como Sirio (Sirio García Hernández), K-Hito (Ricardo García López), Mihura, Echea (Enrique Echevarría), Garrido, Galindo, Alfaraz, Manuel Tovar, Beberide o Bluff (Carlos Gómez Carreras). Estos autores también colaboraron en otras revistas de la época como Blanco y Negro, Nuevo Mundo, Mundo Gráfico, La Esfera o Crónica, a través de las cuales se fue tejiendo la malla de difusión de la ideología artística del momento. Asimismo, Pelegrín realizó la portadas de los libros de José Díaz Fernández, El nuevo romanticismo (Madrid, Zeus, 1930), obra en la que se establecen instrumentos para el enjuiciamiento de la producción artística contemporánea; de León Trotsky, De octubre rojo a mi destierro (Madrid, Zeus, 1931); y de Benjamín Jarnés, Fauna contemporánea (Madrid, Espasa-Calpe, 1933). La huella de sus gentes 225 En abril de 1936 participó en la exposición organizada por el pintor Germán Gil Losilla, que logró reunir en el Círculo de Bellas Artes a los pintores aragoneses residentes en Madrid. Cuando estalla la Guerra Civil, Pelegrín colaboraba en tareas de propaganda en el taller de la “Alianza de Intelectuales Antifascistas” (AIA), respondiendo a su compromiso ideológico y político. Ante la posible entrada en Madrid de las tropas nacionales, se trasladó con su familia a Valencia, donde fue nombrado responsable del Taller Práctico, realizando retratos de dirigentes republicanos y carteles. En febrero de 1938, el Ministerio de Instrucción Pública y Sanidad, y a propuesta de la Dirección General de Bellas Madrid, Editorial Zeus, 1931 Artes, le designó auxiliar técnico para los Servicios de Incautación, Protección y Conservación del Tesoro Artístico adscrito a la Junta Delegada del Tesoro Artístico de Aragón con residencia en Caspe, cargo del que no llegó a tomar posesión. Recibió la invitación de Josep Renau para participar en el Pabellón Español de la Exposición Internacional de París de 1937, donde este artista comprometido desde el inicio con la República presentó dos cuadros de intensa fuerza expresiva como son Evacuación y defensa del norte y Bomba en Tetuán, dentro de un realismo de influencia cubista. Terminada la guerra regresó a Madrid. Inició en la posguerra una etapa de silente actividad, desviándose de los planteamientos de vanguardia para sucumbir a un lenguaje más convencional. En 1944 expuso de forma individual en la Galería Macarrón de Madrid, donde figuró, entre las treinta y seis obras presentadas, el Retrato de la esposa del pintor (óleo sobre lienzo, 95 x 75 cm., 1939. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Madrid), que refleja la constatación irremediable de que nada volvería a ser como en la etapa anterior. A partir de estos años, su producción pictórica se reduce al paisaje, la naturaleza muerta y los retratos de su familia. Así pues, en la Exposición Nacional de 1945 presentó Naturaleza muerta y Vista de Madrid desde San Isidro. En 1947, expuso individualmente en la Galería Clan de Madrid, abierta por Tomás Seral y Casas, fundador de la Sala “Libros” de Zaragoza, y, un año más tarde, concurrió a la que será su última Nacional de Bellas Artes, la de 1948, donde mostró el tema titulado Mujer vasca. No obstante, y pese a la desilusión en la que quedó atrapado, se convirtió en su madurez en el maestro de un grupo de jóvenes estudiantes de Bellas Artes. En su casa de Alfonso XII, número 10, recibía la visita de muchos jóvenes artistas, de la pluma y del pincel, con quienes mantenía largas charlas sobre pintura y litera- 226 Comarca de Ribera Alta del Ebro tura. Esto nos revela que siempre estuvo atento a las novedades y preocupado por la transformación en el terreno de las artes. Para concluir este apunte sobre la personalidad de un artista de talento y de cultura como fue Santiago Pelegrín, cabría recordar que la pintura fue para él su vida y que era tan sobrio en el vestir como en el pintar. Desde su muerte acaecida en su casa de Alfonso XII de Madrid, el 24 de junio de 1954, habrá que esperar hasta enero de 1962, para que este autor reciba el primer homenaje a su labor artística en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. En junio de 1975, la Galería Multitud de Madrid organizó la Retrato de la esposa del pintor, 1939 (Madrid. Museo exposición Cubismo, donde se Nacional Centro de Arte Reina Sofía) mostraron cinco obras de Pelegrín junto a otras de Picasso, Juan Gris, Braque, Léger, Diego Rivera, María Blanchard Bores. Asimismo, en febrero de 1977 en la Galería Lázaro de Madrid se realizó una exposición-homenaje a los participantes del Salón de los Independientes. Años 1929-1977, donde se pudieron ver obras de diecisiete artistas pertenecientes a este colectivo, de los veinte que concurrieron en 1929 y 1930 al Salón, entre los cuales se hallaba Pelegrín. Otro homenaje lo recibió en 1985 en su villa natal, Alagón, con motivo del primer centenario de su nacimiento. Fue promovido por el Ayuntamiento, que organizó una pequeña exposición con sus obras y una conferencia a cargo de Pilar Pérez Viñuales. La última exposición celebrada en recuerdo y homenaje del pintor Santiago Pelegrín fue la que tuvo lugar en el Museo Pablo Gargallo de Zaragoza en el año 1995. Por tanto, este artículo se encuentra dentro de este capítulo de reconocimientos, y al mismo tiempo pretende auspiciar que los estudios e investigaciones en torno a este pintor aragonés sigan produciéndose con el fin de que su recuerdo no forme parte del olvido. Bibliografía AA. VV., Santiago Pelegrín, 1925-1939. Los límites de una utopía. Catálogo de la Exposición celebrada en el Museo Pablo Gargallo de Zaragoza (24 de marzo-7 de mayo de 1995), Gobierno de Aragón y Ayuntamiento de Zaragoza, Zaragoza, 1995. BORRÁS GUALIS, G.M., Enciclopedia Temática Aragonesa. Tomo 4, Ediciones Moncayo, Zaragoza, 1986, pp. 568-569. La huella de sus gentes 227 BRIHUEGA, Jaime, Las vanguardias artísticas en España. 1909-1936, Istmo, Madrid, 1981. GARCÍA GUATAS, Manuel, Pintura y Arte Aragonés (1885-1951). 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