ACP-EU JOINT PARLIAMENTARY ASSEMBLY ASSEMBLEE PARLEMENTAIRE PARITAIRE ACP-UE Comisión de Asuntos Políticos ACP-EU/101.753/B 19.03.2015 PROYECTO DE INFORME sobre la diversidad cultural y los derechos humanos en los países ACP y de la UE Comisión de Asuntos Políticos Coponentes: Abdoulaye Touré (Costa de Marfil) y Davor Ivo Stier PARTE B: EXPOSICIÓN DE MOTIVOS DR\1048505ES.doc ES AP101.753 Unida en la diversidad ES 1. Introducción «Nadie puede invocar la diversidad cultural para vulnerar los derechos humanos garantizados por el Derecho internacional, ni para limitar su alcance.» Declaración Universal de la UNESCO sobre la Diversidad Cultural (2001) Como consecuencia de la globalización, las sociedades de Europa, África, el Caribe y el Pacífico se han vuelto cada vez más heterogéneas. La diversidad cultural es una realidad. En los casi doscientos países del mundo existen multitud de culturas distintas. Por tanto, deberían elaborarse políticas que reconozcan de forma explícita las diferencias culturales, al tiempo que garantizan tanto el desarrollo de los países como la promoción y la protección de los derechos humanos. La conservación del patrimonio cultural en cuanto que patrimonio común de la humanidad constituye una de las principales preocupaciones de nuestra sociedad civil, y el mantenimiento y fomento de la diversidad cultural ayuda a garantizar la paz, la seguridad, la estabilidad y el desarrollo. Deberían incrementarse los esfuerzos para promover esta diversidad cultural a escala regional, nacional e internacional. Sin embargo, la conservación de la diversidad cultural y de sus valores es considerada en ocasiones por terceros como una afirmación de que los valores humanos, lejos de ser universales, varían en gran medida en función de las distintas perspectivas culturales (relativismo cultural). El relativismo cultural1 es la afirmación de que los valores humanos, lejos de ser universales, varían en gran medida en función de las distintas perspectivas culturales. Hay quien aplica este relativismo a la promoción, protección, interpretación y aplicación de los derechos humanos, que podrían tener diferentes interpretaciones dentro de las distintas tradiciones culturales, étnicas y religiosas. En otras palabras, desde este punto de vista, los derechos humanos no son tan universales como culturalmente relativos. 2. Instrumentos internacionales Los derechos humanos son derechos inherentes a todos los seres humanos, sin distinción alguna de nacionalidad, religión, convicciones, lugar de residencia, sexo, origen nacional o étnico, color, lengua, o cualquier otra condición. Todos tenemos los mismos derechos humanos, sin discriminación alguna. Estos derechos se encuentran interrelacionados y son interdependientes e indivisibles. 1 Ayton-Shenke, Diana: The Challenge of Human Rights and Cultural Diversity [El reto de los derechos humanos y la diversidad cultural], Nota de antecedentes de las Naciones Unidas, Departamento de Información Pública de las Naciones Unidas DPI/1627/HR, marzo de 1995. AP101.753 ES 2/6 DR\1048505ES.doc Los derechos humanos universales están a menudo contemplados en la ley y garantizados por ella, a través de los tratados, el Derecho internacional consuetudinario, los principios generales y otras fuentes del Derecho internacional. El Derecho internacional de los derechos humanos establece las obligaciones que tienen los Gobiernos de tomar medidas en determinadas situaciones, o de abstenerse de actuar de determinada forma en otras, a fin de promover y proteger los derechos humanos y las libertades fundamentales de los individuos o grupos. Universales e inalienables El principio de la universalidad de los derechos humanos es la piedra angular del Derecho internacional de los derechos humanos. Este principio, tal como se destacó inicialmente en la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948, se ha reiterado en numerosas convenciones, declaraciones y resoluciones internacionales de derechos humanos. En la Conferencia Mundial de Derechos Humanos celebrada en Viena en 1993, por ejemplo, se dispuso que todos los Estados tienen el deber, independientemente de sus sistemas políticos, económicos y culturales, de promover y proteger todos los derechos humanos y las libertades fundamentales. Todos los Estados han ratificado al menos uno, y el 80 % de ellos cuatro o más, de los principales tratados de derechos humanos, lo que refleja el consentimiento de los Estados para establecer obligaciones jurídicas que se comprometen a cumplir y confiere al concepto de la universalidad una expresión concreta. Algunas normas fundamentales de derechos humanos gozan de protección universal en virtud del Derecho internacional consuetudinario a través de todas las fronteras y civilizaciones. Los derechos humanos son inalienables. No deben suprimirse, salvo en determinadas situaciones y según las debidas garantías procesales. Por