SEMINARIO PARA NUEVOS PRESIDENTES DE MISIÓN DE 2014 Pues ya no temáis, y escudo seré Presidente Dieter F. Uchtdorf Segundo Consejero de la Primera Presidencia Martes 24 de junio de 2014 Es maravilloso estar entre amigos. Queridos amigos, mis amados hermanos y hermanas, Harriet y yo estamos verdaderamente agradecidos por encontrarnos con ustedes en este momento en el que se embarcan en esta gran y maravillosa trayectoria para proclamar el mensaje del Salvador a las naciones del mundo. Resurrección, cuando Jesucristo se levantó triunfante de la tumba. Quebrantó los lazos de la muerte e hizo posible que toda la humanidad resucitara. Como misioneros, como siervos del Señor, este es el mensaje principal que llevamos al mundo: “Yo sé que vive mi Señor”. Asegúrense de que sus misioneros no olviden nunca esto. Ténganlo en mente cuando ustedes y sus misioneros participen de la Santa Cena los domingos, y cuando inviten a otras personas a asistir a las reuniones sacramentales con ustedes. El participar de la Santa Cena es un acto sumamente sagrado. Si le explican a aquellos que buscan la verdad lo que puede representar el Evangelio y la Santa Cena para ellos, les conmoverán el corazón. Esta mañana, mientras conducíamos hasta aquí, estábamos entusiasmados por poder estar con ustedes. Ojalá pudiéramos darles un abrazo a todos y cada uno de ustedes. Hace unos meses, mientras preparaba un mensaje de Pascua, surgió la pregunta de por qué la Iglesia no celebra más abiertamente los acontecimientos que rodean la Pascua. Si pensamos en ello, lo cierto es que, como miembros de la Iglesia, celebramos la Pascua cada domingo al participar de la Santa Cena. Fue el jueves anterior al domingo de la Pascua de Resurrección cuando se estableció la Santa Cena. Al participar de la Santa Cena, nos comprometemos de nuevo a recordar el sacrificio del Salvador y a guardar Sus mandamientos. Al mismo tiempo, se nos promete que tendremos Su Espíritu con nosotros en todo momento y en todo lugar. Mediante la vida sin pecado de Cristo y el profundo milagro de la Expiación, Él preparó una vía para que pudiéramos ser purificados y gloriosos, un camino para regresar con nuestro Padre Celestial y recibir la vida eterna. Pero también es interesante la otra cosa que sucedió como resultado de haberse levantado de la tumba. Este acto de amor transformó un grupo de discípulos asustados y preocupados en un grupo dinámico de valientes misioneros que cambiaron el mundo. Piensen en lo que sucedió durante la semana que siguió al domingo de Ramos y que terminó en el domingo de la Pascua de Los acontecimientos de ese día tienen el potencial y el poder de lograr el mismo 1 © 2014 por Intellectual Reserve, Inc. Todos los derechos reservados. PD10051917 002 resultado para cada siervo del Señor, para cada misionero, para cada uno de ustedes que está proclamando y enseñando el evangelio de Jesucristo. pusieron de pie junto a ellas dos varones con vestiduras [y] les les dijeron: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, sino que ha resucitado”5. Remontémonos a los acontecimientos de aquella semana de Pascua de Resurrección en la Tierra Santa, inmediatamente después de que el Salvador del mundo fuera crucificado. Los discípulos se reunieron con miedo, tal vez escépticos de que realmente su Maestro estuviera muerto. Los imagino mirándose unos a otros, sintiéndose confundidos, con ira y, tal vez más que nada, con profundo dolor y angustia. Las mujeres se apresuraron a regresar y le contaron a los once y a los que se encontraban con ellos lo que habían visto, pero “a ellos les parecían locura las palabras de ellas, y no las creyeron”6. No obstante, Pedro corrió al sepulcro y “vio sólo los lienzos allí… maravillándose de lo que había sucedido”7. Una vez que se volvió a marchar la maravillosa María Magdalena se quedó sola y lloró. Ella también estuvo presente en la crucifixión del Salvador. Allí, al pie de la cruz, soportó el dolor y