en un mundo global y poscolonial El libro, el ensayismo y las ciencias sociales Relaciones Internacionales, núm. 20, junio de 2012 GERI – UAM Rodolfo Masías Núñez* FIERRO, Alfredo, Humana ciencia. Del ensayo a la investigación en la Edad Moderna, Anthropos, Barcelona, 2011. PARDO, José, El libro científico en la República de las Letras, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Madrid, 2010. Puede ser que ya esté del todo claro y sabido, aunque no lo vea así, que el libro como soporte material y como obra, y el ensayo como género literario, hayan perdido todo su valor en el mundo de las ciencias sociales. Tal vez el problema, por eso, ya no sea discutir sobre estos hechos ni sobre su significado; sino sobre si la situación es la deseable y si hay posibilidad alguna de intervención. No obstante, a mi entender, no parece estar lo suficientemente dilucidado por qué se llega a esta situación, como tampoco si es un desenlace inevitable o el fin de una historia, algo así como estar plantados sin más en una era posensayo y poslibro en este microcosmos del saber. Más obediente del legado weberiano que del marxista, al menos para darle una respuesta a mi inquietud actual, he tendido a invertir la relación: entender lo que sucede con el libro y el ensayo, con la lectura y la escritura, como resultado de un cambio paulatino de mentalidad entre los miembros de las ciencias sociales. Un cambio que queda patentizado en la figura de lo que llamo el investigador social eficiente. Es un cambio de mentalidad que supone, por tanto, un cambio ético. Es un cambio tan crucial que merece una explicación, en la cual el acervo de investigación de las propias ciencias sociales, su saber-hacer, tiene un papel decisivo. Review-essays www.relacionesinternacionales.info | Cual “espíritu del capitalismo”, como proceso cultural, entiendo las circunstancias que hacen de caldo de cultivo a la modificación de prácticas que se observa entre los investigadores sociales y que a algunos nos causan tanta sorpresa. Tanto lo que sería el largo agotamiento del ensayo o el aceleramiento del ocaso de la virtud ensayante, durante los últimos años; como el raudo declive de la elección del libro como forma por excelencia para comunicar y como ideal supremo de realización intelectual, cobran para mi sentido dentro de un previo ambiente o atmósfera favorecedora. Es un cambio cultural profundo el que explicaría, o del cual derivarían, las tendencias señaladas. Cabe argüir, ciertamente, que se trata de unas tendencias globales, que no hay nada de misterioso ni digno de investigación en todo esto, mas, sin embargo, es enigmático el proceso particular que experimentan las ciencias sociales, más aún cuando se suponía que estaban resguardadas de la 175 Relaciones Internacionales, núm. 20, junio de 2012 GERI – UAM llamada cultura-mundo, tal como la retrata Gilles Lipovetski.1 Es cierto que el investigador social eficiente no está solo y también es cierto que, según las sociedades de que se trate, varía su presencia (población) y su gravitación en las correlaciones de poder académico. Lo que se ve, sin embargo, es su expansión, una presencia cada vez más avasalladora y triunfante. Es un fenómeno y proceso global, y además parte de la colonialidad del saber y del poder. Desde hace algunos años estoy tratando de caracterizar a este sujeto y procesos de manera integral, no solo como unas cuestiones de intelectuales o científicos, sino como la situación de unos sujetos y procesos económicos y políticos. Podría decir, todavía de manera conjetural, que, respecto del libro y del ensayo, el investigador eficiente desarrolla, abriga y fomenta un discurso sobre la lectura y la escritura eficiente. Es una lectura racionalizante y administrativa, con fines instrumentales hacia unos réditos concretos. Lee masivamente porque esa es la fórmula de la mejor formación académica y del reconocimiento en su campo. Como cree que el conocimiento tiende a caducar cada vez más velozmente, se sumerge en la lectura actual que es sinónimo de lo más reciente. Deja de leer a los clásicos de las ciencias sociales, puesto que es presa de una lectura urgente para no quedar rezagado. Se puede deducir, pero también comprobar, que