Los usos del patrimonio cultural en Sudcalifornia GOBIERNO DEL ESTADO DE BAJA CALIFORNIA SUR MARCOS ALBERTO COVARRUBIAS VILLASEÑOR Gobernador Constitucional ARMANDO MARTÍNEZ VEGA Secretario General de Gobierno INSTITUTO SUDCALIFORNIANO DE CULTURA JESÚS SILVESTRE FABIÁN BARAJAS SANDOVAL Director General JOSÉ GUADALUPE OJEDA AGUILAR Subdirector General SANDINO GÁMEZ VÁZQUEZ Coordinador de Fomento Editorial Universidad Autónoma de Baja California Sur GUSTAVO RODOLFO CRUZ CHÁVEz Rector Dante ARTURO Salgado González Secretario General CONSEJO NACIONAL PARA LA CULTURA Y LAS ARTES RAFAEL TOVAR Y DE TERESA Presidente SAÚL JUÁREZ VEGA Secretario Cultural y Artístico MARCO ANTONIO VERA CRESTANI Director General de Vinculación Cultural Los usos del patrimonio cultural en Sudcalifornia Turismo, museos y políticas culturales como herramientas de desarrollo regional Alexandra Sauvage y Alba E. Gámez editoras Instituto Sudcaliforniano de Cultura Gobierno del Estado de Baja California Sur Universidad Autónoma de Baja California Sur Consejo Nacional para la Cultura y las Artes Primera edic ión, 2013 D.R. © 2013 Alexandra Sauvage y Alba E. Gámez Vázquez ­ D.R. © 2013 Instituto Sudcaliforniano de Cultura Unidad Cultural Jesús Castro Agúndez Antonio Navarro y Héroes de Independencia s/n, La Paz, Baja California Sur, C.P. 23000, tel. +52 612 122 91 01 culturabcs.gob.mx Diseño de forros: Alejandra Barrera Arizmendi Diseño de interiores: Marisol Zárate Bravo ISBN: 978-607-9314-06-4 IMPRESO Y HECHO EN MÉXICO La investigación en que se basa este libro fue apoyada por el Programa de Mejoramiento del Profesorado (promep), —ahora Programa para el Desarrollo Profesional Docente del Tipo Superior, de la Secretaría de Educación Pública— a través de la convocatoria 2011 para Nuevos Profesores de Tiempo Completo. Agradecemos a dicho Programa los recursos brindados, a la Universidad Autónoma de Baja California Sur las facilidades otorgadas para la culminación del proyecto y al Instituto Sudcaliforniano de Cultura su colaboración para que los resultados se difundan. Introducción Alexandra Sauvage y Alba E. Gámez Baja California Sur suele ser definido como un estado singular en el concierto mexicano, por su colindancia con el Golfo de California, que lo separa del continente; por los más de mil kilómetros que distancian sus ciudades principales de las de Baja California Norte; así como por la aridez de su territorio, elemento relevante para explicar su reducida población. Sin embargo, la media península tuvo una presencia notable en los mercados internacionales a lo largo del siglo xix. La explotación de aceite de ballena, perlas, oro, plata y cobre, así como productos primarios se cerraría en las primeras décadas del siglo xx pero dejaría una herencia cultural en mucho marcada por el asentamiento de extranjeros atraídos por el crecimiento económico de enclave en la media península y la propia conformación de una entidad donde la presencia indígena autóctona fue suprimida, en todas sus dimensiones, a partir del proceso de colonización misional. En el marco de esa internacionalización, mecanismos de desarrollo social auspiciaron el desarrollo de las artes y la cultura —reflejada, por ejemplo, en las festividades de Todos Santos, en los artefactos musicales de El Triunfo, en la arquitectura de Santa Rosalía, y en el desarrollo de una tradición literaria e intelectual de las clases pudientes— que llevaría a la conformación de un discurso 7 social basado en la herencia clásica occidental, en mucho explicado por el proceso de despoblamiento indígena y la apropiación del territorio y la economía por los colonos. Tras un largo impasse producto de la contracción económica de la Crisis de 1929, en la década de los cincuenta sería reactivado el contacto, especialmente con los connacionales, a través de un modelo basado en la agricultura de exportación (reactivado actualmente) que auspició la llegada de nuevos inmigrantes y comenzó a cambiar la formación social local. El surgimiento de los nativistas y el regionalismo de los años setenta (ver Almada y Rodríguez Tomp en esta obra) implicó un afianzamiento de la concepción cultural tradicional de lo sudcaliforniano, aunque nuevas expresiones fueron consolidándose con el aumento y diferente composición de población atraída por el crecimiento turístico en las décadas subsecuentes, especialmente en el sur de la entidad. Sin embargo, en medio de ese panorama, en Baja California Sur la cultura es raramente considerada como un elemento integral en las políticas de desarrollo regional. Si bien la discusión conceptual en torno a lo que es desarrollo regional escapa al propósito de esta obra, tomamos la idea de que es un proceso permanente de progreso de la propia región, de la comunidad o sociedad que habita en ella y de cada individuo miembro de tal comunidad y habitante de tal territorio (ver Boisier en Gámez et al., 2012). En ese sentido es resultado de una construcción social también en movimiento que abarca más que el mero crecimiento económico en el territorio. Posiblemente la igualación de desarrollo con crecimiento (ver Castorena et al., 2012) ha incidido en la desvaloración de la cultura como un elemento cotidiano útil, siendo encasillada en la apreciada pero relegada función de divertimiento o educación personal. Crecientemente, conceptos como competitividad y creatividad son asociados al desempeño en el mercado laboral, pero estos no se identifican con el marco general 8 de las formas de producción y creación de significados en la sociedad; ni con un análisis de sus orígenes y contradicciones. Así, en Sudcalifornia la cultura no es un sector mayor de la actividad económica: los empleos generados por la gestión y el uso del patrimonio no representan una cifra considerable. Esa situación ocurre incluso en los países que tienen una larga tradición en dar importancia a su patrimonio, como es el caso de los europeos (Greffe, 1999) y también de México. Pero si consideramos las ramas productivas que se generan a partir de la cultura, desde el turismo cultural hasta la producción artística, así como el fomento y la educación, se vuelve evidente que el sector cultural es en realidad una base que favorece el desarrollo económico y social. A nivel académico, el interés por estudiar los usos de la cultura en México es relativamente reciente y se encuentra en proceso. Como indica el antropólogo y sociólogo Gilberto Giménez, la gran mayoría de los estudios se ha concentrado en establecer un inventario de las culturas populares en todas sus expresiones (artesanías, bailes, etc.). La investigación, así, tiene escasos análisis de fondo sobre otras formas de cultura y sus usos políticos y económicos. Si bien la vertiente cultural mencionada por Giménez tiene alguna presencia en Sudcalifornia, son pocos los trabajos que existen a nivel regional que incluyan, por ejemplo, un análisis de los usos de la cultura integrando la historia de la creación de las instituciones culturales sudcalifornianas y un análisis crítico de las normas identitarias que éstas producen; el desarrollo de políticas culturales por distintos gobiernos; la historia de la constitución de un patrimonio natural y cultural propio; o las acciones concertadas entre el Estado y el sector turismo en los usos del patrimonio. Sin embargo, lo anterior no significa una ausencia de datos relacionados con estos temas; de hecho, mucha de esta información ya existe, pero difuminada en 9 investigaciones que tienen propósitos distintos al estudio de los usos de la cultura. Este libro se basa en la investigación Turismo y patrimonio cultural. El rol de los museos en el municipio de La Paz, Baja California Sur, concluida en 2012 y financiada por el entonces Programa de Mejoramiento del Profesorado de la Secretaría de Educación Pública. Su propósito es dar visibilidad a los usos de la cultura para contrarrestar el dicho local, familiar a interesados y actores de la cultura sudcaliforniana, de que en “Baja California Sur no hay cultura”, cuando es un hecho que sí la hay y de muchos tipos. También se propone resaltar el mérito de sus funciones socioeconómicas. Las relaciones entre “cultura” y “desarrollo” Con la segunda revolución industrial, los estados-nación se dotaron de instituciones para organizar las estructuras sociales establecidas por la ley y la costumbre, y aplicarlas a la sociedad; el siglo xix se convirtió en el de la institucionalización de la cultura en Occidente. Esto permitió, por una parte, desarrollar medidas de protección del patrimonio nacional frente a la rápida industrialización y urbanización y, por otra, la regulación pacífica de los conflictos sociales que estos procesos también generan. Así, con la escolarización masiva y el acceso público a la cultura a través del museo, el Estado reorganizó sus relaciones de poder con la población y utilizó sus instituciones para implementar un proyecto cultural que organizara a la sociedad, asegurara el orden público dentro de las ciudades, y diera legitimidad a sus actividades comerciales y decisiones políticas. Como otros países en desarrollo, en su proceso de modernización México ha seguido este movimiento global. El proceso 10 de institucionalización se completó con la creación del Instituto Nacional de Antropología e Historia (inah) en 1939, cuya labor complementaría a la de la Secretaría de Educación Pública (sep), creada en 1921. Ambas instituciones comunican un proyecto cultural nacional coherente, en un contexto internacional marcado por la tendencia a la creación de una cultura nacional homogénea y dominante (Florescano, 1997). Esta primera fase de uso de la cultura como regulador social tuvo como prioridad la constitución de un patrimonio nacional para establecer referentes culturales nacionales y desarrollar un sentimiento de identidad nacional idéntico para todos los ciudadanos; reorganizó a la sociedad según el orden requerido por el Estado nacional y sus valores. En la segunda mitad del siglo xx, a raíz de varios procesos y factores, surgió una nueva función de la cultura: la de apoyar al desarrollo humano y económico. El nuevo proceso de globalización iniciado después de la Segunda Guerra Mundial significó varios cambios en la organización de la sociedad. El tiempo de paz internacional que se establece en Occidente, después de la segunda guerra mundial, y las revoluciones tecnológicas (como el avión y la computación para usos civiles) es propicio para el turismo a gran escala. La idea de ligar las políticas culturales al desarrollo se expresa en un estudio preliminar de la unesco publicado en 1969, y en la subsecuente ratificación de la Convención para la Protección del Patrimonio Mundial de la Humanidad en 1972. En México, el inah es nuevamente el organismo quien se encarga de articular protección del patrimonio nacional y su consumo turístico (Olivé y Urteaga, 1988: 29). Esta tendencia a relacionar la cultura con el desarrollo se confirma cuando los gobiernos se reúnen en México en 1982 en la ocasión de la Conferencia Mundial sobre Políticas Culturales y declaran que sólo se puede asegurar un desarrollo eficiente “mediante 11 la integración de los factores culturales en las estrategias diseñadas para alcanzarlo; en consecuencia, estas estrategias deberían trazarse siempre a la luz del contexto histórico, social y cultural de cada sociedad” (Arizpe, 2006). Al empezar el siglo xxi, el desarrollo del internet, que permite la transmisión instantánea de información, textos e imágenes a nivel mundial, así como el de los medios de transporte, que facilitan el desarrollo de las actividades turísticas y los movimientos migratorios, llevan a un interactividad cultural de una escala sin precedente para la humanidad (Arizpe, 2006) y una subsecuente reorganización y reformulación de los referentes identitarios locales, culturales, nacionales y globales. Por ello, en esta última década, la cultura se ha vuelto un criterio determinante en todos los aspectos de la organización política y socio-económica, al punto que los gobiernos están reestructurando sus modos operativos para integrar la cultura como base de sus líneas de acción, no sólo a nivel cultural e histórico, sino también económico. Un ejemplo mexicano de lo anterior es la reciente orientación de la Secretaría de Turismo (sectur). En el Encuentro Internacional de Turismo Urbano y Cultural, realizado en Monterrey los 27 y 28 de septiembre de 2007, el subsecretario de Operación Turística, Francisco Madrid Flores, afirmó que “las tendencias actuales indican que la evolución de los mercados señala hacia la diversificación y diferenciación”. Por ello, “en un futuro próximo el gran diferenciador de México en los mercados turísticos será la Cultura” (Madrid, 2007). Las tendencias actuales sugieren que los viajes motivados por la cultura seguirán creciendo de manera importante, lo cual tendrá como consecuencia el aumento tanto de la competitividad entre las naciones por atraer turistas como una mayor exigencia de los viajeros en su proceso de elección del destino. 12 A su vez, esta exigencia de contenido cultural lleva a definir, identificar, valorar y evaluar la oferta cultural. Claramente, Sudcalifornia no queda fuera de este contexto globalizado y recibe presiones diversas a las cuales tiene que responder. Evidencia de esto es el reciente impulso a la ruta de las misiones, la promoción de las tradiciones rancheras y de los oasis, y la integración estatal al programa pueblos mágicos de la Secretaría de Turismo federal. Sin embargo, ese impulso resulta poco estructurado y no se inserta en un programa institucional del uso del patrimonio cultural ni de sus consecuencias sobre las identidades locales o respecto a su potencial y efectos económicos (ver, por ejemplo, Almada, 2006). Las decisiones que se están tomando (o no) acerca de la cultura y la formulación de una política cultural en el estado de Baja California Sur tendrán consecuencias fundamentales para el desarrollo económico y social de la entidad en el corto, mediano y largo plazos. Como se expone en este libro, además del valor intrínseco del patrimonio cultural tangible e intangible en tanto manifestación histórica y contemporánea de la sociedad sudcaliforniana, los recursos culturales tienen un alto potencial para contribuir al desarrollo regional. Una forma es a través de la diversificación de los productos y servicios turísticos que se ofrecen a los visitantes y la derrama económica que esto representa; una segunda lo es como oportunidad de integración social de los inmigrantes recientes, tanto nacionales como extranjeros; y, muy relevantemente, como mecanismo para el fortalecimiento de la identidad y cohesión social de la población, ya establecida, ante las transformaciones económicas, políticas, ambientales, sociales y culturales del estado. Indudablemente es necesario develar más profunda y ampliamente la relación de la cultura con las otras dimensiones de la acción social, económica y política sudcalifornianas; abundar en las 13 percepciones de los actores públicos y de los sectores privado y social en torno a sus alcances como herramienta de desarrollo; debatir sobre las características y procesos de transformación del patrimonio cultural y sus efectos en la vida social de la entidad; indagar sobre sus manifestaciones en y entre los distintos grupos sociales nacionales y extranjeros; atender los procesos de construcción de las políticas relacionadas con la cultura considerando el componente regional y también el tipo de vínculos establecidos con las instancias federales. Aunque limitado en el alcance temático, este volumen espera brindar opciones para la construcción de una política cultural propia de Sudcalifornia que refleje, en un todo coherente, tanto sus diversas identidades como el potencial productivo de un uso concertado del patrimonio cultural. Sobre el contenido del libro El libro está formado por cinco capítulos, como sigue: En el primero, El rol de los museos: turismo y patrimonio cultural en el municipio de La Paz, Baja California Sur, Alexandra Sauvage analiza la relación entre turismo y patrimonio cultural a partir del rol de los museos en el municipio de La Paz, Baja California Sur. La importancia que esos elementos pueden tener sobre la identidad nacional y local, y como un mecanismo de generación de ingreso para comunidades o grupos. Con relación a Baja California Sur, los museos y las colecciones han sido insuficientemente integrados en la política cultural y en la oferta turística regional; de lo que es muestra la escasa afluencia a sus instalaciones y su presencia social. Esta situación llama la atención, considerando que en el estado y en el municipio de La Paz, el turismo es un sector dinámico. De esta situación surge 14 la necesidad de examinar las maneras en que se concibe la política cultural vinculada a los museos y colecciones y su uso, a efecto de realizar una propuesta que recupere esos espacios como mecanismo de identidad y desarrollo locales. En el segundo capítulo, El proceso de transformación ideológica en Baja California Sur. Episodios en la historia de la formación de identidades políticas, Rossana Almada Alatorre y Rosa Elba Rodríguez Tomp explican la construcción y reconstrucción de antiguas y nuevas identidades políticas a partir de las transformaciones ideológicas en una región impactada por una serie de cambios impulsados por los distintos poderes fácticos a lo largo de la historia. Ambos aspectos, identidades e ideologías pueden ser seguidos en su relación con los procesos de cambio mayor y de carácter no sólo cultural sino social y económico. Se ha hecho un esfuerzo por vincular las dinámicas de cambio locales con las dinámicas de cambio mayores. Se ha puesto énfasis en explicar cómo se construyen, reconstruyen y transforman las identidades locales en relación con las ideologías políticas; cómo la permanencia también implica una lucha y el poner en práctica formas específicas de resistencia pero además cómo son moldeadas, al tiempo que modifican los procesos de cambio mayor En el tercer capítulo, El patrimonio cultural como recurso turístico en el municipio de La Paz, Baja California Sur, Eduardo Juárez León se refiere al uso de los recursos culturales locales en la oferta de las agencias de turismo radicadas en la ciudad de La Paz. Las agencias turísticas son un indicador útil de la vinculación cultura-turismo, toda vez que fungen como enlaces directos con los visitantes. Aunque el autor reconoce que es necesaria una investigación más comprehensiva, los resultados de su estudio muestran que sólo una mínima parte de las agencias incluyen el turismo cultural en su oferta de servicios. Atendiendo al desarrollo de ese segmento en otras partes del país 15 y a los recursos culturales de que se dispone en el municipio, esa situación muestra la necesidad de consolidar una vinculación efectiva entre los sectores cultura y turismo que beneficie la inclusión del patrimonio cultural como un recurso productivo y, por tanto, se le reconozca su incidencia en el desarrollo regional. En el cuarto capítulo, Migración estadounidense e identidad en Baja California Sur, Frederick J. Conway y Alba E. Gámez abordan la afluencia de jubilados norteamericanos (de Canadá pero especialmente de Estados Unidos) residentes en Baja California Sur y su participación e impacto en la vida social, cultural y económica de las localidades donde se asientan. Parte de un proceso más amplio de migración internacional de retirados, en aumento desde la década de los noventa, su permanencia es un tema controvertido pero a la vez razón para el surgimiento de un espacio de interculturalidad entre los recién llegados y los residentes locales. Los ciudadanos estadounidenses que viven en la península son diferentes entre sí en términos socioeconómicos, respecto a sus aspiraciones de vida en México, y en sus relaciones con sus vecinos mexicanos. Los autores sostienen que estas consideraciones deben de tenerse en cuenta en la elaboración de mecanismos para la integración de los extranjeros, que signifiquen beneficios mutuos para ellos y las sociedades locales. En el quinto capítulo, Política cultural y uso social del turismo en Los Cabos, Baja California Sur, Alexandra Sauvage, Alba E. Gámez y Vania Castro Ramos enmarcan el crecimiento del turismo en la zona sur del estado, a raíz de la creación, a principios de los noventa, del centro turístico integralmente planeado (ctip) de Los Cabos. Es éste uno de los ejemplos más recientes del turismo llamado “sol y playa”, desarrollado mundialmente desde la posguerra. Al igual que los otros ctip creados en México, Los Cabos ha crecido a partir de una inversión turística enfocada al mercado de Estados Unidos y 16 Canadá. La necesidad de mano obra para la construcción de los resorts y la atención a los visitantes extranjeros ha significado un rápido incremento de la población inmigrante que, junto a la asentada en el lugar desde hace décadas, ha dado lugar a una sociedad pluricultural. En este capítulo se plantea la necesidad de una política cultural que reconozca y dé sentido a la diversidad cultural en Los Cabos para aprovecharla como un recurso económico con fines turísticos a través de la difusión de las tradiciones locales y aquéllas traídas por migrantes nacionales, ambas ahora subordinadas e infravaloradas; y, también para propiciar una vinculación más equitativa entre la población local y flotante. Con ello se fortalecería el sentido de pertenencia, y el intercambio cultural incidiría en el desarrollo de la comunidad cabeña favoreciendo la armonía social, elemento esencial en todo destino turístico. 17 Referencias Almada, R. (2006). Juntos, pero No Revueltos. Multiculturalidad e Identidad en Todos Santos, bcs, ciesas, El Colegio de Michoacán y Universidad Autónoma de Baja California Sur, México. Arizpe, Lourdes (2006). Culturas en Movimiento: Interactividad cultural y procesos globales. México, Cámara de Diputados lix Legislatura-unam-crim-Editorial Miguel Ángel Porrúa. Castorena, Lorella, Gámez Alba, Peña, B. Olivia y Lola Frutos (2012). “Enfoques de género aplicados al desarrollo. Una aproximación a las políticas de desarrollo con enfoque de género en Baja California Sur (México)”, en Eugenio Sánchez Alcázar (coord.), Desarrollo local y cooperación internacional, Editum Ediciones, Universidad de Murcia, España. Florescano, Enrique (1997). El Patrimonio Nacional de México, fce, México. Gámez, Alba E. Antonina Ivanova y Angélica Montaño (2012). “Introducción. Turismo, sustentabilidad y desarrollo regional”, en Alba E. Gámez, Antonina Ivanova y Angélica Montaño (eds.), Turismo, sustentabilidad y desarrollo regional en Sudcalifornia, uabcs, La Paz, B.C.S., 9-25. Giménez, Gilberto (2003). “La investigación cultural en México. Una aproximación”, en Valenzuela, José Manuel (coord.) Los Estudios Culturales en México, fce, México, 56-79. Greffe, Xavier (1999). La gestion du patrimoine culturel, Antropos, París. Madrid Flores, Francisco (2007). “El desarrollo de productos de turismo urbano desde la perspectiva de la gestión pública turística”, Encuentro Internacional de Turismo Urbano y Cultural. 27 y28 septiembre. sectur Monterrey, N. L. Olivé Negrete, Julio César y Augusto Urteaga Castro-Pérez (1988, coords.). inah. Una historia, inah, México. 18 I El rol de los museos: turismo y patrimonio cultural en el municipio de La Paz, Baja California Sur Alexandra Sauvage Este capítulo tiene como propósito analizar la relación entre turismo y patrimonio cultural a partir del rol de los museos en el municipio de La Paz, Baja California Sur. La importancia que esos elementos pueden tener sobre la identidad nacional y local, y como un mecanismo de generación de ingreso para comunidades o grupos. En Baja California Sur, los museos y las colecciones han sido insuficientemente integrados en la política cultural y en la oferta turística regional; de lo que es muestra la escasa afluencia a sus instalaciones y su presencia social. Esta situación llama la atención, considerando que en el estado y en el municipio de La Paz el turismo es un sector dinámico. Examinar las maneras en que se concibe la política cultural vinculada a los museos y colecciones, y su uso, se convertiría en una oportunidad de recuperar esos espacios como mecanismo de identidad y desarrollo locales. 19 Turismo y patrimonio cultural El turismo cultural, reconocido como la forma más antigua de turismo de nuestra época moderna, ha logrado en los últimos veinte años un éxito a nivel mundial que lo ha vuelto un elemento indispensable en los proyectos de desarrollo urbano y/o regional. Gran parte de este apogeo se debe a la transformación de los museos: de un mausoleo oscuro y polvoroso al borde de la extinción en la década de 1960, la institución se ha convertido en un lugar de visita obligada durante una estancia turística. Históricamente hablando, el turismo cultural y los museos han sido afectados en la misma medida por el postmodernismo y la crítica del modelo colonial. Desde el surgimiento de la historia social y de los movimientos de minorías culturales en los años 1970, el nuevo interés popular por la cultura llevó a percibirla como un producto de consumo turístico. Al mismo tiempo, los museos, por motivos tanto sociales como económicos, se acercaron a los intereses de sus públicos, quienes son su razón de existir, además de ser sus clientes. El éxito reciente de los museos se explica por una transformación de fondo (un cambio radical de la narrativa que organiza las colecciones en exposición), así como de forma (los museos aplicaron las reglas de marketing del turismo). Experiencias recientes en la conceptualización y manejo de los museos en el mundo han llevado a que los museos se tornen parte de la oferta turística, además de permitir el uso social del patrimonio que albergan. En Baja California Sur, un estado que tiene en el turismo a uno de sus sectores económicos más dinámicos y da cuenta de aproximadamente 40% del producto estatal bruto (Ángeles, 2008), el turismo de museos no figura como un elemento central ni de la política turística ni de la cultural. El municipio de La Paz contiene a la 20 ciudad capital y es el sitio de mayor concentración del patrimonio cultural de la entidad. Sin embargo, y aunque sus museos figuran como atractivos turísticos, la generación de una dinámica de turismo cultural a través del museo es insuficiente. Cambiar esto podría servir a la región en varios niveles: como elemento de identificación de la población local con su región de manera interactiva y como consumo de un producto local tanto para los turistas, nacionales y no nacionales, como para los residentes norteamericanos que vienen a pasar el invierno en el municipio. Como indican Gámez et al. (2006), en ese sentido es de mencionar que durante un largo periodo de tiempo la vocación turística de Baja California Sur se concentró en el municipio de La Paz y, más específicamente, en la ciudad del mismo nombre. En este lugar, el desarrollo de las empresas consideradas turísticas como hoteles y restaurantes se vio ligado a la calidad de zona libre, la cual generó un mercado dinámico a su amparo y atrajo un flujo creciente de mexicanos del macizo continental, ante la oportunidad de comprar productos importados de difícil adquisición en el interior por los altos aranceles. La Paz, también beneficiada por su condición de ciudad capital, se convirtió en el destino turístico de mayor importancia en el estado. Sin embargo, pese a que la zona libre se mantuvo, en los años siguientes el turismo en La Paz continuó su declive relativo, lo que se puede explicar fundamentalmente por tres elementos. Por una parte, las devaluaciones del peso en 1976 y 1982, y su depreciación diaria con relación al dólar en los años siguientes, menguaron sistemáticamente la afluencia de visitantes nacionales, grupo que más alimentaba el turismo paceño.1 1 Entre 1982 y 1983 cerraron 11 hoteles, 8 de ellos en La Paz, que tenían 21 Por otro lado, la apertura comercial con la firma del Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio (gatt), que permitía obtener mercancías importadas en el macizo continental, a partir de 1985 redujo la afluencia de connacionales a La Paz. Un tercer factor fue la consolidación en el estado del proyecto federal que impulsaba la formación de los centros turísticos integralmente planeados (ctip) de los corredores turísticos de Loreto-Nopoló y de San José del Cabo-Cabo San Lucas. Paradójicamente, aunque el turismo se ha convertido en un sector relevante para la economía de Baja California Sur, y ha contribuido a que el sector servicios dé cuenta de más de 70% del producto interno bruto estatal (inegi, 2004), el municipio de La Paz ha quedado a la zaga con relación al de Los Cabos.2 El patrón de crecimiento basado en turismo de sol-playa en el municipio de Los Cabos no se ha repetido completamente en el de La Paz, pese a que empieza a tener similitudes. Atendiendo a que ese modelo de crecimiento turístico ha tenido impactos negativos sobre los recursos naturales como en el caso del agua y el bienestar de las comunidades rurales y pesqueras aledañas, así como en la conformación de la identidad regional, y dado que el turismo es un sector altamente dinámico, fortalecer los recursos culturales que significan los museos permitiría diversificar la oferta turística a la vez que contribuiría a una mayor cohesión social local. como características ser pequeños y de baja categoría, lo que los hacía albergue para los nacionales que venían a la compra de importaciones (Ivanova y Sermeño, 1987:17). 