El Juicio por Jurados y el idioma de la Constitución

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VIII Congreso Nacional de Derecho Procesal Garantista
¾ Ponencia: El Juicio por Jurados y el idioma de la Constitución:
¿amable sugerencia o cera en orejas congresales?
Por: Estudiantes de la Facultad de Derecho
Universidad Nacional de Catamarca
Alumnos de la Cátedra de Derecho Procesal Penal
Prof. Titular: Dr. Acuña, Porfirio R.
Datos Personales:
•
Nombre y Apellido: María Emilia del Valle Brandán.
DNI: 32.027.104
Domicilio: Bº Ojo de Agua s/n
San Fernando del Valle de Catamarca – Catamarca
Teléfono: (03833) 425419
Mail: sagy_77@hotmail.com
•
Nombre y Apellido: Zaira Justiniano.
DNI: 31.644.926
Domicilio: Bº 20 de Marzo - Casa 21
San Fernando del Valle de Catamarca – Catamarca
Teléfono: (03833) 15466609
1
Mail: zaira_77@hotmail.com
•
Nombre y Apellido: Jonathan Cristian Rasjido.
DNI: 32.027.822
Domicilio: Tucumán 1.899
San Fernando del Valle de Catamarca – Catamarca
Teléfono: (03833) 430332
Mail: rasjido03jonathan@hotmail.com
•
Nombre y Apellido: Natalia Herrera.
DNI: 28.309.623.
Domicilio: Bº Luis Franco “D” – Casa 18
San Fernando del Valle de Catamarca – Catamarca
Teléfono: (03833) 429302
Mail: natihache@gmail.com
2
“La Constitución es un marco por donde pasa la vida”
Herman Heller
El tema de la institución del juicio por jurados en el derecho positivo
argentino, ha sido objeto de arduas, diversas e interminables consideraciones
en la historia de nuestra cultura jurídica, que se remontan a los albores de
nuestra Patria, y que han versado sobre los más variados aspectos de este
instituto. Ello ha sido posible por ser fabulosamente vasto en orden a su
contenido, que puede abordarse desde el tratamiento de sus ventajas y
desventajas (con la respectiva exposición de los argumentos aducidos por la
doctrina, y jurisprudencia, y la consideración de la legislación comparada y su
evolución), el origen histórico del instituto, su desarrollo ulterior, sus formas,
presupuestos, fundamentos, antecedentes de la incorporación en nuestra
Constitución, motivos que inspiraron su inclusión a nuestros constituyentes,
razones de su postergación por el Congreso, alcance de su potencial
reglamentación, etc., etc., etc.
La imposibilidad de tratarlo en su totalidad (impensable para un trabajo
como el que nos ocupa), nos lleva a analizarlo desde un enfoque más modesto:
será en este caso el relacionado con la vigencia normativa de un mandato
constitucional que lleva más de un siglo y medio esperando por realizarse.
En efecto, nuestra Constitución Nacional dispone el establecimiento del
Juicio por Jurados como sistema de enjuiciamiento, en tres de sus artículos:
El art. 24, que se encuentra en el Capítulo Primero destinado a las
Declaraciones, Derechos y Garantías (Parte Dogmática) de nuestra Ley
3
Suprema, y reza: “El Congreso promoverá la reforma de la actual legislación en
todos sus ramos, y el establecimiento del juicio por jurados”;
El art. 75 inciso 12 , que se encuentra en la “Segunda Parte” (orgánica)
de la C. N., en el capítulo aplicado a las Atribuciones del Congreso, le acuerda:
“Dictar los códigos Civil, Comercial, Penal, de Minería, y del Trabajo y
Seguridad Social, en cuerpos unificados o separados... ...y especialmente leyes
generales para toda la Nación sobre naturalización y nacionalidad... ...y las que
requiera el establecimiento del juicio por jurados”;
El art. 118, por fin, en el capítulo consignado a las atribuciones del
poder Judicial, dispone: “Todos los juicios criminales ordinarios, que no se
deriven del despacho de acusación concedido en la Cámara de Diputados se
terminarán por jurados, luego de que se establezca en la República esta
institución...”.
“”Esa promesa de los derechos humanos para todos (...) requiere,
necesariamente, el despliegue de los deberes humanos para
que aquellos adquieran cabal vigencia y efectividad.”
María Angélica Gelli
No interesa aquí emitir juicios de valor acerca de la decisión adoptada
por nuestros constituyentes1., ya los de 1853, ya los de 1994 que,
adelantamos, consideramos una confirmación de los preceptos por el sencillo
hecho de su no-exclusión del texto supremo.2
4
Interesa sí, superar la parsimonia con que hemos venido abordando un
problema que compromete el valor que se le asigna en nuestra sociedad a
nuestra mismísima carta de presentación como Estado. Tenemos en ella
preceptos que no pueden estar “de adorno”, y si ellos no se adecuan a nuestra
idiosincrasia, “espíritu”, tiempos modernos, o si por cualquier otra razón no
deben realizarse, debemos sacarlos de la Constitución3. Pero mientras allí
permanezcan, deberán cumplirse.
Estamos
aquí
convocados
para
tratar
sobre
las
Garantías
Constitucionales del Proceso: La Primera Garantía que debe existir para
todos los ciudadanos, es la obediencia a la Constitución4 por parte de
quienes deben cumplimentarla. Si lo que ella ordena puede ser ignorado, no
hay ninguna garantía garantida.5
Insistimos: no es una cuestión menor, no se trata de “un instituto”, se
trata del respeto por el pilar fundamental sobre el que reposa toda nuestra
organización institucional, nuestra vida, nuestra identidad como país.
En fin, lo dicho por Héctor Granillo Fernández:6 “De una vez por todas,
debemos llegar a la completa concientización de que la Constitución Nacional
no se discute sino que se debe cumplir.”7
“Decían los griegos que en un patio la baldosa
que más se nota es la que falta”8
Al estudiar este instituto en sus distintos aspectos, nos tropezamos con
un dato que nos dejó pasmados y en el que no conseguimos dejar de pensar
5
(casi obsesivamente) a lo largo de toda la labor. Estérilmente pretendimos
abocarnos al análisis de otras facetas del tema durante su estudio: un siglo y
medio (y monedas) nos arañaba la conciencia.
Naturalmente tamaña cifra de “olvido” nos causó enorme impresión; no
salíamos del ASOMBRO que nos provocó el dar con artículos constitucionales
librados a la más oronda indiferencia. De allí la elección de este punto.
Somos estudiantes de derecho, y en ese ámbito académico fuimos
siendo educados en el sentido y alcance del Estado de Derecho, supimos de
las luchas que valió su consagración, de sus presupuestos necesarios, de sus
corolarios lógicos. Todo ello nos hizo amar “nuestra” Constitución Nacional,
admirarla, respetarla, no dudar ni un instante de la fuerza de sus postulados.
