Pieza del trimestre ENERO – MARZO 2015 Manuel Barrón Contrabandistas en la Serranía de Ronda, 1849 Sala VII: Costumbristas andaluces Roberto Muñoz Martín Licenciado en Historia del Arte y Máster en Arte Español 1 Edita © Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Secretaría General Técnica. Subdirección General de Documentación y Publicaciones. NIPO: 030-15-008-9 2 ÍNDICE …. 1. Ficha técnica y descripción 2. Introducción 3. Bandoleros, ¿ficción novelada o realidad patente? 4. La visión de la literatura romántica. El camino inglés 5. Pintura romántica. Contrabandistas en la Sierra de Ronda, de Manuel Barrón 6. El fin de un mito. Persecución y desaparición del bandolero romántico 7. Bibliografía 3 1. FICHA TÉCNICA Y DESCRIPCIÓN .... Manuel Barrón y Carrillo Sevilla 1814 - Sevilla 1884 Contrabandistas en la Serranía de Ronda Óleo / lienzo, 1849 91 x 124 cm Inv. 7175 Firmado: “Manuel Barron. / Sevilla 1849”, ángulo inferior izquierdo 4 E ste lienzo, de considerables dimensiones, destaca especialmente en esta sala dedicada al costumbrismo andaluz. Su imagen es una de las más conocidas de su autor, Manuel Barrón y Carrillo, cuya obra resume a la perfección algunas de las claves del paisaje pintoresco, así como muchos de los típicos tópicos sobrevenidos con el movimiento romántico: un paisaje tranquilo pero espectacular y único como el tajo de Ronda (Málaga) es el escenario perfecto para que unos bandoleros con una joven campesina con un niño en brazos pasen la noche que les sobreviene. La escena, sin ninguna carga simbólica, narrativa o histórica patente es la excusa perfecta para que su autor cree un paisaje romántico junto a algunos de los personajes más típicos y exóticos del momento, lo que hacen de esta obra un interesante reclamo decorativo para turistas o nobles aburridos de su vida monótona y tediosa. 2. INTRODUCCIÓN .... “Desde donde empieza Europa Hasta su término y cabo, No campe ningún valiente; Escondan su espada y brazo, Tiemblen al oír mi voz, Y lo que más les encargo, Que con silencio me escuchen, Y les diré en breve rato Del guapo Francisco Estéban Lo valeroso y lo bizarro. Ya saben que su ejercicio Era andar al contrabando, 5 Y que en toda Andalucía Los ministros le temblaron, Porque no jugaba burlas, Ni hombre de malos tratos Alcanzó a comunicarle, Fuese bueno o fuese malo […] 1” E stos sencillos versos anónimos sobre la figura legendaria del bandolero Francisco Esteban, nos introducen de manera muy plástica en el mundo del bandolero y en la apreciación y estima populares que tuvieron en época romántica. Mientras que gran parte de la sociedad veía a estos asaltantes de caminos como a peligrosos delincuentes, temidos por su violencia y crueldad, no es menos cierto que otro ámbito de la misma los veía como héroes populares, guapos, varoniles e incluso, gentiles. Tanto fue así que hubo una especie de “moda bandolera” en el ámbito de las artes, potenciada por el auge del costumbrismo en nuestro país, y que tendrá un importante reflejo en los usos y costumbres de la sociedad romántica. Así, no sólo habrá pinturas o esculturas con motivos bandoleros, sino que se crearán prendas de vestir inspiradas en su estilo o coplillas e incluso zarzuelas y óperas con sus andanzas y aventuras, realizándose además rutas turísticas a sus principales escondites 2. Como se puede comprobar en este somero apunte, el bandolero no sólo se hizo presente en los caminos españoles, sino también en las casas y palacios del siglo XIX, llegando algunos de estos testimonios a nuestros días y perviviendo muchas de sus tradiciones y leyendas en algunos de los puntos más pintorescos de nuestra geografía. 1 ANÓNIMO, “Francisco Esteban “El guapo” natural de la ciudad de Lucena”, en ANÓNIMO, Romancero General o colección de romances castellanos anteriores al siglo XVIII, tomo II, Madrid, I. Rivadeneyra, 1851, p. 370. 2 Muchas de estas rutas están siendo relanzadas actualmente como la Ruta de losViajeros Románticos: http://www.aruviro.es/ [20/09/2014]. 6 3. BANDOLEROS, ¿FICCIÓN NOVELADA O REALIDAD PATENTE? .... L os bandoleros, comúnmente llamados ladrones o salteadores de caminos han existido desde tiempos inmemoriales en prácticamente todo el mundo 3. Hay testimonios de ellos, por ejemplo, en Francia, Alemania, Inglaterra, Australia o Sudamérica, pasando por toda la península ibérica, desde Galicia a Cataluña, sin olvidar lugares como Extremadura, Madrid o cualquiera de las dos Castillas (de hecho se han documentado varios miles de bandoleros en Madrid, debido sobre todo al gran volumen de tráfico de mercancías desde toda España con dirección a la capital 4). Pero, tomando como referente alguno de los estudios académicos más importantes que sobre este colectivo se han realizado en los últimos años, el bandolerismo de referencia siempre estuvo anclado en dos condicionantes geográficos fundamentales: un bandolerismo barroco en Cataluña, derivado de las protestas de la sociedad catalana a los altos impuestos de la corona, y un bandolerismo romántico que se gestará y experimentará su desarrollo en Andalucía. Anónimo Paisaje con ruinas y fuente Óleo / cartón Inv. 1118 Sala XX (Pasillo) Museo del Romanticismo 3 En la web del Museo del Bandolero (Ronda) se ofrece una acertada descripción de estos nombres en el apartado “Historia del Bandolerismo”: http://www.museobandolero.com/historia.htm [20/09/2014]. 4 MADRAZO MADRAZO, S.., “El transporte por carretera, siglo XVII-XX”, en Tst:Transportes, Servicios y telecomunicaciones, n.º 1, 2001, p. 42. 7 Aunque nosotros centremos nuestra atención en este segundo movimiento, sí que nos gustaría hacer una llamada hacia una realidad mucho más compleja de la que acabamos de exponer, ya que como hemos dicho antes, bandoleros como tal existieron en todas las épocas y regiones del mundo. Con independencia de que se llamaran bandoleros, monfíes o serranos, todas estas definiciones acusan al mismo individuo (ladrón o asaltante) y a la misma actividad de sustraer bienes preciados ajenos para sobrevivir. Sin embargo, la visión romántica, potenciada como veremos por muchos de los artistas y literatos contemporáneos, le dará la fama que hoy día tiene y que hace de ella un referente internacional. Llegados a este punto podemos plantearnos cuál era la dimensión del bandolero en la sociedad del XVIII y si todos esos testimonios de generosidad y amabilidad para con los pobres eran del todo ciertos o, por el contrario, visiones y mitos de los siglos XVIII y XIX. Primero de todo, habría que diferenciar entre las versiones de hazañas noveladas que nos han llegado edulcoradas, con otras donde la crudeza de sus hechos serán detallados fielmente. De este segundo ejemplo destacaremos dos obras del genial Goya. La primera de ellas, titulada Asalto al coche, de hacia 1787, fue realizada para la familia Osuna y muestra en un bello paisaje de influjo rococó, sereno y luminoso, las atrocidades de unos bandoleros sobre unos viajantes en un carro de caballos. La segunda, mucho más tétrica y con una cronología algo posterior muestra, con una composición similar, otra escena de terror y asesinato pero desde un plano más cercano, dejando a un lado el bucólico paisaje y el efecto teatral 5. 5 BUCHHOLZ, E., Francisco de Goya Asalto al coche Óleo / lienzo, 1787 Madrid Colección privada Francisco de Goya, vida y obra, Barcelona, Könemann, 1999, p. 39. 8 Pero el caso de Goya podría denominarse como extraño porque la mayoría de artistas no vio este fenómeno de la misma manera, al menos, no desde un punto de vista estético. En los siglos XVIII y XIX hay un cambio de tendencia artística donde se valorará lo singular, la libertad creativa y de pensamiento frente al Antiguo Régimen, lo exótico y pintoresco y la literatura o las artes serán su principal motor 6. Había nacido el Romanticismo y en los bandoleros encontrarán una suerte de bandido elegante que robaba, como si de un Robín Hood se tratara, a los más ricos, para dárselo a los más desfavorecidos. Francisco de Goya Asalto de ladrones Óleo / lienzo, 1793 Madrid Colección Várez-Fisa 6 ORTEGA CANTERO, N., “El paisaje de España en los viajeros románticos”, en Eria: Revista cuatrimestral de geografía, n.º 22, 1990, p. 123. 9 4. LA VISIÓN DE LA LITERATURA ROMÁNTICA. EL CAMINO INGLÉS .... L a llegada, entre otras corrientes revolucionarias, del Romanticismo, intentará paliar algunas carencias sociales (falta de justicia e igualdad social, económica, política…) y artísticas (libertad creativa, moral…) que ya se habían comentado. Esta corriente intelectual y plástica valoraba lo subjetivo e individual por encima de cualquier cosa. Destacaba para sus artífices la emoción, los sentimientos, las sensaciones y capacidad expresiva que cualquier elemento o persona les transmitiera, rechazando el sometimiento a todas aquellas normas pasadas que estaban obsoletas y decadentes 7. Para ellos lo raro, lo extraño, lo definido fuera de los parámetros racionales era la genialidad. Por eso se fijan en los individuos solitarios, rebeldes, incomprendidos, surgiendo mitos como el del artista como genio bohemio, frecuentemente marginado y fracasado, creador de obras que sólo algunos pueden entender 8. En este ambiente se puede apreciar que nuestros bandoleros tenían un papel protagonista, ya que poseían gran parte de las características que hemos enumerado anteriormente. John Phillip Muchachos jugando a torear Óleo / lienzo, 1860-1861 Inv. 7320 Museo del Romanticismo 7 Ibídem. 8 GUERRERO LOVILLO, J., “La pintura sevillana en el siglo XVIII”, en Archivo Hispalense: Revista histórica, literaria y artística, tomo 22, n.º 69, 1955, p. 65. 10 A nuestro país el movimiento romántico llegó bastante tarde, pero tuvo una gran fuerza y peso en las artes españolas 9. Esta tardanza se debe, sin duda, a la sociedad española, que anclada en viejos esquemas del Antiguo Régimen aún, no poseía una fuerte burguesía establecida en los principales motores económicos de España, sino que éstas seguían en manos de grandes latifundistas que marcaban las reglas del juego socio-económicas 10. Junto a esta lucha contra los poderes ya establecidos, se realzará un profundo sentimiento nacionalista que reivindicará una lucha por lo propio, lo individual y lo típico de cada región. No sólo se estará pendiente de procesos de independencia como el de Grecia por parte del Imperio Otomano, sino que incluso muchos intelectuales europeos lucharán por esta causa, como Lord Byron, quien murió en Missolonghi. Frente al ideal universal del neoclasicismo se prefiere ahora lo distinto, lo pintoresco: así se desarrollan el orientalismo, el costumbrismo, el interés por la Edad Media, los paisajes pintorescos… y en este último aspecto es donde nuestro país jugó una gran baza. Eugène Delacroix Grecia expirando sobre las ruinas de Missolonghi Óleo / lienzo, 1826 Inv. Bx E 439 Burdeos, Musée des Beaux-Arts 9 REYERO, C., El siglo XIX: del neoclasicismo a la Industria”, en VV. AA., Historia del Arte en España, Barcelona, Lundwerg, 2003, p.392. 10 JUTGLAR, A., “Desequilibrios estructurales y conflictividad social en la Andalucía contemporánea -I”, en Baetica: Estudios de Arte, Geografía e Historia, n.º 5, 1982, p. 334. 11 Esta sensibilidad romántica produce estilos pictóricos diferentes y se interesa por asuntos muy diversos. En nuestro caso, los viajeros europeos que comenzaron a llegar a tierras de Andalucía lo hicieron principalmente por el exotismo de raíz oriental, más concretamente proveniente del profundo poso histórico y cultural heredado de Al-Ándalus. Estos viajeros buscaban lo diferente, lo tópico de las tierras andaluzas y, en especial, de las gentes y costumbres de estas antiguas posesiones del Reino nazarí. Normalmente todas las investigaciones o estudios realizados actualmente sobre esta literatura de viajes, producida por los europeos o americanos románticos, es tachada de superficial y poco aproximada a la realidad de lo que se estaba produciendo en España y aún hoy día se pueden calificar muchos de sus comentarios y narraciones como manipulados, en busca de ofrecer una estampa exótica y tergiversada de la realidad, mostrando una imagen totalmente distinta del resto del continente como se aprecia en este extracto de la obra de Richard Ford Manual para viajeros por España: En los pueblos cercanos a las posadas raras veces hay escasez de mirones sin oficio ni beneficio, que hacen de espías y llevan las noticias a sus colegas; y además el volumen del vehículo y sus bultos, y el ruido y el estrépito de hombres y mulas lo ven y oyen desde lejos los ladrones que acechan en lugares escondidos o desde eminencias, y que están bien provistos de catalejos, además de poseer largas y sensibles narices, que, como dice Gil Blas, “husmean el oro en los bolsillos mismos del viajero[…] 11 Frente a esta corriente literaria que dejaba el progreso de nuestro país a la altura del betún, surgió una vertiente que luchó por eliminar estos tópicos. Esta otra opción, protagonizada por interesantes figuras literarias españolas, quería dar una visión contraria de esta España anclada en el atraso 12. Sin embargo, estos literatos conseguirán justo lo contrario, afianzando muchos de estos sueños y emanaciones de viajeros de más allá de los Pirineos. Ramón de Mesonero Romanos, Mariano José de Larra o José Cadalso desarrollarán un género literario denominado Costumbrismo, que como ya comentábamos anteriormente, fue análogo a 11 FORD, R. Manual para viajeros por España y lectores en casa. Andalucía, Madrid, Turner, 2012, p. 67. 12 MANUEL PRADO, J., Historia de la literatura española, vol. III, Madrid, Orbis, 1982, p. 94. 12 la corriente que intentaban combatir, así como una prueba más de lo diferente que era España del resto de Europa, esta vez, de boca de españoles: Cuando Luis XIV tomaba todos los medios de adquirirse el amo de los españoles, como principal escalón para que su nieto subiese al trono de España, todas las escuadras francesas tenían orden de conformarse en cuanto pudiesen con las costumbres españolas, siempre que arribasen a algún puerto de la península… 13 Como se puede comprobar en este extracto de Cartas marruecas, a pesar del intento de mostrar nuestro país como uno más de Europa, realmente dábamos a entender que era diferente, enigmático y pintoresco, algo que artistas europeos y españoles sacarán en claro de toda esta discusión. Pero debemos destacar, ante todo, que tanto unos como otros supieron dar una visión diferente de la península y dieron a conocer nuestro país al mundo entero. Estas leyendas populares, mitos o escaramuzas consideradas antiguas e impropias de un país industrializado hicieron moverse a miles de viajeros que buscaban algo diferente pero a la vez cercano, un mundo distinto pero que no implicara excesivas horas de viaje ni carísimos gastos de transporte, sino que, estando en el mismo continente, supieran dar emoción a sus monótonas vidas. Como bien dirá Mérimée: Los progresos del siglo lo igualan todo, quiero decir que lo degradan todo, porque lo hacen igual 14. Esta sugerencia de viajar a España no era gratuita. Sin duda las acertadas descripciones paisajísticas de los viajeros, así como las narraciones cercanas a una novela de aventuras, cautivaron a aquellos que las leían desde sus países de origen. No todo lo narrado era malo, digno de un país atrasado; también se describía la generosidad y amabilidad de un pueblo que sabía ofrecer lo mejor de sí mismo a aquel que quería venir a verle 15. 13 CADALSO, J., Cartas marruecas, Madrid, Orbis, 1984, p. 131. 14 MÉRIMÉE, P., Viajes por España, Madrid, Aguilar, 1990, p. 223. 15 PERALTA CARRASCO, F., Manual del proyecto de la ruta de los viajeros románticos, Centro de estudios de Ronda y de 13 Vista de la ciudad de Ronda Fotografía del autor Esto propició el resurgimiento de un género literario que aunque conocido anteriormente, será muy utilizado ahora, la literatura de viajes, que narrará, medio en broma medio en serio, las andanzas por territorios reales de aventuras que parecían no serlo. Por último, pero no menos importante ya que nuestra pieza del mes es consecuencia de este motivo, es en este momento cuando surge la concepción moderna del paisaje tal y como lo conocemos hoy día, destacando especialmente el paisaje romántico. La consideración del paisaje como algo secundario tornará a protagonista a partir de este momento, y los artistas románticos hallarán en los fenómenos naturales la expresión y el reflejo de sus arrebatos sentimentales. Las tormentas, los rayos o los aludes serán el reflejo de esa fuerza interior contenida, pero también la representación de paisajes rurales, tranquilos e inalterables serán un motivo de creación pictórica y el resultado de la búsqueda de una Arcadia la Serranía, Octubre 2013, <http://issuu.com/faustinoperaltacarrasco/docs/manual-rvr> [30/09/2014]. 14 feliz impropia de regiones inmersas en una bullente revolución industrial 16. En este escenario es donde debemos encuadrar nuestra obra, que mostrando el tajo de Ronda exhibía también unos de los principales hitos del conocido como “camino inglés”. El “camino inglés” no es un camino como tal, sino que son una serie de sendas de distancia y dificultad irregular, que se establecieron entre el peñón de Gibraltar y la serranía de Ronda. Esta senda o camino ya existía desde bien antiguo, aunque será a raíz de la batalla de las Navas de Tolosa, ocurrida en el año 1212, cuando este camino tenga un carácter y configuración más pronunciado, puesto que será referencia de la frontera creada entre el reino de Castilla y el de Granada 17. Esta zona, salpicada de múltiples castillos y torreones, es una de las más bellas paisajísticamente hablando y pasear por ella, una auténtica delicia de los sentidos. Algred Guesdon Gibraltar: la ciudad y la roca vista desde las cimas Estampa pintada a mano, 1856 Biblioteca Nacional de España 16 REYERO, C., 17 RODRÍGUEZ SÁNCHEZ, Á., “La España de los Reyes Católicos”, en Historia de España, tomo 5, Madrid, Austral, 1999, Op. Cit., p.392. p. 283. 15 Por tanto, no es de extrañar que esta senda pasara a denominarse “camino inglés” debido a la gran cantidad de viajeros ingleses y franceses que utilizaban esta ruta para adentrarse en Andalucía, disfrutando de sus bellos paisajes e hitos. La elección de este camino viene dada por la necesidad de la colonia británica de Gibraltar de tener un lugar cercano al peñón como lugar de auxilio para viajeros en apuros 18. Y es que España no había sido un referente en cuanto a turismo seguro. A las múltiples guerras que protagonizaron gran parte de la Edad Media e incluso algo de la Edad Moderna, se sumaron en los siglos XVI y XVII los continuos devaneos y persecuciones religiosas o políticas, así como el temor a perder todo lo que llevaban encima, incluso su propia vida, a manos de bandoleros o pícaros ladrones de toda clase que pululaban por estas tierras. Como resultado, nos encontramos una gran ausencia de viajeros extranjeros, no siendo algún ministro italiano o francés, algún ermitaño o viajero ocasional quienes se atrevieran a viajar a España. Tanto se temía lo que pudiera pasar en nuestro país que la península siempre estuvo fuera del Grand Tour, por ejemplo 19. Fue ya en los siglos XVIII y XIX cuando el reino comenzará a ser más permisivo y permeable a la llegada de influjos exteriores. El cambio de dinastía así como la llegada de la Ilustración hará que se acerquen muchos más ministros italianos y franceses, así como turistas ingleses, quienes desembarcando en Gibraltar podían adentrarse por Andalucía y llegar a Ronda o Algeciras y después a Granada, Córdoba o Sevilla, sin duda, los lugares más orientales de Europa 20. Además, las condiciones del peñón, territorio muy pequeño y angustioso, propiciaba que los soldados ingleses destinados a la colonia salieran de forma frecuente a las tierras cercanas como Cádiz, La Línea o Algeciras, e incluso, recorrieran dicho “camino inglés” en una sola jornada a lomos de su caballo 21. 18 PERALTA CARRASCO, F., Op. Cit., p. 93. 19 PERALTA CARRASCO, F., “La Real feria de mayo de Ronda en los viajeros románticos”, en Revista Ronda Romántica, año 2013. P. 17. 20 Ibídem. 21 PERALTA CARRASCO, F., Op. Cit., p. 52. 16 Manuel Barrón Los Reales Alcázares de Sevilla Óleo / lienzo, 1850-1865 Inv. 7157 Sala XIX (Fumador) Museo del Romanticismo 17 5. PINTURA ROMÁNTICA. CONTRABANDISTAS EN LA SIERRA DE RONDA, DE MANUEL BARRÓN .... C omo ya se exponía, el Romanticismo pictórico llegó con retraso y un perfil menos revolucionario a nuestras fronteras. Pero sí que es cierto que cuando lo hizo, caló en la sociedad de una forma muy profunda, en especial en una corriente en la que nos detendremos algo más ya que la pieza del trimestre es un ejemplo preclaro de dicho estilo. Estamos hablando del costumbrismo. Ya habíamos expuesto de forma somera acerca del costumbrismo literario y del efecto que produjo en la sociedad europea. Sin embargo, será en las artes plásticas donde este estilo tendrá un gran protagonismo y una cartera muy amplia y variada de clientes que incluyen desde la burguesía española y europea hasta la realeza y nobleza más destacada del momento. Charles Clifford La Alhambra. Gitanos bailando Fotografía virada a sepia, 1862 Granada, Biblioteca de la Alhambra 18 Este costumbrismo tendrá un papel predominante en Andalucía. Al no haber ya una clientela religiosa, debido a la desamortización de Mendizábal de 1835, la Iglesia dejará de ser el principal promotor y los artistas deberán adaptarse a una nueva clientela burguesa... con gustos más “mundanos”. A Sevilla, por ejemplo, llegarán familias oriundas de otras regiones o provincias de España y Europa que por un lado traerán nuevas corrientes estéticas, pero por otro un gusto hacia las costumbres más tópicas sevillanas y andaluzas 22. Escenas de taberna, baile, gitanos o paisajes rurales pasarán a formar parte del repertorio de estos artistas, plasmando asuntos banales y sin ninguna carga moral o intelectual, como los protagonistas de sus encargos. El máximo representante de esta corriente es Manuel Barrón y Carrillo (Sevilla 1814 – Sevilla 1884). De hecho, la práctica totalidad de su producción la constituyen paisajes y escenas populares enmarcadas por un halo romántico y bucólico 23. Sus paisajes son “Arcadias” andaluzas endulzadas con toques pintorescos y donde la presencia humana está siempre presente. Manuel Barrón y Carrillo La cueva del Gato Óleo / lienzo, 1860 Sevilla, Museo de Bellas Artes 22 IZQUIERDO MORENO, R., “Siglos XVIII-XIX”, en SAN MARTÍN MONTILLA, C., (dir.), Museo Bellas Artes de Sevilla. Guía oficial, Sevilla, Junta de Andalucía, 2010, p. 132, 23 Ibídem 19 Manuel Barrón estudió en el taller del pintor costumbrista Antonio Cabral Bejarano (Sevilla 1798 – Sevilla 1861) y en la Escuela de Bellas Artes de Sevilla, donde cursó estudios desde 1828 a 1835. En esta última institución ocuparía el puesto de Ayudante en 1841 y de Teniente en 1844 en la sección de Pintura 24. Su pasión por las bellas artes le llevó a participar en la fundación del Liceo artístico de Sevilla en 1838, siendo nombrado miembro por este organismo en 1851. El pintor estaba muy concienciado con el Liceo y participaba en muchas de sus exposiciones públicas. Así, ganó la medalla de plata en la Exposición de Jerez de la Frontera de 1862 por una de sus obras 25. Gracias a su notoriedad en este tipo de concursos, mandó a la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1864 un par de vistas que dieron reconocimiento nacional a nuestro pintor. Aunque quizá el hecho que más fama le dio fue la compra que realizó Isabel II de su obra más conocida, Vista de la ciudad de Sevilla, que hizo que se convirtiera en un pintor reconocido en los ámbitos más selectos 26. Su carrera profesional culminó en 1872 con su nombramiento como director de la Escuela de Bellas artes de su ciudad natal, al frente de la que estuvo hasta su muerte en 1884. La totalidad de su fecunda obra paisajística nos muestra de forma lineal y preclara su evolución pictórica. Partiendo de un fuerte dibujo muy riguroso y clásico, así como una composición clara y ordenada, producto de sus estudios en el taller de Cabral Bejarano y la escuela de Bellas Artes, en su etapa plenamente romántica se muestra claramente influido por el paisaje del norte de Europa del siglos XVII, como pudo ser el de David Roberts, con quien coincidió en Sevilla durante un par de años y cuya obra debió conocer sin lugar a dudas 27. También la influencia de Jenaro Pérez Villamil es más que evidente, en especial en los encuadres utilizados en sus obras, de pequeño formato, que viajaron por toda Europa 28. 24 FERNÁNDEZ MARTÍNEZ, D., “Manuel Barrón”, en Enciclopedia online Museo Prado, 2006: https://www.museodelprado.es/enciclopedia/enciclopedia-on-line/voz/barron-y-carrillo-manuel/ [19/09/2014]. 25 Ibídem 26 DÍEZ, J. L., “Manuel Barrón y Carrillo”, en Museo Carmen Thyssen, 2011: http://www.carmenthyssenmalaga.org/es/artista/8 [24/09/2014]. 27 Ibídem 28 IZQUIERDO MORENO, R., Op. Cit., p. 133. 20 David Roberts La torre del Oro Óleo / lienzo, 1833 Madrid, Museo Nacional del Prado En sus composiciones paisajísticas, englobadas en tres ámbitos principalmente (el de la sierra, el bucólico y el urbano, en especial las vistas de Sevilla) utiliza grandes masas boscosas en los primeros términos junto a amplios páramos muy diáfanos, que resuelve a base de transparencias muy delicadas y sutiles 29. Aunque no sean protagonistas, todas sus vistas se acompañan de pequeñas figuras, anecdóticas en la mayoría de casos y que no exponen nada al espectador: pastores, bandoleros, majos… un despliegue de personajes típicos que, por un lado aportan parte de su encanto a estas pinturas costumbristas, y por el otro, muestran al espectador la grandiosidad y espectacularidad de los paisajes en los que se encuadran. 29 DÍEZ, J. L., Op. Cit., http://www.carmenthyssenmalaga.org/es/artista/8 [24/09/2014]. 21 Jenaro Pérez Villaamil Vista de la ciudad de Fraga y su puente colgante Óleo / lienzo, 1850 Inv. 7156 Sala IX (Salita) Museo del Romanticismo En su última etapa virará su producción hacia un ligero realismo, más objetivo pero menos sugerente, donde realizará una descripción fidedigna de aquello que ve, con sus vistas de edificios y monumentos, sin olvidar ese gusto por lo anecdótico gracias a sus pequeñas figuras y el uso del color muy brillante y lleno de luz y matices que nos evocan la Andalucía soñada por viajeros y turistas 30. De este importante pintor costumbrista, el Museo del Romanticismo posee tres pinturas que representan momentos distintos de la producción del pintor. Entre escenas de taberna, arabescos y majos, llama la atención un paisaje de dimensiones considerables. Se trata de Contrabandistas en la Serranía de Ronda. Pintado hacia 1849, es una pintura aún joven, de su primera etapa, y por tanto dentro de ese halo romántico tan propio del momento. 30 REYERO, C., Op. Cit., p.396. 22 Manuel Barrón Contrabandistas en la Serranía de Ronda Óleo / lienzo, 1849 Inv. 7175 Sala VII (Costumbristas andaluces) Museo del Romanticismo Este óleo sobre lienzo, firmado y fechado en el ángulo inferior izquierdo, es muy elocuente de la forma de pintar de Barrón en sus inicios. La composición, un atardecer montañoso en el municipio de Ronda, parte de un grupo de figuras situadas al pie de la pintura en su parte central. Se trata de unos bandoleros, que parece que van a hacer noche en la serranía y de una mujer con un niño pequeño en brazos. La ausencia de narración o motivo de este grupo de figuras hace pensar en la representación de elementos exóticos, llamativos y típicos sin ningún orden establecido, con el único fin de aportar un elemento pintoresco andaluz 31. 31 Ibídem. 