Referencia: Cabrera, Daniel H. “Cornelius Castoriadis o la sociedad autónoma” en Aragües, Juan Manuel; López de Lizaga, José Luis (2012) Perspectivas. Una aproximación al pensamiento ético y político contemporáneo, Prensa Universitaria de Zaragoza, 2012 (p.219) ISBN 978-84-15538-21-9 pp. 115-130 Cornelius Castoriadis o la sociedad autónoma Daniel H. Cabrera Facultad de Filosofía y Letras Universidad de Zaragoza Lo que hemos venido entendiendo por el término sociedad socialista lo llamaremos en adelante sociedad autónoma Cornelius Castoriadis Introducción: del socialismo a la autonomía El pensamiento de Cornelius Castoriadis (Constantinopla 1922 – París 1997) tiene una rica e interesante complejidad que conjuga marxismos, filosofía, economía, psicoanálisis y el pensamiento y la cultura de la Grecia clásica. Su obra estará marcada por la fundación, junto a Claude Lefort, del grupo Socialisme ou Barbarie que publicarán la revista del mismo nombre desde 1948 hasta 1966. El nombre, Socialismo o Barbarie, expresa ya las intenciones de sus fundadores y marcará la línea del grupo y el pensamiento de sus referentes. La fórmula provenía de Rosa Luxemburgo que en 1915 escribió en el folleto Junius la consigna “socialismo o barbarie” significando con ella, como sostiene Löwy, que [...] en la historia, la suerte no está echada. La “victoria final” o la derrota del proletariado no están decididas de antemano por las “leyes de bronce” del determinismo económico, sino que dependen también de la acción consciente, de la voluntad revolucionaria de ese proletariado. La praxis revolucionaria, el factor subjetivo, la intervención consciente de las masas, guiadas por su vanguardia, alcanza ahora un status completamente distinto en el sistema teórico de Rosa. No se trata ya de un elemento secundario que haya de “apoyar” o “acelerar” la macha “irresistible de la sociedad”. No se trata ya del ritmo, sino de la dirección del proceso histórico. La “chispa animadora de la voluntad consciente” no es ya un simple factor “auxiliar”, sino el que tiene la última palabra, el que es decisivo. (Löwy 1978) En el contexto del grupo la consigna se transforma en una reflexión centrada en la praxis revolucionaria y por lo tanto, para Castoriadis, creadora. Para Castoriadis a lo largo de la historia de la humanidad se ha demostrado que no hay solo repetición sino novedad, creación, y ello por obra de la acción de los seres humanos. Por ello afirma que la condición de posibilidad de la praxis es la capacidad de creativa del ser humano. Sin esa capacidad la historia y la sociedad se convertía en mera repetición. Entre 1964 y 1965 Castoriadis publica en la revista del grupo los textos que se convertirán en la primera parte de la Institución imaginaria de la sociedad donde a la crítica de la teoría marxista le sigue la transformación de la consigna “socialismo o barbarie” en un dilema militante. Habiendo partido del marxismo revolucionario, hemos llegado al punto en el que había que elegir entre seguir siendo marxistas o seguir siendo revolucionarios, entre la fidelidad a una doctrina, que ya no anima desde hace mucho tiempo ni una reflexión ni acción, y la fidelidad al proyecto de una transformación radical de la sociedad [...] (Castoriadis 1993: 26) La consigna “socialismo o barbarie” destacaba la necesidad del compromiso y de la praxis. El dilema “marxismo o revolución” profundiza en la necesidad de una teoría que permita pensar la revolución como transformación radical, como creación social. Esto supone que una interpretación de la teoría (Marx) y de la “realidad” (URSS) del marxismo como economicista, determinista y racionalista (Cfr. Castoriadis 1993: 17-120). Frente a ello Castoriadis sostiene la necesidad de formular una teoría que dé lugar a lo no causal y a la praxis. Desde sus primeros textos estos temas se transforman en una reflexión sobre la autonomía. ¿Qué es una sociedad autónoma? Al principio yo había dado al concepto de autonomía, extendido a la sociedad, el sentido de “gestión colectiva”. Ahora debo darle un contenido más radical, que no es simplemente gestión colectiva (autogestión) sino la autoinstitución permanente y explícita de la sociedad; es decir, un estado donde la colectividad sabe que sus instituciones son su propia creación y se ha vuelto capaz de mirarlas como tales, de retomarlas y de transformarlas. Si se acepta, esta idea define una unidad del proyecto revolucionario (Castoriadis 2006b:69) La dilema parece transforma el “socialismo o barbarie” en la consigna “autonomía o barbarie”. Lo cual ubica al individuo y a la sociedad ante sí mismos como sujetos que deben responder/se acerca de la posibilidades de la autonomía frente a la heteronomía no sólo de la norma sino y sobre todo de su propia existencia. El presente capítulo pretende