E l Ayuntamiento de Sevilla es un edificio declarado monumento desde 1931 y Bien de Interés Cultural, donde junto con su calidad artística, puede enorgullecerse de haber sido la sede de hechos históricos de trascendencia internacional. La historia del consistorio sevillano se remonta a 1248, cuando Fernando III instaló el primer Concejo hispalense en el desaparecido Corral de los Olmos, un edificio mudéjar, a espaldas de la catedral, que compartía espacio con el cabildo eclesiástico. Los ayuntamientos, conocidos en la época por Casas Capitulares o Consistoriales, eran los edificios que albergaban la actividad municipal. A comienzos del siglo XVI se inició la construcción de un nuevo edificio del cabildo en lenguaje renacentista en un deseo de rememorar el clasicismo de la antigua Híspalis, vinculada a Hércules y Julio César. La fábrica del siglo XVI responde al deseo de una ciudad que se sintió centro del mundo conocido, idea que se volvió apremiante a raíz de los desposorios de Carlos V con Isabel de Portugal en 1526. Meses más tarde, el cabildo decidió trasladar esta institución a la plaza de san Francisco, anexa al convento de dicho nombre, potenciando el carácter civil de este nuevo foro público, con una construcción diseñada por Diego de Riaño, quien estuvo al frente de las obras entre 1527 y 1534, aunque el edificio no se concluyó hasta 1566, interviniendo entre otros Juan Sánchez y Hernán Ruiz. Fue uno de los primeros edificios renacentistas en España, dando lugar la labra de sus muros al término artístico “plateresco”, con el que se designó a partir de mediados del siglo XX, ciertas obras de la arquitectura española de la primera mitad del siglo XVI. En una ciudad de trazado medieval con edificios góticos y mudéjares, el ayuntamiento ofrecía la conexión del presente del Emperador, que había elegido a Sevilla como sede de su boda, con un mítico pasado basado en la antigüedad. El mensaje del programa iconográfico venía a confrontar Sevilla y el imperio, haciendo corresponder a la figura de Carlos V y sus dominios, no sólo la imagen de la ciudad y su poder, sino también la vuelta a la gloria de los tiempos fundacionales en un momento en el que se estaba decidiendo cuál sería la capital del imperio. Las Casas Consistoriales revelan el protagonismo que Sevilla tuvo en el mundo del siglo XVI europeo y americano. E l establecimiento de la Casa de la Contratación de las Indias en 1504 y la multiplicación de los negocios americanos, convirtieron a Sevilla en la capital comercial del país, dado el creciente intercambio mercantil entre Europa y América. Su edificación surgió como respuesta inmediata a los nuevos desafíos, que el comercio americano y la riqueza de la ciudad debía afrontar. Rodrigo Caro justificó su traslado pasado el tiempo, ya que el primitivo edificio resultaba “moderadissimo lugar para la grandeza que allí se juntaba, no sólo para el gobierno desta ciudad, sino para muy gloriosas entradas, que cada día hazían los Caballeros sevillanos”. M ientras que en otras ciudades sus actuales ayuntamientos son edificios que se remontan a los siglos XIX y XX, en Sevilla, su cabildo municipal se reúne todavía en sus antiguas salas en las que están esculpidos los anales de la vida en la ciudad, atesorando una multitud de lenguajes estéticos con los que se traza sin interrupción la historia del arte y el poder en Sevilla durante más de cuatrocientos años. A sus cabildos, en la sala capitular baja o alta, dependiendo de si era verano o invierno, asistían no sólo la nobleza, sino también las oligarquías mercantiles que deseaban representación social, cargos, mayorazgos y juros. Los estamentos dirigentes empezaron a considerarse como “cónsules” o “patricios”, a los ayuntamientos como equivalentes al “senado” y a la propia ciudad como “la nueva Roma”. Este desarrollo económico hizo tomar conciencia a sus habitantes de sí mismos y de sus valores como ciudad. La obra renacentista del ayuntamiento está dividida en dos plantas. El piso bajo se distribuye en torno a tres estancias principales, acompañadas de otras tres que sirven de distribución y tránsito entre ellas: Apeadero, Sala Capitular baja y Juzgado de Fieles Ejecutores, dedicadas las dos últimas al gobierno de la ciudad. Estos espacios se han ido adaptando con el paso del tiempo a la cada vez más compleja administración municipal. Sus cámaras han visto cambios de dinastías, de sistemas políticos y de gobierno, drásticos cambios sociales y económicos, que han ido conformando discursos diferentes y en ocasiones enfrentados. Con los años, también la riqueza y la gloria de esta Nueva Roma y Babilonia fueron declinando. La quimera de aquel sueño que se había forjado de sí misma cuando creó su imperio se fue deslizando junto a su fortuna con la cadencia implacable de un reloj de arena. El pasado se erguiría durante los siglos XVIII y XIX como un espejismo aventándose desde sus salas capitulares para revestirse de lo que fue, pero que ya había dejado de ser. Vendrían nuevos proyectos, nuevos apellidos, otras ambiciones que desembocarían en la encrucijada en la que nos dispone el presente, cuando la ciudad pasó de ser el centro del comercio a ser el destino oriental del viajero romántico y del turista moderno que veía en ella un paraíso de luz. Estos tiempos trajeron invasiones y tragedias, el derribo del convento de san Francisco y la construcción de nuevas dependencias que conectaban con las salas renacentistas y de una nueva fachada abierta a otra plaza que vendría a restar protagonismo a la anterior, con un reloj que marcaba el tiempo de lo contemporáneo. El actual edificio es, por tanto, resultado de dos etapas constructivas diferentes, lo que ha condicionado su estructura y explica su planta irregular. El ángulo suroriental es la zona más antigua, distribuida en cinco fachadas primorosamente labradas. No obstante, a partir del siglo XIX y continuando el XX se hicieron nuevas obras que transformaron y eliminaron sectores de la sede renacentista, a la vez que se añadieron nuevos espacios para conectar con la nueva fábrica del Palacio Consistorial, realizadas por los arquitectos Balbino Marrón y Demetrio de los Ríos. Todo ello hace de este conjunto uno de los más representativos y emblemáticos de la ciudad, cuya historia sigue viva en el siglo XXI. “moderadissimo lugar para la grandeza que allí se juntaba, no sólo para el gobierno desta ciudad, sino para muy gloriosas entradas, que cada día hazían los Caballeros sevillanos” Durante estos siglos, el Consistorio ha reunido una importante colección histórico-artística, consecuencia unas veces de compras y encargos de los capitulares, como hicieron con Zurbarán al que defendieron del gremio de pintores; otras veces producto de donaciones, como la galería de retratos de sevillanos ilustres que coleccionaron los duques de Montpensier. Y, por último, de un conjunto de obras artísticas que llegaron de conventos desamortizados y que está integrado por un nutrido conjunto de maestros de la escuela sevillana. Textiles, piezas arqueológicas, monedas, mobiliario y otros objetos suntuarios componen además el rico patrimonio hispalense. Un recorrido por el Consistorio le permitirá conocer la historia viva de esta ciudad, Sevilla. Casa Consistorial