Jurisdicción: Contencioso-Administrativa Recurso contencioso-administrativo núm. 707/2003. Ponente: Ilma. Sra. Dª. Esperanza Córdoba Castroverde IMPUESTO SOBRE LA RENTA DE LAS PERSONAS FISICAS (Hasta 1991): Hecho imponible: incrementos de patrimonio: donación de acciones pignoradas, asumiendo el donatario el pago de la deuda garantizada por las mismas: determinación del incremento de patrimonio producido en el donante y tratamiento fiscal: examen: división del incremento en dos tramos y aplicación simultánea de las reglas del incremento patrimonial oneroso y del incremento patrimonial lucrativo: procedencia: no concurre en la operación la causa propia de la donación. La Sala de lo Contencioso-Administrativo de la AN estima en parte el recurso contenciosoadministrativo interpuesto contra Resolución del TEAC de 25-04-2003, desestimatoria de recurso de alzada promovido contra Resolución del TEAR Cataluña de 04-09-2000, desestimatoria de reclamación núm. 8/4457/1997, interpuesta contra liquidación girada en concepto de Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas, ejercicio 1991. Madrid, a quince de junio de dos mil seis. Visto el recurso Contencioso-Administrativo que ante esta Sección Segunda de la Sala de lo Contencioso-Administrativo de la Audiencia Nacional y bajo el número 707/2003, se tramita a instancia de D. Jose Pedro, representado por el Procurador D Francisco Velasco Muñóz Cuellar, contra resolución del Tribunal Económico-Administrativo Central de fecha 25-4-2003, relativo al Impuesto Sobre la Renta de las Personas FísicaS, ejercicio 1991, en el que la Administración demandada ha estado representada y defendida por el Sr. Abogado del Estado, siendo la cuantía del mismo 514.764,31 euros. ANTECEDENTES DE HECHO PRIMERO La parte indicada interpuso en fecha 19-6-2003 este recurso respecto de los actos antes aludidos. Admitido a trámite y reclamado el expediente administrativo, se entregó éste a la parte actora para que formalizara la demanda, lo que hizo en tiempo, en la que realizó una exposición fáctica y la alegación de los preceptos que estimó aplicables, concretando su petición en el Súplico de la misma, en el que literalmente dijo: «Que teniendo por presentado este escrito junto con sus copias y documentos que lo acompañan, lo admita, tenga por formalizada en tiempo y forma el presente escrito de demanda en el recurso Contencioso-Administrativo núm. 02/707/2003 interpuesto contra la Resolución del TEAC de fecha 25 de abril y, en su día, dicte Sentencia por la que se anule y deje sin efecto la Resolución recurrida y los actos administrativos de los que trae causa por ser contrarios a Derecho». SEGUNDO De la demanda se dio traslado al Sr. Abogado del Estado, quien en nombre de la Administración demandada contestó en un relato fáctico y una argumentación jurídica que sirvió al mismo para concretar su oposición al recurso en el suplico de la misma, en el cual solicitó: «Que tenga por contestada la demanda deducida en el presente litigio y, previos los trámites legales, dicte Sentencia por la que se desestime el presente recurso, confirmando íntegramente la resolución impugnada, con la salvedad referida a los intereses de demora, por ser ésta conforme a Derecho». TERCERO No fue solicitado el recibimiento a prueba del recurso. Siendo el siguiente trámite el de conclusiones, a través del cual, las partes, por su orden, han concretado sus posiciones y reiterado sus respectivas pretensiones. Por providencia de fecha 22-5-2006 se hizo señalamiento para votación y fallo el día 8-6-2006, en que efectivamente se deliberó y votó. CUARTO En el presente recurso Contencioso-Administrativo no se han quebrantado las formas legales exigidas por la Ley que Regula la Jurisdicción ( RCL 1998, 1741) . Ha sido Ponente la Ilma. Sra. Dª. Esperanza Córdoba Castroverde, Magistrada de esta Sección. FUNDAMENTOS DE DERECHO PRIMERO En el presente recurso Contencioso-Administrativo interpuesto por la representación procesal de D. Jose Pedro se impugna la resolución del Tribunal EconómicoAdministrativo Central (TEAC), de fecha 25 de abril de 2003, que desestima el recurso de alzada promovido contra la resolución del Tribunal Económico-Administrativo Regional de Cataluña de 4 de septiembre 2000, recaída en la reclamación núm. 8/4457/97, desestimatoria, a su vez, de la interpuesta contra el Acuerdo de liquidación derivado del Acta de Disconformidad incoada en fecha 4 de diciembre de 1996 relativa al Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas, correspondiente al ejercicio 1991 y cuantía de 514.764,31 euros (85.649.574 ptas). SEGUNDO La adecuada resolución del recurso exige partir de los datos fácticos que a renglón seguido, se relacionan y que resultan del expediente administrativo: El 4 de diciembre de 1996, la Inspección de los Tributos de Barcelona incoó acta número 60928473, firmada en disconformidad, en la que se indicaba que D. Jose Pedro concierta el 9 de mayo de 1991 con la Societé Generale de Banque en Espagne un préstamo de 270.000.000 de pesetas (1.622.732,68 euros) ofreciendo en garantía 2.759 acciones de ISO Vitrificados E. Vilaseca 1925, SA En 23 de mayo del mismo ejercicio, el interesado, mediante escritura pública efectuó donación a favor de su hijo D. Ernesto de los títulos referenciados declarando como valor de la donación la cantidad