introducir brevemente una lectura de la obra de Castoriadis desde esta perspectiva. Lo humano y la autonomía Unos años después de escribir que había que elegir entre seguir siendo marxista o seguir siendo revolucionario explicó por qué ya no soy marxista (cfr. Castoriadis 2006b: 31-74). Sin embargo, la ruptura de Castoriadis con el marxismo no significaba un abandono de sus inquietudes teóricas ni su conversión al liberalismo. Todo lo contrario implicaba una “fidelidad al proyecto de transformación radical de la sociedad” (Castoriadis 1993:26) que para él consistía en una recuperación de la “inspiración originaria del marxismo” que “apuntaba a sobrepasar la alienación del hombre de los productos de su actividad teórica y lo que se llamó a continuación ‘la regresión del acto al pensamiento’.” (ídem 110). En esta ruptura/recuperación el concepto clave es el de autonomía en tanto centro del proyecto revolucionario (ídem. 172). La idea de autonomía obrera, luego autonomía de la sociedad le permite plantear, en relación con el individuo y en clave psicoanalítica, la autonomía del sujeto entendida como “instauración de otra relación entre el discurso del Otro y el discurso del sujeto” (ídem. 178). Ese Otro de la alienación “encuentra sus condiciones, más allá del inconsciente individual y de la relación intersubjetiva que se juega en él, en el mundo social” (ídem. 185). De manera que para Castoriadis a mediados de 1970 la cuestión de la autonomía quedaba claramente definida en relación al sujeto y a lo histórico social. Ambas dimensiones sostenidas por la polaridad constitutiva de lo humano -la psique (no el “individuo”) y lo histórico social (no la “sociedad”)-. Todo ello definido desde una ontología explicitada a mediados de la década de los 1970 como ontología del magma. Una ontología del ser como lo permanentemente determinable que desde siempre es caos, abismo o sin fondo y desde el que surge no sólo lo dado sino primordialmente, lo que puede ser, lo por-ser. Este modo de ser es el que condensa de manera especial la imaginación radical del sujeto y el imaginario social de lo histórico social. Pensamiento y reflexión La lectura de La institución imaginaria de la sociedad (IIS) presenta el particular recorrido teórico de su autor y que lejos de esconder, Castoriadis transparenta en la escritura. Como afirma en su prólogo refiriéndose al libro y a la tarea de la reflexión: “no hay aquí edificio terminado”, Contrariamente a todas las reglas de composición, las paredes del edificio son exhibidas unas tras otras a medida que son edificadas, rodeadas por lo que queda de los andamiajes, de los montones de arena y de piedras, de los pedazos de viga y de las paletas sucias (Castoriadis 1993:7-8) En otra publicación contemporánea -Encrucijadas del laberinto- describe otra metáfora de la reflexión y de su escritura: Pensar no es salir de la caverna, ni reemplazar la incertidumbre de las sombras por los contornos recortados de las cosas mismas, la luz vacilante de una llama por la luz del verdadero Sol. Es entrar en el Laberinto, más exactamente hacer ser y aparecer un Laberinto mientras que uno hubiera podio quedarse “echado entre las flores, con la cara al cielo” Es perderse en galerías que no existen más que porque las excavamos incansablemente, es dar vueltas en el fondo de un callejón sin salida cuyo acceso se cerró tras nuestros pasos, hasta que esta rotación abra, inexplicablemente, fisuras practicables en la pared (Castoriadis 1989:6). Ambas metáforas presenta el pensar como tarea provisoria y, podemos agregar, permanente. No hay producto final y definitivo, la reflexión es un modo de estar en el mundo, es la particularidad del ser humano. En efecto, Castoriadis distingue entre el ser dado y el ser por ser que es especifico del domino del hombre. En el ser que aparece y con el que nos encontramos distingue lo viviente, la psique, el individuo y la sociedad. Estas son aproximaciones a lo humano tal como se encuentra, tal como se da en su dinámica existencial. Es el ser que fundamenta la ontología tradicional caracterizada por el ser que aparece y que hay que des-cubrir. Es el modelo “natural” de la ontología. Frente a ello Castoriadis postula la existencia de un mundo humano cuya existencia se caracteriza por su capacidad permanente de advenir sobre lo dado. Un ser determinado e indefinidamente determinable y que se concreta en la subjetividad y lo histórico social. Ambas caracterizadas por su capacidad de romper la clausura en la que se ve envuelto el hombre desde que es fabricado como individuo de una sociedad. El dominio de lo humano es entonces el dominio de la interrogación permanente, de la ruptura de la clausura y de la posibilidad de establecer una relación diferente con su pasado y con su destino. El dominio de lo