La Globalización Daniel Del Pozo Hace pocos días, recibí un

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La Globalización
Daniel Del Pozo
Hace pocos días, recibí un pequeño regalo por mi cumpleaños: una caja que
contenía una semilla y una carta. Qué regalo para más aburrido. Nunca leí la carta; no me
parecía importante y era muy larga. “Para qué voy a perder mi tiempo” pensé, “muchas
gracias al que lo envió, pero no necesito que me enseñen a plantar una semilla”. La semilla
era como cualquier otra; no tenía nada de especial. Decidí plantarla, para hacer una
actividad distinta. La planta creció y me dí cuenta que no era una planta cualquiera: estaba
en constante cambio y sus cambios eran tan impredecibles que no había forma de
explicarlos. Busqué la carta, para tratar de entender esta planta tan extraña que me habían
regalado. Leí y leí y descubrí que la planta tenía un nombre propio, no se llamaba “rosal” ni
“manzano”, se llamaba “El Mundo”. Sí, así: “El Mundo”. Descubrí también que ésta forma
particular suya, de crecer y transformarse, en esta planta especial, recibía el nombre de
“Globalización”; era la forma especial de mi planta de expandirse. Su “globalización” era
algo inminente: iba a darse en la planta, lo quiera yo o no. Lo que podía hacer es quedarme
de brazos cruzados y ver cómo mi planta se ¨globalizaba¨. No me parecía que era algo
malo, ya que era la forma de mi planta de desarrollarse. La carta decía también que para
que la planta crezca de manera correcta, debía colocar dos tablas de madera alrededor del
tallo para que sirvan como ayuda. Estas tablas, llamadas “Capitalismo” y “Respeto”,
sostendrían la planta. La espabilarían. La dirigirían para que crezca recta, y no chueca.
Claro, si situaba mal los palos, podría herir a la planta, de manera que tendría que buscar la
manera de colocar a “Capitalismo” y “Respeto” en tal forma que no lastime a la planta y de
forma equilibrada, para que no crezca encorvada. Por eso era muy importante la forma en la
que iba a colocar estas tablas, ya que de todas maneras, mi planta iba a crecer, y el hecho de
que estas tablas estén ahí, iban a guiar el crecimiento de “El Mundo”.
Heráclito dijo, en su momento, que todo está en constante cambio. Milenios han pasado ya
desde que afirmó esto y esta frase no deja de ser verdad. El mundo está en constante
cambio y evolución. Esa es la tendencia de la naturaleza: avanzar y progresar hasta llegar a
su fase más desarrollada o a su mayor grado de perfección. Todo ser viviente tiene su grado
de perfección. El mundo no es un ser viviente, pero se dice que “el mundo evoluciona”
cuando, gracias a algún avance tecnológico o cultural, a los humanos se les facilita vivir
allí. Es decir, el progreso de la tierra está ligado al progreso humano. Hablamos de
“globalización” cuando se hacen más comunes o más frecuentes estos servicios o
descubrimientos que mejoren la calidad de vida humana. Algo se globaliza cuando su uso
se diversifica y/o expande. Podríamos entender esto bajo el esquema del hilemorfismo de
Aristóteles, en el que plantea que el movimiento de los seres vivos es el paso de Potencia,
la capacidad para ser o hacer algo, a Acto, el hecho de ser o hacer aquello para lo cual
estabas capacitado. La globalización sería la Potencia del mundo, porque es la forma en la
que se perfecciona, o por lo menos se llega a un grado de perfección superior: una vida más
cómoda. Este movimiento hacia la perfección es lo que se busca al mejorar tecnologías,
medicinas, etc., aunque de forma inconsciente. Además, como el movimiento es una
propiedad de los seres vivos, entonces no podríamos tratar de oponernos a la globalización,
porque esto sería irnos en contra de la naturaleza misma. Como es algo natural del mundo y
que busca la perfección (la continua mejora de la vida), esta globalización es buena.
La globalización abarca principalmente el ámbito económico, ya que la tendencia de las
economías mundiales es aumentar el flujo de capitales entrantes, para que así haya
inversión y desarrollo. Los países buscan “globalizarse”, o aliarse con la mayor cantidad de
países posibles, para que así haya más entrada de dinero al país. Esto se logra gracias al
libre comercio, el intercambio de bienes entre sociedades, que asegura que los 2 países que
realizan estas transacciones salgan beneficiados. La Propiedad privada, por la cual el
hombre intercambia conocimientos, es la clave de esto. El hombre es un ser social por
naturaleza; está en su esencia misma la necesidad de vivir en sociedad, por eso es
entendible que se busquen mayores relaciones. Por ello ideologías como el comunismo
perjudican más de lo que benefician, ya que, al abolir la propiedad privada, detiene
acciones propias de la naturaleza del hombre, como lo es el intercambio. La esencia de un
ser es independiente de lo que los otros perciban de este ser; uno es lo que es gracias a su
esencia. Por ello tratar de irse en contra de la esencia del hombre no es más que
equivocarse. Globalizar engloba fomentar el libre comercio entre todas las naciones, para
buscar la común prosperidad. Para que un acto sea realmente bueno su objeto debe ser
bueno, y si tenemos como objeto fomentar el intercambio por el bien de todos, tenemos en
la globalización una acción buena. Además, el libre comercio trae muchos beneficios, entre
ellos la creación de trabajos, inversión, entre otras cosas. Pero como toda acción libre, esta
se puede envilecer. ¿Cómo? Cuando para conseguir mayor entrada de dinero, se empieza a
explotar a la gente que trabaja para los inversionistas o los agentes económicos que realizan
el intercambio: exceso de horas de trabajo, poca paga, mal trato, etc. El marxismo surgió
gracias a estos abusos. Por condiciones como éstas es que surgió el marxismo. Pero no por
ello debería satanizarse el capitalismo, como lo hace el marxismo, que profesa que la
existencia de la propiedad privada conlleva el intercambio de otros hombres (la esclavitud).
