Revista UNIVERSUM . Nº 16 . 2001 . Universidad de Talca VARIABLES GEOHISTÓRICAS EN LA EVOLUCIÓN DEL SISTEMA ECONÓMICO PEHUENCHE DURANTE EL PERIODO COLONIAL Fernando Torrejón G. (*) INTRODUCCIÓN A medida que progresaba la ocupación y expoliación del continente americano, los españoles comenzaron a explotar económicamente estos nuevos y vastos espacios, introduciendo la agricultura y ganadería de origen hispano-mediterráneas. Dicho modelo agropecuario, basado en cultivos intensivos (e. g., trigo, cebada y vid) y en la crianza de ganado ungulado (e. g., bovinos, equinos, ovinos y caprinos), tuvo un favorable desarrollo en la América templada, donde las características geográficas eran las más propicias. Las nuevas prácticas agroganaderas afectaron los ancestrales sistemas económicoproductivos amerindios, en su mayoría ecológicamente sustentables1; generando además, tempranas alteraciones ambientales en diversos ecosistemas. Debe considerarse que tanto las especies animales, como los vegetales introducidos, eran completamente ajenos a la biodiversidad del continente americano y, en consecuencia, totalmente desconocidos en los sistemas económicos precolombinos2. No obstante (*) Profesor de Español, Investigador Centro EULA-Chile, Universidad de Concepción. Estudio financiado por Proyecto DIUC Nº 95.310.12-11, Dirección de Investigación, Universidad de Concepción. 1 Vid. Espinoza, Waldemar. Los Incas, economía, sociedad y estado en la era del Tahuantinsuyo. Amaru Editores, Lima, 1997, pp. 132-262; Chonchol, Jacques. Sistemas agrarios en América Latina, de la etapa prehispánica a la modernización conservadora. Fondo de Cultura Económica S.A., Santiago de Chile, 1994, pp. 15-53; y Bengoa, José. Historia del Pueblo Mapuche (siglo XIX y XX). Ediciones Sur, Santiago de Chile, 1991, pp. 12-28. 2 Vid. Latcham, Ricardo. Los animales domésticos de la América Precolombiana. Publicaciones del Museo de Etnología y Antropología, Santiago de Chile, 1922; y Latcham, Ricardo. La agricultura precolombiana en Chile y los países vecinos. Ediciones de la Universidad de Chile, Santiago, 1936. 219 Fernando Torrejón G. lo señalado, la progresiva asimilación de los nuevos cultivos y/o ganados, paradojalmente, contribuiría a la supervivencia de muchas sociedades aborígenes. Un caso particularmente interesante habría ocurrido entre los pehuenches, habitantes originales de los sectores cordilleranos del centro-sur de Chile y Argentina. Para estos indígenas la asimilación e incorporación del ganado ungulado habría sido vital, pues aquella cultura tribal de recolectores y cazadores nómades evolucionaría rápidamente a una sociedad de pastores ecuestres, poniendo en evidencia una notable capacidad de adaptación. El desarrollo de un nuevo y exitoso modelo económico indígena, basado fundamentalmente en la ganadería, se sostendría hasta la segunda mitad del s. XIX, cuando las repúblicas de Chile y Argentina ocuparon militarmente su territorio, entregándolo definitivamente a la colonización3. A través de una progresión histórica, sustentada principalmente en fuentes documentales, en la presente investigación se busca reconocer las variables geohistóricas que determinaron cambios estructurales en la economía tribal pehuenche; caracterizando además, el nuevo modelo económico que se fue articulando durante el período colonial. UN SISTEMA ECONÓMICO ANCESTRAL CONDICIONADO POR LA GEOGRAFÍA El espacio geográfico siempre ha sido uno de los principales condicionantes del hombre, puesto que gran parte de su actividad vital ha estado directamente influenciada por las características físicas y biogeográficas del entorno natural. Lo anterior es particularmente sensible cuando se estudia las antiguas actividades productivas de determinados grupos humanos, que han vivido en territorios aislados cuyas peculiaridades influyeron en su desarrollo cultural. Tal fue el caso de los pehuenches quienes, desde tiempos precolombinos, habitaron un vasto y singular territorio en la cordillera de los Andes. De acuerdo a los antecedentes históricos, estos indígenas ocuparon las cuencas interandinas, valles y mesetas altas en ambas vertientes cordilleranas, entre los Nevados de Chillán, por el norte, y la zona del volcán Lanín, al sur. Aún cuando estos deslindes fueron muy dinámicos, cabe destacar que la ocupación territorial de los pehuenches alcanzaría su mayor dispersión en la vertiente oriental, durante el siglo XVIII; extendiéndose por gran parte de las actuales provincias de Mendoza y Neuquén en la República Argentina. En Chile, el área de ocupación histórica 3 Vid. Torrejón, Fernando y Tulio González. “Los Pehuenches una visión histórica” en La Región del Biobío, un espacio y una historia; EULA, Serie: Análisis Territorial, Vol. 2, Ediciones Universidad de Concepción, Santiago de Chile, 1993, pp. 71-125; pp. 114-122. 220 Variables geohistóricas en la evolución del sistema económico pehuenche durante el periodo colonial involucraba, principalmente, los sectores cordilleranos de las actuales comunas de San Fabián de Alico, Pinto, Coihueco, Antuco, Santa Bárbara y Lonquimay4. Las características físicas del secular territorio pehuenche han hecho de él un medio hostil, que aún hoy dificulta la existencia humana; sin embargo, ni el accidentado relieve, ni las duras condiciones climatológicas fueron obstáculos para que allí habitaran grupos tribales de recolectores-cazadores nómades. El temprano poblamiento de dicho espacio geográfico obedeció, fundamentalmente, a que estaba dotado de recursos naturales que permitían la subsistencia del hombre. Existía una abundante caza, siendo guanacos (Lama guanicoe), huemules (Hippocamelus bissulcus) y ñandúes (Pterocnemia pennata) las presas de mayor tamaño, pero lo más significativo y determinante eran los bosques de araucarias (Araucaria araucana) esparcidos a lo largo de ese territorio. El mismo gentilicio “pehuenche”, que en mapudungún significa “gente de las araucarias”5, denota el estrecho vínculo que existía entre los indígenas cordilleranos y los bosques de coníferas (pinalerías o pehueneras). De hecho, las araucarias eran esenciales para la supervivencia de los pehuenches, ya que sus frutos (piñones) constituían la base alimenticia de estos aborígenes. El valioso testimonio del capitán Pedro de Leiva, quien en 1563 recorre los valles andinos orientales, frente a la ciudad de Angol, da cuenta de la importancia vital de este recurso natural. “El mantenimiento desta jente casi de ordinario es piñones sacados de unas piñas de diferente hechura, y calidad así ellas como sus árboles. Porque ellas son tan grandes que viene a ser cada piñon despues de mondado del tamaño de una bellota de las mayores de España. Y es tan grande el número que hai de estos árboles en todos aquellos sotos y bosques que bastan a dar suficiente provision a toda aquella jente, que es innumerable, tanto que de ellos hacen el pan el vino y los guisados. Y por ser la principal cosecha a cierto tiempo del año, tienen grandes silos hechos debajo de tierra, donde guardan los piñones haciendo encima de la tierra en que están escondidos mui anchas acequias de agua, para que ellos no puedan enjendrar, porque al no haber agua encima, luego brotaran haciendo nueva cementera, y quedando ellos corrompidos”6. De lo señalado por Leiva se desprende que el piñón era un recurso económico 4 Vid. Silva, Osvaldo y Eduardo Téllez. “Los pewenche: identidad y configuración de un mosaico étnico colonial”. en Cuadernos de Historia Nº 13, Universidad de Chile, Santiago, 1993, pp. 7-53; pp. 20-28; Villalobos, Sergio. Los pehuenches en la vida fronteriza. Ediciones Universidad Católica de Chile, Santiago, 1989, pp. 173-211; y Latcham, Ricardo. “Los indios de la cordillera y la pampa en el siglo XVI”. En: Revista Chilena de Historia y Geografía Nros. 66, 67, 68 y 69, Santiago de Chile, 1929-30; Nº 67, pp. 164-166. 