2 La dinamización de la economía cabeña como producto del desarrollo de la actividad turística se circunscribe al espacio entre dos puntos principales: las ciudades de San José del Cabo y de Cabo San Lucas, entre las cuales se forma el Corredor Turístico, que da vida al centro turístico integralmente planeado de Los Cabos. Extensiones de esta concentración se dan en la Costa Este, aunque ahí se sigue el mismo patrón en pequeña escala. 22 Turismo cultural y museos: el mercado de la curiosidad “Sin la cultura no se explica el turismo” (sectur, 2008: 4). El resumen ejecutivo sobre turismo cultural en México publicado por la Secretaría de Turismo refleja fielmente las más recientes conclusiones de las instituciones y organizaciones internacionales relacionadas con el turismo. La omt define el turismo cultural como “aquel viaje turístico motivado por conocer, comprender y disfrutar el conjunto de rasgos y elementos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o grupo social de un destino específico” (ídem: 5). La amplitud de la definición revela en primer lugar la dificultad en aprehender lo que el turismo cultural abarca dentro del marco de la industria turística, a tal punto que el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (icomos) concluyó diciendo que el concepto “significa tantas cosas para tanta gente, que allí reside su fuerza y su debilidad” (McKercher, 2002: 3). ¿Por qué tanta dificultad cuando el turismo cultural es unánimemente reconocido como la forma más antigua del fenómeno turístico? Una explicación probable es que nos limitamos a una definición eurocentrista del turismo y su existencia como práctica socioeconómica. Por lo general, se ubican los orígenes del turismo recreativo con el ‘Grand Tour’ de los aristócratas occidentales del siglo xviii, el cual proviene de las peregrinaciones religiosas medievales y luego se amplifica con la industrialización y el desarrollo de los transportes. De allí, las actividades culturales que motivan a los turistas incluyen “sitios arqueológicos, museos, castillos, palacios, edificios históricos, edificios famosos, ruinas, arte, esculturas, artesanías, galerías, festivales, eventos, música y baile, artes folklóricos, teatro, ‘culturas primitivas’(sic), subculturas, comunidades étnicas, iglesias” y sus equivalentes (McKercher, 2002: 5). Pero, notan Mckercher y Du 23 Cros, la motivación sola resulta insuficiente para explicar de manera satisfactoria el obvio entusiasmo por conocer otras culturas. Si bien presienten un factor fuera de consideraciones socioeconómicas, que llaman “aspiración” (ídem: 4), no logran brindar una respuesta más precisa. Allí la antropología resulta ser un mejor apoyo para entender lo que sostiene este impulso que en otras ocasiones llamamos curiosidad, del latín curiositas “deseo de conocer”, palabra que a su vez viene del latín cura ‘preocupación’, ‘interés’ (cnrtl, 2008). Para el antropólogo Erve Chambers, esta visión del turismo como producto de la expansión colonial occidental es una distorsión de nuestro entendimiento de su existencia como fenómeno global. Si bien el impacto de la hegemonía occidental sobre el desarrollo del turismo es indubitable, considerar la actividad humana como el producto de la conquista por las riquezas y el poder es reductor. Por lo tanto, asociar el turismo recreativo exclusivamente con la expansión del capitalismo y el crecimiento de la clase media occidental, lo es también (Chambers, 1999: 5). Esta distorsión es debida principalmente al tipo de información que usamos como fuentes: los movimientos de los pueblos autóctonos son mejor rastreados por las trazas dejadas por el comercio de bienes tangibles (no hay forma de conocer razones que no dejaron huellas); mientras que el registro de los viajes europeos fuera de Europa está basado en general por los diarios de la élite política y económica, y reflejan sus intereses específicos (ídem: 6). Los trabajos de la antropóloga Mary Helms sobre las élites y su poder a través de las culturas y del tiempo señalan dos cosas. En primer lugar, es la búsqueda del conocimiento, más que de la riqueza material, lo que ha nutrido la propensión al viaje; los grupos humanos siempre han tratado de poseer los saberes profanos y espirituales que existen más allá de sus fronteras. La segunda es que el viaje aparece “como una expresión de la individualidad y un deseo 24 de libertad de las restricciones sociales”, motivos que siguen expresados en varias de las formas de viaje hoy (ídem, 6). Mientras el primer aspecto parece confirmar la sensación de “aspiración” evocada por Mckercher y Du Cros, el segundo está directamente relacionado con la etimología de la palabra turismo mencionada en la introducción. El turismo resultaría entonces de una gran tradición humana que radica en la naturaleza curiosa y móvil del ser humano, y no es una práctica exclusivamente occidental. Un ejemplo en la cuenca del Pacífico es el de Japón: Kanzaki Noritake ha rastreado las características del turismo japonés moderno en las convenciones de viajes del siglo xvii, cuando guías profesionales llamados oshi organizaban viajes religiosos, pero también de aventuras y ocio más de un siglo antes de que Thomas Cook estableciera la primera agencia de viajes moderna en Europa. Esas características se encuentran todavía hoy y son visibles al ojo occidental —la tradición de viajar en grupos compactos, el gusto por el souvenir, la propensión a fotografiar lo que visitan— justamente porque traducen una forma de viajar heredada culturalmente y con la cual los europeos no se pueden identificar (ídem, 6). Tanto el souvenir como la fotografía son aspectos claros de la curiosidad que motiva el viaje fuera de sus fronteras por algo diferente a lo conocido y, aun sea de manera simbólica, la voluntad de apropiárselo. De igual manera, los museos sólo pueden ser entendidos por la naturaleza curiosa y móvil del ser humano, y no es ninguna coincidencia si el encargado de cuidar los objetos del museo se llama en inglés curator y en español curador, recordando la raíz latina del interés por cuidar lo que fue colectado. El museo moderno, al contrario del turismo, sí es plenamente una institución occidental3 3 Lo diferenciamos del coleccionismo, que sí es una práctica universal, y que 25 que se desarrolló con el descubrimiento de culturas ‘lejanas’, tanto geográficamente (la conquista de América) como en el tiempo (el redescubrimiento de la Antigüedad en el Renacimiento italiano). Espacio privado con el elocuente nombre de “gabinete de curiosidades”,4 los nobles colocaban allí sus colecciones privadas. Los objetos eran generalmente clasificados en tres secciones, las cuales luego darían lugar a los diferentes tipos de museos: naturalia (con elementos que pertenecían al reino animal, vegetal y mineral), artificialia (las creaciones del hombre occidental: pinturas, esculturas, pero también armas, astrolabios y telescopios) y exóticas (lo que provenía de países lejanos, tanto naturales como manufacturados, y que parecían raros al ojo europeo). Los cambios radicales del siglo xix, de los cuales se destaca el advenimiento del Estado-nación, llevaron progresivamente a una nueva organización societal que da prioridad a los valores de la burguesía. El gabinete privado se transforma entonces en un lugar público cuyo objetivo es dar a conocer la grandeza del genio y del arte de la nación, y toda nación que se respete debe de tener su museo (Hooper Greenhill, 2000). Los museos de bellas artes y de ciencias tienen a su cargo la sensibilización de los nuevos ciudadanos sobre la necesidad de la unidad nacional, y contribuyen al desarrollo de un sentido agudo del patriotismo; mientras que los museos de ciencias (naturales y tecnológicas) tienen un papel esencial en el despegue de sigue existiendo hoy. El coleccionismo no procedería de una curiosidad por conocer sino por una necesidad de reorganizar el mundo según un orden propio. El origen de este análisis reside en el texto de Benjamin (1968). 4 Studioli, cuarto de maravillas o gabinete de curiosidades son los tres nombres que fueron utilizados a través de Europa para designar este espacio de exposición (ver Mauries, 2002). 26 la ciencia moderna y en la legitimización de los imperios coloniales, tanto en Europa como en los países colonizados, contando la historia gloriosa de los conquistadores, sus tecnologías, sus estrategias militares y sus victorias (Bennett, 1995). México tiene un camino similar: la creación de museos también se da a finales del siglo xviii, con colecciones prehispánicas, naturales y artísticas. El propósito del Museo Nacional Mexicano, establecido en 1825, es el de concentrar antigüedades de “utilidad y lustre nacional” bajo la custodia del Estado: a partir de esta fecha “las piezas del pasado fueron consideradas como nacionales, en un sentido político, geográfico y cultural, y utilizadas por las diferentes administraciones como elementos indispensables para sus programas de gobierno” (Rico Mansard, 2004: 68). Lo que había empezado como curiosidad personal encuentra un uso oficial a través de una política cultural de formar a los ciudadanos dentro del marco político y socioeconómico de las jóvenes naciones. Si desde esa época el museo y el turismo cultural comparten el ámbito de dar a conocer el patrimonio, tanto a los nuevos ciudadanos como a los visitantes extranjeros, el propósito común sólo está explícito en la tendencia general de glorificar a la nación y suscitar la admiración de las fuerzas europeas imperiales. En este sentido, los eventos que asimilan los conceptos de exposición y turismo en una sola entidad son las exposiciones universales. A partir de la primera, en Londres en 1851, y hasta la segunda guerra mundial, hubo más de 25 exposiciones coloniales en Europa, Estados Unidos y Australia, atrayendo millones de visitantes, hecho excepcional al principio del siglo xx (Hodeir, 1999). Tanto los objetos etnográficos como las invenciones tecnológicas fueron luego conservadas por los museos y constituyeron sus colecciones permanentes, muchas veces hasta el día de hoy. Con el declive de los imperios y el impacto psicológico de la segunda guerra mundial, la relación de las poblaciones con el patri27 monio cultural cambia radicalmente. Los occidentales pierden interés en la glorificación del Estado-nación, volviendo obsoleto el objetivo de los museos y vaciando de gente las salas de exposición. En la búsqueda de ubicar su historia personal dentro del movimiento de mundialización sobresale tanto la importancia del papel social del patrimonio cultural como su vulnerabilidad. De esta evolución de lo nacional a lo individual y a lo comunitario en los años 1960 y 1970 surge la historia social y el reconocimiento de las minorías culturales, tendencia que va a tener un impacto tanto en los museos como en el turismo. Los museos reposicionan progresivamente su papel dentro de la sociedad: por motivos tanto sociales como económicos se acercan a los intereses de sus públicos, quienes son su razón de ser, además de ser sus indispensables clientes. Proponen exposiciones que valorizan historias regionales e historias de minorías culturales, modificando así su función de representación, mientras surgen los ecomuseos, los cuales relacionan estrechamente la cultura con el entorno natural. Más que servir al patriotismo nacional, el museo se sirve de su fuerte reconocimiento social como institución altamente prestigiosa para valorizar las historias de los grupos culturales que expone, confiriéndoles un valor social positivo dentro del marco nacional (McIntyre y Wehner, 2001). Esta nueva museología que se desarrolla a partir de los años 1980 también integra nuevas estrategias de comunicación a través de sus exposiciones, posicionando el museo no como el almacén del patrimonio cultural local y extranjero, sino como un medio de comunicación gracias al cual los visitantes pueden reflexionar sobre su propia historia, cultura y entorno, respondiendo así a las exigencias de sus públicos. El turismo cultural empieza a ser reconocido como una categoría especial también a finales de los años 1970, cuando los investigadores y los vendedores del sector turístico se dan cuenta 28 que una parte no prescindible de los turistas viajan con el propósito específico de tener un entendimiento más profundo de la cultura o del patrimonio del destino seleccionado. Si bien al principio se trataba de un nicho en el mercado, constituido por la parte más educada de los viajantes, el factor cultural se impone como un elemento indispensable de las vacaciones, ya que más y más turistas quedan insatisfechos de la formula ‘sol y playa’ para estancias más largas. Pero es con la fragmentación del mercado en los años 1990 que el turismo cultural se establece como una actividad del mercado de masa de alto rendimiento (McKercher, 2002:1) —aprovechando el impulso natural del ser humano por conocer— para transformarlo en una de las actividades más lucrativas del sector. Este éxito por parte del turismo especializado en la cultura lleva a las instituciones culturales a integrar las estrategias de mercado de éste por varias razones. En primer lugar, los museos están concientes de que el declive nacional también significa una baja de sus recursos financieros tradicionales y la necesidad de diversificar sus fuentes de patrocino. En segundo lugar, los gobiernos occidentales los usan como instrumento de regeneración urbanística y social, a través de la renovación, construcción y/o ampliación de sus museos y galerías, al punto de que “durante las décadas de 1980 y 1990 la variedad de experiencias museísticas es inagotable” (Bellido Grant, 2001: 192). Así, “el museo se convierte en un elemento activo para el desarrollo, ligado al sector servicios en el que la hostelería, la promoción cultural y el consumo permiten generar numerosos puestos de trabajo y hacer socialmente rentable la creación de infraestructuras culturales” (ídem: 203). En tercer lugar y a consecuencia de lo anterior, los turistas internacionales constituyen una parte cada vez más considerable de su mercado. Esto obliga a los profesionales del museo a organizar sus exposiciones de modo 29 que sea fácilmente digerible para el consumo turístico, y a promover una serie de servicios complementarios que provienen directamente del sector turístico: asegurar que la visita sea una experiencia grata y confortable a través del uso del espacio museístico para tiendas, librerías, mediatecas y restaurantes de calidad dentro del museo. El conjunto de estos factores lleva a los museos a convertirse en un aspecto importante del turismo cultural y un recorrido indispensable en la subcategoría de turismo urbano. El ámbito compartido de vivir de la preservación del patrimonio para su consumo vuelve los papeles del museo y del turismo cultural más similares. Las dos entidades siguen trabajando todavía en paralelo, más que en conjunto. Sin embargo, mientras el museo ha copiado las estrategias de mercado del turismo, este último ha entendido también el valor agregado de la institución en su oferta cultural: la transformación exitosa de los museos en lugares que mezclan educación y diversión resultando ser una fórmula adecuada a los productos de lo que se ha vuelto, para ambos, un verdadero mercado de la curiosidad. Turismo y patrimonio cultural en el municipio de La Paz, Baja California Sur: el rol del museo Los usos de los museos como recurso turístico y patrimonial en el municipio de La Paz, Baja California Sur, podrían tener una alta incidencia sobre la identidad nacional y local, así como representar un mecanismo de ingreso para comunidades o grupos. Sin embargo, los museos y las colecciones han sido insuficientemente integrados en la política cultural y en la oferta turística regional, como muestra la escasa afluencia a sus instalaciones y su presencia social. Esta 30 situación llama la atención, considerando que en el estado y en el municipio de La Paz, el turismo es un sector dinámico pero poco desarrollado. Por ello es necesario examinar las maneras como se concibe la política cultural vinculada a los museos y colecciones, y su uso, a efecto de poder servir para recuperar esos espacios como mecanismo de identidad y desarrollo locales. El turismo cultural, reconocido como la forma más antigua de turismo de nuestra época moderna, ha logrado en los veinte últimos años un éxito a nivel mundial que lo ha vuelto un elemento indispensable en los proyectos de desarrollo urbano y/o regional. Gran parte de este apogeo se debe a la transformación de los museos: de un mausoleo oscuro y polvoroso al borde de la extinción en la década de los 1960, a una institución convertida en un lugar de visita obligada durante una estancia turística. Históricamente hablando, el turismo cultural y los museos han sido afectados en la misma medida por el postmodernismo y la crítica del modelo colonial. Desde el surgimiento de la historia social y de los movimientos de minorías culturales en los años 1970, el nuevo interés popular por la cultura llevó a percibirla como un producto de consumo turístico. Al mismo tiempo, los museos, por motivos tanto sociales como económicos, se acercaron a los intereses de sus públicos, quienes son su razón de existir, además de ser sus clientes. La renovada y reciente presencia de los museos se explica por una transformación de fondo (un cambio radical de la narrativa que organiza las colecciones en exposición) y de forma (los museos aplicaron las reglas de marketing del turismo). A partir de experiencias recientes en la conceptualización y manejo de los museos en el mundo, este proyecto surgió con el propósito de analizar el rol de los museos como parte de la oferta turística, así como el uso social que se hace del patrimonio que alberga. Se definió al municipio de La 31 Paz, en el estado de Baja California Sur, como el espacio geográfico de estudio. Lo anterior se debe a que esta región contiene a la ciudad capital, sitio de la mayor concentración del patrimonio cultural de la entidad y a que, adicionalmente, los museos se han utilizado en sus subregiones como atractivos turísticos en un estado que tiene en el turismo a su sector económico más dinámico. El sentido era aportar elementos para la generación de una dinámica de turismo cultural a través del museo, que podría servir a la región en varios niveles: como elemento de identificación de la población local con su región de manera interactiva y como consumo de un producto local tanto para los turistas, nacionales y no nacionales, y para los residentes norteamericanos que vienen a pasar el invierno en el municipio, el cual integra a 60% de sus habitantes, así como la mayor infraestructura del estado que busca posicionarse mejor en el mercado turístico estatal. Los museos del municipio de La Paz: posibilidades y beneficios de su uso económico y social En el estado son escasos los estudios que presenten de manera explícita e interdisciplinaria explicaciones sobre las causas y los efectos del estado de las políticas culturales y su relación con los proyectos de crecimiento económico. La identificación de oportunidades viables para la integración y fortalecimiento de los museos en la conformación social y económica del municipio, a través de su vinculación con el sector productivo, es aún una tarea pendiente. La ciudad de La Paz y su municipio cuentan con cinco lugares que tienen la denominación de “museo”. Sin embargo, el único que cuenta con las actividades comúnmente reconocidas en el ámbito museístico y que le dan todo su sentido a la institución, de recolec32 ción, conservación, análisis y exposición es el Museo Regional de Antropología e Historia (mrah). Los demás lugares, si bien son espacios de exposiciones o de conservación y estudio, no cuentan con el conjunto de dichas actividades al momento de la investigación y, por lo tanto, resultó imposible integrarlos a la investigación que va dirigida a un uso turístico y de política cultural. No obstante ello, el Museo Comunitario de la Ballena Prof. César Piñeda y el Museo de Historia Natural de la Universidad Autónoma de Baja California Sur podrían, con inversión de recursos financieros y humanos, volverse lugares de alto interés para el sector turismo, además de la comunidad local y científica. El último museo que se identificó en La Paz fue el Museo Postal, que se ubicaba en el antiguo edificio de correos, pero que no está activo al cierre del proyecto de investigación. Para evaluar el grado de identificación de los museos por la población local se realizaron acercamientos al azar en el centro de la ciudad. Los resultados muestran que se identifica más fácilmente al Museo de la Ballena, por ubicarse dentro del Unidad Cultural Profesor Jesús Castro Agúndez, donde toma lugar una gran parte de la oferta cultural de la ciudad, así como por su arquitectura única en la región. El mrah, pese a su importancia institucional, muy pocas veces está identificado inmediatamente por la población, y sólo les viene en mente después de algún tiempo de reflexión, lo cual es revelador del lugar que ocupa en la vida colectiva en comparación de la Unidad Cultural Profesor Jesús Castro Agúndez. Sin embargo, el museo es el único que ha podido recibir grupos de turistas, proviniendo de cruceros de manera suficientemente constante para proveer una base de estudio pertinente, además de contar con su rango institucional. Una explicación de lo anterior, que se puede aplicar a todos los museos antes mencionados, es que el sector turístico no los usa porque no se adecuan a sus necesidades. Las empresas turísticas 33 necesitan contar con un espacio suficientemente amplio para recibir grupos, con constancia en horarios y días de apertura, y con una presentación atractiva según los criterios de sus clientes. El único museo en responder a esos criterios es el mrah aunque no de manera totalmente satisfactoria, ya que el edificio no cuenta con elevadores y las mismas escaleras resultan estrechas para grupos mayores de 30 personas; para los turistas que no hablan español no hay traducción de las explicaciones, lo que evita que se enteren del valor de los artefactos e historias narradas. En el caso de la empresa Limbladt, especializada en cruceros prestigiosos con guías de historia natural y cultural altamente capacitados —y por lo tanto la empresa más interesada en usar el museo como parte de su recorrido— tuvo que abandonar la idea por el perfil de sus clientes, mayores de edad y con movilidad parcialmente reducida. Resultados más refinados del análisis identificaron otros obstáculos que tiene el museo para desarrollar un papel constructivo dentro de una política cultural estatal, pero que podrían ser fácilmente rebasados, ya que tienen que ver con la información presentada. El Museo Regional de Antropología e Historia, inaugurado en marzo de 1981 y ubicado en el centro histórico de la ciudad capital de La Paz, pretende explicar “el desarrollo cultural de este rincón del país”, como lo estipula el Instituto Nacional de Antropología e Historia (inah, institución federal de la que depende el mrah) en su presentación del museo (inah, 2008). Con 800 metros cuadrados de museografía, cuenta con colecciones paleontológicas, arqueológicas e históricas muy valiosas tanto a nivel regional como a nivel mundial, ya que su acervo de fósiles atestigua una diversidad natural de sesenta millones de años, y el de objetos arqueológicos da cuenta de la presencia humana en la isla Espíritu Santo (frente a La Paz y 34 registrado como patrimonio mundial de la humanidad) fechada en aproximadamente cuarenta mil años. Pocos museos en el mundo, grandes o pequeños, pueden presumir tal patrimonio. Lamentablemente, la originalidad del mrah y la calidad de sus colecciones no están valoradas como se merecen, y es obvia la ausencia de una política cultural que permita a la institución ocupar su función de enlace entre la población local y la externa (sean turistas o emigrantes, nacionales o extranjeros). Mientras el potencial del museo es indudable —tanto por su espacio como por su contenido— la carencia de apoyo político y económico se nota en la penuria de recursos museográficos contemporáneos básicos comunes, como fichas multilingües a la entrada de cada sala y material audiovisual que complementen las colecciones. Las explicaciones que acompañan los objetos reflejan el discurso museográfico de la época de su apertura, es decir, dan un enfoque regional pero previo al de la transformación que los museos conocieron desde los años 1990 y que los distancia de la narrativa eurocentrista. Por estas razones, la experiencia de la visita resulta casi siempre frustrante para los turistas, quienes representan más de la mitad de los visitantes: los turistas constituyen 55% de los visitantes: 25% provienen del turismo nacional y 30% del turismo extranjero. Mientras están dispuestos a conocer algo diferente, la falta de una coherencia explícita en el hilo conductor que guía las exposiciones no les permite entenderlo en su justo valor. Acostumbrados a una museografía renovada desde hace diez años, los turistas ya no pueden identificarse con la presentación obsoleta de los eventos que hacen la historia y la cultura del estado; en vez de entender por qué el estado cuenta con tres sitios clasificados como patrimonio mundial, se quedan con la sensación errónea de que en Baja California Sur hay poca cultura. 