el representante de la lectura eficiente en ciencias sociales fomentará entre los estudiantes la lectura fragmentaria, el artículo, la fotocopia específica, la bibliografía flamante. En su obsesión productiva, este investigador social encuentra en la docencia un obstáculo, pues preferiría ser un investigador puro. Todo parece indicar que, éticamente, tendió a valorar más la práctica de la investigación por la investigación, dejando atrás, o para otros, una proyección social. Congruente con todas las anteriores características, sería el investigador que opta por los métodos de producción intelectual más fructíferos, unos dispositivos y artilugios que reporten ágilmente “productos” y, sobre todo, sostengan una productividad ascendente o al menos constante. Es por ello, entre otras razones, que cuando escriba elegirá el lenguaje directo, una especie de lenguaje expeditivo y clónico, bastante previsible, escasamente literario, y el texto corto en extensión. Cae por su peso que sea el artículo el formato material y el género, si se puede llamar así, más propicio para todas sus esperanzas. Review-essays El investigador eficiente es un sujeto pragmático, pero poseído por unas máximas de conducta que constituirían un ethos: “quien no publica no existe”, “el fin de la investigación es la publicación”. Son unos mandatos definitorios y contundentes en su práctica intelectual y social como investigador, tanto que, a mi juicio, trastocan la relación entre conocer y difundir, entre descubrir y aportar. Es una nueva postura, respecto de unos medios y unos fines, desconocedora de ese LIPOVETSKI, Gilles y SERROY, Jean, La cultura-mundo. Respuesta a una sociedad desorientada, Anagrama, Barcelona, 2010. 1 176 | www.relacionesinternacionales.info llamado de atención que hace muchos años hiciera Paul Feyerabend2 acerca del espacio (arena) de la justificación de las iniciativas científicas: la investigación no podía justificarse en el cada vez más autopoiético campo de la ciencia. La ciencia pasa por el escrutinio de la sociedad. Relaciones Internacionales, núm. 20, junio de 2012 GERI – UAM Review-essays Son dos libros de apariencia muy dispar, también. Uno es un libro muy pequeño en páginas y en tamaño, tiene apenas 13,5 cm. de largo y 10 cm. de ancho, y contiene tan solo 51 páginas. El otro es un libro voluminoso, de un formato familiar (19,5x12,5 cm.) y de 415 páginas. Vistos por su género literario, son magníficos ejemplos de ensayo aunque, tal vez, dentro de dos variantes diferentes del mismo. El de José Pardo es un texto narrativo con un lenguaje preciso, no adjetivado, nada lírico. Es un trabajo de historiador científico, pues tiene entre manos reconstruir un periodo largo de la ciencia europea, entre el siglo XVI y el XVIII (La Republica de las Letras) de la manera más objetiva y neutral posible. El de Alfredo Fierro es un ensayo denso, es una reflexión filosófica e histórica donde sigue al pie de la letra la propia definición y el propio canon que del ensayo propone. En efecto, es un libro sobre el ensayo pero, más que eso, sobre la escritura durante la conformación de la ciencia en la Edad Moderna. Se trata de un ensayo sin lugar a equivocación, tanto más cuanto que no es neutral sobre las conveniencias de este género entre intelectuales y científicos. Dos libros recientes han solidificado los fundamentos de varias de mis preguntas y reflexiones, pero también me han conducido a pertinentes dudas y retrocesos, un poco a matizar mis impresiones iniciales: El libro científico en la Republica de las Letras de José Pardo, y Humana ciencia. Del ensayo a la investigación en la edad moderna, de Alfredo Fierro. Son dos textos, sin ningún temor a decirlo, que enriquecen la discusión en cuestión. Ambos están escritos por académicos de dos lugares muy distintos de España, y además de especialidades diferentes. Pardo es historiador e historiador de la ciencia, mientras Fierro es psicólogo y filósofo. Además diría que conforman dos generaciones diversas. De ser ciertas todas estas conjeturas sobre tal espíritu investigador, lo que estaría cuajando sería una relación instrumental, burocrática, no voluntaria y más contingente, con el texto escrito. Es decir, con