derecho administrativo - Escuela Nacional de la Judicatura

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SEMINARIO
“DERECHO ADMINISTRATIVO”
AGENDA
§ LUNES 10 DE OCTUBRE §
9:00 a.m. – 9:15 a.m.
Bienvenida por parte Dirección ENJ
9:15 a.m. – 10:45 a.m.
Administración Pública y Derecho Administrativo
10:45 a.m. – 11:00 a.m.
Receso
11:00 a.m. – 1:00 p.m.
Continuación
Administrativo
1:00 p.m. – 2:00 p.m.
Almuerzo
2:00 p.m. – 3:30 p.m.
Bases Constitucionales del Derecho Administrativo
3:30 p-m. – 3:45 p.m.
Receso
3:45 p-m. – 5:00 p.m.
Continuación Bases Constitucionales del Derecho
Administrativo
Administración
Pública
y
Derecho
§ MARTES 11 DE OCTUBRE §
9:00 a.m. – 10:45 a.m.
Características Formales
Administrativo
del
Ordenamiento
Jurídico-
10:45 a.m. – 11:00 a.m.
Receso
11:00 a.m. – 1:00 p.m.
Continuación Características Formales del Ordenamiento
Jurídico-Administrativo
1:00 p.m. – 2:00 p.m.
Almuerzo
2:00 p.m. – 3:30 p.m.
Organización de la Administración Pública
3:30 p-m. – 3:45 p.m.
Receso
3:45 p-m. – 5:00 p.m.
Continuación Organización de la Administración Pública
§ MIÉRCOLES 12 DE OCTUBRE §
9:00 a.m. – 10:45 a.m.
El Acto Administrativo
10:45 a.m. – 11:00 a.m.
Receso
11:00 a.m. – 1:00 p.m.
Continuación El Acto Administrativo
1:00 p.m. – 2:00 p.m.
Almuerzo
2:00 p.m. – 3:30 p.m.
Continuación El Acto Administrativo
3:30 p-m. – 3:45 p.m.
Receso
3:45 p-m. – 5:00 p.m.
Continuación El Acto Administrativo
§ JUEVES 13 DE OCTUBRE §
9:00 a.m. – 10:45 a.m.
El Procedimiento Administrativo I
10:45 a.m. – 11:00 a.m.
Receso
11:00 a.m. – 1:00 p.m.
Continuación El Procedimiento Administrativo I
1:00 p.m. – 2:00 p.m.
Almuerzo
2:00 p.m. – 3:30 p.m.
Continuación El Procedimiento Administrativo I
3:30 p-m. – 3:45 p.m.
Receso
3:45 p-m. – 5:00 p.m.
Continuación El Procedimiento Administrativo I
§ VIERNES 14 DE OCTUBRE §
9:00 a.m. – 10:45 a.m.
El Procedimiento Administrativo II
10:45 a.m. – 11:00 a.m.
Receso
11:00 a.m. – 1:00 p.m.
Continuación El Procedimiento Administrativo II
1:00 p.m. – 2:00 p.m.
Almuerzo Dirección ENJ
2:00 p.m. – 3:30 p.m.
Continuación El Procedimiento Administrativo II
3:30 p-m. – 3:45 p.m.
Receso
3:45 p-m. – 5:00 p.m.
Continuación El Procedimiento Administrativo II
Seminario “Derecho Administrativo”
SEMINARIO
“DERECHO ADMINISTRATIVO”
INTRODUCCIÓN
El seminario pretende acercar a los alumnos a la realidad teórica y jurisprudencial del
Derecho Administrativo desde el punto de vista de la teoría general de esta rama del
Derecho. Se debatirá sobre el sentido de la Administración pública y la forma en que se
organiza para adoptar sus decisiones. Esta parte será más general. Se estudiará en
profundidad los principios que rigen la actividad administrativa, la teoría de la
formación del acto administrativo y el procedimiento administrativo y los requisitos
legales para que esté válidamente constituido.
OBJETIVO GENERAL
 Analizar cómo la administración pública debe someterse a la teoría general del
acto y procedimiento administrativo para aprobar actos que sean conforme a
derecho. También se estudiará el valor de la jurisprudencia y de los tribunales a
la hora de fiscalizar toda la actividad administrativa.
CONTENIDO
1. Fundamentos de Derecho Administrativo
1.1. Administración Pública y Derecho Administrativo. Las bases constitucionales del
Derecho Administrativo: Acercamiento intuitivo al Derecho Administrativo y a la
Administración Pública - Origen y evolución del Derecho Administrativo y de la
Administración - Qué es el Derecho Administrativo - El interés general: la esencia del
Derecho Administrativo - Administración pública y Estado Social - Administración
pública y Estado Democrático - Administración pública y Estado de Derecho.
1.2. La Organización de la Administración Pública: La potestad organizatoria de la
Administración: titularidad, límites y control - Teoría del órgano administrativo:
concepto y clases de órganos - Principios constitucionales de organización de las
Administraciones Públicas: Eficacia, jerarquía, descentralización, desconcentración y
coordinación. Importancia de los principios generales del derecho aplicados al derecho
administrativo (Análisis jurisprudencial)
2. Garantías del Ciudadano frente a la Administración
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Seminario “Derecho Administrativo”
2.1 El Acto Administrativo: sometimiento a principios y norma: Concepto y delimitación
-.Clases de actos - Elementos de los Actos: sujetos, presupuestos y causa, fin, contenido
y forma - Eficacia del Acto: notificación y publicación, problemas derivados de la falta
de estos requisitos - La ejecución del Acto. Ejecución forzosa - Invalidez: nulidad,
anulabilidad e irregularidades no invalidantes.
2.2 El procedimiento administrativo I: Concepto y significado del procedimiento:
protección de derechos de los ciudadanos - Necesidad de un Régimen Jurídico común,
ámbito de aplicación - Principios generales del procedimiento administrativo Derechos de los ciudadanos.
2.3 El procedimiento administrativo II: Iniciación del procedimiento - El órgano
administrativo: abstención y recusación - Ordenación del procedimiento: instrucción,
prueba, informes, audiencia, información pública - Finalización del procedimiento.
METODOLOGÍA
El seminario constará de una exposición del tema por parte del profesor que se nutrirá
de las exposiciones y experiencias de los alumnos. Se plantearán dilemas sobre la
realidad del derecho administrativo, situaciones y se analizará como la teoría y los
principios son de aplicación para la resolución de todos los conflictos.
También se facilitarán sentencias que se leerán en el seminario y se trabajará en grupos
de dos para comentar su contenido y los aspectos relevantes de los fundamentos
jurídicos.
Se realizará una actividad final de juicios simulados aplicando los contenidos
aprendidos.
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Seminario “Derecho Administrativo”
EL ACTO ADMINISTRATIVO
DRA. ZULIMA SÁNCHEZ
Los Actos Administrativos repercuten de forma directa en los derechos, intereses y
libertades de los administrados. Por este motivo y al ser la forma en que la
administración materializa su labor de gestión y la incidencia de ésta es necesario
delimitar el acto administrativo para que pueda ser enjuiciado y controlado de forma
más sencilla por los tribunales de lo contencioso.
CONCEPTO
Para algunos autores no existe una definición clara de acto administrativo, pero si
queremos dar una definición podemos tomar la clásica definición de ZANOBINI
corregida por ENTERRIA, el acto administrativo, es: “Toda manifestación de voluntad,
de deseo, de conocimiento, o de juicio realizada por la Administración Pública en el
ejercicio de una potestad administrativa distinta de la potestad reglamentaria”.
Esta definición recoge más el concepto de actuación de la administración que la de
acto administrativo.
Siguiendo al Prof. PARADA: "Son acto administrativos los dictados por una
Administración Pública o Poder Público en el ejercicio de potestades administrativas.
Mediante este acto se impone la voluntad de esa administración sobre: derechos,
libertades o intereses que benefician a otros sujetos jurídicos. Todo esto es sometido al
control de los Tribunales de lo Contencioso Administrativo”
En cualquier caso, con independencia de la noción de acto administrativo, son notas
esenciales de dicho concepto:
 Los actos administrativos son actos jurídicos que suponen una declaración de la
Administración Pública. En la mayor parte de los casos una declaración de
voluntad pero también de simple conocimiento (certificados) o juicio
(dictámenes, informes, consultas, etc.).
 Deben proceder de una Administración. Si bien se debe tener en cuenta lo que
se ha denominado “expansión del concepto de acto administrativo” debido a la
utilización del régimen jurídico de los actos administrativos por parte de
poderes públicos distintos a la Administración (defensor del pueblo, TC, GPJ en
caso de contrataciones o régimen disciplinario) y que se someten, por ende, al
Derecho Administrativo y al control de los Tribunales de lo Contencioso.
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Seminario “Derecho Administrativo”
Igualmente debemos recordar la calificación por la jurisprudencia de actos
administrativos los producidos por administrados cualificados, los cuales en un
principio podrían ser considerados privados. (V.g.: Art. 126.3 Rg. de Servicios de
las Corporaciones Locales y art. 203 del Rg. de Contratos del Estado).
 La declaración debe ser consecuencia del ejercicio de una potestad
administrativa, conectando los actos administrativos con el principio de
legalidad.
ELEMENTOS
Hay multitud de clasificaciones que no veremos por cuestiones de salud física y mental.
Los autores discrepan extraordinariamente al enumerar y designar los elementos que
deben concurrir para que un acto administrativo sea válido. Diferencias que en la
mayoría de los casos tienen su origen en diferencias en cuanto a la terminología o la
sistemática utilizada.
Lo que más simple parece es estudiar los que se derivan de la regulación que del acto
se contiene en nuestro Derecho, concretamente en la LRJAP y PAC, art. 51 y ss y de
forma más precisa en los art. 53 a 55 inclusive contenidos en el Capítulo II dedicado a
los requisitos de los actos administrativos
De esta regulación, globalmente considerada, resultarían los siguientes elementos:
a) Elementos subjetivos: El titular del órgano y la competencia.
1. El problema de la investidura:
El acto administrativo sólo puede producirse por una Administración Pública en sentido
formal (cumpliendo unas características) y no por ningún órgano público que no está
integrado en una Administración como persona, sea cual sea la materia de tales actos,
ni por ningún particular.
Se trata de descubrir si el titular del órgano reúne las condiciones jurídicas suficientes
para ser considerado como tal (nombramiento de un funcionario antes de que lo sea o
cuando haya sido cesado o si estamos ante un impostor o en los casos de
imparcialidad)
Se pueden dar dos situaciones:
 El ciudadano no pude saber si existen irregularidades en la investidura el titular
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Seminario “Derecho Administrativo”
del órgano: (no reúne los requisitos para ser considerado como tal) en estos
casos el ciudadano no puede ser perjudicado por lo que se da validez jurídica al
acto sin perjuicio de las posteriores reclamaciones de responsabilidad (se les
conoce como funcionarios de hecho)
 El ciudadano puede plantear la recusación (Art.29 LRJ y PAC) si el tribunal no se
abstuvo pese a encontrarse en alguno de los supuestos del Art.28 de la LRJ y
PAC ya que el ciudadano entiende que el órgano le puede perjudicar con su
actuación (en este caso el ciudadano si puede conocer los vicios)
En la práctica se admite la validez de los actos emitidos por un órgano con problemas
de irregularidad en su investidura se ajustan a derecho el acto es válido.
2. Problema de la competencia del órgano:
En la práctica la competencia si es un elemento fundamental, ya que su inexistencia
provoca efectos de nulidad o anulabilidad en el acto. La competencia implica que sólo
podrá dictar un acto administrativo aquel órgano de la Administración que tenga
competencia para ello (Art. 53.1 de la LRJAP y PAC).
Las competencias se reparten atendiendo a la materia, al territorio y a la jerarquía. Si
no se cumplen estos criterios de distribución de competencias se producirá la nulidad
del acto.
1. Material, objetiva o funcional. Ratione materiae. Asignación a cada uno de los
Ministerios de un servicio público definido (Defensa, Justicia, Hacienda etc), o
de un sector de la vida social o económica sujeta a intervención pública
(trabajo, educación, turismo, industria).
2. Jerárquica. Distribución escalonada de la titularidad de las potestades públicas
sobre una materia, encomendadas en su conjunto a un Ministerio, entre los
distintos niveles jerárquicos del mismo, en función directa de la importancia de
los asuntos.
3. Territorial. Ratione loci. Distingue los diferentes ámbitos geográficos a los que
se extiende la competencia de los entes u órganos.
4. Existe un cuarto grupo más, competencia ratione temporis, para referirse a los
supuestos en los que el ejercicio de una potestad se encuentra limitada a un
periodo temporal determinado.
En un órgano deben confluir todos los criterios de competencia (material, jerárquica,
territorial y temporal) para que, en ejercicio de la misma, pueda dictar válidamente el
acto administrativo que dicha competencia autorice.
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Seminario “Derecho Administrativo”
Cuando no se observan tales criterios se incurre en un vicio legal que afecta a la validez
del acto (vicio de incompetencia).
La incompetencia por razón de la materia y del territorio se conoce con el nombre de
incompetencia manifiesta y se sanciona con la nulidad de pleno derecho. En el resto de
los casos se permite al órgano que debió emitir el acto subsanar la incompetencia (art.
67.3).
b) Elementos accidentales: término, condición y modo.
 Término: momento a partir del cual tiene eficacia el acto administrativo (día).
 Condición: cláusula por la que se subordina el comienzo de los efectos del acto
al cumplimiento de un hecho o supuesto (es opcional).
 Modo: carga específica impuesta a la persona en al que se le exige un
determinado comportamiento para que se produzca el acto administrativo.
c) Elementos formales: procedimiento, declaración y motivación.
1. La motivación: Art.54 LRJ y PAC.
En un principio esta exigencia no se reguló, ni siquiera en el Derecho Francés. La
primera referencia a la obligación de motivar aparece en la Resolución 77-31 del
Comité de Ministros del Consejo de Europa de 27 de septiembre de 1977.
La Administración está obligada a hacer constar los argumentos por los que dicta un
determinado acto administrativo. Esta exigencia supone un avance a la hora de
permitir a los ciudadanos el control de los actos administrativos:
 Al plantear un recurso: ya que si en el acto se expresan las razones que llevan a
la Administración a tomarlo es más fácil contraargumentar.
 También facilita el control posterior por parte de los tribunales ya que si se
conoce la motivación es más fácil comprobar si el acto se ajusta a la ley.
Actos administrativos que se deben motivar: ver el Art.54.1 de la LRJ y PAC.
La falta de motivación dará lugar a nulidad del acto administrativo. Hay que aclarar que
esta interpretación se matiza en algunos casos por la jurisprudencia ya que si bien en la
actualidad la mayoría de los actos se motivan ésta no cumple con el fin último que el
legislador se propuso: el de facilitar al ciudadano el recurso y la comprensión de las
razones que la administración da a la hora de dictar sus actos.
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2. La forma de declaración: Art.55 de la LRJ y PAC.
Los actos administrativos exigen normalmente forma escrita. En algunas ocasiones y
por la clase de acto ante la que nos encontramos es imposible que la administración se
dirija por escrito al administrado si bien se exige que quede constancia a posteriori de
éste acto. Si esto no se hace así se entenderá que el acto no se ha producido.
3. El procedimiento: art. 105.c de la CE.
La declaración del acto administrativo ha de producirse siguiendo un iter concreto. Ha
esto es a lo que se conoce con el nombre de procedimiento administrativo, exigencia
constitucional para el actuar administrativo (art. 105 c) CE). Este es un requisito
esencial del acto por lo cual se entiende que se declaren nulos de pleno derecho los
actos que se dictan prescindiendo del procedimiento administrativo.
El acto administrativo no puede ser producido de cualquier manera, a voluntad del
titular del órgano a quien compete la producción, ha de seguir para llegar al mismo un
procedimiento determinado.
El procedimiento regula simultáneamente:
 Fijación del supuesto de hecho del que hay que partir.
 Participación de una pluralidad de sujetos o de órganos. V.g.: informes,
propuestas, dictámenes obligatorios, informaciones públicas, fiscalización
financiera, autorizaciones o aprobaciones de tutela. Cada uno con la función de
iluminar un aspecto determinado, o todos ellos, de la cuestión a decidir.
 Necesidad de adoptar ciertas formas de actuación. V.g.: licitación pública en la
contratación, pruebas pública en la selección de personal, aprobación previa de
planes o proyectos para acordar la realización de obras, orden del día en los
órganos colegiados...
 Participación de las personas que tienen la condición formal de “partes” en el
procedimiento distintas de la Administración actuante. V.g.: Posibilidad de
participar en la prueba, principio de audiencia, presentar alegaciones, obtener
informes o recibir notificaciones de los actos que les afectan.
El procedimiento asegura también entre todas las intervenciones un orden
determinado en el cual los distintos actos deben ser cumplidos hasta la resolución
final.
El procedimiento administrativo aparece como una ordenación unitaria de una
pluralidad de operaciones expresadas en actos diversos realizados heterogéneamente
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(por la función, por la naturaleza) por varios sujetos u órganos, operaciones y actos
que, no obstante su relativa autonomía, se articulan en orden a la producción de un
acto decisorio final.
Se distinguen entonces:
 Decisión final o resolución (art 89 de la LRJAP y PAC)
 Actos procedimentales.
d) Notificación y publicación:
Éstas son las dos formas de cumplir con el principio de publicidad que se regula en el
Art. 52.1 de la LRJ y PAC. La necesidad de publicidad es tan importante que si no se
cumple el acto administrativo se considera inexistente. Hay dos formas de comunicar el
acto:
1. Notificación:
Comunicación directa a una persona determinada. Se trata de una técnica más
solemne y formalizada. Se regula en el Art. 58 LRJAP y PAC. Las notificaciones tienen un
contenido mínimo: resolución íntegra; si el acto es o no definitivo; recursos. El
incumplimiento de esta condición de notificación hace que sea defectuosa. Para que
ésta se subsane bastará con que el interesado de alguna señal de que se le ha
notificado el acto:
 Que inicie actuaciones que supongan el conocimiento del contenido de la
resolución.
 Si el interesado interpone un recurso.
La notificación debe ser personal y se debe realizar en el domicilio que consigne el
solicitante. Se suele realizar mediante correo certificado que puede ser recibido por
cualquier miembro que resida en el domicilio del interesado.
Ante la imposibilidad de notificar de forma personal la ley permite hacerla mediante la
publicación en el BOE o en el tablón de anuncios del organismo en el que se emite el
acto. La notificación debe ser personal si bien la NL permite que el ciudadano se entere
mediante el BOE o en el tablón de anuncios del organismo. Se debe dar por notificado.
Tras la modificación del tema del silencio administrativo por la ley 4/1999 se admite el
intento de notificación debidamente acreditado para evitar que el administrado se
beneficie del resultado positivo del silencio eludiendo la notificación (art.58.4), lo cual
puede llevar a un perjuicio de los particulares al entenderse que en la práctica han sido
notificados cuando sólo lo fueron en teoría.
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2. Publicación:
Regulado en el Art. 60 LRJAP y PAC.
Se dirige a un colectivo de personas concretas pero en paradero desconocido.(ej.
Opositores)
CLASES DE ACTOS
1. Actos constitutivos y actos declarativos. Vid. AA 1995/1 164
 Constitutivos: aquellos que crean, modifican o extinguen relaciones o
situaciones jurídicas subjetivas entre otros sujetos, los destinatarios o la propia
Administración. V.g.: una expropiación, una orden, una jubilación de un
funcionario, una liquidación tributaria
 Declarativos: Acreditan un hecho o una situación jurídica sin incidir sobre su
contenido. V.g.: una certificación, una declaración...
2. Actos singulares o generales.
En función del número de destinatarios. V.g.: relación de funcionarios, de expropiados,
opositores...
3. Actos que (no) causan estado.
Interesantes desde el punto de vista procesal, los actos que no causan estado son
aquellos que no expresan de manera definitiva la voluntad de la organización
administrativa en que se producen ya que contra los mismos puede interponerse un
recurso ante el superior jerárquico del órgano que los dictó, antes de acudir a la vía
judicial.
Para agotar la vía administrativa debe interponerse contra el acto administrativo
recurso de alzada (recurso jerárquico según la LPA 1958).
En sentido contrario, actos que causan estado serán aquellos que ponen fin a la vía
administrativa:
 Resolución de los recursos de Alzada (art.109).
 Resolución de los procedimientos alternativos de impugnación o reclamación
(conciliación, mediación, arbitraje) (art. 107.2).
 Resoluciones de órganos administrativos que carezcan de superior jerárquico,
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salvo que una Ley establezca lo contrario. V.g.: Actos del Consejo de Ministros y
Comisiones Delegadas. Actos adoptados por los Ministros en el ejercicio de sus
competencias. Actos del Pleno del Ayuntamiento, Alcalde...
 Demás resoluciones cuando una disposición legal o reglamentaria así lo
establezca. V.g.: La D.A 9á¦á de la LRJAP y PAC, precisa a estos efectos los
órganos de la Administración General del Estado que con sus actos ultiman la
vía administrativa: Consejo de Ministros, Comisiones, Ministros, Subsecretarios
y Directores Generales en materia de personal
4. Positivos o favorables y negativos o de gravamen.
 Favorables:
 Admisiones
 Concesiones. Resoluciones por las que una Administración transfiere a
otros sujetos un derecho o un poder propio.
 Autorizaciones. Se confiere al administrado la facultad de ejercer un
poder o derecho, que preexiste a la autorización en estado potencial.
 Aprobaciones. Se realizan en el campo del control administrativo.
 Dispensas. Exoneración al administrado del cumplimiento de un deber
ya existente.
 Gravamen: Limitan la libertad o los derechos de los administrados o bien les
imponen sanciones. Se imponen por lo tanto determinadas garantías
defensivas, siendo inexcusable el trámite de audiencia del interesado y la
motivación (art.54 y 84 de la LRJAE y PAC), sin que en ningún caso pueda
reconocérseles efecto retroactivo (art. 9.3).
 Órdenes. Actos por los que la Administración impone a un sujeto un
deber de conducta positivo o negativo, y de cuyo incumplimiento puede
derivarse, sin perjuicio de su ejecución por la propia administración, una
sanción penal
 Actos traslativos de derechos. Su efecto es transferir la propiedad o
alguna de sus facultades a una Administración o a un tercero. Vg.:
expropiaciones.
 Actos extintivos. Actos cuyo efecto es extinguir un derecho o una
relación jurídica. V.g.: Confiscación (a diferencia con la expropiación no
conlleva un derecho de indemnización).
 Actos punitivos. Actos por los que la Administración impone una sanción
como consecuencia de la infracción a lo dispuesto en una norma o en un
acto administrativo.
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ACTOS EXPRESOS Y ACTOS PRESUNTOS POR SILENCIO ADMINISTRATIVO
Por la forma de su exteriorización, los actos administrativos pueden ser expresos o
presuntos.
Los Expresos son aquellos actos en los que existe una clara e inequívoca exteriorización
de la manifestación de voluntad, juicio, deseo… El Art.42 obliga a la administración a
resolver en todo caso.
En cuanto al plazo que la administración tiene para resolver la nueva normativa ha
dejado a cada administración libre arbitrio para fijar en cada uno de sus
procedimientos un plazo. Dicho plazo no puede ser superior a 6 meses. Si la regulación
de cada procedimiento no establece el plazo máximo para resolver se entenderá que es
de 3 meses.
Esto provocará una infinidad de normas al respecto que producirán inseguridad jurídica
y desconcierto para los administrados, pese a los intentos de paliar este problema que
aparecen en la norma obligando a la administración a publicar listados al respecto del
silencio y a incluir su sentido y plazos Art. 42.4:
 Procedimientos iniciados de oficio: en la notificación o publicación del acuerdo
de iniciación del procedimiento. El plazo allí indicado empieza a contar desde la
fecha de acuerdo de iniciación (Art.42.3.a).
 Procedimientos iniciados por solicitud del interesado: en la comunicación que la
Administración debe hacer en 10 días desde que la solicitud entró en el registro
del organismo (Art.42.3.b).
A la obligación de resolver en plazo se admiten las excepciones que se recogen en el
art.42.5 que se amplía para subsanar deficiencias por el administrado; cuando se
necesitan informes preceptivos de determinados órganos; si se deben realizar pruebas;
si se realizan negociaciones tendentes a la terminación convencional del
procedimiento.
Mayor atención merecen los actos presuntos que debemos diferenciar de los tácitos en
los que no existe manifestación de voluntad, pero ante la conducta administrativa se
presume racionalmente la existencia de una voluntad que produce efectos jurídicos. En
el caso de los actos presuntos no existe ni manifestación de voluntad ni conducta a la
que se pueda atribuir un determinado valor o sentido en virtud de una interpretación
racional.
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1. El silencio administrativo: Introducción y precedentes.
En todos los momentos de la historia de la Administración se exige que ésta funcione
atendiendo a un pp: el de la obligación de resolver. En caso de que este pp no se
cumpliese el órgano podía incurrir en responsabilidad:
 Si el órgano que debía resolver era un funcionario la responsabilidad ante el
incumplimiento era disciplinaria.
 Si se trataba de un órgano (ej. Gº) en conjunto era casi imposible pedir la
responsabilidad de éste.
Silencio: significado.
En algunos casos la administración no resuelve. El ciudadano, por el pp de seguridad
jurídica, debe saber cuál es el significado de ese silencio:
 ¿La Administración le está concediendo lo que pide? Silencio positivo.
 ¿O se lo está negando? Silencio negativo.
En un principio, con las normas anteriores, el silencio era negativo.
2. La regulación vigente de los actos presuntos. (LRJAP y PAC).
Los redactores de la NL estimaron que se debía terminar con la figura del silencio
administrativo “...propio de administraciones no democráticas”. Esta idea es recogida
en el título I párrafo 8 de la exposición de motivos de la Ley. Esto no se ha conseguido y
la desaparición del silencio se ha convertido en una mentira camuflada.
La LRJAP y PAC elude, además, la utilización de la expresión silencio administrativo y en
su lugar habla de actos presuntos, que sirve de enunciado al art. 43.
Actos presuntos: Formas.
 Silencio positivo: se regula en el art. 43.2 que con una terminología confusa
enumera un conjunto de situaciones en las que las solicitudes formuladas se
entienden estimadas.
 Silencio negativo: regulado en el art. 43.3 y que declara la desestimación de
aquellas solicitudes que no recibieron respuesta en el plazo estimado y que a)
ejerciten derechos de petición del art.29 de la CE o sean b) resoluciones de
recursos administrativos.
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Seminario “Derecho Administrativo”
En los demás supuestos (art. 43.5) el valor del silencio queda al libre arbitrio de las
AAPP la fijación del valor del silencio en cada uno de los procedimientos. Con esto se
puede dar el caso de que el silencio que en una administración se considera positivo en
otra es negativo.
¿Dónde está la claridad y la novedad de la ley? ¿Y la seguridad para el administrado? Ya
no sólo hablamos de silencio administrativo sino que se debería hablar de silencios
administrativos dada la pluralidad que la Ley regula.
Art. 44 certificación de actos presuntos (novedad de la Ley). Reiterando nuevamente la
obligación de resolver los procedimientos en forma expresa, establece el siguiente
proceso si el silencio es negativo:
3. La regulación de los actos presuntos en la Ley 30/92 tras la reforma por la ley
4/1999.
Si la administración no resuelve en el plazo establecido de forma expresa se produce el
acto presunto. Veamos qué sentido da la ley a la falta de resolución:
 Artículo 43: silencio administrativo en los procedimientos iniciados a solicitud
del interesado: El silencio es positivo como norma general: las solicitudes se
entienden estimadas. La administración sólo podrá dictar al respecto un acto
confirmatorio. Art.43.4.
Excepciones: las reguladas en el artículo 43.2. y si así es establecido por una norma con
rango de ley o una norma de derecho comunitario. En este caso el interesado podrá
interponer los recursos administrativos o contencioso-administrativos que procedan.
En este caso la administración no queda obligada a la hora de dictar la resolución
expresa posterior. Art.43.4
 Artículo 44: Silencio administrativo en los procedimientos iniciados de oficio: El
silencio es negativo en los procedimientos que puedan producir reconocimiento
de derechos para el interesado. Es decir, la regla general es la del silencio
negativo (Art.44.1).
Excepciones: si el silencio puede producir efectos desfavorables o de gravamen para el
administrado: si el procedimiento permite que la administración sancionar o ejercitar
su potestad de intervención (Art.44.2.)
En estos casos se produce la caducidad y la posterior declaración expresa deberá
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ordenar el archivo de las actuaciones (Art.92).
EFICACIA DE LOS ACTOS ADMINISTRATIVOS
Se habla de los efectos de los actos administrativos en el Art.57 de la NL.
“Los actos de las Administraciones Públicas sujetos al Derecho Administrativo, se
presumirán válidos y producirán efectos desde la fecha en que se dicten, salvo que en
ellos se disponga otra cosa”.
En sentido amplio, por eficacia de los actos administrativos se entiende la producción
de los efectos propios de cada uno de esos actos, definiendo derechos y creando
obligaciones de carácter unilateral.
En un sentido más limitado, la eficacia se suele referir al tiempo o momento a partir del
cual el acto administrativo produce esos efectos, tal y como reza el art. 57.1 de la LPAC.
Se debe diferenciar la eficacia de la validez: todos los actos administrativos son válidos
mientras no se demuestre lo contrario (eficaz es que el acto pueda producir sus
efectos).
De este artículo se desprende:
1. Los actos administrativos se dictan para el futuro, y por ello producen efectos
desde la fecha en que se dicten (y no antes)
2. El precepto citado establece un presunción iuris tantum de validez - o, lo que es
igual, de legitimidad o de legalidad- que permite al acto desplegar sus posibles
efectos en tanto no se demuestre su invalidez, trasladando, en consecuencia, al
particular la carga de impugnarlo, en la vía administrativa o contenciosoadministrativa, según proceda, si quiere obtener su anulación y frenar su
eficacia.
3. La ley establece que los actos administrativos producen efectos desde la fecha
en que se dictan, esta regla o principio general sufre dos excepciones:
 Demora de la eficacia del acto administrativo, es decir, retraso en la
producción de sus efectos propios:
 Porque así lo exija la naturaleza del acto (hasta la toma de posesión no
es eficaz el nombramiento del acto).
 Porque el acto tenga un contenido accidental que imponga una
condición suspensiva o término. Hasta que la condición no se cumpla no
produce efectos.
 La eficacia quede supeditada a su notificación, publicación o aprobación
superior (art. 57.2 de la LRJAP y PAC).
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 Irretroactividad: La regla general es la irretroactividad, principio sin
excepción para los actos de gravamen o limitativos de derechos (Art. 9.3 de
la CE). Para los actos favorables o ampliativos, el principio general también
es la irretroactividad, salvo la posibilidad de darles eficacia retroactiva
recogida en el art. 57.3 de la LRJAP y PAC.
INVALIDEZ Y REVOCACIÓN DE LOS ACTOS ADMINISTRATIVOS
1. Los vicios de un acto administrativo pueden tener mayor o menor importancia:
 Vicio grave: nulidad de pleno derecho (art.62 de la L 30/92). La nulidad se
produce desde el comienzo del acto.
 Vicio menos grave: anulabilidad del acto (art.63.1 de la NL). La anulabilidad
debe declararse y permite, además, que el acto pueda ser convalidado
posteriormente (si se subsana el vicio).
2. Existen además infracciones simples que no producen efectos de invalidación en el
acto al considerarse vicios o defectos menores:
 Defecto de forma que no priva al acto de los requisitos esenciales para alcanzar
su fin, ni provoca indefensión del interesado (art. 63.2 de la LRJAP y PAC) y
 La actuación fuera del tiempo establecido, salvo que el término fijado sea
esencial (art. 63.3 de la LRJAP y PAC).
Esquema:
Por lo tanto a la hora de hablar de invalidez habrá que tener presente la siguiente
escala:
-Nulidad de pleno derecho.
-Anulabilidad.
-Irregularidades no invalidantes.
-Defecto de forma.
-Fuera de tiempo.
Actos Nulos: Art. 62.
Los actos nulos no se pueden convalidar si se subsanan. La acción de nulidad se puede
ejercitar sin límite de plazo (art.102.1). La acción de nulidad se puede ejercitar incluso
de oficio.
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Los actos nulos son los siguientes:
a) Los que lesionan derechos y libertades susceptibles de amparo constitucional
b) Los actos dictados por un órgano manifiestamente incompetente por razón de
la materia o el territorio.
c) Actos cuyo contenido sea imposible. Escaso ejemplo: Nombrar a un funcionario
muerto.
d) Los constitutivos de infracción penal.
e) Actos dictados prescindiendo total y absolutamente del procedimiento.
f) Actos administrativos contrarios al ordenamiento jurídico en los casos de
silencio administrativo.
Todos estos casos se pueden ampliar por las normas de las distintas comunidades
autónomas (ya que esto es lo básico).
Actos Anulables: Art 6.
El que un acto se considere anulable depende únicamente del administrado interesado
en que así se reconozca. Si el afectado no actúa la administración se desentiende del
vicio cometido que se considera subsanado siguiendo con ello el principio de seguridad
jurídica.
En el art. 67.1 y 2 se permite la convalidación que es el modo por el que se subsanan
los vicios que tenga el acto.
No hay una enumeración de actos anulables. Serán todos aquellos actos que vulneren
el ordenamiento jurídico y:
 No sean actos nulos de pleno derecho.
 se trate de regularidades que no invalidan el acto.
Irregularidades No Invalidantes
En relación a las irregularidades no invalidantes, y como se dijo, son infracciones
simples carentes de trascendencia invalidatoria, al considerar servicios o defectos
menores:
 Defecto de forma que no priva al acto de los requisitos esenciales para alcanzar
su fin, ni provoca indefensión del interesado (art. 63.2 de la LRJAP y PAC).
 La actuación fuera del tiempo establecido, salvo que el término fijado sea
esencial (art. 63.3 de la LRJAP y PAC). En este supuesto puede llevar aparejada
la responsabilidad del funcionario causante de la demora.
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EL PROCEDIMIENTO ADMINISTRATIVO
PRINCIPIOS, TRAMITACIÓN, RÉGIMEN DEL SILENCIO Y EJECUCIÓN
DRA. ZULIMA SÁNCHEZ
CONCEPTO DE PROCEDIMIENTO:
El procedimiento es la garantía de que la actividad de la Administración se somete a un
conjunto de cauces o reglas determinadas por ley que tiene como finalidad garantizar
el ejercicio de los derechos y libertades públicas por los ciudadanos, el cumplimiento
del principio de eficacia y la conservación del interés público.
SISTEMA JURÍDICO DE FUNCIONAMIENTO:
 La actuación de la administración se debe someter a unas normas.
 Si esa actuación lesiona derechos o intereses de los ciudadanos éstos pueden
utilizar los Recursos Administrativos para oponerse a esa actividad.
 Si con estos mecanismos no se consigue la plena satisfacción los administrados
lesionados podrán acudir a los Tribunales de Justicia (C-A) en demanda de
reconstrucción o satisfacción de sus derechos o intereses.
ÁMBITO DE APLICACIÓN: ART. 2
 Administraciones territoriales: la ley regula el procedimiento en la
administración del estado. En la administración autonómica (como en la local)
es norma básica en materia de procedimiento. Esto ha provocado una
desmesurada proliferación de normas que lleva a la multiplicidad de
procedimientos en cada una de los ACTOS ADMINISTRATIVOS en las distintas
materias.
 Administraciones institucionales y corporativas: la ley se aplicará a estos
organismos cuando ejerzan potestades administrativas. En el resto de su
actuación se regirán por sus propias normas.
 Las disposiciones adicionales V Y VI excluyen la aplicación de esta norma en
materia tributaria, de desempleo y de Seguridad Social
 En la D transitoria I dice que el procedimiento se aplica también en los colegios
profesionales.
PRINCIPIOS INFORMADORES DEL PA
 Principio de carácter contradictorio del procedimiento administrativo: se trata
de la posibilidad de hacer valer distintos intereses en el procedimiento
administrativo con independencia de quién lo haya iniciado. Art.85.2.
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PRINCIPIO DE ECONOMÍA PROCESAL
 Principio de economía procesal: a lo largo del procedimiento la administración
está habilitada para adoptar las medidas que sean necesarias para conseguir la
mejor y más óptima economía, celeridad y eficacia de los servicios. Ej. Art.
75.Celeridad. Se acordarán en un solo acto todos los trámites que, por su
naturaleza, admitan una impulsión simultánea y no sea obligado su
cumplimiento sucesivo.
PRINCIPIO DE “ INDUBIO PROACTIONE”
 Principio de “indubio proactione”: se pretende que más allá de las dificultades
de índole formal se pueda adoptar una decisión sobre el fondo de la cuestión
objeto de PA. El fondo sobre la forma. Ej. Si ese PA tiene una irregularidad no
vinculante se intentará finalizar ese procedimiento.