humano se presenta como el campo del hacer creativo y por ello de la autonomía. A esto se refiere lo imaginario en Castoriadis, a una comprensión de la realidad como (auto)creación, una modalidad de ser puesto de manifiesto por la existencia de lo humano en tanto ser que se hace, que se instituye como sujeto y como sociedad. En tanto sujeto humano Castoriadis lo define por la reflexividad y la voluntad o capacidad de acción deliberada. Y la condición de posibilidad de la reflexividad es la imaginación (cfr. Castoriadis 1998b:139). La capacidad de reflexión supone una imaginación no funcional, una imaginación desbocada que no se limita a calcular o “razonar”. “La reflexividad presupone la posibilidad de que la imaginación postule como presente lo que no lo está, de que vea a Y en X y, específicamente, que vea doble, de que se vea doble, de que se vea al verse como otro” (ídem. 140). La actividad deliberada o voluntad es “la dimensión reflexiva y práctica de nuestra imaginación como fuente de creación” (ídem. 141). De donde la relación de la imaginación y la voluntad se expresa como “hay que imaginar algo distinto a lo que está para poder querer; y hay que querer algo distinto a lo que está, para liberar la imaginación” (ibídem). La cuestión de la subjetividad, en tanto no es algo dado sino que debe ser creada, es la autonomía. La autonomía del individuo consiste precisamente en que establece otra relación entre la instancia reflexiva y las demás instancias psíquicas, así como entre su presente y la historia mediante la cual él se hace tal como es, permítele escapar de la servidumbre de la repetición, de volver sobre sí mismo, de las razones de su pensamiento y de los motivos de sus actos, guiado por la intención de la verdad y la elucidación de su deseo (Castoriadis 1997a:84) En segundo lugar el ser por hacerse es lo histórico social. “La institución de la sociedad es en cada momento institución de un magma de significaciones” (Castoriadis 1993, 2: 328). Su mundo propio pero lo fundamental es que “lo histórico-social es la forma ontológica que puede cuestionarse a sí misma y, mediante esta actividad autorreflexiva, alterarse explícitamente” (Castoriadis 1999a:256). El ser humano, para Castoriadis, crea la sociedad pero este hecho no puede ser explicado, como en el caso de las colmenas o las manadas, por una necesidad de sobrevivencia funcional (referidos a necesidades). Tampoco los rasgos de imitación y aprendizaje explican la sociedad, por el contrario es la destrucción de estos dispositivos con el surgimiento de la psique lo que caracteriza a lo humano. “El crecimiento maligno, casi canceroso, de la imaginación sin ningún miramiento por la funcionalidad, quiebra dichos dispositivos sometiendo el resto a la no-funcionalidad (con el placer de representación predominando sobre el placer de órgano)” (Castoriadis 1998c:44). La sociedad existe allí donde las significaciones son constitutivas del estar juntos. Y esas significaciones son “imaginarias” en tanto son inmotivadas y arbitrarias, es decir, creativas. De la autogestión a la autoinstitución La autonomía es a la vez tarea de la subjetividad y de lo histórico social. Constituye la actividad de autoinstitución y advenimiento de lo propiamente humano. En sus análisis del movimiento obrero destaco la radicalización de los ideales revolucionarios en un proyecto de autonomía y esta interpretación lo condujo a la formulación de una ontología de la acción social como creadora. Dicha ontología constituye un punto de llegada del recorrido que realizó desde sus primeros escritos en la década de los cuarenta y que, en algún sentido culminaron en los setenta con la publicación de IIS. El referente empírico, la sociedad efectiva, que Castoriadis trata de elaborar en sus conceptos de autonomía son las experiencias de autogestión colectiva. Para él la autogestión no puede consistir en una autoadministración de un “montón de excrementos existentes” sino “una trasformación consciente de la tecnología existente de la tecnología instituida- para adaptarla a las necesidades, a los deseos, a las voluntades de los humanos como productores y consumidores” (Castoriadis 2000:33). Por ello dirá que a la autogestión puede llamarse autoorganización pero “autoorganización de las condiciones sociales e históricamente heredadas en las que ésta se desarrolla” (Idem.). En otras palabras, para Castoriadis autogestión y autoorganización significan autoinstitución explícita de la sociedad. Este es el punto de llegada tanto desde sus análisis más concretos (como, por ejemplo, los realizados en Socialisme ou Barbarie) como desde su perspectiva filosófica (explicitada en IIS). Esa autoinstitución supone la libertad de los individuos para participar activa e igualitariamente en los poderes sociales que