D E L F O N D O D E C U LT U R A E C O N Ó M I C A D I C I E M B R E 2 0 1 3 ISRAEL De Néguev a Atemajac México e Israel, semejantes y distintos, alejados por la geografía, unidos en la cultura —SHULAMIT GOLDSMIT Y BRINDIS 516 ISSN: 0185-3716 ESPECIAL FIL GUADALAJARA 2013 516 3 Agua y pan YVES BONNEFOY 7 Edmund Wilson, un intruso en Qumrán AURELIO MAJOR 9 Einstein style! SERGIO DE RÉGULES 12 Un archipiélago que nos une SHULAMIT GOLDSMIT Y BRINDIS 14 Hebreo y español: un matrimonio tempestuoso IORAM MELCER 16 Un centauro en las letras israelíes S I LV I A C H E R E M S. 18 Escribir desde la diáspora (dentro de Israel) ENTREVISTA CON ETGAR KERET 20 Todo tiene dos caras. Excepto la sombra A N D R E A F U E N T E S S I LVA 22 Las mujeres en Israel: la verdad oficial y la verdad oculta S AV YO N L I E B R E C H T 23 Madame Bovary de Nevé Tzedek NURIT ZARHI 25 Desterrar el destierro PA B L O YA N K E L E V I C H 28 El fantasma de la medicina JESÚS RAMÍREZ-BERMÚDEZ 30 David Huerta: memoria del mediodía JOSÉ MANUEL MATEO 32 Apología de un genio atormentado: Dmitri Shostakóvich E DI TOR I A L Parentesco aposta H ay tunas allá y acá, pero muy poco más tenemos en común. Ni las raíces de nuestras lenguas, ni algún acontecimiento compartido en las respectivas historias, ni siquiera el sistema de escritura en que cada quien se comunica. El grueso de los habitantes de allá profesa una religión distinta a la que prima por acá. El nivel de desarrollo económico de cada país los coloca en divisiones incompatibles. Nada liga sus gastronomías o sus tradiciones musicales. Y sin embargo Israel y México se atreven a sentirse naciones hermanas, acaso porque los nexos que hoy las unen son deliberados y no fruto de una filogenia inevitable. Que la Feria Internacional del Libro de Guadalajara reciba a los escritores israelíes, a los libros y la cultura de un país que ha domesticado el desierto, es una señal de esta cercanía construida a propósito, con voluntad. Este número de La Gaceta es una hebra más en los lazos que cada vez con más fuerza unen a nuestros países. El Fondo quiere contribuir a esa nueva proximidad con libros, unos nuevos y otros no tanto. Entre los segundos se halla uno sobre esos documentos semidestrozados que arrojan luz sobre el pueblo que habitó en las riberas del mar Muerto hace un par de milenios; el editor Aurelio Major pasa revista al librito que sobre ese tema preparó Edmund Wilson medio siglo ha. Y como en la feria Albert Einstein estará muy presente, hemos invitado a Sergio de Régules a que defina la “esencia” del modo einsteiniano de hacer ciencia, lo que va acompañado de una relación de obras nuestras sobre el gran físico judío. Pero el plato fuerte de este banquete es la antología Islas entre nosotros, un amoroso proyecto iniciado por la escritora Esther Seligson para traer a Hispanoamérica un muestrario de narradores del Israel de hoy. Interrumpido por la muerte de la autora de Toda la luz, la antología pudo materializarse gracias al empeño de Ioram Melcer y el tesón —y los recursos, económicos pero sobre todo humanos— del Instituto para la Traducción de la Literatura Hebrea, al que desde aquí agradecemos su diligencia y generosidad. Una reseña de ese libro y textos sobre o de autores incluidos en él permitirán al lector iniciarse en el conocimiento de una literatura con antecedentes milenarios. Cierra la sección israelí un texto acerca de una obra que se ocupa del exilio en América Latina, escrita por un par de académicos vinculados con la Universidad Hebrea de Jerusalén. Y como la feria es también ocasión para lanzar una nutrida perdigonada de novedades editoriales, presentamos reseñas de la nueva edición de Palinuro de México, la poesía reunida de David Huerta, una evocación biográfica y musical de Shostakóvich a cargo de Carlos Prieto, las conversaciones de Silvia Lemus con una veintena larga de escritores e intelectuales, así como un par de artículos sobre dos de nuestras autoras de libros para niños y jóvenes que estarán en la fil: la estadunidense Tahereh Mafi y la argentina Isol. Del desierto de Néguev al valle de Atemajac han volado los pajarillos que colocó en nuestra portada el muy talentoso David Polonsky, autor de las ilustraciones de un libro publicado por el Fondo en 2009: Noche sin luna. Nos traen de allá semillas de algo que florecerá por acá, como las tunas —como las sabras— que proliferan en nuestras regiones más secas. Tal vez sean duras y espinosas por fuera, pero quien se atreva a conocer su interior verá qué tan dulce es su entraña. En eso sí que nos parecemos.W ALEJANDRO PÉREZ SÁEZ 34 Silvia Lemus o el arte de retratar las razones de una obra y una vida SANDRA LICONA 36 CAPITEL 36 NOVEDADES DICIEMBRE DE 2013 José Carreño Carlón León Muñoz Santini D I R E C TO R G E N E R A L D E L F C E ARTE Y DISEÑO Tomás Granados Salinas Andrea García Flores D I R E C TO R D E L A G AC E TA F O R M AC I Ó N Alejandro Cruz Atienza Juana Laura Condado Rosas, María Antonia Segura Chávez, Ernesto Ramírez Morales J E F E D E R E DAC C I Ó N Ricardo Nudelman, Martha Cantú, Adriana Konzevik, Susana López, Alejandra Vázquez C O N S E J O E D I TO R I A L 38 De pieles, encierros y medianías JUANA INÉS DEHESA 39 Isol y la complicidad con los niños DANIEL GOLDIN V E R S I Ó N PA R A I N T E R N E T Impresora y Encuadernadora Progreso, sa de cv IMPRESIÓN Suscríbase en www.fondodeculturaeconomica.com/editorial/laGaceta/ lagaceta@fondodeculturaeconomica.com www.facebook.com/LaGacetadelFCE La Gaceta del Fondo de Cultura Económica es una publicación mensual editada por el Fondo de Cultura Económica, con domicilio en Carretera Picacho-Ajusco 227, Bosques del Pedregal, 14738, Tlalpan, Distrito Federal, México. Editor responsable: Tomás Granados Salinas. Certificado de Licitud de Título 8635 y de Licitud de Contenido 6080, expedidos por la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas el 15 de junio de 1995. La Gaceta del Fondo de Cultura Económica es un nombre registrado en el Instituto Nacional del Derecho de Autor, con el número 04-2001-112210102100, el 22 de noviembre de 2001. Registro Postal, Publicación Periódica: pp09-0206. Distribuida por el propio Fondo de Cultura Económica. ISSN: 0185-3716 I L U S T R AC I O N E S D E P O R TA DA Y PÁG I N A 2 : © DAV I D P O LO N S K Y 2 OCTUBRE DE 2013 DE NÉGUEV P O ES A ATEMAJAC ÍA El ganador este año del Premio FIL en Lenguas Romances es un poeta, ensayista y traductor de obra extensa e intereses amplísimos. Lo mismo teoriza sobre la traducción de versos que atrapa mitos milenarios, lo mismo hurga en la cotidianidad que hace historia literaria. Como celebración por el galardón que le confirió la feria tapatía ofrecemos aquí un soneto de su poemario más reciente, L’Heure presente (Mercure de France, 2011) Agua y pan YVES BONNEFOY VERSIÓN DE JORGE ESQUINCA es poca tela, ¿y desgarrada? el cielo sobre una landa en que pastores yerran de noche, sin tener más que el llamado a espabilar el sueño de las bestias. Y presiento que pretendió el pintor que el ángel que repara la injusticia busque los ojos, en un cuadro incluso, Agar y el niño que con ella escapa. Y están aquí, y el ángel a su lado, justo donde la imagen se deshace. Lo invisible retoma los colores del pan milagroso, la jarra de agua. No queda más del niño que un fulgor que hace soñar que en él comienza el día.W DICIEMBRE DE 2013 a 3 DE NÉGUEV A ATEMAJAC 4 a DICIEMBRE DE 2013 DE NÉGUEV A ATEMAJAC DOSSIER Del desierto de Néguev al valle de Atemajac vienen, como traídas por el firme pico de un ave, las imágenes de una nación ancestral y nueva: una deslumbrante ojeada a los rollos del mar Muerto, una tesis sobre el estilo einsteiniano de pensar y convencer, un recorrido por la más reciente prosa israelí, un ensayo sobre el maridaje de nuestras lenguas, tres imágenes emblemáticas de las féminas en el Israel de hoy, un análisis del exilio latinoamericano efectuado desde Jerusalén. Ligeros y nutritivos, los caracteres del hebreo nos alimentan DICIEMBRE DE 2013 a 5 Fotografía: © I R V I N G P E N N DE NÉGUEV A ATEMAJAC 6 a DICIEMBRE DE 2013 Fotografía: ©T H E P S A L M S S C R O L L ( 1 1 Q 5 ) , U N O D E LO S 9 7 2 T E X TO S D E LO S R O L LO S D E L M A R M U E R TO ISRAEL. DE NÉGUEV A ATEMAJAC Los rollos del mar Muerto plantean diversos enigmas, unos teológicos, otros muy terrenales. En un libro excepcional sobre esa pieza de interés arqueológico y religioso, el crítico estadunidense Edmund Wilson se adentra, con prosa elegante y seductora, no sólo en los objetos en sí sino en el mundo y la época en que fueron escritos. Obra de un diletante que se convertiría en experto, este volumen es una de las joyas de nuestra colección Breviarios R ES EÑA Edmund Wilson, un intruso en Qumrán AURELIO MAJOR & el entendido argumentos cobrara Prov 1:5 E dmund Wilson viajó al nuevo estado de Israel en 1954 a fin de escribir un reportaje sobre el descubrimiento en las cuevas de Qumrán de unos misteriosos rollos manuscritos pertenecientes a una secta antiquísima hasta entonces desconocida, los esenios. Persuadido de la trascendencia histórica de aquel hallazgo, propuso a la revista The New Yorker, de la que era a la sazón su crítico literario más influyente, que patrocinara el viaje. Los rollos eran vistos en ese entonces con suspicacia, porque si bien los esenios habían sido un fenómeno desarrollado en el entorno del judaísmo, no eran propiamente judíos, y para los cristianos obligaba a una revisión de determinados presupuestos textuales y arqueológicos aceptados desde hacía casi dos milenios. El 23 de marzo Wilson desembarca en Haifa procedente de Italia y queda impresionado del entusiasta recibimiento que se le prodiga a los futuros colonos recién llegados. Entre conversaciones y entrevistas con eruditos y arqueólogos, religiosos y escépticos, viaja a Jerusalén, se pasea por el barrio jaredí de Mea Shearim, le repele el lamentable estado de la iglesia del Santo Sepulcro, viaja a Transjordania, a Tiberíades y visita a los casi extintos samaritanos. Ante la austeridad de Jerusalén y bajo un cielo inmenso, deja recogido en el cuarto tomo de sus diarios: “Es interesante pensar que las efusiones de color de las navidades y las anunciaciones renacentistas, los imponentes crucifijos griegos, las agonías y los éxtasis del arte francés e italiano, alemán y bizantino, surgieron todos de leyendas provenientes de estas serenas lomitas espolvoreadas de piedras y rebaños bajo tranquilos cielos luminosos”. El revuelo internacional suscitado tras la publicación por entregas del reportaje dio origen un año más tarde a una versión amplia, Los rollos del mar Muerto, uno de los libros de Wilson que más ha perdurado en el imaginario colectivo, pues fue el primer, y du- DICIEMBRE DE 2013 rante mucho tiempo único, referente para el lector escritos que revelaron un judaísmo desconocido en no especializado (la oportuna primera edición espa- cuyo entorno Cristo y sus seguidores vivieron, penñola del fce es de 1956). No es sólo uno de los gran- saron y escribieron. A todo ello se añadían las dramádes reportajes de un siglo que tuvo muchos y muy ticas circunstancias imperantes en la lucha histórica destacados, entre ellos, por ejemplo, los del propio del pueblo judío por sobrevivir y reclamar un hogar crítico sobre la depresión económica de 1929 (The nacional. Edmund Wilson (1895-1972) ha sido considerado, American Earthquake), sino que al presentar historia y erudición en un sagaz marco narrativo desti- con cansina pero irrefutable insistencia, uno de los nado al amplio público, dio inicio al debate, delimi- grandes críticos literarios, y no sólo en Estados Unitó y sentó las bases de su discusión posterior, y sus dos, del siglo xx. Fue integrante distinguido de lo que ecos llegan hasta el presente, casi sesenta años más la sociología de la literatura denomina “intelectuatarde. Para uno de sus informantes, en ese entonces les de Nueva York”, el conjunto de escritores progreprofesor de literatura comparada de la Universidad sistas (o “radicales”), y que abarca dos o tres promoHebrea de Jerusalén, David Flusser, se trata de “un ciones (baste citar, a guisa de ejemplo, a los críticos libro que, desde muchos puntos de vista, fue un hito Alfred Kazin o Irving Howe y a las escritoras Mary McCarthy o Susan Sontag), protagonistas de la en la investigación de la historia de las religiones”. No obstante, los cristianos, detentadores de la Pa- madurez de una generación literaria que coincide labra, temían el peligro de que hubiera una nueva y continúa también a la llamada “perdida” de los años veinte, y preludia una cultura que se Palabra, y, por otra parte, para los judíos estaba gestando: la del nuevo internaciosólo ellos mismos estaban autorizados a nalismo estadunidense. Su infancia patriinterpretar sus escrituras, y ningún aficia y más o menos solitaria transcurrió en cionado podía aspirar a poseer lo que les la biblioteca familiar de clásicos e historiacorrespondía desde hacía siglos. Wilson dores. Su formación en la Universidad de había supuesto que para los israelíes el inPrinceton, su alistamiento voluntario en terés de un gentil en su historia y en la lenla primera Guerra Mundial, sus iniciales gua hebrea era toda una novedad. En una incursiones en el periodismo, la convulcarta a Waldo Frank explica que el acersión que supuso la depresión económica camiento (en sentido histórico) a Israel de 1929 y la intensidad del efecto político por parte un anglosajón de antecedentes subsiguiente en el marco de la irradianpuritanos veterotestamentarios era algo te Revolución bolchevique, acendraron su bien distinto del efectuado por un judío LOS ROLLOS DEL convicción en los años treinta de que la crírabínico o europeizado. El suyo se basaba MAR MUERTO tica literaria ejercida desde el periodismo, en una restitución de la Biblia sin la expeEl descubrimiento en Vanity Fair primero, y después en The riencia talmúdica y medieval intermedia: de los manuscritos New Republic, The New Yorker hasta llegar “nunca he visto esta situación puesta de bíblicos a The New York Review of Books en los años manifiesto, la mayoría de los judíos no la sesenta, no sólo era un empeño higiénico, reconoce y la mayoría de los ex puritanos EDMUND sino que debía asimismo, de modo esencial, no se dan cuenta de la fuerte presencia del WILSON formar el gusto literario de los lectores. factor hebraico”. Así que el escéptico WilEl procedimiento crítico de Edmund son fue tratado por los más intransigentes breviarios Wilson consistía en la identificación apaya no como un impertinente, sino como Traducción de E. S. un intruso. En cambio, otros eruditos, Speratti y J. J. Blanco sionada con la obra hasta desentrañar sus mecanismos para posteriormente alejarse que a la postre habrían de imponerse con 2ª ed., 1977, 351 pp. y disponer de una distancia objetiva en el los hechos, pensaban justo lo contrario: se 978 968 16 0942 9 contexto de la inferencia histórica. Aunque precisaba de la lectura científica de unos $68 a 7 ISRAEL. DE NÉGUEV A ATEMAJAC EDMUND WILSON, UN INTRUSO EN QUMRÁN Wilson cultivó sobre todo el ensayo, el estudio, pero también el cuento, la novela corta, el teatro y la poesía reunidos en casi cuarenta libros, su celebridad se cimentaría en su periodismo literario, de precisión judicial, erudito y concentrado, atento a los hechos, presentado con una de las prosas más elegantes y atractivas de sus contemporáneos, y que le confirió una autoridad casi institucional, de un solo individuo, si se tiene en cuenta que no se sustentó en cargos públicos ni en sinecuras universitarias que pusieran en entredicho su independencia de criterio, como bien corroboró la popularidad de sus reportajes sobre los rollos del mar Muerto desde el comienzo. Al respecto escribió a su editor en Oxford: “el primero de estos ensayos, por cierto, ha demostrado tener más éxito —desde el punto de vista de las cartas y de las peticiones de reimpresión— que todo lo que haya escrito con anterioridad”. Y añade socarronamente que muchas de aquellas reimpresiones de la revista no pudieron servirse a sus pretendidos destinatarios en los seminarios y conventos por los anuncios de bañadores que acompañaban la publicación. No pretendió que su juicio fuera de ningún modo infalible, y Wilson no descartó los matices, la polémica, la revisión propiciada por el intenso intercambio con sus colegas, con los “compañeros de viaje” ideológicos, con múltiples escritores, recogidos en las más de setenta mil cartas que escribió a mano hasta el día de su muerte. En 1967, justo antes de la guerra de los Seis Días, y a los setenta y dos años de edad, Wilson visitó de nuevo Israel a fin de añadir una larga segunda parte, una puesta al día del libro que le había granjeado tanta polémica notoriedad (en 1977 el fce amplió esta edición vigente y muchas veces reimpresa, con un curioso y revelador intercambio entre Wilson y uno de sus críticos). En carta a uno de sus amigos íntimos, John Dos Passos, refiere que “una de las cosas que más disfruté fue dar mi apoyo moral a las estudiosos seculares que han estado trabajando en los rollos. Están siendo constantemente atacados por la iglesia católica y el conflicto se ha vuelto emocionante. Soy el único ajeno que sabe algo del asunto, y he venido a desempeñar, en relación con los rollos, un papel semejante al de Hemingway con los toros…” Hasta el final de sus días, según testimonio de Elena, su última esposa, se pudo ver a Wilson sentado en su escritorio rodeado de Biblias y diccionarios, manteniéndose al tanto de las novedades, descifrando el Antiguo Testamento y los facsímiles de los fragmentos. Como crítico literario, y a pesar de lo que podría parecer por su superior capacidad de comprensión de la modernidad, demostrada en El castillo de Axel (su fundamental estudio de 1931 sobre la revolución literaria gestada por Proust, Joyce, Eliot, Stein, Valéry y otros), no fue un adalid del modernism angloamericano, de las vanguardias, sino que más bien se interesó en la continuidad de la tradición; en su innovación, no en su ruptura. Sus fundamentos críticos se encuentran en la historiografía francesa e inglesa del xix (la de Taine, de Gibbon, de Michelet) y en la crítica francesa, estadunidense y británica decimonónica de De Quincey, Shaw, Poe, Arnold o Sainte-Beuve, por lo que las nuevas teorías que se desarrollaron a partir de la imposición de la obra de Eliot y Joyce en los cenáculos académicos y que dieron origen al New Criticism, al “alambre de espino” de la filología desaforada, y continuaron con los émulos y secuaces del estructuralismo y el postestructuralismo, le resultaban repelentes. Isaiah Berlin recuerda que, antes de presentarlo a sus colegas de Oxford tras la segunda Guerra Mundial, Wilson lanzó “un ataque demoledor contra la vida universitaria y la academia”, a la que tenía por “asesina de todo lo vivo y real que hay en la literatura y el arte”. Wilson, el intruso, escribió cuando la prensa aún ejercía una profunda influencia, la crítica académica no había domesticado la sensibilidad y las clases instruidas compartían valores más o menos comunes. Wilson gozó entonces de una formación clásica, humanista, teñida de positivismo en versión estadunidense que pretendía relajar las ataduras y severidades religiosas, pero en el contexto del club social. Leía con fluidez a los clásicos latinos y griegos, y su pasión casi “sensual” por otras lenguas lo acercó no sólo al francés, sino al alemán y más tarde célebremente al ruso. Pero infancia es destino, y su abuela paterna le había infundido las Escrituras. En A Piece of My Mind recuerda que uno de los momentos decisivos como lector maduro (además del descu- 8 brimiento de Voltaire, ya frecuentada en profundidad la obra de Stendhal, Flaubert y France, y la de Pushkin) fue la revelación de la Biblia hebrea en ejemplar recuperado en la casa de su niñez y que su madre le había legado al fallecer. Por razones familiares entonces y por pasión histórico intelectual, pues además de la consabida influencia del Antiguo Testamento en el tejido mismo de la lengua inglesa, los primeros colonos de Nueva Inglaterra se habían identificado con los israelitas perseguidos por el faraón-monarca británico hasta tal punto que muchos grupos religiosos habían sido acusados de judaizantes en aquellos primeros años de las colonias norteamericanas, este aspecto de Estados Unidos le interesaría siempre. Los miles de años de exégesis bíblica judía asimismo podían entenderse como el cimiento de la moderna crítica literaria, considerada como crítica textual con trasfondo moral. La dimensión profética que Wilson había advertido en Harriet Beecher Stowe y en Abraham Lincoln, un interés que ya había explorado en Marx y en Freud, aunado a su penetrante análisis de escritores decimonónicos como James Russell Lowell o John Jay Chapman, cuyo filosemitismo era otra máscara del antisemitismo, acrecentaron su interés en el judaísmo. En 1952 Wilson, profesor invitado en Princeton, se enfrascó simultáneamente en el aprendizaje del hebreo en el Seminario Teológico de la universidad. Estaba convencido de que ni la versión griega ni la versión del rey Jacobo del Antiguo Testamento le hacían justicia, trufado como estaba de interpretaciones cristianas. Aprendió pronto, y comenzó a indagar con diversos estudiosos sobre el reciente descubrimiento de los manuscritos en Qumrán. Las ansiosas evasivas y los silencios que siguieron a sus preguntas por parte de cristianos y judíos lo impulsaron a emprender, dos años después, su primer viaje a Israel. “Si uno se asoma al Antiguo Testamento desde el punto de vista judío, como yo lo he hecho —escribe Wilson en sus diarios—, todo parece tan judío y tan parte íntima de su tradición que cabe preguntarse cómo los cristianos y los árabes fueron capaces de adaptarlo a sus mentalidades y entornos. Para los judíos estas versiones foráneas de sus libros sagrados deben de parecerles un sacrilegio y un farsa.” Su atrevimiento imaginativo, su inmensa capacidad para compendiar las complejidades de la erudición y desechar pedanterías, su imaginación reconstructiva y análisis llevaron al célebre arqueólogo Yigael Yadin, uno de los primeros traductores de los manuscritos de Qumrán, a reconocer que: “Los rollos del mar Muerto no fueron descubiertos por los arqueólogos, sino por los beduinos, y su importancia no se puso en conocimiento del mundo por un arqueólogo tampoco, sino por un estudioso aficionado, Edmund Wilson. […] No sólo contribuyó a que los rollos fueran conocidos en el mundo profano, sino también influyó en el modo en el cual algunos investigadores los estudiaron, pues sus escritos eran muy provocadores. Se propuso formular preguntas. Definió los puntos de vista de algunos estudiosos tal vez de un modo más audaz de lo que se hubieran atrevido a hacer ellos mismos.” Wilson se congratuló de no verse en la obligación de adaptar sus ideas a las fórmulas, por simbólicas o racionalizadas que fueran, de la teología cristiana tradicional, aunque la contemplación del judaísmo después de convivir con el cristianismo lo llevara a sentir al principio una ausencia y a la vez un alivio al deshacerse de aquella mitología, en la cual la figura semihumana del Salvador introduce una dimensión íntima perturbadora. Pero el Dios de los judíos es remoto, no se puede escribir ni pronunciar su nombre, carece de intermediarios salvo los profetas y éstos son meros seres humanos. En la teología judía, al contrario del calvinismo, no preocupa ser uno de los elegidos, no preocupa el infierno. Se vive con Dios en una habitación vacía.W Más allá del mar Muerto: otros libros de Wilson en el Fondo LA HERIDA Y EL ARCO breviarios Traducción de Marcelo Uribe 1ª ed., 1983, 307 pp. 978 607 16 1471 1 $68 VENTANA A RUSIA breviarios Traducción de David Huerta y Paloma Villegas 1ª ed., 1981, 345 pp. 978 607 16 1502 2 $68 A demás de Los rollos del mar Muerto, dos títulos más del crítico literario y escritor estadunidense alimentan el catálogo del Fondo. El primero de ellos, editado originalmente en 1929 y, desde su publicación, fuente de apasionadas lecturas y referencias obligadas, es un conjunto de siete ensayos en los que el también colaborador en The New Yorker examina la relación que establecen los autores y sus obras, viendo en ello un reflejo no sólo de la biografía personal sino del sistema de valores históricos, sociales y culturales que existen en el momento de su gestación. Así, analiza la producción literaria de Charles Dickens, Rudyard Kipling, Giacomo Casanova, Edith Wharton, Ernest Hemingway, James Joyce y Sófocles, arrojando luz sobre todos ellos y sus obras centrales. El segundo título, también compuesto por ensayos literarios, ofrece una ventana privilegiada para asomarse a la literatura rusa; una ruta de acceso que lejos de las interpretaciones académicas que fabricaron una idea rígida, nostálgica y realista de las letras rusas, ofrece la posibilidad de adentrarse en ellas desde la frescura y la valoración de un lector precoz que así como comparte sus primeras impresiones, valora la riqueza y giros idiomáticos que sólo el ruso puede ofrecer a la gran literatura. Y es que Wilson aprendió este idioma a los 40 años y su aproximación a Pushkin, Chéjov y Tolstoi la realiza desde ahí, desde el aparato conceptual y la sensibilidad que su trayectoria como crítico literario le brindan, pero también desde la lectura directa y filtros que el conocimiento de una lengua hace posible. Cabe destacar que ambos volúmenes están traducidos por poetas: por Marcelo Uribe el primero, y por David Huerta y Paloma Villegas el segundo, lo que permite que la prosa original de Wilson brille con la misma lucidez en nuestro idioma. Aurelio Major, poeta, traductor y editor, compiló y prologó el amplio volumen de Obra selecta de Edmund Wilson publicado por Lumen en 2008. a DICIEMBRE DE 2013 Fotografía: © A R T H U R S A S S E ISRAEL. DE NÉGUEV DE NÉGUEV A ATEMAJAC A ATEMAJAC Albert Einstein es muchos iconos: de la creatividad científica, de la independencia intelectual, del difícil equilibrio entre activismo político y aislamiento académico. También lo es de las aportaciones del pueblo judío al conocimiento del mundo. Presentamos aquí una apretada semblanza de su “estilo”, tanto el de su forma de pensar como de su relación con el poder, más una relación de obras del Fondo en que es protagonista ENSAYO Einstein style! SERGIO DE RÉGULES DICIEMBRE DE 2013 a 9 ISRAEL. DE NÉGUEV A ATEMAJAC EI NSTEI N STYL E! E rnst Mach era un latoso. A fines del siglo xix, cuando ya existía mucha evidencia indirecta de que la materia estaba hecha de átomos y moléculas, él decía: “Sí, pero, ¿los has visto?” Más allá de las ganas de fastidiar, esta pregunta malintencionada era la expresión de una postura filosófica respecto a la realidad: sólo es real lo que se puede ver o, en general, lo que se puede detectar directamente. Lo que no, es pura construcción mental y no cabe en la ciencia. Esta postura tiene un apellido de alcurnia: se llama positivismo y restringe casi hasta estrangularlas las posibilidades del conocimiento porque sólo reconoce el de tipo científico, y éste debe restringirse a lo que se puede probar por medio de experimentos. Ernst Mach les negaba la existencia a los átomos y las moléculas porque nadie había diseñado ningún experimento al cabo del cual uno pudiera abrir el puño y mostrar como trofeo un átomo reluciente en la palma de la mano. Mach rechazaba por la misma razón las nociones de espacio y tiempo absolutos, que estaban implícitas en la física del movimiento, o mecánica, de Isaac Newton. Por esa época un joven estudiante de física de la Escuela Politécnica de Zúrich llamado Albert Einstein leyó la Historia de la mecánica de Mach incitado por un compañero de estudios. Muchos años después, en sus Notas autobiográficas, Einstein escribió que Mach “ejerció una profunda influencia sobre mí”, pero no tanto por su defensa de lo tangible como único objeto de la ciencia, sino por “su escepticismo e independencia incorruptibles” que lo llevaron a poner en duda muchas ideas recibidas.1 A Einstein lo que más le impresionó de Mach fue el estilo. L A S GARR A S DE L LEÓN El historiador del arte suizo Heinrich Wölfflin relata en Principles of Art History que el pintor alemán Ludwig Richter fue con tres amigos a pintar el paisaje cerca de Tívoli, Italia. Los cuatro amigos pactaron fijar lo que veían sin desviarse ni pizca de la realidad. El resultado, por supuesto, fueron cuatro pinturas “tan distintas unas de otras como las personalidades de los cuatro pintores”, de donde Richter concluyó, dice Wölfflin, “que no existe la visión objetiva, y que la forma y el color se aprehenden según el temperamento”. 2 Una pintura figurativa es una representación de la realidad tamizada por una forma individual de ver el mundo, o un estilo, ese je ne sais quoi que tienen en común las obras de un mismo artista y que lo distinguen de los demás. “Por sus garras se conoce al león”, dijo el matemático suizo Johann Bernoulli de Isaac Newton cuando éste presentó anónimamente la solución de un desafío que Bernoulli había lanzado a los matemáticos de Europa, lo que sugiere que también en la ciencia se reconoce el concepto de estilo: Newton no llega a la solución de la misma manera que Leibniz o que Bernoulli, igual que los cuatro amigos pintores. Que pueda haber estilo en ciencia sólo es extraño si no se aprecia que, como la pintura o la literatura, la ciencia es un ejercicio de imaginación y creación. Cierto: ésta no es la impresión que queda luego de los cursos escolares, donde se presenta como una colección de verdades absolutas descubiertas por genios iluminados. Si la ciencia ofrece verdades impepinables, independientes del temperamento, los gustos y los prejuicios del científico —y si éste es un iluminado que toma dictado de los dioses—, entonces, en efecto, el científico no necesita creatividad ni imaginación, sólo una buena técnica de taquigrafía. Pero la ciencia no es así, como muestra Thomas Kuhn en La estructura de las revoluciones científicas.3 Kuhn se interesó en la historia de la física y encontró controversias prolongadas entre bandos, escuelas de pensamiento y hasta camarillas que no se resolvieron simplemente porque unos fueran po- 1 Albert Einstein, “Autobiographical Notes”, en Timothy Ferris, ed., The World Treasury of Physics, Astronomy and Mathematics, Nueva York, Little, Brown and Company, 1991. 