35 El apoyo de una política cultural proviniendo del estado podría fácilmente remediar estas carencias y facilitar los cambios que el museo necesita para asegurar a los turistas una experiencia museística satisfactoria y que posicione a la institución en la ciudad de manera más interactiva, por ejemplo a través de la herramienta clásica y siempre exitosa del “café del museo”. Ya que la cultura local sea valorada, una buena parte de su financiamiento puede provenir del propio consumo de la cultura y de sus productos derivados. La valoración del museo y de su papel de enlace es fundamental por la ubicación fronteriza de Baja California Sur y la intensidad de los flujos humanos —que llevan con ellos sus flujos culturales respectivos— entre las Californias mexicanas y la estadunidense. Aquí también los datos encontrados por la Secretaría de Turismo sobre la viabilidad del turismo cultural para el desarrollo es ilustrativa del papel que el turismo cultural puede tener en la entidad. Esto es así, sabiendo que el viaje que incorpora una vertiente cultural es en promedio más largo que las estancias de sol y playa e implica un consumo más importante de los productos locales: “En cuanto a los turistas internacionales, el mercado principal por volumen de personas es el de Estados Unidos. El movimiento fronterizo tiene un elevado componente cultural en las actividades que desarrollan los visitantes” (sectur, 2007: 8). Los resultados de sectur acerca del consumo de los turistas estadunidenses indican que: a) Los hogares estadounidenses encabezados por parejas de baby boomers (edades 35-54) fueron durante 2003 los más propensos a participar en actividades culturales, que representa 41% del total de viajes culturales. Sin embargo, la tendencia apunta hacia 36 viajeros culturales progresivamente más jóvenes y de mayor nivel socioeconómico y educativo. b) La tercera parte de los viajes culturales estadunidenses es realizada por familias con un ingreso superior a 75 mil dólares anuales. c) 54.5% del total de viajeros internacionales estadunidenses percibe a México como un destino con “cultura distintiva”, y este número se incrementa a 58% en el segmento que ya ha realizado algún viaje de placer a México dentro de los tres años previos (Behnsen, 2007). El estado de Baja California Sur dispone de un alto potencial para articular una política cultural que integre el turismo cultural al desarrollo regional, ya que los turistas que más llegan a la media península, por más que vengan por motivos diferentes a la cultura local, se encuentran dispuestos a consumir productos culturales. Allí el museo podría asegurar un enlace constructivo entre las comunidades local y la estadunidense (y la canadiense, cada vez más importante). La relación de cercanía geográfica tiene un fuerte impacto en los modos de vida locales: la dinámica que resulta de este impacto puede resultar destructiva o constructiva para la identidad cultural local, según se dé el manejo del patrimonio. Sin valoración del patrimonio y política de identificación con él, es probable que la identidad local sea absorbida por las prácticas del grupo exógeno dominante económicamente. Lo anterior tiene como consecuencia la generación de sentimientos de pérdida de identidad, frustración frente al desequilibrio de poder económico y el desarrollo de un sentimiento de enemistad hacia los grupos exógenos, incluyendo a los turistas. Al revés, una 37 política cultural activa en el fortalecimiento de la identificación con el patrimonio genera un bienestar local, actividades económicas relacionadas con la cultural local que benefician a la población y promueve la aceptación de parte del grupo endógeno a través de su interés en compartir su patrimonio. ¿Qué institución además del museo es más apropiada para tal papel? El rol educativo del Museo Regional de Antropología e Historia es una parte esencial de su aporte, ya que 30% de sus visitantes proviene de las escuelas de educación básica paceñas; sin embargo, tiene que extenderse a la población local adulta que nada más constituye 15% de los visitantes del museo. La diferenciación de este museo con los de otras partes de México y de su aporte son, por ejemplo, que los pueblos autóctonos locales eran nómadas y tenían un extraordinario conocimiento de su entorno (aspecto exitoso de las culturas aborígenes de Australia); así como beneficiarse de que en esta región surgió la primera California. Esto último puede ser de interés tanto para la población local, nacional, estadounidense e internacional, ya que la mayoría de los europeos (y posiblemente de otros continentes también) sólo conocen la California de Estados Unidos. Estos son apenas dos muestras de cómo Baja California Sur podría aprovechar el uso sustentable de su patrimonio cultural, y el aporte mayúsculo que su institución museística principal puede dar al estado, aun cuando no tenga el renombre de museos más grandes y famosos. Incluso los museos pequeños pueden contribuir con su participación en la prolongación de la estancia turística de los visitantes de una región cualquiera, por ello los directores de los museos deben explicar a los líderes políticos y empresariales el significado del papel turístico que representa el museo. 38 La cooperación entre los museos y la industria turística es, en consecuencia, de vital importancia para ambos (…) El turismo tiene distintas motivaciones —negocios, compras, deporte, encuentros familiares…— siendo entre ellas la cultural una de las más fuertes, pudiéndose combinar fácilmente con cualquiera de las demás. Por ello es tan importante que los museos encuentren la forma de situarse como parte de la industria turística (Lord y Dexter Lord, 2005: 72). Las líneas de acción para el desarrollo de una política cultural que integre la cultura como parte del turismo sustentable en su ámbito de desarrollo regional implican la coordinación interinstitucional para la concertación de acciones, la inversión en infraestructura y fortalecimiento tanto de capacidades locales como de promoción y de difusión para la recepción de los turistas. También implican la investigación y el mapeo del segmento cultural como nicho de mercado en Sudcalifornia. Asimismo, el estado de Baja California Sur entraría en los ámbitos nacionales trazados de manera ideal en el Programa Sectorial de Turismo 2007-2012, el cual distinguía ocho objetivos. Mientras el segundo de ellos abarcaba la importancia del desarrollo regional, definido como (sectur, 2007): El potencial de los recursos culturales y naturales y su capacidad para transformarse en oferta turística productiva, creando servicios y destinos competitivos, dando opciones de desarrollo y bienestar para los individuos de las comunidades receptoras urbanas, rurales y costeras, así como para las empresas sociales y privadas. El tercer objetivo menciona la promoción y la fortaleza de la identidad regional. En ambos, el papel del museo como enlace entre 39 los desafíos, tanto locales como globales, que esperan a la cultura de Baja California Sur dentro de su proyecto de desarrollo, tiene toda su pertinencia. En términos de desarrollo cultural, los diez últimos años han sido testigos de un cambio visible en el inicio de una política que busca articular el patrimonio cultural con el turismo. En general, puede constatarse un mejor uso socio-económico del patrimonio cultural a través de la renovación y la construcción de edificios para valoración y uso patrimonial en todos los municipios del estado y, en particular, dentro del centro histórico de La Paz; lo que refleja su importancia tanto a nivel social (población local y turistas) como a nivel económico (sectores de la construcción y del turismo). De la misma manera, es de hacer notar que el Plan Estatal de Desarrollo 2005-2011 (ped) integró plenamente las vertientes actualizadas de la definición de lo que es la cultura en la era globalizada, de sus fines de desarrollo mencionados en el apartado anterior y de los retos que significan para Baja California Sur en el siglo xxi. El ped presenta al sector cultura como: Un recurso que impulsa nuestro desarrollo, en un tiempo en que la entidad vive importantes transformaciones económicas, políticas y sociales, en el marco de la transición nacional y de un acelerado proceso a nivel internacional y [en el cual], de no aplicarse políticas públicas correctas, puede resultar seriamente afectado (Gob. bcs, 2005). Esta visión de la cultura integrada al desarrollo humano y económico también se nota en la misión que se propuso el gobierno del estado en materia de cultura en el sexenio 2005-2011: 40 Convertir la entidad en un región de pleno desarrollo cultural a nivel nacional, que fortalezca las actividades económicas y fundamente la formación integral de los sudcalifornianos [conjuntando] los esfuerzos de los tres niveles de gobierno, el sector educativo, la comunidad artística y cultura, y la iniciativa privada (ídem). Lo anterior lleva progresivamente a una ampliación de la oferta cultural y una mejor visibilidad del patrimonio cultural mediante propuestas de nuevos elementos patrimoniales. El ejemplo más representativo de esta tendencia es el Centro de Artes, Tradiciones y Culturas Populares, que desde el 13 de septiembre de 2010 ha abierto sus puertas en la reconstruida antigua Casa de Gobierno en el centro histórico, y que ha sido muy dinámico en sus propuestas de exposiciones, seminarios y demás actividades culturales. Dicha situación hace particularmente favorable el desarrollo del mrah como interfase privilegiada entre el sector turismo y la entidad, mediante un uso integrado de su patrimonio cultural. Esto es un buen inicio para rebasar el principal reto percibido en la entidad, que es una subutilización del sector cultura por falta de su reconocimiento como palanca de desarrollo regional. Los órganos existentes que son el Instituto Sudcaliforniano de Cultura y el Museo Regional están subutilizados y no brindan los servicios culturales de manera adecuada tanto a nivel social (educativo) y económico (turístico). Existe el riesgo que pase lo mismo con los nuevos recintos culturales que son el Centro Cultural La Paz y el Centro de Artes, Tradiciones y Culturas Populares, ya que, al momento de la investigación (2010), no existían los programas ni los presupuestos adecuados para financiar las actividades para los cuales fueron creados. Considerando lo anterior, es altamente recomendable realizar 41 un diagnóstico del aprovechamiento de los recursos culturales del estado y del Instituto Sudcaliforniano de Cultura, del cual depende el mrah (en conjunto con el inah) para el desarrollo de una política cultural estatal adecuada. Referencias Ángeles, Manuel (2008). El desarrollo de las economías pequeñas ante la actual globalización, Documento de trabajo, Departamento de Economía. 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Disponible en: http://www.sectur.gob.mx/wb/sectur/sect_Turismo_ Cultural, (30.06.12) 44 II El proceso de transformación ideológica en Baja California Sur. Episodios en la historia de la formación de identidades políticas Rossana Almada Alatorre y Rosa Elba Rodríguez Tomp El presente capítulo se propone explicar cómo se construyen y reconstruyen antiguas y nuevas identidades políticas a partir de las transformaciones ideológicas en Sudcalifornia, una región impactada por una serie de cambios impulsados por los distintos poderes fácticos a lo largo de la historia. Ambos aspectos, identidades e ideologías pueden ser seguidos en su relación con los procesos de cambio mayor y de carácter no sólo cultural sino social y económico. Se ha hecho un esfuerzo por vincular las dinámicas de cambio locales con las dinámicas de cambio mayores. Se ha puesto énfasis en explicar cómo se construyen, reconstruyen y transforman las identidades locales en relación con las ideologías políticas; cómo la permanencia también implica una lucha y el poner en práctica formas específicas de resistencia, pero además cómo son moldeadas a la vez que ellas modifican los procesos de cambio mayor. 45 La ideología como concepto Como señala Bauman (2003) algunas palabras, además de estar dotadas de significado, también producen sensaciones: la ideología es una de ellas. Se trata de un concepto cargado, al menos, con dos significados diferentes. Por un lado, la vemos como falsa conciencia; por otro, la pensamos como la forma de ver, entender y proyectar el mundo, como la lente que nos permite aprehender el contexto en el que vivimos y al cual pretendemos conservar o transformar a través de las prácticas y las representaciones sociales. Con base en lo anterior sugerimos que la ideología es la transpiración de la cultura, pues la expelemos a través de todos los discursos que emitimos, seamos o no conscientes de ello. De acuerdo con Eliseo Verón (1998) lo ideológico no es el nombre de un tipo de discurso, sino el nombre de un aspecto inherente a todos los discursos que se producen en una sociedad. En efecto, al acercarnos a lo social nos topamos con “paquetes textuales”, es decir, conjuntos compuestos por una pluralidad de maneras significantes: escritura-imagen, escritura-imagen-sonido, imagen-palabra, etcétera, construidos con el fin de encaminar el destino de los grupos sociales no precisamente hacia el logro de sus anhelos, sino al de quienes detentan el poder en cada época. En la Edad Media el centro de los afanes y de los valores era la Iglesia. Los sacerdotes determinaban desde el púlpito la conducta de la sociedad partiendo del pecado y la condena. En el Renacimiento Maquiavelo y después Hobbes en la Ilustración instauran el poder del Estado, con éste último se consolida el absolutismo en el que la ideología giraba en torno del soberano. En el siglo xviii, Holvach y Helvetius consideraban que la religión ya no constituía un poder espiritual integrador de la sociedad, sino que atentaba contra el bienestar 46 y la felicidad de los ciudadanos. Estos pensadores tenían por objeto lograr la reconciliación entre interés individual e interés social. Mientras los autores del siglo xvii vieron en las emociones una fuerza más o menos negativa, en el siglo xviii predominó la idea de que las pasiones representan también potencias anímicas insoslayables y creadoras. En el siglo xix, con base en el pensamiento de Comte, la sociología de Durkheim pretende ser una ciencia social fundada en hechos. El “cosismo” de Durkheim considera todos los contenidos representativos religiosos, morales y jurídico-políticos como hechos sociales que son determinados en su raíz por la conciencia colectiva dominante en una sociedad determinada. Lo que una época sanciona como verdadero, valioso y bueno es también aquello que resulta útil para la conservación y la subsistencia de la vida social. Por ello las formas de conciencia prevalecientes en cada caso son ideas e ideales necesarios, constitutivos de la existencia de las sociedades. (Lenk, 1982: 29-34). Para Marx el concepto de ideología debía entenderse a partir de tres raíces: la crítica a la filosofía del Estado de Hegel, la antropología de Feuerbach y la economía política clásica. La crítica de Marx a la ideología consiste en remitir analíticamente las formas económicas fetichizadas y las ideas en apariencia autónomas a su origen específicamente humano, o sea, social. Para este pensador, la mayoría de los individuos creen que su comportamiento y sus acciones son la expresión de sus propios intereses inmediatos, ello se debe a que en la sociedad capitalista el mecanismo de los procesos sociales presupone cierto grado de no conciencia y de ceguera en los sujetos actuantes. Esta crítica pasa de las objeciones hechas en el campo de la teoría a la crítica de la realidad social, cuya expresión y encubrimiento, a un mismo tiempo, son las ideologías. (Marx y Engels, 1982: 11-13) 47 Marx considera ideológico todo pensamiento incapaz de comprender la conexión inescindible de su propio movimiento con el movimiento de las fuerzas sociales. Teoría y praxis no constituyen esferas por esencia separadas, sino que la teoría se relaciona con el proceso global de la sociedad como la parte al todo. Las formas ideológicas de la conciencia son las relaciones materiales dominantes apresadas como pensamientos (ídem). El pensamiento de Freud se vincula con la doctrina de la ideología de Pareto; ambos parten de la estructura psíquica del individuo; en su concepción los hombres poseen la capacidad de presentar acciones regidas por las pulsiones como si fueran modos de conducta racionales, ajustados al código moral convencional. En el siglo xx, Antonio Gramsci desarrolla el concepto de hegemonía, según el cual, el poder de las clases dominantes sobre las clases subordinadas no se basa solamente en el control de los aparatos represivos del Estado, sino que se fundamenta en la hegemonía cultural que las clases dominantes logran ejercer en las sociedades a través del control del sistema educativo, de las instituciones religiosas y de los medios de comunicación. Todos ellos “educan” a los dominados de manera que éstos vivan su sometimiento y la superioridad de las otras como algo natural y conveniente. Algunos grupos sociales aceptan a la clase hegemónica a través de una especie de acuerdo; los inconformes, a través del miedo. Este recorrido nos permite intuir que en el pensamiento humano, visto como fenómeno reflejo, las sensaciones aparecen estrechamente ligadas con las funciones sensoriales y con la producción de sentido. Mediante la construcción de la vida representativa basada en los elementos sensoriales fundamentales se vuelven visibles, al mismo tiempo, los impulsos del alma que contrarían la razón; estos son los deseos, las simpatías y antipatías, los intereses, 48 las apetencias, el egoísmo, la vanidad. Del análisis de la sensibilidad brota el problema de cómo ha de estar constituido el medio social que determina en definitiva las sensaciones y, a partir de éstas, todas las demás formas de conciencia. Las identidades como procesos El concepto de identidad es uno de los más utilizados en las ciencias sociales hoy día, aunque también es uno de los más problemáticos porque encierra todo un cambio de paradigma en el estudio de la cultura, que fue planteado por Geertz (1997) en su Interpretación de las culturas. En este giro hacia la dimensión simbólica del estudio de la cultura, el investigador del fenómeno cultural ya no hace descripción de las formas objetivadas, sino de “la organización social de significados, interiorizados de modo relativamente estable por los sujetos en forma de esquemas o de representaciones compartidas, y objetivados en formas simbólicas, todo ello en contextos históricamente específicos y socialmente estructurados” (Giménez, 1996: 8). Aunque la cultura no puede ser considerada como un repertorio homogéneo, sí dota a los que la comparten de una base común, generada a través de relaciones directas e indirectas en un espacio y un tiempo determinados. Ello significa que las identidades colectivas tanto como las individuales tienen como base a la cultura y, por ello, no son esencias atemporales, sino procesos. Es importante aclarar que, como procesos y como fuentes de diferenciación entre grupos, las identidades colectivas pueden variar, incluso de manera radical en el contenido de sus bases culturales y conservar sus límites (Barth, 1976: 15). En ese orden de ideas, las relaciones culturales se pueden entender como conjuntos de símbolos, signos, 49 representaciones, modelos, actitudes y valores inherentes a la vida social, que dotan de significado a la convivencia y permiten el desarrollo de las identidades. Así, el espacio que sustenta a cualquier comunidad humana se convierte en un elemento fundamental de la cultura y de la identidad, porque quienes lo habitan objetivan en él todos sus referentes. Cada grupo que ha organizado su vida en torno y a partir de determinadas características espaciales muestra diversos tipos de relaciones que significan una permanente construcción y reinterpretación de los componentes físicos de ese entorno. Por otro lado, los seres humanos percibimos los sucesos a través del cuerpo; los sentidos nos conectan con la “realidad”. En ella aparecen eventos que no concientizamos y acontecimientos que nos producen emociones fundamentadas en experiencias previas. Las emociones son procesadas en el cerebro a través de redes neuronales, el resultado es un sentimiento al que se une el razonamiento; con la fusión de estos elementos construimos y/o nos apropiamos de una forma de ideología, tomamos decisiones y asumimos comportamientos. (Castells, 2010: 191-211). Armados de estas categorías conceptuales, revisemos lo que ocurrió en el espacio político que hoy se denomina Baja California Sur en algunos de los momentos decisivos de su historia. Los inicios en la formación de la nación Después de la consumación de la independencia de México la situación era difícil para las autoridades del recién independizado territorio. El naciente Estado mexicano, de naturaleza abstracta y discursiva y con graves deficiencias en el planteamiento de un proyecto de desarrollo entraba en fuertes contradicciones con las 50 múltiples identidades culturales que se habían ido construyendo a partir de las instituciones coloniales. Para empezar, era necesario ejercer algún control sobre una enorme extensión territorial y cambiar a una población de súbditos del rey español en una de ciudadanos mexicanos. En las Californias todo se complicaba aún más, debido, entre otras cosas, a la considerable lejanía del territorio con respecto del centro desde el cual se tomaban las decisiones. Además, la gran mayoría de los núcleos de población debían su existencia a una institución: la misional que, si bien no había sido capaz de promover el desarrollo de pueblos, había creado un entramado de relaciones en las que los indios de misión y los llamados “gentiles”5 compartían recursos y relaciones con misioneros, auxiliares, soldados, y hasta con los evadidos del sistema que luchaban por insertarse en una incipiente economía de mercado a partir de la explotación de fundos mineros (Amao, 1997). Una vez consumada la independencia de México, aunque reconocía la necesidad de terminar con la existencia de las misiones, el nuevo gobierno tuvo que enfrentar la realidad de la pobreza y marginación de la Antigua California y ratificó la responsabilidad de los misioneros; pero, al mismo tiempo, otorgaba ya la calidad de ciudadanos a los indígenas. Esta contradicción provocó serios conflictos entre autoridades civiles y religiosas, toda vez que mientras los nuevos ayuntamientos presionaban a las misiones en busca de recursos, los padres insistían en que los alcaldes “no tenían ninguna autoridad 5 Así nombraban las autoridades religiosas y civiles a los grupos indígenas que no habían sido influenciados por el cambio cultural protagonizado por las misiones. 51 sobre los indios”.6 Y es que los pobladores de la Antigua California difícilmente podían identificarse con conceptos tales como ciudadanía y poder civil, cuando en su universo de relaciones las identidades reconocibles eran las que el sistema misional había mantenido por más de ciento veinte años. La situación ambigua en la que se encontraban las misiones de la Baja California durante los primeros años de vida independiente de México no es más que el reflejo de la falta de un esquema de gobierno que reconociera las diferencias culturales entre los distintos componentes de la población, especialmente los indígenas. Esto, aunque puede establecerse como característica general de la política mexicana de la época, adquiere proporciones especiales en el territorio de nuestro interés, por tratarse de bandas de cazadores-recolectores que eran considerados, tanto por sus misioneros como por las nuevas autoridades como eternos menores de edad, sin capacidad alguna para hacerse cargo de su vida. Así las cosas, en 1824, los representantes del recién instaurado gobierno federal asignados a las Californias se propusieron, para tratar de resolver los múltiples problemas de aquella lejana provincia, la constitución de un órgano denominado Junta de Fomento de las Californias (Romero Navarrete, 1995: 127). Dicha institución debía encargarse, entre otras cosas, de promover entre los naturales una nueva identidad: la de ciudadanos mexicanos, para que pudieran convertirse, en un plazo perentorio, en los beneficiarios del reparto de las tierras misionales que debía llevarse a cabo después de la secularización de las misiones. Los miembros de la Junta, basados en la ideología liberal que 6 Carta de fray José Duró a José Darío Argüello, San Antonio, abril de 1822 (en Trejo Barajas, 1991: 38). 52 defendían, consideraban desde luego que el atraso que mostraban los indígenas en los establecimientos misionales se debía: …a los hábitos monásticos, al sistema de pupilaje y a la comunidad que los alejaba de la vida activa y laboriosa, y los hacía tan extraños a las demás clases de la sociedad, como lo son las mismas instituciones con [las] que se les educa.7 Hacia mediados del siglo la población indígena prácticamente había desaparecido, mientras que ranchos circundantes dispersos en la región del sur se desarrollaban en un proceso de integración económica y social que los ligaba con los pocos centros urbanos del sur peninsular, como el puerto de La Paz, San Antonio, San José del Cabo (Trejo Barajas, 1999). El empuje colonizador de la primera mitad del siglo xix permitió revertir la tendencia declinante de la población nativa en el sur. El paulatino aumento poblacional se debió entonces a la llegada de gente interesada en la minería y la colonización de las tierras que habían pertenecido a las misiones. Allí, las instituciones del estado mexicano comenzaron a ser algo más que propuestas y buenos deseos. ¿Quiénes formaban esa creciente población? Los herederos del espacio del sur peninsular, aunque tuvieran algunos ancestros indios, se consideraban “gente de razón”. La expresión misma tiene que ver con aquellos elementos identitarios que refuerzan lazos desde dentro de la comunidad y hacen más visibles las coincidencias o similitudes desde fuera. Muy utilizada en la Nueva España colonial, transmite 7 Plan para el arreglo de las misiones de los territorios de la Alta y Baja California propuesto por la Junta de fomento de aquella península (en Romero Navarrete, 1995: 128-129). 53 ideas sutiles, pero complejas, acerca de la diferencia cultural entre conquistadores y conquistados. Es una categoría de dominio, a la vez que de discriminación, cuando se la compara con su opuesta: “gente de costumbre”, el indígena (Bartolomé, 1997). La gente de razón en la Baja California descendía, desde el punto de vista cultural, de aquellos hombres y mujeres que habían sido reclutados por los misioneros jesuitas para ayudar en las labores de conversión de los indígenas. Sometidos al severo juicio y cuidadosa selección de los religiosos, alejados por mucho tiempo de los centros de población que habían dejado para partir en la incierta aventura, soldados y sirvientes conformaron una sociedad sui generis que por mucho tiempo había trabajado para cumplir con patrones que la consideraban sólo un instrumento, no un fin en sí misma. Con objetivos que cada vez divergían más hasta volverse irreconciliables con los de la institución misional, los primeros colonos tenían seguramente una relación tan íntima y fundamental con el paisaje que se había convertido en su hogar como la que habían tenido los indígenas, pero su origen distinto los ponía en abierta oposición a todo lo que tuviera que ver con los indígenas, a quienes siempre juzgaron como los antagonistas. Es por ello difícil considerar la posibilidad de que hubiera habido un acuerdo social entre indígenas y auxiliares de misión para ocupar las tierras que las misiones secularizadas iban dejando. Lo accidentado del territorio de la Baja California hizo que durante mucho tiempo los pequeños asentamientos quedaran aislados. Sin embargo, un sentimiento común de carencia y desamparo pudo haber creado una solidaridad entre el soldado y sirviente misionales, que fue heredada por los posteriores rancheros y pobladores que los sucedieron en el control de las tierras, tal como lo hace notar Simón Avilés, soldado jubilado entrevistado por Manuel Clemente Rojo (en Crosby, 1992: 46): 54 Como los trabajos o actividades eran comunes y muy pocas [las] familias que había en cada misión, había mucha hermandad y unión entre ellas, todo se daban y se prestaban unas y otras, hasta la ropa de uso que tenían; lo mismo se observaba con las personas que llegaban de las otras misiones. Entonces no había gentes extrañas, todos se conocían unos a otros y la mayoría eran parientes afines o consanguíneos. Sólo los padres misioneros reservaban sus casas para sí mismos y vivían como extraños a nuestras costumbres. A pesar de que algunos testigos de la azarosa vida que llevaban aquellos californios de las primeras décadas del siglo xix los juzgaban como “por naturaleza flojos, viciosos, inclinados al ocio, a la embriaguez, al juego y otros vicios, siendo en ellos desconocida la gratitud, carácter que casi es general no sólo en los indígenas, sino también en los que llaman de razón”,8 la población aumentaba de manera constante. Esto obedecía no sólo a las mayores posibilidades de obtener tierra y ganado para establecerse, sino a que aquella provincia marginal fue beneficiaria de un aumento en la actividad marítimo-comercial de diversas naciones en las costas del noroeste mexicano. Ésta fue más propicia en varios lugares y regiones alejados de los controles hacendarios centrales y los intereses comerciales monopólicos de la Ciudad de México, como es el caso de la península de California. De esa manera, al entrar en contacto con los navegantes, los pobladores del sur de la Baja California fueron poco a poco integrándose a un mercado internacional que se volvió más 8 Noticias estadísticas que para el superior conocimiento del Alto Gobierno dirige el coronel don Miguel Martínez, relativas al territorio de la Baja California del que es actualmente comandante principal y jefe político superior [circa 1836], en Trejo Barajas, 2002:107. 