5 Término compuesto, proveniente de la lengua mapuche “mapudungún”, formado por las palabras “pehuén” (araucaria) y “che” (gente). Tal como lo han señalado diversos autores, esta voz correspondería más bien a una denominación de tipo geográfica y no necesariamente étnica, tesis a la que adherimos. (Vid. Latcham, R. “Los indios...”, op. cit., p. 163; y Silva, O. y E. Téllez. Los pewenches..., Op. cit., pp. 7-8). 6 Mariño de Lobera, Pedro. Crónica del Reino de Chile en Colección de Historiadores de Chile, Imprenta del Ferrocarril, Santiago, 1865, tomo VI, p. 268. 221 Fernando Torrejón G. insustituible en la cultura pehuenche, más aún, cuando éste podía ser conservado para el suministro anual. Según los cálculos del naturalista alemán Poeppig “un individuo podía ser alimentado durante todo el año con los frutos de a lo sumo dieciocho araucarias”7. Basados en la forma de conservación del piñón, algunos autores contemporáneos han sostenido que la economía original de los pehuenches se fundamentaba estrictamente en la monorrecolección, negándoseles el carácter de cazadores, y asignándoles incluso un estilo de vida sedentario8. Aún reconociendo la gran importancia alimenticia del piñón, suponer que el sistema económico pehuenche se sustentó en torno a sólo una actividad productiva es bastante discutible. Sin lugar a dudas, la práctica de la caza era también una actividad económica básica, pues además de complementar su dieta, les permitía obtener materias primas indispensables para la confección del vestuario, de sus viviendas y armas. En 1558, durante los primeros tiempos del contacto entre los españoles e indígenas cordilleranos, Jerónimo de Vivar indicaba: “Esta gente no syembra. Sustentase de caça que ay en aquestos valles. Ay muchos guanacos y leones y tigres y zorros y venados pequeños y unos gatos monteses y aves de muchas maneras. Y de toda esta caça y monteria se mantienen que la matan con sus armas, que son arco y flechas. Sus casas son quatro palos y d’ estos pellejos son las coberturas de las casas. No tienen asyento propio çierto, ni abitaçion, que unas vezes se meten a vn cabo y otros tiempos a otro. Los bestidos que tienen son de pieles y de los pellejos de los corderos. Adereçanlos y cortanlos y cozenlos tan sotilmente como lo puede hazer vn pellejo. Hazen vna manta tan grande como vna sobremeza. Y ésta se ponen por capa, y se la rrebuelven al cuerpo. D’ éstas hazen cantidad”9. La información entregada por los cronistas hispanos de los siglos XVI y XVII, en su gran mayoría, es coincidente al presentar a los pehuenches como recolectores y cazadores. Núñez de Pineda quien los conocía directamente señala: “Hay entre estas cordilleras nevadas unos indios que llaman puelches, y otros peguenches, [...] que se sustentan por la casa, y con los piñones que producen aquellas nevadas cierras; son corpulentos y enjutos, y se visten de pieles de animales que cazan con flechas [...]. En tiempos antiguos, siendo yo bien niño, continuaban estos puelches a venir a nuestras tierras a sus conchabos de piedras bezares que traían, pellones y pellejos de tigres pintados, piñones y avellanas [...]. Sus vestiduras son tan solamente un pellón grande de pieles de animales, que les cubre todo el cuerpo, sin calzones ni camizetas, 7 Poeppig, Eduard. Un testigo en la alborada de Chile. Traducción y notas de Carlos Keller, Empresa Editora Zig – Zag, Santiago de Chile, 1960, p. 413. 8 Casamiquela, Rodolfo. Un nuevo panorama etnológico del área pan-pampeana y patagónica adyacente. Ediciones del Museo de Historia Natural, Santiago de Chile, 1969, pp. 101-103. 9 Vivar, Jerónimo de. Crónica y relación copiosa y verdadera de los Reinos de Chile (1558). Edición de Leopoldo Sáez-Godoy, Colloquium Verlag, Berlín, 1970, p. 163. 222 Variables geohistóricas en la evolución del sistema económico pehuenche durante el periodo colonial de que usan los demás [...]. No siembran ni tienen casas ni asistencia conocida, porque hoy están en una parte, y mañana en otra”10. Otro tanto aporta Quiroga cuando escribe: “Algunos indios de estos chilenos con nombres de Pehuenches o de Puelches, habitan en los vallecitos que hacen las quiebras de la cordillera nevada [...]. Es gente muy agreste e inculta, semejante a lo rígido del país que habitan; susténtase de la caza de venados y avestruces y de la semilla de algarrobos: no tienen casas ni sembrados; el aire, montes y ríos los sustenta, y por el sol guían sus alojamientos, mudándose de unos a otros sitios, así como las aves y animales se mudan para pasar los tiempos del año huyendo de la nieve; andan vestidos de pieles de animales, o mejor decir cubiertos con una piel o con muchas pieles juntas; son diestros con la flecha y el arco, y con unas bolas de piedras pendientes de una cuerda de nervios, dan en los pies del más ligero ciervo o avestruz, y beben la sangre caliente de estos animales”11. Curiosamente el cronista no menciona el piñón, pero sí el uso alimenticio de las semillas de algarrobos (Prosopis sp.), las que probablemente eran recolectadas en el territorio mendocino al sur del río Diamantes. Esto no debe extrañar considerando que, tal como se puede colegir del texto de Núñez de Pineda, antes citado, los pehuenches también recolectaban los frutos del avellano (Gevuina avellana). Así también, los datos etnográficos son explícitos al mostrar un estilo de vida nómade entre los pehuenches. La evidente rigurosidad climática del territorio implicaba desplazamientos estacionales, estrechamente vinculado a la recolección y la caza. Teniendo en cuenta que los bosques de araucarias se concentran entre los 900 y 1600 m.s.n.m., es decir, sobre la cota mínima de caída de nieve12, y que la recolección del piñón se efectuaba principalmente en el otoño13; las pinalerías eran tan sólo un lugar temporal de residencia. Probablemente gran cantidad de los piñones allí recolectados eran transportados a los lugares de invernada, donde eran conservados mediante técnicas ancestrales y paulatinamente consumidos según los variados usos culinarios pehuenches14. 10 Núñez de Pineda, Francisco. Suma y epílogo de lo más esencial que contiene el libro intitulado Cautiverio Feliz y guerras dilatadas del Reino de Chile. Sociedad Chilena de Historia y Geografía y Ediciones Universidad Católica de Chile, Santiago, 1984, pp. 73-76. 11 Quiroga, Jerónimo de. Memoria de los sucesos de la guerra de Chile. Editorial Andrés Bello, Santiago, 1979, pp. 22-24. 