deciden sobre los asuntos comunes. Es autónomo quién se proporciona a sí mismo la ley. Y nos referimos aquí a las leyes comunes, ‘formales’ e ‘informales’, a saber: las instituciones. Participar en el poder es participar en el poder instituyente. Es pertenecer, en régimen de igualdad con los demás, a una colectividad que se autoinstituye explícitamente. La libertad en una sociedad autónoma se expresa por medio de estas dos leyes fundamentales: ninguna ejecución sin participación igualitaria en la toma de decisiones. Ninguna ley sin participación igualitaria en la disposición de la ley. Una colectividad autónoma tiene por divisa y por autodefinición: somos aquellos que tienen por ley proporcionarse sus propias leyes (Idem. 35) La autonomía supone la capacidad de poner en cuestión las significaciones imaginarias establecidas y dadas por hecho. Un pensamiento abierto a la interrogación que se sabe conocedor del origen humano de toda institución. Lo que supone una educación que sea formadora de individuos con posibilidades efectivas de pensar por sí mismos -en la medida que es posible ya que el individuo mismo es institución-. Por ello afirma que “la transformación de la sociedad, la instauración de una sociedad autónoma, implica un proceso de mutación antropológica” (Ibíd. 47). Esto sólo puede darse cuando se concibe la política como una actividad lúcida y deliberante que tiene por objeto la institución de la sociedad y de todo poder explícito. En palabras de Castoriadis se trataría de “crear las instituciones que, interiorizadas por los individuos, faciliten lo más posible el acceso a su autonomía individual y su posibilidad de participación efectiva en todo poder explícito existente en la sociedad” (Castoriadis 1997a:90). De allí el imperativo práctico: “deviene autónomo... y contribuye en todo lo que puedas al devenir autónomo de los demás” (Castoriadis 1998c:78). La sociedad como institución de significaciones La filosofía de la autonomía de Castoriadis tiene su punto más original e interesante en su noción de imaginario. La productividad del concepto de imaginario en Castoriadis se fortalece por la distinción entre dos dimensiones: una radical o primera y una derivada o segunda. Obviamente no es primero o segundo en importancia o en cronología. Se refiere a la diferencia que puede haber entre la fuente y lo fluido o entre el magma y lo solidificado en sus mutuas y constantes referencias. Con este criterio se puede hablar, por un lado, de imaginario radical primero, cultural o instituyente y, por el otro, de imaginario segundo, histórico-social o instituido. Ambos niveles refieren dos dimensiones: una creativa profunda y una combinatoria. En este contexto, Castoriadis postula que una filosofía radical de lo imaginario supone una ontología del magma y de la indeterminación y conduce a la distinción entre lo social instituido y lo social instituyente. Una sociedad existe “en tanto plantea la exigencia de la significación como universal y total, y en tanto postula su mundo de las significaciones como aquello que permite satisfacer esta exigencia” (Castoriadis 1993, 2:312). De manera que toda sociedad, para existir, necesita su mundo de significaciones. Sólo es posible pensar una sociedad como esta sociedad particular y no otra, cuando se asume la especificidad de la organización de un mundo de significaciones imaginarias sociales como su mundo. Una sociedad concreta no es sólo una estructuración de condiciones materiales de sostenimiento y reproducción de vida sino, ante todo, una organización de significaciones particulares. Estas significaciones juegan un papel definitorio de la especificidad histórica de una sociedad como ésta sociedad y no otra. Desde este conjunto de significaciones, las condiciones materiales de vida son definidas como tales -como condiciones- entre muchas otras posibilidades materiales. Las significaciones operan desde lo implícito en las elecciones, en el hacer de los individuos y de la sociedad, como definitorias de una constelación de significados y fines en los cuales y desde los cuales se construye el mundo social como este mundo, mi mundo. Quiere decir que las mismas determinaciones y necesidades, en tanto son estas determinaciones y estas necesidades, están configuradas en y desde la significación. Más aún, la idea misma de determinaciones funcionales y de necesidades es una institución significativa de la sociedad. Por ello, Castoriadis sostiene que estas significaciones tienen un origen creativo e indeterminado imposible de ser reducido. La creatividad de las significaciones remite a lo imaginario como fuente de lo nuevo radical. Las significaciones sociales implican una determinabilidad infinita y última. El mundo de significaciones imaginarias de una sociedad está instituido, es obra de la