Paul Claudel responde la poesía

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Paul Claudel responde la poesía
(Charla dada en Noûs el 26 de mayo del 2004)
“Siento que hay en todos los espectáculos a los que soy invitado una pregunta; y una
pregunta, antes de saber cómo responderla, hay que comenzar por entenderla, y eso
requiere un gran esfuerzo de análisis para el cual justamente lo que recibí en Santo Tomás
de Aquino me fue muy útil. Digamos en realidad de Santo Tomás de Aquino, y en realidad
de Aristóteles, porque es Aristóteles el que planteó, por decirlo así, los principios de esta
interrogación que es tanto el principio de la ciencia como el del arte.” Paul Claudel,
Mémoires improvisées, Neuvième entretien.
“Una obra de arte lograda es también el conjunto de todos los procesos de igualación que se
intentan en contra de ella.” Philippe Muray
“Los textos para apoyarnos en esa base material que está a disposición de todos lo que
quieran leer.” Jean-Michel Vappreau
“Hacia el final, con su sonrisa pícara dibujada en los labios me pregunta por lo bajo: ¿Qué
es un poeta? A lo que respondí también por lo bajo: - Alguien que escribe y no es escritor.”
Leónidas Lamborghini: Anotaciones de Procopius, en Trento.
Paul Claudel es un maldito. Hubo un tiempo en que para ser maldito no había que ser
católico. Bastaba con tener alguna costumbre dudosa. Un poquito. Algún vicio. Pero
católico, no. Hoy maldito es un adjetivo consagrado por todos los oficialismos, en
particular por el de la poesía. Hay una lista de malditos de malditos. De todo pelaje.
Fascistas, viejos comunistas, nazis, droguetas, académicos homosexuales, deleuzianos
malditos, foucoultianos malditos, alcohólicos, tipos malos, me ahorro los nombres, hay una
lista interminable. Pero todos más o menos aceptados por la secretaría de cultura de la
municipalidad de Buenos Aires. Es importante marcar el grado de aceptación que tiene para
lo moderno la figura del maldito. Para el moderno. Pero en esa lista les aseguro no hay ni
uno que sea católico. No exagero si digo que en ningún lado hay un católico consagrado
como maldito. Claudel es un hereje para casi todo lo que se presenta como corriente, como
partido, como servicio cultural, como sueño ilimitado de cultura: desde la Acción Francesa
a la última asociación de poetas concretistas. “El tiempo hizo un extraño trabajo. Claudel,
de escritor oficial y recomendable, se convirtió poco a poco en una suerte de monstruo
indefendible, se volvió objeto de todas las malevolencias automáticas, de odios enseñados,
de una detestación programada. Es el gran derrotado de las letras francesas, lo que permite
a la Opinión, de ahora en más, reprocharle confusamente su religión ostentada, su crimen
en cuanto a su hermana, su puritanismo militante, su búsqueda hipócrita de los honores y de
los bienes terrestres. ¿Claudel maldito? La inversión es cómica. ¿Quiénes son sus
adversarios? Una curiosa trinidad que, podríamos decir, acaba de llegar al poder: Maurras,
Gide, Breton. O sea: la regresión académica, el humanismo homosexual, el ocultismo
progresista. Por supuesto se trata de un problema profundamente político. ¿Metafísico? Sí,
pero no como se cree. ¿Y si, finalmente, todas estas controversias no llevaran más que a
una guerra de lenguaje? ¿El Claudel-oficial y el Claudel-monstruoso no serían entonces
más que dos formas de desembarazarse de un efecto positivo de potencia verbal? Podemos
sospechar que es el fondo del problema Claudel.” (Philippe Sollers) Hereje por católico y
un poco más, por la manera en que se sitúa frente al lenguaje. Porque no está en la
propaganda de lo auténtico. De la celebración de la poesía. La celebración de la poesía es el
punto más alto del evangelio de lo auténtico. Nunca quiere perder nada. Vive en la
celebración del pasado, sabe qué ama y cómo lo ama, y por qué lo ama. Tiene el miedo
pánico de perder de vista sus intenciones. Claudel elige y es elegido. Desembarazarse de un
efecto positivo de potencia verbal es un hallazgo de Philippe Sollers que habría que
explorar, todo el asunto es cómo escapar al intento social de achatar la potencia verbal de
algunos artistas. La poesía organizada no quiere escuchar que “en los fenómenos, el sujeto
tiene más importancia de lo que se cree” (Goethe). Claudel el católico, era un arreligioso
(Cornec). No hizo coro. El siglo XIX aspiró a un escritor futuro en estado no catrólico.