12 Vid. Donoso, Claudio. Bosques templados de Chile y Argentina. Variación, Estructura y Dinámica. Editorial Universitaria, Santiago de Chile, 1995, pp. 372-387. 13 Vid. González, Héctor y Rodrigo Valenzuela. “Recolección y consumo del piñón” en Actas del VIII Congreso de Arqueología Chilena, Valdivia, 1979, pp. 57-70. 14 Ibid., pp. 59-60. Durante la realización del trabajo de campo que complementó la presente investigación, en la comunidad pehuenche Antonio Canío, sector de Butalelbún (Comuna de Santa Bárbara), se pudo constatar el actual uso del “dollínko” como técnica de conservación del piñón. Éste consiste en un pozo excavado en el suelo donde se depositan los piñones, luego es rellenado con agua quedando éstos sumergidos. Las dimensiones son variables dependiendo de la cantidad de piñones que se quiera guardar. 223 Fernando Torrejón G. Las partidas de caza, por el contrario, deben haber operado activamente en primavera y verano, sobre todo en la vertiente andina oriental donde el terreno menos abrupto permitía la proliferación de manadas de guanacos y ñandúes. El tipo de vivienda usada por los pehuenches es otra prueba de su nomadismo. La presencia de toldos, fabricados principalmente con pieles de guanacos, que podían desarmarse y transportarse con facilidad desde un sitio a otro, constituyen una evidencia más que los asocia a esta forma de vida. “Sus casas son quatro palos y d’ estos pellejos son las coberturas de las casas”15. Estas construcciones, generalmente de forma cónica, se erigían clavando en el suelo largas varas o estacas, inclinadas unas sobre otras; el armazón resultante era cubierto con varios cueros previamente cortados y cosidos entre sí mediante resistentes filamentos obtenidos de los tendones de los mismos animales16. Otra característica que definió a la sociedad pehuenche prehispánica fue la ausencia de actividad agrícola. No mencionada en algunos relatos y explícitamente 17 negada en otros: “Esta gente no syembra” , la agricultura parece haber sido una actividad económica desconocida en el entorno pehuenche. No obstante esta situación, es probable que tempranamente, imitando a los mapuches lelbunches o directamente a los colonos hispanos fronterizos, en algunas parcialidades pehuenches se hayan desarrollado formas rudimentarias de cultivos con especies introducidas. Así se desprende de las palabras de Rosales, quien a mediados del s. XVII mantuvo contactos con estos indígenas: “En los riscos y nieves de la cordillera cogen sus trigos y zebadas con abundancia los Peguenches, aunque son poco labradores, y con muy poco que siembran se contentan, atenidos a la grande abundancia de Piñones que cogen en aquellas cordilleras [...]. La zebada la siembran antes, que comiençe a nevar, y pequeñita la cubren montes altísimos de nieue y se sta debajo de ella los seis y ocho meses, y en auiendose derretido la nieue, que la dá el sol, sube con gran pujanza y madura al tiempo que la otra, que se siembra, donde no hay nieue”18. Al parecer los incipientes intentos agrícolas apreciados por Rosales no prosperarían, no pasando de ser faenas locales ocasionales, sin mayor impacto en la economía pehuenche de aquel tiempo. Es acertado pensar que los principales factores que impidieron el desarrollo de estas prácticas radicaban en la poca aptitud de los suelos cordilleranos para soportar cultivos y a la rigurosidad climática del 15 Vivar, J., Op. cit., antes citado. 16 Vid. Latcham, Ricardo. “Uso y preparación de pieles entre los indios de Chile y otros países de Sud-América” en Revista Chilena de Historia y Geografía Nº 17, Santiago de Chile, 1915, pp. 246-263; p. 254. 17 Vivar, J., Op. cit., antes citado. 18 Rosales, Diego de. Historia General del Reino de Chile, Flandes Indiano. Editorial Andrés Bello, Santiago de Chile, 1998, (2 tomos); tomo I, p. 180. 224 Variables geohistóricas en la evolución del sistema económico pehuenche durante el periodo colonial territorio. Unidas a los anteriores, tampoco deben descartarse las razones de orden cultural, debido a las cuales estos indígenas habrían privilegiado ciertas actividades económicas por sobre otras: “Es gente muy agreste e inculta, semejante a lo rígido del país que habitan [...]: no tienen casas ni sembrados; el aire, montes y ríos los sustenta”19. En la década de 1820, Poeppig atribuía la carencia de cultivos al desprecio que les tenían “por tratarse de una actividad que consideran deshonrosa y afeminada”20. Sólo tardíamente, a fines del s. XIX, y obligados por las circunstancias históricas, los pehuenches se verían en la necesidad vital de practicar una agricultura de subsistencia. Indudablemente, en la época del contacto hispano-indígena las principales actividades productivas desarrolladas por los pehuenches eran la recolección del piñón y la caza. Sin desmedro de lo anterior, las evidencias sugieren, además, la presencia de una tercera actividad económica, complementaria a las anteriores, relacionada con el intercambio o trueque. En efecto, el comercio tribal, era otro de los quehaceres practicado entre los pehuenches y sus vecinos. “Estos baxan a los llanos a contratar con la gente d’ ellos en çierto tiempo del año, porque señalado este tiempo -qu’ es por hebrero hasta en fin de março qu’ estan derretidas las nieves, y pueden salir, qu’ es al fin del verano en esta tierra, porque por abril entra el ynvierno, por eso se buelven en fi de março- rrescatan con esta gente de los llanos. Cada parçialidad sale al valle que cae donde tiene sus conoçidos y amigos, y huelganse este tiempo con ellos. Y traen de aquellas mantas que llaman “llunques” y tambien traen plumas de abestruzes. Y de que se buelven llevan mayz y comida de los tratos que tienen”21. Tal como se puede apreciar, las restrictivas características físicas del territorio también supeditaban las actividades de intercambio indígena a una época determinada del año. Durante los siglos venideros, esta moderada práctica se transformaría e incrementaría de forma ostensible, determinando la forma de relación entre los pehuenches y los hispanocriollos fronterizos de Chile y Argentina. Los antecedentes etnohistóricos hasta aquí analizados, aunque presentan discrepancias, permiten visualizar la notable capacidad de adaptación de los pehuenches al medio ambiente cordillerano. Inteligentemente utilizaron los recursos económicos que les brindaban ambas vertientes andinas, accediendo a ellos a través de una serie de pasos bajos22 diseminados a lo largo de su territorio. Fue así como 19 Quiroga, J., Op. cit., p. 23. 20 Poeppig, E., Op. cit., p. 394. 21 Vivar, J. de, Op. cit., p. 164. 22 Entre los pasos cordilleranos más importantes del área de estudio se encuentran, de norte a sur: Pichachén (2062 m), Picunleo (1984 m), Copulhue (2135 m), Pilunchaya (2229 m), Copahue (2019 m), Pucón Mahuida (1946 m), Rahue (1696 m), Codihue (2170 m), Pehuenco (2132 m), Pino Hachado (1884 m) e Icalma (1390 m). 