sociedad y está fundado en lo imaginario. Una sociedad se instituye instituyendo un mundo de significaciones. En ese sentido, las significaciones imaginarias sociales, fundadas en lo imaginario social, se establecen como condiciones de posibilidad y representabilidad y, por ello, de existencia de la sociedad. Como la sociedad, sus instituciones tampoco pueden ser explicadas suficientemente ni por la funcionalidad ni por lo simbólico. La funcionalidad de las instituciones no puede explicar, por sí misma, su propio sentido y orientación específica. Tampoco lo simbólico puede explicar la elección de un sistema particular de simbolismo entre los muchos posibles, y la autonomización de redes simbólicas. Lo imaginario social de una época dada otorga a la funcionalidad su orientación específica y fundamenta las elecciones de unos simbolismos concretos que le permiten su autonomización. Las significaciones imaginarias sociales hacen que un mundo funcional y simbólico (“el contemporáneo”, “de los griegos”, “los mapuches”, “los mayas”, etc.) sea una pluralidad ordenada, organizando lo diverso sin eliminarlo, haciendo emerger lo valioso y lo no valioso, lo permitido y lo prohibido para esa sociedad. La historia humana y las diversas formas de sociedad que se conocen están definidas esencialmente por la creación imaginaria, la cual evidentemente no puede ser catalogada como ficticia, ilusoria o especular sino como “posición de formas nuevas, y posición no determinada sino determinante; posición inmotivada, de la cual no puede dar cuenta una explicación causal, funcional o incluso racional.” (Castoriadis 1997 b: 195). El imaginario radical de una sociedad o época considerada es el estructurante originario y significado/significante central que opera como fuente de lo que se da como sentido indiscutible e indiscutido, soporte de las articulaciones y las distinciones de lo que importa y de lo que no, y el origen del exceso de ser de los objetos prácticos (cfr. Castoriadis 1993, 1: 252). El imaginario social aparece como el fundamento ilimitado e insondable en el cual descansa toda sociedad dada (cfr. Ibíd., p.194), la condición de posibilidad que jamás se da directamente y que permite pensar la relativa indeterminación de la institución y de las significaciones sociales. El imaginario social es el conjunto de significaciones que no tiene por objeto representar otra cosa, sino que es la articulación última de la sociedad, de su mundo y de sus necesidades: conjunto de esquemas organizadores que son condición de representabilidad de todo lo que una sociedad puede darse. Las significaciones imaginarias sociales son, en este sentido, remisiones inacabables que se pierden en el tiempo de la memoria de la humanidad. En el fondo de esta sociedad y de este mundo existe un conjunto de significaciones que lo hacen posible. En el trasfondo de esas significaciones, el imaginario social constituye el magma desde el cual se condensan y solidifican esas significaciones imaginarias en constante surgimiento. La historicidad de la institución sociedad requiere pensar en lo imaginario radical y social, desde lo cual los actos humanos y las cosas puedan ser definidos en relación con una orientación global del hacer y el decir sociales que, a su vez, es un aspecto del mundo de significaciones imaginarias de la sociedad considerada. De manera que, aunque “la significación puede aparecer como agregada a... ‘algo’ que existiera aparte, independientemente, con anterioridad a la significación, aun cuando se esté dispuesto a reconocer que ese ‘algo’ -ser natural, objeto material fabricado, entidad lógica o racional- sólo puede ser para la sociedad si está ‘cargado’ de una significación” (Castoriadis 1993, 2:316). Más conocida es la mencionada distinción entre imaginación radical o imaginario individual e imaginario social. La imaginación radical es, para decirlo brevemente, la capacidad de producir representaciones y fantasmas que no derivan de la percepción; dicho de otra manera: es una “facultad espontánea de representación que no está sujeta a un fin predeterminado” (Castoriadis 1999a:232). Imaginario radical o social es la fuente de lo social-histórico entendido como surgimiento de nuevas significaciones imaginarias sociales. La socialización y su aspecto subjetivo, la sublimación, es un proceso a través del cual la sociedad se da sentido en sus significaciones. La sociedad resulta de un proceso de institucionalización que tiene una dimensión creativa irreducible en tanto parte de lo imaginario. En este proceso de institucionalización, cada individuo aparece como “un fragmento itinerante de la institución de la sociedad, fragmentos itinerantes y complementarios entre sí” (Castoriadis 1999a:114). Sociedad e individuo se instituyen y constituyen recíprocamente