Cuando Claudel se convirtió inauguró también su lista de rechazos: no al naturalismo, no al
mallarmeísmo, no al ocultismo, no al socialismo, no al exorcismo surrealista. Claudel un
día se consagró a leer la Biblia: veinte años de lectura, y otros tantos libros. Cuando se
borra a un escritor se borra a un lector para abrirle paso al especialista. Los libros de
Claudel que salen de su lectura de la Biblia: El libro de Job, Claudel responde los Salmos,
El Evangelio de Isaías, hasta hace unos años habían desaparecido de las librerías. Aventuro
que Claudel y la Biblia son una sola y misma cosa. Ahora disponemos de uno o dos tomos
de esas lecturas, pero da lo mismo, me parece que sólo lo leen algunos viejos curas y
curiosos de la cosa católica. La Biblia es un banco de pruebas: ya nos conformamos con
dejarle la lectura a los especialistas: el especialista es el mejor intento de borrar a un lector.
Claudel nunca creyó en ismos, tampoco lo atraían los slogans. No era prisionero del
presente. Claudel estaba abierto a lo que no conocía. Claudel exige un oído para escuchar la
pulsación del lenguaje, y además no sé de otro escritor que también nos invite a tener un
ojo que escucha. Claudel trabaja con toda la dimensión de la sonoridad. Inventa sus propias
reglas. Lee. Apuesta a un lector que vendrá en el futuro: en algún lado hay “un hombre que
lee, y como es conveniente para el lector, para el autor de una novela también quizás (o
simplemente es la novela de su propia existencia), este hombre le vuelve decididamente la
espalda a la realidad.” Para Claudel no hay “saber positivo”(Cornec) y menos la Biblia.
Claudel no se pone en los pasos del historiador, sigue la huella de ese otro católico al que
Lacan también cita, León Bloy: el escritor Marc-Édouard Nabe lo vio bien: “Claudel, un
Bloy rico”. Es decir Claudel estaba como Bloy en una práctica de lectura de la Biblia
abandonada ante el martilleo de saber positivo de los historiadores y arqueólogos.
Escuchen esta cita de Claudel que nos muestra su manera de situarse, insisto, situarse en el
lenguaje, es una cita de 1937, es un prefacio al libro de Ruth de Tradif de Moidrey:
“Alguien nuevo se ha encontrado que consideraba a la Biblia, no solamente como un
arsenal, sino como un tesoro (...) Alguien indiferente a las querellas filológicas y textuales,
indiferente como para tomar a Dios en serio, para entregarse integralmente e ingenuamente
a la palabra de Dios, tal como ella nos fue librada por la Iglesia, para amarlo, para volver a
hablarla en sí mismo, y, siguiendo la instrucción dada por el Angel al hombre en Patmos,
para devorarla, para hacerla pasar por entero a sus entrañas por intermedio de los dientes,
de la lengua y del gusto.” Cuando Claudel lee la Biblia nos trae el gusto. Cuando escucha la
pintura también nos trae el gusto. No hay que perder de vista este final: “por intermedio de
los dientes, de la lengua y del gusto.” Con Claudel conviene tener siempre las fechas a
manos. Es muy trabajoso. Son ochenta y siete años. Casi sesenta años de escritura. Pero las
fechas para dar vueltas estancaciones. Vale la pena pasar por el Diario íntimo de los años
de guerra y enterarse que esperaba la llegada de los aliados, el viejo reaccionario quería la
derrota del fascismo: se pueden leen estas cosas: "el inmundo Pétain",” o lo llama Viejo
comediante, Tartufo. El Diario tiene mil quinientas citas bíblicas. Hay una fórmula del
músico Ornette Coleman que le va como anillo al dedo a Claudel: “Siempre pienso más en
mi comportamiento que en mi culpabilidad.” Para Claudel todos se equivocan, el género
humano se equivoca. O sea: él también se equivoca, por eso se pasó la vida
evangelizándose: “leamos la Vulgata, leámosla como debe ser leída, de rodillas.” Claudel
no estaba loco, nunca se creyó poeta: dice en su Diario: “ En Lyon en una librería veo un
libro con una faja que lleva esta inscripción ´Claudel el gran poeta cómico’ . ¡Tengo un
arrebato de alegría! ¡Por fin, alguien me entiende! Pero no, la faja dice ´el gran poeta
cósmico´. Mejor acostumbrarse, cada mañana cuando me miro en el espejo para
afeitarme, a esta idea de que soy ´cósmico´. ¡Bueno, me conformo con cósmico! (Diario,
agosto de 1941). Sólo que no tiene confianza, ninguna creencia en el género humano. Uno
diría Freud. Pero esta falta de creencia en el género es herejía mayor si encima es