23 Sobre ellos, y en un juego de perspectiva muy bajo que aporta profundidad, se sitúa el auténtico protagonista, el llamado tajo de Ronda, desfiladero creado por la acción del río, que separó en dos mitades la ciudad, que fueron después unidas por un impresionante puente. Este puente puede observarse en la pintura, así como la torre de la iglesia del convento de la Merced junto a alguna que otra edificación irrelevante. La luz, proveniente de la parte superior izquierda de la composición, tamiza de tonos anaranjados y rojizos toda la escena y la envuelve de una cálida apariencia entre la nostalgia y el recuerdo. Ésta se filtra entre las rocas y la vegetación, creando efectos de luz y volumen mágicos que son potenciados, en gran medida, por la gran cascada que surge de la parte superior de la ciudad. Esta cascada no existe en realidad, pero recordemos que el Romanticismo no era fiel a la realidad que veía, sino que la tergiversaba para lograr los efectos dramáticos que mejor le parecieran al artista. Destaca el grupo de bandoleros, que a pesar de llevar una vida llena de sobresaltos y peligros, van perfectamente vestidos y arreglados, en una estampa a caballo entre un majo rondeño y un asaltante de caminos. Los ladrones visten sombrero calañés, típico de Andalucía y originario de Calañas (Huelva), que protegen del sudor y posible suciedad del pelo con una redecilla o pañuelo que, sin embargo, deja ver unas grandes y poderosas patillas, seña de identidad del bandolero romántico. Llevan otro pañuelo al cuello que recogen por dentro de la camisa, que cubren con un chaleco. Completa el conjunto calzón por debajo de la rodilla, medias, polainas de cuero y la conocida como capa española, que en este caso en lugar de ser negra tiene decoración y colorido propio de las serranías españolas 32. Algo inconfundible y 32 PERALTA CARRASCO, F., “Vestimenta popular a la rondeña”, en Revista Ronda Romántica, Ronda, 2013, p. 30. 24 prototípico de un bandolero, tanto como sus patillas, será su arcabuz o trabuco. Todo bandolero que se precie llevará uno, como se ve en esta imagen o en la figura de barro policromado del andaluz José Cubero, que repite todos los rasgos ya enumerados. José Cubero Gabardón Bandolero con manta al hombro Barro policromado, 1860-1875 Inv. 2490 Sala VI (Costumbristas andaluces) Museo del Romanticismo La mujer, ajena al frío que parecen pasar los bandoleros, va también ataviada con la vestimenta propia andaluza, en la que se adivina moño bajo, mantón y falda larga hasta los pies 33. Otros apuntes románticos son el uso de arquitecturas de aspecto ruinoso y deteriorado, como el del puente de ladrillo, que nada tiene que ver con el actual, el monasterio de la Merced o las casitas de alrededor, que dan un aspecto fantasmagórico y algo decadente de la ciudad de Ronda. Recordemos que estos elementos eran símbolos de la nostalgia por el pasado muy propios del Romanticismo y adaptados también por el costumbrismo y que poco tenían o tienen que ver con su imagen actual. 33 Ibídem. 25 Una obra en definitiva temprana de su autor donde aúna los elementos típicos del Romanticismo europeo junto con elementos costumbristas propios del mundo andaluz. Nos encontramos posiblemente ante una obra creada para su venta directa en algún obrador o taller sevillano más que a un encargo particular y seguramente por su tamaño, no se tenía intención que la pintura saliera de la ciudad, ya que la tela es demasiado grande para transportarla en un equipaje de mano. Llegó a nuestro museo en el año 2002 procedente de una casa de subastas madrileña, en la que el Estado ejerció el derecho de tanteo. En cuanto a la evolución de este costumbrismo español, va a surgir en Andalucía una importante escuela de pintores costumbristas, que se dedicarán de manera principal a explotar la moda por las escenas típicas y tópicas andaluzas y decorar con sus obras estancias de toda España y Europa. De hecho surgirán varias familias de pintores en las que varias generaciones vivirán de este estilo pictórico. Destacaremos la sagas familiares como los Cabral Bejarano (cuyo patriarca hemos comentado que fue maestro de Barrón) o los Domínguez Bécquer (entre los que se incluye el hermano del famosísimo Gustavo Adolfo Bécquer, Valeriano) 34. Durante los últimos años del reinado de Isabel II, surgirán nuevas tendencias artísticas como el realismo, el preciosismo o el historicismo, cuyo impacto se verá reforzado por las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, apartando al Romanticismo y costumbrismo del mercado nacional e internacional, produciendo así su desaparición 35. 34 IZQUIERDO MORENO, R., Op. Cit., p. 131. 35 Ibídem, p.135. 26 6. EL FIN DE UN MITO. PERSECUCIÓN Y DESAPARICIÓN DEL BANDOLERO ROMÁNTICO .... E l paso del tiempo no sólo trajo consigo el fin del costumbrismo o del Romanticismo, también el de un mito como el de los bandoleros. Poco a poco la leyenda edulcorada del ladrón bueno fue pasando a la historia y sus fechorías comenzaron a ser más y más perseguidas y denunciadas. Quizá el mejor testimonio encontrado sobre esa persecución es el de Julián de Zugasti, gobernador civil de Córdoba a partir de 1870, quien luchó con fiereza contra los bandoleros y publicó en varios tomos una especie de ensayo titulado El bandolerismo, estudio social y memorias históricas. Este completo estudio del bandolerismo y su lucha nos ha dejado testimonios muy representativos de cómo combatir esta lacra social y escarmentar a posibles seguidores. No es fácil describir, ni que el lector se figure, la magnitud de la empresa que, como delegado del Gobierno, puse sobre mis hombros, ni tampoco el inconcebible estado de terror universal de toda aquella hermosa región, cuando llegué a Córdoba, a causa de los innumerables robos, incendios, asesinatos y secuestros, que por todas partes y a todas horas se cometían 36. Taller de Antonio Gutiérrez de León Contrabandista herido Barro policromado, 1860-1875 Inv. 792 Sala VII (Costumbristas andaluces) Museo del Romanticismo 36 ZUGASTI, J., El Bandolerismo, estudio social y memorias históricas, Madrid, T. Fortanet, 1879, p. 80. 27 Mientras que en época de los Reyes Católicos los ladrones eran asaeteados públicamente, pasando posteriormente a ser quemados en la hoguera, ahorcados, arrastrados por caballos o descuartizados, culminando la tortura con la pública colocación de su cabeza en una pica en un cruce de caminos 37, en el siglo XIX se pasó a técnicas menos dolorosas e indecorosas para el reo, como el garrote vil o la ejecución extrajudicial (homicidio realizado por un miembro del Estado y que se apoya en la seguridad del mismo para realizarlo). Sin embargo, hechos como la colocación de la cabeza en la pica seguirá siendo muy habitual, como veremos después, ya que no sólo era un aviso para los ladrones, sino una seña de seguridad para las víctimas de que el camino estaba limpio y se podía transitar libremente. Es muy destacable y nada desdeñable resaltar todos los avances históricos que se estaban haciendo a nivel de infraestructuras y de comunicaciones. La creación y mejora de la red de ferrocarril hacía que mucha gente se decantara por este medio de locomoción en lugar del inseguro y tedioso viaje en carruaje 38. La aparición del telégrafo hacía también que los carruajes estuvieran mucho más vigilados y cualquiera pudiera saber del paradero de sus ocupantes o la ruta que hacían mucho más rápido que antes. Esto también provocó un cambio en la forma de actuar de los bandoleros, que pasaron a desarrollar otros medios de robo y extorsión como serían el secuestro y la petición de rescate a sus familiares. Esto implicaba que tanto el secuestrado como su familia debían encontrarse en las cercanías para que el dinero se diera rápido, por lo que las principales víctimas fueron aquellas que tanto habían protegido e incluso ensalzado sus hazañas. El que en ese momento los objetivos fueran gentes ricas de las pedanías hizo que los vecinos comenzaran a implicarse en la lucha contra el bandolero y en su desaparición de los caminos. Así, comenzaron a crearse agrupaciones vecinales armadas. Estas agrupaciones realizaban batidas y patrullas en ausencia de algún organismo oficial que realizara estas actividades. Esto cambiará en mayo de 1844 con la creación de la llamada Guardia Civil. Fundada por el II duque de Ahumada, al estilo de la gendarmería europea, en este momento se comenzó a perseguir y apresar bandoleros sin tregua ni descanso 39. 37 RODRÍGUEZ SÁNCHEZ, À., Op. Cit., 5, p. 684. 38 MADRAZO MADRAZO, S., Op. Cit., pp. 31-53. 39 SIDRO, J.,Y QUEVEDO, A., La Guardia Civil: Historia de esta institución, Madrid, Imprenta Atlas, 1858, p.347. 28 Volviendo a Zugasti y a su libro, en él se narran las prácticas que empleó para perseguir, cazar y condenar a los ladrones y conseguir extinguir esta lacra. Utilizó policía camuflada en caminos, casinos, posadas, restaurantes y fondas de mala muerte, prostíbulos, etc. En definitiva, allí donde sabía que el bandolero tenía sus lugares de reunión cuando no estaba cometiendo fechorías. No sólo eran topos que buscaban información incriminatoria, sino también la mejor ayuda para que aturdidos secuestrados dieran información, de forma involuntaria, acerca de sus secuestradores 40. Hechos como estos aparecieron novelados en folletines de diarios nacionales, como el que se publicó en el diario El Globo a partir del 27 de septiembre de 1880 41. Titulada La huerta del tío Martín y narrada por el propio Zugasti, cuenta lo sucedido diez años antes, en 1870, en la huerta de Francisco Fernández Baena, conocido como Tío Martín. Este hombre, de modales finos y con aspecto de religioso, era en realidad compinche de los bandoleros más sanguinarios de la región donde él vivía, Arahal. El Tío Martín se dedicaba a esconder a aquellos jóvenes que habían sido secuestrados por bandoleros en las cuevas que tenía bajo su casa. Una vez cobrado el rescate, los soltaba en el campo. Este año de 1870 fue muy fecundo en cuanto a secuestros, pero no todos le salieron bien y su víctima fue Francisco Agapito Delgado. La familia de este joven había pagado ya un alto rescate por el joven (unos 18 600 reales). Sin embargo el fallo por parte del bandolero “El Alberto” de descubrirle la venda de los ojos en casa del Tío Martín desató la ira de éste y su familia, provocando que Francisco, hijo del Tío Martín, acuchillara por la espalda al ladrón y que el propio Francisco Fernández Baena estrangulase al joven Agapito. Tras el crimen, enterró los cuerpos en su huerta y siguió con su vida normal. Estos crímenes, que parecían no tener fin, eran el principal motivo de lucha de Zugasti y de ahí la red de policías de paisano por estos pueblos. Uno de ellos, disfrazado de pobre, se encontraba en Arahal y llegó, de casualidad a la casa del Tío Martín, siendo atendido por la mujer de éste, quien le dio un trozo de pan. El falso mendigo le dio las gracias a grandes voces, revelando muy sutilmente, a quien pudiera oírle, dónde se encontraba: “¡Dios la bendiga, 40 ZUGASTI, J., Op. Cit., p. 145. 41 ZUGASTI, J., “La huerta del Tío Martín”, en El globo. Diario Ilustrado, Madrid, 1810-1939, años VI-VII (del 27/09/1880 al 08/02/1881). 29 buena mujer! Vengo de La Alameda y voy para Casariche, y hasta ahora no he encontrado un alma caritativa que me socorra”. La suerte quiso que en ese momento, aparte de Agapito, que había muerto un par de días antes, se encontrara en la casa otro secuestrado, José María Reina, y que éste estuviera encerrado no en las cuevas de Francisco Fernández Baena, sino en el soberado (desván) de la casa. El joven oyó la cantinela del policía y al poco tiempo fue liberado, revelando esta anécdota y el frecuente ruido de los trenes. Esto estrechó mucho el cerco sobre la casa del Tío Martín quien, finalmente fue apresado, condenado y ejecutado tras su “intento” de fuga, algo muy común en la época para aplicar justicia. Con acciones como ésta el número de asaltantes se redujo en muy poco tiempo. A comienzos del siglo XX, muy pocos bandoleros eran los que se consideraban como tal. Quizá el que se podría denominar como el último fue el oriundo de Estepa, Joaquín Camargo, conocido como “el Vivillo” que cambiaría con el tiempo su profesión por la de picador de toros y que incluso escribió unas memorias tituladas Memorias del Vivillo: seguidas de otros testimonios sobre el fin de la leyenda del bandolerismo andaluz (1906-1912) antes de suicidarse en 1929. Esta obra podría considerarse como el epílogo del bandolerismo. En ella se aprecia cómo Joaquín se cegó por las historias de bandoleros de su momento y, vendiendo unas tierras, se compró un caballo y tiró al monte huyendo de la monotonía. Sin embargo, al herir de gravedad a un hombre se sintió como un criminal 42. Y esta es, creemos, la conclusión a la que llegó la sociedad acerca de la vida del bandolero. No eran la honradez o nobleza las que marcaban a estos ladrones, sino la violencia 43. Como comenta un personaje en la famosa Carmen de Mérimée: “Señor, uno se vuelve un pillo sin darse cuenta. Una mujer guapa nos hace perder la cabeza, reñimos por ella, se tuercen las cosas, hay que echarse al monte, y de contrabandista se hace uno ladrón sin pensarlo 44”. Este tipo de acciones y de conclusiones fueron a las que llegaron los ciudadanos, dando un completo desamparo al bandolero romántico y todo lo que ello conllevaba. 42 CAMARGO GÓMEZ, J., Memorias del Vivillo: seguidas de otros testimonios sobre el fin de la leyenda del bandolerismo andaluz (1906-1912), Madrid, Espuela de plata, 2008, pp. 85-95. 43 ALBERICH, J., El cateto y el milor y otros ensayos angloespañoles, Sevilla, Universidad de Sevilla, 2001, p. 211. 44 MÉRIMÉE, P., Carmen, Madrid, Edaf, 2003, p.87. 30 Y no era sólo la literatura la que mostraba ese cambio. Es interesante ver cómo las artes comenzaron a condenar lo que antaño ensalzaron. Como ejemplo, Contrabandista herido de 1860, perteneciente a la colección del Museo del Romanticismo. En esta figurita de barro cocido ya no vemos un gallardo bandolero, orgulloso de su oficio, sino un pobre ladrón, sucio y desaliñado que, herido de muerte, no es auxiliado por nadie, siendo el otro protagonista del grupo su caballo, que huye de la escena temeroso y desencajado por el dolor que la herida en su costado le está produciendo. Quizá más clarificador aún sea una pintura del artista murciano Rafael Tejeo. Se trata de un lienzo muy ilustrativo, que aunque ahora se encuentra en paradero desconocido, se conoce a través de un grabado que se publicó en diciembre de 1839 en la revista Semanario pintoresco español. El título de la obra era Un Bandolero, contemplando la cabeza de otro de sus compañeros, colocada en un camino. En ella se destaca el “detenido análisis de los personajes y la originalidad filosófica del pensamiento” 45. Nada tiene que ver la coplilla del principio de este escrito con el cuadro que mostramos ahora y que muestra como el Romanticismo y su sociedad enalteció un sector de la misma que el tiempo y otras corrientes artísticas destruyeron y relegaron a la leyenda y el mito. Rafael Tejeo Un Bandolero, contemplando la cabeza de otro de sus compañeros, colocada en un camino. Grabado para su impresión en el diario Semanario pintoresco español. (22 /12/1839) Hemeroteca Digital Biblioteca Nacional de España 45 ANÓNIMO, “Exposición de 1839. Un bandolero contemplando la cabeza de otro de sus compañeros, colocada en un camino”, en Semanario Pintoresco español, Madrid, n.º 51, 22/09/1839, pp.1-3. 31 7. BIBLIOGRAFÍA .... ALBERICH, J., El cateto y el milor y otros ensayos angloespañoles, Sevilla, Universidad de Sevilla, 2001. ANÓNIMO, Romancero General o colección de romances castellanos anteriores al siglo Madrid, imprenta Rivadeneyra, 1851. 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L., “Manuel Barrón y Carrillo”, 2011, <http://www.carmenthyssenmalaga.org/es/artist/8> [24/09/14] FERNÁNDEZ MARTÍNEZ, D., “Manuel Barrón y Carrillo”, 2006, <https://www.museodelprado.es/enciclopedia/enciclopedia-on-line/voz/barron-ycarrillo-manuel/> [19/09/14] Página web del Museo del Bandolero de Ronda: http://www.museobandolero.com [20/09/14] PERALTA CARRASCO, F., “Manual del proyecto de la ruta de los viajeros románticos”, Centro de estudios de Ronda y la Serranía, Octubre 2013 <http://issuu.com/faustinoperaltacarrasco/docs/manual-rvr> [30/09/2014] Fotografías: Museo del Romanticismo, Museo de Bellas Artes de Sevilla (Pepe Morón), Colección Várez-Fisa, Musèe des Beaux-Arts (Burdeos), Biblioteca Nacional de España, Biblioteca de la Alhambra (Granada), Museo Nacional del Prado y Roberto Muñoz Martín Coordinación: M.ª Jesús Cabrera Bravo Diseño y maquetación: M.ª Jesús Cabrera Bravo y Álvaro Gómez González Agradecimientos: M.ª Jesús Cabrera Bravo y Nuria Lázaro Milla por su apoyo y gratitud, así como a todos aquellos amigos y familiares que gustan y valoran estos documentos y comprenden las horas de dedicación y trabajo que conllevan. 34 LA PIEZA DEL MES EN LAS REDES DEL MUSEO En nuestro canal de Youtube, podéis encontrar todos los meses un resumen de la pieza analizada, en la que su propio autor explica los detalles más interesantes: Canal de Youtube del Museo del Romanticismo: Piezas del mes Trimestralmente dedicamos un día a tuitear de modo monográfico las curiosidades más destacadas relacionadas con la pieza del mes en nuestra cuenta @MRomanticismo Este trimestre, dedicaremos el jueves 5 de marzo de 2015 a relatar todo lo relacionado con el bandolerismo durante el siglo XIX, y su reflejo en las colecciones del Museo, con la etiqueta #BandoleroyOlé 35 LA PIEZA DEL TRIMESTRE. CICLO 2015 .... Primer trimestre: enero – marzo Roberto Muñoz Martín MANUEL BARRÓN, CONTRABANDISTAS EN LA SERRANÍA DE RONDA, 1849 Segundo trimestre: abril – junio Raquel Sigüenza Martín ANTONIO Mª. ESQUIVEL, AGAR E ISMAEL EN EL DESIERTO, 1856 Tercer trimestre: julio - septiembre Carolina Miguel Arroyo FEDERICO DE MADRAZO EN EL MUSEO DEL ROMANTICISMO Cuarto trimestre: octubre - diciembre Nuria Lázaro Milla y Jennifer Carrera Jiménez LA JOYERÍA CONMEMORATIVA EN EL MUSEO DEL ROMANTICISMO 36 37 Pieza del trimestre ABRIL - JUNIO 2015 Antonio María Esquivel Agar e Ismael en el desierto, 1856 Sala XII: Anteoratorio Raquel Sigüenza Martín Doctora en Historia del Arte y especialista en iconografía cristiana 1 ÍNDICE …. 1. Introducción y ficha técnica 2. El Romanticismo en las artes plásticas 3. El Romanticismo en Sevilla 4. Antonio María Esquivel: un pintor romántico 5. La obra: Agar e Ismael en el desierto 6. Análisis iconográfico 7. Bibliografía 2 1. INTRODUCCIÓN Y FICHA TÉCNICA .... Antonio María Esquivel y Suárez de Urbina (Sevilla, 1806 – Madrid, 1857) Agar e Ismael en el desierto Óleo / lienzo, 1856 210 * 146 cm Inv. 7118 Firmado: “A. Esquivel / 1856”, ángulo inferior derecho Sala XII (Anteoratorio) Museo del Romanticismo 3 E l 7 de abril de 2000, la desaparecida sala de subastas sevillana Arte, Información y Gestión ponía a la venta, entre otros lotes de variado carácter, un lienzo de Antonio María Esquivel con unas medidas de 210 * 146 cm, firmado y fechado por el autor en 1856. La obra, Agar e Ismael en el desierto, fue adquirida por el Estado, junto a dos lienzos de Luis Ferrant y Llausas (Niña y Autorretrato), con destino al Museo Romántico. Justo un año antes, en abril de 1999, la misma pintura había salido a pujas, sin éxito, en la sala Durán 1. Tras su llegada al Museo, el lienzo se expone en la Sala XII , el Anteoratorio, una pequeña estancia que funciona también como saloncito y en la que se concentra, junto con aquella otra sala a la que da acceso, el Oratorio, presidido por el magnífico San Gregorio Magno de Goya, la práctica totalidad de la pintura de asunto religioso de la institución, con otras obras como el Santo Tomás de Villanueva de Antonio Cabral Bejarano (1788-1861), copia del original pintado por Murillo que también se adquirió en la misma sala de subastas pero en noviembre de 2007, o La samaritana de José María Romero y López (¿1815?-¿1880?) 2. 1 “Orden de 26 de abril de 2000 por la que se ejercita el derecho de tanteo, con destino al Museo Romántico, de tres óleos/lienzo: De Antonio María Esquivel, “Agar e Ismael en el desierto de Betsabé” (…)”, BOE núm 135, de 6 de junio de 2000, p. 20004 [en línea] http://www.boe.es/boe/dias/2000/06/06/pdfs/A20004-20004.pdf [8-10 2014]. “Agar e Ismael en el desierto de Betsabé”, Durán lote n.º 226, 27 de abril de 1999, en Artprice [en línea] http://es.artprice.com/ [8-10-2014]. 2 VV. AA., Museo del Romanticismo. Guía, Madrid, Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, 2013, pp. 109-110. “Orden CUL/4093/2007, de 23 de noviembre, por la que se ejercita el derecho de tanteo sobre los lotes números 218, 239 y 241, subastados por la Sala Arte, Información y Gestión, en Sevilla”, BOE núm. 20, de 23 de enero de 2008, p. 4561 [en línea] http://www.boe.es/boe/dias/2008/01/23/pdfs/A04561-04561.pdf [3-3-2015]. 4 2. EL ROMANTICISMO EN LAS ARTES PLÁSTICAS ESPAÑOLAS .... C omo corriente artística, el Romanticismo se encuadra históricamente después del Neoclasicismo y, a grandes rasgos, puede definirse por el predominio del sentimiento frente a la razón, que había dominado la creación artística de la época inmediatamente anterior. No obstante, desde finales del siglo XVIII, muchos pintores, y muy especialmente aquellos dedicados al género paisajístico, habían empezado a hacer patente esta exaltación del sentimiento del artista, que se verá reflejado en naturalezas sublimes o dramáticas, como las de Caspar David Friedrich (1774-1840) en Alemania, paisajes espontáneos y turbulentos de carácter abocetado, como los de William Turner (1775-1851) en Inglaterra o, en Francia, a través de apasionadas escenas heroicas, como las plasmadas por Théodore Géricault (17911824) o bien mediante una mezcla de realidad e imaginación romántica, de la que hizo gala Eugène Delacroix (1798-1863) 3. La búsqueda de lo exótico fue una de las constantes de esta corriente, lo que hizo de España un motivo iconográfico recurrente para literatos y artistas de otras nacionalidades. En especial, las gitanas y los bandoleros del sur, las sierras y la atractiva confluencia de Oriente y Occidente, aún palpable a través de los hermosos vestigios hispano-musulmanes localizados en tierras andaluzas, convirtieron a la antigua Al-Andalus en la inspiración para múltiples obras de arte europeas de época romántica. En la búsqueda de esa inspiración, fueron muchos los artistas viajeros que llegaron hasta nuestro país, realizando y llevando consigo, al regresar a sus respectivas naciones, imágenes de diferentes localizaciones de la Alhambra de Granada o del molino de la Albolafia, en Córdoba, por mencionar tan solo un par de ejemplos. Es el caso del destacado acuarelista 3 NOVOTNY, F., Pintura y escultura en Europa, 1780-1880, Madrid, Cátedra, 1994, p. 91. RODRÍGUEZ, D., “El Romanticismo”, en RODRÍGUEZ, D., Del Neoclasicismo al Realismo. La construcción de la modernidad, Madrid, Historia 16, 1996, pp. 115-137. 5 inglés John Frederick Lewis (1805-1876), quien pasó un tiempo en España para asentarse después en El Cairo, convirtiéndose en uno de los pintores orientalistas británicos más importantes. En 1835, el establecimiento tipográfico de Charles Joseph Hullmandell (17891850) y la editorial Hodgson Boys & Graves sacaban a la luz Lewis’s sketches and drawings of the Alhambra made during a residence in Granada in the years 1833-1834, con litografías de Richard James Lane (1800-1872) según dibujos del mencionado Lewis, entre los que se encuentra una vista del Patio de los Arrayanes que hacía el número 6 de las láminas que componían la totalidad de la publicación. John Frederick Lewis (D) y Richard James Lane (L) Patio de los Arrayanes (lámina VI de Lewis’s sketches and drawings of the Alhambra made during a residence) Litografía, 1835 Inv. 8028 Museo del Romanticismo 6 En contraste, la situación histórica no hacía de España un buen lugar para el desarrollo de esta nueva corriente artística. Ni la Guerra de la Independencia, ni la posterior represión fernandina fueron un buen caldo de cultivo para el clima romántico que, cuando pudo echar raíces en nuestro país, tras la muerte de Fernando VII en 1833, no lo hizo del modo radical con el que se había dado en otras naciones, puesto que coincidió con un ambiente internacional ya más templado y con el acceso de artistas pertenecientes a generaciones anteriores –en una etapa de madurez que propició una actitud más conservadora– a puestos relevantes del panorama artístico. La obra de nuestros maestros románticos se caracteriza por su eclecticismo, aunque siempre mostrando una gran cercanía a las soluciones europeas, tanto en los asuntos utilizados como en el modo de tratarlos. En ese sentido, se exalta la cultura popular y tiene lugar un intento de recuperación de las tradiciones en el que la valoración de los grandes maestros del Siglo de Oro español, sobre todo Velázquez y Murillo, tuvo un importantísimo peso específico. Ambas figuras ya eran admiradas con anterioridad, pero en estos momentos se da un doble interés por recuperar el glorioso pasado español: por un lado, el empuje nacionalista típicamente romántico y, por otro, el entusiasmo despertado en Francia por la pintura española del XVII y los saqueos que tuvieron lugar durante la Guerra de la Independencia, repercutieron en la revalorización de estos maestros, con un especial fervor en lugares como Sevilla o Cádiz, donde el Neoclasicismo no se había cultivado demasiado y, por lo tanto, los artistas se sentían más cercanos a la tradición que en los centros artísticos de Madrid y Barcelona. Además, la difusión teórica del Romanticismo fue bastante escasa y reducida a algunas publicaciones periódicas nacidas en la década de los treintas, como El Artista, que difundió tanto imágenes como el ideario romántico, aunque no logró el deseado eco en la práctica pictórica ni escultórica. Otros títulos fueron El Observatorio pintoresco, No me olvides, El Panorama, El Liceo Artístico y Literario, en relación con la institución homónima, La Esperanza o el Semanario Pintoresco Español, este último con una mayor difusión, influencia y duración en el tiempo que las demás publicaciones aludidas, si bien su tono general, en cuanto a contenidos e imágenes, era menos refinado. 7 Junto a estas iniciativas, también se crearon en esta época instituciones que fomentaron la vida artística, entre las que destacaron los liceos, por su mayor fidelidad al espíritu romántico. Con la organización de exposiciones, promoción de ideas teóricas y del trabajo del artista, el Liceo Artístico y Literario de Madrid, fundado en 1837, dio pie al posterior surgimiento del granadino así como de otros en Valencia, Murcia, Sevilla y Zaragoza, y los más tardíos de Málaga y Córdoba. Antonio María Esquivel Reunión literaria. Reparto de premios en el Liceo Óleo / lienzo, ca. 1853 Inv. 0208 Sala XVIII (Literatura y Teatro) Museo del Romanticismo La sociedad de entonces tomó conciencia de una nueva concepción del artista; la necesidad que este tiene de encontrar la adecuada inspiración para llevar a cabo su trabajo, le convirtió en un ser privilegiado a ojos de sus contemporáneos. La literatura y el arte comenzaron a representarle con una cierta elegancia en el vestido, ambiente y actitud. Al mismo tiempo, se dan otros cambios en el ámbito del mecenazgo que repercutieron en una 8 mayor libertad creativa para el artista. De este modo, a partir del Romanticismo, la Corona y la Iglesia dejan de ser los principales comitentes, para darle el relevo al Estado y a la clientela particular procedente de la aristocracia y la burguesía 4. La gran demanda retratística nacida de la necesidad, por parte de nobles y burgueses, de demostrar su estatus y poder económico, aunque aseguró cierta tranquilidad a un elevado número de pintores de la época, no fue suficiente para su sostén económico, por lo que muchos de ellos se vieron obligados a buscar ingresos fijos mediante el logro de puestos docentes o funcionariales relacionados con su profesión. Junto con este género, la pintura del período mantiene aquellos otros considerados de relevancia en los círculos académicos, es decir, la pintura de historia y la religiosa –que en estos momentos debe adaptarse a nuevos espacios devocionales, como son los oratorios o capillas particulares, dada la mencionada pérdida de influencia de la Iglesia–, pasando por los motivos mitológicos. A todos ellos se les va uniendo de manera paulatina las novedades románticas, entre las que destaca el desarrollo del género costumbrista que se deleita en escenas populares y anecdóticas 5. 