de 281.418.000 pesetas (1.691.356,24 euros). El sujeto pasivo calificaba esta operación como transmisión lucrativa en su declaración del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas del ejercicio de 1991, declarando un valor de enajenación de 281.418.000 pesetas (1.691.356,24 euros), valor de adquisición actualizado de 88.896.301 pesetas (534.277,53 euros) ascendiendo el incremento de patrimonio lucrativo sometido a gravamen de 192.521.699 pesetas (1.157.078,71 euros). Como consecuencia de la referida donación D. Ernesto asumía la posición deudora, subrogándose en el préstamo detallado frente a la citada sociedad. Por aplicación de los art. 25 de la Ley General Tributaria ( RCL 1963, 2490) según redacción de la Ley 10/1985 ( RCL 1985, 968, 1313) y 28 de esa norma en la redacción de la Ley 25/1995 ( RCL 1995, 2178, 2787) ha de entenderse que la operación efectuada entre el interesado y su hijo ha de revestir una doble clasificación: 1º) transmisión onerosa hasta alcanzar como precio de enajenación el valor del principal del préstamo asumido por la adquirente y que se cifraba en 270.000.000 de pesetas; 2º) transmisión lucrativa por el exceso entre el valor considerado como de enajenación correspondiente a la transmisión onerosa de 270.000.000 de pesetas (1.622.732,68 euros) y el declarado como valor de donación de 281.418.000 pesetas (1.691.356,24 euros). A efectos de calcular el incremento de patrimonio oneroso obtenido se había comprobado que el valor de adquisición actualizado ascendía a 85.289.502 pesetas (512.600,23 euros) y el período de generación a 9 años, como resultado del procedimiento de cálculo que se detallaba en el informe anexo al acta. En consecuencia, los incrementos de patrimonio referidos ascendían a los siguientes importes: 1º) incremento de patrimonio oneroso: 184.710.498 pesetas (1.110.132,45 euros); 2º) incremento de patrimonio lucrativo: 7.811.201 pesetas (46.946,26 euros). Los hechos consignados no constituían infracción tributaria grave proponiéndose una liquidación, comprensiva de cuota e intereses de demora de 85.649.574 pesetas (514.764,31 euros). Posteriormente, se emitió el reglamentario informe ampliatorio al acta, en el que se indicó, en síntesis, que seguidamente a la primera operación, y con fecha 12 de junio de 1991, se procedió a la venta por parte del donatario de las 2.759 acciones a la compañía Kitz Corporation por un importe de 286.936.000 pesetas (1.724.520,09 euros) conociendo la entidad compradora el préstamo y la pignoración efectuada y asumía la obligación de reembolso al banco acreedor de la parte de aquél y sus intereses de los que respondían las acciones prestadas, deduciendo del pago al vendedor el importe de la carga señalada, que en aquel momento ascendía a 809.386 pesetas (4.864,51 euros) percibiéndose en total por parte de la vendedora 16.126.614 pesetas (96.922,9 euros). Asimismo, tras las alegaciones del interesado, el Inspector Jefe, con fecha 15 de abril de 1997 dictó liquidación en que se confirmaba la propuesta formulada en el acta, que se notificó el día 30 siguiente. No conforme con este acuerdo, lo impugna el interesado ante el Tribunal EconómicoAdministrativo Regional de Cataluña, por medio de escrito presentado el siguiente día 14 de mayo, acordando el Tribunal en sesión de 4 de septiembre de 2000 desestimar la reclamación. Frente a la misma se interpuso recurso de alzada ante el Tribunal EconómicoAdministrativo Central el 14 de diciembre de 2000, cuya desestimación constituye el objeto del presente recurso. TERCERO Aduce el recurrente los siguientes motivos de impugnación: -La donación efectuada únicamente da lugar a una transmisión lucrativa. -Improcedencia de la liquidación impugnada por inexistencia de base legal en la Ley 44/1978, de 8 de septiembre ( RCL 1978, 1936) , del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas. -Procedencia de plantear una cuestión de inconstitucionalidad respecto del artículo 20.3 de la Ley 44/1978 por infringir los principios de capacidad económica y de no confiscatoriedad. -Ad cautelam incorrecto cómputo de los intereses de demora. Necesaria aplicación de la Ley 25/1995 ( RCL 1995, 2178, 2787) . CUARTO La Sala ya ha tenido ocasión de pronunciarse sobre la calificación jurídica y tratamiento tributario de la operación examinada en el presente recurso en la Sentencia de fecha 24 de febrero de 2005, recaída en el recurso núm. 546/2002 ( JT 2005, 1363) interpuesto por D. Jose Pedro, cuyos razonamientos por razones de unidad de doctrina y seguridad jurídica procede ahora reproducir, en los que se señala: «Dicha cuestión es sustancialmente idéntica a la resuelta por esta misma Sala y Sección en las sentencias de 9 de marzo de 2000, dictadas en los recursos números 361/1996, 384 y 640/ 1998, así como en las sentencias de 23 de marzo de 2000 dictadas en los recursos 391, 469, 517 y 602 todos de 1998 (y en otras posteriores). Razones de unidad de doctrina y de seguridad jurídica hacen necesario reiterar ahora las consideraciones efectuadas en dichas sentencias, en las que argumentábamos lo siguiente: Conviene recordar que, según determina el artículo. 