EL CASO DE ~\lADAME LEFEBRE (*) por ~larie Bonaparte (París! 1. - Los !lECHOS. Los nuevos datos biográficos, C0Il10 los detalles por los cuales puede diferenciarse la descripción del crimen de las versiones recogidas en el juicio o en las audiencias, los debo a la misma madarne Lefebre, En efecto, pude ir a verla con sus abogados, los doctores Python y Kah, acompañados por la señora de Kah, a la prisión de Lille, el 14 de enero de 1927, Y conversar con ella más de cuatro horas. Ignoraba mi identidad porque me presentaron como "una persona que se interesa por la psicología" y que proyectaba escribir sobre ella un estudio. Madame Lefebre, de soltera Maria Felicia Elisa Lemairc, Fromelles, en el norte de Francia, el 13 de noviembre a una honorable familia de grandes agricultores; Lemairc, poseía y trabajaba Wayrnel, descendía numerosas tierras. de una conocida Su madre, 'Natalia Sedoma Dos años después dieciocho meses más tarde su Una última hermana, Luisa, debió nacer en 1874, La pequeña María Lemaire creció en el campo. refiere a su abuela materna. qué edad- Pertenecía su padre, Carlos Francisco familia del norte. de Mana nacía su hermano Carlos Francisco; hermana Nelly. de 186+ nació en Se ve muy pequeña Su primer recuerdo -no podría precisar se a caminando fuera, cerca de su abuela, a quien dice haber adora- do. El abuelo y la abuela paternos de María Lemaire vivieron, en efecto, los últimos años de su vida en la casa de su hijo Carlos. Habitaban ficio aparte, pero las comidas eran tomadas en común. dame Lefebre, insistiendo en un edi- "Jamás, dice ma- sobre ese punto, hubo disputas, porque familia estábamos entre gente bien educada y se sabía qué respeto y qué atencion se deben a los padres." A los seis años María fué puesta como pupila en el convento nes. Parece (') H9, haber guardado Traducido 1927, r reproducido un buen recuerdo de la "RCHIC de Four- dc ese convento. Francaise de Psychanalysc", en mi \'01. Había 1, pág. EL CASO DE ,HADA,HE LEFEBRE 109 en él muchas runas del campo; "esas señoras" se ocupaban mucho indivi- dualmente no recuerda haber de sus alumnas. particularmente Madame Lefebre querido a una maestra o a una compañera. Volvía en el verano, durante las vacaciones, a casa de sus padres. Había perdido en 1869 Ó 1870 a sus queridos abuelos. El amor por su padre desde entonces parece haber dominado sólo su infancia. terna, habla mucho menos de su madre. bueno. Pero su madre madame Lefebre: era todavía "Cuando Pondera la bondad pa- Su padre era severo aunque más severa. muy Y pintorescarnente dice nos tirábamos un pedo atravesado, se lo podía- mos decir a mi padre, a mi madre jamás. Y nuestro padre entonces nos decía: «¡No se lo vayan a contar a su madre!»." Durante sus temporadas de verano en casa de los padres, la pequeña María jugaba en el jardín con su hermano y su hermana. muñeca que quería mucho. María no se entretenía Nelly tenía una a menudo con las muñe- cas pero cosía con ardor vestiditos para la de su hermana. cipalmente a representaciones religiosas. El pequeño cementerio dentro de cajas de cigarros hecho ex profeso, sus tumbas levantaban crucecitas en el jardín proce- los pollitos muertos, después de solemnes prin- Carlos era el sacer- dote. Se confesaban con él y decía la misa. Organizaban siones. Enterraban Jugaban bendiciones, en un y sobre adornadas con coronas de margaritas. ts- tos eran los juegos de los pequeños Lernaire. A María también le gustaba leer los libros de la "Biblioteca muy particularmente centricidades Las niñitas modelos, en el cual le encantaban de la mala madame Fichini, madrastra en representar Rosa" y las escenas en las cuales figuraba hermanas se disfrazaba para interpretar las ex- de Sofía. Se divertían esta señora. Una de las este papel. A los doce años María fué retirada del convento de Fournes e internada en el de las Bermudinas éstas pertenecían de Esquesmes. Había allí más pensionistas. a un medio más elevado, se ocupaban Aunque menos individual- mente de las alumnas. María había hecho su primera comunión pre fué muy piadosa. crisis mística. debe hacerse", No recuerda Dice simplemente con todo fervor porque siem- haber tenido en ese momento haber hecho su primera comunión ninguna "como como se hace en una familia como la suya. Pero un poco antes de los trece años y medio, época de su primera menstruación, comienza a resentirse en su salud. Empezó María a sufrir de una diarrea que la MARIE BONAPARTE 110 atormentó sin cesar y que duró todo el tiempo que tardaron zarse sus menstruaciones. dieciocho Esta regularización años, con irregularidades en regulari- fué difícil, y duró hasta los y supresiones de las menstruaciones a veces hasta de cinco y seis meses. El equilibrio nervioso fué notablemente turbado; la joven volvióse triste sin causa visible y tenía ataques de llanto por razones fútiles en apariencia. una simple observación Por ejemplo, dice María Lernaire: "por hecha por mamá". A los dieciséis años y medio, María fué retirada de la pensión y volvió a casa de sus padres que vivían en Fournes desde hacía dos o tres años. Quedó allí hasta su casamiento. que ejercía la profesión matrimonio En 1888 casó con Guillermo de cervecero en Roubaix. entre las familias Lefébre y Lernaire. sus vidas y sus bienes, se constituían Era un casamiento Había arreglado existido ya un Guillermo y María, al unir un haber matrimonial de conveniencia Lefebre, de varios millones. por los padres. GuiUerno Lefebre, nacido el 31 de julio de 1854, era diez años mayor que su mujer. María llegaba al matrimonio en estado de completa ignorancia de sus reali- dades. Sufrió mucho en un principio de la revelación de las relaciones carnales, y aunque fué acostumbrándose conyugales, prestándose poco a poco, nunca gustó los contactos a ellos por deber. Quedó encinta y sufrió durante su embarazo distintos malestares, principalmente a luz prematuramente, dolores en los riñones. Dió a los seis meses y medio, a una niña que no pudo vivir y que dice sentir mucho. Tuvo el 31 de agosto de 1890 su primer hijo, Andrés, y el 24 de mayo de 1892 su segundo hijo, Carlos. Debió -permanecer recostada una gran parte del tiempo de su embarazo. Amamantó a sus hijos, como lo había sido ella misma por su madre durante unos meses, al cabo de los cuales fué su misma madre quien dijo: "Ya es bastante; se debe amamantar por más tiempo." no No tuvo después otros hijos, aunque estaban dispuestos, tanto ella como su marido a recibir de buena gana otros que llegaran. Se consagró desde entonces a sus dos hijos, que tomaron, en su vida estrecha de burguesa ordenada, el primer sitio al lado de los cuidados al marido y a la casa. El matrimonio Lefebre, que vivió diez años en Roubaix en la calle Lannoy y de 1898 a 1923 en el boulevard Gambetta, en la misma ciudad, no frecuentaba mucha gente, replegados en su vida familiar. El matrimonio era conocido por su extremada Madame Lefebre, economía que muchos calificaban muy piadosa, iba a menudo de avaricia. a misa a primera hora. EL CASO DE MADAME Pero cuando el pequeño ver certificado bre se consagró entonces 111 Carlos tuvo seis años, cayó atacado de una enferme- dad febril que le dejó trastornos cot-Marie, LEFEBRE atróficos y motores (amiotrofia del doctor Secerd en el juicio). a este niño, cuidándolo tipo Char- Madame Lefé- noche y día, atándose a él como suelen hacerlo las madres con los hijos cuando son inválidos. Sólo Andrés quedaba sano, crecía, estudiaba, rendía su derecho y se aprontaba ser escribano, siguiendo el ejemplo de su tío Carlos Lemaire. Fué entonces, aproximadamente la menopausia, en 1912, a a los cuarenta y ocho años, al iniciarse cuando madame Lefebre mente afectada en su salud. Convirtióse comenzó a sentirse seria- en la presa de trastornos nerviosos difusos y diversos, la cabeza perdida, nervios torcidos y un síntoma que iba a emponzoñar su vida: una constipación larmente con la diarrea que no cedía a veces durante "cólicos hepáticos", invencible de su pubertad. que contrastaba Esta constipación quince días. Pronto las contracciones empezaron de estómago singu- era tan tenaz, también los y todas esas sensacio- nes dolorosas difusas de ptosis, cuya descripción, con la de los trastornos nerviosos diversos, llenará en adelante los "diarios" y cuadernos de notas de madame Lefebre: "Ordenador" no del "Buen Socorro". cuaderno llamado el "Estudioso" o cuader- Fué entonces cuando madame Lefebre cayó en manos de los médicos, los que, como ocurre con los hipocondríacos y los psicóticos en general, no pudieron hacer gran cosa por ella. El halo psíquico inherente a su mal, aureolando el núcleo del mal físico no podía ser disipado por los medicamentos, bromuro, otros, ni por algunas duchas o curas en Vichy. y el martirio de la hipocondríaca comenzó. no en el cuerpo- fitina u Insomnios, nervios torci- dos, órganos caídos (el médico de Vichy o de Chatelguyon cado la caída de un riñón, que se extendió valeriana, había diagnosti- en seguida en el espíritu --si de madame Lefebre, a casi todos sus órganos, arrastrados, decía ella, los unos por los otros): tales son los temas que como un obsesio- nante y doloroso estribillo, vuelven en todas sus quejas y sus escritos. matrimonio durmió entonces en cuartos separados. fué interrumpida. matrimonial La vida física conyugal La amistad subsistió, única base verdadera entre monsieur Al comienzo El del acuerdo y madame Lefebre. de su nuevo mal, todavía muy difuso, madame Lefebre había iniciado una cura en el sanatorio del Buen Socorro, en Bélgica. Quedó MARIE BONAPARTE 112 allí la primavera Buen Socorro curada. de 1912, volvió a su casa, tuvo una recaída y volvió al todo el otoño. Fuéentonces Por fin regresó al hogar mejorada, cuando comenzaron los «cólicos hepáticos", hasta ese momento los síntomas psicopáticos pado el primer plano y requerido adelante se sucedieron pero no y la constipación las temporadas ya que habían ocu- en Buen Socorro. En las andanzas inútiles y consultas de médico en mé- dico con las curas en Vichy o en otro punto. En 1914, madame Lefebre soportó la ocupación alemana y no obtuvo sino en 1917 ser evacuada con su hijo Carlos. enfermo, mientras que Andrés, en el frente, se comportaba como un héroe. Se dirigió al sur de Francia, donde supo la muerte ochenta y cuatro años, que había quedado en el norte. alejada de éste, a quien quería tanto, madre sobrevivió antes que su hermana 1922. menor, Luisa, en de Tuvo pena de estar en el momento y no debía extinguirse de su padre, de su' muerte. hasta los ochenta Su años, en 1920, 1921 Y su hermano Carlos en Madame Lefebre quedó en el sur hasta el final de la guerra y volvió a Roubaix a principios de 1919. Sin embargo, su estado de salud continuaba y las recetas recomenzaron bre decidió, buscando El matrimonio a sucederse. Finalmente, procurar ciudad y hacer construir alguna tranquilidad Lefe, el matrimonio a la enferma, dejar la una casa en el boulevar de Roubaix, en Hem. se instaló en esa casa en junio de 1923. Andrés Lefebre, por su lado, habiendo comprado construir siendo malo. Las consultas el estudio del escribano de Fournes, hizo allí una casa y se radicó en ella solo. En 1924 Andrés, que contaba 34 años de edad, conoció por intermedio de amigos a Antonieta cero de Ranney Mulle, joven de unos 30 años, hija de un cerve- y que a la muerte mucha actividad y competencia de su padre había tomado en la dirección de la Sociedad Mulle, poseí- da en común por la viuda de Mulle y sus hijos Enrique, Madamc Lefebre no se opuso al casamiento encaró con entusiasmo. Andrés se comprometió. monio estalla entre la suegra y la futura José y Antonieta, de su hijo, pero no lo Ocho días antes del matri- nuera la primera declaración de la señora de Mulle). Era en la iglesia. Madame Lefebre se acercó a Antonieta agriamente el acaparar con su novio. sin cesar el autourávil parte con escena (ver la y le reprochó de la familia para pasearse EL CASO DE MADAME El casamiento se realizó sin embargo. LEFEBRE Durante 113 el viaje de bodas, que fué acortado de seis a cuatro semanas por madame Lefebre con el pretexto de 'economías y de negocios en Fournes, Andrés no escribió a su madre más que tarjetas postales. Esto le atrajo una agria carta de reproches "el respeto debido a los padres", sobre respeto al cual esas simples tarjetas eran una grave falta. Fué durante ese viaje de bodas; me dijo madame supo que Antonieta Lefebre, cuando Mulle y su hermano Enrique habían tenido la intención de hacerle un pleito a su madre, después de la muerte es esto que se ha introducido del padre. "¿Qué en nuestra familia? ", pensó ella. Y fué a la vuelta de este viaje de novios a la primera visita que le hicieron los jóvenes esposos, que les dijo no querer madame Lefebre) Son también hijos "de "de esta especie" conocidos esta raza" (declaración (palabras de madame Mulle). los penosos episodios del prendedor falsas y de los muebles del salón en seda roja. El prendedor elegido como regalo a mí de de casamiento había sido para su nuera por madame quien no le previno que las perlas eran falsas. Antonieta el día que llevó el prendedor de perlas Lefebre, recién lo descubrió a la joyería para hacerle poner un cierre de seguridad. Los muebles de seda roja, avaluados por madame Lefebre en un precio bastante alto para la dote de Andrés, estaban tan usados que la joven pareja los arrumbó en el segundo piso. Al no verlos en el salón de su hijo madame Lefebre hizo una terrible escena. "¡Pavadas! ", dice hoy levantando los hombros, cuando se le recuerda esos hechos. y habían también continuos reproches sobre los gastos: su nuera no debía tener sirvienta, hacer ella misma la pastelería, poner manteles rojos sobre la mesa para pagar menos lavandera, no comer más que un plato en familia, no agregar un huevo en la salsa blanca, etc. (ver