Podremos o no comulgar con ellos, podremos elucubrar transformaciones
posibles para consolidarla, actualizarla, pulirla; podremos llegar a renegar de
alguno de sus preceptos y argumentar contra ellos para promover su
sustitución, mejora y aún exclusión, pero siempre en un plano rigurosamente
teórico; lo que no podremos, jamás, es usar esas alegaciones para entorpecer
su efectivización en la práctica, lesionando de ese modo la incolumidad de la
Norma Suprema, que es “alma” (representación de los principios que
abrazamos y de nuestras más sublimes creencias y aspiraciones) de nuestro
país.
Ni
aún
siendo
la
Constitución
“herramienta
para
el
mejor
desenvolvimiento de la sociedad”9, puede desecharse alguna orden suya por
“inservible”. Y esto es así desde que nadie tiene atribución para realizar ese
6
juicio fuera del poder constituyente10. Precisamente fue pensada como límite a
la autoridad de los poderes constituidos. Si el Congreso puede prescindir de
sus mandatos por no ser “herramienta útil para el desarrollo social”, no
tengamos Constitución y confiemos en que el Congreso llanamente reglamente
lo que le parezca y derogue lo que estime oportuno, ilimitadamente. Grave.
La Constitución –su existencia- es, per se, la Primera Garantía
Ciudadana11: para el mejor desenvolvimiento de la sociedad deja un
enormísimo campo de actuación discrecional al Congreso; pero en aquello que
se pronuncia en un sentido (correcto o no, conveniente o no), no puede ser
desoída. Es lo que nos garantiza a los ciudadanos no estar librados a los
poderes del Estado.
Las garantías procesales contenidas en nuestra Carta Magna no pueden
quedar sujetas a criterios políticos. No hay en el estricto Estado de Derecho
nadie que pueda arrogarse ese poder legítimamente.
Mientras más investigábamos sobre el origen y desarrollo del instituto
del juicio por jurados en nuestro país, fue poseyéndonos el DESCONCIERTO.
La supremacía constitucional tan solemnemente proclamada (que había
insuflado en nuestros espíritus, con cierto sentimiento de orgullo, un profundo
respeto por la Ley Suprema), cedía ante un descarado desacato a nuestra
Carta Magna. Peor aún: Ello encontraba eco en muchos de nuestros más
grandes juristas que, con mayor o menor discreción, consentían (cuando no
promovían) dicha desobediencia, además de minimizarla al no encuadrar la
discusión en su verdadera dimensión (se trata de un texto constitucional!!!).
7
Sentimos TRISTEZA. A medida que nos adentramos en los laberintos de
disquisiciones insolentes, evocábamos la clasificación de las Constituciones
que discriminaba entre aquella Constitución que “refleja la finalidad del
movimiento constitucionalista respecto de la concreción de la libertad y
dignidad del hombre... ... pero que además de semejante estructuración
formal... ... es efectivamente observada...” (normativa), de “aquella que, si bien
su texto responde formalmente a los fines del movimiento constitucionalista,
dista de ser cumplida fielmente en la práctica”(nominal).12 No obstante sería
radical calificar de nominal a nuestra Constitución por la omisión del Congreso
de estatuir, tal como ella le manda, el juicio por jurados (sobre todo teniendo en
cuenta que ello no ocurre con la mayoría de las mandas constitucionales -que
son cumplimentadas-); la cuestión no puede ser subestimada: cada letra de la
Constitución es la Constitución misma13, y merece por ello el mayor de los
respetos. De afirmar lo opuesto, la excepción podría convertirse en regla; la
supremacía en quimera; la Ley Fundamental en un “simple pedazo de papel
con la consiguiente frustración para los gobernados...”14 que se verán
“...tentados de escapar de un orden constitucional que no puede satisfacer sus
necesidades para caer en las panaceas escatológicas de la flautas mágicas de
los cazadores de ratas”15; el Estado de Derecho será entonces poco menos
que un precioso recuerdo.
Con todo lo expuesto, nos invadió la NECESIDAD de recorrer este
camino que, habiendo sido recorrido por tantos antes, sigue y seguirá siendo
8
transitable mientras esa puerta que permite infiltraciones a la incolumidad de la
Ley que es base y fundamento de nuestra sociedad, continúe entornada.
Ya inmersos de lleno en el tema, la evidencia de que esta preocupación
es compartida por una innumerable cantidad de estudiosos del tema que
dedicaron sus esfuerzos a analizarlo y exponerlo en congresos, seminarios,
artículos, trabajos científicos, proyectos legislativos, etc., probablemente
merced a la conjunción de factores tales como el descrédito innegable y
generalizado que tiene la sociedad en relación al manejo de la administración
de justicia (que ha llevado a hablar de “crisis judicial”), y la fractura visible entre
la sociedad y los poderes del Estado en general, factores que tuvieron la
virtualidad de despertar la inquietud en torno a este problema; nos hizo pensar
en ser parte de un movimiento mayor que tiene en este momento histórico,
como impostergable ya, una misión: defender nuestra primera garantía.
La crisis suele tener esa virtud de imprimir dinamismo en los espíritus.
“La tempestad lleva al puerto”, decía San Martín. Estamos en un punto en el
que muchos tiramos para un mismo lado. En medio de la tempestad, vamos al
puerto16. Sentimos ESPERANZA.
“Hay un arsenal de palabras asesinadas”.
9
Chesterton
Muchas líneas se escribieron en relación al establecimiento del Juicio
por Jurados en nuestro derecho positivo.
Mucho se dijo sobre las causas de la omisión17 del mandato por parte de
sus destinatarios18 (que además se discute si es el Congreso o si pueden
hacerlo las Provincias, por el viejo debate referido a las facultades “reservadas”
y las facultades “delegadas”).
Sin entrar en la polémica que es ajena a nuestro objetivo específico,
recalcando sólo para que no pase desapercibido que estimamos que, siendo
en principio una facultad del Congreso19, las Provincias pueden reglarlo
mientras aquél no lo haga20; haremos una diminuta mención de los motivos
que, según exponen la mayor cantidad de autores, determinaron la omisión
antedicha. En este sentido, entre las causas más frecuentemente citadas se
encuentran el considerar que ejerció decidido influjo nuestra conocida filosofía
“europeísta”. Los autores que sostienen esta tesis aducen que, aún habiéndose
inspirado nuestros constituyentes en relación a este tema
en el derecho
anglosajón, nuestra cultura de “idolatría romana y napoleónica”21 en lo jurídico,
impidió, a ejemplo de Europa, que receptemos el instituto. Otras tesis señalan
que el quid de la cuestión residiría en el hecho de ser “foránea” (cosa que se
vincula a tesis anterior), ajena a nuestras tradiciones y sentimientos22; otras,
más sinceradas, directamente hablan de inactividad ex-profesa por cuestiones
de “prudencia política”.