225 Fernando Torrejón G. mediante desplazamientos estacionales, supieron aprovechar las distintas zonas y pisos ecológicos de la montaña, desarrollando un sistema económico equilibrado y sustentable, que compatibilizaba distintas actividades productivas. EL GANADO EXÓTICO Y LA TRANSICIÓN PRODUCTIVA Si bien es cierto que las características territoriales habían sido determinantes en el desarrollo del modo de vida pehuenche precolombino; así también, los rápidos y perturbadores efectos de la colonización española no tardarían en manifestarse en él. Durante el transcurso de los siglos XVII y XVIII, se producirían evidentes cambios en los ancestrales patrones culturales de esta sociedad indígena, siendo uno de los más significativos la transformación de su actividad económica. Conforme progresaba la conquista de los actuales territorios de Chile y Argentina, paralelamente se introducían a ellos especies ganaderas exóticas. Las favorables condiciones naturales de las vastas llanuras trasandinas y de la Araucanía posibilitaron una rápida proliferación, ex situ, de caballares, vacunos, ovinos y caprinos. Factores como la abundancia de forraje natural, la ausencia de grandes competidores y una presencia reducida de depredadores23, fueron decisivos en la propagación de los ungulados durante la segunda mitad del s. XVI. Más aún, excepcionalmente, pequeñas poblaciones del ganado doméstico introducido se asilvestraron y sus descendencias llegaron a formar parte de la fauna salvaje de las pampas y patagonia argentinas. Tras el apresurado despoblamiento de “Nuestra Señora de Santa María del Buen Aire”, ocurrido en 1541, debido al permanente acoso de los indios querandíes, quedaron abandonados alrededor de cien caballos y yeguas que, internándose en la pampa, se reprodujeron rápida y libremente. Aunque existen divergencias respecto al número de los animales abandonados, serían éstos los que darían origen a las grandes manadas de caballos salvajes -denominados también cimarrones o bagualesque luego proliferarían en las enormes llanuras trasandinas24. Algo similar ocurriría con el ganado vacuno, cuyos primeros hatos fueron introducidos en la pampa húmeda entre 1573 y 1580, con la fundación de Santa Fe y el restablecimiento de la antigua Buenos Aires, respectivamente. Transcurridas unas pocas décadas, los hatos bovinos se multiplicaron de manera vertiginosa formando “gigantescas manadas de ganado cimarrón que llegaron a sumar millones de cabezas”25. 23 A excepción del puma (Felis concolor), no existían otros carnívoros, que en ausencia de sus presas tradicionales, fueran capaces de atacar exitosamente al ganado doméstico introducido. 24 Vid. Martínez, Carlos. Nuestros Paisanos los Indios. Emecé Editores S. A., Buenos Aires, 1998, pp. 107, 125; y Cabrera, Angel. Caballos de América. Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1945, pp. 319-325. 25 Chonchol, J., Op. cit., p. 71. 226 Variables geohistóricas en la evolución del sistema económico pehuenche durante el periodo colonial Mientras tanto en Chile, los españoles sostenían una enconada lucha con los mapuches, tratando de afianzar su reciente y precario poblamiento en la frontera de la Araucanía. Para esto, una vez expoliados los recursos agrícolas y ganaderos indígenas26, se vieron en la necesidad de intensificar el desarrollo de sus propios cultivos y crianzas de ganado introducido, en las productivas haciendas de Chillán, Itata y Concepción27. Entre fines del s. XVI e inicios del XVII, en las pampas argentinas ya proliferaban las grandes manadas de caballares y bovinos asilvestrados, las que en sus desplazamientos debieron alcanzar los ancestrales sitios de caza de los pehuenches, ubicados en la precordillera oriental28. Como es lógico, en un primer momento prevaleció el vínculo entre el cazador y la presa, pues se trataba de animales mayores a los ya conocidos que proveían de abundante alimentación y materias primas. Por otra parte, en el oeste andino, el incremento de las nuevas crianzas ganaderas en las zonas del pie de monte de Chillán e Itata, que incluían además rebaños de lanares y 29 caprinos, también acercaban la frontera ganadera al territorio pehuenche . De esta manera, la exitosa propagación del ganado introducido generaría cambios cruciales en el seno de la sociedad pehuenche. Sus antiguas actividades productivas comenzarían a verse alteradas por la paulatina y libre incorporación de una nueva actividad económica basada en la tenencia de ganado; pues durante el s. XVII, los pehuenches darían “preponderancia a la caza del caballo y del vacuno salvaje, estableciendo las bases de una economía pastoril”30. Precisar la fecha en que estos indígenas empezaron a desarrollar sus propias crianzas de ganado es muy difícil, sin embargo, algunos indicios históricos permiten establecer que a inicios del s. XVIII los pehuenches ya poseían pequeños rebaños, principalmente de caballares. Así se deduce del informe elaborado por el maestre de campo Jerónimo Pietas, datado en 1729, donde se señala: “el principal mantenimiento que tienen son los piñones, y el año que hay pocos padecen muchas necesidades, y en particular los que no tienen yeguas y potrillos, que es la carne que comen [...]. Las casas de los más son de cuero de vaca ó yegua, y las mudan tres veces al año, porque 26 Además de distintos cultivos originarios, a la llegada de los españoles a la Araucanía, los mapuches ya habían desarrollado una incipiente ganadería autóctona, basada en la crianza de llamas (Lama lama). (Vid. Latcham, R., Los animales domésticos..., op. cit. pp. 129-142; y Villalobos, S., Historia del Pueblo Chileno. Editora Zig-Zag, Santiago de Chile, 1983, (2 tomos); tomo I, p. 72). 27 Vid. Pacheco, Arnoldo. “Una economía de conquista, Concepción siglo XVI” en Revista de Historia, Universidad de Concepción, Nº 1, Chile, 1991, pp. 25-44. 28 Vid. Zapater, Horacio. “La expansión araucana en los siglos XVIII y XIX” en Relaciones fronterizas en la Araucanía, Ediciones Universidad Católica de Chile, Santiago, 1982, pp. 89-105; pp. 90-91. 29 Vid. Muñoz, Reinaldo. Chillán, sus fundaciones y destrucciones 1580-1835. Imprenta de San José, Santiago de Chile, 1921, p. 10. 30 Silva, O. y E. Téllez., Op. cit., p. 11. 227 Fernando Torrejón G. en el invierno viven á las orillas del río ó de la laguna, que hay muchas, por ser donde se cuaja menos la nieve; en la primavera y parte del verano en las vegas, al pie de las montañas, y el fin del verano y el otoño en los pinares en lo alto de la cordillera, y cada uno de ellos tiene como hacienda propia su pedazo de pinar”31. Siguiendo el documento de Pietas es posible inferir que, en la década de 1720, la tenencia de ganados aún no era generalizada entre los pehuenches, manteniéndose en plena vigencia sus antiguas actividades productivas, estrechamente vinculadas a un ciclo estacional de desplazamientos. Aún así, la importancia que venían adquiriendo los ungulados ya era manifiesta, notándose tanto en el aprovechamiento alimenticio de sus carnes, como de sus pieles para cubrir los toldos. La progresiva crianza de ganado exótico se intensificó, notoriamente, durante la segunda mitad del siglo XVIII, tornándose en una actividad productiva de primer orden en la economía tribal pehuenche. De acuerdo a testimonios de época, la tenencia de rebaños, conformados por diversos tipos de animales, era cada vez más común entre estos indígenas: “Tienen buenas armas y buenos caballos y no carecen de Ganados mayores y menores [...]