declaraciones madarne Mulle). Madame Lefebre se volvió tan insoportable de que su nuera decidió, en febrero de 1925, seis meses después de su casamiento, no verla más. Sólo Andrés iba, cada semana, a almorzar con sus padres a Hem. En marzo Antonieta quedó encinta. Andrés, que por instinto pre- sentía la situación entre él y su madre, solamente 10 notificó a su padre, y recién a fines de abril o en mayo. Lefebre oyó hablar por primera Nada se sabe acerca de cómo madame vez del embarazo de su nuera. Pero es probable que le llegaran en seguida rumores, aunque hoy ella lo niega. El AJARlE 114 4 de junio tuvo 1<1 BONAPARTE primera idea de comprar un revólver y fué a una armería dc Lille, diciéndose enviada por su marido que estaba preocupado robos de los alrededores y porque una puerta cerraba mal en su casa. El armero le hizo firmar un pedido de autorización un revólver, pero madamc Lefebre, debiendo del prefecto partir Vichy, no tuvo tiempo antes del viaje de conseguir Madarne Lefebre para adquirir al día siguiente para el arma. en una villa, desde el 5 al 24 de residió en Vichy, junio. Allí recibió la confirmación del embarazo de su nuera. Y terminada su cura, "como le quedaba un día antes de vol ver a Roubaix, pasar el tiempo", buscó cómo dice ella. La idea de ir a Lyón parece inventada pobre por los a ver la feria, que la había tentado un momento, después y forma parte del sistema de defensa, bastante en verdad, de madame habían aconsejado, Lefebre. Algunas personas, dice ella, el bajar en Saint-Etienne. se detuvo allí "para visitar la ciudad" de armas y compró en el tren, le Lo cierto es que pero no fué más que hasta la fábrica allí un revólver, "recuerdo de viaje" declaró en el JlIlClO. Poseedora de su revólver, madame Lefebre partió para Hem. Allí su marido no se mostró muy encantado al día siguiente con esta compra, según parece. Se .hizo enseñar un día el manejo del revólver Andrés, porque <1 y entonces su marido no le gustaba tirar. Aprendió fueron las "tentativas de reconciliación" por su hijo ella a tirar. con su nuera, provocadas por ella misma. El 16 de agosto hizo un paseo en auto a Arrás. Fué allí, en el auto, donde su nuera le habría dicho la frase que me citó en distintas ocasiones como imperdonable, la más mortal "Ya me tiene. Bueno, ahora tiene que contar conmigo." de las ofensas: La falta de res- peto, de consideración -es el monótono refrán que repite sin cesar, referente a todos los recuerdos de su nuera, madame Lefébrc se revelan, -« según su opinión, en forma inconfundible, La reconciliación no fué conseguida en esa sola frase. ese día. El hijo, que manejaba el auto, tuvo que sentar a su lado a su mujer para sustraerla de la actitud hostil de su madre, quizá armada ya eS2 día de su revólver. Era un domingo. El domingo siguiente, 23 de agosto, recibía una carta de su madre preguntándole si vendría el miércoles próximo, como de costumbre, a Lille y si su mujer lo acompañaría. Rompió la carta que, según él, contenía términos que podían herir a su mujer, y no la contestó, EL CASO DE MADAME LEFEBRE 115 El miércoles siguiente, 26 de agosto de 1925, iba con su mujer a Lille y después de haber almorzado solo en Hem, en casa de sus padres, volvió a Lille con su padre, que quería ir a la Bolsa, y con su madre, que debía hacer una visita. Durante esta visita madame Lefebre estaba tranquila, como de costumbre (declaración de madame Roger Salembier). Andrés Lefébre encontró a su madre conversando tranquilamente con su esposa en la plaza Rihom, donde había dejado estacionado el coche. Madame Lefebre dijo entonces que tenía que encontrarse con una per- sona pasando la puerta de Bethune. Tomó asiento detrás de su hijo y a la izquierda de su nuera, las dos instaladas en el asiento posterior del coche Ford, con la capota levantada. Andrés las lleva primero hasta la plaza Redonda y allí detiene el auto, mientras su mujer va a pie a hacer una compra y él mismo se dirige a una imprenta por un asunto de carteles. Madame Lefébre espera sola en el auto. F ué sin duda en ese momento en que sacó de su estuche el revólver traído de Hem. Luego el auto vuelve a salir y después de haber pasado la puerta de Bcthune toma el camino de Fournes. Pero madame Lefébre pide de pronto a su hijo que doble hacia la derecha y tome el camino de la Soledad para ir, según dice, al presbiterio de Loas "a mandar decir unas misas por su marido herido en un dedo y para el descanso del alma de sus padres". El auto vuelve el camino andado y entra en la ruta de la Soledad. Justo antes del segundo farol, donde el camino da una vuelta, pide a su hijo -me e) dijo ellacesidad. que se detenga un momento para satisfacer una pequeña ne- Y cuando el coche se para, saca su revólver, lo aplica sobre la sien izquierda de su nuera que en ese momento da vuelta la cabeza para mirar la ruta y con una seguridad implacable la mata de un balazo, que atraviesa directamente el cráneo de una sien a la otra. El hijo se da vuelta, ve su mujer cubierta de sangre: ces?", "¿qué has hecho?" ¿qué ha- Después de haberle quitado y devuelto el revól- ver, pone de nuevo el auto en marcha, pasa la Aduana él a su mujer cubierta "Mamá, llevando detrás de de sangre recostada sobre su madre, que la sostiene y le impide caer con los saltos del viejo Ford. En diez minutos llegan al Pabellón Olivier, y cómo no había ningún médico, de allí siguen al Hospital. Eran las seis de la tarde. (1) Madame Lefebre dijo en el juicio haber pedido que se detuviera el coche después del tiro de revólver. MARIE BONAPARTE 116 y las declaraciones del portero del hotel y del comisario Christol han evocado la escena trágica de la suegra asesina "sentada de la escalera del hospital", pasaba, mientras impávida, en el tercer escalón ausente, como extraña a lo que allí que a algunos pasos de ella, sobre una camilla, estaba tendido el cuerpo de su víctima. Esa misma noche madame Lefebre dormía en la prisión. JI. - LA REPERCUSIÓN. El crimen de madame Lefebre, matando fríamente de un tiro de revól- ver a su nuera encinta de cinco meses y medio, inspiró un inmenso horror. Madame Lefebre fué juzgada al año siguiente, en octubre de 1926, en Douai, y condenada a muerte. Durante las sesiones del juicio de Douai la muchedumbre gritaba pi- diendo la muerte. ¿Madame Lefebre no era acaso "la más antipática acusadas"? un año ya, desde la noche Hacía del crimen, de las que el pueblo reclamaba para ella el cadalso. Había cometido, en efecto, un crimen de un horror ancestral: por el amor de un hijo como otros por el amor de un amante: aire de incesto alrededor del drama. Entre el pueblo matado flotaba un se murmuraba que debía haber tenido con su hijo relaciones carnales. Estaba además desde el día del crimen -cosa que el pueblo no perdona- extrañamente impasible; el remordimiento no la quebraba, no la doble- gaba; no había tenido una palabra de piedad para su víctima. Era vieja; la gracia de la juventud Era avara; el sonido mezquinos reprochados no abogaba por ella. de las monedas amontonadas y de los gastos a la nuera, sublevaban. Era rica, y circulaban rumores de probable corrupción de la justicia. Para sustraerla al justo castigo quizás "la hicieran pasar por loca". Por lo tanto, el informe de los expertos del tribunal había determinado la plena y entera responsabilidad. ¿Qué hacer, en efecto, con semejante acusada? Declararla irresponsable era abrirle el asilo, de donde se puede volver a salir con certificados volver directamente médicos sancionados a su familia. El sentimiento no lo habría aceptado. y el público se sintió decepcionado en diciembre de 1926 conmutó, por el Prefecto, de "justicia" por la gracia del presidente, para madame Lefebre, para del pueblo que como para todas EL CASO DE MADAME LEFEBRE lli las mujeres de Francia desde tantos años, la pena de muerte por la de prisión perpetua. El crimen de madame Lefebre inspiró tanto interés como horror. Los diarios comentaron profusamente el asunto. "El Fígaro" inició una encuesta entre los médicos, juristas, psicólogos, sobre los móviles principales que incitan a los criminales al crimen. Es inútil anotar las respuestas: todas a cual más vagas y tan "fuera de la cuestión" las unas como las otras. Es más interesante volver a tomar el informe de los expertos en el juicio. Los expertos oficiales del Tribunal, doctores Raviarr, Rogues de Fursac y Logre, en su informe médicolegal, después de una descripción detallada del legajo y del examen mental de la acusada, informe que parecía anunciar otra conclusión, diagnosticaron su completa y entera responsabilidad. Descartaban la locura y explicaban el crimen de madame Lefebre "por su carácter un poco particular". Decían que había obrado bajo el imperio de una concepción arcaica de la familia: el matriarcado. "El Páter familias" en Roma, ¿no tenía acaso derecho de vida y muerte sobre los suyos? Igualmente madame Lefebre. Despojada de la autoridad hasta entonces absoluta de que gozaba sobre su familia por la intrusión de una recién llegada bastante autoritaria, se habría atribuído el derecho de suprimir la intrusa y lo habría hecho sin emoción, sin remordimientos, como el "Páter familias" de la antigüedad. ¿No había acaso declarado en el juicio: "Tenía la impresión de cumplir con mi deber"? Así, madame Lefebre, por la mezcla de un carácter "un poco particular" con un concepto arcaico de la familia, se habría vuelto criminal, lo que dejaba, según los expertos, completos su libre albedrío y su responsabilidad. El examen del doctor Voivenel y la consulta del doctor Maurice de Fleury pedidos por la defensa, aportaban una conclusión completamente opuesta. Madame Lefebre, según ellos, tenía una constitución "paranoica", sobre la cual se habría desarrollado una psicosis de reivindicación, de ese tipo de locura razonadora separada por Serieux y Capgras del delirio de interpretación. Esos enfermos conservan la memoria, la facultad de razonar en alto grado, lo que hace ilusionar a los profanos respecto a su integridad mental. Pero en un punto tienen turbada la razón, es en lo que corresponde a la facultad llamada de juicio. Una idea muy valorizada, cargada de un "afecto" poderoso, habiéndose establecido en ellos y vuelto dominante, hace que todo lo que se relacione con esta idea ultra valorizada pierda sus MAR1E BONAPARTE 118 proporCIOnes. Así sucedía con todos los dichos de madame Lefebre, referentes a su nuera. Madame Lefebre Palabras insignificantes La seguridad es incapaz de especificar ella un cargo seno.: le parecen ofensas que justifican un tiro de revólver. en la ejecución, remordimientos, contra el alivio después del crimen, son todos índices clínicos la ausencia de de la psicosis de reivindicación, tal como fué descripta por sus autores, por Serieux y Capgras y por otros, y aun por el mismo doctor Logre, como lo hizo notar Maurice de Fleury. Pero el jurado que juzga con su "buen sentido" e ignora la psiquiatría; el jurado, emanación de ese mismo pueblo que vociferaba tribunal de Douai, el jurado, que podía manifestar, autoridad de los expertos oficiales, su indignación en las puertas del aun por encima de la y su repugnancia inmen- sa por una asesina tal, debía quedar sordo a la voz de los expertos defensa y votar la culpabilidad SIguiente veredicto III. - EL sin circunstancias atenuantes, de la con su con- de muerte. TE2\IA. El doctor Voivenel, en una conferencia dada el 13 de enero de 1927 en el Hotel de "Sociétés Savantes" en el "Faubourg", relacionó más claramente que en su informe plejo de Edipo. En su informes, oficial el crimen de madame Lefebre efectivamente, el hecho de la locura razonadora no había necesitado recordarlo- para exponer la "densidad del drama. El complejo de Edipo, según Freud -no es ese estado del sentimiento, impulsa sexualmente gico- más que valorar y no el dinamismo psicológico de madame Lefébre. Tenía más libertad en una conferencia psicológica" del instinto hacia el padre del sexo opuesto, deseos de muerte al com- dirigidos contra necesito en el niño, que lo con -resultado ló- el padre del mismo sexo, consi- derado como un rival. Ese complejo, vivo en toda su realidad sexual -deseos de contacto físico y de satisfacción de orden sensual- existe también en él padre, pero en éste, atenuado, adormecido por la larga represión de la censura social. El padre prefiere la hija, la madre su varón. A veces las barreras milenarias de esta censura se desmoronan y el crimen de Edipo -incesto nato- o asesi- sobre cuya represión se edificó la civilización, es ejecutado de nuevo. El crimen de Edipo realizado a la inversa, no de Edipo sino de Y 0casta, es tan evidente en madarne Lefebre que es necesario todo el horror EL CASO DE MADAME que inspira el "incesto" para que la palabra ciada ni una sola vez, por ejemplo, realizada entre médicos, El pueblo en Douai, madre tenía o en París esa madre más estrecha más justo el secreto desarrollado cruda y sencilla mataba. el mundo expresar No vagas luces. de cuatro se interesaba pude sobre comprender, a pesar bre, de que en su familia los padres", sentido pude "se tiraba un pedo desarrollo del juicio con frialdad, nos que hizo namente de ésta-o querida verdadero que es madame por odio, En resumen, la niña, hoy Lcfebrc, que repetidas había Lefebre esta de rnadame adorado No que madre Lefia a su padre y de ella más en el corazón cuando no era cómoda"EI poseía una avaricia de los futuros haber por "cólicos sido un sentimiento olvidado Pero debidas habla no parece que sino su curso. que no se le confesaba esta madre inconfesable, humano. y las atenciones también y es probable viviera el de los que y en una conversación más dudoso. sufría un poco del inconsciente se la temía, saber que Sin saber inexpresado, casi nada cuenta quien y es que en el Lefebre, una vida y remontar mucho del lo que le