~~ y ,,(ú. ~. ÚMüh.u ,6~'t.uaic. rL</ a. .... ¿¡¡. 1IA~lo ENRIOUE MUNGUIA PROPOSIT . s S BRE LA LECTURA ESTOCOLMO • 1933 • »Jl reste que tout ce qui sera refu devra étre assimilé dans la vérité. . .» Jacques Maritain, ,Primauté du Spiritueh. 1 reflexionar, sin embargo, sobre esa tan gentil invitación,1 en calidad de mexicano estudioso de la Literatura muy pronto me percaté de que no podía desaprovechar esta oportunidad y de que, lejos de casa, no debía negar algunas de las implicaciones de la Lectura: la letra y el espíritu del Libro. Además, creyente muy empeñado en .la buena vida platónica que, considerados de cerca los desgajamientos económicos y las escisiones políticas de nuestro mundo, acaso se nos ofrezca a todos como la forma más alta y menos circunscrita de vida perdurable, con toda naturalidad he llegado a considerar el Libro como su médula misma, como sus propios huesos y su sangre . • ......... n realidad, todos sabemos muy bien lo que es la Lectura. Es una convención; una muy refinada convención que formalmente data de Cadmo, el fundador de Tebas, quien, según corre la leyenda, inventó las letras de nuestro alfabeto. Apoyados en ella tal cual un gozne de encantamiento, lentamente las catacumbas del pasado y casi todos sus dédalos, laberintos y pasadizos secretos nos abren francas sus puertas; podemos recorrerlos a la luz del día, sin zozobra, como si fueran las calzadas amenas de un parque. La clásica y hasta la más remota antigüedad; nuestro sentido voluptuoso del pasado y su discontinuidad periódica; las aspiraciones de nuestros mayores así como sus verdaderas epopeyas, esto es, la religión sistemática, . el derecho, las ciencias, las bellas artes y el conocimiento filosofico, todos y cada uno de estos elementos que ahora condicionan nuestra civilización, founan el acervo hereditario que nos ha sido transmitido sin dilaciones, trabas o enredos mediante la Fragmento de unas palabras pronunciadas la noche del 27 de octubre en la sesión del Stockholms Internationella Klubben dedicada al tema: "El Arte de la Lectura." 1 5 palabra; y que usufructuamos mediante esa elaborada convención que significa la Lectura. • ....... on objeto de observar más particularmente todo este proceso de acumulación cultural, aislemos y observemos al niño por un breve momento. Es virgen su personalidad y sólo está consciente de su egoísmo espontáneo, de un pequeño universo deforme, sin riqueza de matices y sin hitación, en rigor, poco atractivo o acogedor. De no ser por la presión fuerte que sobre él ejerce la sociedad desde la cuna, y que cobra un aspecto más objetivo en los pupitres de la escuela, a la larga, la visión pueril o ingenua de las cosas, que claro, se perpetúa y enquista con sesgos de veras peligrosos y violentos hasta en los hombres cuando son incultos, no se diferenciaría de modo apreciable de la del salvaje. Según nos han ilustrado copiosamente los antropólogos, entre quienes tanto por su enjundiosa profundidad cuanto por su ciencia feliz, llana y admirable tal vez ' destaca Sir John Frazer, el salvaje concibe el mundo con tosca imper-fección; desconoce sino es que interpreta torcidamente las principales fuerzas que activamente trabajan tanto en la naturaleza como en el ámbito del espíritu humano y sustenta su pobre y mezquina verdad sobre la miscelánea caótica hecha de los fragmentos o astillas insustanciales que son sus impresiones externas. Pero es que hoy día, especialmente merced a la Lectura, ese niño puede percatarse de su espíritu, labrarlo en unidad y, con afán, transmutarlo en fuentes inextinguibles de riqueza; de que resulta que el libro es un coeficiente del entendimiento, una suerte de fuerza de expansión espiritual o, más sencillamente, una linterna muy útil, un resorte al alcance de la mano que puede encenderse y dar luz. Que el libro esté encuadernado con ostentoso lujo o a la rústica, que tenga imágenes exquisitas y láminas a colores o se guarde limpio de ellas, su esencia es 6 • • la misma y no cambiará, en realidad, más que la vil contingencia de su precio. Mas ese niño ya adolescente, valiéndose de él, una vez que en singular y entretenidísimo