55 intenso cuando la presión del comercio inglés sobre el exclusivismo hispano hizo que México tomara medidas de apertura comercial, favoreciendo la habilitación de nuevos puertos y el establecimiento de rutas comerciales por el Pacífico. Pero, ¿qué tenían que ofrecer los austeros habitantes del sur a los tripulantes de los barcos ingleses y angloamericanos que cazaban nutrias y ballenas en las costas californianas, y tocaban la costa para tomar agua y leña? Pues eso, además de otros productos, como carne, sebo, cuero, frutas secas que eran bien recibidos por los extranjeros, quienes los cambiaban por diversas manufacturas de las que los californios estaban ávidos (Trejo Barajas, 1999: 56). Desde luego que los roces y desacuerdos deben haber sido frecuentes, sobre todo entre estos contrabandistas y las autoridades locales que veían, además de ilegal, peligroso y desfavorable el intercambio. Así lo hacía ver un gobernador: Soy de sentir que fundándome en los hechos que he referido, hemos de temer en adelante más recelo en estos buques que continuamente arriban: no han dejado punto que no han registrado, informe que no tomen, sean americanos o ingleses. Su porte con nosotros es bastante altivo y, si me dejara llevar de algunos procedimientos y expresiones de estos navegantes, diría que nos desprecian y nos hacen burla. Contemplo al mismo tiempo que ya que en nosotros han hallado tan buena acogida, en adelante serán más frecuentes sus visitas.9 9 Informe del gobernador interino de Baja California, José Joaquín de Arrillaga, al virrey (en Trejo Barajas, 1999:57). 56 Esta paulatina entrada de los californios en el escenario de la globalización, aunque modesta, dejó huella permanente en la identidad de esos pobladores. Además de que podían, —y así lo hicieron algunos con mayores recursos— hacerse ellos mismos de embarcaciones e integrarse al cada vez más activo comercio de cabotaje, también algunos de los extranjeros veían con buenos ojos un cambio de vida y ya no se embarcaban de regreso a su patria. En los archivos eclesiásticos que se conservan de los antiguos establecimientos misionales aparecen frecuentemente registros como el matrimonio de Juan Aguilar, que se casó con Narcisa Castillo el primero de febrero de 1825. Aparentemente no hay nada de particular en ese acontecimiento, si no fuera porque el padre que efectuó la unión registró que Juan Aguilar fue el nombre hispano que tomó John McClish, de nacionalidad irlandesa, al ser bautizado en el templo de San José del Cabo para casarse (Martínez, 2011: 266). Hacia 1857 un censo reportaba que existían en el centro y sur de la península 104 extranjeros avecindados en los distintos pueblos y ranchos. De ellos, 62 estaban casados con mujeres de la región. Entre las nacionalidades de estos inmigrantes encontramos una mayoría de franceses (35) y norteamericanos (20), pero también españoles, portugueses, italianos, alemanes, peruanos, chilenos, ecuatorianos, cubanos e ingleses (Lassépas, 1995: 113-114). Esa notable inyección multicultural produjo algunas de las familias más conspicuas, y propició un particular modo de ser del cual son herederos los actuales pobladores de ese territorio. Durante todo el siglo xix y parte del xx los caminos para comunicar a los poblados y los ranchos eran malos e inseguros, pero las rutas marítimas creaban un lazo fuerte que trasladaba no sólo mercancías, sino, más importante, personas e ideas. El cambio en las relaciones es moldeado por una serie de símbolos locales (la religión, la familia y las relaciones de clientelazgo) 57 que se hallan anclados en instituciones, organizaciones y prácticas locales. De este anclaje en instituciones deviene su efectividad para reorganizar las relaciones entre categorías culturales y las nuevas formas de organización social y política. Así los pobladores decimonónicos de aquel territorio marginal en el naciente país fueron acostumbrándose a una vida política liderada por representantes que eran los propietarios de tierras, minas, ganado y embarcaciones. Como habían prosperado gracias a su trabajo y alejados de cualquier ayuda gubernamental, se mostraban recelosos y desconfiados de la autoridad central, primero del reino y luego de la república. Pronto comenzaron a tomar en sus manos las decisiones políticas que les afectaban, y se convirtieron en actores principales de la política local e intermediarios que velaban por sus intereses ante los poderes regional y nacional. La emergente actividad económica en el sur peninsular comenzó a desplazar como centro rector político a Loreto, que había sido la capital del territorio durante el periodo colonial. Sin embargo, las pugnas entre diversos grupos por el control de las relaciones comerciales y, por tanto, de los asuntos políticos fueron una constante durante buena parte del siglo xix. Se encontraban peleando por la hegemonía los comerciantes de San José del Cabo, que gozaban de una relación más frecuente con comerciantes extranjeros y los mineros del Real de San Antonio, que en 1824 habían asistido al establecimiento en su población de una subcomisaría subalterna de Hacienda, dependiente en teoría de Loreto, pero con creciente importancia, porque manejaba rentas más considerables y la vieja capital del territorio dependía de ellas para su supervivencia (Trejo Barajas, 1999: 99). Pero quienes salieron ganando en esa competencia por el control político fueron los comerciantes del puerto de La Paz. Este asentamiento contaba con varias ventajas que hicieron posible su 58 ascenso en unos cuantos años para convertirse, de un almacén con unos cuantos vecinos en 1823, a la población más importante y sede de la Aduana Marítima a partir de 1830 (Trejo Barajas, 1999: 129). Las ventajas consistían en una bien resguardada bahía, que hacía más fácil la actividad portuaria, así como una cercanía relativa, tanto de los centros de producción agropecuaria como de los mineros. Además, a La Paz estaban llegando muchos de esos comerciantes extranjeros que primero se habían acercado a las costas peninsulares para traficar eludiendo a las escasas autoridades hacendarias, pero en el transcurso de las primeras décadas del siglo comenzaron a asentarse, adquirir propiedades y establecer negocios que prosperaron bajo la vigilancia de sus dueños. Como afirma Trejo Barajas (1999: 130), fue ahí donde “se tendió a la concentración monopólica de las funciones de intermediación, tanto para la salida de las producciones peninsulares como para la introducción de todas aquellas mercancías de que carecía la población bajacaliforniana”. Estos fueron los actores que figuraron en los acontecimientos que conectaron el lejano territorio de la Baja California con los episodios estelares de la política nacional. Aunque en todas esas participaciones se manifiesta el interés por figurar, no para tomar partido en los vaivenes políticos que determinaban los cambios entre federalismo y centralismo, sino para mantener una reserva cautelosa que les permitiera, en medio de toda la compleja situación política de la época, sacar el mejor partido y defender sus intereses. Esos son también los orígenes del regionalismo sudcaliforniano. 59 Baja California Sur: de territorio a estado Como se señaló en el apartado anterior, la sociedad sudcaliforniana10 es un híbrido que nace de la migración nacional y extranjera inaugurada por los misioneros jesuitas en el siglo xvii. A los clérigos se unieron viajeros y piratas provenientes de Europa, además de chinos, filipinos, algunos latinoamericanos y también grupos nacionales, criollos, mestizos e indígenas. Este contingente multicultural fue poblando desde entonces la media península y de su convivencia nacieron los sudcalifornianos, que con base principalmente en la herencia europea y blanca construirían una forma de cohesión social sumamente compacta.11 Los pueblos originarios de la región fueron declarados extintos desde la segunda mitad del siglo xviii, por lo que la sociedad sudcaliforniana está formada de migrantes. Por tanto, sólo existen dos tipos de sudcalifornianos: los que llegaron antes y los que llegaron después. En esta permanente construcción del sujeto sudcaliforniano, los que llegaron primero argumentan que su primogenitura les da un mayor derecho a opinar sobre la vida social, a vivir, a trabajar y a gobernar en estas tierras con base en cuántas generaciones nacidas en la entidad forman parte de su árbol genealógico; otros arguyen al menos haber nacido aquí, aunque de padres fuereños y, otros más, al menos tener hijos nacidos en Baja California Sur. 10 Sudcaliforniano (a) es el gentilicio de los nacidos y/o arraigados en Baja California Sur. También se usa Sudcalifornia para abreviar en una sola palabra el largo nombre del estado. 11 Los sudcalifornianos suelen hacer alarde de una herencia europea que se evidencia en la blancura de la piel y en los ojos claros de muchos de ellos. 60 Ser reconocido como sudcaliforniano lleva años de trabajo y sometimiento a la “carrilla”, práctica muy cercana a la burla que confirma el principio de exclusión-inclusión propuesto por Morin (2005:76). Por un lado, ese concepto significa la aceptación de los locales, pues no recibir carrilla encarna una exclusión permanente; y, por otro, es una forma de control social destinada a lograr la aprehensión de la cultura sudcaliforniana por parte del migrado, asumiendo los roles sociales que de acuerdo con la condición de cada cual establezcan las convenciones propias de la entidad: la recompensa es la aceptación y la consecuente incorporación a la sudcalifornidad.12 Quienes cursamos exitosamente este rito de pasaje en poco tiempo estamos defendiendo lo sudcaliforniano a través de un discurso regionalista que excluye a los otros; a esos que aunque mexicanos, no son como nosotros; pero esto no ocurre con los extranjeros provenientes de Estados Unidos y Canadá; ellos son bienvenidos porque son blancos, traen dólares y dan trabajo a los lugareños. (Almada, 2006: 250-258). Numerosos trabajos de investigación realizados por colegas locales hacen referencia al aislamiento de la entidad, basado principalmente en su posición geográfica, sin embargo, sugerimos que dicha situación es multicausal; si bien su condición prácticamente insular dificultó durante muchos años la comunicación y el transporte, también se trata de una perspectiva imaginada que dio pie a la construcción de un sujeto colectivo, evidenciado a través del 12 Cabe apuntar, sin embargo, que la Constitución Política de Baja California Sur establece que “la calidad” de sudcaliforniano se obtiene por nacimiento, matrimonio o residencia. Así, para este último caso son sudcalifornianos los “mexicanos que tengan domicilio establecido y una residencia efectiva de tres años, por lo menos, dentro del territorio del estado, y manifiesten su deseo de adquirir esta calidad.” (Art. 23, iii) 61 principio de exclusión-inclusión del que hablamos líneas arriba. Los habitantes de B.C.S. nos vemos a nosotros mismos como externos al país y al mismo tiempo parte a él. Para referirnos al resto de México lo llamamos “el interior”, lo que significa que nosotros somos “el exterior”. Asimilamos con mayor facilidad a los inmigrantes blancos, extranjeros, que a los nacionales a quienes solemos dar nombres despectivos: tahualilas13 y chúntaros,14 entre otros. La sudcalifornidad, término que alude a un “nosotros” y a lo “nuestro”, se construyó sólidamente con base en el aislamiento y la dependencia que la entidad ha vivido en relación con el centro del país. El resultado de ello es la necesidad incuestionable de que los cargos de elección popular recaigan en personas nativas o arraigadas en B.C.S. Con base en los valores que dicha condición sustenta, la sociedad confía en que los gobernantes están dispuestos a trabajar por el bien de la colectividad; es decir, internamente no se duda de que los ungidos puedan cometer errores, pero se espera que sean ampliamente compensados a través de beneficios para la mayoría de los sudcalifornianos; pero no hay que perder de vista que hay unos más sudcalifornianos que otros. Lo sudcaliforniano, como lo entendemos en la actualidad, se cimenta en su insularidad, aislamiento y juventud como entidad. Por eso, la ideología sudcaliforniana nació de las lealtades personales que se construyeron durante los siglos xviii y xix y que florecieron en los movimientos regionalistas del siglo xx para culminar en la transformación de territorio en estado el 8 de octubre de 1974. 13 Les empezaron a decir tahualilas a los trabajadores agrícolas que llegaban del centro del país, para referirse a ellos despectivamente. 14 Chúntaros es una forma ofensiva de nombrar a los indígenas. 62 Foto de página 65: Acequia de la época misional en los alrededores de la misión de San Javier de Viggé Biaundó. Foto de página anterior: Muelle Inglés en la Laguna Ojo de Liebre. Peregrinación hacia la misión de San Javier de Viggé Biaundó. Tumba de Gastón Vives en el panteón de los San Juanes en la ciudad de La Paz. Ruinas de la salinera Santa Rosa y el faro de Guerrero Negro. Siguiente página: Retablo de la Misión de Loreto. Foto de página 73: Interior de la Misión de San Javier de Viggé Biaundó. Faro de la Isla Margarita. Detalle de la arquitectura de la Misión de San Javier de Viggé Biaundó. Siguiente página: Felipe Cuevas, pescador de El Pardito, captura tortugas para medirlas, pesarlas y obtener muestras de tejidos. Los resultados del estudio se usaron con fines de conservación. Rancheros hacen escala en la misión de San Luis Gonzaga durante una cabalgata a la misión de San Javier de Viggé Biaundó. Siguiente página: Sudcalifornianos atienden a las tradicionales fiestas de la Misión de San Javier de Viggé Biaundó cada año los días 1,2 y 3 de diciembre. Foto de página 79: Rafaela termina una olla de barro de la región hecha completamente a mano en su rancho La Semilla, en el área de Los Divisaderos, B.C.S. Foto de página 80: Antigua tumba en el panteón chino de El Triunfo. Familia de pescadores disfrutando de un amigable ballenato y su madre en la Laguna de San Ignacio. Al final del siglo xx, la población se había triplicado (424,041 habitantes) debido a un importante contingente migratorio nacional y extranjero. Los nuevos vecinos, junto con la llegada de medios de comunicación digitales e internet, se convirtieron en una ventana que conectaba a Sudcalifornia con un mundo globalizado y con la problemática nacional, modificando la fisonomía social e ideológica de la entidad. Es esa época las circunstancias políticas, económicas y sociales se habían transformado en el mundo: una década atrás había tenido lugar la caída del Muro de Berlín, símbolo del fin de la Guerra Fría y del socialismo soviético; el neoliberalismo se abría paso sobre los remanentes del Estado Benefactor; la globalización se posicionaba en el centro de la discusión de las ciencias sociales; políticamente la democracia se erigía en valor incuestionable y la posmodernidad se instalaba como clima cultural de la época (Brüner; 1999: 47-62). B.C.S. no escapó de este proceso. Los primeros cambios sociales se dejaron sentir a mediados de la década de los noventa. La parte sur de la media península se vio impactada por un flujo migratorio de dos sentidos: una migración laboral que llegaba del interior del país, y otra plácida15 procedente de Estados Unidos y Canadá. A esto se suma la llegada de medios de comunicación digitales que acercaron a B.C.S. con el resto del país. Los problemas nacionales, aunque nunca estuvieron ausentes en Sudcalifornia, empezaron a ser más cercanos (Almada, 2006: 186-230), con consecuencias relevantes para la formación social sudcaliforniana. 15 “...una movilidad espacial de individuos relativamente adinerados (…) por cortas o largas temporadas a lugares que por varias razones les ofrecen una mejor calidad de vida” (Lizárraga, 2011: 20). 79 Consideraciones finales En este breve panorama sugerimos que el caso de B.C.S. confirma las tesis teóricas de las diferentes épocas: sin duda, la ideología se construye desde el poder. Sudcalifornia nunca estuvo totalmente aislada de los enfrentamientos políticos en los niveles regional y central. Sin embargo, en la percepción de sus escasos pobladores era importante mantener cautela y un discurso de aceptación de los movimientos legitimados por lo que entonces era llamado el “Supremo Gobierno”. Al mismo tiempo, entre los grupos de “notables” se hacían pactos y alianzas para mantenerse en los puestos clave del gobierno territorial, siempre manteniendo como primer objetivo la defensa de sus intereses. Durante todo el siglo xix fueron los comerciantes del sur peninsular los que se mantuvieron a la cabeza de este juego político. Desde comienzos del siglo xx, la cercanía del territorio norte con Estados Unidos determinó el meteórico ascenso de las poblaciones cercanas a la frontera con este país. Esto produjo un poder económico que catapultó al entonces Distrito Norte hacia la consecución de su categoría de Estado a mediados del siglo, mientras que el territorio que había sido puntero en importancia económica y política desde la época colonial tuvo que conformarse con mantener la categoría de territorio hasta 1974. La influencia de la globalización a través de la presencia de migrantes laborales y plácidos, más la llegada de los medios digitales de comunicación e internet a Sudcalifornia, han modificado la estructura social y política en la entidad produciendo variaciones ideológicas. Los migrantes avecindados en la entidad traen consigo una conducta consumista e ideales individualistas que resultan novedosos y, por tanto, atractivos. Esta visión es reforzada por los medios a través de la publicidad de una serie de valores y mercancías que 80 se confunden, es decir, los valores se convierten en mercancía y las mercancías en valores. Por un lado, la democracia como valor supremo ha producido una confusión ideológica a través de la cual se pierde el rumbo. En su nombre los políticos cambian de membrete con base en intereses personales y de grupo, sin una perspectiva ideológica que verdaderamente se encamine a mejorar la vida de las mayorías. Incluso, al menos en el nivel del discurso, cada vez resulta más difícil encontrar la frontera ideológica entre los diferentes partidos. Quedan sin cobijar aspectos fundamentales de la vida de las sociedades, por ejemplo: en términos de políticas culturales no se encuentran proyectos viables destinados al desarrollo cultural de la entidad. Consideramos que esto se debe a que los gobiernos estatales priorizaron aspectos tales como la infraestructura, el comercio, el turismo y la venta del paisaje por encima de un aspecto tan importante como el desarrollo y crecimiento cultural de su población, que además podría representar un atractivo turístico más. 81 Referencias Almada, Rossana (1992). Los partidos políticos de izquierda en Baja California Sur. Tesis de licenciatura en Ciencias Políticas y Administración Pública, Universidad Autónoma de Baja California Sur, La Paz, B.C.S. Almada, Rossana (2006). Juntos, pero no revueltos. Identidad y multiculturalidad en Todos Santos, B.C.S. ciesas-colmich-uabcs, México. Amao Manríquez, Jorge Luis (1997). Mineros, misioneros y rancheros de la Antigua California, Instituto Nacional de Antropología e Historia-Editorial Plaza y Valdés, México. Bartolomé, Miguel Alberto (1997). Gente de costumbre y gente de razón. 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Aunque es necesaria una investigación más comprehensiva, los resultados del estudio muestran que sólo una mínima parte de las agencias incluyen el turismo cultural en su oferta de servicios. Atendiendo al desarrollo de ese segmento en otras partes del país y a los recursos culturales de que se dispone en el municipio, esa situación muestra la necesidad de consolidar una articulación más efectiva entre los sectores cultura y turismo que favorezca la inclusión del patrimonio cultural como un recurso productivo y, por tanto, se le reconozca su incidencia en el desarrollo regional. 87 Introducción El turismo es uno de los principales sectores de la economía mundial. En 2011 representó 11% del producto bruto y, con un crecimiento promedio de 7% de arribos en 2010, generó un ingreso de 919 mil millones de dólares (5% más que respecto a 2009). Adicionalmente, uno de cada 11 empleos en el mundo se vinculan con el turismo (siimt, 2012). En el caso de México, ese sector contribuyó con cerca de 9% del producto interno bruto en 2011, cuando arribaron 22.68 millones de visitantes, representando un crecimiento de 1.9% respecto al año anterior; a la vez, la captación de divisas fue de -0.83 % (ibídem). Esta tendencia a la baja de la actividad turística en nuestro país no es nueva, sino que su comportamiento se remonta aproximadamente a la última década; en el que la presencia de México como destino turístico internacional ha disminuido paulatinamente. Entre las razones de ello figuran una mayor competencia en el mercado internacional y un conjunto de razones internas que requieren de mayor atención a la que aquí se puede ofrecer. A pesar de ello, el turismo continúa siendo relevante a nivel nacional y central para algunas regiones del país. En Baja California Sur, área geográfica donde está inserto el municipio de la Paz, en 2011 el turismo aportó 14% al producto interno bruto estatal (pibe); en 2008 había generado 5,256 millones de pesos por concepto de alojamiento y alimentos. Asimismo, la afluencia de turistas al estado creció de 1’383,964 visitantes en 2010, a 1’521,760 en 2011. En el municipio de La Paz, este último año el peso de esta actividad se estimó en el orden de 15.4%, lo que significó un decremento de 1% con relación al año previo (sectur-bcs, 2011). Aunque el municipio de La Paz es segundo en importancia turística en Sudcalifornia, su brecha con Los Cabos es amplia. Como 88 se explica en otros capítulos de este libro, el turismo es un sector que ha incidido importantemente en la economía de Baja California Sur a partir de la creación del corredor turístico entre San José del Cabo y Cabos San Lucas, que se ha convertido en uno de los destinos turísticos de playa más relevantes de México. El municipio de La Paz tiene un perfil turístico más bajo, pero alberga regiones como Todos Santos y la propia capital del estado (que es a la vez cabecera municipal) que, junto a sus atributos naturales, lo hace un destino atractivo para un mercado diferente al de Los Cabos. Con todo, el municipio no ha conseguido definir una identidad turística clara y recursos, como su patrimonio cultural, están subutilizados. Las oportunidades del turismo cultural Aunque en los últimos 10 años se ha fortalecido la estructura del sector turismo en el municipio de La Paz, es el de Los Cabos, al que se hace referencia en otras partes de este libro, donde se tienen los mejores indicadores de crecimiento turístico: ahí llegan tres cuartas partes de la afluencia estatal (74% en 2010 y 79% en 2011) (gob-bcs, 2011). Lo anterior obliga a repensar el modelo de desarrollo para el municipio de La Paz, ya que no puede competir bajo las condiciones actuales con ese centro turístico. Alternativamente, sería recomendable generar estrategias que repunten la actividad del turismo a través de la diversificación de la oferta turística. La diversificación de los productos y servicios que se brindan a los turistas ha sido una estrategia seguida en diversas partes del país y del mundo para transformar la oferta turística hacia esquemas alternativos, que coexisten junto al tradicional turismo de sol y playa o turismo de masas. Otros tipos de turismo, como el 89 de aventura, rural y ecoturismo son términos que engloban nuevas manifestaciones. En el turismo tradicional se encuentra el turismo cultural. Definido como aquel “viaje turístico motivado por conocer, comprender y disfrutar el conjunto de rasgos y elementos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o grupo social de un destino específico” (sectur-cestur, 2002), en el turismo cultural se encuentran subcategorías, como: religioso, urbano, monumental, museográfico, arqueológico, etnográfico, literario, ecoturismo, agroturismo, gastronómico, deportivo e, incluso, sexual (ageteca y Ministerio de Cultura de España, 2009). Aunque las definiciones y sus categorías varían, el elemento común a ellos es el aprovechamiento de rasgos particulares de la conformación social o cultural, que la hace atractiva a visitantes externos. Pese a las muchas posibilidades de la dupla turismo-cultura, se reconoce que la complejidad del análisis del turismo ligado con la cultura se relaciona con que estos dos sectores, que pueden ser complementarios, tienen “lógicas y necesidades diferentes, aunque ambas se determinan en el entorno político, social, económico y ambiental de los sitios en que se ubica” (Ibídem: 4). A esa complejidad se añade, o la explica, que no existan datos precisos del turismo cultural y que su oferta sea escasa: de los productos que el país ofrece, solamente 19.3% corresponde al ámbito cultural, cuando el promedio mundial es de 37% (Milenio, 2012). Actualmente, el gobierno federal mexicano promueve el desarrollo y creación de productos turísticos culturales como una forma de incrementar el aprovechamiento del patrimonio del país y sus regiones. Se ha encontrado, en la evaluación estadística sobre las intenciones de viaje, que el turismo especialmente motivado por la cultura representa 5.5% de los viajeros nacionales y 3% de los internacionales (sectur-cestur, 2002), mientras que el interés por los 90 destinos culturales alcanza a 35.7% en el mercado nacional y 37% en el internacional. Por otra parte, más de 40% de los turistas que viajan a México realizan actividades culturales como parte de su viaje. Datos reportados por el Instituto Nacional de Antropología e Historia respecto a las visitas a los espacios bajo su resguardo muestran el potencial de esa forma de turismo: 16.4 millones de visitantes en 2002, de la que la mayoría (80%) eran visitantes nacionales. Estos resultados reflejan que el desarrollo del turismo cultural amerita atención en aquellas regiones donde es incipiente, así como la importancia del mercado interno en ese rubro (sectur-cestur, 2002). Que casi la mitad de los turistas se relacionen con sus atractivos culturales revela la vital importancia que este segmento representa para el fortalecimiento turístico.16 La diversidad patrimonial cultural de México le da al país un elemento de diferenciación en el mercado, que puede aún aprovecharse más. El gasto por viaje de la demanda turística relacionada con la cultura, en términos del consumo diario y estadía, es mayor a la de otros tipos de turismo. La dimensión cultural es un componente de la competitividad turística, concepto que se considera importante en términos de desarrollo regional, y ha sido incluido en los planes de desarrollo nacional mexicanos. En el ámbito turístico, la competitividad ha sido definida como el “conjunto de habilidades y capacidades que le permiten alcanzar sus objetivos en un marco de competencia frente a otros estados, generando así desarrollo económico y social en su territorio” (cietec, 2009: 18). 