Criminalidad en el Perú. Una aproximación desde sus factores

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Criminalidad en el Perú. Una aproximación
desde sus factores causales.
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RESUMEN
El crecimiento de la criminalidad en el Perú, se manifiesta en la amenaza a la
integridad física y material de otros, afectando el núcleo de las libertades
fundamentales y constituyendo un menoscabo al desarrollo humano basado en el
Estado de Derecho. En este sentido la seguridad ciudadana, como bien jurídico
protegido y vinculado a los compromisos internacionales y a las exigencias
constitucionales de protección de los Derechos Humanos en el Perú, constituye en sí
misma uno de los presupuestos más importantes de la existencia del Estado de
Derecho, y cuyo funcionamiento efectivo legitima y justifica las instituciones del
sistema democrático
La criminalidad resulta difícilmente ser un tipo de violencia directa y visible que surge
de forma aislada de otros fenómenos sociales menos perceptibles, sino que es
necesario entenderla teniendo en cuenta otros tipos de violencia más amplios, y
menos visibles como la violencia estructural o la cultural. Éstas mismas pueden ejercer
una influencia notable en el desarrollo y aceptación de la violencia, estando
ciertamente relacionada con las condiciones o factores determinantes de la
criminalidad en países con determinadas características socioeconómicas y culturales.
La revisión de la literatura del crimen nos ha permitido observar la complejidad y la
dificultad de establecer relaciones causales. La diversidad de enfoques y disciplinas
que han analizado el fenómeno desde sus distintos paradigmas científicos y
metodológicos, muchos complementarios y otros abiertamente opuestos, revelan una
serie de condicionantes que compiten en la interpretación causal de la misma lógica
criminal, siendo algunos científicamente más persuasivos que otros.
Así hemos podido observar que para el caso peruano se dan ciertos factores
explicativos vinculados al incremento de la criminalidad, así como una serie de
factores facilitadores o de riesgo que favorecen la realización de actos criminales. El
efecto de la política criminal sobre el delito se produce incapacitando a quienes
infringen la ley por medio del encarcelamiento y disuadiendo las conductas delictivas,
sin embargo una política criminal amplia debería incorporar también otros factores
sociales y económicos que incrementan la probabilidad de expansión de la
criminalidad, lo que puede equilibrar el coste-beneficio del uso de recursos públicos
para enfrentar la criminalidad.
1. La desigualdad y el crimen
Uno de los principales factores subyacentes a la violencia criminal se basa en la
dimensión socioeconómica-estructural que subyace la violencia delictiva, la misma que
puede reducir o aumentar los costes relacionados con la decisión de seguir una
trayectoria criminal. La pobreza y la desigualdad distributiva implican la insatisfacción
de necesidades presentes, absolutas y relativas, así como la frustración de los
proyectos de movilidad social ascendente, lo que exacerba y amplifica las condiciones
óptimas para la violencia y el crimen. En el caso peruano se ha observado que aún
con el crecimiento económico, hay un problema de persistente desigualdad y
significativas brechas sociales, así como una relativamente baja movilidad social. Esto
aunado al modelo de crecimiento económico basado fuertemente en el consumo,
parece haber dado lugar al algo conocido como “crimen aspiracional”.
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Esta lógica emerge en grupos de poblacionales vulnerables que se encuentran en una
situación tal que, aunque no es de pobreza, está limitada considerablemente en
relación con las expectativas de consumo que impone el modelo económico liberal
para la inserción y el reconocimiento social. Las mejoras de eficiencia del modelo
económico peruano, no han permitido una participación más proporcionada en la
expansión del bienestar generado por el crecimiento. Esto se observa en gran medida
en la segregación residencial que reproduce las desigualdades desde el punto de vista
urbano. Esto sumado a una baja provisión de bienes públicos, ha dado lugar a una
reducción de las expectativas de progreso que ofrece la vía de la legalidad y hace más
atractiva la opción de la trayectoria criminal. Así, aunque el desempleo puede ser
entendido como un factor de riesgo, es posible que lo sea más el subempleo.