deporte ha vencido las palabras más principales hasta el punto de capturarlas y domesticarlas, palpa que poco a poco emergen primeros principios, normas, hipótesis, y que su ser gradualmente se va poblando muy por dentro del discurso límpido y coherente: por la intuición, por la teoría, por el juicio, por la idea. En suma, su estatura mental está ya hecha toda vez que logran convivir en él los éxtasis del místico, las teorías del hombre de ciencia, los juicios del letrado y la sabiduría del filósofo que, en mayor grado, lo inspira y conmueve por la continencia de su vida, la austeridad y la altivez de su fe, la savia que mana constantemente de su espíritu. Hay más; llega a significar la Lectura, ya en los años de madurez, nada menos que el símbolo visible de nuestra solidaridad política y social que nos solicita escalonadamente, de nuestras obligaciones respecto de la comunidad que, por todas partes, podemos deletrear en textos de leyes y decretos, en la página del periódico o de la revista, en la del libro o del folleto y, al transitar con despreocupación bucólica por la carretera orlada de bosques, hasta en los letreros conminatorios fijados por los Poderes públicos. Cuando a ese niño le toca morir por fin, ya acercados los linderos de la vida humana y traspuestas todas las etapas de ésta, si toda esa lectura, para decirlo por fuerza de algún modo, fué consustancial, vinculada con intimidad a su propia experiencia; al ámbito de su acción; a sus propios y fecundos descubrimientos y meditaciones acerca de la realidad; y si tal sujeto de la Lectura sin grandes asperezas logró fundirla como una unidad y plasmarla con todos los elementos de su propia personalidad, complicada y latente, entonces, por ella adquirió valores esenciales, ideales. Revivió, por lo menos, parte del pasado con esa impersonalidad reflexiva, con esa acentuación nuclear y penetrante que, a manera de compensación, rinde la 7 • distancia; en cuanto cabe, percibió con longanimidad el presente complejo, movedizo, heterogéneo; atisbó con mayor o menor nitidez, según el grado de recogimiento de su alma, el reino espiritual preexistente al que tan sólo es material y corpóreo y, en principio, desde el punto de vista del humanismo que incluye todos, es perfecta su preparación para tomar parte austeramente, con estoica dignidad y con la mayor amplitud de espíritu, en esa grande aventura, dramática y formidable, que es la disolución eterna de nuestros cuerpos. Puede ser y es, en verdad, todo esto la fuerza ideal de. la Lectura, resumidas como acabo de hacerlo, claro está, ~us variadísimas derivaciones a grandes y festinados trazos, con escasas luces, muy imperfectamente. Además, por pertenecer, en puridad, a un cuadro más detallado que el que nos incumbe por ahora, aquí han quedado excluidas de plano todas las posibles relaciones que sutilmente existen entre la Lectura y los conceptos más abstrusos del progreso o de la civilización, y entre la Lectura considerada como un medio profesional para la acción, como un vademécum para obrar materialmente sobre el mundo, y ciertas manifestaciones del hombre en sociedad. No obstante, esa lectura ideal que de modo sistemático se organiza con la experiencia, se sujeta a sus rectificaciones y está francamente descubierta a los aires del mundo, puede considerarse como todo un proceso de alimentación, algo así como un metabolismo de palabras que opera jugosamente en celdillas, glándulas y tejidos inmateriales. Significa todo ese cambio mediante el cual el alfabeto infantil, pintado a colores sobre trozos de madera de tres dimensiones, asume la forma y el contenido más profundos de un lenguaje secreto, subjetivo y simbólico; jamás, al par de las descargas y choques de electrones, en condición de absoluto reposo; encajado en el cauce imprevisto y flúido del tiempo y, de diario, bañado y fortalecido por todas las vicisitudes humanas, desde el amor y el dolor hasta el egoísmo y la estupidez, y desde la generosidad y la abnegación hasta el hambre y la muerte. 