10
La no implantación no tiene, en verdad, excusas válidas. Esto es así por
las razones ya esgrimidas de que el Congreso no puede “hacerse el sordo”
cuando la Constitución “le habla”, sin importar lo que piense de lo que ella le
diga.
Como consecuencia de su inacción, se han elaborado “postulaciones” de
todo tipo, algunas de ellas, francamente intolerables. Consideramos inadmisible
la opinión de Sagués a quien sin perderle el respeto que innegablemente
merece, nos vemos en la obligación de refutar radicalmente en su
consideración de que la insubordinación al mandato constitucional ha hecho
operar un proceso de desuetudo contra constitucionem23. Tal proceso, en un
Estado de Derecho, no existe. El simple desacato no puede tener nunca fuerza
derogatoria de una ley, máxime si ella es texto constitucional. La consideración
de este autor deriva de su concepción del mandato constitucional del
establecimiento del juicio por jurados, como de carácter operativo; de manera
que, no habiéndose operado inmediatamente (ni muchos menos –lleva ya más
de siglo y medio-), quedó “derogado por el desuso”. Al margen de lo que ya
expresamos pensamos de eso, merece atención el tema (tan discutido
también) del carácter operativo o programático de los preceptos que
estudiamos.
Mucho se discutió sobre la interpretación que debía darse a los arts. 24,
75 inc. 12 y 118 de la C. N. . Una de las materias más sobresaliente (y de
mayor relevancia por sus derivaciones prácticas), fue relativa al carácter del
mandato constitucional hacia el Congreso: si debía ser considerado
11
programático u operativo, es decir, si el legislador debía instrumentarlo de
manera inmediata, o si era una “delineación” de lo que debía consumar
“cuando considere oportuno”.
En ese sentido, hay una fuerte corriente de pensamiento que justifica la
omisión del Poder Legislativo que en el tema que nos ocupa. Es aquella que
sostiene que las cláusulas que disponen el establecimiento del juicio por
jurados, no fueron pensadas sino como simplemente condicionales, sin fijar
plazo alguno24.
La Corte Suprema de Justicia también ha adoptado este criterio en
distintos fallos25, pero el último de éstos data del año 1947 (Fallos: 115:92;
165:258 y 208:21 y 25 respectivamente)26, de manera que ya le fue concedido
al Congreso más que prudente lapso para hacerlo27. Volveremos sobre esto en
la conclusión.
Cuestiones que no son menores a la hora de analizar el asunto que
tratamos, es la concerniente a las posiciones encontradas que se han dado en
la doctrina nacional sobre si la instauración efectiva del juicio por jurados
resultaría provechosa o no, con las correlativas arguciones. Habiendo señalado
antes que ello escapa en verdad al los límites del tema expuesto, creemos que
no es vano pasar ligera revista por las más trascendentes de ellas, por
entender que se vincula íntimamente con la postergación “sine die” del juicio
por jurado por parte del Congreso, no obstante ser un auténtica garantía
procesal emanada de manera patente del texto fundamental.
12
Entre las posturas que avalan la no implantación del juicio por jurados,
se distinguen aquellas que la resisten “de cuajo”, de las que sugieren mayores
dilaciones en pos de evitar precipitaciones que conduzcan a su fracaso (que en
definitiva también la impugnan, porque ya hemos visto adónde llevan este tipo
de pruritos –llevamos más de 150 años aguardando las condiciones óptimas-);
por fin, se encuentran los que sin resistir su establecimiento, advierten que
debe realizarse con ciertas limitaciones (de competencia, alcance en general,
requisitos especiales, etc).28
“Todo para el pueblo, pero sin el pueblo”29
Las razones que a menudo se han argüido en contra del acatamiento de
la Norma Fundamental en orden al establecimiento del Juicio por Jurado se
resumen en: la influencia de la opinión pública; falta de idoneidad30;
permeabilidad ante las presiones populares o clamor populis31; la dificultad que
representaría integrar el instituto al “sistema procesal” (que supondría un
reajuste general del mismo), el supuesto fracaso de las experiencias aisladas
(v. gr., en la Provincia de Córdoba); el fenómeno de la “huída del jurado” que se
advierte en los países que otrora lo abrazaran; la falta de tradición32 y la falta
de interés que estiman acaecerá por parte de la sociedad33 lo que minará su
éxito; la burocracia que presumen se verá acrecentada por el “enmarañado”
método de selección de los miembros del jurado; objeciones de índole
económica (onerosidad que juzgan conlleva la efectuación del mandato);
también se alegó que su establecimiento resultaría inconstitucional por afectar
13
garantías del debido proceso34 (lo que importaría tildar de contradictoria a la
propia Constitución); también se aduce un “temperamento y falta de instrucción
cívica” por los ciudadanos que no estarían en condiciones de asumir la
responsabilidad que el instituto supone35 (lo que tendrían, al pensar de quienes
sustentan estas ideas, los ciudadanos de los países anglosajones36). Es clásica
la crítica a la “arbitrariedad” del veredicto (no fundado, inapelable); a la
separación de hecho y de derecho (que vendría de la mano de la división de
tareas del jurado y el juez técnico); la hipotética “imparcialidad viciada” por
injerencias extrañas (prensa, prejuicios, etc); la conjeturada resistencia de la
sociedad misma37; ha sido tratado como un atentado al sistema representativo
y contrario a la independencia judicial; se teme que termine expresando una
expresión de los prejuicios medios de una sociedad (creencia que resulta un
verdadero prejuicio); la subjetividad en general que se imputa al juicio
(“puramente emocional”) del jurado (con el consecuente riesgo de injusticias –y
citan el caso Simpson y otros de la jurisprudencia comparada-), a lo que
colocan frente a la “indiscutida” racionalidad pura que es propia del Juez; y
podríamos continuar indefinidamente38.
Es fácil colegir que estos argumentos no nos parecerán bastantes para
justificar el apartamiento de la Regla Máxima porque, lo habrán notado ya,
ninguno lo hará.
La verdad es que aún cuando no ameritan, a nuestro entender, un
detenimiento
para
evaluar
la
sensatez
de
sus
postulaciones
(por
impertinentes39); nos servimos de esta oportunidad para dejar sentado que,
14
desde nuestra óptica, ninguno de los fundamentos esbozados es terminante o
incontrovertible: unos, por ser “obstáculos” harto salvables; otros, por gratuitos
(todos los imbuidos de ingredientes proféticos, futurología, reflexiones
apriorísticas40 de cualquier índole, etc). Es sumamente ponderable la postura
de quienes tienen presente las dificultades que resultan de la inserción del
juicio por jurados en el sistema procesal vigente cuyas instituciones deberán
ser repensadas para armonizar con la reforma. Coincidimos con la
preocupación, que debe ser prevista y analizada por los juristas de país, de
manera diligente. Sobra insistir que, reconociendo la validez del planteo, no nos
alcanza para soportar la pasividad ante el designio constitucional41.