PRINCIPIOS DE OFICIALIDAD Y LEGITIMACIÓN
 Principio de oficialidad: la Administración se encuentra obligada a desarrollar la
actividad que sea necesaria para llegar a la decisión final sin que tenga que ser
impulsada por los particulares. Art.74 y 78.
 Principio de legitimación: nadie puede concurrir a un PA si no tiene un interés
directo y específico con el objeto del procedimiento.
PRINCIPIO DE IMPARCIALIDAD
 Principio de imparcialidad en el procedimiento administrativo;
 Este principio que sigue el mandato del art.103.1 de la CE
 Se aplica en la práctica de un modo relativo pues la Administración es juez y
parte
PRINCIPIO DE PUBLICIDAD Y SECRETO
 Principio de publicidad y secreto: la publicidad es necesaria para que el
administrado conozca las actuaciones que se desarrollan y se pueda defender
en su caso. Se trata del Derecho a la información. Art.35 y 37.
PRINCIPIO DE GRATUIDAD DEL PROCEDIMIENTO
 Principio de gratuidad del procedimiento: no existe norma al respecto si bien se
desprende de la tradición administrativa española.
 Hay una excepción en el art. 81.3 sobre la práctica de pruebas de la Ley 30/92:
“...los administrados deberán pagar los gastos que no deba pagar la
administración” pero no hay necesidad de personarse con letrado.
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LAS FASES DEL PROCEDIMIENTO ADMINISTRATIVO
Se regula en el título VI que trata “de las Disposiciones Generales sobre los
procedimientos administrativos”
La ley divide el procedimiento en 3 fases:
1. Fase de iniciación del procedimiento. (cap. I y II)
2. Fase de instrucción del procedimiento. (cap. III)
3. Fase de finalización.(cap. IV)
PROBLEMAS:
 No existe uno sino varios procedimientos.
 Se trata de disposiciones generales que se aplican a todas las Administraciones
Públicas que sobre estas bases podrán aprobar peculiaridades o modular
plazos….
DERECHOS DE LOS INTERESADOS:
 Conocer en cualquier momento el estado de la tramitación (35.a)
 Obtener copia sellada de los documentos presentados (35.c)
 Formular alegaciones y aportar documentos en cualquier fase anterior al
trámite de audiencia.(35.e)
 Interponer recursos y solicitar revisión de oficio de actos nulos de pleno
derecho (102)
INICIACIÓN: TÍTULO VI, ART. 68:
 De oficio→ Administración. Según el artículo 69 la iniciación de oficio la hace el
órgano competente.
 A solicitud de persona interesada
Esta iniciación se puede realizar de 4 formas:
 Porque el órgano competente lo estima oportuno.
 Porque reciba una orden de un órgano superior. En este caso la iniciación del
procedimiento es siempre obligatoria en función del principio de jerarquía.
 Por una petición razonada de otros órganos administrativos.
 Por denuncia de los particulares (discrecional).
Iniciación de oficio por denuncia:
 No pone en marcha de forma automática ningún procedimiento. Debe ser
valorada por el órgano administrativo competente para iniciar el procedimiento
de oficio.
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El órgano puede:
 Valorar el contenido de la denuncia y decir que existen argumentos suficientes
para iniciar el procedimiento: valoración positiva de la denuncia.
 No valorar la denuncia por no haber indicios.
 Abrir una información previa a la iniciación del procedimiento. Una vez que el
órgano manda que se instruya la denuncia la información se valora por agentes
de la propia Administración que determinarán si el órgano competente debe o
no iniciar el procedimiento. Lo haga o no se debe motivar la decisión que el
órgano lleve a cabo.
 Se notificará al denunciante la decisión de iniciación o no.
Iniciación a solicitud de los interesados
 Debe formularse en tiempo y forma
 Por un interesado
 La administración está obligada a tramitar el procedimiento
 El plazo de resolución comienza a contarse desde la fecha de solicitud (art
42.3.b)
Art. 70. Requisitos formales:
 Identificación de las personas que la plantean
 Medio y lugar en que ésta se lleva a cabo (art. 38.4).
 Hechos razones y petición concreta.
 Fecha
 Firma del solicitante y acreditación de su voluntad expresa.
 A qué órgano centro o unidad de la Administración se dirige.
El art 70.4 permite modelos normalizados de solicitudes
Si falta un requisito: (art. 71)
Se puede subsanar en el plazo de 10 días, si no lo hace se entiende que el ciudadano
desiste de la solicitud. La administración desestimará su petición mediante resolución,
siguiendo el artículo 42.
EFECTOS
Los procedimientos se inician con una fecha, que fijará los plazos:
 De resolución del procedimiento.
 De nacimiento de posibles derechos.
 Plazo que empieza a correr en los casos de silencio administrativo.
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INTERMEDIARIA
 Esta fase permite establecer medidas provisionales para asegurar la eficacia de
la resolución. Art.72 Ej. Paralización de obras, suspensión de actividades
económicas o profesionales, fianzas, retirada o prohibición de comercializar
bienes, internamiento preventivo tras detención de extranjeros.
 Esta fase permite la acumulación de procedimientos diferentes que guarden
íntima relación con el fin de que se tramiten juntos.
 El impulso procedimental se regula en el art.74 e implica la obligación para el
órgano de hacer avanzar el procedimiento siguiendo el orden indicado. El
incumplimiento de este precepto lleva aparejadas sanciones disciplinarias.
Cuestiones incidentales (art.77) que permiten al ciudadano establecer cuestiones que
estime oportuno hacer notar.
 Se requiere que estas cuestiones no retrasen en procedimiento en ningún caso
ni suspendan su tramitación salvo en el caso de la recusación del órgano que
instruye el procedimiento.
INSTRUCCIÓN: ALEGACIONES
 Se permiten tras el inicio del procedimiento y antes del trámite de audiencia al
interesado.
 El artículo 79 refleja algunos ejemplos de alegaciones: defectos de tramitación,
paralización del procedimiento, infracción de plazos y omisión de trámites
esenciales.
 Estas alegaciones pueden dar lugar a la exigencia de responsabilidad
disciplinaria.
INSTRUCCIÓN: INFORMES
 Estos dictámenes pueden ser preceptivos o no preceptivos dependiendo de si la
ley los exige o si es el propio órgano el que decide, ante una cuestión,
solicitarlo.
 Éstos también pueden ser vinculantes o no.
 Los informes tienen un plazo general de 10 días para ser presentados. Si no se
sigue el trámite.
INSTRUCCIÓN: PRUEBA (ART. 80 Y 81)
 Fundamental en todos los procedimientos. La existencia del período probatorio
es obligatoria si no se tienen por ciertos los hechos o la naturaleza del
procedimiento lo requiera.
 El órgano competente es el que debe impulsar la prueba de oficio y citar con
día, fecha y hora.
 Los medios de prueba que se pueden utilizar son todos los admitidos en
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derecho. Sólo se deniegan aquellos que la ley prohíbe de forma expresa.
El plazo de prueba va de [10-30] días.
Con carácter general corresponde la prueba a quien afirma, como se desprende
del CC.
La Ley permite, en los procedimientos represivos, que la carga de la prueba la
sufra la Administración, que sólo podrá rechazar pruebas manifiestamente
improcedentes.
El rechazo por parte de la Administración de practicar una prueba debe
motivarse y si no se hace da lugar a la nulidad.
La prueba se practica por la Administración o por el interesado. La
Administración sólo fija la fecha, hora, lugar y contenido.
Problema del pago de la práctica de la prueba.
INSTRUCCIÓN: AUDIENCIA
 Art. 84: el expediente debe ser puesto en manos del interesado y es un trámite
esencial (anulabilidad). Tendrá un plazo para responder de [10-15] días.
 Pueden omitirse documentos de carácter secreto o reservado (art. 37)
 Puede prescindirse de este trámite en los supuestos del art. 84.4: cuando no
figuren en el procedimiento ni sean tenidos en cuenta en la resolución otros
hechos ni otras alegaciones y pruebas que las aducidas por el interesado.
 Si la ley lo establece, además de la audiencia al interesado se permite la fase de
información pública. Art. 86.
 Forma de participación ciudadana: no sólo intervienen los interesados en
sentido estricto.
 Plazo no inferior a 20.
 Si es preceptivo: anulabilidad si se incumple.
TERMINACIÓN:
Aparece en los arts. 87 y ss de la Ley.
Formas de terminación:
 Resolución
 Desistimiento
 Renuncia
 Caducidad
Otras formas:
 Silencio negativo
 Terminación convencional
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SILENCIO NEGATIVO DENEGATORIO:
 No se trata de una forma de terminación del procedimiento como tal ya que la
ley obliga a que la administración resuelva en todo caso. Pero en la práctica el
silencio es una forma de terminación del procedimiento.
 Permite articular recursos.
TERMINACIÓN CONVENCIONAL DEL PROCEDIMIENTO
 Se regula en el art. 88 y permite que la Administración llegue a cualquier tipo de
acuerdo con los interesados para poner fin al procedimiento.
 Pretende conseguir la participación más efectiva de los ciudadanos.
 Economía procesal.
Para que ésta se produzca se deben dar unas condiciones:
 No puede ser contraria al ordenamiento jurídico.
 Debe perseguir la satisfacción del interés público y no beneficiar a una sola de
las partes.
 Nunca puede aplicarse en materias que no sean susceptibles de transacción.
Requisitos formales: partes, ámbito personal, funcional (materia), territorial, plazo de
vigencia del acuerdo, publicación si afecta a terceros. Los acuerdos no pueden sustraer
competencias a los órganos administrativos.
LA RESOLUCIÓN: ART. 89.
 Deberá resolver sobre todas las cuestiones planteadas.
 Si hay cuestiones conexas con esas materias el órgano competente puede
pronunciarse sobre esas materias.
 La resolución debe contener la decisión final.
 Por supuesto es necesaria la motivación en aquellas resoluciones que limiten
derechos subjetivos; resuelvan recursos; se separen del criterio seguido hasta el
momento; acuerdos que suspendan actos; acuerdos en tramitación de urgencia
o en virtud del ejercicio de la actividad discrecional de la A.
EL DESESTIMIENTO: ART. 90
 En estos casos el administrado se separa del procedimiento sin renunciar a
ningún tipo de derechos.
 Tanto el desistimiento como la renuncia se pueden dar en cualquier fase del
procedimiento. Se realizan de dos formas:
 Compareciendo ante el funcionario que hará una diligencia.
 Mediante un escrito a la autoridad.
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LA RENUNCIA
 El interesado se aparta del procedimiento y renuncia a los derechos del
procedimiento. ¿Puede la Administración negarse y no aceptar la renuncia o el
desistimiento?
 Si, en dos casos:
 Si hay terceros interesados en el procedimiento y éstos quieren continuarlo.
 Si la A entiende que la continuidad del procedimiento es de interés público.
LA CADUCIDAD: ART. 92
 Se produce en los procedimientos que se inician a instancia de parte.
 En estos procedimientos si la paralización es imputable al interesado la
Administración debe advertirle de que puede producirse la caducidad. Así ésta
otorga al administrado la posibilidad de realizar las actuaciones necesarias para
que se reanude el procedimiento administrativo.
 Si pasados 3 meses el administrado no deja de paralizar el procedimiento la A
declarará la caducidad de éste y se archivarán las actuaciones. Art.92.
 Contra la caducidad caben los recursos pertinentes.
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REFERENCIAS NORMATIVAS IMPORTANTES:
 LEY ESPAÑOLA DE RÉGIMEN JURÍDICO Y PROCEDIMIENTO ADMINISTRATIVO
COMÚN: 30/1992:
 http://noticias.juridicas.com/base_datos/Admin/l30-¬‐1992.html
 LEY DE ACCESO ELECTRÓNICO DE LOS CIUDADANOS A LOS SERVICIOS PÚBLICOS:
LEY 11/2007
 http://noticias.juridicas.com/base_datos/Admin/l11-¬‐2007.html
BIBLIOGRAFÍA DOMINICANA:
 Jorge Prats, E.: Derecho Constitucional Vol. II, ed. Gaceta Judicial, 2005.
 Mueses H., Rene. (2004). Derecho Administrativo
Dominicano. República
Dominicana: Librería La Filantrópica.
 Amiama, Manuel A. (1987). Prontuario de Legislación Administrativa
Dominicana. República Dominicana: Editorial TIEMPO, S. A.
 Dotel, Hector D. (2005). Manual de Derecho
Administrativo. República
Dominicana: Editorial Santillana S. A.
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JURISPRUDENCIA SOBRE PRINCIPIOS GENERALES APLICADOS
AL DERECHO ADMINISTRATIVO
PRINCIPIO DE BUENA FE Y CONFIANZA LEGÍTIMA EN LAS RELACIONES DE LA
ADMINISTRACIÓN CON LOS ADMINISTRADOS
Tribunal Constitucional (Pleno). Sentencia núm. 27/1981 de 20 julio
RTC\1981\27
Ley 29-12-1980, núm. 74, Presupuestos Generales del Estado: arts. 36, 37, 38 y 43.
Modificación de tributos: Ley tributaria sustantiva.
Legitimación activa de Diputados: no se exige el voto en contra de la disposición
impugnada, ni la abstención.
Irretroactividad de disposiciones sancionadoras no favorables: seguridad jurídica:
interdicción de la arbitrariedad de los poderes públicos.
Jurisdicción: Constitucional
Recurso de Inconstitucionalidad núm. 38/1981
Ponente: Don Plácido Fernández Viagas
El Pleno del Tribunal Constitucional, compuesto por don Manuel García Pelayo y
Alonso, Presidente; don Jerónimo Arozamena Sierra, don Angel Latorre Segura, don
Manuel Díez de Velasco Vallejo, don Francisco Rubio Llorente, doña Gloria Bagué
Cantón, don Luis Díez Picazo, don Francisco Tomás y Valiente, don Rafael Gómez-Ferrer
Morant, don Angel Escudero del Corral y don Plácido Fernández Viagas, Magistrados,
ha pronunciado
la siguiente
EN NOMBRE DEL REY
SENTENCIA
En el recurso de inconstitucionalidad promovido por don Néstor P. D. y cincuenta y tres
Diputados más, representados por el comisionado don Félix P. I., contra los artículos 36,
37, 38 y 43 de la Ley 74/1980, de 29 de diciembre ( RCL 1980\2856), de Presupuestos
Generales del Estado para 1981, por infracción, respecto al primer artículo citado, de
los 134.7 y 31.1 de la Constitución ( RCL 1978\2836), y respecto a los otros tres
artículos, de lo dispuesto en dicho artículo 134.7 de la Constitución; también contra la
disposición adicional 5.ª de la propia Ley 74/1980 por infracción de lo dispuesto en el
artículo 9.3 de la Constitución, en el que ha comparecido el Gobierno, representado
por el Abogado del Estado, siendo Ponente el Magistrado don Plácido Fernández
Viagas.
I. ANTECEDENTES
1. El día 27 de marzo de 1981 se presentó ante este Tribunal por don Félix P. I., como
comisionado de cincuenta y cuatro Diputados, escrito por el que, en dicha
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representación -acreditada con copia de escritura de poder y comisión- interponía
recurso de inconstitucionalidad contra los artículos 36, 37, 38 y 43 de la Ley 74/1980, de
29 de diciembre, de Presupuestos Generales del Estado para 1981, por infracción,
respecto al primer artículo citado, de los 134.7 y 31.1 de la Constitución y, respecto a
los otros tres artículos, de lo dispuesto en dicho artículo 134.7 de la Constitución; el
recurso de inconstitucionalidad se dirigía también contra la disposición adicional 5.ª de
la propia Ley 74/1980 por infracción de lo dispuesto en el artículo 9.3 de la
Constitución.
En el escrito de recurso se pedía a este Tribunal que, tras los trámites procesales que
fueran procedentes, se dictase sentencia declarando la inconstitucionalidad de las
disposiciones citadas y, consiguientemente, su nulidad.
El escrito contiene una serie de consideraciones sobre jurisdicción, competencia,
legitimación y representación y expone los fundamentos jurídicos de fondo que
pueden sintetizarse así:
1.º La inconstitucionalidad de los cuatro artículos citados se fundamenta, como acaba
de decirse, en el artículo 134.7 de la Constitución, en cuanto éste establece que «la Ley
de Presupuestos no puede crear tributos. Podrá modificarlos cuando una ley tributaria
así lo prevea». Para el recurrente, las razones que han determinado la presencia de
este artículo en el texto constitucional pertenecen a dos categorías distintas: las de la
tradición histórico-legislativa y las derivadas de la propia sistemática de la Constitución.
En relación a las primeras, cita diversos precedentes, a partir de la Ley de
Administración de la Hacienda Pública.
Además de estas razones histórico-legislativas -siempre según el recurrente- el artículo
134.7 de la Constitución tiende a evitar «el arbitrismo» en materia tributaria, que
pudiera derivarse de la celeridad del debate presupuestario, y atiende al carácter de
«pacto económico» que asume hoy la Ley de Presupuestos, y, como estiman algunos
autores, la previsión de dicho artículo 134.7 se desprendería de la propia naturaleza,
exclusivamente formal, de la Ley de Presupuestos.
En cuanto al contenido del tantas veces citado precepto constitucional, su objeto sería
doble: garantizar que la plena competencia del Parlamento, en materia tributaria, se
ejerza sin trabas y asegurar el respeto de los principios constitucionales a que los
tributos han de servir, consagrados básicamente en el artículo 31.1 de la Constitución,
que dispone que la contribución a los gastos públicos ha de realizarse mediante un
sistema tributario justo, inspirado en los principios de igualdad y progresividad; y en el
artículo 53.1 de la propia Constitución cuando establece que los derechos y libertades
reconocidos en el capítulo segundo vinculan a todos los poderes públicos.
Se habría querido así evitar que en una discusión sometida a un procedimiento
parlamentario en el que las Cortes tienen sus facultades limitadas, pudieran verse
obligadas a aceptar medidas que pudieran atentar contra tales principios.
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Sin embargo, como quiera que el tributo tiene, además, otros fines, previstos en el
artículo 4 de la Ley General Tributaria ( RCL 1963\2490 y NDL 15243), como
instrumento de la política económica general, que adquieren un rango constitucional
en el artículo 40.1 de la Constitución en cuanto obliga a los poderes públicos a
promover las condiciones favorables para el progreso social y económico y para una
distribución de la renta más equitativa, no quiso el legislador constituyente prohibir
toda modificación de los tributos sino que la permite siempre que la prevea una Ley
tributaria sustantiva.
2.º A partir de tales presupuestos, los recurrentes sostienen la inconstitucionalidad del
artículo 36 de la Ley citada porque contiene una modificación del artículo 20.9.2 de la
Ley 44/1978, de 8 de septiembre ( RCL 1978\1936), que no aparece fundamentada o
autorizada por Ley tributaria sustantiva, ya que la modificación se contrae a la
exclusión de gravamen de los incrementos de patrimonio obtenidos por enajenación
de la vivienda habitual, cuando el total de la renta se reinvierta en la adquisición de
nueva vivienda habitual: y esta modificación excede la previsión que pudiera alegarse
de los números 1 y 2 de la disposición adicional 2.ª de dicha Ley 44/1978, porque la
previsión para modificar tiene un límite temporal («durante el período de aplicación de
la Ley de Presupuestos»), mientras que el nuevo tratamiento se declara aplicable a las
enajenaciones realizadas en los ejercicios 1980 y 1981: y porque, por otra parte, la
previsión exige un carácter fundado en «razones de política económica» que no se ha
expresado al hacer uso de ella; también es de tener en cuenta que dicha pretendida
autorización prevé la modificación de las deducciones, porcentajes, límites y naturaleza
de la inversión prevista en el artículo 29.f), mientras que lo modificado es el artículo
20.9.2, que no establecía una exención del hecho imponible sino sólo una reducción
del importe de los incrementos y afecta a la base imponible, lo que incide
regresivamente en el impuesto con infracción del artículo 31.1 de la Constitución al
excluir de gravamen los incrementos de patrimonio cuando el total de la renta se
reinvierta en la adquisición de nueva vivienda.
3.º La inconstitucionalidad de los artículos 37, 38 y 43 de la propia Ley se fundamenta siempre según los recurrentes-, como se ha dicho, en la infracción del artículo 134.7 de
la Constitución, en cuanto al artículo 37, porque altera el artículo 20 de la Ley 44/1978,
en cuanto al cálculo del valor de elementos patrimoniales que deben tomarse en
cuenta para determinar la plusvalía, mediante el expediente de aplicar al valor que
resulte, a partir del 1 de enero de 1979, un coeficiente del índice que por sectores se
determine. Tal modificación no está prevista por Ley sustantiva tributaria.
En lo que se refiere al artículo 38, la modificación concierne al artículo 6 f), de la
50/1977, de 14 de noviembre (RCL 1977\2406), respecto a la forma de valorar las
participaciones en el capital social de Entidades jurídicas, siempre que no coticen en
Bolsa y hubiesen regularizado su balance. Y esta modificación no está prevista en Ley
tributaria sustantiva alguna -según los recurrentes-.
Del artículo 43, opinan que éste modifica el tipo impositivo aplicable a las operaciones
sujetas al Impuesto General sobre el Tráfico de Empresas, sin previsión tampoco en Ley
tributaria sustantiva.
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4.º El recurso fundamenta la pretendida inconstitucionalidad de la disposición adicional
5.ª de la propia Ley 74/1980 en la infracción del artículo 9.3 de la Constitución en
cuanto éste garantiza, entre otros valores y principios jurídicos, la irretroactividad de
las disposiciones sancionadoras no favorables o restrictivas de los derechos
individuales, la seguridad jurídica y la interdicción de la arbitrariedad de los poderes
públicos.
A juicio de los recurrentes, la disposición aludida tiene carácter retroactivo toda vez
que su objetivo es incidir en las relaciones jurídicas que ligan a los mutualistas de las
Mutualidades integradas en el Fondo Especial de la MUFACE, así como los pensionistas
que perciben sus pensiones con cargo a ese Fondo, con el propio Fondo e,
indirectamente, con el Estado, en cuanto éste les garantiza el derecho a percibir las
prestaciones establecidas. Estas relaciones eran preexistentes a la Ley 74/1980 y
arrancaban de la Ley 29/1975, de 27 de junio ( RCL 1975\1276 y NDL 14672), sobre
Régimen Especial de la Seguridad Social de Funcionarios Civiles del Estado, que había
establecido un sistema de integración voluntaria de las Mutualidades Generales de los
diversos departamentos civiles y de aquellas otras, de carácter obligatorio, existentes
en los mismos, en la Mutualidad de Funcionarios Civiles del Estado (MUFACE) y que
articuló el sistema sobre los principios de constitución de un Fondo, formado con todos
los bienes, cuotas, recursos y subvenciones estatales de las Mutualidades integradas,
cuyos socios y beneficiarios conservarían el derecho a la percepción de las prestaciones
que estuvieran en vigor el 31 de diciembre de 1973, garantizando la MUFACE la
efectividad de las prestaciones, y, de no hacerlo, el Estado concedería la oportuna
subvención.
Pero -según el escrito de recurso- la Administración entendía que lo que la Ley
garantizaba eran las prestaciones en la cuantía correspondiente al 31 de diciembre de
1973, mientras que el Reglamento General del Mutualismo Administrativo (Decreto de
18 de marzo de 1976) ( RCL 1976\800 y NDL 14673), estableció la conservación de los
derechos adquiridos «o en curso de adquisición» en dicha fecha, a la que se remitía el
tipo de cotización, siendo la base de cotización la que resultara en cada momento, de
acuerdo con las normas que en aquella fecha se encontraran en vigor en la Mutualidad
respectiva. La MUFACE adoptó el criterio general de que «el cálculo de prestaciones y
cotizaciones se efectúe de acuerdo con el régimen jurídico establecido» en los
Estatutos vigentes en 31 de diciembre de 1973 y no por las cuantías estatutarias de
cotización y prestaciones que fueran aplicables en esa fecha. El Decreto de 29 de
diciembre de 1978 ( RCL 1978\2840) pretendió zanjar la cuestión disponiendo que «a
partir del 1 de enero de 1979 las Mutualidades integradas no podrán modificar las
cuantías vigentes al 31 de diciembre de 1978, las cuales tendrán el carácter de
provisionales» y, por esta vía, congeló la cuantía de las prestaciones. Este Decreto fue
recurrido por la propia MUFACE ante el Tribunal Supremo, en la vía ContenciosoAdministrativa, recurso que se halla en tramitación.
Pues bien, la disposición adicional 5.ª de la Ley 74/1980 -a criterio de los recurrentesrestringe derechos individuales reconocidos en la Ley y Reglamento citados que la
repetida Ley de 1975 se obligaba a respetar.
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Finalmente, los recurrentes estiman infringido el principio de seguridad jurídica y de
interdicción de la arbitrariedad de los poderes públicos, pues el Estado, como garante
de las obligaciones contraídas por el Fondo Especial de la MUFACE, no puede
desconocer sus obligaciones, incurriendo en arbitrariedad prohibida a todos los
poderes públicos, incluso el Legislativo.
2. La Sección Cuarta de este Tribunal acordó el primero de abril del presente año
admitir a trámite el recurso de inconstitucionalidad a que nos venimos refiriendo y dar
traslado del mismo al Congreso, al Senado y al Gobierno para que en el plazo de quince
días pudieran personarse en el indicado procedimiento y formular las alegaciones que
estimaran oportunas, de acuerdo con el artículo 34 de la L. O. T. C. ( RCL 1979\2383).
El 21 de abril siguiente se acordó tener por presentado el escrito dirigido a este
Tribunal por el excelentísimo señor Presidente del Senado y tener por personado al
Abogado del Estado, en nombre del Gobierno, concediéndole la prórroga que solicitaba
para formular las alegaciones que estimara oportunas.
3. En efecto, en dicho plazo el Abogado del Estado, en la representación referida,
compareció y procedió a evacuar el trámite de alegaciones, lo que hizo en síntesis con
las siguientes consideraciones:
1.º El apartado 7 del artículo 134 de la Constitución surgió de una «enmienda
transaccional», que, en el debate de la Constitución, vino a zanjar la controversia entre
los partidarios de la flexibilidad del sistema tributario, basada en razones de política
económica general, que entendían negativo el no dotar de instrumentos adecuados al
poder ejecutivo y aquellos que defendían el principio de «buena ordenación de la
Hacienda», según el cual la Ley de Presupuestos no debía ser una vía indirecta para
introducir modificaciones que deberían serlo «de una manera frontal, en las leyes
sustantivas».
El Abogado del Estado recuerda en su escrito el amplio debate producido en nuestra
Patria sobre la naturaleza material o meramente formal de las Leyes de Presupuestos y
se inclina por el reconocimiento del carácter formal y material de dicha Ley de
Presupuestos. Sin embargo, subraya que es cuestión distinta la de resolver si dicha Ley
presupuestaria constituye o no un tipo singular de Ley y en qué consiste su
singularidad. Lo contesta afirmativamente, al entender que los artículos 66.2 y 134 de
la Constitución configuran la peculiaridad de la Ley de Presupuestos, puesto que ésta es
el vínculo fundamental de la dirección y orientación político-económica de coyuntura.
De ahí la importancia política de los debates parlamentarios. Y ello es tanto como
admitir que la Ley de Presupuestos tiene una finalidad institucional precisa como Ley
«económica» de y sobre ingresos y gastos.
A la luz de lo anteriormente expuesto, al Abogado del Estado le parece claro que la
Constitución no ha querido imponer ningún límite expreso al contenido posible de la
disciplina del gasto; en cambio, el artículo 134.7 de la Constitución, sí que aspira a una
precisa limitación de la función de la Ley de Presupuestos como vehículo de reformas
tributarias.
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En este punto el Abogado del Estado reduce el sentido del artículo 134.7 a una norma
sobre competencia, que declara incompetente a la Ley de Presupuestos para crear
tributos y la declara condicionalmente competente para modificarlos: la condición para
que pueda hacerlo es que así lo declare una Ley tributaria sustantiva.
2.º La representación del Gobierno pasa, seguidamente, a interpretar esta expresión de
«Ley tributaria sustantiva» que considera un «tema menor». Pero le parece claro que
«Ley» significa cualquier texto con fuerza y valor de Ley al que le sea
constitucionalmente dado incidir en materias tributarias. En cuanto a la expresión
«sustantiva», le parece que no tiene ningún significado preciso, pues, según los
debates constitucionales, «Ley tributaria sustantiva» viene a significar tanto como
«preceptos tributarios que están alojados en un cuerpo legal que no es la Ley de
Presupuestos». En todo caso, el Abogado del Estado rechaza que «Ley tributaria
sustantiva» pueda identificarse con la figura de «Ley propia de cada tributo».
La función de esta Ley tributaria es -según esta parte- una función habilitante que tiene
atribuida «la competencia sobre la competencia de la Ley de Presupuestos para
modificar tributos».
3.º El percibir este carácter de «norma de competencia» del artículo 134.7 conduce según el Abogado del Estado- a concluir que estas normas constitucionales sobre
competencia sólo pueden tener eficacia «pro futuro»; es decir, que el artículo 134.7 de
la Constitución sólo puede recibir plena aplicación cuando se trate de Leyes de
presupuestos y de Leyes tributarias sustantivas posconstitucionales, porque no cabe
exigir a una Ley preconstitucional que tuviera en cuenta una función que sólo atribuye
la Constitución.
A partir de esta premisa, el Abogado del Estado estima que en este recurso se han de
tener en cuenta dos Leyes tributarias sustantivas: la Ley 50/1977, de Medidas Urgentes
de Reforma Fiscal (Ley propia del Impuesto Extraordinario sobre el Patrimonio de las
Personas Físicas) ( RCL 1977\2406), y la Ley 44/1978, del Impuesto sobre la Renta de las
Personas Físicas. Esta última contiene en su disposición adicional 2.ª una «permisión»
de modificación por la Ley de Presupuestos. En cambio, la Ley de Medidas Urgentes
guarda silencio en este punto. Y continúa esta representación jurídica argumentando
que la sobrevenida vigencia de la Constitución ha dado base a aquella disposición
preconstitucional, que así ha pasado, de tener un mero valor legal ordinario a
convertirse en una aplicación del artículo 134.7 de la Constitución. En cambio, la
solución no es la misma respecto al Impuesto sobre el Patrimonio. El silencio, al
respecto de la Ley de Medidas Urgentes es debido a que, en el marco legal en que se
desenvolvía, no se requería la previa habilitación para modificar tributos. Y así,
concluye que este silencio vale como autorización general para modificación de la Ley
de Presupuestos.
4.º Continúa el escrito del Abogado del Estado refiriéndose al alcance de la palabra
«modificarla», referida a los impuestos y le parece claro que se trata solamente de
«modificaciones importantes extensas y profundas del sistema tributario».
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Tras algunas consideraciones sobre la justificación «por la historia» del artículo 134.7, a
que se contrae el recurso y que estima insuficientemente establecida, rechaza también
su justificación «por la propia sistemática de la Constitución». También rechaza el
argumento del «arbitrismo» y la referencia al presupuesto como «pacto» que, según
dicha parte, sólo podría entenderse a guisa de metáfora referida a la «coparticipación
en la formación del "indirizzo" político-económico»; termina esta parte de las
alegaciones examinando las del recurso respecto al objeto del artículo 134.7. Rechaza
que, de la Constitución, quepa derivar la necesidad de una limitación del poder
parlamentario de examen y enmienda en los términos que el recurso pretende y,
finalmente, arguye que no tiene sentido hablar de la «garantía de la competencia plena
del Parlamento», como objeto del artículo 134.7, como se deriva de la interpretación
que hace de los artículos 31.3, 87.3 y 94.1 (c. d. e) de la Constitución.
5.º A partir de las consideraciones anteriores el Abogado del Estado entra en el examen
de la pretendida inconstitucionalidad de cada uno de los artículos impugnados de la
Ley 74/1980. Lo hace en síntesis, con las siguientes consideraciones:
A) Artículo 36 de la Ley de Presupuestos para 1981. Rechaza que el límite temporal de
la adicional 2.ª de la Ley 44/1978 aparezca rebasado porque este artículo se refiera a las
enajenaciones realizadas durante 1980 y 1981. Porque el hecho de que la vigencia del
artículo 36 termine el 31 de diciembre de 1981 no impide que durante su año de
vigencia regule un supuesto de hecho, uno de cuyos elementos, la enajenación, pueda
haberse producido en 1980 o en 1981; sostiene que el «carácter fundado» del artículo
36 no puede negarse porque nada obliga a expresar las concretas «razones de política
económica» en que se basa; tampoco desborda el ámbito material de la disposición
adicional 2.ª, porque toda reducción en base tiene la misma incidencia, sobre la deuda
tributaria, que una reducción en cuota al tipo medio de gravamen y carece de toda
trascendencia que se establezca la reducción de la base por todo el importe del
incremento patrimonial o que se disponga que la parte de incremento que rebase los
dos millones se reduzca en cuota al tipo medio de gravamen y si se eligió el modificar el
artículo 20.9, en lugar del 29, f), al que se refiere la adicional citada, ha sido porque
presenta menos complejidades.
Con uno u otro procedimiento, el resultado es el mismo porque, variando la cifra de
«incrementos de patrimonios no gravados», se está actuando sobre el artículo 29, f), se
está modificando uno de los elementos que este artículo utiliza para determinar cuál es
la base sobre la que se aplicará el tipo de deducción.
El artículo 36 no afecta a la igualdad ante el Impuesto, ni es injusto, pues no cabe
hablar de «plusvalía especulativa», respecto a un incremento patrimonial que se
reinvierta en adquirir otra vivienda habitual.
B) Artículo 37 de la Ley de Presupuestos. El Abogado del Estado sostiene que este
precepto contiene una norma sobre «regularización de activos», con incidencia
especial respecto al cálculo de plusvalías y minusvalías en el Impuesto sobre la Renta,
habilitada por la disposición adicional 2.ª, apartado cuarto, de la Ley 61/1978 ( RCL
1978\2837), del Impuesto de Sociedades, a cuyo tenor dentro de la Ley de
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Presupuestos se podrá «restablecer la vigencia y modificar la Ley de Regularización de
Balances ...»; su novedad es la actualización por sectores de los valores de elementos
patrimoniales a 1 de enero de 1979.
Para la abogacía del Estado este artículo impugnado representa una norma de
regularización de activos que modifica la Ley de Regularización de Balances. Si bien es
cierto que todo esto se refiere a las personas físicas que ejerzan actividades
empresariales, mientras que el alcance del artículo 37 abarca a todos los sujetos
pasivos del Impuesto sobre la Renta, lo cierto es que es una resultante del proceso de
inflación y se trata de evitar con ello incrementos patrimoniales cuyo origen principal
está en la tendencia inflacionaria de nuestra economía.
C) Artículo 38 de la Ley de Presupuestos. Para la Abogacía del Estado la novedad que
aporta para 1981 el artículo 38 se justifica, en su constitucionalidad, en que la
disposición 2.ª, cuarto, de la Ley de Impuestos de Sociedades, autoriza, como ha dicho
ya, el restablecimiento y modificación de la Ley de Regularización de Balances ( RCL
1981\1524 y NDL 2891), en cuyo concepto puede entenderse incluido el colmar las
lagunas sobrevenidas por la creación de nuevas figuras tributarias, como es el caso del
Impuesto sobre el Patrimonio y, si se ha acudido, en vez de modificar la Ley de
Regularización de Balances,que es la que se refiere la disposición adicional 2.ª de la Ley
del Impuesto de Sociedades, a modificar el artículo 6, f), de la Ley de Medidas
Urgentes, es por ser más cómodo y claro.
Además, según el Abogado del Estado, al ser la Ley de Medidas Urgentes una Ley
preconstitucional es explicable su silencio sobre la posibilidad de modificación por vía
de Ley de Presupuestos.
D) Artículo 43 de la Ley de Presupuestos. Modifica los tipos de Impuesto General Sobre
el Tráfico de Empresas y, a criterio de la Abogacía del Estado, esta modificación está
autorizada por el artículo 2, párrafo uno, de la Ley 41/1980 (RCL 1980\1683), que es
una Ley tributaria sustantiva y, en la modificación de «los tipos de Impuesto General
sobre el Tráfico de Empresas» deben considerarse incluidos los tipos de recargo
provincial.