ejemplo, se puede restringir el derecho a la libertad si un órgano jurisdiccional dictamina que una persona es culpable de la comisión de un delito. Interdependientes e indivisibles Todos los derechos humanos, ya sean derechos civiles y políticos, como el derecho a la vida, a la libertad, a la igualdad ante la ley y a la libertad de pensamiento y de expresión; derechos culturales, económicos y sociales, como el derecho a la libertad de conciencia o de religión, el derecho de toda persona a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, el derecho a la seguridad social y a la educación; o derechos colectivos, como los derechos al desarrollo y a la libre determinación, se encuentran interrelacionados y son indivisibles e interdependientes. Iguales y no discriminatorios La no discriminación es un principio transversal en el Derecho internacional de los derechos humanos. Está presente en todos los principales tratados de derechos humanos y constituye el tema central de algunas convenciones internacionales de derechos humanos como la Convención internacional sobre la eliminación de todas las formas de discriminación racial, DR\1048505ES.doc 3/6 AP101.753 ES la Declaración sobre los derechos de las personas pertenecientes a minorías nacionales o étnicas, religiosas y lingüísticas, y la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer. Este principio se aplica a toda persona en relación con todos los derechos humanos y libertades, y prohíbe la discriminación por razón de una lista no exhaustiva de categorías tales como sexo, raza, color, religión, lengua, opiniones políticas o de otro tipo, orígenes nacionales o sociales, patrimonio, nacimiento o cualquier otra condición. El principio de la no discriminación se complementa con el principio de igualdad, tal como lo estipula el artículo 1 de la Declaración Universal de Derechos Humanos: «Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos». Derechos y obligaciones Los derechos humanos incluyen tanto derechos como obligaciones. Los Estados asumen las obligaciones y los deberes, en virtud del Derecho internacional, de respetar, proteger y realizar los derechos humanos. La obligación de respetarlos significa que los Estados deben abstenerse de interferir en el disfrute de los derechos humanos, o de limitarlos. La obligación de protegerlos exige que los Estados impidan los abusos de los derechos humanos contra individuos y grupos. La obligación de realizarlos significa que los Estados deben adoptar medidas positivas para facilitar el disfrute de los derechos humanos básicos. En el plano individual, así como debemos hacer respetar nuestros derechos humanos, también debemos respetar los derechos humanos de los demás. 3. Diversidad cultural, desarrollo y derechos humanos La buena gestión de la diversidad cultural, así como de los posibles conflictos derivados de esta, constituye un requisito previo para que las sociedades puedan vivir en un entorno armonioso, lo que resulta indispensable para fomentar el crecimiento económico, la sanidad y la educación, y poder así erradicar la pobreza. Asimismo, es preciso hacer hincapié en la necesidad de garantizar plenamente la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Por tanto, debería prohibirse toda práctica nociva que sea intolerable desde el punto de vista de los derechos humanos, como la mutilación genital femenina, los matrimonios precoces y forzosos, el homicidio por razones de género o «genericidio» —en particular el feticidio e infanticidio femeninos—, los delitos relacionados con el «honor», o la denegación, entre otras cosas, de una educación adecuada para las mujeres, y deberían castigarse con dureza los incumplimientos de tales prohibiciones. Muchos derechos humanos contribuyen a la promoción y la protección de la diversidad cultural y, al mismo tiempo, una sociedad pluralista promueve el disfrute de los derechos humanos2. La Declaración Universal de la UNESCO sobre la Diversidad Cultural, aprobada 2 Donders, Y.: «Human Rights and Cultural Diversity: Too Hot to Handle?» [Derechos humanos y diversidad cultural: ¿un asunto espinoso?], Netherlands Quarterly of Human Rights, 2012, vol. 30, nº 4, p. 377. AP101.753 ES 4/6 DR\1048505ES.doc en 2001, dispone que «la defensa de la diversidad cultural es [...] inseparable del respeto de la dignidad de la persona humana» y «supone el compromiso de respetar los derechos humanos y las libertades fundamentales». Asimismo, la Convención sobre la protección y la promoción de la diversidad de las expresiones culturales, aprobada también por la UNESCO en 2005, establece que «sólo se podrá proteger y promover la diversidad cultural si se garantizan los derechos humanos y las libertades fundamentales». De hecho, la promoción y la protección de determinadas prácticas culturales podrían considerarse violaciones de los derechos humanos. Los derechos culturales no pueden justificar la