4 Para las ideas relativas al inicio y desarrollo del Romanticismo en España, vid.: REYERO, C., y FREIXA, M., “El Romanticismo y la renovación de la vida artística”, en REYERO, C., y FREIXA, M., Pintura y escultura en España, 18001910, Madrid, Cátedra,1995, pp. 67-81. 5 Ibidem, p. 83. 9 3. EL ROMANTICISMO EN SEVILLA .... C omo ya se ha comentado, Andalucía jugó un papel preponderante en la recuperación y enaltecimiento del espíritu nacional promulgado por el Romanticismo. Cuna de los más grandes artistas de las épocas doradas del arte español –Guerrero Lovillo señala lo mucho que se ha insistido en la idea de que el romanticismo es inherente al carácter hispánico y que ya se daba en las creaciones artísticas del Siglo de Oro–, y ejemplo paradigmático de ese anhelado ambiente exótico, tan buscado en la época, no es de extrañar que los primeros creadores españoles que pueden calificarse de románticos, surgidos en el segundo cuarto del siglo XIX, provengan precisamente de las escuelas de Bellas Artes de Cádiz o, muy especialmente, Sevilla, lugares ambos donde el Neoclasicismo se había instalado de manera muy tímida. De esta manera, la pintura sevillana encuentra en el Romanticismo una de sus etapas más destacadas, con pintores de calidad; sin embargo, una vez arraigado el ideal romántico, cuando la situación histórica lo hizo posible, este ideal pareció enquistarse en la capital hispalense, transformándose en una especie de rémora que impidió la aceptación de la posterior modernidad artística y que mantuvo los asuntos, técnicas y lugares comunes propios de este período, cuya finalización se ha dado por efectiva hacia 1874 6. Entre los iniciadores de esta corriente, cabe destacar a aquellos nacidos en torno a 1800, siendo Antonio Cabral Bejarano (1788-1861), José Domínguez Bécquer (1805-1841), José Gutiérrez de la Vega (1791-1865) y Antonio María Esquivel (1806-1857), los más relevantes. 6 GUERRERO LOVILLO, J. , Antonio María Esquivel, Madrid, Instituto Diego Velázquez del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1957, p. 7. VALDIVIESO, E., y FERNÁNDEZ LÓPEZ, J., Pintura romántica sevillana, Sevilla, Fundación Endesa, 2011, pp. 41-43. 10 4. ANTONIO MARÍA ESQUIVEL: UN PINTOR ROMÁNTICO .... L a obra pictórica de Esquivel, brillante y muy reconocida en especial por su faceta como retratista, bebe de muchas y variadas fuentes, que van desde el reflejo del influjo murillesco en sus primeros años hasta el de la pintura británica de los siglos XVIII y XIX, que fue quizá la impronta más destacada e importante visible en su producción y a la que se unió el purismo de Ingres en el dibujo y modelado de sus figuras, aprendido a través de la obra de José de Madrazo y Carlos Luis de Ribera, pues Esquivel no estuvo nunca en Francia. Su vida, en cambio, sí puede calificarse de plenamente romántica, pues desde su más tierna infancia sufrió diversos y dramáticos episodios que podrían calificarse casi de novelescos y rozan el tópico romántico 7. Antonio María Esquivel nació en Sevilla el 8 de mayo de 1806 y con tan solo dos años quedaba huérfano de padre, después de que este perdiera la vida en la batalla de Bailén; mientras, su madre, viuda y olvidada por sus familiares, vendió sus joyas para poder sacar adelante a su hijo y proporcionarle una educación. Esquivel se inició en el arte de la pintura en la Escuela sevillana de Bellas Artes, donde por aquel entonces triunfaba la corriente murillista, de mano de Francisco Gutiérrez. Después, y durante unos años, abandonó su formación pictórica para alistarse, en 1823, a luchar contra el duque de Angulema y los Cien Mil Hijos de San Luis. Con la restauración del absolutismo fernandino, Esquivel regresó a la Escuela de Nobles Artes de Sevilla. 7 Para la biografía del artista, vid.: BANDA Y VARGAS, A. DE LA, Antonio María Esquivel, Sevilla, Diputación de Sevilla, 2002, pp. 29-49; GONZÁLEZ VIDALES, L., Alfredito Romea y Díez. Antonio María Esquivel y Suárez de Urbina, 1845. Sala de Juego de Niños (Sala XIV), Pieza del mes. Noviembre 2012, Museo del Romanticismo [en línea] http://museoromanticismo.mcu.es/web/archivos/documentos/piezamesnoviembre.pdf[17-10-2014]; VALDIVIESO, E., y FERNÁNDEZ LÓPEZ, J., op. cit., pp. 100-102. MIGUEL ARROYO, C., El general Prim a caballo. Antonio María Esquivel y Suárez de Urbina, 1844. SalaV: Antesalón, Pieza del trimestre. Octubre-diciembre 2014, Museo del Romanticismo [en línea] http://museoromanticismo.mcu.es/web/archivos/documentos/pieza_cuarto_trimestre_2014.pdf [1-3-2015]. 11 José Aparicio Inglada Desembarco de Fernando VII en el Puerto de Santa María Óleo / lienzo, 1823-1828 Inv. 0802 Sala III (Antesalón) Museo del Romanticismo En 1827, el pintor desposaba a Antonia Rivas Bravo, un año más joven que él. Fruto de aquel enlace nacieron tres hijos, los también pintores Carlos María y Vicente, así como una niña que no llegó a la edad adulta, pues murió de una cefalitis aguda en 1840. Con la intención de continuar evolucionando en su carrera, encontrar mecenazgo oficial y clientela, y gracias a la ayuda económica del cónsul inglés Julian Williams, el pintor llegó a Madrid en 1831, seguido poco tiempo después por su familia y alcanzando el título de académico de mérito en 1832. Empezaba de este modo su primera etapa madrileña, que se cerraría en 1838, con su regreso a Sevilla, sin que se sepa a ciencia cierta los motivos. Dentro de su gran actividad pictórica destacó como retratista, llegando a convertirse en uno de los pintores más solicitados de la Corte, y la combinó con una intensa participación en la vida cultural madrileña, al fundar junto con José Gutiérrez de la Vega, Jenaro Pérez Villaamil (1807-1854) y José Elbo (1804-1844), entre otros, el Liceo Artístico (1837-1851) y participar en las exposiciones que esta institución organizaba así como en tertulias, la revista social El Liceo y las denominadas sesiones de competencia en las que los literatos improvisaban y los artistas plásticos elaboraban una obra de repente frente al público. Esquivel adquirió una especial fama en este sentido, dado que era capaz de realizar retratos, asuntos sacros o históricos de memoria y en menos de dos horas, con una asombrosa rapidez y soltura. De nuevo en la capital hispalense desde 1838, mantuvo la misma actividad en el ámbito cultural del lugar. Íntimamente ligado al Liceo creado allí a imagen del madrileño, en 1839 solicitaba, y conseguía, primero la concesión de la cruz de la Orden de Isabel la Católica 12 y, después, la elevación a la categoría de comendador de la misma orden. Desde la primavera de ese mismo año, en pleno éxito artístico y como muestra de ese halo romántico que envolvió toda su vida, Esquivel empezó a perder la vista con motivo de un humor hepático que le dejó completamente ciego en otoño. Desesperado y deprimido, en dos ocasiones se dejó arrastrar por sus sentimientos e intentó quitarse la vida lanzándose al Guadalquivir, aunque en los dos casos fue salvado por quienes vieron el suceso desde la orilla del río. Incluso pensó en utilizar un arma de fuego, que le había prestado un amigo, con la misma intención. Mientras tanto, el Liceo madrileño emprendió, a propuesta de Jenaro Pérez Villaamil, varias iniciativas para recaudar fondos que pudieran paliar la situación financiera del pintor. En agradecimiento por tan bello gesto, Esquivel, prácticamente curado a finales de 1840, pintó La caída de Luzbel, donándolo a la institución madrileña (y actualmente custodiado en el Museo del Prado). Antonio María Esquivel (1806-1857) La caída de Luzbel Óleo / lienzo, 1840 Inv. P07569 Museo Nacional del Prado 13 Finalmente, en 1841, vuelve a la Corte para retomar su vida profesional y su relación con el Liceo, hasta el momento en el que este desapareció, en 1851. Fue nombrado pintor de cámara de Isabel II en 1843, académico de número de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en 1847, catedrático de Anatomía Artística, también en la Real Academia, y logró la publicación de su Tratado de anatomía pictórica, resumen de sus enseñanzas en San Fernando, en 1848. Como curiosidad, se puede señalar la existencia, dentro de la colección del Museo del Romanticismo, de un escrito con varios apuntes sobre las proporciones del cuerpo que se encontraba en el interior del Tratado de anatomía de Esquivel y que, se piensa, es autógrafo de Mariano Baquero, cuya firma aparecía en la primera página de dicho libro 8. Documento, posiblemente autógrafo, de Mariano Baquero Apuntes sobre anatomía Tinta / papel Inv. FD0060 Museo del Romanticismo 14 Inaugurada la segunda mitad del siglo, y tras la extinción del Liceo, Esquivel fue director facultativo de la Sociedad Protectora de las Bellas Artes hasta el momento de su muerte, y se presentó, en 1856, a la primera Exposición Nacional de Bellas Artes con un autorretrato, tres cuadros de asunto sacro y un grupo de retratos. Finalmente, el 6 de abril de 1857 expiraba Antonio María Esquivel en su casa madrileña, dejando a su familia en una extrema pobreza que hizo imposible el costeo de los acostumbrados sufragios. Al día siguiente, durante el entierro que tuvo lugar en el cementerio de Santa Justa, tras una oración fúnebre, se dio paso a la lectura de un soneto publicado el 14 de abril en La discusión y cuyo último terceto, como exaltación de su figura artística, decía así: El cuadro de Luzbel ciego soñabas, y del arte la fe te dio la vista, eterno haciendo el nombre del artista. 15 5. LA OBRA: AGAR E ISMAEL EN EL DESIERTO .... Antonio María Esquivel Agar e Ismael en el desierto Óleo / lienzo, 1856 Inv. 7118 Sala XII (Anteoratorio) Museo del Romanticismo F amoso por su producción retratística, en la que se alternan grandes piezas de calidad soberbia con otras que han llegado a calificarse de mediocres, y que responden a un ejercicio mecánico de su oficio para lograr simplemente el beneficio económico de su venta, la pintura sacra se encuentra en el segundo lugar, en cuanto a abundancia, dentro de la obra de Esquivel. A ese respecto, sus composiciones religiosas han sido calificadas, en general y a pesar de la corrección técnica de su pincel, de frías, amaneradas y poco trascendentes, como reflejo, 16 tal vez, del escaso sentimiento piadoso del pintor. Y aunque la importancia de Murillo en sus lienzos sacros es bien patente, por ejemplo, en el aludido La caída de Luzbel, que regaló al Liceo madrileño en agradecimiento por la ayuda recibida durante el tiempo en el que estuvo afectado por la ceguera, va a alternar esa pincelada deshecha y vaporosa con un dibujo firme, puro y rotundo, más cercano a Ingres, precisamente como en el lienzo que nos ocupa, Agar e Ismael en el desierto. Trató escenas evangélicas –una de sus mejores obras religiosas, la Transfiguración para el altar mayor de la iglesia del Salvador de Santa Cruz de la Palma, en Canarias, donde hoy se conserva, fue expuesta en la Academia de San Fernando en 1837, coincidiendo con la fundación del Liceo madrileño y fue rechazada por el primer obispo, Luis Folgueras y Sión, por considerar que ofrecía algunas desviaciones con respecto a la narración del evangelio– y pintó igualmente asuntos hagiográficos, como las varias versiones que llevó a cabo de las hermanas santas Justa y Rufina, una de ellas, fechada en 1844, localizada en el Museo del Romanticismo. Antonio María Esquivel Santas Justa y Rufina Óleo / lienzo, 1844 Inv. 7125 Sala XIII (Oratorio) Museo del Romanticismo 17 Quizá más prolífico se mostró con respecto a los episodios tomados del Antiguo Testamento. En 1842 pintó Adán y Eva después del pecado, del Museo de Bellas Artes de Sevilla, lienzo en el que se hace patente su gran talento como pintor de desnudos. Aprovechó también esta habilidad en 1854 para sus dos versiones de La casta Susana y en José y la mujer de Putifar, todas ellas del mismo Museo. Por otro lado, sin ser desnudo, pero aún dentro de los asuntos veterotestamentarios, en 1846 había llevado a cabo la mejor de sus versiones de David triunfando sobre Goliat. Antonio María Esquivel José y la mujer de Putifar Óleo / lienzo, 1854 Inv. 0405P Museo de Bellas Artes de Sevilla Un año después de esta obra, en 1847, Esquivel pinta y presenta en la exposición de la Academia el lienzo Agar e Ismael despedidos por Abraham, con el que alcanzó el título de académico de número. Tal fue el éxito de la pintura que Pedro de Madrazo, uno de sus más feroces detractores (la familia Madrazo denominaba despectivamente “los Murillos” a los pintores románticos sevillanos), en las líneas que escribió acerca de la mencionada exposición en el Semanario pintoresco español del 14 de noviembre de aquel año, alababa el modo en el que 18 Esquivel había plasmado la historia bíblica, diciendo, entre otras cosas, que el pintor había seguido, en parte, “el sistema que profesa en Francia Horacio Vernet, sistema de estudio, de conciencia, de trabajosas investigaciones, sistema en que el artista se cambia en cierto modo en anticuario para reconstruir lo pasado con todos sus accidentes” y finalizaba su comentario al añadir que aquel era, en su opinión, “el mejor cuadro que ha pintado el Sr. Esquivel, a quien damos un sincero parabién, augurándole por el ardor con que estudia y adelanta una reputación más envidiable y sólida que la que se consigue fascinando al público ignorante con falsos colorines” 9. En 1853, el tercer tomo del Diccionario universal de Historia y de Geografía, publicado en México, afirmaba que el lienzo había sido adquirido por el señor Alcántara Navarro, secretario de Cruzada, quien también se hizo con David descansando después de haber degollado a Goliat y Judit presentando al pueblo la cabeza de Holofernes. Se decía igualmente en esta publicación que, entre toda la obra pintada por el artista sevillano, hizo un Ismael muriendo de sed en el desierto, del que no se aportaban más noticias y que no debía ser otro que el actualmente custodiado en el Museo del Romanticismo, hoy titulado Agar e Ismael en el desierto 10. Todavía en 1868, Ossorio recogía las alabanzas de Madrazo hacia el lienzo con el que Esquivel había logrado el título de académico de número, y que eran repetidas alrededor de un siglo después, por Guerrero Lovillo. Este autor citaba también el Ismael muriendo de sed, que incluía dentro de las obras sin datación determinada; sin embargo, en fechas similares, Bernardino de Pantorba consideró ambas obras –la que refleja la expulsión de Agar, de 1847, y la que presenta a Agar con su hijo en el desierto, de 1856– como una única pintura 11. De la Banda mantuvo la confusión y Gerardo Pérez Calero en 2012, si bien recuperaba la idea de que se trataba de dos pinturas diferentes, afirmaba que la primera, la de la expulsión 9 GUERRERO LOVILLO, J., op. cit., p. 27. MADRAZO, P DE, “Exposición de pinturas de 1847”, Semanario pintoresco español, t. II, 14 de noviembre de 1847, pp. 362-363 [en línea] www.cervantesvirtual.com/.../semanario-pintoresco-espanol.../0325535a- 82b2-11df-acc7-002185ce6064.pdf [1 3-2015]. 10 Diccionario universal de Historia y Geografía, t. III, México, 1853, p. 302. 11 OSSORIO Y BERNARD, M., Galería biográfica de artistas españoles del siglo XIX, Madrid, Imprenta a cargo de Ramón Moreno, 1868, p. 198. GUERRERO LOVILLO, J., op. cit., pp. 27 y 29. PANTORBA, B. DE, “Antonio María Esquivel”, Arte Español, 2.º cuatrimestre, Madrid, 1959, p. 168. 19 de Agar, solo se conocía por referencias. Un año después de la publicación del artículo de Pérez Calero, en noviembre de 2013, la sede londinense de la sala de subastas Christie’s sacaba a la venta un lienzo de 207,5 * 145 cm (medidas muy cercanas a los 210 * 146 cm del lienzo del Museo del Romanticismo) con este asunto, firmado y datado en 1847 por el artista y que alcanzó un precio de venta de 23 944 euros. La casa británica no ofrecía en su catálogo dato alguno acerca de la procedencia y solo aludía a que había sido expuesto en la Academia de San Fernando en 1847 12; sin embargo, parece que se trata de la obra a la que estamos aludiendo. Antonio María Esquivel Abraham expulsando a Agar e Ismael Óleo / lienzo, 1847 © Christie’s Imagen Limited (2013) 12 BANDA Y VARGAS, A. DE LA, op. cit., pp. 78, 79 y 150. PÉREZ CALERO, G., “Consideraciones estéticas en torno a la obra del pintor Antonio M. Esquivel”, Laboratorio de Arte, 24 (2012), pp. 527-535 [en línea] http://institucional.us.es/revistas/arte/24/t2_art_7.pdf [9-3-2015]. “Lot 26 Antonio María Esquivel. Abraham Banishing Hagar and Ishmael”, en Christie’s Londres, 26 de noviembre de 2013 [en línea] http://www.christies.com/lotfinder/paintings/antonio-maria-esquivel-abraham-banishing-hagar-and-5740339 details.aspx?from=searchresults&intObjectID=5740339&sid=cfec1293-921d-484d-8e19-c08ee9f6d32e [6-3-2015]. Deseo expresar mi más sincero agradecimiento a Martina Fusari, del departamento de Arte Europeo del Siglo XIX en Christie’s Londres, por su amabilidad y rapidez a la hora de enviar tanto la información como la imagen en alta resolución de la pieza allí subastada. 20 Pedro de Madrazo dijo de esta pintura que “las actitudes de los personajes son dignas y naturales; los pliegues de sus ropajes sencillos; el dibujo bueno, el colorido simpático. Los semblantes de las tres figuras principales expresan en diversos grados y con sus adecuadas modificaciones un mismo efecto: el dolor de la separación (…) La satisfacción que expresa el semblante de la anciana Sara, que se ve con Isaac en los brazos en el fondo, dentro de la tienda, explica desde luego la escena” 13. Y aunque a grandes rasgos la pintura subastada en Christie’s sigue esta descripción, no parece que Sara se encuentre, en realidad, dentro de ninguna tienda. Es probable que el asunto fuera del interés de Esquivel, lo que motivó que lo retomase en 1856, dando lugar al lienzo –de medidas similares, como se advirtió– actualmente localizado en la sala XII del Museo del Romanticismo y que, desde el punto de vista iconográfico, es la continuación de la narración bíblica. 13 MADRAZO, P. DE, op. cit., p. 363. 21 6. ANÁLISIS ICONOGRÁFICO .... L a historia de la expulsión y posterior aparición del ángel en el desierto ante Agar e Ismael se encuentra en el Génesis. Según la narración veterotestamentaria, después de que Yavé le prometiera a Abraham que tendría una descendencia tan numerosa como las estrellas del cielo y, siendo Sara, la esposa del patriarca, estéril, esta le ofreció a su esclava egipcia, Agar, para que concibiera la descendencia que ella misma no le podía dar. De aquella unión entre Abraham y la esclava de su mujer nació un niño, de nombre Ismael, que significa “Dios ha escuchado” (Gn. 16: 1-16). En el arte existen pocas representaciones del momento en el que Abraham recibe a la esclava de su mujer, pero alguna se puede mencionar, como la de Adriaen van der Werff (1659-1722) en la galería del palacio de Schleissheim, en Oberschleissheim (Alemania), donde el asunto se ha convertido en una excusa para plasmar un contenido marcadamente erótico. En un episodio posterior conocido como El encinar de Mambré o Abraham y los tres ángeles (Gn. 18:1-16), entre otros nombres, y que se ha considerado una prefiguración de la Anunciación de María, Abraham recibe el anuncio de que Sara concebirá, a pesar de ser ya una anciana, un hijo, al que llamarán Isaac. Para celebrar el final de la lactancia del niño, lo que sucedía al cumplir uno o tres años 14, según el texto consultado, dio Abraham un banquete, y viendo Sara cómo Ismael se reía de su hijo Isaac, acudió a su esposo y le instó para que expulsara a aquel pequeño junto con su madre Agar. Para su primera obra sobre este asunto, la de 1847, Esquivel elige precisamente uno de los momentos más dramáticos, cuando Abraham le da un odre de agua y un pan a Agar y le indica que debe partir con Ismael (Gn. 21: 14). No ha sido el único artista que se ha decantado por el instante de la expulsión; abundan, especialmente durante el siglo XVII, los ejemplos en 14 Todas las citas y anotaciones acerca de la narración bíblica responden a la siguiente edición: NÁCAR FUSTER, E.,Y COLUNGA, A., Sagrada Biblia, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1973. En ella se habla de tres años, si bien, en una nota acerca del banquete organizado por Joaquín cuando la Virgen María cumplió un año que aparece en la narración que del acontecimiento hace el Protoevangelio de Santiago, se indica que esa era la edad de Isaac, uno y no tres años, cuando Abraham celebró el destete de su hijo, vid.: SANTOS OTERO, A. DE, Los evangelios apócrifos, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1993, p. 140, n. 37. 22 la pintura italiana y holandesa, según afirma Réau 15, y desde luego no son escasas las representaciones que se pueden señalar, desde la interpretación del Guercino (1591-1666) en la Pinacoteca Brera de Milán a uno de los relieves de Pedro Duque Cornejo (1677-1757) que decoran la sillería alta del coro de la catedral de Córdoba, pasando por el lienzo de Claudio de Lorena (h. 1600-1682) localizado en la Alte Pinakothek de Múnich. En todo caso, lo habitual es encontrar a Abraham señalándole a Agar, con un dedo o con la mano, que debe marchar junto con su hijo y la aparición del odre de agua y el pan se hacen casi imprescindibles para identificar la escena, estando, bien en manos de la madre, como en el caso de la tabla de Jan Mostaert (1472-1555) del Museo Thyssen-Bornemisza, en Madrid, bien repartidos entre ella e Ismael, como hizo el propio Esquivel en la pieza que nos ocupa, o también es posible encontrar representaciones –es el caso de la estampa de Lucas van Leyden (1494-1533) en el Rijksmuseum de Ámsterdam– en las que Abraham está dándole a Agar el pan o el agua. Además, la figura de Sara, con o sin Isaac, observando complacida desde un segundo plano cómo la otra mujer tiene que partir, suele ser otro de los elementos iconográficos característicos de esta escena. Jan Mostaert La expulsión de Agar Óleo / tabla, 1520-1525 Inv. 294 Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid 15 RÉAU, L., Iconografía del arte cristiano. Iconografía de la Biblia: Antiguo Testamento, Barcelona, Ediciones del Serbal, 1996, p. 164. 23 La narración continúa explicando que, una vez en el desierto de Berseba, y después de quedarse sin agua, Agar tumba al niño bajo un arbusto, para sentarse a cierta distancia y de este modo, al menos, no verle morir. En ese momento, un ángel llama a la mujer, diciéndole que no debe temer nada porque Dios va a hacer de su hijo un gran pueblo (el pueblo árabe, por eso llamados también ismaelitas y agarenos) y le indica un pozo en el que saciar su sed y la del pequeño (Gn. 21: 15-21). La mencionada pintura de Mostaert en el Thyssen presenta, al modo medieval, los diferentes momentos de toda la historia, incluyendo la pelea entre Ismael e Isaac que originó la posterior expulsión, pues según los textos apócrifos, la riña fue más allá de una mera burla dado que el hijo de Agar llegó a agredir al de Sara. Este es un detalle curioso, puesto que según la Biblia, Isaac era todavía un niño de muy corta edad mientras que Ismael contaría con unos catorce o quince años cuando tuvo lugar este suceso; sin embargo, a la hora de plasmarlo plásticamente, los artistas han hecho de ellos una pareja de edades similares. Siguiendo con la tabla de Mostaert, en el centro de la composición se representa la expulsión y, en el lado derecho, en un segundo plano, la aparición del ángel que le indica a la esclava dónde está la fuente que salvará sus vidas. Muy probablemente, esta última es la escena más representada de toda la historia de Agar, con ejemplos nacidos de los pinceles de Nicolas Poussin (1594-1665) -un lienzo custodiado en la Galleria Nazionale de Arte Antica de Roma-, Salvatore Rosa (1615-1673)con un ejemplo localizado en la National Gallery de Londres- o las obras de Giambattista Tiepolo (1696-1770) para el Palacio Arzobispal de Udine y la Scuola Grande di San Rocco, en Venecia, entre otros. Su identificación iconográfica resulta muy sencilla; lo usual es que se represente en un paisaje más o menos boscoso en el que aparecen Agar e Ismael, representado casi como un bebé, tumbado y dormido. La madre puede estar junto a él o más retirada, siguiendo las palabras de la narración bíblica, y desde el cielo desciende un ángel, que en ocasiones se encuentra ya junto a la joven y le señala hacia una fuente, visible o no dentro de la composición, siendo este último caso el del lienzo de Mariano Salvador Maella (1739-1819), localizado en la Real Academia de San Fernando. 24 Mariano Salvador Maella Agar e Ismael en el desierto Óleo / lienzo Inv. 248 Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Esquivel se aleja de todos estos convencionalismos en una obra convertida en la oportunidad de tratar un motivo exótico y de inspiración orientalizante, elementos tan de moda durante el Romanticismo. Así, el centro de la composición está ocupado por las dos figuras, de magnífico dibujo y no exentas de cierta monumentalidad, de Agar y su hijo Ismael. Este último no es, como en tantas ocasiones, un pequeño de corta edad tumbado bajo una sombra, sino un jovencito sentado sobre unas rocas, desvanecido –el efecto de su brazo izquierdo, que cae con todo su peso muerto en el de su madre, al igual que su cabeza ladeada, ofrecen una estupenda impresión de veracidad– y que se mantiene erguido únicamente porque Agar lo sostiene. A su vez, el rostro de ella, con los ojos vueltos hacia el cielo en actitud implorante y la boca entreabierta, se muestra calmado en su desesperación pues, al contrario 25 de lo que sucede en otras obras sacras de Esquivel, en las que los protagonistas adquieren una artificiosa gestualidad, en este caso las expresiones y gestos son contenidos y están plasmados con mesura. A los pies de Agar reposa un cántaro vacío, detalle iconográfico que sí resulta habitual, convertido aquí en elemento clave para interpretar correctamente el contenido de la obra. En cambio, no aparece el ángel, cuya presencia se hace casi imprescindible, lo que hace pensar que la intención del pintor es representar el momento inmediatamente anterior a su llegada, cuando la madre, incapaz de ver morir a su hijo, está a punto de dejarlo en una sombra y apartarse de él. Hace, de este modo, que el grupo formado por la madre y su hijo sean los protagonistas absolutos del lienzo, aumentando el dramatismo del suceso, pues no hay rastro del único personaje que puede anunciar la salvación. Esquivel hace gala de una paleta tonal equilibrada, con predominio de tonalidades tierra y marrones, utilizados en la piel y ropa de Agar, así como en el suelo, y blancos para el cuerpo del niño, su vestimenta y el paño que cubre la cabeza de la madre mientras que, para el fondo, juega con unos armoniosos toques rosáceos y amarillentos. Finalmente, en cuanto al paisaje en el que se desarrolla la escena, Gerardo Pérez Calero ha visto una similitud entre este desierto y aquel en el que el pintor victoriano William Dyce (1806-1864) localizaba su Cristo Varón de Dolores de 1860, fecha cercana a la del lienzo del Museo del Romanticismo, hoy en la National Gallery de Edimburgo. Antes, en el Salón de 1835, Camille Corot (1796-1879) había presentado su Agar en el desierto, la primera de las cuatro grandes composiciones que, sobre 26 asuntos bíblicos, llevaría a cabo en las décadas de 1830 y 1840 16. La aridez del paisaje, en aquel caso, quedaba atenuada por el enorme árbol sobre el que planea el ángel que se acerca hasta Agar, convirtiéndose así la obra casi en un estadio intermedio entre el tradicional paisaje arbolado utilizado por los pintores para este episodio y el desierto pedregoso de Esquivel. Con todos estos elementos logra Antonio María Esquivel, en plena madurez pictórica, un año antes de su muerte, una de sus obras religiosas más conseguidas, tan alejada del murillismo como de la frialdad académica y la artificiosidad gestual. 