8 as quizá sea ya la hora de examinar con algún detenimiento el contenido de la Lectura como un arte, como un arte inseparable del de la expresión literaria. Es evidente que al escritor lo presupone como, por caso, un objeto visible importa al espectador y un bloque de mármol esculpido exige al escultor como causa eficiente. Escribir, a su vez, fijados los alcances de las demás vocaciones ?no entraña, desde luego, el género de vida que impone mayor caudal de experiencia reconcentrada, mayor capacidad creadora, mayor cultura y, sobre todo, mayor comprensión de lo humano? Me doy cuenta de que esta valorización es controvertible, pero es que para llegar a este encomio del grande escritor, tal como 10 es, sin hipérbole, el finado D. H. Lawrence, por ejemplo, ese autor extraordinario de "La Serpiente Emplumada", parto del punto de vista que su vocación abarca un terreno que no está tan fraccionado en extensión ni tan pulverizado en calidad como otros y, además, que la altura representativa de lo humano en que puede situarse es tal, supuesto que le es dable animar con fuego propio desde el mundo inorgánico más microscópico hasta el que por introverso o sobrenatural desborda todo realismo, que su visión de las cosas y de los seres del mundo resulta menos obstruída, menos canalizada y angosta, esto es, mayor. Concebida a derechas, como ciertamente lo fué hasta el siglo XVI, la Literatura no es caduco devaneo, pasatiempo frívolo, juego decadente y estéril propio de mujeres ociosas, de hombres débiles o desmedrados y de muchachos morbosos ni, menos aun, cabe considerarla en sentido peyorativo como oblicuidad o evasión de la vida, como un vacío horroroso de la realidad. La Literatura, si bien se mira, es la única confrontación positiva y específica de toda nuestra existencia una vez que logramos, si acaso, desempañar pulcramente nuestra conciencia de engaños, presunciones y fraudes. Es, en otros términos, un dilatadísimo y variado mapa geográfico en relieve, una representación animada y llena de movimiento de la vida misma 9 • • en la que debidamente cotejados o interpretados, glosados o hechos ejemplo, se revelan acentuadamente y surgen todos los matices y móviles tan insospechados de la naturaleza humana, todos los peregrinos tan desemejantes, como en la obra medieval que bien puede ser alegórica de Chaucer, que nos alistamos a viajar por este valle de tránsito rumbo a Santo Tomás de Cánterbury. Es, que yo sepa, el único repertorio imprescindible de la condición humana en el que, por ejemplo, la mujer del boticario Bovary y Eugenia Grandet son seguramente más autén. " , . ., Ílcas y están mas prOXlmas a nuestra comprenslOn y a nuestra piedad que nuestra vecina, ese ente que, al darnos furtivamente los buenos días con gesto apocado y sonámbulo, recoge y disimula los pliegues de su alma; y el patético Charlus, uno de los protagonistas de la nueva Odisea desintegradora e intermitente de Proust, de tan bien modelado y retocado, equivale, en última instancia, a toda una crítica social de la época. Desde cierto particular punto de vista, acaso muy condensado para el gusto del especialista pero no del todo para desaprovecharlo toda vez que por él nos es posible vislumbrar un aspecto esencial de toda esta cuestión, la Literatura no significa más, ciertamente no podría significar menos, que un grito incontenible de la congoja, del dolor y del desconcierto de la Humanidad. ?Qué, en el fondo, la actividad literaria no es sino la palabra con que, dentro de nuestro universo, brota y se comprueba el sentimiento trágico de la especie humana? Hace Literatura el hombre, por ejemplo, si especula con tal de que no llegue su pensamiento al grado más hermético de la especialización técnica; si mediante 1a palabra idealiza, afil1ua, duda o sueña en forma fehaciente e inteligible; si llega a sentir una emoción de importancia y a percibir visiones que, por su volumen, no sean susceptibles de trasladarse a las técnicas del arrobo y del mayor rapto, es decir, a la escultura y a la pintura, a la música y, sobre todo, a la danza. En este sentido, como Literatura propiamente tal, como Literatura maestra, quizá deban considerarse los diálogos de Platón y la obra de • 10 Lucrecio; los tractos aristotélicos de política