la escritura y respecto de las plataformas posibles en que un texto pueda plasmar. Se estaría consolidando una relación diferente a la usual y hasta cierto punto canónica en las ciencias sociales, tendente a fomentar unas ciencias sociales más cercanas a las Humanidades y las Letras. Así, cómo no pensarlo: ¿Es este investigador un escritor? ¿Podría serlo? ¿Quisiera serlo? ¿Qué cambió, de modo que esto resultó así? ¿Qué le deparan a las ciencias sociales este tipo de desplazamientos y prácticas? ¿Qué ocurrió con el ensayo y el ensayista en las ciencias sociales? ¿No es posible una convivencia pacífica y más bien complementaria entre ensayo y ensayista, y entre ensayar e investigar científicamente? FEYERABEND, Paul, La ciencia en una sociedad libre (1978), Siglo XXI Editores, México, 2008. 2 www.relacionesinternacionales.info | 177 Relaciones Internacionales, núm. 20, junio de 2012 GERI – UAM Si hubiera que indicar lo que a mi entender y debido a mis intereses hace comparables y complementarios estos dos trabajos, diría que es porque ambos autores tratan de las vicisitudes de la comunicación, de eso que se llama ciencia y científicos, durante la modernidad (una perspectiva de larga duración). Pero, al hacerlo, trascienden a una cuestión más general y compleja como son los procesos permanentes de construcción del campo de la ciencia, en los términos de Pierre Bourdieu3. El problema de la comunicación es el serio y esencial problema de la difusión del conocimiento, tanto de los medios predilectos y eficientes para hacerlo (libros o revistas o tratados, por ejemplo), como de la extensión de esa difusión (entre científicos u otros actores sociales). A lo que se añade una decisión sobre el tipo de lenguaje y la forma narrativa a adoptar. Si se ve todo esto con cuidado, en el asunto de la comunicación se juega agudamente el futuro de la ciencia, incluidas las ciencias sociales, ciertamente. Futuro aquí no solo es la supervivencia de la ciencia, sino en qué forma, a qué precio y bajo qué identidad se hace o se haría efectiva la misma. De acuerdo con esta percepción, Pardo habla más del libro que de la escritura científica; del libro, según él, en su momento más glorioso. Y Fierro habla más del escribir, especialmente del lugar del ensayo, y de ese fenómeno complejo que es la actitud ensayante, durante la cientifización de la cultura y de los intelectuales. En un plano más general, ambos participan así del debate actual por esclarecer el porvenir del texto escrito ante el avance electrónico. Siendo dos libros históricos, están engarzados en el presente. Pensaría que un presente crítico y dudoso sobre el libro en general, pero más sobre el libro y la escritura en la ciencia, que es su gran acicate. Pero a mí me interesaron y sorprendieron por unas razones más puntuales, relativas a mis reflexiones y conjeturas, como ya lo había expresado. De la lectura de Pardo obtuve la fuerte sospecha de que la historia del libro científico es más contingente y menos lineal de lo que se cree. La impresión, es que se trata de una historia con crisis, una historia cíclica en que, para mayor sorpresa, las cosas parecen repetirse. Pardo nos inmuniza, así lo veo, de una concepción absolutizada y naturalizada del libro en el campo de la ciencia. El libro nos lleva al campo y el campo a sus actores, los científicos. Review-essays El hecho es que, de una manera o de otra, todo empujaba a los miembros de la Republica de las Letras a frecuentar el cada vez más rico y variado mercado de la palabra escrita, en donde la letra impresa no era ni mucho menos la única forma de expresión, pero sí la que más había crecido en aceptación y eficacia comunicativa. Por supuesto, la participación más BOURDIEU, Pierre, Homo academicus, Polity Press, Cambridge, 1988. BOURDIEU, Pierre, Los usos sociales de la ciencia, Nueva Visión, Buenos Aires, 2000. BOURDIEU, Pierre, El oficio de científico. Ciencia de la ciencia y reflexividad, Anagrama, 2003. 