6.º Finalmente, la Abogacía del Estado aborda, en su escrito de alegaciones, el tema de
la pretendida inconstitucionalidad de la disposición adicional 5.ª de la Ley de
Presupuestos. Lo hace, en síntesis, con las siguientes consideraciones:
A) Estima que es necesario partir de la Ley 29/1975 (RCL 1975\1276 y NDL 14672), que
establece el Régimen Especial de Seguridad Social de los Funcionarios Civiles del
Estado, la cual pretendió corregir evidentes quiebras, imperfecciones y desigualdades
de la situación anterior, mediante la «tendencia a la unidad», pero que topaba con lo
arraigado de las desigualdades entre Mutualidades Generales de los diferentes
Departamentos ministeriales. La conversión de las Mutualidades obligatorias en
voluntarias y la aplicación a las mismas de una paulatina reducción de subvenciones
estatales planteaba problemas a los que se quiso dar prudente solución, con el fin de
respetar derechos adquiridos o en curso de adquisición. Se creaba un Fondo Especial
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con los bienes y derechos de las Mutualidades integradas y a cambio los beneficiarios
de las Mutualidades integradas conservaban el derecho a la percepción de las
prestaciones en vigor, en la Mutualidad respectiva, al 31 de diciembre de 1973, sin
incremento alguno de sus obligaciones; el Estado concedería la oportuna subvención
en el caso de que la Mutualidad respectiva no pudiera satisfacer la efectividad de las
prestaciones; se prescribía la disminución paulatina de estas subvenciones estatales,
teniendo en cuenta las obligaciones contraídas, la disminución de los respectivos
colectivos y las prestaciones que fueran estableciéndose por MUFACE.
A criterio de la Abogacía del Estado es patente que el legislador pretendía romper un
sistema injusto, sostenido por medio de la financiación pública de pensiones y
prestaciones; sin embargo, la Ley concede un régimen transitorio más favorable a las
Mutualidades que, siendo obligatorias, desearan integrarse en el Fondo Especial, las
cuales ven garantizadas sus prestaciones en vigor el 31 de diciembre de 1973, sin
incremento alguno de sus obligaciones.
Expone el Abogado del Estado que el Reglamento General del Mutualismo
Administrativo interpretó la conservación del derecho a la percepción de las
prestaciones en vigor al 31 de diciembre de 1973, como conservación de los derechos
adquiridos o en curso de adquisición y que la expresión «sin incremento alguno de sus
obligaciones» determinaba la invariabilidad del tipo de cotización vigente al 31 de
diciembre de 1973, pero que la base de cotización sería la que resultara en cada
momento, de acuerdo con las normas que se encontrasen en vigor en la Mutualidad
respectiva.
Como quiera que el plazo máximo de un año establecido para la transferencia de
elementos patrimoniales y materiales resultó exiguo, el Real Decreto 356/1978 ( RCL
1978\514) lo prorrogó hasta el 31 de diciembre de 1978. Y el Real Decreto 3065/1978 (
RCL 1978\2840) extendió el plazo hasta el 30 de junio de 1979. Este Real Decreto
agregaba que «a partir del 1 de enero de 1979 las Mutualidades integradas no podrán
modificar las cuantías de las prestaciones vigentes al 31 de diciembre de 1978, las
cuales tendrán el carácter de provisionales». Este precepto, según el Abogado del
Estado, es una «norma preparatoria» de la solución definitiva que pretende dar la
disposición adicional 5.ª
Siempre según la Abogacía del Estado, la disposición adicional 5.ª se dedica a regular,
fundamentalmente, un tema de gasto público: las condiciones en que se hará efectiva
la garantía financiera del Estado para el equilibrio del «Fondo Especial». El Estado
garantizaba el derecho a la percepción de las prestaciones en vigor el 31 de diciembre
de 1973 «en la cuantía en vigor en tal fecha», que -siempre según esta parte- era el
verdadero sentido de la Ley 29/1975. Con la disposición adicional, el Estado garantiza
más de lo que garantizaba en dicha Ley: garantiza la absorción y compensación de las
diferencias de cuantía de las pensiones vitalicias complementarias, correspondientes al
Fondo Especial entre el 31 de diciembre, respectivamente, de 1973 y 1978 y, hasta que
esta absorción se realice, el Estado se hace cargo del déficit del Fondo Especial y,
respecto a prestaciones que no sean pensiones vitalicias, el Estado garantiza la cuantía
vigente en 31 de diciembre de 1978. El Estado financia ahora un déficit que no le era
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imputable, debido a que a él ha podido contribuir la ambigüedad de la transitoria 1.ª,
3, del Reglamento General del Mutualismo Administrativo.
B) Niega la Abogacía del Estado el contenido del recurso, en cuanto a la supuesta
infracción de los principios de irretroactividad, seguridad jurídica e interdicción de la
arbitrariedad. Pues, si bien la disposición adicional incide en relaciones jurídicas
existentes, como no podía menos, la verdad es que mira al futuro, aunque establece un
régimen transitorio, inevitablemente, y tiende a evitar la desigualdad en materia de
prestaciones complementarias, no ya sólo entre funcionarios civiles, sino entre éstos y
las Mutualidades Militares.
El Abogado del Estado terminaba con la súplica de que se dictara sentencia por la que,
con desestimación del recurso en todas sus partes, se declaran perfectamente
constitucionales los artículos impugnados en la Ley 74/1980.
4. El 21 de mayo siguiente se acordó tener por presentado el escrito dirigido a este
Tribunal por el excelentísimo señor Presidente del Congreso y el de alegaciones a que
nos referimos en el número anterior. Y se señaló, para la liberación de este recurso, el
día 4 de junio siguiente.
5. El Pleno acordó en 16 de junio siguiente ampliar el plazo para dictar sentencia hasta
el máximo permitido por el artículo 34.2 de la L. O. T. C.
II. FUNDAMENTOS JURÍDICOS
1. Como se ha dicho en los «Antecedentes», el presente recurso de
inconstitucionalidad ofrece dos aspectos muy caracterizados: de una parte, se
impugnan los artículos 36, 37, 38 y 43 de la Ley 74/1980, de 29 de diciembre, de
Presupuestos Generales del Estado para 1981, por infracción, en los cuatro casos, del
artículo 134.7 de la Constitución y, además, en lo que se refiere al primero de dichos
artículos, por infracción de lo dispuesto en el artículo 31.1. de la misma. De otra parte,
se impugna la disposición adicional 5.ª de la propia Ley, por contravenir lo dispuesto en
el artículo 9.3 de la Constitución. Merecen un estudio separado.
2. El artículo 134.7 de la Constitución dispone: «La Ley de Presupuestos no puede crear
tributos. Podrá modificarlos cuando una Ley tributaria sustantiva así lo prevea.»
No se ha alegado en el recurso la creación de impuestos, a través de los artículos
recurridos. La cuestión sustancialmente controvertida -si la supuesta modificación de
tributos que estos preceptos entrañan está o no habilitada en la forma
constitucionalmente requerida- no puede ser abarcada en su integridad si se elude el
examen del significado del término «modificación», respecto al que caben diversas
interpretaciones, que van desde la muy estricta que quisiera asimilarlo a cualquier
variación en no importa cuál de los elementos integrantes del tributo o, al menos, a
cualquier variación que redunde en la cuantía de la deuda tributaria, hasta una
interpretación muy lata, que concluyese en que la Constitución se refiere tan solo a
aquellas modificaciones que supongan un cambio total en la naturaleza del Impuesto.
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No debemos conformarnos en esta última interpretación, que significaría reconducir la
modificación a la creación de tributos, cuando la Constitución se refiere a ambos como
supuestos independientes. El artículo 134.7 prohíbe en todo caso la creación de
tributos, pero prohíbe también su modificación, con la excepción de que ésta aparezca
prevista en una Ley tributaria sustantiva. Sucede, sin embargo, que la interpretación de
este precepto constitucional exige que tengamos en cuenta el debate parlamentario
del que surgió esta redacción definitiva, en el curso del cual se contemplaron, tanto las
razones de flexibilidad del sistema tributario que, a juicio de algunos, requerían, a fin
de servir a una política económica congruente, el dotar al Poder Ejecutivo de
instrumentos adecuados para realizarla, como la buena ordenación de la Hacienda
Pública, que otros detectaban en nuestra tradición legislativa y que exigiría que no se
utilicen los Presupuestos para introducir modificaciones que correspondan a las Leyes
tributarias sustantivas. La conclusión del debate, plasmada en el texto a cuyo examen
nos contraemos, parece significar una cierta solución de compromiso que, en tanto
prohíbe indiscriminadamente la creación de tributos en la Ley de Presupuestos,
permite su modificación, aunque se trate de alteraciones sustanciales y profundas del
impuesto, siempre que exista una norma adecuada que lo prevea y, en todo caso, no
obsta a un tratamiento en la Ley presupuestaria de mera adaptación del tributo a la
realidad.
Se trataría de salvar la cualificación de la Ley de Presupuestos como vehículo de
dirección y orientación de la política económica que corresponde al Gobierno, cuando
elabora el proyecto y en la que participa el Parlamento, en función peculiar -la de su
aprobación- que el artículo 66.2 de la Constitución enuncia como una competencia
específica desdoblada de la genérica «potestad legislativa del Estado».
Esta especificidad de la función parlamentaria de aprobación del Presupuesto conecta
con la peculiaridad de la Ley de Presupuestos, en referencia a cualquier otra Ley.
Singularidad, que excede la cuestión, en estos momentos superada, del carácter formal
o material de esta Ley. Deriva, como se ha dicho, del carácter instrumental del
presupuesto en relación con la política económica; pero, por otra parte, las notas
singulares de la Ley presupuestaria ha de reconocerse que también vienen impuestas
por el hecho de que su debate está, de alguna manera, restringido por las disposiciones
reglamentarias de las Cámaras que regulan su procedimiento. Cierto que quizá pueda
decirse que tales limitaciones no deriven de la Constitución, pero también lo es que el
requisito de conformidad del Gobierno para toda proposición o enmienda que suponga
aumento de gastos o disminución de ingresos que afecta a cualquier Ley envuelve en
este caso una restricción constitucional del debate. Y son estas limitaciones las que
determinaron que la propia Constitución reduzca el papel de la Ley de Presupuestos,
como vehículo de reformas tributarias.
3. Cuando se trate de una variación de un impuesto, que no consista en la mera
adecuación circunstancial del mismo, habrá de cumplirse, necesariamente, la exigencia
constitucional de que la modificación aparezca prevista en una «Ley tributaria
sustantiva», y procede determinar la significación que haya de darse a esta exigencia
de la Constitución.
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Entre las dos tesis extremas: una de las cuales interpreta que Ley tributaria sustantiva
es tanto como «precepto o conjunto de preceptos tributarios que están alojados en un
cuerpo legal que no es la Ley de Presupuestos», y la otra, que promueve la
equiparación de «Ley tributaria sustantiva» con «Ley propia de cada tributo», debemos
inclinarnos por una interpretación que redunde en que se trata de una Ley -que desde
luego no es la Ley de Presupuestos-, pero que regula los elementos concretos de la
relación tributaria, eludiendo cualquier generalización.
Si descartamos la primera interpretación, aun cuando aparezca fundada en el sentido
expresado en algún momento en los debates constitucionales, es porque responde al
eco de la equivalencia de la Ley de Presupuestos como Ley en sentido formal que no
traduce la realidad de este momento. Sin olvidar que la aceptación de esta
equivalencia pudiera entrañar la constitucionalidad de una Ley que autorizara a la de
Presupuestos la modificación indiscriminada de los impuestos, lo que enervaría la
disposición constitucional a cuyo estudio procedemos.
Pero tampoco podemos reducir el significado de «Ley tributaria sustantiva» a la Ley
que rige cada tributo en concreto. Esta opinión se justifica en el artículo 9 de la Ley
General Tributaria y, cuando se trata de una exégesis constitucional, debemos rechazar
el intento de aprehender los enunciados constitucionales, deduciéndolos de normas de
rango inferior que, precisamente, habrán de interpretarse en lo sucesivo en el ámbito
de la Constitución. Por otra parte, no responde a la realidad la idea de que cada tributo
sólo es regulado por una Ley: su Ley propia.
Estas consideraciones nos conducen, como ya hemos anticipado, a inclinarnos por la
tercera hipótesis: cuando el artículo 134.7 habla de «Ley tributaria sustantiva», se
remite a cualquier Ley («propia» del impuesto o modificadora de ésta) que,
exceptuando la de Presupuestos, regule elementos concretos de la relación tributaria.
Cuando la previsión normativa se revele precisa, todavía ha de resolverse la cuestión,
que plantea la Abogacía del Estado, acerca de si tal requisito, para que la Ley de
Presupuestos pueda modificar tributos, ha de predicarse respecto a las Leyes
tributarias preconstitucionales. Y la contrae, para el caso que nos ocupa en este
recurso, a dos Leyes tributarias anteriores a la Constitución: la Ley 50/1977, de Medidas
Urgentes de Reforma Fiscal (verdadera «Ley propia» del impuesto Extraordinario sobre
el Patrimonio de las Personas Físicas), y la Ley 44/1978, del Impuesto sobre la Renta de
las Personas Físicas. Pero como esta última, precisamente, en su disposición adicional
2.ª, contiene una «permisión» de modificar, el tema se centra, para el Abogado del
Estado, en la primera de ellas y, por aplicación del principio «tempus regit actum»,
concluye que el silencio de la Ley de Medidas Urgentes debe valer como autorización
para su modificación en la Ley de Presupuestos.
Esta tesis parece olvidar que, como reconoce quien la defiende, no puede identificarse
«Ley tributaria sustantiva» con «Ley propia de cada tributo», noción que no debe
reducirse a la de un texto o documento legal único, lo que equivale a decir que aquel
silencio ha podido obviarse, después de la Constitución, si ésta hubiera sido la
intención de los legisladores, mediante un texto con fuerza o valor de Ley que incidiera
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en la materia tributaria de que se trata, de forma concreta.
Cierto que el artículo 134.7 de la Constitución es una norma sobre producción de
normas que, por ello, no se aplica retroactivamente. Pero ello no autoriza a concluir
que el silencio de una norma preconstitucional deba interpretarse como si fuera una
autorización tácita.
Este Tribunal ha reconocido la doctrina de que no puede anularse una Ley anterior sólo
por la ausencia de requisitos ahora exigidos por la Constitución para su aprobación y
que, entonces, no podían cumplirse, por inexistentes. Pero aquí no se trata de eso: se
trata de un texto postconstitucional (Ley de Presupuestos de 1981), al que le falta un
requisito constitucional que podría hallarse cumplido intencionalmente en un precepto
habilitante que también fuera posterior a la Constitución, o, «casualmente», en un
precepto habilitante anterior a ella, como sucede con la disposición adicional 2.ª de la
Ley del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas.
4. Pero, si la interpretación que precede tiende a posibilitar el uso ponderado del
sistema tributario, mediante la adecuación de lo que sea preciso para, sin modificación
sustancial, realizar la política económica que reclame cada momento, en cooperación
del Ejecutivo y las Cortes Generales, no cabe omitir, en tal supuesto y menos cuando se
tratara de una verdadera modificación, los imperativos del artículo 31.1 de la
Constitución, que, al obligar a todos a contribuir al sostenimiento de los gastos
públicos, ciñe esta obligación en unas fronteras precisas: la de la capacidad económica
de cada uno y la del establecimiento, conservación y mejora de un sistema tributario
justo e inspirado en los principios de igualdad y progresividad.
A diferencia de otras Constituciones, la española, pues, alude expresamente al
principio de la capacidad contributiva y, además, lo hace sin agotar en ella -como lo
hiciera cierta doctrina- el principio de justicia en materia contributiva. Capacidad
económica, a efectos de contribuir a los gastos públicos, significa tanto como la
incorporación de una exigencia lógica que obliga a buscar la riqueza allí donde la
riqueza se encuentra.
Pero el servicio de esta lógica no asegura, por sí solo, «un sistema tributario justo,
inspirado en los principios de igualdad y progresividad» que pudiera demandar la
estimación individualizada de cada caso, con respecto a cada uno de los tributos que
integran el sistema tributario y en cualquier supuesto en orden al sistema tributario
mismo, como conjunto, atendidas las variantes circunstancias sociales y económicas.
Aunque una definición valida de lo que debe entenderse por justo, a efectos
tributarios, sería una tarea que rebasa el planteamiento que aquí hemos de hacernos,
lo que no puede soslayarse es que el legislador constituyente ha dejado bien claro que
el sistema justo que se proclama no puede separarse, en ningún caso, del principio de
progresividad ni del principio de igualdad. Es por ello -porque la igualdad que aquí se
reclama va íntimamente enlazada al concepto de capacidad económica y al principio de
progresividad- por lo que no puede ser, a estos efectos, simplemente reconducida a los
términos del artículo 14 de la Constitución: una cierta desigualdad cualitativa es
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indispensable para entender cumplido este principio. Precisamente la que se realiza
mediante la progresividad global del sistema tributario en que alienta la aspiración a la
redistribución de la renta.
5. A partir de las consideraciones precedentes tenemos que examinar la naturaleza y
alcance de la modificación introducida por el artículo 36, con objeto de inferir si es de
tal intensidad que afecte al conjunto del sistema desde la perspectiva de los principios
a que nos hemos referido. Si la reforma fuera indiferente a la Luz de aquellos, todavía
la inconstitucionalidad pudiera derivarse de la circunstancia de haberse producido una
modificación imprevista en los términos del artículo 134.7.
En lo esencial, el impugnado artículo 36 de la Ley 74/1980 altera la modalidad del
beneficio que ya venía concedido por la legalidad anterior al contribuyente, que
obtiene un incremento del patrimonio por enajenación de su vivienda habitual. Hasta
la Ley de Presupuestos de 1981 el beneficio consistía en una combinación de
desgravación en la base -artículo 20. 9.2- y deducción de la cuota -artículo 29, f)(ambos de la Ley 44/1978). La nueva redacción que surge del artículo 36 de la primera
de las citadas Leyes implica que el contribuyente, en las mismas circunstancias, obtiene
un incentivo fiscal cuyo tratamiento técnico es distinto, pero no así su naturaleza y
finalidad.
No puede decirse que este nuevo tratamiento, de un beneficio ya establecido, atente a
la igualdad en el sentido en que se expresa el artículo 31.1 de la Constitución. Como ya
hemos tenido ocasión de decir, la igualdad a que se contrae este precepto
constitucional atiende a un tratamiento fiscal diverso de los contribuyentes, a pesar de
concurrir las mismas circunstancias en todos ellos. Sin embargo, en este caso, cuando
los recurrentes invocan la desigualdad, se refieren a un tratamiento legal diverso entre
las plusvalías obtenidas a título oneroso y las que derivan de título lucrativo,
desigualdad cuyo origen no está en el artículo 36, sino en los apartados del artículo 20
de la Ley del Impuesto sobre la Renta no modificados por aquél. En todo caso, nada
tiene que ver este supuesto tratamiento técnico desigual con las exigencias
constitucionales de igualdad y progresividad en el sostenimiento de las cargas fiscales.
Tampoco puede aceptarse que -como postulan los recurrentes- el artículo 36 quiebre el
principio de justicia al «no discriminar las plusvalías especulativas de aquellas otras que
no tienen este carácter». Se trata, en ambos supuestos, de incrementos reinvertidos en
vivienda habitual, lo que hace que la finalidad especulativa quede descartada.
Se ha apuntado también a la regresividad que implica esta alteración del contenido
literal del artículo 20.9.2 de la Ley del Impuesto de la Renta de las Personas Físicas. Aun
si hacemos abstracción al hecho de que la regresividad de una norma tributaria debe
apreciarse en términos globales y no en relación con un precepto aislado, lo cierto es
que, en este caso, los recurrentes acusan la regresividad en un sentido muy peculiar:
mientras que la significación habitual, en el orden tributario, de la regresividad atiende
a una incidencia de una medida fiscal en la economía del contribuyente, de forma
inversa a su capacidad contributiva, de suerte que, al contrario de lo que exige el
principio de progresividad, el tipo de gravamen se reduce a medida que aumenta la
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base, aquí la acusación de regresividad se refiere a la comparación del nuevo régimen
legal con la normativa anterior. Es decir, no se trata de comparar la incidencia de la
norma en economías diversas, sino de relacionar uno y otro régimen.
Pero es que tampoco puede afirmarse que el artículo 36 de la Ley 74/1980 implique
modificación del tributo en los términos a que nos hemos referido más arriba. La
alteración del contenido literal del artículo 20.9.2 no afecta a la naturaleza del
impuesto, pero tampoco desvirtúa ninguno de sus caracteres esenciales ni siquiera
puede decirse que, en cuanto recae sobre un concreto beneficio fiscal, concedido en
circunstancias también muy concretas, suponga otra cosa que una extensión de la
desgravación prevista en el artículo 29, aun cambiando la forma de realizarlo y, por
tanto, amparada en la previsión de la disposición adicional 2.ª de la Ley del Impuesto.
6. El artículo 37 de la misma Ley 74/1980 figura, igualmente, entre los tachados por los
recurrentes de inconstitucionalidad por infracción del artículo 134.7 de la Constitución,
es decir, por suponer una modificación del Impuesto no prevista en Ley tributaria
sustantiva.
Este artículo 37 introduce una alteración en el artículo 20 de la Ley del Impuesto sobre
la Renta de las Personas Físicas, en cuanto el apartado primero de dicho artículo 20
considera como incrementos o discriminaciones de patrimonio las variaciones que se
pongan de manifiesto con ocasión de cualquier alteración en la composición de aquél.
Pues bien, el artículo 37 citado señala, en cuanto a las transmisiones realizadas durante
el año 1981, y siempre que haya mediado más de un año desde la fecha en que se
adquirió el bien que ahora se transmite, que el posible incremento o disminución
patrimonial se determinará aplicando al valor de adquisición que resulte a partir del 1
de enero de 1979, según las normas vigentes, el coeficiente del índice por sectores que
reglamentariamente se determine. Se trata de la introducción de una regla que afecta
a la determinación de la base imponible, novedad que se dice prevista, en la
disposición adicional 2.ª de la Ley 61/1978, del Impuesto sobre Sociedades. Esta
adicional establece que «dentro de la Ley de Presupuestos, y con efectos durante el
período de aplicación de la misma, se podrá, por razones de política económica...,
restablecer la vigencia y modificar la Ley de Regularización de Balances de 2 de julio de
1964».
La regularización de balances tiene sentido con respecto a quienes ejercen actividades
empresariales, pues su finalidad es actualizar los valores contables, adecuándolos a las
variaciones suscitadas por el alza de precios, a fin de evitar la descapitalización de las
empresas implícitas en un proceso inflacionista. El artículo 37 de la Ley de
Presupuestos, si bien coincide con lo que es una regularización de balances, en su
significado de actualización de valores, mediante la fijación de unos índices, difiere de
ella en cuanto se refiere a todas las personas físicas sujetas al impuesto sobre la Renta
y lo hace con el objetivo de adaptar el cálculo de la plusvalía, en el momento en que se
transmite el bien y a los exclusivos efectos del impuesto de que se trata. No puede
invocarse, por tanto, para legitimarlo, la disposición adicional 2.ª de la Ley 61/1978.
Pero lo que hace el artículo 37 es una adecuación a la actual situación inflacionista que
responde a la naturaleza del Impuesto sobre la Renta que ha de contemplar
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incrementos reales, no monetarios. No se trata de modificación del impuesto que
requiera previsión normativa.
7. El artículo 38 de la Ley 74/1980 actúa sobre el texto de la Ley 50/1977, de 14 de
noviembre, que se refiere a la valoración de participaciones en el capital social. Hasta
ahora la valoración de aquellas que no cotizan en Bolsa se hacía «según el valor teórico
resultante del último balance aprobado». A partir de la Ley 74/1980 se establece, a
condición de que se haya regularizado el balance, que se puede optar por capitalizar, el
tipo del 8 por 100, el promedio de los beneficios de los tres ejercicios cerrados con
anterioridad a la fecha del devengo del impuesto.
Para la Abogacía del Estado se trata, simplemente, de una aplicación de la disposición
adicional 2.ª, 4.º, de la Ley del Impuesto de Sociedades que autoriza el
restablecimiento y modificación, por vía de la Ley de Presupuestos, de la Ley de
regularización de Balances. Cierto que esta Ley no podía prever las repercusiones de
operaciones de regularización sobre figuras tributarias por entonces inexistentes, como
el Impuesto sobre el Patrimonio. A la representación jurídica del Estado le parece
razonable que, dentro del restablecimiento de la Ley de Regularización de Balances, se
incluyera «el colmar las lagunas sobrevenidas por la creación de nuevas figuras
tributarias», lo que tendría por efecto evitar la desigualdad entre los accionistas de
Sociedades que cotizan en Bolsa (que, al aplicar la valoración de mercado, han reducido
el valor patrimonial de sus títulos) y los que no cotizan en Bolsa.
En primer término, sin embargo, es preciso destacar que no se trata de una norma que
regule los efectos fiscales de la regularización de balances: se trata, más bien, de la
introducción de un sistema optativo de valoración de la base imponible, para cuya
aplicación se exige que la sociedad, en su día, haya regularizado el balance, y que lleva
consigo un beneficio fiscal para aquellas sociedades en las que el promedio de los
beneficios de los tres ejercicios cerrados con anterioridad a la fecha del devengo del
impuesto sea inferior al 8 por 100. No se prevé, por tanto, un efecto fiscal como
consecuencia de la regularización; se concede un beneficio fiscal de naturaleza
independiente de la regularización a quienes hayan regularizado. A ello hay que añadir
que la Ley que se supone autoriza la modificación es la Ley del Impuesto de
Sociedades, y la Ley de Presupuestos utiliza esta autorización para: a) regular una figura
tributaria (Impuesto sobre el Patrimonio) que nada tiene que ver con aquél; b) hacerlo
en relación con los efectos producidos sobre unos sujetos pasivos (personas físicas)
excluidos del ámbito de la Ley del Impuesto de Sociedades; c) hacerlo partiendo de
unos presupuestos que sólo son referibles a algunas y no a todas las entidades sujetas
al Impuesto de Sociedades.
Por otra parte, no se trata de una mera adaptación, sino de un cambio en el sistema de
valoración de la base imponible que puede llevar a desvirtuar la naturaleza del
impuesto, por cuanto hace posible que no aparezca en la base imponible de un
impuesto que grava precisamente el patrimonio, y no los beneficios, las participaciones
en el capital social de entidades jurídicas cuyos títulos no coticen en Bolsa.
Finalmente, el carácter optativo de dicho sistema de valoración, y el hecho de que se
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aplique exclusivamente a las sociedades y no a las empresas individuales, y dentro de
las primeras sólo a las que han sido objeto de regularización, introduce, además, un
elemento de discriminación que no se encuentra justificado, si es que con dicho
sistema lo que se persigue es una mejor valoración de la base imponible.
8. El artículo 43 de la Ley eleva los tipos de las operaciones sujetas al Impuesto General
sobre el Tráfico de las Empresas, con alguna excepción. También, con ciertas
excepciones, eleva el tipo impositivo del recargo provincial; todo ello limitado al ámbito
temporal del presente año.
Esta modificación está prevista por el artículo 2.º, párrafo 1, de la Ley 41/1980, de 5 de
julio -«En las Leyes de Presupuestos de cada año podrán modificarse los tipos de
Impuesto general sobre el Tráfico de Empresas»-, precepto legal integrado en el
conjunto de normas que regulan directamente las figuras tributarias y se remiten a sus
elementos concretos y no a su parte formal y, por tanto, que reúne los requisitos que
antes establecimos como determinantes del concepto de «Ley tributaria sustantiva». Y,
por otra parte, tampoco la alteración que el artículo 43 de la Ley de Presupuestos
introduce en el Impuesto General sobre el Tráfico de Empresas puede decirse que
exceda de la finalidad de realización concreta de la política económica.
9. Respecto a la controvertida constitucionalidad de la disposición adicional 5.ª de la
Ley 74/1980, cuyo texto, que -surge de una enmienda transaccional del grupo
parlamentario «Unión de Centro Democrático»- fue votado favorablemente por 44 de
los 54 parlamentarios hoy recurrentes, debemos previamente examinar las
consecuencias de este hecho, en orden a la posible aplicación al caso de la «doctrina
de los actos propios» que, «ad cautelam», invoca la Abogacía del Estado.
La teoría de que «nadie puede ir contra sus propios actos» ha sido aceptada por la
Jurisprudencia, al estimar que «lo fundamental que hay que proteger es la confianza,
ya que el no hacerlo es atacar a la, que ciertamente, se basa en una coherencia de
comportamiento en las relaciones humanas y negociales».
Es ésta una doctrina que, al menos respecto a los países cuyo sistema jurídico no es
más afín, adquiere su desarrollo más relevante en el ámbito del Derecho Privado -la
Jurisprudencia se refiere a quienes han suscitado esa confianza con su «conducta
"contractual"» y a la relación entre personas «dentro de un "convenio jurídico"»-.
La exigencia de atenerse a las consecuencias de los propios actos es tanto más
insoslayable cuanto el contenido de tales actos esté en la disponibilidad de quien así se
manifiesta. Quizá no sea susceptible de predicarse con igual fuerza en el orden político
constitucional. En aras de una coherencia que sería deseable informara siempre actos
de esta trascendencia, no debemos abstenernos de entrar en el fondo, haciendo
prevalecer la hipotética defensa de la buena fe a la defensa de la Constitución, que es
la tarea que nos incumbe.
Como reconoce la Abogacía del Estado, ni la Constitución ni la Ley Orgánica de este
Tribunal exigen como condición de legitimación -para el caso del artículo 31.1.c), de la
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L. O. T. C.- el voto contrario, o al menos la abstención. Sin olvidar que otro principio
general exige que toda renuncia de derechos debe ser explícita, clara, terminante e
inequívoca, y aunque, debido a la protección que se debe dispensar a la buena fe, se
ha declarado que la renuncia puede inferirse de la conducta de los titulares del
derecho, no es lícito deducirla, y menos en el ámbito constitucional, de una conducta
no suficientemente expresiva del ánimo de renunciar.
10. La supuesta inconstitucionalidad de la disposición adicional 5.ª se fundamenta por
lo recurrentes en el artículo 9.3 de la Constitución, en cuanto éste garantiza: A) La
irretroactividad de las disposiciones sancionadoras no favorables o restrictivas de
derechos individuales; B) la seguridad jurídica; C) la interdicción de la arbitrariedad de
los poderes públicos.
Es innegable que una reforma de Mutualismo Administrativo, acometida a partir de
una situación jurídica anterior, plagada de quiebras, insuficiencias y desigualdades
entre unas y otras Mutualidades y Montepíos existentes, sostenidos por muy dispares
sistemas de cobertura, que determinaba, para algunos beneficios, prestaciones al
menos satisfactorias, mientras que otros colectivos se desenvolvían en plena carencia
de recursos, es difícil que pueda evitar, si propicia la unidad y la eliminación de
desigualdades, rozar el límite impuesto por el respeto de «todos» los derechos y
«todas» las expectativas, y se comprende que despierte el recelo de los menos
favorecidos por la reforma.
Cualquier proyecto legislativo de esta índole, máxime si implica la transformación de
un sistema que contiene un componente sustancial de naturaleza pública estatutaria,
es capaz de movilizar dialécticamente, en sentido opuesto, dos principios
constitucionales: el de la igualdad y el de la seguridad, suscitando una tensión entre los
mismos que es preciso afrontar mediante la búsqueda del equilibrio deseable que, sin
que padezcan ni uno ni otro de estos principios, consiga, al mismo tiempo, posibilitar la
función reformadora de la Administración Pública, permitir la alternativa legítima de las
diversas opciones constitucionales, que determina el pluralismo político y promover la
Justicia sin incurrir en arbitrariedad.
Los principios constitucionales invocados por los recurrentes: irretroactividad,
seguridad, interdicción de la arbitrariedad, como los otros que integran el artículo 9.3
de la Constitución -legalidad, jerarquía normativa, responsabilidad- no son
compartimentos estancos, sino que, al contrario, cada uno de ellos cobra valor en
función de los demás y en tanto sirva a promover los valores superiores del
ordenamiento jurídico que propugna el Estado social y democrático de Derecho.
En especial, lo que acabamos de afirmar puede predicarse de la seguridad jurídica, que
es suma de certeza y legalidad, jerarquía y publicidad normativa, irretroactividad de lo
no favorable, interdicción de la arbitrariedad, pero que, si se agotara en la adición de
estos principios, no hubiera precisado de ser formulada expresamente. La seguridad
jurídica es la suma de estos principios, equilibrada de tal suerte que permita promover,
en el orden jurídico, la justicia y la igualdad, en libertad.
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La disposición adicional 5.ª es una norma cierta, precisa y formalmente publicada. No
se aduce lo contrario, la seguridad jurídica no se ve afectada por incumplimiento de
estos requisitos. Cabe interrogarse acerca de su posible carácter retroactivo; pero si lo
contestamos afirmativamente, no puede decirse, sin más, que esa retroactividad
engendre inconstitucionalidad.
El Ordenamiento jurídico, por su propia naturaleza, se resiste a ser congelado en un
momento histórico determinado: ordena relaciones de convivencia humana y debe
responder a la realidad social de cada momento, como instrumento de progreso y de
perfeccionamiento. Normalmente, lo hace así, al establecer relaciones «pro futuro».
Pero difícilmente una norma puede evitar que la regla de futuro incida sobre relaciones
jurídicas preexistentes, que constituyen el basamento de las relaciones venideras, y es
por ello que, a menudo, tales normas deben contener unas cautelas de transitoriedad
que reglamentan el ritmo de la sustitución de uno por otro régimen jurídico. La
incidencia de la norma nueva sobre relaciones consagradas puede afectar a situaciones
agotadas. Entonces puede afirmarse que la norma es retroactiva, porque el tenor del
artículo 2.3. del Código Civil no exige que expresamente disponga la retroactividad,
sino que ordene que sus efectos alcanzan a tales situaciones. Pero la retroactividad
será inconstitucional sólo cuando se trate de disposiciones sancionadoras no favorables
o en la medida que restrinja derechos individuales.
Los recurrentes invocan, en este caso, la retroactividad respecto a situaciones jurídicas
regidas por la Ley 29/1975, que pretendió establecer el Régimen Especial de Seguridad
Social de Funcionarios Civiles del Estado. Es, por tanto, a este régimen legal al que
debemos remitir nuestro análisis. Si este análisis concluye en que la disposición
adicional 5.ª no restringe los derechos individuales regidos por él, de forma tal que
pueda ser tachada de inconstitucionalidad, podremos prescindir del Decreto
3065/1978, actualmente «sub judice», en la Jurisdicción Contencioso-Administrativa,
que sólo cobraría importancia si el análisis concluyera en la inconstitucionalidad de la
disposición adicional 5.ª confrontada con la Ley 29/1975, porque, en tal caso, la
vigencia del Decreto, que incide en aquella legalidad en el mismo sentido que la
Disposición aquí impugnada, no dejaría de tener sus consecuencias. Apresurémonos a
decir que la disposición adicional 5.ª de la Ley de Presupuestos no debe ser
considerada inconstitucional por restrictiva -si lo fuera- de derechos individuales
regidos por la Ley 29/1975.
Cierto es que, a los problemas del Mutualismo entonces existentes, se quiso dar
«prudente solución», con el fin de respetar derechos adquiridos o en curso de
adquisición». Y la Ley 29/1975 lo hizo, muy concretamente, conservando a los
beneficiarios el derecho a la percepción «de las prestaciones que estuvieran en vigor,
en la Mutualidad respectiva, al 31 de diciembre de 1973, sin incremento alguno de sus
obligaciones».
Parece, en una primera aproximación al tema, como si el núcleo de la cuestión
controvertida no consistiera en otra cosa que determinar si esa expresión -«en curso de
adquisición»- envuelve una garantía, no ya de la cuantía de las prestaciones estáticas al
31 de diciembre de 1973, sino de las expectativas acordes con el régimen jurídico
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vigente en la misma fecha y establecido en los respectivos estatutos, expectativas
frustradas por la disposición adicional 5.ª Pero no es éste el planteamiento correcto,
desde el punto de vista de la constitucionalidad. Desde el punto de vista de la
constitucionalidad, debemos rehuir cualquier intento de aprehender la huidiza teoría
de los derechos adquiridos, porque la Constitución no emplea a expresión «derechos
adquiridos», y es de suponer que los constituyentes la soslayaron, no por modo casual,
sino porque la defensa a ultranza de los derechos adquiridos no casa con la filosofía de
la Constitución, no responde a exigencias acordes con el Estado de Derecho que
proclama el artículo 1.º de la Constitución; fundamentalmente, porque esa teoría de
los derechos adquiridos, que obliga a la Administración y a los tribunales cuando
examinan la legalidad de los actos de la Administración, no concierne al Legislativo, ni
al Tribunal Constitucional cuando procede a la función de defensa del ordenamiento,
como intérprete de la Constitución. Cuando se trata de la defensa del ordenamiento
constitucional, hemos de tener en cuenta que el concepto de «derecho individual» no
puede confundirse con el «ius quaesitum»; el 9.3 -en todo o en parte- alude a los
derechos fundamentales del título I y, para algunos, parece incluso excesivo que el
principio constitucional de la irretroactividad alcance a las Leyes, restringiéndolo a los
Reglamentos. El principio de irretroactividad del artículo 9.3, en cuanto a las Leyes,
concierne sólo a las sancionadoras no favorables, y a las restrictivas de derechos
individuales, en el sentido que hemos dado a esta expresión. Fuera de ello, nada
impide, constitucionalmente, que el legislador dote a la Ley del ámbito de
retroactividad que considere oportuno.