la humillación de su amado Señor. Lo había mirado a los ojos y visto morir. Eso sucedió el viernes. Si lo recuerdan, el día después de la crucifixión de Cristo, los principales sacerdotes y los fariseos se dirigieron al gobernador romano, Pilato, y le dijeron: “Señor… aquel engañador dijo, viviendo aún: Después de tres días resucitaré. Manda, pues, que se asegure el sepulcro hasta el tercer día; no sea que vengan sus discípulos de noche, y lo hurten y digan al pueblo: Resucitó de entre los muertos”1. Aquella primera mañana del domingo de Pascua, parecía que el universo estuviera acumulando una tristeza tras otra sobre aquel pequeño grupo de discípulos que tan profundamente habían amado a Jesús. Pilato aprobó la petición, y una patrulla de soldados romanos guardaron la tumba para asegurarse de que ningún hombre robara el cuerpo. Tras un tiempo, María Magdalena volvió a mirar al interior de la tumba, pero esta vez no estaba vacía. Vio a “dos ángeles con ropas blancas que estaban sentados, el uno a la cabecera y el otro a los pies, donde el cuerpo de Jesús había sido puesto. Y le dijeron: Mujer, ¿por qué lloras?”. Fue justo antes del amanecer 2 de aquel domingo de Pascua de Resurrección cuando la tierra comenzó a temblar y un “ángel del Señor, descendiendo del cielo y acercándose al sepulcro, removió la piedra… su aspecto era como un relámpago, y su vestido blanco como la nieve. Y de miedo a él los guardias temblaron y se quedaron como muertos”3. Cuando medito su respuesta, percibo la inimaginable y profunda tristeza que ella debe de haber soportado. Les dijo: “Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto”. No mucho después, María Magdalena, con algunas otras mujeres, vinieron a vestir el cuerpo de Jesús 4 . “Y hallaron removida la piedra del sepulcro. Y, al entrar, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. Y… he aquí se Fue entonces cuando sintió que había alguien detrás de ella, se dio vuelta y vio a un hombre 2 © 2014 por Intellectual Reserve, Inc. Todos los derechos reservados. PD10051917 002 que le habló. “Mujer”, dijo, “ ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?” lo que sucedió después: que el Salvador se apareció a Sus discípulos, que los invitó a tocarlo y a comprobar por sí mismos que Él vivía. María pensó que quizá el hombre fuera alguien que trabajaba en el jardín; y quizá él había visto lo sucedió en la tumba. Así que dijo: “Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré”8. Se quedó con los que lo amaban y seguían, y abrió las Escrituras: “…comenzando desde Moisés y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían”10. ¿Sienten el dolor que revisten sus palabras? ¿Perciben su desesperación? Se apareció a más de 500 personas 11 durante ese tiempo y “después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables… hablándoles del reino de Dios”12. ¿Alcanzan a sentir la súplica de una discípula que amaba a su Maestro, que había ayudado a retirar Su cuerpo sin vida de la cruz, que lo había envuelto para su sepultura y que lo había dejado en su lugar de reposo? Es notable cómo cambiaron las cosas tras aquel día. Antes de Su muerte, la mayoría de los discípulos de Jesús tenían como función la de ser testigos y seguidores. Observaron y aprendieron, y fueron testigos de los hechos y las enseñanzas del Salvador. ¿Y qué sentiría Jesucristo, que ahora se encontraba ante ella? ¿Pueden imaginarse la angustia del Salvador al ver a alguien a quien Él amaba tan profundamente consumida por semejante tristeza? ¿Pueden imaginarse también Su gozo a causa del mensaje que estaba por impartir, el mensaje que cambiaría a toda la humanidad para siempre? Pero todo cambió para ellos después de que Cristo se levantó de la tumba. El gran apóstol de más antigüedad, Pedro, me resulta especialmente interesante. Se trataba de un hombre que no era ajeno a la adversidad, un hombre entre los hombres. ¿Con cuánta frecuencia había enderezado el timón de