dió su im- de la Soledades Lefebre la en su forma de los hombres. "el respeto la reinaba era Yocasta "edípica" de madame madame entre el presentimiento aunque de las afirmaciones a la de su hija -como hepáticos" existe, El drama atravesado", carnal donde Lefebre de ser eternas se conocía un afecto que convencionalmente, igual madre analizar ver que por su madre tenía es además no nos enseña no se puede murmuraba de real ni consciente burguesa, por el asunto la infancia El expediente horas nada en el espíritu Lefebre. la de "El Fígaro", un amor el hecho: en madarne una de las formas poseemos terrible: el pueblo inmensa y de madarne de Yocasta como sido pronun- de las cosas cuando de este drama de toda no haya de esos seres y expresaba que edípico del inconsciente saben Pero en el inconsciente y su repercusión por qué todo fondo moral. esta verdad: El carácter portancia sobre 119 etc. y ese hijo de una familia y estricta drama de psicólogos, y su hijo. Se equivocaba pasó entre incesto en una encuesta juristas, un sentido en Lille LEFEBRE contrario, la anciana de la pequeña tier- religiosa rival de su madre. Fué a los dos años cuando interés y del amor venido, rival en su corazón. hermano, de sus padres, y sabemos, por la niña, hasta entonces tuvo que soportar Fué entonces, los análisis, revolución poseedora la llegada efectivamente, qué única de un recién que nació es para del un su único niño el MARIE BONAPARTE 120 nacirruento entonces de un hermano el centro o una hermana. del mundo, El niño, que se sentía hasta ve al recién llegado tomar su lugar en el corazón y en el seno materno. Y qué decir cuando el recién llegado es un hermano forzosamente jamás perdonar preferido por la madre: la hija mayor no puede a su madre esta traición del corazón y del pecho materno. Fué en ese momento, profundamente sin duda, cuando madame Lefebre se desprendió de su madre y desplazó hacia su padre -llevada instinto de su sexo- por el toda la fuerza infantil de su libido; pero poco a poco, como el recién llegado era también un varón, debía deslizarse sobre él un poco de esta libido, y el hermano tornarse el gran amigo de su hermana mayor. Cuando la niña iba a cumplir cuatro años, iba a nacerle una hermanita, intrusa desde todo punto de vista en la pequeña pareja que constituía ya con su hermanito. El aspecto de la madre encinta debió despertar en la niña de cerca de cuatro años una hostilidad instintiva, sospechosa del sentido de esa insólita gordura. Los análisis de los neuróticos estos recuerdos; están más o menos llenos de el niño adivina perfectamente el sentido de la madre encinta y se inquieta con sobrado motivo. de la gordura (Ver el análisis de! pequeño Juan, en Freud.) A juzgar por su futura reacción contra su nuera encinta, madame Lefebre debió sentir muy particularmente el embarazo de su hermanita. ~o sabemos, y madame Lefebre poco, cómo reaccionó un recuerdo ulterior de niña al nacimiento sin duda no lo sabe tam- de Nelly, nos aclara los sentimientos de su madre, encinta su hermanita. Pero que debió inspirarle desde entonces esa pequeña rival. Freud ha analizado un recuerdo de infancia éste en Dicbtung und Wabrbcit. Goethe, medzdes de la infancia de su hermano, dc Gocthe, relatado por en una parte, habla de las enfermás joven que él, de casi cuatro años y que falleció a los seis años; en otra, cuenta como un día, antes de esta época, instigado por unos vecinos, tiró a la calle por la ventana porcelanas grandes y pequeñas, gozando un placer infinito en verlas romperse pedazos. Este acto aparece como un "acto simbólico", expresando en mil el deseo que habría tenido Goethe niño, hasta entonces único poseedor del corazón materno, de tirar también a su hermanito Encontramos V deshacerse de él. en los recuerdos de infancia de madarne Lefebre un acto EL CASO DE MADAME LEFEBRE 121 simbólico del mismo valor. l\Ie refirió dos veces, y riendo de placer, ese recuerdo, los de que su juego principal pollitos muertos. Era su hermano, había tenido la idea de inventar durante su infancia me dijo, quien jugaba con ella y ~hasta este juego; tomar una parte muy secundaria era enterrar la hermanita Nelly monial: los pollitos eran acostados en cajas de cigarros (no debían ser muy grandes para caber en ellas); el pequeño Carlos, representando recitaba sobre el pequeño "ataúd" servicio fúnebre y lo enterraba parecía en él. Ese juego seguía un estricto cere- las oraciones al sacerdote, de los muertos, hacía el con gran pompa en el jardín. Se levantaba una cruz sobre la tumba, se la adornaba de flores, de margaritas. El sentido de ese juego, analíticamente, aparece bastante claro. Debía expresar el deseo de muerte de la hermanita, representado en el inconsciente por el pollito. La volvían a mandar a la caja, de donde tan desgraciadamente había salido, se la encerraba nuevamente el mismo Dios, proyección agrandada en el seno de la Madre Tierra. del padre, niña lo hubiera deseado, a la par del hermanito nebre y compartía, sin ninguna era cómplice, Y como la que recitaba el servicio fú- duda, los sentimientos hostiles, de su her- mana mayor, hacia la pequeña intrusa. La misma reacción se vuelve a encontrar más tarde en madame Lefebre, rogando a Dios, en la época de sus disgustos, que "llevase a su nuera" legajo del juicio e informes de los expertos), y necesitando, (ver en el momento del crimen, de la presencia del hijo a su lado. Sabemos, por los análisis, cómo el deseo de tener un hijo de su padre es a menudo intenso en las niñas. El deseo de casarse con su padre es uno de los deseos más frecuentemente expresados por ellas mismas. Quisieran ocupar el sitio de la madre, de la cual están celosas. Es probable que madame Lefebre se resintiera mortalmente contra su madre durante el embarazo de su hermanita y después del nacimiento No hablo aquí del nacimiento nacida cuando de ésta. de la más joven de las hermanas, Luisa, Marta tenía ya seis años, es decir, demasiado' tarde para haber podido provocar en ella otra cosa que no fuera la repetición de una reacción primitiva más antigua. N os falta hablar de las relaciones de María Lemaire con sus abuelos. Sabemos que éstos habitaron Lefebre, con su hijo, Carlos Lernaire, padre de madame los últimos años de su vida. Este hecho debió ser decisivo para crear las formas de sentimiento de madame Lefebre. ,\tARJE RONAPARTE 122 El primer recuerdo caminando de madarne Lefébrc, en efecto es éste: ella, runa, al lado de su abuela. Este primer cuerdo encubridor", representar recuerdo como todos nuestros primeros un estado muy importante debe ser un "re- recuerdos: de la afectividad encubrir y de la criatura. Madame Lefebre habla de esta abuela, madre de su padre, con un tono de tierno amor, que contrasta con el bastante seco que usa cuando se refiere a su propia madre. Esta abuela parece haberle inspirado el único afecto que ha sido capaz de sentir por una mujer. La perdió, tierno lo mismo que al abuelo, cuando tenía seis años, edad en que ella misma entró al convento de Fournes. Hoy en día insiste sobre la armonía que reinaba entre su madre, su padre y los padres de éste; sonríe al recuerdo creció, constituido por su padre, rodeado del paraíso familiar donde de los suyos. La abuela tenia para la pequeña María una ventaja inmensa sobre 1<1madre: no cometía el crimen de introducir embarazaba; otros niños, hermanas o hermanos, no era la mujer del padre, sitio envidiado buena y llevaba a la niña a pasear tomándola identificó se identificó por la niña. Era de la mano. Si María se con su madre como mujer del padre ~y ]~s "cólicos hepáticos" - en la casa; no se aun por la avaricia y también con su abuela. Y el viejo re- cuerdo inefable del paraíso familiar, donde sonriera la abuela al lado del hijo sin embargo casado, no debió ser extraño más tarde ,1 la génesis de las pretensiones de madame Lefebre de reinar sobre el matrimonio de su propio hijo. En resumen, madame Lefebre, tremo por el padre, debió complejo de Edipo, debido a los padres" que creció sentir en la infancia, muy activo aunque y la educación por el padre sobre su hermano, concibiendo un amor ex- los celos inherentes muv reprimido religiosa, T ransfirió a un bajo "el respeto un poco del amor y de los celos por la madre sobre su her- mana. Amó a su abuela, agradeciéndole el no ser la mujer del padre ni la que lleva los otros hijos del padre. Ese motivo del embarazo de la madre, penosamente sentido, debe ha- ber sido muy fuerte en la infancia de \LuÍa Lemaire. Fué ese motivo, reprimido en el inconsciente, el que debía resurgir más tarde y armar la mano que cometió el crimen. Porq ue madame Lefebre no comenzó a pensar en el revólver sino cuando se enteró del embarazo de su nuera. Hasta entonces, aunque odiándola, persiguiéndola, la había soportado. Pero, en mayo de 1925, madame Lcfebre oye decir que su nuera está tal vez encinta: va entonces a Lille a la armería a buscar un revólver. Dado el tiempo necc- EL CASO DE .\JADA:HE sario para conseguir la autorización LEFEBRE del prefecto 123 no puede conseguir arma antes de partir para Vichy. Allí recibe la confirmación el del embarazo de su nuera. Antes de volver a su casa se dirige a Saint Etienne para com- prar el revólver. ¿[lasta qué punto, al tener la intención tenía ya madame Lefebre la intención de comprarlo, consciente y al hacerlo, de matar? Nadie lo sabrá jamás, sin duda, ni siquiera ella misma. Pero lo seguro es que el inconsciente de la futura criminal lo sabía ya y que, con una lógica implacable, im- pulsaba al consciente a cada uno de los gestos sucesivos que podían asegurar la ejecución de su plan asesino. Así se aclaran las "mentiras" de madame Lefebre referentes a sus sueños. Parece en efecto muy dudoso que los sueños que contó a los expertos oficiales, sueños que pretendió haber soñado los días anteriores al crimen, donde estrangulaba realmente "soñados"; Madame Lefebre, interrogada pudo precisar ninguno y ahogaba a su nuera, hayan sido parecen imaginados después como defensa. por mí en una forma más inquisitiva, no de esos sueños y todo quedaba en vaguedades. ahogaba ... ", dice con un gesto evasivo. No pudo además contarme sueño de ninguna época de su vida, ella que, sin embargo, durante "La ningún los do- ce años de su hipocondría; desde los cuarenta y ocho a los sesenta años, dice haber sido atormentada por las más intensas pesadillas. No cuenta sino sueños sin precisión, sin ningún detalle: "La ahogaba ... " y, despertándose al instante, según dice, podía volverse a dormir, aliviada, después de ha- berse acostado sobre el piso con la ventana completamente Resulta difícil creer que esos sueños fueron realmente abierta. soñados. Pero sabemos, por el análisis de obras literarias (ver Der TVa1.m und die Traiime in [enseus Gradiva, Freud, Gesannnelte lVerke) un sueño que sea soñado o imaginado, posee e! mismo valor como revelación del inconsciente lo sueña o lo imagina. Y cuando duda inventado, madame Lefebre cuenta del que un sueño, sin para justificarse por la idea obsesiva de ahogar a su nuera, no hace más que traducir nante, se tradujera una realidad profunda () no en sueños, que le ordenaba de ese psiquismo dorni- e! crimen. En su con- versación conmigo fué aún más lejos y me contó lo que no había dicho a los expertos; había soñado la noche anterior del crimen todo lo que ocu- rrió al día siguiente: el paseo en auto, la llevada de! revólver, el tiro, en el mismo lugar del camino de la Soledad. El invento era evidente. y sin embargo nada hay que corresponda tanto MARIE BONAPARTE 124 a la realidad psíquica como ese sueño inventado, cir: "Mi crimen estaba realizado que es una forma de de- con anticipación fondo de mi alma como un ojo misterioso, en mí, y había en el fijado hacia adentro que sólo tenía que mirar para copiar fielmente lo que allí había." Cada momento y exactitud. cido con minuciosidad IV. - LA y debía ser reprodu- del drama estaba preordenado, FORMA. Se dijo que madame Lefebre había matado por avaricia, porqueenC0í1traba a su nuera demasiado gastadora. Se defiende violentamente contra esta acusación, y tiene razón. Madarne Lefebre era, por cierto, notablemente avaricia no era constante dame Lefebre avara. Sin embargo, en su vida, como lo destacaron era, como ocurre en general su los expertos. Ma- con los avaros, mezquina en muchos casos, pero a veces capaz de gastar en otros. Cuando era cuestión de su salud o de la de los suyos, de su marido o de sus hijos gastaba, no dudaba en consultar los más grandes médicos, en seguir curas costosas. Pero cuando se trataba de su nuera, madame Lefebre, rica, con varios millones, manifestaba una avaricia extrema, sórdida, hasta el punto de dar a algunos la impresión de un ser patológico. Empezó haciendo en la iglesia una escena a su futura nuera porque ésta usaba demasiado a menudo el auto con su novio, lo que originaba muchos gastos. Acorta el viaje de novios con el pretexto de que más largo costaría demasiado caro, y haría perder dinero a su hijo en su estudio; había reprochado a los jóvenes esposos el haber tomado boletos de primera clase para su viaje de bodas. Perseguía (60.000 francos de economía a su nuera, sin embargo, poco gastadora sobre cerca de¡ 100.000 francos de rentas el primer año de casamiento, según el juicio) a causa de gastos mínimos: un mantel sobre la mesa, una torta comprada en la pastelería, un huevo en la salsa blanca. Hubiera querido que su nuera no tuviera sirvienta. Es muy cierto que el más mínimo gasto hecho por su nuera o por su hijo para ésta, hería vivamente a la suegra y la ponía fuera de sí. La desproporción los gastos impresionó entre la violencia de los reproches y lo pequeño de al público y lo sublevó. De allí la idea de "avaricia patológica". Pero esta desproporción deja de existir para el que conoce la ley del "desplazamiento