LA FILOSOFÍA EN LA EDAD ANTIGUA A partir del siglo VI antes de Cristo, en la antigua Grecia, junto al mito, la religión y la poesía surgió otro modo de explicar el mundo y la vida social y política: el logos, el pensar racional. En un primer periodo destacan los presocráticos, los sofistas y Sócrates. En la ciudad de Mileto (Asia Menor) la naturaleza, la physis, es la preocupación fundamental. ¿CUAL ES EL ORIGEN, EL “ARJÉ” DE TODO? Las respuestas serán variadas: Según Tales, el agua, según Anaximandro, el “apeiron” y según Anaxímenes, el aire. En el sur de Italia la preocupación fundamental es el ser. ¿QUÉ ES LO QUE HAY? Estos pensadores son mucho más abstractos y metafísicos que los milesios. La escuela pitagórica dirá que el fundamento de todo lo que existe está en los números, en las matemáticas. Parménides afirma que el ser es inmutable, eterno y necesario, negando por tanto el cambio. Heráclito, en la ciudad de Efeso, afirma que todo está en permanente cambio y mutación. Frente al ser estático de Parménides, Heráclito plantea el devenir del ser. El ser estático de Parménides dejaba sin explicar el cambio evidente en la naturaleza; el devenir del ser de Heráclito cuestionaba el conocimiento humano. En el siglo V a de C la reflexión filosófica se interesa más por el ser humano, la ética y la política. ¿CÓMO PODEMOS VIVIR MEJOR EN LA POLIS? Los sofistas, sabios, eran extranjeros llegados a Atenas para enseñar. Defendían el relativismo y el convencionalismo morales. Oponiéndose a ellos, Sócrates buscaba las definiciones universales de los valores morales y defendía el intelectualismo moral. El método socrático para avanzar hacia este conocimiento universal tiene dos fases: la ironía, que nos hace conscientes de nuestra ignorancia, y la mayéutica, mediante la cual podemos sacar de nuestro interior la verdad que todos poseemos; este proceso sólo es posible a través del diálogo. El segundo periodo, la filosofía clásica, corresponde a la decadencia de la democracia ateniense. Destacan las dos grandes figuras del pensamiento griego: Platón y Aristóteles. Platón (siglos V-IV a C) integró dos tendencias del pensamiento anterior: la que se ocupaba de la naturaleza (presocráticos) y la que se centraba en los principios éticos y políticos (sofistas y Sócrates). Ante la decadencia de la democracia ateniense, Platón aspira a construir una sociedad ideal basada en un conocimiento de las esencias eternas e inmutables de todas las cosas. El verdadero conocimiento debe ser universal y necesario y para eso debe ser un conocimiento de ideas, no de cosas sensibles. Además, conocer las ideas, especialmente la idea de Bien, nos hará buenos moralmente. En la Academia Platón pretendía educar a los futuros filósofos-gobernantes, que debían ser sabios tanto en lo teórico como en lo práctico. En la Academia de Platón se formó Aristóteles. Sin embargo, Aristóteles (s IV a C) se opondrá a su maestro Platón dando mayor importancia al mundo sensible. La perfección está en la naturaleza; todos los seres naturales tienen una naturaleza interna que les lleva a realizarse para cumplir con la finalidad que llevan en su interior. La verdadera realidad no está en unas ideas de otro mundo, sino en las cosas mismas. También en política rechazó la utopía platónica, imaginaria e ideal, y prefirió ocuparse del modo de perfeccionar la polis que realmente existía. Según él, el hombre es por naturaleza un ser social porque está dotado de lenguaje y es capaz de dialogar. Y sólo viviendo en sociedad podrá el hombre alcanzar su finalidad: la felicidad. EL MÉTODO SOCRÁTICO. LA IRONÍA Y LA MAYÉUTICA. Aunque Sócrates nunca escribió nada, a través de los primeros diálogos de Platón conocemos su pensamiento y el método que propuso. En contra de la elocuencia y la retórica de los discursos de los sofistas, que se creían poseedores de la sabiduría y pretendían ganarse