Pero la propiedad también es un derecho inalienable y propio del hombre. La misma Iglesia
Católica en su encíclica Rerum Novarum afirma que la propiedad privada es un derecho del
que todos los hombres gozan; que es buena. Más que eso, debería velarse por el
cumplimiento de los derechos de todos, de tal forma que todos ganen. Además de ganancia
económica habría ganancia integral, ya que todos serían tratados como personas, con plenos
derechos y responsabilidades. Si se toma a la humanidad como cosas y no como personas,
se deshonra y destruye completamente la bondad de la acción, como dijo Kant en su
imperativo categórico. Si realmente queremos vivir y aprovechar bien la globalización no
hace falta más que recordar que los derechos de uno terminan cuando los de los otros
empiezan. Claro está, el respeto es un pilar clave para la “exitosa” globalización: que todas
las naciones puedan disfrutar de las ventajas del intercambio, sin lastimar ni denigrar a
nadie. El éxito radica en que se respeten los derechos de todos.
Claro, la globalización abarca mucho más que solo lo económico. Esta también abarca la
difusión de conocimientos, para que puedan ser de utilidad para todos los habitantes de este
planeta. “Globalizar” también conlleva la trasmisión de la cultura y el saber a todos los
rincones de la tierra, para que se saque sacar provecho de ella. Históricamente podemos
comprobar el intento de la humanidad para transmitir los conocimientos. Empezando con la
invención de la escritura, pasando por lo griegos, el Renacimiento, la Edad de la Razón,
hasta la aparición del Internet. Esta red electrónica (especialmente) ha sido una de las
principales herramientas para la difusión de la información. Prueba de esta globalización es
el aumento del uso del Internet en hogares de todo el mundo: en el 2010, alrededor de 1600
millones de personas contaban con Internet; en el año 2012 se registran alrededor de 2300
usuarios, casi un tercio de la población actual. La globalización se está dando: cada vez más
gente con acceso a la información. Pero con esta expansión de los conocimientos también
han aparecido nuevas formas de “ver” la realidad. Lamentablemente, también se ha llegado
a “globalizar” la moral, que podría entenderse en 2 campos distintos. Primero, como lo que
se busca es expandirse, relacionarse para obtener mayores beneficios (dinero), se podría
pensar que cualquier medio empleado para “globalizarse” sería válido, donde no habría
ninguna responsabilidad moral, ya que lo que se busca, a la larga, es dinero y mejores
condiciones para todos. Se caería en el error de pensar que el fin justifica los medios, ya
que se haría lo posible para llegar a “globalizarse”, sin importar las consecuencias. Se
viviría un Utilitarismo, ya que solo importaría y sería bueno aquello que te hace más
productivo, aquello que da beneficios “reales”. El otro problema moral de la globalización
sería que esta se pondría al alcance de todos. Es decir, como, con las facilidades de la
globalización, el conocimiento de la moral llegaría a todos, se podría caer en el error de que
cada quien interprete las normas normales a su parecer, ajustándolas a sus propias
condiciones, ya que es conocimiento, y éste se puede entender de forma diferente. Se tiende
a la relatividad. Pero, no debemos olvidarnos que la moral es una sola. La ley natural no ha
cambiado a través del tiempo; ésta no se ajusta según las condiciones del hombre y de la
historia. La moralidad de las acciones no se mide según las condiciones o el concepto que
cada persona tiene de lo que hace, sino por le objeto en sí. La moral no es propia de cada
persona; ésta se ajusta según los preceptos de la ley natural, que es universal y válida para
todos los hombres, inscrita en nuestra conciencia desde el mismo momento de nuestra
creación. Y esta tiene solo una finalidad: llevarnos a la felicidad. Estas normas morales no
oprimen al hombre. Es más, lo hacen más libre, ya que nos ayudan a superar las pasiones y
malos impulsos, buscando llegar a ese fin sobrenatural de la felicidad. Muchos filósofos,
entre ellos Aristóteles y san Agustín, han coincidido en que esa felicidad, esa plenitud de
vida, nos lleva al conocimiento y la participación en un ser sobrenatural, perfecto, que no es
otro que Dios. Entonces, si la globalización también es capaz de transmitir ideas y
conocimientos, no solo dinero, podría ayudar muchísimo a propagar la Verdad Revelada,
esa verdad inentendible, que no es propia del hombre. La globalización, como método de
expansión de conocimientos, nos podría llevar a esa luz de gloria de la que hablaba Santo
Tomás, a esa gracia extraordinaria de iluminación, que nos ayude a conocer la esencia de
vida y lleve al hombre a la plenitud de vida.
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