y no hay posibilidad de existencia de uno u otro sin ese vínculo vital. La sociedad, en tanto tiene una historia que es anterior al individuo que llega a ella, dará las significaciones primarias desde las cuales el individuo resignificará su mundo formando parte de su institución. Acerca del “modelo” de sentido y de sociedad Antes de terminar esta lectura introductoria debemos mencionar dos puntos discutibles y de vital importancia. Se trata de pensar por un lado, el modelo con el que Castoriadis piensa el sentido y por el otro, el modelo con el que reflexiona sobre la sociedad autónoma. Si magma es la manera de entender el ser como indefinidamente determinable la cuestión castoriadiana de la mónada psíquica como modelo de lo que será sentido para la psique y la cuestión de Grecia como modelo de sociedad autónoma obliga a pensar sobre los límites de la propuesta de Castoriadis. Si esta interpretación fuera correcta se trata de señalar donde se detuvo para visualizar las posibilidades que aún encierra su pensamiento. Plantearé ambas cuestiones como una sugerencia para seguir pensando. La primera cuestión tiene que ver con el sentido y el “modelo” de la “mónada psíquica” para la psique. Aunque aquí no hay espacio para comentar su postura de manera adecuada cabe decir que, para Castoriadis, la psique es ante todo magma y flujo indisociable de representaciones, afectos y deseos. La característica específica de la psique humana frente a la animal sería la autonomía y la desfuncionalización de la imaginación que no sólo tiene la capacidad de reconocer lo que está en el espejo, lo especular, sino que también puede dar forma a lo que no está ahí presente. “En su primer ‘estado’ y su primera ‘organización’ […] el sujeto, si hay sujeto, sólo puede referirse a sí mismo, pues es imposible el planteamiento de una distinción entre él y el resto” (Castoriadis 1993,2:210). Desde esta afirmación Castoriadis teoriza sobre el mundo del sentido para el sujeto y el papel de la mónada psíquica. “La psique es su propio objeto perdido” (ídem. 214) en tanto pérdida de la experiencia de tenerse así misma en la indistinción. Unidad perdida por la imposición de la realidad y a partir de la cual estará “orientada por lo que ella no es, por lo que ya no es y que ya no puede ser” (ibídem). El mundo del sentido será aquél que la regrese a la unidad perdida. Ya se trate del filósofo, ya del científico, predomina el objetivo último, a saber: encontrar, a través de la diferencia y la alteridad, las manifestaciones de lo mismo (cualquiera sea su nombre y aún cuando fuera el ser a secas) que habitaría plenamente y plenamente igual a sí mismo la diversidad fenomenal, apoyarse sobre el mismo esquema a la vez presentificador, operatorio y valorizante de una unidad última, es decir, primera (ídem p. 219) El papel clave de la mónada psíquica, su ruptura y el modelo de realidad en la representación parecen acercarse peligrosamente a una lógica determinista a través de un nuevo relato de origen y el establecimiento de un “modelo” cuya función no magmática en la teoría de lo imaginario reintroduciría la determinación allí donde quiere pensarse lo inderterminado-determinable. Se ha criticado el uso no suficientemente crítico de la noción freudiana de representación en relación con la de imaginario y magma (cfr. Fernández 2007:122-128). Sin embargo, hay aquí un punto crítico que es necesario seguir discutiendo más profundamente. La segunda cuestión tiene que ver con el “modelo Grecia” como acontecimiento inaugural de la reflexión y al deliberación. La Grecia de los siglos VII a V a.C. constituye para Castoriadis el momento primero de la filosofía y de la democracia como modelos de la reflexión sin otro límites que el “dar cuenta y razón”. Sin dioses a los que dar respuesta, la interrogación permanente (filosofía) y la organización basada en la autolimitación (democracia directa) se basaba en el reconocimiento del sin sentido del mundo humano. La filosofía y la democracia se fundamentan en la conciencia de vivir al borde del abismo y de que no hay más destino para el hombre que la muerte sin más allá. No se trata sólo de helenocentrismo o eurocentrismo sino de una de racionalidad convertida en modelo sugiriendo implícitamente que las múltiples modalidades de lo humano se agotan en esa racionalidad particular que debe conducir a la autonomía en tanto valor central de lo humano. Frente a ello hay que sacar las consecuencias de la noción de magmática del ser y sostener la multiplicidad de posibilidades que incluyen, por ejemplo y tal como lo destacó el mismo Castoriadis, los totalitarismos del siglo XX. De todas las posibilidades de lo imaginario ¿porqué decidir una sobre la otra? Castoriadis diría, no hay respuesta fundadora, en el caso de la autonomía debemos