la vida como educadores (por lo que necesitaban causar buena impresión en su audiencia), Sócrates no cobraba por sus enseñanzas y partía del principio de no saber nada (Sólo sé que no sé nada”). La filosofía se convierte así en una búsqueda de la verdad (que no se posee, por eso hay que buscarla). La búsqueda de la verdad es una tarea colectiva que se lleva a cabo mediante el diálogo. En un primer momento, Sócrates pregunta a los que creen saber por las definiciones universales de los conceptos morales (bien, virtud, etc.) que l mismo Sócrates desconoce. Es la IRONÍA que pone de manifiesto que los supuestamente sabios tampoco conocen. En un segundo momento, tras el reconocimiento de la ignorancia, Sócrates pretendía hacer aflorar la verdad del interior de cada uno, donde ya estaba latente: MAYÉUTICA. La madre de Sócrates era comadrona. Del mismo modo que su madre ayudaba a las mujeres a parir la criatura que llevaban en su vientre, pero no podía darles una criatura que no hubieran engendrado ellas mismas, Sócrates tampoco se consideraba poseedor de la verdad y por ello no podía transmitirla a sus discípulos. Sócrates era muy consciente de no conocer las definiciones universales de los valores morales, que para él serían el auténtico conocimiento. A través del diálogo y a del razonamiento inductivo podremos buscar esas definiciones, esas esencias. Sólo el conocimiento de la verdad que existe en nosotros y que podemos alumbrar a través del diálogo (esto es, colectivamente, en relación con los demás) nos hará más virtuosos y libres. Sólo en la comunidad, en la polis, encuentra sentido la vida humana individual. PLATÓN. LA REALIDAD.DUALISMO ONTOLÓGICO (dos mundos): Según Platón existe una inteligencia ordenadora: el DEMIURGO, que actúa sobre una MATERIA eterna que está dotada de movimientos irregulares y caóticos. Platón introduce un tercer principio: LAS IDEAS. El Demiurgo ordena la materia de acuerdo con un plan, con un modelo, plasmando las ideas en la materia del modo más perfecto posible. Pero el mundo nunca será perfecto del todo porque la materia siempre conlleva cierto desorden e indeterminación. Teoría de las ideas: Según la teoría de las ideas,existen ideas que son entidades inmateriales, absolutas, inmutables y universales más allá de este mundo físico: la justicia en sí, la verdad en sí, el número 7, el hombre… Pero según Platón no es que estas ideas existan en la mente de los seres humanos; es que existen en el mundo inteligible o mundo de las ideas que es la realidad en sentido pleno. Así llega Platón a la afirmación de la existencia de dos mundos: 1. Mundo físico o sensible que percibimos por los sentidos. Todos los seres sensibles están sometidos al cambio y la mutación. El mundo sensible es una copia del mundo de las ideas y no es la auténtica realidad. 2. Mundo inteligible que comprendemos mediante la razón. Las ideas del mundo inteligible son eternas e inmutables. El mundo inteligible es la auténtica realidad, la realidad suprema. Esto plantea un problema: la conexión entre mundo sensible y mundo inteligible. Platón explica esta conexión de dos formas diferentes a lo largo de sus obras: 1. Unas veces recurre a la PARTICIPACIÓN: los seres sensibles participan de las ideas correspondientes. De Juan, Pedro y Andrés decimos que son hombres porque participan de la idea de hombre. Así las cosas sensibles participan de la auténtica realidad, que son las ideas y es como si el mundo sensible fuese un poco más real. Pero surge otro problema: las ideas dejan de estar aisladas de las cosas y parece como si su inmutabilidad, eternidad y estabilidad quedasen amenazadas. 