618 del Código Civil ( LEG 1889, 27) , la donación es, básicamente, un acto de liberalidad, por el cual una persona dispone gratuitamente de una cosa a favor de la otra que la acepta. Sobre estas premisas, para la Jurisprudencia, según la sentencia del Tribunal Supremo de 20 de octubre de 1992 ( RJ 1992, 8088) (Sala 1ª), el «animus donandi» no se presume. En términos similares, las sentencias de 24 de junio de 1988 ( RJ 1988, 5988) y 24 de marzo de 1990, declaran la ilicitud de la causa en negocio jurídico formalizado bajo la apariencia de una donación. Según lo expuesto, puede concluirse que la finalidad esencial, lo que constituye la causa en términos estrictos de la donación, es el enriquecimiento del donatario. Si la gratuidad aparece como el aspecto objetivo de este contrato, del mismo modo, y bajo el aspecto subjetivo, a la intención de beneficiar por parte del donante, debe corresponder correlativamente en el donatario el «animus» de aceptar a título de liberalidad la atribución patrimonial. Así la sentencia del Tribunal Supremo de 7 de enero de 1975 señala que cuando el acto no es gratuito en beneficio del donatario y lo determina el interés de ambas partes y no la liberalidad de una de ellas, carece el negocio de los requisitos indispensables para ser calificado de donación. Conviene recordar aquí, también, lo que el Código Civil entiende por causa. Así el art. 1274 precisa que en los negocios de pura beneficencia la causa viene constituida por la mera liberalidad del bienhechor. La doctrina científica ha definido la causa como el por qué o para qué de la celebración de un negocio jurídico, y si bien la Jurisprudencia ha reconocido, sentencia del Tribunal Supremo de 16 de diciembre de 1992 ( RJ 1992, 10499) , que si en la donación se impone una carga al donatario ésta no cambia su naturaleza, al tratarse de una determinación accesoria de la voluntad del donante, no puede olvidarse que el enriquecimiento del donatario ha de ser la finalidad principal y la que constituye el nervio de la causa de la donación. La causa, según reiterada Jurisprudencia, tiene un carácter objetivo, estando constituida por el fin que se persigue en cada especie contractual ( sentencia del Tribunal Supremo de 31 de enero de 1991 [ RJ 1991, 521] ). Para conocer la verdadera finalidad de un contrato, su específica finalidad, lo realmente querido, el Código Civil aconseja en el art. 1282 atender principalmente a los actos coetáneos y posteriores del contrato para conocer la verdadera intención de los contratantes. La aplicación de lo anteriormente razonado sobre los hechos aquí descritos, respetando por otra parte el principio de libertad de pactos y la libre configuración del contenido objetivo de los contratos, en los términos del artículo 1255 del Código Civil, permite deducir, sin que sufran las reglas de la lógica ni de la sana crítica, que la finalidad perseguida en el conjunto de operaciones descritas por la Administración y que afectan a los accionistas de «General Europea, SA de Seguros y Reaseguros», no era precisamente la colectiva y universal voluntad de todos los accionistas de provocar un enriquecimiento en los destinatarios de su ánimo de liberalidad, sino, más bien, instrumentalizar una serie de negocios jurídicos que, desde su perspectiva civil, una donación aparente, pudieran provocar un tratamiento fiscal más beneficioso para las plusvalías generadas por sus acciones. Sobre la base de estos razonamientos, el proceder de la Administración ha de ser compartido por esta Sala, pues, con base en lo dispuesto en el artículo 25 de la Ley General Tributaria ( RCL 1963, 2490) (antes de la reforma de la Ley 25/95 [ RCL 1995, 2178, 2787] ), el impuesto se exigirá con arreglo a la verdadera naturaleza jurídica o económica del hecho imponible. Así, en el apartado 2º de dicho artículo se determina que: «Cuando el hecho imponible consista en un acto o negocio jurídico, se calificará conforme a su verdadera naturaleza jurídica, cualquiera que sea la forma elegida o la denominación utilizada por los interesados, prescindiendo de los defectos intrínsecos o de forma que pudieran afectar a su validez». La distinción efectuada entre el incremento de patrimonio a título oneroso y a título lucrativo obedece, a juicio de la Sala, a la verdadera causa de los negocios jurídicos celebrados, a su finalidad, al por qué y para qué de las operaciones descritas por la Inspección de los Tributos, con independencia de la pura formalidad externa o denominación que a los negocios celebrados le hayan atribuido las partes. Sobre estas premisas, se comprende, también, la forma de operar de la Inspección al utilizar el mecanismo previsto en el art. 50.2.b) del Reglamento de la Inspección ( RCL 1986, 1537, 2513, 3058) , pues el hecho imponible, si bien único, puede estar originado en diversas fuentes, cada una de las cuales produce una alicuota de la renta. Debiendo resaltarse, además, respecto de este extremo, que el hoy recurrente no ha sufrido indefensión alguna, estando informado del proceder de la Administración. Incluso, si se admiten los razonamientos hasta ahora expuestos, no existe contradicción alguna con el nervio argumental de la demanda, pues la unidad conceptual del incremento patrimonial, a efectos tributarios, tendría su lógica si se tratara, efectivamente, de una auténtica donación onerosa, circunstancia que, como se ha expuesto, en el caso presente no concurre. En iguales términos, la especialidad prevista en la Disposición adicional 4ª de la Ley 8/1989 ( RCL 1989, 835) , sobre Tasas y Precios Públicos, en nada obstaculiza el comportamiento de la Administración, en los términos que aquí se han expuesto. Ello explica que no pueda entenderse aplicable el efecto vinculante de la Consulta Tributaria de 15 de diciembre de 1988, la cual no reúne los requisitos del entonces vigente artículo. 