. Su alimento es de todas carnes indistintamente sin reservar Huanacos Caballos y otros animales inmundos”32. Las alteraciones derivadas de la nueva actividad económica que había sido incorporada, se vieron reflejadas en los distintos ámbitos de la cultura pehuenche. La carne de caballo había adquirido una importancia significativa en la dieta, dejando de ser solamente un complemento alimenticio, cuestión que generó un notable decaimiento en la actividad recolectora del piñón. El abate Molina pone en evidencia estas transformaciones al señalar: “Aunque tengan numerosas manadas de bueyes y de carneros, no se alimentan por los común sino de carne de caballo, la cual prefieren a todas las demás viandas”33. También son elocuentes las palabras de Luis de la Cruz quien indica: “La comida frecuente de estos indios es la carne de caballo de cuyos animales tienen grandes manadas y buenos arbitrios para adquirir porciones [...]. Su comida común es en asado, pero que apenas se sollame por encima; también en cocido y por consiguiente antes de estar a la sazón. Al tiempo de matar la res se comen cruda la riñonada, todo el cebo y el librillo; y si estaba preñada, la cría. A la carne conforme se enfría le sacan con las uñas la gordura y se la comen también”34. 31 Pietas, Jerónimo. “Noticias sobre las costumbres de los araucanos” en Gay, Claudio. Historia física y política de Chile. Documentos. Imprenta de Maulde y Renou, París, 1846, (2 tomos); tomo I, pp. 499-500. 32 Amat, Manuel de. Historia geográfica é hidrográfica con derrotero general correlativo al Plan de el Reino de Chile en Revista Chilena de Historia y Geografía, Nros. 53, 55, 56, 57, 58, 59, 60, 61 y 62, Santiago de Chile, 1924-28; Nº 56, p. 371. 33 Molina, Juan I. Historia natural y civil de Chile. Editorial Universitaria S.A., Santiago, 1978, p. 155. 34 Cruz y Golyeneche, Luis de la. Tratado importante para el conocimiento de los indios pehuenches según el orden de su vida en Apartado de la Revista Universitaria, Universidad Católica de Chile, año XXXVIII, Nº 1, Santiago, 1953, p. 56. 228 Variables geohistóricas en la evolución del sistema económico pehuenche durante el periodo colonial Este proceso de cambios se reflejó también en el uso de las materias primas, donde pieles y otros subproductos obtenidos de la caza de animales nativos fueron reemplazados por aquéllos que proporcionaba el ganado exótico. En la práctica, los pehuenches llegaron a sustituir completamente el cuero de guanaco en la confección de sus toldos, usando para ello los de caballares y vacunos35; lo mismo ocurrió con la piel del huemul, tradicionalmente utilizada en la fabricación del calzado pehuenche. “Estas botas suelen hacerlas de las pieles de corvas de vaca, de caballo, etc. y es en esta forma: descueran la pierna del animal desde el muslo hasta la uña; la corva les sirve de talón, la caña de pie y el muslo de pierna. Para las costuras que deben darles usan en lugar de cáñamo o de pita, de los nervios del espinazo de todo el animal”36. Entre el ganado exótico menor adoptado por los pehuenches debe hacerse particular mención a la incorporación de los ovinos, animales que les proporcionaron un nuevo tipo de materia prima que supieron aprovechar. “Las Bacas ovejas y cabras que crian son corpulentas y del ganado ovejuno cosechan hermosa lana. Su freguente labor es en las Indias texer ponchos y mantas”37. No obstante lo anterior, es importante señalar que la elaboración de textiles de lana fue una capacidad adquirida tardíamente, aprendida durante el proceso etnohistórico en que estos indígenas fueron aculturados por los mapuches araucanos38. En otras palabras, los pehuenches asimilaron las técnicas del hilado y confección de nuevas prendas, modificando su vestimenta a la usanza mapuche. La tarea era realizada exclusivamente por las mujeres, quienes debían “hilar y tejer para vestir al marido, vestirse ellas y a sus hijos también”39. En síntesis, el uso de la lana les permitió sustituir, casi por completo, sus antiguas prendas de pieles. Ciertamente la evidente y progresiva intensidad de asimilación del ganado exótico, ocurrida durante el siglo XVIII, tuvo importantes efectos sobre las actividades 35 Vid. Poeppig, E., op. cit., pp. 392.393; y Cruz y Golyeneche, L., Op. cit., p. 37. 36 Cruz y Golyeneche, L. de la., op. cit., p. 34. Respecto a la confección de las botas pehuenches se recomienda ver además Poeppig, E., Op. cit., pp. 398-399; y Molina, J.I., op. cit., pp. 153-154. 37 Amat, M. de., Op. cit., pp. 371-372. 38 La denominada “araucanización de los pehuenches” fue parte de un proceso etnohistórico mayor conocido como la “araucanización de la pampa”. Este singular fenómeno aculturativo se dejaría sentir con mayor vigor desde mediados del siglo XVII. Por diversas circunstancias, a partir de aquella época, se incrementó la frecuencia y número de las partidas mapuches que, desde la Araucanía, migraban hacia las llanuras trasandinas buscando nuevos lugares de asentamiento. Paulatinamente la irrupción mapuche fue afectando a los distintos grupos aborígenes que poblaban dichos territorios, los que en definitiva fueron absorbidos por la nueva cultura invasora. Debido a la ubicación geográfica de los pehuenches, su aculturación fue un proceso continuo y sostenido, pues la mayor parte de los accesos y rutas más fáciles que conducían a la pampa se encontraban bajo su dominio. De hecho, para mediados del siglo XVIII los pehuenches ya estaban plenamente araucanizados. (Vid. Martínez, C., op. cit., pp. 130-132; y Bengoa, J., Op. cit., pp. 51-52). 39 Cruz y Golyeneche, L. de la., Op. cit., p. 53; véase además p. 33. 229 Fernando Torrejón G. productivas tradicionales realizadas por los pehuenches; contribuyendo a una radical alteración del sistema económico que, desde tiempos precolombinos, los había sustentado. Estos indígenas aprendieron el manejo de una actividad que les era completamente desconocida, adaptándola e integrándola exitosamente a un medio geográfico difícil. Debido a lo último, la crianza ganadera se convirtió en una gran fuente renovable de recursos, los que pasaron a sustituir, casi completamente, su antigua dependencia de los recursos naturales nativos que les proporcionaba el entorno andino. CARACTERIZACIÓN DEL NUEVO MODELO ECONÓMICO INDÍGENA El análisis hasta aquí realizado ha permitido establecer que los cambios estructurales sufridos por la economía pehuenche obedecieron, principalmente, a la convergencia de una serie de circunstancias históricas, donde la incorporación del ganado exótico se constituyó en el principal agente transformador. Esto favoreció el paulatino desarrollo de un particular y exitoso modelo económico aborigen, que alcanzaría su apogeo a finales del período colonial. En dicho sentido, uno de los fenómenos etnohistóricos más beneficiosos fue la conversión ecuestre de los pehuenches; proceso que comenzó tempranamente, con mucha seguridad de manera paralela al ocurrido entre los mapuches de la Araucanía40 y tehuelches septentrionales en las pampas trasandinas; donde este fenómeno cultural pasó a denominarse “el complejo del caballo”41. Es un hecho comprobado que el uso ecuestre permitió desplazamientos más rápidos y lejanos a los indígenas nómades, ampliando notablemente sus horizontes geográficos. “El caballo significó un renacer del estilo de vida nómade pues alcanzó a imprimir a la existencia del indio un ritmo más veloz, permitiendo que hasta el siglo XIX sobreviviese un tipo de vida que de otra manera hubiese perecido por simple contacto”42. La adopción del caballo influyó notoriamente los diferentes niveles del mundo cultural de los pehuenches, abarcando “desde aspectos materiales, formas de relación y lucha, hasta modalidades ceremoniales”43. En el ámbito económico su conversión en jinetes fue determinante, aumentó considerablemente su movilidad, favoreciendo con mucho el desarrollo de la crianza ganadera. El uso del caballo les posibilitó un control y manejo más eficiente de los hatos, principalmente de caballares y vacunos, 40 Vid. Leiva, Arturo. “La Araucanización del caballo en los siglos XVI y XVII” en Anales de la Universidad de la Frontera, Temuco, 1981-82, pp. 181-203. 