16 PÉREZ CALERO, G., op. cit., p. 533. “Hagar in the Wilderness, 1835. Camille Corot”, The Metropolitan Museum of Art [en línea] http://www.metmuseum.org/toah/works-of-art/38.64 [9-3-2015]. 27 7. BIBLIOGRAFÍA .... BANDA Y VARGAS, A. DE LA, Antonio María Esquivel, Sevilla, Diputación de Sevilla, 2002. Diccionario universal de Historia y Geografía, t. III, México, 1853. GONZÁLEZ VIDALES, L., Alfredito Romea y Díez. Antonio María Esquivel y Suárez de Urbina, 1845. Sala de Juego de Niños (Sala XIV), Pieza del mes. Noviembre 2012, Museo del Romanticismo [en línea] http://museoromanticismo.mcu.es/web/archivos/documentos/piezamesnoviembre.pdf [1710-2014]. GUERRERO LOVILLO, J., Antonio María Esquivel, Madrid, Instituto Diego Velázquez del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1957. “Hagar in the Wilderness, 1835. Camille Corot”, The Metropolitan Museum of Art [en línea] http://www.metmuseum.org/toah/works-of-art/38.64 [9-3-2015]. “Lot 26 Antonio María Esquivel. Abraham Banishing Hagar and Ishmael”, en Christie’s Londres, 26 de noviembre de 2013 [en línea] http://www.christies.com/lotfinder/paintings/antoniomaria-esquivel-abraham-banishing-hagar-and-5740339details.aspx?from=searchresults&intObjectID=5740339&sid=cfec1293-921d-484d-8e19c08ee9f6d32e [6-3-2015]. MADRAZO, P. DE, “Exposición de pinturas de 1847”, Semanario pintoresco español, t. 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Fotografías: Museo del Romanticismo, Museo de Bellas Artes de Sevilla, Museo Nacional del Prado, Museo Thyssen-Bornemisza, Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y Christie’s Imagen Limited Coordinación: M.ª Jesús Cabrera Bravo Diseño y maquetación: M.ª Jesús Cabrera Bravo y Álvaro Gómez González 29 LA PIEZA DEL MES EN LAS REDES DEL MUSEO En nuestro canal de Youtube, podéis encontrar todos los meses un resumen de la pieza analizada, en la que su propio autor explica los detalles más interesantes: Canal de Youtube del Museo del Romanticismo: Piezas del mes Trimestralmente dedicamos un día a tuitear de modo monográfico las curiosidades más destacadas relacionadas con la pieza del mes en nuestra cuenta @MRomanticismo Este trimestre, dedicaremos el martes 9 de junio de 2015 a relatar todo lo relacionado con el pintor romántico Antonio Mª Esquivel, y su reflejo en las colecciones del Museo, con la etiqueta #Esquivel 30 LA PIEZA DEL TRIMESTRE. CICLO 2015 .... Primer trimestre: enero – marzo Roberto Muñoz Martín MANUEL BARRÓN, CONTRABANDISTAS EN LA SERRANÍA DE RONDA, 1849 Segundo trimestre: abril – junio Raquel Sigüenza Martín ANTONIO Mª. ESQUIVEL, AGAR E ISMAEL EN EL DESIERTO, 1856 Tercer trimestre: julio - septiembre Carolina Miguel Arroyo FEDERICO DE MADRAZO EN EL MUSEO DEL ROMANTICISMO Cuarto trimestre: octubre - diciembre Nuria Lázaro Milla y Jennifer Carrera Jiménez LA JOYERÍA CONMEMORATIVA EN EL MUSEO DEL ROMANTICISMO 31 32 Pieza del trimestre JULIO - SEPTIEMBRE 2015 Federico de Madrazo en las colecciones del Museo del Romanticismo Carolina Miguel Arroyo Conservadora del Museo del Romanticismo 1 2 ÍNDICE …. 1. Madrazo en el Museo del Romanticismo 2. Empezar a trabajar bien, mucho y con método 3. El artista 4. Pintando en el Louvre en el mismo estudio donde pintaba Mr. David 5. Según me dijo ayer Mr. Ingres Roma está desconocida 6. Madrid, capital de Galdonia 7. A imagen de la reina 8. El consuelo que debemos tener todos es el de los tristes retratucos 9. Bibliografía 3 1. MADRAZO EN EL MUSEO DEL ROMANTICISMO .... S i hay una figura fundamental en la pintura española del siglo XIX es sin duda la de Federico de Madrazo. Pintor prolífico, fue uno de los artistas más internacionales y uno de los pocos representantes en España de la corriente académica. Proveniente de una familia de artistas, sus indudables dotes para la pintura le posicionaron desde muy temprano como uno de los grandes maestros, al tiempo que formó parte de las principales instituciones artísticas del país –fue director de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y del Museo del Prado–. Longevo, pintó a tres generaciones de monarcas, conoció a las figuras internacionales más relevantes y obtuvo los más distinguidos honores. A lo largo de su vida pintó innumerables cuadros, la mayoría retratos, ya que la principal clientela del momento, la alta burguesía y la aristocracia, demandaban este tipo de obras que sirvieran para su representación. La indudable calidad técnica de Federico y su privilegiada posición en los círculos más selectos, hicieron de él uno de los artistas más cotizados y solicitados. Por ello, no es de extrañar que la colección del Museo del Romanticismo cuente con algunos de esos retratos, si bien se conservan también en la institución numerosas litografías y estampas, como las que él mismo pintó para publicaciones como El Artista. Además esta colección en papel se completa con diversas estampas de reproducción de sus obras que realizaron otros profesionales, debido a la gran fama que había alcanzado el pintor. Por último, se custodian sendos dibujos de la mano del maestro. Fig. 1 Federico de Madrazo TresVenus Aguada / tinta, ca. 1857 Reg. 1485 Álbum de D.ª Tomasa Bretón de los Herreros Museo del Romanticismo 4 2. EMPEZAR A TRABAJAR BIEN, MUCHO Y CON MÉTODO .... Q uiso el destino que Federico de Madrazo naciera en Roma, un 9 de febrero de 1815, marcando quizá la vocación internacional del pintor. Su padre, uno de los grandes maestros del neoclasicismo español, se encontraba trabajando con Carlos IV durante su exilio. Precisamente José de Madrazo (1781-1859) será una de las piedras angulares en la vida de Federico y figura clave para entender su evolución artística, ya que será éste quien desde su más tierna infancia le inculque el amor por los pinceles, por el trabajo. Así, Eugenio Ochoa, el que fuera el primer biógrafo y a la sazón cuñado de Federico, recuerda cómo de pequeño jugaba con lápices y pinturas. Sus primeros juegos fueron verdaderos estudios y preparaciones para su arte: rodeados de lápices y pinceles, su mano infantil se acostumbró a manejarlos, como otros niños manejan sus juguetes 1. Su exquisita formación se completaría con una estupenda biblioteca y con un gran volumen de estampas, que su padre iba acopiando para estudiar a los grandes maestros internacionales. Rodeado de una preciosa colección de obras didácticas, históricas y literarias, con ellas aprendió a leer. […] Su educación artística fue en suma la más completa, la más feliz posible 2. La estampa era en esos años fundamental para difundir las obras de arte. De hecho, en la correspondencia conservada de Federico de Madrazo ya adulto se alude en numerosas 1 OCHOA, E., “D. Federico de Madrazo y Kuntz” en Galería de Españoles célebres contemporáneos ó Biografías y Retratos de todos los personages distinguidos de nuestros días en las ciencias, en la política, en las armas, en las letras y en las artes, Madrid, Imprenta Ignacio Boix, t. VI, p. 94. 2 Ibídem. 5 ocasiones a la compra de colecciones de estampas para enriquecer sus fondos y posibilitar el estudio de las obras de arte. José de Madrazo fue además director del Real Establecimiento Litográfico, y a él se debió la contratación de los mejores litógrafos del momento o la implicación en el proyecto del renombrado taller parisino de Godeffroy Engelmann. En aquellos años Federico se dedicaba a estudiar y copiar a los grandes maestros, tutelado por su padre. Así realizó una litografía, una Cabeza de la Virgen (Fig. 2) copiada de Rafael en la que, contando solo con once años, demuestra una gran perfección técnica, lo que pone de relieve su indudable talento pero también su metódica formación. El propio Federico reconocerá durante toda su vida la importancia que para un artista tendrá la formación y aprendizaje, no solo en los primeros años, sino como un proceso continuo: “Qué cosa tan buena para el estudio es la contemplación de muchas obras y de diferentes autores y de estilos antípodas” 3. Como hiciera su padre con él, Federico le aconsejará a su hijo Raimundo “empezar a trabajar bien, mucho y con método” 4 para formarse como pintor. No es de extrañar que alguien que se forma a edad tan temprana en el arte y en la lectura artística, pronto destacase en el uso de los pinceles, de tal modo que con tan solo catorce años firma su primer cuadro de composición, basado en un tema bíblico, La Resurrección del Señor (Uta Roth, Nuremberg). Mientras, su padre trataba de ayudarle a entrar en los círculos palaciegos, consiguiéndole en 1830 una pensión de 12.000 reales anuales para completar su formación en Roma, aunque no la aprovecharía hasta años más tarde. En 1831 Federico entra por unanimidad en la Academia de San Fernando por su obra La continencia de Escipión (Museo de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid). Madrazo era consciente de la importancia de entrar en la corte y cuando en 1832 el monarca cae enfermo, éste ve la oportunidad de hacer llegar al rey una obra suya (La enfermedad de Fernando VII, Madrid, Palacio Real). Para ello hace de nuevo un cuadro de composición, con el soberano en cama víctima de su grave ataque de gota y con una solícita M.ª Cristina que cuida atentamente de su esposo bajo la triste mirada de personajes de la 3 MADRAZO, F. DE., Epistolario, Madrid, Museo del Prado, 1994, p. 102. Carta a José de Madrazo, París, 27/04/1838. 4 Ídem, p. 587, Carta a Raimundo de Madrazo, Madrid, 24/01/1862. 6 corte, que asisten al terrible momento. Este cuadro conmovió sin duda al soberano, que nombró a Federico pintor supernumerario de Cámara. José de Madrazo, que estaba dirigiendo la colección litográfica de los reyes de España, no dudó en incluir esta obra dentro de la misma, figurando así con artistas de la talla de Vicente López (1772-1850), que ostentaba el cargo de primer pintor de Cámara de Fernando VII. La estampa, litografiada por Florentino de Craene, apareció con el título de Amor Conyugal (Fig. 3) y es significativo en este sentido el texto que se añadió: LA REYNA D.ª M.ª CRISTINA DE BORBON, / Durante la grave enfermedad que padeció en Septiembre de 1832 el Sr. Dn. FERNANDO VII. REY DE ESPAÑA / en el Rl. Sitio de Sn. Ildefonso, presentó al Mundo un exemplo del amor más puro y tierno á su Augusto Esposo, no separándose / ni de día ni de noche de su lado, suministrándole las medicinas y aplicándole con sus propias manos los demas remedios que los facultativos / indicaban ser necesarios en aquellos críticos momentos. / Este rasgo de amor conyugal se representa en esta escena. No es la única estampa de Federico incluida en la referida Colección Litográfica. A la reina le dedicó el pintor una composición (Fig. 4) que ilustra un soneto (hay dos copias en el Museo del Romanticismo, con los números de inventario 4095 y 4321, respectivamente) mientras que la princesa Isabel (Fig. 5) aparece ya representada como heredera al trono y continuadora de la monarquía (se conservan en la colección del Museo tres copias iguales, con los inventarios 4238, 4326, 4442) 5. Poco después, en 1833 y ya con una prometedora carrera, hace uno de los viajes que más le marcará, su primera incursión parisina. Allí conocerá a una de las grandes figuras del momento Jean Dominique Ingres (1780-1867), al que aprovechará para retratar y cuya pintura influirá sobremanera en el joven pintor. A su vuelta a España demostrará todo lo aprendido en una nueva pintura de argumento, El Gran Capitán recorriendo el campo de la batalla de Ceriñola (Museo del Prado, Madrid). 5 El lienzo original fue pintado hacia 1834 y durante mucho tiempo se vinculó a Vicente López, a pesar de aparecer en la Colección Litográfica con la rúbrica de Federico. 7 Uno de los primeros lienzos de Federico de Madrazo que se conserva en el Museo del Romanticismo es de estos años, un Felipe IV, vestido de cazador (Fig. 6). Es copia de un cuadro de Velázquez en la que Federico ha reducido considerablemente las dimensiones, resultando un óleo de pequeño formato. Está fechado por González entre 1834 y 1837, esto es, en el periodo de tiempo transcurrido entre su regreso de la capital gala y el viaje que iniciaría de nuevo a París, ya con su esposa. Se ha escrito mucho del estilo de Madrazo, académico y purista, más internacional que otros artistas españoles. Sin embargo, los estudiosos coinciden en que la pintura de Federico tiene un gran referente en uno de los grandes maestros de la pintura española, Diego Velázquez. El propio Federico escribiría a su padre en 1840 desde Roma: Mucho le envidio el poder ver todos los días los cuadros de Velázquez. Hace tiempo volvía a ver el retrato pintado por este autor que está en la Galería Doria y cada vez me gusta más. No hay nada que allí se sostenga al lado de este brillante retrato, que no parece sino que se ha acabado de pintar. No hay duda de queVelázquez es el que mejor ha entendido los retratos 6. Seis años más tarde, desde Zarauz le escribe de nuevo a su padre comentándole la sorpresa que se ha llevado en la casa de los marqueses de Narros. Al entrar en la sala fui agradablemente sorprendido, vi 4 retratos originales y auténticos, como si los hubiese visto pintar, de Velázquez; uno de Felipe IV, joven, de su primer estilo, vestido de negro; […] Los hice bajar todos ellos, los pasé una esponja mojada y observé que, como he dicho, están intactos [...] V. los verá y no me dejará V. mentir, estoy seguro de ello 7. Lo cierto es que Federico tenía un profundo conocimiento del pintor sevillano. José de Madrazo fue nombrado director del Museo del Prado en 1838, lo que le permitió a su hijo acercarse a la obra de Velázquez y estudiarla con detenimiento. Pensemos que en aquellos años el Real Museo de Pinturas, como se llamaba en la época, abría solo dos días por semana, por lo que tener acceso ilimitado a las colecciones era un absoluto privilegio. 6 Ídem, p. 323, Carta a José de Madrazo, Roma, 3/09/1840. 7 Ídem, pp. 404-405, Carta a José de Madrazo, Deva, 16/08/1846. 8 El Retrato de Felipe IV permaneció en la familia Kuntz hasta 1986, cuando el Estado se la adquirió a Soledad Fernández Kuntz. Según apunta González, consta con el número 156 en el inventario de bienes de Federico de Madrazo 8. Fig. 2 Federico de Madrazo Cabeza de laVirgen Lápiz litográfico /papel avitelado, 1826 Inv. 5207 Museo del Romanticismo 8 Federico de Madrazo y Küntz (1815-1894), Catálogo de exposición, Zaragoza, Cajalón, 1995, p. 150. 9 Fig. 3 F. de Madrazo (P), F. de Craene (L), Real Establecimiento Litográfico El amor conyugal Lápiz litográfico / papel avitelado, 1833 Inv. 4202 Sala XXV (Interactivos) Museo del Romanticismo Fig. 4 F. de Madrazo (I), Real Establecimiento Litográfico Á LA REYNA N.S. SONETO Litografía / papel, 1832 Inv. 4095 Museo del Romanticismo 10 Fig. 5 F. de Madrazo (P), R. Amerigó (L), Real Establecimiento Litográfico YSABEL II. REYNA DE ESPAÑA Litografía / papel, ca. 1834 Inv. 4238 Museo del Romanticismo Fig. 6 Federico de Madrazo Retrato de Felipe IV, cazador (copia deVelázquez) Óleo / lienzo, 1834-1837 Inv. 2044 Museo del Romanticismo 11 3. EL ARTISTA .... L os años en Madrid fueron muy fecundos. Contraería matrimonio con Luisa Garreta y Huertas, y emprendería algunos ambiciosos proyectos como el de El Artista. En su estancia parisina había conocido la revista francesa L’Artiste, periódico ilustrado que junto a Eugenio Ochoa, quiso replicar en España. Nació así en 1835 una exquisita publicación dedicada al arte y a la literatura del momento. La evolución de la litografía permitió a Madrazo realizar numerosas ilustraciones, a cuya mano se deben más de la mitad de las publicadas. No es de extrañar también que la primera de estas ilustraciones que acompañaban a las reseñas biográficas fuera precisamente la de Velázquez. Además de las grandes figuras del arte de nuestro país, esta publicación dio cabida a relatos y poesías. Federico dio rienda suelta en muchas de las imágenes que habrían de acompañarlos a su vertiente más romántica. Estamos pensando por ejemplo en las láminas de Stephen (Fig. 7), creadas para el texto de Ochoa, o la que lleva por título ¡Ah, ingrata Filis! (Fig. 8). El Museo del Romanticismo conserva la publicación completa, así como láminas sueltas de las ilustraciones. Como señala Jesusa Vega, esta revista fue “un verdadero oasis en el desierto de la evolución de la litografía española” 9, si bien expone que el hecho de que Madrazo no diera más cabida a otros pintores para que experimentasen con este medio aprovechando el equipo profesional de que se había rodeado El Artista, esto es, profesionales del Real Establecimiento Litográfico, tuvo finalmente efectos negativos en el desarrollo de esta técnica. Cuando el Real Establecimiento Litográfico perdió su apoyo regio, El Artista tuvo que cerrar también, lo que hizo que la existencia de esta revista ilustrada fuera muy efímera, con poco más de un año de vida. Madrazo, por su parte, continuaría interesándose por la publicación francesa que le había servido de inspiración. 9 VEGA, J., “Dibujar sobre piedra. Federico de Madrazo y la litografía” en VV. AA., Federico de Madrazo y Kuntz (1815- 1894), Catálogo de exposición, Madrid, Museo del Prado, 1995, p. 92. 12 Fig. 7 Federico de Madrazo Stephen Litografía / papel, 1835-1836 Inv. 3845 Museo del Romanticismo Fig. 8 Federico de Madrazo ¡Ah, ingrata Filis!!! Litografía / papel, 1835-1836 Inv. 3846 Museo del Romanticismo 13 4. PINTANDO EN EL LOUVRE EN EL MISMO ESTUDIO DONDE PINTABA MR. DAVID .... E l segundo viaje a París, en 1837, será crucial en la vida del pintor, consolidándose, afianzándose en su estilo. Como señala José Luis Díez, supone un avance en el estilo retratístico de Madrazo aunque en este tiempo siga más centrado en la pintura de composición. Cabe mencionar a este respecto que en estos momentos hay una consideración mayor hacia esta pintura que hacia otros géneros como el retrato, ya que denota una importante capacidad técnica para encuadrar a los personajes y la acción, así como una profunda reflexión intelectual, requiriéndose conocimientos de los hechos que se describan, bien sean históricos, religiosos o de cualquier otra índole. Es por este motivo que muchos pintores aspiraban a hacer estos grandes cuadros y no tanto a retratar a la nobleza y burguesía. Aparte de a sus grandes amigos españoles, el también pintor Carlos Luis de Ribera, Eugenio de Ochoa y otros tantos, frecuenta a personalidades como el barón Taylor y a artistas de la talla de Ingres, a quien en muchas ocasiones pedirá consejo sobre sus obras. Seguirá estudiando la obra de los grandes maestros, visitando el Louvre, las importantes exposiciones. “He estado pintando en el Louvre en el mismo estudio donde pintaba Mr. David”, escribe a su padre 10, “creo que me ha servido de mucho de mucho el haberme hallado en París durante la exposición” 11. En este periodo comienza Madrazo a pergeñar una obra de gran envergadura sobre las tres Marías en el sepulcro. Por las cartas que envía a su padre sabemos que hace y rehace bocetos, le pide consejo sobre la disposición de las figuras, modela figurillas para iluminarlas y estudiar las luces. Mientras tanto cumple con importantes encargos como un cuadro para Versalles, Godofredo de Bouillon proclamado rey de Jerusalén. 10 MADRAZO, F. DE, Op. cit., p. 73, Carta a José de Madrazo, París, 12/01/1838. 11 Ídem, p. 102, Carta a José de Madrazo, París, 27/04/1838. 14 5. SEGÚN ME DIJO AYER MR. INGRES ROMA ESTÁ DESCONOCIDA12 .... S i las cartas de Madrazo nos descubren curiosidades sobre el nuevo alumbrado de París, el pavimento, la invención del daguerrotipo, etc. sus descripciones de la Roma de 1839, sus monumentos, sus obras de arte, se convierten en una suerte de guía que lleva al lector por un mágico viaje que entremezcla las magistrales opiniones del artista con una interesante crónica de la vida de la ciudad del Tíber. La contemplación de las obras de los grandes maestros deja en Madrazo un importante poso. Además, la presencia de Johan Friedich Overbeck (1789-1869) en la ciudad y el descubrimiento de la pintura nazarena será fundamental para Federico y para afianzar su estilo purista. Así como en Francia ha habido románticos y clásicos, aquí hay puristas y clásicos. Los puristas son Overbeck, Ingres, Minardi, el escultor Tenerani, etc etc, y a los que se llaman clásicos pertenecen Camuccini, Agricola, Solá, Mr Lemoyne, etc etc. Unos y otros están en guerra abierta, no se pueden ver ni sufrir […]. Los puristas tienen en sus filas hombres de más peso 13. Las Marías ante el Sepulcro (Reales Alcázares, Sevilla) obtendrá notables elogios de los artistas internacionales congregados en Roma y será la última gran obra de argumento de Madrazo, una obra cumbre dentro de su producción. 12 Ídem, p. 275, Carta a José de Madrazo, Roma, 29/10/1839. 13 Ídem, p. 287, Carta a José de Madrazo, Roma, 16/12/1839. 15 6. MADRID, CAPITAL DE GALDONIA .... F ederico de Madrazo vuelve a Madrid como un artista ya consolidado, reconocido y prestigioso. Vuelve a esa España que en ocasiones no entenderá, “país de los elementos”, “Galdonia”, como escribe en sus cartas 14. Es en ese año, 1842, cuando pinta uno de los retratos más exquisitos que se conserva en el Museo del Romanticismo. Se trata de El marino Sánchez (Fig. 9), de quien sabemos era natural de Santander y pagó al pintor 960 reales por el cuadro, tal como figura en el inventario manuscrito del mismo 15. Es un retrato sobrio, sereno, en el que el marino aparece de medio cuerpo, envuelto en tonalidades pardas que recuerdan al mejor Velázquez. Los atributos son escasos, un sextante que sostiene con la mano izquierda y un mástil con una escala de cuerda. El peso de la composición recae magistralmente sobre el retratado, que mira al espectador al tiempo que señala el horizonte. El juego de luces del rostro, de la camisa y las manos, de la luz crepuscular y los brillos de las delicadas joyas y el sextante, completan la atmósfera. Es una pintura que refleja la influencia de la pintura inglesa. Señala Díez que este lienzo volvió, por razones que se desconocen, a manos del artista, ya que el cuadro aparece citado en el inventario de bienes realizado a la muerte del autor, con el número 169 16. El año siguiente sigue pintando retratos. Figura en el inventario manuscrito el de Francisco Javier Girón Aragón, duque de Ahumada, aunque no el de su mujer, firmado y fechado el mismo año. El retrato de Nicolasa Aragón, duquesa de Ahumada (Fig. 10), retrato de busto sin manos, en el que la dama mira al espectador girada levemente a la derecha y en el que nuevamente los tonos ocres y pardos son protagonistas. 14 Estos términos aparecen en varias de las cartas escritas a Luis de Madrazo. 15 VV. AA., 16 Ibídem. Federico de Madrazo y Kuntz (1815-1894), Catálogo de exposición, Madrid, Museo del Prado, 1995, p. 178. 16 Fig. 9 Federico de Madrazo El marino Sánchez Óleo / lienzo, 1842 Inv. 7174 Sala XXI (Dormitorio masculino) Museo del Romanticismo Fig. 10 Federico de Madrazo Nicolasa Aragón, Duquesa de Ahumada Óleo / lienzo, 1843 Inv. 7233 Sala XXIII (Sala de Billar) Museo del Romanticismo 17 7. A IMAGEN DE LA REINA .... F ederico de Madrazo destacó muy pronto por su capacidad para representar a sus retratados con gran elegancia, en las poses, en los acabados, en las texturas y calidades, etc. Sus trabajos como pintor de Cámara serían cada vez más significativos. Hacia 1844 ejecuta un retrato de cuerpo entero de la reina Isabel II, conservado en Real Academia de Bellas de San Fernando. En él se aprecia a la joven monarca como legítima heredera de la corona, que aparece junto al cetro en una mesa a su lado. Este cuadro se pinta poco después de su mayoría de edad, con catorce años. El gesto de la soberana es tranquilo, y todo a su alrededor está muy pensado. Destaca el trabajo de las telas, del blanco vestido, así como la calidad de las joyas. Es un modelo muy avanzado para la época, en el que Federico demuestra su conocimiento de la pintura europea y de las nuevas tendencias artísticas. No es de extrañar que tanto M.ª Cristina de Borbón como su hija apostasen decididamente por este pintor frente a otros pintores como Vicente López, que a pesar de su gran calidad de pintor, a sus más de setenta años no podía rivalizar con los nuevos lenguajes. Podemos compararlo asimismo con el retrato realizado por el pintor de Cámara honorario José Gutiérrez de la Vega (Fig. 11), que por los mismos años retrata a Isabel también de cuerpo entero en un modelo más retardatario y con ecos que recuerdan a la pintura de Murillo. El retrato de la Academia se convertirá en el primer modelo oficial de la soberana, realizándose numerosas versiones y copias. El Museo del Romanticismo conserva una de estas versiones, un boceto, depósito del Museo de Prado. Será también Federico de Madrazo el encargado de crear la segunda imagen oficial de la reina, esto es, el retrato que servirá de modelo y que se utilizará para representar a la monarca en las diferentes dependencias oficiales. Esto era costumbre y ya otros pintores habían hecho lo propio con otros reyes, como el valenciano Vicente López, que había creado diferentes retratos oficiales de Fernando VII. Luego estos modelos se repetían en el taller del pintor, o eran reproducidos por otros artistas, ya que la imagen de los soberanos debía estar presente en muchas estancias de todo el país, así como en las embajadas y lugares de representación española fuera de nuestras fronteras. 18 En esta ocasión pintará a la reina vestida de azul con veinte años. La cabeza de serie de este segundo modelo es el óleo conservado en la Embajada de España ante la Santa Sede en Roma. Para Díez es sin duda “el más bello y espectacular retrato de corte de cuantos ejecutara el artista a Isabel II durante su carrera” 17. Es un soberbio retrato en el que de nuevo posa de pie, vestida con traje de raso con volantes. La pose elegante y distinguida, se enfatiza con un rico interior en que destaca una cariátide junto a una puerta. La sala en penumbra y el rojo de los terciopelos contrastan con la luminosidad que desprende la soberana, cuyas carnaciones están tratadas magistralmente. El exquisito trabajo de las telas, los encajes y las joyas completa un retrato de aparato de excepcional belleza. Realizado en 1850, el prototipo se remonta a 1846, cuando ejecuta la versión conservada en el Banco de España en el que la soberana aparece de tres cuartos. Es ese precisamente el modelo que sigue el ejemplar conservado en el Museo del Romanticismo (Fig. 12), adquirido en 2011, y firmado y fechado por el pintor un año antes de la tela romana. Dado que era un retrato de carácter oficial, se pintaron muchas versiones con diferente formato, de calidad desigual también, y con ligeros cambios entre sí. El ejemplar del Museo del Romanticismo muestra a Isabel con la mano izquierda enguantada y apoyada sobre la mesa en que se representan la corona y el cetro. La mano derecha descansa sobre el vestido luciendo la misma pulsera que en el cuadro de la Santa Sede, pero en ese lienzo, la mano izquierda se coloca suavemente en la cintura al tiempo que sostiene un pañuelo en la contraria. Sin embargo, sí que es común en todos estos ejemplares la imagen de una reina de gesto dulce, estilizada y favorecida, como sucederá en todos los retratos que realice el pintor de la soberana. Muestra de la importancia que tuvo este modelo es el gran número de copias que de él se hicieron por diversos artistas. Se conserva en el Museo una copia (Fig. 13) de la mano del sevillano Ángel M.