2. Otras veces recurre a la IMITACIÓN: los seres sensibles imitan a las ideas correspondientes. Juan, Pedro y Andrés sólo imitan a la idea de hombre. Así quedan las ideas a salvo de la posible contaminación de las cosas sensibles, pero surge otro problema: el mundo sensible pierde realidad. El mundo en el que vivimos no es más que una imitación de la auténtica realidad. Hay una correlación entre los dos mundos (sensible e inteligible) con la teoría del conocimiento (opinión y ciencia) y con la estructura del ser humano (cuerpo y alma). TEORÍA DEL CONOCIMIENTO. Los dos tipos de conocimiento. Sócrates buscaba las definiciones universales de los conceptos morales. En la misma línea, Platón considera que el verdadero conocimiento debe ser universal y necesario. Pero esto plantea un grave problema: ¿cómo puede conseguir nuestra mente conocimientos universales si resulta que nuestros sentidos sólo nos ofrecen objetos particulares sometidos al cambio y la mutación? Del mismo modo en que existen por un lado las ideas inmutables y eternas del mundo inteligible y por otro lado los seres físicos cambiantes y corruptibles del mundo sensible, también hay dos formas de conocimiento: la ciencia que nos da un conocimiento seguro y necesariamente verdadero puesto que se ocupa de ideas inmutables y la opinión que carece de fundamento firme porque se ocupa de los seres físicos del mundo sensible. Sólo es auténtico conocimiento la ciencia que pretende conocer las ideas. Pero es un conocimiento complejo y difícil de conseguir. Hay que empezar por las matemáticas. Así se allana el camino hacia el conocimiento de todas las ideas. Este ascenso mediante el que se alcanza el saber absoluto que culmina con el conocimiento de la idea del Bien es la DIALÉCTICA ASCENDENTE. Si el ser humano puede conocer las ideas, o sea, si puede tener un verdadero conocimiento, es gracias a su alma, que antes de que nosotros naciéramos habitaba en el mundo inteligible. Allí conoció las ideas y por eso, cuando percibimos objetos físicos, sensibles, nuestro alma recuerda a veces las ideas de las que estos objetos sensibles participan o a las que imitan. Por eso el conocimiento es reminiscencia, según Platón. EL ALMA Y EL CUERPO La concepción platónica del hombre es dualista. El hombre está compuesto de un alma y un cuerpo. El alma es la parte más digna y más elevada del ser humano porque pertence al mundo inteligible y, sin embargo, es prisionera de nuestro cuerpo. Para explicar esto, Platón recurre al mito del carro alado: El alma es un carro tirado por dos caballos a los que guía un auriga en el mundo inteligible. Uno de los caballos es blanco y representa los impulsos nobles y la fuerza. El otro es negro y reperesenta los apetitos y los deseos más bajos. El auriga simboliza la razón y debe controlar a los dos caballos. Pero a veces el caballo negro (las pasiones) se desboca y el caballo blanco (la fuerza) le sigue de modo que el auriga (la razón) pierde el control. El alma cae del mundo inteligible al mundo sensible y en ese momento nace un ser humano; el alma queda prisionera de un cuerpo hasta que éste muere. Gracias a este mito Platón explica también los tres tipos de alma: 1. El alma racional, representada por el auriga (la razón) que debe gobernar al hombre y conducirle hacia las ideas. Este tipo de alma se sitúa en la cabeza. 2. El alma irascible (la fuerza) que debe ponerse al servicio de la razón. Este tipo de alma se sitúa en el tórax. 3. El alma apetitiva (los impulsos placenteros) que debe ser sometida a control. Este tipo de alma se sitúa en el abdomen. Pero, ¿qué le sucede a nuestro alma cuando nuestro cuerpo muere? El destino del alma sería volver de nuevo al mundo de las ideas, pero para eso debe librarse de los impulsos que la atan al mundo sensible. Si no lo consigue, se reencarnará de nuevo en otro ser humano. Sólo cuando haya llevado una vida virtuosa estará bastante purificada para volver al mundo de las ideas del que proviene. LAS VIRTUDES. La felicidad. Platón establece una correlación entre los tipos de alma y las virtudes. En "La República" Platón distingue cuatro tipos de virtudes: 