su pequeño barco de pescador durante una tormenta amenazante? ¿Con cuánta frecuencia había regateado con astutos mercaderes el precio de su pescado? Le dijo una palabra; casi alcanzo a oírla. Le habló con suma ternura, con sumo amor, con sumo gozo. “¡María!”, le dijo, y esa palabra hizo que ella abriera los ojos. Le había escuchado decir su nombre anteriormente y reconoció Su voz. El Hombre que había seguido y a quien había escuchado se encontraba ante ella. Sin embargo, ¿qué vemos en esta “roca” de hombre antes de la Resurrección? Entre otras cosas, vemos temor. “¡Raboni!”, dijo ella. Entonces fue hacia Él, pero Él le prohibió que lo tocara, diciendo que todavía no había ascendido a Su Padre. Cuando descendió de la barca en el mar de Galilea y caminó sobre el agua hacia el Salvador, constatamos los inicios de una fe y una valentía enormes. “Mas al ver el viento fuerte, tuvo miedo y, comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame!”13. Sin embargo, le pidió lo siguiente: “Ve a mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios”9. Mis queridos hermanos y hermanas, mis queridos amigos, todos conocen la historia de 3 © 2014 por Intellectual Reserve, Inc. Todos los derechos reservados. PD10051917 002 Más adelante, solamente unas horas antes que Cristo fuera arrestado, el impulsivo Pedro se glorió de su fidelidad. “Aunque todos se escandalicen, yo no”14, proclamó al Salvador. Y cuando Jesús profetizó que Pedro le negaría tres veces aquella noche, el gran pescador, con mayor osadía aún, proclamó: “Si me fuere menester morir contigo, no te negaré”15; y los otros apóstoles se apresuraron a utilizar las mismas palabras. Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos”20. Pedro habló sin miedo en lugares públicos, incluso en el mismo templo. Junto con Juan, fue arrestado y, al día siguiente, llevado ante los gobernantes, ancianos y escribas para ser interrogado. Allí estaban Anás, el sumo sacerdote, y Caifás. Debe de haber sido un grupo intimidatorio, un grupo que tenía la vida de Pedro y de Juan en sus manos21. Pedro era uno de los amigos más cercanos del Salvador. Aquella terrible noche del juicio de Jesús, Pedro estuvo bajo el palacio, procurando averiguar lo que estaba pasando, cuando una criada se le acercó y dijo: “Tú también estabas con Jesús, el nazareno”16. Pero cualquier rastro del viejo y temeroso Pedro había desaparecido en el magnífico fuego purificador de esa mañana de la Pascua de Resurrección. Pedro se enfrentó valientemente a los que lo condenaron, los mismos hombres que habían matado a Su Señor, con milagros que hizo en el nombre del Señor. Cuando sanó al cojo, se le preguntó con qué poder y en nombre de quién lo había hecho 22 . Pedro proclamó: “…sea notorio a todos vosotros y a todo el pueblo de Israel que en el nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de los muertos, por él este hombre está en vuestra presencia sano… no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos”23. El miedo lo dominó en aquel crítico momento. Marcos, quien conocía bien a Pedro 17 , más tarde registraría los acontecimientos de aquella noche. Posiblemente atendiendo a las instrucciones de Pedro, Marcos contó la historia con todos sus detalles humillantes. Marcos escribe en cuanto a las negaciones de Pedro e incluso dice que Pedro “comenzó a maldecir y a jurar: ¡No conozco a este hombre de quien habláis!”18. Pedro más tarde lloró y sintió gran agonía por esa traición. Con el corazón quebrantado, le suplicó a Dios que lo perdonara. ¿Cómo pudo haber sido tan débil? ¿Cómo pudo él permitir que el temor le hiciera negar al hombre a quien él conocía como “el Cristo, el hijo del Dios viviente”?19 Los gobernantes de los judíos no se esperaban tal valentía y osadía. Las Escrituras dicen que se maravillaban de que estos seguidores indoctos e ignorantes pudieran ser tan osados24. Estos doctores de la ley finalmente decidieron que la mejor línea de acción era