del afecto". Hemos aprendido, sobre todo por EL CASO DE MADAME LEFEBRE 125 el análisis de los obsesivos, que los instintos y los complejos mal reprimidos se sirven de ese mecanismo para esquivar lo reprimido conciencia bajo forma de síntomas. La prohibición no presentándose insignificante traicionado aparente y reaparecer en la que les hizo la censura de volver a aparecer la eluden, bajo su verdadera forma sino tomando otra modalidad, en apariencia. Pero lo que se agita y vive bajo el disfraz es por la intensidad de la emoción, desproporcionada con la causa de esta emoción. Parece absurdo, en verdad, que una multimillo- naria como madame Lefebre haga, por ejemplo, una observación o una esc-;;na a su nuera "por un huevo de más en la salsa blanca" (declaración de madame Mulle). Pero este absurdo desaparece cuando se ha comprendido que el huevo en cuestión importancia muy distinta. no es más que el símbolo de otra cosa, de una Todo dinero gastado por el hijo para su mujer es para la suegra motivo de intenso dolor, sea para comprar una torta, un huevo o para lavar un mantel. Porque todo dinero gastado es un don, un don que expresa, en forma de regresión anal, el don de amor. Hemos aprendido, de Freud y de' sus discípulos, las fases pregenitales tales como Abraham e) por los trabajos la importancia de de la libido. El erotismo anal, con sus dos momentos (perder primero las "heces", luego retenerlas, lo que equivale a la primera noción humana de la "posesión", de la "propiedad") domina la segunda faz del desarrollo de la, libido en el niño, la que sigue a la oral y es revivida en algunos psicópatas, bajo influencias Lefebre sufrió, con una particular tan frecuente en la mujer distintas, por la regresión. violencia, la regresión en el momento i\'1adame de la menopausia, en que Se detiene en ella la fuente de la genitalidad y en que las secreciones internas son profundamente modificadas. Su hipocondría lo demuestra, esa hipocondría de la que fué presa a partir de los 48 años. Nunca se exagerará bastante la importancia de su hipocondría en el historial de madame Lefébre, Los expertos oficiales han tentado, por las necesidades del juicio, de hacerlos aparecer como simples "malestares pero todo psicoanalista, la hipocondría todo psiquiatra, está esencialmente y aun muchos constituida (1) KARL ABRAHAM: nationaler Psychanalytischer médicos saben que por un vasto "halo" que aureola un nódulo físico, proporcionalmente físicos", psíquico muy pequeño. Vetseecb einer Enmuicklungsgcscbicbte Verlag, Leipzig, Wien, Zurich. der Libido, 1924, Inrer- AJARlE BONAPARTE 126 La hipocondría, según Freud H:T erke) expresaría (ver: Zur saunnelte un regreso de la libido sobre el sujeto mismo, sería una "neurosis narcisística actual" expresada en el lenguaje orgánico. El hipocondríaco, incapaz de lle- var su interés, su libido, sobre los objetos exteriores, la vuelve sobre sus propios órganos que entonces erótica. La hipocondría psicosis paranoide: le sirven para expresar toda su vida instintiva sería además, a menudo, un estado preliminar justifica estos puntos de vista de Freud. Esta regresión el sujeto mismo es muy favorecida el curso de su desarrollo, y madame Lefebre, sobrepasó de veremos más adelante cómo el caso de madame Lefebre de la libido sobre cuando el sujeto no ha podido nunca, en llegar al estadio genital. bajo la influencia sus fines, de una represión pudo, sin duda, jamás, llegar al verdadero cado el hablar en un artículo de una educación excesiva y precoz religiosa que del instinto, no estadio genital. Puede ser deli- de la vida Íntima de una persona viva, pero no se puede ni aún tentar el estudio analítico de esta criminal sin mencionar los informes que fué posible recoger sobre el asunto. Madame Lefebre parece haber sido una frígida psíquica sometida a los contactos de un casamiento de conveniencia, simplemente realidades carnales que de niña ignoraba, le resultaron y no fué sino poco a poco que "eso anduvo mejor". con los frígidos psíquicos, no sabe mayormente por deber. Las una penosa sorpresa, Pero así como ocurre de qué se le habla cuando se le pide el sentido de esas palabras, y como acontece con esas frígidas, ha perdido todo recuerdo del onanismo infantil, tan general sin embargo. Y los análisis de frígidos psíquicos nos demuestran que la imposibilidad de retorno de la función y la amnesia de la sensación, son condicionados por un mismo factor de represión. Se ve además a menudo en el curso de los análisis o de la vida, desaparecer preciso momento del retorno El "eso anduvo mejor" la amnesia del onanismo infantil en el de la sensación genital. de madame Lefebre, ¿se refiere a algo como una sombra de orgasmo difícil de imaginar para quien posee integralmente esta función fisiológica, o bien no designaría ruinar"? Admite bien el recuerdo una sin ningún interés, y es permitido COS,l más que el "placer preli- de una especie de sensación, pero como pensar que la satisfacción com- pleta, el orgasmo, debió serie inaccesible. Por eso, dice: "Había las cuales nunca tenía ganas, lo que defraudaba ,\ Iad.unc Lefebre tuvo, sin embargo, cosas de a mi marido." tres embarazos: la esterilidad ca- EL CASO DE MADAME TEFf.:BRE 127 reciendo de relaciones reales, con la frigidez. Como su libido no había encontrado un escape normal en el matrimonio, su tendencia a la regresión, le prohibían monio, todos sus instintos y como su virtud, su religión, buscar el amor fuera del matri- y sus sentimientos se fijaron sobre el niño. El sentido que el hijo puede tener para la madre lo estudiaremos más adelante. Notaremos aquí que una larga vida de economía sentimental era condición del crimen final de madame función Lefebrc, ~. que su crimen y su virtud son del mismo factor. Madame Lefebre amó a sus dos hijos con un ardor encerrado y absoluto. Este amor permitido por la Iglesia debía llenar su estrecho corazón. Cuando su segundo hijo, Carlos, cayó enfermo a los seis años, lo cuidó No tiene bastantes palabras de ponderación tan bueno, que soportaba hasta a su mujer, dice sonriendo, que causó horror en la audiencia, como testigo y murmuró: noche y día. para su hijo Andrés, tan dulce, con esa sonrisa cuando la madre vió aparecer a su hijo "¡J\li pobre hijo!" Madame Lefebrc no quiere más que a su familia, los seres en cuyas venas corre también su propia sangre. Su marido también, ya que le fué dado por sus padres y por la Iglesia, coronada por Dios, el Padre. Porque madarne Lefebre, que no llegó jamás al estadio genital, no puede querer sino sobre el tipo narcisista, posesivo, correspondiente al estadio sádicoanal en el cual está fijada, y hacia el cual, en la menopausia hizo una regresión intensa. Sé que esta parte es la más oscura de este ensayo. Se ve fatalmente menos claro al abordar las regiones tenebrosas de los estadios pregenitales de la libido. Pero ciertas regiones, aunque tenebrosas, no por eso dejan de existir, y se puede ensayar, con la ayuda de algunas luces, de explorarlas un poco. La oscuridad reinante en esas regiones del psiquismo mejor ilustrada que por un extracto textual de los cuadernos Lefebre, esos cuadernos donde, a partir de la menopausia, hipocondría, anotaba sus penosas sensaciones. Elijo la famosa pieza 300 no puede ser de madarnc en sus crisis de del juicio, citada también por el doctor Voi- venel en su examen por la defensa. Pieza 300. - En el dorso de una tarjeta de pésame enviada a monsieur y madame Guillaumc Lefebre año 1923 cuando el matrimonio "Nervios tiran, crujen, en Hem (es decir, durante o después del se radicó en Hem). se tuercen, sensibles, hacen mal, fatiga, nunca MARIE BONAPARTE 128 fuerza. Nervios tiran, pegan, destendidos. los resortes de un reloj. Aflojamiento -contracciones, fastidiada, después caen, sin más fuerzas... irritación, impresionabilidad. bres. Obligada habla sola o... (palabra Nervios reumatismo, hinchados agitación, atormentados, (palabra ilegible), sensibles, estómago hígado, estómago, se estiran ilegible)- calambres descansar después de las comidas, porque agitado. Neuralgia, ajustada como de los nervios endurecidos, calambres, sin fuerzas- como una red -sensible, A piel apretada, estómago, torcido, calam- después todo está órgano caído -múscu- los aflojados. ¿Qué hay que hacer para tonificados?, piernas flojas, músculos caen y nervios debilidad, -me debilitados. T ufaradas, vértigos, veo obligada a no hacer más un movimiento. de la cena, si no, no dormir. difícilmente. Agitada, fiebre nuca Quedar acostada después no puedo leer ni trabajar, duermo Cabeza no se sostiene más sobre los hombros. Músculos y ner- vios relajados, nervios endurecidos, estómago, matismo, sin nervios estables. Estómago minales, depresión convulsiones, torcido, fatiga, aun neurastenia, fiebres, fiebre. contracturas agitación, neurosis, reuabdo- casamiento hijos." El doctor Voivenel se sirvió de esta pieza para recalcar su hipocondría. Creemos que se podría encontrar mucho más aún -pero repetimos, sino muy confusamente no se puede ver, en las tinieblas de la regresión pregeni- tal-o Otros extractos de las notas de madame Lefebre, de los cuadernos llamados el "Buen Socorro", el "Ordenador" o el "Estudioso", nos muestran sus preocupaciones intestinales, purga, que implican el predominio, de orden anal. Seguramente la constipación, en el hipocondríaco, los cólicos hepáticos, no eran todos imaginarios mente el inmenso halo psíquico condría. La pieza 300 punto las sensaciones que su inconsciente (l) de preocupaciones en madame Lefebre. Pero sola- los convertía, en hipo- sobre la contracción de los etc. Ese motivo vuelve además sin cesar en los o notas de madame Lefebre. tornos orgánicos razo y los dolores y se ha destacado e "hijos"; se ha de la la ptosis de los órganos, que los aureolaba se explaya complaciente nervios estirados, torcidos, cuadernos la obsesión de la constipación, Puede uno preguntarse agrupaba alrededor hasta qué de sus tras- no reproducían para el inconsciente la pesadez del embadel parto e). Hasta se habla de contracturas abdominales. mucho, al final de la pieza 300, las palabras "casamiento" discutido mucho para saber si debían ser leídas juntas, Debo esta sugestión al doctor Laforgue. EL CASO significando "casamiento DE MADAME de hijos" LEFEBRE o "casamiento para madame Lefebre al casamiento 129 hijos ... " refiriéndose, de sus hijos o al suyo, y a sus propios alumbramientos. Freud, en Zur Einiulorung las sensaciones drían, des Narzismus, de modificaciones transferidas emite la hipótesis de que en los órganos a otros órganos, del hipocondríaco por prototipo los cambios que sienten los órganos genitales durante la erección. también a las mujeres la sensación interna de un "órgano que crece, que se agranda", ten- orgánicos Pero el embarazo de modificaciones y el alumbramiento sación genital intensa. Las dos pueden, en el inconsciente, da orgánicas, y es una sen- servir de alimento a las oscuras y tenaces sensaciones hipocondríacas. Esta hipótesis está tanto más en armonía dianas que los análisis muestran con las concepciones la equivalencia para freu- el inconsciente, del niño y del pene. El niño es el reemplazante para la mujer del pene que le falta, como lo demostraremos Y en el dominio pregenital más adelante. de la erótica anal, donde justamente madame Lefebre, en su hipocondría, había regresado, la equivalencia existe entre heces=oro=pene=niño Freud, Charakter und Analeiolik, etc., Gesantmelte Werke). En madame Lefébre primeramente esta equivalencia sobre el carácter dé su dinero a otra mujer. Sus celos estallan anal: no debe ser que su hijo El dinero es aún asimilado allí, siguiendo la forma de expresión del inconsciente, perma. francamente es evidente. (ver a cualquier No puede evidentemente secreción corporal: heces = es- soportar el don que hace a la joven esposa el novel marido en la sombra de las noches y sus celos se expresan sobre el carácter avaro, carácter anal. Ama igualmente carácter posesivo (posesión oral anal opuesta a la "oblatividad" de Laforgue, obstinación Ceder y Pichon). Quiere poseerlo, guardarlo anal, (2) genital con la misma con que el bebé retiene en ocasiones sus heces. Puede ser intere- sante recordar endocrina, a su hijo con carácter aquí que en madame Lefebre, bajo una influencia el flujo o la retención o la detención intestinal siguieron paralelamente de las menstruaciones (diarrea en la pubertad, sin duda al flujo constipación en la menopausia). y la relación existente, para la mujer en general, entre el hijo que tendrá cuando adulta y su infantil complejo de castración visible en madame Lefebre. (2) En francés ohlativité, que significa "tendencia a dar". es particularmente MARIE BONAPARTE 130 Los análisis nos han enseñado inferioridad la niñita reacciona con qué dolor, con qué sennrruento ante el descubrimiento de la diferencia de de sexos. Se ve desprovista de un órgano, tiene algo de menos que los varones y comparte con ellos desde ese momento el desprecio que sienten por la mujer y en el cual se engloba ella misma. Se consuela durante con la idea de que "crecerá chos populares (cito de memoria, en Montaigne, a quienes el miembro un tiempo un día", idea que deja rastros en diferentes el cuento di- de las jóvenes viril puede crecer si saltan una zanja muy ancha). Pero cuando la niña debe por fin resignarse, ante la evidencia de la realidad, a ser la criatura castrada, le es dada una compensación. desde lo más profundo La niñita presiente, de su ser, que en ella un día "otra cosa crecerá". y así el deseo del hijo, al menos en la mujer que ha experimentado evolución femenina, viene a reemplazar parece haber experimentado el deseo del pene. esta evolución. su ser que, por otra parte, no consiguió entraremos aquí en las consideraciones en la genitalidad y vagina). Madame