En todo caso, ya hemos sugerido que la irretroactividad de la disposición restrictiva de
derechos no puede ser trascendida del tema de la interdicción de la arbitrariedad. El
juicio de la arbitrariedad suele remitirse a la actuación del Ejecutivo; más
concretamente, a la actuación de la Administración Pública. En este sentido,
«arbitrario» equivale a no adecuado a la legalidad, y ello tanto si se trata de actividad
reglada -infracción de la norma- como de actividad discrecional -desviación de poder-,
etc. Pero la Constitución se refiere a todos los poderes públicos, y al hacerlo así,
introduce -como alguien ha dicho- un arma revisora en manos de los tribunales
ordinarios y del Tribunal Constitucional. Cuando se habla de la arbitrariedad del
Legislativo, no puede tratarse de la adecuación del acto a la norma, pero tampoco
puede reducirse su examen a la confrontación de la disposición legal controvertida con
el precepto constitucional que se dice violado.
El acto del Legislativo se revela arbitrario, aunque respetara otros principios del 9.3
cuando engendra desigualdad. Y no ya desigualdad referida a la discriminación -que
ésta concierne al artículo 14-, sino a las exigencias que el 9.2 conlleva, a fin de
promover la igualdad del individuo y de los grupos en que se integra, finalidad que, en
ocasiones, exige una política legislativa que no puede reducirse a la pura igualdad ante
la Ley.
El recurso denuncia, «una grave injusticia en relación con los mutualistas afectados»,
sin pormenorizar en qué consiste la arbitrariedad, qué sector es el afectado por la
posible desigualdad de trato. Es decir, que se omite la carga que incumbe a la parte
recurrente «de colaborar con la justicia del Tribunal en un pormenorizado análisis de
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las grandes cuestiones que se suscitan» -como hemos dicho en nuestra sentencia de 8
de abril de 1981 ( RTC 1981\11)-.
Los datos que poseemos, por el contrario, revelan que la disposición impugnada
consolida el principio de unidad, que tiende a obviar privilegios de algunos
funcionarios, respecto a los demás, sin afectar situaciones consolidadas. Se trata, por
tanto, de un texto legal que opera en la dirección de los principios constitucionales
consagrados y tiende a realizarlos, sin tacha de desigualdad, antes al contrario,
procurando la igualdad.
El cambio de régimen jurídico que se denuncia no supone la supresión de ninguna
prestación ya consolidada. Por otra parte, la reducción progresiva de prestaciones no
afecta a las ya percibidas o devengadas. Tampoco están en cuestión las expectativas de
actualización de las prestaciones presentes derivadas de los medios económicos
aportados por los mutualistas.
Si a estos se añade la posibilidad, intacta, no ya sólo de que las Mutualidades
disconformes revoquen su integración en el Fondo Especial, sino que también lo hagan
los mutualistas que ingresaron a título individual, en las condiciones derivadas de la Ley
29/1975, que no aparecen aludidas por la disposición adicional 5.ª de la Ley 74/1980,
hemos de concluir en la constitucionalidad de esta disposición.
FALLO
En atención a todo lo expuesto, el Tribunal Constitucional, POR LA AUTORIDAD QUE LE
CONFIERE LA CONSTITUCION DE LA NACION ESPAÑOLA,
Ha decidido:
Estimar parcialmente el recurso y, en su virtud, declarar la inconstitucionalidad del
artículo 38 de la Ley 74/1980, de 29 de diciembre, de Presupuestos Generales del
Estado para 1981, y consiguientemente, su nulidad.
Publíquese en el «Boletín Oficial del Estado».
Dada en Madrid a veinte de julio de mil novecientos ochenta y uno.-Manuel García
Pelayo y Alonso.-Jerónimo Arozamena Sierra.-Angel Latorre Segura.-Manuel Díez de
Velasco Vallejo.-Francisco Rubio Llorente.-Gloria Begué Cantón.-Luis Díez Picazo.Francisco Tomás y Valiente.-Rafael Gómez-Ferrer Morant.-Angel Escudero del Corral.Plácido Fernández Viagas.-Firmados y rubricados.
Tribunal Supremo (Sala de lo Contencioso-Administrativo, Sección 2ª).
Sentencia núm. 3563/1993 de 21 mayo RJ\1996\4320
Recurso de casación: Imposibilidad de efectuar una nueva valoración de las pruebas.
Procedimiento administrativo: Notificaciones: negativa a la recepción: rechazo
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sistemático de todos los intentos de notificación, incompatible con el principio de
buena fe: conocimiento efectivo, mediante notificaciones recibidas por el cónyuge:
notificaciones correctas.
Recurso contecioso-administrativo: Inadmisibilidad: acto consentido y firme:
existencia: inadmisión procedente.
Jurisdicción: Contencioso-Administrativa
Ponente: Excmo Sr. Ricardo Enríquez Sancho
La Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Superior de Justicia de la Región
de Murcia dictó Sentencia, de fecha 22-3-1993, declarando la inadmisibilidad del
recurso interpuesto por don José V. C. contra el Acuerdo del Ayuntamiento de Murcia
de 11-2-1991, por que se había denegado, por extemporáneo, el recurso de reposición
promovido frente a providencia de apremio dictada en ejecución de liquidaciones
tributarias y actuaciones posteriores. El TS desestima el recurso de casación
interpuesto por el recurrente.
FUNDAMENTOS DE DERECHO
PRIMERO.- Por don José V. C., a quien en procedimiento de apremio seguido por el
Ayuntamiento de Murcia en ejecución de diversas liquidaciones tributarias, le fue
embargado un inmueble que fue finalmente vendido en pública subasta, se interpone,
conforme al artículo 95.1.4 de la Ley reguladora de esta Jurisdicción ( RCL 1956\1890 y
NDL 18435), recurso de casación contra la Sentencia de la Sala de lo ContenciosoAdministrativo del Tribunal Superior de Justicia de Murcia, de 22 marzo 1993, que
declaró inadmisible el recurso interpuesto contra el Acuerdo del Ayuntamiento de
Murcia de 11 febrero 1991, que desestimó por extemporáneo el recurso de reposición
formulado contra la providencia de apremio dictada en el citado procedimiento de
ejecución, así como contra todos los actos producidos con posterioridad en el mismo.
SEGUNDO.- La sentencia de instancia, como presupuesto para considerar que el
recurrente no reaccionó con la debida diligencia contra los actos de ejecución que se
estaban efectuando sobre su patrimonio por el Ayuntamiento de Murcia, declara que
todas las actuaciones practicadas en el procedimiento de apremio fueron debidamente
notificadas al interesado, algunas porque consta expresamente que, dirigidas a su
domicilio, fueron rehusadas por él, otras porque fueron recibidas por su esposa
(precisamente las relativas al embargo del inmueble, finalmente vendido en pública
subasta y a su tasación pericial) y otras a las personas que se encontraban en el
domicilio, cuyas circunstancias personales y DNI se hacían constar. Estos son elementos
fácticos cuya realidad no puede ser discutida en un recurso de casación, porque en él
no cabe combatir el resultado de la apreciación de la prueba alcanzado por el Tribunal
de instancia, sino la correcta interpretación y aplicación de las normas efectuadas por
dicho Tribunal.
El recurrente alega que la sentencia de instancia ha infringido una copiosa
jurisprudencia de esta Sala, reflejada en las Sentencias de 23 febrero 1993 ( RJ
1993\1125) y 27 enero y 10 marzo 1992 ( RJ 1992\542 y RJ 1992\1562), según la cual
han de considerarse defectuosas las notificaciones practicadas con persona distinta del
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destinatario, si no se hacen constar sus datos identificadores y su relación con aquél.
Sin embargo esta doctrina no es contradicha por el Tribunal «a quo» que se cuida de
advertir que en todas las notificaciones realizadas en persona distinta del destinatario
figuran las necesarias menciones de identificación del receptor.
La sentencia de instancia realiza un riguroso análisis de toda la secuencia del proceso
de ejecución seguido por el Ayuntamiento de Murcia, en particular de todos los
intentos de notificación de los actos que en el mismo se han ido produciendo, que
acreditan no sólo que el rechazo sistemático de las comunicaciones que se le dirigían es
incompatible con el principio de buena fe en las relaciones administrativas, exigible
tanto a la Administración como a los administrados, sino también que los actos de
embargo y subasta de un inmueble de su propiedad, de carácter ganancial, fueron
notificados a la esposa del deudor, por lo que es inaceptable la afirmación de dicha
parte de que no tuvo efectivo conocimiento del procedimiento de ejecución que se
estaba tramitando.
Aunque el recurrente cita la Sentencia de esta Sala de 27 enero 1992, respecto a la
necesidad de que la Administración pruebe la realidad y regularidad de la notificación,
cuando aquellas circunstancias son discutidas por el administrado, en el supuesto
presente no se trata de notificaciones en que en los acuses de recibo existan defectos,
en cuyo caso la Administración debería probar, por los datos existentes en los libros de
entrega, que se produjeron en debida forma, sino de que de los documentos obrantes
en el expediente resulta que en los recibos unidos figuran todos los datos necesarios y
no hay nada que permita suponer alguna ilegalidad que, en caso de haberse producido,
debía haber sido probada por el administrado.
TERCERO.- Imputa también la parte recurrente a la sentencia de instancia infracción del
artículo 62, c) en relación con el 40, a) de la Ley reguladora de esta Jurisdicción, por
entender que el acuerdo municipal impugnado, no puede ser reproducción de ningún
otro anterior consentido y firme, si estos últimos no fueron notificados en debida
forma, puesto que sólo cabe predicar aquellas cualidades del que ha adquirido firmeza,
después de su correcta notificación. El citado motivo presenta un encadenamiento
lógico con el anterior, de modo que su éxito está condicionado al de aquél, por lo que
habiéndose declarado que los actos de ejecución fueron notificados correctamente, la
impugnación deducida contra ellos se articuló concluidos los trámites establecidos
legalmente para ello, por lo que no puede prosperar.
CUARTO.- Por lo expuesto procede desestimar el presente recurso de casación
imponiendo al recurrente, conforme dispone el artículo 102.3 de la Ley de esta
Jurisdicción, el pago de las costas causadas.
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PRINCIPIO DE IGUALDAD ANTE LA LEY. L A MOTIVACIÓN
Tribunal Constitucional (Sala Primera).Sentencia núm. 115/1996 de 25 junio
RTC\1996\115
Derecho Fundamental a Obtener la Tutela Efectiva de Jueces y Tribunales: Sentencias:
motivación: alcance: doctrina constitucional; Contenido: no es exigible un
razonamiento judicial exhaustivo y pormenorizado: la motivación no esá
necesariamente reñida con el laconismo: incluso es suficiente la motivación por
remisión. Jurisdicción Contencioso-Administrativa: el Tribunal Supremo, actuando
como Sala de apelación, utiliza explícitamente la técnica de motivación por remisión a
la sentencia apelada.
Derecho Fundamental a Acceder en Condiciones de Igualdad a las Funciones y Cargos
Públicos: Naturaleza: derecho de configuración legal cuya existencia efectiva sólo cobra
sentido en relación con el procedimiento que normalmente se hubiese establecido
para acceder a determinados cargos públicos. Acceso a la función pública: alcance: no
consagra un pretendido derecho fundamental al estricto cumplimiento de la legalidad
en el acceso a la función pública: sólo cuando la infracción de las bases implique, a su
vez, una vulneración de la igualdad entre las partes, cabe entender vulnerado el
derecho fundamental.
Jurisdicción: Constitucional. Recurso de Amparo núm. 656/1994
Ponente: Don Francisco Javier Delgado Barrio
Recurso de amparo contra la Resolución de la Secretaría de Estado para la
Administración Pública de 12 marzo 1990, por la que se nombraron funcionarios de
carrera del Cuerpo de Controladores de Circulación Aérea y se excluyó al propio tiempo
de tal nombramiento a los ahora recurrentes en amparo, y contra la Sentencia de 27
abril 1991 de la Sala de lo Contencioso-Administrativo de la Audiencia Nacional y
Sentencia de 29 noviembre 1993 de la Sala Tercera del Tribunal Supremo (Sección
Séptima), que confirman dicha resolución: los recurrentes en amparo imputan a la
Administración un trato desigual en el acceso a la función pública. Vulneración del
derecho fundamental a acceder en condiciones de igualdad a las funciones y cargos
públicos: inexistencia. Por otra parte, imputan a las sentencias no reparar el vulnerado
derecho fundamental a acceder en condiciones de igualdad a la función pública y, en
concreto, a la del Tribunal Supremo, falta de motivación. Vulneración del derecho
fundamental a obtener la tutela efectiva de Jueces y Tribunales: inexistencia:
denegación de amparo.
La Sala Primera del Tribunal Constitucional, compuesta por don Alvaro Rodríguez
Bereijo, Presidente; don Vicente Gimeno Sendra, don Pedro Cruz Villalón, don Enrique
Ruiz Vadillo, don Manuel Jiménez de Parga y Cabrera y don Javier Delgado Barrio,
Magistrados, ha pronunciado
EN NOMBRE DEL REY
la siguiente
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SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 656/1994, interpuesto por doña Pilar Beatriz M.D., doña
Angeles C.O., don José Ignacio A.R., doña Marina C.P., don Manuel E.N., don Juan S.P.S.,
don Santiago Javier A.E., don Francisco Javier C.A. y don Jorge Alberto O.P., bajo la
representación procesal del Procurador de los Tribunales don Manuel Sánchez-Puelles
y González-Carvajal y defendidos por el Letrado don Santiago Muñoz Machado contra
la Sentencia de la Sala Tercera del Tribunal Supremo (Sección Séptima) de 29 de
noviembre de 1993. Han comparecido el Ministerio Fiscal y el Abogado del Estado. Ha
sido Ponente el Magistrado don Javier Delgado Barrio, quien expresa el parecer de la
Sala.
I. ANTECEDENTES
1. Mediante escrito registrado ante este Tribunal el 2 de marzo de 1994 doña Pilar
Beatriz M.D., doña Angeles C.O., don José Ignacio A.R., doña Marina C.P., don Manuel
E.N., don Juan S.P.S., don Santiago Javier A.E., don Francisco Javier C.A. y don Jorge
Alberto O.P., procesalmente representados por el Procurador de los Tribunales don
Manuel Sánchez-Puelles y González Carvajal, interpusieron demanda de amparo
constitucional contra la Sentencia de la Sección Séptima de la Sala Tercera del Tribunal
Supremo, de 29 de noviembre de 1993, recaída en el rollo de apelación núm.
8590/1991 seguido por los trámites de la Ley 62/1978 ( RCL 1979\21 y ApNDL 8341), de
Protección de los Derechos Fundamentales, y por la que se confirmó la previamente
dictada por la Audiencia Nacional el día 27 de abril de 1991.
2. La demanda se basa en los siguientes hechos: a) Por Resolución de la Secretaría de
Estado para la Administración Pública de 17 de abril de 1989 («Boletín Oficial del
Estado», de 19 de abril) se convocó oposición -tanto por el sistema de promoción
interna como por el de acceso libre- para cubrir 120 plazas de ingreso en el Cuerpo
Especial de Controladores de Circulación Aérea. El proceso selectivo se articulaba sobre
dos fases: concurso-oposición y curso selectivo para los de promoción interna;
oposición y curso selectivo para los de libre acceso. Añadiéndose (Base primera,
apartado 1.1.3) que «los aspirantes que ingresen por el sistema de promoción interna,
en virtud de lo dispuesto en el art. 31.3 del Real Decreto 2617/1985, de 9 de diciembre (
RCL 1986\131 y ApNDL 6617) (...) tendrán en todo caso preferencia sobre los aspirantes
provenientes del sistema general de acceso libre...».
Igualmente, con arreglo a lo dispuesto en la convocatoria, los aspirantes que hubiesen
superado la oposición serían nombrados funcionarios en prácticas, debiendo realizar a
continuación una fase común de curso selectivo, «de contenido y duración a
determinar por la Dirección General de Aviación Civil» (Anexo I de la convocatoria),
cuyo resultado se calificará «hasta un máximo de 30 puntos (...) que se adicionarán a
los obtenidos en la fase de oposición, siendo necesario alcanzar un mínimo de 15
puntos para aprobar el curso selectivo» (Anexo I, de la convocatoria).
b) El día 27 de julio de 1989 se publicó la relación de aprobados de la fase de oposición,
entre los que se encontraban los ahora demandantes de amparo. Mediante Resolución
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del 19 de octubre siguiente se les nombró funcionarios en prácticas. Todos los
opositores aprobados e integrantes de la promoción CECCA XXVI iniciaron en el Centro
de Adiestramiento de la Dirección General de Aviación Civil el curso selectivo previsto
en la convocatoria.
Sin embargo, en lugar de constituirse un curso común e igual para todos los
concursantes, la Administración los distribuyó en tres grupos distintos (A, B y C), en
atención al hecho de haber cursado o no previamente los Cursos de Capacitación para
Control Aeronáutico Civil VI y VII, impartiéndose en cada uno de los referidos grupos
contenidos distintos.
c) Mientras los grupos B y C realizaron los cursos señalados con arreglo a su respectiva
programación, los alumnos pertenecientes al A, entre los que se encontraban los
recurrentes, tras iniciar su curso en tiempo y forma, desarrollándose éste con absoluta
normalidad -y otorgándose las oportunas calificaciones académicas por las asignaturas
ya cursadas-, concluyó, sin embargo, intempestivamente a las once semanas de su
iniciación, sin que los participantes en el mismo pudiesen finalizar sus estudios,
programados por un tiempo de cincuenta semanas.
Esta finalización anticipada del curso que quedó materialmente inconcluso por
voluntad de la Administración, ocasionó mayor sorpresa en los actores cuando
pudieron comprobar que en la lista definitiva de funcionarios aprobados no figuraba
ninguno de los integrantes del grupo A, al que ellos pertenecían.
d) Mediante escrito de 15 de febrero de 1990, se puso en conocimiento del Ministerio
de las Administraciones Públicas la intención del Ministerio de Transportes, Turismo y
Comunicaciones de proponer el nombramiento de funcionarios de carrera de la
promoción CECCA XXVI sin esperar a que los ahora demandantes de amparo hubiesen
concluido sus estudios, acompañando certificaciones emitidas por el Jefe de la Sección
de Enseñanza y Licencias de Control del Centro de Adiestramiento en las que se
reconocía que quedaban pendientes de ser impartidas un total de nueve asignaturas.
Ello dio lugar a una petición de información complementaria solicitada por el
Subdirector General de Gestión de Funcionarios de la Administración del Estado a la
Subdirección General de Personal del Ministerio de Transportes. Con todo, y a resultas
de un informe emitido por el Director General de Aviación Civil en el que se afirmaba
que los certificados aportados por los actores son erróneos y que donde dice
«asignaturas pendientes de impartir» ha de entenderse asignaturas no superadas, el
Ministerio para las Administraciones Públicas estimó suficiente la información remitida.
De este modo, y por Resolución de 12 de marzo de 1990 sólo se nombraron
funcionarios de carrera a los integrantes de los grupos B y C, constando en dicha
Resolución (Anexo III) que los concursantes excluidos podían «incorporarse al (curso)
inmediatamente posterior con la puntuación asignada al último de los participantes en
el mismo», de acuerdo con lo dispuesto en las Bases de la convocatoria.
e) Consta igualmente en las actuaciones remitidas a este Tribunal que los recurrentes
en amparo presentaron sendos escritos solicitando incorporarse al Curso Básico de
Control (CECCA XXVII), renunciando al Curso CECCA XXVI y que, al parecer, fueron
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51
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ratificados en abril de 1990, aunque cierto es también que obran en autos
certificaciones sobre puntuaciones obtenidas en diversas asignaturas referidas al citado
curso XXVI.
f) Contra la mencionada Resolución de 12 de marzo de 1990, interpusieron los ahora
demandantes de amparo recurso contencioso-administrativo, por los trámites de la Ley
62/1978, alegando la vulneración de su derecho fundamental a la igualdad con apoyo
en los arts. 14 y 23.2 de la Constitución ( RCL 1978\2836 y ApNDL 2875). Este recurso
fue desestimado por la Sala competente de la Audiencia Nacional, mediante Sentencia
de 27 de abril de 1991. Frente a este pronunciamiento judicial promovieron recurso de
apelación ante la Sala Tercera del Tribunal Supremo que fue también desestimado por
Sentencia de 29 de noviembre de 1993.
3. En su demanda de amparo aducen los recurrentes una doble vulneración de sus
derechos fundamentales.
En primer lugar, se alega la conculcación de su derecho a la tutela judicial efectiva ex
art. 24.1 CE por la sentencia dictada en apelación por la Sala Tercera del Tribunal
Supremo. A juicio de los actores, esta resolución se limita a afirmar que el fallo de
instancia fue correcto, sin justificar ni por qué merece tal calificación ni por qué deben
rechazarse los motivos contenidos en su recurso de apelación y destinados a demostrar
el error en que había incurrido la Sala a quo al valorar los distintos elementos
probatorios incorporados a los autos. Esta falta de justificación lesiona el derecho
constitucional a la motivación de las resoluciones judiciales, integrado dentro del
derecho a la tutela judicial efectiva (art. 24.1 CE). Se citan, al efecto, las SSTC 122/1991 (
RTC 1991\122) y 34/1992 ( RTC 1992\34). Acto seguido, explican los recurrentes las
insuficiencias de motivación de la sentencia impugnada. En su opinión dos eran las
actuaciones administrativas contra las que se reaccionaba en sede jurisdiccional. Por
una parte la creación de cursos selectivos distintos para los diversos aspirantes que
superaron las pruebas. Por otra, la conclusión de las pruebas selectivas antes de que
los recurrentes hubiesen tenido la oportunidad de concluir las materias que integraban
el curso de selección en el que fueron incorporados. En criterio de los actores, la
sentencia de instancia resolvió, aunque erróneamente sobre las dos infracciones
denunciadas. En cambio, no puede decirse lo mismo respecto a la sentencia dictada
por el Tribunal Supremo que no se pronunció sobre la segunda de ellas, desatendiendo
el motivo expreso contenido en el recurso de apelación acerca de la errónea valoración
de la prueba realizada en la instancia. En efecto, la Audiencia Nacional consideró que
habría existido vulneración de los arts. 14 y 23.2 CE «si se hubiera fijado un corto curso
formativo para propiciar el suspenso de los demandantes y obligarles a incorporarse al
siguiente», pero no entró en el análisis de esa cuestión por entender que los
recurrentes habían renunciado expresamente a incorporarse a dicho curso. Renuncia
que eximía al órgano judicial de la necesidad de entrar en la valoración de otros hechos
y determinar si existió o no una terminación anticipada del curso de selección. Sin
embargo este extremo se planteó expresamente con la interposición del recurso de
apelación, sin que la Sala Tercera del Tribunal Supremo diese respuesta al mismo. En
tales circunstancias no puede estimarse que la resolución judicial impugnada haya
cumplido con las exigencias que se derivan del art. 24.1 CE.
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En segundo lugar, se denuncia la vulneración de su derecho a acceder a los cargos
públicos en condiciones de igualdad ex art. 23.2 CE. Esta queja se articula sobre tres
extremos:
a) En relación con el establecimiento de cursos selectivos distintos para los opositores
aprobados. La resolución administrativa por la que se aprobó la convocatoria y sus
Bases estableció un único régimen de pruebas selectivas que habrían de ser exigidas,
por igual, a todos los concursantes. Con tal proceder la Administración realizó una
aplicación discriminatoria de las condiciones que previamente habían sido establecidas
por igual para todos los concursantes en las bases de la convocatoria.
b) Ese trato desigual de los concursantes en las pruebas selectivas no está justificado ni
es razonable. En efecto, los conocimientos previos y la posesión con anterioridad de
titulaciones administrativas por parte de un grupo de opositores no aparecen recogidos
en la convocatoria como causa para proceder a una diferencia de trato. La
Administración no puede alterar los términos de la convocatoria que es la «ley del
concurso», sino que ha de atenerse a los mismos y aplicarlos por igual a todos los
aspirantes. Tampoco es suficiente para justificar esa diferencia de nivel de exigencia
entre unos y otros concursantes el hecho de que los funcionarios eximidos del curso de
selección tuvieran una relación previa con la Administración, tal como se declaró en la
STC 67/1989 (RTC 1989\67). Este desconocimiento por la Administración de lo dispuesto
en la convocatoria ocasionó una quiebra de la igualdad entre los concursantes contraria
al art. 23.2 CE.
c) La conclusión del curso selectivo, con anterioridad a que hubiera concluido el curso
asignado a los demandantes de amparo lesionó su derecho de acceso a la función
pública en condiciones de igualdad. En este sentido, sostienen los actores que, aun
admitiendo que la Administración pudiese haber actuado correctamente al organizar
cursos selectivos de contenido y duración distintos para los diversos aspirantes, es lo
cierto que en modo alguno podía declarar concluidas las pruebas selectivas y nombrar
funcionarios de carrera, hasta que todos ellos hubieran concluido las pruebas que se
les habían impuesto. Es claro que todos los concursantes han de tener las mismas
oportunidades para acceder a la condición de funcionarios, y es claro también que a los
actores se les negó la oportunidad de celebrar las pruebas que debían ser superadas
para acceder al Cuerpo de Controladores de la Circulación Aérea. De hecho tanto la
Administración como los órganos jurisdiccionales han reconocido que el
comportamiento llevado a cabo por la Administración es contrario a derecho y
constitutivo de una vulneración del art. 23.2 CE. A pesar de ello, sin embargo, ninguno
estimó los recursos promovidos por los recurrentes, fundándose en forzadas
interpretaciones de documentos irregularmente aportados a los autos y con
desconocimiento de la evidencia que se derivaba de la prueba: partes de calificaciones
que obran en autos que son de fecha posterior a la conclusión del curso selectivo y que
se refieren a las asignaturas que en las certificaciones iniciales se decía que estaban
pendientes de ser impartidas, sin que, además, puedan considerarse como renuncia de
derechos unas solicitudes suscritas por los actores, toda vez que constitucionalmente
no es admisible la renuncia de derechos fundamentales.
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Seminario “Derecho Administrativo”
De lo expuesto se deduce, en criterio de los demandantes, que en el proceso de
selección y nombramiento como funcionarios de carrera se conculcó su derecho a
acceder en condiciones de igualdad a los cargos públicos con arreglo a lo dispuesto en
las leyes, por lo que se concluye interesando que se otorgue el amparo solicitado.
4. Por providencia de 9 de mayo de 1994, la Sección Primera acordó la admisión a
trámite de la demanda y, a tenor de lo dispuesto en el art. 51 LOTC ( RCL 1979\2383 y
ApNDL 13575), librar atenta comunicación a los órganos jurisdiccionales intervinientes
en la vía judicial previa a este proceso constitucional, para que en el plazo de diez días
remitiesen testimonio de las actuaciones, interesando al propio tiempo el
emplazamiento de cuantos hubiesen sido parte en el procedimiento judicial, para que
en el plazo común de diez días pudiesen comparecer en el presente proceso.
5. Mediante providencia de la Sección Primera, de 19 de diciembre de 1994, se acordó
tener por recibidas las actuaciones y por personado al Abogado del Estado. Igualmente,
con arreglo a lo dispuesto en el art. 52 LOTC se acordó dar vista de las actuaciones a las
partes personadas para que, dentro del plazo común de veinte días, pudiesen presentar
las alegaciones que a su derecho conviniese.
6. El Abogado del Estado registró su escrito el día 16 de enero de 1995. El mismo se
inicia con el análisis de la denunciada vulneración del art. 24.1 CE. Sobre este particular
señala esta representación que en la demanda no se aduce la vulneración del derecho
a la tutela judicial por falta de la debida respuesta judicial («incongruencia omisiva»),
sino por insuficiencia de motivación. Desde esta perspectiva es menester examinar si,
en sí misma considerada, la resolución judicial contiene una fundamentación adecuada
a su parte dispositiva. La respuesta ha de ser afirmativa: el Tribunal Supremo desestimó
el recurso de apelación interpuesto por la parte actora y lo hizo con suficientes
fundamentos para justificar jurídicamente el fallo. En primer lugar, su «antecedente
primero» reproduce cuatro fundamentos de la sentencia apelada que se declaran
aceptados; en los fundamentos primero y segundo de su sentencia se manifiesta la
conformidad del Tribunal de apelación con el razonamiento de la sentencia apelada; en
el fundamento tercero, se ofrece respuesta a todas y cada una de las irregularidades
denunciadas y se declara que no existió la vulneración de los derechos de los arts. 14 y
23.2 CE, por faltar término idóneo de comparación. Con independencia de su acierto
(al que no da derecho el art. 24.1 CE) la motivación de la sentencia es
constitucionalmente suficiente. Además, los arts. 24.1 y 120.3 CE no imponen una
determinada manera de motivar, y por ello el Tribunal de apelación no está obligado a
fundamentar su respuesta examinando uno por uno los motivos del recurso. Por todo
ello, la queja de amparo ha de ser, en este extremo, rechazada.
Pero tampoco existió, a juicio del Abogado del Estado, lesión del derecho que reconoce
el art. 23.2 de la Constitución. Se afirma en la demanda que la resolución de
convocatoria de las pruebas selectivas impuso «un único régimen de pruebas
selectivas» y que la Administración introdujo en el curso selectivo diferencias no
previstas en la convocatoria. Sin embargo, no es cierto que la convocatoria exija que el
curso selectivo hubiese de ser uno y el mismo para todos los que superasen las fases
anteriores. La convocatoria se refiere a plazas reservadas para el sistema de promoción
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interna y plazas para el sistema de acceso libre, lo que se traduce en una ordenación
diferente del procedimiento de selección, como resulta inequívocamente del Anexo I
de la convocatoria al que remite la Base 1.3. Bajo la fórmula «un curso selectivo de
contenido y duración a determinar por la Dirección General de Aviación Civil» se
atribuyó a la Administración una potestad discrecional para determinar el contenido y
extensión temporal del citado curso selectivo, potestad no cuestionada por los
demandantes de amparo y que no contraviene ningún otro precepto jurídico, como el
art. 14 k) del Reglamento General de Ingreso del personal al Servicio de la
Administración del Estado, de 19 de diciembre de 1984 ( RCL 1984\2873; RCL 1985\117
y ApNDL 6598). En todo caso, estaríamos en presencia de una cuestión de legalidad
ordinaria ajena al amparo constitucional.
De otro lado, la Administración hizo un uso legal y constitucionalmente lícito de esa
potestad discrecional, puesto que diferenció el contenido y la duración de ese curso
selectivo, partiendo justamente del grado de capacitación previa de los funcionarios en
prácticas acreditado por la posesión de certificados justificativos de haber superado
cursos sobre control aéreo impartidos por la propia Administración. No existió, pues,
desconocimiento de los principios de mérito y capacidad. Más aún: hubiera sido poco
razonable obligar a seguir el mismo curso selectivo a personas que ya habían cursado
con aprovechamiento las materias que hubieran de impartirse.
La segunda infracción del art. 23.2 CE pretende basarse en lo que la demanda califica
de conclusión intempestiva del curso selectivo que los demandantes de amparo debían
seguir. Sin embargo, señala el Abogado del Estado, que los demandantes no fueron
nombrados funcionarios de carrera «por no superar el curso selectivo de formación,
pudiendo incorporarse al inmediatamente posterior con la puntuación asignada al
último de los participantes en el mismo» según puede leerse en el apartado segundo
de la resolución impugnada.
Los demandantes de amparo niegan los hechos determinantes de este
pronunciamiento administrativo: no es cierto que no superasen el curso, sino que se
acordó su finalización antes de que se impartiesen todas las materias. Ahora bien, si
esto fuera cierto el problema escaparía no sólo a la jurisdicción constitucional sino
también a la contencioso-administrativa para situarse acaso en la esfera penal. No
puede el Tribunal Constitucional dilucidar si la resolución administrativa se basa en un
presupuesto factualmente exacto o no. Tal cometido corresponde a los Tribunales de lo
Contencioso-Administrativo. En todo caso, no hay aquí base para un juicio
constitucional de igualdad porque la «conclusión intempestiva» no puede ser
comparada con ningún término adecuado. No puede decirse que frente a los
perjudicados por una «conclusión intempestiva» existan unos beneficiados por una
«conclusión tempestiva» del mismo curso. Lo único relevante desde la óptica del art.
23.2 CE es la diferenciación de los cursos selectivos por razón de la capacitación de sus
integrantes.
Finalmente, señala el Abogado del Estado que es incontrovertiblemente exacto que los
demandantes de amparo renunciaron a los derechos que para ellos pudieran derivarse
del curso CECCA XXVI en los términos afirmados por la Audiencia Nacional en su
Escuela Nacional de la Judicatura ® 2011
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Seminario “Derecho Administrativo”
sentencia. Renuncia a la que no puede oponerse la indisponibilidad de los derechos
fundamentales. Lo renunciado, en efecto, no fue la titularidad de un derecho
fundamental, ni siquiera su puntual ejercicio. Lo realmente renunciado, en el mejor de
los casos, fueron los derechos expectantes a ser nombrados funcionarios de carrera,
iura in officium perfectamente susceptibles de renuncia. Por todo ello, se concluye
solicitando la denegación del amparo.
7. El día 17 de enero de 1995 registraron los demandantes su escrito de alegaciones,
interesando que se tenga por reproducidos los argumentos contenidos en la demanda
y que, en su día, se dicte sentencia conforme con lo que se tiene suplicado.
8. El Ministerio Fiscal presentó sus alegaciones el día 20 de enero de 1995. Tras una
sucinta exposición de los hechos, analiza el Ministerio público cada una de las
vulneraciones de derechos aducidas en la demanda.
Sobre la denunciada lesión del derecho a la tutela judicial por falta de motivación de la
sentencia del Tribunal Supremo, el Fiscal discrepa de esa apreciación. En primer
término, porque no cabe confundir la falta de motivación (que efectivamente vulnera
el derecho del art. 24.1 CE) con la motivación sucinta, incluso por remisión, aceptada
por la jurisprudencia del Tribunal Constitucional y de la que es ejemplo la doctrina de la
STC 146/1990 ( RTC 1990\146). Con arreglo a la misma, puede observarse que la
sentencia impugnada inicia sus fundamentos jurídicos declarando que «se aceptan los
reproducidos en el antecedente de hecho 1.º de esta sentencia», en el que se recogen
los «fundamentos» de la sentencia dictada en la instancia. Existe, pues, una clara
motivación por remisión, para, posteriormente, valorar los contenidos de la sentencia
apelada estimando expresamente que no existió discriminación.
En lo que concierne a la pretendida vulneración del derecho que reconoce el art. 23.2
CE, considera el Ministerio Público que existen razones para desestimar los tres
argumentos que utilizan al efecto los demandantes de amparo, a saber: a) el
establecimiento de cursos selectivos distintos; b) el trato desigual padecido por los
concursantes en el acceso a la condición de funcionario de carrera; y, c) la conclusión
del curso con anterioridad a que se terminasen de impartir a los actores ciertas
materias o asignaturas integrantes del que les fue asignado.
Respecto del primero de los indicados argumentos estima el Ministerio Fiscal que la
demanda incurre en el motivo de inadmisión consistente en la falta de agotamiento de
la vía judicial previa, además de carecer de contenido constitucional. Lo primero,
porque los recurrentes no recurrieron ni en la vía administrativa ni, ulteriormente, en la
jurisdiccional el acuerdo del Director o encargado del Centro por el que se establecían
tres grupos en atención a los conocimientos previos acreditados por los aspirantes. Lo
segundo, porque si algo se deduce con claridad del expediente es que la formación de
los tres grupos, a efectos del curso selectivo, con contenidos y duración diferentes, se
hizo exclusivamente sobre la base de la diferente titulación previa en la actividad a que
serían destinados una vez aprobado el proceso de selección. De dicho expediente no se
desprende ningún tipo de acepción de personas, ni parece existir una diferenciación
por la forma de ingreso (acceso libre/promoción interna). Tampoco las Bases de la
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convocatoria permiten deducir -como pretenden los recurrentes- la necesidad de que
el curso selectivo debiese ser único y común para todos los aspirantes. Antes bien,
como se indica en la sentencia de instancia que trató este problema en profundidad, la
posesión de una titulación necesaria para la actividad que luego se desarrollará, es un
elemento diferenciador de suficiente entidad como para admitir esa diferencia de trato
en el proceso de formación a través del curso selectivo, además de formar parte de la
propia potestad de autoorganización de la Administración mediante una decisión que
tiene una justificación objetiva.
Distinto problema es el que suscita el último de los argumentos esgrimidos en la
demanda en relación con la terminación repentina del curso selectivo. En este sentido añade el Ministerio Fiscal- lleva razón la sentencia del Tribunal Supremo cuando afirma
que el expediente administrativo presenta «rasgos sorprendentes»: de una parte
constan unos escritos de los ahora demandantes renunciando a participar en el curso y
solicitando su incorporación al siguiente; de otra, hay datos documentales que
permiten afirmar que, al menos parcialmente, participaron en el curso a que habían
renunciado, obteniendo calificaciones en determinadas materias, y consiguiendo un
certificado que especificaba que quedaban por impartir otras; dicho certificado fue
desmentido por otro posterior que afirma que donde se decía que faltaban por
impartir quería decirse que los demandantes de amparo no las habían superado, y por
último, al parecer después del cierre formal del curso, siguieron recibiendo lecciones
de determinadas materias.