1. LA SABIDURÍA O PRUDENCIA. Esta virtud corresponde a la parte racional del alma y proporciona a las otras partes el conocimiento de lo que es conveniente para cada una de ellas y para el conjunto del alma. 2. LA FUERZA O EL VALOR. Esta virtud está en la parte irascible del alma y regula los impulsos y las pasiones nobles. Gracias a la fuerza, las pasiones se someten a la razón, que es la que decide lo que se debe hacer. Es valiente el que se esfuerza por hacer el bien. 3. LA MODERACIÓN O TEMPLANZA. Esta virtud está en la parte concupiscible del alma y modera nuestros deseos más bajos con el fin de que los hombres hagamos uso de los placeres sensibles con moderación y equilibrio. Somos moderados cuando controlamos nuestros apetitos según los dictados de la razón. 4. LA JUSTICIA. Engloba a las demás virtudes. En cada hombre individual cada parte de su alma realiza la función que le corresponde, de modo que las partes inferiores (fuerza y apetito) son gobernadas por la parte superior (razón). Sólo así puede el hombre alcanzar la felicidad. Según Platón todos los hombres desean las cosas buenas y la felicidad, y ningún hombre desea el mal conscientemente. Pero a veces los seres humanos confunden los bienes aparentes y la felicidad superficial (los placeres sensibles, las riquezas o los honores) con la auténtica felicidad. La felicidad no puede estar nada más que en la contemplación de las ideas y, especialmente, de la idea más elevada: la idea del Bien. La virtud proporciona al alma armonía y salud porque permite que la parte racional controle y regule las otras partes: la fuerza y los apetitos. La virtud es un saber acerca del bien. También es una purificación para el alma, que le permite librarse del cuerpo y retornar al mundo de las ideas tras la muerte. En definitiva, virtud es dominio de la razón. LA CIUDAD JUSTA El objetivo de Platón fue diseñar un Estado perfecto e ideal basado en conceptos e ideas estables. Sería el modelo a seguir por las polis y llevaría a los seres humanos al bien y a la justicia. El hombre es individuo y ciudadano, de modo que si la polis es buena y justa, los individuos también lo serán. Platón parte de dos principios fundamentales: 1. Correlación estructural entre el alma y el Estado. Según el Platón, el Estado posee la misma estructura tripartita que el alma humana individual. Las clases sociales, la función que cada uno cumple en la sociedad, viene dada por sus propias capacidades e inclinaciones. PRODUCTORES. En ellos predomina el alma apetitiva. Deben dedicarse a la actividad productiva (agricultura y artesanía) y al comercio. GUERREROS. En ellos predomina el alma irascible. Deben dedicarse a la defensa y al mantenimiento del orden. FILÓSOFOS-GOBERNANTES. En ellos predomina el alma racional. Deben dedicarse a la filosofía y al gobierno de la sociedad. 2. Especialización funcional: cada individuo o cada grupo social debe dedicarse a la función que le es propia. Los resultados serán mejores cuando cada uno se dedique a aquello para lo que está más dotado. De la unión de estos dos principios resulta la concepción platónica de justicia, que es la misma para el Estado que para el alma individual. La justicia se realiza en el Estado cuando cada uno de los grupos sociales desempeña la función que le corresponde (especialización funcional) y la lleva a cabo de modo adecuado, por poseer la virtud que le es propia: prudencia en los gobernantes, fortaleza o valor en los guardianes y moderación o templanza en los productores. Toda la teoría política de Platón se construye sobre la convicción de que en el Estado ideal deben gobernar los sabios. Según Platón, el saber teórico y el saber práctico se identifican. En la cumbre del mundo inteligible está la idea del Bien, que expresa el orden, el sentido y la inteligibilidad de todo lo real. El conocimiento del bien es la culminación de todo