16 Es ese el caso incluso a nivel mundial, donde parámetros lo ubican en 40% (Conti, 2011). 91 De acuerdo con el Índice de Competitividad Turística de México, que evalúa 10 dimensiones para determinar la productividad y determinar las potencialidades turísticas de cada estado de la república, Baja California Sur (con 51 puntos), ocupa el segundo lugar entre las 32 entidades evaluadas. El estado se ubicó sólo por debajo de Quintana Roo, que obtuvo 62.1 puntos; mientras que el promedio nacional fue de 34.8 (ver cuadro 1). 92 La Fig. 1 muestra visualmente la distribución porcentual del Índice de Competitividad Turística de Baja California Sur de acuerdo a las 10 dimensiones que lo integran, como sigue: Como se desprende de la observación del Índice, dos elementos son de destacar: primero, que el patrimonio cultural aún no se ha integrado a la oferta turística de Sudcalifornia en concordancia con su alto potencial; y segundo, que la participación gubernamental 93 está rezagada. Excluyendo lo que se refiere a los grupos indígenas autóctonos, la entidad cuenta con los elementos culturales para ser competitivo en el uso turístico de sus recursos. Sin embargo, el patrimonio cultural tangible e intangible17 de Baja California Sur no ha sido suficientemente aprovechado en la esfera del turismo. Incluso, en el caso de la herencia indígena, se ha desestimado el bagaje cultural de las decenas de miles de connacionales que han migrado a Sudcalifornia desde estados donde la presencia indígena es amplia. Quizás por ello, la entidad fue ubicada en el lugar 21 (de 32) dentro del indicador de competitividad turística relacionado con la dimensión Recursos y actividades culturales. Esta dimensión fue calificada con 11.1 puntos cuando el promedio nacional fue de 17.9 de México (ver cuadro 1). La región que obtuvo la mayor calificación fue el Distrito Federal con 62 puntos, mientras que el estado de Durango fue la entidad federativa con menor calificación, al alcanzar un puntaje de 3.1. Enseguida se presentan los criterios utilizados en la variable Recursos y actividades culturales: 17 De acuerdo a sectur, el patrimonio cultural intangible está formado por: “los valores no materiales que forman parte del patrimonio, como las técnicas de producción e intercambio, las crónicas y leyendas, los emblemas y las figuras históricas, las fiestas y ceremonias, las representaciones teatrales y musicales, entre otros”; por su parte, el patrimonio cultural tangible se refiere a los elementos materiales de valor monumental, artístico o simbólico que los pueblos van elaborando o edificando a través de su historia y pueden ser observados, palpados y disfrutados en el momento actual. Ese concepto abarca todo tipo de objetos muebles e inmuebles que forman parte del acervo del país” (sectur-cestur, 2002). 94 Como puede observarse, la utilización de los recursos culturales como producto turístico tiene un área de oportunidad, especialmente en aspectos donde el estado (y el municipio de La Paz) son únicos. Depositarios de un pasado indígena que se remonta a entre 10 y 40 mil años, museos con antiguas colecciones, grupos sociales (rancheros) depositarios de un patrimonio cultural intangible único en el concierto nacional, e infraestructura cultural (teatros), una política cultural enlazada con planes de desarrollo turístico podría dar a La Paz una diferenciación de mercado con 95 relación a Los Cabos, pero aprovechando la enorme afluencia de visitantes que llegan a este último destino. Las características comunes de las entidades líderes en la dimensión cultural y que podrían emularse, considerando las proporciones estatales, son: a) presencia de importantes sitios arqueológicos; b) ciudades con gran importancia histórica en el país, muchas de ellas de riqueza colonial; c) fuerte promoción de la cultura por parte de las autoridades y las instituciones estatales, reflejada en la diversidad y calidad de festivales y el número e importancia de los centros culturales existentes en la entidad; d) una amplia oferta de museos; e) presencia y arraigo de pueblos indígenas (ibídem). En el Plan Estatal de Desarrollo 2011-2015 (gob-bcs, 2012a) de Baja California Sur se considera como de alta prioridad el apoyo al desarrollo cultural del estado, promoviendo y gestionando la difusión, rescate, valorización y preservación del patrimonio cultural. La vía son programas de expresión, participación y reafirmación de su identidad con base en el respeto a la diversidad, y con la visión y perspectiva hombre-naturaleza-cultura. Aunque no de manera explícita, tal situación abre la posibilidad de que el flujo de recursos económicos para la remodelación de la infraestructura cultural por parte de las instituciones gubernamentales facilite el desarrollo de proyectos para la creación de galerías de arte, y el impulso a foros y festivales donde confluyan diversas disciplinas y temáticas, abriendo nuevos panoramas a nuevos y actuales usuarios de los servicios culturales ya existentes. 96 Las posibilidades del turismo cultural en el municipio de La Paz De acuerdo con los registros del sistema de información cultural de Baja California Sur, el municipio de La Paz dispone de recursos culturales que pueden ser incorporados a la actividad turística. Algunos de los espacios culturales que se enumeran son: 5 museos (3 en la ciudad de La Paz, 1 en Todos Santos y 1 en El Triunfo); 5 teatros (4 en la ciudad de La Paz y 1 en Todos Santos); 11 centros culturales (10 en la cabecera municipal y 1 en Todos Santos); y 12 galerías (8 en la ciudad de La Paz y 4 en Todos Santos). Asimismo, se registran 10 festivales en las diferentes fechas del año; se es parte de la Ruta de las Misiones con dos sitios: una misión en la ciudad de La Paz (nuestra Señora de El Pilar de La Paz, fundada en 1720), la otra en Todos Santos (Santa Rosa de las Palmas o Santa Rosa de Todos Santos (que data de 1733); así como los panteones de la ciudad de La Paz, El Triunfo y San Antonio; una variada gastronomía; y la cultura de los ranchos que le ha dado identidad y orgullo a la zona rural del estado de Baja California Sur. La infraestructura turística reportada por la Secretaría de Turismo estatal en el municipio de La Paz está integrada por 90 establecimientos de hospedaje. La mayoría de ellos se ubica en la ciudad de la Paz (63), en Todos Santos (14), y en Los Barriles (6). Los restaurantes son 124 siendo la cabecera municipal donde está la mayor concentración (98), y se encuentran registradas 18 agencias de viajes (17 en la ciudad de la Paz y una en Los Barriles). También existen 28 agencias especializadas en ecoturismo y 16 de guías de turistas, establecidas todas en la ciudad de La Paz. Aquí es relevante señalar que, en su mayoría, las agencias de viajes se dedican al turismo asociado al uso y disfrute de los 97 recursos naturales y no a los atractivos culturales. De hecho, sólo 6 de las 18 agencias establecidas, es decir 30%, contemplan actividades de turismo cultural. De las empresas orientadas al ecoturismo, el porcentaje es menor: únicamente 7% ofrece o considera alguna actividad cultural dentro de su oferta turística (ver gráficas 1 y 2). 98 Los recursos culturales en la oferta turística en el municipio de La Paz Para la realización del presente trabajo se utilizó información en internet de las agencias turísticas y documentos de trabajo recabados en la Secretaría de Turismo, el Instituto Nacional de Antropología e Historia, así como de algunas organizaciones relacionadas con el tema del turismo y la cultura en Baja California Sur, como el Instituto de Cultura del municipio de La Paz. Se solicitó, a las oficinas del inah Baja California Sur, información sobre lo que se considera capital histórico y cultural que puede servir como dinamizador de la actividad turística. Asimismo, obtuvimos el documento sobre el Programa de Empleo Temporal 2011, que ilustra los lugares que el Instituto designó como relevantes para su aplicación. La Secretaría de Turismo de la entidad proporcionó información sobre la infraestructura turística tanto del estado como por municipios para el año 2011. Un dato relevante fue el número de agencias de viajes que ofertan servicios de turismo cultural. Partiendo de este insumo se procedió a contactar vía telefónica a cada uno de esos negocios preguntándoles si dentro de sus paquetes de viajes incluían aspectos de índole cultural y/o histórica. Desafortunadamente, sólo 6 de las 18 agencias de viajes contemplan el capital cultural dentro de su oferta turística; se entrevistó a cuatro de estos 6 negocios. Igualmente, se realizaron entrevistas con 2 (de 28) agencias que se especializan en ecoturismo, de las que tiene registradas la Secretaría de Turismo del estado, y que son las únicas en ese grupo que prestan algún servicio cultural como parte de sus actividades de recreación. Es de mencionar que ambos registros, agencias de viajes y agencias ecoturísticas, no son excluyentes sino que comparten miembros. 99 Las cuatro agencias ecoturísticas entrevistadas fueron Eco Baja Tour (José López Soto), Fun Baja (Enrique Castillo), Choya Tours (Ignacio Castro Paniagua), y Baja Outdoors Activities (Alejandra Guzmán de la Campa), contactadas entre el 22 y 25 de marzo del 2012. Estas entrevistas cubrieron también el caso de las empresas que se encuentran en la clasificación de agencias de viajes que integran los atractivos culturales en su oferta: en esta lista sólo Choya Tours y Baja Outdoors Activities incluyen aspectos relacionados con el patrimonio cultural. Los prestadores de servicios turísticos que operan en la ciudad de La Paz constataron que los recursos más demandados son aquellos de índole natural, como la observación de ballenas, viajes a las islas aledañas para actividades de esnórquel, kayak, senderismo, campamento, y ciclismo de montaña. Estos recursos son utilizados especialmente por el turismo extranjero. A pregunta expresa sobre la negativa de incluir aspectos culturales en los servicios turísticos que ofrecen, la respuesta es que no son suficientes y los que existen carecen de infraestructura complementaria para garantizar un buen servicio que permita competir con zonas de alto valor cultural como es la región del sureste de México. Algunas empresas, las menos, están más abiertas y contemplan la posibilidad de incluír recursos turísticos, siempre y cuando exista la demanda específica. Si se da la posibilidad de que algún grupo interesado en actividades culturales decida visitar la ciudad de La Paz, dichas empresas diseñan rutas o paquetes turísticos con los atributos culturales de la región, dependiendo de los intereses del cliente. Sin embargo, estas actividades son de carácter intermitente y sólo se establecen a petición de los clientes, o cuando las condiciones climáticas impiden el desarrollo de las actividades acuáticas. En el municipio de La Paz, y concretamente en la cabecera municipal, resulta impostergable la consolidación de la actividad 100 turística. La incorporación y desarrollo de las potencialidades del patrimonio cultural podrían ser una vía de esa diversificación, en opinión de empresarios dueños de agencias de viaje. No obstante ello, es necesario reducir tarifas: viajar a la ciudad de La Paz resulta casi 20% más caro que el traslado a otros destinos turísticos dentro del macizo continental, por lo que no es casual que las autoridades turísticas del estado en el Tianguis Turístico México 2012 contemplaran, dentro de su agenda, la firma de un convenio con compañías aéreas para incrementar el número de vuelos y reducir los costos (gob-bcs, 2012b). Otra de las manifestaciones aludidas en las entrevistas es la falta de coordinación entre los prestadores de servicios y los responsables de coordinar los esfuerzos de apoyo desde las instituciones públicas. Al presente no existe una ruta de trasporte urbano a las playas que facilite el acceso a éstas; e instalaciones como en la playa El Coromuel se encuentran subutilizadas, además de que faltan actividades permanentes y promoción de eventos culturales y artísticos en los espacios más emblemáticos de la ciudad, como puede ser el malecón. Actualmente el H. Ayuntamiento de La Paz dispone, en su página de internet, de un espacio para la promoción turística de los espacios culturales en el contexto de otros recursos como los naturales (H. Municipio de La Paz, 2012). Es necesario, sin embargo, una mayor comunicación con el sector privado para el diseño de actividades y una política compartida sobre turismo cultural. Aun cuando los dueños de las empresas turísticas reconocen que la vocación del turismo en nuestro estado está asociado con los recursos naturales más que con los recursos culturales, consideran importante que sectur e inah promuevan la valoración del patrimonio cultural tangible e intangible vinculado al turismo. Esto permitiría que éste sirviera como recurso para la actividad turística 101 y se convirtiera en un detonante del desarrollo económico, elevando el nivel de bienestar de las comunidades y pueblo de la geografía sudcaliforniana. Consideraciones finales Como se ha indicado, el turismo cultural pudiera ser un elemento de diferenciación turística en el municipio de La Paz. Especialmente por contener a la ciudad capital dentro de su geografía, el municipio disfruta de ventajas comparativas con relación a otras regiones del estado. Esto se da en términos de la infraestructura de comunicaciones y cultural como museos, teatros, por ejemplo; también, al ser sede de las principales dependencias de gobierno, se beneficia de los programas culturales que las diferentes instancias gubernamentales organizan, además de las que actores académicos (como las univesidades) y la sociedad civil promueven. Sin embargo, pese al patrimonio tangible e intangible de que se dispone, aún no se ha consolidado el componente cultural como uno de los elementos representativos en el estado, ni tampoco en el municipio como lo demuestra la demanda por mayor comunicación con las autoridades gubernamentales de los prestadores de servicios turísticos. Atendiendo a que Sudcalifornia disfruta de una posición ventajosa en el concierto turístico nacional, el escaso aprovechamiento de los recursos culturales debiera ser revertido. Lo anterior es así, no sólo por las posibilidades de negocio que puede representar en zonas como las de La Paz, que no está en condiciones de competir contra la oferta turística de Los Cabos; sino como mecanismo de identidad a través del uso social, interno, del turismo; y como marco del proceso de examinación que 102 indudablemente tendrá que darse a la hora de definir la oferta turística-cultural. De ahí se sigue la necesidad de disponer de un análisis continuo que identifique los recursos culturales actuales y potenciales; incluya la experiencia de los prestadores de servicios turísticos y las preferencias de los visitantes; potencie la disposición y visión de las autoridades relacionadas con el turismo cultural; y proponga opciones para salvar las barreras que impiden el reconocimiento y la utilización de la cultura como un elemento productivo en el desarrollo de la región. 103 Referencias y Ministerio de Cultura de España (2009). 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Entre México y Estados Unidos, la migración hacia el norte se ha estudiado mucho más que la de los flujos de estadounidenses (en su mayoría, jubilados) hacia el sur. El impacto de los inmigrantes de Estados Unidos a México quizás se ha experimentado con mayor intensidad en la península de Baja California, por su larga zona costera y baja densidad de población. En años recientes, la adquisición de propiedades, comparativamente más baratas que en Estados Unidos, ha intensificado el aumento de la población de origen estadounidense en la parte sur de la península. Este fenómeno ha hecho cada vez más difícil para los mexicanos adquirir una vivienda cerca de la costa y ha trastocado la conformación de las comunidades mexicanas. La apropiación de la costa por parte de extranjeros relativamente ricos es un tema controvertido, pero también ha significado el surgimiento de un espacio de interculturalidad entre los recién 107 llegados y los residentes locales. Los ciudadanos estadounidenses que viven en la península son diferentes entre sí en términos socioeconómicos, de sus aspiraciones de vida en México y en sus relaciones con sus vecinos mexicanos. Una comparación de dos comunidades distintas de Estados Unidos en Baja California Sur, haciendo hincapié en el arte (Todos Santos) y la pesca deportiva (Mulegé), revela la complejidad de la identidad y la afiliación a la cultura y la gente mexicana; tal aseveración es notoria en la región de Los Cabos, donde está la comunidad extranjera más grande en el estado. Estas consideraciones deben de tenerse en cuenta en la elaboración de mecanismos para la integración de los extranjeros, que signifiquen beneficios mutuos para ellos y las sociedades locales. En este capítulo se tratan las características de los jubilados norteamericanos (de Canadá pero especialmente de Estados Unidos) inmigrantes en Baja California Sur (B.C.S.), con respecto a su participación e impacto en la vida social, cultural y económica de las localidades donde se asientan. La afluencia de residentes extranjeros a la entidad es parte de un proceso más amplio de migración internacional de retirados, pero que se ha incrementado desde la década de 1990 (Stokes, 1990). En Europa, especialmente a lo largo de la costa mediterránea, países como Portugal, Italia, Grecia, Turquía, Hungría y España han sido de especial preferencia para los jubilados de los países nórdicos; Túnez y Marruecos para franceses; así como Oceanía, Australia y Nueva Zelanda para los europeos del norte y del este asiático. En Latinoamérica, Costa Rica, Guatemala, Colombia, Brasil, Argentina y, especialmente, México reciben numerosos jubilados de Estados Unidos y canadienses (Lizárraga, 2010; Warnes, 2009). En las últimas tres o cuatro décadas la mayoría de las investigaciones sobre la migración se ha centrado en aquella relacionada con los mercados de trabajo (la migración de sur a norte) (Appleyard, 108 1990) y, más recientemente, en la migración sur-sur a partir de la dinamización de economías emergentes (United Nations, 2012). Sin embargo, el movimiento de los jubilados al sur es un elemento significativo en la migración mundial, especialmente por sus impactos en los países receptores, aunque oficialmente sólo representa 6% de la población migrante mundial, en comparación con 34% sur-sur y 35% norte-sur (ibídem). La migración de jubilados es un fenómeno relevante en las esferas económica, social y cultural, y por ello se ha convertido en un área creciente de investigación, tanto en América como en Europa. En México, estudios han señalado la necesidad de medir adecuadamente la presencia creciente de los jubilados migrantes; atendiendo a que su tiempo de estancia y situación jurídica varía se ha gestado una “zona gris” (Hiernaux-Nicolas, 2010a), que toca la investigación de la migración y el turismo. Según las autoridades migratorias mexicanas, en 2010 había apenas 108 mil extranjeros en México, de los cuales cerca de un tercio se encontraban en la península de Baja California. Aunque en el interior del país hay varios ejemplos de comunidades de retirados establecidas desde hace mucho tiempo, la cercanía con Estados Unidos ha provocado la preferencia por las ciudades de Baja California, como lo demuestra la enorme población extranjera en el circuito Tijuana-Rosarito-Ensenada (Mendoza, 2010). Esta situación es parte de una tendencia más amplia que se remonta a la década de los noventa, relacionada con el desarrollo del turismo y la liberalización de inversiones en bienes raíces, en el contexto de la pertenencia de México al Acuerdo de Libre Comercio de Norteamérica (tlcan). Existe una creciente literatura respecto a los efectos de las comunidades estadounidenses y canadienses de jubilados en México. En el caso del “turismo residencial” o “turismo inmobiliario”, que 109 se expresa en la adquisición de segundas residencias para habitación temporal o permanente, el tema es reconocido como nuevo (ver los trabajos en Hiernaux-Nicolas, 2010b). Sin embargo, en sitios importantes para la migración de retirados como Chapala (Jalisco) y Tepoztlán (Morelos), hay estudios desde los ochenta. No obstante ello, relativamente pocas investigaciones comparativas se han realizado, y menos aún que incluyan a Baja California Sur. Un estudio etnográfico de la relación de residentes norteamericanos, población oriunda y migrantes de otras partes de México en Todos Santos, al sur de la capital de Sudcalifornia, es la obra más completa hasta la fecha (Almada 2006). Un artículo de Topmiller, Conway y Gerber (2011) contiene una descripción de los jubilados de la comunidad de América del Norte de Mulegé, y numerosas otras obras (incluyendo Gámez, 2008; Ganster, Arizpe e Ivanova, 2007) hacen referencia a estas poblaciones. Un estudio más profundo basado en la realización de una encuesta a extranjeros residentes en el estado fue hecho por Lizárraga (2010) en Los Cabos, que comparte los resultados similares que en otras partes del país. En la terminología clásica de los estudios sobre migrantes internacionales, los jubilados son atraídos por el clima, la belleza del paisaje y la cultura, y “expulsados” por los altos costos de vivienda, alimentación y salud en su país de origen. A pesar de que sus recursos económicos no siempre son abundantes, todos los jubilados disfrutan de un mejor nivel de vida en algunos aspectos, en comparación a si se hubieran quedado en casa; al menos en términos del nivel de la vivienda y el acceso a empleados domésticos. Además, por lo general, suelen tener un nivel significativamente más alto de vida que los mexicanos entre los que viven. A pesar de que la actual crisis económica se ha traducido en una fuerte disminución de la inversión en vivienda desde 2008, la 110 tendencia a largo plazo es que la migración continúe hacia el sur, en la península de Baja California y en general en las áreas turísticas costeras a lo largo del Pacífico hasta Panamá. Un estudio realizado por el Instituto de Política Migratoria de Estados Unidos (mpi, 2006: 5-6) identifica varias razones de la importancia de la migración internacional de jubilados. El Instituto estima que entre los años 2000 y 2030 la población de más de 65 años en Estados Unidos se duplicará; adicionalmente, un número creciente de estadounidenses, que se acercan a la edad de jubilación, están preocupados por si van a tener los recursos financieros para sostener su estilo de vida en Estados Unidos a medida que envejecen. En esas condiciones, y por la cercanía geográfica, hay razones para suponer que la migración internacional de retirados seguirá afectando a B.C.S. en los años por venir. Turismo y migración en Baja California Sur El turismo se ha convertido en un sector económico dinámico en todo el mundo; para muchos países ha significado una forma de financiar el déficit comercial y como una fuente de creación de empleo. En particular para las economías pequeñas, y debido a sus desventajas comparativas, el turismo se ha vuelto la oportunidad de beneficiarse de los cambios en las tendencias del mercado turístico, a partir de una revaloración de los recursos naturales, la apertura a la inversión extranjera, y el bajo costo de transporte, por mencionar algunos de los factores (omt, 2012). Se considera que el turismo tiene un impacto positivo a través de la generación de oportunidades de trabajo, entrada de inversión extranjera y desarrollo de vínculos intersectoriales. Sin embargo, por el lado negativo, el papel de las corporaciones multinacionales, 111 la falta de control local sobre los ingresos generados, la demanda de trabajadores poco calificados, los cambios en los patrones tradicionales de producción, el carácter de “enclave” de los lugares turísticos y por lo tanto la dependencia de los mercados extranjeros, así como las economías externas adversas, tales como la contaminación, la sobrepoblación y otros problemas sociales han cuestionado el enfoque armónico que prevalecía respecto al crecimiento del turismo (Tisdell, 2001). Este escenario ilustra las recientes tendencias económicas y sociales en Baja California Sur (B.C.S.), y en particular en Los Cabos, el destino turístico más dinámico en el estado (Gámez y Ángeles, 2010). A pesar de que B.C.S. ha sido tradicionalmente una economía basada en el sector servicios, históricamente se ha integrado a los mercados internacionales a través de las exportaciones de productos generados por actividades extractivas y agrícolas. En la década de los 80, sin embargo, una nueva tendencia inició en México como resultado de un programa del gobierno federal para desarrollar nuevas áreas turísticas. El carácter casi insular de B.C.S., que permite una gran riqueza marina y diversidad biológica terrestre, junto con paisajes valiosos, atrajo la atención nacional y extranjera. Así Los Cabos, una de cinco regiones en el país promovidas en ese programa, recibió enormes cantidades de inversión que se dedicaron a la construcción de infraestructura turística para extranjeros y de altos ingresos. Esto impulsó a B.C.S. como un destino turístico internacional y tuvo impactos positivos localmente, lo que se esperaba se extendería a toda la región tanto por sus efectos en el comercio, bienes raíces y otros sectores relacionados. La creación de empleos (principalmente a través de la construcción y hotelería) ha sido un resultado claro y dado lugar a tasas medias anuales de crecimiento de la población cercanos a 10% durante las últimas dos décadas en Los 112 Cabos, tasas que han sido alimentadas por inmigrantes nacionales y extranjeros (Gámez y Ángeles, 2010); en este último caso, muchos de ellos jubilados. Aunque el crecimiento del turismo tendió a centrarse en el área de Los Cabos (el corredor turístico de 32 kilómetros que une a San José con Cabo San Lucas), nuevos complejos turístico-residenciales se han extendido a lo largo del territorio del estado durante los últimos cinco años. De ello son muestra Loreto (si bien el fomento del turismo en esa ciudad data de la época de Los Cabos) o incluso comunidades rurales como Mulegé y San Ignacio, al norte. El turismo también ha creado presión sobre recursos escasos, como el agua, elevado considerablemente el precio de los bienes raíces, y redirigido el uso tradicional de la tierra en favor de oportunidades en el turismo e inversiones relacionadas con la construcción de segundas residencias, especialmente para ciudadanos estadounidenses. En particular, la compra de propiedades en México por residentes de Estados Unidos, aunque común a lo largo de la frontera México-Estados Unidos, ha alentado en B.C.S. una migración semi-permanente y permanente Norte-Sur (Holguín, 2006). La legislación mexicana dispone de mecanismos para que los extranjeros compren tierras. De éstos, el arreglo legal más común es un contrato de fideicomiso con un administrador, que forzosamente ha de ser un banco mexicano (Troncoso, 2007). Como parte de las disposiciones del tlcan, los bancos de Estados Unidos y otras entidades de crédito han establecido programas de préstamos para financiar la compra de propiedades en México. Puesto que el crédito en México es más caro que en Estados Unidos (las tasas de interés en ese país varían de 3-8%, mientras que en México son 13-20%); esto podría explicar la proliferación de empresas que ofrecen propiedad de la tierra en Baja California Sur para ciudadanos estadounidenses 113 (Microfinance Africa, 2011) y el atractivo que tiene para mudarse a México, considerando el costo de vida más bajo, en comparación con Estados Unidos o Canadá. Estados Unidos es el principal mercado para las exportaciones de B.C.S., así como para los sectores de servicios como el turismo y bienes raíces. Cada vez más, residentes en Estados Unidos que viajan por placer o para decidir establecerse en el estado están cambiando no sólo los patrones demográficos de B.C.S., sino también las interacciones locales sociales y económicas. La pertinencia de examinar el impacto específico de las actividades turísticas en las diferentes regiones en B.C.S. desde una perspectiva económica es alta, pero también lo es en términos de las relaciones sociales que estas actividades económicas han promovido en las comunidades locales (Solari, 2005). El caso anterior es aún más urgente en la medida en que regiones con ecosistemas frágiles, como los oasis de Mulegé y San Ignacio están siendo integrados a proyectos de mega-turismo y segundas residencias, similares a las que existen en el corredor de Los Cabos, Loreto y La Paz. Esta tendencia ha sido motivo de controversia, especialmente ante la desigual oportunidad que tienen las personas y comunidades mexicanas de participar del desarrollo de centros turísticos como Los Cabos y Loreto, pero también lo es en pequeños oasis de la media península. Hasta el momento, aunque los cambios en los patrones de migración norte-sur y el alza de los precios de bienes raíces puede ser fácilmente percibido, se sabe poco sobre cómo se genera este proceso, en gran parte porque no se dispone de información por el lado de la demanda. 