pronunciada por un católico apostólico romano que además adhirió al dogma de la
infalibilidad Papal. La Trilogía, entre otras cosas, se ocupa de infalibilidad. Es una
introducción al siglo XIX y lo que sale de allí. Quieren saber qué es la creencia, pasen por
allí. Caja de sorpresas. Una de las mejores condena a Claudel es la de un energúmeno que
dijo que Claudel era un “fermento de disolución, un difusor de herejías larvadas, de juicios
falsos, de errores sinuosos e insinuantes (...) un sembrador de semillas de anarquía,
destructoras de cualquier vida real y profunda.” Remate de todo esto, y acá se ve la hilacha
de nuestro ignoto energúmeno: la inspiración de Claudel “es más judaica que católica.” Con
esta cita ya estamos en el centro de la eterna controversia Claudel. Esta cita que acabo de
leer pertenece a un cura que después fue obispo, se llama Francois Ducaud-Bourget y
quería abrirle los ojos al Papa, a Pío XII, nada menos, que estaba recibiendo a Claudel con
toda pompa. Así empieza esto. Elijo esta escena que saco del libro de Gilles Cornec, un
libro mágico, al que voy a plagiar lo mejor que pueda. Y les decía que elijo esta escena para
que sepamos, para que ustedes lectores de Lacan sepan que leía a este católico detestado
por todos los profesores de Francia. Cuando hace el seminario de la Transferencia estaba
leyendo la correspondencia Claudel-Gide y se desliza a la Trilogía. Lacan dice: “Leía la
correspondencia de André Gide y de Paul Claudel, a la que, entre nosotros, no le falta
fuerza, se las recomiendo. Pero lo que voy a decirles no tiene ninguna relación con el objeto
de esta correspondencia, de donde Claudel no sale engrandecido, lo que no impide que voy
a ponerlo aquí en primer plano, que lo merece en tanto que es uno de los más grandes
poetas que han existido.” Listo, por mi parte única cita de Lacan. A propósito de la
correspondencia entre Gide-Claudel agrego esta cita del propio Claudel, como contrapunto
a lo que dice Lacan, que Claudel no sale engrandecido, bueno, no sé que le gusta a Lacan
como grandeza, a mí, la de Gide no me parece ejemplar, le dejo la palabra a Claudel:
“André Gide en su Diario, que vuelvo a hojear en este momento (...), Gide no deja de
hablar de la razón, del catolicismo racionalmente inadmisible, etc, pero es imposible
encontrar en este fajo de papeles una discusión seria y profunda de la posición católica
(como tampoco pude obtenerla nunca en la larga e ingenua correspondencia que
mantuvimos en otro tiempo).” (Domingo 8 de de noviembre de 1942) Esta cita de Claudel
para poner en entredicho la afirmación de Lacan: Claudel no sale engrandecido. Porque nos
lleva a preguntas. Alguna vez los psicoanalistas se ocuparán de las lecturas católicas de
Lacan: Bloy, Claudel, Bernanos, Gilson. Jean-Michel Vappreau que sabe mucho de Etienne
Gilson, que sabe de la posición católica, que sabe Claudel, se ocupa. No retrocede. Y Lacan
leía todo esto en plena época de apoteosis sartreana. Coraje de Lacan. Buen gusto. Retomo
el hilo de los ataques a Claudel y no puedo privarme de otra cita: un tal Calvet un esbirro
del mariscal Pétain: “Claudel es obscuro (...) Imagino incluso que el señor Claudel,
embajador de Francia en Whasington, si a uno se le ocurre, en plena realidad, después de
una discusión sobre el comercio de granos o sobre las deudas interaliadas, si a uno se le
ocurre releer sus Odas, hay que ponerse dos veces para oírlas y darse algún cuarto de hora
para volver a ponerse en estado de gracia poética.” Es una versión de la acusación
surrealista de “embajador y poeta”, pero viene de un señor que se preocupa de la educación
católica. Hay muchas vertientes pedagógicas en la literatura. Claudel había sido un gran
embajador. Un hombre capaz de hacer buenos negocios para Francia. Un escándalo para el
partido poético. Pero parece que también para el partido católico. Por eso les decía que
Claudel no era hombre de partido. Empiezo por Acción Francesa porque fue un pilar de
Francia hasta 1945. Es un capítulo largo y no haría más que repetir a los historiadores. Pero
su jefe Charles Maurras era un hombre de la literatura: el diario Action Francaise lo leían
todos los intelectuales. Proust decía: “Como sólo puedo leer un diario, leo Action
Francaise, en lugar de aquellos que leía antes. Puedo decir que en eso tengo algún mérito.