En este contexto, sería importante abordar el problema de la expansión de la
criminalidad estableciendo medidas para reducir de la desigualdad distributiva, sin
olvidar que esto implicaría un planteamiento de largo aliento. Aun cuando no es objeto
de esta investigación establecer recomendaciones de política económica, no está
demás mencionar que la persistente desigualdad en el Perú está asociada a un
modelo de crecimiento económico liberal basado en la exportación de productos
primarios y la incapacidad del Estado para modificar, mediante la política fiscal, la
distribución de bienestar generado por el mercado. Como bien señala Mendoza
(2015), existe un problema importante no solo de suficiencia de empleo, sino de
empleo de calidad, que está relacionado con bajas tasas de productividad, lo que
finalmente tiene una incidencia en la criminalidad.
Las estrategias para reducir la desigualdad en el Perú y con esto, disminuir su
influencia en el atractivo de la trayectoria criminalidad pueden darse adoptando
medidas para modificar las características del crecimiento peruano con el fin de
orientarlo más al mercado interno, o implementando políticas públicas que promuevan
un modelo enfocado en la exportación de productos con mayor valor agregado, lo que
implicaría inevitablemente un importante cambio en el modelo de crecimiento actual.
Asimismo, los cambios en la política fiscal, orientados por un lado a establecer una
mayor presión tributaria sobre los recursos no renovables o la propiedad, y por otro,
enfocados en una mejor gestión en el uso de las rentas para la provisión de bienes
públicos, podría mejorar la distribución del bienestar social, debilitando el influjo de la
desigualdad en la expansión potencial del crimen.
Dentro de este factor hemos considerado oportuno mencionar que la violencia política
desplegada por Sendero Luminoso ha sido un elemento conectado con la evolución de
la criminalidad en el Perú. Al afectar por un lado las condiciones de desarrollo
económico del país y por otro las capacidades institucionales del Estado para hacer
frente a la violencia y el crimen, así como para la provisión de bienes públicos. En este
sentido el impacto del terrorismo, aparte de tragedia nacional, contribuyó a agravar
tanto los problemas de desigualdad e inestabilidad económica, prolongando los
periodos de duro ajuste macroeconómico, afectando la economía de las familias y sus
perspectivas de desarrollo a corto plazo; mientras que los efectos en la contracción
económica y en el gasto improductivo para la lucha contra el terrorismo ahondaron las
limitaciones institucionales del Estado para hacer frente a la violencia y el crimen.
2. El factor institucional y la debilidad de la política criminal
El segundo factor es el institucional. La importancia de las instituciones en la política
criminal de un país es fundamental para combatir la criminalidad y está relacionada
con las señales que envía el Estado a la población respecto del costo-beneficio de
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cometer delitos. En este sentido una sanción esperada cuyo coste excede los
beneficios de la comisión del crimen, disuade al delincuente potencial y es justamente
por esta razón que la efectividad de las instituciones que aplican la política criminal de
un país resulta un factor de importancia medular en la lucha contra la criminalidad y
sus efectos.
El Estado, que representa el poder organizado de la sociedad, es el ente responsable
de asegurar la provisión de seguridad pública, dado que bienes públicos de naturaleza
no excluyente y no rival como la seguridad, difícilmente pueden ser provistos en
cantidad óptima solamente por el libre mercado. Ante una política criminal coherente,
los funcionarios públicos competentes determinan los recursos destinados al control
del crimen, cómo esos recursos deben ser distribuidos entre los distintos organismos
del sistema de justicia criminal, y finalmente, cómo esos recursos se usan en cada una
de esas instituciones.
Con el fin de incrementar el bienestar social, la intervención del Estado para la
provisión pública de seguridad necesita de instituciones efectivas y legítimas, sobre las
que se construya una sólida y equitativa política criminal. En este sentido, la
inseguridad afecta más a aquellos grupos vulnerables frente a los cuales el Estado no
está en condiciones de responder eficazmente frente a la amenaza criminal.