2 Heinrich Wölffl in, Principles of Art History, Nueva York, Dover, 1950. 3 Thomas Kuhn, La estructura de las revoluciones científicas, México, fce, 2013. Véase también: Ian Hacking, ed., Revoluciones científicas, México, fce, 1985. 10 seedores de la verdad y otros no. Cuando los físicos construyen teorías rivales y las ponen a competir, la victoria se decide no sólo por lógica y razón; también intervienen los prejuicios, los gustos, las costumbres; en suma, en la visión de Kuhn una teoría física puede ser una representación de la realidad tamizada por una forma individual de ver el mundo. En su construcción incluso caben los criterios puramente estéticos. ARMONÍA Albert Einstein era un latoso. Se negaba a mostrarles la debida deferencia a sus maestros, a quienes se dirigía con un irreverente “Herr Weber” en lugar del más apropiado “Herr Professor”. Su petulancia tuvo consecuencias: Herr Professor Doktor Weber se encargó de que ninguna institución académica le diera empleo y así, al terminar la carrera, el joven Einstein, con novia embarazada y sin posibilidades de ejercer su profesión, se vio reducido a aceptar un trabajo en la oficina de patentes de la ciudad de Berna, Suiza. Como sus obligaciones no le quitaban mucho tiempo, Einstein disponía de cierta holgura para pensar en sus cosas. Cuatro años después, en 1905, sin cobijo de universidad ni instituto de investigación alguno, el joven Einstein irrumpió en el mundo académico como un toro en una cristalería con cuatro artículos publicados en la revista Annalen der Physik, tres de los cuales se reconocen hoy como semillas de sendas revoluciones en física. Los artículos guardan una insólita relación con Mach, el ídolo de la juventud de Einstein. En su tesis doctoral, Einstein había añadido una evidencia más a la existencia de los átomos y las moléculas con un método para deducir sus dimensiones a partir de propiedades fácilmente medibles de los líquidos, pero en el segundo de sus artículos del año 1905 Einstein va más allá. En 1827 el botánico escocés Robert Brown se quedó pasmado al ver al microscopio unos granos de polen suspendidos en agua que se zarandeaban al azar sin causa evidente, como caminantes borrachos. El extraño fenómeno se conocía como movimiento browniano. En su segundo artículo de 1905 Einstein explica las sacudidas que observó Brown como manifestación del golpeteo constante que le dan al grano de polen las moléculas individuales del líquido. El movimiento browniano se convierte así en evidencia directa de que existen las moléculas, lo que echa por tierra las razones de Mach para descreer de los componentes más pequeños de las cosas. En el tercer artículo de 1905, en cambio, Einstein da renovados bríos a otra de las creencias positivistas de Mach: que no se pueden definir en términos absolutos ni el movimiento de los objetos ni la duración de los fenómenos. Revitalizar a Mach no era la intención de Einstein. Su preocupación era más bien reconciliar las dos grandes ramas de la física de la época —la mecánica y la electrodinámica— que se contradecían en el asunto del movimiento absoluto: la mecánica exigía que no existiera, la electrodinámica exigía que sí. El joven burócrata de la oficina de patentes encontró el modo de armonizarlas —después de todo, se referían a un mismo universo: era feo que no empataran—, pero para eso Einstein renunció a ciertas ideas recibidas que a nadie se le había ocurrido poner en duda. He aquí algunas de esas ideas para que aprecien ustedes el tamaño de la renuncia. Es evidentísimo que el tiempo transcurre para todo el mundo a la misma velocidad (un segundo por segundo). La duración de un fenómeno no depende de quién la mide, claro. Pues resulta que no es cierto: un vuelo de la Ciudad de México a Guadalajara tendrá cierta duración para los que esperan al avión en tierra y otra menor para los pasajeros. El efecto es diminuto a las velocidades de un avión, pero se puede medir, como verificaron en 1971 el físico Joseph Hafele y el astrónomo Richard Keating, dando dos vueltas al mundo en avión con dos relojes atómicos. Hay una simpática foto de los científicos y una sobrecargo en el interior de un Boeing 747 con dos pilas de aparatos electrónicos erizados de cables —los relojes— ocupando sendos asientos, como cualquier pasajero. Tras el vuelo se comprobó que los aparatos se habían atrasado unos cuantos nanosegundos respecto a dos relojes de referencia idénticos que se quedaron en tierra, exactamente lo que predijo Einstein en 1905. a Einstein nos exige creer que con el movimiento también cambian la longitud y la masa de los cuerpos, otras dos propiedades que el sentido común y la experiencia cotidiana piden a gritos que consideremos independientes del punto de vista; y, quizá peor aún, la solución armonizadora de Einstein implica que dos fenómenos que ocurren simultáneamente para un observador suceden a tiempos distintos para otro. Sólo a un físico más interesado en las cualidades estéticas de una teoría que en lo estrictamente experimental y racional se le ocurriría renunciar a lo evidente en aras de la armonía de la física. En el cuarto artículo de 1905 Einstein demuestra que la energía tiene inercia, que es otra manera de decir que E = mc2. Tres años después, cuando el editor de una revista atribuyó este descubrimiento al venerado físico Max Planck, el joven Einstein le escribió inmediatamente para que corrigiera el error. En una carta posterior, empero, se disculpó por exaltarse, añadiendo que “las personas a las que les es dado contribuir con algo al progreso de la ciencia no deben dejar que esta clase de asuntos empañen el placer que dan los frutos del trabajo común”.4 U N I DAD El físico y novelista Alan Lightman encuentra muchas similitudes en el estilo de hacer ciencia de Isaac Newton, en el siglo xvii, y de Albert Einstein, en el xx, y señala una bonita característica común: tanto Newton como Einstein llevan sus reflexiones a sus últimas consecuencias y extraen conclusiones tremendas de los fenómenos más sencillos. Sus ideas trascienden las simples teorías científicas; “son filosofías, temas sinfónicos, son formas distintas de estar en el mundo” que integran una visión de la física que da prioridad a “la simplicidad, la elegancia y la belleza matemática”:5 la física como rama de la estética. Esto resuena con unas palabras que escribió el polifacético matemático y escritor británico Jacob Bronowski: “Cuando el poeta y filósofo Samuel Taylor Coleridge trataba de definir la belleza, volvía una y otra vez a una profunda reflexión: la belleza, decía, es la unidad en la variedad. La ciencia no es otra cosa que la búsqueda de la unidad en la variedad de la naturaleza […]. La poesía, la pintura, las artes son la misma búsqueda de unidad en la variedad.”6 Un ejemplo en el caso de Einstein. Desde el siglo xvii se había observado una característica insólita de la propiedad de la materia llamada masa. La masa mide las pocas ganas de cooperar que tienen los cuerpos más pesados cuando uno quiere acelerarlos: en virtud de su masa es más difícil acelerar un elefante que una cereza. Pero la misma propiedad aparece en un contexto totalmente distinto, como medida de la fuerza gravitacional que es capaz de sentir (y producir) un cuerpo: en virtud de su masa, el elefante pesa más que la cereza. Y en concreto, si Galileo Galilei suelta desde lo alto de la torre de Pisa un elefante y una cereza, la fuerza de gravedad es más intensa sobre el elefante (lo que nos haría esperar que se acelerara más que la cereza), pero, por el mismo motivo, el elefante se resiste más a la aceleración. Estos efectos contrarios se anulan y la cereza y el elefante caen con la misma aceleración (al mismo tiempo, pues). Esta extraña coincidencia traía a los físicos de cabeza, y hasta había experimentos encaminados a encontrar diferencias numéricas entre la “masa inercial” y la “masa gravitacional”. Ante la imposibilidad de encontrar esas diferencias, Einstein se dijo que inercia y gravedad debían de ser lo mismo. En otras palabras, unificó los conceptos de inercia y gravedad. Tardó diez años en extraer todas las consecuencias de este “principio de equivalencia”, pero de esta sencilla observación Einstein derivó una nueva teoría de la gravitación, llamada teoría general de la relatividad, que se usa hoy para explorar la estructura a gran escala del universo y la formación de agujeros negros. En un breve artículo publicado en la revista Nature en 1921, Einstein explica el desarrollo de la teoría de la relatividad y revela un aspecto de su estilo que lo distancia de Mach de una vez por todas: “Mi 4 John Stachel, ed., Einstein’s Miraculous Year, Princeton, Princeton University Press, 2005. 5 Alan Lightman, “Einstein and Newton: Genius Compared”, en Scientific American, vol. 291, núm. 3, septiembre de 2004. 6 J. Bronowski, en H. E. Huntley, The Divine Proportion, Nueva York, Dover, 1970. DICIEMBRE DE 2013 ISRAEL. DE NÉGUEV A ATEMAJAC EI NSTEI N STYL E! convicción de que la masa inercial y la masa gravitacional son idénticas me inspiró una confianza absoluta en esta interpretación”;7 es decir, el físico estaba convencido a priori de que tenía razón, aun sin la más mínima prueba experimental. Unos años después, un eclipse de sol dio ocasión para poner a prueba una de las predicciones de la teoría general de la relatividad. La expedición para observar el eclipse se había planeado con bombos y platillos. Alguien le contó a Einstein que Max Planck no había podido dormir la noche anterior de puras ansias, a lo que Einstein contestó: “Si Planck hubiera entendido bien la teoría, se habría ido a la cama con toda tranquilidad, como yo.” También se cuenta que poco antes, cuando le preguntaron si estaba nervioso por los posibles resultados de la expedición, Einstein dijo: “Si los resultados salen negativos, tanto peor para el buen Dios. Las ecuaciones son correctas.” ¡La cara que hubiera puesto Mach! PRE MON ICIÓN Mach y Einstein se conocieron en 1911. Einstein tenía 32 años y estaba en la cresta de la ola; Mach tenía 73, su salud era precaria y pocos se interesaban en él. Un contemporáneo contó que por esa época Mach recibía a sus visitas solicitándoles que le hablaran muy fuerte, porque, “además de mis otras características desagradables, soy sordo como una tapia”. Mucho tiempo después Einstein contó que en esa ocasión le preguntó al anciano físico austriaco si creería en los átomos en caso de encontrarse una propiedad de los gases que sólo se pudiera explicar suponiendo que están hechos de átomos. Para gran satisfacción del joven, Mach admitió que sí, pero en 1921 Einstein supo que, por el contrario, dos años después de su visita a Mach éste había renegado nuevamente no sólo de los átomos, sino de la teoría de la relatividad, en cuya creación Einstein siempre le había concedido un papel importante. Mach, padre de la relatividad malgré lui, murió en 1916, completamente rebasado por la corriente de la física de su tiempo. En el encuentro de 1911 el joven Einstein no podía imaginarse que, en sus años de madurez y vejez, él caería en el mismo estado a los ojos de muchos de sus colegas. E IN STE IN E ISR AE L judíos somos, y debemos seguir siendo, depositarios y defensores de ciertos valores espirituales, pero debemos darnos cuenta de que estos valores espirituales son también, y siempre han sido, la aspiración de toda la humanidad”,9 lo que suena francamente ingenuo cuando se considera que lo escribió en 1936, cuando Hitler ya era canciller de Alemania y Einstein había tenido que exiliarse en Estados Unidos. En otro texto de 1938 escribe: “Consideraciones prácticas aparte, mi conciencia de la naturaleza esencial del judaísmo se resiste a la idea de un Estado judío con fronteras, ejército y una cierta medida de poder secular […]. Temo el daño que se hará al judaísmo si se desarrolla un nacionalismo estrecho en nuestras propias fi las.”10 La historia, empero, lo haría cambiar de opinión y en 1949 Einstein pudo celebrar plenamente la existencia del nuevo país: “Al evaluar el logro [de Israel], no perdamos de vista la causa que lo impulsó: rescatar a nuestros hermanos en peligro, dispersos por muchas tierras […], crear una comunidad ceñida lo más posible a los ideales éticos de nuestro pueblo.”11 En 1952 murió Chaim Weizmann, presidente de Israel, y el primer ministro David Ben-Gurión le ofreció el puesto al judío más famoso del mundo. Einstein declinó el honor. “Soy verdaderamente un ‘viajero solitario’”, había escrito en un ensayo publicado en 1931, “y nunca he pertenecido de todo corazón ni a mi país, ni a mi hogar, ni a mis amigos, ni siquiera a mi familia inmediata”.12 Su necesidad de libertad y soledad, que siempre defendió ferozmente, le hacía imposible erigirse como representante de nadie, ni siquiera de la nación que había contribuido a formar. EINSTEIN Notas de lectura ALFONSO REYES centzontle Prólogo de Carlos Chimal Notas y revisión de Carlos Chimal y Gerardo Herrera Corral 1ª ed., 2009, 103 pp. 978 607 16 0162 9 $65 ALBERT EINSTEIN: NAVEGANTE SOLITARIO LUIS DE LA PEÑA la ciencia para todos 2ª ed., 1998, 119 pp. 978 968 16 6846 4 $70 Ú LTIMO E SFU E RZO En los años veinte y treinta del siglo xx Einstein se enfrascó en un intenso debate acerca del significado de la nueva mecánica cuántica, física de lo muy pequeño que él había contribuido a fundar con uno de sus artículos de 1905. Einstein y algunos otros opinaban que la teoría cuántica era incompleta y temporal, una parada en el camino a una teoría más profunda, pero la mayoría de los físicos se adhirió al bando contrario, según el cual la mecánica cuántica era la teoría más completa posible del mundo atómico. En sus últimos años Einstein se mantuvo al margen de la corriente. Muchos físicos pensaron que, como a Mach, la física de su tiempo lo había rebasado, pero el esteta de la ciencia dedicaba sus afanes a fraguar una teoría que describiera al mismo tiempo la fuerza de gravedad y el electromagnetismo: un último esfuerzo de unificación y armonización de las leyes de la física al más puro estilo Einstein. El esfuerzo no había culminado cuando Einstein murió, en 1955, pero en lo que dejó, un físico de vista aguazada podría reconocer fácilmente la garra del león.W A medida que se encumbraba, Albert Einstein se veía cada vez más solicitado para expresar su opinión y dar su apoyo a causas que superaban los confines de la ciencia. Una muy importante fue la creación del Estado de Israel. En los años veinte el rebelde de antaño que despreciaba toda autoridad había tenido que reconocer que su fama lo ponía en una posición de poder y aceptó usarla para contribuir a defender la libertad y los derechos del pueblo judío. “Descubrí que era judío a la edad de 35 años, cuando regresé a Alemania, y el asunto me lo revelaron más los gentiles que los judíos”, escribió Einstein. Parece difícil de creer, en vista de lo que ocurrió después en Alemania, pero durante su infancia y juventud el futuro físico no tuvo conciencia de que existía el antisemitismo. Su familia no era ni devota ni tradicionalista y el joven Albert nunca se sintió separado de otros alemanes por diferencias culturales ni religiosas. En esos años, incluso los judíos más apegados a las tradiciones que los Einstein vivían más o menos en paz. Pero en los años previos a la primera Guerra Mundial el antisemitismo empezó a asomar su fea cara. Para 1917, cuando Gran Bretaña se comprometió a crear un hogar para los judíos en Palestina, Einstein ya se sentía obligado por las circunstancias a manifestar su adhesión a la causa de “su tribu”, como él decía.8 En los años siguientes Einstein participó de todo corazón en el impulso para crear la Universidad Hebrea de Jerusalén y, con cierto recelo, en el movimiento para crear el Estado de Israel. Al parecer, Einstein hubiera deseado que el judaísmo reivindicara el valor universal de sus numerosas aportaciones a la cultura antes que convertirse en un país con territorio y bandera. En un texto que refleja su postura ambivalente a este respecto el físico dice: “Los Sergio de Régules, físico, editor y divulgador de la ciencia, colabora habitualmente con las revistas ¿Cómo Ves? y Saber Ver, así como con el diario Milenio. Es autor de varios libro, entre ellos: El sol muerto (Pangea, 1997), Las orejas de Saturno (Paidós, 2003) y Crónicas geométricas (Santillana, 2002). 7 Einstein, “A Brief Outline of the Development of the Theory of Relativity”, en Nature, vol. 106, núm. 2677, 17 de febrero de 1921. 8 François des Closets, Ne dites pas à Dieu ce qu’il doit faire, París, Seuil, 2004. 9 Einstein, Out of My LaterYears, Westport, Greenwood, 1970. 10 Ibidem. 11 Idem. 12 Ibid. DICIEMBRE DE 2013 Libros sobre Einstein en el Fondo UNA FACETA DESCONOCIDA DE EINSTEIN ELIEZER BRAUN la ciencia para todos 2ª ed., 1997, 103 pp. 978 968 16 6858 7 $66 RELATIVIDAD PARA PRINCIPIANTES S H A H E N H A C YA N la ciencia para todos 2ª ed., 2000, 119 pp. 978 968 16 6605 7 $66 EL UNIVERSO Y EL DOCTOR EINSTEIN L. B ARNETT breviarios Traducción de Carlos Ímaz 1ª ed., 1957, 104 pp. 978 968 16 0437 0 $85 a 11 ISRAEL. DE NÉGUEV A ATEMAJAC Concebida a mediados de la década pasada por Esther Seligson, por fin sale a la luz la antología de escritores israelíes de hoy; un poema de esa autora, fallecida en 2010, da título a esta miscelánea de textos, traducidos por un regimiento de autores comandados por Ioram Melcer. Para hacer realidad este sueño fue esencial la participación del Instituto para la Traducción de la Literatura Hebrea, al que desde aquí agradecemos R ES EÑA Un archipiélago que nos une SHULAMIT GOLDSMIT Y BRINDIS I srael, pueblo antiguo y, a la vez, una de las naciones mas jóvenes en el mundo actual, es, en este año 2013, el país invitado de honor a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Con este motivo, el Fondo de Cultura Económica, la casa editorial de mayor presencia en México y en Latinoamérica, se aboca a publicar Islas entre nosotros. Voces de la narrativa contemporánea israelí. A lo largo de 34 relatos, en esta obra se muestra la diversidad y la riqueza cultural de esta joven-vieja población, procedente de un ancestral tronco que hoy sobrevive por una fe inamovible en un destino común que manifiesta, a través de la literatura, su voluntad de continuidad. Todas y cada una de las narraciones contenidas en el libro nos muestran la forja de un “ser” nuevo, decidido a borrar una imagen de vejación y sumisión, por otra de hombres y mujeres renovados, fuertes, seguros, decididos a salvaguardar su tierra y su cultura ante cualquier adversidad. Las 34 narraciones que aquí se presentan nos dan a conocer la realidad actual de un país más allá de lo difundido comúnmente por los medios de comunica- 12 ción, enfocados a exhibir los conflictos políticos que se libran dentro, o los bélicos contra sus vecinos palestinos y el resto de los países árabes. Con esta publicación se busca lograr una cercanía afectiva con seres que, aunque alejados geográfica e históricamente, atraviesan por las mismas problemáticas a las que se enfrenta nuestra sociedad mexicana, y que son, a la vez, semejantes a las de la humanidad entera. Ya lo dice Amos Oz: “cuando viajas a un país, visitas sus calles, sus paseos, eso es todo […] cuando conoces su literatura abres la ventana de sus casas, te asomas a sus anhelos más íntimos, descubres sus miedos” o, como escribe Ioram Melcer en el prólogo del libro: “la literatura es la mejor manera para conocer a un pueblo”. Los relatos muestran, a través de 355 páginas, una paleta de mil colores: pisar las doradas, sofocantes y áridas arenas del desierto del Néguev, atravesar por los cuatro puntos cardinales pueblos, aldeas, kibutzim y moshavim; modernas ciudades, sus calles, teatros, museos, conservatorios, hasta llegar a las verdes y fértiles tierras de la Galilea. Sin limitaciones de ideología, de procedencia o cronológicas, esta antología recoge más de una treintena de textos, todos de gran calidad litera- a ria producto de la pluma de creadores israelíes, la mayor parte de ellos aún desconocidos por el lector hispanohablante. Se aprecian tendencias diversas: religiosos y agnósticos, ortodoxos y tradicionalistas; de varias generaciones: casi la mitad nacidos en territorio israelí —un puñado de ellos antes de crearse el Estado en 1948, el resto ya constituida la nación—, otros, provenientes de países de Europa oriental, sobrevivientes o descendientes de la generación del holocausto;; algunos más con raíces árabes o norafricanas, asiáticas por adopción, incluso latinoamericanas. Sorprende la ausencia de la exquisita prosa de Eli Amir y de Sami Mijael, ambos de origen iraquí. No hay límite tampoco para la extensión de los relatos: una página y media es todo lo que necesita el joven y exitoso Etgar Keret para, con mirada penetrante y humor ácido, adentrarnos en su mundo dislocado: “Mientras me arrastraban al averno pude ver a Katzenstein y al resto de los pasajeros despidiéndome desde el transbordador que los llevaba al paraíso […]”; o las 17 cuartillas a través de las cuales Ahaon Appelfeld, ya mayor y consagrado, conduce pausadamente al lector “En las márgenes de nuestra ciudad”. La pluma magistral de Amoz Oz requiere de una veintena de páginas para mostrar en “Extraño DICIEMBRE DE 2013 ISRAEL. DE NÉGUEV A ATEMAJAC UN ARCHIPIÉLAGO QUE NOS UNE fuego” que en el enorme espacio desértico es donde tivas del ejército y posteriormente, en la reserva. En se encuentra la tinta negra de la palabra, la que hace casi la totalidad de los hogares, se llora a uno, dos o posible la escritura. Oz confirma que no habría Limás caídos. No es de extrañar, por lo tanto, que el bro si no estuviera ahí la experiencia del desierto. fantasma de la guerra y de la muerte estén presentes De igual manera, atendiendo la diversidad de inen un buen número de las narraciones. tereses vitales y artísticos, se eligieron con amplitud Ante la imposibilidad de reseñar la totalidad de las temáticas. Vivencias sencillas y cotidianas, las los textos, se hace una mención específica a aquellos unas; complejas y dolorosas, las otras: de amor y desrelatos que dibujan los problemas específicos de esta amor, de erotismo, de traición… nación. Nurit Zarhi nos conduce con pinceladas de realisDea Hadar nos hace escuchar en “cm 18 g” las vomo mágico hacia su “Madame Bovary de Nevé Tzeces de cadáveres que vienen desde la profundidad de dek” (incluído en este número): “descendió de una la tierra en el Cementerio Militar. Jóvenes de 19, 20 barca en el puerto de Jaffa una mujer cuyas piernas, años, que han dejado de tener nombre propio y son debajo de su vestido oscuro con cuello, carecían de sólo número de parcela y de tumba, hablan de su soplantas […] esa era una época de entusiasmo metaledad, de sus huesos expuestos a las inclemencias del físico y debemos entender esa carencia con ese estiempo: “No es cierto que al pasar de nivel, uno deja de píritu, e incorporar esa mujer a la familia moverse […] De tanto en tanto nos sorprende los seres que la cultura insertó entre la de algún reflejo […] Esta mañana llovió. Es imaginación y la biología […] el unicornio. difícil dormir cuando la humedad te cala El hijo de la virgen, los ángeles divinos, los huesos al descubierto. Alguna vez estuMefisto y el monstruo del lago Ness.” ve recubierto de piel […] ahora ya no.” El insight profundo que David Grossman “Infierno”, de Ioram Melcer, describe imprime a sus escritos, como en “Días de las reacciones sensatas o enloquecidas de pareja”, nos revela las infidelidades reales los perros que sirven al ejército. Y en “El e imaginarias en una unión marital: “Un cuento de otro”, de Orly Castel-Bloom, se hombre desnudo, atontado por el placer y aborda el peligro y la incógnita de lo desel agotamiento, junto a la mujer fantaseaconocido a través de un grupo de niños inISLAS ENTRE da, junto a los nueve rostros que ahora se trigados por conocer lo que existe más allá NOSOTROS funden nuevamente en los plácidos rasgos de las fronteras: “hasta que tocamos, realVoces de la narrativa de su cara […] cuidando de gritar el nombre mente tocamos, el hierro grueso pintado contemporánea correcto entre los nueve, entre los noventa, en blanco y negro y un metro más allá, el israelí para desplomarse después con la saciedad cartel que rezaba ‘Deténgase, aquí está la final dibujada en el rostro”, así como la refrontera’ y tras él un paisaje exactamente ESTHER signación al amor tranquilo del matrimoigual al del lado en que estábamos paraSELIGSON nio: “Ahora la constante alegría afectuosa dos, pero imposible e inalcanzable.” Y IORAM en sus ojos, su convencimiento ingenuo, Muy significativos resultan los títulos MELCER radiante, de que juntos logramos doblegarque sobrevivientes del Holocausto dan a ( C O M P. ) lo a él, a mí, a mi buceo interior, al dejarme sus textos: “Comida”, de Amir Gutfreund, arrastrar, inerme, por el remolino, hacia y “Hambre”, de Nava Semel. tezontle los latidos del dolor.” Como ya se dijo, sean de alcance local, Traducción del Presente también el problema actual y regional o universal, escritos en prosa Instituto para la vigente del bullying en “Zurcidos invisiclásica o innovadora, con matices draTraducción de bles”, de Ruth Almog: “pero un murmullo máticos o irónicos, la totalidad de los texLiteratura Hebrea la hizo alzar la vista del libro y vio a sus tos participan de un nivel de excelencia Prólogo de amigas rodeándola, formando una media literaria. Ioram Melcer luna y entonces, de repente, la vio avanMención aparte merece la traducción. Introducción zando hacia ella […] le pegó una bofetada Casi una decena de especialistas, provey revisión de […] ¿Cómo no te avergüenzas? Eres una nientes de países latinoamericanos, mala traducción ramera […] ¡Déjenla! ¿Qué quieren de ella? yoritariamente de Argentina, ellos y ellas de Angelina […] Cállate miedosa […] Nosotras le enseescritores, poetas, artistas, estudiosos y Muñiz-Huberman ñaremos la lección.” docentes de las instituciones educativas Revisión de la Las quejas típicas de todo adolescente mas prestigiadas de Israel —Universidad traducción de en “La sal de la tierra”, de Yaron Avitóv: de Tel Aviv, Hebrea de Jerusalén, Haifa—, Alberto Huberman “Al día siguiente pensé todo el camino de han logrado con éxito la nada fácil tarea 1ª ed., 2013, 346 pp. regreso a casa cómo hacer para que mi de traducir los textos del hebreo al espa978 607 16 1655 5 madre dejara de acosarme con la bendita ñol. Conocedores de ambos idiomas, y de ducha […] Cuando vuelvo (de la playa) me varias lenguas más, llevan a cabo esta laespera mi madre con toalla y jabón y me dice: ‘No te bor con puntualidad y pulcritud. Para el lector mexivayas a dormir sin ducharte.’ ” cano, sin embargo, son perceptibles algunos térmiEl vínculo con la tierra y la naturaleza en “Ocaso nos localistas. pueblerino”, de Yitzhak Ben-Ner: “Éste es mi pueUna apreciación personal me hace lamentar que blo natal que tanto amo. Amo el pueblo y su gente y aun cuando en esta antología la figura y la problemásus campos y sus huertas y el firmamento de verano tica de las mujeres están muy presentes —la madre, y de invierno […] Amo el estrecho sendero estrecho la esposa, la amante, una hija—, tan sólo una cuarque se pierde en la oscuridad de los naranjales […] y ta parte de ellos proviene de una pluma femenina. los trinos de los pájaros prendidos a las ramas de los ¿Dónde quedan Amalia Cahana-Carmon y Batya árboles.” Gur? ¿Qué o quién determinó esta selección? Difícil La turista despistada que arriba a Londres desde explicar. Primero, porque fue una mujer, la escride Israel —podría ser de cualquier otro lugar del tora Esther Seligson, quien inicialmente concibió mundo— y se paraliza antes las barreras culturales: este proyecto editorial; segundo, porque las muje“Hasta el día de hoy no estoy segura de haber estado res israelíes son parte integral del devenir nacional en Londres.” Y la mujer que, a través de fugaces aven—sirven, al igual que los varones, en el ejército—; el turas sexuales, pretende exorcizarse de la amargura número de estudiantes universitarias iguala y en y la frigidez de la madre, ambas en “¿Acaso te estoy ocasiones supera al masculino; un buen número de hablando en chino”, de Savyon Liebrecht. ellas toman parte activa en la vida política, diplomáLa brecha generacional, el esfuerzo por mantetica y económica del Estado de Israel. ner una normalidad vital, la búsqueda de una identiFinalmente, sólo queda felicitar al Fondo de Culdad que evite el divorcio entre el ayer y el hoy —uno, tura Económica por el gran acierto de publicar Islas constreñido por la religión y las tradiciones; otro, lientre nosotros, cuyo objetivo primordial es el entenbre, moderno y laico—. Amores fallidos, infidelidadimiento y el acercamiento afectivo entre el pueblo des. En pocas palabras: temas universales. mexicano y el israelí, portadores ambos de una hisPor otra parte, se dan en esta antología líneas tetoria gloriosa y con grandes anhelos hacia el futuro. máticas casi constantes, explicables por el contexto México e Israel, semejantes y distintos, alejados por sociopolítico que vive la población israelí. Reflejos la geografía, unidos en la cultura.W de su pasado ancestral a través de múltiples citas bíblicas y referencias a los textos sagrados del judaísmo; ecos traumáticos del Holocausto; constantes conflictos bélicos en los que se ha visto envuelto el Shulamit Goldsmit y Brindis, historiadora, es Estado de Israel durante estos primeros 65 años de coordinadora del Programa de Cultura Judaica de la existencia, que demanda a generaciones, una tras Universidad Iberoamericana. otra, de hombres y mujeres, a servir en las filas ac- DICIEMBRE DE 2013 a Visita nuestra Librería Virtual con miles de títulos a tu disposición. Te esperamos con los libros abiertos fondo decultura economica com 13 Ilustración: © A N D R E A G A R C Í A F LO R E S ISRAEL. DE NÉGUEV A ATEMAJAC Más que alevosía, lo que comete el traductor literario es celestinaje. Y tratándose de lenguas tan ricas y dispares como el español y el hebreo, esa bella alcahuetería se convierte en una actividad de alto riesgo. En este festivo ensayo, uno de los actores esenciales en la publicación de Islas entre nosotros diserta sobre la naturaleza de las dos lenguas y la responsabilidad de quien busca equipararlas ENSAYO Hebreo y español: un matrimonio tempestuoso IORAM MELCER 14 a DICIEMBRE DE 2013 ISRAEL. DE NÉGUEV A ATEMAJAC HEBREO Y ESPAÑOL: UN MATRIMONIO TEMPESTUOSO S i hay una metáfora sin la cual parece imposible escribir un artículo sobre la traducción literaria, ésta sería la de traduttore traditore. Dudo de que más allá de aceptar la expresión con la benevolencia resignada de un ciudadano que se ve ante el cobrador de impuestos, realmente pensemos que para traducir hay que ser si no un Judas, por lo menos un Kim Philby. Recurriendo a un mundo tenebroso, hay quien suele argumentar que la profesión de traductor o intérprete es la segunda profesión más antigua del mundo, porque el forastero que llegaba a una ciudad desconocida se tenía que servir de un traductor para comprar cierto servicios. O por lo menos para vanagloriarse de sus hazañas en el bar del barrio luego de salir de la alcoba alquilada. Quizás, en el caso de dos lenguas tan grandes como el español y el hebreo, sea mejor servirse de una metáfora un poco más fructífera, por no decir noble y esperanzada: la traducción como una boda, donde el traductor es el casamentero de la historia. Quien ha vivido más de 20 o 30 años, y más si se ha casado, sabe que en temas de pareja y matrimonio se trata de una unión de dos personas que participan de un juego complejo en el cual actúan semejanzas y diferencias. Y si extendemos la vigencia de la metáfora, podríamos decir que los textos traducidos son los hijos de tal unión. Nunca son perfectos, nunca son la realización exacta de lo que el casamentero imaginó o prometió, y si hay muchos hijos nacidos de la pareja, nunca habrá dos iguales, aunque siempre podremos notar un cierto je ne sais quoi que los identifica, si no como hermanos, al menos como parientes. Última extensión de la metáfora: que no es bueno casarse con parientes y que , cuanto más diversos sean los dos adn, mejor resultado dará la unión. Habiendo establecido una sólida base metafórica, y sin ninguna pretensión científica en el campo de la genética, que no es aplicable de manera seria cuando de lenguas se trata, podemos afirmar que en nuestro feliz caso, el de la unión entre el hebreo y el español, las partes unidas como marido y mujer son muy diferentes entre sí, y no hay ni la más remota sospecha de que sean parientes. Entonces, ¿de qué tipo de unión se trata? Por un lado el español, documentado desde hace poco más de mil años, y que es la cuarta lengua más hablada en el mundo. Desde Filipinas hasta los Andes; desde Castilla, pasando por Guinea Ecuatorial, hasta California, cientos de millones de seres humanos piensan, aman, trabajan, se quejan, cantan y lloran, viven y mueren en español. Lengua de buena familia, la latina, que posee un abolengo muy respetable: el indo-europeo. Lentamente, se hace su lugar en el mundo, siempre cerca de sus hermanas en Europa, bajo la gran sombra del pater familias: el latín. Sus grandes logros literarios comienzan a aparecer en la Edad Media, y especialmente en los siglos xvi y xvii, cuando será conocida como la “Lengua de Cervantes”. Por otro lado, el hebreo, lengua escrita desde hace más de 3 mil años, con una trayectoria que no se puede resumir en tres frases. Su historia toca puntos clave como la invención del alfabeto en la zona donde se hablaban variantes del hebreo antiguo. Luego viene la larga época de creación en hebreo, que culmina en la canonización de 24 libros, el más grande bestseller de todos los tiempos, que no lleva título. En hebreo, los 24 libros se llaman Tanáj, siglas de Torá, Neviím y Ktuvím, es decir: “Ley, Profetas y Escritos”. Basta leer un par de versos para comprender que la canonización del Libro de los Libros refleja una cultura narrativa, poética, filosófica y religiosa altamente desarrollada cuya actividad desemboca en la obra maestra de las obras maestras, dos siglos antes de le era cristiana. Ya en la época de Jesús de Nazareth, el hebreo era una lengua literaria no solamente hecha y derecha, sino sagrada, consagrada y estudiada como tal, pues en la Palestina de los romanos se hablaba un dialecto local del arameo. Ya por aquellos tiempos, el hebreo pertenecía a una familia bastante extensa: la semítica. Ambos, el español y el hebreo, vienen, pues, de buenas familias. Y no los une ni el más rebuscado parentesco. Por cierto, el novio y la novia —sírvase el lector decidir quién es quién es esta historia— no DICIEMBRE DE 2013 se parecen en nada, y al conocerse han sufrido de una alarmante diferencia de edades. Pero la edad que los separa está lejos de ser el único problema. Las dos lenguas prácticamente no tienen nada en común. El español es rico en tiempos verbales, en modos y aspectos. Tiempos complejos, formas condicionales, subjuntivos, una gran riqueza verbal. Formas de cortesía, circunloquios, adjetivos encadenados, adverbios por todos lados, sutilezas morfológicas. Sus frases suelen ser largas y pueden ser floridas. Su sintaxis le debe mucho al latín. Forma palabras nuevas usando sufijos: sus versiones americanas están enamoradas de los diminutivos, aumentativos y demás “-ivos”, pero en todas sus variantes demuestra un gran amor por las derivaciones, tanto las nominales como las verbales. Con casi 1,100 páginas, la Nueva gramática de la lengua española de la Real Academia es sin duda una segunda Biblia. ¿Y el hebreo? Pues, como se dice, “anda en otra onda”. Corto, austero, a veces tajante. Una máquina sutil, sofisticada y muy entrenada en formar palabras —verbos, sustantivos, adjetivos y adverbios—, todas a partir de “raíces” consonánticas. Gran parte de los elementos del diccionario del hebreo se deriva de conjuntos de tres consonantes. Luego, combinaciones de vocales y algunos prefijos y sufijos lo crean todo. Así es que se ven las conexiones históricas entre las palabras, y así se siguen formando Más allá de los temas formales, que abundan dadas las enormes diferencias entre las dos lenguas, al traducir del hebreo al español uno se enfrenta con el peso de los 3000 años de hebreo escrito. otras. Las tres consonantes son los elementos básicos de la red neuronal del hebreoparlante. En hebreo, uno puede comprender una palabra desconocida, y hasta inventada ad hoc, simplemente por su estructura interna y por las tres consonantes que son su fundamento, su huella digital semántica. En cuanto al verbo en hebreo: es rico en formas, pero muy limitado en tiempos. Básicamente existen dos tiempos del verbo: pasado y no-pasado. Es más: el hebreo acepta frases sin verbo, frases nominales. Frases de dos o tres palabras, sin verbo. Y son estas frases las que expresan las verdades eternas, los momentos de gran drama. Desde los tiempos de la Biblia hasta el día de hoy. Tres mil, quizá ya tres mil quinientos años de vida del hebreo, en los que nunca se ha abandonado. No murió. A veces pareciera que ha hibernado, o pasado a un plan reservado, como lengua litúrgica, de lectura, de intelectuales, una lengua que quizá no se hablaba tanto como se escribía. Aunque cabe decir que cuanto más trazamos los pasos exactos del hebreo y de sus hablantes y escritores, más vemos que siempre fue también una lengua “normal”, en la que se escribían biografías y novelas populares, libros de recetas y cancioneros populares, sin olvidar que se traducían obras de todo tipo de decenas de lenguas. Sin embargo, con el hebreo estamos ante un fenómeno que solamente existe en el chino y en el tamil, pues todas ellas son lenguas clásicas, milenarias, que siguen existiendo con plena conciencia y presencia de miles y miles de textos que son leídos continuamente desde antes de lo que se llama “Historia” en Occidente. En el caso del hebreo, se trata de toda una cultura —lingüística, social, religiosa, histórica, política, literaria— que se funda en una lengua, que es símbolo de la identidad nacional de los judíos. Esto significa otra dimensión temporal y otro arsenal de imágenes, textos y relaciones simbólicas de todo tipo. El hebreo moderno, la última fase de los milenios de la existencia del hebreo, está impregnado de expresiones que vienen de sus fases más antiguas: desde la Biblia, pasando por la a época entre dos siglos antes de la era cristiana y dos siglos después de la misma, hasta la Edad Media y la época moderna. Un abanico, o más bien un acordeón que puede ser extendido o contraído a cada momento, emitiendo notas y acordes, por cada hablante o escritor, orador o traductor. Las resonancias son siempre múltiples: expresiones idiomáticas de los profetas, dichos de hace 2 mil años, metáforas tomadas de la poesía hebrea medieval en Al-Andalus, neologismos de los siglos xix, xx y xxi. Tres mil quinientos años que siguen repercutiendo en el habla cotidiana y la literatura. Tomando en cuenta este panorama, es posible imaginar algunos de los retos a los que se enfrenta un traductor literario del hebreo al español, o viceversa. Las dificultades formales son serias, más que todo en el campo de los verbos. Lo que el español expresa con tiempos complejos, condicionales y subjuntivos, el hebreo lo hace con adverbios, o deja que los lectores completen las interrelaciones entre los personajes y los eventos, ayudados por el contexto. Matices de duda, de incertidumbre, de cortesía, de distancias sociales y afectivas, de posiciones relativas en el eje del tiempo, todas implícitas en las formas verbales del español, no siempre pueden encontrar una expresión paralela en hebreo. Muchas veces, las frases largas en español tienen que ser divididas al ser traspasadas al hebreo. Los problemas al traducir del hebreo al español no son menores, pero son diferentes. La cualidad directa y austera de las frases en hebreo puede parecer demasiado tajante o terminante para un lector hispanoparlante. El contexto y los adverbios son los que indican si hay que usar un perfecto, o qué tipo de condicional o subjuntivo viene al caso. Es fácil equivocarse ya que en hebreo los matices se esconden en la sintaxis, en el contexto y en los silencios. Más allá de los temas formales, que abundan dadas las enormes diferencias entre las dos lenguas, al traducir del hebreo al español el traductor se ha de enfrentar con el peso de los 3000 años de hebreo escrito. ¿Hasta qué punto el autor hebreo realmente tiene le intención de aludir a la Biblia o a algún escrito canónico de hace 1500 o 2000 años? ¿Estará usando una expresión idiomática antigua, de uso actual, sin otra intención, o es que está resonando un episodio bíblico? Al escoger una palabra, ¿tomó en cuenta los campos semánticos de los diferentes tipos de hebreo de antaño, o simplemente usó la palabra? Todo un mundo de acepciones secundarias, de metáforas y alusiones está presente, y el traductor tiene que descifrar las intenciones del autor. Lo hará según el tipo de texto, se apoyará en la temática, en el estilo general, en efectos prosódicos detectables en el texto. No es una labor simple. Los peligros y las dudas abundan. Esto es precisamente lo que tuvieron que resolver los traductores de la antología que presentamos este año en la fil de Guadalajara, Islas entre nosotros. Voces de la narrativa contemporánea israelí, que se publica bajo el sello del fce, en colaboración con el Instituto para la Traducción de la Literatura Hebrea (itlh). Autores de diferentes generaciones, que tratan temas muy variados, usando estilos diversos, que pueden apuntar hacia un estilo escueto sin resonancias del canon antiguo, aparecen junto a otros cuya lengua y problemática están estrechamente ligadas a los textos antiguos, medievales o pre-modernos. ¿Y cómo expresarlo todo en español, que no tiene una historia isomorfa o paralela? Nada simple ni fácil, y no hay fórmulas. Si el traductor es un casamentero que junta la pareja, el buen traductor la apoya a lo largo de su vida matrimonial, conociendo los vaivenes y las peripecias de la relación, manteniéndose atento a lo explícito sin olvidar lo implícito, previendo problemas y creando las condiciones para una solución satisfactoria. He aquí un ejemplo: “satisfactorio” en español proviene del latín, de “hacer suficiente”. En hebreo, “satisfacción” (sipúk) está ligada a “abastecer” (aspaká), pero también tiene que ver con “duda” (safék). Una lección milenaria: entre la duda y la satisfacción, entre “bastar” y “no dar abasto”, se encuentra la vida peligrosa del traductor literario, el casamentero que nunca descansa.W Ioram Melcer es escritor y traductor. Su versión de Rayuela en hebreo se publicó en consonancia con el cincuentenario de la publicación de la novela de Julio Cortázar. 15 Fotografía: © A E ISRAEL. DE NÉGUEV A ATEMAJAC A RTÍ C U LO Un centauro en las letras israelíes S I LV I A C H E R E M S. En Islas entre nosotros el lector hallará un ejemplo de las obsesiones y capacidades narrativas de David Grossman, una de las más conocidas voces de la actual literatura israelí. Ésta es la entrada a una entrevista que sostuvo este mismo año con Silvia Cherem y que circula ya en un volumen de conversaciones con autores del Israel de hoy; agradecemos la oportunidad de compartir con nuestros lectores este agridulce esbozo biográfico 16 a DICIEMBRE DE 2013 ISRAEL. DE NÉGUEV A ATEMAJAC UN CENTAURO EN LAS LETRAS ISRAELÍES C uando en 1986 David Grossman (Jerusalem,1 1954) publicó Véase: amor, la vida le cambió para siempre: “el mundo de repente se colapsó en nuestra casa”. En escasos meses Grossman se convirtió en sensación, fue bombardeado con todo tipo de invitaciones y solicitudes para ser entrevistado por periodistas de todo el mundo, se vendieron los derechos para traducirla a más de una treintena de lenguas y la novela —por su intensidad lírica y originalidad estilística por la profundidad de sus personajes y la creatividad de su voz— lo arrojó a la cumbre de los grandes. No sólo de las letras israelíes, sino de la literatura universal. George Steiner calificó la obra de “proeza de la literatura moderna”. Y a Grossman, por ese libro y por los que siguieron —cada tres o cuatro años se reescribe con explosiones narrativas—, se le califica de “leyenda literaria contemporánea”. Comparado con Günter Grass, William Faulkner y Gabriel García Márquez, su nombre descuella en la lista de candidatos al premio Nobel. A pesar de tener cuando menos 16 años más que él, Amos Oz y A. B. Yehoshúa, los autores israelíes de mayor renombre, lo aceptaron como hermano pródigo y, desde entonces, forman un solidario y apretado nudo como tres tenores que apelan por la paz, tres mosqueteros que gozan de talento y calidad moral para desenvainar su espada contra los gobernantes y, raro en el mundo de los intelectuales donde proliferan celos y envidias, ellos son amigos cercanos y primeros lectores que se critican antes de que sus obras sean publicadas. “Contar historias me permite organizar al mundo, hacerlo comprensible. Ahí, en la historia que escribo, nunca me siento solo. Estoy realmente en casa. Soy capaz de imaginar, no estoy paralizado frente a la vida. Invento personajes y, quizá, lo que estoy haciendo es inventarme a mí mismo”, señaló en entrevista en agosto de 2013 en Mishkenot Sha’ananim —el primer barrio judío construido afuera de las murallas de la Ciudad Vieja de Jerusalem, edificado a mediados del siglo xix en una colina frente al monte Sión—, en la biblioteca contigua al cuarto donde, gracias a la generosidad de una empleada, se refugió a escribir obsesivamente Véase: amor. Cuando escribe, dice, todo cobra sentido. Es cazador alerta que atrapa palabras y gestos. Ideas y significados. La literatura le permite mirar, cada cosa va irradiando nuevo sentido al todo. Es lente de aumento para entender. Lupa sonora que magnifica. Voz que penetra la piel de los más vulnerables y va descifrando sus pasos: “Todo lo que escribo es biográfico, inclusive una nota para el supermercado.” “¿Quién soy?” es la mirada interior que mueve a los personajes de sus novelas —“¿Quién eres? No lo sé, quisiera ser todo lo que tu mirada vea en mí”, le responde Yair a Miriam en Tú serás mi cuchillo— y, develar su ser, fue insistencia durante nuestro prolongado encuentro. Desde niño, de su cerebro brotan chispas. Irradia inteligencia y modestia, integridad en su mirada serena. Pelirrojo y retraído, con rostro blanco, pecoso y naif —quizás anacrónico, como el de aquellos estudiantes con cara de niños decentes que proliferaban en las academias rabínicas de los shtetlaj2—, se ha empeñado en ser individuo a contracorriente. Fiel sólo a sí mismo. De jovencito desconfió de la mística grupal con la que se conformó la identidad colectiva en el naciente Estado de Israel. Especialmente lo atormentó la sombra del silencio con la que los mayores, enconchados, sentían protegerse de la Bestia Nazi. Fue adolescente incómodo en su piel. De adulto es ateo, solitario y fiel marido. Es amoroso padre. Ideólogo de la izquierda que, desde hace cuando menos un cuarto de siglo, por decencia y justicia, protesta y exige la devolución de los territorios. Es inquieto escritor, un cuentacuentos que, desoyendo las lecciones aprendidas en casa, lleva décadas de figurar en primera fila. 1 De manera deliberada he decidido poner Jerusalem y no Jerusalén, forma correcta de escribir el nombre de la ciudad en español, porque así, con m al fi nal, es como los judíos han aludido a ella desde tiempos remotos. El nombre de Jerusalem o Yerushalayim tiene originalmente un sentido teofórico en alusión a Melkitzedek, rey de Shalem, quien dio la bienvenida a Abraham; pero, desde la época antigua, en la Biblia hebrea y luego en los escritos de Filón y de Josefo, se le ha asociado con la paz: Yerushalayim, Ir shalom, ciudad de paz. En hebreo moderno shalom es también saludo y despedida, evocación de armonía, tranquilidad y concordia. 2 Shtetlaj, plural de shtetl, palabra en ídish con la que se nombraba a los pequeños poblados, típicamente judíos, en Europa Oriental y Europa Central, antes del Holocausto. DICIEMBRE DE 2013 DEMASIADO TARDE A David Grossman no le gusta hablar de sí mismo. Menos desde que Uri “cayó del tiempo”, como se refiere a la muerte de su hijo en agosto de 2006, víctima de la segunda Guerra de Líbano. Cuando Hezbolá comenzó a lanzar misiles contra zonas pobladas de Israel, Grossman, voz de la paz, no tuvo duda: la guerra era necesaria como legítima respuesta de autodefensa. Durante las primeras semanas del conflicto bélico, él mismo viajó al norte de Israel para contarles cuentos a niños atrincherados en refugios. Sin embargo, 29 días después de iniciado el conflicto bélico contra el brazo armado chiita, tiempo suficiente para constatar que la destrucción de la infraestructura terrorista no necesariamente servía para frenar el ataque de misiles contra la población civil israelí, Grossman, Amos Oz y A. B. Yehoshúa ofrecieron una conferencia de prensa en Tel Aviv, el 10 de agosto, a fin de solicitarle al gobierno de Ehud Olmert que aceptara el cese al fuego que ofreció Líbano, bajo el auspicio de las Naciones Unidas. Grossman dijo ahí: “Teníamos derecho a emprender la guerra, pero las cosas se han complicado […] Considero que hay otros caminos.” Jamás mencionó que su hijo estaba en el frente. Me aclara: “En ese momento era irrelevante, hubiera sido igual si Uri hubiera estado en casa.” La guerra, brecha sin salida, había sido la más larga que había padecido Israel desde su independencia: las bajas eran excesivas, el gobierno civil libanés se debilitaba y el ánimo de los terroristas parecía fortalecerse. Olmert, envalentonado, se negaba a ceder. Su gabinete de seguridad había votado, unas horas antes, desoír la propuesta libanesa del primer ministro Fuad Siniora e incursionar por tierra hasta el río Litani. Los escritores, intentando unificar a la población en un grito de paz, exigían frenar el brazo militar y mostrarse creativos en el ámbito de la diplomacia. Finalmente lo consiguieron. El cese al fuego se puso en marcha la mañana del lunes 14 de agosto, pero para la familia de David Grossman llegó demasiado tarde. En la madrugada del domingo 13, a las 2:40 am, en las horas finales de la guerra, un grupo de altos oficiales del ejército tocó a su puerta. Un escozor de terror frío lo paralizó. Era el mensaje que tanto había tratado de evadir, exorcizando las palabras en un afán de regatearle vida al destino. Al escuchar el timbre, como si hubiera mirado una y mil veces esa escena detrás del telón de la escritura, David le dijo a Mijal, su mujer, como lo escribió en La vida entera: “Ya está. Nuestra vida se acabó.” El sábado 12 de agosto, Uri y sus compañeros, que incursionaban en un tanque blindado en el pueblo de Hirbet K’seif, en el sur de Líbano, fueron el blanco de un misil de Hezbolá cuando pretendían rescatar a los soldados de otro tanque, que también había sido alcanzado. Fueron los últimos soldados en morir antes del cese al fuego. Una suerte infame capaz de estrujar el corazón de cualquiera. “Nosotros, nuestra familia, ya perdimos esta guerra”, dijo Grossman al enterrar a Uri en el cementerio del monte Herzl. La muerte de su hijo fue la pena de una nación y, paradójicamente, también tuvo eco solidario en el mundo árabe donde hubo voces que lamentaron la pérdida. Fue una inconcebible casualidad envuelta en la escritura de La vida entera, considerada por amplias mayorías como la obra maestra de David Grossman al día de hoy —en hebreo Isha borahat mi-bsorah, literalmente: “la mujer que huye de las noticias”, en alusión a Ora, un personaje femenino magistralmente labrado, una musa de la vida que se aleja de su casa para evitar ser víctima, para desafiar al destino y proteger a su hijo que está cumpliendo su servicio militar en el frente. Si no está en casa, es el pensamiento mágico detrás de la novela, no habrá quien reciba un mensaje con malas noticias. Si ella va contando la biografía de su hijo, él mantendrá la vida. “Siempre estamos haciendo pactos con dios, con el diablo, con el destino. Ésa era mi esperanza”, afirma el escritor. Grossman comenzó La vida entera en mayo de 2003, medio año antes de que su hijo mayor, Jonatán, terminara su servicio militar obligatorio, y medio año antes de que Uri, el hijo de en medio, fuera reclutado como todos los jóvenes en Israel. Ruti, la pequeñita, aún era una niña. Escribe en el epílogo del libro: “Uri conocía muy bien la trama de la novela y a los personajes. Cada vez que conversábamos por teléfono, y sobre todo cuando llegaba de permiso, preguntaba qué novedades se habían producido en el libro y en la vida de los protagonistas (‘¿Qué les has hecho esta semana?’, era la pregunta a que me hacía). La mayor parte de su servicio militar lo cumplió en los territorios ocupados, patrullando, en puestos de vigilancia, tendiendo emboscadas y en los puntos de control de la carretera, y de vez en cuando me hacía partícipe de sus experiencias. En esos momentos yo tenía una corazonada, o mejor dicho, un deseo: que el libro que yo estaba escribiendo lo protegiera…” Tras los siete días del duelo, David Grossman eligió vivir. La vida no se acabaría. La muerte de su hijo se iría convirtiendo en un recuerdo enorme, en un peso intenso, siempre presente y en ocasiones paralizante. Como un ejercicio catártico volvió al libro que, para entonces, ya estaba listo en su mayor parte. “Comencé forzándome a escribir una hora, una hora eterna. Al siguiente día añadía diez minutos más de escritura, así días tras día. Fue muy difícil porque era regresar una y otra vez al sitio que más miedo me daba, pero era el único lugar disponible para mí.” Lo que cambió de La vida entera, escribió, fue “la caja de resonancia de la realidad en la que fue revisada la versión definitiva”. Quizá, exiliado de la realidad por la catástrofe personal, imprimió una mayor dosis de tristeza e impotencia con respecto a la situación política israelí. Padre devoto de sus hijos, padre con el corazón balanceándose entre los muertos, intentó sostener su existencia “en el patíbulo de la añoranza”. Reescribiéndose se aferró a la vida. En 2011 publicó Más allá del tiempo, su novela más reciente, que le sigue a La vida entera. Otra obra maestra, quizás aún más poderosa que la anterior. Con ella intenta cerrar la historia que comenzó con La vida entera, usando las palabras “como anclas para no caer en la locura”, rasgando a través de la escritura el sobre hermético de la muerte. En Más allá del tiempo, libro alusivo al duelo, aparentemente sin dedicatoria explícita, en cada silencio, en cada palabra, en cada pausa y grito poético, están Uri y su muerte “como caramelo envenenado en la boca”. Está también el llanto desgarrado. La necesidad de envolver, con su cuerpo y con el de la mujer del relato —Mijal, su mujer, por supuesto— “el vacío de la plenitud” de su hijo. Está el destierro de la sinfonía familiar anterior a su partida: “la casa que antes era yo”. Antes de que “las lenguas de fuego frío” lo devastaran sumiéndolo en el infierno. En este libro yace Grossman, entre grietas y rendijas, como vela extinguida. Recortada la foto de su vida. Mantuvo un duelo contra las palabras, “masticó clavos” para lograr los calificativos precisos, para nombrar con un lenguaje propio a la muerte. En aquel “eco del no existir”, lloró con impotencia ante el paso del tiempo: “¿Cómo voy a poder / pasar a septiembre / quedándose él / en agosto?”. Lo busca, lo nombra: “¿Pero dónde estás, qué eres? / Dime sólo eso, hijo mío, / simplemente te pregunto / ¿dónde estás? / O como un discípulo ante su maestro / (porque así es como me siento ahora / en más de una ocasión ante ti), / te pido que me enseñes, / como yo un día, no hace tanto tiempo, / te enseñaba / el mundo / y sus secretos, / y perdóname si mi pregunta / es necia y algo insustancial, pero / tengo que hacértela / porque hace ya cinco años / que me corroe por dentro / como una enfermedad: / ¿qué es la muerte, hijo? / ¿Qué / es / la muerte?…” Grossman se dejó caer en la red por la que cayó Uri, una red con un agujero, y llegó al abismo donde él, quizá, se encuentra. Desmigajado, palpitando en un laberinto, en una maraña de la que ansiaba soltarse, tocó un muro. Tocó la muerte con el arma de la poesía, el idioma de su duelo. “El hombre que camina”, como se llama a sí mismo en este libro, estuvo con Uri. El arte, la escritura, puntualiza Grossman, es el único sitio donde la vida y la falta de vida, la vida y la muerte conviven: “¿Qué otra cosa puedo hacer? / No escribir, no / vivir, pero por lo menos / el idioma / me queda, por lo menos él es todavía un poco / libre…”. En la escritura, lo sabe, no está solo. En su dolorosa travesía poética lo acompañan sus lectores.W Hemos tomado este texto de Israel a cuatro voces. Conversaciones con David Grossman, Amos Oz, A. B. Yehoshúa y Etgar Keret, que se presentará en la FIL de Guadalajara el jueves 5 de diciembre, a las 19:30, en el Pabellón de Israel. Agradecemos a la editorial Khālida el permiso para reproducirlo. Silvia Cherem S., periodista, escritora y editora, es autora de Una vida por la palabra. Entrevista con Sergio Ramírez ( FCE, 2004) y Trazos y revelaciones. Entrevistas a diez artistas mexicanos ( FCE, 2003). 