114 Clasificación internacional del migrante La estimación del número de migrantes internacionales de jubilados en un país es claramente un primer paso para identificar su impacto pero, desafortunadamente, hay dificultades para hacer una estimación exacta. Dos, básicas, son determinar quién es un residente (en comparación, por ejemplo con un turista) y separar a migrantes jubilados de otros residentes extranjeros. Los censos nacionales distinguen entre residentes y turistas, mediante el establecimiento de una longitud mínima de la estancia en el país para que una persona cuente como residente. Este período mínimo es comprensible pero arbitrario: en México es de seis meses. Esto significa que un jubilado que pasa cinco meses al año viviendo en una comunidad en B.C.S. se considera como turista, aunque otros factores, como que sea propietario de una vivienda indique un alto nivel de compromiso (al menos económico) con la comunidad mexicana. Los migrantes retirados son incluidos en los censos como “Residentes Mexicanos Nacidos en Estados Unidos”. Además de los jubilados, esta categoría incluye a los niños nacidos de ciudadanos mexicanos que residen temporalmente en Estados Unidos en el momento de su nacimiento y que no han sido registrados como mexicanos (Topmiller et al., 2011: 52). De este modo, los censos de población en México (y en otros lugares) no captan con precisión el número y características de las personas a quienes los investigadores designan como jubilados o retirados migrantes internacionales. Incluso entre éstos hay diferencias significativas: algunos residen en México todo el año, con viajes ocasionales de regreso a su país de origen; mientras que otros vienen sólo durante los meses de invierno o salen de México durante la temporada de calor. Algunos verdaderamente se han retirado de todas las actividades económicas; en tanto que otros han dejado su vida 115 laboral en Estados Unidos o Canadá pero para dedicarse a actividades económicas en México, desde la gestión de restaurantes hasta la realización de servicios de impuestos para sus compatriotas. International Community Foundation (Kiy y McEnany, 2010) recientemente encuestó a más de un mil jubilados de Estados Unidos que residen en comunidades costeras mexicanas. Un tercio de ellos lo hacía en B.C.S. Entre los encuestados, más de la mitad de jubilados tenía una edad menor a 65 años y un alto nivel educativo; dos tercios con título universitario y casi un tercio con título de maestría o superior. Casi la mitad reportó que tenían al menos un nivel intermedio de dominio del español y 77% informó que eran propietarios de una casa en México. Integración: el lenguaje y el espacio social Aunque los jubilados norteamericanos desean vivir en un ambiente cultural mexicano también crean sus propias redes sociales, lo que les impide establecer relaciones fuera de esas redes, es decir, con los mexicanos. Esto es muy característico de los inmigrantes en general, especialmente de aquellos en edad adulta que no llegan con sus familias, o son parejas casadas o personas solteras que han dejado a sus hijos o parientes en su país de origen. Sus hijos son adultos que probablemente viven de forma independiente, con sus propios descendientes. Esta situación contrasta con la de los inmigrantes con hijos menores de edad. Tener hijos pequeños inevitablemente pone a una familia de inmigrantes en contacto con las instituciones locales, las escuelas en particular y las redes sociales. Los niños inmigrantes aprenden los idiomas locales de forma rápida y con frecuencia sirven de enlace o traductores entre sus padres y la sociedad receptora. 116 Estos fenómenos, comunes en otras situaciones de migración, están ausentes aquí. Los migrantes jubilados tienen mucho menos acceso a las redes sociales fuera de la comunidad migrante, especialmente cuando su conocimiento de la lengua es deficiente, situación que ocurre frecuentemente. Stokes (1980, 1991) observó que los jubilados estadounidenses que estudió han tenido que hacer frente a su diferente estatus en tres ámbitos: el marco jurídico/político, en el que consideraban que su estatus era bajo; el económico, donde es alto; y el social, que dependía de la condición social de los mexicanos con los que interactuaban. En el trato con los empleados domésticos la falta de fluidez era un inconveniente, pero en la negociación de los asuntos oficiales se trataba de una grave vulnerabilidad. Stokes (1981: 166-178) proponía como hipótesis que los jubilados estadounidenses que estudió se resistían a ser bilingües, porque hablar sólo inglés reflejaba (en su propia percepción) su superioridad cultural sobre los mexicanos más pobres con los que interactuaban, y les permitía evitar contacto con las élites mexicanas, donde su sentido de superioridad cultural podía peligrar. El etnocentrismo descrito por Stokes, en el que los jubilados creen que su propia forma de vida y valores son superiores, es una característica cultural frecuente, que no necesariamente ha de mover a sorpresa o ser siquiera necesariamente preocupante. Si un grupo de refugiados procedentes de, por ejemplo, el sudeste de Asia, se establecieran en La Paz, sin duda también desplegarían algunas actitudes etnocéntricas, especialmente durante su adaptación a las costumbres mexicanas. Es probable que los miembros mayores de las familias de refugiados fueran más etnocéntricas que sus hijos y nietos, particularmente si los niños establecen más vínculos con la población local y adoptan ideas de lo que es aceptable y da prestigio. Ciertamente, hay mexicanos en Estados Unidos que asumen que las maneras 117 mexicanas son mejores que las de Estados Unidos. El problema con el etnocentrismo de los jubilados migrantes internacionales es que su poder económico les permite desplegar su etnocentrismo desde una posición de poder en la sociedad receptora. El tamaño de la comunidad de jubilados y la segregación residencial son factores que pueden determinar la voluntad de aprender el español y el grado en que los migrantes jubilados pueden involucrarse socialmente con los mexicanos. En una comunidad grande de expatriados18 los migrantes retirados solteros son más propensos a buscar redes sociales para tener compañía y ayuda en su vida en México. Donde la gente vive en étnicamente (y por tanto lingüísticamente) vecindarios segregados, la frecuencia de las interacciones en inglés se incrementa. Una de las características de las comunidades de jubilados expatriados en México es su apertura a los recién llegados (Migration Policy Institute 2006: 60). A los jubilados que desean trasladarse a México, en general, no les faltan compañeros en la misma situación que están dispuestos a ayudarles a adaptarse Esto es evidente no sólo por los comentarios de los jubilados mismos, sino por el gran número de sitios web, blogs y periódicos en lengua inglesa orientadas a ellos. Dado que estos recursos esenciales están disponibles en inglés, los migrantes jubilados sienten que tienen poca necesidad de recurrir al español para obtener información. A la vez, al no entender los programas de televisión y radio y periódicos en español no tienen acceso directo a los puntos de vista y experiencias mexicanas, incluyendo aquéllos sobre los propios migrantes internacionales. Kiy y McEnany (2010) notan: 18 Empleamos aquí este término para referirnos a jubilados que han establecido una residencia fuera de su país. 118 Debido al interés de los jubilados de Estados Unidos en el establecimiento de un sentido de comunidad en su hogar “adoptado”, crean redes sociales propias que crecen en tamaño y fuerza con el tiempo. Ceremonias religiosas en inglés, juegos de Bingo (en lugar de la lotería mexicana), y sitios de reunión de habla inglesa como restaurantes y cafés han ganado popularidad en comunidades de jubilados más establecidas, como Mazatlán y Puerto Vallarta. Periódicos de habla inglesa, revistas, listas de internet y sitios web también son comunes en todas las comunidades costeras de México. Estas interacciones cómodas y culturalmente familiares hacen que sea difícil para los jubilados acercarse a sus vecinos mexicanos, restringiendo aún más el potencial de integración social. El Instituto de Política Migratoria (Migration Policy Institute, 2006: 9) señala que numerosos estudios en Estados Unidos y Europa han indicado que la capacidad de los migrantes por jubilación para hablar los idiomas locales es baja, y que también lo es su participación en las organizaciones locales. La fluidez en el lenguaje no sólo permite a los migrantes la mejor y mayor interacción cotidiana, como ir de compras, lidiar con funcionarios (como los agentes de inmigración) y establecer relaciones con personas locales, incluyendo amistades fuera del círculo de su lengua materna. Stokes (1980) encontró que los jubilados de América del Norte en el Lago de Chapala, con un mínimo de español, ocupan a otros jubilados y algunos mexicanos bilingües para proporcionarles información y ayuda para tratar con las autoridades mexicanas. Estos jubilados, por supuesto, no tenían acceso a medios de comunicación mexicanos, y su fuente de información sobre los eventos en México se basaba en los periódicos estadounidenses o en inglés. 119 La motivación para aprender español puede disminuir, cuando la vida de los migrantes en una comunidad grande de habla inglesa es resuelta por los residentes bilingües, que ayudan a los hablantes monolingües en sus interacciones con mexicanos monolingües. Al mismo tiempo, la incapacidad de hablar español tiende a aumentar la separación de la comunidad de expatriados, como han indicado investigaciones sobre jubilados británicos en España. Por otro lado, una mayor capacidad lingüística ha sido asociada con un mayor bienestar para los jubilados (Banks, 2004: 363). Varios estudios indican que los inmigrantes que hablan español y se consideran mejor integrados en la comunidad mexicana menosprecian a los demás que ni siquiera aspiran a aprender el idioma nacional. En su estudio sobre los jubilados migrantes en México y Panamá, el Instituto de Política Migratoria (Migration Policy Institute, 2006: 58) observó que: … en ocasiones había una tensión notable en los grupos de jubilados que podía hablar español y los que no podían. Algunos de los que hablaban español señalaban que otros jubilados no tenían interés en aprender el idioma. Sin embargo, aquellos que no hablaban español describían la dificultad de aprender el idioma y se disculpaban por no saber español. En la amplia comunidad de jubilados de San Miguel de Allende, Guanajuato, a más largo plazo de los jubilados residentes describieron a los recién llegados en términos negativos. En grupos focales, un jubilado los caracterizaba de esta manera: ‘Muchos americanos nuevos están… llegando. No se toman el tiempo para aprender el idioma... No están interesados en la cultura. Se trata de un enclave norteamericano.’ 120 Otro dijo: Debido al desarrollo de San Miguel, la gente viene aquí con la idea de vivir en los suburbios y a practicar el golf, nunca habían pensado en venir aquí antes, y no son el tipo de personas que valoran la cultura y quieren integrarse y aprender el idioma (Migration Policy Institute, 2006: 59). Investigación entre los migrantes de jubilación, en la zona del Lago de Chapala en Jalisco, mostró una tendencia similar. A más largo plazo, los inmigrantes jubilados (que se habían retirado a una edad más temprana y más activa que los recién llegados) se referían a un grupo de jubilados post-tlcan como quienes “importaban su estilo de vida” en lugar de adaptarse a uno mexicano (o cuasi-México). Truly (2002: 273) describe a los nuevos inmigrantes de la siguiente manera: El grupo de los nuevos inmigrantes no es tan móvil como los grupos tradicionales y visitó la zona muchas menos veces antes de establecerse en el área que los migrantes tradicionales... La característica más llamativa del nuevo grupo fue su falta de participación económica y social en la comunidad local. Por el contrario [los migrantes] jubilados anteriores eran más activos en organizaciones benéficas locales, tenía más amigos mexicanos que los nuevos inmigrantes, y apoyaban a las empresas locales a diferencia de los nuevos inmigrantes que fueron particularmente aficionados a las franquicias multinacionales (por ejemplo, WalMart)... [E]n general, el análisis sugiere que los nuevos inmigrantes prefieren menos interacción con la cultura local y la comunidad, 121 lo que contrasta marcadamente con los [anteriores] migrantes que habían optado por aceptar o adaptarse a la vida en México. La preocupación de Truly (2002: 273) era que el nuevo tipo de migrante alteraría radicalmente la dinámica de la comunidad de expatriados en el Lago de Chapala. Los encuestados que respondieron a Kiy y de McEnany (2010) estaban preocupados por el desarrollo de una comunidad de expatriados demasiado americana: … el ambiente que se respira en las pequeñas poblaciones y la cultura de las comunidades costeras es una parte sumamente importante del por qué nuestros encuestados adquirieron una propiedad para establecerse. Los encuestados no buscaron recrear una comunidad de retiro típica como las que se encuentran en los EE. UU., por lo que podrían decidir dejar México si su comunidad “adoptiva” empezara a evolucionar en esa dirección. Estos recuentos de diversas fuentes sugieren que la preferencia por radicar en México no necesariamente se relaciona con el ambiente cultural mexicano. Debido a la mayor disponibilidad de servicios y productos a los que los norteamericanos están acostumbrados en sus propios países, los propios jubilados temen que lleguen inmigrantes aún más desligados de una participación activa con las comunidades de mexicanos. El acceso a conexiones a internet, como el correo electrónico y Skype, facilita lo anterior en la medida que favorece el tener medios de comunicación sencillos y baratos con familiares y amigos en el país de origen. En contraste con lo anterior, quienes inmigraron antes de existir esas facilidades tuvieron que equilibrar su deseo de vivir en una 122 comunidad mexicana con la pérdida de algunos bienes y servicios a los que estaban acostumbrados en casa. En tanto más pueda ser replicado el ambiente del país de origen, menor es la conexión que tienen jubilados migrantes con su nueva localidad. Los jubilados migrantes internacionales tienden a considerarse como aventureros y abiertos a otras culturas, y de hecho es muy probable que así sea cuando se comparan con otros jubilados que no han optado por establecerse en un país diferente. Si las comunidades de retirados en México llegaran a ser similares a las comunidades mexicanas en Estados Unidos, esto probablemente atraería a jubilados menos aventureros. Integración: participación con la comunidad mexicana Debido a las necesidades de los inmigrantes jubilados y, especialmente, por su más alto poder adquisitivo, la mayoría de sus relaciones con los mexicanos tiende a ser de servicio, ya sea como empleados en sus casas o prestando servicios ocasionales. La interacción principal de la mayoría de los jubilados migrantes en México con la población local es con las personas que trabajan para ellos en los alrededores de sus hogares. Una jubilada entrevistada por Banks (2004: 371) describía a su empleada doméstica como “una ‘buena’ amiga”, y porque habían tenido viajes de turismo religioso en autobús junto a otros mexicanos. Pero resultó que la jubilada había pagado el pasaje a la empleada y ésta sirvió como guía turístico, debido a la falta de conocimiento del español por parte de su empleadora. Lo que se percibe como una amistad era en realidad una extensión de la relación empleador-empleado. Si la comunidad de expatriados es lo bastante grande, las personas migrantes encuentran relaciones sociales suficientemente 123 satisfactorias entre los compañeros jubilados con los que la comparten. Participar en la amistad con los mexicanos en pie de igualdad requiere una inversión mucho mayor en la adquisición de competencias lingüísticas, aceptar las diferencias culturales, y experimentar la vulnerabilidad de cometer errores sociales. En su investigación en la región del Lago de Chapala, Banks (2004) analizó las narrativas de los jubilados de su vida en México. Los entrevistados afirmaron tener amistad con los mexicanos, pero que estas amistades eran más bien superficiales. Los estadounidenses describían a los mexicanos como amistosos, pero tan involucrados con sus familias que relaciones estrechas con los expatriados no eran posibles. En su análisis, Banks (2004: 374) señala que los retirados perciben como impenetrable a la sociedad mexicana, que les quita la responsabilidad de crear una relación estrecha, y refuerza la idea de que la amabilidad y atención de los mexicanos son sentimientos y actos no profundos. Cuando los jubilados se refieren a su participación en la comunidad mexicana en la que viven, a menudo lo hacen como una labor filantrópica (Stokes, 1991: 176-177). Esto puede ser en el nivel personal, como cuando se ofrece dinero a la empleada doméstica para que envíe a sus hijos a la escuela. Frecuentemente la filantropía se ha institucionalizado y se explica como una manera de retribuir a la comunidad mexicana. Un patrón común es que estas actividades filantrópicas sean organizadas por los propios jubilados, con la participación formal y simbólica de mexicanos (Stokes, 1980: 91). Una cuestión importante es el grado en que se realiza la asignación de fondos por los jubilados o los miembros de la comunidad mexicana. Así, mientras que los jubilados, sin duda, retribuyen a sus comunidades a través de estas actividades, no está claro hasta qué punto su trabajo filantrópico los integra en las redes sociales de las comunidades mexicanas. Por otra parte, estas actividades refuerzan 124 inevitablemente la imagen pública del mayor poder económico de los jubilados extranjeros, lo que puede influir en su percepción de sí mismos como culturalmente superiores. La diversidad entre las comunidades de jubilados inmigrantes Sería un error pensar que todos los jubilados y las comunidades de expatriados estadounidenses son similares. Las dos mayores comunidades que se han estudiado, en San Miguel de Allende y en el Lago de Chapala, son más grandes y tienen una historia más larga que cualquier otra comunidad de expatriados en B.C.S. Para dar una idea de la diversidad de estas últimas comunidades, describiremos brevemente dos de ellas en B.C.S., las de Mulegé y Todos Santos, ciudades que son importantes oasis históricos. Mucha de la información sobre estos dos lugares se pueden encontrar en Topmiller et al. (2011) y Almada (2006). También hay una referencia a Los Cabos, donde se encuentra casi 50% de la población extranjera residente en B.C.S. (Lizárraga, 2010). Heroica Mulegé es una ciudad de alrededor de 3,800 personas en la costa del Golfo de California, en el municipio de Mulegé. Siguiendo a Topmiller et al., oficialmente el gobierno mexicano reportó una población residente nacida en el extranjero de menos de 200 personas en el año 2000, pero los extranjeros residentes indican que la población de la ciudad se incrementa en más de un mil durante el apogeo de la temporada turística. Tanto la población y la pequeña infraestructura turística de Mulegé se han mantenido relativamente estables durante varias décadas, a diferencia de otros destinos, especialmente Los Cabos. Mulegé es relativamente remota, por lo 125 general un viaje de dos días desde la frontera con California y dos horas del aeropuerto más cercano a Loreto. Las principales actividades para el residente jubilado en Mulegé se relacionan con el mar: la pesca y las playas de la cercana Bahía de Concepción. Mulegé ofrece un ambiente de pueblo pequeño y los bajos precios de bienes raíces en comparación con los destinos costeros de más al sur lo hacen atractivo; pero tiene pocos servicios para los residentes norteamericanos, en cuanto a la obtención de los productos a que están acostumbrados o a servicios de salud especializados. El hospital más próximo se encuentra en Loreto, Ciudad Constitución y La Paz, a muchas horas por tierra hacia el sur. La falta de servicios de salud, sin duda, ha llevado a que los jubilados dejen Mulegé en la medida en que se deteriora su salud con la edad. No hay grandes tiendas al por menor en la región. Apenas en la última década es que Mulegé cuenta con servicios bancarios. La comunidad de jubilados migrantes en Mulegé parece caer en el mismo tipo de espectro reportado en San Miguel de Allende y Lago de Chapala, como se decía, dos comunidades mucho más grandes. Algunos de los emigrantes jubilados hablan español con fluidez y están bien integrados en la comunidad mulegina. Otros viven en comunidades separadas: una en un pequeño enclave al norte del río Mulegé y dos más en zonas residenciales al sur del río Mulegé. Los jubilados residentes que hablan poco español y tienen muy poca relación con la comunidad mexicana son los más propensos a vivir al sur del río; también son más propensos a ser residentes estacionales. Aunque Mulegé está en la costa no tiene una playa atractiva, por lo que las exclusivas viviendas de los jubilados se asientan junto al río Mulegé y no en el centro del poblado. Esto implica que no han desplazado a los residentes mexicanos como ocurre en otras localidades, pues las márgenes del río no solían ser espacios residenciales 126 hasta que llegaron los extranjeros. La razón de esto es que son zonas de inundación: Mulegé se ha inundado tres veces por los huracanes y una tormenta tropical, en 2006, 2008 y 2009 y esto causó que muchos jubilados se desanimaran y abandonaran sus hogares, especialmente los del sur del río, donde se sintieron los efectos más fuertemente. La comunidad de retirados expatriados se enorgullece de sus actividades filantrópicas que realizan con acciones personales y voluntariado, a través del Club Rotario Internacional que apoya a un dispensario médico/dental en la ciudad, y de una variedad de grupos locales, tales como Los Amigos de los Niños. Un torneo de pesca anual, organizado por los estadounidenses recauda fondos para el Departamento de Bomberos y otras causas. También hay cada año un “chile bake-off”, competencia celebrada en la plaza del pueblo para recaudar fondos para la caridad. Es ésta la única ocasión durante el año en que la comunidad de expatriados se hace presente en el espacio público mexicano. La participación es mayoritariamente de extranjeros, aunque muleginos participan tanto como concursantes como consumidores. Por su parte, Todos Santos, en el municipio de La Paz, es un poco más grande que la población de Mulegé con alrededor de 5 mil habitantes. Almada (2006: 275) estima que cerca de un mil (o 20%) de ellos son extranjeros. Todos Santos no está tan aislado como Mulegé: se llega a la ciudad a menos de una hora desde La Paz y Cabo San Lucas. Su costa junto al Océano Pacífico le da un clima más moderado que Mulegé, especialmente en invierno. La participación de la comunidad de expatriados en Todos Santos es muy distinta de la de Mulegé, empezando por su visibilidad. A diferencia de Mulegé, el centro de Todos Santos ha sido transformado por los extranjeros en una comunidad de artistas. El “padre fundador” de la comunidad 127 de expatriados en Todos Santos fue Charles Stewart, un artista estadounidense que compró una casa en el centro de la ciudad en 1983. Su movimiento atrajo a otros que también compraron casas y establecieron galerías en el centro histórico de la ciudad. Este “núcleo” difícilmente puede ser descrito como una comunidad de retirados, ya que se trasladaron a México a realizar actividades económicas. Lo que han hecho es crear un ambiente cómodo para los jubilados norteamericanos, que han construido sus viviendas en la zona costera al oeste de la ciudad. Todos Santos fue designado como “Pueblo Mágico” por la Secretaría de Turismo en 2006, como estrategia para atraer más visitantes. Llegar al pueblo es fácil desde Los Cabos y La Paz, y esto atrae a un flujo constante de turistas de día. Dos eventos importantes son el Historic Home Tour, que recauda fondos para los bomberos, y la Sociedad de la Palapa (The Palapa Society), un grupo sin fines de lucro con la participación de gran parte de expatriados. La Sociedad de la Palapa también recauda fondos a partir de un festival de música para fines educativos. La remodelación de edificios históricos por parte de extranjeros se ha traducido en tensión por el patrimonio histórico de la ciudad. Para los extranjeros la historia del pueblo reside en sus edificios, y se consideran los salvadores de este patrimonio a través de la “restauración” de las casas, en un estilo que es claramente más estadounidense que mexicano. Para los todosanteños, el patrimonio de la ciudad se conserva en la memoria de sus familiares y en las casas de sus antepasados que ahora están ocupadas por los recién llegados. Así, el Todos Santos restaurado es más “históricamente mexicano” para un norteamericano que para los locales. A diferencia de Mulegé, donde la comunidad extranjera ocupa el espacio público mexicano una vez al año, en Todos Santos hay un conflicto sobre 128 quién define y controla la identidad histórica de la ciudad. A pesar de que la comunidad de expatriados tiene poco poder político o jurídico, sus ventajas económicas le han permitido imponer su visión de Todos Santos, por lo menos en parte del centro de la ciudad, la que atrae a la industria turística. Al igual que en Mulegé, la afiliación al Club Rotario se ha convertido en un espacio en el que extranjeros y población local coexisten (Almada 2006: 252). Es seguro que el impacto de la migración internacional de retirados seguirá siendo mayor en Todos Santos que en Mulegé, por el más fácil acceso que se tiene ahí al transporte aéreo y a los bienes y servicios (desde La Paz y Los Cabos), así como a propiedades con vista al mar y un clima más templado. Con relación a Los Cabos, la región turística y destino de inversión inmobiliaria más importante en Baja California Sur, en una encuesta a inmigrantes extranjeros Lizárraga encontró que 61% de ellos eran dueños de la casa en donde vivían —valorada en 350 mil dólares estadounidenses (usd) o más— y 53% tenía un alto nivel educativo (preparatoria o universidad); tendían a vivir en comunidades cerradas por la orilla del mar, expresaban poco o nulo interés en la interacción con la comunidad local y disfrutaban de un mayor ingreso económico en comparación con los pobladores locales (25% ganaba 2,500 dólares o más por mes, mientras que 20% percibía más de 6 mil usd), lo que les permitía gastar cerca de 2 mil dólares al mes en bienes de consumo y servicios. El clima, la cultura local y la economía fueron las tres razones principales para vivir su etapa de retiro en México (Lizárraga, 2010). La presencia de los jubilados ha sido señalada como una oportunidad para financiar obras sociales y se han ideado mecanismos para fomentar las relaciones entre las comunidades de extranjeros con los grupos desfavorecidos de la sociedad de Los Cabos (cie, 2006). 