ª Cortellini, pintor de la Real Cámara, junto con el que realizara de su esposo, el rey Francisco de Asís. Existe en la colección del Museo un estudio de la cabeza de la reina atribuido a Federico de Madrazo (Fig. 14) y que guarda gran semejanza con el cuadro conservado en la Hispanic Society de Nueva York. Sin embargo la ausencia de firmas y la técnica abocetada hace que debamos ser cautos a la hora de adscribir este lienzo al pintor. Es destacable, no obstante, el 17 Ídem, p. 220. 19 delicado trabajo de la joyería. Estaría realizado, según la edad que representa Isabel, entre los años 1846 y 1851. A lo largo de su carrera Federico pintó en numerosas ocasiones a la familia real. Ya se ha comentado la importancia que la estampa tiene en estos momentos para difundir las obras de los principales autores. En el caso de los retratos de los miembros de la casa real, la estampa facilitaba aún más la labor de hacer llegar las imágenes de los monarcas a toda la geografía. Así además de las litografías referidas que se integraron en la Colección de Cuadros del Rey, en la colección del Museo se conservan varias estampas. Conocemos además por los documentos personales que escribió el propio Federico, la importancia que éste daba a la elección de los litógrafos, ya que al fin y a la postre eran quienes debían “transcribir” sus obras a la piedra. De la reina se conserva una estampa en la que se la representa dentro de un óvalo orlado en talla dulce por Domingo Martínez Aparici y otra, que combina el buril y el aguafuerte, enmarcada en el toisón, grabado por Antonio Roca (Fig. 15). Del rey se conservan sendas estampas, una de busto, con uniforme, litografiado por Leopoldo López de Gonzalo y una cromolitografía en la que aparece como caballero de la Orden de Calatrava. En 1850 tuvo lugar la muerte de Luis, príncipe de Asturias, hecho que conmocionó a la familia real. La prensa recogió cómo Gutiérrez de la Vega y Madrazo realizan sendos retratos del malogrado niño. Ayer, en las primeras horas de la mañana, los distinguidos pintores de cámara de S. M., D. Federico Madrazo y D. José Gutiérrez de la Vega, rodearon al augusto niño, y de este modo el sitio en que poco antes reinaba la muerte tomó el aspecto de un gabinete de un artista. En medio de aquellas dos notabilidades, el desgraciado príncipe, más que un cadáver parecía el ángel de la inspiración dormido en un lecho de gasa, para escitar [sic] á aquellas dos ricas imaginaciones, que, con el más acerbo dolor, buscaban colores en sus paletas para dar al lienzo las bellísimas y espresivas [sic] facciones del augusto cadáver. Poco podemos decir acerca de los bocetos que en poco tiempo hicieron los Sres. Madrazo y Gutiérrez de laVega, porque hasta ahora no son mas que dos ligeros estadios; pero lo poco que digamos no podrá menos de ser un justo elogio, puesto que, como conocerá cualquiera, se trata de dos artistas que tanto honor hacen á su patria. 20 Invitado por S. M. el Sr. Madrazo, parece que va á hacer un retrato del príncipe de Asturias tal como lo hemos visto en la capilla real, y otro enteramente desnudo. Con autorización de S. M. el rey ha hecho también el mismo retrato el Sr. Gutiérrez de la Vega, pero con distinto objeto, pues que, según dijimos anteayer este artista trazará un interesante asunto, en que, con sus bellos y poéticos pinceles, quede inmortalizada la ascensión al cielo del tierno niño que hoy llora tanto la nación española 18. Los días siguientes la prensa sigue recogiendo testimonios del trabajo del pintor en este cuadro, de cómo gusta a los que lo pueden admirar 19, o rectificando, tras haberse publicado que Federico había tenido de modelo, no el cuerpo sin vida del pequeño, sino el vaciado de cera que el escultor había hecho para ejecutar una escultura que sirviera de recuerdo 20. El magnífico lienzo de Federico de Madrazo se conserva hoy en Patrimonio Nacional. Esta imagen tuvo gran repercusión y también fue litografiada. Existe en el Museo un ejemplar iluminado llevado a la piedra por Bernard-Romain Julien (Fig. 16). Junto con los retratos de la reina, algunos de los más estudiados y exquisitos son los de su hermana, la infanta Luisa Fernanda de Borbón. Se conserva en el Palacio Real un ejemplar de cuerpo entero realmente magistral, en el que el autor hace alarde de sus capacidades técnicas. En ese retrato la duquesa contaba con diecinueve años. A lo largo de su vida Federico pintó en numerosas ocasiones a la duquesa de Montpensier. El ejemplar expuesto en el Museo del Romanticismo (Fig. 17) es anterior al citado, ya que en él, Luisa Fernanda tiene apenas quince años. Viste con una blusa de gasa blanca abullonada, corpiño negro atado con cintas de terciopelo y adorna su cabello con cintas rojas. El colorido es una de las claves de este retrato de pequeño formato en el que azules, blanco, negros y rojos están tratados con gran equilibrio cromático. En el inventario de Madrazo figuran en el año en que está fechado este lienzo, 1847, “Dos retratos, busto, de la Duquesa de Montpensier, para la Reyna Cristina… 3.000 reales” 21. 18 La Época, 16/7/1850, n.º 419, p. 2. 19 El Clamor público. 17/7/1850, p. 3, La Época, 7/8/1850, n.º 439, p. 4 ó El Clamor público. 17/7/1850, p. 3. 20 La Época, 1/8/1850, n.º 433, p. 4. 21 VV. AA., Federico de Madrazo y Kuntz (1815-1894), Op. cit., p. 440. 21 Fig. 11 José Gutiérrez de la Vega Isabel II Óleo / lienzo, 1845 Inv. 871 Sala IV (Salón de Baile) Museo del Romanticismo Fig. 12 Federico de Madrazo Isabel II Óleo / lienzo, 1849 Inv. 7854 Sala IV (Salón de Baile) Museo del Romanticismo 22 Fig. 13 Ángel María Cortellini Isabel II Óleo / lienzo, 1852 Inv. 7117 Vestíbulo San Mateo Museo del Romanticismo Fig. 14 Atribuido a Federico de Madrazo Isabel II joven Óleo / lienzo, 1846-1851 Inv. 1489 Sala II (Antecámara) Museo del Romanticismo 23 Fig. 15 F. de Madrazo (P); A. Roca (G) YSABEL II, REINA DE ESPAÑA Aguafuerte y buril / papel, 1830-1850 Inv. 4451 Museo del Romanticismo Fig. 16 F. de Madrazo (P); B-R. Julien (L) y Lemercier (EL) Retrato del malogrado Príncipe de Asturias D. Luis Lápiz litográfico, iluminado / papel avitelado, 1850 Inv. 4476 Museo del Romanticismo 24 Fig. 17 Federico de Madrazo La Infanta Luisa Fernanda de Borbón Óleo / lienzo, 1847 Inv. 7275 Sala XXIII (Sala de Billar) Museo del Romanticismo 25 8. EL CONSUELO QUE DEBEMOS TENER TODOS ES EL DE LOS TRISTES RETRATUCOS .... ¡Cuándo llegará el día en que se pueda hacer esto en España y que de esa nación se halle en correspondencia artística con las demás naciones civilizadas!, pero el consuelo que debemos tener todos es el de los tristes retratucos. Una vez allí ya no más cuadros de historia, ya lo mismo que si se encerrase uno entre oscuras murallas por donde no penetra jamás la luz artística. En España hubo en un tiempo grande afición a la pintura, pero aquel tiempo voló y voló para no volver, y si hay alguien todavía quien tenga afición no hay quien tenga dinero que para el caso es lo mismo 22. A unque la vocación de Madrazo no era el género del retrato sino la pintura de composición, es evidente que la fama de Federico de Madrazo fue mucho más allá de las paredes de palacio, y pronto las más notables personalidades le pedirían ser inmortalizadas por sus pinceles. La amplia lista del inventario de pinturas que realizó, contabilizando de memoria los que había hecho desde 1842, esto es, desde su vuelta a España, nos da idea de lo solicitado que estaba. Conviene apuntar aquí que estas anotaciones suelen venir acompañadas de los rasgos básicos que condicionarían el precio, ya que los retratos más caros eran los de cuerpo entero, mientras que los de busto eran los más asequibles. Dada la dificultad que ofrecía pintar las manos, los retratos de busto con manos eran más caros que los anteriores. Uno de los retratos más tempranos apuntados en su inventario con el número 84, de los que se conservan en el Museo es el de Fernando Álvarez Martínez (Fig. 18). Aparece como “retrato de busto con manos y de uniforme” y habría cobrado por él 3.000 reales 23. Firmado y fechado en 1849, destaca por el trabajo preciosista en la reproducción de las calidades y los acabados, sustentado en un firme dibujo. Pero además Madrazo va más allá, realizando un acercamiento psicológico del retratado y mostrándonos su carácter altivo. 22 MADRAZO, F. DE, Op. cit., p. 102, Carta a José de Madrazo, París, 27/04/1838. 23 Ídem, p. 442. 26 Para que el retrato lo sea verdaderamente, es preciso que no sólo se parezca al modelo, sino que tenga carácter –es decir: que no sea el retrato, sino el mismo retratado 24. Fernando Álvarez Martínez fue ministro de Gracia y Justicia y presidente del Congreso de los Diputados. Obtuvo el grado de capitán, cuyo uniforme luce en este lienzo, por sus campañas en la primera Guerra Carlista. Además fue uno de los fundadores de la Real Academia de Ciencias Políticas. El derrocamiento de Isabel II en 1868 con motivo de la revolución conocida como La Gloriosa supuso el punto de inflexión en la carrera del capitán, que tras este hecho se alejó definitivamente de la vida política. Su necrológica, muestra rasgos de su personalidad que el pintor ha captado: Su nombre inspiraba respeto. […] puso de manifiesto la entereza de su carácter y la inquebrantable rectitud de sus principios legales y morales. Él es quizá el único que de medio siglo á esta parte ha usado por dos veces la antigua nobilísima fórmula «Se obedece, pero no se cumple,» fórmula que entre frases de respeto hizo adoptar al tribunal á propósito de una ley primero y de una Real resolución después 25. El cuadro fue legado al Museo en 1956 por una nieta del militar, la cual legó también la soberbia escultura en plata La Justicia, que fue un regalo de la fábrica de Platería Martínez a la villa de Medina de Pomar, localidad de la que era oriundo el político. Por aquella época debió pintar también retrato de busto de uno de los grandes actores de la época, Julián Romea (Fig. 19). Este cuadro no aparece en el inventario, aunque sí figura uno pintado en 1842 conservado en el Museo de Historia de Madrid. El ejemplar del Museo del Romanticismo debió pintarse, teniendo en cuenta la apariencia del efigiado, entre 1845 y 1850. Aparece vestido con levita y luciendo dos grandes patillas y bigote con guías rizadas, como estaba caracterizado para uno de sus más célebres personajes en la obra Un hombre de mundo, de Ventura de la Vega. Se cree que este óleo fue un regalo de la reina Isabel al ministro Luis González Bravo con motivo de su enlace con Joaquina, una de las hermanas del afamado actor. Hasta su compra en 1964, este cuadro se mantuvo en la familia del político. 24 Estas palabras las escribe Madrazo en su agenda, tal como se transcribe en Federico de Madrazo (1815-1894), Catálogo de exposición, Madrid, Museo Romántico, 1994, p. 110. 25 La Unión, 12/11/1883, p. 2. 27 Federico de Madrazo fue muy longevo y se dedicó a pintar prácticamente hasta el final de su vida. Tras el derrocamiento y exilio de la reina, acaecido en 1868, Madrazo continuó con sus labores institucionales no sin altibajos –se quejó en ocasiones del trato que se le dio tras ese suceso– y sus dotes de pintor serían siendo estimadas y reclamadas por los sectores más privilegiados de la sociedad. Hay que tener en consideración también que si años atrás la pintura de Federico había formado parte de la modernidad europea, ahora avanzaban ya nuevos lenguajes que desarrollaban los artistas más jóvenes y que al pintor le resultaban ya ajenos. Eso no le impidió experimentar esos nuevos códigos, aunque eso sí, en su más profunda intimidad, pintando a sus hijos y familiares. Para el gran público, el maestro seguía fiel a su estilo, incorporando sutiles ecos de modernidad, sin que su capacidad y alardes técnicos dejaran de deslumbrar a sus clientes. De la década de los 70 del siglo XIX se conservan en el Museo del Romanticismo excelentes pinturas. La primera de ellas inmortaliza a Pablo Gozalvo (Fig. 20), el que fuera discípulo de Madrazo y que asistía a su obrador. Gozalvo se especializó en paisaje y desde 1868 fue nombrado catedrático de Perspectiva de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Para González, éste óleo no representaría al pintor zaragozano, que nacido en 1827 contaba en ese año con cuarenta y seis años, sino que se correspondería con las anotaciones que Madrazo recoge en el año en que está firmada la obra, dentro de las que había regalado o conservado en su poder: “162. Retrato busto, de Rivera, en mangas de camisa 1873” y “163. Retrato busto de Gonzalvez, id. id. 1873” 26. Así González cree que podría tratarse de Gonzálvez, que aparece en repetidas ocasiones en sus agendas y que podría corresponderse con el pintor alicantino José Gonzálvez Martínez, nacido en Elche en 1837 27. Sin embargo, nos decantamos más por la atribución de este personaje a Gonzalvo, tal como apuntó Mariano Madrazo López de la Calle 28 y posteriormente José Luis Díez 29. Así, no correspondería con el los números 162 ó 163 del inventario de piezas que conserva, sino con el 163-R, “El pintor Pablo Gonzalvo”, que habría sido un regalo, tal como indica la letra “R” que acompaña al número. 26 VV. AA., Federico de Madrazo y Kuntz (1815-1894), Op. cit., p. 468 27 VV. AA, Federico de Madrazo y Küntz (1815-1894), Op. cit., p. 194 y Federico de Madrazo (1815-1894), Catálogo de exposición, Madrid, Museo Romántico, 1994, p. 126. 28 VV. AA., Federico de Madrazo (1815-1894), Catálogo de exposición, Madrid, Museo Romántico, 1994, p. 126. 29 VV. AA., Federico de Madrazo y Kuntz (1815-1894), Catálogo de exposición, Madrid, Museo del Prado, 1995, p. 468. 28 En 1877 retrata a Rafael Ferraz (Fig. 21) y lo recoge en su minucioso inventario, por el que sabemos que cobró 4000 reales. Fue un político y financiero, descendiente de familia militar. En 1895 la regente María Cristina de Habsburgo le concedió el título de duque de Amposta. Dos de los retratos más representativos son los del duque de Rivas y su esposa, una pareja de retratos de gran calidad. El primero en pintarse fue el de María Encarnación Cueto (Fig. 22), en 1878, que aparece en el inventario del artista con el número 339 descrito como “Retrato con manos de la Duquesa de Rivas, Madre, con mantilla. 10.000 reales” 30. Destaca en este retrato el uso de los exquisitos negros que Madrazo utilizaba con evidente maestría, como puede observarse en tantos lienzos suyos. Aunque pintado con algún año de diferencia, entre 1881 y 1882 ejecuta el lienzo de su marido, el célebre escritor Ángel María Saavedra (Fig. 23), que había obtenido un gran reconocimiento por obras como Don Álvaro o la fuerza del sino. Diplomático, militar, pintor, el escritor había fallecido años antes, en 1865. Lo cierto es que debido a la fama del literato, eran numerosas las fotografías que de él se conservaban y pudieron servir de modelo a Madrazo, quien además lo había retratado ya en una ocasión, en 1835, para la semblanza que Eugenio Ochoa dedicó al duque de Rivas en El Artista, por lo que las facciones no le eran desconocidas. El aire elegante y distinguido del duque, los atributos con los que le representa, el cromatismo, hacen de este cuadro un retrato masculino de gran exquisitez. Tal como figura en el inventario el lienzo fue pintado para el hijo del noble: “359. Retrato con manos, del difunto Duque de Rivas, Para su hijo el Marqués de Viana…10.000” 31. El lienzo más tardío de Federico de Madrazo que se conserva en el Museo del Romanticismo es precisamente el de un miembro de su familia, su sobrina Mercedes Madrazo y Rosales (Fig. 24). Cuadro de pequeño formato, se observan en él, aunque vagos, los adelantos estilísticos y formales que, como se ha señalado, el pintor solo utilizó en los retratos de sus más allegados. Destaca la luminosidad del fondo neutro, que está trabajado con una pincelada más suelta de lo habitual, en contraste con el magnífico uso de los tonos oscuros. Esta obra figura en su inventario dentro de los cuadros que regaló el pintor 32. 30 Ídem, p. 456. 31 Ibídem. 32 Ídem, p. 470. 29 Los retratos infantiles eran generalmente poco agradecidos para los pintores. Los niños no eran los modelos más pacientes, y las proporciones de los menores a menudo eran mal interpretadas por aquellos no muy diestros en los pinceles. Por ello, destacaron en el retrato infantil artistas de la talla de Federico de Madrazo o Antonio María Esquivel. De Federico destaca como obra cumbre en este sentido el retrato que hace de sus hijos Luisa, Rosa y Raimundo, conservado en las colecciones de la Comunidad de Madrid. Cerramos este recorrido por los cuadros del gran maestro decimonónico que se conservan entre los muros del Museo del Romanticismo con dos obras de gran belleza, dos retratos de sendas niñas. Una de ellas es María Bosch de la Presilla (Fig. 25), hija de un amigo del pintor, Pedro Bosch i Larrús, marchante de origen catalán que se trasladó a Madrid y cuyo retrato también hizo el pintor (actualmente conservado en el Museo de Historia de Madrid). Abogado y político, se debe a Pedro Bosch la fundación de la colonia del Puente de Vallecas para obreros y empleados del ferrocarril. Podría tratarse de un regalo a su padre, aunque se desconoce ese dato, ya que no figura en el inventario de pinturas. Federico de Madrazo apuntó en su agenda en 1858 la muerte de Soledad de la Presilla, a la sazón madre de la retratada que como tarde habría de nacer en ese año. Por tanto la joven debería tener casi veinte años en el momento en que se rubrica este óleo. Desconocemos si por este motivo señala González la posibilidad de que este lienzo fuera comenzado por Luis de Madrazo o alguno de sus colaboradores y concluido por Federico, quien firma y data la obra en 1875. Menos distante aparece la niña del otro retrato infantil (Fig. 26), con el ceño ligeramente fruncido y los labios apretados. Es un cuadro de singular belleza, de gran luminosidad. Adquirido en 2007, según figura en el catálogo de la casa de subastas en que fue vendida, podría tratarse de María Teresa Madrazo y Madrazo, hija de Luisa (la primogénita de Federico) y Luis de Madrazo, con quien se casó en 1862. Sin embargo, no podemos comprobar este extremo ya que la obra no está firmada ni fechada, ni aparece en el inventario del autor. Puede que Madrazo no disfrutase de la pintura de retrato y que toda la vida anhelase dedicarse a la composición. Lo cierto es que aunque fuera por la imposición del momento, nos ha dejado algunos de los más bellos retratos del siglo XIX y su nombre quedará grabado como uno de los grandes maestros de este género. 30 Fig. 19 Federico de Madrazo Fernando Álvarez Martínez Óleo / lienzo, 1849 Inv. 561 Sala XXII (Despacho) Museo del Romanticismo Fig. 18 Federico de Madrazo El actor Julián Romea Óleo / lienzo, 1845-50 Inv. 1577 Sala XVIII (Sala de Literatura y Teatro) Museo del Romanticismo 31 Fig. 20 Federico de Madrazo Pablo Gozalvo Óleo / lienzo, 1873 Inv. 2500 Sala XX (Gabinete) Museo del Romanticismo Fig. 21 Federico de Madrazo Rafael Ferraz, duque de Amposta Óleo / lienzo, 1877 Inv. 1809 Museo del Romanticismo 32 Fig. 22 Federico de Madrazo María Encarnación Cueto de Saavedra, duquesa de Rivas Óleo / lienzo, 1878 Inv. 2058 Sala IV (Salón de Baile) Museo del Romanticismo Fig. 23 Federico de Madrazo Ángel de Saavedra, duque de Rivas Óleo / lienzo, 1881-1882 Inv. 2059 Sala IV (Salón de Baile) Museo del Romanticismo 33 Fig. 24 Federico de Madrazo Mercedes de Madrazo y Rosales Óleo / lienzo, 1887 Inv. 1808 Museo del Romanticismo Fig. 25 Federico de Madrazo María Bosch de la Presilla Óleo / lienzo, 1875 Inv. 1492 Sala XXIII (Sala de Billar) Museo del Romanticismo 34 Fig. 26 Federico de Madrazo Retrato de niña Óleo / lienzo, ca. 1870 Inv. 7323 Sala XIV (Sala de Juego de Niños) Museo del Romanticismo 35 9. BIBLIOGRAFÍA .... GONZÁLEZ, C., Federico de Madrazo y Küntz (1815-1894), Barcelona, Subirana, 1981. MADRAZO, F., DE, Epistolario, Madrid, Museo del Prado, 1994. OCHOA, E. “D. Federico de Madrazo y Kuntz” en Galería de Españoles célebres contemporáneos ó Biografías y Retratos de todos los personages distinguidos de nuestros días en las ciencias, en la política, en las armas, en las letras y en las artes, t. VI, Madrid, Imprenta Ignacio Boix, pp. 91-127. VV. AA., Federico de Madrazo (1815-1894), Catálogo de exposición, Madrid, Museo Romántico, 1994. VV. AA., Federico de Madrazo y Kuntz (1815-1894), Catálogo de exposición, Madrid, Museo del Prado, 1995. VV. AA., Federico de Madrazo y Küntz (1815-1894), Catálogo de exposición, Zaragoza, Cajalón, 1995. VV. AA., Los Madrazo: una familia de artistas, Catálogo de exposición, Madrid, Museo Municipal, 1985. VV. AA., Museo del Romanticismo. La colección, Madrid, Ministerio de Cultura, 2011. Fotografías: Museo del Romanticismo Coordinación: M.ª Jesús Cabrera Bravo Diseño y maquetación: M.ª Jesús Cabrera Bravo y Álvaro Gómez González 36 LA PIEZA DEL MES EN LAS REDES DEL MUSEO .... En nuestro canal de Youtube, podéis encontrar todos los meses un resumen de la pieza analizada, en la que su propio autor explica los detalles más interesantes: Canal de Youtube del Museo del Romanticismo: Piezas del mes Trimestralmente dedicamos un día a tuitear de modo monográfico las curiosidades más destacadas relacionadas con la pieza del mes en nuestra cuenta @MRomanticismo Este trimestre, dedicaremos el jueves 24 de septiembre 2015 a relatar la vida y obra de Federico de Madrazo y su reflejo en las colecciones del Museo, con la etiqueta #Madrazo Pincha aquí para descubrir la galería fotográfica “Federico de Madrazo en las colecciones del Museo del Romanticismo” 37 LA PIEZA DEL TRIMESTRE. CICLO 2015 .... Primer trimestre: enero – marzo Roberto Muñoz Martín MANUEL BARRÓN, CONTRABANDISTAS EN LA SERRANÍA DE RONDA, 1849 Segundo trimestre: abril – junio Raquel Sigüenza Martín ANTONIO M.ª ESQUIVEL, AGAR E ISMAEL EN EL DESIERTO, 1856 Tercer trimestre: julio - septiembre Carolina Miguel Arroyo FEDERICO DE MADRAZO EN EL MUSEO DEL ROMANTICISMO Cuarto trimestre: octubre - diciembre Nuria Lázaro Milla y Jennifer Carrera Jiménez LA JOYERÍA CONMEMORATIVA EN EL MUSEO DEL ROMANTICISMO 38 39 Pieza del trimestre OCTUBRE - DICIEMBRE 2015 Alhajas para el recuerdo: joyería y luto en el Museo del Romanticismo Jennifer Carrera Jiménez (historiadora del Arte) y Nuria Lázaro Milla (historiadora del Arte y especialista en joyería del siglo XIX) 1 ÍNDICE …. 1. El hombre y la muerte. El luto y el duelo 2. La muerte y el individuo. Tres formas de acercarse al deceso 3. El siglo XIX. Una nueva sensibilidad El luto y la etiqueta El recuerdo tras la muerte 4. Joyas para el luto en la colección del Museo del Romanticismo Joyería realizada con cabello humano Guardapelos Joyería negra: esmalte, ónix, azabache y sus imitaciones 5. Bibliografía 2 1. EL HOMBRE Y LA MUERTE. EL LUTO Y EL DUELO .... JENNIFER CARRERA JIMÉNEZ Historiadora del Arte Mi alma es demasiado débil: la mortalidad carga su peso sobre mí como un letargo impuesto, y cada imaginado pináculo y abismo de tormento divino dice que he de morir como un águila enferma que mira hacia los cielos. E John Keats, Al ver los mármoles de Elgin 1. l ser humano es consciente de su propia finitud. La muerte como fenómeno biológico es un hecho indiscutible, inherente a los seres vivos y cuyo proceso no ha variado a lo largo de los siglos. Sí ha cambiado, sin embargo, el modo en que el hombre la entiende, la acepta y se enfrenta a ella. Antes de desarrollar el tema, debemos establecer la diferencia entre dos conceptos esenciales: duelo y luto. Según la RAE, el duelo (derivado del latín dolus, dolor) significa: 1. Dolor, lástima, aflicción o sentimiento. 2. Demostraciones que se hacen para manifestar el sentimiento que se tiene por la muerte de alguien. 3. Reunión de parientes, amigos o invitados que asisten a la casa mortuoria, a la conducción del cadáver al cementerio, o a los funerales. 4. Fatiga, trabajo 2. Luto (derivado del latín luctus, dolor, aflicción.): 1.Signo exterior de pena y duelo en ropas, adornos y otros objetos, por la muerte de una persona. 2. Vestido negro que se usa por la muerte de alguien. 3. Duelo, pena, aflicción 3. Aunque en su origen latino ambos conceptos tengan el mismo significado de dolor, con el paso del tiempo adquirieron unos matices diferentes. El duelo hace referencia a los sentimientos y al dolor que produce la pérdida de un ser querido. Abarca las respuestas físicas y psicológicas que conlleva este hecho. El luto, por otro lado, es el conjunto de manifestaciones exteriores, basadas sobre todo, en la ropa y en los accesorios, y está sujeto a una serie de normas sociales, variables, más o menos tipificadas que el hombre ha creado para mostrar su situación y su aflicción. Tal vez, el ejemplo de elemento de luto más reconocible sea 1 KEATS, J., Odas y Sonetos, Traducción de Alejandro Valero, Madrid, Orbis Fabbri, 1997, pág. 85. 2 Real Academia Española, definición de “duelo” <http://lema.rae.es/drae/srv/search?key=duelo>, [08/03/2015] Real Academia Española, definición de “luto”, <http://lema.rae.es/drae/srv/search?id=e2vqryR8hDXX2f6aExNi>, [08/03/2015] 3 3 el uso del color negro. La oscuridad se ha asociado a la muerte ya en los textos clásicos: las Moiras, divinidades griegas, asimiladas en Roma como las Parcas, eran tres hermanas, hilanderas, encargadas de tejer el destino de los hombres; cuando el hilo era cortado, llegaba la muerte. Hesíodo las identificó como hijas de la Noche, es decir, de la oscuridad 4. También hijas de la Noche y, por lo tanto hermanas de las Moiras, eran las Keres, genios relacionados con el sino y con la muerte; estos seres malignos fueron descritos como “las Keres oscuras de la muerte” por el poeta Tirteo de Esparta (siglo VII a.C.) 5 y retratadas como “sombrías” en el poema El escudo de Heracles, texto históricamente atribuido al propio Hesíodo 6. Así pues, observamos una temprana asociación entre la muerte y la oscuridad. Este color ha sido aceptado por todo occidente, salvo algunas excepciones locales y temporales, como el símbolo del luto y del dolor. En España, el negro fue tomado por Felipe II como símbolo de austeridad y grandeza, siguiendo la moda de la corte de Borgoña y posteriormente fue asignado como color de la muerte (en la Edad Media lo era el blanco, tal vez por comparación con la palidez de la muerte), consolidado por una pragmática emitida por el mismo rey en 1565 y ratificada en 1593, que no fue modificada hasta 1723. Entretanto, se crearon leyes, promulgadas en bandos que asentaron las normas del luto en el reino 7. Este ejemplo nos ayuda a entender el fuerte carácter social y de construcción que tiene el luto, ritual que tiene una especial importancia en la muy normativizada sociedad del siglo XIX. Teniendo en cuenta esta distinción, ahora sí podemos empezar a desarrollar nuestro tema. Las evidencias arqueológicas han situado hace unos cien mil años (con el Homo Sapiens) la aparición de los primeros enterramientos de carácter ritual 8, aunque las últimas investigaciones parecen demostrar la evidencia de un pensamiento abstracto en el Neandertal así como la existencia de objetos de carácter funerario y ceremonial. Obviando esta discusión, nos basaremos en las muestras de nuestra especie que, ya en los albores, se sabe, comienza a darle un sentido trascendental a la muerte; lo muestran los hallazgos de huesos pintados o de objetos junto a los lugares de enterramiento que, sin duda, debieron de ser dispuestos de modo consciente como ajuar funerario. También llama la atención el encontrar enterramientos familiares, como si los vínculos de unión no se rompieran tras la desaparición física. A lo largo de la historia y en diferentes territorios encontramos estas muestras, que sirven de enterramiento y, lo que es más importante, de despedida y conmemoración de los fallecidos. Esto es debido a la angustia universal que la muerte causa en el hombre; todos hemos de morir, somos conscientes de ello y más o menos cada uno nos hemos enfrentado a la pérdida de un ser cercano. Ante esta experiencia, inevitable pero desconocida y que nos llena de terror, hemos desarrollado unos mecanismos de defensa, creencias y ritos que si bien no pueden paliarla, al menos sí mitigar sus efectos. Estas ceremonias lejos de ser meros rituales vacíos (aun cada una dentro de sus propias normas sociales), encierran diferentes sentidos. 