amenazarlos “para que no [hablasen] de aquí en adelante a hombre alguno en este nombre… [y que] de ninguna manera hablasen ni enseñasen en el nombre de Jesús” 25. Para Pedro y Juan, ésta era su oportunidad de marcharse de Jerusalén sin ser castigados. Pero desde el momento en que Pedro vio al Cristo resucitado, se transformó. Fue un hombre diferente. Junto con Santiago y Juan, fue un verdadero líder. Ya no tenía miedo. Desde ese momento en adelante, él valientemente testificó: “A este 4 © 2014 por Intellectual Reserve, Inc. Todos los derechos reservados. PD10051917 002 “Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios”, dijeron los discípulos con osadía, “porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído”.26 la gran responsabilidad de difundir las nuevas gloriosas y felices del evangelio de Jesucristo. Los antiguos apóstoles recibieron la asignación del Señor de enseñar y bautizar a todas las naciones, “enseñándoles que guarden todas las cosas que os he 29 mandado” . Se les ha llamado para que hagan lo mismo. De esta manera, ustedes y sus misioneros son el brazo extendido de los Doce Apóstoles, con la misma promesa de que el Señor estará con ustedes, aun hasta el fin del mundo. De aquella mañana de Pascua de Resurrección en adelante, Pedro fue un hombre nuevo. Había nacido de nuevo. Durante el resto de su vida, Pedro se vio sometido a amenazas, al ridículo, al odio y a la humillación; pero no retrocedió. Él no temía a ningún hombre. Nada le impidió que cumpliera su misión de alzar la voz como testigo de Su Salvador, el Señor Jesucristo. Todos los días de su misión se enfrentan con decisiones similares a las que Pedro tuvo que tomar. Al igual que Pedro, tienen esta misma pregunta ante ustedes: ¿Qué clase de testigos serán? No sabemos a ciencia cierta lo que le sucedió a este magnífico siervo de Dios hacia el final de su vida. La tradición sugiere que fue arrestado en Roma y apresado. Las autoridades romanas tenían que cambiar constantemente sus guardias, ya que el valiente testimonio de Pedro lograba convertirlos casi con la misma rapidez con la que traían nuevos guardias 27 . ¡Ése es un verdadero misionero! Entre los 86.000 misioneros que prestan servicio actualmente, hay muchos que, al igual que Pedro, no tienen miedo de proclamar la verdad. Afrontan cada día con un vigor renovado. Aun ante el ridículo, la apatía y el odio, alzan sus voces puras y alegres para proclamar el evangelio de Jesucristo. La tradición también sugiere que Pedro fue crucificado en Roma, cabeza abajo, porque no se sentía digno de ser crucificado de la misma manera que su Maestro y Redentor28. Por supuesto, también hay algunos que tienen miedo, como Pedro lo tuvo una vez; pero en cierto sentido, todos somos como Pedro. Todos podemos ver los frutos de la vida, la expiación y la resurrección de Cristo en nuestro discipulado. Ahora les hago la siguiente pregunta: ¿Qué tiene que ver esto con sus sagrados llamamientos de proclamar el evangelio de Jesucristo? ¿Qué tiene que ver esto con su responsabilidad de dirigir a nuestros misioneros? Las aguas vivificadoras del evangelio sempiterno están ante nosotros. ¿Tomaremos solamente unos sorbitos a través de una pajilla agujereada? ¿O permitiremos que estas aguas broten en nuestro interior y nos llenen de energía renovada y poder divino? Mis queridos hermanos y hermanas, tiene todo que ver con ustedes. Es la esencia de su llamamiento. Cada día que se colocan sus placas misionales, sus placas de honor, declaran al mundo que son discípulos del Señor Jesucristo. Al igual que Pedro, han tomado sobre ustedes el nombre del Señor y Durante su misión, ¿permitirán que sus temores los derroten? ¿Entregarán solamente una parte de su potencial a la obra que tienen ante ustedes? 