Sostienen los recurrentes que ellos no tuvieron conocimiento de los escritos de
renuncia. A juicio del Ministerio Fiscal, esa es una cuestión de legalidad ordinaria que
debió ser objeto de prueba en la vía judicial previa y que, por tanto, no puede ser
atendida por el Tribunal Constitucional. Afirman también los actores que esos escritos
de renuncia no pueden ser jurídicamente considerados, pues supondría tanto como
admitir que mediante los mismos renunciaron a un derecho fundamental que, como
tal, es indisponible e irrenunciable. Frente a ello, argumenta el Fiscal que una cosa es la
renuncia al derecho fundamental a acceder en condiciones de igualdad a los cargos
públicos y, otra bien distinta, la renuncia a una posición jurídica de carácter legal como
es la de participar en un determinado curso de selección. Finalmente cabría plantearse
si tales renuncias surtieron o no efecto ante la Administración, pero ese análisis es
también una cuestión de legalidad ordinaria, ajena a la jurisdicción del Tribunal
Constitucional.
En virtud de todo lo expuesto, se concluye interesando la desestimación de la demanda
de amparo.
9. Por providencia de fecha 24 de junio de 1996 se acordó señalar para deliberación y
votación de esta sentencia el siguiente día 25 del mismo mes y año.
II. FUNDAMENTOS JURIDICOS
1. Ante todo se impugna con este recurso de amparo, de carácter mixto, la Resolución
de la Secretaría de Estado para la Administración Pública, de 12 de marzo de 1990, por
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la que se nombraron funcionarios de carrera del Cuerpo de Controladores de
Circulación Aérea a los funcionarios en prácticas que superaron el curso selectivo
previsto en la base 1.7 de la convocatoria correspondiente, excluyendo al propio
tiempo de tal nombramiento a los hoy demandantes de amparo (y a otros no
personados) «por no superar el curso selectivo de formación, pudiendo incorporarse al
inmediatamente posterior con la puntuación asignada al último de los participantes del
mismo».
Y aducen los recurrentes que dicha Resolución se dictó con anterioridad a que ellos
concluyesen el curso, consecuencia a su vez de que la Administración, en lugar de
organizar un solo curso, común para todos los aspirantes, los distribuyó en tres grupos
diferenciados a los que se impartieron cursos de duración y contenidos distintos, con el
resultado final de que ninguno de los integrantes del grupo al que pertenecían los
actores fue nombrado funcionario de carrera. Tal proceder de la Administración,
privándoles indirectamente de una de las fases de las pruebas selectivas mediante la
afirmación de que no superaron un curso que, en puridad, no les fue en su totalidad
impartido, vulnera, en su criterio, su derecho fundamental a acceder a los cargos
públicos en condiciones de igualdad con arreglo a lo dispuesto en las leyes.
Y por otra parte, se impugnan las sentencias dictadas por la Audiencia Nacional y por la
Sala Tercera del Tribunal Supremo en el proceso promovido por los actores con arreglo
a la Ley 62/1978, de Protección de los Derechos Fundamentales, por no reparar la
aludida vulneración del derecho fundamental que reconoce el art. 23.2 de la
Constitución, denunciando además la lesión de su derecho a una tutela judicial efectiva
ex art. 24.1 CE, que directamente atribuyen a la sentencia dictada en apelación por el
Tribunal Supremo, por entender que la misma carece de la motivación mínima
constitucionalmente exigible para satisfacer el citado derecho fundamental.
Tanto para el Abogado del Estado como para el Ministerio Fiscal las eventuales
irregularidades acaecidas en el procedimiento de selección no supusieron vulneración
alguna del derecho que garantiza el art. 23.2 de la Constitución, pues la Administración
se ajustó a las Bases de la convocatoria y en las actuaciones mediaron otras
circunstancias (informaciones contradictorias, escritos de renuncia, etc.) que fueron
debidamente valoradas por los órganos judiciales y de las que se desprende la
inexistencia de la denunciada vulneración, sin que, además, aportasen los actores un
adecuado término de comparación sobre el que articular un juicio de igualdad a los
efectos del derecho reconocido en el art. 23.2 CE.
Tampoco existió, a juicio de estas representaciones, conculcación del derecho a una
tutela judicial efectiva sin indefensión, porque la Sentencia del Tribunal Supremo
contiene una motivación por remisión, constitucionalmente lícita con arreglo a lo
exigido por el art. 24.1 CE.
2. Para el examen de esta última cuestión, importa recordar la doctrina de este Tribunal
sobre la motivación de las resoluciones judiciales (art. 120.3 CE) en relación con el
derecho a la tutela judicial efectiva sin indefensión (art. 24.1 CE):
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Seminario “Derecho Administrativo”
A) El derecho a la tutela judicial efectiva reconocido en el art. 24.1 CE se satisface con
una resolución fundada en Derecho que aparezca suficientemente motivada. La
exigencia de la motivación que ya podría considerarse implícita en el sentido propio del
citado art. 24.1, aparece terminantemente clara en una interpretación sistemática que
contemple dicho precepto en su relación con el art. 120.3 CE (SSTC 14/1991 [ RTC
1991\14], 28/1994 [ RTC 1994\28] y 66/1996 [ RTC 1996\66]).
Y esta exigencia constitucional de la motivación de las resoluciones judiciales aparece
plenamente justificada sin más que subrayar los fines a cuyo logro tiende aquélla (SSTC
55/1987 [ RTC 1987\55], 131/1990 [ RTC 1990\131], 22/1994 [ RTC 1994\22] y 13/1995 [
RTC 1995\13], entre otras): a) Ante todo aspira a hacer patente el sometimiento del
Juez al imperio de la ley (art. 117.1 CE) o, más ampliamente, al ordenamiento jurídico
(art. 9.1 CE), lo que ha de redundar en beneficio de la confianza en los órganos
jurisdiccionales; b) Más concretamente la motivación contribuye a «lograr la convicción
de las partes en el proceso sobre la justicia y corrección de una decisión judicial», con
lo que puede evitarse la formulación de recursos, y c) Y para el caso de que éstos
lleguen a interponerse, la motivación facilita «el control de la sentencia por los
Tribunales superiores, incluido este Tribunal a través del recurso de amparo». En último
término, si la motivación opera como garantía o elemento preventivo frente a la
arbitrariedad (SSTC 159/1989 [ RTC 1989\159], 109/1992 [ RTC 1992\109], 22/1994 y
28/1994, entre otras), queda claramente justificada la inclusión de aquélla dentro del
contenido constitucionalmente protegido por el art. 24.1 CE.
B) Pero ha de advertirse que la amplitud de la motivación de las sentencias ha sido
matizada por la doctrina constitucional indicando que «no autoriza a exigir un
razonamiento judicial exhaustivo y pormenorizado de todos los aspectos y perspectivas
que las partes puedan tener de la cuestión que se decide, sino que deben considerarse
suficientemente motivadas aquellas resoluciones judiciales que vengan apoyadas en
razones que permitan conocer cuáles han sido los criterios jurídicos esenciales
fundamentadores de la decisión» (STC 14/1991), es decir, la ratio decidendi que ha
determinado aquélla (SSTC 28/1994, 153/1995 [ RTC 1995\153] y 32/1996 [ RTC
1996\32]). Y es que «la motivación no está necesariamente reñida con el laconismo»
(STC 154/1995 [ RTC 1995\154]). Así, la doctrina constitucional viene entendiendo que
la motivación por remisión también puede satisfacer las exigencias que se derivan del
derecho a la tutela judicial efectiva, siempre que se produzca de forma expresa e
inequívoca (SSTC 175/1992 [ RTC 1992\175], 150/1993 [ RTC 1993\150] y 11/1995 [ RTC
1995\11], entre otras).
En este caso, como señalan el Abogado del Estado y el Ministerio Fiscal en sus
respectivos escritos de alegaciones, es evidente que el Tribunal Supremo, que actuaba
como Sala de apelación, utilizó explícitamente esta técnica de la motivación por
remisión, desestimando el recurso de los actores por los mismos motivos que, de
modo detallado, se contienen en la sentencia apelada. Así lo evidencia el texto de la
sentencia del Tribunal Supremo que no sólo inicia su fundamentación jurídica con la
aceptación y reproducción de fundamentos de Derecho de la dictada en la instancia,
sino que además, con la declaración contenida en su fundamento de Derecho tercero,
viene a compartir plenamente todos y cada uno de los razonamientos de la sentencia
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Seminario “Derecho Administrativo”
apelada, incluido el relativo al carácter voluntario de los escritos de renuncia de los
actores y los correspondientes a las demás irregularidades apreciadas en el expediente
administrativo, que el Tribunal Supremo consideró «no podían influir en el contenido
propio de los procesos especiales sobre infracción de derechos fundamentales de la
persona, porque faltaban los requisitos del término de comparación... ni es acertado
considerar que se produjeran las discriminaciones citadas en el art. 14 CE».
Siendo ello así, la queja de los actores debe ser en este extremo rechazada, pues, el
órgano judicial no privó a los recurrentes del conocimiento de las razones que
fundamentaban la desestimación de lo por ellos pretendido.
3. Queda por analizar, en consecuencia, la denunciada lesión de su derecho a acceder
en condiciones de igualdad a la función pública con arreglo a lo dispuesto en las leyes
(art. 23.2 CE) y que conduciría a la nulidad de la Resolución de la Secretaría de Estado
para la Administración Pública de 12 de marzo de 1990, así como de las sentencias
dictadas en la vía judicial previa a este proceso constitucional, que entendieron que la
Administración no había conculcado aquel derecho fundamental.
Pero con carácter previo, y en cuanto que los demandantes fundan su recurso en el
establecimiento de tres cursos de contenido distinto, será de advertir que el Ministerio
Fiscal alega ante todo su inadmisibilidad, por falta de agotamiento de la vía judicial
procedente, dado que los actores no impugnaron en vía administrativa y ulterior
contencioso-administrativa el Acuerdo que decidía la diversificación del curso selectivo.
Ocurre, sin embargo, que dicho Acuerdo se integraba en el procedimiento de selección
de los funcionarios como mero acto de trámite y en este sentido, en la perspectiva
constitucional, habrá que recordar que «la posible vulneración de los derechos
invocados por los demandantes, se ha producido de forma concreta y real, en el
momento en que el nombramiento para ocupar las plazas controvertidas ha recaído en
personas distintas a los ahora recurrentes en amparo» (STC 93/1995 [ RTC 1995\93]), y
es que, dado que la finalidad específica del recurso de amparo es el restablecimiento o
reparación de las lesiones concretas causadas por actos de los poderes públicos en la
esfera de los derechos fundamentales y libertades públicas de los ciudadanos, aun
suponiendo que el acto que ordenaba el establecimiento de cursos diferenciados fuera
discriminatorio, si los nombramientos hubieran recaído en los ahora solicitantes de
amparo, no habría lugar a plantearse la reparación de los derechos presuntamente
vulnerados (STC 193/1987 [ RTC 1987\193]).
Será, por tanto, de desestimar la inadmisibilidad opuesta por el Ministerio Fiscal.
4. El derecho del art. 23.2 CE es, claramente, un derecho de configuración legal cuya
existencia efectiva sólo cobra sentido en relación con el procedimiento que
normativamente se hubiese establecido para acceder a determinados cargos públicos
(por todas, STC 50/1986 [RTC 1986\50]). Además, cuando esos cargos son -como ahora
ocurre- de naturaleza funcionarial, el régimen jurídico del acceso ha de estar presidido
por los principios de mérito y capacidad (art. 103.3 CE).
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Seminario “Derecho Administrativo”
De este modo, el derecho que nos ocupa opera reaccionalmente en una doble
dirección. En primer lugar, respecto de la potestad normativa de configuración del
procedimiento de acceso y selección, permitiendo a los ciudadanos la impugnación de
aquellas bases contenidas en la convocatoria que desconociendo los aludidos
principios de mérito y capacidad establezcan fórmulas manifiestamente
discriminatorias (SSTC 143/1987 [RTC 1987\143], 67/1989 [RTC 1989\67], 269/1995 [RTC
1995\269] y 93/1995, entre otras muchas). Pero, en segundo lugar, el derecho del art.
23.2 CE también garantiza la igualdad de oportunidades en el acceso a la función
pública con arreglo a las bases y al procedimiento de selección establecido,
garantizando su aplicación por igual a todos los participantes e impidiendo que la
Administración, mediante la inobservancia o la interpretación indebida de lo dispuesto
en la regulación del procedimiento de acceso, establezca diferencias no preestablecidas
entre los distintos aspirantes (SSTC 193/1987 y 353/1993 [ RTC 1993\353], entre otras).
Con esta última perspectiva, el derecho fundamental del art. 23.2 CE ha de conectarse
ineludiblemente con la vinculación de la propia Administración a lo dispuesto en las
bases que regulan el procedimiento de acceso a la función pública. Ahora bien, no toda
infracción de las bases genera per se una vulneración del citado derecho fundamental.
Así, la inaplicación por la Administración de una de las bases del concurso a todos los
aspirantes por igual, comportará indudablemente una infracción de la legalidad
susceptible de impugnación ante los Tribunales de lo Contencioso-Administrativo, pero
no integra una quiebra de la igualdad en el acceso que garantiza el art. 23.2 CE, pues,
de esa infracción de la legalidad no se deriva trato desigual alguno, ni existe término de
comparación sobre el que articular un eventual juicio de igualdad. En consecuencia, el
art. 23.2 CE no consagra un pretendido derecho fundamental al estricto cumplimiento
de la legalidad en el acceso a los cargos públicos, ya que sólo cuando la infracción de
las bases del concurso implique, a su vez, una vulneración de la igualdad entre los
participantes, cabe entender que se ha vulnerado esta dimensión interna y más
específica del derecho fundamental que reconoce el art. 23.2 CE.
5. Así las cosas, la viabilidad de la queja de los actores sobre la distribución de los
opositores en tres cursos selectivos de duración y contenido distintos y respecto del
hecho de haber procedido la Administración al nombramiento de funcionarios de
carrera antes de concluir el curso selectivo al que pertenecían los recurrentes,
dependerá directamente -tal como observaron los órganos judiciales- del valor jurídico
que haya de darse a los escritos de renuncia obrantes en el expediente.
En efecto, constan en las actuaciones escritos de renuncia al curso selectivo firmados
por los actores antes de iniciarse el curso y ulteriormente confirmados, en los que se
interesaba, con apoyo en el último párrafo de la base 1.6 de la convocatoria, su
incorporación al próximo curso con reserva de los derechos ya adquiridos,
renunciándose expresamente al curso que, en principio, les correspondía.
Tales escritos son determinantes, en criterio de los órganos judiciales, para descartar
cualquier tratamiento desigual por parte de la Administración. La sentencia de la
Audiencia Nacional, a la que se remite la dictada por el Tribunal Supremo, es
inequívoca sobre este particular: «Por el contrario, sí que hubiera habido
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discriminación y conculcación de los arts. 14 y 23.2 si se hubiera fijado un corto curso
formativo para propiciar el suspenso de los demandantes y obligarles a incorporarse al
siguiente o si éstos hubieran estado avocados irremediablemente a renunciar al CECCA
XXVI... Pero la realidad es distinta: Lo que consta en autos es una renuncia voluntaria y
no forzada, renuncia que, además, no se efectuó en medio del CECCA XXVI sino justo al
inicio del mismo. Todo hace pensar que los demandantes aceptaron o consintieron
voluntariamente la forma en que se desarrolló la convocatoria y es esa voluntariedad
repetimos, la que salva el acto recurrido, pues de lo contrario sí que habría
discriminación» (fundamento de Derecho octavo).
6. En la demanda de amparo sostienen los actores que esa renuncia no puede
considerarse como jurídicamente válida, porque además de no haber tenido
conocimiento de la misma, supondría tanto como desconocer que los derechos
fundamentales son irrenunciables e indisponibles (SSTC 11/1981 [ RTC 1981\11] y
76/1990 [ RTC 1990\76]).
Ahora bien, es claro que los mencionados escritos de renuncia de los demandantes,
interesando acogerse a un curso formativo posterior con reserva de derechos, integran
una manifestación de voluntad circunscrita a un concreto procedimiento de acceso a la
función pública y con apoyo en las propias bases de la convocatoria, que en absoluto
puede concebirse como una renuncia de derechos fundamentales. Más aún, en el
asunto que ahora nos ocupa, los recurrentes ni siquiera renunciaron a ejercer sus
derechos con arreglo a las bases del concurso, sino que únicamente renunciaron al
curso formativo que les correspondía para acogerse a otro posterior, asumiendo
libremente las consecuencias que a ello se vinculaban en la convocatoria.
Descartada esa pretendida calificación de los escritos de renuncia que obran en el
expediente como renuncia de derechos fundamentales, obviamente, no corresponde a
este Tribunal enjuiciar la voluntariedad o la eficacia jurídica de la misma desde la
perspectiva de su legalidad. Los órganos judiciales, en su exclusiva función de
valoración de la prueba, estimaron que esa declaración de voluntad se realizó de forma
libre y que fue tenida en cuenta por la Administración a la hora de organizar los
mencionados cursos formativos, justificando, desde esta misma óptica, la legalidad de
su actuación.
Este presupuesto no puede ser ahora cuestionado por este Tribunal Constitucional [art.
44.1.b) LOTC], por lo que la presente demanda de amparo ha de ser desestimada. En
efecto, los actores renunciaron al curso formativo CECCA XXVI, por lo que las
eventuales irregularidades cometidas por la Administración en la articulación e
impartición del mismo, en modo alguno pudieron vulnerar su derecho fundamental a
acceder en condiciones de igualdad a los cargos públicos que reconoce el art. 23.2 de la
Constitución. Fueron ellos, con su renuncia, quienes voluntariamente se situaron en
una posición jurídicamente distinta y, por tanto, no equiparable a la de los demás
concursantes, impidiendo, así, cualquier eventual juicio de igualdad que, como queda
dicho, es lo que, en puridad, garantiza el art. 23.2 CE.
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Seminario “Derecho Administrativo”
FALLO
En atención a todo lo expuesto, el Tribunal Constitucional, POR LA AUTORIDAD QUE LE
CONFIERE LA CONSTITUCION DE LA NACION ESPAÑOLA,
Ha decidido
Desestimar la presente demanda de amparo.
Publíquese esta sentencia en el «Boletín Oficial del Estado».
Dada en Madrid, a veinticinco de junio de mil novecientos noventa y seis.-Alvaro
Rodríguez Bereijo.-Vicente Gimeno Sendra.-Pedro Cruz Villalón.-Enrique Ruiz Vadillo.Manuel Jiménez de Parga y Cabrera.-Javier Delgado Barrio.-Firmado y rubricado.
PRINCIPIO DE PROPORCIONALIDAD
Tribunal Supremo (Sala de lo Contencioso-Administrativo, Sección
3ª).Sentencia de 21 julio 1997 RJ\1997\6113
Carreteras y caminos: Infracciones: prescripción: plazo: examen; inexistencia;
realización de obras no permitidas entre la arista exterior de la explanación y la línea
de edificación sin autorización o licencia: obra de conservación o mantenimiento
inexistente: transformación de fachada y aumento de volumen: infracción inexistente;
Sanciones: proporcionalidad: existencia.
Derecho Administrativo Sancionador: Sanciones administrativas.
Jurisdicción: Contencioso-Administrativa
Recurso contencioso-administrativo núm. 983/1993
Ponente: Excmo Sr. Eladio Escusol Barra
El TS desestima el recurso contencioso-administrativo formulado por doña Carmen V. S.
contra el Acuerdo del Consejo de Ministros de 1-10-1993 por el que se impuso a la
recurrente multa de 2.000.000 de ptas. por la infracción definida en el art. 31.4, a) en
relación con el art. 25.1 preceptos ambos de la Ley 25/1988, de 29 julio, de Carreteras,
y sancionada en el art. 33 de dicha Ley.
FUNDAMENTOS DE DERECHO
PRIMERO.- 1. En el caso que resolvemos, el procedimiento administrativo sancionador
se tramitó en términos correctos, dado que tras la denuncia de los hechos formulada
por el Servicio de Vigilancia de Carreteras del Estado en Galicia, se formuló el
correspondiente pliego de cargos (que fue correctamente notificado a la interesada); se
otorgó el trámite de audiencia a la interesada que utilizó alegando su buena fe; que
estaba arreglando un alpendre ya existente y que procedió a derribar la construido, y
se formuló la correspondiente propuesta de resolución que fue debidamente notificada
a la interesada. La demarcación de Carreteras del Estado de Galicia, llegó a informar
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Seminario “Derecho Administrativo”
favorablemente a la solicitud de la interesada hecha en vía administrativa de que le
fuera condonada la sanción, al haber comprobado que lo construido había sido
derribado.
2. Son datos relevantes que constan en el expediente administrativo sancionador, los
siguientes:
a) Que doña Carmen V. S. estaba construyendo unos pilares de hormigón para un
alpendre de 9 metros, paralelos a las carreteras, punto kilométrico 73,480, de la N-547
de Lugo a Santiago, margen derecho.
b) Que la citada obra distaba 17,60 metros de la calzada y 13,40 metros de la
explanación.
c) Que las obras se realizaban sin licencia alguna.
d) Que la recurrente, conociendo el contenido del expediente administrativo, procedió
a derribar las obras construidas.
SEGUNDO.- 1. Esta Ley tipifica como infracción administrativa muy grave el hecho de
realizar obras, instalaciones o actuaciones no permitidas entre la arista exterior de la
explanación y la línea de edificación, llevadas a cabo sin las autorizaciones o licencias
requeridas [art. 31.4, a)], cuya infracción está sancionada en la Ley con la multa de
1.000.001 a 25.000.000 de pesetas (art. 33.1).
2. La recurrente, en la demanda, alega que, a su juicio, los hechos no tienen la
trascendencia para ser calificados como de infracción muy grave, y que, independiente
de ello, la sanción debiera serlo en lo mínimo establecido en la Ley, es decir, en la
cuantía de 1.000.001 pesetas. Este alegato, permite a la Sala deliberar sobre si el
Consejo de Ministros, como órgano sancionador, al imponer la sanción de dos millones
de pesetas, en vez de un millón una pesetas, infringió el principio de proporcionalidad.
El órgano sancionador puede, por efecto del principio de proporcionalidad, imponer la
sanción que estime procedente dentro de lo que la Ley señala. Y siendo así que la Ley
de Carreteras sanciona las infracciones muy graves (en el caso que resolvemos la
infracción tipificada en el artículo 31.4, a) de la Ley 25/1988, de 29 julio [ RCL
1988\1655 y 2268], de Carreteras) con la sanción de multa de 1.000.001 a 25.000.000
de pesetas, la Sala estima que el Consejo de Ministros, al imponer la sanción de multa
de dos millones de pesetas no ha vulnerado el ordenamiento jurídico, en orden a la
proporcionalidad de la sanción impuesta, ni ha producido indefensión al sancionado, ya
que, desde el momento en que se formuló el correspondiente pliego de cargos y
aceptó los hechos, y se defendió tanto en vía administrativa como en vía judicial. Dada
la motivación que se contiene en el acto administrativo impugnado procede ponderar y
valorar si la Administración aplicó correctamente el principio de proporcionalidad. Pues
bien, tomando en consideración todas las circunstancias objetivas que se resaltan en el
acto administrativo impugnado en función del contenido del expediente administrativo
y de la doctrina jurisprudencial de esta Sala (SSTS 27 enero 1981 [ RJ 1981\293], 28
junio 1983 [ RJ 1983\3671] y 14 abril 1986 [ RJ 1986\2648]), debemos confirmar que la
Administración aplicó correctamente dicho principio entre la infracción y la sanción
que impuso: dos millones de pesetas.
TERCERO.- Todo lo anteriormente razonado conduce a la desestimación, en su
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totalidad, de la demanda. Y dados los términos del artículo 131 de la Ley Jurisdiccional,
no se aprecia temeridad ni mala fe, a los efectos de hacer especial pronunciamiento
sobre las costas procesales.
PRINCIPIO DE EQUIDAD. ACTIVIDADES CLASIFICADAS.
Tribunal Supremo (Sala de lo Contencioso-Administrativo, Sección 4ª).
Sentencia de 18 julio 1997 RJ\1997\6386
Actividades molestas, insalubres, nocivas y peligrosas: Régimen sancionador: clausura
de la actividad: de garaje-aparcamiento: por infracción de las condiciones de la licencia:
ausencia de citación de los copropietarios actuales del garaje: improcedencia:
indefensión: nulidad; respeto a lo prevenido en las Ordenanzas: anchura de los
accesos: situación fáctica legalizable: infracción al principio de proporcionalidad de la
sanción: improcedencia; situación producida durante diez años después de la
autorización: clausura improcedente: grave perturbación a los derechos de los
particulares.
Jurisdicción: Contencioso-Administrativa. Recurso de Apelación núm. 12345/1991
Ponente: Excmo Sr. Mariano Baena del Alcázar
Interpuesto recurso contencioso-administrativo contra Resolución del Alcalde de
Barcelona de 20-7-1989 que desestimó recurso de alzada deducido contra Resolución
de la Regidora Presidenta del Consejo Municipal del Distrito de Les Corts que retiró
definitivamente la licencia de instalación de garaje-aparcamiento del que era titular la
recurrente, fue desestimado por Sentencia de la Sala correspondiente del TSJ Cataluña
de 24-7-1991.Interpuesto recurso de apelación, el TS lo estima y, con revocación de la
sentencia apelada, anula los actos administrativos impugnados.
FUNDAMENTOS DE DERECHO
PRIMERO.- Se refiere el presente recurso de apelación a un acto de retirada definitiva
de licencia de instalación de garaje aparcamiento, acto éste dictado por una regidora
municipal y confirmado por el Alcalde en vía de recurso, que se sitúa en el contexto de
las potestades del Ayuntamiento en materia de establecimientos o industrias sujetas a
la normativa de la Reglamentación de Actividades Molestas, Insalubres, Nocivas y
Peligrosas (RCL 1961\1736, 1923; RCL 1962\418 y NDL 16641).
Recurrido dicho acto en vía jurisdiccional el Tribunal de instancia desestima el recurso,
entendiendo que la Administración municipal hizo un uso correcto de las potestades
que le otorga el Reglamento regulador de las actividades antes citadas de 30 diciembre
1961, y en concreto su artículo 38, regulador de las sanciones. La sentencia apelada
rechaza las alegaciones del actor sobre prescripción de la infracción aunque declara
asiste la razón a éste en cuanto que la licencia otorgada en 1977 no era de carácter
provisional, si bien el Ayuntamiento puede siempre ejercer actividades de inspección
para comprobar el cumplimiento inicial o posterior de las condiciones y los requisitos
pertinentes. Pero la razón de decidir de la sentencia es en definitiva que, comprobado
Escuela Nacional de la Judicatura ® 2011
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que existían diferencias, no habiendo sido corregidas éstas a pesar de las
intimidaciones municipales, y habiendo tenido la entidad titular de la licencia amplia
oportunidad de ser oída, es conforme a Derecho la aplicación de una de las tres
sanciones previstas en el artículo 38 antes citado del mencionado Reglamento
aprobado por Decreto 30 noviembre 1961.
Rechaza por otra parte la sentencia apelada la alegación de que no fueron oídos en vía
jurisdiccional ni fueron emplazadas para que comparecieran como parte los
propietarios de las plazas de garaje, y para rechazar esta alegación se argumenta por el
Tribunal de instancia que las irregularidades comprobadas en el garaje-aparcamiento
ya existían antes de la transmisión de las plazas. Por tanto no se acoge una
argumentación que según el razonamiento de la sentencia apelada conduciría a
desplazar la responsabilidad a los adquirentes de las plazas del garaje.
SEGUNDO.- La resolución de la presente litis ha de hacerse desde luego considerando
las alegaciones y pretensiones de las partes a tenor del artículo 43.1 de la Ley
Jurisdiccional (RCL 1956\1890 y NDL 18435), pero en el caso de autos han de tenerse
en cuenta con la debida atención los datos de hecho, no siempre debidamente
ponderados por la sentencia que se impugna.
Ha de convenirse desde luego, y ello se admite por las partes, en que efectivamente la
realidad de las instalaciones no se atiene a la licencia otorgada en su día, pues los dos
accesos al garaje previstos en la licencia uno por la actual Avenida Diagonal y otro por
la calle Entenza, ambas de un ancho superior a 4 metros, no son tales en realidad,
siendo considerablemente más estrecho el de la Avenida Diagonal que según las
alegaciones del recurrente se utiliza sólo por comodidad de los usuarios de las plazas
de garaje. Esta es la auténtica deficiencia apreciada, pues las demás que constan en el
expediente por haberse comprobado en visitas de inspección de los servicios
municipales han sido ya corregidas según afirma el titular del garaje, afirmación no
contradicha por el Ayuntamiento.
Pero no es menos cierto que, aunque se produzca esta discordancia entre la realidad y
lo previsto en la licencia, el garaje cumple los requisitos de las Ordenanzas municipales,
las cuales prescriben que han de existir dos accesos de anchura superior a 3 metros,
accesos que efectivamente existen pues consta en autos que hay dos huecos de acceso
al garaje en la entrada por la calle Entenza de una anchura superior a 3 metros cada
uno. Ello determina que si bien el garaje, según los requisitos formales, no se atiene a
las condiciones de la licencia se trata de una instalación legalizable.
Por otra parte no es de apreciar el dato de que en mayo de 1981 se efectúa visita de
inspección comprobando deficiencias y, en su expediente distinto incoado a instancia
de la Comunidad de Propietarios del Inmueble, se emita informe municipal en el
sentido de que el garaje se atiene a las Ordenanzas municipales y cumple los requisitos
de la licencia, informe éste que lleva fecha de junio de 1981. Ciertamente ello puede
atribuirse a una falta de coordinación de los servicios municipales y al verbalismo de
empleo de fórmulas rutinarias en los documentos administrativos. Pero no es menos
cierto que este extremo es un elemento de juicio, aunque fuera sólo indiciario, en el
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Seminario “Derecho Administrativo”
sentido de que las actuaciones municipales han creado alguna inseguridad jurídica al
titular de la licencia y han llevado a los miembros de la Comunidad de Propietarios,
algunos de ellos terceros interesados en cuanto propietarios de las plazas de garaje, a
la convicción errónea de que la situación del garaje y sus instalaciones era conforme a
la normativa reglamentaria.
Por último es de tener en cuenta que desde luego la retirada definitiva de la licencia de
garaje ha de llevar consigo la consecuencia de que se produjese el cierre o clausura del
mismo dado su carácter de instalación no legalizada, lo que afecta gravemente a los
intereses y derechos de los propietarios de las plazas de garaje.
TERCERO.-A partir de estos elementos fácticos hay que entrar ya en el estudio de las
alegaciones de las partes, estudio que debe referirse principalmente a las de la entidad
mercantil apelante, pues el Ayuntamiento solicita la confirmación de la sentencia
apelada y se limita a reproducir en buena parte la argumentación que había utilizado
ante el Tribunal de instancia.
Pues bien, efectuado dicho estudio, la Sala no puede compartir la afirmación de la
sentencia apelada de que se trata de un asunto sumamente sencillo. Así es si se
efectúa sólo una conexión lógico formal doble en el sentido de que la realidad de la
instalación no coincide con las condiciones de la licencia y habida cuenta de esto el
Ayuntamiento puede aplicar discrecionalmente una de las tres sanciones previstas en
el artículo 38 del Reglamento antes citado, ya que ese precepto no le impone
condicionamiento alguno sobre cuál sea la procedente en cada caso. Pues tal rigor
lineal en cuanto a los argumentos lógicos formales puede conducir, como sucede en el
caso de autos, a que se ignoren principios y garantías consagradas por el ordenamiento
jurídico.
Así en el presente supuesto y a partir de que la licencia es legalizable se ha vulnerado el
principio de proporcionalidad aplicando la sanción máxima posible de retirada
definitiva de la licencia, pues se olvida con ello que el artículo 40.2 de la entonces
vigente Ley de Procedimiento Administrativo de 17 julio 1958 ( RCL 1958\1258, 1469,
1504; RCL 1959\585 y NDL 24708) no sólo dispone que el contenido de los actos se
ajustará a lo dispuesto en el ordenamiento jurídico sino también que será adecuado a
los fines perseguidos. Dadas las circunstancias del caso de autos sin duda se hubiera
respetado este principio de proporcionalidad si se hubiera acordado la retirada
provisional de la licencia instando a la entidad titular para que solicitase una nueva e
iniciando un expediente con audiencia de todos los interesados, es decir, utilizando
otra de las posibilidades que ofrece el artículo 38 del Reglamento.
Por otra parte no pueden suscribirse tampoco las afirmaciones del último fundamento
de derecho de la sentencia apelada que obvia la necesaria intervención en el proceso
de los propietarios de plazas de garaje, pues pese a que sea cierto formalmente que las
deficiencias del mismo son anteriores a la transmisión de las plazas es claro que esos
propietarios, a más de ser interesados en el procedimiento, son sujetos activos del
derecho a la tutela judicial efectiva de sus derechos e intereses legítimos según el
artículo 24.1 de la Constitución ( RCL 1978\2836 y ApNDL 2875) .
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Por último ha de acogerse la alegación del recurrente de que procedía la aplicación del
artículo 112 de la Ley de Procedimiento Administrativo a cuyo tenor la revocación o
anulación de los actos no podrá ejercerse cuando, entre otros extremos, por el tiempo
transcurrido, resulte contrario a la equidad o a los derechos de los particulares. De
facto en el presente supuesto la reiterada definitiva de la licencia de un garaje que es
legalizable diez años después de otorgada indudablemente supone una grave
perturbación de los derechos de los particulares propietarios de las plazas de garaje.
La apreciación conjunta de estos extremos hace que deben entenderse no conformes a
derecho los actos administrativos, ello sin perjuicio de que por el Ayuntamiento se
sigan ejerciendo sus facultades inspectoras y de que pueda requerirse o instarse a la
entidad titular para que solicite una nueva licencia, tramitando el expediente con
audiencia de todas las interesadas.
Los razonamientos anteriores conducen por tanto a que debe estimarse el recurso de
apelación y revocarse la sentencia apelada.
CUARTO.- No ha lugar a hacer pronunciamiento sobre las costas a tenor del artículo
131.1 de la Ley Jurisdiccional.
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JURISPRUDENCIA SOBRE ACTO ADMINISTRATIVO
ACTOS PRESUNTOS: NO SE PUEDE OBTENER POR SILENCIO FACULTADES O DERECHOS
CONTRARIOS AL ORDENAMIENTO JURÍDICO.
Tribunal Supremo (Sala de lo Contencioso-Administrativo, Sección
5ª).Sentencia de 14 julio 2004 RJ\2004\5728
Licencias municipales: De apertura: silencio administrativo positivo: inexistencia:
infracción de la normativa: deficiencia: subsanación: falta de; seguridad de personas:
riesgo de; revocación: indemnización: cuantía: aceptada: impugnación improcedente.
Jurisdicción: Contencioso-Administrativa. Recurso de Casación núm. 2217/2002
Ponente: Excmo Sr. Jesús Ernesto Peces Morate
La Sección 2ª de la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Superior de
Justicia de Madrid dictó Sentencia, en 11-10-2001, desestimatoria del recurso
contencioso-administrativo interpuesto contra anterior Resolución, de 11-06-1996, del
concejal presidente de la Junta Municipal de Distrito de Retiro desestimatoria de
petición de indemnización por revocación de licencia.El TS declara no haber lugar al
recurso de casación interpuesto.
En la Villa de Madrid, a catorce de julio de dos mil cuatro.
Visto por la Sala Tercera (Sección Quinta) del Tribunal Supremo, constituida por los
Magistrados Excmos. Sres. anotados al margen, el presente recurso de casación, que,
con el núm. 2217 de 2002, pende ante ella de resolución, sostenido por el Procurador
Don José Ramón Rego Rodríguez, en nombre y representación de Doña Gabriela, Don
Carlos Francisco, Don Benito y Don Jon, en su calidad de herederos de Don Luis
Alberto, contra la sentencia pronunciada, con fecha 11 de octubre de 2001, por la
Sección Segunda de la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Superior de
Justicia de Madrid en el recurso Contencioso-Administrativo núm. 2445 de 1996 ( PROV
2002, 51171) , deducido por la representación procesal de Don Luis Alberto contra la
resolución, de fecha 11 de junio de 1996, por la que el Concejal Presidente de la Junta
Municipal de Distrito de Retiro desestimó la petición de que se le indemnizase por la
revocación de la licencia de venta al por menor de flores y plantas en el emplazamiento
situado en la CALLE000 núm. NUM000, NUM001 (local comercial), y por la pérdida de
los derechos de traspaso de dicho local.