En el caso del Perú, las principales instituciones en las que se asienta la política
criminal del país, se encuentran enfrentando serios cuestionamientos a su eficacia en
la lucha contra la criminalidad. Esto se ve reflejado en los resultados de las principales
encuestas y datos de percepción de confianza ciudadana en las principales
instituciones como la policía o el sistema de justicia. El poco control de la corrupción,
la baja eficacia del Estado y una modesta fortaleza del Estado de Derecho, no son
señales alentadoras para esperar que las instituciones del sistema de justicia criminal
alcancen un resultado óptimo en la lucha contra el crimen en el Perú. Estas fallas de
Estado, muestran debilidades muy importantes para la política criminal, tales como la
baja colaboración institucional, captura de entidades estatales y escaza legitimidad, la
impunidad, la mala organización y formación del capital humano en los órganos de
justicia, producen resultados insatisfactorios que se revelan en las altas tasas de
victimización que percibe la ciudadanía peruana.
En la lógica del coste de la trayectoria criminal es fundamental reconocer que las
instituciones que componen el sistema de justicia criminal deben estar estrechamente
interconectadas y se debe asegurar el correcto funcionamiento de cada una de ellas,
para que el sistema funcione. Si alguno de las instituciones del sistema se debilita, el
poder de disuasión de la política criminal se verá resentido, y la disuasión es un
elemento muy importante en el marco del mensaje del Estado frente al crimen.
En este sentido es urgente reimpulsar la construcción de las capacidades del Estado
(incluyendo las económicas, como la mejora de la recaudación) permitiendo fortalecer
los organismos policiales, judiciales y penitenciarios para hacer frente de manera
efectiva y coordinada a la violencia y el crimen. En el caso de la policía sigue siendo
importante una organización descentralizada y racional de la toma de decisiones, el
fortalecimiento de mecanismos de rendición de cuentas tanto internos como externos y
enfocados no tanto ante el gobierno de turno sino ante la propia Ley, el mejoramiento
de las condiciones económicas de los miembros de las fuerzas del orden, la
profesionalización de la gestión de los miembros del cuerpo policial y el
robustecimiento de la integración entre la policía y la sociedad, como es el caso del
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concepto de policía comunitario, generando una capacidad de regulación de la
actividad policial entorno a las necesidades de seguridad de las personas.
Por el lado del sistema de justicia se ha observado un elevado grado de politización en
el Poder Judicial y el Ministerio público, así como una seria crisis de legitimidad, y
percepción generalizada de corrupción e impunidad, los que han sido elementos
negativos que han venido afectando el desempeño del Estado de Derecho, así como
el funcionamiento imparcial de la justicia. Esto ha contribuido a incrementar la
desconfianza en el sistema judicial. Es importante resaltar que la capacidad de
disuasión de la policía depende en gran parte de la eficacia de las fiscalías y los
jueces, precisamente porque la probabilidad de castigo depende no solo de la
probabilidad de arresto, sino también de las probabilidades de ser procesado y
condenado.
Así, la poca efectividad del sistema judicial ha reforzado la percepción ciudadana de
que las leyes no son suficientemente duras, y que la justicia no castiga a quienes
merecen sanción. Dado que el desempeño de los órganos del sistema judicial afecta
de manera directa los incentivos a involucrarse en actos criminales, incrementar su
eficacia y celeridad es clave para incrementar los costos de la trayectoria criminal. En
este sentido, sería necesario continuar con las reformas para fortalecer la
independencia y eficacia del sistema de justicia. Perfeccionar la articulación de la
policía y el ministerio público puede ser una de las claves principales para reducir
significativamente la impunidad y elevar la eficacia de la política criminal.
3. La vulnerabilidad del tejido social
Desde una perspectiva amplia de la política criminal, las medidas abarcan un amplio
ámbito de acción, entre los cuales son de gran relevancia aquellos orientados al
entorno social de las personas, como la familia, la escuela, la comunidad, el barrio, las
cárceles, etc. Esto en tanto resultan ser las instancias fundamentales para el
desarrollo de las capacidades de las personas, el fortalecimiento del tejido social y
para la prevención de las conductas antisociales. En tanto son instancias de
interacción y aprendizaje, resultan ser espacios claves para el control social dado que
actúan como inhibidores del crimen al permitir a las personas adecuar sus decisiones
a las normas establecidas. En este sentido, los cambios funcionales en la estructura
familiar, la escuela y la ciudad como áreas de interacción social pueden atenuar su
potencialidad como mecanismos de control y como espacios de protección y de
movilidad social, contribuyendo a crear un entorno favorable para la violencia y el
crimen.