“La Democracia es el gobierno del pueblo,
por el pueblo y para el pueblo”
Lincoln
No todas han sido espinas en la historia de la lucha por la primacía de la
manda Constitucional. Hubo en su devenir denodados esfuerzos por vencer las
obstrucciones puestas a la consagración del Juicio por Jurados, como
testimonio de la veneración debida a nuestra Ley Suprema; por hacer realidad
aquello que no era dable de concebir como una mera expresión de deseos42,
por plasmar en nuestro derecho positivo aquello que concibieron como principio
esencial de la República, axioma de la Libertad, baluarte de la Democracia.
“Las instituciones son hechos prácticos y se las conoce,
15
como a los árboles, por sus frutos.”
Nicolás Avellaneda43
Enarbolando estas banderas de devoción por nuestra Ley Fundamental,
constitucionalistas, procesalistas y juristas en general, proclamaron las
bondades del juicio por jurados que, en escueta síntesis, pueden repasarse
destacando, en primer término, el capital aporte que significó el “visto bueno”
de figuras emblemáticas de la Patria, tales los ex presidentes Mitre44,
Sarmiento45 y Avellaneda46 (quienes propiciaron proyectos de reglamentación47
del juicio por jurados, aunque sin alcanzar fructuoso resultado); y otras insignes
personalidades como Joaquín V. González48, Juan María Gutiérrez49,
Florentino González50 y Victorino de la Plaza51, Aristóbulo del Valle52, Manuel
Dorrego53, Octavio Bunge54, Tomás Jofré55, Enrique del Valle Iberlucea56,
Manuel Ruiz Moreno57, Mittermaier58, Maier59, Alberto M. Binder60, Jorge
Alberto Sandro61 , José Ignacio Cafferata Nores62, Eugenio R. Zaffaroni63, y la
lista continúa64.
“Mi ´programa´ es la Constitución.”
Hipólito Yrigoyen65
Ya hemos atendido a infinitas argumentaciones en pro, y no menos en
contra, de la conveniencia de cumplir con la garantía constitucional del juicio
por jurados.
Hay una parva de proyectos “abortados” y otro tanto “durmiendo”; un par
están tocando las puertas del Congreso. La respuesta urge.
16
Y volvemos, para concluir, a nuestro tema.
“Sólo el pueblo salvará al pueblo”
Luis Herrero66
El juicio por jurados no puede “quedarse en una declaración meramente
retórica” de la Constitución67.
Tenemos la más profunda convicción de que no es posible cercenar ni
en lo más ínfimo la integridad de nuestra Constitución Nacional. La sentimos un
precioso tesoro, digno del más abnegado cuidado. Ella nos dispensa las
mayores protecciones y a su vigencia debemos aplicar el mayor de los
esmeros. Por la importancia que ella reviste, no es admisible tratar como
bagatela ninguna manifestación que la contraríe. No hay insignificancias
cuando una coma suya está en juego.
Cualquier doctrina que se entorpezca su realización, es ofensiva de todo
el cuerpo nacional (del que la Constitución es insignia). Y bajo esa consigna, la
sociedad toda es responsable de velar por su integridad68.
Una frase de Solón nos enseña: “Todos los ciudadanos son miembros
de un mismo cuerpo, y cuando uno de ellos es herido, todos deben sentirse
ofendidos”.
Hemos sido convocados para reflexionar sobre las garantías procesales
que emanan de nuestra Máxima Ley, y al respecto dijimos, y repetimos: La
Primera Garantía que debe existir para todos los ciudadanos, es la
17
obediencia a la Constitución por parte de quienes deben cumplimentarla. Si lo
que ella ordena puede ser ignorado, no hay ninguna garantía garantida.
“La mejor medicina es la que cura”
Florencio Escardó
Con el tiempo transcurrido69 desde que el constituyente impuso al
legislador el mandato de ordenar el establecimiento del juicio por jurados, ya no
caben más demoras a la espera de un momento “oportuno”, ya no cabe el “sine
ira et studio”, el sin prisa y sin pausa de Goethe; a esta altura, es ya con prisa y
sin pausa70.
Hasta aquí, todavía podría haberse concebido que el añoso débito no
representaba en verdad un desacato, sino que esperaba paciente que “se den
las condiciones” necesarias para su concreción. Ya no se puede pensar en ello:
luego de más de un siglo y medio de inercia, la no implementación inmediata
de esta garantía constitucional que consagra el derecho de todos los
ciudadanos de ser juzgados por sus pares, debe ser interpretada como una
clara rebelión contra nuestra más sagrada Norma Jurídica71.
“Siempre se han encontrado pretextos para no cumplir los mandatos de
la Constitución, que han permanecido como letra muerta”, señaló Tomás
Jofré72.
BASTA, decimos nosotros.
Bibliografía
18
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La Ley, 2004.
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ss.
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Cafferata Nores, José I., “Cuestiones actuales sobre el Proceso Penal”,
Editores del Puerto, 2da. Edición actualizada, 1998.
Cafferata Nores, José I., “Introducción al Derecho Procesal Penal”, Ed. Marcos
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Clariá Olmedo, Jorge A. ”Derecho Procesal Penal”, Marcos Lerner Editora
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Erbetta, Guillermo G. “Constitución Nacional, Juicio por Jurados, Necesaria
Vigencia”, La Ley, 1993, E-pp. 906 y ss.
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concordada-“, 3º ED., Buenos Aires, La Ley, 2006.
Hendler, E. y Cavallero, J., "Justicia y Participación. El juicio por jurados en
materia penal", Ed. Universidad, 1988.
Linares Quintana, Segundo V., “Tratado de interpretación constitucional”,
Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1998.
Maier, Julio B. J. “Derecho Procesal Penal”, Tomo I. Fundamentos. 2º Ed.,
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19
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1998.
Obligado, Daniel Horacio, “El Juicio por Jurados en Entre Ríos”, La Ley, 1997E, pp. 1461.
Quiroga Lavié, Horacio, “Constitución de la Nación Argentina Comentada” – 4º
ED., Edit. Zavalía, 2003.
Sagüés, Néstor P. “El juicio penal oral y el juicio por jurados en la Constitución
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Sandro, Jorge A., “Reflexiones sobre el Jurado Popular”, L.L., t. 1992-A:876.
Vázquez Rossi, Jorge, “Derecho Procesal Penal”, Tomo II, Rubinzal Culzoni
Editores, 1997.