3 178 | www.relacionesinternacionales.info Review-essays El trabajo de Alfredo Fierro tiene también un gran poder clarificador, histórico Esa es la razón fundamental por la que la aparición de la obra por fascículos, financiada a base de una suscripción previa, marcó el final de una era para el libro científico y el principio de otra distinta. En ella, el libro científico diversificará formas y formatos (revistas, tratados, libros de texto, manuales) que si, por un lado, competían entre sí, por otro lado, colaboraran en la captación de públicos cada vez más amplios y variados para la ciencia6. La historia del libro científico, según Pardo, hacia finales del siglo XVIII atraviesa el cierre de un ciclo. Ahora este libro tiene que aprender a convivir con otros formatos. Se parece a una crisis por agotamiento. Una especie de saturación como resultado del mayor contacto del campo de la ciencia con otros campos sociales, y debido también a unas exigencias nuevas de parte de la sociedad, interesada por seguir consumiendo y aprendiendo del saber especializado. Por eso, comunicar experiencias (y hacerlo de modo adecuado a las expectativas de los agentes implicados) se convirtió ahora en una práctica esencial para el triunfo y la visibilidad social de la filosofía experimental; y por eso cobraron tanta importancia los dos soportes fundamentales que aseguraban esta comunicación: las cartas y los libros5. Interpreté el periodo de La Republica de las Letras como el paraíso del llamado libro científico. Son tres siglos en que este soporte material de comunicación se impone entre estudiosos y sabios. A su paso, se constituye una serie cardinal de prácticas científicas, como son estilos de escritura, modos de lectura, formas de producción, circulación y formas de gozo, como dice este historiador. El libro está en el centro de lo que se conoce como cultura científica. No duda Pardo en decir que es un pilar básico en la construcción de la Republica de las Letras o que en la Edad Moderna europea el libro es la señal más clara de identidad de la ciencia en esa época. deseada en ese proceso era la de escribir y publicar libros; pero para aquellos cuya situación no lo hacía posible, también se podía participar comprando, regalando, prestando, pidiendo, heredando y hasta robando libros4. Relaciones Internacionales, núm. 20, junio de 2012 GERI – UAM PARDO, José, El libro científico…op. cit., pp. 30-31. 4 Ibíd., p. 27. 5 Ibíd., p. 48. 6 www.relacionesinternacionales.info | 179 Relaciones Internacionales, núm. 20, junio de 2012 GERI – UAM y conceptual. Correspondiente con lo que ahora busco, consigue desarrollar con profundidad cuatro asuntos capitales: una génesis de lo que denomina los tres géneros de la modernidad (la ciencia, el ensayo y la novela); una elucidación del espíritu de ensayista frente al de científico; una ponderación del papel y la importancia de la escritura, del escribir, entre estas dos figuras intelectuales; y, desde un punto de vista más ideológico y ético, una sólida argumentación a favor de una perspectiva de igualdad de condiciones entre las “tres prosas”, una postura de equivalencia e igualdad de virtudes entre estos tres géneros. Al concebir tajantemente a la ciencia, el ensayo y la novela dentro de la estirpe de la modernidad, Fierro nos propone una lectura, a mi entender, menos conflictiva entre estas tres expresiones de la comunicación. Al tener un mismo origen comparten atributos, se parecen más de lo que creemos. No son unas entidades absolutamente diferenciadas y hasta pueden dialogar y complementarse. Son sus prosas mayores, originales suyas, la ciencia, el ensayo y la novela, géneros textuales, los tres, de carácter laico, no religioso o mítico, y sin propósito directo –si acaso solo indirecto, connotadode enseñanza7. Cada avance de la ciencia empírica ha traído consigo un forzoso retroceso del ensayo y de la filosofía. Desde que hay astronomía y astrofísica como ciencia, ¿qué pinta un filósofo disertando sobre asteroides jupiterinos o calculándole la edad a nuestro sistema solar?8. Review-essays Es cierto que en la modernidad se pronuncia una bifurcación y una tensión entre ciencia y humanidades. O entre lo que se ha denominado “dos culturas”, una más de corte realista desde un punto de vista epistemológico y otra más hermenéutica9. Como ya afirmé, no solo se estima una abismal diferencia, sino que además de ser posturas en el mundo antagónicas, una es, o sería, superior a la otra. Así, en este razonamiento e ideología, la ciencia sería superior al ensayo o viceversa, según se le vea. Pero en Fierro esto es más difícil de establecer, sea porque decanta tan prolijamente las virtudes del ensayo y del ensayante, como porque logra convencer de que el espíritu científico puede también realizarse a partir de o con un talante intuitivo y conjetural. Ensayista o ensayante es entonces sencillamente el filosofo, estudioso, indagador, que, FIERRO, Alfredo, Humana ciencia…op. cit., p. 15. 