107 de la Ley General Tributaria, debiendo valorarse la conducta del actor, a estos efectos, como justificativa de una exención de responsabilidad, circunstancia que ya fue apreciada por la Administración en la vía económico - administrativa para suprimir la sanción impuesta». QUINTO En dicha Sentencia también se declara: «(..)- En definitiva y, en síntesis, concluyen las referidas sentencias: A) No es preciso, ni siquiera sería posible por contravenir lo dispuesto en el artículo. 23.3 de la Ley General Tributaria ( RCL 1963, 2490) acudir a la interpretación analógica de la norma contenida en la Disposición Adicional 4ª de la Ley 8/89 de 13 de abril ( RCL 1989, 835) , de Tasas y Precios Públicos, porque el enfoque del problema ha de partir de la verdadera naturaleza jurídica de la operación realizada. B) La interpretación del artículo 20 de la Ley 44/1978, de 8 de septiembre ( RCL 1978, 1936) , del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas, en la medida en que éste no contiene modificación de la regulación sustantiva, ha de partir de la naturaleza de los negocios jurídicos e instituciones tal y como están configurados en las normas de Derecho Privado, singularmente en el Código Civil ( LEG 1889, 27) , con arreglo a la propia doctrina del Tribunal Constitucional ( STC 45/1989, de 20 de febrero [ RTC 1989, 45] ). Pero esa verdadera naturaleza jurídica exige tener en cuenta que la donación que regulan los artículos 619 y siguientes del Código Civil, sólo forma parte de un negocio jurídico complejo que, por ello mismo, ha de ser contemplado en su verdadera dimensión y, como ha declarado la Sala atendiendo a su propia causa. C) La contestación de la Dirección General de Tributos que también se invoca en la demanda ni es vinculante (artículo. 107 LGT) ni, mucho menos, ha de determinar el criterio de los tribunales del Orden Jurisdiccional Contencioso-Administrativo en relación con la concreta tributación del negocio jurídico del caso; y ello con independencia de la alegada vinculación de la Administración a sus propios criterios. D) Pese a lo argumentado por la parte actora, lo cierto es que la Administración Tributaria en este caso aplicó al incremento de patrimonio lucrativo la misma regla que había aplicado la propia recurrente, quedando circunscrita la divergencia exclusivamente al incremento de patrimonio oneroso. E) Finalmente, la clave de aplicar a un mismo incremento de patrimonio simultáneamente las reglas del incremento patrimonial oneroso y del incremento patrimonial lucrativo, dividiéndolo en dos tramos, está en que la operación gravada no es sino un negocio jurídico complejo cuya esencia o "ratio iuris" radica en que dicha operación lleva aparejada la liberación de la deuda pignoraticia que el hoy recurrente tenía contraída con la referida entidad de crédito, pero previo incremento de su patrimonio en un importe igual alu de la deuda pignoraticia de la que se liberaba. De todo lo anterior deriva la procedencia de desestimar el recurso con la consiguiente confirmación de la resolución impugnada, sin que se considere necesario, a juicio de la Sala, el planteamiento de la cuestión de constitucionalidad que con respecto al artículo 20.3 de la Ley 44/78 se pretende asimismo en la demanda ya que en definitiva la resolución de la controversia (o la validez del fallo), tal y como se deduce de lo hasta aquí razonado, no depende directamente del artículo referido, juicio de relevancia que constituye requisito "sine qua non" para el planteamiento de la indicada cuestión a tenor del artículo 163 de nuestra Constitución ( RCL 1978, 2836) . Por ello, no se hace necesario acudir al expediente de fraude de Ley, conforme al criterio interpretativo de la Sala». SEXTO A lo expuesto se añade que sobre dicha cuestión, consistente en cómo ha de tributar en el Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas, el incremento de patrimonio producido como consecuencia de la donación de acciones pignoradas y en particular, el análisis de si la expresada ganancia ha de tributar como incremento de patrimonio lucrativo y oneroso, ya se ha pronunciado el Tribunal Supremo en Sentencias de 8 de marzo ( RJ 2005, 3784) , 22 de marzo de 2005 ( RJ 2005, 2660) y 22 de noviembre de 2005 ( RJ 2005, 7810) (Recs. Casación 2851/00, 4040/00 y 3428/00) pronunciamientos, en los que se confirma el criterio de esta Sala, que es preciso reproducir, por razones de unidad de doctrina y seguridad jurídica. En la primera de aquellas sentencias el Alto Tribunal declaraba: « QUINTO.