Vélez Mariconde, Alfredo, “Derecho Procesal Penal”, Tomo I, 3º Edición – 1º
reimpresión, actualizada por los Dres. Manuel N. Ayán y José I. Cafferata
Nores, Marcos Lerner Editora Córdoba, 1982.
Zaffaroni, Eugenio R., “Dimensión política de un Poder Judicial Democrático”
t.149 pág. 857.
20
Fuente de consultas de valiosa utilidad fueron las siguientes direcciones de
Internet:
www.aaba.org.ar,
http://www.derechopenal.com.ar,
http://www.inecip.org,
www.salvador.edu.ar,
www.elDial.com,
http://www.ancmyp.org.ar,
http://www.abogadosdecordoba.org.ar,
www.carlosparma.com.ar, www.apdp.com.ar, durante la semana del 11 al 18
de Septiembre de 2006.
1
Gelli subraya : “La Constitución (...) es un valor (...) Se construye con la
destreza y los desaciertos...”. Gelli, María Angélica, “Constitución de la Nación
Argentina –comentada y concordada-“, 3º ED., Buenos Aires, La Ley, 2006,
Prólogo a la 3º Edición.
2
Cierto es que la referida reforma estuvo condicionada a los límites de la
cláusula cerrojo que impuso como contenidos pétreos (no alterables) los
artículos de la Parte Dogmática de la C. N., entre ellos, el art. 24; pero no es
menos cierto que la Convención pudo arbitrar, desde la Parte Orgánica,
disposiciones que atenúen el carácter intimatorio de aquel artículo; v. gr. Si
hubiese mencionado en el art. 75 inc. 12, que es facultad del Congreso
promover el juicio por Jurados en caso de juzgarlo conveniente. Y no lo hizo.
Es una clara manifestación de su decisión de mantener la vigencia del
mandato.
3
A favor de ello se expresa Clariá Olmedo (Clariá Olmedo, Jorge A. Derecho
Procesal Penal. Marcos Lerner Editora, Córdoba, 1984. Tomo I, p. 70).
21
4
Ella es nuestra garante. Si ella queda expuesta a albedríos, las garantías
corren igual suerte.
5
Gelli reflexiona “... el símbolo constitucional –como “ley que une” en y pese a
la diversidad- pierde sentido y se desnaturaliza si la promesa de cumplimiento
se rompe, si la alianza social se fisura”. Gelli, María Angélica, ob. Cit.
6
Autor cit., en su prólogo al libro “El juicio por Jurados” de Alfredo Mooney, 3º
Ed.,Francisco Ferreyra Editores, 1998.
7
En igual sentido, sostiene Erbetta “Lo que el país necesita, en cambio, es
aprender a vivir respetando íntegramente los postulados organizativos
societarios de la Constitución Nacional”, (Erbetta, Guillermo G. Constitución
Nacional, Juicio por Jurados, Necesaria Vigencia. La Ley, 1993, E-pp. 906 y
ss.)
8
Recordada por Mooney, Alfredo, ob. cit. p.34.
9
Esta “función” de la Constitución ha sido expuesta, entre otros, por Jorge
Coussirat en su trabajo “El jurado ¿popular o escabinado?... y otras preguntas”,
que puede consultarse en www.apdp.com.ar/archivo/juraesca.htm.
10
Se trata de la más elemental noción de “rango” de “jerarquía”, propia del
Estado de Derecho.
11
Gelli dice: “Las deserciones acerca de los deberes políticos, sociales y
personales dan la medida de la fragilidad institucional y de la debilidad de los
derechos personales y colectivos”. Gelli, María Angélica, ob. Cit.
12
Badeni, Gregorio, Tratado de Derecho Constitucional, Tomo I – 1º Ed., La
Ley, 2004, ps.61 y 62.
22
13
“Cada uno de estos artículos posee toda la fuerza obligatoria para los
individuos, la autoridades y la Nación toda” (Joaquín V. González). “Cada
palabra de la Constitución debe tener su fuerza y significado propio, no
debiendo suponerse que ella ha sido suficientemente usada o agregada, y
rechazarse como superflua o sin sentido” (fallos 95-334), ambas referencias
citadas por Mooney, Alfredo, ob. cit. ps.158 y 120 respectivamente.
14
Badeni, Gregorio, Tratado de Derecho Constitucional, Tomo I – 1º Ed., La
Ley, 2004, p.53
15
Lowenstein, Karl, “Teoría de la Constitución”, p.230, citado por Badeni,
Gregorio, Tratado de Derecho Constitucional, Tomo I – 1º Ed., La Ley, 2004,
p.53
16
“... el desasosiego institucional tiene remedio si intentamos, una y otra vez,
buscar y seguir contra toda tentación los caminos escarpados de la
Constitución y de la ley”. Gelli, María Angélica, ob. Cit.
17
Que, a más, ha sido calificada de “inconstitucional” por Bidart Campos,
Spota, entre otros eminentes juristas.
18
Los países hispano-americanos... “... le han tenido miedo al jurado...”
(Florentino González, “El juicio por jurados”, pág. V, Bs. As. 1869 – citado por
Mooney, Afredo, ob. cit. p.108).
19
Que entendemos se desprende del texto constitucional, en los arts. 24 y 75
inc. 12, que lo dice con absoluta claridad.
20
Seguimos en este la punto la opinión de Obligado, Daniel Horacio. “El Juicio
por Jurados en Entre Ríos”. La Ley, 1997-E, pp. 1461.
23
21
22
Véase sobre el tema: Alfredo Mooney, ob. cit., ps. 63 y 64.
Estos autores, entre ellos Carlos Elbert, González Calderón, y otros no
menos destacados, suelen mencionar que, entre los más fuerte motivos que
inspiraron a nuestros constituyentes para incorporar el mandato en la Ley
Fundamental, estaba la intención de adoptar institutos extranjeros que hicieran
menos compleja la adaptación de los que inmigraran a nuestro país, objetivo
claro de los pensadores de los albores de nuestra Patria.
23
"El juicio penal oral y en juicio por jurados en la Constitución Nacional", El
Derecho tomo 92: 913, en donde se cita en la misma línea de pensamiento a
Aftalión, García Olano y Vilanova; a Lino Palacio y a Goldschmidt – citado en
http://www.derechopenal.com.ar/archivos.php?op=15&id=155
,
de
manera
diferente, Clariá Olmedo entiende que: “Durante la organización nacional no se
legisló el jurado por falta de decisión de los proyectistas, legisladores y
políticos; ahora el tiempo ha adormecido el empuje de las normas
constitucionales,
pero
aún
no
han
muerto;
están
allí
escritas,
recordándonos su vigencia.” (Clariá Olmedo, J.; “Derecho Procesal Penal”,
tomo I, p.259, Ed. Ediar Bs. As.; cit. por Mooney, ob. cit. p.98).