41 Vid. Martínez, C., op. cit., pp. 125-128; y Zapater, H.,Oop. cit., p. 90. 42 Zapater, Horacio. “El caballo y la vida nómade (Pampas, Araucanos, Chaqueños)” en Anales de Arqueología y Etnología, Nº 11, Mendoza, 1950, pp. 115-122; p. 115. 43 Villalobos, S. Los pehuenches..., Op. cit., pp. 69 y siguientes. 230 Variables geohistóricas en la evolución del sistema económico pehuenche durante el periodo colonial permitiéndoles incrementar el número de cabezas y, en consecuencia, expandir sus dominios en búsqueda de nuevos territorios para el pastoreo. Obligados por los requerimientos de la actividad ganadera, los pehuenches reorganizaron sus tradicionales desplazamientos en un nuevo ciclo anual, determinado ahora por la búsqueda de forrajes y aguadas44. Haciendo gala de su adaptabilidad, esta vez fueron capaces de ajustar su antiguo modo de vida nómade a las necesidades del ganado. Desde un punto de vista eminentemente utilitario, interpretaron adecuadamente las oportunidades que les brindaba el entorno natural trasladando los animales de un lugar a otro, para aprovechar los nutritivos pastos estacionales de invernadas y veranadas, que hasta entonces alimentaban sólo a la fauna nativa. El manejo ganadero de los pehuenches derivó en una aclimatación de los animales exóticos a los rigores de los hábitats cordilleranos45, donde comenzaron a competir con los herbívoros nativos por los nichos ecológicos. De hecho, el pastoreo de caballares, vacunos, ovinos y caprinos debió haber generado un aumento de la presión de uso del suelo y la cubierta vegetal, originando las primeras alteraciones ambientales notorias como resultado de la actividad humana. Sin embargo, y no obstante la fragilidad de los ecosistemas andinos, las perturbaciones generadas por la actividad ganadera indígena no parecen haber sido tan drásticas, debido a que la capacidad de carga del sistema natural no fue sobrepasada. La explicación de esto radicó en la forma de ocupación del territorio y, fundamentalmente, en el adecuado uso de las praderas naturales, donde el estilo de apacentamiento ganadero permitía su constante regeneración. En efecto, los pehuenches habían desarrollado un tipo de crianza extensiva, basada en la trashumancia, con un “patrón de ocupación de por lo menos dos campamentos anuales; pero también la de una residencia relativamente prolongada en esos campamentos, posibilitada por una buena adaptación ambiental y un apropiado 44 Vid. Biset, Ana M. y Gladys Varela. “El sitio arqueológico de Caepe Malal. Una contribución para el conocimiento de las sociedades indígenas del noroeste neuquino en el siglo XVIII” en Arqueología y etnohistoria de la Patagonia Septentrional, Serie Cuadernos de Investigación, Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, Tandil, 1991, pp. 18-35; p. 31. 45 En 1828 Poeppig destacaba que a los caballos predominantes entre los pehuenches se les reconocía “por ciertos síntomas exteriores, sobre todo la cabeza ancha y las grandes pesuñas, que son informes, pero que prestan mucha utilidad sobre las lavas. Llama la atención de un pelaje manchado de dos o tres colores y un iris azul. Aventajan en resistencia incluso a la raza chilena, y son tan seguros como mulas en las elevadas montañas”. Otro tanto señalaba respecto a las ovejas: “Son ahora poco frecuentes las llamadas ovejas pehuenches, de que provienen los mejores pellejos para las monturas. Su lana tiene un color gris de plata, es brillante y consiste en hilos sedosos, que tienen un largo superior a un palmo y que son un poco crespos. En Antuco se consigue todavía esta oveja, que es mayor que la de las razas comunes, pero parecen no ser apropiadas para el talaje y el clima que se encuentran en la tierra baja”. (Poeppig, E., op. cit., p. 387). De las palabras del naturalista se puede inferir que, en el caso de ambas especies, hubo una selección, tanto natural como de crianza, de aquellos fenotipos que mejor se adaptaban a las condiciones extremas de los hábitats cordilleranos. Sin embargo, en el caso particular de los ovinos, a tal selección, se habría sumado el aislamiento geográfico de las poblaciones, factores que habrían dado origen a una nueva variedad de lanares criollos, hoy desaparecida. 231 Fernando Torrejón G. aprovechamiento de los recursos”46. Sin lugar a dudas, hacia fines del siglo XVIII, la ganadería de los pehuenches se había convertido en la principal actividad sustentadora de su emergente modelo económico. Sin embargo, en aquella misma época, el antiguo comercio practicado por ellos se revitalizaba, adquiriendo gran importancia en la economía de esta sociedad indígena. De hecho, esta última actividad productiva, que nunca había cesado del todo, comenzó a intensificarse desde mediados de aquel siglo, respondiendo a los nuevos requerimientos de los mercados hispano-criollos fronterizos de Chile y Cuyo. Distintas fuentes históricas coinciden al destacar el estrecho vínculo que existía entre los pehuenches y el intenso comercio fronterizo, así como el tipo y variedad de mercancías sujetas al intercambio. Al respecto el abate Molina señalaba: “A pesar de su ingenio inquieto y vagabundo, son los más laboriosos y más comerciantes entre todos los salvajes. [...] Todos los años entran en las confinantes provincias españolas, donde tienen una especie de feria, que suele durar quince o veinte días; conducen sal fósil, yeso, brea, cobertores de cama, ponchos, pieles, lana, riendas de cuero perfectamente entretejidas, canastos, vasijas de madera, plumas y huevos de avestruz, caballos, novillos, etc., y en cambio reciben trigo, vino y mercancías de Europa. Son habilísimos en el tráfico y difícilmente se dejan engañar”47. Los antecedentes también permiten constatar que, además de los productos originarios, tradicionalmente intercambiados por los pehuenches, gran parte de las mercancías correspondían a nuevos elementos incorporados a su cultura en tiempos coloniales. Entre éstos últimos, se reconocen el ganado y los ponchos que, junto a la sal48, habían adquirido una fuerte demanda en los mercados de Chile. En su obra, publicada en 1789, Gómez de Vidaurre da cuenta del activo intercambio que regularmente se realizaba en distintas localidades fronterizas del flanco cordillerano. “La tribu de los Pehuenches sale todos los años de sus montañas y hace en diversas partes de la provincia de Maule una especie de feria que dura uno o dos meses y traen a ella sal blanquísima, lanas, caballos, pieles, platos de leña de todas grandezas, yesos y otras muchas bagatelas; todas las cuales cambian por trigo, cebada, frenos espuelas y cuchillos. De estos mismos vienen no pocos por las haciendas de Chillán haciendo el mismo tráfico”49. 