reconocer que es nuestra condición histórica. Se trata de volver a pensar desde lo magmático para radicalizar sus exigencias tanto en el sujeto más allá -más acá y en otro lugar- de un modelo monádico como también en lo social más allá -más acá y en otro lugar- del modelo de racionalidad y autonomía de esa península del continente asiático llamada Europa. La tensión entre un pensamiento ontológico y el esfuerzo de incardinar el pensamiento en una historia efectiva llevan la propuesta de Castoriadis un punto difícil de resolver y que motiva a seguir reflexionando. Para responderse por ejemplo, si es necesario una ontología del magma para reflexionar sobre el movimiento obrero o sobre el movimiento de las mujeres. Todo esto supone ponerse nuevamente en el camino abierto por las preguntas de Castoriadis discutiendo sus respuestas para encaminarnos hacia la interrogación y el cuestionamiento que abra otras posibilidades del ser por hacerse de lo humano. Para leer a Castoriadis Hasta aquí una breve introducción sobre algunos aspectos centrales del pensamiento de Cornelius Castoriadis que si cumplen con su cometido invitarán a leer su obra. Ahora, ¿dónde comenzar la lectura de la obra de Castoriadis? A pesar de la moda de traducciones y publicaciones permítanme un consejo: la lectura de la obra de Castoriadis hay que iniciarla en La institución imaginaria de la sociedad. En esta experiencia hay que acompañarse de los textos que le son contemporáneos agrupados en Les carrefours du labyrinthe y en La exigencia revolucionaria teniendo en cuenta también la “Introducción” a La experiencia del movimiento obrero. Con estas lecturas mínimas se puede ir hacia atrás a sus obras “más políticas” escritas entre las década de 1940 a 1960 y/o hacia delante con las obras de las décadas de 1980 y 1990 de características “más filosófica”. La institución imaginaria de la sociedad es un libro difícil y que cuestiona todo lo que se puede haber estudiado antes. Leerlo constituye una experiencia dura pero es la única que hace justicia a una obra extensa y compleja. Las demás publicaciones si se leen descontextualizadas sólo son una manera de salir del paso para hablar de alguien que muchos nombran. En esa lectura se experimentará el recorrido que parte de la crítica al marxismo real y el análisis del movimiento obrero destacando el papel clave de la autogestión. Desde allí pasar a la necesidad de pensar la creatividad de la acción humana capaz de inventar una organización social (y no sólo subvertirla); el postular el fundamento no determinista de la realidad como condición para que la creación humana sea posible, hasta llegar a pensar la institución social como autoinstitución de significaciones que no parten ni se originan en “lo real” (o “funcional”), ni de los “simbólico” sino en “lo imaginario” es decir, en lo arbitrario y lo inmotivado. Estudiar la obra de Castoriadis implica recorrer nuevamente este camino para volverlo a pensar en su creatividad, en su coherencia y sobre todo, en sus posibilidades. Estos comentarios/consejos no pueden dejar de alertar al posible lector acerca de los avatares de la lectura de su obra. Hoy puede encontrarse que se lo lee como un especialista en la Grecia Antigua, hace dos décadas como un psicoanalista y antes como un pensador de izquierda pero no marxista y aún antes como un pensador militante contrario a todas las burocracias y favorable a la autoorganización obrera. Estas distintas recepciones fueron acompañadas de diferentes traducciones a manos de diversos grupos y editoriales. Todo ello además precedido por la obra de un pensador que escribió gran parte de ella con variados seudónimos. Sólo por mencionar algunos ejemplos de las particularidades de su traducción. Su obra fundamental Las encrucijadas del laberinto (1978) no está completamente traducida pero Sobre El político del Platón (1999) tiene al menos tres traducciones diferentes en español. Su escritos póstumos están siendo traducidos muy rápidamente pero La institución imaginaria de la sociedad ha sido reeditada con las mismas erratas de hace casi 25 años. La situación de sus traducciones es realmente muy especial, por no decir errática. No es extraño entonces que aún hoy, algunos de sus conceptos sean más conocidos que su autor. Imaginario social es uno de ellos. Utilizado a diestra y siniestra en las ciencias sociales y en la filosofía contemporánea, parece nombrarlo todo y no afirmar nada. Incluso se lo hace aparecer como un concepto de corte posmoderno que despierta pasiones en su defensa o en su oposición. A casi 15 años de su muerte ya contamos con muy buenas introducciones y comentarios a su obra por lo que es esperable que los avatares de su lectura, traducción y recepción se acerquen equilibren con justicia en poco tiempo. Aunque la experiencia