24
Ver al respecto EL JUICIO POR JURADOS - Comunicación del académico
Fernando N. Barrancos y Vedia,en sesión privada de la Academia Nacional de
Ciencias
Morales
y
Políticas,
el
26
de
octubre
de
2005,
en
http://www.ancmyp.org.ar/pdfs/Vedia.pdf; de acuerdo también con esta postura,
Quiroga Lavié, que la considera una “norma programática discrecional”
(“Constitución de la Nación Argentina Comentada” – 4º ED., Edit. Zavalía,
24
2003). Sobre el tema, Jorge A. Sandro en el artículo "Reflexiones sobre el
Jurado Popular", publicado en la revista La Ley (tomo 1992-A:876), expresa:
"El Congreso nacional no acata la directiva constitucional de establecer el juicio
por jurados y suprime, directamente una garantía individual del ciudadano; la
jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación y de los tribunales
inferiores se empeña en justificar la omisión, bajo la excusa de que no existe
plazo para la regulación del juicio por jurados, como si la mora legislativa que
supera el siglo no fuera hoy suficiente para enmendar tamaña ilegalidad. La
doctrina más reciente por fin, aduce razones prácticas que no guardan relación
necesaria con la vigencia del jurado y sostiene que el Congreso 'debe encarar
tareas más acuciantes' (¿) que la de atender a un mandato constitucional".
25
Así, entendió que las normas constitucionales relativas a los jurados “no han
impuesto al Congreso el deber de proceder inmediatamente al establecimiento
del juicio por jurados, al igual que el primero no le impuso términos perentorios
para la reforma de la legislación” (Fallos 115:92 del 7 de diciembre de 1911, en
autos “Vicente Loveira c/ Eduardo T. Mulhall s/ injurias y calumnias”), doctrina
reiterada en fallos posteriores: “Ministerio Fiscal c/ Director del Diario La Fronda
(fallos: 165:258); Tribuna democrática (fallos: 208:21) y “David Tieffemberg
(Fallos 208:225). Esta interpretación fue receptada por otros tribunales, como
ser, la Cámara Nacional en lo Penal Económico, Sala II, el 30 de abril de 1991
en
autos
“Gino
A.
Martellos
(La
ley,
Tº.
1991
-E-216).
Conf.
http://www.derechopenal.com.ar/archivos.php?op=15&id=155.
25
26
Información
extraída
de
http://www.derechopenal.com.ar/archivos.php?op=15&id=155,
lamentablemente sin poder determinar su autoría.
27
ver E. Hendler y R. Cavallero "Justicia y Participación. El juicio por jurados en
materia penal", Ed. Universidad, año 1988.
28
Que insistimos, no detallaremos ninguna de esos matices, por la necesidad
de ajustarnos al enfoque seleccionado.
29
Se dijo del pueblo que es siempre el convidado de piedra al banquete del
poder.
30
Vélez Mariconde, sostuvo que “la designación de los jurados contradice el
requisito de idoneidad que exige la Constitución Nacional para el desempeño
de los cargos públicos y se opone al principio republicano de gobierno.”
31
Un buen desarrollo de este ítem (excelente como toda la obra) realiza Alfredo
Mooney, ob. cit. p.113 y 114; a quien no nos cansamos de seguir en los temas
abordados.
32
Así opina González Calderón que sentencia que el juicio por jurados “jamás
arraigará en nuestro país”, en igual sentido, otros autores como Sánchez
Viamonte y el prestigioso Prof. Rivarola que llegó a decir que “el Jurado es una
planta exótica que nunca echará raíces en la República; ningún partido político
la postula, ningún dirigente político la promueve, y ningún ciudadano la
reclama”. Coinciden en los conceptos vertidos otras figuras de renombre en el
ambiente jurídico nacional, como Vélez Sarsfield, Manuel Obarrio, Montes de
Oca, Clariá Olmedo. Así lo expresa en su “Juicio por Jurados” el Dr. Fernando
26
N. Barrancos y Vedia, en la Academia Nacional de Ciencias Morales y
Políticas, el 26/10/05, extraído de http://www.ancmyp.org.ar/pdfs/Vedia.pdf.
33
La “falta de confianza” de la sociedad en este instituto en una de las varias
causas que Hendler enumera como excusas “antijuradistas” en: "Justicia y
Participación. El juicio por jurados en materia penal", Ed. Universidad, año
1988.
34
Véase al respecto, la opinión de Matías Bailone en su trabajo “la
participación cívica en el proceso penal”, que puede encontrarse en
www.carlosparma.com.ar/eljurado.htm
35
“Nuestro país es inmaduro e inculto”, sostiene Paola Firpo en su trabajo
“Juicio por Jurados”, disponible en www.apdp.com.ar/archivo/jurado.htm
36
“... como dirá Humberto Vidal, la institución estaba arraigada hasta los
tuétanos ´del pueblo anglosajón´.”, cit. por Alfredo Mooney, ob. cit. p.49.
37
Que siendo consultada al respecto se habría inclinado por su no
implementación. Ver encuesta realizada por la Universidad de Belgrano, citada
por Matías Bailone, “Participación cívica en el proceso penal”, disponible en
www.carlosparma.com.ar/eljurado.htm
38
Hasta se ha alegado la pobreza, las diferencia sociales derivadas de la
inequitativa distribución de las riquezas, que redundaría en la frustración del
sentido mismo del juicio por jurados, esto es, el derecho del ciudadano a ser
juzgado por sus iguales (precisamente por no ser “iguales”). No nos parece que
ese sea el criterio para valuar la igualdad.
27
39
“... que una Constitución alcance ese valor simbólico de identificación de los
ciudadanos con ella, y de éstos entre sí bajo las garantías que proporciona,
requiere un (...) respeto de sus disposiciones, (...) de aceptación sin vuelcos ni
atajos de la legalidad que implica...” Gelli ob. Cit.
40
“... como abriendo el paraguas antes de que empiece a llover...”, Mooney,
Alfredo, ob. cit. p.115.
41
Compartimos la opinión en este sentido del eminente especialista de derecho
procesal penal Jorge Clariá Olmedo, cuando expresa: “Los argumentos de
orientación utilitaria o práctica debe ser muy valederos, pero no deben sofocar
las razones dogmáticas.” (Clariá Olmedo, J.; “Derecho Procesal Penal”, tomo I,
p.257, Ed. Ediar Bs. As.; cit. por Mooney, ob. cit. p.98)
42
Cual si nuestros constituyentes hubieran suspirado: Ah, cuán bello sería que
tuviésemos como sistema de enjuiciamiento en nuestros procesos el juicio por
jurados!
43
Citado por Mooney, Alfredo, ob. cit. p. 91.