17 Fotografía: © A N N A K A I M ISRAEL. DE NÉGUEV A ATEMAJAC A pesar de su juventud, Etgar Keret es ya un viejo conocido de los hispanohablantes, gracias a la difusión que de su obra han hecho editoriales como Siruela y Sexto Piso; en el Fondo publicamos dos de sus textos para los lectores de menor edad, ambos sutiles y cautivadores. En esta entrevista, Keret se reconoce como outsider y como parte de la milenaria diáspora judía aunque viva en Israel ENTR EV I STA Escribir desde la diáspora (dentro de Israel) ENTREVISTA CON ETGAR KERET Modern Hebrew Literature: Etgar Keret, el autor de cuentos cortos que han dado la vuelta al mundo, ¿cómo se ve a usted mismo dentro de la tradición de la literatura hebrea? ¿Como perteneciente o como un invasor? Keret: Bien, me resulta difícil ubicarme a mí mismo dentro de la tradición de la literatura hebrea. Me veo inserto, mucho más naturalmente, en la corriente de la literatura judía de la diáspora. Me siento más cercano a escritores como Bashevis Singer, Kafka o Babel que a muchos escritores israelíes. Admiro a muchos de ellos, pero en realidad no logro conectarme con esa tradición. ¿Cómo ocurrió eso? Soy hijo de inmigrantes. El sentimiento constante de no pertenecer, de intentar ser algo que no soy enteramente yo mismo, es algo que he sentido fuertemente. Verá, yo crecí en Ramat Gan, que tiene mucha población de descendientes de iraquíes. Y allí la idea de ser un sobreviviente del Holocausto era algo por completo abstracto: uno veía fotos el Día de la Memoria por el Holocausto, pero no era habitual toparse con sobrevivientes por las calles. Ahora bien: yo soy hijo de una familia de sobrevivientes, de modo que siempre me hallaba un poco fuera de lugar. La gente a mi alrededor no veía a mis padres como sobrevivientes del Holocausto: ellos hablaban un hebreo realmente fluido, debido a que habían venido aquí a edad lo suficientemente temprana como para asumir una nueva identidad, pero hacían cosas distintas y sabían acerca de cosas que la gente que nos rodeaba desconocía —en casa tenían libros en alemán, de hecho mi padre tenía un ejemplar de Mein Kampf, lo cual era algo que yo no lograba entender, dado que en esa época aún había un boicot sobre los productos alemanes y sin embargo mis padres todavía conservaban algunos amigos alemanes—. Uno de 18 sus mejores amigos incluso había combatido en el ejército alemán durante la segunda Guerra Mundial. No perteneció a las ss o algo así, luchó en el frente africano y luego se arrepintió de ello. O sea que por un lado mi familia era muy israelí y sabían cómo hacer las cosas a la manera israelí, pero por el otro lado eran muy europeos y estaban muy conectados con Europa. Ésa era la cultura que amaban —la música que escuchaban, los libros que leían, los libros que me leían— pero que resultaba extraña a lo que experimentaba fuera de mi casa, cuando iba a la escuela. Y cuando algo así ocurre uno debe elegir, básicamente, entre uno u otro lado: o te vas con la nueva narrativa (la de la sociedad que te rodea) o luchas para resguardar algo que posees en tu entorno familiar, en tu interior, pero que no necesitas cuando sales al mundo. ¿Cuál fue el motivo por el que sus padres vivían en Ramat Gan, en lugar de otros sitios donde vivieran inmigrantes europeos como ellos?¿Hubo alguna razón en especial? Mis abuelos, los padres de mi padre, llegaron a Ramat Gan, donde tenían una tienda, en Ramat Gan, y mi abuelo fue asesinado en Ramat Gan en los años cincuenta por un vecino que lo acuchilló. Había enloquecido, él también era un sobreviviente del Holocausto. Luego de eso, mi padre tuvo que ayudar a mi abuela, de modo que vivió en Ramat Gan y allí se quedó al contraer matrimonio. Mis padres no estaban aislados culturalmente ni nada parecido. Tenían muchos amigos, algunos de ellos europeos y otros no. Pero se trataba casi de una doble identidad: uno sabía cómo hablar y cómo pensar fuera de casa, pero existen otros asuntos que pueden interesarte, interés que la gente que te rodea no necesariamente comparte. La narrativa a israelí o sionista habla a menudo acerca de Europa como el sitio en el que los judíos morían, como ese lugar de peligros constantes, de antisemitismo. Era como una especie de símbolo que resguardaba la necesidad de la existencia de Israel. Pero para mis padres se trataba de algo bastante diferente. Como sobrevivientes del Holocausto, conocieron el lado oscuro de Europa, pero Europa y el pasado europeo tenían influencia en sus vidas. No era un símbolo, era algo muy, muy concreto y me concernía directamente. En cuanto a mí, siempre seré un outsider por mi modo de pensar. Nunca he sido capaz de verme como parte integrante de un grupo. Dondequiera que haya este tipo de grupos, como los niños exploradores, o nahal1o lo que fuera, siempre me expulsaban. Nunca me gustaron los sistemas que implicaban la existencia de algún grupo. No me gustaba ir a la escuela. Tenía muchos amigos pero no me gustaba ir a la escuela e intenté evitarla tanto como pude. Cuando los chicos organizaban boicots contra otros niños, nunca me sumé, siempre sentí temor por la multitud. Las multitudes me dan miedo. Recuerdo cuando teníamos doce o trece años, me reunía con los otros niños y hablábamos de nuestros peores miedos. Un chico tenía miedo de cortarse un ojo con el filo de un papel, otro les temía a las ratas. Yo dije que mi mayor temor era morir lapidado. Esa sensación de ser asesinado por personas que ni siquiera me conocen, a las que ni siquiera desagrado, sólo porque todos los demás también lo hacen. Pienso que eso viene de los tiempos bíblicos y que hay algo ahí tan 1 Nahal en un acrónimo de Noar Halutzi Lohem (juventud pionera combatiente). Se trata de un cuadro militar que combina el servicio militar con el servicio civil en una nueva colonia. DICIEMBRE DE 2013 ISRAEL. DE NÉGUEV A ATEMAJAC ESCRIBIR DESDE LA DIÁSPORA (DENTRO DE ISRAEL) arquetípico como extraño —“Hola, ¿cómo están todos?” “¿A quién lapidaremos hoy?” “No lo sé, este tipo cometió algún delito”—. Pienso que este tipo de perspectiva de outsider enlaza muy bien con el punto de vista de los judíos diaspóricos en general. En tanto que judío, uno siempre tiene ese pensamiento en dos niveles: se está dentro del sistema y al mismo tiempo fuera de él. Una vez, en un reportaje, dije que me siento como un judío en la diáspora israelí. Sé cómo caminar y cómo hablar del modo en que se debe caminar y hablar, pero siempre hubo en mí algo que piensa desde el afuera, y en ocasiones, para mi gran horror, me he visto a mí mismo formando parte de cosas en las que no me reconocía. El judío como un outsider en el Estado judío. Eso contiene un elemento de extrañeza, ¿no le parece? Bien, se trata de una experiencia muy personal, porque mucha gente me ve como un escritor muy israelí debido al tipo de lenguaje que utilizo o por las realidades que describo. Pienso que esa identidad judía no se da en los escenarios sino que se desprende de una suerte de moral o filosofía que subyace. Pienso que hay algo en esa sensibilidad judía que torna mi obra más accesible para la gente del exterior. Digamos que comparto el tipo de sensibilidad de escritores que ellos conocen; si leyeron a Bashevis Singer y leen lo que escribo pueden decir “bien, conozco esta manera de pensar”. Pienso que, para alguien no israelí, es más dificultoso, culturalmente hablando, sostener un diálogo con un escritor como S. Izhar, un escritor extraordinario y un producto verdaderamente made in Israel en un cien por ciento, que representa una experiencia colectiva dirigida específicamente al público israelí. Quisiera seguir en este punto por un momento. Por un lado usted es muy israelí, y por otro el giro final de sus historias es judío y no israelí. Sí, algo en mi modo de escribir, en el proceso de tratar de entender cómo representar o entender la realidad, cómo deconstruir esta realidad y este tipo de deconstrucción o escritura subversiva, es realmente no israelí. Hay algo muy pragmático en la mentalidad israelí. Uno debe decir cosas que la gente pueda transformar en cosas prácticas. Una parte esencial del discurso israelí es que, a fin de cuentas, uno quiere entender qué es lo que debe hacer. Otro tema es la imagen del escritor. Bashevis Singer o Kafka, por ejemplo, no escriben desde una posición de autoridad. Y yo creo que muchos escritores israelíes escriben desde una posición casi profética, como si le estuvieran indicando al lector el camino. Por supuesto, la posición más “socrática” —más abierta al diálogo— existe en la tradición judía, dado que muchas veces los judíos no pudieron sostener diálogos desde posiciones de poder. Esto no significa que no tengan cosas para decir, pero muy a menudo —nuevamente — poseen una perspectiva cosmopolita, de outsider. Pareciera que los autores diaspóricos escriben a menudo al “estilo cangrejo”, en forma oblicua, lo cual es lo que usted finalmente intenta hacer con sus cuentos. No se trata de una trayectoria necesariamente consciente. Viene de una posición de ambigüedad. Si hablamos acerca de mis padres y de la cultura europea, por ejemplo, existen muchas cosas que adoro de Europa y muchas otras que odio, estoy adentro y afuera al mismo tiempo, a favor y en contra en forma simultánea. Finalmente, crea un movimiento “tipo cangre- jo”, lateral, porque uno carece de una predisposición especial hacia algo en particular. Uno no dice “ok, esto está bien, esto está mal”. Uno siempre está tratando de entender su propia posición respecto de las cosas. Usted ha publicado dos libros de novelas gráficas, y ahora hay una incipiente ola de obras similares en Israel. ¿Cree ser el responsable? No, no. Pienso que siempre hubo gente interesada en el cómic en Israel. El problema es que carecemos de tradición. Le daré un ejemplo divertido. Cuando se editó mi primera novela gráfica, mi editor me dijo: “Tenemos un problema técnico”, porque en Israel los únicos anaqueles que existían en las librerías para libros de gran tamaño eran para libros de cocina. Así que pusieron mi libro con los libros de cocina, porque no había otro espacio. En ese momento había mucha gente que quería escribir cómics pero que no lograban obtener ningún respaldo institucional. Y nadie quiere crear un cómic cuando sabe que al final será expuesto junto a los libros de cocina; nadie los buscará allí y nadie los leerá. Lo que sucedió, entonces, no fue que ahora hayan aparecido más personas creativas dispuestas a escribir cómics, sino que ahora muchos de ellos logran ser publicados. Creo que editores como Actus Tragicus, muy influyentes en el mercado del cómic, publican mayoritariamente en inglés, incluso el libro de Rutu Modan salió a la venta en cuatro países antes de aparecer en Israel. Por lo tanto, hay dos cosas: la primera es que en la mayoría de los países la del cómic es una industria de “raros”; y en Estados Unidos o en Francia puedes ser un artista no convencional y aun así vender lo suficiente como para que los editores quieran publicarte, en tanto que Israel es un mercado muy pequeño. La segunda es que algunas personas sugieren que la razón por la cual los cómics no forman parte de la tradición literaria israelí viene de los Diez Mandamientos. En la religión cristiana es usual que se cuenten historias mediante imágenes; en las iglesias, por ejemplo. Pero en la religión judía está escrito “No formarás imágenes”. Otros dicen que se da algo muy cínico en la sociedad israelí y que muchos cómics —especialmente aquellos que muestran a tipos con calzas y súperpoderes— buscan conectar con una ingenuidad inexistente en Israel. Pero la idea en sí de una novela gráfica, ¿no es algo infantil? Creo que hay algo infantil en muchas novelas gráficas. Por otro lado, deberíamos diferenciar entre el cómic como medio y el cómic como género. Se pueden hacer muchas cosas con los cómics. Básicamente, comenzó con una tradición de cosas muy sencillas que se hacían para los periódicos —tiras cómicas— pero se trata de un medio que permite hacer otras cosas. Es como decir que la animación o las películas de animación son infantiles o para niños. La mayoría lo son. Pero cuando uno ve algo como Vals con Bashir, es diferente, y eso tiene que ver con el modo en que se utiliza el medio. Y existen unos pocos libros en este medio que son obras de la mejor y más seria literatura. Chris Ware es una artista maravillosa, por ejemplo, o fíjese en Persépolis. Cuando uno lee Persépolis le puede gustar o no, pero se trata de algo mucho más cercano a un libro de memorias que a Spiderman. Usted ha hecho muchas cosas creativas en los últimos años, pero no ha publicado desde La Chaladura de Nimrod, en 2002. ¿No escribe más? No, no. Estoy escribiendo. El que aún no haya sacado un nuevo libro tiene que ver con el hecho de que ten- Etgar Keret en el Fondo PAPÁ ESCAPÓ CON EL CIRCO los primerísimos Ilustraciones de Rutu Modan Traducción de Andrea Fuentes 1ª ed., 2004, 49 pp. 978 968 16 7333 8 $70 DICIEMBRE DE 2013 NOCHE SIN LUNA los especiales de a la orilla del viento Ilustraciones de David Polonsky Traducción de Roser Lluch I Oms 1ª ed., 2009, 48 pp. 978 968 16 0035 6 $130 D go un hijo, porque tengo muchos más compromisos económicos y muchas cosas que hacer. Por eso hago las cosas con más lentitud, pero técnicamente la mayor parte del trabajo de mi nuevo libro ya está hecho. Lo que sucedió es que durante los últimos años estuve involucrado en tres filmes: Wristcutters, The Meaning of Life for $9.99 [El sentido de la vida por $9.99] y Jellyfish [Medusa]. Aunque en realidad sólo trabajé en uno de ellos. De acuerdo con las críticas que hemos leído, los franceses adoran The Meaning of Life for $9.99. Sí, está siendo un éxito allí. Pero fíjese en $9.99, por ejemplo. Escribí el guion hace nueve años y le llevó mucho tiempo aparecer. No es que haya decidido dedicarme solo a las películas. Lo que sucedió es que yo trabajaba con libros y películas: los libros eran editados pero las películas no. Y luego se dio al revés. Yo hago todo tipo de cosas, incluso algunas que no hacía antes. Ser padre… Sí. Y es una gran cosa, estoy muy feliz con eso. Es una de las pocas cosas respecto de la cual no soy ambiguo. ¿Qué piensa de las relaciones entre literatura e internet? Por ejemplo, existe una multitud de blogs, lo cual constituye una forma de diálogo. ¿Se trata de algo que despierte su interés? No me gusta escribir nada que no sea ficción. No me gusta escribir cartas, ni tarjetas de cumpleaños y cuando escribo ensayos en general adoptan la forma de un cuento. No me gusta hacer declaraciones. Lo que disfruto es contar historias; nunca me interesó escribir acerca de mí mismo, obras en las que yo estuviera presente. De modo que nunca me atrajo escribir blogs. Para mí, escribir genera un tipo de energía que no es accesible automáticamente; cuando uso esta energía para algo, no siento que la esté malgastando. Y la última pregunta: ¿cuál es su opinión acerca de la joven generación de escritores israelíes que están apareciendo? Lo que es extremadamente interesante cuando uno mira a esos autores jóvenes, de mi generación o de la más joven, es que uno ve una enorme variedad, cosa que no se daba habitualmente en la literatura israelí. Algunos de ellos continúan con la tradición, mientras que otros escriben contra ella. De modo que existe una enorme riqueza. Hoy en día hay menos discriminación en esta sociedad, con lo cual ya no resulta un tema tan importante. Por ejemplo, nosotros solíamos hablar de la “literatura femenina” pero hoy la retórica se ha vuelto menos dominante. Existen mujeres escritoras pero ése no es el punto. O existen escritores descendientes de judíos orientales (mizra´him) en los que uno puede observar ese sentimiento de discriminación. Pero se escribe de un modo que supone la existencia de eso en el background, el libro no gira alrededor de eso. Por supuesto, hay libros escritos hoy en día que me gustan más y otros que me gustan menos, pero lo que sucede es que se producen todo el tiempo cosas realmente interesantes y eso es lo que importa. W Agradecemos al Modern Hebrew Literature, del Instituto para la Traducción de la Literatura Hebrea, el permiso para reproducir esta entrevista. e su veta narrativa para niños y jóvenes, hemos publicado en el Fondo este par de títulos de Etgar Keret quien, aunque ha afirmado en más de una entrevista que no le gusta escribir para los pequeños, ha demostrado ser un gran maestro de este género. Quizás porque parte del principio de no hacer distinción entre el público adulto y el infantil cuando escribe: “sólo que, cuando lo hago para niños, no incluyo cosas que no significarían nada para ellos”, ha dicho. En el primero de estos títulos, dedicado a los más chicos, el autor plantea el escape de un padre con un circo, como una alegoría de la libertad, y, desde ahí, lanza una serie de a preguntas sobre la idea del regreso, la añoranza y la paternidad. El segundo presenta un encantador cuento que tiene como protagonista a Zohar, una niña que le cuenta a su madre una serie de aventuras que pudieron haber ocurrido o no en la realidad: le dice que la Luna se había ido, que un búho estaba muy enojado por su partida y que había un gato goloso; también le cuenta de los pinos que le daban miedo, de las calles vacías y del policía, pero sobre todo le habla del hombre que quería que la Luna fuera su amiga. Dos joyas de nuestro catálogo que se suman al festejo que este año se realiza en la Feria de Guadalajara a la cultura israelí. 19 Ilustración: © D U LC E C H AC Ó N ISRAEL. DE NÉGUEV A ATEMAJAC En la abundante obra de Amos Oz hay varios libros sobre la infancia y la adolescencia. En el Fondo hemos publicado tres dentro de la colección A Través del Espejo, dirigida a los lectores jóvenes pero que sin duda resultarán atractivos a todo aquel que sepa paladear un relato bien construido y revelador. En este ensayo se pasa revista a ese triángulo de relatos, en los que siempre hay un telón de fondo político R ES EÑA Todo tiene dos caras. Excepto la sombra A N D R E A F U E N T E S S I LVA Ni siquiera puedes imaginar el primer eslabón de la cadena del llavero del que pende la llave del cofre donde está la llave de la caja fuerte donde, quizás, te espera la llave del patio más lejano. Amos Oz U na escritura que va desplegando con precisión y suavidad las palabras. Una escritura que penetra y cuestiona el significado de las palabras, desmenuzándolas siempre hasta sus últimas consecuencias. Una escritura que desata controversias: sobre las palabras, los paradigmas, las emociones, las reglas, las filiaciones, lo establecido. Su irreverencia es tangible, es dulce, en todo caso resulta melancólica. ¿Para quién escribe Amos Oz? Amos escribe. Con claridad, acerca de los secretos. A menudo escribe sobre el niño que fue, y pue- 20 de ser que lo haga para otros niños, para otros jóvenes, para otros adultos; las clasificaciones están en otras manos. ¿Deben o no existir clasificaciones literarias? La discusión es compleja. Y vasta. Pero, si bien es difícil definir las fronteras, lo cierto es que dentro de las publicaciones que entre lectores y editores destinan a ese público, existen no una sino numerosas muestras de grandes plumas que escapan del lacre e invitan a ser leídas, simplemente, leídas: por los lectores comunes, todos (padres, hijos, historiadores, teóricos del arte). Como las obras de Amos Oz; las que navegan en rubros inclasificables pero hablan de la infancia y de la juventud, pero lo hacen, enfatizo, sin “utilizar” la mirada del niño o del joven para describir una situación dramática. Todo lo contrario, Oz, y ése es justamente su acierto, se adentra en el mundo de la niñez-adolescencia (que es el suyo) a través de la memoria y la imaginación, mezclando, sin que sepamos exactamente dónde, realidad y ficción, desentrañando ese universo particular, tejido sí con los hilos de los adultos pero cuya trama y textura son propias y, en realidad, bastante ajenas a su lógica. Y es por ello que nos muestra con tanta agu- a deza cómo ese mundo, sus secretos, puede ser tan inocente como doloroso, y es por eso que al conocerlo e indagarlo nos turbamos y, sorprendidos, pillados cual perro al dar la vuelta a la esquina, acabamos preguntándonos sobre nuestro otro mundo y las leyes que en él hemos establecido; las fronteras, juicios y términos que en él, para vivir, hemos inventado. ¿Qué piensan los niños y los jóvenes? Yo qué sé; no voy a robarles su propia lectura. Para nosotros, ahí está, descrito, ese universo: pleno de crueldad, de dificultades, de senderos oscuros y rígidos, empapado de las ideas adultas tan firmes como contradictorias sobre el bien y el mal que se cuelan hasta el actuar de los chicos de maneras inimaginadas; y así podemos ver el modo en que, desesperadamente, ellos, los niños, los jóvenes (los otros, nosotros mismos) buscan conciliar sus propios deseos (conversar con una chica, jugar, ser queridos, ser reconocidos, ayudar en los ideales que creen atisbar de sus padres-de la nacióndel discurso-del statu quo-cualquiera que éste sea) con sus enormes inseguridades y temores a través de las pocas y limitadas herramientas con las que frecuentemente cuentan. Y cómo se enfrentan en- DICIEMBRE DE 2013 Fotografía: © DA N I E L DA L Z E N N A R O/ E PA ISRAEL. DE NÉGUEV A ATEMAJAC TODO TIENE DOS CARAS. EXCEPTO LA SOMBRA tonces con la brutal realidad que los aparta de todo y, sin explicarles, los censura, los coarta, de una u otra forma; les otorga un sitio, no necesariamente el deseado. A través de la palabra: siempre a partir del impacto, uso y sentido con el cual ellos impregnan a las palabras. Oz forja en su traza literaria ese firmamento, desde distintos ángulos, en los tres títulos publicados en la colección A Través del Espejo: La bicicleta de Sumji, Una pantera en el sótano y De repente en lo profundo del bosque. Los tres aparecieron bajo el sello del fce; los dos primeros en 2005 y el tercero en 2006, y Oz los escribió, respectivamente, en 1978, 1995 y 2005; la cronología es también un dato revelador. En La bicicleta de Sumji, éste comienza diciendo que todo cambia sin cesar y que él, de 11 años y dos meses, ha cambiado cuatro o cinco veces por completo en el transcurso de un solo día. Todo tiene que ver con Esti, la niña que vive cerca de él, a la cual “detesta” tanto como ella a él; con Zémaj, el tío loco y “estraperlista” (él no comprende bien esa palabra) a cuyos ojos todas las fiestas —Januká, Purim, Pésag, Lag Baomer, entre otras— son iguales porque en todas hay alguien a quien odiar, y quien le regala una bicicleta; con Aldo Castelnuovo, su rico amigo (el apellido no es casual) quien, a pesar de tenerlo todo, le cambia su bicicleta por un pedazo de tren; con el niño-adulto Goel, quien después de pintar una consigna en un muro (“¡Lárguense a Inglaterra! ¡Saquen a Ben-Gurión!”) lo “convence”, tras unas cuantas sacudidas, de cambiarle su pedazo de tren por un perro, amenazándolo con divulgar las notas secretas de su cuaderno, dedicadas a Esti y robadas por él y sus compinches; con su padre (“Anda, come y calla”; “¿Tú sabes qué hora es?”); con el padre de Esti, que lo lleva a su casa al encontrarlo solo de noche, y con Esti, que en realidad lo sabe todo de él y que lo adora igual que él a ella. Y es como si a través del recorrido que en un sencillo día hace que, efectivamente, todo se transforme, pudiésemos advertir no sólo su experiencia, la que nadie más sabe ni puede ver, sino cómo sus preocupaciones y las del mundo exterior juegan y se tocan en extremos insospechados, entre la búsqueda de la identidad propia y la realidad de un territorio en guerra, entre los discursos de los adultos y los miedos propios, y sí, todo en el medio de una Jerusalén que, terminada la Guerra Mundial, está bajo el dominio británico. Este sería el otro corazón de su obra: pareciera que Oz, claramente comprometido con el proceso de paz en Medio Oriente y consagrado al tema de la creación del Estado de Israel (como de forma magistral aborda en Una historia de amor y oscuridad, escrita en 2002), trazó este primer cuento hace tiempo, revelando ése que sería no sólo un leit motiv como asunto de su escritura sino un leit motiv en su forma de escribir; esto es, jugando a saltar de la realidad a la ficción y de regreso, sin tapujos, con destreza, con inteligente y suave artimaña, como diciéndonos que la escritura no es más que un reflejo de nosotros mismos, de lo que pensamos, de lo que buscamos. Ese primer cuento que nos descubre la compleja misión de ser niño y lidiar con todos los sentimientos y retos de serlo y donde la situación política pareciera un contexto a la historia central, tiene ya las semillas de Una pantera en el sótano: la historia de su infancia-adolescencia. Ese hermosopeligroso animal encerrado. Pero aquí el contexto político emerge sustancial, y además ha avanzado en el tiempo: la Pérfida Albión está a punto de salir de Jerusalén. Profi, así llamado, es parte de la resistencia. Claro que él no redacta panfletos en inglés como su padre, ni tiene un botiquín para atender a los heridos como su madre, pero junto con Ben Hur y Chita Reznik ha creado la Organización lom (Libertad o Muerte), desde la cual idean ingeniosas maneras para echar a los británicos, como la creación de una armada y sus tácticas (con botones y sacapuntas) para hundir a la flota enemiga o la construcción de un cohete que amenazara con estallar en el palacio inglés y los obligara a irse fuera, y que así por fin terminara lo real: los toques de queda, el miedo. Hasta que Profi es detenido una noche por un oficial inglés, el sargento Dunlop, que en lugar de remitirlo lo regresa a casa, y a partir de entonces ambos se encuentran en el café Orient Palace donde Profi le enseña hebreo al sargento y el sargento inglés a Profi. Y se hacen amigos. Y aunque Profi asegura (a sí mismo) que todo es para espiar al enemigo y sacarle información, cuando Ben Hur se entera de sus reuniones escribirá bajo su ventana: “¡Profi, vil traidor!” Y, una vez más, la palabra: deglutirla; asumir quién es DICIEMBRE DE 2013 el enemigo, aborrecerlo a fondo. Entender por qué es enemigo y no entender cómo el enemigo sonríe, nos ayuda, se interesa por nosotros. Odiarse porque así lo manda la nación, el Estado, la resistencia, la familia, los amigos. Y no ser diferente porque ser diferente implica ser un traidor. Todo tiene dos caras. Excepto la sombra. Dice el narrador. Y que todo tiene una especie de sombra. Tal vez la sombra también tenga sombra. Con esta prosa y su sombra, Oz nombra, evoca y nos devuelve territorios perdidos: abre las puertas a sus recuerdos y nos confiesa, otra vez, que sí, que está escribiendo una novela, un cuento, que una parte es verdad y que la ficción no es más que la amalgama brillante de lo sucedido con lo entendido y lo pensado. Vivir de pie para evidenciar la absurda confusión de los hombres entrampados en sus principios, aferrados a sus conceptos. ¿Acaso no somos todos así? Profi parece ser el mismo personaje que Sumji, a quien su padre llama, con ironía, “su excelencia”, “su señoría”, y pareciera ser el mismo de Una historia de amor y oscuridad, cuyos padres también duermen en una habitación que de día es estudio y de noche se transforma en habitación gracias a un sofá cama. Y esto no interesa en tanto nos revela a Oz sino a su forma de trazar y tender la vida desde ese crucial momento de construcción de la identidad. Y aunque aquí se cierra la que yo llamaría una especie de trilogía y en apariencia De repente en lo profundo del bosque está en otro registro (es, digamos, una ficción tal cual, la historia de dos niños, Mati y Maya, que se internan en el bosque para descubrir por qué los animales se han ido del pueblo y quién es el diablo que se los ha llevado), la esencia se comparte: porque en este otro cuento los que huyen son también los diferentes, los que son objeto de burla de los demás, los que no son como todos y al no serlo despiertan la intolerancia (los traidores, los distintos). La incapacidad de perdonar, de comprender al otro, de ajustarse a los pequeños y artificiales ámbitos que nos fabricamos; el instinto de depredación del hombre, ¿es instinto?, ¿cómo trasciende todo hasta los niños y jóvenes y los adultos en que nos convertimos? El camino es infinito. Pero tiene un principio: para escribirlo, el autor se detiene a mirar su propio interior, una niñez en presente continuo: esa cosmogonía de sensaciones, deseos, razonamientos, referentes, temores, inquietudes, historias, juegos; una vivencia única y particular, que no se parece a nada más, con sus propios códigos, muy ajenos al estereotipo (pedagógico, psicológico, mercantil, histórico y romántico, entre muchos otros) al que generalmente se le somete y que pocos como Oz saben descifrar, remembrar, explorar. Amoz Oz, escritor, novelista y periodista israelí, considerado como uno de los más importantes escritores contemporáneos en hebreo, hace de la escritura un avanzar entre los recuerdos y la decadencia y la belleza dolorosa de la humanidad. Premio Israel de Literatura, Premio Goethe de Literatura, en sus numerosas novelas, cuentos y ensayos, traducidos a decenas de idiomas, arroja secretos que abren aquí y allá nuevos universos de la palabra, de sus orígenes y de las emociones que nombran, para preguntarnos si todas las cosas tienen una sola cara o dos.W Amos Oz en el Fondo LA BICICLETA DE SUMJI a través del espejo Traducción de Miguel Martínez-Lage 1ª ed., 2005, 72 pp. 978 968 16 7572 1 $60 UNA PANTERA EN EL SÓTANO través del espejo Traducción de Raquel García Lozano 1ª ed., 2005, 164 pp. 978 968 16 7178 5 $85 DE REPENTE EN LO PROFUNDO a través del espejo Traducción de Raquel García Lozano 1ª ed., 2006, 120 pp. 978 968 16 6707 8 $80 LA HISTORIA COMIENZA Ensayos sobre literatura tezontle Traducción de María Condor 1ª ed., fce-Siruela, 2007, 119 pp. 978 968 16 8474 7 $135 A Andrea Fuentes Silva, poeta y hacedora de libros, fue editora de obras para niños y jóvenes en el FCE cuando se gestionó la contratación de estos títulos de Amos Oz. a sí como Umberto Eco habló del lector in fabula y de la importancia que posee la cooperación entre aquél que abre las páginas de un libro y el texto para darle vida a la ficción, Oz plantea en esta serie de exquisitos ensayos la relevancia que tienen las primeras líneas de una obra literaria para atrapar y conducir al lector por las vías de su creación. De esta manera, tomando los inicios de grandes piezas de la literatura universal, se inmiscuye en su construcción y desvela el poder de la seducción de las primeras frases, tomando como ejemplos, entre otros, El violín de Rothschild, de Chéjov; Mikdamot, de S. Yizhar; “La nariz”, de Gógol; El otoño del patriarca, de Gabriel García Márquez y “Nadie decía nada”, de Raymond Carver. 