129 Al igual que con el turismo en la región, la inmigración internacional ha tenido importantes efectos sociales y ambientales en Los Cabos y otros lugares en Baja California Sur. Uno de estos aspectos se relaciona con el crecimiento inmobiliario que, sin duda, ha significado una fuente de ingresos para los lugareños que vendieron sus tierras, pero que es manejado principalmente por extranjeros, que tienen las habilidades de negociación y comunicación para hacer que los compradores se sientan cómodos. Por otro lado, precios de la tierra desproporcionados, alentados por un mercado que se dirige a extranjeros, han auspiciado tal especulación con los precios de la tierra, que los locales no pueden permitirse pagar viviendas junto al mar. Además de esa apropiación privada de los recursos paisajísticos y de otros muy escasos, como el agua, la polarización social se ha traducido en una forma de subordinación económica. Esto es así, no sólo por el establecimiento de relaciones de trabajo en el que la población mexicana provee de servicios básicos, tales como jardinería, limpieza, entre otros, sino también por el desarrollo de actitudes sociales a partir de ese tipo de relación laboral, que en mucho se basa en la supuesta superioridad de la cultura de Estados Unidos (Almada, 2006; Holguín, 2004). A diferencia de otras comunidades de jubilados en México, en Los Cabos el español no es una herramienta necesaria para la comunicación. La orientación hacia el turismo extranjero y un mercado de bienes raíces en dólares ha propiciado el establecimiento de cadenas comerciales estadounidenses, como Costco, City Club y Sam’s que ofrecen mercancías a las que están acostumbrados; además de que los empleados de restaurantes y bares hablan inglés. Así, no hay incentivos para aprender español a efecto de realizar actividades cotidianas en la localidad como el abastecimiento de alimentos o diversión. Sin embargo, para muchos resulta difícil lidiar con asuntos legales 130 o procedimientos administrativos como, por ejemplo, el pago de impuestos o de servicios. Algunas empresas, la mayoría dirigidas por extranjeros, atienden estas necesidades, aunque se han propuesto canales directos de comunicación con las instancias de gobierno, y se han adoptado medidas para facilitar sus relaciones con las autoridades locales (El Informador de Baja California Sur, 2012). Consideraciones finales Al presente, no existen políticas claras para integrar a los extranjeros, turistas o inmigrantes a la sociedad sudcaliforniana. Aunque existen escuelas privadas para aprender español, no hay una política explícita para que la cultura local sea parte de su vida. En Los Cabos, esta situación se puede explicar por la novedad y origen de la ciudad; si bien es el resultado de un proceso de ya tres décadas, Los Cabos respondió a un modelo de creación instantánea que se basaba en el paisaje, y tenía como mercado objetivo a uno que no buscaba la integración con lo local. Por el contrario, como se puede observar en localidades más pequeñas, como Mulegé, el aislamiento es preciado para muchos jubilados y su necesidad de gregarismo se resuelve a través de sus asociaciones con otros retirados. Indudablemente se requiere más investigación para comprender de mejor manera las relaciones sociales con los inmigrantes internacionales en Baja California Sur, y reducir la brecha social entre ellos y las comunidades locales. Sin embargo, ya hay estudios que muestran una visión general, y a veces particular, de sus percepciones y expectativas sobre su vida en México y los mexicanos. Dado que es muy probable que su presencia en el país y en el estado continúe, es deseable entablar una mejor comunicación. Los inmigrantes 131 extranjeros oficialmente representan una pequeña proporción de la población en Baja California Sur (3.8%), pero la vida cotidiana demuestra lo contrario. Los beneficios de tener una sociedad diversa pero comunicada son muchos en términos de seguridad, capital humano y social, conservación del medio ambiente y equidad social y económica. Pero esto implica un programa de política deliberada de integración que también incluya a la población local, y ciertamente a los miles de mexicanos que anualmente llegan al estado en la búsqueda de una vida mejor. 132 Referencias Almada, R. (2006). Juntos, pero No revueltos. Multiculturalidad e identidad en Todos Santos, B.C.S., ciesas, El Colegio de Michoacán y Universidad Autónoma de Baja California Sur. Appleyard, Reginald T. (1991). “South-North Migration”, International Migration Review, 25 (3), The Center for Migration Studies, New York. Banks, Stephen P. (2004). “Identity narratives by American and Canadian retirees in Mexico”, Journal of Cross-Cultural Gerontology, 19: 361–381. El Informador de Baja California Sur (2012). Se reúne Alberto Treviño con extranjeros radicados en B.C.S., Cabo San Lucas, B.C.S., http://informadorbcs.com/local/se-reune-alberto-trevinocon-extranjeros-radicados-en-bcs/ (27 junio 2012). Gámez, Alba E. (2008, ed.). 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Gámez y Vania Castro R amos Introducción En pleno crecimiento en la década de los ochenta, el centro turístico integralmente planeado (ctip) de Los Cabos, en Baja California Sur, México, es uno de los ejemplos más recientes del turismo llamado “sol y playa” (García Villa, 1992; fonatur, 2011), modelo que se reprodujo mundialmente desde la posguerra. La cercanía con Estados Unidos y, por extensión con Canadá, ha conformado el perfil de los turistas que visitan la media península. Aunque no automáticamente, esto también ha marcado el éxito del destino y el subsecuente crecimiento poblacional sobre la costa entre los pueblos de Cabo San Lucas y de San José del Cabo, hoy reunidos por un corredor hotelero de 32 kilómetros que forma el ctip cabeño. La necesidad de mano de obra para la construcción de los resorts y la atención a los turistas ha significado un rápido incremento de la población inmigrante. Entre ésta, es de notar el alto componente de población obrera, mucha de ella indígena; de una clase media nacional, más calificada para el servicio directo con turistas; así como de contingentes de población norteamericana residente en Los Cabos (Gerber, 2007). 137 Como se indicaba anteriormente, que el ctip tenga como eje de su existencia a los visitantes extranjeros (la primera lengua de comunicación con los extranjeros es el inglés y una moneda común de intercambio es el dólar de Estados Unidos, incluso entre la población local) ha conferido un rol central a la reproducción de costumbres de consumo de ese país. Sin embargo, a la par, se ha gestado una amplia diversidad cultural que es escasamente reconocida y menos aún promovida. La llamada cultura local ha cambiado pero hacia una esfera de indefinición que hace común el decir que no existe cultura; paradójicamente, podría decirse que tampoco los locales perciben el turismo como un objeto de disfrute, de uso social, pese a que lo crean con su trabajo cotidianamente. Es así, que la cultura, entendida como el total de rasgos distintivos espirituales, materiales, intelectuales y emocionales que caracterizan a una sociedad o grupo social, y que integra las artes y las letras, los modos de vida, los derechos fundamentales del ser humano, los sistemas de valores, las tradiciones y las costumbres (conaculta, s/f), ha quedado fuera de las consideraciones de política a la hora de implementar el turismo en Los Cabos. Basada en un significativo impulso público y privado a la inversión en el turismo y de servicios vinculados a ese sector, la región de Los Cabos ha experimentado un notable crecimiento económico y poblacional desde su integración al proyecto de centros turísticos, integralmente planeados del gobierno federal a fines de los sesenta. En 1982 se creó el municipio de Los Cabos a partir de su separación del municipio de La Paz, y desde entonces las estadísticas demográficas y turísticas para la zona muestran el relevante papel que ha tenido esta región en la integración de la entidad con el exterior. En términos absolutos, de recibir unos pocos cientos de visitantes en la década de los setenta, los datos de afluencia sobrepasaron el millón de turistas en años recientes, demanda que es atendida con 138 una oferta hotelera de lujo creciente, acompañada de un dinámico sector de bienes inmuebles. Por su parte, el crecimiento de la población ha ido en paralelo al despegue turístico de Los Cabos. En 1970 habitaban la media península 128,019 personas, lo que reflejó un crecimiento de poco más de 36 por ciento con relación a la década previa. El aumento posterior de la población sudcaliforniana en mucho respondió al establecimiento de nuevos asentamientos en la zona de Los Cabos, al amparo del crecimiento de la industria turística y sectores relacionados. Así, en 1990, la población cabeña era de 43,920 habitantes (14 por ciento del total estatal), en 2000, de 105,469 (25 por ciento) y en 2010, de 238,487 personas (37.4 por ciento); este último dato significó una tasa de crecimiento media anual durante 2000-2005 de 8.1 por ciento (inegi, 2006). Los datos para 2010 señalaron una concentración de 238,487 habitantes o 37.4 por ciento del total estatal (inegi 2011), lo que muestra tasas de crecimiento promedio de 9 por ciento anual en el último quinquenio, y de 12.6 por ciento por año si se toma la última década. Así, la inmigración ha sido determinante en el crecimiento poblacional, particularmente en la zona sur. A mediados de la década pasada, los flujos migratorios que arribaban a Los Cabos provenían principalmente de Sinaloa, Guerrero y del estado de México (inegi, 2006: 3); sin embargo, es de notar también la presencia de extranjeros, principalmente provenientes de Estados Unidos, como residentes semipermanentes (Sherrer, 2009) como parte de una tendencia creciente en algunas zonas de México. Como resultado, se ha generado una formación social distinta del resto del país, pero común a los ctips de México. Los Cabos se han convertido en un centro esencialmente laboral para los primeros y en uno de recreo o de segunda residencia para los segundos, y esto ha significado una 139 desigual apropiación de recursos escasos y del espacio geográfico (entre nacionales y extranjeros, entre turismo y otros sectores). Falta aún mucho por investigar en términos de las implicaciones sociales de la situación anterior pero es claro que, aunque existe un grupo de ingreso intermedio, grandes áreas marginadas coexisten con otras centradas en el consumo suntuario de bienes y servicios (Gámez y Ángeles, 2010). Un ejemplo relativamente reciente de los resultados del rápido crecimiento económico y la polarización social en Los Cabos es la evaluación que hizo la organización International Community Foundation de las necesidades de financiamiento en el área social (icf, 2006). Si la planeación de la infraestructura pública y social está rezagada con relación a las necesidades de una población creciente, no es de sorprender que sea mayor la brecha en el ámbito de la superestructura; esto es, de la atención a las manifestaciones y necesidades culturales. Un paso hacia la atención de esa brecha se dio en el año 2010, marco de las conmemoraciones de la independencia (1810) y revolución (1910) en México, que representó una oportunidad particular para la (re) valoración del patrimonio nacional. En Baja California Sur, los recursos federales para los festejos se invirtieron casi íntegramente en la construcción del Pabellón Cultural de la República Nabor García Aguirre en la marina de Cabo San Lucas. Esta ciudad, corazón del ctip de Los Cabos, ha enfocado sus actividades turísticas alrededor de la playa y la vida nocturna. El proyecto original consta de salas de exposiciones permanentes y temporales para exhibir el patrimonio natural y cultural de Baja California Sur y de México. El proyecto del Pabellón busca resarcir una falta notable en el desarrollo turístico tradicional de la región. El anterior presidente de ese municipio sudcaliforniano, Luis Armando Díaz, exponía su propósito en los siguientes términos (Live from Cabo, 2008): 140 Queremos a través del arte y la cultura hacerle frente al creciente problema de la desintegración social que impacta en forma negativa a una parte de nuestra sociedad. Buscamos que el Pabellón Cultural de la República se convierta en un organizador de avanzada de la sociedad cabeña capaz de revertir problemas sociales que hoy nos aquejan. Asimismo queremos que sea un excelente receptor del turismo, en el que los visitantes encontrarán una importante oferta de arte y cultura nacional y local. Del proyecto original sólo se construyó la mitad referente a los foros; aún así tiene un potencial internacional para la realización de espectáculos. Fue abierto al público en 2011 y el gobierno del estado trasladó su operación al Ayuntamiento de Los Cabos. Desde su apertura ha carecido de un presupuesto asignado y se encuentra adscrito a la Dirección de Cultura y Acción Cívica del municipio. La necesidad de una política cultural para un uso social del turismo en Los Cabos Como se ha indicado, el tipo de turismo que se desarrolla en Cabo San Lucas es esencialmente de lujo, que se complementa con el llamado turismo de aventura; si bien en algunos casos se ofrecen alternativas dentro del turismo cultural. Así, a efecto de tener una mejor idea de la oferta de turismo cultural en Cabo San Lucas, se efectuaron entrevistas a personas y empresas del medio turístico. En particular, se eligió a seis compañías turísticas que operan en la región, de las más conocidas en el destino, que ofrecen actividades culturales como parte de sus productos. La información siguiente 141 proviene de la revisión de las páginas de internet de estas compañías, realizada en octubre de 2011. 1. Rancho Tours. Es una operadora de paseos establecida en Cabo San Lucas desde 1997 y se especializa en la parte sur del estado de Baja California Sur, incluyendo el área de Los Cabos y otros lugares más al norte. Hasta el momento, Rancho Tours cuenta con 11 paseos diferentes: Paseo Explora Los Cabos, Paseo de Cabo San Lucas, Paseo Pueblo Mágico Todos Santos, Paseo a La Paz, Esnorqueleo por el Arco, Paseo por Land’s End, Lancha Fondo de Cristal, Paseo Avistamiento de ballenas y en 2009 iniciaron el “Paseo de Pueblos Escondidos” y el Paseo de “San José de Lujo”. 2. Transcabo. Fundada en diciembre de 1997 en San José del Cabo con la visión de proveer transportación terrestre y servicios de primera clase en el área de Los Cabos. Actualmente cuenta con 40 tours y actividades para ofrecer al turista. 3. Olympus. Es una de las más grandes operadoras en México. En octubre de 1994 abrió sus puertas en Cancún, México. Olympus Tours opera en las principales playas de México y cuenta con 18 tours y actividades en Cabo San Lucas. 4. cta. Cabo Travelers Advisors (cta) es un líder reconocido en viajes de lujo, ofrece una variedad de servicios, tales como actividades, eventos espectaculares, transportación, servicios de villa privados y programas de bienestar para grupos y clientes exigentes. cta ha estado en operaciones durante casi una década y tiene oficinas sólidas y experimentadas en servicios turísticos. cta cuenta con 15 tours y actividades turísticas. 5. Panchito Tours. Es una empresa que ha participado en el desarrollo de la industria turística de Los Cabos durante los últimos 17 años. De acuerdo a la promoción de la empresa, esa experiencia 142 le permite estar a la vanguardia en los cambios que el destino presenta. Actualmente cuenta con 4 paseos turísticos. 6. Terramar. esta compañía se denomina la empresa líder de servicios turísticos en el destino y cuenta con 16 años de experiencia. Tiene diferentes divisiones, según el tipo de servicio que se requiera. Para paseos turísticos, su división es Baja Outback, y ofrece 15 opciones. De estas seis compañías, solamente Panchito Tours no incluye las actividades culturales en sus servicios. Las demás ofrecen por lo menos una actividad cultural, que consiste en un paseo por la ciudad. Este paseo se ofrece solamente en Cabo San Lucas y San José del Cabo. Las visitas culturales se realizan en diferentes lugares, como la fábrica de vidrio, la misión de San José del Cabo, galerías de pintura y escultura, artesanías, tiendas de ropa mexicana típica y contemporánea, el mercado de Cabo San Lucas, el Palacio de Gobierno en San José del Cabo y la primera empacadora de atún (aunque no todas las compañías pasan por este último punto). Todas estas compañías manejan sus precios en dólares, la mayoría tiene sitio de internet por lo menos en inglés, y algunas en español e inglés. A continuación, se presenta un cuadro que resume el número de actividades que ofrece cada compañía, el número de actividades culturales, lengua que utilizan para presentar su compañía y tipo de moneda para vender sus servicios. 143 Medida como el porcentaje que ocupan las actividades culturales dentro del total de actividades de las empresas, el cuadro anterior da una idea de qué tan valorada está la cultura dentro del turismo en Cabo San Lucas. De las seis empresas, sólo Terramar y Rancho Tours ofrecen un paseo cultural completo que incluye una visita a rancherías y pueblos escondidos. Esta actividad consiste en sumergir al visitante en las costumbres de los pueblos de Cabo San Lucas y descubrir los saberes locales como la talabartería. Los pueblos que se visitan son Miraflores, Los Barriles, Santiago y San Bartolo. El cuadro que se presenta a continuación se extrajo de la página de internet de Rancho Tours (2011) y describe las actividades que se realizan durante el paseo cultural que ofrecen. 144 A través de llamadas telefónicas se contactó a diferentes empresas turísticas, para recopilar información con los agentes de ventas sobre los paseos turísticos y culturales que ofrecen. Sin embargo, al momento de pedir información sobre actividades culturales, la mayoría de las personas que trabajan en estas empresas se mostró incomoda con la palabra “cultura”; incluso decían que no tenían ninguna actividad cultural que ofrecer. Fue hasta que se les preguntó por lugares culturales específicos, como por ejemplo la misión de San José del Cabo, galerías de pintura, que entonces cambiaban su respuesta y decían que sí contaban con estas actividades. Estos paseos están clasificados dentro de sus páginas de internet como City Tours pero las actividades no eran relacionadas, por parte de los empleados, con la palabra cultura. Es importante mencionar que las únicas empresas que se mostraron muy cómodas con la palabra cultura, fueron Rancho Tours y Terramar, las que ofrecen este servicio. Éstas brindaron amplia información sobre las actividades turísticas culturales que ofrecen. Comentaron que son extranjeros, en su mayoría, los que solicitan este servicio; a los que les interesa conocer la historia de Cabo San Lucas y de los pueblos, 145 así como su comida y sus costumbres. Estas actividades son relativamente nuevas, pero les han dado buenos resultados. Al preguntarles a las demás compañías qué actividades son las más solicitadas por el turista, respondieron que por lo regular eran los paseos en la ciudad, golf o actividades acuáticas. Análisis de la oferta cultural por parte de los servicios hoteleros del corredor turístico en Cabo San Lucas. El caso del hotel Marquis Los Cabos Se entiende por servicios hoteleros los que se dan en establecimientos donde se ofrezca alojamiento a personas con o sin suministro de comidas y/o bebidas. Las categorías de los hoteles varían en función de las condiciones de su infraestructura, pero también por el tipo de servicios adicionales al alojamiento que brindan, como en el caso de Spa, concierge (el servicio personalizado que ofrecen los hoteles para dar información, orientar y facilitar al turista en lo que requiera durante su estadía en y respecto al destino visitado), salones de reuniones, campos de golf, etcétera. A efecto de tener una aproximación a la manera en que los hoteles del corredor turístico de Los Cabos incluyen el componente cultural en la oferta turística, se aplicaron encuestas en el hotel Marquis Los Cabos. Este es un hotel representativo del turismo de lujo ofrecido en el corredor turístico entre Cabo San Lucas-San José del Cabo.19 Ahí se utilizaron dos herramientas para medir la oferta cul- 19 Miembro de The Leading Hotels of the World, el hotel Marquis Los Cabos es de cinco estrellas, dispone de 237 suites y 26 villas privadas, y es considerado uno 146 tural dentro del hotel: un cuestionario estuvo dirigido a los concierges de los hoteles y otro dirigido a los turistas. El cuestionario dirigido a los concierges consistía en tres preguntas: a) ¿qué tipo de actividades recomienda a los turistas?, b) ¿qué actividades son las más solicitadas? y c) ¿específicamente que actividades culturales son más solicitadas por los turistas? Con este cuestionario se pretendía escuchar directamente de los concierges cuáles son las actividades que más se ofrecen, así como conocer su percepción sobre el patrimonio cultural de Cabo San Lucas. Ante las preguntas planteadas, la mayoría de los concierges contestó que las actividades que recomiendan al huésped son la pesca, el golf y los restaurantes. Al inquirir si el huésped solicitaba alguna actividad cultural, titubeaban al responder. En algunos casos preguntaban qué significaba una “actividad cultural” o simplemente contestaban que no las solicitaban. Hubo que mencionar ejemplos de algunos lugares turísticos que podría solicitar el huésped, y hasta entonces contestaban que sí los solicitaban, principalmente paseos por la ciudad, galerías, y la fábrica de vidrio. Sin embargo, la mayoría de las veces el huésped prefería descansar o practicar otros deportes como el golf y la pesca. El segundo cuestionario, que se aplicó a los turistas, consistía en las siguientes preguntas: de los más lujosos del corredor. Sus tarifas van desde 400 a más de 1,200 dólares por noche, lo que lo hace un hotel relativamente exclusivo (Hotel Marquis Los Cabos, 2011). 147 a) ¿qué idea o imagen se le viene a la mente cuando escucha la expresión “cultura mexicana”?, b) ¿por qué eligió Cabo San Lucas para su paseo?, ¿espera vivir algún aspecto de la “cultura mexicana”?, c) ¿qué actividad cultural le gustaría realizar?, d) ¿está satisfecho con la oferta cultural del destino hasta el momento? El objetivo de este cuestionario fue medir las expectativas del huésped sobre la cultura de Cabo San Lucas, así como comprobar si están satisfechos con la oferta cultural brindada hasta el momento. Las entrevistas fueron realizadas de manera informal a los turistas que se acercaron a la galería de arte del hotel; lo anterior, porque se partió del supuesto de que los huéspedes que se acercaban a la galería serían más susceptibles de tener un conocimiento o preferencia mayor por los aspectos culturales de Los Cabos (en comparación, por ejemplo, con los que estaban disfrutando de las actividades acuáticas). La mayoría de los huéspedes que visitaron la galería mostraron suficientes conocimientos e interés sobre la cultura de México. El tipo de mercancía que se encuentra en la galería del hotel Marquis Los Cabos es artesanía de diferentes partes de México; desde pinturas, trabajos de concha hechas a mano, tapetes procedentes de Oaxaca, ropa de manta hecha a mano por mazahuas, jarrones, etc. El huésped quedaba impresionado por los artículos que se tenían a la venta, lo cual reconfirma su interés por la cultura de México. Lamentablemente, no conocían mucho o nada de la cultura de Cabo San Lucas e incluso preguntaban qué caracterizaba culturalmente este destino. Aunque en ocasiones no se pudo completar todo el cuestionario, emergieron unas claras conclusiones: la mayoría de los turistas que visitan Los Cabos vienen por el clima y el estilo de vida, y les 148 gustan las bellezas naturales, la comida, la hospitalidad de la gente y el servicio que reciben en los hoteles. Como es conocido, efectivamente son atraídos a Los Cabos principalmente por deportes como el golf y la pesca, pero aún así, los huéspedes entrevistados mostraron interés por la cultura local. El discurso que se maneja de Cabo San Lucas como destino turístico no es exactamente de un lugar cultural, por lo que el turista llega sin expectativas de experimentar elementos culturales de la región. De hecho mientras se conversaba con los turistas sobre su interés en la cultura, los visitantes preguntaban por algunos objetos o mercancías representativos de la región. Como una reflexión final podemos decir que al turista sí le interesa la cultura, pero llega con la idea que Los Cabos no la tiene, y que es esencialmente un destino de diversión y relajación. Claramente, la falta de referencia al patrimonio cultural se traduce en el hecho que los turistas desconocen la existencia de una oferta cultural, que quizá podría ser de gran interés para ellos. En el contexto anterior, ¿cómo puede un lugar claramente planeado como un destino de “sol y playa” integrar exitosamente el elemento cultural en su oferta turística?, y ¿cómo se puede articular un uso social del patrimonio, para que beneficie no sólo a la actividad económica de la entidad sino también asegurar la armonía social en un lugar críticamente afectado por la globalización? Enseguida se presenta una revisión de la utilización de políticas culturales como un mecanismo de desarrollo turístico, pero también social que permita la consolidación de una identidad regional en pro de la construcción de una sociedad más armónica y desarrollada. 