44
Quien dijo del Juicio por jurados que era “el dogma del pueblo libre”, cit. por
Mooney ob. cit. p.90.
45
“Dirá Sarmiento en 1846 en el ´Mercurio´ de Chile que: ´El Jurado era el
paladium de las libertades públicas y que introducir el jurado entre nosotros
sería inocular un principio de vida y de existencia en el pueblo” (citado por
Alfredo Mooney, ob. cit. p.90)
28
46
“En vano los teóricos del absolutismo han declamado tantas veces contra los
peligros del jurado..” (Avellaneda, Nicolás, “Obras Completas”, t.10, p.78–
cit.por Mooney, Alfredo, ob. cit. p.90).
47
Que el Congreso se encargó de malograr.
48
Este brillante académico, poeta, político y constitucionalista, pudo decir: “...
así como el pueblo participa a través del sufragio en la creación de la ley, a
través del Jurado interviene en su aplicación...”, citado por Mooney, Alfredo, ob.
cit. p. 37.
49
“... es una de las más grandes instituciones que devuelven el amor a la ley
en el verdadero sentido de la palabra...” autor citado por Mooney, ob. cit. p. 37.
50
Quien ha dedicado cuantiosas líneas en pro de poner en relieve todas las
ventajas que derivan de la adopción del Juicio por Jurados, del que, entre otras
cosas, ha dicho que es “... una garantía de la libertad, dando participación al
pueblo en la administración de justicia..” también que “... El jurado es, además,
la mejor escuela del ciudadano, ya para enseñarle sus derechos y el modo de
protegerlos, como para enseñarle prácticamente la necesidad de la ley...” ... “
hace la administración de justicia asunto del pueblo, y despierta la confianza” ...
“enseña la ley y la libertad, el orden y los derechos, la justicia y el gobierno, y
difunde este conocimiento por todo el país; es la mejor escuela práctica de la
ciudadanía
libre”...
“es
necesario
para
completar
en
procedimiento
acusatorio”... y, por fin, que “... es necesario que la institución del Jurado exista
tanto para los juicios civiles como para los penales” (citado por Mooney, Alfredo
ob. cit. ps. 110 y 111).
29
51
Cuya adhesión a esta corriente queda más que acreditada por lo vertido por
el Dr. Cafferata Nores a propósito de “los tres grandes períodos en la
codificación procesal...” cuya primera etapa va “...Desde la sanción de la
Constitución Nacional de 1853 hasta 1939. en este lapso se hacen, en un
primer momento, algunos intentos de instituir el juicio por jurados, de acuerdo a
la vieja legislación procesal escrita de origen español que regía. Se destaca en
esta línea un proyecto de GONZÁLEZ y
DE
LA PLAZA, del año 1873. (Cafferata
Nores, José I., “Cuestiones actuales sobre el proceso penal”, Editores del
Puerto, 1997, Capítulo “La reforma procesal en Argentina - Algunas reflexiones
sobre su presente y su futuro”).
52
Que, refiriéndose a los motivos presumidos de la inclusión por los
constituyentes del instituto del Juicio por Jurados como garantía procesal,
expresa: “Había entrado en la mira de los constituyentes atraer la inmigración
inglesa y americana, educada en la mejor escuela de gobierno libre...”, y luego
agregaba “En la república existen varias ciudades, en las que se encuentra una
masa de hombres ilustrados, y bueno sería entonces practicar y observar sus
ventajas e inconvenientes”. Citado por Mooney, Alfredo, ob. cit. p. 83.
53
Tau Anzoátegui nos enseña que Dorrego “... propugnaba la simplificación de
los códigos de procedimientos civiles y criminales, introduciéndose en ellos el
juicio por jurados”. Tau Anzoátegui, La Codificación en la Argentina, Buenos
Aires, 1977, p. 126.
30
54
Quien lo propuso para juzgar lo delitos de calumnias e injurias en Capital
Federal, en el Proyecto que presentó, junto a Federico Ibarguren en el año
1894. Mooney, Alfredo, ob. Cit. p. 137.
55
En un sinnúmero de ocasiones expresó este gran procesalista, autor del
Proyecto de 1919 su comunión con las ideas juradistas. Refutando las
objeciones para implantar el juicio por jurados basadas en “la escasa cultura”
de nuestro pueblo, con gran claridad respondió: ”No es la institución del jurado
el producto de la cultura evolucionada de ninguna nación. Su raíz y su origen
se remontan al estado primitivo y rudimentario de las organizaciones sociales”,
cit. por Paola Firpo, en su trabajo “Juicio por Jurados”, disponible en
www.apdp.com.ar/archivo/jurado.htm
56
El diputado Del Valle Iberlucea (que presentó en 1920 un Proyecto de ley en
este sentido, ante los que alegaban la falta de madurez y cultura de nuestro
pueblo para el establecimiento del juicio por jurados) sin tapujos hizo ver que
“(...)¿Y no tendremos nosotros la capacidad suficiente para soportar una
institución como ésta que ha sido establecida desde el origen de las
sociedades, aunque de una manera informe? Yo creo que no puede argüirse
esto sin hacer un insulto al pueblo argentino(...)”...”El jurado es la justicia del
pueblo aplicada por el pueblo mismo y nunca puede ofrecer para las personas
los peligros de una justicia discernida por hombres surgidos de una clase
aferrada egoístamente a la conservación de sus intereses materiales y de sus
privilegios sociales..” (Cámara de senadores, Sesión 19ª ordinaria, 3 de agosto
31
de
1920
–
extraído
de
http://www.inecip.org/cdoc/reforma_de_la_justicia_penal/jxj.pdf ).
57
En oportunidad de desmentir los argumentos que aducían que nuestra
sociedad no estaba “preparada” para la institución del juicio por jurados,
expresó, recordando los orígenes del instituto: “No es una ofensa la que se
hace a la sociedad argentina suponiéndola inferior a esa colectividad de
rudimentarios hábitos y por demás retrógrados, que nos presenta la historia?”...
para añadir.. “Creo que se puede afirmar que con el jurado se obtiene una
administración de justicia económica, rápida, exacta y armónica entre la ley y la
equidad”. Citado por Mooney, Alfredo, ob. cit., ps.95 y 114 respectivamente.
58
“... los jurados contraen una inmensa responsabilidad moral ante la opinión
pública del país, soberano e incorruptible.” Citado por Alfredo Mooney, ob. cit.
p. 146
59
Este autor merece un capítulo aparte. Dado que no puede hacerse en este
trabajo, sólo recalcaremos que considera que la horizontalidad que imprime el
juicio por jurados a la estructura judicial favorece a la independencia, que el
jurado representa al pueblo que toma directamente en sus manos la
administración de justicia, etc. Ha sido, junto a Binder, coautor del Proyecto de
1988.