21 Ilustración: © A N D R E A G A R C Í A F LO R E S ISRAEL. DE NÉGUEV A ATEMAJAC Tres imágenes icónicas sobre los roles de la mujer en el naciente Israel le sirven a Liebrecht para reflexionar aquí sobre las transformaciones sociales, las conquistas de género y las leyendas, positivas y negativas, en torno a la igualdad entre féminas y varones. Ni la ortodoxia religiosa es tan reduccionista como se cree, ni el trabajo comunitario tan liberador, ni el ejército tan igualitario como se creería ENSAYO Las mujeres en Israel: la verdad oficial y la verdad oculta S AV YO N L I E B R E C H T T enía alrededor de diez años y ya era corta de vista, por mi mala genética y por la excesiva lectura, cuando la maestra, una mujer, hizo que me sentara en el pupitre más cercano al pizarrón. Israel tenía entonces mi misma edad, un país de diez años, la mayoría de cuyos habitantes habían inmigrado desde los cuatro extremos del planeta, y nuestra maestra parecía creer que su misión más urgente era dotarnos de un sentido de pertenencia e identidad nacional. De modo que decidió colgar grandes cartulinas en las paredes del aula, en las que se leía, en lo alto, la palabra Israel, escrita en letras enormes, así como algunas fotos recortadas de revistas y álbumes. Una de esas cartulinas colgaba en la pared frente a mi pupitre, de modo que durante muchas horas, de hecho durante todo el año escolar, pude observar los perfiles de aquellos hombres y mujeres, seculares y religiosos, claros y oscuros: un grupo grande y heterogéneo. De todas esas fotos, recuerdo a tres mujeres. Probablemente no sea accidental el que atesoremos un determinado recuerdo y que archivemos otro. Desde el extremo superior de la cartulina, una mujer judía ortodoxa cubierta con una pañoleta me contemplaba con sus suaves ojos; estaba sentada en un cuarto decorado con muebles pesados y tenía los brazos cruzados sobre el pecho. Durante mi vida he visto en álbumes de arte fotos similares, y a veces se refieren a estas imágenes como “La hija del Rabino”. Junto a esta foto, una muchacha kibutznik1 me miraba. Estaba de pie, con las piernas abiertas, vestía ropa de trabajo y pesados botines, y empuñaba un azadón. Su vecina, la hermosa militar, miraba hacia un costado y apuntaba con una ametralladora hacia un objetivo que no podíamos ver. A una distancia de más de cuatro décadas, deseo examinar esas tres figuras mitológicas que esa joven maestra de ese joven país buscaba inculcar en las mentes de sus alumnos, y revelar el destino de esos mitos en el momento en que se dieron contra la realidad. No tengo un conocimiento íntimo de la mujer ortodoxa ni del entorno en el cual vive, pero creo conocer muy bien a las otras dos: viví en un kibutz du- 1 Apodo de los que viven o nacen en un kibutz, aldea colectiva o comuna israelí. 22 rante un año y he prestado servicio en el ejército. Si pusiéramos las tres fotos, una junto a la otra, tanto las diferencias como las similitudes saltarían de inmediato a la vista. La primera diferencia es que estamos hablando de una mujer religiosa y dos laicas. En Israel, sus estilos de vida son tan distintos que, en general, ni siquiera entran en contacto cotidianamente. La mujer ortodoxa no suele visitar un hogar secular y no ingerirá ninguna comida en la vajilla o con los cubiertos de la cocina de una mujer laica. Esta mujer religiosa no mira televisión y no concurre a cines donde exhiben las películas que su congénere secular ve. Estas tres mujeres difieren, además, en su visión acerca de cómo criar y educar a los hijos, en el modo de vestir y en el modo en que se relacionan con su vida profesional. En las fotos, las tres visten ropas modestas, abotonadas hasta el cuello. Pero mientras que la hija del rabino se viste con femenina modestia, las otras dos son modestamente masculinas. En lugar de la blusa clara con botones perlados, tenemos una camisa masculina confeccionada en una tela basta; en la imagen de la militar se han añadido el color del uniforme y el rango castrense, y los delicados zapatos han sido reemplazados por botas militares. La segunda diferencia se halla en lo que en la jerga teatral se denomina “utilería”. La mujer ortodoxa está sentada con los brazos cruzados sobre el pecho. En contraste con estas amables manos vacías, las manos de la kibutznik sostienen un azadón y las de la militar, una ametralladora. La tercera diferencia está en los escenarios. La mujer ortodoxa está sentada en un cuarto cerrado; las otras dos están en “exteriores”, al aire libre. Aquélla conoce su modesto lugar entre la cocina y el dormitorio; éstas han roto las fronteras de lo doméstico para emerger a la vida pública, que solía ser de dominio masculino: el campo y el ejército. Aunque, como suele suceder en la vida, lo que se ve no es necesariamente lo mismo que ocurre detrás del escenario. La realidad ha puesto cabeza abajo esa imagen que nuestra maestra trataba de transmitirnos. Hoy se está dando un cambio interesante en Israel entre las mujeres religiosas. Sin grandes proclamas, sin protestas feministas, sin ruido ni repicar de campanas, están produciendo una revolución silenciosa. Muchas mujeres religiosas han adquirido conocimientos de computación dado que sus tareas pueden ser realizadas desde el hogar, y muchas de ellas prefieren no trabajar fuera de sus casas. Se han creado instituciones educativas previamente inexistentes en el mundo religioso. Se las han arre- a glado para inmiscuirse en los tribunales religiosos, la única autoridad en Israel que entiende en casos de divorcio (incluso para judíos israelíes laicos). En el pasado esos tribunales eran un territorio exclusivamente masculino y subsecuentemente conocidos por discriminar a de las mujeres. Hoy en día hay mujeres que ejercen como defensoras y enfrentan a los rabinos jueces. Son, en general, celosas defensoras de los derechos de las mujeres que tramitan un divorcio. Lo que vemos sobre la mujer en el kibutz y en el ejército es también ilusorio. En realidad, son mucho menos liberadas de lo que las fotos o el mito sugieren. Las mujeres israelíes cumplen con el servicio militar obligatorio a la edad de dieciocho años, inmediatamente después de finalizar la escuela secundaria. La extensión del servicio cambia cada tanto, pero ronda los dos años. Durante los primeros meses, una chica recibe un entrenamiento básico en el que le es administrada una importante dosis de “militarismo” —lineamientos, familiaridad con distintos tipos de armas, largas caminatas, revistas militares a medianoche y ejercicios—. En general, cuando este entrenamiento básico finaliza, se despide para siempre del rifle y en su reemplazo aparecen platos de cocina o equipamiento de oficina. Lo más probable es que se transforme en una secretaria y que prepare el café para su comandante y sus invitados. Durante un año de mi servicio militar fui la secretaria del coronel de una unidad de combate, en el transcurso de la Guerra de los Seis Días. La cantidad de tazas de café que preparé a lo largo de ese año sobrepasa en mucho la de los diez años posteriores. Para ser justa, debo admitir que las tareas de las mujeres militares han cambiado en las décadas transcurridas desde que presté mi servicio. Las jóvenes militares has sido exitosas en infiltrarse en lo que se solía considerar como santuarios exclusivamente masculinos, pero la mayoría de ellas aún sirve el café, como las chicas de mi generación. En algunos lugares, la integración de las mujeres se ha dado como un proceso natural, pero en otros debe intervenir la justicia. En este contexto, hubo dos casos interesantes que llegaron a los tribunales. Hace cosa de seis años, una mujer militar demandó al Ejército de Defensa de Israel porque no le permitían presentarse al examen para un curso de piloto de avión. Su caso recorrió todo el escalafón judicial hasta llegar a la Corte Suprema, en la que le dieron la razón. Los jueces ordenaron a la Fuerza Aérea que leP A S A A L A P Á G I N A 2 6 DICIEMBRE DE 2013 Ilustración: © A N D R E A G A R C Í A F LO R E S ISRAEL. DE NÉGUEV A ATEMAJAC Como muestra de lo que el lector encontrará en Islas entre nosotros, presentamos en seguida este insólito relato, en el que el personaje de Flaubert dialoga con una mujer rodeada de misterios, esposa abandonada y centro de una ria. No busque el lector una anécdota o una trama auda cofradía literaria. audaz: lo que hallará límite y capacidades es literatura que reflexiona sobre la propia literatura, sobre sus límites C UENTO U ENTO Madame Bovary de Nevé Tzedek NURIT ZARHI T ampoco entonces, como en otras épocas de entusiasmo metafísico, adjudicaban al cuerpo —y menos aún al de la mujer— gran importancia. Es posible que, por esa razón, incluso los estibadores del puerto no se percataron de que ese día descendió de una barca en el puerto de Jaffa una mujer cuyas piernas, debajo de su vestido oscuro con cuello, carecían de plantas. Como se ha dicho, ésa era una época de entusiasmo metafísico y debemos entender esa carencia con ese espíritu e incorporar a esa mujer a la familia de los seres que la cultura insertó entre la imaginación y la biología: el unicornio, el hijo de la Virgen, los ángeles divinos, Mefisto y el monstruo del lago Ness. Encontró una casa en la playa de Tel Aviv. Poco tiempo después se le unió el conocido editor de un periódico especializado en asuntos sociales y culturales en el que publicaba sus cuentos, que a él le fascinaban. Como era de esperar, según la tradición marina, su destino era ahogarse. Pero antes de que DICIEMBRE DE 2013 eso sucediera, la mujer le dio una hija, que era una niña común en todo sentido; por eso, desde que se mantuvo en pie, se le impuso la tarea de atender a su madre, cuya alimentación se limitaba a granos y hierbas que la niña recogía en los jardines de los vecinos y en la playa. Con el pretexto de que su madre era su maestra, no asistía a la escuela. Cuando su padre viajó a ultramar con el objetivo de recaudar fondos entre los judíos de la diáspora para la construcción del país, la niña y su madre se quedaron en la casa de madera, erigida sobre la playa, como si vivieran en una isla, sin que nadie entrara ni saliera, fuera de escritores y poetas que colaboraban con el periódico y solían reunirse allí una vez por semana. La rodeaban como flores que zumbaban alrededor de la delgada figura de la dueña de casa, que era como una avispa negra, oculta en su cama, totalmente cubierta, con el cabello recogido que dejaba a la vista un rostro oscuro en forma de corazón, y el cuello blanco de su vestido que resaltaba el color de sus ojos que ardían con un fuego azabache, entre malvados y angustiados. También la niña sobrevolaba alrededor, como una mariposa oscura con un ala dañada, mientras servía té en tazas de latón. Todos a eran hombres, menos una mujer inglesa, que se había relacionado sentimentalmente con un hombre que la había traído al país y después la abandonó. Ella no había regresado a su patria, a la casa de sus padres, por orgullo, o tal vez por otros motivos. Debido a la oscuridad, los concurrentes no podían observar el mar a través de la ventana, pero el susurrar de las olas entraba en la habitación, subía y bajaba intermitentemente, como si esa pequeña casa fuera una caracola o una oreja en la que el sonido está destinado a penetrar para ensordecer, descubrir algo, cubrir completamente y evitar cualquier significado. Entretanto, los asistentes hablaban sobre la literatura hebrea y sus especificidades, y acerca del hecho de que estuviera imbricada en la vida renovada aquí, en esta tierra. Lisbeth, la poetisa inglesa, que en la comunidad había recibido el nombre de Elisheva, procuraba imponer su voz por sobre el sonido del mar y las intervenciones de los demás; dijo que la literatura necesitaba su propia mentira y, como ella, también la poesía, cuya verdad era también su mentira; es decir, ése era el intento por atrapar el flujo de la nada, el vacío —sobre el que todos sobrevuelan—, el cero sub- 23 ISRAEL. DE NÉGUEV A ATEMAJAC M A DA ME BOVA RY D E NEV É TZ ED EK sistente en las entrañas de las palabras, la existencia anterior al primer día. Los señores sentados alrededor de la cama se quejaron seriamente: “Es un pecado —explicaron— considerar la poesía como una especie de revoloteo sobre el caos. De hecho, estamos inmersos en lo real para intensificarlo y para crear un mundo nuevo, escribir literatura nueva que convierta ese cero en uno. Y todo eso con el objetivo de crear un hombre nuevo. Porque, ¿qué es la literatura sino un prisma que refleja la imagen del hombre viejo, pero retocada?” “A la salud del hombre de nuestro tiempo”, dijo uno de los señores alzando su taza de latón vacía, y todos los demás elevaron las suyas y exclamaron: “A la salud del conjunto, que es la salvación del individuo.” Con eso terminó la velada. “¿Le escribes a Rabinovich?”, le preguntaron las visitas cuando se despedían, uno detrás de otro —Sh. Czaczkes, Sh. Ben Tizón, A. Ziskind, V. Zarhi—, antes de salir al sendero de arena. “Envíale saludos de nuestra parte y recuérdale que estamos en guardia.” También Lisbeth, un poco incómoda, envió sus saludos para que no pareciera que, por el dolor que le había causado un hombre, ella abrigaba en su corazón encono hacia todo el género masculino. La señora de la casa no sentía la necesidad de justificarse acerca de las cartas que no escribía. En lo profundo de su alma creía que todo esposo no era más que el verdugo de su mujer y viceversa. Guardaba el recuerdo de un jardín con frambuesas y un follaje salvaje que se extendía en la orilla del río cuyas aguas impulsaban el molino de su padre. Allí solía jugar con sus hermanos antes de que muriera su madre, y después ella comenzó a estudiar en sus libros por las noches lo que él aprendía de día. A pesar de que en esa habitación sólo había una pequeña mesa, una silla y una cama, no faltaba nada. Recién después de su muerte, cuando llegó a esta costa y pisó esta tierra, sintió que las plantas de sus pies habían quedado allí o, tal vez, no las había tenido nunca. Ahora aminoró el sonido del mar. Bajó la lámpara que hacía sombra sobre el rostro tenso de la niña que dormía en la silla, la misma que había nacido al dolor no adquirido de la experiencia, y que, sin embargo, le resultaba imposible frenar. Regresó a la mesa, abrió la ventana y miró hacia afuera. El mar estaba absolutamente calmo. Cualquier transeúnte no podría saber que ese fragmento de continente oscuro era un mar. Pensó acerca de las palabras de los señores y la mujer. “¿Qué es el ahora? —reflexionó—. ¿Qué es el aquí y qué es el conjunto si las guerras, las epidemias y las desilusiones estarán siempre incluidas en una única aflicción? Porque lo que eres capaz de soportar es el sufrimiento más grande que puedes sentir sobre la faz de la tierra. Y el tiempo, ¿qué es el tiempo si no pequeños eslabones de dolor creados a cada momento?” Sumergió la pluma en la tinta y comenzó a escribir. Pero esa noche, más que en cualquier otra oportunidad, quizá por los dichos de las visitas que aún permanecían suspendidos en la habitación, sintió que los relatos del pasado ya no tenían validez: la pequeña aldea, el molino de harina de su padre, su abuela rabina y la vaca jaspeada. Estaba claro que debía cuidarse de esa gente y quedarse allí, protegida en la pequeña casa, vigilar su mundo, que era tan frágil, tan transparente que, por una palabra, la burbuja podría estallar. “No es una continuidad de tiempo —pensó—, sino de descargas eléctricas que golpean el cerebro con una palabra y, por el contrario, basta una palabra muerta para extraer de él la raíz del fuego y convertirlo en un órgano embalsamado.” Sabía que esos pequeños relatos regresarían a ella, pero no esa noche. Sintió que su materia gris estaba depositada en su cráneo, huérfana de sí misma, pesada y sin vida, como una piedra o un pez muerto. Abrió la puerta y se sentó en el banco de la terraza. Una pequeña barca de pescadores, seguramente árabe, vertía una delgada franja de luz que se filtraba a través de sus pestañas. —¡Bon soir! Alguien vino del mar y se sentó junto a ella. Era una mujer, una señora, que se presentó: —Je suis Madame Bovary. La señora de la casa miró a ambos lados con temor. Justamente Madame Bovary, considerada por los miembros de la comunidad y los compañeros del periódico como símbolo de frivolidad y corrupción del sentimiento, ¡justamente ella tenía que aparecer y sentarse allí en el banco! De hecho, a pesar de 24 que la señora de la casa sentía por ella un cariño impregnado de desprecio, siempre pensó que, de encontrarla, le daría algunos consejos útiles: ante todo, que los amantes de Madame no habían sido elegidos con sabiduría ni con buen gusto. Hasta creía que, si no hubiera estado poseída por el demonio desde su nacimiento, seguramente ella tendría que aprovisionarse de un poco más de imaginación para gozar de sus talentos amatorios y comprender, después de todas sus experiencias, que el hambre verdadera es la que nunca se satisface. Y en ese momento, en que la mujer surgió del mar y estaba sentada junto a ella y tenía la oportunidad de decírselo, dudaba sobre el sentido de hablarle. Madame estaba sentada envuelta en su capa negra, como un monje capuchino, pero la señora de la casa no expresó su opinión inmediatamente, sino que dijo: —Madame, ¿qué busca en mi casa? Bovary se estremeció por el tono rudo de su voz, parecido al que se usaba en la comunidad en construcción hacia aquellas mujeres consideradas “ciudadanos improductivos”, aquellas que añoraban los coqueteos en las noches en que el siroco las desvelaba, los salones sombreados, los pianos, el contacto de la seda sobre el muslo blanco y liso, el llanto amargo sin motivo. Pero Madame no respondió, y ni siquie- Cuando su padre viajó a ultramar con el objetivo de recaudar fondos entre los judíos de la diáspora para la construcción del país, la niña y su madre se quedaron en la casa de madera, erigida sobre la playa, como si vivieran en una isla, sin que nadie entrara ni saliera, fuera de escritores y poetas que colaboraban con el periódico y solían reunirse allí una vez por semana. ra se quitó la capucha oscura que escondía su rostro. Por un momento se intensificó el rugido del mar y opacó la alocución venenosa: —¿Qué es esa mitología amorosa en la que usted, en su tontería, creía interpretar el papel de diosa? Como si fuera poco, junto a aquellos zorros de la pequeña existencia, que eran mucho más perspicaces que usted. ¿Y qué es el instinto? —continuó en voz baja, porque en aquella época no se inclinaban a reconocer esa sustancia—. Y si deseaba usted un teatro dramático, ¿a quién eligió como protagonistas? ¿Un farmacéutico aldeano y un empleado bancario? ¿Y el final patético que escogió para usted? —L’amour —dijo Madame y la palabra se agitó, estremeció por un momento la lisa arena de Jaffa y desapareció—. ¿Quién puede imaginarse la vida sin amor? —acompañó sus palabras irguiendo la cabeza como una heroína sobre el estrado de la guillotina—. Mi obligación era enamorarme de uno u otro idiota. ¿Cómo podía dejar eso en manos del escritor? ¿Cómo podía darle la confianza para que me asignara un personaje adecuado que pudiera utilizar todo lo que el escritor atesoró en mí, todos mis talentos, mi fuerza, mi potencial? ¿Y qué si recurrí un poco a mi imaginación para ayudarlo? Después de todo, la heroína también tiene responsabilidad respecto al relato. El mar bramaba, su sonido era como el del viento entre las espigas. Las dos mujeres se miraron a los ojos. Madame inclinó la cabeza primero y susurró: a —Si quiere saber la verdad, todo eso no dependía de mí. Gustave me manejaba a su antojo. —Es difícil injuriar a alguien si le permitió usted vivir en su lugar —dijo con voz severa la señora de la casa—, pero dejarlo deshacerse de usted simplemente porque se le terminó la imaginación, eso ya es exagerado. No tenía usted obligación. Además, como hombre, debía saber que él nunca tomaría partido por usted. La pequeña barca se veía cerca de la costa, el viento balanceaba de tal modo los faros de la cubierta, que era difícil saber en qué dirección se dirigía, si se acercaba o se alejaba. —¿Qué quería que hiciera? —continuó Madame Bovary—. Todos somos actores declamando la letra que nos es dictada, sea por parte de la naturaleza, de la cultura, de la época que nos tocó vivir o de dios desde las alturas; llámelo catecismo, justificación, reencarnación, destino. Como aquella monja del chiste, que confiesa ante el cura que un hombre aparece en sus fantasías eróticas; el confesor le responde burlonamente: “Señora, usted solamente debe despertarse. El sueño, incluidos sus personajes, son criaturas de su imaginación.” “Tiene razón —pensó la señora de la casa, sin reconocerlo en voz alta—, seguramente no podemos despertarnos de nuestro sueño. Los militantes, los eclesiásticos y demás personajes de ese tipo simulan y son lo suficientemente insensatos como para creer en eso. El sueño es nuestra verdadera naturaleza. ¿A dónde podríamos escaparnos de él?” Parecía confundida. Las dos permanecieron en silencio. —Pero el enojo —dijo repentinamente la señora de la casa a partir de un recuerdo lleno de esperanza—, ¿no es acaso más potente que la fuerza de la imaginación? —se dirigió a Bovary con renovada vivacidad—. Debió vengarse de ese hombre gordo impotente que jugó con usted como si usted fuera como él, fingiendo que el fraude estaba en usted y no en su incapacidad. Él la condujo a su fin. ¿Por qué no se rebeló? Madame se puso de pie, su imagen resultó más apagada que la oscuridad. —Nunca pude —afirmó. Al levantar los bordes de su vestido quedaron al descubierto las piernas carentes de plantas. Y desapareció. La señora de la casa se quedó sentada un largo rato hasta que el aire oscuro se afinó como el papel plateado que alisan los niños con la uña, se transparentó y dejó penetrar la blanca luz de la mañana. “De todos modos —se dijo cuando se puso de pie—, no le permitiré a nadie, ni siquiera al destino, arrastrarme de tal manera, como si careciera de enojo. Persistiré en mi ira, como Joní ha-me’aguel, que giraba en torno a sí mismo. Y acerca de la planta del pie, hasta ella se encuentra en nuestra imaginación, debemos cuidarla con amor, pertenezca a quien sea, al escritor o al protagonista del cuento, ya que nadie puede afirmar que la planta con la que pisamos en nuestra imaginación, a diferencia del relato, existe realmente más o menos que la misma narración.” Entró a la casa, tomó de la mesa el libro que estaba leyendo, se acostó en la cama, lo apoyó sobre la pizarra que tenía sobre las rodillas y comenzó a traducir las líneas del francés al hebreo: “Ese drama maravilloso, grabado profundamente en el recuerdo de Emma, le resultaba más hermoso que cualquier otra cosa que una persona podría describir en su imaginación.”W Traducción de Tamara Rajcyk. Nurit Zarhi, poeta y narradora israelí, es considerada una de las plumas más representativas de la literatura hebrea contemporánea. Ha sido reconocida con diversas distinciones, entre las que destacan el premio Bialik, el Bernstein y varias menciones dentro de la lista de honor del International Board on Books for Young People (IBBY). DICIEMBRE DE 2013 Ilustración: © A N D R E A G A R C Í A F LO R E S ISRAEL. DE NÉGUEV A ATEMAJAC Dos académicos estrechamente relacionados con la Universidad Hebrea de Jerusalén estudiaron el devastador fenómeno del exilio en los países latinoamericanos. En su trabajo, minucioso e inevitablemente multidisciplinario, Sznajder y Roniger recorren la historia ra entender los porqués de esta atroz práctica práct y la función que ha política de la región para cumplido la expulsión de opositores R ES EÑA Desterrar el destierro PA B L O YA N K E L E V I C H C uando a finales del siglo pasado se cerró el último ciclo de dictaduras militares en América Latina, desde las ciencias sociales y las humanidades comenzó un fructífero y todavía incompleto proceso de evaluación de la génesis y consecuencias de las políticas criminales implementadas por las fuerzas armadas. Fue entonces que, entre los dispositivos de exterminio y represión de opositores políticos, se fijó la mirada en el exilio en tanto que fenómeno que atravesó la vida de decenas de miles de latinoamericanos. En un principio el tema concitó el interés de unas pocas disciplinas. Durante los años del exilio las primeras reflexiones estuvieron concentradas en los espacios de la literatura y el ensayo. Escritores desterrados exploraron sus vivencias en narraciones de ficción y en obras testimoniales, y así la crítica literaria fue una de las primeras disciplinas en llamar la atención sobre una producción gestada en condiciones de exilio. Algo similar ocurrió con la psicología cuando desde la experiencia clínica un núcleo de terapeutas dio persistente cuenta de patologías en pacientes exiliados. Por último, en el ámbito de la demografía se produjeron trabajos pioneros tratando de identificar motivaciones políticas entre las razones de abultados flujos emigratorios. La movilización en favor de la vigencia de derechos humanos conculcados por las dictaduras potenció el interés por indagar el exilio. El tema comenzó a ser asediado desde la historia, la sociología, la antropología, la ciencia política, los estudios sobre relaciones internacionales y sobre la memoria colectiva. A comienzos del siglo xxi, el éxodo de latinoamericanos se había constituido en una arena específica de exploración académica que, desde enfoques interdisciplinarios, ha arrojado luz sobre distintos asuntos de pasados autoritarios y presentes democratizadores. El libro de Mario Sznajder y Luis Roniger es tributario de este proceso de edificación de un nuevo campo de conocimiento, y en buena medida constituye la prueba más evidente de su definitiva consolidación. En el esfuerzo por seguir las huellas de las políticas y las prácticas del exilio en Latinoamérica durante dos siglos, Sznajder y Roniger hacen manifiesta tanto la complejidad del fenómeno como el imprescindible abordaje interdisciplinario. DICIEMBRE DE 2013 Estamos frente a un trabajo académico de gran ción, en la duración de los exilios, en los retos persocalado que articula un horizonte teórico con una nales, familiares, ocupacionales y políticos que enindagación empírica nutrida en una variedad de fon- frentaron los desterrados, y en las opciones que abre dos documentales. Se trata de una reconstrucción a la posibilidad del retorno. Mario Sznajder y Luis Roescala continental que incorpora exploraciones por niger se internaron en las historias de más de veinpaíses y regiones, que recorre temas y problemas te naciones a lo largo de doscientos años y, entre la medulares de la reflexión de la ciencia política, que diversidad de experiencias individuales y colectiofrece una dimensión cuantitativa expresada en se- vas rescatadas, lograron identificar los mecanismos ries y correlaciones estadísticas, que recupera re- de un modelo político que normalizó la expulsión de sultados de una extensa cantidad de investigaciones opositores. La obra ofrece una puesta al día en una buena académicas, y que utiliza testimonios extraídos de la literatura, del cine y de entrevistas realizadas ex pro- cantidad de debates teóricos y metodológicos en feso. Vista en su conjunto, la obra exhibe los resulta- torno al exilio, comenzando por la propia definición dos de una investigación sobresaliente. del fenómeno. A qué se llama y en qué se diferencia Los autores parten de la premisa de que en Amé- el exilio del destierro, la expatriación del asilo, la rica Latina, a diferencia de Estados Unidos y Euro- emigración política del refugio. Se trata de un dispopa, el exilio ha funcionado como un dispositivo que sitivo propio de regímenes autoritarios, o por el conpermite regular sistemas políticos incapaces de trario las democracias también producen exilios. De gestar formas de participación plural e incluyente. qué manera la experiencia individual y colectiva del Durante el siglo xix, cuando la participación polí- exilio se proyecta en los procesos de constitución de tica era restringida, el exilio se limitó a las élites; identidades nacionales y en la misma conformación sin embargo, ya entrado el siglo xx, a medida que de los Estados nacionales. La salida compulsiva del los sistemas políticos se abrieron a la participación, país de origen y la imposibilidad retorno, ¿cómo imel exilio se masificó a consecuencia de una conflic- pacta en la acción política de grupos y partidos polítividad social y política que al no ser procesada de- ticos, y cómo se proyecta en el reforzamiento o en la mocráticamente desembocó en regímenes autori- gestación de liderazgos políticos? ¿Qué recursos potarios. Es decir, el libro propone entender el exilio líticos, sociales y culturales han modulado la intecomo la más firme muestra de que la exracción entre los gobiernos en las sociedades de expulsión y las de recepción; y en clusión política es un rasgo constitutivo qué momento esa interacción, mediada del orden político en América Latina. por los exiliados, pasó a desenvolverse en Es común encontrar en las biografías históricas de dirigentes políticos un espacio público internacional, donde marcos normativos de defensa de los delatinoamericanos unas pocas páginas rechos humanos, organizaciones oficiales dedicadas a momentos de exilio; son conocidos algunos casos, entre ellos por y no gubernamentales así como redes de solidaridad a escala mundial han servido ejemplo el de Simón Bolívar, José Marpara dar resonancia a las luchas de comutí, Víctor Raúl Haya de la Torre y Juan Perón, pero de manera sistemática no nidades en el exilio? se había reparado en la dimensión de un LA POLÍTICA Éstas son algunas de las interrogaciones que guiaron la investigación, y en recurso que desterró a generaciones de DEL DESTIERRO políticos, intelectuales, líderes sindicaY EL EXILIO EN la búsqueda de respuestas los autores les, estudiantes, militares, trabajadores recuperan