Lefebre El hijo parece haber colmado el completo estadio genital. No que se refieren a las partes relativas, final de la mujer, a los erotismos uretral Diremos sencillamente la justa y anal (clítoris que la mujer no tiene derecho, como lo tiene el hombre, para la adquisición de su completa genitalidad, al abandono casi total de su erotismo anal; la vagina, no siendo sino un anexo "alquilado al ano", según la expresión de madame Lou Andréas-Salorné. Madame Lefébre, a pesar de su detención sobre la vía de la completa genitalidad, pudo ser una madre apasionada, con carácter hijos en burguesa ordenada, avara y hacendosa, sin una mirada al exterior, quiso a sus hijos con el ardor inicial inconsciente complejos de la vida infantil. del inconsciente, anal. Quiso a sus derivado de los primeros Sus hijos eran, siguiendo las leyes profundas para ella el equivalente del pene deseado. y reacciona contra la pérdida, la posesión de uno de sus hijos por otra, con el salvajismo primitivo los primitivos complejos. inherente al estadio donde imperan en el niño En su infancia, la represión del primer período de sexualidad infantil y la amenaza, realizada en la criatura, de castración por ese pecado, emanaron para María Lemaire, de una mujer, de su madre, sin duda. La mujer es a menudo, para la niña, la castradora, la sexualidad por la amenaza de castración. dose realizado para el inconsciente, que hace los niños. El inconsciente la que refrena En la niña, la castración, habién- atribuye fácilmente ésta a la madre, de María Lemaire debió, desde muy EL CASO temprano, DE MADAME por ese hecho, considerar LEFEBRE 131 a la madre como la «ladrona". Fué además por «robos" que madame Lefébre debía más tarde comprar su revólver, tomando Lefebre a éstos como pretexto. con el complejo La relación de castración del crimen de madame se apoya sobre otros indicios. misma forma de crimen que ha elegido lo demuestra. La Ella misma me dice no haber pensado en ninguna otra forma de matar a su nuera, más que con revólver; no se le ocurrió, por ejemplo, hubiera podido pasar inadvertido. envenenarla. Pero el revólver Sin embargo, eso se le impuso y cono- cemos, por los análisis, el símbolo fálico del revólver. Una necesidad de reproducir cuando entonces enterraba la antigua complicidad del hermanito, con él los pollitos, se vuelve a encontrar ahora en el pedido que hizo madame Lefebre a su hijo Andrés de que le ense- ñara, él mismo, el manejo del revólver, con el cual debía algunas semanas más tarde matar a su lado a su propia mujer. Sería demasiado largo buscar los diferentes contrarse motivo de la llave que se encuentra para Saint Etienne, Se podría mencionar enel asociado dos veces con el del revólver Madame Lefébre en el curso de los interrogatorios. Vichy símbolos que podrían en el drama del Camino de la Soledad. ha dicho que al dejar en la parada de Saint-Gerrnain-des que había perdido una llave o sus llaves. Igualmente, F ossés notó el día del drama, en el momento de salir de Hem, según dijo en el juicio, tomó el revólver de un cajón donde buscaba una llave perdida. última, son de una verdad dudosa. Estas aseveraciones, A mí madame Lefebre sobre todo la me dijo haber buscado el día del drama albajas en el cajón de donde tomó el revólver. Pero estas dos versiones diferentes fundo sentido del cual emanan. no hacen sino confirmar Las alhajas tienen anal, la llave es como el revólver, el mismo pro- un sentido netamente símbolo genital frecuente. La castra- ción -llave perdidacompensada por el revólver encontrado, sucede (llave = alhajas) sobre la fase anal. No olvidar tampoco que la llave es el cetro de la dueña de casa, el símbolo de su reinado sobre el hogar. El simbolismo del automóvil debe también retenerse. Fué a causa del auto que madame Lefebre hizo a su nuera la primera escena en una iglesia. Fué en el mismo auto que la mató. Y sabemos, por numerosos análisis com- parados de sueños, el sentido simbólico que tiene el paseo con alguien en coche, en auto, equivalente dame Lefebre para el inconsciente a relaciones sexuales. Ma- estaba celosa de los paseos en auto que hacía su hijo con / MARIE BONAPARTE. 132 otra mujer, como lo estaba de los gastos hechos para esa rrusrna mujer;: y ambos tenían el mismo sentido simbólico. Igualmente interesante es el simbolismo del hueco; madame Lefebre, a quien no agrada la leche, gusta de los huevos. recuerda La leche simbólicamente sin duda la madre; los huevos más bien al padre tículos en lenguaje vulgar) niño dado por el padre. y lo que producen: le (huevos = tes- el huevo que contiene Madame Lefebre reprocha violentamente el un huevo en la salsa blanca, pagado con el dinero de su hijo, vale decir, el hijo futuro dado con su esperma a otra mujer. Curiosa también, desde el punto dada por madame legajo). Lefebre, Habiéndola según M. Pollion encontrado al decirle este vecino: de vista simbólico, "Buen es la contestación (ver juicio, pieza I 16 del por la mañana, tres días antes del crimen, día, señora, me parece tendremos buen tiempo", ella había contestado: que hoy tampoco "Las dalias no tienen flores, las zanahorias están chiquititas y todo ... y todo ... ", lo que hizo pensar a este señor que esta señora estaba loca. Pero, desde el punto de vista analítico, estas extrañas palabras son plenamente justificadas y pueden muy bien expresar en forma simbólica la preocupación dame Lefebre: no permitir Las dalias = el niño, no deben florecer, tierra _ entonces obsesionante de ma- que el embarazo de su nuera llegara a término. y las zanahorias enterradas bajo el feto en el útero, son chiquititas ... Por supuesto que no habiendo analizado a madame Lefebre mos afirmar nada, pero esta presunción, no están familiarizados no pode- aunque haga sonreír a todos los que con las expresiones simbólicas propias del incons- ciente, no es inverosímil. Así he tentado expresar las ideas que me fueron sugeridas, por lo que me fué posible saber de madame Lefebre. crimen, el tema pasional, se desprende sobre la cual ese tema se desarrolla El dinamismo con bastante que la llevó al claridad. La forma aparece menos nítido, perdiéndose en las tinieblas de la regresión narcisística. V. - LA PSICOSIS. Madame Lefebre, desde que está en prisión, se siente bien; mucho me- jor, dice ella, que desde hace trece años. Duerme de los prisioneros casi toda la larga noche sobre su duro camastro, ella, que durante tantos años en su casa, cuando era dueña de una buena cama, no podía dormir a pesar de EL CASO DE MADAME LEFEBRE 133 los soporíferos, despertándose sin cesar sobresaltada por horrorosas pesadiHas en cuanto se adormecía, y no pudiendo volver a dormirse sino tirada en el suelo, después de haber abierto completamente las ventanas. Disfrutó de ese bendito sueño desde la noche del crimen, la primera que pasó en prisión. Y el contraste le pareció grande con las noches precedentes cuando, bajo el imperio de la idea obsesiva, cada vez mayor, atroz dice ella, de los disgustos causados por su nuera que la perseguían desde tantos meses, no podía dormir. La calma sobrevino inmediatamente después del acto liberador, esa calma que, en el hospital donde Andrés Lefebre había llevado a su mujer muerta, impresionó al portero y al comisario. Madame Lefébre dice hoy: "estaba aterrada". No: estaba liberada. Lo proclaman las condiciones psíquicas dentro de las cuales obra. Repi~ tiendo, amplificando lo que ya dijo al juez, me declara: "Es curioso, tenía la impresión de hacer mi deber. No debía tener toda mi cabeza .. , La he matado como se arranca una mala hierba, una mala semilla, como se elimina una bestia feroz ... " y debe uno pensar que en el fondo de sí misma no ha cambiado mucho de opinión desde entonces. Pero cuando se le pregunta en qué consistía la ferocidad de la bestia, no puede decir más o menos .nada. "Le quiso hacer un pleito a su madre ... Piense usted, me dijo en el auto: Ahora me tiene. Bueno, ahora tiene que contar conmigo." Es todo. Madame Lefébre, interrogada por mí varias veces a ese respecto, durante las cuatro horas y cuarto que pasé con ella, no pudo decirme otra cosa. "No he pensado en mi hijo sino solamente en mí, para suprimir mis disgustos, mis aflicciones", dijo en el juicio. ¡Y lo consiguió! "Qué quiere, me dice, no es extraño que ahora me sienta bien: no tengo más disgustos." Así se expresa con una extraña serenidad en el rostro, esta anciana que habiendo podido terminar su vida entre los suyos, un marido e hijos queridos, está condenada a reclusión perpetua. Es que madame Lefébre, en su fuero interno, a pesar de toda su religión, no consigue sentir que ha obrado mal. El remordimiento le es radicalmente desconocido. Siente bien las tristezas, los sufrimientos ocasionados a su propia' familia. Lamenta haber sido condenada a muerte, lo que es un deshonor para su familia. Me declara: "Los agentes me decían: Tendrá diez o doce años de prisión. ¡No me esperaba esto! Piense usted, ¡una condena a muerte!" Pero la víctima y la familia de la víctima no le importan absolutamente nada. Si reza cada día por MARIE RON APARTE 134 su víctima es por orden del sacerdote. pos, brotaban con tanta dificultad, Y esas oraciones, los primeros la ponían de tal modo tiem- en "un baño" que no podía sino re citarlas al aire libre, en el patio de la prisión. Todo su ser, en efecto, aprobaba su acto: no en vano durante toda ella había rechazado como a un cuerpo intruso, una raza diferente, extraño, de quien no quería hijos. "Me han repetido tanto que lo que hice estaba mal, dice también rna- dame Lefebre, que poco a poco he terminado por comprenderlo." ño, justamente, consiste en que haya habido necesidad por más que se lo repiten Pero no siente todavía, se ve que madame Lefebre Tiene evidentemente Lo extra- de decírselo. y no sentirá jamás por qué lo que ha hecho es calificado hombres. un año esa nuera de "mal" por los la impresión de que Dios está de su parte. ¿No le rogaba acaso para que la librara de su tormento, de su nuera? Y ahora que, según las frases que empleó en el juicio, "se ha hecho justicia ella misma" declara (escribe), que "nada por lo tanto sucede sin la voluntad de Dios". Pero ninguna palabra permite penetrar quismo de madame Lefébre más profundamente en el psi- que éstas: "Tenia la impresión de cump'lir con mi deber." No era solamente un derecho, era un deber que ejercía al eliminar a su nuera "como una bestia feroz". Madame Lefébre, evidentemente un crimen que merecía la muerte. consideraba que ésta había cometido De ahí la expresión "de haber hecho ¿Qué crimen? Las palabras dichas en el coche: Hay que contar conmigo. Esto parece insignificante, y, ¡sin embargo, no lo es! Porque esto justicia". quiere decir: "Yo estoy aquí." Y allí está el crimen. vino y robó el hijo. ese robo. Estudiemos Estud:aremos La mujer extranjera más adelante la sobredeterminación antes la extraña ausencia de remordimientos de y de conciencia moral en la devota burguesa. Fué ese detalle probablemente lo que más sublevó al pueblo y al jura- do: vieron en él un abominable dominio de sí misma. ese mismo detalle que es -como lo veremos después- lo patológico. Y es, sin embargo, uno de los signos de Hace un año y medio que madame Lefébre y sigue sintiéndose bien. La "curación por el crimen" está en prisión parece consolidarse. La única belleza de esta mujer chiquita, de rostro arrugado y ordinaria, con la barba erizada de vello, dientes irregulares y apagados ojos de un azul gris, son sus abundantes cabellos, todavía rubios a pesar de la edad. EL CASO DE MADAME LEFEBRE 135 y desde su encarcelamiento, esos cabellos, bajo una influencia misteriosa, en lugar de encanecer se han oscurecido, a pesar de que no se puede sospechar de que la austera burguesa que era madame Lefebre pueda habé~selos aclarado antes, ni que la dirección de la prisión haga entrar un peluquero para tefiírselos. Madame Lefebre no se queja más que de muy pequeños dolores hepáticos, no reclama más medicamentos, ni purgas continuas, como antes. El halo psíquico de la hipocondría se ha apagado, no queda más que el nódulo físico. Hasta el punto de que un tumor del pecho que se declaró hace un año deja a madame Lefebre absolutamente indiferente. Esta mujer, que durante doce años recorrió todos los médicos por «nervios torcidos, órganos caídos" esas enfermedades que se denominan "imaginarias", no se preocupa por un cáncer al pecho (diagnóstico de los expertos del tribunal): "He pensado, me dice, al principio que era el frote del camastro lo que me había causado esto. Es mucho menos desagradable que mis males pasados." Y cuando sus abogados le dicen que deberá mostrar eso "a su llegada a Haguenau, al médico de la casa central", apenas parece escucharlos. . Es que madame Lefebre ahora es feliz, feliz con una calma que nada puede turbar y que no ha conocido desde hace mucho tiempo. "No tengo más preocupaciones", repite como cosa evidente para todo el mundo. Parece realmente haber matado sus preocupaciones junto con su nuera, tal como lo esperaba. Ante semejante actitud se tiene la impresión de lo anormal. La memoria y la lógica pueden estar intactas y aun muy desarrolladas, el encadenamiento de los recuerdos y las ideas sucederse con una precisión y una seguridad notables, se siente que madame Lefebre no es de nuestra raza. Recordamos la frase de Schiller: «En esta cabeza se dibuja el universo en una forma completamente distinta a lo que ocurre en las demás cabezas humanas." Esto es lo que los expertos del tribunal han denominado: «carácter bastante particular" y los de la defensa "constitución paranoica". Es difícil, después de haber conversado toda una tarde con madame Lefebre, no plegarse a la opinión de los expertos de la defensa, a quienes, sin embargo, no se había permitido examinarla personalmente. Madame Lefébre parece