¿Pero en qué otro diario el pórtico está decorado con un fresco del mismo Saint-Simon;
quiero decir por León Daudet? Cuando Maurras, que parece detentar hoy el record de
altura, da sobre Lamartine una indicación general, para nosotros es mejor que un paseo en
avión, es una cura de altura mental.” Proust elogiaba así al que iba a ser juzgado cuando
termina la guerra por traición a la patria. Action Francaise, como ven, es todo un capítulo y
de gran influencia en la vida cultural de Francia. Resumo: Maurras era un discípulo del
positivista Augusto Comte. No voy a contar todas las peleas de Action Francaise con la
Iglesia Católicia, que terminan en condena en 1926. El Santo Oficio da a conocer el 24 de
diciembre de 1926 un decreto que tenía preparado desde 1914. Pio XI: les prohíbe a los
católicos adherir a las tareas de Action francaise, les prohibe leer el diario de “hombres
cuyos escritos se apartan de nuestro dogma y de nuestra moral.” Action francaise se
defendía así: “Action Francaise está fundada, exclusivamente, en un programa de política
francesa que no tiene nada que ver con las censuras de la Santa Sede”. Viejas querellas. El
Vaticano tarda años en excomulgar. Action Francaise era uno de los enemigos de Paul
Claudel. Un poeta argentino cuando me vio una vez con un libro de Claudel me dijo sacá a
esa basura de mi vista. Es un surrealista. Y tiene razón: Claudel tenía un poco la manía de
querer convertir. Los surrealistas: los otros enemigos de Claudel. Se disputaban muchas
cosas. Fundamentalmente la herencia de Rimbaud. Un salto a atrás: un tal Pierre Lasserre,
nada de surrealista, un ilustre desconocido ahora: vio en Claudel la “más enorme injuria
que alguna vez haya sido perpetrada contra el buen sentido, el lenguaje y la gramática”...
Este católico se escandaliza con el estilo: ¿el Teatro de Claudel? :”chatarra bíblica”:
retengan esta acusación. Porque Lacan se ocupa del teatro claudeliano. Claudel se va a
ocupar desde 1922 hasta su muerte del Antiguo Testamento. Hay insultos que son mejores
que un elogio. Claudel se ocupó de chatarra. A Lasserre lo pongo un poquito antes de los
surrealistas. El surrealismo es la segunda fuente del odio a Claudel: por favor no olviden
que todo esto lo leyó Gilles Cornec, él nos abrió esta historia, con ese toque de lector que
se saca de encima todo saber previo y entra en los libros. Él dice tres fuentes del odio a
Claudel: los nacionalistas de Action Francaise, los surrealistas y los gidianos. Más o menos
toda Francia. Los surrealistas le disputaban la herencia de Rimbaud: una anécdota. Claudel
da una entrevista a un diario italiano, reproducida por la revista francesa Comoedia.
Claudel no tiene pelos en la lengua, no tiene que cuidar ninguna reputación y menos frente
a los surrealistas: dice: ”En cuanto a los movimientos actuales, ni uno solo puede conducir
a una verdadera renovación o creación. Ni el dadaísmo, ni el surrealismo que tienen un solo
sentido: pederástico.” Listo, capítulo cerrado para Claudel. No para los surrealistas, por
supuesto. Escriben una protesta, “Carta abierta al Señor Paul Claudel, embajador de Francia
en el Japón”, Breton es el inspirador: “Nuestra actividad sólo tiene de pederasta la
confusión que ella introduce en el espíritu de aquellos que no participan en ella.” Es cómico
ver a estos revolucionarios de las costumbres defenderse de la acusación de pederastia.
Hasta ahí lleva la pelea alrededor del cuerpo de Rimbaud, la lucha por la propiedad del
nombre Rimbaud. Para Breton hay dos Rimbaud. En el segundo manifiesto Breton acusa a
Rimbaud de haberse equivocado de haberlos querido engañar (es rara esta última
acusación, Rimbaud había muerto hace veinte años, me parece que es una acusación algo
espiritista). De qué es culpable Rimbaud: es culpable de haber facilitado algunas
interpretaciones que deshonran su pensamiento, algunas interpretaciones como las de
Claudel. Por supuesto. No me parecen que citen otras. Pero no importa. Rimbaud es
culpable de tener a Claudel como intérprete. Aparte de un error de gusto, culpar a un
espectro huele a escuela científico basilio, y además los surrealistas no se dieron cuenta de
que Claudel no era un intérprete de Rimbaud. Era un lector, en el sentido en que Claudel
leía los salmos, Claudel no interpretaba, Claudel respondía. Y respondía desde ese “yo
escucho”, de la cita, “escucho, no siempre comprendo, pero igual respondo”. Y Claudel no
confunde la Biblia con Rimbaud. Claudel no confunde la Biblia con nada. No es que no se
confunda, que no se equivoque, era tan mal lector como cualquiera de nosotros, tenía
intuiciones freudianas, y más que ésos que se decían lectores de Freud, pero, al menos,
tenía ese “escucho, no siempre comprendo”, y ahí ya tenemos a Claudel situado frente al
lenguaje. Claudel cuando respondía a los salmos se sentía el discípulo del profeta, para
leerlo hay que acompañarlo hasta ahí. En Argentina, cuando Leónidas Lamborghini escribe
Trento hay que bajar toda la escalera de los siglos para sentir la tensión de un ateo cómico
que le responde a Dios. Lo traigo a Lamborghini, rápido y breve porque se junta con
Claudel en ese gesto de separación del pensamiento dominante. De dos escritores que no
van por el lado de lo mimético. Lamborghini que sabe que el modelo entra por la ventana,
que es un viejo amor que insiste, decidió ponerlo en el centro de la escena y darle batalla.