En relación con los factores de riesgo social la violencia en los hogares tanto contra la
madre como contra los niños explica en gran medida el abandono del núcleo familiar
por parte de personas que han terminado en la senda criminal, corroborándose que el
elevado nivel de violencia en los hogares peruanos, inclusive a nivel de otros países
latinoamericanos, resulta la principal debilidad asociada al factor familia relacionado
con el crimen. En el caso del factor escolaridad, los datos más importantes revelan
que la deserción escolar en la población penitenciaria peruana, en especial aquella
que se produce a nivel secundario, es considerablemente alta y muy superior a las
situaciones de otros países dela región. Siendo una de las principales razones del
abandono aquellas económicas, lo que refuerza indirectamente el valor del factor
explicativo socioeconómico en relación con el crimen. En relación con el factor
comunitario, los barrios peruanos, son los menos violentos comparados con otros
países de la región.
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En este sentido se recomienda adoptar políticas públicas para fortalecer los espacios
de interacción y las redes de protección social. En relación con la violencia intrafamiliar
deben desarrollarse procesos permanentes de comunicación y educación,
especialmente enfocado a erradicar la violencia de género y contra los niños, que
incluya además el fortalecimiento, la cooperación y la articulación de las capacidades
institucionales de la policía, el ministerio público la DEMUNA y otras entidades
vinculadas a la protección de la mujer y los menores. Asimismo, en el caso de la
escuela, es fundamental combatir la deserción escolar, en tanto que la escuela junto a
otros factores positivos de inserción social, permite alejar de la trayectoria criminal a
las personas, al permitirle acceder a mejores oportunidades de desarrollo. En este
sentido se debe ampliar la oferta educativa (incluyendo la no escolarizada), así como
recuperar la jornada completa de estudios para dedicarle más tiempo a la formación
de los menores, de forma que permita desarrollar ciertas habilidades atractivas para el
mercado laboral. Desde el punto de vista del barrio sería importante amplificar el
alcance de la integración entre la comunidad y la policía nacional para la identificación
y recuperación de los espacios públicos a fin de desarrollar una mayor integración
social.
4. Facilitadores del crimen
Respecto a los facilitadores del crimen, los datos muestran que en el Perú un tercio de
los delitos se cometieron después de haber consumido alcohol o drogas ilegales, una
cifra igual a la de Argentina, inferior a las de Brasil y México, y muy inferior a la de
Chile, lo que sugiere que el consumo de sustancias para cometer un delito es bajo al
menos en términos comparados. Sin embargo, la presencia de consumo de drogas
ilegales entre la población sentenciada es, por lo menos, cuatro veces mayor a la de
población en general, lo que los convierte en un factor de riesgo criminal. En relación
con el uso de armas para la comisión de un delito en el Perú es, los datos indican que
se trata de un uso relativamente bajo en comparación a otros países de la región.
En este sentido es necesario continuar implementando esfuerzos generales
educativos y de control para reducir el consumo de alcohol y drogas ilegales, actuando
especialmente en las edades tempranas donde se trabaja la prevención de las
adicciones. Asimismo, es necesario ampliar la oferta ampliar la oferta de servicios
públicos de salud para el tratamiento de las adicciones, donde se podría empezar
evaluando la implementación algunos programas europeos de tratamiento
ambulatorio. En el caso del consumo en las cárceles es necesario tomar medidas
urgentes para reducir el consumo de drogas en ellas, así como implementar
programas de tratamiento de adicciones para los internos. Finalmente sería necesario
asegurar los controles adecuados de las armas con las que cuenta la Policía, las
Fuerzas Armadas y las empresas de seguridad privada, así como ampliar la capacidad
de registro del Sistema Automatizado de Identificación Balística (IBIS).
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