7 Ibíd., p. 309. 8 MARDONES, J.M, Filosofía de las ciencias humanas y sociales. Materiales para una fundamentación científica, Anthropos, Barcelona, 1991. 9 180 | www.relacionesinternacionales.info El ensayista y el científico, sin embargo, constituirían dos habitus en la teoría de Bourdieu. Son dos sensibilidades identitarias, fenómenos de formas de apreciación y de percepción de las cosas. Son también apuestas de función y compromiso político. Del libro de Fierro, deduje que un factor diferenciador es el significado y la función de la escritura, o, mejor, del escribir en estas dos figuras sociales. Sobre la lectura también deduje lo mismo, porque mientras que para el ensayista leer es la conclusión de una exquisita selección de textos, en el científico procede como el resultado de un “estado de la cuestión”, de una “literatura” acerca de unos temas en particular. El profesor doctrinario no modifica un ápice su lección jamás; no la modificaría a lo largo de cien vidas que le concedieran. El filosofo crítico, ensayante, por el contrario, varía sin fin, sin limitaciones, en breves o largos lapsos de tiempo11. a falta de argumentos y evidencias indudables, al tratar acerca de un asunto, acomete su tarea por vía de “ensayo”, de reflexión e indagación de carácter tentativo y provisional, de manera un tanto informal y en discurso no dogmatizante ni sentenciador.10 Relaciones Internacionales, núm. 20, junio de 2012 GERI – UAM Review-essays Pero los ensayos de Pardo y Fierro nos dejan con la sensación de saber más sobre el desarrollo de esta misma historia y cuestiones que ellos nos reconstruyen, en los otros lugares del mundo. Mas, también, si lo que a mi entender viene ocurriendo en esos otros lugares del mundo, es lo que ocurre en el centro del sistema mundial del saber. ¿Cabe la posibilidad de una historia del libro, la lectura, el ensayo y las ciencias sociales en y desde la subalternidad, y otra en y desde el centro? Porque tampoco está del todo claro si la angustia, o quizá la prisa, por lograr ser un investigador social eficiente es la misma siempre, para todo el que investigue en ciencias sociales en la actualidad. Caben matices también respecto de la intensidad del conflicto entre ciencia y ensayo, y entre científico y ensayista, pues hay lugares del mundo donde predomina una tendencia a la hibridación y El escritor es, por entero, su propio oficio. El “escribo, luego soy” equivale a “existo porque escribo”, “soy mientras escribo”; y constituye no solo justificación, sino fuente de significado, fundamento y sustancia de su existencia. La conciencia del escritor recaba realidad objetiva del “escribo”: si no escribo, estoy muerto, estoy acabado12. FIERRO, Alfredo, Humana ciencia…op. cit., pp. 85-86. 10 Ibíd., p. 283. 11 Ibíd., p. 226. 12 www.relacionesinternacionales.info | 181 Relaciones Internacionales, núm. 20, junio de 2012 GERI – UAM la fusión. Por eso decía que estos libros me hicieron retroceder y matizar. Sólo dentro de una concepción de lo histórico como necesidad, es que tendría lugar la desaparición definitiva e inevitable del libro y del ensayo, que llevaría a una especie de comunidad de las ciencias sociales más paradigmática en los términos de Thomas Kuhn. Es decir, homogénea, consensual, sin diferencias. Review-essays *Rodolfo MASÍS NÚÑEZ es profesor asociado del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de los Andes, con sede en Bogotá, Colombia. 182 | www.relacionesinternacionales.info Relaciones In t e r naciona l e s Revista académica cuatrimestral de publicación electrónica Grupo de Estudios de Relaciones Internacionales (GERI) Universidad Autónoma de Madrid, España www.relacionesinternacionales.info ISSN 1699 - 3950