Claudel también va a la obra. No va a la lengua materna. Se frota al latín de San Jerónimo.
Lee Santo Tomás. Traduce del inglés. Por el lado del francés ya se impregnó de la frase de
Bossuet. Estas cosas sobre la inspiración poética: “El poeta no se sirve de las palabras de la
misma manera. El poeta se sirve de ellas no por la utilidad, sino para constituir todos esos
fantasmas sonoros que la palabra pone a su disposición, un cuadro, a la vez, inteligible y
deleitable.” (Sur l´inspiration poétique) O esta otra: “Me falta tiempo para hablar como
querría del ritmo en el sentido estricto de la palabra en tanto que pautando el modo de todo
un fragmento poético.” (Sur le vers francais, 80) Se permite algunas consideraciones sobre
la “psicología de nuestro pueblo” (Sur le vers, 18) “El Francés tiene horror del azar, de lo
accidental y de lo imprevisto. Construye su vida y se esfuerza por excluir de ella todas las
intervenciones heterogéneas.” (Sur le vers, 19). En moderno: parece decir los franceses no
soportan la alteridad. “El Francés siempre se sintió accionario de una sociedad de la cual
cada miembro debe cuentas a todos los otros.” (Sur le vers, 19) Como verán no son frases
que pueden encantar a la Action Francaise. Por lo visto tampoco le gustan a nuestros
surrealistas vernáculos y a los gidianos, que, por lo que sé, es una especie en extinción,
desgraciadamente, porque le ponían fibra a la guerra de la poesía. Claudel vive analizando
la poesía francesa, lee los poemas. Busca la sonoridad. Para Claudel “el verso se convierte
en un medio de interrogar lo desconocido, le hace a lo desconocido una proposición, le
ofrece una condición sonora de existencia.” Me parece que Claudel nos quiere decir que
son “las obras las que hacen las lenguas y no las lenguas las que hacen las
obras.”(Meschonnic, Problemes de la poésie contemporaine). Bueno, lo dice a su manera.
Y de varias maneras. Claudel pone a sus dramas entre lo visual y lo auditivo. Pasa el verso
por los dientes y el sabor, “entretraduce” los “Salmos”, escucha la pintura. No sé si Claudel
hace cálculos. Me parece que no. Por lo menos tiene estos versos:
Il faut
qu´il y ait
dans le poeme
un nombre
tel
qu´il empêche
de compter
No todos pueden. Claudel podía. Es una cuestión de sistema nervioso. “Siempre habrá una
diferencia profunda entre un fabricante y un inspirado, entre un caballo y el retrato de un
caballo.” (Paul Claudel, Reflexions et propositions sur le vers francais) La lengua no es
interesante en sí misma, la literatura la hace interesante. El hebreo sigue ahí por la Biblia,
no por el hebreo. El latín se estudia, se lee, a pesar de que un lector de Virgilio pasa por un
tarado a los ojos de los servicios culturales, porque Spinoza, Descartes y Bacon escribieron
en latín. Lo interesante con una lengua es lo que se hace con ella. Cómo se la usa. Cómo
nos servimos de esa lengua. Claudel se deseducó, se puso afuera del sendero trazado. Con
relación a la lengua francesa se puso en situación de alteridad. Con Francia, por supuesto.