4 FALCÓN MARTÍNEZ, C.; FERNÁNDEZ GALIANO, E., y LÓPEZ MELERO, R., Diccionario de mitología clásica, vol. 2 (I-Z), Madrid, Alianza Editorial, 2004, pág. 421. 5 Tirteo, 11 8D. En NAVARO, J.L. y RODRÍGUEZ, J.M., Antología temática de la poesía lírica griega, Madrid, Ediciones Akal, 1991, pág. 139. 6 HESÍODO, Poemas hesiódicos, Madrid, Ediciones Akal, 1990, pág. 125. 7 ORTIZ, J. A., “Vestirse para la muerte. El luto y el tejido funerario en las colecciones del CDMT” en Datatèxtil, núm. 26, 2012 <http://www.raco.cat/index.php/Datatextil/article/view/275107/364199> [12/11/2014] 8 ENCINAS GUZMÁN, M. R., “Estudio antropológico del comportamiento ante la muerte: humanidad e inhumanidad”, en Auriensia, vol. IV, 2009, pp. 293-328 <dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/3082591.pdf> [12/11/2014] 4 En primer lugar, actos como el velatorio o el mantener el cuerpo sin enterrar un tiempo prudencial sirvieron para certificar la muerte. Es muy comprensible, en un tiempo en el que la ciencia médica aún no estaba muy desarrollada, el miedo a ser dado por muerto erróneamente estaba muy extendido. El invento del estetoscopio, en la primera mitad del siglo XIX, fue un avance decisivo en este sentido. Por otro lado, estos ritos, ya sean religiosos o paganos, han cumplido la función de facilitar la llegada del difunto a su lugar de destino (pensemos en el elaborado ritual de la muerte de los antiguos egipcios o en los enterramientos romanos) y a mantenerse allí, evitando que el muerto apareciera y perturbara a los vivos. Esto nos lleva a un punto interesante, la creencia en la continuidad de la vida más allá de la muerte física, tema que desarrollaremos más adelante. Por último, y tal vez el aspecto que más nos importa en nuestra investigación, es comprender esta serie de ceremonias como una despedida digna y decorosa para el difunto y un medio para compartir este acontecimiento, así como el dolor con la comunidad; se puede ver, entonces, como un medio terapéutico, que ayuda a aceptar lo ocurrido y prepara a los supervivientes para facilitar su adaptación y a entender que deben seguir adelante. También fomentan los lazos de solidaridad, al acompañar y ayudar a quienes han sufrido la pérdida, durante tan duro trance. 5 2. LA MUERTE Y EL INDIVIDUO. TRES FORMAS DE ACERCARSE AL DECESO .... L a muerte nunca nos ha dejado indiferentes, siempre hemos reaccionado ante este acontecimiento, pero nuestra respuesta ha variado a lo largo del tiempo. La antropología de la muerte se ha encargado del estudio de este tema y dentro de ella el acercamiento más interesante sea, quizás, el de Philippe Ariès, quien se basó en fuentes históricas y literarias para su estudio El hombre ante la muerte. Es cierto que se le ha criticado su limitación a nuestra sociedad occidental pero es un estudio idóneo para este trabajo, que se centra en la sociedad de la religión cristiana, que ha tratado de ofrecer un consuelo al hombre, garantizando la vida eterna a aquellos que se la hayan ganado. Ariès estableció tres grandes etapas de aceptación de la muerte, basadas en el grado de individualidad 9: La muerte domada. Hasta el siglo XIV. Aceptada como el destino colectivo de todos. No era un acontecimiento individual pues la pérdida de un miembro afectaba a la comunidad entera y suponía una desgracia para esta. Era anunciada con el tiempo necesario para ser asimilada y realizar la escena de los “adioses” (La muerte repentina o súbita se veía como una maldición) en la que participaba la comunidad, los niños incluidos. Era un ritual sometido a normas donde se mostraban grandes signos de dolor ante la pérdida de un ser necesario para la sociedad. La muerte propia, que se extiende hasta el siglo XVIII. Coincide, según el historiador francés, con el nacimiento del culto a la individualidad. La muerte es el momento idóneo para optar por la salvación. Los enterramientos en las inmediaciones o incluso dentro de las iglesias, que habían comenzado en la etapa anterior, se multiplican ahora, asociados a la idea de la resurrección de los cuerpos y la salvación de las almas. Las iglesias, a pesar de los numerosos intentos de prohibición, se convierten en auténticos cementerios, donde reposan los muertos, con la esperanza de ser beneficiados por la cercanía de los santos y las reliquias de éstos contenidas en los edificios así como por las oraciones allí pronunciadas. La muerte ajena emerge en el siglo XVIII con el nacimiento del Romanticismo y vinculada a una profunda transformación de la afectividad, que se verá plenamente instalada en el siglo XIX. La muerte se entiende como un hecho atroz y violento que supone la pérdida de un ser querido y por lo tanto, inaceptable por el dolor que causa, por lo cual, el hombre se rebela ante el Dios que lo ha permitido. Va a ser representada y exaltada en múltiples ocasiones en el arte y la literatura, a veces, con un matiz casi erótico. 9 ARIÈS, P., El hombre ante la muerte, Madrid, Taurus, 1999. 6 Es la etapa que vamos a examinar en detalle y que precede a nuestro tiempo, aún se moría en el hogar y la muerte era aceptada. Hoy en día, y debido a la medicalización de esta, se fallece en el hospital, el muerto es rápidamente trasladado a un tanatorio y enterrado cuanto antes. Gracias a la medicina, hemos ocultado la muerte, un proceso que siempre había sido tan cercano y doméstico, se ha alejado, cuanto más mejor, y ha llegado a ser tabú. 7 3. EL SIGLO XIX. UNA NUEVA SENSIBILIDAD .... D urante el siglo XIX se asienta, como hemos presentado, una nueva forma de aceptación de la muerte o, mejor dicho, de no aceptación. No se trata de una negación del hecho físico, no, eso corresponde más bien a nuestros días; es, en realidad, una respuesta ante la imposibilidad de soportar el dolor que conlleva la pérdida del ser querido. La nueva sensibilidad romántica, fraguada durante la centuria anterior y completamente asimilada ya, enfatizaba los vínculos de unión, tanto de amistad como de amor. Durante este siglo se consolidó la idea de la familia nuclear (reducida a padre e hijos y, tal vez, abuelos) en la cual se enseñaban los valores del cariño paterno-filial; todo esto condujo a la exaltación de los sentimientos y a la muestra, tipificada por la sociedad, de estos. Disponemos de numerosos ejemplos que muestran la vida hogareña de una familia burguesa de la época, como en la obra de este Museo La familia de Jorge Flaquer, de Joaquín Espalter. El padre, un banquero afincado en Madrid, es la cabeza de la familia, fuente de las normas y de la riqueza de todos; a su lado y en pie, el hijo, quien debe seguir los pasos de la figura paterna en la esfera pública. Las mujeres, en perfecta simetría, pertenecen al hogar como bien lo muestran sus actitudes: una de las hijas sentada al piano, la otra (que, en un gesto cariñoso, apoya su mano en las piernas de la madre), sostiene un libro. Es una escena tranquila, e incluso sobria, de una familia burguesa del Madrid del siglo XIX, pero si observamos atentamente podemos hablar de la situación social de la mujer de entonces. Joaquín Espalter y Rull La familia de Jorge Flaquer Óleo / lienzo, 1840-1845 Inv. CE0111 Sala XI (Comedor) Museo del Romanticismo 8 Se le ha descrito en tratados de la época como el “ángel del hogar” 10, haciendo referencia a la esfera en la cual se desenvolvía, esencialmente doméstica. Si bien el hombre pertenecía al mundo social por su trabajo, sus amistades, la política… La mujer era la encargada de mantener el orden en su propia casa. Esto incluía la educación moral de los hijos pero también tenía una vertiente casi simbólica: la mujer como la contenedora y transmisora de los valores propios de la burguesía, la moral y, en definitiva también, del recuerdo (y, por ello, portadora del luto). La esperanza de vida en el siglo XIX era inferior a la de hoy en día y se comprendía como un hecho más cercano y natural. La muerte infantil era muy elevada. El objetivo del luto era recordar a la persona más allá de la muerte, debido a la inmensa pena producida por la pérdida física. Las mujeres fueron las dedicadas a mantener el recuerdo. Ya hemos explicado que el duelo es la serie de efectos psicológicos causados tras la pérdida de algo o alguien querido. Hoy en día podemos considerar hasta morbosas las muestras de dolor prolongadas tras una pérdida; está demostrado por la psicología, sin embargo, que esta nueva tendencia a reprimir los sentimientos (obligados por la presión de nuestros días) puede llegar a provocar un duelo patológico. Las muestras de dolor, que hoy reservamos para nuestra propia casa, se enfatizaron durante el Romanticismo, cuando el sentimiento dominaba la conducta. Tenían un carácter más social, puesto que el superviviente, sobre todo en el caso de la mujer y más si se trataba de una viuda, necesitaba de la ayuda de sus semejantes, al quedar en muchas ocasiones desamparada. El luto y la etiqueta El siglo XIX estaba regido por una serie de estrictas reglas sociales que marcaban diferentes aspectos de la vida, quizás más laxas para las clases más bajas, pero que debían ser cumplidas si alguien quería ser respetado en la sociedad, algo de suma importancia entonces. Por ello existían una serie de etiquetas que dictaban cómo vestir, cómo comportarse, etc. El luto no era llevado de igual manera por hombres que por mujeres. Era de esperar que un varón, al perder a un ser querido, se reincorporase lo antes posible a la sociedad, para la cual era alguien necesario; el luto podía reducirse a la introducción de un crespón negro o unos botones en su vestimenta. Si quien había fallecido era su esposa, era comprensible que pronto buscase otra compañera, que le proporcionase lo esencial en su vida hogareña. No ocurría así con la mujer. Si ésta perdía a un ser querido debía guardar el debido luto, que era diferente según el nivel de parentesco y del tiempo transcurrido tras el fallecimiento. De este modo, la mujer además de cumplir una aparatosa puesta en escena, ayudada por una serie de ropajes, debía desaparecer durante un tiempo de la vida social, al menos en la etapa del luto estricto, excepto en las primeras visitas de rigor. El traje, por su parte, era una muestra más del pesar producido por la pérdida, así como un modo de “reconocimiento social”, pues la hacía digna de respeto y, se esperaba, debía ser ayudada por la comunidad. 10 Así tituló su estudio la escritora María del Pilar Sinués de Marcos, publicado por primera vez por Librerías de A. de San Martín, Madrid, 1881 y cuyo texto puede ser consultado en la biblioteca virtual del Instituto Cervantes <http://www.cervantesvirtual.com/obra/el-angel-del-hogar-estudio-tomo-primero--0/> [01/12/2014] 9 Tanto las etapas del duelo como las vestimentas asociadas a ellas estaban regidas por reglas sociales, transmitidas por medio de manuales de urbanidad 11 y publicaciones dedicadas a la mujer de quien se esperaba debía guardar el debido decoro, según su posición social y la situación en que se hallase. Una serie de normas escritas marcaban cómo actuar dentro de la respetabilidad, y por supuesto, el luto tenía sus reglas de etiqueta. La duración dependía del rasgo de parentesco: de uno a dos años por esposos, padres e hijos; un mínimo de seis meses por abuelos y hermanos; y unos tres meses en el caso de la muerte de tíos y sobrinos. El de la viuda era el más prolongado, con un luto estricto de al menos dos años. Durante este tiempo, no se podían recibir ni devolver visitas, excepto las del pésame en los primeros días y no se podía asistir a los eventos de la sociedad; la vestimenta (código lingüístico inequívoco) debía ser austera, de color negro y ausente de adornos, excepto aquellos de materiales oscuros como el azabache, la ebonita, el cristal negro o, como luego desarrollaremos, las joyas de recuerdo hechas con pelo. El luto, entonces, debía extenderse en el tiempo, más allá del entierro y el doliente debía evitar ser visto en sociedad así como dar muestras de alegría: el aspecto debía concordar con la gravedad de la situación. A esta primera etapa, más rigurosa, le sucedía el luto medio, también conocido como “alivio” en el que ya se podía introducir algún color discreto como el gris, el blanco o el morado, así como joyas sencillas. Los manuales de la época establecían las normas y las revistas ilustradas ayudaban a difundir los vestidos y los accesorios, también sujetos a los vaivenes de la moda. En España (como en el resto de Europa y en América), publicaciones como La Ilustració Catalana, La Moda Elegante o La Guirnalda publicaban entre sus páginas ejemplos de etiquetas para funerales, figurines de indumentaria y ejemplos de joyas de luto. Mantener el luto conllevaba un gasto económico que no todas las clases sociales se podían permitir, por lo que algunas mujeres llegaban a teñir de negro los vestidos que ya tenían. Algunas revistas publicaban también grabados en los que explicaban cómo hacer tu propio vestido de luto. La Revolución Industrial, sin embargo, ayudó a abaratar los costes, al fabricar con nuevos materiales económicos y crear los objetos de un modo más mecánico, por lo que se podía satisfacer la demanda del mercado, de un modo más democrático. La ebonita es el gran ejemplo de esta transformación. La máquina de coser, por su parte, se inventó hacia la década de los años setenta, disminuyendo así el precio de los productos textiles. Surgieron además grandes almacenes que ofrecían las novedades que exigían tanto moda como etiqueta 12; en 11 Como uno de los que nos han servido de base, el estudio de MATA GARCÍA, J. DE., La urbanidad deducida de sus principios más ciertos y civilizadores aplicados a todas las circunstancias de la vida. Almería, Imprenta de D. Joaquín Robles Martínez, 1885. 12 CATALÁ BOVER, L., “La indumentaria de luto a finales del siglo XIX y principios del XX”, en Congreso Internacional “Imagen y apariencia”, Universidad de Murcia, 2009. <http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2928668> [01/12/2014] 10 París nació la Grande Maison de Noire mientras que en Inglaterra a este sector se le conoció como Maison de Deuil. Además de las casas y los comercios especializados en este tipo de artículos, hubo grandes firmas de moda, como The House of Worth (ya en la segunda mitad del siglo XIX) que confeccionaron objetos para el luto. La oferta era variada: mantillas, velos, guantes, sombrillas, todas de color negro, dispuestas para satisfacer la demanda de estos objetos, según el nivel adquisitivo del comprador. Así, el traje de luto se convirtió, además de una muestra de dolor y de respeto ante la muerte, en un símbolo de estatus social del portador, algo indispensable en una sociedad tan jerarquizada y basada en la imagen externa como la del siglo XIX. Históricamente, se ha interpretado el luto como un modo de opresión hacia la mujer pero esa puede ser una visión muy simplista. Si bien el luto estaba impuesto por la sociedad, también se puede pensar en ello como un desahogo y un mecanismo de defensa tanto desde una vertiente psicológica como sociológica. El recuerdo tras la muerte Existían numerosos espacios para la memoria: el hogar, el propio cuerpo de la mujer, la memoria de los supervivientes, el cementerio, etc. La casa podía convertirse en un lugar de rememoración de los muertos, gracias a los retratos, a las obras de costura hechas por mujeres (genealogías, que decoraban las paredes de los hogares, por ejemplo, en el mundo anglosajón) 13. La producción poética, tanto de personas anónimas como de escritores consagrados, también son una muestra del sentir de la época. Rosalía de Castro nos legó el conmovedor poema dedicado a la muerte de su hijo: Era apacible el día y templado el ambiente y llovía, llovía, callada y mansamente; y mientras silenciosa lloraba yo y gemía, mi niño, tierna rosa, durmiendo se moría. Al huir de este mundo, ¡qué sosiego en su frente! Al verle yo alejarse, ¡qué borrasca la mía! Tierra sobre el cadáver insepulto antes que empiece a corromperse… ¡tierra! 13 ZIELKE. M., “Forget-me-nots: Victorian Women, Mourning and the Construction of a Feminine Historical Memory”, en Material Culture Review, 2003, vol. 58, pp. 52-66. <https://journals.lib.unb.ca/index.php/MCR/article/view/17967> [29/11/2014] 11 Ya el hoyo se ha cubierto, sosegaos, bien pronto en los terrones removidos verde y pujante crecerá la hierba. ¿Qué andáis buscando en torno de las tumbas, torvo el mirar, nublado el pensamiento? ¡No os ocupéis de lo que al polvo vuelve! Jamás el que descansa en el sepulcro ha de tornar a amaros ni a ofenderos. ¡Jamás! ¿Es verdad que todo para siempre acabó ya? No, no puede acabar lo que es eterno, ni puede tener fin la inmensidad. Tú te fuiste por siempre; mas mi alma te espera aún con amorosa afán, y vendrás o iré yo, bien de mi vida, allí donde nos hemos de encontrar. Algo ha quedado tuyo en mis entrañas que no morirá jamás, y que Dios, porque es justo y porque es bueno, a desunir ya nunca volverá. En el cielo, en la tierra, en lo insondable yo te hallaré y me hallarás. No, no puede acabar lo que es eterno, ni puede tener fin la inmensidad. Mas… es verdad, ha partido, para nunca más tornar. Nada hay eterno para el hombre, huésped de un día en este mundo terrenal, en donde nace, vive y al fin muere, cual todo nace, vive y muere ac 14. Es desgarrador el dolor ante la pérdida, una “borrasca” se forma en el corazón y en el alma de la escritora, que debe aceptar la muerte del niño. Hay una esperanza, sin embargo, en el reencuentro, aunque la autora se muestre dubitativa; una esperanza asociada al recuerdo que ella siempre mantendrá pero también a la reunión de las almas, prometida por el cristianismo. El vínculo del amor trasciende, pues, a la propia muerte. También se mantenía el recuerdo por medio de una práctica que hoy puede resultar desconcertante pero que llegó a ser muy popular hasta el siglo pasado: la fotografía post mortem. 14 CASTRO, R., DE., Obras completas de Rosalía de Castro, 1993, vol. II. Madrid, Turner, pág. 463. 12 José Piquer y Duart Infante muerto Mármol, 1855 Inv. CE0835 Sala XIV: Juego de niños Museo del Romanticismo Ya existían los retratos o las esculturas de adultos y niños muertos como podemos observar en el propio Museo con la delicada escultura de José Piquer y Duart, Infante Muerto que, se cree, podría representar a la infanta María Cristina, hija de Isabel II, quien falleció el 8 de enero de 1854, a los tres días de nacer. Gracias a la fotografía, se extendió la práctica de retratar a las personas una vez fallecidas. Era en general una muerte disfrazada, pues la persona solía parecer dormida o, incluso, erguida, en una actitud cotidiana como si aún quedara vida en ella. Este hecho nos ayuda a comprender la sensibilidad de las personas de la época. La muerte ocurre, es un hecho; el fallecido no va a volver, pero los objetos y nuestra propia memoria pueden mantenerlos aún a nuestro lado, de algún modo. Se acepta la muerte pero el dolor es insoportable. Hoy nos resulta ajeno, pero estas imágenes se colgaban en los hogares y se enviaban a familiares y amigos; y existen algunas de excepcional belleza, de niños, rodeados de sus juguetes o de pequeños, acompañados de sus padres o hermanos que, parece, van a abrir los ojos en cualquier momento. Este tipo de fotografía no era privativa de los pequeños fenecidos, también era una práctica corriente en los adultos, también retratados, en la mayoría de los casos, como si aún vivieran. Esto se relaciona con una serie de objetos, que tienen el cuerpo de la mujer como soporte, hoy también vistos con ojos ajenos, pero muy típicos en aquellos días: las joyas fabricadas con cabello humano. Estaba muy en boga la costumbre de regalar mechones de pelo, como símbolo de amistad y de amor, pero los objetos hechos con los últimos restos orgánicos conservados de un ser querido son una muestra inequívoca de la ansiedad por la separación, hasta el punto de llevarlos encima, sobre la piel; era como si de algún modo, se pudiera conservar también a la persona con quien, se tenía la esperanza, irías a reunirte tras la muerte: el cristianismo nos promete una feliz reunión en el Más Allá, idea recogida, como hemos visto, en la literatura de la época. Podemos asegurar que la mujer cumplió una función sumamente valiosa para que hoy en día comprendamos la sensibilidad decimonónica, al mantener el recuerdo de personas que de otra manera habría desaparecido con su muerte física. Dentro de su modesta domesticidad, las 13 mujeres fueron capaces de recordar y de honrar a sus seres queridos, como las responsables, se esperaba, de mantener la memoria debido al miedo al olvido de los miembros de la familia ya no presentes. La mujer, como ángel del hogar, debía ser cariñosa y mantener una serie de modales. Dentro de sus funciones estaba la de ser quien mantiene viva la memoria y cuida de la familia. Podemos entenderlo, no sólo como la reclusión de la mujer dentro del ámbito doméstico, si no como la transmisión de un sentido de identidad, el femenino, y de un papel social. Tenían su propio espacio en la casa y las actividades esencialmente femeninas les permitían interactuar entre ellas y, sobre todo, transmitir el conocimiento y los valores de madres a hijas, así como estrechar lazos de amor. Las familias adineradas podían fabricar sus propias joyas, gracias a las revistas donde se mostraban modelos y modos de fabricación. Era un proceso costoso en el sentido económico (hacían falta instrumentos específicos) y laborioso, con lo que se mostraba que su nivel económico les permitía tiempo de ocio para dedicar a estos quehaceres. El último lugar de rememoración del que vamos a hablar es el cementerio decimonónico que pasó a ser también un espacio para el recuerdo y la meditación. No sólo fue por cuestiones higiénicas que en la época vemos una gran transformación en estos. La memoria del fallecido se perpetúa más allá de la muerte, gracias no sólo a inscripciones sino también a más o menos llamativas tumbas o mausoleos que hacen de los cementerios no sólo un contenedor de restos humanos, sino un lugar simbólico, de memoria y recogimiento y, en ocasiones (el parisino Père Lachaise podría ser el gran ejemplo) un gran museo de escultura y de culto a los muertos. Dicho culto tal vez encuentre su culminación en El altar de los muertos, obra del norteamericano Henry James, escrita ya a finales del siglo XIX, donde el protagonista dedica toda su vida al recuerdo de las personas a quien ha perdido creando un altar en una capilla junto a su casa 15. En el siglo XIX, época de exaltación de los sentimientos, pues, se pusieron en práctica diversos métodos para evitar que la muerte de un ser querido supusiese la caída en el olvido de éste. La pena era inmensa y el dolor insoportable pero el recuerdo, canalizado por diferentes vías, como en las joyas que veremos a continuación, parecían mitigar los efectos; ayudaban a consolar al superviviente, al mantener vivo, en cierto modo, al objeto de sus afectos. 15 El cineasta François Truffaut se basó en este relato para su hermosa película de 1977, La habitación verde. 14 4. JOYAS PARA EL LUTO EN LA COLECCIÓN DEL MUSEO DEL ROMANTICISMO .... NURIA LÁZARO MILLA Historiadora del arte y especialista en joyería del siglo XIX A partir del siglo XVII, los memento mori ejecutados con materiales preciosos recordaron mediante calaveras, cruce de tibias, esqueletos, ataúdes e inscripciones la inexorable y democratizadora llegada de la muerte, alentando a continuar por el camino de la rectitud moral a todos aquellos que quisieran superar el dictamen del juicio final y así alcanzar la vida eterna. Estas advertencias, portátiles por su emplazamiento sobre el cuerpo o la indumentaria y, por ende, de contemplación continua, pudieron tener un efecto mayor sobre el ánimo que, por ejemplo, la pintura de vanitas coetánea. Un paso más allá lo constituyeron las joyas que conmemoraban el deceso de un individuo concreto, con expresión de su nombre, edad y fecha de óbito. Este tipo, en el ámbito anglosajón, puede retrotraerse hasta el término de la Baja Edad Media, cuando se generalizó el disponer como última voluntad la construcción de anillos y su distribución entre familiares y otros allegados, destinando a ello partidas monetarias que se especificaban en los testamentos. La lucha por no olvidar y no ser olvidado y su manifestación a través de la joyería gozó durante el Romanticismo de su máximo apogeo, exteriorizándose el sentimiento protocolizado del duelo mediante diferentes materiales y motivos, siempre en connivencia de la oscuridad y el decoro de la vestimenta. La joyería es un hecho antropológico que, por su ligazón a la existencia humana, permite comprender la idiosincrasia de una sociedad, en la que se incluye, como no puede ser de otra manera, el comportamiento hacia la muerte y su interpretación. La cultura a la que estamos sujetos, en la que la muerte se concibe como un suceso ajeno y ficticio, nos impide asumir que desde finales del siglo XVIII y durante buena parte del siglo XIX se realizaron alhajas con cabellos de difuntos, y que en las centurias precedentes éstas ya incorporaron mechones en bruto o sencillos trabajos de trenzado. No obstante, la gemología y el sector funerario parecen haber avanzado hacia la normalización con la posibilidad de convertir las cenizas de nuestros seres queridos en diamantes sintéticos, gracias a un proceso fisicoquímico con duración aproximada de cinco o seis semanas que consiste en extraer de ellas el carbono, transformarlo en grafito y someterlo a alta temperatura y presión para que cristalice 16. 