trayectorias políticas e inteAMÉRICA LATINA lectuales de personajes, grupos y comumanuales, artistas, funcionarios públicos, profesionales, académicos, y a más MARIO nidades exiliadas en contextos nacionaSZNAJDER les, regionales y continentales. Los ande trescientos presidentes latinoameriY LUIS canos desde los años de la independentecedentes más lejanos de los usos del cia hasta concluida la primera década RONIGER destierro son localizados en el periodo del siglo xxi. colonial de la América española y porLa recurrencia de esta práctica en la política y derecho tuguesa. Perturbar la paz pública, conshistoria latinoamericana planteó el depirar y desafiar a la autoridad solían ser Traducción de safío de encontrar patrones explicativos castigados con la pena de destierro. La Lucía Rayas de un fenómeno complejo en sus orígenes expulsión de los jesuitas a finales del si1ª ed., 2013, 393 pp. nacionales, en las rutas y países de recepglo xviii y sus efectos en la formación 978 607 16 1476 6 a 25 Ilustraciones: © A N D R E A G A R C Í A F LO R E S ISRAEL. DE NÉGUEV A ATEMAJAC DE NÉGUEV A ATEMAJAC DESTERRAR EL DESTIERRO LAS MUJERES EN ISRAEL: LA VERDAD OFICIAL Y LA VERDAD OCULTA de los primeros imaginarios nacionales en los años previos a las independencias, abre el recorrido por la naturaleza y el sentido del destierro en la génesis del orden político en América Latina. Un vasto número de destierros son revisados, desde los próceres de las independencias hasta las salidas voluntarias o las expulsiones de dirigentes políticos en periodos recientes. A través de los casos de Perú y Bolivia durante la primera mitad del siglo xix, se exploran condiciones y consecuencias de destierros en ámbitos nacionales en formación, mostrando el entrecruzamiento de identidades comarcales, regionales y continentales. Una vez definidos los contornos de las naciones latinoamericanas se subrayan las formas en que los aprendizajes ocurridos durante los exilios discurren en diagnósticos y proyectos políticos. Entonces se pasa revista a las reflexiones de letrados como Juan Bautista Alberdi, Domingo Sarmiento, Benjamín Vicuña Mackenna, Eugenio María de Hostos y José María Torres Caicedo, entre otros. Se estudia el papel jugado por los principales sitios de exilio, profundizando en los casos de Chile durante el siglo xix, en México en el siglo xx y en París en tanto que centro político-cultural que ejerció una sostenida atracción sobre perseguidos latinoamericanos de todos los tiempos. Se examina la receptividad de los países anfitriones y los límites que establecieron sobre la actividad política de los exiliados. Especial motivo de análisis son las comunidades de exiliados generadas por represión militar desde los años sesenta del siglo pasado. Para ello se revisan los casos de los exiliados de Brasil, Argentina, Chile y Uruguay, prestando atención a la manera en que la actividad política de esas comunidades impactó sobre la política de los países de origen. Por otra parte, el libro ofrece un sugerente ejercicio estadístico asentado en una serie que reúne millar y medio de periodos presidenciales desde las independencias hasta comienzos del siglo xxi. A través de un modelo de correlaciones estadísticas se muestra la centralidad que ha tenido el destierro de jefes de Estado en la dinámica política del continente. La obra cierra con una evaluación de las políticas de retorno y los debates acerca de la posibilidad objetiva y subjetiva de poner fin a la experiencia exiliar. Para ello se analizan transformaciones personales y colectivas generadas durante el destierro estudiando sus repercusiones en el activismo político, y en las percepciones de género y étnicas en contextos de redemocratización. Hace más de medio siglo, una mujer exiliada del nazismo afirmó que la privación fundamental de los derechos humanos se manifiesta en primer lugar y por sobre todas las cosas en la privación de un lugar en el mundo. Para Hanna Arendt la toma de conciencia del derecho a tener derechos presupone el derecho a pertenecer a una comunidad política. Desde esta perspectiva, La política del destierro y el exilio en América Latina puede valorarse como un trabajo que explica el tenaz esfuerzo por construir, reconstruir y pertenecer a comunidades políticas bajo permanentes amenazas de expulsión. En este sentido, el desafío de consolidar órdenes democráticos en América Latina no sería ajeno a la obligación de desterrar de nuestra cultura política la persistente práctica de condenar al destierro a los opositores.W 2 2 permitiera presentar el examen. Lo aprobó, con lo que fue aceptada en el curso. Se trataba de la única mujer, el resto eran hombres. Como muchos de ellos, no completó el curso, así que no llegó a ser piloto de combate, pero dejó abierto el camino para otras mujeres. El segundo caso sucedió en 2007. Una militar pidió que la corte la eximiera de la obligación de servirle café a su comandante, y los jueces se pusieron de su parte. Pasé el segundo año de mi servicio militar en una base del ejército. El primero estuve en un kibutz. Lo único que deseaba hacer era escribir y el ejército le permitía a las militares prestar servicio en los kibutz fronterizos. Se trataba de un ambiente civil, que no requería el uso de uniforme, pero en el que la mujer soldado se comprometía a trabajar ocho horas diarias, junto con el resto de los miembros de la comuna. La mayoría de las militares hacían las tradicionales tareas femeninas: la cocina del kibutz, el cuidado de los niños o coser y planchar en el taller de costura comunitario. Me habían prometido un cuarto exclusivo para mí. Creí que allí encontraría las condiciones necesarias para escribir. De hecho, escribí allí mi primera novela. En el kibutz yo era una huésped de dieciocho años que examinaba su nuevo entorno con suma curiosidad. Dos mitos sucumbieron para mí ese año: el de la igualdad entre los miembros del kibutz y el de la igualdad entre hombres y mujeres. Para mi total asombro, descubrí que, por detrás del ideal, el kibutz en realidad conservaba la mentalidad de una sociedad tribal. Existía una clara jerarquía con familias más o menos influyentes. Sin embargo, la peor desilusión fue descubrir el estatus de la mujer dentro de su propia comunidad. Ésa que, de acuerdo a nuestras lecciones de historia, pavimentó los caminos hombro con hombro con sus camaradas masculinos; aquélla que había contemplado durante todo un año sosteniendo el azadón al aire libre, se encontraba nuevamente en los roles tradicionales de la mujer: la cocina, la costura y el cuarto de los niños. Y de este modo fue como aprendí una importante lección acerca del abismo existente entre la verdad oficial y la que existe oculta detrás del mito. La mujer ortodoxa sigue ahora el camino feminista sin conocer su discurso, a veces sin conocer siquiera la palabra “feminismo”. En cuanto a la mujer que es miembro del kibutz y la mujer que es soldado, a pesar de todo, la vestimenta masculina, el uniforme, los rangos, el azadón y el rifle son meros “accesorios”, como decorados que funcionan para cada mujer como un baile de máscaras. Ésta es la realidad de Israel. ¿Cuál es —a menudo me lo preguntan en mis visitas al exterior— el rol de la creatividad en general y de las mujeres en particular en esta realidad? Hasta hace unos veinte años, las mujeres estaban en el margen en la mayoría de las áreas de expresión artística. Dado que Israel ha existido en estado de guerra permanente desde su creación y su existencia es frágil, el mundo masculino fue el centro de la intensidad vital y el corazón de la expresión artística. Durante las primeras cuatro décadas de la existencia de Israel la mayoría de los artistas en campos como la literatura, la poesía, artes visuales (pintura, escultura), el cine y el teatro eran hombres. Cuando Israel ingresó en su quinta década, hace unos veinte años, comenzó una revolución silenciosa y hoy —quizás debido a que las mujeres han penetrado las murallas de la ciudadela masculina en demanda de nuevos, originales modos de pensamiento— uno puede encontrar mujeres en el frente de todos los campos artísticos. En literatura, quizá más que en otras áreas, la voz de las escritoras israelíes (si cabe generalizar de modo tal) es fresca, clara y decidida. Escriben acerca de la vida emocional y sexual de las mujeres con una valentía y a veces una brutal franqueza que les resulta poco habitual a los escritores hombres. El viejo mito de la mujer que cruza fronteras, que en el pasado no tenía lugar en la vida real, hoy se vuelve una realidad a través del arte.W V I E N E D E PÁG I N A Traducción del Instituto para la Traducción de la Literatura Hebrea, a quien agradecemos el trasvase de este texto al español y su valiosa ayuda. Pablo Yankelevich, doctor en Estudios Latinoamericanos por la UNAM, es investigador en El Colegio de México. Es autor de Ráfagas de un exilio. Argentinos en México, 1974-1983 ( FCE, 2010). Recientemente publicó, junto con Luis Roniger y James Green, Exile and the Politics of Exclusion in the Americas (2012). 26 Savyon Liebrecht, escritora israelí de origen alemán, ha merecido distintos premios por sus relatos, entre los que destaca el Alterman de Literatura. Es autora de Apples from the Desert, A Man and a Woman and a Man, A Good Place for the Night y The Women My Father Knew. a DICIEMBRE DE 2013 DOSSIER EL FONDO EN LA FIL Que el amante de la literatura y la medicina busque Palinuro de México, el portentoso juego narrativo de Fernando del Paso. Que el bebedor de poesía abreve en la poesía reunida de David Huerta. Que el melómano escuche la vida de Shostakóvich interpretada por Carlos Prieto. Que el adicto a la conversación escuche a Silvia Lemus. Que los lectores jóvenes conozcan a Tahereh Mafi o a Isol. He ahí nuestro programa de actividades (¿diremos “de recomendaciones”?) DICIEMBRE DE 2013 a 27 Fotografía: © L E Ó N M U Ñ OZ S A N T I N I EL FONDO EN LA FIL Palinuro de México es un adorable esperpento, un caballero andante que gusta de las aberraciones médicas, que practica un hedonismo cruel y está listo para el sacrificio político. Ése y otros personajes igualmente alterados laten en la exuberante novela de Fernando del Paso, canto de amor al cuerpo y al lenguaje. Con nuestra nueva edición, honramos al maestro que inventó, como se dice aquí, una descomunal poética de la medicina R ES EÑA El fantasma de la medicina JESÚS RAMÍREZ-BERMÚDEZ 28 a DICIEMBRE DE 2013 EL FONDO EN LA FIL EL FA NTAS MA D E L A MED I C I NA A nalizar la relación entre Palinuro de México y la medicina es un gran placer. Eso pensé al recibir la invitación para escribir una nota crítica al respecto. Por supuesto, acepté de inmediato. Un honor, un placer, un gusto: las palabras no son sinónimas y sin embargo encuentran aquí una caja común de resonancia semántica, al menos en mi subjetividad presente y pasada. El enorme volumen lucía imponente hace treinta años, en el librero de mi padre, donde ocupaba un lugar distinguido dentro del territorio dedicado a la narrativa hispanoamericana. Si los alcances literarios de José Trigo y Noticias del imperio eran indiscutibles, nuestra predilección personal siempre estuvo junto a Palinuro. Leí el libro en aquellos años como si lo hubiera escrito Cortázar: en una forma que no es orden, ni caos, sino todo lo contrario. En aquel tiempo, no podía vincular con mi futuro esa primera frase de la novela, cuando Fernando del Paso escribe que el fantasma de la medicina acompañó siempre a Palinuro, porque entonces no sabía aún que deseaba estudiar medicina. Curiosamente, fue mi padre quien me impulsó a estudiar la carrera: no era el poderoso mito contemporáneo de la ciencia médica lo que resultaba atractivo para su imaginación, sino más bien la simbología del estado oculto del cuerpo: el entendimiento de la materialidad humana como un territorio metafórico donde se consuma el drama arquetípico de la experiencia humana, desplegado, a su vez, en una narrativa histórica milenaria que se confunde con la mitología occidental y oriental, y alcanza momentos de tensión literaria en la Edad Media de Paracelso. Ahora recuerdo: esta versión mitológica de la medicina fue mencionada en secreto por mi padre, inspirado, entre lecturas europeas y orientales, por historias mexicanas contemporáneas. No me refiero a los casos reales de médicos escritores, como Mariano Azuela o Elías Nandino, sino precisamente a la medicina como un fantasma en la novela de Fernando del Paso, a la novela como transgresión estética en Farabeuf o la crónica de un instante, de Salvador Elizondo, y aun a la medicina como exploración de lo posible en El disparo de Argón, de Juan Villoro. Esas claves literarias conspiraron con la mitología de mi padre para construir una medicina dispuesta a realizar una alianza secreta. Fernando del Paso, un pesimista con sentido del humor (y con una fama secreta, según su propia modestia, pues muy poca gente sabe que es famoso), ateo, obsesionado por el lenguaje y la historia, aficionado a la astrofísica, la zoología, la arquitectura, ha declarado en forma repetida su amor por la medicina. Es bien sabido que antes de estudiar la carrera de economía, deseaba estudiar en la escuela militar de medicina, una de las más prestigiadas de su época, y en ése, como en muchos otros sentidos, Palinuro de México puede concebirse como un laboratorio experimental de la personalidad, un taller creativo dispuesto para generar transformaciones del ego, como lo es, en cierta forma, toda narrativa de ficción, y más aún, toda narrativa. Sin embargo, en Palinuro la transformación sucede como una variación experimental del ego, desde la literatura como horizonte de posibilidades hacia el deseo específico de la medicina. Todos sabemos que Palinuro es un estudiante de medicina que denuncia el escándalo del mal durante el movimiento estudiantil de 1968. Pero lejos de la dimensión política del libro, que ha sido motivo de lecturas lúcidas y vigentes, me parece también que el afecto personal del escritor hacia la historia cultural de la medicina, tan cercana a su talento barroco y erudito, es el origen de una investigación fecunda acerca de la relación entre el cuerpo y las palabras. La anatomía, entendida como manipulación sistemática del tejido humano, requiere el recurso lingüístico, la infinita variedad de etiquetas lexicales, para generar representaciones estables y formatos adecuados para la comunicación, la enseñanza, la investigación. El acto de nombrar, que emparenta a la literatura con tradiciones tan diversas como la cábala, la astronomía, la geografía y la química, encuentra en la anatomopatología un caso especial, una articulación flexible y abierta a la crítica entre la epistemología de la visión y el tacto, y la epistemología del lenguaje. Al abrir algunos cadáveres, como habría dicho Michel Foucault en El nacimiento DICIEMBRE DE 2013 de la clínica, los objetos, tejidos, imágenes y acontecimientos previamente ocultos deberán nombrarse, y lo harán bajo las reglas de la formación de conceptos; por ejemplo, con el recurso de la analogía, que emparenta a la poesía con la medicina anatómica. El cíngulo, el tálamo, el hipocampo, la amígdala, son algunas palabras traídas de la neuroanatomía; muestran el sentido figurado que generan, paradójicamente, las convenciones materialistas de la medicina: cinturones, recámaras, animales marinos y alimentos fungen como modelos para la conceptualización, que no se limita a la descripción visual de estructuras sino que ofrece peldaños indispensables para la ideación abstracta. En el punto de convergencia entre la descripción y la conceptualización anatómica, mediante el recurso del lenguaje, es donde veo la proliferación des- porales, dice Palinuro: “Y tampoco, comiendo o no, se le podía hablar de saliva, materias fecales o líquidos cefalorraquídeos, sin que le dieran náuseas. Esto comenzó a suceder desde que el tío Esteban contó la historia de cómo se pelaban los huesos, y en vista de que ocurrió varias veces el tío Esteban, resignado, le dijo que ya no volvería a hablar de medicina —ni de nada que se le pareciera delante de ella—. Y Estefanía lloró y le preguntó al tío Esteban por qué la castigaba, que ella quería ser doctora y que cuando fuera grande ya no sentiría asco.” La novela construye así parajes de innovación semántica, en un terreno tan difícil para el lenguaje como lo es el léxico de las emociones. Más allá de las emociones básicas descritas por Charles Darwin y reificadas una y otra vez por la neurobiología contemporánea, Del Paso explora dimensiones de la experiencia subjetiva donde el contraste entre la fascinación y la vergüenza revela paisajes inéditos, pero auténticos. Mediante la realización de un espíritu lúdico, tan celebrado en Rabelais, Del Paso logra construir una reinterpretación del cuerpo humano, a partir de la tensión dinámica entre el gozo de los sentidos y la descomposición de la materialidad humana. Allí se originan otras enumeraciones, como la que se refiere a una “ampolla de vidrio que emitía vapores para preservar mariposas disecadas, 100 hojas de papel con el caduceo de Mercurio como marca de agua […] y dos frascos de farmacia antiguos. Uno decía inf. calumb Conc., y era donde mi amigo tenía todos sus preservativos usados. El otro frasco decía liq: morph:hyd, tenía una cajita con todas las uñas que se había mordido durante los últimos cinco años y un pomo con todo el esperma de las masturbaciones de nuestro amigo Molkas correspondientes a un plazo semejante, y que por lo mismo tenía una etiqueta que decía ‘Sementerio’. También encontré […] dos de los tres gigantescos volúmenes de México a través de los siglos, que según me explicó Palinuro, tenían propiedades carminativas, o en otras palabras, mesurada o descomunal de Fernando del Paso y su servían para la expulsión de gases: para esto bastaba vértigo de las listas (como diría tal vez Umberto Eco). con acostarse bocarriba y ponerse los volúmenes en Al inicio de la novela, en el capítulo titulado “La gran el estómago…”. Los relatos sobre la flatulencia y otros ilusión”, Palinuro revela claves pictóricas de su relapormenores del cuerpo se multiplican y combinan, ción con la historia cultural de la medicina, a través sin transiciones artificiales o convenciones estéticas, del tío Esteban, otro ego experimental. Dice Palinuro: con la enumeración de acontecimientos literarios en “Fueron tantas […] Las ilustraciones y las láminas que el terreno amoroso: “Un día la besé en francés. Ella se pasaron por sus manos, desde las danzas de la muerlimitó a bostezar en sueco. Yo la odié un poco en inte de Holbein de Basilea que inspiraron a Saint-Saens glés y le hice un ademán obsceno en italiano. Ella fue y a Glazunof, hasta los Apestados de Jaffa del Barón al baño y dio un portazo en ruso. Cuando salió, yo le Gros, pasando por todos los estropeados de El Bosguiñé un ojo en chino y ella me sacó la lengua en sánsco, los dentistas de Van Ostade, los poseídos de Van crito. Acabamos haciendo el amor en esperanto.” Noort, los barberos cirujanos de Teniers, los pestífeDice Gaston Bachelard, en La poética del espacio, ros de Poussin, los leprosos de Hans Burgkmair, los que “la imagen poética nos sitúa en el origen del ser ciegos de Brueghel y los tiñosos de Giovanni della hablante”. La poesía, dice, “pone al lenguaje en estaRobbia, que el tío Esteban […] llegó a pensar y a actuar do de emergencia”. Me atrevo a decir que, mediante como un médico de verdad.” La metamorfosis creatiel juego desmesurado, Fernando del Paso ha consva del ego se pone de manifiesto en la figura del tío truido una sorprendente poesía de la medicina, heEsteban, quien es capaz de transformarse en médico redera tal vez de aquellos Sonetos de lo diario, capaz mediante la asimilación de imágenes, lo cual revela de poner al lenguaje médico en estado de emergencia el poder del recurso metafórico para transformar y de crear pactos en clave secreta o en franca declanuestra identidad en una mecánica de juego. El eleración pública entre la materialidad recalcitrante mento autobiográfico (más presente en esta obra del cuerpo humano (origen del dolor, la separación y que en los otros trabajos narrativos de Fernando la pérdida, la secreción fétida o el amor erótico) y la del Paso) sublimado mediante la multiplicidad de literatura, ese territorio cargado de ecos memoriorecursos literarios, es mostrado por el autor en un sos, reflexiones, monólogos interiores, sensaciones acto de honestidad intelectual carente de esnobisestremecedoras, y de un clima verbal que no puede mo o pretensión: el juego libre de ideas recuerda traducirse a otro medio expresivo, para usar las palaaquella frase que hemos escuchado en alguna cinbras del propio Fernando del Paso: un espacio donde ta de Almodóvar: uno es más auténtico cada autor reinventa la técnica, donde no mientras más se parece a lo que quiere hay reglas universales, donde cada libro ser. “Yo no participé en el movimiento establece sus reglas del juego. En el caso de 1968, pero para mí fue muy fuerte. Yo de Palinuro de México, son reglas del jueno era un estudiante, tenía ya más de 30 go con el poder de penetración suficiente años, pero Palinuro sí podía estar ahí y para conspirar, con otros agentes de la ficasí lo decidió: muere inmolado en el Zóción, hacia la creación de un reverso verocalo. Lo que yo decidí fue el lugar de su símil de los sueños (como dice Palinuro): muerte”, ha dicho Fernando del Paso. el camino a la medicina, la vocación que El desdoblamiento de identidades, Fernando del Paso realizó en clave nadado por Palinuro y el tío Esteban, perrrativa, y que puedo aceptar como propia PALINURO mite la exploración de aficiones indecengracias al juego literario que da sentido a DE MÉXICO tes, obscenidades, formas interminables la materialidad descompuesta.W de degradación de las buenas costumbres, FERNANDO pero, a diferencia de la atmósfera escaloDEL PAS O friante conseguida por Elizondo en Farabeuf, Del Paso fabrica una celebración goletras mexicanas Jesús Ramírez-Bermúdez, escritor y zosa en donde caben por igual las glorias psiquiatra, es autor de Paramnesia y miserias del cuerpo, como tal vez diría 1ª ed., 2013, (Random House Mondadori, 2006) y Francisco González Crussí. Cuando habla xiii+648 pp. 978 607 16 1424 7 Breve diccionario de las enfermedades del amor por la medicina y del asco de Esdel alma (Debate, 2010). tefanía por las secreciones y líquidos cor- Mediante la realización de un espíritu lúdico, tan celebrado en Rabelais, Del Paso logra construir una reinterpretación del cuerpo humano, a partir de la tensión dinámica entre el gozo de los sentidos y la descomposición de la materialidad humana. a 29 Fotografía: ©L U C A M A R C H E S I EL FONDO EN LA FIL R ES EÑA David Huerta: memoria del mediodía JOSÉ MANUEL MATEO No importa que sea mucha la poesía de David Huerta. Los versos que ha escrito a lo largo de cuatro décadas se extienden por dos anchos volúmenes, apetecibles para la mano que gusta del objeto libro. Lo que importa es la riqueza de formas e imágenes, el mundo personal —erudito pero sin pedantería, generoso pero sin exceso—, los ecos de esta poética. Aquí se canta, con pasmo, una loa a este triunfo literario 30 a DICIEMBRE DE 2013 EL FONDO EN LA FIL DAV I D H U ERTA : MEMO R I A D EL MED I O D Í A D iecinueve libros en dos volúmenes que rebasan el millar de páginas: tal vez la poesía escrita por David Huerta entre 1972 y 2011, así reunida, cause la misma impresión suscitada por Incurable, ese poema que nunca dejará de asombrar por su densidad y extensión; que tampoco dejará de exponer la raíz de la persona y el fantasma que somos, así queden atrás los referentes y las coordenadas teóricas del siglo xx. Hace falta proyectar una sombra sobre el tema que se desea tratar, decía Forster a propósito de la novela, y David, al parecer en un ejercicio semejante, decidió que fuera ese libro suyo de 1987 que lanzara su proyección sobre la totalidad de lo escrito. Christopher Domínguez Michael había comentando que la primera línea de Incurable marcaba la genealogía con la cual podía “recorrerse la obra de Huerta” y con ello quería señalar la filiación de David con la “imaginería” moderna de un Baudelaire pasado por el prisma de Benjamin; imaginería “más propia del novelista que del poeta”, decía. Al otro lado de tal ascendencia general, también cabe decir que La mancha en el espejo es la piel de otro título posible, pero no puesto en el primer plano de lo dicho. Aquel verso inaugural pone de manifiesto el envés de la mancha que marca la superficie reflejante. Y porque todo lo que cabe “en la bolsa del día” ocupa las mil páginas que David ha escrito y publicado hasta ahora, el otro título de estos dos volúmenes podría ser, precisamente, ése: El mundo. Un orbe donde la luz y sus oscuras proyecciones dependen del poeta ocupado en desbrozar la “sinestesia de baratijas” que puebla el discurso filosófico, pero también el lenguaje amado, las palabras del desprecio o las maldiciones sedimentadas en el pozo de la conciencia. No hace falta evocar la narrativa ni los extensos poemas de siglos pasados para encontrar alguna setión al que también llamamos muerte: “muriendo, / mejanza entre Incurable y otros emprendimientos: el viste lo que ocurrirá, vidriado desplazamiento hacia Canto general de Neruda fue esa obra que buscó reuel germen fracturado de la inexistencia”, dice David. nir en un solo enunciado poético el tiempo entero de La referencia más o menos explícita (o coincidente al América Latina, sin dejar fuera ninguno de sus remenos) con el lado moridor que articula la realidad flejos: historia, comidas, prácticas, héroes, villanos, para Revueltas (y que una vez le sirvió para referirhombres y mujeres sin nombre, todo eso y lo que perse al método de su escritura), se corresponde con la manece fuera de la enumeración se encuentra en la proposición que pone en el primer plano la incapageografía del canto nerudiano, cuya parte final está cidad del lenguaje para comunicar y la fantasmática encabezada por una clara proclamación: “Yo soy”. confluencia de quienes dialogan. Señalada en IncuAllí donde termina Neruda, comienza David Huerrable, la aparente aporía también se describe en Los ta, colocando algo más que signos de interrogación errores: es justo un aparato concebido para hablar en la proclama identitaria, deslizando algo más que del índice de la realidad adversa e irrevocablemente dudas e ironía autocomplaciente en la “siesta del siconstitutiva del verbo: el teléfono concreta “esta formulacro” donde naufraga el espejo del mundo. David ma irremediable de aislamiento, de vacío, de frusenumera y describe los mecanismos bajo los cuales tración” donde los interlocutores quedan “igual a se construye con palabras una realidad a modo, una náufragos, separados por un golpe de mar, cuando se imagen que luego se manifiesta satisfecha de sí y nos cuelga la bocina después de que alguien llamó… vaya convence de su magnitud. La conversación, que sua saberse desde qué sitio”; en ese punto los interlopone el diálogo o es el otro nombre del coloquio, sólo cutores se vuelven “una abstracción absoluta, sin reconfirma la ausencia de quienes hablan: “Conversar ferencia”, y quedan “como en la nada”. Jacobo Pones dilatar una ausencia y dilatarse”; quien escribe no ce, personaje de Revueltas, comprende de pronto “lo escapa a ese movimiento: la “pobreza” que vende “el aterradoramente anormal que es un teléfono, ese que habla” es retomada por el escribiente para deaparato submarino en busca de palabras que nunca corar el escenario de “un baile al que el lenguaje no terminarán de ser dichas, una máquina del aislaestá invitado”; el que escribe, sencillamente, adormiento”. No es otra cosa la conversación, la escritura na la página con su grafismo. “Nos oscurecemos hae incluso la poesía, más allá de todo intento lírico o blando”, se afirma también (y antes de los fragmenreflexivo que pudiera encerrar la proposición… Y sin tos citados) en el primer capítulo de Incurable, pero embargo, la palabra nos resulta necesaria, con todo y no se trata de una resignada convicción; su nudo ciego. se describe o señala el ser del lenguaje insLlegado este punto, uno acepta (tarde) crito en su deber ser comunicativo. lo imposible de reseñar la obra publicada Casi simultáneamente pero en regispor el Fondo de Cultura Económica. Por tros diferentes a los del estructuralismo y ello el intento consiste en manifestar nada escuelas posteriores (más despreciadas o más la sorpresa de las manos, que sostiereverenciadas que efectivamente leídas), nen al mismo tiempo un trazo de eternidad Mijaíl Bajtín hablaba del carácter bifrony la imagen accidentada de la vida. Parafrate de la palabra y José Revueltas hacía que seo a David (lo cito sin comillas), pero no esa condición del verbo se transformara encuentro por ahora la manera de expresar en intensidad narrativa. La segunda menmi sorpresa frente a su trabajo: comparecí LA MANCHA ción es menos inmotivada de lo que pareante la reunión de su poesía y me recrimiEN EL ESPEJO ce: es muy probable que en la comunidad no por no haber dicho nada en otro tiempo de voces congregadas en el poema se ende su integridad y plenitud. Desde luego, D AV I D cuentre el autor de Los errores, merced a nadie esperaba ningún pronunciamiento HUERTA esa “ceniza moridora” capaz de enfrentar de mi parte; pero de ahí la necesidad de la a la segunda persona (ese fantasma del yo) manifestación. Si por el árbol atraviesan poesía con “la corriente” que lleva “por las orilos sonidos que vienen desde el otro lado llas icónicas”. Y el enunciatario (horrible del mundo y van a dar, de las raíces invi1ª ed., 2 t., 2013, palabra) llegará