presentar, en efecto, todos los caracteres de una locura razonante, o delirio parcial, del tipo de la «reivindicación", tal como la han MAR1E RON APARTE 136 descrito Serieux y Capgras, en la hermosa obra (l) donde distinguen esta psicosis de la de interpretación. "El delirio de reivindicación, escriben Serieux y Capgras (loe. cit., pág. 246), puede ser definido como una psicosis sistematizada crónica, caracterizada por el predominio exclusivo de una idea fija que se impone al espí- ritu en una forma obsesiva, que orienta sentido manifiestamente táculos encontrados. patológico toda la actividad entera en un y la exalta en razón misma de los obs- Este estado de monoteísmo, de prevalencia mórbida ... no termina en locura." Los autores distinguen cación: 19, después dos variedades el delirio de reivindicación dicación altruista. Continúan: un hecho determinado, real, en madame Lefebre, mujer, robo no reconocido tensión sin fundamento plenamente -la 29, el delirio de reivin- en los casos de la primera base de la psicosis se encuentra real (el perjuicio egocéntrico; de delirio de reivindi- pretensión variedad, en la ya sea un perjuicio es el robo de su hijo por otra por el consciente) sin fundamento ya sea una pre'- en madame Lefebre es el respeto, las consideraciones que reclama sin cesar de una nuera que no parece haberle faltado en una forma particular. Veremos más adelante que este reproche miento del primero no es más que el desplaza- (el robo del hijo), la enferma no busca sino la satis- facción de sus deseos egoístas, la defensa de sus propios intereses. pensado en mi hijo sino en mí misma, me dice madame Lefebre.) ralmente el enemigo de una personalidad determinada, perjudicado, o de la sociedad que no da satisfacción enamorados, ciones altruistas etc.). (inventores, los cuales evidentemente madame Lefebre Serieux y Capgras prosiguen riencia -que depende únicamente todos los reivindicadores signos constantes: sin embargo, segura, razonamiento (1) 1909. aptitudes hábiles. Les folies raisonnantes, taumaturgos), formas de reacción- su psicosis es caracterizada Numerosos por los doctores - "A pesar de su distinta apa- de las diferentes notables: entre no podría ser clasificada. la idea p'revalente, la exaltación muestran aquí de las reivindica- profetas, (pág. 251): son idénticos; por la cual se cree algunos perseguidores No hablaremos reformadores, Es gene- a sus reivindicaciones (pleitistas, ciertos artistas o literatos incomprendidos, bipocondriacos, (No he intelectual ... imaginación entre SERIEUX brillante, por dos algunos, memoria ellos además, sobre todo y CAPGRAS, París, Félix Alean, EL CASO entre los reivindicadores DE MADAME egocéntricos, LEFEBRE están desprovistos de toda noción del bien y del mal: cometen indelicadezas, abusos de confianza, robos, mientras tienen sin cesar en sus labios las palabras probidad, enfermo tarjeta de Kraepelin encontraba postal, mientras 137 sumamente conciencia perjudicial y honor. el atraso de una que un incesto o una malversación eran más que leves pecados. de fondos Los más violentos se complacen su dulzura y un tal que ha cometido una tentativa Un no en ponderar de asesinato se extra- ña que se destaque un episodio tan fútil en toda una vida de ¡bondad caridad! " ¡Q Los reivindicadores tal es su divisa. ("He son obsesionados hecho justicia", C). y La lucha por el derecho, dice madame Lefebre en el juicio.) La idea que los tiraniza no les deja un instante de reposo. Madame Lefebre estaba obsesionada día y noche por los disgustos que le causaba su nuera. Su hijo Carlos le dijo un día: "¡Mamá, lizar su tarea hasta el fin". danzas parecen depender te vas a volver loca!" quieren "rea- Si en un principio únicamente sus conversaciones y sus an- de la pasión, a medida que se exaltan, el deseo de hacer triunfar su causa ya no tiene freno y los subyuga completamente, entonces el carácter mórbido se vuelve evidente. (Madame Lefé- bre. insistiendo por obtener de su nuera el respeto que se debe a los padres.) "Se trata, no de un simple estado pasional, ni de una reivindicación tima de derechos injustamente lesionados, sino de un «odio enfermizo» legí(Mo- rel), de una obsesión cada día más tiránica y para cuya satisfacción el reivindicador, descuidando su profesión, verdaderos intereses, entregado "Toda resistencia y de sus del porvenir por completo a su sed de venganza, no duda su [amilia, su libertad y su vida misma. (Madame en sacrificar su fortuna, Lefebre exponiéndose sin preocupación al cadalso o a la reclusión perpetua.}" exterior determina una lucha, a veces angustiosa, comparable a la que provoca la resistencia interior en la crisis de obsesión- impulsión. Una enferma, quedó obsesionada después de una sentencia y angustiada durante que pretendía tres meses, y terminó injusta, «para ali- viarse del peso espantoso que oprimía su pecho» por librarse a vías de hecho sobre el juez." Y los autores recuerdan a Louvel, el asesino del duque de Berry "revolviendo en una cabeza estrecha una idea mal comprendida y sufriendo hasta que su mano fatal lo descargó, con un crimen, del peso y del martirio de su idea (Larnartine) ". (1) En el sentido de idea obsesiva y no de obsesión -Zwang en alemán-, neurótico. MARIE RON APARTE 138 Serieux y Capgras prosiguen: "No menos característico que la irresis- tibilidad de la idea obsesiva es el sentimiento de alivio que sigue a su satisfacción. El perseguidor homicida', al ver caer a su víctima, goza un sentimiento de triunfo y vuelve a encontrar la tranquilidad de su espíritu, por lo menos durante cierto tiempo (R. Leroy)." Serieux y Capgras hablan después de la "fuerza razonantes", maníaca" a proceder a pesar de ellos. Madame Lefebre, ficados médicos presentados de ciclotimia que impulsa a los reivindicadores, (certificado "maníacos según los certi- en el juicio, parece haber mostrado del doctor J éan F aidherbe, fenómenos del 9 de octubre de 19 5). 2 No es posible negar fácilmente impresionante, los caracteres que madame Lefebre presenta, en forma propios del delirio de reivindicación, tal como lo han descrito Serieux y Capgras. El caso de madame Lafébre ción dada por Kraepelin trazó una separación los reivindicadores no responde tan exactamente de sus "querulórnanos", absoluta, como lo hicieron egocentristas Serieux y Capgras, y los altruistas. nos atrevemos a clasificar una psiconeurosis, . yor claridad, en el actual estado discordante a la descrip- ya que Kraepelin En todo convendría no entre caso, en que siempre, para ma- de la clasificación psiquiátrica, agregarle los términos con que fué designada por el autor que la describió y le dió el nombre, tal como se hace con los animales y las plantas en zoología y en botánica (1). Serieux y Capgras el término de paranoico parcial, (loe. cit., pág. 8, nota 1) reservan, efectivamente, para las dos formas de locuras razonan tes o delirio llamado por ellos delirio de interpretación y delirio de reivindi- cación. Por otra parte, Kraepe1in (ver "Psychiatrie", Leipzig, 1915 ,vol. IV, Klinische psychiatrie, IlI, pág. 1399, pág. 1533 Y siguientes y pág. 1712) retira el término de paranoia al delirio de reivindicación para aplicar como único nombre el de querulantennxabn, presentado por madame Lefebre Otros dirán que el estado mórbido no es sino un estado "paranoide", y también que no es ni siquiera reivindicación, Kraepelin, Serieux y Capgras no han mencionado porque autores como expresamente las reivin- (1) El doctor Voivenel, en su primer informe para la defensa dice: "madarne Lefébre, como Edipo en su destino, estaba encerrada dentro de la constitución psicopática llamada paranoica (pág. 23 de la dactilografía). EL CASO DE MADAME LEFEBRE 139 dicaciones puramente familiares que no sobrepasan al estrecho campo familiar. Como desde "un carácter un poco particular" (los expertos oficiales) a una psicosis caracterizada hay "toda una escala de matices"; cada uno podrá atribuir a madame Lefebre el grado de "locura" que quiera. Para nosotros, sin entrar en esas sutiles discusiones de palabras, el estado psíquico de madame Lefebre parece bastante anormal, la desadaptación social, la pérdida de "función de la realidad" (Janet) aparecen lo suficientemente completas como para que se pueda clasificarla de psicosis. Aun cuando se ha creído poder clasificar una forma de alienación mental, cuando se ha desarmado en parte el dinamismo psicológico, así como lo hemos tentado en los dos capítulos anteriores, tratando del tema y de la forma en que actúa la fuerza de la libido en madame Lefebre, queda aún un desconocimiento enorme. Porque todos en nuestra infancia hemos amado u odiado a nuestros padres siguiendo el complejo de Edipo, y los vestigios de ese complejo universal, que debe ser superado hacia los cinco años, quedan en nosotros más o menos vivos: hemos estado todos y todas sometidos en nuestra infancia al "complejo de castración". Todo el mundo, además, no alcanza la completa genitalidad, sobre todo entre las mujeres. Entonces, dejando el revólver a un lado, ¡cuántas vidas de mujeres se parecen a la de madame Lefebre! Freud nos ha dado, sin embargo, un punto de referencia que nos permite orientarnos un poco en esas tinieblas. Las psicosis se distinguen, nos indica (caso del presidente Schreber, etc.... ), por la regresión de la libido al estadio del narcisismo. El "psicótico", contrariamente al neurótico, pierde la facultad de hacer "introyecciones" con su libido de los objetos exteriores (objekt lesetzungen); su libido regresa sobre él mismo y pierde contacto con la realidad y el mundo exterior. Es un estado de narcisismo secundario, el narcisismo primario original, siendo el del niñito todavía al pecho de su madre. Además, el narcisismo jamás es completamente vencido en ninguno de nosotros; el grado en que lo posee un hombre normal se torna compatible por su forma de adaptación social. Ya no lo es más en el individuo atacado de psicosis, y en él el divorcio con el mundo exterior puede ser más o menos completo. . Los "interpretadores" de Serieux y Capgras -"perseguidos" de tan- MARIE 140 tos otros autores- manifiestan BON APARTE todos más o menos delirio de grandezas, lo que es la forma misma de su narcisismo. portancia desmedida en relación Se ven, se sienten de una im- al conjunto del universo. Y esto, por la regresión que la libido ha hecho sobre el yo. Pueden llegar, bajo la influencia de un psicosis agravada sidente Schreber, entero ver Freud, destruido vientes. (demencia historiales clínicos) (W eltuntergangspbantasie Es el caso más avanzado Pero volvamos "razonantes". ) y de Kraepelin en el pre- a imaginarse el universo solamente ellos sobrevi- del delirio de grandezas. a los perseguidos En ambos, el contacto completamente paranoides o reivindicadores con la realidad que han quedado dista mucho de estar Está conservado, por lo que no toca los leit motius perdido. de la psicosis, y estos enfermos más que en su "capacidad razonan mu~ bien. de juzgar" No parecen y esto cuando Freud abordan ha mostrado atacados lo que está en relación con su sistema delirante. el papel de la composición homosexual de la libido en el delirio de persecución. La regre- sión al estadio del narcisismo sería paralela en estos enfermos a una reviviscencia de la componente reprimida, homosexual desde la infancia. . perseguidos, por hombres, mente, en imaginación, rían también masculino? que llevamos todos, más o menos Los "perseguidos", lo que equivale hombres, a decir "perseguidos" por hombres --las "perseguidas", en general por una mujer disimulada Esta última hipótesis referente para ser confrontada con numerosas serían febre fué también condicionada propios mujeres, a la mujer perseguidora observaciones. intensa y evidente: del sujeto por Lefebre, nuera. Es a otro momento parecer relacionarse dame Lefebre: La regresión sin duda por trastornos órganos que madame de regresión. endocrinos; en su inconsciente, primordial al complejo narcisista en madame Lede la menopausia, la introyección de los pretender haya estado enamorada del estadio narcisista de castración. queda correspon- Pero parece, difícil el delirio de reivindicación, ¿lo se- El delirio de reivin- la hipocondría la libido. sexual- detrás del perseguidor dicación no parece, si se juzga por el caso de madame Lefebre, der a esta modalidad todos de su que debería, tal como aparece Hasta qué punto al en ma- esta relación de la reivindicación con el complejo de castración es general en el hombre y en la mujer sólo otras búsquedas podrán demostrarlo. La edad tardía en que se manifiesta generalmente la psicosis de reivindicación (ver Kraepe- EL CASO DE MADAME LEFEBRE 141 lin loe. cit., pág. 1541), edad en que el hombre se siente disminuído o amenazado en su potencia genital, hablaría además en favor de esta tesis. Madame Lefebre acontecimiento revólver; llevada al crimen exterior decisivo: la fecundación, Los primeros soportaba: fué, en su inconsciente, meses del matrimonio, pero en cuanto aunque el embarazo de su nuera, odiándola sospecha la fecundación, cada vez más, lá trata de comprar en cuanto está segura del embarazo, lo compra. de madame Lefebre Relacionemos con las formas que habían madame Lefebre las ideas hipocondríacas Desde el momento en que la enferma, función genital, no podía concebir, dolores orgánicos mujer, se prendió desesperadamente con plenitud definitiva de de sus trastornos, h de los o sobre las tarjetas de de- en el momento a su maternidad su femineidad de "fantasmas de embarazo" sus "pesadeces de órganos" también). en todas la pesadez del embarazo o las contracciones del parto. Parece que madame Lefebre, própios tomado por la menopausia. por la detención anotados sobre sus cuadernos función, recuerdan manifestado no puede soportar. inauguradas la descripción el Es el