16 Información extraída de www.algordanza.es 15 Joyería realizada con cabello humano El cabello es una de las partes del cuerpo que más distingue a una persona y crea su identidad. Es, además, un elemento imperecedero e inmutable, presencia tangible que resta de un ausente. Entre los tesoros que fueron sepultados junto al célebre Tutankamón, se halló un juego de sarcófagos en miniatura que contenía un bucle de la melena de su abuela Tiy, esposa de Amenhotep III y madre del hereje Akhenatón, acto de intimidad que revela la complicidad que hubo entre ambos personajes 17. Más de tres milenios separaron a la Gran Esposa Real y a su nieto el faraón niño de la princesa Amelia y su padre el rey Jorge III de Reino Unido, pero el poder de evocación de una simple guedeja de pelo permaneció incólume: La princesa Amalia [sic] de Inglaterra sucumbió en 1811 [sic] 18, a los estragos de una enfermedad larga y penosa. Esta pérdida tuvo consecuencias fatales. Adorada por toda su familia, recibiendo los cuidados más tiernos y solícitos de todos los que la rodeaban, conmovida particularmente por el escesivo [sic] cariño del rey su padre, y queriendo dejarle una prueba y un recuerdo del que ella también le profesaba en tan alto grado, mandó buscar un joyero, y le hizo que delante de ella montara un rizo de pelo suyo en una sortija con esta inscripción, Remember me aftez [sic] I am gon [sic] (acordaos de mí después que yo no exista). Cogiendo después el anillo, le colocó por sí misma en el dedo de su padre. Pero esta prueba era harto fuerte para que la pudiera resistir el que tenía su corazón desgarrado tanto tiempo hacía por el estado deplorable de una hija tan querida, y aquella misma noche, mientras la princesa espiraba [sic], el rey Jorge III volvió a ser presa de sus accesos de demencia de los cuales nunca ya curó 19. Por trascender los límites de la muerte, al cabello se le atribuyeron las propiedades sobrenaturales de un fetiche, de una reliquia, de un talismán, cuyo tacto colmaba el vacío existencial y hacía soportable la realidad de los acontecimientos. La fragilidad, futilidad e irracionalidad que se consideraban innatas al género femenino, así como su función representativa del estado vital y ético del núcleo familiar, convirtió a ese sexo en el principal practicante de esta suerte de idolatría doméstica. En definitiva, se pretendió contener físicamente al finado y encerrar su esencia, un proceso de apropiación material y espiritual que conllevaba la humanización del objeto y la cosificación de la persona, en un intento por diluir la frontera entre vivos y muertos. Curiosamente, esa apreciación sacral contrastaba con el tradicional significado de pecado y perdición asignado al pelo de la mujer, como muestra la iconografía de Eva o María Magdalena, envueltas en una cascada de rizos, mientras que las féminas castas y virtuosas lo llevaban recogido u oculto, identificación que continúa vigente en prácticas religiosas como la islámica, en cumplimiento del hiyab, o la cristiana, cuando, tras profesar, la monja guarda su cabeza bajo la toca. 17 HAWASS, Z., “Tutankamón. Secretos de familia”, National Geographic España, septiembre de 2010, pp. 15 y 21-22. 18 La princesa Amelia de Reino Unido falleció el 2 de noviembre de 1810 a los 27 años. Semanario Pintoresco Español, Madrid, núm. 11, 17 de marzo de 1850, p. 7. 19 16 El siglo XX supuso el paulatino abandono de la joyería de cabello. El final de la Primera Guerra Mundial invitó a las mujeres a explorar las nuevas cotas de libertad que les ofrecían el presente y el futuro, eliminando los anclajes al sentimentalismo del pasado. Uno de los símbolos del periodo fueron las flappers norteamericanas y las garçonnes europeas, quienes prescindieron de las amplias melenas, que fueron sustituidas por el corte bob. De este modo, desapareció la demanda al tiempo que también lo hizo la materia prima 20. Sin embargo, el devenir histórico no ha podido erradicar estas manifestaciones. Actualmente, en la localidad sueca de Våmhus se tejen joyas capilares como hace doscientos años, cuando las aldeanas comenzaron a dedicarse a esta artesanía para complementar las escasas ganancias que producía el campo, vendiendo sus productos en territorio escandinavo, países bálticos, islas británicas, Rusia y Centroeuropa, emigrando posteriormente con este saber a Estados Unidos 21. En ese país, la Victorian Hairwork Society exhibe a través de su página web alhajas realizadas por profesionales y aficionados que desean perpetuar el carácter decimonónico de esta tarea 22. En 2011, la diseñadora inglesa Kerry Howley causó gran impacto en los medios de comunicación con su colección Attraction/Aversion, compuesta por cinco collares de motivos vegetales creados en pelo humano, con la intención de analizar las reacciones opuestas que provoca este elemento 23. Durante el Romanticismo, los trabajos en cabello fueron ejecutados por expertos, encargándose los orfebres de las monturas que les daban forma. Por ejemplo, en 27 de noviembre de 1843, Narciso Soria, diamantista de Cámara y encargado del Real Guardajoyas de Isabel II, firmó una cuenta que importaba 2 200 reales por la construcción de unas pulseras gemelas de oro cincelado y brazo de malla de pelo, refiriendo el coste que había cobrado el especialista por el trenzado: Del oro para dichas manillas, incluso mermas, todo es 890. Hechura de dichas manillas, 780. Cincelado de dichas manillas, 300. Del pelero, por hacer las esterillas, 80. Del grabado de dichas, 80. Estuche para dichas manillas, 70 24. En otros artífices se fundían ambas facetas. Gabriel Lemonnier, joyero de la Corona de Francia desde 1853, ha sido estudiado por sus obras en metales nobles y piedras preciosas comisionadas por personalidades como Isabel II; por alhajas realizadas para esta soberana fue galardonado con la Gran Medalla en la Exposición Universal de Londres de 1851. Sin embargo, menos conocida es su dedicación a la tejeduría de cabellos, que puede rastrearse en la prensa española de la época. En 1850 comenzó a publicitarse de esta manera, ilustrando sus palabras con un dibujo de una lápida cobijada por un sauce: 20 OFEK, G., Representations of hair in Victorian literature and culture, Farnham y Burlington, Ashgate, 2009. 21 www.myranshemslojd.nu www.hairworksociety.org 23 www.kerryhowley.co.uk 24 Archivo General de Palacio (en adelante, AGP), Administración General, legajo 6635. 22 17 MEDALLAS DE ORO Y PLATA. LEMONNIER, dibujante en cabellos, miembro de la Academia de la Industria, acaba de inventar muchas clases de trabajos, como palmas, rizos, cifras, ramilletes, alegorías, etc., en su estado natural, sin mojarlos ni engomarlos; fabrica trenzas perfeccionadas por medios mecánicos; fabrica también tumbas que se abren como un cofrecito (con privilegio de invención), llamadas relicarios, destinadas a conservar los recuerdos de las personas ausentes. En París rue du Coq Saint-Honoré, núm. 13. Muestran los prospectos y trasmiten los pedidos los corresponsales de la empresa Saavedra de París que a continuación se espresan [sic]: Madrid, señor Millet; Barcelona, señor Ramírez; Valencia, señor Novella; Málaga, señor de Moya; Sevilla, Troyano; Cádiz, señor Uclés; Coruña, señor Pérez; Zaragoza, señor de Clavillar 25. Otro anuncio decía: LEMONNIER. Joyero y dibujante en pelo. Antes rue du Coq Saint-Honoré. Ahora boulevard des Italiens, número 10. Au coin du passage de l’Opéra. Honrado con medallas de oro en las esposiciones [sic] de París de 1844 y 1849 y en la Universal de Londres por toda clase de trabajos en pelo. Son verdaderas obras de arte, sus pulseras, alfileres de pecho, guardapelos y ramilletes, iniciales, paisajes, relicarios, etc. La Esposición Estranjera [sic], calle Mayor, núm. 10, se encarga, no sólo de trasmitir toda clase de pedidos, sino de remitirle el pelo que se le entregue y traerá las obras que con él se encarguen 26. El virtuosismo de sus joyas de cabello fue unánimemente aclamado. He aquí una muestra de algunos de los muchos elogios que recibió, así como de la extraordinaria aceptación social de que gozaron estos objetos: Las joyas de pelo adquieren cada día mayor crédito y estimación; bien que en las manos del célebre Lemonnier son joyas artísticas. El modo como Lemonnier trabaja el pelo descubre uno de esos genios fecundos y creadores que dan vida, poesía y color a las cosas más triviales. Una joya de pelo es en la actualidad una obra maestra de industria y arte. Porque ya lo que vemos no es pelo, sino flores, frutas, hojas, encages [sic] y otra porción de cosas maravillosas y que parecen imposibles 27. Es imposible que un arte tan difícil pueda llevarse a más alto grado de perfección. [...] La casa de Mr. Lemonnier es visitada por lo más distinguido de París, que cada vez más le pregona como la única especialidad en este arte. [...] en la actualidad es del mejor tono en las señoras llevar dijes y marcas de pelo 28. [...] quién es Lemonnier [...] un Rafael con su genio y su corrección de dibujo, sólo que en vez de lienzos usa batista o pinta en el aire, y por colores puede gastar basta el último 25 El Heraldo, Madrid, núm. 2559, 22 de septiembre de 1850, p. 4. La Época, Madrid, núm. 2034, 31 de octubre de 1855, p. 4. 27 El Correo de la Moda, Madrid, núm. 28, diciembre de 1852, p. 13. 28 El Clamor Público, Madrid, núm. 3098, 2 de septiembre de 1854, p. 3. 26 18 cabello de tus hermosas trenzas; es en una palabra un bordador en pelo con todas las fantasías de este arte, como cordones, cifras, pulseras, dijes, etc. 29. Lemonnier [...] en París ha conseguido sujetar la moda a su capricho. Preguntad a una señora elegante su elección entre las joyas trabajadas con pelo por Lemonnier y las de otros joyeros, y es bien seguro que dará la preferencia a las primeras. Sólo así se concibe la importancia que ha conseguido dar a su arte y que su nombre figure en cuantas revistas de modas notables aparecen en Europa. Sus pulseras, alfileres de pecho, pendientes y en fin, cuanto se hace hoy día y aún más con la plata y el oro, trabaja Lemonnier en pelo con una delicadeza que sólo viéndolo se concibe. [...] Si siempre una prenda de esta naturaleza encierra cuanto recuerda memorias queridas, puede ser también una joya de gran valor si los materiales se confían a Lemonnier 30. Hasta que Lemonnier ha demostrado el gran partido que podía sacarse de las obras trabajadas con cabellos, estos adornos, groseramente hechos, pasaban por ridículos, o cuando más por memorias queridas en que para nada entraba el gusto del arte. Ahora ya es otra cosa: sus alfileres, sus pendientes, las pulseras que salen de su obrador engañan a primera vista; tal es el primor y la finura que sabe dar a materiales tan difíciles de manejar. En los tocadores de las señoras elegantes, y después en el pecho y los brazos de las que más lucen en los grandes saraos, figuran siempre estas joyas entrelazadas con diamantes o perlas. Lemonnier hace [...] toda clase de prendas [...] enviándole el pelo necesario que vuelve después convertido en una pulsera, en un cordón o en un broche que se conservan para siempre en las familias como recuerdos sagrados de una persona ausente o tal vez muerta 31. El Museo del Romanticismo conserva una obra firmada por Lemonnier que reproduce a escala mayor un modelo de compostura que en joyería se desarrolló a partir de 1760, consistente en ramilletes, palmas, plumas, espigas o simples bucles y trenzas, metáforas de la vida sesgada por la guadaña, embellecidos con esmaltes —de color negro o azul ultramar, y blanco si el difunto era soltero o muy joven—, hilos de oro, nácar, pequeños diamantes o diminutas perlas, símbolo de lágrimas derramadas. Lemonnier, Père et Fils Cuadro realizado en cabello Cabello, cartón, madera y cristal Mediados del siglo XIX. Inv. CE6277 Sala XVII: Gabinete de Larra Museo del Romanticismo 29 Ibíd., núm. 3368, 15 de julio de 1855, p. 4. Ibíd., núm. 3919, 30 de abril de 1856, p. 3. 31 Ibíd., núm. 3948, 4 de junio de 1857, p. 3. 30 19 La de Bringas, novela publicada por Benito Pérez Galdós en 1884, introduce al lector en los pormenores del arte capilar 32. Su protagonista, Francisco Bringas, aficionado a estos menesteres, construye un cuadrito con los cabellos de diferentes miembros de la familia de un matrimonio amigo. El tipo de composición que se describe -no sin cierta sorna: “era todo un puro jarabe” -, de ambientación funesta e inspiración historicista, surgió en el último tercio del siglo XVIII y fue ampliamente aplicado a la joyería: Era aquello... ¿cómo lo diré yo?..., un gallardo artificio sepulcral de atrevidísima arquitectura, grandioso de traza, en ornamentos rico, por una parte severo y rectilíneo a la manera viñolesca, por otra movido, ondulante y quebradizo a la usanza gótica, con ciertos atisbos platerescos donde menos se pensaba; y por fin cresterías semejantes a las del estilo tirolés que prevalece en los quioscos. Tenía piramidal escalinata, zócalos grecorromanos, y luego machones y paramentos ojivales, con pináculos, gárgolas y doseletes. Por arriba y por abajo, a izquierda y derecha, cantidad de antorchas, urnas, murciélagos, ánforas, búhos, coronas de siemprevivas, aladas clepsidras, guadañas, palmas, anguilas enroscadas y otros emblemas del morir y del vivir eterno. Estos objetos se encaramaban unos sobre otros, cual si se disputasen, pulgada a pulgada, el sitio que habían de ocupar. En el centro del mausoleo, un angelón de buen tallo y mejores carnes se inclinaba sobra una lápida, en actitud atribulada y luctuosa, tapándose los ojos con la mano como avergonzado de llorar; de cuya vergüenza se podía colegir que era varón. Tenía este caballerito ala y media de rizadas y finísimas plumas, que le caían por la trasera con desmayada gentileza, y calzaba sus pies de mujer con botitos, coturnos o alpargatas; que de todo había un poco en aquella elegantísima interpretación de la zapatería angelical. Por la cabeza le corría una como guirnalda con cintas, que se enredaban después en su brazo derecho. Si a primera vista se podía sospechar que el tal gimoteaba por la molestia de llevar tanta cosa sobre sí, alas, flores, cintajos, y plumas, amén de un relojito de arena, bien pronto se caía en la cuenta de que el motivo de su duelo era la triste memoria de las virginales criaturas encerradas dentro del sarcófago. Publicaban desconsoladamente sus nombres diversas letras compungidas, de cuyos trazos inferiores salían unos lagrimones que figuraban resbalar por el mármol al modo de babas escurridizas. Por tal modo de expresión las afligidas letras contribuían al melancólico efecto del monumento. Pero lo más bonito era quizás el sauce, ese arbolito sentimental que de antiguo nombran llorón, y que desde la llegada de la Retórica al mundo viene teniendo una participación más o menos criminal en toda elegía que se comete. Su ondulado tronco elevábase junto al cenotafio, y de las altas esparcidas ramas caía la lluvia, de hojitas tenues, desmayadas, agonizantes. Daban ganas de hacerle oler algún fuerte alcaloide para que se despabilase y volviera en sí de su poético síncope. El tal sauce era irremplazable en una época en que aún no se hacía leña de los árboles del Romanticismo. El suelo estaba sembrado de graciosas plantas y flores, que se erguían sobre tallos de diversos tamaños. Había margaritas, pensamientos, pasionarias, girasoles, lirios y tulipanes enormes, todos respetuosamente inclinados en señal de tristeza... El fondo o perspectiva consistía en el progresivo alejamiento de otros sauces de menos talla, que se iban a llorar a moco y baba camino del horizonte. Más allá veíanse suaves contornos de montañas, que ondulaban cayéndose como si estuvieran bebidas; luego había un poco de mar, otro poco de río, el confuso perfil de una ciudad con góticas torres y almenas; y arriba, en el espacio destinado al cielo, una oblea 32 PÉREZ GALDÓS, B., (ed. de BLANCO, A., y BLANCO AGUINAGA, C.,), La de Bringas, Madrid, Cátedra, 2001, pp. 53-64 y 130-131 (1.ª ed. Madrid, Imp. y Lit. La Guirnalda, 1884). 20 que debía de ser la Luna a juzgar por los blancos reflejos de ella que esmaltaban las aguas y los montes. Los mismos recursos clásicos se emplearon en alhajas que se entregaban como agasajo de amor o amistad, prescindiendo de todo sentido fúnebre. En este medallón, en un jardín delimitado por cipreses y con la asistencia de un cupido, una dama ataviada con túnica y manto corona de rosas a un corazón que flamea sobre el fuste quebrado de una columna, en el que se haya inscrito la leyenda “À L’AMITIÉ” (a la amistad): Medallón El altar del amor Plata, marfil, acuarela, strass (pedrería de pasta vítrea) y cristal, primer tercio del siglo XIX Inv. CE1151 Museo del Romanticismo Las labores en cabello exigían las más altas cotas posibles de refinamiento, minuciosidad, serenidad de espíritu y buen pulso, pues las fibras se cortaban a tamaño diminuto y se pegaban uno a uno los fragmentos sobre una superficie plana y blanca, como el marfil, dependiendo las gradaciones lumínicas de la separación entre ellos, al igual que los trazos de los grabados. Lo frágil del resultado hacía obligatoria su protección bajo cristal y enmarcado. Fue habitual que no todos los elementos estuvieran dibujados en pelo, incluyéndose figuras en acuarela o tinta china: Pegó Bringas su dibujo sobre un tablero, y puso encima el cristal, adaptándolo y fijándolo de tal modo que no se pudiese mover. Hecho esto, lo demás era puro trabajo de habilidad, paciencia y pulcritud. Consistía en ir expresando con pelos pegados en la superficie superior del cristal todas las líneas del dibujo que debajo estaba, tarea verdaderamente peliaguda, por la dificultad de manejar cosa tan sutil y escurridiza como es el humano cabello. En las grandes líneas menos mal; pero cuando había que representar sombras, por medio de rayados más o menos finos, el artista empleaba series de pelos cortados del tamaño necesario, los cuales iba pegando cuidadosamente con goma laca, en caliente, hasta imitar el rayado del buril en la plancha de acero o en el boj. En las tintas muy finas, Bringas había extremado y sutilizado su arte hasta llegar a lo microscópico. Era un innovador. Ningún capilífice había discurrido hasta entonces hacer puntos de pelo, 21 picando éste con tijeras hasta obtener cuerpecillos que parecían moléculas, y pegar luego estos puntos uno cerca de otro, jamás unidos, de modo que imitasen el punteado de la talla dulce. Usaba para esto finísimos pinceles, y aun plumas de pajaritos afiladas con saliva; y después de bien picado el cabello sobre un cristal, iba cogiendo cada punto para ponerlo en su sitio, previamente untado de laca. La combinación de tonos aumentaba la enredosa prolijidad de esta obra, pues para que resultase armónica, convenía poner aquí castaño, allá negro, por esta otra parte rubio, oro en los cabellos del ángel, plata en todo lo que estuviera debajo del fuero de la claridad lunar. Pero de todo triunfaba aquel bendito. ¿Y cómo no, si sus manos parecía que no tocaban las cosas; si su vista era como la de un lince, y sus dedos debían de ser dedos del céfiro que acaricia las flores sin ajarlas?... ¡Qué diablo de hombre! Habría sido capaz de hacer un rosario de granos de arena, si se pone a ello, o de reproducir la catedral de Toledo en una cáscara de avellana. Las obras podían realizarse con cabello de un único tono -castaño principalmente por su abundancia, denominándose ‘sepias’- o de varios. En el pasaje que se extracta a continuación, Francisco Bringas, entusiasmado, se provee de diferentes colores como un pintor lo haría de distintos pigmentos: Un año antes se había llevado [Dios] de este mundo, para adornar con ella su Gloria, a la mayor de las hijas de Pez, interesante señorita de quince años. La desconsolada madre conservaba los hermosos cabellos de Juanita y andaba buscando un habilidoso que hiciera con ellos una obra conmemorativa y ornamental [...] Lo que la señora de Pez quería era... algo como poner en verso una cosa poética que está en prosa. No tenía ella, sin duda por bastante elocuentes las espesas guedejas, olorosas aún, entre cuya maraña creyérase escondida parte del alma de la pobre niña [...]. —Yo, señora, yo...—tartamudeó, conteniendo a duras penas el fervor artístico que llenaba su alma. —Es verdad... Usted sabrá hacer eso como otras muchas cosas. Es usted tan hábil... —¿De qué color es el cabello? —Ahora mismo lo verá usted—dijo la mamá abriendo, no sin emoción, una cajita que había sido de dulces, y era ya depósito azul y rosa de fúnebres memorias—Vea usted qué trenza... es de un castaño hermosísimo. —¡Oh, sí, soberbio!—profirió Bringas temblando de gozo—Pero nos hacía falta un poco de rubio. —¿Rubio?... Yo tengo de todos colores. Vea usted estos rizos de mi Arturín que se me murió a los tres años. —Delicioso tono. Es oro puro... ¿Y este rubio claro? —¡Ah!, la cabellera de Joaquín. Se la cortamos a los diez años. ¡Qué lástima! Parecía una pintura. Fue un dolor meter la tijera en aquella cabeza incomparable..., pero el médico no quiso transigir. Joaquín estaba convaleciente de un tabardillo, y su cara ahilada apenas se veía dentro de aquel sol de pelos. —Bien, bien; tenemos castaño y dos tonos de rubio. Para entonar no vendría mal un poco de negro... —Utilizaremos el pelo de Rosa. Hija, tráeme uno de tus añadidos. Don Francisco tomó, no ya entusiasmado, sino extático, la guedeja que se le ofreció. —Ahora...—dijo algo balbuciente—porque verá usted, Carolina..., tengo una idea..., la estoy viendo. Es un cenotafio en campo funeral, con sauces, muchas flores... Es de noche. 22 —¿De noche? —Quiero decir, que para dar melancolía al paisaje del fondo, conviene ponerlo todo en cierta penumbra... Habrá agua, allá, allá, muy lejos, una superficie tranquiiiila, un bruñido espeeeejo... ¿Me comprende usted?... —¿Qué es ello? ¿Agua, cristal...? —Un lago, señora, una, especie de bahía. Fíjese usted: los sauces extienden las ramas así..., como si gotearan. Por entre el follaje se alcanza a ver el disco de la luna, cuya luz pálida platea las cumbres de los cerros lejanos, y produce un temblorcito..., ¿está usted?, un temblorcito sobre la superficie... —¡Oh!, sí..., del agua. Comprendido, comprendido. ¡Lo que a usted se le ocurre...! —Pues bien, señora, para este bonito efecto me harían falta algunas canas. —¡Jesús!, ¡canas!... Me río tontamente del apuro de usted por una cosa que tenemos tan de sobra... Vea usted mi cosecha, señor don Francisco. No quisiera yo poder proporcionar a usted en tanta abundancia esos rayos de luna que le hacen falta... Con este añadido (sacando uno largo y copioso) no llorará usted por canas... Tomó Bringas el blanco mechón, y juntándolo a los demás, oprimiólo todo contra su pecho con espasmo de artista. Tenía, ¡oh dicha!, oro de dos tonos, nítida y reluciente plata, ébano y aquel castaño sienoso y romántico que había de ser la nota dominante. —Lo que sí espero de la rectitud de usted—dijo Carolina, disimulando la desconfianza con la cortesía—es que por ningún caso introduzca en la obra cabello que no sea nuestro. Todo se ha de hacer con pelo de la familia. —Señora, ¡por los clavos de Cristo!... ¿Me cree usted capaz de adulterar...? —No... no, si no digo... Es que los artistas, cuando se dejan llevar de la inspiración (riendo) pierden toda idea de moralidad, y con tal de lograr un efecto... —¡Carolina!.... [...] El sauce protegía con sus llorosas ramas la tumba, y era lástima que no hubiese cabellos verdes, pues si tal existiera la ilusión sería completa. La preocupación de doña Carolina por que el señor Bringas no utilizara pelo ajeno no ha de parecer disparatada, puesto que muchos comerciantes recurrieron al engaño, sustituyendo las guedejas que se les habían confiado por otros cabellos más dúctiles. Además del deseo por hacer íntimo el tacto de tan querida materia, la situación descrita favoreció la edición de manuales de trenzado doméstico, en contraste con la progresiva industrialización del sector que permitía producir en poco tiempo multitud de estos objetos, dejando espacios vacíos a completar por los requerimientos del cliente. La biblioteca del Museo del Romanticismo guarda uno de esos textos instructivos 33, una reedición del publicado en 1875 por el peluquero estadounidense Mark Campbell -Selfinstructor in the art of hair work. Dressing hair, making curls, switches, braids and hair jewellery of every description. Compiled from original designs and the latest parisian patterns (Libro introductorio al arte del trabajo en pelo. Aderezo del cabello, rizos, postizos, trenzas y joyería de pelo de todo tipo. Dibujos originales y los últimos modelos parisinos)-, con extractos de la revista femenina Godey’s Lady’s Book de la década de 1850. Mediante esquemas se explicaban las herramientas y 33 CAMPBELL, M., (ed. de KLIOT, J. y K.), The art of hair work. Hair braiding and jewelry of sentiment with catalog of hair jewelry by Mark Campbell, as supplemented with excerpts from Godey’s Lady’s Magazine, Berkeley, Lacis Publications, 1989. 23 el proceso para ejecutar alhajas tridimensionales íntegramente compuestas por cabello, una complicada labor de encaje y tejeduría que puede compararse al kumihimo, la cordonería en seda tradicional japonesa. La primera tarea a desempeñar era la preparación del cabello. Se dividía en mechones que tenían que contener igual número de pelos, según las indicaciones del diseño seleccionado, y se cortaban poniendo cuidado en que todas las fibras tuvieran la misma longitud, que debía doblar a la final. Atados fuertemente con cuerda, se ponían a hervir durante veinte minutos en una solución de bicarbonato de sodio y agua para eliminar impurezas. Después se escurrían y tendían, secándose alejados de fuentes de calor. Cada cabo se anudaba con cordel a un bolillo que mantenía la tensión, uniéndose todos los extremos libres en uno con Ilustración incluida en el libro de Mark Campbell, en la que el propio autor está sentado goma laca. La mesa de operaciones era una ante la mesa de trenzado. Al fondo se distinguen circunferencia con una cavidad por donde se estuches abiertos que contienen alhajas. deslizaba un peso suspendido por soga del manojo de mechones adheridos, para retener cada elemento en su lugar, y por la tabla se distribuían las guedejas a imitación del croquis. Para los trabajos en hueco se utilizaban moldes, que se asían al centro. Una vez concluida la tarea, se hervían las trenzas diez minutos en agua, para luego escurrir y dejar secar al aire de nuevo y retirar las matrices en caso de haberse empleado. A continuación, el joyero aplicaba las molduras metálicas que daban forma a la pieza y las decoraciones pertinentes. El Museo del Romanticismo conserva una nutrida colección de alhajas confeccionadas con cabello humano: Inventario: CE2652 Materiales: Oro, cabello y cristal Dimensiones: Diámetro 1,9 cm. Altura del chatón 1,7 cm. Anchura del chatón 1,3 cm. Peso 2,4 gr Descripción: Sortija de tipo lanzadera realizada en oro. El chatón contiene una composición floral de pelo protegida por cristal. Envuelve al chatón un marco alveolado con decoración de palmetas esquemáticas y perfiles en soguilla. El aro está recorrido por una trenza plana de cabello. En la parte interna de la pieza se hallan grabadas las iniciales “J. T.” y la fecha “14 Marzo 74”, día del óbito de la persona conmemorada. 24 Inventario: CE2653 Materiales: Metal dorado, cabello, cristal y textil Dimensiones: Altura 7 cm. Anchura 2 cm. Peso 5,6 gr Descripción: Pendiente de metal dorado con cierre de gancho, formado por tres cuerpos. El superior es un lazo cubierto por esterilla de pelo. En el segundo destaca un medallón ovalado que alberga bajo cristal un ramillete floral de fibras capilares 34. El reverso, tapizado en textil y preservado por cristal, permitiría guardar un retrato en miniatura u otros trabajos pilíferos. La moldura que circunda al guardapelo acoge encaje de cabello y está ornamenta con granulado y roleos. El remate inferior son tres bellotas de cabello en una 35 disposición deudora de la girandole . En el asa de unión de los dos primeros cuerpos hay marca de la ciudad de París. El pendiente compañero (inv. CE7877) sólo conserva el primer cuerpo. 34 Como en la pieza anterior, el deterioro del cristal impide conocer con exactitud la naturaleza del material blanco sobre el que está adherida la labor. 35 Girandole: diseño característico de los siglos XVII y XIX, generalmente aplicado a los pendientes, consistente en un cuerpo superior del que penden tres colgantes en forma de almendra, siendo habitual que el central sea de mayor tamaño. 25 Inventario: CE8447 Materiales: Oro y cabello. Dimensiones: Longitud 46 cm. Diámetro 13,5 cm. Anchura máxima de las esferas 1,5 cm. Peso 2,4 gr Descripción: collar de veintisiete esferas de cabello dispuestas en disminución de tamaño desde el centro hacia los extremos. Dos casquillos de oro unen la pieza al cierre de bola, del mismo metal. El manual de joyería de Mark Campbell analizado líneas atrás contempla diseños de collar idénticos a éste. Inventario: CE8449 Materiales: Oro, cabello y aljófar 36 Dimensiones: Altura 4,5 cm. Anchura 5,5 cm. Peso 3,4 gr Descripción: Broche de lazo de cabello. En el centro, adorno sinuoso de oro con siete aljófares engastados a grano 37, de grosor decreciente del central a los laterales. En el reverso, cierre de púa de oro. 36 Perla de muy pequeño tamaño, generalmente irregular y de poco valor. Engaste a grano: la piedra o perla, acomodada en un pequeño orificio, queda sujeta por diminutas virutas del metal de base levantadas por medio de un buril. 