46 Biset, Ana M. y Gladys Varela. Modelos de asentamiento y ocupación del espacio de la sociedad Pehuenche del siglo XVIII: La cuenca del Curi Leuvú Provincia del Neuquén. Serie: Investigación Cultural, Ministerio de Educación y Cultura, Neuquén, 1991, pp. 6-7. 47 Molina, J.I., Op. cit., p. 155. 48 La sal tenía gran importancia en la economía colonial española, pues era un elemento indispensable en la elaboración del “charqui”, alimento muy requerido en la época, que además era exportado al Perú junto a otros productos salados más refinados tales como lenguas y costillares de vacunos. (Véase Haenke, Thaddaeus. Descripción del Reyno de Chile. Editorial Nascimento, Santiago, 1942, pp. 82-83, 182-186). 49 Gómez de Vidaurre, Felipe. Historia geográfica, natural y civil del Reino de Chile en Colección de Historiadores de Chile, Imprenta Ercilla, Santiago de Chile, 1889, tomos XIV y XV; tomo XV, p. 315. 232 Variables geohistóricas en la evolución del sistema económico pehuenche durante el periodo colonial No obstante la diversidad de productos involucrados, el tráfico de la sal, del ganado y los ponchos fueron los rubros que más identificaron la renovada actividad comercial de los pehuenches. Tanto es así, que el comercio de la sal se transformó en una forma especializada de intercambio que, en la práctica, llegó a ser monopolizado por estos indígenas. Su ubicación geográfica fue un factor determinante en el control de este tráfico, ya fuera porque muchos de los yacimientos se encontraban en sus tierras50, o bien porque dominaban los pasos cordilleranos que daban acceso a las grandes salinas de la pampa51. El control de vitales rutas transcordilleranas también les permitió manejar buena parte del comercio de animales que se realizaba con Chile, ya que por éstas fluían miles de cabezas de ganado robado en las incursiones depredatorias o “malocas” que distintos grupos aborígenes realizaban desde las fronteras de Mendoza hasta las de Buenos Aires52. La activa participación de los pehuenches en muchas de aquellas incursiones, sumada a su inmejorable situación territorial, les otorgó ventajosas condiciones para transformarse en el principal nexo con el mercado chileno, destino final de mucho del ganado proveído por la pampa húmeda53. No obstante el rol de intermediarios, el aporte de sus propias crianzas a este rubro no debe ser menospreciado, sobre todo en lo respectivo a sus caballos y ovejas; animales que, por sus especiales características, aún concitaban una alta demanda en el siglo XIX54. La escasez e insuficiencia de registros estadísticos coloniales, relativos al comercio con los indígenas, no permiten cuantificar la real magnitud de dicha actividad; sin embargo, algunas cifras posibilitan estimar el volumen alcanzado por el tráfico de la sal y del ganado. Se calcula que en el verano de 1795, principalmente en la zona de 50 “En muchas regiones de la vertiente oriental de los Andes se encuentran a esta latitud algunos arroyos que se cubren con costras de sal, ofreciendo el aspecto de hallarse helados, o bien esta sustancia existe en las laderas de los cerros (como la zona que los indios llaman Coipoleuvu), en que es posible obtenerla sin mucho trabajo en la superficie. La primera clase es más fina y más difícil de recolectar y menos abundante, pues los cristales de sal sólo vuelven a generarse en cuatro meses; en cambio la segunda clase, que suministra sal en bloques, permitió al comercio de Antuco proveer antiguamente a toda la zona austral”. (Poeppig, E., op. cit., p. 387). Según testimonio obtenido en la comunidad pehuenche de Callaqui (comuna de Santa Bárbara), se pudo comprobar que, aún durante las primeras décadas del 1900, algunos indígenas trasponían la cordillera para recolectar “piedras de sal”, las que de regreso eran transportadas a lomo hasta la mencionada comunidad. Obviamente para entonces debió tratarse de una actividad aislada, destinada sólo al consumo local o incluso familiar. 51 Vid. León, Leonardo. Maloqueros y conchavadores en Araucanía y las Pampas, 1700-1800. Ediciones Universidad de la Frontera, Temuco, pp. 110-112. 52 El ciclo histórico de las malocas, la filiación étnica de los indígenas participantes y el tráfico ganadero asociado a ellas, es tratado in extenso en la obra de L. León, antes citada, pp. 31-96. 53 Vid. Biset, A. M. y G. Varela. “El sitio arqueológico...”, Op. cit., p. 19. 54 Vid. Poeppig, E., Op. cit., p. 387. 233 Fernando Torrejón G. Antuco, los pehuenches intercambiaron 92.805 kg. de sal y 921 caballos55. Otro tipo de tráfico en el que también destacaron los pehuenches fue el de los ponchos. Estas prendas de vestir, manufacturadas por diferentes grupos aborígenes, habían adquirido una gran demanda popular en la sociedad hispanocriolla, incidiendo notoriamente en el comercio intercultural fronterizo. “Poncho es el nombre que dan a un tejido de lana teñida de diversos colores que gastan toda clase de gente de la campaña de este reino no es mas que una especie de mantas con la variacion de lanas i listas i una avertura en el medio[...], ocupándose los indios con mucha aplicacion a hilar i tejer los hilos para fabricar este jénero, cuyo renglon es de mucho consumo, tanto en este reino como en otras de esta América, el que desde luego asciende a muchos miles su estipendio, saliendo este en grandes porciones de tierras de los indios de la frontera” 56. Como ya se ha visto, debido a la araucanización, el tejido de ponchos se incorporó como una importante labor en la economía familiar de los pehuenches. Sin embargo, percibiendo su alta demanda externa, estos indígenas adecuaron rápidamente su economía de autoconsumo, generando excedentes destinados a surtir el mercado hispanocriollo. Más aún, por medio del trueque, se dedicaron a obtener dichas prendas entre los grupos indígenas de las pampas57, acumulando respetables existencias que luego comercializaban en la frontera de la Capitanía General de Chile. Según Gómez de Vidaurre, se contabilizaban “hasta sesenta mil al año”58 los ponchos que salían del territorio pehuenche. El tráfico de los ponchos y mantas resultó ser tan lucrativo que en torno a él se desarrolló un intenso comercio ilegal promovido por inescrupulosos mercaderes hispanocriollos. Éstos, tratando de asegurarse un manejo exclusivo del rubro, internaban al territorio indígena una serie de artículos prohibidos por la autoridad colonial; entre los que destacaban sables, machetes, cuchillos, hachas y el infaltable alcohol. Las armas -muy codiciadas por los aborígenes- contribuían a mantener su modo de vida independiente y sus predilectas incursiones depredadoras realizadas 55 Vid. Villalobos, Sergio. Vida fronteriza en la Araucanía. El mito de la Guerra de Arauco. Editorial Andrés Bello, Santiago 1995, p. 128. 