La cualidad de la visión Por Cecil A. Poole, F.R.C. Revista El Rosacruz A.M.O.R.C. Usamos de ordinario la palabra visión para referirnos a la acción y efecto de ver. Otra de las acepciones de este vocablo es, sin embargo, la siguiente: "aquello que se ve de otro modo que por el sentido ordinario de la vista." Esta definición implica que la palabra visión es, en un sentido, sinónimo de comprensión. Percibimos a través de varios conductos, pero usualmente se considera que la unión de la totalidad de la percepción ocurre en la mente, donde un concepto, basado en la percepción, se hace parte de la conciencia. La visión puede considerarse como un concepto completo, esto es, un concepto que toma en consideración más de lo que se percibe ordinariamente por el sentido de la vista. Aunque es costumbre en la vida diaria referirnos al vocablo visión como el proceso de ver, esta idea debe de hacerse más extensiva para darnos cuenta de que abarca algo más que el conjunto de sensaciones perceptibles por medio de los cinco sentidos físicos. La visión incluye la habilidad de juntar o asociar nuestro conocimiento y percepciones de tal manera que podamos llegar a conclusiones y conceptos que sean nuestros en cuanto se refiere a nuestro punto de vista y nuestra filosofía de la vida. Si bien todos los procesos receptivos son importantes y de ellos dependemos para adquirir conocimiento del mundo que nos rodea, es aún más esencial utilizar las impresiones que deja en nuestro ser el aparato perceptivo y reunir, al pensar, aquellos conceptos que podamos utilizar. Hay dos formas generales de percepción: la voluntaria y la involuntaria. La tendencia humana se inclina a un fácil deslizamiento hacia la percepción involuntaria, en vez de cultivar, lo más posible, el método de la visión selectiva. La visión selectiva consiste en la habilidad de escoger entre todas las impresiones que penetran en nuestra conciencia, aquellas que valgan la pena y que podamos hacer de mayor valor para nosotros como individuos. Para llevar a cabo esta selección se requiere considerable esfuerzo y concentración. El procedimiento implica que dediquemos nuestros esfuerzos a la comprensión, no sólo del mundo en que vivimos sino también de nosotros mismos, ya que somos nosotros, en cierto modo, los perceptores de este mundo. La percepción involuntaria, aplíquese ya al sentido de la vista o a cualquier otro de los sentidos, entraña simplemente la aceptación por nuestra parte de lo que ocurre en nuestro alrededor. Existe hoy, en el campo de las diversiones modernas, mucho que demuestra ese tipo de percepción. Hay gentes que se someten a considerable molestia con tal de colocarse en situaciones en que puedan tener su mente ocupada o fijar su atención sin esfuerzo en aquellas cosas que les permiten, matar el tiempo, y a la vez los entretienen. Esa acción no es en sí dañina, pero si un individuo se acostumbra a aceptar la impresión de toda percepción de su mente sin tratar de elegir de alguna manera las que de veras le importan, encuentra que gradualmente va perdiendo la habilidad de concentrar su pensamiento debidamente y de seleccionar las cosas de importancia. Es fácil observar un programa, una representación, una cinta cinematográfica, pero a veces es más útil el estudiar, esto es, estudiar alguna materia que resulte beneficiosa o cultural y que redunde en acopio de nuevo conocimiento. En este proceso tendremos que esforzarnos para seleccionar aquellas cosas que nos produzcan el mayor goce posible. Para obtener la habilidad de seleccionar lo que sea de más beneficio en la vida, es necesario adquirir la aptitud de ver claro, más bien que la de ver lejos. Con frecuencia resulta más importante observar lo que ocurre en nuestro inmediato ambiente, que percibir lo que está lejos de nuestro alcance. Algunas personas al escoger un telescopio u otro instrumento óptico, se fijan más en su poder de aumento que en su cualidad de reproducir claramente lo que se observa. Y, así es la mente humana. Algunas personas parecen estar más interesadas en adquirir un conocimiento fragmentario de muchas cosas que en poder aplicar algún conocimiento valioso y útil a la evolución de sus vidas. Por esta razón encontramos que hay una gran limitación en cuanto a la predicción. La inhabilidad de muchos individuos de comprender cabalmente todo lo que sucede en el presente, sin duda opacará su facultad para percibir claramente el futuro. Si en el diario vivir dejamos que nuestras impresiones se formen como consecuencia de percepción involuntaria (esto es, si simplemente asimilamos lo que nos llega sin someterlo a análisis) no seremos capaces de percibir las sutiles causas y efectos existentes en nuestro particular ambiente. También por esta razón no nos es posible trazar planes para el futuro. Carecemos de la habilidad para coordinar debidamente los hechos de importancia con su secuela futura en el curso normal de los acontecimientos. Si no sabemos analizar justamente las situaciones que ocurren en el presente no debemos preocuparnos en cuanto a cómo éstas afectarán el futuro. Aun si fuera posible tener profecías que fuesen absolutamente ciertas a nuestro alcance, no nos haría ningún bien el conocerlas, a menos que ya hubiéramos adquirido la facultad de ver claramente y de aquilatar las circunstancias que constituyen los hechos y condiciones de nuestra vida en el presente. Para obtener una idea comprensiva de la vida, para ser capaces de desarrollar una filosofía que nos permita vivir esta vida y obtener de ella lo que debemos obtener y lo que deseamos, se requiere la habilidad necesaria para analizar cada aspecto de ella. Todo individuo inteligente que resuelva un problema de matemáticas, sabe que cada número es importante en el proceso de su resolución. Ignorar cualquier parte del problema es obvio que conduciría a error en lugar de producir la solución requerida. Este principio se aplica igualmente en nuestra vida. El ignorar los hechos, las causas y los efectos que en todo momento acontecen a nuestro alrededor, y nuestra incapacidad para ensamblarlos formando un diseño significativo, es indicación de que carecemos de la habilidad para pensar claro, e inteligentemente y de la debida percepción, necesaria para nuestra comprensión del cuadro total. Muchas personas que fallan en ver el significado de la vida, o que aun fallan en percibir el significado de circunstancias que constituyen hechos aislados en sus existencias, pasan por esto porque no ven la vida como un todo, y no saben apreciar todas las sutilezas de la situación. Es por consiguiente, importante el darse cuenta de que la comprensión es tanto un proceso del ser interno como de la percepción objetiva. Podemos percibir cuanto ocurre en nuestro derredor, pero es en nuestro interior donde enlazamos esas sensaciones y por medio de ello obtenemos conocimiento, experiencia y posiblemente un cierto grado de sabiduría. Si deseamos alcanzar algún grado de sabiduría, debemos aprender a mirar las cosas con la vista interior; tendremos que volver a analizar, a tono con el ser interior, todo lo que percibimos. En esa forma convertimos nuestra mente en instrumento para el acoplamiento de aquellos factores que componen nuestra vida. Catalogándolos apropiadamente y poniéndolos en su orden, creamos una fuente de la que podemos surtirnos; génesis o matriz no sólo de percepciones para el futuro, sino también de habilidad para resolver los problemas del presente.