En este recurso de casación ha comparecido, en calidad de recurrido, el Ayuntamiento
de Madrid, representado por el Procurador Don Luis Fernando Granados Bravo.
ANTECEDENTES DE HECHO
PRIMERO: La Sección Segunda de la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal
Superior de Justicia de Madrid dictó, con fecha 11 de octubre de 2001 ( PROV 2002,
51171) , sentencia en el recurso Contencioso-Administrativo núm. 2445 de 1996, cuya
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parte dispositiva es del tenor literal siguiente: «Fallamos: Que desestimamos el
presente recurso Contencioso-Administrativo, sin formular condena al pago de las
costas causadas en este juicio».
SEGUNDO: Dicha sentencia e basa en el siguiente fundamento jurídico segundo: «El
recurso ha de ser desestimado, pues, con independencia de la vinculación del
recurrente a sus actos propios, al haber aceptado el 23.7.93, la cantidad de 16.275.000
pesetas, como indemnización de los daños y perjuicios causados por la revocación de
las licencias de apertura y funcionamiento para venta al menor de frutas y verduras en
el mismo local, sin ningún tipo de reserva ni objeción, es lo cierto que el actor nunca
fue titular de licencias relativas a la actividad de venta menor de flores y plantas en el
local de referencia, ni por resolución expresa, ni por silencio administrativo: Lo que en
la demanda se considera resolución expresa de concesión de la licencia litigiosa no es
sino una acta de inspección, que, además, no informa la licencia favorablemente,
siendo de significar que ulteriores informes favorables de algunos servicios técnicos
tampoco son constitutivos de actos administrativos de concesión de la licencia en
cuestión, pues ni los funcionarios municipales que los emitieron tienen competencia
para el otorgamiento de la licencia, ni sus opiniones vinculan al Órgano competente; de
otra parte, el conocimiento por las autoridades municipales del ejercicio de una
actividad, la tolerancia administrativa de la misma, el pago de tributos o el transcurso
del tiempo carecen de eficacia jurídica en orden a la obtención de la correspondiente
licencia municipal ni suple la necesidad de obtenerla. Tampoco puede estimarse
obtenida la licencia para venta menor de flores y plantas por silencio administrativo, no
sólo porque no ha quedado probado que el recurrente subsanara las deficiencias de la
instalación –a tal efecto sólo consta su manifestación en tal sentido en el expediente
administrativo, sin respaldo documental o acta de inspección que lo verificase– sino
porque al hallarse ubicado el local en una zona de paso y causar, por tal circunstancia,
un grave riesgo para la seguridad pública –al obstaculizar la evacuación del centro en
caso de emergencia– resulta evidente la disconformidad a derecho de la licencia
pretendida, porque la actividad compromete la seguridad pública, y, no siendo posible
obtener por silencio administrativo facultades o derechos contrarios al ordenamiento
jurídico, es claro que el recurrente tampoco había obtenido la licencia de autos por
silencio administrativo. En cuanto a la pérdida de los derechos de traspaso sobre el
local, cuya indemnización también se solicita, es de significar que los mismos
pertenecen en exclusiva al ámbito privado de la relación arrendaticia y no al
administrativo de la licencia de actividad, por lo que la resolución que revocó la licencia
para venta menor de frutas y verduras no produjo efecto jurídico en aquel ámbito
privado de las relaciones arrendaticias, como tampoco lo había producido antes el acto
administrativo que concedió la licencia posteriormente revocada».
TERCERO: Notificada la referida sentencia a las partes, la representación procesal del
demandante presentó ante la Sala de instancia escrito solicitando que se tuviese por
preparado contra ella recurso de casación y que se remitiesen las actuaciones a esta
Sala del Tribunal Supremo, a lo que aquélla accedió por providencia de 25 de febrero
de 2002, en la que se ordenó emplazar a las partes para que, en el término de treinta
días, pudiesen comparecer ante Tribunal de Casación.
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CUARTO: Dentro del plazo al efecto concedido comparecieron ante esta Sala del
Tribunal Supremo, como recurrido, el Ayuntamiento de Madrid, representado por el
Procurador Don Luis Fernando Granados Bravo, y, como recurrente, Don Luis Alberto,
representado por el Procurador Don José Ramón Rego Rodríguez, al mismo tiempo que
éste presentó escrito de interposición de recurso de casación, basándose en un solo
motivo, al amparo del apartado d) del artículo 88.1 de la Ley de esta Jurisdicción ( RCL
1998, 1741) , si bien en él se denuncian dos presuntas infracciones cometidas por el
Tribunal «a quo», la primera de lo dispuesto en el artículo 95 de la Ley de
Procedimiento Administrativo de 1958 ( RCL 1958, 1258, 1469, 1504 y RCL 1959, 585) ,
en relación con el artículo 9 del Reglamento de Servicios de las Corporaciones Locales (
RCL 1956, 85) y la doctrina jurisprudencial que los interpreta, recogida en las
Sentencias que se citan, porque dicho Tribunal no ha considerado ganada por silencio
positivo la licencia municipal de apertura para la venta de flores y plantas al por menor,
y el segundo porque la indemnización aceptada por el titular de la licencia municipal
para la venta de frutas y verduras no incluía la que le pudiese corresponder como
consecuencia de la pérdida de los derechos de traspaso al haberle sido revocada dicha
licencia, terminando con la súplica de que se anule la sentencia recurrida y se dicte
otra por la que se declare que Don Luis Alberto tiene sobre el local comercial de la
CALLE000 NUM000 de Madrid derecho de traspaso sobre el mismo y de ejercicio de la
actividad de venta menor de flores y plantas y que, habiéndose decretado por el
Ayuntamiento de Madrid la revocación de licencia sobre dicho local y pasando a
disponer del mismo el municipio como vía de acceso al Mercado de Pacífico, procede la
indemnización de estos derechos a Don Luis Alberto, con imposición de las costas a la
parte recurrida.
QUINTO: Admitido a trámite el recurso de casación interpuesto, se dio traslado por
copia a la representación procesal del Ayuntamiento comparecido como recurrido para
que, en el plazo de treinta días, formalizase por escrito su oposición, lo que llevó a cabo
con fecha 29 de noviembre de 2003, aduciendo que el recurrente aceptó el 23 de julio
de 1993 la cantidad de 16.275.000 pesetas como indemnización de daños y perjuicios
por la revocación de la licencia de apertura y funcionamiento para la venta menor de
frutas y verduras, por lo que su pretensión en tal sentido es contraria a sus propios
actos, mientras que la actividad de venta al menor de flores y plantas en el mismo local
nunca contó con la preceptiva licencia municipal, por lo que fue clausurada, sin que se
obtuviese a tal fin licencia por silencio positivo no sólo por existir un pronunciamiento
expreso en contra sino porque no se subsanaron deficiencias de la instalación y porque
afectaba a la seguridad para la evacuación del centro al ocupar una zona de paso,
siendo la cuestión del derecho de traspaso ajena a las relaciones administrativas y no
resultar afectada por el otorgamiento ni concesión de la licencia, terminando con la
súplica de que se declare no haber lugar al recurso de casación con imposición de las
costas al recurrente.
SEXTO: Formalizada la oposición al recurso de casación, se ordenó que las actuaciones
quedasen pendientes de señalamiento para votación y fallo cuando por turno
correspondiese, habiendo presentado escrito, con fecha 13 de diciembre de 2003, el
Procurador comparecido en representación del recurrente esgrimiendo que éste había
fallecido y justificando documentalmente la condición de herederos de su mujer e
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hijos, por lo que ésta Sala, al haber acreditado dicho Procurador ostentar la
representación de éstos, les tuvo por personados en sustitución de su difunto marido y
padre, y al Procurador por comparecido en el la representación ostentada en diligencia
de ordenación de 14 de enero de 2004.
SÉPTIMO: Para votación y fallo del presente recurso se fijó el día 30 de junio de 2004, la
que tuvo lugar con observancia en su tramitación de las reglas establecidas por la Ley,
sin haberse señalado vista, como lo había pedido la representación procesal del
recurrente, pero, al no haberlo interesado la del Ayuntamiento comparecido como
recurrido, se consideró que no era procedente su celebración sino el señalamiento para
votación y fallo.
FUNDAMENTOS DE DERECHO
PRIMERO: Si bien es uno solo el motivo de casación alegado al amparo del apartado d)
del artículo 88.1 de la Ley de esta Jurisdicción ( RCL 1998, 1741) , se invocan dos
razones distintas para pedir la anulación de la sentencia recurrida: la primera porque
ésta ha conculcado lo dispuesto en el artículo 95 de la Ley de Procedimiento
Administrativo de 1958 ( RCL 1958, 1258, 1469, 1504 y RCL 1959, 585) y la doctrina
jurisprudencial que lo interpreta, recogida en las sentencias que se citan, al considerar
que la licencia de apertura para la actividad de venta al por menor de flores y plantas
no se había ganado por silencio positivo, y la segunda porque la indemnización
abonada por el Ayuntamiento al recurrente no incluyó la pérdida del derecho de
traspaso del local arrendado, que el titular de la licencia revocada ostentaba, por lo que
examinaremos separadamente una y otra.
SEGUNDO: La primera cuestión que plantea la representación procesal de los
recurrentes fue esgrimida en la instancia y recibió la única respuesta posible de la Sala
sentenciadora: «el actor nunca fue titular la licencia relativa a la actividad de venta
menor de flores y plantas en el local de referencia» por las razones que ampliamente
expone a continuación y que, al haber nosotros trascrito en el antecedente segundo de
esta nuestra sentencia, damos por reproducidas, de manera que dicha Sala no ha
conculcado lo dispuesto concordadamente en los artículos 95 de la Ley de
Procedimiento Administrativo de 1958 ( RCL 1958, 1258, 1469, 1504 y RCL 1959, 585) y
9 del Reglamento de Servicios de las Corporaciones Locales ( RCL 1956, 85) puesto que,
como declara abiertamente el Tribunal a quo en el referido fundamento jurídico
segundo de la sentencia recurrida, «no ha quedado probado que el recurrente
subsanara las deficiencias de la instalación» y, además, «por hallarse ubicado el local
en una zona de paso y causar, por tal circunstancia, un grave riesgo para la seguridad
pública», no es posible obtener por silencio administrativo facultades o derechos
contrarios al ordenamiento jurídico.
La primeras declaraciones transcritas son hechos declarados probados por el Tribunal
de instancia, insusceptibles de ser combatidas en casación salvo en la forma
jurisprudencialmente admitida (Sentencias, entre otras, de fechas, 1 de diciembre de
2001 [ RJ 2002, 5181] , 6 de julio [ RJ 2002, 8383] y 5 de octubre de 2002 [ RJ 2002,
8874] , 30 de junio [ RJ 2003, 5754] , 8 [ RJ 2003, 5936] y 14 de julio de 2003 [ RJ 2003,
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6903] , 5, 11 [ RJ 2004, 2701] y 26 de mayo de 2004 [ RJ 2004, 3543] ), y la última es
una conclusión jurídica irrebatible, razones ambas que abundan en la necesaria
desestimación del primer submotivo de casación alegado.
TERCERO: El segundo submotivo debe correr la misma suerte que el primero porque el
hecho incontrovertible de haber aceptado, sin reserva alguna, una indemnización
derivada de las revocación de la única licencia de apertura existente, cual era la de
venta de frutas y verduras, impide solicitar nueva o mayor indemnización por una
consecuencia de aquella revocación, cual es la posible pérdida de los derechos de
traspaso del local, como así lo declaró la Sala de instancia, sin que pueda cuestionarse
la exactitud de la apreciación jurídica, hecha en la sentencia recurrida, acerca de que
las consecuencias de la revocación de un acto administrativo son independientes de las
relaciones jurídicas entre terceros, caso de la licencia de apertura del puesto de venta
de frutas y verduras respecto de los derechos u obligaciones que vinculasen a su titular
con el propietario del local.
CUARTO: La declaración de no haber lugar al recurso de casación comporta la
imposición de las costas por cuartas e iguales partes a los recurrentes, según establece
el artículo 139.2 de la Ley de esta Jurisdicción 29/1998, de 13 de julio ( RCL 1998, 1741)
, en relación con la Disposición Transitoria novena de la misma, si bien, como permite
el apartado tercero del mismo precepto, procede limitar su cuantía, por el concepto de
honorarios de abogado del Ayuntamiento comparecido como recurrido, a la cifra de mil
quinientos euros, dada la actividad desplegada por aquél al oponerse a dicho recurso.
Vistos los preceptos citados y los artículos 86 a 95 de la referida Ley Jurisdiccional
29/1998 (RCL 1998, 1741) , así como sus Disposiciones Transitorias segunda y tercera.
FALLAMOS
Que, con desestimación de los motivos al efecto invocados, debemos declarar y
declaramos que no ha lugar al recurso de casación sostenido por el Procurador Don
José Ramón Rego Rodríguez, en nombre y representación de Doña Gabriela, Don Carlos
Francisco, Don Benito y Don Jon, en su calidad de herederos de Don Luis Alberto,
contra la sentencia pronunciada, con fecha 11 de octubre de 2001, por la Sección
Segunda de la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Superior de Justicia
de Madrid en el recurso Contencioso-Administrativo núm. 2445 de 1996 ( PROV 2002,
51171) , con imposición a los referidos recurrentes de las costas procesales causadas
por cuartas e iguales partes hasta el límite, por el concepto de honorarios del abogado
del Ayuntamiento comparecido como recurrido, de mil quinientos euros.
Así por esta nuestra sentencia, lo pronunciamos, mandamos y firmamos, debiéndose
hacer saber a las partes, al notificársela, que contra ella no cabe recurso ordinario
alguno.
PUBLICACIÓN.– Leída y publicada que fue la anterior sentencia por el Excmo. Sr. D.
Jesús Ernesto Peces Morate, Magistrado Ponente en estos autos, de lo que como
Secretario certifico.
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El presente texto se corresponde exactamente con el distribuido de forma oficial por el
Centro de Documentación Judicial (CENDOJ), en cumplimiento de lo establecido en el
artículo 3.6 b) del Reglamento 3/2010 (BOE de 22 de noviembre de 2010). La
manipulación de dicho texto por parte de Editorial Aranzadi se puede limitar a la
introducción de citas y referencias legales y jurisprudenciales.
NULIDAD DE ACTOS ADMINISTRATIVOS: NULIDAD DE ACTOS QUE LESIONEN DERECHOS Y
LIBERTADES SUSCEPTIBLES DE AMPARO CONSTITUCIONAL
Tribunal Supremo (Sala de lo Contencioso-Administrativo, Sección
1ª).Sentencia de 26 junio 1992 - RJ\1992\4550
Recurso extraordinario de revisión (art. 102 LJCA): Resoluciones de las Salas contrarias
entre sí o con sentencias del Tribunal Supremo: Existencia: necesidad de determinar
cuál de las sentencias comparadas es la correcta.
Recaudación de contribuciones, arbitrios e impuestos: Providencia de apremio:
Dictada en procedimiento sancionador incoado en aplicación del Reglamento de
Máquinas Recreativas y de Azar de 24-7-1981, declarado nulo por falta de cobertura
legal: efectos: nulidad de pleno derecho «ab initio».
Actos administrativos: Nulidad de pleno derecho: puede declararse por los Tribunales
dadas las exigencias del principio de tutela judicial; Causas establecidas en el art. 47 de
la LPA: deben ser ampliadas con la vulneración de los derechos fundamentales dado su
sentido nuclearmente esencial en un Estado de Derecho.
Jurisdicción: Contencioso-Administrativa. Recurso núm. 97/1991
Ponente: Excmo Sr. Francisco Javier Delgado Barrio
Es recurso extraordinario de revisión interpuesto por la Administración del Estado
contra sentencia dictada en 10 de Julio de 1.990 por la Sala Tercera del Tribunal
Supremo en apelación sobre infracción de Reglamento de Máquinas Recreativas de
Azar.El T.S. desestima el recurso de revisión.
FUNDAMENTOS DE DERECHO
PRIMERO.- Tienen su origen estos autos en la impugnación, precisamente por el cauce
excepcional del recurso de revisión, de la Sentencia de la entonces Sección Novena de
la Sala Tercera del Tribunal Supremo de 10-7-1990 ( RJ 1990\5988), siendo ya de
advertir que el motivo que funda la pretensión rescisoria formulada es el del art.
102.1.b) de la Ley Jurisdiccional ( RCL 1956\1890 y NDL 18435) en su redacción anterior
a la Ley 10/1992, de 30 abril ( RCL 1992\1027).
Ya con este punto de partida son de recoger los siguientes antecedentes:
1.º) La Sociedad en su día demandante había sido sancionada por infracción del
Reglamento de Máquinas Recreativas aprobado por Real Decreto 1794/1981, de 24
julio ( RCL 1981\1991 y ApNDL 8231).
2.º) Estando pendiente de resolución el recurso de reposición interpuesto contra la
mencionada sanción, se dictó providencia de apremio para su ejecución siendo esta
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providencia el acto impugnado en la primera instancia de este proceso.
3.º) Dado que el Reglamento de 24-7-1981 carecía de la necesaria cobertura legal, la
sentencia aquí impugnada entendía que «ostentando la providencia de apremio
recurrida un origen nulo, por infringir un precepto constitucional de imperativo
cumplimiento, no puede producir ningún efecto jurídico cualquiera que sea la fase
procedimental en que se aprecie la citada nulidad».
Y esta doctrina es la que, en el sentir del Abogado del Estado, contradecía la sentada en
las SSTS de 12-6-1954, 20-1-1967, 17-6-1974 ( RJ 1974\2684), 27-9-1983 y 27-7-1986 (
RJ 1986\5564).
SEGUNDO.- Así las cosas ha de destacarse que la cuestión aquí debatida ha sido ya
resuelta por esta Sala en la S. 30-10-1991 ( RJ 1991\8067) dictada precisamente en
recurso de revisión por contradicción de sentencias interpuesto por el Abogado del
Estado con invocación de las mismas resoluciones judiciales que ahora se citan y que ya
han sido mencionadas.
La indicada S. 30-10-1991 señala que las sentencias citadas como contradictorias por el
Abogado del Estado, en su mayor parte preconstitucionales, se referían a «casos
distintos», pero a pesar de ello y apreciando alguna similitud en la doctrina general,
entraba en el fondo del asunto concluyendo que estaba justificada «la declaración de
nulidad del acto de apremio amparado en norma declarada previamente nula de pleno
derecho».
TERCERO.- Y esta solución es la que ha de aplicar ahora esta Sala en virtud del principio
de unidad de doctrina -SS. 17-7-1989 ( RJ 1989\6570), 4-12-1990 ( RJ 1990\9721), 27-91991 ( RJ 1991\6755), 25-2-1992 ( RJ 1992\1688), etc.- cuyas consecuencias se ven
corroboradas en una nueva reflexión sobre la cuestión discutida:
A) La gravedad de los vicios que generan la nulidad de pleno derecho, fundamento de
su carácter de orden público,justifica que su declaración pueda formularse de oficio no
sólo por la Administración -art. 109 de la Ley de Procedimiento Administrativo ( RCL
1958\1258, 1469, 1504; RCL 1959\585 y NDL 24708)- sino también por los Tribunales
que en la revisión jurisdiccional de la actuación administrativa pueden sustituir la
decisión de la Administración -con matices en los supuestos de potestades
discrecionales que ahora no importan- dadas las exigencias del principio de efectividad
de la tutela judicial -SS. 22-10-1990 ( RJ 1990\8254), 2 abril y 11 junio 1991 ( RJ
1991\3034 y RJ 1991\5216), etc.-.
B) La lista de causas de nulidad de pleno derecho establecida en el art. 47.1 de la Ley
de Procedimiento Administrativo ha de ser ampliada con la vulneración de los derechos
fundamentales dado su sentido nuclearmente esencial en un Estado de Derecho -SS. 26
abril 1989 ( RJ 1989\3297), 29-9-1990 ( RJ 1990\6836), etc.-.
CUARTO.- La aplicación de esta doctrina al caso que ahora se contempla da lugar a las
siguientes conclusiones:
A) La falta de cobertura legal para el ya citado Decreto 1794/1981, con vulneración de la
reserva legal que en materia sancionadora establece el art. 25.1 de la Constitución (
RCL 1978\2836 y ApNDL 2875), reiteradamente declarada por la jurisprudencia -así, S.
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5-6-1990 ( RJ 1990\4690), implicaba la nulidad de pleno derecho de la sanción
impuesta a su amparo que, en cuanto tal, podía ser declarada de oficio por los
Tribunales.
B) La providencia de apremio aquí impugnada, que con lo expuesto había quedado
privada de causa, era un paso más para la consumación de la vulneración del derecho
fundamental declarado en el art. 25.1 de la Constitución y desde luego su nulidad
podía perfectamente ser declarada en el «fallo» sin incurrir en desviación procesal
dado que la nulidad de la sanción era un elemento de la «motivación» de la sentencia.
QUINTO.- Procedente será por consecuencia la desestimación del recurso de revisión
con imposición de costas a la parte demandante -art. 1809 de la Ley de Enjuiciamiento
Civil-.
NULIDAD: ACTO DE CONTENIDO IMPOSIBLE
Tribunal Supremo (Sala de lo Contencioso-Administrativo, Sección
1ª).Sentencia de 26 junio 1992 - RJ\1992\4550
Recurso extraordinario de revisión(art. 102 LJCA): Resoluciones de las Salas contrarias
entre sí o con sentencias del Tribunal Supremo: Existencia: necesidad de determinar
cuál de las sentencias comparadas es la correcta.
Recaudación de contribuciones, arbitrios e impuestos: Providencia de apremio:
Dictada en procedimiento sancionador incoado en aplicación del Reglamento de
Máquinas Recreativas y de Azar de 24-7-1981, declarado nulo por falta de cobertura
legal: efectos: nulidad de pleno derecho «ab initio».
Actos administrativos: Nulidad de pleno derecho: puede declararse por los Tribunales
dadas las exigencias del principio de tutela judicial; Causas establecidas en el art. 47 de
la LPA: deben ser ampliadas con la vulneración de los derechos fundamentales dado su
sentido nuclearmente esencial en un Estado de Derecho.
Jurisdicción: Contencioso-Administrativa. Recurso núm. 97/1991
Ponente: Excmo Sr. Francisco Javier Delgado Barrio
Es recurso extraordinario de revisión interpuesto por la Administración del Estado
contra sentencia dictada en 10 de Julio de 1.990 por la Sala Tercera del Tribunal
Supremo en apelación sobre infracción de Reglamento de Máquinas Recreativas de
Azar.El T.S. desestima el recurso de revisión.
FUNDAMENTOS DE DERECHO
PRIMERO.- Tienen su origen estos autos en la impugnación, precisamente por el cauce
excepcional del recurso de revisión, de la Sentencia de la entonces Sección Novena de
la Sala Tercera del Tribunal Supremo de 10-7-1990 ( RJ 1990\5988), siendo ya de
advertir que el motivo que funda la pretensión rescisoria formulada es el del art.
102.1.b) de la Ley Jurisdiccional ( RCL 1956\1890 y NDL 18435) en su redacción anterior
a la Ley 10/1992, de 30 abril ( RCL 1992\1027).
Ya con este punto de partida son de recoger los siguientes antecedentes:
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1.º) La Sociedad en su día demandante había sido sancionada por infracción del
Reglamento de Máquinas Recreativas aprobado por Real Decreto 1794/1981, de 24
julio ( RCL 1981\1991 y ApNDL 8231).
2.º) Estando pendiente de resolución el recurso de reposición interpuesto contra la
mencionada sanción, se dictó providencia de apremio para su ejecución siendo esta
providencia el acto impugnado en la primera instancia de este proceso.
3.º) Dado que el Reglamento de 24-7-1981 carecía de la necesaria cobertura legal, la
sentencia aquí impugnada entendía que «ostentando la providencia de apremio
recurrida un origen nulo, por infringir un precepto constitucional de imperativo
cumplimiento, no puede producir ningún efecto jurídico cualquiera que sea la fase
procedimental en que se aprecie la citada nulidad».
Y esta doctrina es la que, en el sentir del Abogado del Estado, contradecía la sentada en
las SSTS de 12-6-1954, 20-1-1967, 17-6-1974 ( RJ 1974\2684), 27-9-1983 y 27-7-1986 (
RJ 1986\5564).
SEGUNDO.- Así las cosas ha de destacarse que la cuestión aquí debatida ha sido ya
resuelta por esta Sala en la S. 30-10-1991 (RJ 1991\8067) dictada precisamente en
recurso de revisión por contradicción de sentencias interpuesto por el Abogado del
Estado con invocación de las mismas resoluciones judiciales que ahora se citan y que ya
han sido mencionadas.
La indicada S. 30-10-1991 señala que las sentencias citadas como contradictorias por el
Abogado del Estado, en su mayor parte preconstitucionales, se referían a «casos
distintos», pero a pesar de ello y apreciando alguna similitud en la doctrina general,
entraba en el fondo del asunto concluyendo que estaba justificada «la declaración de
nulidad del acto de apremio amparado en norma declarada previamente nula de pleno
derecho».
TERCERO.- Y esta solución es la que ha de aplicar ahora esta Sala en virtud del principio
de unidad de doctrina -SS. 17-7-1989 (RJ 1989\6570), 4-12-1990 ( RJ 1990\9721), 27-91991 ( RJ 1991\6755), 25-2-1992 ( RJ 1992\1688), etc.- cuyas consecuencias se ven
corroboradas en una nueva reflexión sobre la cuestión discutida:
A) La gravedad de los vicios que generan la nulidad de pleno derecho, fundamento de
su carácter de orden público,justifica que su declaración pueda formularse de oficio no
sólo por la Administración -art. 109 de la Ley de Procedimiento Administrativo ( RCL
1958\1258, 1469, 1504; RCL 1959\585 y NDL 24708)- sino también por los Tribunales
que en la revisión jurisdiccional de la actuación administrativa pueden sustituir la
decisión de la Administración -con matices en los supuestos de potestades
discrecionales que ahora no importan- dadas las exigencias del principio de efectividad
de la tutela judicial -SS. 22-10-1990 ( RJ 1990\8254), 2 abril y 11 junio 1991 ( RJ
1991\3034 y RJ 1991\5216), etc.-.
B) La lista de causas de nulidad de pleno derecho establecida en el art. 47.1 de la Ley
de Procedimiento Administrativo ha de ser ampliada con la vulneración de los derechos
fundamentales dado su sentido nuclearmente esencial en un Estado de Derecho -SS. 26
abril 1989 ( RJ 1989\3297), 29-9-1990 ( RJ 1990\6836), etc.-.
CUARTO.- La aplicación de esta doctrina al caso que ahora se contempla da lugar a las
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Seminario “Derecho Administrativo”
siguientes conclusiones:
A) La falta de cobertura legal para el ya citado Decreto 1794/1981, con vulneración de la
reserva legal que en materia sancionadora establece el art. 25.1 de la Constitución (
RCL 1978\2836 y ApNDL 2875), reiteradamente declarada por la jurisprudencia -así, S.
5-6-1990 ( RJ 1990\4690), implicaba la nulidad de pleno derecho de la sanción
impuesta a su amparo que, en cuanto tal, podía ser declarada de oficio por los
Tribunales.
B) La providencia de apremio aquí impugnada, que con lo expuesto había quedado
privada de causa, era un paso más para la consumación de la vulneración del derecho
fundamental declarado en el art. 25.1 de la Constitución y desde luego su nulidad
podía perfectamente ser declarada en el «fallo» sin incurrir en desviación procesal
dado que la nulidad de la sanción era un elemento de la «motivación» de la sentencia.
QUINTO.- Procedente será por consecuencia la desestimación del recurso de revisión
con imposición de costas a la parte demandante -art. 1809 de la Ley de Enjuiciamiento
Civil-.
NULIDAD: ACTO DICTADO SIN PROCEDIMIENTO
Tribunal Supremo (Sala de lo Contencioso-Administrativo, Sección
6ª).Sentencia de 23 mayo 1990 - RJ\1990\4270
Legitimación: Acción pública: no necesidad de interés personal directo y legítimo.
Inadmisiblidad del recurso: Causas de nulidad: examen preferente; Falta de reposición
previa: acuerdo del que se tiene conocimiento por el expediente: economía procesal;
Recurso de reposición extemporáneo: inexistencia: falta de notificación.
Jurisdicción contencioso-administrativa: Cuestión nueva: improcedencia de su
examen.
Recurso de apelación: Apelante: escrito de alegaciones: examen crítico de la sentencia
apelada.
Suelo y ordenación urbana: Suelo urbano: municipios sin plan: necesidad de Proyecto
de Delimitación: sometimiento a Normas provinciales.
Licencias municipales: Otorgamiento: sin proyecto técnico: nulidad absoluta. Campo
Lameiro (PONTEVEDRA).
Jurisdicción: Contencioso-Administrativa
Ponente: Excmo Sr. pedro esteban alamo
Ante la Sala de lo Contencioso-Administrativo de la Audiencia Territorial de La Coruña
se ha seguido el recurso número 23/1983, promovido por don Ramiro R. L. y don Diego
V. N. y en el que han sido partes demandadas el Ayuntamiento de Campo Lameiro y
don Amadeo José S. N., sobre licencia de obras.La citada Sala en Sentencia de 30 de
diciembre de 1987, lo estima en parte, anulando el primer acuerdo impugnado y
declarando la nulidad radical del segundo de ellos por haberse dictado prescindiendo
absolutamente del procedimiento señalado para su adecuada adopción; debiendo
procederse a la demolición de lo que no se ajustase en cuanto a la fachada a la
carretera a la línea de edificios colindantes; en cuanto al camino a cuatro metros del
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eje y en cuanto a lo demás a las Normas Provinciales urbanísticas; y desestimando el
recurso en lo demás.Promovido recurso de apelación por el Ayuntamiento de Campo
Lameiro, el T. S., aceptando los fundamentos de derecho de la sentencia apelada, lo
desestima, confirmando aquélla.
FUNDAMENTOS DE DERECHO (Sentencia apelada)
PRIMERO.- «Que el ámbito del recurso presente se desenvuelve en torno a acuerdo del
Ayuntamiento demandado que otorgó licencia de construcción de un almacén, que los
recurrentes entienden contradictorio con la normativa urbanística sobre altura,
volumen y ocupación constituida por las Normas complementarias de planeamiento
provinciales, así como la referente a separación de cuatro metros respecto al eje del
camino vecinal con el que colinda según exigencia puesta en la licencia, ni con la línea
de los edificios colindantes para la izquierda, entrando; así mismo, se postula la
anulación de otro acuerdo municipal por el que se concedió a la misma persona
licencia para elevar un piso nuevo sobre el antes referido almacén, sin exigencia de
Proyecto técnico, y con omisión absoluta del procedimiento tendente a la concesión de
licencias; además de ello, postulan los demandantes la declaración de procedencia del
derribo de lo así construido y la de que no sería ello indemnizable para el interesado
afectado; declarando en su caso la responsabilidad del Alcalde y los Concejales que
votaron los acuerdos impugnados.»
SEGUNDO.- «Que se postula por el demandado la inadmisibilidad de este recurso
porque en su opinión carecerían los actores de legitimación al usar en este caso la
acción popular, conferida por el artículo 223 de la Ley del Suelo ( RCL 1976\1192 y
ApNDL 1975-85, 13889), para satisfacer malquerencias personales; sin embargo, es de
señalar que aunque así fuere, tal acción se otorga por la ley sin condicionamiento de
ninguna clase y, precisamente, por ser pública no tiene que basarse en un interés
personal, directo y legítimo, sino que basta que se invoque el interés general en el
mantenimiento de la legalidad urbanística; que es lo que se hace en la demanda.»
TERCERO.- «Que asimismo, se pide la declaración de inadmisibilidad en base a haberse
interpuesto fuera del plazo de un mes el recurso de reposición deducido frente al
primero de los acuerdos municipales con carácter previo al contencioso-administrativo;
ya que, según el demandado los actores conocían la existencia de la licencia de autos,
desde el mes de agosto de 1982, en que lo manifestaron así en escritos dirigidos al
Ayuntamiento, pidiéndole incluso que sometiese la construcción de referencia a la
condición de separarse cuatro metros del eje del camino con el que colinda, ahora
bien, el plazo para recurrir debe comenzar desde que se haya conocido
suficientemente el acuerdo del Ayuntamiento otorgando la licencia, lo que ocurre
normalmente con la notificación (aquí inexistente) o con la apreciación por sí del
contenido completo de tal acto (lo que aquí no consta); pues, una cosa es saber que
existe una licencia y otra conocer completamente el contenido del acto de su
otorgamiento, ya que este acto es precisamente el que se recurre en el presente; y,
cual va dicho, no consta su acabado conocimiento por los aquí demandantes, que sólo
manifiestan saber el condicionamiento de la separación de la construcción respecto del
eje del camino, y que piden en el mismo escrito que se les notifique el acuerdo
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Seminario “Derecho Administrativo”
municipal de referencia, lo que es indicativo de que no lo conocen suficientemente».
CUARTO.- «Que, en fin, se aduce como causa de inadmisibilidad del presente recurso la
falta del preceptivo recurso de reposición respecto al segundo de los acuerdos
municipales cuya declaración de nulidad también se postula en la demanda; acuerdo
que se refiere al otorgamiento de licencia de construcción de un piso sobre el almacén
a que ha hecho mención antes y objeto, por tanto, del otro de los acuerdos
impugnados; ahora bien, de este acuerdo no consta hayan tenido conocimiento los
actores hasta que se les entregó el expediente administrativo para formular la
demanda; por consiguiente, la primera oportunidad para impugnar tal acuerdo es esa
de la demanda, según lo hacen, y lógicamente al estarse ya ahora ante el contenciosoadministrativo, y no haber tenido ellos posibilidad de haber interpuesto antes el
recurso de reposición ha de dispensárseles ya de él, por razones de economía procesal;
por no hablar de las que militan en favor de la declaración de nulidad absoluta y que en
tesis de la doctrina más autorizada hacen de ello el primer tema a examinar con
preferencia a cualquier otro, incluso de carácter procesal, y así lo viene reconociendo la
jurisprudencia -Sentencias del Tribunal Supremo de 25 de octubre de 1967 ( RJ
1967\3892) y de 31 de enero de 1975 ( RJ 1975\896), entre otras-.»
QUINTO.- «Que el acto de otorgamiento de la licencia para construcción del almacén
había de haberse acomodado a las Normas complementarias y subsidiarias del
planeamiento provinciales para los municipios que carecen específicamente de ellas; ya
que no se puede aceptar, como pretende el demandado que se pueda calificar
legalmente de suelo urbano en los Municipios sin planeamiento a aquel que reúna
simplemente las condiciones de fondo señaladas en el artículo 78 de la Ley del Suelo;
pudiendo en su opinión dispensarse del requisito de la delimitación formal del mismo,
mediante acuerdo municipal al efecto, tras seguir el procedimiento previsto a tal fin; y
no puede aceptarse tal criterio por no haber base alguna en la Ley para tal dispensa,
sin duda porque de dársele entrada se trataría de un elemento perturbador en
normativa urbanística, cual es la introducción del criterio de resolver caso por caso la
calificación del suelo; criterio que resulta pernicioso en una materia de tanto interés
público, como es el de la formación o construcción de los asentamientos humanos,
cuyas líneas generales exigen un planeamiento de conjunto que produzca un resultado
coherente de globalidad; por eso, la jurisprudencia -Sentencias de 30 de julio de 1986 (
RJ 1986\7051), entre otras- ha venido exigiendo ese acto formal y compendiador para
cada conjunto urbano que se llama Proyecto de delimitación y su modificación para
hacer cambios en el otorgamiento de licencias salvo en casos muy esporádicos, que no
se conocen si sus circunstancias concretas tienen semejanza con las del de autos, para
haber podido modular o atenuar tal exigencia; por eso, se arguye por el único
mantenedor en el expediente de la inoperancia de tal requisito (el Aparejador
municipal frente a la tesis contraria del Secretario de la Corporación, del Colegio de
Arquitectos y de la Xunta de Galicia) que el Proyecto de delimitación en realidad habría
sido hecho por el Ministerio de Obras Públicas y aceptado por acuerdo formal del
Ayuntamiento -a lo que vendría autorizado, en definitiva por el Real Decreto-Ley de 16
de octubre de 1981 ( RCL 1981\2519 y ApNDL 1975-85, 13944), sin necesidad de
aprobación de la Comisión urbanismo-; sin embargo, se quiere realizar con ello por un
lado un trastrueque de las competencias que a cada Organismo público atribuye la Ley;
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así se da intervención a un Departamento de la Administración estatal cuando la
materia de urbanismo corresponden a la Administración automática, desde las
transferencias que a Galicia se operaron en esa materia por el Real Decreto de 26 de
enero de 1979 ( RCL 1979\419); y, de otro lado, el simple hecho de aceptar el
Ayuntamiento la determinación que un Ministerio realiza de lo que entiende ser
tramos urbanos de carretera, se le homologa a un acto de aprobación de un Proyecto
de delimitación de suelo, que es un instrumento urbanístico y cuya aprobación ha de
estar precedida de la confección de memorias y documentos específicos, del
otorgamiento de plazos de información pública y seguida la sesión municipal de
aprobación del Proyecto de una comunicación del mismo a la Comisión de urbanismo;
ahora bien, no habiendo el Proyecto de delimitación de referencia se le ha de aplicar a
la construcción de autos como es preceptivo la normativa denominada «Resto de suelo
urbano» contenida en las Normas complementarias y subsidiarias del planeamiento de
carácter provincial aprobadas en 19 de diciembre de 1973, por lo que es claro que la
licencia de autos otorgada «según proyecto técnico que se presenta» por el
demandado y unido al expediente administrativo, no cumple los requisitos de distancia
a linderos y ocupación de parcela señalada en tales Normas cual pone de manifiesto el
informe del Servicio de Urbanismo en Pontevedra de la Xunta de Galicia y el del propio
Secretario de la Corporación Municipal, obrantes en el expediente; y que llevó al
Colegio de Arquitectos a negar el visado al Proyecto; por lo que, tal licencia debe ser
anulada.»
