8 VIERNES LA PALABRA ISRAELITA 27 DE MARZO REPORTAJE El hito de la creación, según la religión y la ciencia Big Bang, con «B» de Bereshit POR I SAÍAS WASSERMANN S. La teoría del Big Bang sobre el nacimiento del universo a partir de una gran explosión que expandió la materia, la energía e incluso el tiempo, no entraría en contradicción con los principios judaicos, al menos desde la perspectiva del Movimiento Masortí. En 1948 el físico ruso nacionalizado estadounidense George Gamow modificó la teoría de Lemaître del núcleo primordial, planteando que el universo se creó en una explosión gigantesca y que los diversos elementos que hoy se observan se produjeron durante los primeros minutos después de la Gran Explosión o Big Bang, cuando la temperatura extre- madamente alta y la densidad del universo fusionaron partículas subatómicas en los elementos químicos. La materia lanzada en todas las direcciones por la explosión primordial habría estado constituida exclusivamente por partículas elementales, tales como electrones, positrones, neutrinos, fotones y una larga lista de casi 90 partículas conocidas hoy en día. Los físicos teóricos han logrado reconstruir esta cronología de hechos a partir de millonésimas de segundo después del Big Bang y han situado esta explosión en unos 15 mil millones de años atrás. El tema le quita el sueño a varios y especialmente a la prensa especializada, que ve en esta teoría una atractiva fuente de controversia entre ciencia y religión. Por eso, el bullado experimento realizado a fines del año pasado en el European Nuclear Research Centre (CERN), en la frontera de Francia y Suiza, con la finalidad de encontrar el esquivo bolsón de Higgs la partícula elemental que falta encontrar para completar los modelos teóricos del átomo, atrajo las miradas de la prensa mundial, que en realidad pretendía encontrar ahí la respuesta sobre el origen del Big Bang. Pero finalmente no emanó de ahí ninguna teoría sacrílega y la explicación de que la mano divina está detrás del origen del universo sigue tan afincada como antes. Los científicos no han encontrado todas las respuestas y puede ser que esto se deba a que D's aun las tiene embargadas. En estas páginas presentamos la visión científica y judaica sobre el hito de la creación y sus implicancias hasta hoy. Miguel Kiwi, Premio Nacional de Ciencias 2008 «No veo contradicción entre ciencia y religión en lo que se refiere a la creación» DR. MIGUEL KIWI, PROFESOR DE LAS UNIVERSIDADES C ATÓLICA Y DE CHILE . ¿Qué fue lo que explotó en el Big Bang, qué gatilló esa explosión, cómo se generó todo a partir de la nada? Estas son preguntas que encojen de hombros incluso a Miguel Kiwi, profesor de la Facultad de Física de la UC, de la Facultad de Ciencia de la U. de Chile y Premio Nacional de Ciencias. «Parte de eso sigue siendo un misterio. Aunque este no es mi campo de investigación, puedo comentar que no hay una teoría aceptada en forma global, pero como yo lo entiendo el Big Bang es lo que en física llamamos una fluctuación. Por ejemplo, la bolsa de valores ha crecido en los últimos 80 años, pero si vemos lo que pasa cada día hay alzas y bajas. Entonces, lo que se piensa respecto del Big Bang es que hubo una fluctuación del vacío bastante corriente en nuestra descripción cuántica de la naturaleza, pero que habría sido de tamaño gigantesco, lo que permitió violar por cierto tiempo la conservación de energía. Hubo una explosión de una energía que a escala humana es inconcebiblemente grande», asegura. ¿Y qué pasó después de esa explosión? A partir de diez millonésimas de millonésimas de segundo luego del Big Bang las teorías son consistentes. Se entiende que se formó una sopa primordial, luego las partículas que constituyen los núcleos de los átomos, luego los átomos y eso siguió evolucionando y expandiéndose aproximadamente a la velocidad de la luz, en un plazo de unos 15 mil millones de años para llegar al mundo como lo conocemos hoy. ¿Entonces el universo sigue en permanente expansión? La duda es si seguirá expandiéndose para siempre o si en algún momento la fuerza de gravedad será suficiente para formar una implosión, pero eso depende de la constante Hubble y otras constantes sobre las cuales no existe todavía suficiente claridad. Es decir que la ciencia avala la posibilidad del fin del mundo La ciencia admite la posibilidad de que el universo se destruya por esa vía, pero se considera más probable que se destruya por otro motivo, como es el crecimiento de la entropía, ya que todos los procesos espontáneos llevan consigo un aumento del desorden. Entonces podría llegarse a una cosa enteramente homogénea y eso es lo que se llama la muerte por entropía. ANTES DEL CONSENSO Para el profesor Kiwi, la ausencia de una teoría consistente sobre el momento mismo del Big Bang otorga un espacio muy importante para una explicación basada en la fe, pero él se inclina por darle mayor valor a los aspectos divinos en otros momentos de la evolución de nuestro mundo. «No veo contradicción entre ciencia y religión en lo que se refiere a la creación. Como es un punto que no podemos explicar, cualquier teoría o acto de fe es válido. Pero en general el aspecto divino yo lo vería más bien en esta evolución que se da después y que permite que a partir del desorden comience a surgir la vida y los procesos que nos gobiernan, que son mecanismos maravillosos que logramos entender sólo parcialmente. Lo interesante es que pese a que tenemos una posición bastante insignificante en el universo, gracias a esta organización hemos sido capaces como especie de desarrollar una comprensión de cómo está organizado este universo», explica. ¿De acuerdo a su visión en este universo puede haber especies con una posición más significativa? La verdad es que desconocemos si hay barrios mejores en este universo. ¿A qué se debe el afán científico por buscar una explicación a la creación del universo? ¿Qué utilidad real tendría para la humanidad que se alcance consenso sobre este asunto? Si hay algo que caracteriza la ciencia es que sus resultados son generalmente impredecibles. Por ejemplo, si en el siglo 19 le hubieran preguntado a la gente qué era más conveniente, mejorar el sistema de relevos de postas de caballos o apoyar a un judío de apellido Herz que estudiaba cosas tan abstrusas como las ondas electromagnéticas, naturalmente la gente hubiera escogido la primera opción, porque implicaba una mejora inmediata de la comunicación entre seres humanos. Incluso cuando a Herz se le preguntó por la utilidad de su invento, dijo que no tenía ninguna. Pero hoy vemos que todo se basa en las ondas electromagnéticas, la radio, la televisión, los celulares, etc. Este es el caso de Israel, donde hace más de cuarenta años, cuando aparentemente había necesidades más urgentes, se tomó la decisión de invertir en ciencia y tecnología y los frutos de esa decisión se aprecian hoy con creces.