- El tema de fondo versa, como se ha dicho, sobre el tratamiento en el Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas, ejercicio 1989, de los incrementos de patrimonio derivadas de donaciones de acciones pignoradas, en las que el donatario se subroga en la deuda garantizada, y, más concretamente, sobre el tipo de gravamen aplicable, pues hasta la Ley 18/1991, de 6 de junio ( RCL 1991, 1452, 2388) , no se produjo la unificación del tipo para todos los incrementos de patrimonio. Para el donante, el incremento de patrimonio derivado de la donación, con o sin cargas, es lucrativo, de la misma manera que para el causante de un legado el incremento de patrimonio es todo él lucrativo, aunque al legatario se le impongan cargas, por lo que procede, a su juicio, la aplicación del tipo del 20 %. Por el contrario, el criterio de la Administración, confirmado por el TEAC, es distinto, al entender que las donaciones con subrogación de deudas generan dos tipos de incrementos, uno lucrativo, sometido al tipo especial del 20 %, constituido por el tramo del incremento comprendido entre el importe del préstamo subrogado y el valor de las acciones donadas, y otro oneroso, sometido, al tipo de tarifa, sobre el tramo comprendido por la diferencia entre el coste de adquisición de las acciones donadas y el préstamo. La Administración acude a la normativa civil, principalmente a los artículos 619 y 622 del Código Civil ( LEG 1889, 27) y al art. 29 de la Ley del Impuesto sobre Sucesiones y Donaciones ( RCL 1987, 2636) , todo ello, en relación con la regla de calificación del antiguo art. 25 de la Ley General Tributaria ( RCL 1963, 2490) , estimando que pueden existir actos mixtos, de tal forma que un negocio oneroso puede derivar efectos lucrativos a favor de una de las partes, cuando el valor de la prestación a su cargo no alcance al de la recibida de la otra; y analógicamente, cabe que un negocio lucrativo produzca consecuencias onerosas, si la parte beneficiada por el mismo debe realizar una prestación como consecuencia del negocio en que interviene, como es el caso de donación modal u onerosa. Los denominados incrementos y disminuciones de patrimonio (plusvalías o ganancias de capital), aparecen definidos en el artículo 20, apartado 1, de la Ley 44/1978, de 8 de septiembre ( RCL 1978, 1936) , del IRPF, aplicable al caso de autos, del siguiente modo: "1. Son incrementos o disminuciones de patrimonio las variaciones en el valor del patrimonio del sujeto pasivo que se pongan de manifiesto con ocasión de cualquier alteración en la composición de aquél (...)". Se observa que los incrementos de patrimonio se generan por alteraciones patrimoniales, concepto que comprende todos los actos, negocios jurídicos y hechos que constatan el aumento de valor de los elementos patrimoniales, aumento que por ello se convierte en incremento de patrimonio "realizado", sometido a tributación. La idea más importante es que los incrementos de patrimonio ya no se generan como las antiguas plusvalías, sólo por enajenación, sino por muy diversas alteraciones patrimoniales, que implican la modificación de la composición del patrimonio de los particulares. La Ley 44/1978, de 8 de septiembre, del IRPF, contiene un amplio repertorio de casos posibles de alteración patrimonial, desarrollado todavía más en el Reglamento del Impuesto RD 2384/1981 ( RCL 1981, 2532, 2931 y RCL 1982, 29) , cuyo artículo 77 expone una relación no exhaustiva de casos de alteraciones patrimoniales, entre las cuales cita: a) Las transmisiones onerosas o lucrativas, incluso la enajenación forzosa y la expropiación; b) La incorporación al patrimonio del sujeto pasivo de dinero, bienes o derechos; c) La sustitución de un derecho por otro; d) La cancelación de obligaciones con contenido económico; e) La permuta; f) Las pérdidas. Asimismo, se consideran alteraciones patrimoniales el descubrimiento de elementos patrimoniales ocultos. El concepto de incremento de patrimonio a título lucrativo fue introducido en nuestro sistema tributario para someter a gravamen por el IRPF el aumento de valor originado en los bienes y derechos, durante la vida de las personas físicas, no transmitidos a título oneroso durante la misma, que se exterioriza al morir o al donarlos. El apartado 3 del citado art. 20 de la Ley 44/1978, de 8 de septiembre en la redacción dada por la Ley 48/1985, de 27 de diciembre ( RCL 1985, 3055) , establecía que "son incrementos o disminuciones de patrimonio, y como tales se computarán en la renta del transmitente, las diferencias de valor que se pongan de manifiesto de cualquier transmisión lucrativa. Esta disposición no será aplicable cuando la transmisión se produzca por causa de muerte y respecto de las personas incluidas en la unidad familiar a la que pertenecía el causante", considerando como incremento, el apartado 4, tanto en el supuesto de enajenación onerosa como en el de la lucrativa, la diferencia entre los valores de adquisición y enajenación de los elementos patrimoniales. En cuanto al modo de computar las diferencias de valores, en las transmisiones lucrativas, al no existir contraprestación que valorar, se considera como valor de enajenación el que se determina a los efectos del Impuesto de Sucesiones y Donaciones (apartado 7 del art. 20 de la Ley). Finalmente, en cuanto al tipo de gravamen, al incremento lucrativo se aplica un tipo del 20 por 100, de acuerdo con lo dispuesto en el art. 82 de la Ley 37/1988, de 28 de diciembre ( RCL 1988, 2595 y RCL 1989, 1784) , de Presupuestos para 1989, y al incremento oneroso el que corresponda a la escala de gravamen (art. 28.1). La Ley 18/1991, de 6 de junio ( RCL 1991, 1452, 2388) , del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas, suprimió el gravamen de los incrementos de patrimonio que se pongan de