saber, tanto teórico como práctico: es la culminación del saber teórico porque conocer el bien hace posible captar el orden y la estructura de todo lo real; es la culminación del saber práctico porque el conocimiento del bien proporciona las normas de toda ordenación moral y política. El sabio platónico es tanto un hombre de ciencia como un hombre de Estado. ARISTÓTELES 1. NATURALEZA, HILEMORFISMO Y TELEOLOGÍA NATURALEZA se dice en griego PHYSIS y tiene dos significados en las obras de Aristóteles: 1. Naturaleza como principio interno de los seres naturales. Cada especie tiene una naturaleza interna que le hace cambiar, evolucionar, realizarse. Por eso los peces echan escamas y los geranios flores, y no a la inversa. Un huevo se convertirá en gallina, una semilla en pino, una piedra caerá siempre hacia abajo... para cumplir con esa naturaleza, con ese principio interno. 2. Naturaleza como totalidad, como conjunto de los seres naturales. Según Aristóteles, no son seres naturales los astros del mundo supralunar que están compuesto del incorruptible éter. En el mundo sublunar todos los seres están compuestos de tierra, agua, aire y fuego. Pero unos seres son naturales (un lagarto) mientras otros son artificiales (una estatua). Pues bien, la naturaleza como totalidad sólo incluye a los seres naturales del mundo sublunar porque son los únicos que tienen un principio interno de movimiento y cambio. HILEMORFISMO: para Aristóteles la verdadera realidad no son ideas de otro mundo sino los individuos concretos que percibimos por los sentidos. Todo individuo está compuesto de MATERIA (HYLÉ) y de forma (MORPHÉ). Estos dos elementos nunca se pueden separar el uno del otro y ambos están en las sustancias, en los individuos concretos. Pero hay una prioridad de la forma sobre la materia: la forma es la esencia del individuo y es un principio activo que Aristóteles identifica con su naturaleza. Es lo que hace que un individuo sea lo que es y no otra cosa. La forma de la semilla es su naturaleza y gracias a esa forma o a esa naturaleza se convertirá en pino. NATURALEZA Y TELEOLOGÍA: Naturaleza es el principio interno de movimiento que poseen los seres naturales. Todos los seres naturales tienen una tendencia a cumplir con su naturaleza, que es su finalidad. Sólo cuando el huevo se convierte en gallina, se realiza, se actualiza, alcanza la perfección que le es propia. Aristóteles tenía mentalidad de biólogo; igual que los organismos cada órgano cumple con su función, en este cosmos cada ser cumple con su finalidad y por eso el conjunto resulta un cosmos y no un caos. Por eso el modelo aristotélico de naturaleza es finalista, teleológico (telos significa fin). Para Aristóteles el bien consiste en el cumplimiento de esa tendencia interna que tienen los seres naturales hacia su realización, hacia su perfección, y no en ninguna idea trascendente del mundo inteligible, como pretendió Platón. 2. DE LOS SENTIDOS AL CONOCIMIENTO Según Aristóteles nada hay en el entendimiento que no haya estado previamente en los sentidos. Todo conocimiento empieza por la experiencia sensible, que nos presenta individuos concretos, particulares; pero el auténtico conocimiento es el intelectual porque sólo este conocimiento nos permite conocer lo universal. Igual que Platón, Aristóteles considera que conocer algo requiere conocer su esencia y que la ciencia debe ser un conocimiento universal y necesario. La diferencia está en que Platón pensaba que las esencias estaban en las ideas mientras Aristóteles considera que las esencias están en las cosas particulares. Por eso el conocimiento debe partir de la experiencia. ¿Cómo podemos llegar al concepto universal de árbol partiendo de la percepción de árboles concretos y particulares? ¿Cómo podemos llegar al concepto de hombre partiendo de la percepción de Juan, de Pedro y de Andrés? Aristóteles distingue entre facultades sensitivas (que engloban a los sentidos internos y a los externos) y facultades espirituales (que engloban al entendimiento agente y al paciente). Facultades sensitivas: • Sentidos externos: vista, oído, gusto, tacto. • Sentidos internos: sensorio común, memoria e imaginación. Facultades intelectuales: • Entendimiento agente. • Entendimiento paciente. 