5 © 2014 por Intellectual Reserve, Inc. Todos los derechos reservados. PD10051917 002 Confío en que estoy hablando a aquellos que sirven a Dios “con todo [su] corazón, alma, mente y fuerza”. Se les ha llamado a la obra y cada día prestan servicio a su Salvador al “[meter] su hoz con su fuerza… [trayendo] salvación a su alma”30. paraban a personas por los centros comerciales al aire libre y en todas partes. El élder Green estaba completamente aterrado y más tarde escribió: “Yo había hecho tentativas con poco entusiasmo y no había tenido resultados; comencé a deprimirme, me irritaba y estaba totalmente desanimado”. Para ilustrar el potencial y las posibilidades que sus misioneros y ustedes tienen, permítanme compartir la experiencia de un misionero que parece personificar al discípulo sin temor que todos deseamos ser. El élder Strong, por otra parte, hablaba con una persona tras otra en su forma especial y mantuvo muchas conversaciones fructíferas. Cuando se le preguntaba cómo era capaz de hacer esto, el élder Strong decía: “No temo a ningún hombre”. Ciertamente, no parecía tener nada de miedo. Hace unos treinta años, un miembro de la Iglesia que había sido bautizado hacía poco, a quien llamaré élder Strong, aceptó el llamado a servir como misionero en Gran Bretaña. Cuando salió de su casa, su padre y su madre le suplicaron que no sirviera en una misión. Al ver que el élder Green tenía mucho miedo, el élder Strong le preguntó un día: “Élder, ¿sabe quién es usted?”. Aunque le rompía el corazón ver a sus padres tan preocupados, el élder Strong sentía paz en el corazón en cuanto a su decisión, ya que estaría sirviendo al Señor. Desde el momento en que el élder Strong se bajó del avión en Inglaterra, comenzó a dedicar todo su esfuerzo a servir al Señor. No le llevó mucho tiempo ganarse la reputación de no tener miedo. Trabajaba con tanto ahínco que otros misioneros comenzaron a llamarlo “caballo de tiro”, ya que tiraba de sus compañeros cada día. El élder Green consideró que esta era una típica pregunta de la Escuela Dominical y respondió: “Soy un hijo de Dios”. Pero el élder Strong sonrió, abrió el Libro de Mormón en 3 Nefi 5:13 y leyó: “He aquí, soy discípulo de Jesucristo, el Hijo de Dios. He sido llamado por él para declarar su palabra entre los de su pueblo, a fin de que alcancen la vida eterna”. Entonces miró a su compañero menor y le dijo: “¡Élder, usted es un discípulo de Cristo! ¡No le tema a nadie!”. Este tipo de dedicación no era muy llevadera para sus compañeros. Mencionaré un nuevo misionero en concreto, a quien llamaré el élder Green. Al élder Green no le gustaba el estilo del élder Strong para trabajar en la obra misional. El élder Strong insistía en que se levantaran temprano (incluso antes de lo que decía el manual) y en cuanto estaban fuera de la casa, comenzaban a hablar a las personas acerca de la Iglesia. Hubo algo en aquellas palabras que pareció dar poder al élder Green, y de repente se sintió vigorizado. Caminó hasta la puerta de entrada de un gimnasio y observó a un fornido físicoculturista que salía por la puerta. Decidió poner a prueba su recién descubierta valentía ante ese gigante. Así describió la experiencia: “Logré expresar el diálogo a los tropezones y di una imagen de Cuando caminaban hasta el centro de una ciudad para hacer contactos por la calle, 6 © 2014 por Intellectual Reserve, Inc. Todos los derechos reservados. PD10051917 002 completo principiante; pero después, este hombre respondió con un sorprendente ‘sí’ a la invitación de compartir una lección con él”. Durante las tres semanas siguientes, ese impresionante investigador aceptó el Evangelio y fue bautizado. una pausa durante un momento y entonces dijo: “No nos llevamos bien, así que esta noche le pido que por favor me diga: ¿Está usted procurando hacer lo correcto? Quizá yo esté eligiendo lo que no es correcto y deba cambiar”. Aun así, al élder Green no le gustaba este estilo osado para hacer la obra misional, y discutía con su compañero continuamente al respecto. Sin embargo, el élder Strong respondía con amabilidad: “Élder, no temo a ningún hombre y eso lo incluye a