Claudel exploró sus raíces. No se fue a los brazos del genio de la lengua, descubrió algo
que parece elemental y sin embargo está bien oculto, hay todo un trabajo de ocultación,
descubrió que “no hay una sola lengua , una sola cultura que esté aislada en el mundo como
una suerte de piedra que se alza en el desierto.” (Félix Castan) Claudel se situó en la
relación de las lenguas, por eso se puso a explorar el futuro que llega, pero me parece que
nunca perdió de vista el carácter imprevisible del pasado. Claudel lee la literatura francesa:
no olvidemos que para él la interacción entre escritor y lector es una fuerza, es una tensión
que estimula, que tiene la responsabilidad de soportar. De literatura a literatura. Escribe una
obra a contracorriente. Usa todo el tesoro de la lengua francesa y ensancha, como los
pintores italianos: lee la Biblia en latín, tiene el inglés, pone la ficha Dante, pone la tragedia
griega. Como diría Félix Castan, Claudel está contra la filosofía de la unidad, está por la
filosofía de la pluralidad. Tiene la intuición fuerte de que “La cultura de la identidad está
ligada a la historia de Francia.” (Meschonnic, Rencontre Castan), y cuestiona esa matriz
identitaria, la identidad como valor le resulta intolerable. La pregonada claridad francesa
también le resulta intolerable. Claudel como vimos tuvo que enfrentar a “su modernidad”,
cada escritor de genio tiene su “modernidad” que le quiere tomar la sopa, como diría Néstor
Sánchez. Tampoco se sumó a ninguna buena fórmula de la modernidad. Hoy una buena
fórmula es la lengua materna, la promoción de la lengua materna. No me doy cuenta muy
bien de las ventajas de esa promoción. Para mí no hay ninguna. Es un achicamiento de
civilización enorme. Es más sordera. Es sordera sobre sordera. Por lo menos sé que la
alteridad no viene por ese lado. Por el lado de la lengua materna sólo viene propaganda
identitaria. Como Claudel no nació muerto, se inventó en la separación: “No hay modelos
para la escritura, ni para su conocimiento, que es la de un actuar inasequible a todo sueño
de ciencia.” (Meschonnic, Poétique V, 137) Pueden ir a leer y se van a encontrar con una
catedral. Claudel podía haber hecho algo a la Rimbaud o a la Mallarmé pero no se dejó
maternizar, la literatura no está hecha de lengua materna, está hecha de obras que le hacen a
la lengua. Cuando digo que Claudel está situado no quiere decir infalible, para Claudel el
único infalible era el Papa, no olvidemos que él era católico del Concilio Vaticano primero,
situado es saber que no hay escucha sin dificultades de comprensión. Pero también entraña
la responsabilidad de responder. Para Claudel responder está en el ámbito de la
responsabilidad. Nunca soltó ética, poesía y lenguaje. Escribió quince libros inspirándose
en la Biblia. Obra sin lectores. Claudel tiene tan pocos lectores como Rimbaud, finalmente.
Porque no creo que se pueda llamar leer a esas operaciones berretas que consisten en
confirmar mitos, por ejemplo, el mito Rimbaud. Las disputas, la guerra de la poesía sigue
alrededor de Rimbaud, del mito Rimbaud y del espectro Rimbaud: pero es otra historia,
para otro momento. Claudel no existe ni siquiera como espectro. Eso sí: desata cada tanto
pasiones de venganza. En la década del ochenta profanaron su tumba. Apenas un sueltito en
los diarios. Los profanadores nunca aparecieron. Caso archivado. Claudel no le interesa a
nadie. Pocas veces un escritor suscitó tantos lugares comunes. Las enciclopedias
conservaron durante mucho tiempo esa mala leche que sólo los contemporáneos
acostumbramos a tener para con nuestros colegas, amigos y “jefes”: uno abría y la
enciclopedia decía “Paul Claudel, hombre de letras y diplomático francés, nacido el 6 de
agosto de 1868” y entonces seguían confirmando el lugar común de los surrealistas: no se
podía ser poeta y embajador. Es curioso como el mundo se vuelve cada vez más surrealista.
La boludez surrealista: “no se puede ser poeta y embajador”, sigue vigente. Como no se
puede ser poeta y embajador, Claudel no es poeta, ellos decidieron que es embajador, y
como si fuera poco, lo acusaban de embajador algo corrupto. Estaba el caso de Saint-Johm
Perse, otro poeta que trabajaba en la diplomacia, publicó en la revista Littérature, la revista
de los surrealistas, es más, lo llamaban “surrealista a distancia”. Estaba autorizado. Quizás
cumplía alguna función. Para Claudel la poesía no tenía ninguna función. No estaba al
servicio de ninguna causa. Saint-John Perse estaba autorizado. Claudel no estaba
autorizado. Autorizado es un adjetivo que tiene un porvenir radiante, tan radiante como el
que tuvo hasta ahora. Autorizado es el adjetivo que la capúa (palabra de Claudel) de las
letras maneja con angustia, con apariencia de seguridad, con tantos esfuerzos, y todo eso
para tratar de combatir la imprevisión del pasado. El pasado es imprevisible dice Henri
Meschonnic en algún lado. Y da el ejemplo del crítico inglés Alan Boase, en los años 30.
Boase que amaba profundamente a John Donne y a los poetas metafísicos ingleses se dice:
¿“Es posible que no haya habido, en la misma época en Francia, la misma cosa?”. Buscó y
encontró a Sponde. Poeta que estaba completamente olvidado, como estuvo olvidado
Maurice Scève. Esta historia la cuenta Henri Meschonnic, al que tanto le debemos para salir
de la idolatría de la poesía. Traigo esta anécdota porque no me parece lejos del espíritu de
Claudel, que también se hacía preguntas, que trataba de responder. Claudel no veía a la
poesía ni como función ni como problema. No la quería solucionar. Le hacía preguntas. A
Claudel no lo sugestionaba ninguna solución de esas que se vendían en las primeras
décadas del siglo. Claudel se encuentra con Rimbaud: no perder de vista ese encuentro.
Abre un día la revista La Vogue, ahí empezaban a aparecer Las Iluminaciones de Rimbaud.