1. Mediante los sentidos externos percibimos sustancias, individuos, compuestos de materia y forma. Así obtenemos una multiplicidad de sensaciones particulares. 2. Sentidos internos. El sensorio común unifica esa multiplicidad de sensaciones particulares y nos permite conocer cosas (una manzana, un hombre…) al identificarlas con ese conjunto de sensaciones. La memoria nos permite recordar conjuntos de sensaciones semejantes y la imaginación nos permite elaborar imágenes de las cosas percibidas. 3. El entendimiento agente separa en esas imágenes los elementos particulares y obtiene los elementos formales, universales. 4. El entendimiento paciente capta las esencias, que no existen en un mundo separado, sino en las cosas de este mundo. Por eso, partiendo de la experiencia y gracias a un proceso de abstracción podemos conocer los universales. 3. ALMA Y CUERPO Aristóteles tenía mentalidad de biólogo. Por eso hay que entender su teoría sobre el alma dentro de su estudio general de los seres vivos. Todos los seres vivos tienen un principio interno de movimiento y cambio, un alma, que regula todas sus funciones vitales. Para Platón el alma y el cuerpo eran cosas totalmente distintas y que podían incluso separarse. Mientras el alma pertenecía al mundo inteligible, el cuerpo pertenecía al mundo sensible; el cuerpo venía a ser una cárcel del alma. Aristóteles considera que todo lo que existe está compuesto necesariamente de una materia que adopta una forma. En los seres vivos, el cuerpo es la materia y el alma la forma. Y del mismo modo que materia y forma son inseparables, también alma y cuerpo son inseparables. Cuerpo y alma no pueden existir el uno sin el otro. Pero es en el alma donde residen las funciones vitales. El alma es la causa y el principio de todas las actividades del cuerpo. El alma no es eterna, se muere con el cuerpo. Según Aristóteles hay tres tipos de alma, correspondientes a las tres clases de seres vivos: 1. Alma vegetativa, que rige la nutrición, la generación y el crecimiento. 2. Alma sensitiva, que añade la sensibilidad y el movimiento. 3. Alma racional, que añade el pensamiento y el razonamiento. Así resulta que el alma humana es principio de vida y movimiento y principio de conocimiento. Según la concepción teleológica del cosmos, todos los cambios que se producen en la naturaleza están regidos por un principio interno que poseen los seres naturales (physis) que hace que surjan las cosas, que crezcan, que se desarrollen y que se reproduzcan. Todos los seres naturales tienen que cumplir con una finalidad y el bien está, según Aristóteles, en el cumplimiento de esta finalidad, no en ninguna idea de otro mundo. La dignidad del ser humano no se encuentra en la inmortalidad de su alma sino en su puesto dentro de la escala de los seres vivos. Los animales y las plantas se encuentran sometidos al determinismo de la naturaleza, mientras que los seres humanos son inteligentes y libres, pueden dirigir su propia conducta y no están totalmente sometidos a la naturaleza. 4. LA FELICIDAD Y LA VIRTUD Según Aristóteles el fin último de todos los seres humanos es la felicidad. El problema está entonces en concretar en qué consiste la felicidad. Si observamos la naturaleza, la felicidad consistiría en el ejercicio de la actividad propia de cada ser. La función propia de los seres humanos está en la actividad intelectual. Pero no hay que olvidar que el alma racional, característica de los seres humanos, incluye también las funciones vegetativa y sensitiva; o sea, que el ser humano tiene también necesidades físicas y sociales. Por lo tanto, la felicidad consiste en unir sabiamente el pensamiento, la virtud y los bienes exteriores. Aristóteles distingue dos tipos de virtudes de los seres humanos: 1. Virtudes intelectuales que perfeccionan el conocimiento. Entre todas ellas destaca la prudencia, que nos permite saber cuál es la conducta correcta. Se adquieren gracias a la enseñanza. 