usted. Bautizaré con o sin usted. Preferiría hacerlo con usted, pero eso depende de usted”. Eso fue todo lo que dijo. El élder Green sintió el Espíritu mientras su compañero hablaba. En la oscuridad de la noche, se le llenaron los ojos de lágrimas. Se había burlado del élder Strong por muchos de sus métodos, pero se dio cuenta aquella noche de que él era el misionero a quien no le importaba lo suficiente. La conversación que tuvieron lo transformó como misionero. Después dijo algo más: “El Señor nos dice que usemos valentía pero no altivez. Somos altivos cuando somos osados sin amor. Cuando las personas conocen y sienten su amor, ¡nunca será demasiado osado!” El élder Green dijo que los dos meses que pasó con el élder Strong llegaron a ser los días más importantes y formativos de su experiencia en la misión. Un día, el élder Green hizo un comentario muy desconsiderado acerca de otra religión. El élder Strong intentó hablar con él al respecto, pero al élder Green no quiso tener esa conversación molesta. Cuando los dos misioneros llegaron finalmente a casa aquella noche, el compañero menor saltó con rapidez a la cama, con la esperanza de que su lenguaje corporal indicara el hecho de que no quería hablar. El élder Strong consideraba que sus responsabilidades mientras servía como misionero eran bastante sencillas. Debía escuchar al Espíritu, encontrar a personas y hablar con ellas. Cuando no estaba encontrando personas o hablando con ellas, debía procurar encontrarlas y hablar con ellas. Todo lo que quería hacer era predicar el Evangelio. El élder Strong nunca fue asistente del presidente ni líder de zona, pero capacitó a muchos nuevos misioneros. La capacitación de nuevos misioneros es uno de los cargos de liderazgo más importantes en el campo misional. No obstante, el élder Strong vino a un lado de su cama y le dijo: “Élder, existen dos motivos por los que los misioneros de un compañerismo se llevan bien. O bien trabajan juntos como un compañerismo humilde, obediente y lleno de amor, o bien se llevan bien porque ambos están haciendo lo que es incorrecto”. En la misión donde prestaron servicio estos dos misioneros estaban teniendo un promedio de dos o tres bautismos en dos años. Después añadió: “Cuando los misioneros no se llevan bien, cuando se pelean y discuten, a menudo es porque un misionero quiere hacer lo correcto pero al otro no le importa”. Hizo 7 © 2014 por Intellectual Reserve, Inc. Todos los derechos reservados. PD10051917 002 Durante el transcurso de su misión, el élder Strong bautizó a muchas, muchas más personas. El número de bautismos no siempre indica quién es un buen misionero, pero merece la pena seguir el ejemplo del élder Strong como misionero, ya que enseña que debemos trabajar con ahínco, confiar en el Señor, buscar y seguir el Espíritu, tener fe, ser obedientes y no temer a nadie. conozco. Sé que mi Redentor vive; lo sé más allá de toda duda, pregunta o debate. ¡Él vive! Es el Hijo del Dios Viviente. Él dirige esta obra y se preocupa por ustedes. Él conoce las oraciones silenciosas, no pronunciadas, de su corazón. Del mismo modo que inspiró a Pedro, a Juan y a todos los discípulos que lo siguieron, Él los elevará e inspirará a ustedes. Si dedican su trabajo y su voluntad a Él y dejan sus preocupaciones y temores en Sus manos, Él hará de ustedes grandes testigos y discípulos de Él, de Su Evangelio y de Su Iglesia. Él les concederá un testimonio fuerte y un corazón sin temor. Hará de ustedes grandes líderes misionales y grandes misioneros. La manera en que uno vive y honra los principios del Evangelio durante los muchos años que seguirán a la misión es también señal de quién fue un buen misionero. Los frutos de una misión de éxito se perciben en la vida de los misioneros que regresaron. Se ven en cómo aplican los valores del Evangelio como esposos o esposas, padres y madres, y como hijos o hijas del Padre Celestial. Es el hecho de “perseverar con gozo” en calidad de