a los bordes de la imagen sibles, al cielo del silencio (“Gemido de ár1280 pp. 978 607 16 1514 5 cuando se reconozca en la presencia resibol”), tal vez en esas líneas escritas para dual del fuego, en el vestigio de la combusquedarse en los papeles privados puede DICIEMBRE DE 2013 Y porque todo lo que cabe “en la bolsa del día” ocupa las mil páginas que David ha escrito y publicado hasta ahora, el otro título de estos dos volúmenes podría ser, precisamente, ése: El mundo. Un orbe donde la luz y sus oscuras proyecciones dependen del poeta ocupado en desbrozar la “sinestesia de baratijas” que puebla el discurso filosófico, pero también el lenguaje amado, las palabras del desprecio o las maldiciones sedimentadas en el pozo de la conciencia. a empezar a suscitarse el diálogo. Quienes conocen a David mejor que yo, saben que robo palabras de sus Canciones de la vida común; pero según reconocí ya, parafraseo a un poeta como tal vez un par de generaciones lo ha hecho en las décadas recientes. Quizá él mismo visita los lugares de su memoria poética para dar otra luz o proyectar sombras distintas en el enunciado de su obra entera. Así, la “manchada gravedad” queda signada por las mutaciones que deja “el destructivo rizo del fuego”, calcinación que unas veces da título y otras se incorpora a poemas donde el asunto convoca la eterna contradicción del mineral, su “queda dureza” ausente de duración (“Piedra”). David escribe (ha escrito) “con una modestia majestuosa, / investida con todos los atributos de la desdicha”, mientras sigue un camino donde “los miserables patrimonios de la hora” se muestran sin la confusión de las “tintas enredadas con silencios” (“Canciones de la vida común”); la suya es una palabra traída del “trasmundo”, que no se corresponde necesariamente con el otro lado, sino con el filo de la claridad donde “la mano recoge hilos de sombra”. Su propio lado moridor (su método) es más bien un debajo “de oprimida terrenalidad”, cuyo propósito expreso consiste en saber “lo que está dentro / de la palabra nunca”; o bien, formula su deseo de “conocer” esos testimonios del cuerpo que “extinguen la belleza / de caminatas que, en otro mundo, no terminarían” (“Debajo”; “Hablo”). De Incurable a Canciones de la vida común (no está de más aclarar que sólo he repasado estos libros para escribir la presente nota) puede reconocerse un sistema de pasajes marcados por palabras y metros, por versos y encadenamientos conceptuales, que no por mostrar su reciedumbre gnoseológica se alejan de la sabiduría poética. Monedas pordioseras, mendrugos estadísticos, cuadernos desgajados, los trapos del rencor, miligramos de espuma fugitiva, cáscaras de tropiezo… la tristeza numerosa de los cajones y los armarios es despejada por David como quien separa por medio del cálculo una incógnita entre las acumulaciones del mundo. Los fantasmas del habla, la muchedumbre de signos y cuerpos, los espectros de la conversación, el ropaje del silencio, los léxicos formidables y los números estupendos son recordados en la primera década del siglo actual. Mientras la memoria los convoca, también los “inventa y desfigura”, pues: “Lo que se cifra en el reverso de lo dicho / ha sido olvidado y cada proferimiento / lo restituye enteramente, como leve utopía”. Así objeta David el dicho de Quevedo (para quien la significación de utopía se despliega en la frase “no hay tal lugar”), mientras en la reunión tercia Gorostiza para señalar que la plata es el “ingenuo ruiseñor / de los metales” (“El revés de la trama”). David conversa de verdad con ambos allí, “en el ritmo, en las quebraduras de sintaxis” donde la plata de los labios extingue el obligado silencio, que, no obstante, persiste en el reverso del entramado verbal (esa isla de la idea y del canto). Nosotros, de este lado de la página, somos testigos mudos y admirados de ésta y otra conversación fantástica entre el poeta y la realidad de una sombra, que le aconseja volver a la memoria de ese mediodía preciso, cuando, juntos, hablaron de “cierta serenidad, de ciertas oscuridades”. En su intercambio de respuestas, se disuelve el obstáculo para “sentir con otros sentidos / el ardor de la calle y cada una de sus palabras” (“Una sombra”). Gracias al diálogo de la sombra y el poeta podemos creer en la abundancia matinal y atestiguar la elevación de los elementos “sobre el sudario de un mundo envejecido”. Gracias a David, el yo, la identidad, la carne y el sagrado bagazo del cuerpo amado hacen la paz con sus fantasmas. Si no de un modo definitivo, sí entre encadenamientos y murmullos.W José Manuel Mateo, ensayista, poeta y editor, es autor de Migrar (Tecolote, 2011), con el que en 2012 ganó el premio Nuevos Horizontes de la Feria del Libro Infantil de Bolonia. 31 Fotografía: SHOSTAKÓVICH CON SU HIJO MAXIM EL FONDO EN LA FIL R ES EÑA Apología de un genio atormentado: Dmitri Shostakóvich ALEJANDRO PÉREZ SÁEZ Músico y musicólogo, Carlos Prieto presenta en su libro más reciente el drama vital de uno de los principales compositores rusos, el atribulado Dmitri Shostakóvich. Aunque fue brevísimo, el contacto personal del autor con este compositor determinó algunas de las obsesiones del chelista, al punto de que estudió la lengua y se sumergió en la cultura de ese país extenso y milenario. Escuchemos a Prieto ejecutar su otro instrumento: la palabra escrita 32 a DICIEMBRE DE 2013 EL FONDO EN LA FIL APOLOGÍA DE UN GENIO ATORMENTADO: DMITRI SHOSTAKÓVICH U na vez más, Carlos Prieto alterna entre el arco y la pluma para entregarnos un exquisito relato historiográfico que se convierte en una apología de la atormentada vida de Dmitri Shostakóvich, para muchos la estrella más luminosa en el firmamento musical soviético. A muy temprana edad, la música de Shostakóvich provocó en Prieto el despertar de una pasión que se instaló como un ostinato en su vida, abriendo frente a sí el camino que le llevaría a profundizar en el estudio de una cultura y una lengua muy distintas a la propia. Seis décadas después, se entregó a la tarea de aclarar el enigma que gira en torno de la vida y obra de Shostakóvich, compositor que ha sido objeto de las más grandes controversias e injustas acusaciones. Así, bajo su mirada de artista y musicólogo, el maestro Prieto no se centra tanto en la música del compositor como en su persona y su circunstancia: es un viaje al interior del artista detrás de la creación, a la vez que se convierte en una denuncia de las atrocidades cometidas por el socialismo soviético en contra de la vida, las libertades individuales y las artes. Es difícil comprender, cuando no se ha vivido en carne propia, hasta qué punto un régimen totalitario es capaz de doblegar la voluntad de las personas. También parece fácil juzgar los actos de quienes, por instinto de supervivencia, miedo o esperanza, simplemente asumen actitudes y posturas contrarias a su voluntad. Ante los imperativos estéticos de la ideología socialista, los artistas e intelectuales soviéticos se vieron obligados a crear “contra natura”, a contener su expresión artística e incluso a evitar técnicas modernas, consideradas como degeneraciones burguesas ajenas a los fines del “realismo socialista”.1 Bajo este contexto ideológico, la vida de Shostakóvich se vio marcada por un incesante y dramático contrapunto de alegrías y tristezas, de premios y castigos. Nacido en el declive de la Rusia zarista y testigo de la revolución bolchevique de 1917 a los once años de edad, su vida transcurrió a la par del régimen soviético: de Lenin a Stalin, de Jrushchov a Brézhnev. Tristemente, no le alcanzó la vida para ver la disolución total de un régimen que, a casi cuatro décadas de la muerte del compositor, sigue manifestando el pródromo de aquellos tiempos represivos (baste como ejemplo el vergonzoso caso de las Pussy Riot). El genio de Shostakóvich se manifestó con su Primera sinfonía, compuesta a los diecinueve años de edad. “Su éxito fue histórico. De la noche a la mañana Shostakóvich se convirtió en la estrella ascendente del panorama musical soviético”,2 escribe Prieto. Dos años más tarde, por mediación de Bruno Walter, el mundo entero aclamaba el surgimiento de “un talento genuino e incluso rasgos de genialidad”,3 en palabras de Darius Milhaud. El compositor, motivado por el reconocimiento nacional e internacional, se entregó a la tarea de buscar un lenguaje musical más moderno, atendiendo a los contenidos ideológicos revolucionarios de la joven república soviética. Pero gradualmente, estas directrices ideológicas que afirmaban el control del Estado y el partido sobre la producción artística, se irían convirtiendo en uno de los más cruentos cercos de censura y represión del siglo xx. Años después, tras la tibia recepción de las dos siguientes sinfonías de Shostákovich, su ópera satírica La nariz fue condenada por miembros de la Asociación Rusa de Músicos Proletarios, que acusaron al autor de “componer música que los mortales ordinarios no podían entender […] de ignorar la realidad contemporánea y de ser culpable de ‘escapismo antisoviético’ y de ‘formalismo’.”4 1 El realismo socialista es una tendencia artística populista que persigue difundir la problemática social a través de las artes. Sustituye al realismo crítico con un realismo optimista y rechaza toda expresión burguesa, presente y pasada. 2 Carlos Prieto, Dmitri Shotakóvich. Genio y drama, México, fce, México, 2013, p. 29. 3 Ibidem, p. 30. 4 Idem., p. 38. En fi losofía, formalismo se refiere a la forma esencial de las cosas, mientras que en las artes se aplica a un estilo de crítica sobre las técnicas o formas sin tomar en cuenta el contexto. El régimen soviético, en una aplicación errónea del término, condenaba como formalista a todo movimiento contrario al concepto socialista del arte, es decir, desviado de los preceptos del realismo socialista. En música, los términos “modernismo” y “modernismo decadente” se usaron con frecuencia como sinónimos de formalismo. DICIEMBRE DE 2013 Las grandes purgas estalinianas desgencia de una mayor libertad en el terreno atadas entre 1936 y 1938 iniciaron en el artístico y alejamiento del burocratismo, campo musical con la condena y prohibiel escritor Ehrenburg publicaba El desción de su ópera Lady Macbeth del distrihielo y Shostakóvich estrenaba su equito de Mzensk, por sus degeneraciones movalente musical con la Décima sinfonía, dernistas. A partir de aquí, los disidentes obra enigmática y contraria a los cánodel régimen tenían como opciones: la adnes del realismo socialista, que tuvo una hesión incondicional a los preceptos del calurosa recepción por parte de la crítica realismo socialista, el terror de los trasoviética. Un lustro después, la Undécima bajos forzados en los Gulag,5 la muerte o, sinfonía lo hizo merecedor del Premio LeDMITRI para los músicos reconocidos, verse privanin y, contra su voluntad, se vio obligado SHOSTAKÓVICH dos de encargos y conciertos, lo que signia formar parte de misiones diplomáticas Genio y drama ficaba renunciar a los ingresos económien el extranjero representando a las polícos para llevar una vida digna. De ahí que ticas culturales de la URSS, pronuncianCARLOS tantos artistas y compositores optaran do discursos arreglados y completamente PRIETO por acatar las directrices del Estado. ajenos a su forma de pensar. Con una de La respuesta musical de Shostakóvich a esas delegaciones oficiales llegó a México arte universal las pretensiones del régimen fue su Quinen 1959, donde el maestro Carlos Prieto Prólogo de ta sinfonía de 1937, obra conservadora, impudo conocerlo.6 Jorge Volpi pregnada de un optimismo dramático que Para entonces, con el levantamiento de 1ª ed., 2013, 332 pp. era a todas luces una burla, un gesto de críla prohibición que había pesado sobre mu978 607 16 1483 4 tica e ironía del compositor, con cuyo tono chas obras de compositores soviéticos, en$225 romántico y final heroico acataba los printre ellas la Cuarta sinfonía y Lady Macbeth cipios estéticos de descriptivismo musical de Mzensk de Shostakóvich, un hito de esa la manera del poema sinfónico, establecidos por el peranza se alzaba en el ambiente artístico, inaugurealismo socialista para la música pura y el sinfonisrando la década de 1960 con intercambios culturales mo soviético —a diferencia de la ópera, que se puede internacionales que permitieron, entre otras cosas, la dotar de un mensaje ideológico explícito—. Mientras visita a la URSS de músicos notables como Stravinsque Occidente criticó severamente la Quinta sinfonía ky y Glenn Gould. Pero, aunque ante observadores extranjeros, el iii Congreso General de Compositores Soviéticos de 1962 afirmaba la necesidad de conceder mayor libertad expresiva a los artistas, al año siguiente Jrushchov retomó la condena del modernismo en el arte, reafirmando la necesidad de ejercer una estrecha vigilancia de las obras artísticas y un control de las artes. Una vez más se señalaban las degeneraciones modernistas de los compositores soviéticos, entre ellos, por supuesto, Shostakóvich. Desde entonces hasta el día de su muerte en 1975, a los 69 años de edad, este encadenamiento de humillaciones siguieron sucediéndose sin tregua para Shostakóvich y sus contemporáneos. No es fácil encontrar una apología más clara de Shostakóvich que el testimonio de la soprano Galina Vishnevskaya, esposa del violonchelista Mstislav Rostropóvich, ambos amigos cercanos del enigmático compositor: “Hacía declaraciones a la prensa […] Firmaba cartas de protesta que nunca leía. No se preocupaba de lo que dijeran de él porque sabía que llegaría el momento en que la palabrería sería llevada por el viento y sólo quedaría su música. Y su música hablaría más vívidamente que sus palabras. Su única vida real era el arte y allí no admitía a nadie: era su templo […] Para comprar tiempo y poder componer en paz, echaba un hueso de cuando en cuando a la jauría que lo hostigaba y accedía a poner su firma en cartas y artículos […] Accedía a pronunciar discursos en reuniones y asambleas que no tenían para él la menor importancia y, habiendo comprado tiempo, volvía con toda prisa a su escritorio para seguir componiendo.”7 Shostakóvich fue una persona sencilla y esforzada, de carácter alegre y con un gran sentido del hu—que no obstante descansa entre las más populares mor. No obstante, en la mayoría de sus apariciones del repertorio sinfónico— considerándola como un públicas, mostraba el rostro de un hombre triste y retroceso en el lenguaje estético del autor, la URSS apesadumbrado. Pero, lo que el régimen jamás pudo celebró de manera entusiasta el retorno de su más reprimir en él fue su fino sentido crítico y aguda irogrande compositor y éste recobró temporalmente su nía, que supo filtrar de manera sutil en su obra. estabilidad financiera, aunque a un costo muy alto. Es así como Carlos Prieto, en un ensayo ameno y riLa agresión a la URSS perpetrada por el ejército guroso, logra el cometido de mostrarnos al ser humano nazi entre 1941 y 1945 trajo un relativo relajamiendetrás de la obra de arte, a la vez que resuelve el enigto de las persecuciones internas. Por primera y únima en torno a la obra de un hombre íntegro de mente privilegiada, genio incomparable obligado a doblegar ca vez en el siglo, el pueblo soviético entero se unía su voluntad y poner su creatividad al servicio de un sispara librar una batalla justa. Shostakóvich mismo, tema ideológico represivo y humillante. Shostakóvich, atrapado en el largo sitio de Leningrado, contribuyó en un acto de supervivencia o esperanza, supo sortear con su emotiva Séptima sinfonía, transmitida al puetodas las vicisitudes y adversidades de su circunstancia blo a través de la radio con enormes dificultades. No para consolidar una obra musical única, un legado que obstante, la pesadilla resurgió, y en 1948, Zhdánov, se alzará por siempre como un monumento universal a el verdugo ideológico de las artes, acusó de “formala libertad del espíritu humano.W lismo” a Shostakóvich, junto con Prokófiev, Miaskovsky, Jachaturián, Popov, Kabalevsky y Shebalin, Alejandro Pérez Sáez, músico, compositor y jazzista, censurando y prohibiendo la ejecución de gran canfue el coordinador de traducción del Diccionario tidad de sus obras y condicionando severamente su enciclopédico de la Música ( FCE, 2009). producción musical en todos los ámbitos. La muerte de Stalin en 1953 trajo consigo nuevas esperanzas para el pueblo y los artistas soviéticos: Jachaturián escribía un artículo afirmando la exi- En un ensayo ameno y riguroso, Prieto logra el cometido de mostrarnos al ser humano detrás de la obra de arte, a la vez que resuelve el enigma en torno a la obra de un hombre íntegro de mente privilegiada, genio incomparable obligado a doblegar su voluntad y poner su creatividad al servicio de un sistema ideológico represivo y humillante. 5 Gulag, siglas en ruso para “Dirección General para Campos de Trabajo Correctivos y Colonias”. Se trata del sistema penitenciario soviético al que iban a parar todo tipo de criminales y, principalmente, los presos políticos del régimen. a 6 Como simple dato anecdótico, con el antecedente de su Sexta Sinfonía de 1939, en cuyo movimiento final citó el “Cielito lindo” —quizá en un gesto de solidaridad internacional—, comenta Prieto que tras su visita a El Tenampa en Garibaldi, Shostakóvich mencionó la idea de escribir una obra con música de mariachi, proyecto que, sin embargo, nunca llevó a cabo. 7 DSGD, p. 266. 33 Fotografía: © J E R R Y B A U E R EL FONDO EN LA FIL Lo que fue una serie de conversaciones transmitidas por televisión es hoy un volumen en espera de lectores que quieran conocer a una estimulante ristra de escritores y pensadores del siglo XX. Silvia Lemus es una ducha entrevistadora que ahonda en los porqués de una vida dedicada al arte o la investigación. Con su buen trato, logra estupendos retratos de estos hombres y mujeres clave R ES EÑA Silvia Lemus o el arte de retratar las razones de una obra y una vida SANDRA LICONA S ilvia Lemus se tropezó con el género de la entrevista una tarde al entrar a la oficina del periodista Jacobo Zabludovsky, que en aquellos años era el conductor estrella del noticiero 24 Horas, ya desaparecido, y quien le dijo: “Lemus, ponte a trabajar, ten listo tu pasaporte. Mañana te vas a Reikiavik a entrevistar a Bobby Fischer y a Boris Spasky.” La periodista voló a Islandia y comenzó una carrera internacional en la televisión. Ella misma ha narrado alguna vez que aterrizó en un país nebuloso y frío. Sólo tuvo tiempo de instalarse en el hotel y registrarse en la oficina de prensa. Enseguida empezó su cacería de los dos grandes ajedrecistas que competían por el campeonato mundial. “Era la guerra fría entre un ciudadano estadunidense y otro soviético. El campeón fue Bobby Fischer.” Al día siguiente, Lemus pudo entrevistar a Spasky, “un perdedor lleno de encanto y tiernos ojos azules, y pensé al verlo: ‘Ojalá hubiera ganado él.’” Recuerda, además, que la conversación fue fluida y agradable. 34 Su interlocutor era todo un profesional que elogió el juego de su contrincante. La historia con Bobby Fischer fue distinta. El ajedrecista sólo había dado entrevistas de televisión a la bbc británica y a la abc norteamericana. Un colega le presentó a Silvia al agente de prensa del ajedrecista, quien la condujo al jugador. El intermediario le aseguró que éste daría la entrevista, advirtiéndole que el horario de Bobby era extraño: dormía de día al regresar de una discoteca a las seis de la mañana y no se levantaba sino hasta las cuatro de la tarde. La periodista mexicana pensó que podría hablar con él al día siguiente, antes de salir a bailar. Esperó en el lobby, lista con su equipo de televisión, pero Fischer pasó de largo sin mirarla, se subió a una limusina y partió. El agente le sonrió y le dijo: “Espéranos, hoy regresará temprano.” No fue así. En esa época del campeonato de ajedrez, las noches de Islandia eran largas y las iluminaba un sol precario. “Fischer volvió y yo me fui a dormir. Al día siguiente, la misma historia. Sólo que esperé hasta las 5:30 de la mañana, cuando regresó Fischer y se apiadó de mí, me ofreció una disculpa y me dijo: ‘Esta tarde, a las cinco, venga a mi suite.’ Lo hice. Su a agente abrió la puerta y me pidió esperar: Bobby iba a comer. Llegó una alta, rubia y bella muchacha islandesa con una bandeja llena de platillos.” Una hora más tarde el agente la remitió ante la presencia del gran hombre de entonces 24 años y Silvia regresó a México con dos trofeos: Spasky y Fischer. Zabludovsky apadrinó la carrera de Lemus en televisión, que más tarde se consolidaría como entrevistadora en el Canal 22 con su serie Tratos y Retratos, la cual inició transmisiones el 17 de julio de 1993, con una entrevista con Gabriel García Márquez, en Cartagena de Indias, a quien conoció siendo muy joven cuando trabajaba como copywriter en McCann Erickson —una agencia de publicidad— con Jomí García Ascot y Emilio García Riera. Aquella conversación versó sobre El amor en los tiempos del cólera y se llevó a cabo, como lo recuerda la entrevistadora, en la placita donde Florentino Ariza le hacía el cortejo a Fermina Daza. Anécdotas como ésta también forman parte de Tratos y retratos, publicado este mes por el Fondo de Cultura Económica. Es un volumen que recoge 25 entrevistas y que la propia autora define así: “Más que charlas al vuelo son conversaciones DICIEMBRE DE 2013 EL FONDO EN LA FIL SILVIA LEMUS O EL ARTE DE RETRATAR LAS RAZONES DE UNA OBRA Y DE UNA VIDA que exploran las razones de una obra artística o los motivos de una postura ante el mundo. El entrevistado habla de su vida profesional, como quien se para frente al mundo para dejar ver su verdadero rostro, o bien confiesa lo que quizás nadie le había preguntado.” Una fila de personalidades de los más diversos orígenes artísticos y sociales, desde su propio esposo Carlos Fuentes (1928-2012) hasta la actriz de cine Jeanne Moreau, con quien se encontró en París, pasando por autores como William Styron, Jorge Semprún, Günter Grass, Toni Morrison, Susan Sontag y Derek Walcott, entre otros, hasta el ex presidente español Felipe González, conforman este rosario de conversaciones. A diferencia de algunos periodistas de a pie, que siempre buscan la declaración sobre el tema coyuntural o que se conforman con la entrevista “banquetera”, Lemus conoce muy bien a cada uno de sus entrevistados no sólo porque ha leído sus obras sino, en la mayoría de los casos, porque mantiene una relación de amistad con ellos o de franca cercanía porque fueron allegados a su compañero Carlos Fuentes, cuya figura e ideas aparecen o transitan por varias de las charlas bien como referencia, bien a manera de evocación. Los ejemplos abundan y para muestra sobran los botones. “Arthur Miller nos esperaba en el andén de la estación de trenes de Roxbury, Connecticut. Carlos lo conocía muy bien y le hizo la invitación para que pasáramos un fin de semana en ConnectiMe miró sonriente, hablamos y las dos estuvimos de cut junto con Inge, su esposa austriaca, y su hija Reacuerdo en hacer la entrevista en París. Tiempo desbeca. Lo vimos desde la ventanilla del tren. Era inpués nos dimos cita en la casa editorial Gallimard confundible ese monstruo de la dramaturgia nor[…] Así, en uno de los salones del número 5 de la Rue teamericana. Inge nos recibió en su casa con gran Sebastian Botin, hablaría de su familia, su vida ante afecto. Conocía a Carlos porque años antes le hizo las cámaras, su vocación de actriz y sus recuerdos de fotografías en una de sus estancias en París, donde México.” ella estuvo en el taller de Cartier-Bresson.” Más allá de la circunstancia, de los temas sobre Y lo mismo cuando se refiere a su encuentro con cine, la periodista logra de Moreau una de las anécSusan Sontag. La conoció, narra en este libro, “cuandotas más ricas y divertidas de este Tratos y retratos. do aún no tenía el mechón de canas. Yo llevaba poEl pintor mexicano Rufino Tamayo hizo un retrato cos años de casada y habíamos viajado a Nueva York de Jeanne que sería publicado como portada de la recon mis hijos. Ella estaba en su viejo departamento, vista Time. La actriz se lo cuenta así a Lemus: “Sí, me también con su hijo: David Rieff.” Sobre Felipe Gonhabían contactado de la revista Time porque la rezález, dice que lo vio por primera vez cuando éste le dacción había encargado mi retrato a un pintor que hizo una invitación a Carlos Fuentes para almorzar había sido muy famoso al inicio del siglo por sus reen la Moncloa: “Era el año 1990. Almorzamos los tratos de hermosas mujeres y que se llama Jean-Gacuatro, él, su esposa Carmen, Carlos y yo. Después briel Domergue, ese pintor vivía en el sur de Francia de la comida hicimos una caminata por los jardines y en ese momento tenía yo también mi propiedad en y pudimos ver los árboles bonsái que cultiva. Nos exesa región y me dijeron: plicó que era una manera de relajarse. También le ”—Bueno, resulta que el señor Gabriel Domergue gusta cocinar y alguna vez intercambiamos recetas. ha aceptado hacer su retrato y la vamos a poner en Nunca se olvida del huitlacoche que probó en nuestra contacto con él. Yo me sentía muy honrada y halagacasa en México.” da, pues en esos retratos las mujeres siempre apareAsí, Tratos y retratos se puede ver como un espacio cían muy hermosas, evanescentes, envueltas en plupara la revelación de una vida y del esfuerzo necesamas y muselinas. rio para la creación. Cada pregunta o intercambio de ”En ese entonces llevaba yo mi cabello muy largo ideas, o impresiones sobre un tema determinado, es y tenía un vestido que Pierre Cardin me había diseuna oportunidad para que el lector —y el espectador ñado especialmente para el retrato y que era absoen su momento— sea testigo y cómplice de una vida. lutamente sublime, con crespones color verde agua. Acompañan a cada entrevista un breve texto —una Llegué a casa de Gabriel Domergue muy bien arreespecie de interludio entre las conversaciones, que glada, con mi cabello largo, mi fleco, mi vestido verel lector agradece— donde la autora recrea la cirde, posé, me retiré, él siempre me saludaba y se descunstancia de cada encuentro —como ya se ha ejempedía muy amablemente, volví cuatro veces seguidas plificado con anterioridad—, en algunos casos el leit y jamás osé mirar lo que había en el lienzo, pues él se motiv de la charla, o revela los lazos que la unen a su escondía siempre tras el lienzo mientras pintaba; la entrevistado, u ofrece detalles —a veces de manera cuarta ocasión me dijo: prolija— de cómo conoció al personaje en cuestión y ”—Ya está terminado, he concluido, estoy encanel tipo de relación que guarda con él o ella. tado de haberla conocido —se inclinaba hacia atrás El libro incluye una amena conversapara mirar el lienzo y continuaba—; esción —de las más largas del tomo, junto toy muy satisfecho del cuadro. Yo estaba, con la que realizó al escritor de origen inpues, convencida de que le había gustado dio Salman Rushdie—, rara avis en este mucho el retrato y le dije: volumen porque no se trata de un escritor, ”—¿Sabe?, me encantaría mucho ver el historiador o intelectual. Lemus habló cuadro antes de marcharme. con la actriz francesa Jeanne Moreau en ”Y él respondió: París. Sin embargo, la periodista recuer”—Pero por supuesto, venga a verlo, da que fue en Nueva York donde originalvenga. mente se encontró con ella por primera ”Me acerqué y veo en el lienzo una muvez. jer rubia, con el cabello muy corto, rizado, “La reconocieron mis hijos en el eleTRATOS Y vestida de verde y reconozco en ella a la vador de un hotel en Nueva York: habían RETRATOS esposa del pintor. Sólo dije: visto algunas de sus películas y durante ”—¡Oh, es verdaderamente formidable! una sobremesa contaron que la gran acS I LV I A ”Me fui, subí a mi auto y pensé para triz francesa estaba hospedada allí mismo. LEMUS mí: ‘Pero es que es un loco: este hombre Más tarde, me crucé con ella en el lobby y le está tan obsesionado con su mujer que me pregunté si me daría una entrevista para la tezontle mira durante seis horas, cuatro veces setelevisión mexicana. Llevaba un vestido de 1ª ed., 2013, 335 pp. guidas, y acaba pintando sólo a su mujer.’ seda, un peinado que la hacía parecer anó978 607 16 1691 3 Entonces tomé el teléfono y hablé a Nueva nima ama de casa y un par de sandalias que York; me preguntaron: no reflejaban el aura de una diva del cine. A diferencia de algunos periodistas de a pie, que siempre buscan la declaración sobre el tema coyuntural o que se conforman con la entrevista “banquetera”, Lemus conoce muy bien a cada uno de sus entrevistados no sólo porque ha leído sus obras sino, en la mayoría de los casos, porque mantiene una relación de amistad con ellos o de franca cercanía. DICIEMBRE DE 2013 a ”—Y bien, ¿está terminado el retrato? ”—Sí —contesté. ”—¿Y ya lo tiene, quedó bien, qué le pareció? ”—Sí, está terminado, quedó magnífico pero ocurre que no soy yo. ”Les expliqué que me parecía magnífico de parte de un artista ser incapaz de darse incluso cuenta de sus obsesiones, pero justamente por eso debía aclarar que no tenía yo tiempo para estar posando para otros, pues tenía otras cosas por hacer. Y fue entonces que ellos tuvieron la idea de que me pintara Tamayo. ”sl: Ah, ¡qué historia!, entonces se hizo un segundo cuadro. ”jm: Sí, un segundo cuadro, y así fue como conocí al señor Tamayo. ”sl: ¿Y cómo hizo con Tamayo?, ¿usted fue a México o vino él a París? ”jm: No, no, yo fui a su casa, posé varias veces, y estuve viendo ese retrato que me pareció magnífico: es como una estatua, se trata de un lienzo que me representa como una estatua. ”sl: Pero sí se le parece. ”jm: Sí, aunque me representa sobre todo interiormente: eso es lo que importa, la representación interior. Es una especie de fuerza: a veces, cuando tengo momentos de duda, de debilidad o de fragilidad, pienso en el cuadro de Tamayo y me digo: ‘No, Jeanne, mira: tú puedes también ser fuerte.’” Sin duda el tono de las conversaciones varía según el personaje. Las hay absolutamente serias, aunque casi todas mantienen un matiz intimista. Las hay también —las menos— más distantes, ya sea por el tema o la personalidad del entrevistado. Es el caso de la entrevista que Silvia realizó con el escritor norteamericano William Styron, a quien también conoció cuando ya estaba casada con Fuentes y eran muy amigos. A pesar de frecuentarse durante los veranos que pasaban en Martha’s Vineyard, mismo sitio donde Styron vivía en esa época, a lo largo de la charla éste se muestra hasta cierto punto parco y un poco malhumorado. La entrevista más antigua —la que cierra el libro, pues están presentadas de adelante hacia atrás— es precisamente la que sostiene con su esposo Carlos Fuentes, a principios de los años ochenta. Aunque Silvia se esfuerza por mantener su postura de periodista frente al personaje, es casi imposible que la conversación se desarrolle de manera natural, por los guiños de complicidad, por las situaciones que se dan por hecho y porque Fuentes siempre fue un maestro de la oratoria, del diálogo casi para sí mismo. Al final, como Lemus escribe en la presentación, el arte de la entrevista es un género literario que reúne todos los aspectos de la escritura: el carácter inclusivo de la crónica y la trayectoria profesional del entrevistado, así como el ensayo de una manifestación personal de las ideas. También muestra la escenografía misma de la conversación y la capacidad de expresión que tiene cada entrevistado ante la cámara y los micrófonos. Ella logra todos estos aspectos a lo largo de las más de 300 páginas que conforman este volumen.W Sandra Licona es periodista. 35 Ilustración: E M M A N U E L P E Ñ A CAPITEL Segunda Era E scribió Marcelo Uribe sobre Jaime García Terrés algo que, ajustando los tiempos verbales, puede decirse de él: “Como muchos poetas que incursionan en otros terrenos, su labor estuvo orientada siempre por la imaginación poética. Aunque estaba presidida también por la ironía, por la generosidad, por la elegancia, por la tolerancia, era el poeta siempre el que cerraba el círculo.” Y es que el destinatario este año del Reconocimiento al Mérito Editorial que otorga la fil es, aunque de ello no dé cuenta de inmediato su hoja de vida, un poeta. Importa poco que formalmente su producción sea magra: quien revise con detenimiento lo hecho en las últimas cuatro décadas por el hoy director de Ediciones Era comprobará fácilmente que detrás de las traducciones, las publicaciones, los ensayos, incluso las gestiones a favor del gremio, está un tejedor de versos. DE DICIEMBRE DE 2013 E n 1987 el Fondo publicó Las delgadas paredes del sueño, un muy breve volumen con versos largos y melancólicos. Debieron pasar más de dos décadas para que Uribe diera a las prensas, ahora las de Almadía, otro libro suyo, igualmente escueto: Última función, en el que se reúnen casi setenta poemas, casi todos de pocos versos. En ellos se manifiesta ese ojo que mira con agudeza lo no evidente, que atrapa la anomalía entre tanta cosa común y la revela con economía de recursos. P ara los que trabajamos en el Fondo, Marcelo es uno de los nuestros, pues en los años setenta y principios de los ochenta tuvo a su cargo la edición de esta revista, dirigida a la sazón por Jaime García Terrés, quien “decidió confiarme la secretaría de redacción de esta Gaceta cuando yo tenía 22 años. Este acto, en buena medida irresponsable de su parte, contribuyó a definir el camino de mi vida hasta el día de hoy, casi treinta años después. Durante cinco años exactos, hice mes con mes La Gaceta al lado suyo, un privilegio que siempre me acompañará. Fui aprendiz en su taller.” Escrito hace casi una década para un número de aniversario de esta publicación, Uribe volvía a su estrecha relación con ese gran director del Fondo que fue don Jaime, de quien Marcelo preparó una antología de poemas con el propósito de mantener viva su voz entre los lectores de hoy: De piedra en piedra (cnca, 2006). T ambién ha traducido para el fce. En 1983 se publicó su estupenda versión de La herida y el arco, libro de ensayos de Edmund Wilson (casualmente mencionado en la página 8 de esta entrega), en la que se logra el frágil milagro de que el texto, erudito y penetrante, cargado de sutilezas, parezca concebido en nuestra lengua. También se ocupó de poner en castellano Sueño del camino maya: el chamanismo ilustrado de Yucatán, de Richard Luxton y Pablo Balam, obra que ya no está disponible. Tras dejar el Fondo, Marcelo emprendió estudios de literatura en la Universidad de Maryland, donde además fue investigador. “Cuando decidí irme de México […] García Terrés me reprendió suavemente. Para él no era el momento, aunque yo estaba seguro de que debía aceptar la oportunidad que se me abría”, recordó el editor homenajeado en nuestras páginas. 36 ACTA EST FABULA EL LIBRO SALVAJE JOSÉ KOZER JUAN VILLORO De origen cubano, José Kozer nació en La Habana en 1940 y a los 20 años migró a Estados Unidos, donde se volcó a la escritura e investigación de la literatura luso-brasileña. Poeta, narrador y ensayista, ha publicado media centena de libros, dos de ellos, además de éste que acabamos de lanzar, en el Fondo —Bajo este cien (1983) y Ánima (2002)—. En este nuevo título de poesía, cuyo nombre proviene del clásico proverbio latino con el que se indicaba el final de una comedia, y que también se reconoce como las últimas palabras pronunciadas por el emperador romano César Augusto antes de morir (a las que les sumó un: plaudite —aplaudir—), Kozer presenta poco más de 120 poemas en los que sus sonidos particulares y únicos, sus imágenes acopladas y sincopadas, sus recuerdos, angustias y referencias diversas, transportan al lector de Odesa a los horizontes caribeños, de Nueva York a París. Obra portentosa del ganador del premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda 2013, a uno no le queda más que decir “plaudite” al cerrar sus páginas. El éxito de este título es implacable: desde su primera edición, hace cinco años, millones de ejemplares han circulado por todo el país, ya sea como parte de nuestra colección 18 para los 18, en algunas de las seis reimpresiones que hemos realizado o mediante la Secretaría de Educación Pública. Así que, para arrancar los festejos del 80 aniversario del Fondo, preparamos una nueva versión de este consentido de casa, vestido ahora con tapa dura y cargado con una nueva intervención gráfica de Martínez Meave, llena de color e irremediablemente cautivadora. De esta forma, esperamos llevar a nuevos lectores las aventuras de Juan y Catalina, esa dupla que se enfrenta al rebelde Libro salvaje y que descubre, en sus intrincadas páginas, un secreto que sólo le sería revelado al lector que lo atrapara. Además de este título destinado a los jóvenes lectores, en el Fondo hemos publicado dos obras de Villoro: Tiempo transcurrido. Crónicas imaginarias (1986) y Las golosinas secretas (1995). los especiales de a la orilla del viento Ilustraciones de Gabriel Martínez Meave DE LIBERTADES FANTASMAS O DE LA LITERATURA COMO JUEGO JOSÉ DE LA COLINA Creador de cuentos memorables, de crónicas, críticas literarias, ensayos y reportajes que no dejan de ser referentes para miles de lectores (y que le valieran, en 2005, el Homenaje Nacional de Periodismo Cultural Fernando Benítez que otorga la fil de Guadalajara), De la Colina es un autor audaz, irónico y siembre lúcido que ha estado presente en el escena cultural del país desde su llegada a México con el exilio español hasta nuestros días. En este libro de ensayos, tan serios como divertidos, entrega una variedad de miradas al campo de juego de la literatura en el que autores como Dante, San Juan de la Cruz, Cervantes, Coleridge, Borges e Italo Calvino conviven con personajes míticos del cine, las tiras cómicas y aun de la misma Historia. El juego retórico facilita no sólo el goce de la literatura como “un vicio impune”, sino además una apertura de vistas al reino de las libertades imaginarias o libertades fantasmas, pues quizá, según el autor, no existan otras. Además de este título, en 2004 publicamos Traer a cuento. Narrativa (1959-2003). poesía 2ª ed., 2013, 232 pp. 1ª ed., 2013, 364 pp. 978 607 16 1629 6 letras mexicanas 978 607 16 1641 8 $265 1ª ed., 2013, 304 pp. 978 607 16 1643 2 a DICIEMBRE DE 2013 NOV EDA D ES Y UNA INTRODUCCIÓN A OCTAVIO PAZ LA HISTORIA DE UN PAÍS EN CARICATURAS ALBERTO RUY SÁNCHEZ Caricaturas mexicanas de combate (1821-1872) Paz fue un autor sumamente prolífico, que escribió miles de páginas en las que la poesía, el ensayo, el pensamiento dieron sus mejores frutos; así lo demuestran sus Obras completas editadas por el Fondo en 15 volúmenes y el premio Nobel de Literatura que le fuera concedido en 1990. En esta pequeña obra, ampliada y revisada por el autor de Los nombres del aire, se ofrece una introducción a la obra de Octavio Paz en la que se fijan sus coordenadas creativas, se explicitan sus búsquedas intelectuales y se cruza su obra con su biografía. Originalmente redactada por invitación de Charles Scribner’s Sons para formar parte de un diccionario de autores publicado en Nueva York, posee un tono conciso y una presición analítica que, lejos de empobrecerla, la hacen ser una pieza maestra para conocer el complejo y vasto mundo literario del también fundador de la revista Vuelta. Paz pensó la poesía como revelación, creación y acción, y Alberto Ruy Sánchez retoma esa idea como guía de su libro, pues la considera clave en la vida y la obra de este autor. breviarios 1ª ed. aumentada, 2013, 167 pp. 978 607 16 1649 4 R A FA E L B A R A JA S D U R Á N, EL FISGÓN DIÁLOGOS DE BIOÉTICA Nuevos saberes y valores de la vida J U L I A N A G O N Z Á L E Z V. Y JORGE E. LINARES (COORDS.) Antecedida por El país de El Ahuizote. La caricatura mexicana de oposición durante el gobierno de Sebastián Lerdo de Tejada (1872-1876), Posada: mito y mitote. La caricatura política de José Guadalupe Posada y Manuel Alfonso Manila y El país de El Llorón de Icamole. Caricatura mexicana de combate y libertad de imprenta durante los gobiernos de Porfirio Díaz y Manuel González (1877-1884), esta nueva obra de El Fisgón se inscribe en la veta historiográfica de este caricaturista que ha recuperado parte importante de la historia gráfica y de la ilustración política en México. En este volumen, originalmente publicado por Conaculta en 2000, son revisados los dibujantes decimonónicos políticamente comprometidos con el bando liberal cuya obra fue publicada en la llamada prensa de combate y, desde ahí, el autor analiza la intensa actividad, tradición, significados e influencias de estos caricaturistas en periodos tan relevantes de la historia nacional como el triunfo de la Independencia, la Intervención francesa, el Segundo Imperio mexicano y el gobierno de Juárez durante la segunda República Restaurada. Reflexionar la vida y sus valores ha sido una tarea inagotable para científicos y filósofos en los últimos años: los progresos en la biociencia y la biotecnología, así como los agitados cambios sociales, económicos y políticos han dado lugar a nuevos dilemas que hacen necesario ampliar la discusión en torno a la bioética. Como una respuesta a esta necesidad, este libro reúne las reflexiones de 34 académicos de diversas disciplinas, resultado del Seminario de Investigación en Ética y Bioética de la unam. En ellos se sostiene un intenso diálogo con el que se busca, por diferentes vías, responder a esas inquietudes científicas y humanísticas desde la perspectiva de la bioética, además de analizar y descartar diversos tipos de determinismos genéticos, intolerancias y concepciones excluyentes. La obra está dividida en dos grandes partes: la primera comprende los capítulos dedicados a las ciencias de la vida; la segunda, los enfocados a la filosofía y la literatura. Cada uno de ellos, sin embargo, llevan incorporado el diálogo interdisciplinario y, con él, la invitación a borrar las fronteras que separan las ciencias y las humanidades. tezontle filosofía 2ª ed., 2013, 592 pp. 1ª ed., fce-unam-Facultad de Filosofía y Letras- 978 607 16 1654 8 Programa Universitario de Bioética, 2013, 663 pp. 978 607 02 4508 4 a de regreso en México, Uribe se sumó a las filas de Ediciones Era, otra ocasión para hacer de aprendiz bajo la tutela de Neus Espresate y Vicente Rojo (y al lado de Paloma Villegas). No es fácil gestionar un sello con esa prosapia y esa inventiva, pero Marcelo ha sabido aprovechar las inercias y generar nuevo ímpetu para seguir picando en las piedras literarias de nuestra lengua, de donde no dejan de salir minerales valiosos, y para extender, adaptadas a los tiempos que corren, las ideas políticas que han animado a Era. Convicciones profundas sobre el carácter transformador de la palabra impresa, tanto en lo individual como en lo colectivo, subyacen a la creación de esa empresa, que nació aprovechando los tiempos muertos de la Imprenta Madero. En un ensayo sobre la edición independiente, Marcelo sintetizó su credo sobre lo que esa casa editora y muchas otras afines a ella han hecho y pretenden hacer: “Casi todos los proyectos editoriales en el mundo han surgido como iniciativas individuales de dar a conocer libros, de difundirlos. Es preciso reconocer que la enorme mayoría de estas iniciativas surge de esa necesidad: dar a conocer algo, difundir algo, desde luego como un negocio que se sostenga, pero con un propósito que lo antecede.” E n Era seguimos encontrando la obra de escritores de vanguardia, no porque necesariamente sean experimentales sino porque representan la primera línea de la creación literaria, como el eficacísimo Eduardo Antonio Parra, Ana García Bergua —ganadora en este 2013 del Premio de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz— o el innovador Martín Solares ahora en su faceta de teórico literario por la vía del garabato. Asimismo, en su catálogo encontramos a pensadores que cuestionan los valores aceptados, como el heterodoxo Robert Brenner, autor de La economía de la turbulencia global, o académicos penetrantes como Adolfo Gilly. Hay asimismo un perdurable interés por los libros ilustrados, en los que suele intervenir, sea de manera directa o como inspiración, el propio Rojo, tan juvenil y creativo como cuando ideó la editorial. R eacio a expresarse por escrito, puntilloso al hacerlo oralmente con una voz dos veces grave, Marcelo Uribe ha sido un activo promotor de mejorías en el mundo del libro en nuestro país, y aunque sabiamente ha escurrido el bulto para encabezar la cámara de los editores no le ha escatimado tiempo en alguna de las muchas comisiones y grupos de trabajo con que desde esa organización se enfrentan los líos gremiales. Sin duda él lo negará, pero su modo personal de entender los problemas del libro en nuestro país sentó las bases de lo que sería la ley del libro —la exposición de motivos que hizo suyo el Congreso de la Unión tiene su impronta—, aunque también hay que decir que es uno de los más severos críticos de la Ley de Fomento para la Lectura y el Libro, un engendro que no ha producido los efectos benéficos que buscaron sus promotores, ni los catastróficos que auguraban sus detractores. Marcelo sabe que “el mercado del libro no es un mercado de demanda, sino de oferta, es decir, para que un libro encuentre a su lector hay que acercarlo a él, ponerlo en su camino. Es el libro el que busca al lector.” Es discutible que ésa sea la naturaleza de todos los libros, pues hay muchos que, sin menoscabo de su calidad, responden prístinamente a las necesidades del lector, pero no hay duda de que concebir así al mercado libresco permite abordarlo de un mejor modo. A mante de la comida tailandesa, melómano, negociador feroz en la defensa de los derechos de sus autores, conversador que sabe adaptarse al tipo de persona con que dialoga, Marcelo Uribe recibe con este reconocimiento su merecido por venir haciendo, primero junto con Neus y ahora por sí mismo, una nueva Era. tomás granados salinas DICIEMBRE DE 2013 a 37 Fotografía: © M AT T H E W F U R M A N / M E R G E L E F T R E P S , I N C . FONDOAEN LA FIL DEEL NÉGUEV ATEMAJAC “Mírame y no me toques”, podría decir la protagonista de esta novela a quien admire su belleza, pues su epidermis es un arma mortal. Ése es uno de los misterios esenciales de la novela de Tahereh Mafi, ambientada en una sociedad por venir, en la que nada es como lo conocemos hoy. Presentamos aquí una reseña de la obra elegida por la Universidad de Guadalajara para el eficaz programa Cartas al Autor R ES EÑA De pieles, encierros y medianías JUANA INÉS DEHESA E s el futuro. El mundo como lo conocemos ha dejado de existir. Una adolescente de 17 años escribe un diario y, gracias a él, nos enteramos de que está encerrada en algo que en todo se asemeja a un campo de concentración —alimento repugnante e indistinguible arrojado de tanto en tanto al interior de la celda-habitación, regaderas que sólo se activan unos pocos minutos al día, incesantes gritos desgarradores provenientes de los rincones más lejanos—, pero que rápidamente se nos hace saber que es una clínica para enfermos mentales. En la mejor tradición de la narrativa clásica, la acción de La piel de Juliette, la primera novela de la jovencísima autora estadounidense Tahereh Mafi, arranca de verdad cuando un extraño llega al pueblo. O, mejor dicho, a la celda de Juliette Ferrars, la narradora y protagonista. Entre su escritura desgarrada y fragmentada, pudorosamente censurada a ratos por medio de tachones que sin embargo permiten atisbar al lector su contenido, se permite adivinar que el extraño no lo es tanto. Su nombre, Adam, resulta familiar, pero, sobre todo, son sus profundos ojos azules los que llevan a Juliette al pasado y le remueven sensaciones que vienen desde antes de que estuviera encerrada, de cuando todavía era una niña que apenas comenzaba a enviar señales a sus padres y al mundo entero de no ser del todo normal. Porque Juliette no es normal. En palabras de otros, que ella ha vuelto propias, es “un monstruo”. Algo tiene su toque, nos tardamos en averiguar exactamente qué (y, de hecho, nunca se explica del todo) que mata, que es letal. Su pasado guarda una culpa excesiva para alguien tan joven a causa de la muerte, 38 por su cuenta las lagunas que va dejando la autora, la destrucción y el aislamiento que ha ido imponienquien no se detiene en minucias como explicar cómo do a su paso, merced de su extraño y horripilante funciona esta nueva sociedad distópica, cómo sobredon. Juliette, al comienzo de la novela, vive una vida viven los que sobreviven y cómo adquirieron el pomucho más cercana a la muerte que a la existencia der quienes lo detentan, la historia de amor entre el prometedora de una adolescente. soldado fuerte, guapo y confiable y la muchacha que Todo eso cambia con la llegada de Adam. Adam, no puede tocar ni ser tocada vuelve a la novela un quien pronto, a pesar de los recelos y las dudas, se reverdadero festín para la hipersensibilidad románvela como aquel primer Adam, aquel primer hombre tica que caracteriza a sus jóvenes lectores. Porque, de la mitología de Juliette, que trae consigo el cobiconvenientemente, Mafi, de 25 años y residente en jo, la esperanza en forma de un tatuaje de pájaro que California, plantea que sólo el guapo soldado Adam —en una aparente coincidencia que es todo mees capaz (por razones que, al menos en este volunos eso, aunque no termina de resolverse en este men, no explica) de tocar a Juliette; el guapo soldado volumen y previsiblemente se resolverá en algún Adam y el también guapo villano Warner, momento de la saga— es idéntico al pájatambién muy convenientemente, ambos ro que Juliette sueña en sus breves moson capaces de tocarla sin sufrir ningún mentos de escape de la opresiva realidad. daño. Muy por el contrario, experimenAdam trae consigo, en fin, la libertad, el tan un placer que se describe con detalle, amor y la promesa. dando suficientes oportunidades a Mafi Y quizás en esto, en la historia de los para crear escenas de encendido deseo y dos adolescentes que aprendieron a vertórrido romance, del tipo de aquéllas en se y a amarse desde sus terribles infanlas cuales son pródigas las novelas pertecias respectivas —Juliette fue siempre necientes a series como Crepúsculo o Los rechazada por unos padres que la perciJuegos del Hambre, sin duda, parte muy bían como anormal y repulsiva, mientras importante de su éxito entre el público. que Adam, en un ejercicio autoral mucho LA PIEL También, como en estas sagas, aquí menos imaginativo, únicamente fue víctiDE JULIETTE hay un triángulo amoroso. Al romántico ma del abuso de un padre alcohólico—, es Genio y drama y rubio Adam se contrapone el malvado y donde reside el tremendo éxito de la novela (de las novelas, en plural, pues esta atormentado Warner, un joven de 19 años TAHEREH obra, publicada originalmente en 2011 que, al igual que Adam, ha crecido obseMAFI sionado con Juliette —aunque, a diferenpor Harper, es la primera de una trilogía cia del recto y decidido soldado, se siente cuyo segundo volumen, esperado con ana través del espejo atraído no por la bondad de la mujer insia, apareció en lengua inglesa en febreTraducción de Juan tocable, sino por su condición letal y su ro pasado); si bien el ritmo de la historia Elías Tovar Cross maldad potencial— y que, en cuanto tiees flojo, la trama, inconexa y dispareja, y 1ª ed., 2013, 324 pp. ne oportunidad, la atrae a su lado y busca confía excesivamente en que el lector co978 607 16 0981 6 poseerla, no sólo en términos físicos, aunnoce y ha consumido suficientes obras $160 que la novela no llega al punto de hacerlo de este mismo género como para rellenar a DICIEMBRE DE 2013 Ilustración: © I S O L FONDOAEN LA FIL DEEL NÉGUEV ATEMAJAC DE PIELES, ENCIERROS Y MEDIANÍAS explícito, sino en términos totales: Warner pretende convertir a Juliette en su arma de destrucción exclusiva y, sobre todo, volverla su aliada en sus planes de dominación mundial. Para complicar todavía más un escenario que ya de por sí pretende ser complicado (sin lograrlo del todo), Juliette ama tierna y arrebatadamente a Adam, pero al mismo tiempo siente una atracción fulminante por Warner que busca ocultar y reprimir a toda costa. Como deja bien asentado la reseña de esta novela publicada en su momento por Kirkus Reviews, La piel de Juliette no aporta nada original al género. Muy por el contrario, se echa de ver muy rápidamente que es la primera obra de una autora joven y dueña de más entusiasmo que oficio. Esto es notorio incluso en la aseada traducción de Tovar Cross: la voz de la narradora, en su tono urgente y su obsesión por encontrar imágenes muy novedosas y falsamente evocadoras —“la quijada me cuelga de las agujetas”, es un ejemplo típico de su afán por adoptar un estilo que busca ser fresco y sólo resulta engorroso—, termina por cansar al lector y, de hecho, sólo las constantes alusiones a su belleza y atractivo físicos permiten justificar que todos los hombres a su alrededor caigan rendidos de amor y devoción, pues su personalidad no llega a desarrollarse del todo. No es, pues, una obra que traiga nada nuevo a un género que, por lo demás, si nos atenemos únicamente a las cifras de venta, las numerosas traducciones y hasta los planes para hacer películas de la trilogía, parece ser que no lo necesita y que goza de cabal salud. Sin embargo, algo tiene esta novela que, por lo menos para los estudiosos del género, es ampliamente rescatable: el uso del cuerpo como gran metáfora del conflicto adolescente. Dentro del ámbito de la literatura juvenil, el tema del cuerpo es de vital importancia, pues de algún modo representa la arena donde se dirimen todas las controversias que ocurren entre el adolescente y el mundo que lo rodea. Si hemos de creer a la crítica de literatura infantil y juvenil Roberta Trites, el asunto de la literatura para jóvenes —y, casi, de la adolescencia en su conjunto— es, sobre todo, el poder; el poder que el joven tiene que conquistar, el que se le niega, el que se le impone, el que ejerce de una manera decidida, valiente, inconsciente o contundente. Y, en ese sentido, la novela de Mafi no se queda atrás: al principio de la novela, Juliette vive encerrada de muchas formas y en muchos espacios. Está, sí, encerrada en la celda de la clínica y es presa absoluta de sus remordimientos y sus desolaciones, de su mente que no encuentra más escape que la escritura compulsiva, pero, sobre todo, es presa de su cuerpo, de la piel que le da título a la versión castellana de la obra (el título original es Shatter Me, “hazme añicos”). En un momento vital en el cual ansía el contacto con el otro, tiene que reprimirse, so pena de aniquilar a quien se ponga en su camino. Conforme la novela va avanzando, Juliette toma el control de su propio cuerpo —en una escena, inclusive, es capaz de verse en un espejo por primera vez en años— y no sólo aprende a disfrutar de él a través del contacto con los inmunes Adam y Warner, sino que al terminar recibe un regalo que le permitirá liberarse de sus principales miedos y moverse por el mundo sin necesidad de lastimar a nadie con su contacto. Al terminar la novela, Juliette dice “Estoy lista”, y se entiende que esto da lugar a la próxima entrega de la serie. Con toda probabilidad, el lector acostumbrado a este tipo de narrativa esperará con ilusión, contará los días, hasta que ésta llegue. El lector menos fanático, quizá, se dará por bien servido con este primer volumen y no se inquietará demasiado por seguir la suerte de la muchacha intocable y sus compañeros de distópica aventura, pero sin duda la experiencia de esta primera novela de Mafi dejará algo en todos sus lectores y, sin ser nada extraordinario ni revolucionario para el género, se dejará leer y hasta abrirá espacios para la reflexión.W Juana Inés Dehesa, escritora, editora y especialista en obras para niños y jóvenes, es autora de las novelas Pink Doll y Rebel Doll, así como del libro de reciente publicación Treintona, soltera y fantástica. Manual de supervivencia. DICIEMBRE DE 2013 Isol estará presente en la FIL, aunque no nos trae un libro nuevo. Este breve texto del editor que la “descubrió” ofrece una vía para entender y gozar las obras de esta singular creadora, cuyo punto de vista narrativo tiene el mérito de ponerse a la altura de los niños que leen—sus libros o el mundo en general—, como destacó el jurado del premio Astrid Lindgren, uno de los principales en el mundo, que le fue otorgado este año A RTÍ CU LO Isol y la complicidad con los niños DANIEL GOLDIN N o es difícil saber dónde ubicar a Isol, la ilustradora y autora argentina ganadora del premio Astrid Lindgren: ella habita el rincón de los chicos, en el doble sentido del término: el de los pequeños y el de los niños; es decir, el de los que no imponen las convenciones, sino que las padecen. ¿Cómo saber que no soy un perro, si es de un perro de quien me siento más cerca? ¿Cómo puede ser que alguien bueno haga cosas malas? ¿Por qué te castigan y dicen mentiroso si inventas cosas y luego alaban tu creatividad si cuentas historias estrafalarias? La vida de los niños está asediada por inquietudes como éstas, que he entresacado de los libros de esta autora argentina. Preguntas similares nos han agobiado a todos durante la infancia. Luego hemos aprendido a silenciarlas o eludirlas, a (sobre)vivir en la Gran Costumbre, como decía aquel gran cronopio, también argentino. Los libros de Isol recuerdan a los adultos las razones por las cuales puede ser considerado verdadero lo paradójico. A los niños les habilitan un espacio para que puedan “trabajar” las inquietudes que los develan. Isol no sólo las escribe. También las trabaja con un recurso estilístico que los niños —que todavía miran los libros y no sólo los leen— comprenden con facilidad y ventaja frente a los adultos. Por ejemplo, al mostrar la discrepancia entre lo que dicen las palabras y lo que dicen las imágenes, o los cuerpos dibujados y sus sombras. a Como acontece con los maestros del álbum, el arte de Isol no está en las imágenes (que son elaboradamente desprolijas) ni en las palabras (tan cuidadas), sino en la interrelación entre ambas: es decir en la síntesis que hace el lector/observador (alguien que puede leer o escuchar unas palabras al tiempo que observa con detenimiento la página del libro). Como el niño de “El traje nuevo del emperador”, la autora e ilustradora no vacila en comentar con desparpajo aquello que los demás eluden. Pero a diferencia de Andersen, que supone que la discrepancia entre lo que los niños perciben y las convenciones que rigen la vida adulta es un problema moral que se puede resolver, Isol reconoce que todas las convenciones (de entrada el propio lenguaje) son por naturaleza conflictivas y que los conflictos que ellas generan son irresolubles, y, por lo tanto, que hay que aprender a vivir con ellos sin que nos abrumen. Por esto Isol los convierte en una fuente de gozo, complicidad y reflexión. Y es justamente eso lo que les dice a los niños: sigue observando y no te preocupes por no entender. Formula en voz alta todas las preguntas que te venga en gana. Aun si nadie te responde, no estás solo. Alguien te acompaña en tu perplejidad, a ti y a todos los pequeños en este mundo amenazante y absurdo. Nunca lo olvides. Y sobre todo, diviértete.W Daniel Goldin, editor, promotor cultural y ensayista, creó y dirigió el proyecto de libros para niños y jóvenes del Fondo. Actualmente está al frente de la Biblioteca José Vansconcelos. 39