2. Virtudes éticas o morales, que perfeccionan el carácter, el modo de ser y de comportarse. Se adquieren mediante la costumbre. Aristóteles considera que la virtud moral es un hábito, el hábito de elegir un término medio, tal y como lo haría un hombre prudente. Así pues, no somos virtuosos por naturaleza; tampoco se adquiere la virtud sólo a través de la enseñanza y el conocimiento; la virtud se adquiere sobre todo por gracias al ejercicio y al hábito. Las virtudes son siempre términos medios razonables entre dos extremos viciosos. Por ejemplo, la virtud propia del soldado sería el valor, que es el punto medio entre la temeridad y la cobardía. Platón consideraba que somos buenos cuando conocemos la idea del bien. Sin embargo Aristóteles considera que somos buenos cuando elegimos el término medio. La vida feliz es una vida regida por la razón y no entregada a los deseos y las pasiones y las virtudes éticas se originan en la costumbre y los hábitos que forman el carácter de una persona. 5. EL HOMBRE COMO ANIMAL POLÍTICO Según Aristóteles el hombre es un animal social por naturaleza. En una concepción teleológica esto significa que el hombre tiene una tendencia natural a vivir en comunidad. Un individuo necesita siempre de la agrupación con sus semejantes, que tiene diversas formas: 1. LA FAMILIA: es la unidad social básica. Hace posible la vida porque satisface las necesidades cotidianas de los hombres. Comprende el marido, la mujer, los hijos, los nietos, los esclavos y los animales de labranza. 2. LA ALDEA: resulta de la agrupación de varias familias. Tiene dos grandes ventajas: la seguridad social y la división del trabajo. 3. LA CIUDAD-ESTADO: sus características son las de la sociedad perfecta, independiente y que se basta a sí misma. Pero no estamos sólo ante una autarquía económica; estamos sobre todo ante una autarquía ética y humana. La ciudad-estado es el fin al que tienden la familia y la aldea, y tiene prioridad sobre las dos. En un orden jerárquico la ciudad-estado es anterior a la familia y a la aldea porque el todo es necesariamente anterior a las partes. Un ser humano solitario no se bastaría a sí mismo y no podría realizarse como ser humano; en todo caso sería un dios o una bestia, pero no un ser humano. La naturaleza ha dado al ser humano la palabra y la capacidad de diálogo para comunicarse con sus semejantes, para que viva en comunidad. Pero el Estado no es un fin en sí mismo. El fin del Estado es el bien común, la felicidad y la perfección moral de los ciudadanos. Claro que el Estado busca ese “bien común” sólo para unos pocos: los que tienen el derecho de ciudadanía. Ni esclavos, ni extranjeros, ni mujeres están incluidos entre ellos. Cuando Aristóteles fue a estudiar a la Academia de Platón sufrió él mismo la discriminación. En la cuna de la democracia, los que no eran atenienses, varones y libres no eran ciudadanos de pleno derecho. Aristóteles era varón y era libre; pero no era ateniense, aunque sí era griego, de Macedonia. Así que Aristóteles consideró que la naturaleza había dotado a las mujeres para la procreación, en perjuicio de sus facultades intelectuales. Por naturaleza, los esclavos eran medio bestias y medio hombres y estaban dotados para el trabajo y la obediencia. Pero no eran sólo los atenienses los que por naturaleza tenían facultades para dedicarse a las actividades intelectuales y a la política: eran todos los griegos. Y los griegos eran superiores a los bárbaros.