manifiesto por transmisiones lucrativas por causa de muerte del sujeto pasivo, pero mantuvo los derivados de las donaciones, estableciendo el mismo tipo para todos los incrementos de patrimonio, sin distinguir entre lucrativos y onerosos. SEXTO En el presente caso, nos encontramos ante una donación onerosa, prevista en el artículo 619 del Código Civil ( LEG 1889, 27) , que es aquélla en que se impone al donatario una carga o modo, debiendo ser el gravamen impuesto inferior al valor de la cosa donada, ya que si fuera igual o mayor estaríamos ante un auténtico contrato oneroso. La Jurisprudencia de la Sala Primera del Tribunal Supremo, al examinar la naturaleza jurídica de esta clase de donaciones, precisa que "el que la donación imponga una carga al donatario no cambia su naturaleza, no es la contraprestación que ha de satisfacer para lograr su enriquecimiento a modo de sinalagma en los contratos sinalagmáticos, sino una determinación accesoria de la voluntad del donante por la que quiere lograr, además, otra finalidad, pero sin que desaparezca o quede subordinada la del enriquecimiento del donatario, que es la principal y la que constituye el nervio de la causa de la donación" ( sentencia de 16 de diciembre de 1992 [ RJ 1992, 10499] ). A su vez, la sentencia de 15 de junio de 1995 ( RJ 1997, 2889) declara "Existe la donación desde el momento en que aparece la transmisión de un bien gratuitamente, sin ánimo de lucro por parte del donante, y es correspondido por el ánimo de aceptarlo a título de liberalidad por el donatario, que es lo que constituye el imprescindible 'animus donandi' exigido como necesario en esta clase de contratos. Cosa distinta es la motivación que haya podido inducir a donante y donatario a realizar el negocio jurídico, motivo que puede estar relacionado con la donación con cargas, llamada también donación modal, en la que se le impone al donatario la obligación de realizar algo o cumplir una contraprestación correlativa a la ventaja adquirida, y sin que por ésto se pueda entender cambiada la naturaleza del negocio al que se añade esta carga..."; y en la de 23-10-1995 ( RJ 1995, 7737) : "...no es posible excluir, en puridad técnica, de la donación tanto remuneratoria como la de con causa onerosa, al ánimo de liberalidad que como elemento común prima en el concepto genérico del art. 618 CC ( LEG 1889, 27) cuando define la donación como un acto de liberalidad, por el cual, una persona dispone gratuitamente de una cosa, en favor de otra que la acepta; y ello es así, porque el art. 619 viene también a configurar como donación las otras dos modalidades, la llamada remuneratoria y la de causa onerosa, pues en rigor, aunque una y otra no respondan prístinamente, como la donación pura, a esa transferencia de una persona a otra, cuya causa responde en exclusiva a un ánimo de favorecer con una ventaja a quien como beneficiado no le unen con el beneficiante otros lazos salvo los internos del recóndito mundo de los sentimientos o de mera afectividad, o, por razones altruistas, no hay que olvidar que asimismo en la donación llamada remuneratoria, esa causa subsumible en la preexistencia de unos méritos del predonatario por servicios prestados al luego donante, en todo caso, también se gestan en una presuposición causal anidada en la propia intencionalidad del donante, sin transcendencia o relevancia jurídica al exterior, de tal forma que sea exigible la observancia de esa mera intencionalidad o sensación anímica con el nudo de su sujeción formal y por ello, el propio donante cuando la instituye como tal donación remuneratoria jurídicamente no está obligado a hacerlo, sino que, se reitera, puede que con tal 'donatum' en el fondo está también impregnado de dicha finalidad de liberalidad o de favorecimiento; razón igualmente aplicable a las llamadas donaciones con causa onerosa, sobre todo, porque, según la propia referencia del segundo supuesto de ese art. 619, el gravamen que se impone es inferior al valor de lo donado, luego en la parte de exceso debe estar también presente ese ánimo de liberalidad en cierto modo desdibujado pero existente al fin...". Por su parte, en la sentencia de 6 de abril de 1999 ( RJ 1999, 2656) , la misma Sala establece "que la verdadera y propia donación modal es aquella de la que se impone al beneficiario el cumplimiento de una obligación, como determinación accesoria de la voluntad del donante. Aunque esta obligación no muta la naturaleza del contrato de donación de bienes, transformándolo en contrato bilateral, sinalagmático y oneroso, puesto que el gravamen tiene que ser inferior al valor de lo donado, el cumplimiento de la prestación en que consiste el gravamen exigible y desde luego el cumplimiento no queda al arbitrio del donatario". Finalmente, en relación con el art. 622 del Código Civil, que dispone que las donaciones con causa onerosa se seguirán por las reglas de los contratos", señala la citada Sala que "a las donaciones onerosas se les aplica el régimen unitario propio de las donaciones, no obstante el confusionismo que parece crear el art. 622 del Código Civil que ha sido superado jurisprudencialmente, al relacionarse dicho precepto con el art. 619, que determina para su validez y eficacia el necesario otorgamiento de escritura pública, conforme al art. 633 ( sentencias 24 de septiembre de 1991 [ RJ 1991, 6061] , 26 de mayo de 1992 [ RJ 1992, 4382] , 7 de mayo [ RJ 1993, 3465] y 25 de octubre de 1993 [ RJ 1993, 7654] y 27 de julio de 1994 [ RJ 1994, 6929] ). Sentada la naturaleza que presentan las donaciones onerosas, procede cuestionarse la solución tributaria respecto al gravamen de las mismas por el impuesto de las rentas de las personas físicas. La doctrina jurisprudencial, antes reseñada, permite sentar que en estos casos nos encontramos ante un negocio jurídico complejo, pues en esta clase de donaciones el ánimo de liberalidad no afecta a todo el importe donado, por lo que difícilmente se puede afirmar el carácter de donación auténtica, ni tampoco el carácter exclusivo de negocio oneroso. Estamos ante un acto mixto, siendo de aplicación el artículo 622 del Código Civil (por las reglas de los contratos) hasta la concurrencia del gravamen y las reglas de la donación en cuanto al exceso de liberalidad. Por tanto, el desdoblamiento del artículo 622 se debe aplicar siempre que se pueda fijar y valorar la parte onerosa y la lucrativa, y que es lo que nos permite que a un mismo incremento de patrimonio se le aplique simultáneamente las reglas del incremento patrimonial oneroso y del incremento lucrativo. En efecto, en el caso litigioso, la operación realizada llevaba aparejada la liberación de la deuda pignoraticia que el hoy recurrente tenía contraída con una entidad de crédito, lo que implicaba un incremento de su patrimonio en un importe igual al de la deuda pignoraticia de la que se liberaba, y además, realizaba una donación en cuanto al exceso. Nos encontramos, pues, con un negocio jurídico que produce efectos diversos, lucrativos y onerosos, los primeros en cuanto al exceso de valor de lo donado sobre la deuda asumida y los segundos por la parte concurrente, porque con la transmisión de las acciones el donante se liberaba de su deuda. Resulta, por tanto, evidente que en este caso la donación tenía un elemento oneroso, por la transmisión de la deuda al donatario, así como otro lucrativo. Esta fundamentación se complementa si se tiene en cuenta que la liberación de la deuda es hecho imponible del Impuesto de la Renta, conforme al artículo 77.d del Reglamento de 1981 ( RCL 1981, 2532, 2931 y RCL 1982, 29) , según el cual constituía alteración patrimonial la cancelación de obligaciones con contenido económico, que debe ser grabado por el régimen de las transmisiones onerosas. Frente a lo anterior, no cabe invocar la contestación dada por la Dirección General de los Tributos que se invoca, toda vez que la misma no es vinculante, según el artículo 107 de la Ley General Tributaria ( RCL 1963, 2490) , en la redacción anterior a la Ley 25/1995, de 20 de julio ( RCL 1995, 2178, 2787) , ni mucho menos puede determinar el criterio de los Tribunales en relación con la concreta tributación del negocio jurídico del caso. Finalmente tampoco puede apreciarse infracción del artículo 103 de la Constitución ( RCL 1978, 2836) , en relación con el artículo 7 del Reglamento de Inspección de los Tributos ( RCL 1986, 1537, 2513, 3058) . Es cierto que con la declaración del art. 103 del texto constitucional, conforme al cual la Administración ha de servir con objetividad los intereses generales, se proscribe cualquier interés propio de la organización administrativa, pero no lo es menos que la actividad de inspección y comprobación del cumplimiento de las obligaciones tributarias encuentra su justificación en el derecho de contribuir de los ciudadanos al sostenimiento de los gastos públicos, como propugna el art. 31.1. Esta actividad debe ajustarse al procedimiento establecido, que además constituye un instrumento de garantía de los contribuyentes. En el presente caso, frente a la actuación realizada, la parte ha podido ejercitar los recursos procedentes, habiendo conseguido la anulación de la sanción impuesta en vía económica-administrativa, no siendo posible admitir arbitrariedad de la Administración, respecto a la liquidación practicada, desde el momento que la misma se ve confirmada en la vía judicial». Las consideraciones expuestas resultan de plena aplicación al supuesto ahora enjuiciado, lo que comporta que deban desestimarse los motivos de impugnación aducidos, sin que haya lugar el planteamiento de la cuestión de constitucionalidad que con respecto al artículo 20.3 de la Ley 44/78 ( RCL 1978, 1936) se pretende asimismo en la demanda ya que en definitiva la resolución de la controversia (o la validez del fallo), tal y como se deduce de lo hasta aquí razonado, no depende directamente del artículo referido, juicio de relevancia que constituye requisito «sine qua non» para el planteamiento de la indicada cuestión a tenor del artículo 163 de nuestra Constitución. SÉPTIMO En último término, aduce la parte como motivo de impugnación esgrimido «ad cautelam» el incorrecto cómputo de los intereses de demora En relación al tipo aplicable a los intereses de demora, la Sala viene aplicando la doctrina legal recogida en la Sentencia del Tribunal Supremo, Sala 3ª, de fecha 30 de octubre de 1997 ( RJ 1997, 9249) , dictada en Recurso de Casación en Interés de Ley, según la cual: «(...).