SEXTO.- «Que el segundo de los acuerdos municipales impugnado en el presente
autoriza la construcción de un piso sobre el almacén a que se refería la otra licencia
antes declarada anulable, a la vista como antecedente único de una simple solicitud del
interesado y aquí demandado; por eso, pocas veces un acto administrativo aparecerá
tan huérfano a todo procedimiento y por ello tan encajable en el supuesto de nulidad
absoluta que a ese respecto contempla el apartado c) del número 1 del artículo 47;
porque una licencia o autorización para construir, como acto que es de la
Administración dirigido a conocer el alcance y posibilidades que al ius aedificandi del
propietario de un terreno se le ha de reconocer en un caso determinado, exige por un
lado saber cumplidamente las características fundamentales en dimensiones y
disposición de lo que se quiere construir (y no se puede contentar con simples
alusiones, «un piso», sino exigir el oportuno Proyecto Técnico) y, de otra parte, ha de
aprontar (sic) la Administración los informes jurídicos y técnicos que le permitan la
comparación de eso con los supuestos contemplados en la normativa urbanística de
aplicación; mas, nada de eso fue llevado a cabo en este caso y, por consiguiente, la
Administración ha obrado sin el procedimiento establecido para ello, lo que no le está
permitido por el Derecho administrativo en atención a los fines de interés general que
deben siempre perseguir los Entes públicos y a la consideración que merecen los
derechos o intereses particulares de terceros afectados con la actuación de tales
Entes.»
SEPTIMO.- «Que no pueden en cambio, prosperar completamente las peticiones
segunda y tercera contenidas en el suplico de la demanda, porque en cuanto a la de
derribo, es preciso determinar cuáles son físicamente los elementos de la construcción
de autos que se apartan de la normativa urbanística; y en cuanto al otro de los mismos,
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no ha sido planteado previamente en la vía administrativa, por lo que no se ocupó de él
la Administración y, lógicamente, no hay decisión de ésta al respecto que deba revisar
ahora la Sala.»
OCTAVO.- «Que al no observarse temeridad o mala fe en la conducta procesal de las
partes resulta innecesario realizar pronunciamiento respecto al pago de las costas
devengadas en la sustanciación del procedimiento.»
FUNDAMENTOS DE DERECHO (Tribunal Supremo)
Se aceptan los de la sentencia apelada.
PRIMERO.- La sentencia de instancia desestima las alegaciones de inadmisibilidad
propuestas por el demandado don Amadeo-José S. N., y, entrando en el fondo del
asunto, anula el Acuerdo del Ayuntamiento de Campo Lameiro de 30 de junio de 1982
que concedió al precitado demandado licencia para construir un almacén, por no
haberse acomodado a las normas complementarias y subsidiarias del Planeamiento
provincial para los municipios que, como el citado, carecen de planeamiento; y declara
nula de pleno derecho la licencia que después, le fue otorgada en 25 de octubre de
1982 en virtud de la cual se le autorizaba la construcción de un piso sobre aquel
almacén, sin proyecto técnico y sin informes previos jurídicos y técnicos por aplicación
del número 1 del artículo 47 de la Ley de Procedimiento Administrativo ( RCL
1958\1258, 1469, 1504; RCL 1959\585 y NDL 24708); en cuanto a la demolición
solicitada por los actores, sólo la estima en parte en los extremos concretos a que se
refiere el fallo.
SEGUNDO.- En el rollo de apelación el demandado, ahora apelante, insiste en sus
alegaciones de la contestación a la demanda remitiéndose a las mismas como
discrepancia con la sentencia de la Sala. Y el Ayuntamiento de Campo Lameiro, que no
compareció en la primera instancia, discrepa de la sentencia remitiéndose a las
alegaciones que constan tanto en el expediente municipal como en el rollo de la Sala
de la Audiencia; insistiendo en que lo construido lo fue en suelo urbano de hecho y
moralmente aunque no lo sean de derecho; subsidiariamente admite que, aun no
siendo así la invasión del camino público es tan sólo de 1,79 metros lo cual no puede
aconsejar ni imponer la demolición.
TERCERO.- Es doctrina muy reiterada de esta Sala, cuya cita cronológica es por ello
innecesaria que en la segunda instancia, por razones institucionales, al tratarse de
depurar los resultados de la primera, se exige un examen crítico de las soluciones dadas
en ésta, como base indispensable y racional del ámbito litigioso del debate ante el
Tribunal «ad quem»; pues de otra forma estaríamos en presencia de una auténtica
revisión de oficio más que de una apelación, en la que el litigante debe realizar un
análisis crítico mediante el cual se llegue a demostrar, o bien la inaplicación o la
errónea aplicación de una norma; la incongruencia, la indebida o defectuosa
apreciación de la prueba o cualesquiera otras razones que se invoquen para obtener la
revocación de la sentencia apelada. La sentencia de instancia ha tenido en cuenta que
suelo urbano es el incluido en el Plan según el artículo 78 de la Ley del Suelo; o el
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Seminario “Derecho Administrativo”
incluido en un proyecto de Delimitación en los casos del artículo 81; y ha llegado a la
conclusión, absolutamente ajustada a derecho, de que en el caso concreto que nos
ocupa, al carecer de todo planeamiento en la fecha de petición y otorgamiento de las
licencias tenía que haberse acomodado a las Normas complementarias y
suplementarias del Planeamiento Provincial. Consta en los autos que la licencia ha sido
otorgada en cuanto al almacén en contra de los informes de la Dirección General de
Urbanismo, Servicio Provincial de Urbanismo de la Xunta de Galicia, y la propia
Secretaría del Ayuntamiento; e incluso al proyecto que sirvió de base para la solicitud
de la licencia le fue denegado el visado del Colegio Oficial de Arquitectos de Galicia a
tenor del artículo 46 del Reglamento de Disciplina Urbanística ( RCL 1978\1986 y
ApNDL 1975-85, 13922). En cuanto a la licencia del piso sobre tal almacén fue otorgada
sin observancia en lo más mínimo del procedimiento establecido para ello. El informe
favorable del Aparejador Municipal incide en la tesis errónea, en la que luego recae la
contestación a la demanda y que ha sido suficientemente rebatida en la sentencia de
instancia. Consciente de ello, sin duda, el Ayuntamiento apelante pasa a la cuestión de
la posible demolición afirmando la levedad de las transgresiones llevadas a cabo.
También sobre ello se ha pronunciado la sentencia que ha acogido sólo en parte lo en
este concreto extremo solicitado por los demandantes que se han aquietado con tal
pronunciamiento.
CUARTO.- Lo anteriormente expuesto y razonado propicia un pronunciamiento
desestimatorio de la apelación; si bien sin expresa condena en las costas al no
apreciarse para ello circunstancias de las contempladas en el artículo 131 de la Ley de
la Jurisdicción ( RCL 1956\1890 y NDL 18435).
ANULABILIDAD
Tribunal Supremo (Sala de lo Contencioso-Administrativo, Sección
7ª).Sentencia de 17 junio 1991 - RJ\1991\6604
Anulabilidad de actuaciones: defectos de forma: acto que carezca de los requisitos
formales indispensables para alcanzar su fín o dé lugar a indefensión de los
interesados: Planteamiento de ejercicio de práctico de concurso sin ajustarse a las
bases de la convocatoria.
Oposiciones y concursos: anulabilidad de actuaciones.
Instituto nacional de la salud (INSALUD): concurso de Jefatura de Sección de Farmacia:
anulabilidad de actuaciones: defecto de forma causantes de indefensión a los
concursantes: planteamiento de ejercicio práctico sin ajustarse a las bases del
concurso.
Recurso de alzada: extemporaneidad: improcedencia; innecesariedad.
Jurisdicción: Contencioso-Administrativa. Recurso núm. 2589/1988
Ponente: Excmo Sr. Ramón Trillo Torres
La Sala de lo Contencioso Administrativo del Tribunal Superior de Justicia de Galicia
dictó sentencia en 30 de Septiembre de 1.988 estimando en parte el recurso
interpuesto por la representación procesal de D. Juan Miguel F.D., contra resolución del
de la Dirección General de Planificación Sanitaria del Ministerio de Sanidad y Consumo
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Seminario “Derecho Administrativo”
de 24 de Abril de 1.984 por la que se desestima la alzada deducida contra resolución de
la Dirección General del Instituto Nacional de la Salud de 27 de Junio de 1.983 sobre
adjudicación de una plaza jerarquizada de la Seguridad Social. El fallo de dicha Sala
anula por defectos de forma el nombramiento a que las actuaciones se refiere,
debiendo retocar esas actuaciones al momento necesario para que la prueba práctica
del concurso se lleve cabo cumpliendo todos los requisitos establecidos para su
realización.Interpuestos recursos de apelación por el Abogado del Estado y D. Alfredo
G.I., el T.S. los desestima.
FUNDAMENTOS DE DERECHO
PRIMERO.- Se ha impugnado en este proceso una resolución del Director General de
Planificación Sanitaria que desestimó el recurso de alzada interpuesto por don Juan
Miguel F. D. contra la dictada por la Dirección General del Instituto Nacional de la Salud
en La Coruña, por la que se adjudicaba la plaza de Jefe de Sección de Farmacia en la
Residencia Sanitaria «Arquitecto Marcide», de El Ferrol, al farmacéutico Don Alfredo G.
I.
La sentencia apelada ha estimado en parte el recurso jurisdiccional porque ha
entendido que la prueba práctica realizada para acceder a la plaza no se ajustó a lo
previsto en la Orden Ministerial de 26 de noviembre de 1976 ( RCL 1976\2238),
colocando a los concursantes en una situación de indefensión, por lo que ordenó la
retroacción de las actuaciones al momento necesario para que la prueba se lleve a
cabo en la forma legalmente establecida.
Antes de enfrentarnos a si esta decisión es ajustada a derecho, debemos detenernos a
examinar las objeciones formales que expresó el codemandado Sr. G. I., al que le había
sido adjudicada la plaza sobre la que se litiga, de las que con evidente incorrección
procesal ha hecho caso omiso la Sala de primera instancia, pero que han sido alegadas
de nuevo por aquél en el procedimiento de la apelación.
Afirma la parte, en primer lugar, que no era procedente la mencionada alzada al ser
firme el acto administrativo de la Dirección General del Insalud, por lo que a tenor de
los artículos 40-a) y 82-c) de la Ley de la Jurisdicción ( RCL 1956\1890 y NDL 18435),
debió declararse inadmisible el recurso, al ser el acto impugnado una reproducción de
otro anterior definitorio y firme. Independientemente de si con arreglo a las normas
del Estatuto Jurídico del Personal Médico de la Seguridad Social procedía o no el
recurso de alzada ante la Dirección General de Planificación Sanitaria, en todo caso
resulta que es el que le fue indicado al demandante en la resolución de 27 de junio de
1983, de modo que aun en la hipótesis de que no fuese el procedente, sin embargo de
ninguna manera podría perjudicar al administrado que lo hubiera interpuesto
siguiendo lo señalado en la notificación, lo que nos lleva a rechazar el motivo de
inadmisibilidad mencionado.
Finalmente, por lo que se refiere a la alegación consistente en que el recurso de alzada
se interpuso fuera del plazo de quince días, baste con señalar que esta tesis se funda
en que el escrito interponiéndolo llegó a manos del INSALUD el 19 de agosto de 1983,
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siendo así que al folio 116 del expediente figura un cajetín acreditativo de que su
entrada había tenido lugar el anterior día dos.
SEGUNDO.- Para valorar si es conforme a Derecho la decisión contenida en la sentencia
apelada debemos reseñar, como antecedentes de relevancia, primero que en la base
séptima de la convocatoria del concurso libre para la provisión, entre otras, de la plaza
sobre la que se debate, se establecía que el mismo constaría «de las siguientes fases: a)
Examen y valoración del historial profesional.. b) Si el Tribunal acordase la realización
de prueba práctica, ésta tendrá carácter público y se efectuará ante el Tribunal
debidamente constituido, con sujeción al artículo 16 de la Orden ministerial de 26 de
noviembre de 1976»; segundo, que en la misma sesión de 17 de noviembre de 1982 en
que el Tribunal calificador valoró los méritos, resultando el primero el Sr. F. D., con
18'71 puntos y el segundo el Sr. G. I., con 17'70 puntos, acordó «celebrar la prueba
práctica el día 13 de diciembre, a las diez de la mañana, en esta Sala de Juntas de la
Delegación Provincial del Insalud, pudiendo venir provistos los aspirantes con material
bibliográfico»; tercero, que en el día señalado se celebró la prueba, respecto a cuyo
contenido la única referencia que consta es la de que consistió «en la contestación por
escrito a cuatro temas en el plazo de dos horas y cuarto» y que, valorada por el
Tribunal, dio lugar a una puntuación total final, incluida la de los méritos, de 57'12
puntos para el Sr. G. I, 55'75 para otro concursante y 51'15 para el Sr. F. D.
Las anteriores precisiones nos indican que el Tribunal calificador no se ajustó en la
forma al precepto reglamentario al que estaba obligado a ceñirse.
El artículo 16 de la Orden le obligaba a determinar el contenido de la prueba en la
primera reunión y, además, a anunciar la selección de los ejercicios a que deberían
someterse los concursantes, como con carácter general lo hace la propia Orden cuando
las piezas a cubrir no son las previstas en el artículo 167 del Reglamento General para
el Régimen, Gobierno y Servicio de las Instituciones Sanitarias de la Seguridad Social (
RCL 1972\1351 y NDL 27322).
Puede plantearse la duda sobre si el incumplimiento del primero de los requisitos
citados, referente a precisar el contenido de la prueba práctica, en la primera reunión
que celebre el Tribunal, originaría necesariamente una nulidad de lo actuado, pero sí es
determinante de la misma que los concursantes no tuvieran conocimiento previo de las
modalidades en que aquélla podría consistir, porque esta carencia privó al acto de los
requisitos indispensables para alcanzar el fin querido por el precepto reglamentario y
las bases del concurso, de que los interesados conocieran y tuvieran perfectamente
acotado el ámbito dentro del que tendrían que encontrarse los supuestos prácticos que
podrían someterse a su consideración, para así facilitar su preparación y evitar posibles
desviaciones, en el sentido de que se les propusieran casos o prácticas normalmente
imprevisibles, si no se incluyen en una previa enunciación, cuyo único límite para el
Tribunal calificador es el de que se ajusten a la naturaleza y especialidad de la plaza
(artículo 16 antes citado). Queda entonces aclarado que en la actuación administrativa
impugnada concurre un vicio formal en el que se da una de las notas descritas en el
artículo 48-2 de la Ley de Procedimiento Administrativo ( RCL 1958\1258, 1469, 1504;
RCL 1959\585 y NDL 24708) para que los defectos de forma produzcan la invalidez de
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aquélla.
Acreditado este punto, es inocuo que nos detengamos en si realmente el contenido de
la prueba realizada merecía la calificación de «práctico». Aunque realmente la
mereciese, lo que anteriormente hemos razonado nos obligaría a confirmar lo
dispuesto en la sentencia apelada.
TERCERO.- No ha lugar a especial declaración sobre las costas.
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JURISPRUDENCIA SOBRE PROCEDIMIENTO ADMINISTRATIVO
Artículo 69. Iniciación de oficio
Tribunal Supremo Sala 3ª, sec. 3ª, S 16-5-2006, rec. 7884/2003. Pte: Bandrés
Sánchez-Cruzat, José Manuel
RESUMEN
El TS desestima el rec. de casación interpuesto contra la SAN confirmatoria de la
resolución de la Comisión del Mercado de Telecomunicaciones sobre requerimiento de
información. La Sala concluye que la Comisión referida tiene competencia para recabar
información para el ejercicio de sus funciones a las entidades que operen en el sector,
pudiendo hacerlo en cualquier tiempo, y que dicho acto de requerimiento tiene la
motivación suficiente y fundamentos de derecho como para considerar cumplido el
requisito del art. 54 L 30/1992. Asimismo concluye que no ha aportado la actora indicio
alguno de que los requerimientos de información acordados respondiesen a causas
ajenas al cumplimiento por parte de la Comisión, de su competencia de supervisión del
mercado de las telecomunicaciones.
La parte actora para sostener tal alegación, argumenta que el origen del expediente
trae causa en una denuncia de "V., S.A." que estuvo determinada por la suspensión o
corte del servicio telefónico por "Compañía de Teléfonos, T., S.A.U." a dicha Entidad
denunciante, ante el impago de las deudas contraídas La actora sostiene que la
competencia para analizar si tal suspensión del servicio había sido correcta o incorrecta
correspondía a la Secretaria de Estado de Telecomunicaciones y no a la Comisión del
Mercado de las Telecomunicaciones. Puntualiza también que no nos encontramos ante
la suspensión de un servicio de interconexión, referido a otros operadores en cada
punto de interconexión, ni tampoco ante un supuesto en el que, a consecuencia de la
suspensión del servicio, quedara afectado el aspecto radioeléctrico Se trata, y nos
encontramos, -dice la actora- ante un expediente de información sobre una materia en
relación a la que carece de competencias la Comisión; y, posteriormente, en el seno de
dicho expediente informativo, practica un requerimiento, cuyo objeto no presenta
relación alguna con la causa o razón de ser del expediente de información previa, en el
cual aquel es practicado.
Sobre ello es adecuado destacar que la Comisión del Mercado de las
Telecomunicaciones, creada por la Ley 12/1997, de 24 de abril, de Liberalización de las
Telecomunicaciones EDL1997/23081 , y modificada por la Ley 11/1998, de 24 de abril,
en su artículo 1, párrafo 2 EDL1998/43460 , apartado 2 asigna, para salvaguardar en
beneficio de los ciudadanos, las condiciones de competencia efectiva en el mercado de
las telecomunicaciones, entre otras funciones, el control de las obligaciones de servicio
público que se impongan a los titulares de los servicios a que se refiere el numero 1 del
apartado 2 de este artículo; Y, asimismo en su apartado f) le atribuye la adopción de las
medidas necesarias para salvaguardar la libre competencia en el mercado la política de
precios y de comercialización de los operadores de los servicios, y en general a todas
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Seminario “Derecho Administrativo”
aquellas actividades que pudieran constituir prácticas contrarias a la libre competencia.
Tan amplias facultades no se circunscriben, como pretende la parte actora, a la acción
de vigilancia de la Comisión a los aspectos concretos relacionados con la interconexión
de las redes y al aspecto radio-eléctrico, sino que tiene un alcance general tan amplio
como el indicado. No procede pues apreciar falta de competencia de la Comisión para
practicar los requerimientos a que se refiere el presente recurso, pues el artículo 30 del
Reglamento de la Comisión, aprobado por Real Decreto 1994/1996 EDL1996/16511 ,
pone en relación la posibilidad de recabar información con el ejercicio de las funciones
que la Comisión tiene asignadas, entre las que se encuentran todo lo relativo al
mercado de las telecomunicaciones.
Por otra parte hay que tener en cuenta que el artículo 69.2 de la Ley 30/1992
EDL1992/17271 establece de forma expresa que con anterioridad al acuerdo de
iniciación de un procedimiento administrativo, puede el órgano competente "abrir un
período de información previa con el fin de conocer las circunstancias del caso
concreto y la conveniencia o no de iniciar el procedimiento". Pues bien, no puede
entenderse que la resolución de 11 de mayo de 2001 de la Comisión del Mercado de
las Telecomunicaciones abriera un procedimiento en sentido estricto, sometido a un
plazo de duración determinado y a la subsiguiente caducidad, sino un período
informativo en el sentido del artículo 69 que podría dar lugar, en su caso, a un
procedimiento sancionador o de intervención.
De esta manera y como ya hemos indicado, las potestades de requerir información que
se pueden ejercer en el seno de dicho período informativo pueden ejercitarse en
cualquier momento con carácter autónomo y previo a cualquier procedimiento en
sentido propio, sin que necesitara en puridad la Comisión del Mercado de las
Telecomunicaciones de la citada resolución del 11 de mayo para aprobar los ulteriores
requerimientos de información.".
Tribunal Supremo, Sala de lo Contencioso
Roj: STS 536/2010
Órgano: Tribunal Supremo. Sala de lo Contencioso
Sede: Madrid
Sección: 3
Nº de Recurso: 309/2008
Nº de Resolución:
Fecha de Resolución: 17/02/2010
Procedimiento: CONTENCIOSO
Ponente: EDUARDO ESPIN TEMPLADO
Tipo de Resolución: Sentencia
Cuestión:
Recurso directo contra la resolución de la Comisión Delegada del Gobierno para
Asuntos Económicos sobre incumplimiento parcial de condiciones en expediente de
incentivos regionales para la construcción de un centro de impresión y
encuadernación.
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Seminario “Derecho Administrativo”
Resumen:
No se aprecia indefensión ni en el período de información previa ni en la tramitación
del procedimiento por incumplimiento, la parte ha tenido oportunidad de formular
alegaciones y ha sido consultada por la Administración en diversas ocasiones. Resulta
irrelevante, a efectos de indefensión de la parte, que exista una actividad probatoria
destinada a comprobar el cumplimiento de las condiciones de la subvención en el
período de información previa, con tal de que dicha actividad probatoria haya contado
con la participación de la parte. Y no se aprecia la falta total del procedimiento. La
actividad de información previa no tiene fijado un plazo de duración en nuestro
ordenamiento y en materia de subvenciones la entidad receptora está sometida de
forma permanente a la capidad inspectora de la Administración en la que se
comprenden actividades de indagación sin necesidad de iniciar un procedimiento de
incumplimiento. No es posible objetar una excesiva duración del periodo de
información ni el contenido materialmete instructor de la actividad realizada, con la
única limitación de que si en un momento determinado se plantea la necesidad de
declarar el incumplimiento de las condiciones de la subvención habría necesariamente
de abrirse un expediente encaminado a ello. Se considera acreditado el incumplimiento
de la condición relativa a la inversión en terrenos y obra civil.
Art. 70. 1.
Tribunal Supremo Sala 3ª, sec. 7ª, S 19-7-2002, rec. 1189/1998. Pte: González
Rivas, Juan José
RESUMEN
El TS declara que no ha lugar al recurso de casación interpuesto por el ayuntamiento
recurrente contra la sentencia dictada por TSJ en la que se había anulado la resolución
administrativa impugnada por vulnerar los derechos fundamentales consagrados en el
art. 23, 1 y 2 CE. La Sala, con desestimación de los motivos de casación articulados al
amparo del art. 95, 1, 4 LJCA, considera que, teniendo en cuenta la descripción de
hechos probados y el examen de las actuaciones del expediente administrativo y
judicial que se efectúa, la moción de censura, a cuya tramitación se opuso el
ayuntamiento recurrente en casación, cumplía con todos los requisitos exigidos para
ello, porque fue suscrita debidamente, estaba motivada, tenía carácter constructivo y
existía una justa causa, sin que los concejales que la instaban hubiesen solicitado otra
en el correspondiente mandato, por lo que la Administración demandada incurrió en
vulneración del art. 23 CE por la negativa del alcalde a convocar el pleno en el plazo
legalmente establecido.
3º) Por Resolución de la Alcaldía de 3 de junio de 1997 se resolvió que aunque la
moción de censura presentada al Alcalde reunía formalmente los requisitos legales, sin
embargo, habida cuenta de la existencia de expedientes administrativos de los que
pudieran resultar eventuales responsabilidades para varios de los firmantes de la
moción de censura presentada, entendiendo que los mismos tenían intereses
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89
Seminario “Derecho Administrativo”
particulares en la sustitución del actual equipo de Gobierno con el fin de que no se
revisasen anteriores actuaciones se utilizó la Ley Electoral de forma fraudulenta, por lo
que se acordó impulsar la tramitación y resolución de los expedientes que debían estar
concluidos el 30 de septiembre de 1997 y a partir de dicha fecha y según la clarificación
de responsabilidades que resultaren, se operará en consecuencia, convocando el Pleno
solicitado para debatir la moción de censura.
PRIMERO.- El primero de los motivos de casación en que se basa la representación
procesal del Ayuntamiento de ..., consiste en señalar, al amparo del artículo 95.1.4 de
la Ley Jurisdiccional Contencioso-Administrativa EDL1956/42 , que en la cuestión
examinada, se consideran violados por no aplicación el artículo 70.1.b) de la Ley 30/92
sobre Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y Procedimiento
Administrativo común EDL1992/17271 y el artículo 78.2 del Real Decreto 2568/86 de 26
de noviembre, por el que se aprueba el Reglamento de Organización, Funcionamiento
y Régimen Jurídico de las Corporaciones Locales EDL1986/12278 .
En el primero de dichos preceptos se recogen los requisitos que han de reunir las
solicitudes y en el segundo, se recogen el carácter de las sesiones extraordinarias y el
escrito en que se razona el asunto o asuntos que lo motivan.
Para la parte recurrente, además, se ha producido infracción de la jurisprudencia y se
invoca como infringida la sentencia de 21 de abril de 1987 dictada por la antigua Sala
Quinta de este Tribunal EDJ1987/3173 .
SEGUNDO.- En la cuestión examinada, no concurre la vulneración legal aducida,
teniendo en cuenta la descripción de hechos probados y el examen de las actuaciones
del expediente administrativo y judicial que se efectúa, por cuanto que el escrito
presentado y lo dice expresamente el informe del Secretario de la Corporación de 4 de
junio de 1997, reunía los requisitos legales prevenidos en el artículo 70.1.b) de la Ley
30/92 EDL1992/17271 , sin que se observe quebrantamiento del artículo 78.2 del Real
Decreto 2568/86 EDL1986/12278 .
De este modo, la invocación del artículo 70.1.b) de la Ley 30/92 EDL1992/17271 no es
determinante de la estimación del motivo de casación, pues en este precepto se
concreta que las solicitudes que se formulen deberán contener el nombre y apellidos
del interesado en la persona que lo represente y la identificación del medio o del lugar
que se señale, la firma del solicitante y si corresponde a una pluralidad de personas,
podrán ser formuladas en una única solicitud, salvo que los procedimientos específicos
dispongan otra cosa, reconociéndose en el artículo 78.2 del Real Decreto 2568/86
EDL1986/12278 que son sesiones extraordinarias aquellas que convoque el Concejal o
Presidente con tal carácter, por iniciativa propia o solicitud de la cuarta parte del
número legal de miembros de la Corporación, pues la moción, en los términos del
artículo 197.2 de la Ley Orgánica 5/85 EDL1985/8697 , ha de ser suscrita al menos por la
mayoría absoluta de los Concejales, incluido el nombre del candidato propuesto para
Alcalde.
La moción fue suscrita debidamente, estaba motivada, tenía carácter constructivo y
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existía una justa causa, por lo que la Administración demandada incurrió en
vulneración del artículo 23.2 de la CE EDL1978/3879 por cuanto que cumpliéndose los
requisitos exigidos para la tramitación de la moción de censura la negativa del Alcalde a
convocar el Pleno en el plazo legalmente establecido, incurría en la vulneración del
contenido esencial del derecho reconocido en el artículo 23 de la Constitución
EDL1978/3879 .
Audiencia Nacional Sala de lo Contencioso-Administrativo, sec. 3ª, S 8-102009, rec. 1/2009. Pte: García García-Blanco, Isabel
RESUMEN
Se estima el recurso interpuesto contra la resolución del Director General de Relaciones
con las Confesiones, por delegación del Ministro de Justicia, denegando la inscripción
de la hoy recurrente en el Registro de Entidades Religiosas, pues el contenido de la
petición de inscripción en el Registro de Entidades Religiosas formulada en su día, era
acorde con la finalidad y con el procedimiento que el ordenamiento tiene establecido
al efecto, y que si la Administración entendió, como entiende, que la recurrente no
reunía los requisitos que como entidad religiosa menor le impone la normativa
reguladora de la materia, así lo debía haber resuelto expresamente y notificado dentro
del plazo legal, en este caso de dos meses.
En efecto, del expediente administrativo se desprende que la solicitud de inscripción en
el Registro de Entidades Religiosas fue presentada con fecha 1-9-2008, por D. Valeriano,
quién en la solicitud hizo constar su domicilio, sito en la CALLE000 núm. NUM000,
30203 Cartagena (éste era el domicilio que debía tenerse en cuenta por la
Administración para las notificaciones, de conformidad con el artículo 70.1 a) de la Ley
30/1992 de 26 de noviembre, de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y
Procedimiento Administrativo Común EDL 1992/17271)
Del mismo expediente administrativo resulta que la resolución que denegó la
inscripción solicitada, fechada el 27-2-2009, no fue notificada en el citado domicilio
hasta el 7-4-2009, es decir, una vez transcurrido el plazo máximo de seis meses previsto
en el art. 5 del Real Decreto 1879/1994, de 16 de septiembre EDL1994/17559 , por el
que se aprueban determinadas normas procedimentales en materia de Justicia Interior
(1. El plazo máximo para resolver el procedimiento de inscripción en el Registro de
Entidades Religiosas, regulado por el Real Decreto 142/1981, de 9 de enero
EDL1981/1807 , será de seis meses, pudiendo entenderse estimadas las solicitudes
formuladas cuando no haya recaído resolución expresa en el indicado plazo.) Y como
quiera que, de conformidad con la referida norma, las solicitudes de inscripción han de
entenderse estimadas cuando no hubiera recaído resolución expresa en el indicado
plazo, sólo cabe concluir en el reconocimiento del derecho a la inscripción solicitada
por la recurrente, al haberse producido los efectos del silencio ad TSJ de Madrid Sala
de lo Contencioso-Administrativo, sec. 1ª, S 9-2-2002, nº 174/2002, rec. 2990/1998. Pte:
Vegas Torres, Mª Jesús
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RESUMEN
El TSJ estima el recurso contencioso administrativo interpuesto contra la denegación y
archivo de la reclamación del abono de intereses de demora por el retraso del INSALUD
en el pago de determinadas facturas. La Sala declara que no debió procederse al
archivo, pues el requerimiento de la Administración para que se aportaran las facturas
carece de sentido, al deber tenerlas en su poder, y haber ofrecido la actora una
relación suficientemente detallada que no ha sido impugnada, por lo que procede el
abono de los intereses solicitados, que se devengan al día siguiente de la emisión de las
facturas, por el incumplimiento de su pago durante tres meses, a lo que se debe añadir
los intreses de los intereses por tratarse de una deuda líquida.
ministrativo positivo.
TSJ de Madrid Sala de lo Contencioso-Administrativo, sec. 2ª, S 13-2-2004, nº
176/2004, rec. 6134/1998. Pte: García Alonso, Miguel Angel
RESUMEN
El TSJ estima el recurso contencioso interpuesto contra las resoluciones administrativas
impugnadas, anula las mismas y ordena a la Administración demandada abonar las
cuantías reclamadas. El Tribunal, entre otros pronunciamientos, considera que debe
acogerse la pretensión de la recurrente, en cuanto no debió ser requerida por la
Administración para la presentación de documentos, dado que los mismos ya se
encontraban en poder de los distintos hospitales con los que se habían celebrado los
contratos por cuyas cantidades reclamaba.
SEGUNDO.- En el presente caso, la Administración demandada requirió al particular
para que subsanara la solicitud respecto del contenido previsto en el art. 70.1.b de la
Ley 30/92 EDL1992/17271, dándole por desistido de las peticiones, y acordó el archivo
del expediente.
Conforme a doctrina reiterada de esta Sección, la resolución del INSALUD ha de ser
anulada porque el artículo 35 de la Ley 30/1992, de 26 de noviembre de Régimen
Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común
establece como Derecho de los ciudadanos el de EDL1992/17271f) no presentar
documentos no exigidos por las normas aplicables al procedimiento de que se trate, o
que ya se encuentren en poder de la Administración actuante. Es cierto que las facturas
no estaban suficientemente identificadas pues solo se establece el centro sanitario la
cantidad de facturas y el importe. Pero lo cierto es que las mismas se encontraban en
poder de los diversos hospitales los cuales aún teniendo delegada la gestión de
compras o suministros forman parte del propio organismo autónomo al que se realizó
la intimación de pago. Debe tenerse en cuenta que lo que pedía el recurrente eran
intereses generados por el impago, en el plazo previsto en la Legislación sobre
contratos del estado, del precio de los suministros que había efectuado. La actuación
de la Dirección General del INSALUD de estimar competentes a los distintos Gerentes
de los Centros hospitalarios o de atención primaria, podía haberse limitado a enviar
copia de requerimiento a cada una de las autoridades delegadas para su gestión, mas
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Seminario “Derecho Administrativo”
no podía consistir en pedir una documentación que ya se encontraba en poder de la
Administración violentando así uno de los derechos de los administrados cual es el de
no aportar documentos que ya se encuentren en poder de la Administración. Y en
tercer lugar y por último la aplicación del principio pro actione y el de proporcionalidad
propugna la anulación del acto recurrido, toda vez que cumplimentado el
requerimiento en fecha, no se puede, mediante acuerdo dictado en fecha posterior,
disponer el archivo de un expediente. Este acuerdo tiene un mero contenido
interlocutorio, al no decidir sobre el fondo del asunto. El recurrente podía haber
reiterado inmediatamente su solicitud, volviendo a iniciarse al expediente. Ello es
contrario al principio de celeridad pues la actuación administrativa ante una petición
ha de ser la de en la medida de lo posible dar una respuesta fundada en derecho sobre
el fondo de lo solicitado.
Por lo tanto subsanado un defecto formal aún extemporáneamente, el procedimiento
debió seguir si con anterioridad no se ha procedido al archivo del expediente. En
consecuencia el acto recurrido ha de ser anulado, debiendo la Administración concluir
el expediente y dictar una resolución fundada en Derecho sobre el fondo del asunto.
Por otra parte este Tribunal ha declarado que la desconcentración o reparto de
competencias a nivel territorial en el seno de una misma Administración Pública es un
principio que rige las actuaciones de las Administraciones Públicas por imperativo del
art. 103.1 de la ConstituciónEDL1978/3879. Pero no sólo responde a razones de pura
eficacia administrativa, -principio igualmente constitucionalizado en el mismo
precepto-, sino igualmente y sobre todo a favor del administrado, de modo que la
gestión administrativa se acerque al ciudadano evitando la separación o
distanciamiento entre sociedad y poderes públicos. Paradigma de lo expuesto es la
Exposición de Motivos de la Ley de Régimen Jurídico de la Administración del Estado de
26 de julio de 1957, cuando indica que la desconcentración no puede suponer una
merma de las garantías jurídicas de los administrados. Y qué duda cabe que invocar esa
pretendida desconcentración o "delegación", según la Resolución de 4 de diciembre de
1992 de la Dirección General de la Salud frente al ciudadano, supone desconocer
además de lo ya expuesto lo que dispone el artículo 35.f de la Ley 30/92 de 26 de
noviembre de Procedimiento Administrativo Común EDL1992/17271 , acerca de que no
se puede exigir al administrado que presente documentos que obren ya en poder de la
"Administración actuante". Y es así que si el INSALUD goza de personalidad o capacidad
jurídica propia para el cumplimiento de sus fines (art. 59.1 del Real Decreto Legislativo
1/94 de 20 de junio de la Seguridad Social EDL1994/16443 ) no puede, actuando con
absoluta estanqueidad, alegar la desconcentración administrativa o despliegue
territorial de funciones que ha llevado a cabo para imponer al recurrente requisitos
innecesarios que mediante una adecuada coordinación de los órganos que constituyen
esa Administración Institucional permitiría comprobar la veracidad de las peticiones del
recurrente.
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Seminario “Derecho Administrativo”
TSJ de Andalucía (sede Granada) Sala de lo Contencioso-Administrativo, sec.