y ética así como los comentarios de César; las enseñanzas estoicas de Epícteto juntamente con las de los epicúreos. También creadores literarios, para contar en este panorama universal y laico sólo nombres consagrados, han sido Jesucristo, Buda, Mahoma; Pascal y Francis Bacon; Spinoza y Montaigne; Descartes, San Agustín y Santo Tomás, con Erasmo y Pedro Abelardo; los místicos españoles como San Juan de la Cruz; Goethe y V oltaire ; Nietzsche, y muchos, muchísimos más varones de doctrina y hasta conditores iimperiorum cuyos mensajes o relatos humanos; en calida de protagonistas ilustres y conscientes del destino trágico de la raza, entrañan o pueden desentrañar una síntesis ejemplar de valores reales: de fortaleza o de resignación en las adversidades, de denuedo temerario o de prudencia, de caridad, de amor y de fe, de desenvuelta entereza o de bondad, simpatía y recogimiento discretos. Luego, si es verdad que todo esto constituye nuestra Literatura y si son éstos algunos dioses de su morada, necesariamente el arte de la Lectura, como durante la mejor época del Renacimiento, se dignifica y eleva a una actitud humanista con relación al Libro. Por esta razón, nada menos, ?cómo justificar todavía la Lectura exclusivamente por los motivos que, en nuestra sociedad económica sustentada por concentraciones de dinero, aun revisten absoluta validez para los ornamentos más costosos? En último término, esos motivos son deshumanizados, de orden estético o "puro" y convergen en el goce sensual, más o menos complejo y más o menos tamizado por las luces de la inteligencia, que el ornamento es capaz de suministrarnos. Pero, en realidad, no pretendo con todo esto, en lo que toca los objetos bellos y exquisitos de ornamentación literaria, desempeñar inoportuna y destempladamente el papel de moralista rigoroso o el de predicador ultramontano. Más bien, todo 10 contrario. Por una parte, si se apega a las exigencias bien sea explícitas o implícitas de cada una de las bellas artes, claro está que el ornamento se funde con toda la expresión • 11 de conjunto y es tan fundamental y sustantivo como el material mismo de la obra a grado tal que, de no ser paradójico y falaz, podría considerarse la obra de arte sólo como la suma total de los distintos ornatos que la componen. Pero, con todo, sí llega realmente el ornamento a impartir carácter, variedad y estilo a una obra; la hace resaltar, individualizándola. Por otra parte, puesto que ahora se trata de una especie de confesión pública, es pertinente reconocer que en lo personal aún experimento un gran goce desinteresado, galvánico, ante esas armonías líquidas y húmedas que se desenredan con lentitud de quebrada espuma, blanca e inaudita, del "Cementerio Marino" de Valéry, por ejemplo, o ante esa sensación de abstraída dureza tan cercana a la del tacto prieta espiga de trigo, higos, peras y manzanas en sazón, aristas de la luz en ,de algunas consonantes y vocales que se enfilan con peso garbo, musicalmente, en un soneto de endecasílabos castellano o, tal vez con más dulzura y suavidad, en un verso alejandrino francés. Aliada dizque secretamente con los dominios aéreos. sin linderos, de la sub conciencia más que con la corporeidad basta y constreñida de la prosa, siento la magia evocativa de algunos versos ingleses tan conocidos con es éste, de Shakspeare: " ... the tide oi pomp that beats upon the high shore of this world." as, por fin de cuentas, sea este cálido goce un defecto o una virtud de nuestra educación y constituya o no un vicio de nuestras preferencias íntimas, sin embargo, a pesar de que, sin duda, llegue a provocar los sentidos, a rendirlos, a pulirlos, y hasta a aumentar amplia y definitivamente las márgenes de nuestra percepción terrestre y ultramundana de la realidad, nuevamente consideradas tanto la altura y las exigencias sociales de nuestra época, todo él es muy cuestionable sino es 12 que del todo insuficiente a guisa de justificación formal y exclusiva del arte contemporáneo de la expresión literaria y su correlativo: la lectura que discierne y valoriza. or cuanto a la Lectura se refiere, estoy por decir que ésta, en su