56 “Informe de Ambrosio O’Higgins dirigido al gobernador Francisco Morales, fechado en Santiago a 13 de Octubre de 1771”. Archivo Nacional, Fondo Vicuña Mackenna, vol. 304-D, fjs. 5-19; fj. 9. 57 Vid. León, L., Op. cit., pp. 112-115. 58 Gómez de Vidaurre, F., Op. cit., tomo XV, p. 315. 234 Variables geohistóricas en la evolución del sistema económico pehuenche durante el periodo colonial al oriente de los Andes59. Claramente, el dinámico comercio practicado por los pehuenches había dejado de ser una actividad complementaria en su economía tribal, transformándose en uno de los pilares que la sustentaban60. Al captar adecuadamente las demandas mercantiles de la sociedad hispanocriolla y aprovechando las ventajosas condiciones que les ofrecía su ubicación territorial para satisfacerlas, pudieron manejar eficientemente parte importante del tráfico comercial fronterizo. Los profundos cambios estructurales que sufrió la economía pehuenche durante el siglo XVIII, dieron origen a un nuevo y exitoso sistema económico-productivo, articulado en torno a la ganadería y comercio, actividades que desplazaron a un lugar secundario a las ancestrales prácticas de caza y recolección. De hecho, aquella antigua cultura de cazadores recolectores nómadas, había evolucionado en una sociedad de pastores ecuestres trashumantes; donde la crianza del ganado exótico había potenciado dos importantes rubros de intercambio, y cuya tenencia se estaba convirtiendo en la principal forma de acumulación de riquezas. 59 Vid. León, L., Op. cit., pp. 115-119. Intentando solucionar la problemática generada por el comercio de los ponchos, el entonces capitán A. O’Higgins, proponía acabar definitivamente con este tráfico, aboliendo totalmente el uso de esta vestimenta en Chile. Para dar cumplimiento de tal disposición se habría de publicar “un bando en esta capital, en las ciudades, villas, plazas, fuertes i lugares del reino en que se prefije el preciso término de un año el consumo i disposicion de todos los ponchos de la tierra de Pehuenches, Araucanos i de Llanos i que cumplido este término sin otra formalidad de causa que el mudo hecho de la aprension de cualesquiera sujeto que se encuentre vestido de ellas o de mantas de las mismas tierras sea despachado irremisiblemente a la Isla de Juan Fernandez o Plaza de Valdivia por el término de cuatro años por la primera vez i estrañado perpetuamente por la segunda hasta que la esperiencia del castigo produzca el efecto del ejemplo de otros i de que enteramente se abandone el uso de dichos ponchos”. (“Informe de Ambrosio O’Higgins...”, op. cit., fjs. 9-10). No obstante lo señalado, debido al enorme arraigo popular que tenía el uso del poncho, el mismo O’Higgins se daba cuenta de la inviabilidad de su propuesta, sugiriendo medidas menos drásticas como “poner un derecho de tres a cuatro pesos sobre cada uno [de los ponchos] fabricado en tierra de indios, arruinando la formación de ellos i su introduccion de los que se hacen en la provincia de Cuyo i Tucuman: medio seguro de aniquilarse sin estrépito este comercio con dichos indios i adelantando este ramo entre los españoles”. (“Informe de Ambrosio O’Higgins...”, Op. cit., fj. 12). 60 Resabios de la antigua y pujante actividad comercial aún pueden ser observados en un particular sector fronterizo de Alto Biobío. Dicha práctica involucra, principalmente, a los residentes indígenas de los sectores de TrapaTrapa y Butalelbún (comunidad Antonio Canío), en Chile, y a pobladores y visitantes estacionales de la localidad turística de Copahue, en Argentina. Desde fines de la primavera a fines del verano, jinetes pehuenches, individualmente o en pequeños grupos familiares, concurren a dicho poblado para comerciar. Llevan allí sus tejidos de lana -consistentes en calcetas, gorros, frazadas, mantas, etc.- donde son vendidos; con las ganancias obtenidas compran artículos alimenticios tales como harina, aceite, manteca, conservas y abarrotes, en general, los que mayoritariamente son destinados al consumo invernal. Tal como se ha constatado in situ , el viaje se inicia de madrugada y dura entre tres y cuatro horas; arribados al lugar, en un sitio preestablecido por la gendarmería trasandina, se desempacan y revisan las mercaderías, dándose inicio a la actividad. El retorno a Chile es obligatorio durante el mismo día y comienza a inicios o mediados de la tarde, dependiendo del mayor o menor éxito de la jornada. El cruce de la divisoria de aguas se efectúa por el hermoso paso cordillerano de Copahue, sólo apto para cabalgaduras. 235 Fernando Torrejón G. CONCLUSIONES Desde los albores de la conquista, la percepción hispana del entorno geográfico habitado por los pehuenches fue negativa, llegándosele a calificar como “tierras infructíferas”61. Esta situación contribuyó a que dicho territorio no fuera colonizado durante todo el período de dominación española62, permitiendo una evolución relativamente autónoma de aquella cultura aborigen. Los resultados obtenidos permiten identificar y establecer cómo la interacción de una serie de variables geográficas e históricas fue determinante en las profundas transformaciones ocurridas en el sistema económico pehuenche, durante los siglos coloniales. Entre las variables más destacadas se encuentran: - La particular ubicación geográfica de los pehuenches, las características ambientales del entorno andino, un uso ecológicamente sustentable del territorio y sus recursos naturales, la introducción y subsecuente incorporación indígena del ganado exótico, la temprana adopción del caballo, el proceso aculturativo de araucanización, y los requerimientos económicos de la sociedad hispanocriolla. Finalmente, es posible concluir que, entre los siglos XVI y XVIII, la economía tribal pehuenche atravesó tres etapas claramente identificables. La primera de ellas se caracterizó por la presencia de un sistema económico prehispánico tradicional, basado fundamentalmente en la recolección y la caza; la segunda, correspondió a un período de transición, donde aquellas ancestrales actividades productivas comenzaron a ser desplazadas por la asimilación e incorporación del ganado exótico. Por último, se reconoce una tercera fase, representada por un emergente y próspero modelo económico indígena, sustentado en la ganadería e intercambio mercantil. 61 Pietas, J., Op. cit., p. 499. 62 La presencia española en el territorio pehuenche fue marginal, limitándose a unos pocos y fracasados intentos por mantener misiones permanentes en el corazón de aquellas tierras -específicamente en Cule y Lolco-; a esporádicas exploraciones e incursiones militares punitivas; y al establecimiento de algunos fuertes fronterizos, siendo los más adelantados Príncipe Carlos de Villucura, Vallenar de Antuco y el fortín de Trubunleo. (Véase: Villalobos, S. Los pehuenches..., op. cit., pp. 81-109, 204-211; y Guarda, Gabriel. Flandes Indiano. Las fortificaciones del Reino de Chile 1541-1826. Ediciones Universidad Católica de Chile, Santiago, 1990, pp. 216-217). 236