1ª, S 24-11-2003, nº 789/2003, rec. 385/2002. Pte: López Barajas Mira, María
Rosa
RESUMEN
El TSJ, con desestimación del recurso de apelación, confirma la sentencia del Juzgado
de instancia relativa al archivo del expediente seguido a instancia de la apelante sobre
la solicitud de reconocimiento de funciones de “nivel superior” al amparo del RD
39/1997. La Sala, teniendo en cuenta que la caducidad del expediente sólo puede tener
lugar si la actividad no realizada por el interesado, en este caso la presentación de los
programas oficiales, era requisito "sine qua non" para que el ayuntamiento pudiera
resolver sobre la petición de la apelante, manifiesta que resulta patente que es la parte
actora apelante quien debía aportar los programas sobre la base de los cuales quiere
que se produzca la acreditación de la formación, pues, pese a la falta de claridad de la
petición de la apelante, y ello a pesar de que el ayuntamiento la requirió para que
procediera a aclarar la finalidad de la misma, invocando los efectos o el precepto
concreto con relación al cual se cursaba la solicitud, no es posible condenar a la
Administración apelada a tramitar y resolver una solicitud cuando no se conoce a
ciencia cierta cuál sea el objeto o finalidad exacta de la misma.
1.- Con fecha 05/07/99, Dª Ángela, funcionaria del Ayuntamiento de Granada y
poseedora del Titulo de ATS/DUE y de Diplomada en Enfermería de Empresa, solicitó
del citado Ayuntamiento, textualmente, que le fuera “reconocido el nivel superior, tal y
como marca el Real Decreto 39/1997, en su artículo 37 EDL1997/22016”. En
contestación a esta solicitud, el Ayuntamiento dirigió a aquélla escrito de 28/07/99
instándole a concretar la petición efectuada, ya que del texto de la misma no se
desprendían los concretos efectos que se pretendían.
Como respuesta a este requerimiento, Dª Ángela dirigió nuevo escrito al Ayuntamiento,
de 13/10/99, en el que se hacía constar que su solicitud lo era para que le “fuera
reconocido el desempeño de su trabajo como Técnico Superior en Prevención en
Medicina del Trabajo”. En relación a ello, y por escrito de 31/01/00, el Ayuntamiento
requirió a la solicitante para que presentara los Programas Oficiales correspondientes al
Titulo de Diplomado en Enfermería y al Diploma de “Enfermería de Empresa”.
TSJ de Madrid Sala de lo Contencioso-Administrativo, sec. 8ª, S 23-4-2003, nº
429/2003, rec. 436/2000. Pte: Sánchez Sánchez, Ricardo
RESUMEN
Se desestima el presente recurso contencioso administrativo, interpuesto contra
resolución de la dirección general de agricultura y alimentación, por el que se denegó
la transferencia de cuota láctea que había solicitado el actor, por existir un defecto de
forma en la solicitud. Estima la Sala, que es necesario como documento adicional a la
solicitud, presentar, una declaración de transferencia firmada por el actor y por el
productor que transfiere, así como respecto al justificante demostrativo de la
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Seminario “Derecho Administrativo”
transferencia,se necesita la firma del productor que transfiere como del que recibe la
transferencia. De esta forma, al faltar uno de estos elementos, el documento no es
correcto.
TSJ de Cantabria Sala de lo Contencioso-Administrativo, S 22-2-2002, rec.
883/2001. Pte: Tolosa Tribiño, César
RESUMEN
Se desestima el recurso contencioso administrativo promovido contra la resolución del
Gobierno de Cantabria, por la que se declaró el desistimiento en el procedimiento de
reclamación por responsabilidad patrimonial presentada por cierta compañía
aseguradora, con motivo de los daños causados en un vehículo, como consecuencia del
reventón de la rueda delantera provocada por la existencia de un bache en la calzada.
Formulada reclamación de responsabilidad patrimonial, la Administración comprobó el
incumplimiento por la solicitud de los requisitos exigidos en el art. 70,1 L 30/1992 y 6,1
RD 429/1993, por lo que concedió plazo para la subsanación de tales defectos, con
advertencia de tener al recurrente por desistido de su solicitud. Notificado dicho
acuerdo y ante la falta de subsanación se dictó la resolución que ahora se recurre y
cuya conformidad a derecho declara la Sala.
Artículo 71. EDJ 2002/55922
Tribunal Supremo Sala 3ª, sec. 4ª, S 11-12-2002, rec. 7089/1998. Pte: Soto
Vázquez, Rodolfo
RESUMEN
Desestima el TS el rec. de casación interpuesto y confirma la sentencia que declara el
derecho de un súbdito chino residente legal en España a la obtención de un permiso de
trabajo por cuenta propia -tipo D-, resolviendo el Tribunal que la negativa acordada por
la Administración no es correcta por aplicación del art. 71 de la Ley 30/1992 , que
establece que "si las solicitudes dirigidas a la Administración no reúnen los requisitos
exigidos por su legislación correspondiente, habrán de requerirse al interesado".
El artículo 85.3 del R.D. 155/96 EDL1996/14005 requiere, ciertamente, que a la petición
del permiso de trabajo por cuenta propia se acompañen el proyecto de
establecimiento, o actividad a realizar y la acreditación de que se han solicitado las
autorizaciones o licencias precisas para la apertura o funcionamiento de la actividad
proyectada. La estimación de la demanda, por parte del Tribunal de instancia,
basándose en la aportación posterior de los mismos en el proceso, se convierte, para el
Abogado del Estado, en motivo de casación de la sentencia. Entiende el representante
de la Administración que esa decisión supone un exceso de la función esencialmente
revisora de la Jurisdicción Contencioso-Administrativa, porque implica la anulación de
un acto que era conforme a Derecho, si se parte de los elementos de juicio de que se
disponía en el momento de ser acordado.
Sin embargo la decisión administrativa entonces adoptada no puede considerarse
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correcta. El artículo 71 de la Ley de 26 de noviembre de 1992 EDL1992/17271 ordena
claramente que si las solicitudes dirigidas a la Administración no reúnen -aparte los
requisitos del artículo 70 EDL1992/17271 - los exigidos en su caso por la legislación
específica correspondiente, habrá de requerirse al interesado para que los aporte en el
plazo de diez días, teniéndosele por desistido en caso contrario. Ningún requerimiento
de esta naturaleza se ha efectuado al demandante, pese a que sí aportaba otros
documentos de los que cabía desprender su propósito firme de establecer el negocio
de restaurante, e incluso una concreta exposición de la inversión económica realizada.
Ello pone de relieve que la Administración no procedió correctamente al denegar, sin
más, la petición, por considerar que carecía de relevancia para la economía nacional y
sin dar ocasión siquiera al solicitante de subsanar la omisión de acreditar la realidad y
cuantía efectiva de la misma mediante la presentación del proyecto de la obra, o la
certificación de haber sido realizada, así como el montante económico que suponía,
ciertamente no desdeñable en relación con lo que suele constituir la tónica habitual en
este tipo de permisos.
Subsanación y Mejora de la Solicitud
Jurisdicción: Contencioso-Administrativa
Recurso contencioso-administrativo núm. 302/2006.
Ponente: Excmo. Sr. D. Pablo Lucas Murillo de la Cueva
PODER JUDICIAL: Composición de Audiencia Provincial: cambio de uno de los
componentes de la Sala que ha de juzgar un asunto concreto: sin conocerse por el
interesado el acto gubernativo en que así se acordó: situación de la que se apercibió el
recurrente al serle notificada la resolución judicial adoptada: falta de respuesta a
requerimiento sobre identificación precisa del acto impugnado: conocimiento efectivo
del objeto del recurso: deber de resolver el recurso de alzada interpuesto ante el CGPJ.
RECURSO DE ALZADA: Determinación del acto administrativo impugnado: suficiencia
de: deber de resolver el fondo del recurso.
Interpuesto recurso contencioso-administrativo contra Acuerdo del Pleno del CGPJ de
28-06-2006 que tuvo por desistido al recurrente en el recurso de alzada formulado
contra Acuerdo referido a la composición de la Sección Segunda de la Audiencia
Provincial de Pontevedra, el TS lo estima parcialmente devolviendo las actuaciones al
CGPJ para que resuelva el recurso de alzada formulado.
SENTENCIA
En la Villa de Madrid, a seis de julio de dos mil nueve
Visto por la Sala Tercera del Tribunal Supremo, constituida en su Sección Octava por los
magistrados indicados al margen, el recurso contencioso-administrativo nº 302/2006,
interpuesto por donJuan Pedro , representado por el procurador don Juan Antonio
Escrivá de Romaní Vereterra, contra el acuerdo adoptado por el Pleno del Consejo
General del Poder Judicial el 28 de junio de 2006 en el recurso de alzada nº 97/06.
Ha sido parte demandada el Consejo General del Poder Judicial, representado por el
Abogado del Estado.
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ANTECEDENTES DE HECHO
PRIMERO: El Pleno del Consejo General del Poder Judicial, en su reunión del día 28 de
junio de 2006, acordó: "Tener por desistido a D.Juan Pedro del recurso de alzada núm.
97/06, interpuesto contra un Acuerdo referido a la composición de la Sección Segunda
de la Audiencia Provincial de Pontevedra, sin determinar".
SEGUNDO: Contra dicho acuerdo interpuso recurso contencioso-administrativo don
Juan Pedro, mediante escrito fechado el 21 de septiembre de 2006 en el Registro
General de este Tribunal Supremo y, admitido a trámite, se requirió a la Administración
demandada la remisión del expediente administrativo, ordenándole que practicara los
emplazamientos previstos en el artículo 49 de la Ley de la Jurisdicción . Verificado, se
hizo entrega de las actuaciones recibidas al procurador del recurrente para que
dedujera la demanda.
TERCERO: Evacuando el traslado conferido don Juan Antonio Escrivá de Romaní
Vereterra, en representación de don Juan Pedro, formalizó la demanda mediante
escrito, presentado el 19 de diciembre de 2006, en el que, después de exponer los
hechos y fundamentos que estimó oportunos, solicitó a la Sala que "(...) previo
seguimiento de los trámites procedimentales legalmente establecidos incluido el
recibimiento del proceso a prueba con celebración de vista que expresamente se
interesan, procédase a estimar la presente Demanda formulada en sentido de declarar
nula de pleno derecho la Resolución del Consejo General del Poder Judicial de fecha de
veintiocho de junio de dos mil seis resolutoria del Recurso de Alzada nº 97/06 por los
siguientes motivos:
a) Vulneración de las letras a) y f) del apartado primero del artículo 54 de la Ley
30/1.992 de fecha de veintiséis de noviembre de Régimen Jurídico de las
Administraciones Públicas y Procedimiento Administrativo Común relacionadas con el
apartado segundo del artículo 62 de la Ley 30/1.992 de fecha de veintiséis de
noviembre de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y Procedimiento
Administrativo Común en tanto en cuanto por la demanda se incurre en una
irrazonable interpretación de la letra b) del apartado primero del artículo 110 de la Ley
30/1.992 de fecha de veintiséis de noviembre de Régimen Jurídico de las
Administraciones Públicas y Procedimiento Administrativo Común en tanto en cuanto
el contenido de dicho precepto legal se cumplió por parte del demandante --en
aquellas fechas recurrente en Alzada-- así como en la irrazonable relación de la letra b)
del referido apartado primero del artículo 110 de la Ley 30/1.992 de fecha de veintiséis
de noviembre de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y Procedimiento
Administrativo Común con el apartado primero del artículo 71 de la referida Ley
30/1.992 de fecha de veintiséis de noviembre de Régimen Jurídico de las
Administraciones Públicas y Procedimiento Administrativo Común al objeto de no
resolver de forma manifiestamente irrazonada sobre el fondo de la Alzada pretendida.
b) Vulneración de las normas esenciales del procedimiento legalmente establecido en
la utilización de la letra b) del apartado primero del artículo 110 de la Ley 30/1.992 de
fecha de veintiséis de noviembre de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas
y Procedimiento Administrativo Común relacionada de forma manifiestamente
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indebida con el apartado primero del artículo 71 de la Ley 30/1.992 de fecha de
veintiséis de noviembre de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y
Procedimiento Administrativo Común así como en la no utilización por los Agentes
Gubernativos de la demandada y en la carencia de exigencia por la demandada de
utilización de los mecanismos de existencia y autoría de Resolución expresa a toda
actuación administrativa por el artículo 53 de la Ley 30/1.992 de fecha de veintiséis de
noviembre de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y Procedimiento
Administrativo Común exigido así como en la carencia de notificación por los Agentes
Gubernativos de la demandada de dicha Resolución exigido por el artículo 58 de la
referida Ley 30/1.992 de fecha de veintiséis de noviembre de Régimen Jurídico de las
Administraciones Públicas y Procedimiento Administrativo Común y que la demandada
no procede a su debida exigibilidad con vulneración, en todos los casos anteriormente
expresados, de la letra e) del apartado primero del referido artículo 62 de la Ley
30/1.992 de fecha de veintiséis de noviembre de Régimen Jurídico de las
Administraciones Públicas y Procedimiento Administrativo Común; c) Vulneración del
número dos del apartado primero del artículo 152 LOPJ relacionado con el apartado
segundo del artículo 62 de la Ley 30/1.992 de fecha de veintiséis de noviembre de
Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y Procedimiento Administrativo
Común con vulneración del derecho fundamental a Juez Ordinario predeterminado por
la Ley, establecido por el apartado segundo del artículo 24 CE, vulnerándose con ello
no sólo el apartado segundo del artículo 62 de la Ley 30/1.992 de fecha de veintiséis de
noviembre de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y Procedimiento
Administrativo Común relacionado, asimismo, con las letras a) y f) del apartado
primero del artículo 54 de la Ley 30/1.992 de fecha de veintiséis de noviembre de
Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y Procedimiento Administrativo
Común sino también la letra a) del apartado primero del artículo 62 de la Ley 30/1.992
de fecha de veintiséis de noviembre de Régimen Jurídico de las Administraciones
Públicas y Procedimiento Administrativo Común; d) Vulneración del artículo 207 LOPJ
que necesariamente ha de relacionarse con el apartado segundo del artículo 62 de la
Ley 30/1.992 de fecha de veintiséis de noviembre de Régimen Jurídico de las
Administraciones Públicas y Procedimiento Administrativo Común con vulneración del
derecho fundamental a Juez Ordinario predeterminado por la Ley, establecido por el
apartado segundo del artículo 24 CE, con vulneración no sólo del apartado segundo del
artículo 62 de la Ley 30/1.992 de fecha de veintiséis de noviembre de Régimen Jurídico
de las Administraciones Públicas y Procedimiento Administrativo Común que también
ha de relacionarse con las letras a) y f) del apartado primero del artículo 54 de la Ley
30/1.992 de fecha de veintiséis de noviembre de Régimen Jurídico de las
Administraciones Públicas y Procedimiento Administrativo Común sino también de la
letra a) del apartado primero del artículo 62 de la Ley 30/1.992 de fecha de veintiséis
de noviembre de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y Procedimiento
Administrativo Común;
Con declaración de haber lugar a la apertura del correspondiente Expediente
Sancionador respecto de los órganos de la demandada en el incumplimiento de sus
deberes en cuanto órganos administrativos integrantes de la demandada y de haber
lugar a la apertura del correspondiente Expediente Sancionador respecto del Ponente
de la Ilustrísima Sección Segunda de la Sala de lo Penal de la Audiencia Provincial de
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Pontevedra en el incumplimiento de sus deberes de Ponencia legalmente establecidos;
Y todo ello con imposición de costas a la demandada por su temeridad en la
declaración efectuada en la Resolución Administrativa impugnada sin cumplir con su
deber legal que aun de oficio le obliga en su debida declaración judicial de nulidad de
pleno derecho e incoación de Expediente Disciplinario respecto de los órganos
periféricos de la demandada en el incumplimiento de sus deberes en cuanto órganos
administrativos de la misma y respecto del Ponente del Rollo de Apelación nº 86/06 de
la Ilustrísima Sección Segunda de la Sala de lo Penal de la Audiencia Provincial de
Pontevedra en el incumplimiento de sus funciones jurisdiccionales consecuencia de la
desatención del cumplimiento de las obligaciones gubernativas por parte de los
Agentes de la demandada".
Por Primero Otrosí Dice, señaló la cuantía en indeterminada y solicitó a la Sala que así
lo acuerde. Por Segundo, interesó el recibimiento del pleito a prueba y señaló los
extremos sobre los que debería versar. Por tercero, pidió que se celebre la pertinente
vista o, subsidiariamente, --dijo-- y para el caso de no admitirse, la apertura del trámite
de conclusiones escritas y, por Cuarto, suplicó que se acuerde "la traducción al español
de los documentos en gallego que obran en autos, concretamente la providencia de
fecha de dos de marzo de dos mil seis y elAuto de fecha de seis de marzo de dos mil
seis dictados en el seno de Rollo de Apelación nº 86/06 por la Ilustrísima Sección
Segunda de la Sala de lo Penal de la Audiencia Provincial de Pontevedra".
CUARTO: El Abogado del Estado contestó a la demanda por escrito presentado el 5 de
febrero de 2007, en el que pidió sentencia "declarando la inadmisibilidad de las
pretensiones respecto de las que se incurre en desviación de poder y desestimando el
recurso en todo lo demás".
QUINTO: Denegado el recibimiento a prueba porauto de 12 de febrero de 2007,
confirmado en súplica por otro de 27 de marzo de ese año, y no estimándose necesaria
la celebración de vista pública, se concedió a las partes el término sucesivo de diez días,
a fin de que presentaran sus conclusiones. Trámite evacuado por escritos presentados
el 11 y el 23 de julio de 2007, incorporados a los autos.
SEXTO: Declaradas conclusas las actuaciones, mediante providencia de 16 de
septiembre de 2008 se señaló para votación y fallo el día 30 de junio de 2009.
SÉPTIMO: En ejecución del Acuerdo de laSala de Gobierno de 3 de noviembre de 2008 ,
se remitieron las actuaciones a la Secretaría de esta Sección Octava, cuya titularidad
ostenta la Ilma. Sra. doña Mercedes Fernández-Trigales Pérez.
OCTAVO: En la fecha acordada, 30 de junio de este año, han tenido lugar la deliberación
y fallo del presente recurso.
En la tramitación de este procedimiento se han observado las prescripciones legales.
Siendo Ponente el Excmo. Sr. D. Pablo Lucas Murillo de la Cueva , Magistrado de la Sala
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FUNDAMENTOS DE DERECHO
PRIMERO: Don Juan Pedro recurrió en alzada ante el Pleno del Consejo General del
Poder Judicial contra un acuerdo gubernativo "cuyos efectos se conocen pero cuya
autoría y fecha se desconocen". Se refería al que provocó la sustitución del magistrado
don Luciano Varela Castro en la composición de la Sección Segunda de la Audiencia
Provincial de Pontevedra que juzgó el rollo de apelación 86/2006 por don Javier
Menéndez Estévez. Aducía el recurrente que las que llama "desaparición" del primero y
"aparición" del segundo se habían producido sin motivación alguna y en infracción del
artículo 207 de la Ley Orgánica del Poder Judicial (RCL 1985, 1578, 2635) , así como de
las reglas sobre el procedimiento. Además, imputaba arbitrariedad a la actuación
gubernativa que había determinado tales consecuencias y solicitaba que se declarara
que infringía las normas esenciales sobre el procedimiento, las que regulan las
sustituciones, el derecho fundamental al juez ordinario, el artículo 54.1 a) y f) de la Ley
30/1992, de 26 de noviembre (RCL 1992, 2512, 2775 y RCL 1993, 246), de Régimen
Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común, y
el artículo 9.3 de la Constitución (RCL 1978, 2836).
El Consejo General del Poder Judicial requirió al Sr. Juan Pedro para que identificara el
acto contra el que dirigía su impugnación y como no lo hiciera, invocando los artículos
71.1 y 110.1 b) de la Ley 30/1992, le tuvo por desistido por acuerdo de 28 de junio de
2006.
SEGUNDO: En su demanda el Sr. Juan Pedro explica que por la providencia de 2 de
marzo de 2006 tuvo conocimiento de la composición de la Sección Segunda de la
Audiencia Provincial de Pontevedra que entendería del rollo de apelación 86/2006 y
que, sin embargo, en el auto que lo resolvió esa composición había variado porque no
figuraba en ella don Luciano Varela Castro y sí don Javier Menéndez Estévez, cuya
condición de magistrado de la Audiencia dice ignorar. Apunta, también, que el artículo
71.1 de la Ley 30/1992 sólo es aplicable a los procedimientos iniciados a instancia de
parte y que, en este caso, no consta que la actuación contra la que combate tuviera ese
origen. Subraya que no es a él a quien corresponde justificar la actuación que ha
producido la sustitución indicada y, tras insistir en las razones ya ofrecidas en su
recurso de alzada, añade la responsabilidad del ponente por no haber cumplido
debidamente con su cometido. En virtud de todo ello, rechaza que se le pueda tener
por desistido de la alzada que interpuso y termina pidiendo, además de la anulación
del acuerdo impugnado y de la declaración de las infracciones que le atribuye, que
declaremos, también, que ha lugar a la apertura de expediente disciplinario "respecto
de los órganos de la demandada en el incumplimiento de sus deberes" y respecto del
ponente en el proceso mencionado por el incumplimiento de sus funciones
jurisdiccionales.
TERCERO: El Abogado del Estado pide que inadmitamos las pretensiones de este
recurso que incurren en desviación procesal y que lo desestimemos en el resto.
La desviación la aprecia porque el recurrente ha formulado en la demanda
pretensiones que no guardan relación con los actos impugnados. Por eso, considera
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que deben ser inadmitidas las relativas a la apertura de los expedientes sancionadores
señalados.
En cuanto al acuerdo del Pleno, dice que la inadmisión trae causa del incumplimiento
por el interesado del requerimiento que se le hizo para que concretara el acto
recurrido y que el artículo 71.1 de la Ley 30/1992 es de aplicación general. Observa,
igualmente, que su artículo 110.1 b) requiere que en el escrito de interposición se
precise el acto que se recurre, lo que no se hizo en este caso. Por tanto, se le tuvo
correctamente por desistido, no ya por los defectos del escrito de interposición, sino
porque no cumplió el requerimiento que se le hizo para que subsanase los defectos de
aquél.
Por último, señala que el Consejo General del Poder Judicial carece de jurisdicción para
conocer de la impugnación de la composición de "la Sala de lo Penal" de la Audiencia
Provincial de Pontevedra en el citado rollo de apelación porque esa es una cuestión
ajena a la Jurisdicción Contencioso Administrativa, conforme al artículo 68 de la Ley de
Enjuiciamiento Civil (RCL 2000, 34, 962 y RCL 2001, 1892) , tal como lo ha interpretado
la sentencia de esta Sala de 14 de septiembre de 2006 (RJ 2006, 7346) (recurso
92/2003).
CUARTO: A la vista de cuanto se ha expuesto, lo primero que hemos de decir es que
tiene razón el Abogado del Estado: no son admisibles las pretensiones del recurrente
de que se abran expedientes sancionadores al ponente en el rollo de apelación y a los
órganos del Consejo General del Poder Judicial porque ni el Sr. Juan Pedro está
legitimado para pedirlo ni se han establecido indicios de responsabilidad disciplinaria.
Aclarado lo anterior, debemos precisar que el objeto del presente recurso se limita a
determinar si el acto impugnado en alzada por el interesado estaba suficientemente
identificado a efectos de lo previsto por el artículo 110.1 b) de la Ley 30/1992 .
Pues bien, según se ha visto, el recurrente consideraba que la sustitución de un
magistrado por otro en la causa de referencia, tal como resulta de la providencia y del
auto que aporta se hizo sin motivación y sin respetar las reglas del procedimiento y con
arbitrariedad. Por eso, quiso impugnar el acuerdo gubernativo al que atribuye ese
cambio en la composición de la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de
Pontevedra y, no conociéndolo, presentó su recurso en la forma sabida y no atendió al
requerimiento que le hizo el Consejo para que identificara el objeto de su alzada,
porque, según decía, no tenía noticia de ese acto más que por sus efectos.
El artículo 110 de la Ley 30/1992, dispone lo siguiente en orden a la formulación de ese
recurso:
"1. La interposición del recurso deberá expresar: (...) b) El acto que se recurre y la razón
de su impugnación".
Esta exigencia fue puesta por el Consejo en relación con elartículo 70 de esa misma Ley
según el cual:
"1. Las solicitudes que se formulen deberán contener: (...) b) Hechos, razones y petición
en que se concrete, con toda claridad, la solicitud. (...)".
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Y, desatendido el requerimiento de subsanación, en virtud del artículo 71.1, siempre
del mismo texto legal, se tuvo por desistido al Sr. Juan Pedro de su alzada.
Es verdad que este último precepto está pensado para las solicitudes que formulan los
interesados como mecanismo de iniciación del procedimiento y no para los recursos.
No obstante, también lo es que, precisando el artículo 110 de la Ley 30/92 los
requisitos que ha de contener el escrito de interposición del recurso del alzada, entre
ellos el acto que se recurre y la razón de su impugnación, no contempla
específicamente un mecanismo de subsanación de los defectos u omisiones que pueda
contener dicho escrito. De ahí que se acudiera, analógicamente y con el fin de no
causar indefensión, a lo previsto en el artículo 71.1 concediendo un plazo de diez días
al interesado para que concretara el acto que recurría y las razones de la impugnación
apercibiéndole de las consecuencias de no atender el requerimiento en dicho plazo -que se le tendría por desistido--, como finalmente se acordó.
QUINTO: No advierte esta Sala infracción alguna en que se hiciera este requerimiento
al Sr. Juan Pedro en los términos indicados. Más bien, cabe entender que ese proceder
guarda proporción con la finalidad perseguida que no es otra que la de identificar el
acto contra el que se dirige el recurso de alzada para, así, estar el Consejo en
condiciones de apreciar su propia competencia y todos los demás requisitos que han
de cumplirse para que pueda entrar a su examen.
Al mismo tiempo, es cierto que el interesado pudo recabar de la misma Sección
Segunda de la Audiencia Provincial de Pontevedra el acuerdo en cuestión. En este
sentido, ha de resaltarse que no ha alegado iniciativa alguna en ese sentido.
Ahora bien, ante estas afirmaciones se alza la evidencia de que, tanto el acto recurrido
(el que dispuso la conocida sustitución), como las razones de su impugnación (los
defectos formales y la infracción de los artículos 207 de la Ley Orgánica del Poder
Judicial y 9.3 de la Constitución) aparecían con suficiente claridad y precisión en el
escrito de interposición y que el conocimiento de sus consecuencias sólo lo tuvo el
actor por el auto que resolvió el rollo de apelación 86/2006. Es posible concluir, por
tanto, que el Sr. Juan Pedro había aportado en la vía administrativa los datos
identificativos que tenía en su poder, los cuales, eran suficientes para que el Consejo
General del Poder Judicial diese el paso de completarlos por sí mismo sin desplazar
sobre el recurrente la carga de aportarlos, pues le era más simple y eficaz conseguirlo y,
mucho menos, intimarle a afrontarla con la consecuencia del desistimiento de no
atender el requerimiento.
Cuanto se acaba de decir basta para estimar el recurso en este extremo.
SEXTO: Suerte distinta han de seguir las pretensiones dirigidas a que declaremos que la
actuación impugnada, la sustitución, incurre en las infracciones que le atribuye la
demanda ya que el Consejo General del Poder Judicial no llegó a efectuar
pronunciamiento alguno al respecto. Solamente cuando lo haga podremos revisar la
decisión que adopte sobre el particular, si es que se nos vuelve a someter esa cuestión
a nuestra decisión.
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En consecuencia, la estimación de este recurso ha de ser parcial.
SÉPTIMO: Conforme a lo establecido por el artículo 139.1 de la Ley de la Jurisdicción
(RCL 1998, 1741), no se hace imposición de costas.
En atención a cuanto se ha expuesto, en nombre del Rey y por la autoridad que nos
confiere la Constitución Española,
FALLAMOS
1º Que estimamos en parte el recurso contencioso-administrativo nº 302/2006,
interpuesto por don Juan Pedro contra el acuerdo del Pleno del Consejo General del
Poder Judicial de 28 de junio de 2006 que le tuvo por desistido de su recurso de alzada
97/06, acuerdo que anulamos.
2º Que devolvemos las actuaciones al Consejo General del Poder Judicial para que
tramite y resuelva el recurso de alzada 97/06.
3º Que no hacemos imposición de costas.
Artículo 72. Medidas provisionales:
Tribunal Supremo Sala 3ª, sec. 6ª, S 28-5-2010, rec. 1625/2006. Pte: Lesmes
Serrano, Carlos
RESUMEN
El TS estima el recurso de casación interpuesto por la Junta de Andalucía contra la STSJ,
y en su lugar dicta otra por la que desestima el recurso contencioso administrativo
interpuesto contra la desestimación presunta de la reclamación por responsabilidad
patrimonial formulada ante la Consejería de Agricultura y Pesca, por los daños
ocasionados a consecuencia de la orden autonómica de inmovilización de los
productos comercializados, consistentes en aceite de orujo de oliva y que tuvieron su
origen a partir de la alerta alimentaria relativa al aceite de orujo. La Sala aplica la
doctrina que considera correcta la actuación de la Administración autonómica cuando
acordó la inmovilización cautelar transitoria de parte del producto consistente en
aceite de orujo de oliva envasado, pues el precepto en que se basa la resolución
consiste en una pura actuación provisional administrativa preventiva de las
enumeradas en el art. 72 Ley 30/1992 para hacer frente a un riesgo inminente y que
pueden adoptarse sin procedimiento. Asimismo, la inmediatez entre la alerta y la
Orden Ministerial que establece los límites máximos tolerables de hidrocarburos
aromáticos policíclicos en el aceite de orujo de oliva, demuestra la diligencia de la
Administración y la no antijuricidad del daño.
TSJ de Valencia Sala de lo Contencioso-Administrativo, sec. 1ª, S 1-2-2010, nº
141/2010, rec. 72/2009. Pte: Iruela Jiménez, Mª de los Desamparados
RESUMEN
El TSJ estima el recurso contencioso-administrativo interpuesto por la vía especial de
protección de los derechos fundamentales contra la resolución de la Directora General
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de Promoción Institucional de la Secretaría Autonómica de Comunicación de la
Presidencia de la Generalidad Valenciana por la que se imponía sanción al recurrente
por prestar sin autorización el servicio de radiodifusión sonora en ondas métricas. La
Sala anula la resolución en cuanto acuerda la medida de carácter provisional
consistente en el cese de las emisiones de radiodifusión sonora de ondas métricas con
modulación de frecuencia, por vulnerar su derecho de defensa y a un proceso
sancionador con todas las garantías, ya que carece de motivación y se ha omitido el
trámite de audiencia al interesado.
La referida ausencia de motivación de las razones que llevaron al órgano administrativo
a adoptar la medida provisional de cese de las emisiones de radio, así como la omisión
del necesario trámite de audiencia a la mercantil interesada previo a la adopción de tal
medida, vulneran lo dispuesto en los arts. 54.1.d), 72.1 y 136 de la Ley 30/1992
EDL1992/17271 y en el art. 15.1 del Real Decreto 1398/1993, de 4 de agosto
EDL1993/17573, y permiten entender conculcado por la Administración el derecho de
defensa de la ahora demandante y el derecho que asistía a la misma a un
procedimiento sancionador tramitado con todas las garantías proclamados en el art.
24.2 de la C.E EDL1978/3879. En consecuencia, la resolución administrativa impugnada
es nula de pleno derecho, de conformidad con el art. 62.1.a) de la citada Ley 30/1992,
de 26 de noviembre EDL1992/17271, por lo que procede, a tenor del art. 121.2 de la
Ley 29/1998, de 13 de julio EDL1998/44323, la estimación del presente recurso
contencioso-administrativo.
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CASOS PRÁCTICOS
1. Una empresa denuncia ante La Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones a
una Compañía de Teléfonos por el corte de suministro de los servicios. La comisión
solicita información a la empresa de telefónica en repetidas ocasiones… pasado un año
ésta se niega a suministrar información porque dice que ha caducado el plazo para ser
sancionada. ¿Es esto correcto? ¿Ante qué trámite nos encontramos?
2. Una empresa recibe una subvención para construir un centro de impresión y
encuadernación: Destinado a comprobar el cumplimiento de las condiciones de la
subvención la Comisión Delegada de Gobierno para Asuntos Económicos inicia un
período de información previa. ¿Cuánto debe durar este? Si de esa investigación se
descubre que se ha producido un incumplimiento ¿Qué debe hacer la administración?
3. El Real Decreto 2568/86 dice que la moción de censura de un alcalde debe ser
suscrita por la mayoría absoluta de los Concejales de un Ayuntamiento, e incluir el
nombre del candidato propuesto para Alcalde. En ese caso se deberá celebrar una
sesión extraordinaria que habrá de ser convocada por el Alcalde.
En un municipio, presentada la solicitud en forma el Alcalde decidió retrasar la
convocatoria del pleno hasta que se terminó la tramitación de unos expedientes
abiertos contra los concejales de los que se derivarían responsabilidades
administrativas e incluso penales para los mismos… depuradas éstas se celebraría la
sesión… ¿es correcta esta actitud?
4. Una entidad religiosa menor solicita su inscripción en el registro de estas entidades…
pero no recibe respuesta en el plazo de 6 meses. Siendo el sentido del silencio en estos
casos positivo. ¿Será correcto interpretar que la entidad religiosa debe ser inscrita si
no reúne los requisitos que esa misma norma establece?
5. Una empresa reclama al SACYL los intereses de demora de unas facturas que se
pagaron tres meses después de ser emitidas. La administración, recibido el escrito,
contestó a la empresa para que en el plazo de 10 días aportara copia de las facturas
que aparecían detalladas en el escrito presentado por la empresa, a tenor de lo
establecido en el art. 70.1.b. La administración, al no recibir la copia de las facturas
deniega la solicitud de pago de intereses de demora y archiva el procedimiento. ¿Es
esta actuación correcta?
6. En un concurso al que se presenta un funcionario olvida introducir sus certificados
acreditativos de haber realizado un curso de formación en materia de procedimiento
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administrativo… ¿se puede inadmitir su solicitud por esta razón? Recuerda los
principios que informan el procedimiento administrativo
7. Un ciudadano chino, con situación regularizada en España, solicita un permiso de
trabajo por cuenta propia –tipo D-. En su escrito de solicitud olvida incluir el preceptivo
proyecto de establecimiento o actividad a realizar y la acreditación de que se han
solicitado las licencias de apertura de dicha actividad.
La resolución le deniega el permiso por considerar que la apertura de su negocio (un
restaurante) carece de relevancia para la economía nacional sin basarse en ninguno de
los estudios que la propia norma exige y sin poder constatar la obra que se realizó y el
montante económico de la inversión que hizo que, era importante, para lo que suele
constituir la tónica habitual en este tipo de permisos ¿Qué preceptos ha vulnerado la
administración?
El ciudadano chino acude a la vía judicial y le conceden el permiso tipo D… ¿en este
caso habría una extralimitación del poder judicial en su función estrictamente
revisora?
8. El pleno del Consejo General del Poder Judicial adopta un acuerdo por el que en el
transcurso de un procedimiento penal desaparece uno de los magistrados y aparece
otro sin motivación alguna (infringiendo la LOPJ). El recurrente interpone recurso de
alzada contra ese acto “cuyos efectos se conocen pero cuya autoría y fecha se
desconocen” y pide que se sancione a los jueces y al CGPJ.
El consejo le requiere para que aclare más el objeto de su petición y aporte el acto
recurrido…como no lo hace le tiene por desistido. ¿Es correcta esta actuación?
9. Una Orden Ministerial establece los límites máximos de hidrocarburos aromáticos
policíclicos en el aceite de orujo de oliva, debido a una alerta alimentaria. A la vista de
la Orden, la Consejería de Agricultura y Pesca de la CA de Andalucía decide inmovilizar
lotes de aceite de orujo de oliva embasado de forma cautelar y transitoria. ¿Es correcta
esta actuación? ¿Se ajusta al art. 72 de la Ley 30/1992?
10. La Directora General de Promoción Institucional de la Secretaría Autonómica de
Comunicación, impone a la cadena de radio Intereconomía una sanción por prestar sin
autorización el servicio de radiodifusión sonora de ondas métricas.
Atendiendo al art. 72 de la Ley 30/1992 se decide acordar la medida provisional de cese
de las emisiones de radiodifusión. ¿Es esta actuación correcta?
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Mariloy Díaz
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ANALISTA DE GESTIÓN ADMINISTRACIÓN Y FINANZAS
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Sol Céspedes
Ramona Pérez
GESTIÓN DE REGISTRO E INFORMACIÓN
Glennys Díaz
Gestora
Denia Pichardo
Analista
GESTIÓN DE ATENCIÓN E INFORMACIÓN AL USUARIO
Adriano Francisco
Gestor
Guillermo Haché
Especialista
ANALISTAS GESTIÓN DE ATENCIÓN E INFORMACIÓN AL
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José Luis. Rodríguez
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