149 Las políticas culturales como herramienta de desarrollo social y turístico En esta última década, la cultura se ha beneficiado de un renovado interés por parte de los planeadores en materia turística al punto que, como nunca antes, se le ha colocado dentro de las prioridades de estrategias de desarrollo de ese sector. Lo anterior se ha dado, en parte, porque un segmento importante de los turistas es atraído por el patrimonio cultural de los destinos visitados. Según la Organización Mundial del Turismo (omt), “el segmento de mercado conocido como turismo cultural creció a tasas de 15% anual durante la década 1990-2000” (Behnsen, 2007). Esto implica que las estrategias de mercado han estado evolucionando. En el Encuentro Internacional de Turismo Urbano y Cultural que se llevó a cabo en Monterrey los días 27 y 28 de septiembre de 2007, el subsecretario de Operación Turística de la Secretaría de Turismo federal de México (sectur), Francisco Madrid Flores, afirmó que “las tendencias actuales indican que la evolución de los mercados señala hacia la diversificación y diferenciación”, y que “en un futuro próximo el gran diferenciador de México en los mercados turísticos será la Cultura” (Madrid, 2007). Las tendencias actuales sugieren que los viajes motivados por la cultura seguirán creciendo de manera importante, lo cual tendrá como consecuencia el aumento tanto de la competitividad entre las naciones por atraer turistas, como una mayor exigencia de los viajeros en su proceso de elección del destino. Este renovado interés del sector turismo por la cultura en realidad sólo redescubre la vieja relación que existe entre la cultura y el viaje turístico. Un breve recorrido histórico de la práctica cultural del viaje en Occidente nos aclara sobre sus funciones sociales 150 esenciales. En la Grecia antigua, los jóvenes estudiantes emprendían un viaje cultural al terminar sus estudios; recorrido que venía a confirmar el conocimiento previamente adquirido mediante el estudio de los libros y la tradición oral. La primera guía turística, la Descripción de Grecia, fue escrita por Pausanias en el siglo ii de nuestra era. Los turistas romanos, por su parte, podían comprar copias de espadas de Alejandro Magno o de acorazados de Julio César, en los lugares de visita, como souvenirs de su recorrido (Patin, 2005: 10). Los aristócratas ingleses del siglo xviii que emprendían su “Grand Tour”, expresión que dará lugar a la palabra turismo, lo hacían porque ese viaje cultural articula tres funciones fundamentales en la sociedad: complementa la adquisición del conocimiento, permite la construcción de la identidad y fomenta el comercio. A la hora de constituirse como naciones soberanas, los estados se dotaron de un patrimonio cultural con objetivos similares, ahora adaptados al marco colectivo nacional: el de formar a los ciudadanos en una nueva identidad nacional dentro del marco y las actividades socioeconómicas de las jóvenes naciones. Esta articulación oficial del patrimonio con la identidad y el turismo da lugar a la primera forma de política cultural del estado. El siglo xix es, de hecho, el de la institucionalización de la cultura en Occidente. Tal institucionalización obedeció a la necesidad de paliar las consecuencias de la rápida industrialización y urbanización de los polos productivos. Dos situaciones confluyen en ello. Por una parte, el desarrollo industrial y urbano condujo a la destrucción de lo que se definió como patrimonio nacional, y llevó a los Estados a implantar las primeras medidas de protección del patrimonio histórico y arquitectónico (Poulot, 2001). México, en su proceso de modernización, sigue este movimiento global. Por otra, el proceso de urbanización y la consolidación de condiciones de trabajo 151 arduas (peligrosas, inestables, física y psicológicamente) generaron intensos conflictos sociales, que se reflejaron en una mayor organización política de la sociedad en contra del orden estatal. Si bien el Estado había mantenido el orden social a través de mecanismos de represión, en el siglo xix las teorías de la Ilustración sobre la condición humana empiezan a ponerse en práctica. De ese modo, la cultura y el recreo se perciben como agentes pacíficos de regulación social que pueden debilitar las demandas sociales (Bennett, 1995). En otros términos, mientras los insatisfechos estén dentro del museo, no estarán en la calle. La educación pública se encarga de la reproducción de los valores nacionales a largo plazo y, con la escolarización masiva y el acceso público a la cultura, el Estado reorganiza sus relaciones de poder con la población. El ejemplo más famoso de este uso social y económico del patrimonio que mezcla educación y diversión es el de las exposiciones universales. A partir de la primera, realizada en Londres en 1851, y hasta la segunda guerra mundial hubo más de 25 exposiciones coloniales en Europa, Estados Unidos y Australia que atrajeron millones de visitantes, hecho excepcional a principios del siglo xx (Hodeir y Pierre, 1999). En México la labor del inah viene a complementar la de la Secretaría de Educación Pública (sep), creada en 1921, y ambas instituciones comunican un proyecto cultural nacional coherente en el contexto internacional de la época de crear una cultura nacional homogénea y dominante (Florescano, 1997). Esta primera fase de uso de la cultura como regulador social tuvo como prioridad la constitución de un patrimonio nacional. El propósito fue establecer referentes culturales nacionales y desarrollar un sentimiento de identidad nacional idéntico para todos los ciudadanos. Así, se reorganiza a la sociedad según el orden requerido por el Estado nacional y sus valores. 152 Este uso de la cultura como regulador social se expresa hasta el día de hoy: el propósito de la unesco, desde su creación el 16 de noviembre de 1945, ha sido “contribuir a la consolidación de la paz, la erradicación de la pobreza, el desarrollo sostenible y el diálogo intercultural mediante la educación, las ciencias, la cultura, la comunicación y la información” (unesco, 2011). A este uso de la cultura como regulador social se añade, a partir de los años sesenta y setenta, un manejo del patrimonio para el sector económico: el nuevo proceso de globalización que inicia entonces significa varios cambios en la organización de la sociedad. El tiempo de paz internacional que se establece en Occidente después de la segunda guerra mundial y las revoluciones tecnológicas (como el avión y la computación para usos civiles) es propicio para el turismo a gran escala. La idea de ligar las políticas culturales al desarrollo se expresa en un estudio preliminar de la unesco publicado en 1969, y en la subsecuente ratificación de la Convención para la Protección del Patrimonio Mundial de la Humanidad en 1972. El turismo cultural empieza a ser reconocido como una categoría especial también a finales de los años 70, cuando los investigadores y los vendedores del sector turístico se dan cuenta que una parte relevante de los turistas viajan con el propósito específico de tener un entendimiento más profundo de la cultura o del patrimonio del destino seleccionado. En México, el inah es el organismo que se encarga de la protección del patrimonio cultural nacional (se trata en prioridad del patrimonio indígena antiguo y en segundo lugar, del patrimonio arquitectónico y artístico colonial de los criollos) y esta tendencia se acentúa a medida que el desarrollo económico del país se traduce por la vulneración de los sitios prehispánicos. Su acción culmina, en los años sesentas, en el proyecto de exploraciones de Teotihuacán y, en 1962, en la construcción de un edificio en el Bosque de Chapultepec, 153 para albergar al Museo Nacional de Antropología (Olivé et al., 1988: 29). Trabajando en colaboración con la unesco, la línea de trabajo del inah se basa en la “conciencia del significado de los museos en la cultura popular y su importancia educativa, y de la presentación apropiada y digna de la historia cultural, que al mostrarse a mexicanos y extranjeros contribuye a incrementar el turismo” (idem). Esta tendencia a relacionar la cultura con el desarrollo se confirma cuando los gobiernos se reúnen en México en 1982, en la ocasión de la Conferencia Mundial sobre Políticas Culturales y declaran que sólo se puede asegurar un desarrollo eficiente “mediante la integración de los factores culturales en las estrategias diseñadas para alcanzarlo; en consecuencia, estas estrategias deberían trazarse siempre a la luz del contexto histórico, social y cultural de cada sociedad” (Arizpe, 2006). De hecho, a partir de mediados de los ochentas, el Banco Mundial y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (pnud) integran los factores sociales y culturales como variables de sus estudios, al constatar que la mayoría de sus programas de desarrollo tienen fallas derivadas de no tomar en cuenta la cultura de la región estudiada. Al empezar el siglo xxi la popularización del internet favoreció el desarrollo de las actividades turísticas y de los movimientos migratorios, y llevó a una interacción cultural de una escala sin precedente para la humanidad. Por ello, en esta última década, la cultura se ha vuelto un criterio determinante en todos los aspectos de la organización política y socio-económica, al punto que los gobiernos están reestructurando sus modos operativos para integrar la cultura como base de sus líneas de acción. Claramente las políticas culturales se han vuelto una herramienta esencial no sólo para educar a su población, sino también para regenerar el paisaje urbanístico de un barrio deprimido y/o 154 promover las actividades socioeconómicas a través del consumo cultural (Greffe, 1999; Hernández, 2006; McKercher y Du Cros, 2002). La cultura se vuelve, así, una herramienta eficaz de control social integrado, más aún en tiempos de cambios rápidos y radicales, como los que las naciones modernas del siglo xix conocieron, y como el que ahora conoce la ciudad de Cabo San Lucas al experimentar las vicisitudes de la globalización. Al nivel de mercado, el turismo “sol y playa” sigue siendo un atractivo para la población urbanizada del hemisferio norte del planeta, que busca evadirse de un cotidiano estresante, gris y sobrepoblado. Pero ese modelo también ha encontrado sus límites: una multitud de destinos se han vuelto fáciles de acceso en todos los continentes y, consecuentemente, los turistas empiezan a exigir “experiencias auténticas” durante su estancia. Es en el reconocimiento de la necesidad acuciosa de proponer algo único que se fomenta la alta competencia entre los destinos turísticos, lo que a su vez puede explicar por qué la parte del sector con mayor crecimiento es la cultura. Así, 37 por ciento de los turistas internacionales viene a México con un interés ocasional por la cultura; pero aunque su visita se base fundamentalmente en un motivo diferente a la cultura, quieren que su estancia en México integre una vertiente cultural (Madrid, 2007). Esto nos indica dos cosas: a) En primer lugar, que el elemento cultural se ha vuelto esencial, así se trate de un viaje motivado por negocios, aventura, sol y playa, visita a familiares, u otro. b) En segundo lugar, que el factor cultural se puede constituir en el diferenciador también de los destinos que promueven productos diferentes a los culturales. A la luz de este contexto emergente, y en el contexto social en el cual se encuentra el ctip de Los Cabos, resulta claro que el futuro 155 desarrollo de la entidad debe de articularse a través de una política cultural. Los resultados del estudio mostrado en la sección precedente, que se hizo con algunos de los principales actores del sector turismo en Los Cabos corroboran esta necesidad, ya que la misma noción de “cultura” esta percibida como un elemento generalmente ausente, tanto para los habitantes como para los turistas. Consideraciones finales La necesidad de una política cultural que dé sentido a la diversidad cultural, para aprovecharla con fines turísticos y como recurso económico en Los Cabos, Baja California Sur, es evidente; pero también es necesaria a efecto de desarrollar su uso social para la población local y flotante. Siendo el centro turístico integralmente planeado de Los Cabos un destino vacacional y residencial de sol-playa dirigido al mercado extranjero, la ausencia de una política cultural que promueva y difunda las tradiciones locales y aquéllas traídas por migrantes nacionales ha propiciado una subvaloración de esas tradiciones ante lo extranjero o, incluso, su invisibilidad. El éxito del modelo de sol-playa seguido en Los Cabos se refleja en un flujo continuo de visitantes y de residentes, pero a la par se ha dado una polarización del ingreso evidente en la desigual distribución de la infraestructura social y turística, lo que favorece la desconexión social. Sin embargo, no es clara la evaluación cualitativa que se ha hecho de la actividad turística en términos de sus usos o efectos sociales. Este capítulo ha buscado contribuir a una comprensión de al menos una parte de los usos sociales del turismo, a través de la lente de trabajadores que atienden turistas de alto ingreso, así como de las percepciones de los propios turistas interesados en la 156 cultura mexicana. Lamentablemente en ambos casos es notoria la ausencia de una proyección cultural del destino Los Cabos. Los resultados de un análisis del lado de la oferta más especializada en turismo cultural permiten percibir una demanda por la cultura regional que, aunque reducida en el espectro y perfil de la oferta de turismo tradicional general de Los Cabos, alienta respecto a las posibilidades de su desarrollo. Este es el caso particularmente de los paseos a las rancherías y pueblos escondidos, aunque varios elementos deben cuidarse. Sin embargo, el que sea la demanda de productos culturales lo que incentive la promoción del turismo cultural conlleva el riesgo de mercantilizar la cultura misma. Esto implicaría la recreación de la cultura local, por ejemplo ranchos tipo Disney, sin un componente cultural auténtico ni por lo tanto una consolidación de la identidad regional, que además incluya las manifestaciones propias de una sociedad tan multicultural como lo es la cabeña. Es por lo anterior que es necesaria la existencia de una política cultural, cuyo diseño y ejecución sea dirigida tanto a los residentes nacionales como a las personas foráneas. De esa manera se incidiría en el desarrollo de la comunidad y se promovería un sentido de pertenencia que favorezca la armonía social, elemento esencial en todo destino turístico. A la par, esto permitiría el propio desarrollo de usos sociales del turismo que incluyan a la comunidad de nacionales, que actualmente se inserta fundamentalmente como empleada en la actividad turística. 157 Referencias Arizpe, Lourdes (2006). Culturas en movimiento: interactividad cultural y procesos globales. México: Senado de la República, crim-unam y ma Porrúa. Behnsen, Carlos (2007). “La comercialización y la promoción de los destinos urbano-turísticos”, Encuentro Internacional de Turismo Urbano y Cultural, 27-28 septiembre. Monterrey, N.L.: sectur. Bennett, Tony (1995). The Birth of the Museum: History, Theory, Politics. London: Routledge. Castro Ramos, Vania Fabiola (2010). Memoria de Curso Especial de Titulación en Estudios Culturales con el título “Turismo y patrimonio cultural en Los Cabos”, Licenciatura en Lenguas Modernas, Departamento de Humanidades, Universidad Autónoma de Baja California Sur. La Paz, B.C.S.: la autora. conaculta. 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Tiene varias publicaciones entre las que destacan dos libros: El vestido azul de la Sultana. Historia del pan en Zamora, Michoacán (1945-1995) publicado por el Colegio de Michoacán; y Juntos, pero no revueltos. Multiculturalidad e identidad en Todos Santos, B.C.S., publicado por ciesas-uabcs y el Colegio de Michoacán. Coordinó la edición del libro titulado Procesos de identidad y otredad en Sudcalifornia: cuatro miradas, el cual contiene un capítulo de su autoría. Asimismo, coordinó el libro titulado Difuminando el rancho. Identidades emergentes en Los Planes, B.C.S., en el que además participó como autora de cuatro capítulos. 163 Ha publicado tres artículos en la revista Espiral, que edita la Universidad de Guadalajara, se trata de una revista indexada de reconocido prestigio nacional e internacional. Asimismo, sus trabajos se han publicado en la revista Trayectos de la uabcs, y en Arenas de la Universidad de Sinaloa. Es miembro fundador del Cuerpo Académico Cultura y Comunicación, y coordinadora en Baja California Sur de la Red sobre la Calidad de la Democracia. Es responsable (2013) del proyecto de investigación Identidad y subjetividad en Baja California Sur. Sus líneas de investigación son: identidades, globalización y democracia; identidad, multiculturalidad e instituciones políticas; y globalización: economía, política y sociedad. Correo-e: ralmada@uabcs.mx. Frederick J. Conway es profesor asociado del Departamento de Antropología de San Diego State University (sdsu), donde es también miembro de la facultad del Centro de Estudios Latinoamericanos. Es licenciado (B.A.) en Antropología por Yale University (Estados Unidos). Obtuvo su doctorado en Antropología por la American University (Estados Unidos). Sus publicaciones más recientes incluyen “Migration to Mexico: Numbers, issues, and scenarios” (con J. Gerber y M. Topmiller) en Mexican Studies/Estudios Mexicanos (2011), “Fire Wood certification in Chile: Equity in an innovative form of alternative trade” en Human Organization (2013) y “Public and private heritage in a World Heritage site” en Annals of Tourism Research (2014). Ha conducido un diagnóstico socioeconómico de la comunidad ranchera de la Sierra de San Francisco en Baja California Sur y colaboró con investigaciones de campo en el oasis de los Comondú en el proyecto de investigación sobre el desarrollo sustentable de los oasis de Baja California Sur (conacyt), que derivó el libro Evocando el edén: conocimiento, valoración y problemática del oasis de los Comondú (Cariño, 164 ed. gral.; Icaria, 2013). Sus investigaciones actuales se enfocan en la historia ambiental, la ecología política y las relaciones entre paisaje e identidad. Ha colaborado con colegas de la Universidad Autónoma de Baja California Sur (uabcs) en docencia e investigaciones desde 2007, cuando participó en un curso de verano uabcs/sdsu. Ha realizado investigaciones en Chile (sobre la política forestal respecto a los bosques nativos) y en Haití (sobre la integración de árboles en sistemas de cultivo). Especialista en antropología aplicada, dirigió un proyecto nacional de agrosilvicultura en Haití y ha servido como consultor para Naciones Unidas, el Banco Mundial y varias agencias públicas y no-gubernamentales. Correo-e: conway1@mail.sdsu.edu. Alba E. Gámez es profesora-investigadora del Departamento Académico de Economía de la Universidad Autónoma de Baja California Sur (uabcs) desde 2000. Es licenciada en Economía por la uabcs (México), maestra en Estudios Internacionales (uab-cidob, España), y doctora en Relaciones Internacionales (Universidad de Essex, G.B.). En 2005-I, y en 2008-2009 fue profesora visitante en la Universidad Estatal de San Diego (sdsu, California). De enero de 2011 a julio de 2012 fue responsable del posgrado en Ciencias Sociales: Desarrollo Sustentable y Globalización, inserto en el pnpc, donde sigue siendo miembro del Núcleo Académico Básico; desde agosto de 2012 es directora de Investigación Interdisciplinaria y Posgrado en la uabcs. Tiene Perfil Preferente desde 2002 y es miembro del Sistema Nacional de Investigadores del conacyt desde 2001. Ha publicado en revistas mexicanas y extranjeras (Pasos, Foro Internacional, cidob, Revista de Affers Internacionals, Comercio Exterior, Aportes, La Ventana, Journal of Borderland Studies, Revista Iztapalapa, Tyrydes, Urban Anthropology, Revista Asia y América), y como autora de capítulos y 165 editora de libros. Es miembro del Cuerpo Académico Región, Economía y Desarrollo (cared) de la uabcs, desarrollando como líneas de investigación: cambio global y desarrollo; y turismo y desarrollo regional. Correo-e: agamez@uabcs.mx. Eduardo Juárez León es licenciado en Economía y maestro en Economía del Medio Ambiente y los Recursos Naturales por la Universidad Autónoma de Baja California Sur (uabcs). Se ha desempeñado como profesor-investigador en el Departamento de Economía de esa misma institución desde 1998, actualmente es Titular A, impartiendo entre otros cursos los de Economía y ambiente, economía de los recursos naturales y Economía ecológica. Como parte de sus actividades académicas ha fungido como ponente en diversos foros, nacionales e internacionales. Es autor y coautor de capítulos en libros, sus colaboraciones más recientes son: “Los Comondú: opciones de agregación de valor a los productos locales” en el libro Opciones de desarrollo en el oasis de los Comondú (2013); “Economía y Comercio” en el libro Evocando al Edén: Conocimiento, valoración y problemática del oasis de los Comondú (2013); “Vulnerabilidad social ante el cambio climático” en el libro Baja California Sur ante el cambio climático: Vulnerabilidad, adaptación y mitigación (2013); “Turismo alternativo y aptitud turística en el municipio de Los Cabos” en el libro Los Cabos: Perspectivas de un paraíso natural y turístico (2012); y “Revaloración socioeconómica de los oasis en Sudcalifornia” en el libro Recursos marinos y Servicios ambientales en el desarrollo regional (2009). Actualmente forma parte del Cuerpo Académico Región, Economía y Desarrollo, uabcs. Correo-e: lalo@uabcs.mx. 166 Rosa Elba Rodríguez Tomp es profesora-investigadora Titular B, definitiva, en el Departamento Académico de Humanidades de la Universidad Autónoma de Baja California Sur (uabcs). Es licenciada en Antropología Física por la Escuela Nacional de Antropología e Historia, inah- sep (tesis: “Factores naturales y culturales involucrados en la extinción de los pericúes”), es maestra en Historia Regional por la uabcs (tesis: “Cautivos de Dios. Los cazadores-recolectores de Baja California durante la época 2 colonial”). En 2005 obtuvo el doctorado en Ciencias Sociales por el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social con la tesis “Los límites de la identidad. Los indígenas de Baja California ante el cambio cultural”. Ha impartido los cursos “Cultura y sociedad del mundo antiguo”, “Grecia y Roma en la edad antigua”. “Cultura y civilización mexicanas” i y ii, “Historia de Baja California i”, y “Comunicación intercultural”. Cuenta con Perfil promep Preferente otorgado por la sep a profesores de educación superior desde 2007 y es miembro del Sistema Nacional de Investigadores de conacyt Nivel i. Recibió mención honorífica en el premio Francisco Javier Clavijero en 2005, que el Instituto Nacional de Antropología e Historia otorga a las mejores tesis doctorales. Es miembro del Cuerpo Académico Cultura y Comunicación, reconocido por promep como “en consolidación”. Sus líneas de investigación son: historia cultural; etnohistoria de Baja California; identidad étnica; cultura y comunicación; multiculturalidad e instituciones políticas; y globalización: economía, política y sociedad. Correo-e: rert@uabcs.mx. Alexandra Sauvage es doctora en Estudios Anglosajones por parte de la Universidad de Paris4-Sorbonne (Francia) y doctora en Historia por la Universidad de Sydney (Australia). Ha sido 167 ponente en conferencias internacionales y publicado artículos en revistas como Culturales, Revue Française de Géopolitique, Cultures of the Commonwealth, Frontières, y Recollections. Entre sus publicaciones más recientes se encuentran: el artículo en Pasos. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural sobre el vínculo entre desarrollo, identidad cultural y turismo en los oasis de Baja California Sur; así como capítulos sobre el rol de los museos en la construcción de la identidad social de Baja California Sur (uabcs/sdsu, 2012), sobre el impacto del proceso de reconciliación nacional sobre la historia escolar australiana (Universidad Libre de Berlín, 2011), sobre museos y racismo (uabc, 2010), y un artículo sobre las herencias coloniales de las colecciones etnográficas en los museos occidentales (uabc, 2010). Fue profesora-investigadora en la Universidad Autónoma de Baja California Sur (uabcs) de 2007 a 2012, después de haber impartido clases sobre “Historia contemporánea de la Commonwealth e instituciones británicas” (París 12 and París 13); y haber laborado en 2003 como consultora voluntaria en el Centro del Patrimonio Mundial de la unesco (París) y, en 2006, para Survival International for Tribal Peoples (Londres) en las áreas de educación y racismo institucional. Fue colaboradora del Cuerpo Académico de Estudios Regionales y del Pacífico (caerp), reconocido por el promep como Consolidado y obtuvo el Reconocimiento al Perfil Preferente. Sus investigaciones se enfocan a la teorización del discurso museológico en Occidente. Entre sus líneas de estudio destacan: usos de la cultura, políticas culturales, turismo cultural; racismo institucional y herencias coloniales; patrimonio, identidad y discurso; identidad, multiculturalidad e instituciones políticas, y globalización: economía, política y sociedad. Correo-e: alexandrasauvage@yahoo.com. 168 Vania Fabiola Castro Ramos es licenciada en Lenguas Modernas, programa educativo adscrito al Departamento Académico de Humanidades de la Universidad Autónoma de Baja California Sur. En 2012 concluyó el diplomado Turismo y patrimonio cultural en Los Cabos. Ha laborado en el sector turismo en el municipio de Los Cabos. 169 Índice Introducción7 Alexandra Sauvage y Alba E. Gámez Las relaciones entre “cultura” y “desarrollo” 10 Sobre el contenido del libro14 Referencias18 I El rol de los museos: turismo y patrimonio cultural en el municipio de La Paz, Baja California Sur19 Alexandra Sauvage Turismo y patrimonio cultural20 Turismo cultural y museos: el mercado de la curiosidad23 Turismo y patrimonio cultural en el municipio de La Paz, Baja California Sur: el rol del museo30 Los museos del municipio de La Paz: posibilidades y beneficios de su uso económico y social32 Referencias42 II El proceso de transformación ideológica en Baja California Sur. Episodios en la historia de la formación de identidades políticas45 Rossana Almada Alatorre y Rosa Elba Rodríguez Tomp La ideología como concepto46 Las identidades como procesos49 Los inicios en la formación de la nación50 Baja California Sur: de territorio a estado60 Consideraciones finales80 Referencias82 III El patrimonio cultural como recurso turístico en el municipio de La Paz, Baja California Sur87 Eduardo Juárez León Introducción88 Las oportunidades del turismo cultural89 Las posibilidades del turismo cultural en el municipio de La Paz97 Los recursos culturales en la oferta turística en el municipio de La Paz99 Consideraciones finales102 Referencias104 IV Migración estadounidense e identidad en Baja California Sur107 Frederick J. Conway y Alba E. Gámez Introducción107 Turismo y migración en Baja California Sur111 Clasificación internacional del migrante115 Integración: el lenguaje y el espacio social116 Integración: participación con la comunidad mexicana123 La diversidad entre las comunidades de jubilados inmigrantes125 Consideraciones finales131 Referencias133 V Política cultural y uso social del turismo en Los Cabos, Baja California Sur137 Alexandra Sauvage, Alba E. Gámez y Vania Castro R amos Introducción137 La necesidad de una política cultural para un uso social del turismo en Los Cabos141 Análisis de la oferta cultural por parte de los servicios hoteleros del corredor turístico en Cabo San Lucas. El caso del hotel Marquis Los Cabos146 Las políticas culturales como herramienta de desarrollo social y turístico150 Consideraciones finales156 Referencias158 Sobre los autores163 Los usos del patrimonio cultural en Sudcalifornia. Turismo, museos políticas culturales como herramientas de desarrollo regional se terminó de imprimir el 15 de mayo de 2013 en los talleres gráficos de Formas e Imágenes, S.A. de C.V. Av. Universidad 1953-Edif. 2 Coyoacán, México D.F. Se imprimieron 1000 ejemplares.