de todo lector novel de su obra sigue siendo similar: ¿cómo un autor que parte de la crítica a la burocracia estalinista y el análisis del movimiento obrero llega al tema del imaginario y a una ontología de la creación? Y deberíamos agregar, llega -como sostienen sus conocedores- manteniendo la coherencia lógica de contenidos e inquietudes. Ésta es sin duda una experiencia que hay que tomar en cuenta para ubicar su obra en el contexto del pensamiento del siglo XX. El único modo de leerlo es ir contra las lectura de su obra y regateando sus traducciones. En el presente texto me permití una escritura algo “escolar” con el objetivo de centrar una posible lectura en la cuestión de la autonomía y desde ella trazar una breve apertura hacia el concepto de imaginario. No pretendí tanto dar un mapa de conceptos como unas claves que inviten a su lectura más allá de la dispersión de publicaciones y traducciones. Dos referencias para finalizar. La mejor bibliografía y webografía en 20 idiomas incluido el español y el catalán realizada por Agora International se encontrará en la imprescindible web: www.agorainternational.org. La Association Castoriadis que representa a un interesante grupo de intelectuales en torno a los herederos de Castoriadis tiene una página con referencias bibliográficas y noticias en www.castoriadis.org. Bibliografía Anthropos, Huellas del conocimiento, Barcelona, Anthropos, Nº 198, 2003 Archipiélago, Cuadernos de crítica de la cultura, Madrid, Archipiélago, Nº 54, diciembre de 2002 Busino, Giovanni (Dir.), (1989) Autonomie et autotransformation de la société. La philosophie militante de Cornelius Castoriadis, Librairie Droz, Genéve. Cabrera, Daniel H. (coord.) (2008) Fragmentos del caos. Filosofía sujeto y sociedad en Cornelius Castoriadis, Buenos Aires, Biblos. Castoriadis, Cornelius, (1989) Les Carrefours du labyrinthe, Paris Editions du Seuil - (1993) La institución imaginaria de la Sociedad, (2 vol.) Bs. As., Tusquets. - (1997a) El mundo Fragmentado, Montevideo, Colección Caronte Ensayos. - (1997b) El avance de la Insignificancia, Bs. As., EUDEBA. - (1998a) El psicoanálisis, proyecto y elucidación, Bs. As., Nueva Visión. - (1998b) Los dominios del hombre. Las encrucijadas del laberinto, Barcelona, Gedisa. - (1998c) Hecho y por hacer. Pensar la imaginación. Encrucijadas del Laberinto V, Bs. As., EUDEBA. - (1999a) Figuras de lo Pensable, Valencia, Frónesis-Cátedra-Universitat Valencia. - (1999b) Sur Le Politique de Platon, Paris, Éditions du Seuil. - (1999c) Dialogue, La Tour d'Aigues, Éditions de l'Aube. - (2000) La exigencia revolucionaria. Reflexiones sobre filosofía política, Madrid, Acuarela. - (2002) Sujet et Vérité dans le monde social-historique. Seminaires 19861987. La Création Humaine I, Paris, Éditions du Seuil. - (2006) Lo que hace a Grecia. 1. De Homero a Heráclito. Seminarios 1982-1983. La creación humana II, Buenos Aires, Fondo de Cultura. - (2008) Ce qui fait la Grèce. Tome 2. La Cité et le lois. Séminaires 19831984. La Création humaine III. Paris: Éditions du Seuil - (2009) Histoire et création. Textes philosophiques inédits (1945-1967). Réunis, présentés et annotés par Nicolas Poirier. Paris: Editions du Seuil. - (2011) Ce qui fait la Grèce. Tome 3. Thucydide, la force et le droit. Séminaires 1984-1985. La Création humaine IV. Paris: Éditions du Seuil. Cristiano, Javier (2009) Lo social como institución imaginaria. Castoriadis y la teoría sociológica, Villa María, Eduvin Fernández, Ana María (2007) Las lógicas colectivas. Imaginarios, cuerpos y multiplicidades, Biblos, Buenos Aires. Franco, Yago (2003) Magma. Cornelius Castoriadis: psicoanálisis, filosofía, política, Bs. As., Biblos. Gagnon, Gabriel (1984) “Á la recherche de l’autonomie: Cornelius Castoriadis” en Sociologie et Societés, vol. XIV, 2; pp. 113-118. Guibal, Francis e Ibáñez, Alfonso (2006) Cornelius Castoriadis: lo imaginario y la creación de la autonomía, México, Universidad de Guadalajara. Habermas, Jürgen (1985) El discurso filosófico de la modernidad, Madrid, Taurus. Joas, Hans (1998) El pragmatismo y la teoría de la sociedad, Madrid, CIS-Siglo XXI. Löwy, Michael (1978) “La significación metodológica de “socialismo o barbarie” capítulo VI de Dialéctica y Revolución, México, Siglo XXI. Disponible en http://www.socialismo-o-barbarie.org/revista/sob6/lowy.htm Última consulta el 28 de Diciembre de 2011. Poirier, Nicolas (2006) Castoriadis. El imaginario radical, Buenos Aires, Nueva Visión. - (2011) L´ontologie politique de Castoriadis. Création et institution. Paris, Payot. Poltier, Hugues (2005) Claude Lefort. El descubrimiento de lo político, Buenos Aires, Nueva Visón. Prat, Jean-Louis (2007) Introduction à Castoriadis, Paris, La Découverte. Vera, Juan Manuel, (2001) Castoriadis (1922-1997), Madrid, Ediciones del Orto.