embarazo de su nuera lo que el inconsciente ese hecho evidente por un traspasados se refieren, o anexos al tubo digestivo: Se nos objetará amorosa- en que dejó de ser -no habiéndose jamás y esto bajo la forma sobre la fase anal. Porque casi exclusivamente, intestino, que son justamente estómago, todas a los órganos hígado (riñones los órganos susceptibles de ptosis. No busco de qué dimensiones era, en el centro de este halo psíquico, el núcleo de la dolencia orgánica real; el halo psíquico era tal que este núcleo casi desaparecía época, además, ponen Madame Lefebre dentro de él. Los certificados todos en primer ocupada plano los trastornos psicopáticos, vivió pues doce años, desde los cuarenta hasta los sesenta, su libido "regresada" palmente médicos de la en su inconsciente sobre sus propios en concebir y ocho órganos, fantasmas princi- de embarazo sobre el modo anal. Parece, sin embargo, no haber dejado nunca de querer a su marido y principalmente a sus hijos. Todavía hoy, en prisión, es inagotable tema de los sirvientes que deben cuidarlos durante Pero su libido dirigida hacia el exterior, que fué en todo tiempo menos franquear su ausencia del hogar. su "inrroyección en ella de colorido sobre el doméstico, de los objetos" podía cada vez el umbral de su casa. Salió cada vez menos, se encerró en Hem, en su casa, su "narcisismo", podríamos decir "familiar", desbordó. MARlE BON APARTE 142 Esta introyección de los objetos sobre el modo narcisista psicopatía de madame Lefebre la "tentativa de cura" debió ser en la (Heilungsoersucb de Freud) que Freud fisonomía exterior. ha hecho destacar en la psicosis y que constituye la La libido, proyectada primeramente hacia adentro, busca exteriorizarse de nuevo, pero ya no lo puede hacer sino sobre el modo de los estadios pregenitales, de cura", en presencia donde ya ha regresado. La "tentativa de la realidad, esta destinada a un fracaso. Fué sobre una base posesiva, ávida, avara en exceso, que madame Lefebre quiso entonces a su marido y a sus dos hijos. Su marido no podía serle quitado, como tampoco su hijo Carlos, que le pertenecía fermedad. por su en- Solamente su hijo Andrés deja la casa en 1923 Y va a estable- cerse como escribano a Fournes; primera herida. En 1924 se casa: segunda herida, más dolorosa, ante la cual la madre reacciona con disputas, cada vez más agrias, con su nuera. agrava: La tentativa Edipo reprimido El estado psicopático de cura frustrada se reanima, continúa, madame Lefebrc hijo que ya no tiene completamente de madame el infantil Lefebre complejo se de aspira cada vez más a ese para ella, piensa, día y noche en los disgustos que le causa su nuera, que lo separa de él, hasta el punto que su hijo Carlos le dice que si no deja de pensar en eso se volverá loca. El estado era todavía, sin embargo, Pero Antonieta me Lefébre soportable. es fecundada. Entonces, ocurre algo que no conoceremos de golpe a esta rica burguesa escrupulosa de la cual se convierte en el inconsciente jamás y que hace franquear y ordenada, la frontera nuera. ¿Por qué? y nada de 1q de embarazo, no puede soportar Podemos entrever el dinamismo, con fantas- el embarazo de su un poco de la tópica 1; economía. El dinamismo. En el inconsciente dc la niña tración tiene otro destino que en el del varón. falo que posee, y debe acostumbrarse, correr más allá en criminal. Esta anciana que desde hace doce años debe contentarse mas hipocondríacos de ruada- el complejo de cas- El varón tiembla por el para transformarse en un hombre, a riesgos y desafiar las amenazas; la niña debe resignarse desde tem- prano a la ausencia definitiva del falo, a ser mujer, el ser castrado. inconsciente ignora los renunciamientos, y la naturaleza a la mujer, una compensación: el hijo en lugar del pene. ha aprendido a renunciar -esperanza infantil olvidada- ofrece Pero el a la niña, Cuando la niña a que el pene EL CASO DE MADAME LEFEBRE 143 le crezca alguna vez, todo su instinto sabe ya que en compensacion cosa crecerá un día en ella: el hijo que ya quiere por adelantado forma de la muñeca. y la concepción primitiva otra bajo la y general de la madre fálica es entonces reemplazada poco a poco por la de la madre genitrix, cargada del peso del hijo, del cual está celosa. Madame Lefebre no pudo soportar de su hijo, lo que a ella le faltaba: que su nuera tuviera, y tan luego el niño sustitutivo del pene. La repul- sión del embarazo de las otras mujeres es además en ella un rasgo muy marcado: madame Lefebre, que se enfermó cuando se descubrió la quiebra de un miembro de su familia directo o político, quiebra que se remontaba, según parece, a 1808 ó 1848, y no quería ir a la prisión central de Rennes porque encontraría a su marido", allí a madame Bessarabo, "esa horrible mujer que mató me declaró "mujeres muy honradas", abortado ras que debían ser trasladadas su hijo Carlos, médico; a pesar de su amiotrofia, casarse a condición tuviera muchas exigencias" hubiera -y muy oscuro. No pudo soportar presentir. el pene de consideran como su que ese pene filial, se del pene inicial La asimilación de la madre fálica a la madre embaraza- da parece en este caso muy estrecha. El pretexto mismo que madarne Lcfebrc hacer detener Se puede que otra hubiera "robado" dentro de su nuera, en ese feto, equivalente de la madre fálica. cierto de más edad, que no su hijo, de ese hijo que las madres, en su inconsciente, transformara según de madame Lefebre bajo la influencia de su nuera permanece penc por fin crecido. dos Me dijo que que sin duda hubiera sido estéril. sin embargo, que no pudo soportar propio decentes" podido, "de elegir una mujer Lo que pasó en el inconsciente del embarazo "muy con ella a Haguenau. el' ;uto, en el momento me dice haber tomado para de matar, manifiesta un erotismo uretral, como también la forma elegida por ella de dar la muerte: volver, Y cuando los expertos oficiales del tribunal opinan que en madamc Lefébre hay una reminiscencia arcaica del "matriarcado" ner razón, porque en su inconsciente el rc- no dejan de te- sobrevivía, en efecto, el ideal infantil. arcaico, dc la madre fálica, y donde solamente más tarde, en el inconsciente de la niña, viene a sobreponerse el ideal de la madre encinta. Si dejando ahora el presente echamos una mirada retrospectiva sobre la infancia de María Lernaire, podemos entrever esto: la reacción que tuvo MARIE BONAPARTE 144 frente a su nuera embarazada, reaccion ver, debió ser la reproducción exteriorizada de una reacción por el tiro de revól- muy antigua madre, embarazada dos veces durante su niñez, primero Carlos (nacido cuando María tenía dos años), después Nelly (nacida cuando María tenía casi cuatro miento, sobre todo, debió provocar que debía reproducir en la pequeña María la reacción típica más tarde: ser muy intensos, complejo de Edipo en pleno florecimiento hubiera querido de su hermano de su hermana naci- debieron castración, a su Este último tan trágicamente años). frente de esa madre substituir. Los celos por la madre a quien, bajo la influencia y de su naciente Debió sentir contra del complejo de ella deseos de muerte. Esos deseos de muerte del pequeño hermano pequeña Nelly, se transfirieron Carlos, igualmente sobre esta hermanita. más tarde con la complicidad celoso, sin duda ninguna, María encontró de la así un cómplice en Carlos. ) ¿No fué acaso él, me dice ella, quien tuvo la idea del juego del entierro Entre de los pollitos los dos, parejita muertos?, recuerdo que la hace todavía asesina por la inconsciente al entierro de la pequeña intrusa, de su hermanita. niños se han entretenido crimen. He conocido niños encantadores, hoy jugaban así Se objetará que muchos con este juego sin por eso cometer normales en lo posible, que encontraban los pollitos muertos intención, sonreír. más tarde un convertidos en jóvenes placer en enterrar con gran pompa de su gallinero. Madame de Segur, en su libro Las niñitas modelos, libro favorito madame Lefebre en su niñez, narra el entierro de Mimi, el petirrojo, que pudo contribuir a inspirar el juego. Pero no he buscado, de relato al recalcar este juego en María Lemaire, sino mostrar el dinamismo de su inconsciente, I dinamismo- que puede compartir con otros. Las fuerzas que reprimen liberan esos dinamismos interiores, comunes a muchos, determinan de la conducta exterior de un individuo según su dirección o más tar- e intensidad. En la mayor parte de nosotros esos dinamismos quedan felizmente inhibidos. Todo lo que se puede descubrir siguiente: sobre este tema en madame Lefébre la regresión a los estadios pregenitales, pausia, la reivindicación desarrollada nada al complejo de castración, es lo en la época de la meno- más tarde sobre ese fondo y relacio- no hubieran bastado para hacer de madame Lefebre una criminal. Pero a todo esto Se agrega de pronto, con el ernbarade su nuera, una reviviscencia, de una intensidad inusitada, del antiguo ZO EL CASO DE MADAME LEFEBRE 145 complejo de Edipo, vivido durante la infancia en presencia de la madre encinta del padre. Y es el aporte de este poderosos dinamismo -que nos es desgraciadamente imposible dosar- que permite a los primitivos instintos asesinos triunfar, en la vieja burguesa, de todas las inhibiciones que los habían reprimido hasta entonces. 29 La tópica. "Tenía, me dice madame Lefebre, la impresión al matar de cumplir con mi deber." Es decir, que en esta mujer, por otra parte devota y escrupulosa ("no sé cómo he podido llegar hasta eso", escribe madame Lefebre el 29 de diciembre de 1925 a su marido y a su hijo Carlos, "yo, que me reprochaba amargamente cuando me ocurría sin pensarlo hablar algo mal de mi prójimo, muy poca cosa"), el superyó viene aquí a confundirse con el ello. El imperativo categórico, dictado por el superyó, se encuentra entonces en realidad dictado por el ello. La topografía del alma hallándose así modificada, no hubo más conflicto, hubo crimen, el inconsciente, el consciente y la conciencia encontrándose entonces de acuerdo. No promoveré aquí la cuestión de saber qué modificaciones produce una regresión en el ello, en el superyó. Me contentaré con un paralelo entre el crimen de madame Lefebre y los juegos de María Lemaire. El pequeño Carlos, que jugaba con ella al entierro de los pollitos muer.... tos, había tomado la iniciativa del juego. Ese hermanito, heredero en ese minúsculo complejo de Edipo sobre la escala fraterna, del gran complejo de Edipo en la escala paterna, era pues el cómplice, el instigador, de simbólicos actos fúnebres. Permitía, ordenaba los funerales simbólicos de la hermanita representada por los pollitos. Igualmente, más tarde, Dios, padre proyectado en la inmensidad, padre agrandado, como el hermano era un padre empequeñecido, permite a madame Lefebre ~aun más- parece ordenarle su crimen. Tuvo la impresión al tomar su revólver, de cumplir con su deber, y se ve que todavía no está bien convencida de que no fué realmente así, A su hijo Andrés, cuya presencia en el auto cuando el crimen, le había sido ordenada por la presencia otrora en el entierro de los pollitos, del pequeño Carlos, madame Lefebre, desde que está en prisión, no le ha escrito una sola vez, a pesar que hace tiempo que las cartas no le son prohibidas. Menos aún quiere verlo; cuando los abogados le dicen en mi presencia que ahora puede recibir su visita, reacciona como con espanto: "No, dice, ahora no. Prefiero que no, más tarde, más tarde, cuando esté allí." Parece MARIE BONAPARTE 146 que desde el crimen realizado, aquel para quien fué cometido como una especie de cómplice, para el inconsciente Carlos enterrando haber retirado los pollitos), cómplice (tal como el hermanito que teme volver a ver. ahora la libido de su hijo para depositarla padre agrandado. le parece Parece sobre Dios, ese "Pasaré, escribe a su marido el 18 de marzo de 1926, mis últimos días como Magdalena al pie de la cruz." Sin embargo, madame Lefebre, contrariamente a lo que dijeron los diarios de la visita que le hice, no ve con buenos ojos un nuevo matrimonio de su hijo. Como sus abogados y yo le preguntáramos corrían respecto a ello eran fundados, ya tiene bastante! Volvamos j Esperará si los rumores contestó con indignación: "¡Ah, que no, bien un par de años! e)" a la primera pregunta ¿Por qué madame Lefebre, planteada en este capítulo. desde su crimen, desde que está en prisión, se siente bien de salud? ¿Qué es lo que la ha curado, el crimen o el castigo? Pregunta difícil de resolver, porque cuando mató, lúcida a pesar de su de- lirio, no ignoraba que el castigo llegaría, y sabemos por el análisis de los neuróticos cómo los castigos son a veces deseados por el superyó y les procuran amargas pero profundas del enfermo satisfacciones. Pero el caso de madame Lefebre no es una simple neurosis, está clasificado entre las psicosis, con todos los trastornos que trae en la economía del alma la regresión narcisista que significa la psicosis. Y el superyó de madame Lefébre, que permaneció distinto del ello para los actos ordinarios y pequeños de la vida, parece, en gran parte bajo el imperio de una atracción omnipotente de los complejos más profundos del ello, haberse al ello hasta el punto de no poder casi diferenciarse agregado de él. Según esto, lo que habría aliviado a madame Lefebre y le habría devuelto la salud sería más el acto que el castigo, satisfaciendo exigencias de su instinto (ello) y los mandamientos a cuyos pies se declara feliz de terminar Sin embargo, de su Dios (superyó) su vida. ¿puede uno decir que la satisfacción ajena a su mejoría, cuando se la oye hablar complacida (1) El doctor Loewenstein me hace notar a la vez las de ser castigada es de su duro camastro, que la identificación con la madre debió contribuir a crear en madame Lefebre la ausencia de remordimiento. Igualmente, en efecto, como la niñita gustaba identificarse con la mala madame Fichini, que pegaba a Sofía, madame Lefebre pudo más tarde identificarse con la madre dominadora que castiga. EL CASO DE MADAME LEFEBRE 147 de la sopa de los prisioneros y de los alambres de las coronas mortuorias las que trabajan todo el día las condenadas y que le estropean las manos, y cuando se la ve tender, con una sonrisa, esas manos horriblemente y ennegrecidas? 