Esta cita de Claudel: “Nunca tuve el instinto de participación en un equipo. Siempre me
resultó muy difícil acomodarme a eso. En ningún momento de mi vida me fue posible sentir
ese sentimiento que se llama camaradería. Es un punto que tengo en común con Rimbaud
cuando dice: La camaradería y la compañía de las mujeres me estaban prohibidas. Por ese
lado me le parezco mucho. Probablemente sentía en mí el trabajo, la fermentación de un ser
nuevo que tenía mucho que aprender, y que no se había abocado aún a las fuentes
verdaderamente nutritivas, en las que encontraría el alimento para su desarrollo.”(Troisième
entretien)” Claudel todavía no tenía ningún sentimiento religioso. Estaba en ese espíritu que
según él dominaba la literatura de su tiempo, estamos en 1886, “no solamente la religión
era odiada sino que era objeto de burla(Jean Amroruche), “era la atmósfera naturalista”
(Amrouche), “Naturalista y combista. No combista, sino pre-combista.”(Claudel),
“Cientificista. Es en ese momento que la aurora, de mi conversión apareció, si puedo
decirlo así, con el descubrimiento de Rimbaud.” Ya está Claudel pasó al catolicismo, se
convirtió. Andaba a tientas, no tenía ningún sentimiento religioso. Y leyó a Rimbaud.
Rimbaud era “un padre”, si uno le saca a esa palabra el sentido venerable y respetuoso que
trae consigo: transcribo palabras de Claudel (Troisième entretien). “Rimbaud ejerció
sobre mí una influencia seminal, no veo qué habría podido ser de mí si el encuentro con
Rimbaud no me hubiese dado un impulso absolutamente esencial.” Pueden imaginarse lo
difícil que es aceptar para la devoción Rimbaud, aceptar que ese niño de oro lo llevó a
Claudel de la mano hacia la Iglesia apostólica romana. Bueno, para abreviar, porque toda
esta historia de conversión es una novela muy larga, Claudel lee la revista La Vogue en
mayo de 1886 y ahí, como les dije encuentra los fragmentos de Las Iluminaciones y su vida
cambió completamente, bastaron apenas unos fragmentos para que su sistema de creencias,
su sistema filosófico, absurdo y rígido, al que trataba de plegarse en ese momento fuera
sacudido enteramente (palabras de Claudel, Troisième entretien): “Las Iluminaciones me
despertaron, me revelaron, por decirlo así, lo sobrenatural que es el acompañamiento
continuo de lo natural.” (Troisième entretien) Situarse no es estancarse, no es dejar de
preguntar, situarse es alejarse del desprecio por la lectura, de la palabra como ruido y de los
libros como papel impreso: Claudel le debe al estudio y a la lectura, era un devorador de
libros. “Debe haber una especie de sentimiento salvaje, de intrepidez personal, que debe
guiar al poeta, en fin al poeta en germen, y permitirle distinguir lo que le sirve de lo que no
le sirve, y rechazar con una especie de horror lo que le resulta deletéreo.” En suma, una
lista de rechazos. Sin esa lista no hay poema. Una lista de rechazos y una de aceptaciones.
El rechazo es tan capital como la aceptación. Claudel empieza por rechazar en bloque todo
lo que le enseñan en el liceo. Cuando se las arregló por sí mismo se fue de cabeza a
Shakespeare. Mucho de lo que rechazó lo admiró después, cuando se lo pudo administrar
por sí mismo. Ese era Claudel, leyó una parte de lo que rechazó cuando fue para él una
necesidad orgánica y vital que podía asimilar (Troisième entretien). Hay un proceso de
estudios, el que cuenta para Claudel, el que siguió a su conversión: o sea que “conversión,
educación moral e intelectual corrieron parejas para mí entre esos años 86, 90 y 93 en los
que me constituí por entero, en los que formé en resumidas cuentas mi personalidad.”