37 26 Inventario: CE6239 Materiales: Oro y cabello Dimensiones: Altura 1,8 cm. Anchura 5,5 cm Sala XV: Boudoir Descripción: Alfiler de barra de serpiente. La cabeza y el cascabel están realizados en oro, que imita los órganos sensoriales y las escamas. El cuerpo es una fina trenza anudada sobre sí misma, en la que el cruzamiento de los mechones parece querer recrear la dermis escamosa del reptil. En la parte posterior, aguja de oro para prender. La serpiente es, sin lugar a duda, uno de los motivos más antiguos y repetidos a lo largo de la historia de la joyería, que gozó de gran aceptación en el siglo XIX debido a su ancestral poder y a su magnetismo misterioso y exótico. Aunque para la doctrina cristiana ha tenido connotaciones demoniacas por ser la instigadora del pecado original, su presencia fue habitual en las alhajas de luto decimonónicas, puesto que la capacidad del animal de mudar la piel le convertía en símbolo de resurrección, mientras que su versión mítica, el ouroboros mordiéndose la cola, lo era de eternidad. Como el nudo de Hércules o el nudo argelino, también populares durante la centuria, esta serpiente ha de interpretarse como metáfora de lo infinito por el bucle sin término que forma su cuerpo. En el libro de instrucciones de Mark Campbell figuran modelos muy similares. El autor incluyó en el volumen una lista de precios, que informa de que este tipo de joyas tenían un coste de entre 7 y 8 dólares. 27 Inventario: CE8448 Materiales: Oro, cabello, cristal y papel albuminado Dimensiones: Diámetro 6,5 cm. Altura del muelle 3,2 cm. Anchura del muelle 2,7 cm. Peso 29,1 gr Descripción: Brazalete configurado por cuatro piezas rígidas de oro unidas por charnelas, con esterillas de pelo en la parte externa. El muelle, oval, está orlado por un entorchado de oro y red de cabello. Contiene en el anverso una fotografía de una obra pictórica que representa un busto femenino de época imperio, y en el reverso otra con un retrato masculino, estando ambas imágenes protegidas por cristal. En el cierre de lengüeta se distinguen tres marcas, dos de garantía de oro francesa y una de artífice con las iniciales “A. G.” dentro de un rombo. Tiene también cadena de seguridad. Inventario: CE6238 Materiales: Oro y cabello Dimensiones: Longitud (cerrado) 8 cm. Altura del broche 2,8 cm. Anchura del broche 4,8 cm. Sala XV: Boudoir Descripción: Pulsera compuesta por cinco trenzas de cabello, tres con apariencia de cordón y dos de encaje. Los casquillos y el cierre de anillas son de oro, y la ornamentación grabada comprende motivos vegetales, líneas oblicuas y cintas geométricas. Inventario: CE0385 Materiales: Oro y cabello Dimensiones: Longitud 23,5 cm. Altura del broche 2,9 cm. Anchura del broche 4,9 cm. Peso 10,5 gr Descripción: Pulsera formada por cuatro trenzas de cabello, dos con aspecto de redecilla y las otras dos de soga. Los casquillos y el broche, de perfil ondulado, tienen sobre el oro decoración incisa de flores, volutas y geometrías 38. 38 Esta pieza formó parte de la exposición Amor y muerte en el Romanticismo. Fondos del Museo Romántico, celebrada en esta institución entre el 19 de mayo y el 15 de septiembre de 2001. TORRES GONZÁLEZ, B., (dir.), Amor y muerte en el Romanticismo. Fondos del Museo Romántico, (cat. exp.), Madrid, Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Subdirección General de Promoción de las Bellas Artes, 2001. Ficha de catálogo nº 112, p. 360, por RODRÍGUEZ, M. 28 Inventario: CE7851 Materiales: Metal dorado, cabello, azabache y aljófar Dimensiones: Longitud 24 cm. Altura del broche 2,5 cm. Anchura del broche 4 cm. Peso 12,7 gr Descripción: Pulsera constituida por cuatro trenzas de cabello, dos se asemejan a una labor de encaje y las otras dos a una maroma. Los casquillos son de metal dorado y simulan molduras. En el broche, que puede abrirse y utilizarse de guardapelo, el mismo material está embellecido por un azabache tallado en tabla oval y una estrella de cinco puntas con un aljófar embutido, enmarcados por una sucesión de lóbulos con granulación. Guardapelos Un guardapelo es una alhaja que contiene un mechón de pelo, pero también puede albergar un retrato en miniatura, ya sea pictórico o fotográfico. Desafortunadamente, como ocurre con las joyas realizadas en cabellos ya analizadas, el paso del tiempo ha hecho olvidar las historias concretas que se escondieron detrás de estos preciados objetos, impidiendo asegurar, muchas veces, si su motivación fue manifestar el duelo por el fallecimiento de un ser querido o expresar afecto hacia un allegado. Con algunos personajes destacados se tiene la fortuna de contar con documentación que arroja luz sobre estas cuestiones. Tal es el caso del brazalete que luce Isabel II en su antebrazo derecho en la efigie que le pintó Vicente López Portaña en 1843. Fue adquirido a un particular en abril de 1842 por 10 000 reales, estando compuesto, según descripción del ya mencionado Narciso Soria, por: [...] un Medallon Obalado en el centro con Cristal para retrato, y Orla al contorno con veinte y dos Brillantes de Doble labor; precedido de otra Orla de cartones y flores, de Mate y Pulido, la Abrazadera, Compuesta, de Cabezas, cinzeladas, Cartones, y Ojas, de color Mate y Pulido, en el mismo orden anterior; seis flores salpicadas, con treinta y cuatro Brillantes pequeños, de Media labor, engastados en Oro: tiene cincuenta y seis Brillantes 39. 39 Archivo Histórico Nacional, Diversos, Títulos y Familias, legajo 3759, expediente 5-1. 29 Vicente López Portaña Isabel II niña estudiando Geografía Óleo sobre lienzo, 1843 Inv. CE1915 Sala I: Vestíbulo Museo del Romanticismo En el interior del muelle se distingue una guedeja de cabello castaño sobre fondo esmaltado en azul ultramar, también llamado bleu royal, perteneciente, con toda probabilidad, a su hermana Luisa Fernanda, pues poco después el espacio fue cubierto por una imagen de la infanta realizada por Santiago Panati, miniaturista honorario de Cámara, que costó 640 reales según recibo firmado en 29 de agosto de 1843 40. Así resultó la forma definitiva que tomó la alhaja, de carácter sentimental, sin ninguna connotación funesta, aunque en un principio lo hubiera parecido. Sin olvidar esta premisa, a continuación se estudian algunos de los guardapelos que atesora el Museo del Romanticismo: Inventario: CE2685 Materiales: Oro, esmalte y aljófar. Contiene cabello Dimensiones: Altura 3,6 cm. Anchura 2,20 cm. Profundidad 0,6 cm. Peso 3,4 gr Descripción: Medallón para suspender de cadena. El anverso tiene decoraciones ovales en oro con los perfiles punteados y flores esmaltadas en negro, que alternan con franjas de esmalte de igual color. En la parte superior hay dos cavidades para embutir aljófares, habiéndose perdido uno. El reverso está grabado en guilloché 41. El interior, sin ornamentar, conserva aún algunas fibras capilares. 40 AGP, Administración General, legajo 6635. Guilloché: decoración geométrica y concéntrica grabada con un torno sobre una superficie metálica. Suele recubrirse con esmaltes traslúcidos para destacar la complejidad y belleza de los diseños. 41 30 Inventario: CE2676 Materiales: Metal dorado y pasta vítrea Dimensiones: Altura 4,1 cm. Anchura 2,4 cm. Profundidad 1,1 cm. Peso 10,2 gr Descripción: Medallón oval para colgar de cadena. El anverso está cubierto por pasta vítrea lila, color permitido en la etapa de medio luto, con flor de lis superpuesta de metal dorado. El reverso es liso, también de pasta vítrea lila. Dentro no presenta decoración, pero está revestido por pasta vítrea de un tono asalmonado, que se trasluce al exterior. Inventario: CE2677 Materiales: Oro y cristal. Contiene cabello Dimensiones: Altura 4 cm. Anchura 2,5 cm Descripción: Medallón para pender de cadena, de silueta mixtilínea. En ambas superficies el oro está grabado mecánicamente con patrones geométricos. El anverso tiene un cartucho pentagonal vacío, posiblemente destinado a alojar alguna inicial. Las dos caras interiores están forradas en tela y protegidas por cristal, albergando una de ellas una porción de cabellos. Inventario: DE170. Depósito del Museo Nacional de Artes Decorativas Materiales: Oro, diamante y esmalte. Contiene cabello Dimensiones: Altura 6,5 cm. Anchura 3,7 cm. Longitud de la cadena 57 cm Sala XV: Boudoir Descripción: Medallón oval de oro que conserva su cadena original, bellamente articulada, de eslabones del mismo metal. El frente está decorado con esmaltes que representan a un querubín y a una paloma que lleva un ramo en el pico, y con tres diamantes tallados en rosa 42 embutidos en estrellas de cinco puntas. El reverso es liso. Dentro guarda un mechón de pelo. 42 Talla rosa: se caracteriza por el vértice central que remata la corona (parte superior) y por tener la culata (parte inferior) lisa. Puede ser más o menos complicada dependiendo del mayor o menor número de facetas. 31 La temática celestial y los tonos pastel invitan a pensar que esta alhaja sirvió para materializar el recuerdo de un niño fallecido. Debió de ser un tipo bastante común, pues la propia Isabel II adquirió el 16 de enero de 1862 en la joyería Mellerio Hermanos, ubicada en el piso principal de número 1 de la calle de Espoz y Mina, un medallón de diamantes y zafiros con un angelito por 6000 reales, además de una pulsera de rubíes y esmalte negro con guardapelo, que albergaba un retrato, de diamantes y la imagen también de un ángel, que costó 14 000 reales 43. Estas compras, presumiblemente, estuvieron relacionadas con la defunción de su hija la infanta María de la Concepción, acaecida el 21 de octubre del año anterior. Inventario: CE2694 Materiales: Oro, strass y esmalte. Contiene cabello Dimensiones: Altura 3 cm. Anchura 4,5 cm. Peso 8,2 gr Descripción: Alfiler de barra de oro con motivos vegetales estilizados y nueve cristales tallados irregularmente en rosa, engastados cinco a grano y cuatro a bisel con garras 44. Del primer cuerpo se suspende un medallón octogonal con motivos geométricos grabados a máquina en ambas caras. El anverso tiene también un escudete esmaltado en negro con otro cristal en el centro. En su interior hay dos marcos ovalados que recogen fracciones de pelo. El cierre es de aguja. Inventario: CE2715 Materiales: Oro, esmalte y cristal. Contiene cabello Dimensiones: Altura 4,5 cm. Anchura 2,5 cm Sala XXII: Despacho Descripción: Guardapelo de oro de uso masculino, pues se trata de un dije que cuelga de una leontina, esto es, una cadena de reloj. De perfil mixtilíneo, tiene el campo esmaltado en negro y roleos de filigrana 45, con un escudo sobrepuesto vacío. En el interior, bajo cristal, encierra cabello. 43 AGP, Administración General, legajo 5263, expediente 9. Engaste a bisel: banda de metal dispuesta alrededor de la piedra para mantenerla en su lugar, quedando ambos al mismo o muy semejante nivel. En este caso, para asegurar la montura ante la irregularidad de algunas de las piedras, se han añadido unas pequeñas garras. 45 Filigrana: técnica que consiste en el soldado de finísimos hilos de oro o plata. 44 32 Aunque los caballeros románticos restringieron el uso de alhajas por considerarlo inapropiado a su condición, también expresaron el duelo o la estima por un ser querido a través de pequeños detalles preciosos como alfileres de corbata, gemelos, anillos o colgantes 46. Inventario: CE0975 Materiales: Plata y esmalte Sala XX: Gabinete Descripción: Guardapelo rectangular de plata anexionado a una leontina, con decoración de muescas, remate superior de espirales afrontadas y esmalte pintado de rosas sobre fondo negro. Joyería negra: esmalte, ónix, azabache y sus imitaciones El color indiscutible del duelo fue el negro, cuya presencia, no obstante, se aligeraba en el transcurso del mismo. Digna de mención es la oscuridad y austeridad en que se sumió la soberana Victoria de Reino Unido tras el inesperado fallecimiento de su amado esposo el príncipe Alberto en 1861, manteniéndose de luto riguroso cuarenta años, hasta su propia muerte en 1901. La misma tonalidad inundó la ceremonia nupcial de Eulalia de Borbón y Antonio de Orleans, celebrada el 6 de marzo de 1886, habiendo trascurrido muy poco tiempo desde el óbito del hermano de la infanta, el rey Alfonso XII, acaecido el 25 de noviembre del año anterior: S. M. la reina regente vestía un sencillo traje de merino negro, con grandes bandas de crespón de Inglaterra; sostenía el largo velo una diadema de cuentas negras; no llevaba más alhajas que un medallón de oro, con la cifra en esmalte negro de su inolvidable esposo y una pulsera en el brazo izquierdo [...] Detrás seguían S. M. la reina Dª Isabel con corona de azabache y collar de bolas negras y la banda de María Luisa; la infanta Dª Isabel con análogo tocado, y la duquesa de Montpensier con traje de merino bordado de cuentas negras 47. 46 Más información en LÁZARO MILLA, N., “Joyería masculina en el Museo del Romanticismo”, abril de 2014, <http://museoromanticismo.mcu.es/web/archivos/documentos/pieza_segundotrimestre_2014.pdf>. Las fichas de este conjunto y el siguiente se encuentran en las pp. 32 y 33. 47 La Época, Madrid, núm. 12 079, 6 de marzo de 1886, p. 2. 33 Como se colige de esta noticia, la joyería recurrió a diferentes materiales. Uno de ellos fue el esmalte, resumidamente, el producto de fundir vidrio pulverizado y óxido de hierro, que provee el color. Además de los guardapelos inv. CE2685, CE2694, CE2715 y CE0975, ya estudiados, que lo contienen, el Museo del Romanticismo conserva: Inventario: CE2814 Materiales: Oro y esmalte Dimensiones: Altura 2,1 cm. Anchura 1,6 cm. Peso 2 gr Descripción: Pendiente con aro de esmalte negro entorchado con cinta de oro. En su interior alberga una pieza ahusada y gallonada también de esmalte negro e hilo de oro. De la parte inferior colgaron tres cuentas esmaltadas en negro, habiéndose perdido la central. El cierre es de charnela. Al pendiente compañero (inv. CE7940) le faltan la cerradura y las tres bolas. Inventario: CE2813 y CE7939 Materiales: Oro, esmalte, diamante y aljófar Dimensiones: Altura 1,6 cm. Diámetro 1,3 cm. Peso 2,9 gr Descripción: Pendientes de botón de media esfera esmaltada en negro, con un aljófar enmarcado en una estrella en que sus cinco puntas son igual número de diamantes labrados en rosa y engastados a grano. El apéndice superior es otro de la misma talla montado a bisel con garras. No conservan los cierres. Casualidad o no, son ya tres las joyas (inv. CE7851 y CE20183) relacionadas con el luto que están ornamentadas con estrellas de cinco puntas. Si hubo en ello una intencionalidad, quizá pueda interpretarse, desde el pensamiento cristiano, como la esperanza en la vida eterna, la luz que disipa en el alma la tiniebla que supone la pérdida. 34 Inventario: CE2774, CE2775, CE7906 y CE7907 Materiales: Plata y esmalte Dimensiones: Altura 1,7 cm. Anchura 3,1 cm. Peso 3,1 gr Descripción: Dos pares de gemelos compuesto cada uno por dos botones, óvalos de plata decorados con líneas doradas en zigzag sobre fondo esmaltado en negro. Se unen mediante mosquetón doble48. Como se exponía en los apartados previos, el esmalte negro no fue de uso exclusivo para el luto. Por ejemplo, María Bosch, retratada por Federico de Madrazo y Kuntz en 1875, luce sobre el pecho un medallón circular de esmalte negro con las cifras “M. B.”, cuya única intención era manifestar de manera abreviada su nombre y primer apellido. Federico de Madrazo María Bosch de la Presilla Óleo sobre lienzo, 1875 Inv. CE1492 Sala XXIII: Sala de Billar Museo del Romanticismo El material del colgante de la niña Bosch también podría ser ónix. Aunque este mineral se asocia a un negro uniforme y profundo, la intensidad del color suele ser resultado de un proceso de tinción al que se recurre desde hace siglos, consistente en bañar la piedra en una solución de azúcar que se carboniza al calentarla en ácido sulfúrico 49. En estado natural tiene bandas paralelas y estrechas de diferentes tonalidades, habiéndose convertido por ello en un soporte idóneo para la talla de camafeos. El Museo del Romanticismo cuenta con los siguientes ejemplos de joyería de ónix: 48 Más piezas similares en ibíd., pp. 35, 36, 39 y 40. 49 CROWE, J., Guía ilustrada de las piedras preciosas, Barcelona, Promopress, 2007, p. 75. 35 Inventario: CE2739 y CE7899 Materiales: Oro y ónix Dimensiones: Longitud 2,5 cm. Diámetro máximo 0,9 cm. Peso 1,5 gr Descripción: Pendientes con sucesión vertical de cuatro medias esferas de ónix, la inferior de mayor tamaño y suspendida de anilla. El cierre es de gancho y fleje. Ostentan marca de garantía de oro. La pareja (inv. CE7899) ha perdido dos de las piedras. Inventario: CE2822 Materiales: Oro y ónix Dimensiones: Altura 3,8 cm. Anchura 1,8 cm. Peso 2,8 gr Descripción: Pendiente de oro de dos cuerpos. El superior está compuesto por un círculo y dos motivos paisley 50 afrontados, de ónix. El segundo son tres lágrimas, también de ónix, en disposición girandole. La central se une mediante una pieza con forma de cabeza de carnero. El cierre es de gancho y fleje. No se conserva el pendiente compañero. Inventario: CE2807 y CE7933 Materiales: Oro, ónix y diamante Dimensiones: Altura 1 cm. Anchura 3 cm. Peso 2,6 gr Descripción: Par de gemelos de oro compuesto cada uno por dos botones de ónix tallado en tabla cuadrada, con un diamante labrado en rosa encastrado en el centro con montura metálica plateada. Están unidos por mosquetón. 50 Paisley: motivo decorativo de origen persa. Aunque se trata de una estilización vegetal, su forma recuerda a una gota de agua o a un riñón. Toma su nombre de una localidad escocesa que alcanzó gran importancia durante el siglo XIX en la producción de textiles que imitaban la composición y los estampados de los chales de Cachemira. 36 Inventario: CE2803 y CE7929 Materiales: Oro y ónix Dimensiones: Longitud 3 cm. Diámetro 1,5 cm. Peso 2,2 gr Descripción: Par de gemelos circulares de oro con una lámina de ónix engastada. Se unen a la muletilla mediante cadena. El ónix se imitó con piedras negras pulimentadas o convenientemente teñidas y barnizadas: Inventario: CE2842 Materiales. Metal dorado y piedra negra Dimensiones: Altura 1,6 cm. Anchura 8,5 cm. Peso 11,4 gr Descripción: Alfiler de barra de metal dorado que envuelve, formando ochos, a cinco piedras negras circulares de diámetro decreciente desde la central a las laterales, decoradas con esferillas doradas en sus centros. Cierre de aguja. A primera vista, el ónix y el azabache, madera fosilizada, son fácilmente confundibles. Una vez en las manos, se diferencian en que el segundo posee un tacto menos frío, es más ligero y frágil y tiene una apariencia oleosa en estado natural. Inventario: CE2796 y CE7865 Materiales: Metal dorado y azabache Dimensiones: Diámetro 2,3 cm. Peso 15 gr Sala XX: Gabinete Descripción: Gemelos semiesféricos de azabache facetado con sobrepuesto de corona de metal dorado. En el broche de la pulsera de cabello inv. CE7851 puede observarse otro fragmento de azabache, tallado en tabla oval. 37 El azabache ha sido utilizado en joyería desde tiempos prehistóricos. Muchas culturas lo han considerado un potente profiláctico contra los poderes maléficos, empleándose por ello en la construcción de amuletos, por ejemplo, ligados al Camino de Santiago. Durante el siglo XIX el azabache más afamado fue el procedente de los acantilados de la localidad inglesa de Whitby, industria que hacia 1870 integró a más de 1500 asalariados 51. Las extracciones fueron masivas a partir de la involuntaria promoción que supuso el luto de la reina Victoria, aunque las alhajas de azabache fueron también lucidas estando desprovistas de significado luctuoso. El azabache es fácil de tallar, pero delicado, lo que impide su producción mecánica; su consistencia sólo permite algunos trabajos a torno, esculpiéndose los detalles y abrillantándose manualmente por especialistas. Esto lo convertía en un material de elevado coste, únicamente accesible para bolsillos desahogados. Los avances técnicos derivados de la revolución industrial propiciaron su emulación con sustancias más asequibles, democratizando este aspecto del duelo. Fueron habituales las joyas de cristal negro, cuyo lustre se asemejaba al del azabache pulido, las cuales permitieron también cubrir la inabarcable demanda del lignito. Gran difusión alcanzó el denominado azabache francés, vidrio moldeado de origen bohemio, curiosamente, rojo oscuro, que se tornaba negro al montarse sobre placas metálicas pintadas en ese color 52. El Museo del Romanticismo guarda varias joyas de pasta vítrea negra: Inventario: CE0473 Materiales: Pasta vítrea Dimensiones: Altura 14 cm. Anchura 7,5 cm Sala XV: Boudoir Descripción: Peineta de pasta vítrea negra, ligeramente convexa, como es usual, para su perfecta adaptación al volumen de la cabeza. Las seis púas onduladas del peine están culminadas por un rosetón helicoidal compuesto y enmarcado por cuentas facetadas a imitación de las piedras preciosas. La apariencia de la pieza es similar a la del azabache bruñido. 51 PHILLIPS, C., Jewelry. From antiquity to the present, Londres, Thames & Hudson, 1996, p. 151. 52 GERE, C. y RUDOE, J., Jewellery in the age of Queen Victoria. A mirror to the world, Londres, The British Museum Press, 2010, p. 124. 38 Inventario: CE2769 Materiales: Cobre, pasta vítrea e hilo Dimensiones: Altura (eslabones) 3 cm. Anchura (eslabones) 1,5 cm. Peso 42 gr Descripción: Pulsera constituida por siete eslabones elípticos de pasta vítrea en tres capas: negro, blanco y negro. Están montados en cobre y alternan con seis eslabones de menor tamaño en forma de dobles ochos. El enfilado se halla fragmentado. Inventario: CE2735 Materiales: Oro y pasta vítrea Dimensiones: Altura 1,6 cm. Anchura 0,6 cm. Peso 0,4 gr Descripción: Pendiente de oro con espacios para dos esferas de pasta vítrea negra, de las que sólo se conserva una. Cierre de gancho y fleje. El pendiente compañero (inv. CE7901) ha perdido las dos cuentas. Inventario: CE2804 y CE7930 Materiales: Oro y pasta vítrea Dimensiones: Altura 1,3 cm. Anchura 0,8 cm. Peso 0,8 gr Descripción: Pareja de gemelos ovales de oro y pasta vítrea negra, cuyo acabado recuerda al del azabache sin lustrar, que se utilizaba en la primera etapa del luto. Decorado con una lámina de oro punteada con silueta de serpiente esquematizada inserta en un cartucho. Marca parisina. 39 Más económica fue la vulcanita, resultado de calentar a muy alta temperatura -vulcanizarcaucho en presencia de azufre. El estadounidense Charles Goodyear aseguraba haber descubierto el procedimiento en 1839, aunque no lo patentó hasta 1844, cuando el inglés Thomas Hancock ya lo había registrado; ambos dieron a conocer esta novedad en la Exposición Universal de Londres de 1851. Entre las muchas aplicaciones del polímero estuvo la imitación del azabache en joyería. Se trata de un material muy duro y compacto, pero moldeable -con lupa se advierten las huellas de las matrices-, lo que permitió su fabricación en serie y su consecuente popularización. Sin embargo, su aspecto es mate y su profunda tonalidad negra se vuelve amarronada con el tiempo a causa de la incidencia de la luz, pudiéndose considerar que las alhajas realizadas en vulcanita tenían caducidad, pues eran adornos concebidos con la misma temporalidad que el luto. Una variante de la vulcanita es la ebonita, de la que únicamente se diferencia por contener más proporción de azufre y ser sometida a mayor tiempo de cocción, lo que hace más duradero el color negro. Recibió su nombre del ébano, madera a la que rápida y eficientemente sustituyó 53. El Museo del Romanticismo alberga un juego de pendientes (CE6275 y CE7869) y un alfiler a juego (CE1161) de este tipo: Inventario: CE6275 y CE7869 Materiales: Metal dorado y ebonita / vulcanita Dimensiones: Altura 4 cm. Anchura 1,6 cm. Sala XV: Boudoir Inventario: CE1161 Materiales: Metal dorado y ebonita / vulcanita Dimensiones: Altura 4 cm. Anchura 6,3 cm. Sala XV: Boudoir 53 Ibíd., pp. 207-208 y HERRADÓN FIGUEROA, M.A., “Joyas para el luto”, junio de 2008, <http://museodeltraje.mcu.es/popups/06-2008.pdf>, pp. 6-8. 40 Se trata de uno de los motivos que mayor difusión alcanzó con estos nuevos materiales: una mano femenina que sostiene una rosa cortada, metáfora de la vida sesgada de un adulto si sus pétalos estaban abiertos o de un niño cuando estaba en fase de capullo, pretendiendo emular los elaborados ramilletes esculpidos en azabache inglés. Curiosamente, el mismo modelo fue labrado en marfil -el color opuesto- en ciertas zonas de Francia, Suiza y Alemania, convirtiéndose en deseados recuerdos de viaje y en símbolos de amor y amistad 54. Como colofón, la siguiente fotografía muestra a una dama que luce en ambas muñecas pulseras de cabello; la de la derecha, de cabos cruzados, similar a las inv. CE6238, CE0385 y CE7851, conteniendo a esta última la caja en la que se inserta la imagen, y la de la izquierda, que señala con el dedo índice, de brazo de trenza plana y broche rectangular metálico. Cierra el cuello con un alfiler ovalado de fondo negro que lleva aplicada una decoración que no puede distinguirse, formando conjunto con los pendientes: Caja Cartón y colodión de ennegrecimiento directo Mediados del siglo XIX Inv. CE1155 Museo del Romanticismo 54 GERE, C., y RUDOE, J., op. cit., pp. 496-497. 41 5. BIBLIOGRAFÍA .... DOCUMENTOS DE ARCHIVO Archivo General de Palacio, Administración General, legajo 6635; legajo 5263, expediente 9. Archivo Histórico Nacional, Diversos, Títulos y Familias, legajo 3759, expediente 5-1. MONOGRAFÍAS, CATÁLOGOS Y ARTÍCULOS ARIÈS, P., El hombre ante la muerte, Madrid, Taurus, 1999. BURY, S., An introduction to sentimental jewellery, Londres, Her Majesty's Stationery Office, 1985. BURY, S., Jewellery. The international era, 1789-1910 (vol. 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RECURSOS ONLINE www.algordanza.es www.britishmuseum.org (catálogo online) www.hairworksociety.org www.kerryhowley.co.uk www.leilashairmuseum.net (galería online) https://museoromanticismo.mcu.es (catálogo online) www.myranshemslojd.nu http://www.rae.es/ www.vam.ac.uk (catálogo online) Fotografías: Museo del Romanticismo Coordinación: M.ª Jesús Cabrera Bravo Diseño y maquetación: M.ª Jesús Cabrera Bravo y Álvaro Gómez González Agradecimientos: M.ª Jesús Cabrera Bravo, José Manuel Cruz Valdovinos, Paloma Dorado Pérez, Javier Fernández Fernández 44 LA PIEZA DEL MES EN LAS REDES DEL MUSEO .... En nuestro canal de Youtube, podéis encontrar todos los meses un resumen de la pieza analizada, en la que su propio autor explica los detalles más interesantes: Canal de Youtube del Museo del Romanticismo: Piezas del mes Trimestralmente dedicamos un día a tuitear de modo monográfico las curiosidades más destacadas relacionadas con la pieza del mes en nuestra cuenta @MRomanticismo Este trimestre, dedicaremos el jueves 10 de diciembre de 2015 a relatar todo lo relacionado con el luto y su reflejo en las colecciones del Museo. 45 LA PIEZA DEL TRIMESTRE. CICLO 2015 .... Primer trimestre: enero – marzo Roberto Muñoz Martín MANUEL BARRÓN, CONTRABANDISTAS EN LA SERRANÍA DE RONDA, 1849 Segundo trimestre: abril – junio Raquel Sigüenza Martín ANTONIO M.ª ESQUIVEL, AGAR E ISMAEL EN EL DESIERTO, 1856 Tercer trimestre: julio - septiembre Carolina Miguel Arroyo FEDERICO DE MADRAZO EN EL MUSEO DEL ROMANTICISMO Cuarto trimestre: octubre - diciembre Nuria Lázaro Milla y Jennifer Carrera Jiménez ALHAJAS PARA EL RECUERDO: JOYERÍA DE LUTO EN EL MUSEO DEL ROMANTICISMO 46 47