1.ª Parada Cibeles 18 1.ª Parada 1.ª Parada L 19 a escultura Comenzamos nuestro recorrido en la plaza Cibeles, donde podemos admirar este conjunto monumental de estilo neoclásico concebido en el marco de la reforma urbanística que se conoce como «El salón del Prado» (1775-1782). El arquitecto José de Hermosilla y Sandoval (1715-1776) planificó dicha reforma durante el reinado de Carlos III, que abarca la fuente de Cibeles, la de Neptuno y las Cuatro Estaciones o fuente de Apolo. El monumento fue diseñado por Ventura (Buenaventura) Rodríguez Tizón (17171785) en 1777. Este conjunto escultórico de amplias dimensiones (5’5 x 4’7 x 12’5 m) es fruto del trabajo que varios artistas realizaron entre los años 1780 y 1792. Francisco Gutiérrez Arribas (1727-1782) fue el encargado de tallar la diosa y su carro, y Roberto Michel Reimond (1720-1786) los leones. Colaboraron en su elaboración Miguel Ximenex y Alfonso Giraldo Bergaz (1744–1812). En 1895 se remodeló el monumento, colocándolo sobre cuatro peldaños y añadiéndole a la parte posterior del carro dos amorcillos de mármol de Carrara: uno de ellos, obra de Miguel Ángel Trilles (1866-1936), vierte agua de un ánfora; el otro sostiene una caracola y fue esculpido por Antonio Parera Saurina (1868-1946). La técnica escogida para la creación de la Cibeles es la talla. La talla es un método sustractivo, es decir, el escultor parte de un volumen del que va eliminado materia. Es la técnica que suele preferirse cuando se trabaja sobre materiales rígidos de mayor o menor dureza, como piedra, madera, etc., o, como en este caso, el mármol. La figura principal representada en el monumento es la diosa Cibeles. La realizó el escultor Francisco Gutiérrez en mármol de Montesclaros (Toledo). Es una estatua sedente, montada en un carro dispuesto sobre una roca, a la que se han añadido algunas plantas y animales. En su mano izquierda sostiene una llave y en la derecha un cetro. La cara de la diosa muestra una belleza universal y serena, por completo acorde con las ideas del neoclasicismo escultórico de la época, aún en clara dependencia de la iconografía anterior. La figura calza unas sandalias y tiene los pies cruzados. Lleva una túnica (el quitón) cubierta con un chal (el himatión), en el que destaca el movimiento y ritmo de sus pliegues. El carro está profusamente decorado y rodeado de flores, plantas y animales; en su parte delantera sobresale un mascarón del que brota un surtidor de agua. Lo arrastran dos leones, esculpidos por el francés Roberto Michel, que dan dinamismo al conjunto. En la base puede observarse el juego de diversas texturas que permiten vislumbrar la huella de las herramientas empleadas en su realización. 20 E 1.ª Parada l mito La diosa Cibeles o Cíbele proviene de Asia Menor y significa la «Gran Madre» o «Madre de los dioses». Divinidad de la naturaleza que da origen a todo cuanto existe, habita en lugares apartados, bosques y montes y se rodea de animales salvajes, como los leones que la escoltan en la fuente madrileña. A ella se encomiendan las labores del campo y de la viticultura. Como diosa de la fecundidad, Cibeles se ha asimilado en ocasiones a Deméter (o Ceres, hija de Crono y Rea), diosa también de la tierra cultivada, y a Rea (hija de Urano y Gea y madre de Zeus). La fuente madrileña la representa con una corona en forma de muralla y con un carro tirado por dos leones, animales que gozan de una historia peculiar. Atalanta era una joven hermosa y atlética a quien el Oráculo había predicho desventuras si se desposaba. Por ello retaba a sus pretendientes a una carrera: el que perdiera moriría en sus manos; aquel que fuese más rápido la conseguiría en matrimonio. Tan enamorado de la joven estaba Hipómenes que logró el favor de Afrodita, con cuya ayuda pudo vencer a Atalanta, quien en secreto se había prendado de él. Ya marido y mujer, los amantes se refugiaron en una gruta para dar rienda suelta a su pasión, pero la mala fortuna quiso que la cueva estuviera consagrada a Cibeles. Esta, llena de indignación, convirtió a la pareja de amantes en leones, que unció a su carro por toda la eternidad. Uno de los mitos que acompañan a la diosa, asimismo de procedencia asiática, la presenta enamorada del pastor Atis, también llamado Córibas. Atis era un joven pastor al que de niño habían abandonado entre los juncos de un río, donde lo encontró Cibeles. Tan hermoso era, que la diosa le profesó de inmediato un amor profundo y decidió convertirlo en guardián de su templo, para lo que había de permanecer virgen. Sin embargo, Atis se enamoró de una ninfa, con lo que provocó los celos de Cibeles, quien, airada, se opuso a este amor. En un arranque de locura, el dios se castró y murió. La diosa, llena de remordimientos, transformó al pastor en un pino coronado de violetas, símbolo de la vida vegetal que «muere» en otoño para renacer eternamente en primavera. El culto a Cibeles y Atis, de tipo orgiástico, se introdujo en Roma y dio lugar a manifestaciones sangrientas por parte de sus fieles, algunos de los cuales llegaban a castrarse. 1.ª Parada 21