Subrayamos
que
sus
propuestas
estuvieron
orientadas
al
establecimiento del modelo escabinado. Tan importante contribución realizó en
este sentido, que Mooney, en la obra citada, le dedica un título aparte a su
opinión. Véase: Mooney, Alfredo, ob. cit. ps. 315 y ss.
32
60
Quien conjuntamente con Maier redactó el Proyecto de 1988, en el que
proponía el establecimiento del juicio por jurados en su versión “escabinado” (lo
concebía enteramente compatible con la Ley Suprema Ya que ésta ordenaba el
Juicio por jurados sin estipular de manera específica a alguna de sus formas,
no obstante haya estado en las aspiraciones de los constituyente que se
siguiera el modelo anglosajón). Véase: “introducción al derecho Procesal
Penal”, Binder, Alberto M., Ed. Ad-Hoc, 1993, ps. 106 y ss. Sobre el Proyecto,
puede consultarse Mooney, Alfredo, ob. cit. ps. 139 y ss.; De igual modo:
Cafferata Nores, José I., “Cuestiones actuales sobre el proceso penal”, Editores
del Puerto, 1997.
61
Preconizó la “aptitud” de los miembros de la sociedad (la “gente común”)
para apreciar con criterios de justicia. Así, declaró: “(...) como el imputado
habría podido darse cuenta de la ilicitud de su accionar, para que su conducta
sea reprochable, de la misma manera, un jurado, como ciudadano, puede
percibir ante un estrado la ilicitud de un hecho ya que su función es analizar los
hechos(...)” , del trabajo “Actualidad del juicio por jurados en la Argentina”,
extraído
de:
http://www.inecip.org/cdoc/reforma_de_la_justicia_penal/jxj.pdf#search=%22jui
cio%20por%20jurados%20garantia%20constitucional%22
62
Sin duda uno de los más grandes procesalistas y un hombre de elevados
principios, respetuoso por la dignidad y libertad humanas, lúcido defensor de
las garantías constitucionales, en sus numerosas obras tuvo oportunidad de
expedirse sobre el tema que nos ocupa, inclinándose por el sistema
33
“escabinado”. Véase: “Introducción al Derecho Procesal Penal”, de José I.
Cafferata Nores, Ed. Marcos Lerner, ps. 108, 114, 116 a 120 (n.5), 156. – y
“Cuestiones actuales sobre el proceso penal”, mismo autor, Editores del
Puerto, 1997
63
“...La independencia interna sólo puede garantizarla una magistratura en la
que se reconozca que todos los jueces son en principio iguales y que las
únicas diferencias que median entre ellas son las derivadas de sus distintas
funciones en razón de las distintas asignaciones de competencia. Esta
magistratura horizontal se pone frontalmente a las magistraturas verticalizadas,
cuyos modelos más perfectos los brindan, originariamente, la magistratura
apoleónica, y modernamente, la magistratura fascista.(...)En la democracia no
hay otra forma de imparcialidad que la que resulta del pluralismo y del control
recíprocos entre los distintos agrupamientos espontáneos dentro de su
estructura.”... y agrega “...pero lo que nos resulta penoso es que se pretenda
negarla frontalmente con argumentos folkloristas. En tanto que por folklórico
entendemos algo sumamente respetable, por folklorista entendemos una
caricatura del folklore y bajo este acápite caricaturesco colocamos ese género
de argumentos con que, en toda ocasión y materia, se pretende rechazar las
reformas que impulsan a la democracia y que, en todo caso, serían los
siguientes: A) Que nuestros países no están preparados B) Que no tenemos
juristas C) Que se trata de instituciones foráneas que se oponen a nuestras
tradiciones nacionales. A) Nunca se define en estas ocasiones al país
preparado para algo. Se trata de una frase hecha que oculta los mayores
34
autoritarismos...” Eugenio Raúl Zaffaroni “Dimensión política de un Poder
Judicial Democrático” t. 149 pág. 857. (Toma los argumentos invocados por los
“antijuradistas” y... los DESTROZA. Sugerimos la obra. Sugerimos leer, en
general, al Dr. Zaffaroni.). Los fragmentos escogidos pueden encontrarse,
también, en el trabajo “La actualidad del Juicio por Jurados en la
Argentina”enhttp://www.inecip.org/cdoc/reforma_de_la_justicia_penal/jxj.pdf#se
arch=%22juicio%20por%20jurados%20garantia%20constitucional%22.
64
También pueden verse la opiniones de célebres extranjeros que se
proclamaron en favor del juicio por jurados, como el mismísimo Aristóteles
(“Muchas personas son más justas que una...”), cit. Mooney, op. Cit, p. 291),
Montesquiu, Beccaría, Ferri, Sieyes, Carrara, Tocqueville, y otros.
65
Citado por Alfredo Mooney, ob. cit. p. 92.
66
Citado por Mooney, ob. cit., p.186. Parte de sus trabajos pueden verse en
www.salvador.edu.ar.
67
Nos permitimos aquí asignar al juicio por jurados la frase que, en la “Moción
de Valencia” se dijo respecto de la imparcialidad del Juez, porque entendemos
que ninguna garantía Constitucional debe hacerlo (quedar en la mera retórica).
68
“El hombre no deja de ser libre porque un tirano lo decrete; pero tampoco es
libre porque una democracia lo resuelva” Soler, S., cit. por Mooney, ob. cit. p.
295.
68
69
Sin duda uno de los más grandes procesalistas y un hombre de elevados
Véase el tema abordado por E. Hendler y R. Cavallero en: "Justicia y
Participación. El juicio por jurados en materia pen69 “El hombre no deja de ser
35
libre porque un tirano lo decrete; pero tampoco es libre porque una democracia
lo resuelva”, cit. por Mooney, Alfredo, ob. cit. p. 295.
69
Sin duda uno de los más grandes procesalistas y un hombre de elevados al",
Ed. Universidad, año 1988.
70
Entiéndase bien nuestra posición: que se realicen todos los preparativos para
concretar el juicio por jurados (lo que supone tiempo), pero que empiece ya. O
bien, que se disponga la reforma constitucional. Pero ahora mismo. Que se
resuelva.
71
Así Obligado sostuvo: “queda evidenciada la abierta violación y desprecio a
las normas constitucionales –ineludibles en un estado de derecho- si el
Congreso Nacional no procura, a corto plazo, el establecimiento de esta
institución en la República Argentina”.
72
Citado por Mooney, Alfredo, ob. cit. p.114.
ESTA PONENCIA FUE ELEGIDA COMO MEJOR PONENCIA EN LA
CATEGORÍA ESTUDIANTE DE LA CARRERA DE ABOGACÍA.
HA SIDO PREMIADA CON $ 1.000 Y DISTINGUIDA CON EL DIPLOMA QUE
SIGUE A CONTINUACIÓN.
36
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