- El Abogado del Estado tiene razón en su planteamiento de lo que considera debe ser doctrina legal, pero en la redacción que propone omite los hitos temporales en que tal doctrina legal es válida, por ello para evitar confusiones es menester puntualizar y precisar el marco temporal de dicha doctrina, resumiendo lo expuesto hasta ahora en las tres fases o etapas que a continuación se indican: Primera. Desde la vigencia del Decreto-Ley 6/1974, de 27 de noviembre ( RCL 1974, 2409) , que se produjo el día 29 de noviembre de 1974, hasta la vigencia de la Ley 11/1977, de 4 de enero ( RCL 1977, 48) , General Presupuestaria, que se produjo el 28 de enero de 1977. El cálculo de los intereses por demora en el cumplimiento de las obligaciones tributarias debía llevarse a cabo aplicando el tipo de interés de demora vigente el día en que se dictaba el acto de liquidación, aunque durante el transcurso del período de liquidación hubieren variado los tipos del interés de demora. No hubo problemas de aplicación intertemporal del régimen instaurado por el Decreto-Ley 6/1974, de 27 de noviembre, porque se aplicó a todos los actos de liquidación practicados mientras duró su vigencia, correspondientes a hechos imponibles cuyo plazo de declaración finalizó con posterioridad a la entrada en vigor de este Decreto-Ley. Segunda. Desde la vigencia de la Ley 11/1977, de 4 de enero, General Presupuestaria, que se produjo el 28 de enero de 1977, hasta la vigencia de la Ley 25/1995, de 20 de julio ( RCL 1995, 2178, 2787) , de Reforma de la Ley General Tributaria ( RCL 1963, 2490) , que se produjo el 23 de julio de 1995. El cálculo de los intereses por demora en el cumplimiento de las obligaciones tributarias debía llevarse a cabo aplicando el tipo de interés de demora vigente el día siguiente a aquél en que terminaba el plazo de vencimiento del pago de la obligación tributaria de que se tratase, durante todo el período de liquidación de tales intereses, aunque en el transcurso del mismo se hubiera modificado el tipo del interés de demora. Tampoco hubo problemas de aplicación intertemporal del régimen modificado por la Ley 11/1977, de 4 de enero, General Presupuestaria, respecto de los actos de liquidación dictados con posterioridad al 28 de enero de 1977, y con anterioridad al 23 de julio de 1995, como ocurre en el caso de autos, de modo que el tipo de interés de demora aplicable era el vigente el día siguiente al del vencimiento de la obligación tributaria, aunque éste se hubiera producido con anterioridad al 28 de enero de 1977. Tercera. Desde la vigencia de la Ley 25/1995, de 20 de julio, en adelante, que se produjo el 23 de julio de 1995. El cálculo de los intereses por demora en el cumplimiento de las obligaciones tributarias debe llevarse a cabo aplicando el tipo de interés vigente en cada uno de los ejercicios que integran el período de liquidación de los intereses. Por último, la Sala considera que no existiendo ninguna norma que regule las situaciones intertemporales, relativas a la liquidación de los intereses de demora, se aplicará el nuevo régimen establecido en la Ley 25/1995, de 20 de julio, en todos los actos administrativos de liquidación posteriores a su vigencia, aunque el período de liquidación comprenda tiempo anterior a la misma». Pues bien, en el presente caso, la liquidación se practicó con posterioridad a la entrada en vigor de la Ley 25/95, por lo que es aplicable el criterio expuesto en la tercera fase, según el cual, el tipo de interés aplicable es el vigente en cada uno de los ejercicios que integran el período de liquidación de los intereses. Conforme a lo que antecede, debe concluirse la improcedencia de los intereses de demora liquidados por la Administración, debiendo ajustarse en cuanto al tipo aplicable a los criterios expuestos en la presente sentencia. OCTAVO En virtud de lo expuesto, procede la estimación parcial del recurso. De conformidad con el art. 139.1 de la LJCA de 13 de julio de 1998 ( RCL 1998, 1741) no se aprecian circunstancias de mala fe o temeridad que determinen expresa imposición de las costas causadas en este proceso. FALLO En atención a lo expuesto y en nombre de Su Majestad El Rey, la Sección Segunda de la Sala de lo Contencioso-Administrativo de la Audiencia Nacional ha decidido: ESTIMAR PARCIALMENTE el recurso Contencioso-Administrativo interpuesto por la representación procesal de D. Jose Pedro contra la resolución del Tribunal EconómicoAdministrativo Central de 25 de abril de 2003, a que las presentes actuaciones se contraen, y en su virtud ANULAR la resolución impugnada y la liquidación de que trae causa en lo referente al tipo aplicable a los intereses de demora que deberá ajustarse al vigente en cada uno de los ejercicios que integran el período de liquidación, CONFIRMANDO en todo lo demás la resolución recurrida. Sin imposición de costas. Al notificarse la presente sentencia se hará la indicación de recursos que previene el art. 248.4 de la Ley Orgánica 6/1985, de 1 de julio ( RCL 1985, 1578, 2635) , del Poder Judicial. Así por esta nuestra sentencia, testimonio de la cual será remitido en su momento a la oficina de origen a los efectos legales, junto con el expediente administrativo, en su caso, lo pronunciamos, mandamos y firmamos. PUBLICACIÓN.-Leída y publicada ha sido la anterior Sentencia por la Magistrada Ponente en la misma, Ilma. Sra. Dª Esperanza Córdoba Castroverde, estando celebrando Audiencia Pública la Sala de lo Contencioso-Administrativo de la Audiencia Nacional; Certifico.