Primer escándalo para la escuela republicana: sólo acepta lo que se administra de acuerdo a
su necesidad orgánica y a su capacidad de asimilación. Claudel “es una física, una violencia
del traducir, una corporalisación de la escritura, que desborda tanto la preocupación por lo
bello como por la exactitud (Meschonnic, Poétique du traduire). Segundo escándalo:
conversión al catolicismo. Tercer escándalo: Francia lo encerraba: estudia la carrera
diplomática para ensanchar el mundo, para encontrarse con esos continentes que ya amaba
en los libros de viaje: China y América del Sud. Bueno, Claudel no se deja correr:
diplomático de profesión. Igual intentará ir hacia el poema, si puedo ponerlo así. Para el
poema hay que hacer la obra. No basta la lengua materna. De qué sirve una lengua materna
para un poeta. Quizás sirve para la poesía. Para el poema no dice nada. Claudel se separa:
(sus palabras) “Así como Estados Unidos me producía el efecto de un medio extranjero al
que me sentía refractario, asimismo esa estadía de un año y medio, dos años incluso que
estuve en Estados Unidos me volvieron extranjero al antiguo país en el que estaba. Mis
padres, mis amigos, no conocían ese mundo del cual acaba de salir, y yo me encontraba en
desacuerdo con ellos.” El desacuerdo es un tema de la obra de Claudel, tanto como el de la
separación y el del exilio. Claudel no busca consenso. Lo dice en una línea de su poema
Connaissance de l´Est: “l´exil où je suis entré me suit.” (Douzième entretien ) “Algo
irreparable se había producido; eran las últimas huellas del apego al pasado. Toda mi vida
traté de vivir hacia adelante y traté de desprenderme de esa melancolía, de ese pesar por las
cosas pasadas que sólo llevan a debilitar el carácter y la imaginación.” (Douzième
entretien). Claudel trata de pasar, de alejarse de lo que llama “la banqueta trasera” del
tren. Quiere mirar el futuro que llega; y sabe “que ese drama marca la separación.” Cambió
de banqueta: de la trasera pasó a la de adelante. Pasó. También dejó atrás a Gide: una
banqueta trasera, a mi modo de ver. Claudel, sigue, pasa. Deja atrás la banqueta que está en
la parte trasera. Y no pasó como cuerpo muerto. Como epígono. Claudel sale de la
melancolía por el poema. Por el estudio. Ya había leído a Aristóteles. Está por entrar en
Santo Tomás. Santo Tomás “ese buen hombre que nunca define nada, que está guiado por
una pasión casi de loco, me llenaba de repulsión.” Claudel profundiza la separación: “La
sociedad sólo existe para el individuo y no a la inversa.”(Onzième entretien). No es lo que
se está anunciando. El monstruo social quiere que lo sirvan. Claudel agrava su caso:
“Humanidad es una palabra general, en tanto que yo no pienso en la humanidad: pienso,
por lo contrario, en lo que es particular, en cada individuo, en que cada individuo es
irreemplazable.”(Onzième entretien). “No se trata de realizar la humanidad en general, se
trata de realizar el individuo.” (Onzième entretien). No era la buena fórmula, la fórmula de
Gide. El gidismo: “se convirtió en el parangón de la libertad intelectual, la prueba viviente
de que el inmoralismo es el colmo de la moral.”(Gilles Cornec). André Gide es la tercera
fuente del rechazo a Claudel, la fórmula de Gide: “Asumir lo más posible de humanidad,
esa es la buena fórmula.”, Claudel responde, ya vimos que a Claudel le gusta responder,
como buen católico, responde que no hay buena fórmula. No le interesan las buenas
fórmulas. Pueden ver la Trilogía: ahí analiza todo el siglo XIX, el que arranca con la
Revolución Francesa. Pero no vayan a creer que es una nostalgia por el Antiguo Régimen.
Claudel llevaba en la sangre, antiguo régimen y burguesía que asciende, plebeyos. No: la
Trilogía es “una suerte de gran fresco social, desde la decadencia de la aristocracia al fin
del Antiguo Régimen hasta el ascenso de la burguesía de dinero, sin que ahí falte el
elemento judío (Jean Amrouche, Quatrième entretien). A mi modo de ver es un gran
poema infinitamente contemporáneo: es un gran análisis de las buenas fórmulas. Ahí se ve
bien cómo Claudel, a su manera, por supuesto, con la intuición de los grandes poetas,
pensaba que la ética, la política, el lenguaje, el arte y la literatura no se separan
(Meschonnic, On ne peut pas nier...) Claudel no reproduce lo visible. Hace visible (le
tomo esta frase a Klee). Philippe Muray dice que la posición de Claudel en el lenguaje es la
de alguien que apuesta a la resurrección contra los espectros. Por su afirmación de fe
católica Paul Claudel le da la espalda al siglo socialista y ocultista, lo analiza. La
modernidad en su altar de sabiduría es la no lectura. La modernidad religiosa se siente
amenazada por Claudel: racionalistas sobrevivientes, surrealistas partidarios de la tabla
rasa, libre pensadores, técnicos de la forma y de la lengua, vanguardistas, es una lista larga.
Lo curioso es que todos se reúnen para denostarlo. Un ejemplo: Breton, Artaud, Bernanos
(Muray). Claudel se sitúa más allá de las preocupaciones por la belleza, desdeña la medida,
no se interesa por lo exacto, desborda, se desborda, me recuerdo otra vez la frase,
“Escucho. No siempre comprendo, pero sin embargo respondo. Aporto el eco que está
obligado a poner lo suyo.” Claudel nos escribe infinitamente, no importa que nadie lo lea,
es siempre nuestro contemporáneo. No se deja maternizar, no se deja deconstruir, no se
deja interpretar, nos cuenta “indefinidamente acontecimientos del alma.”
Hugo Savino
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