39 Queda el problema arruinadas económico. Debemos confesarlo: del alma que puede transformar en una burguesa odiosa criminal, nos escapa casi completamente. la economía tan ordenada en una tan, Sabemos además muy poco de la economía y aún de la tópica del alma de los criminales, aunque, por otra parte, su dinamismo nos es bastante accesible, cada uno de nosotros llevando en su inconsciente más o menos el mismo dinamismo. Pero en nosotros el crimen queda inhibido, al punto de que la mayoría protestará con indignación al leer la anterior aserción. criminal algunas inhibiciones en circunstancias no tendrían el mismo efecto. difíciles Los mismos complejos virtud de una cuestión de terreno. casi enteramente El artículo del crimen sin duda en constitucional, se nos escapan La justicia y el determinismo 64 del Código Penal francés se expresa así: "No el detenido estaba en estado de demencia hay m en el del acto, o cuando ha sido llevado por una fuerza a la cual no pudo resistir." Este artículo que tiene su análogo en la mayoría digos penales plantea así, el problema criminales, considerando aplica. Los expertos de la irresponsabilidad su responsabilidad del tribunal a madame Lefebre nóstico, .insostenible, sin embargo perfectamente Nuestro posible de los Raviart, Rogues de a los expertos de la defensa- sana de espíritu y plenamente desde el punto de los có- en todos los casos en que no se de Douai, los doctores Fursac y Lorge, declararon -contrariamente responsable. de vista puramente Este diag- científico, lo es desde el punto de vista social. Código Penal, como el de todos los países, está en efecto cons- sobre la idea anticuada, humano. con los cuales conse- Es decir, que el factor las causas más profundas crimen ni delito cuando truído y que en nosotros y quedan inaccesibles al análisis. VI. - momento de definir a la vida social se tornan en ellos virulentos, el factor económico, que en el de viejos instintos ancestrales o faltan o caen bajo influencias guimos adaptarnos Mientras con vieja base religiosa, del libre albedrío Por este hecho, sólo pueden ser juzgados por los tribunales y casri- 148 MARIE BONAPARTE gados según el código, los hombres poseedores de su libre albedrío, de su razón. Los locos escapan a la justicia, no corresponden más que a los asilos, y un criminal declarado "loco" escapa por esta misma razón a la acción de la justicia, al juicio, a la prisión y va directamente al asilo. ¿Qué ocurre una vez que está allí? La ley de 1 838 que reglamenta la legislación de los alienados, se preocupa de garantizar, contra los internamientos arbitrarios, la libertad individual. Dos certificados médicos -el del médico más el del director el asilo- son necesarios para ser internado, pero para salir del asilo el certificado del médico del asilo sancionado además por el Prefecto de la localidad, si el alienado fué internado de oficio son suficientes. El Prefecto se aconseja, es verdad, con opiniones de otros médicos. Pero ya se sabe lo que puede resistir un Prefecto, a quien médicos, expertos, gente de la profesión vienen a afirmar que un alienado está por fin curado y que se lo detiene injustamente más tiempo del necesario. Es decir, que si madame Lefebre, tal como correspondía, hubiera sido declarada alienada, su familia habría llegado, después de un tiempo más o menos largo, a recuperarla. Así no solamente bajo la presión de la población del norte, que quería para la rica burguesa, tan fría y odiosamente homicida, verse levantar aunque sólo fuera simbólicamente el cadalso, pero también bajo la presión de una casi necesidad social, derivada de una legislación penal anticuada, donde el alienado no tiene cabida, los expertos del Tribunal concluyeron en declarar la responsabilidad. Porque, responsable o irresponsable, en el sentido legal, ha perdido su significación: habría que decir más bien aprisionable o internable. Esto sólo se-ríajusto y rendiría el pesamiento profundo al cual obedecen a veces, en casos semejantes, los expertos médicos frente a los tribunales. El lugar de madame Lefebre no es por cierto la prisión: está en el asilo. Pero el asilo no podía cerrar tras de ella sus puertas porque hubiera podido volverlas a abrir demasiado fácilmente. Madame Lefebre pertenece además a esa categoría de "locos" que el público se rehusa a considerar como tales, porque han conservado plenamente la lucidez, la memoria y la razón. Los reivindicadoresilusionan a menudo, y contradicen la idea que el pueblo tiene de la locura. Fué lo que permitió a los expertos la afirmación de la plena responsabilidad. Fué lo EL CASO DE MADAME que hizo decir al mismo Andrés su madre "pasara por loca"-, LEFEBRE 149 Lefebre --1Ínteresado sin embargo al hijo, contestando a esta pregunta en que de ma- dame Henri Mulle: "Crees tú que tu madre es loca, ¿y si te hicieran la pregunta bajo la fe de un juramento, te atreverías a decirlo?" "Evidentemente no, contestó Andrés, no podría decir que es loca" (Declaración de Henri Mulle, pieza 98 del juicio). y la acusación se valió de esta opinión, como si Andrés Lefébre hubiera sido un eminente experto en psiquiatría. La idea que se hace el público de un loco y que significa pérdida de la razón, no es, en efecto, compatible razonante del tipo Lefebre. el legislador del artículo con la concepción Y la demencia, en el sentido en que la entendía 64 del Código Penal, redactado siglo pasado, en un tiempo en que la locura razonante ¿quién la definirá? del reivindicador Lo arbitrario a principios del no era reconocida, no puede sino reinar en la interpretación de esta ley y en los informes médicolegales que derivan de ella, siguiendo un sentido más o menos extendido, y tan poco de acuerdo con el significado legal primitivo como con el término donde cada experto interpretará psiquiátrico actual de "demencia"; a su saber esta palabra. Así, los expertos oficiales pudieron terminar su informe con estas pa- labras: "rnadarne Lefébre no estaba en ningún grado en estado de demencia en el momento del acto, en el sentido del artículo Porque el sentido en que el artículo 64 del Código Penal." 64 entiende el término "demencia" es una cuestión de apreciación. En los reivindicadores, la psicosis y el carácter hallan, además, de tal. manera confundidos Mientras que el interpretador lo extraño de su conducta, cador" "El delirio puede fácilmente traicionar su locura por netamente a menudo con exageración de reivindicación, el "reivindi. escriben Y más adelante delirante. Parece a las decepciones Serieux pág. 258 ) es menos un «delirio» que la manifestación psicopática." dicho se que no es nada fácil distinguirlos. lo absurdo de sus interpretaciones, no da en general esta impresión plemente reaccionar propiamente y Capgras sim- de la vida. (loe cit., de una personalidad (pág. 262): "El delirio de reivindicación es un estado mórbido continuo del carácter (Arnaud)," Este aspecto del delirio de reivindicación oficiales inscribir la psicosis y el carácter rótulo de "carácter un poco particular". ha permitido a los expertos de madame Lefebre bajo el único 150 MARIE RON APARTE El reinado del determinismo en la naturaleza, que poco a poco hemos debido reconocer, más lentamente aún hemos aprendido a ver que se extiende hasta en nosotros. En la misma medida que los locos de su locura, somos nosotros los "normales", responsables de nuestro carácter y cada uno de nuestros gestos, de nuestras palabras, de nuestros pensamientos, están tan estrechamente determinados como en los espacios celestes los movimientos de los planetas y de los soles. El psicoanálisis ha demostrado en forma deslumbrante ese determinismo absoluto que reina en el fondo de nosotros. Es imposible para quien lo conoce y lo comprende, hablar todavía de "libre albedrío". Pero la justicia humana habla todavía de él y reclama en nombre de la responsabilidad humana el castigo de los culpables. La justicia' de los hombres, ¿no sería más bien la venganza de los hombres, y cuando éstos reclaman justicia no piden en su lugar la aplicación de la vieja ley del Talión? Si el pueblo, por ejemplo, se aferra tanto al mantenimiento de la pena de muerte, cuyo temor es bastante dudoso en el estado actual de nuestras sociedades, en que el crimen se refugia cada vez más entre los inadaptados, que han perdido el sentido de la realidad que los rodea, ¿no será menos por cuidado de su propia protección cuanto como la última prerrogativa de la realeza que le queda en tiempo de paz, de derramar impunemente, y aun colectivamente, la sangre? ¡Y la sangre del criminal! Es decir, de aquel a quien en el fondo de sí, inconscientemente, los instintos reprimidos e insatisfechos, envidian. Aunque sería deseable que la justicia fuera más severa, es utópico creer que la justicia social lo conseguirá. Porque la justicia social, vertida en nombre del pueblo, podría ser lavada muy difícilmente de las pasiones populares que la colorean. Sin embargo es razonable soñar en una legislación un poco mejor. El artículo 64 del Código Penal, interpretado a la luz de las ideas científicas y deterministas actuales, podría anular doblemente la totalidad del Código Penal. Porque demencia en el sentido jurídico debe ser tomado hoy con un concepto mucho más amplio, y cuando ejecutamos la menor acción, ¿no obedecemos todos -y no solamente los locos- "al impulso de fuerzas a las cuales no podemos resistir?" Ningún criminal debería entonces ser castigado, si vamos a exigir para el castigo que sea responsable. EL CASO DE MADAME LEFEBRE 151 Pero ahí yace justamente el error. Cuanto más «irresponsable" es un criminal, en el sentido jurídico, es decir, cuanto más loco es, tanto más peligroso -siendo, según la ley, menos merecedor de castigo-o La palabra responsabilidad debería entonces ser borrada del Código. y convendría reemplazar -si la ciencia en general y la ciencia psiquiátrica en particular no fueran todavía tan ineiertas- los fallos por diagnósticos. El juicio popular, que salvó a los acusados de la arbitrariedad del poder, los ha sometido a las pasiones del pueblo, que los absuelve o los condena sin comprenderlos. Un jurado médico sería idealmente preferible, pero prácticamente tal vez todavía peor por las envidias y las controversias reinantes en la profesión. Se podría, por lo menos, después de los reconocimientos, internar a los locos criminales en base a un juicio, cuya modalidad quedaría a determinar, en los asilosprisiones, cuyo nombre mismo sería un compromiso entre el castigo (prisión) que exige el pueblo para el criminal, y el asilo que reclama la ciencia para el loco. De esos establecimientos, el criminal no podría volver a salir sino en base a un juicio. Esta reforma ha sido reclamada a menudo en estos últimos años. No soy especialista en la legislación comparada de los alienados criminales de diferentes paises. El estudio de ese solo punto de derecho bastaría para llenar un enorme volumen. Pero sé que ningún código penal en lo que se refiere a esta cuestión, está en armonía con las comprobaciones actuales de la ciencia. Es seguro que actualmente el criminal alienado, lo que equivale sin duda a decir criminal a se~as, no tiene cabida en ninguna parte. La represión inspiró y se inspira todavía de la idea arcaica de castigar, amada del pueblo. Es por eso que en casi todos los grandes juicios criminales contemporáneos el pueblo está obsesionado por el temor de «que quieran hacer pasar a ese miserable por loco", lo que equivale para la opinión popular, a declarar inocente al criminal. El internamiento por locura le parece al pueblo, cuando se aplica al criminal, un diploma injusto de inocencia. La idea de castigar al criminal es la expresión de la sed cruel que engendró la ley del talión, pero fué generadora, sin embargo, en un principio de moral por temor a las represalias. Pero, a medida que esta moral se constituía, la idea, de castigar al criminal fué reemplazada, en el curso de los siglos cristianos, por la de corregirlos. Salvar a los criminales fué una utopía que algunos persiguen aún. s~ MARIE BONAPARTE 152 La ciencia ha despojado cada vez más de su sentido la idea de castigar al criminal. Madame Lefebre, por ejemplo, ¿está realmente "castigada", ella, que es más feliz y duerme mejor sobre su camastro de la prisión que en su buena cama de burguesa? En cuanto al mejoramiento sobre los complejos de los criminales, hay que ilusionarse mucho que manejan los hombres y constituyen su carácter para creer en él. No hay en realidad más que un solo tratamiento para aplicar a los criminales: ponerlos fuera de toda posibilidad car. Para los menos locos, se podría, pero en mejores condiciones si se quiere, conservar que las actuales. racional de perjudilas prisiones, Para los demás, crear asilos- prisiones, donde no Se entraría ni se saldría sino previo un juicio motivado, reservando los asilos comunes para los locos no criminales. El obstáculo para ese tratamiento racional de los criminales es el pueblo que no deja de reclamar "el castigo del culpable". El ideal sería evidentemente la profilaxis social: hacer más a menudo, y a tiempo, diagnósticos y pronósticos candidatos a criminales. e internar el mayor número posible de Pero ¿qué médico, entre todos los que consulto, Se hubiera atrevido a internar, antes de su crimen, a madame Lefebre> habría clamado contra el atentado a la libertad individual. Traducido del francés por ALICIA LARGUÍA. Se