tortura, el asesinato, el genocidio, la discriminación por razón de sexo, raza, lengua o religión, ni la violación de cualesquiera otros derechos humanos y libertades fundamentales universales consagrados en el Derecho internacional. Los derechos humanos y la diversidad cultural son conceptos demasiado complejos y demasiado dinámicos para ser abordados únicamente por la legislación y los distintos Estados3. El coponente ACP quiere subrayar que hemos asimismo de reconocer que dicha complejidad debe requerir cautela a la hora de universalizar de forma unilateral las prácticas de determinados pueblos. Sería peligroso e incluso desastroso imponer los modelos de civilización a pueblos que sean rabiosamente contrarios a sus valores bajo el pretexto de la universalidad de los derechos humanos. Por otro lado, al coponente del PE le gustaría subrayar que, si bien todo ser humano tiene derecho a la cultura, incluido el derecho a disfrutar y desarrollar la vida y la identidad culturales, el límite de los derechos culturales se alcanza desde el momento en que violan otros derechos humanos. Ningún derecho puede ejercerse a expensas de otro o de una manera que implique una destrucción de otros derechos, de conformidad con el Derecho internacional. Así pues, debería potenciarse la participación de las comunidades culturales en este ámbito, dado el importante papel que desempeñan a este respecto. Son órganos sociales que deben colaborar en la aplicación de los derechos humanos a fin de que estos vayan adquiriendo aceptación entre la población y se respeten en la práctica. 4. Enfoques institucionales para gestionar la diversidad Puesto que en la actualidad vivimos en un mundo cada vez más diverso, es preciso concebir modelos de Estado que garanticen el pleno respeto de la diversidad. En los Estados democráticos de Europa, África, el Caribe y el Pacífico se encuentra todo un abanico de soluciones políticas y constitucionales muy distintas. La opción de elaborar un instrumento mejorado para la conservación y la promoción de la diversidad cultural resulta obvia para la Unión Europea y sus Estados miembros. Asimismo, se trata de una opción elegida cada vez por más países preocupados por la integración de las 3 Ibídem, p. 381. DR\1048505ES.doc 5/6 AP101.753 ES estrategias mundiales de desarrollo sostenible. Es necesario pasar de una mera Declaración a una Convención vinculante desde el punto de vista jurídico, y de la creación de capacidades orientada a la acción mediante la Alianza Global para la Diversidad Cultural a la actuación normativa mediante un proceso intergubernamental. Este instrumento debería tener por objetivo general la promoción de la diversidad cultural, de modo que contribuya al diálogo cultural y fomente el entendimiento y el respeto mutuos. La legitimidad de la UNESCO adquirida en este contexto constituye un requisito previo para el éxito, aunque en ningún modo es una garantía, dado que las decisiones se adoptan por consenso entre casi doscientos Estados. Asimismo, es una suerte que la Declaración Universal de la UNESCO sobre la Diversidad Cultural y la Declaración del Consejo de Europa sobre Diversidad Cultural, sin lugar a dudas los instrumentos fundacionales de una Convención en este ámbito, trasciendan los aspectos meramente comerciales de los bienes y servicios culturales y educativos al incluir objetivos específicos como el desarrollo de industrias culturales locales viables y la mejora de la distribución de las obras culturales a escala mundial. Por consiguiente, la Unión y el Parlamento Europeo instan a tomar en serio esta cuestión y a asegurar la coherencia entre las políticas internas y externas de la UE y los acuerdos multilaterales. Recientemente, la Comisión reafirmó el compromiso de la Unión con las soluciones multilaterales como parte fundamental de su política exterior4. En un contexto de incertidumbre mundial y de diversas amenazas a la coexistencia pacífica y al entendimiento mutuo entre los pueblos y culturas, debe prevalecer el enfoque multilateral sobre el unilateral o, dicho en las palabras de los ministros de Cultura en su reunión informal celebrada en Salónica durante la Presidencia griega: «Europa, en su condición de continente cultural, no puede aceptar la amenaza de una homogeneidad cultural ni de un choque de civilizaciones. La respuesta europea a estas amenazas es insistir en la salvaguardia y el fomento de la diversidad cultural». 5. Conclusión La diversidad cultural no supone por sí misma un problema para el desarrollo y los derechos humanos. Por el contrario, los derechos humanos y la diversidad cultural mantienen una relación mutuamente beneficiosa e interdependiente. Muchos derechos humanos, como la libertad de religión, de pensamiento o de expresión, intervienen de forma directa en la promoción y la protección de la diversidad cultural. 4 COM(2003) 526 final. AP101.753 ES 6/6 DR\1048505ES.doc