discípulos de Cristo lo que con el tiempo revelará el éxito de una misión, mucho después que se hayan dejado de usar las placas misionales. ¡Cristo el Señor ha resucitado! Está al timón de Su Iglesia y de Su obra. Doy testimonio de que tenemos un profeta viviente de nuevo en la tierra, nuestro amado presidente Thomas S. Monson. Estimados presidentes y hermanas, al comenzar esta nueva y emocionante travesía como discípulos de Cristo, los invito a considerar el ejemplo del apóstol Pedro, quien superó sus temores y se convirtió en un valiente misionero y líder de la Iglesia. Podemos aprender no sólo de Pedro, sino también de todos los misioneros que tienen el mismo tipo de compromiso y dedicación; misioneros como los muchos que encontrarán en todas las misiones del mundo entero, misioneros como aquellos que servirán con ustedes. En calidad de apóstol del Señor Jesucristo, los bendigo para que, al inclinar su corazón y mente hacia el Salvador, Él ciertamente los eleve y fortalezca. Él los visitará con conocimiento, paz y valor. Él aligerará sus tristezas y su carga. Bendecirá a su familia en su casa e incluso a su familia extendida. Velará por ustedes y por aquello que les preocupa. Él preparará el camino para ustedes y enviará a Sus ángeles para que los rodeen y los sostengan. Los ayudará a superar el temor. Los ayudará y los levantará para convertirlos en hombres y mujeres de Dios aún más grandes. Cada día, recordémonos a nosotros mismos que somos discípulos del Salvador Jesucristo, y que dado que Él está con nosotros, no debemos temer. Mis queridos consiervos, quiero que sepan lo mucho que los amo. Estoy agradecido por ustedes y oro por ustedes. Hoy y siempre, el Salvador les hace este llamado: ¡Jesús de Nazaret vive! Él es la roca de nuestra salvación. Hoy testifico que Él vive, lo “Pues ya no temáis, y escudo seré, que soy vuestro Dios y socorro tendréis; 8 © 2014 por Intellectual Reserve, Inc. Todos los derechos reservados. PD10051917 002 y fuerza y vida y paz os daré, y salvos de males vosotros seréis”31. que presten servicio como Sus emisarios. Dejo esto con una profunda gratitud por todos y cada uno de ustedes, en el nombre de nuestro Maestro, en el nombre de Jesucristo. Amén. Mis queridos amigos, queridos hermanos y hermanas, es mi oración y mi bendición que sientan esa fortaleza y esa valentía a medida Mateo 27:63–64. Véase Juan 20:1; véase también Mateo 28:1. 3 Mateo 28:2-4. 4 Véase Lucas 24:1. 5 Lucas 24:2–6. 6 Véase Lucas 24:9–11. 7 Lucas 24:12. 8 Juan 20:10–13, 15. 9 Juan 20:16–17. 10 Lucas 24:27. 11 Véase 1 Corintios 15:6. 12 Hechos 1:3. 13 Mateo 14:30; cursiva agregada. 14 Marcos 14:29. 15 Marcos 14:31. 16 Marcos 14:67. 17 Véase 1 Pedro 5:13. 18 Marcos 14:71. 19 Mateo 16:16. 20 Hechos 2:32. 21 Véase Hechos 3; 4: 1–7. 22 Véase Hechos 3:1–10; 4:7, 22. 23 Hechos 4:10–12. 24 Véase Hechos 4:13. 25 Hechos 4:17-18. 26 Hechos 4:19-20. 27 Véase www.bartleby.com/210/6/291.html. “San Pedro comprendió con premura que esta visión iba dirigida a él y, considerándola una reprobación de su cobardía, y como una señal de que era la voluntad de Dios que sufriera, regresó a la ciudad y, tras ser apresado, fue llevado a la Cárcel de Mamertina junto con San Pablo. Se dice que los dos apóstoles permanecieron allí ocho meses, tiempo durante el cual convirtieron a San Proceso y San Martiniano, los capitanes de sus guardias, junto a otras cuarenta y siete personas”. 28 Véase https://http://es.wikipedia.org/wiki/Simón_Pedro. “Orígenes escribió: ‘Pedro fue crucificado en Roma cabeza abajo, como él mismo quiso padecer’. Por este motivo se acepta generalmente una cruz invertida como símbolo de Pedro, con la interpretación de que no se consideró lo suficientemente digno como para morir de la misma manera que su Salvador”. 29 Mateo 28:20. 30 Doctrina y Convenios 4:2–4. 31 “Qué firmes cimientos”, Himnos, Nº 40. 1 2 9 © 2014 por Intellectual Reserve, Inc. Todos los derechos reservados. PD10051917 002