aspecto más elevado donde coincide con la voluntad de saber que es la iniciación obligada de toda cultura, debe ahora más bien constituir una disciplina, un método vigoroso que reclame y vindique, en vez de negar y obliterar, nuestras virtudes morales. Soy de los que piensan, en primer término, que la Lectura debe ser para nuestro entendimiento un estímulo sano en lugar de un narcótico, de una agradable pastilla o de una simple desviación acomodaticia. Por fin, estimo que el fin último y mejor de la Lectura es ensanchar y esclarecer las posibilidades de nuestra actividad más honda, más interior y trascendente, con objeto de experimentar ese nuevo humanismo y prepararnos a formular a tiempo, con el mayor mí mero de datos fieles a la vista, nuestras propias aunque modestas filosofías. Y aun la filosofía de más pequeñas dimensiones, la más doméstica y portátil, ?no nos obliga a valorizar clara y manifiestamente, ésto es, a distinguir las dignidades mayores de las inferiores y los dioses de la plaza más efímeros y deleznables de los más duraderos y reales? La Lectura, pues, no sera del todo el privilegio costoso de una clase sino más bien el derecho moral, el punto de apoyo y el bien potable de todos; declinado el analfabetismo universal, a veces me pregunto, ?no podrán a través de esa Lectura, de modo más viable y radical que ahora, componer el libro y el pueblo la remota Utopía que tanto nos fascina y urge como construcción razonable y geométrica? Por 10 .menos, a modo de paréntesis muy breve, quisiera expresar que la fe y el propósito que en día presente animan fundamentalmente a mis 13 mejores compatriotas es ése: la lectura para el mayor número, la lectura que arranque, no del esnobismo barroco o de la indolencia ni, tampoco, de móviles con declivios más complejos aunque no menos desenraizados, como algunas raras y exóticas orquídeas, de la naturalidad de la tierra y de las verdades más comunes y corrientes, sino de una buena fe y de un exultante fervor que, con propiedad, pueden considerarse espléndidos, de esa misma buena fe, pongo por caso que, para el extranjero, caracteriza la más extensa porción del pueblo de Suecia. Por razones privativas de la historia de mi país, aun debemos leer muy bien, que equivale a decir responsablemente, muchas páginas de libros fundamentales, mas esa lectura, creo yo, como síntoma actual de robustez continental se finca, desde luego, en una necesidad física, inmediata, y es el complemento del nuevo aliento vital de México. _ n fin, quisiera añadir que la aplicación de todo este cuerpo muy válido de doctrina literaria a los problemas de nuestros días, acaso podría constituir un factor activo que, en parte, disolviera los falsos horizontes de la ignorancia y del odio que por hoy oscurecen la verdad, y nos capacitara a todos para abandonar resueltamente toda esa porción de búsquedas huecas, sin objeto, y de aventuras expoliadoras en las que nos complicamos tan inútilmente debido a nociones vanas y superficiales acerca de la sustancia de nuestro ser y de la realidad. Descansando sobre la letra y el espíritu del Libro, este tantas veces soñado humanismo, ahincado toralmente en la vida y complementándola ?no tendería a simplificar y a ennoblecer las relaciones humanas y, no obstante el caos que nos amenaza y fatiga y se cierne en torno nuestro, a acercarnos tal vez con mayor serenidad y congruencia, imbuídos de la noción de unidad, al destino de nuestro universo? 14 Ahora, dentro del corazón más negro de la noche o en plena luz del mediodía, todos por igual tan sólo entrevemos ese destino como irreparable y enigmático, como si la realidad que intuimos ramificada en el orden del universo girase cada día más desliada, fuera de la órbita de nuestros principios los cuales, a su vez, de tan frágiles y descaecidos, hoy sufren quebrantos y vulgares desestimaciones casi, me atreveré a decir, por todas partes . • • • 15 Denoa upplaga ir try.kt ¡ Stoekholm hOI BrMerna Lagentr6m, Boktry.kore november 1933, pi malt tryekpaJlper med mediEeval och bodoDi antikva,och omCattar ettbundra.. Cemtio Dumr. e.xemplar, vil ka ¡ek. 8aluf6rto - N:r --- - - - --