Contigopan y cebolla Día internacional del Libro 2016 Textos y fotos de los alumnos de Formación y Cultura Básica SAN PEDRO ALCÁNTARA Y NUEVA ANDALUCÍA DÍA INTERNACIONAL DEL LIBRO 2016 Texto y fotos de los alumnos de Formación y Cultura Básica SAN PEDRO ALCÁNTARA Y NUEVA ANDALUCÍA ARTE Y CUL TURA - 0 - * PRÓLOGO - 1 - * ASÍ ES MI VIDA -Así es mi vida -María García Cruz -Cuando yo vivía en Guayaquil -Manuela Cercado -El Barrunto -Ascensión Vidales Martín -Toda una vida -Elena González Morales -Matrimonio por obligación -Isabel Saeteros -Cartas del mar -María Muñoz Marín -A mis padres -Victoria Mata Oliveros -Desde Lucena con amor -Carmen Bujalance-Casamiento-Leonor Gutiérrez Torres-Cencerrada-María Morales Ríos-Bellos recuerdos-Antonia y Juan -De niña a mujer -María José y Fancrisco-No supe decidir-Milagros -La camarera y el albañil -Zhora Derrak-Noviazgo-Pilar García Cadenas- 2 - * NOVIAZGO -Cuatro amores -Brayan Cortés -El chico de la moto -Antonia Llaves Cózar -El parto de las ovejas -Carmen Sevillano García-Juan y Manoli-Manoli Ríos -La historia de mi juventud -Ana López -Tanto fue el cántaro a la fuente -Halima Abdelkader Kaddur- -Un noviazgo de los de antes -Vicenta Ruiz Bueno-Una historia de mi juventud -Vicki Mendría González-Una rosa para María -Juan Canca Marín-A las diez en casa -Remedios Barroso-Ilusión en la espera -Rosario Morato Méndez-Pedir a la puerta -Ana Mª Moreno Medina-El día más feliz -Ana Morito Guerrero-En la flor de la vida -Bella Rubio Sousa-Un guiño-Teresa Parra Sánchez-Audacia -Teresa Barroso Sánchez-Vecinos y conocidos -Providencia y Ramón-Toda una vida por unas castañas -Maruja González Aguilar-La niñera y el jardinero -Sandra Kubit-La zancadilla-Rosario Montesinos-La edad, un impedimento -Francisca Ruiz- 3 - * CAMPANAS DE BODA -El día de mi boda -El traje de novia viajó conmigo -En el hotel -Los siete vestidos -Mi boda en Bogotá -Una boda por todo lo alto -Historia de mis padres -De una boda sale otra -Lázara Villatoro Sánchez-Ana Fernández Pérez-Mariana Campos Guerrero-Achoucha Chiki-Anónimo-María Parra-Yolanda Lara Mena-Mouna Youssef- - 4 - * VIAJE DE NOVIOS -Mi viaje de novios -Mi boda y mi viaje de novios -Destello en la sonrisa -Amelia Morales Abelaria-Ana Ortiz Ortiz-Paqui y José- - 5 - * PIROPOS, DICHOS Y CANCIONCILLAS -Duelo entre mujeres -Teresa Parra Sánchez-Juan Rodríguez le decía a su esposa -Elena González Morales-Saludo de amigos -Dolores Vega Cabeza-Entre vecinas -Juana Cabeza Moscoso-Una vieja muy vieja -María Morales Ríos-Señores, yo me casé -Pepita Villalba-No hay amor como el primero -Antonia García Contreras-No te fíes de los hombres -Antonia García Contreras-Para reflexionar -Dichos -Piropos “CONTIGO, PAN Y CEBOLLA” PRÓLOGO S írvase de este ejemplar para trasladarse a tiempos no muy lejanos y traer a la actualidad los recuerdos en forma de usos, costumbres y tradiciones referentes al cortejo, noviazgo y la celebración de las bodas de mediados del siglo pasado hasta los años setenta. En este cuarto lanzamiento pretendemos recordar, gracias al testimonio del alumnado de la Escuela de Adultos de San Pedro Alcántara y Nueva Andalucía, todo lo que suponía en otros tiempos el cortejo, noviazgo y las bodas. A partir de experiencias vividas en primera persona describiremos cómo eran esas costumbres en las edades juveniles de nuestros abuelos y nuestros padres. Ni que decir tiene que hay vivencias de toda índole y que unas llegaron a buen puerto y otras se rompieron por el camino. De esta forma, con el recurso de acudir a la memoria de los mayores, aprenderemos a comprender esas circunstancias personales, en unos años de intensa crisis en todos los aspectos de la vida. En aquella España en blanco y negro que poco a poco tornaba a sepia, las costumbres amorosas de entonces se abrían paso entre la rigidez del qué dirán, los amores de juventud terminaban en casorio, después de eternos noviazgos por carta o a través de una distancia que imponía un servicio militar obligatorio o una emigración forzosa que asegurase el futuro. Pelar la pava en el zaguán de la casa bajo la vigilancia de una eterna carabina, o sucumbir a los requiebros de aquellos piropos que sacaban los colores a las chicas en edad de merecer, todo ello, ha quedado ya postergado en el recuerdo de unos tiempos que han vivido varias generaciones de valerosas mujeres teniendo que hacerse valer, y de caballerosos hombres que supieron demostrar, como ninguno, a lo que se está dispuesto por amor. Esperamos haber sabido transmitir en estos relatos el brillo captado en sus ojos, la alegría, y a veces tristeza manifestadas por los alumnos de sus vivencias de antaño, que han sido importantes y decisivas para ellos. En fin, sin más dilación esperamos que el ejemplar que tienes en tus manos proporcione unos agradables momentos de lectura transportándonos a otros tiempos en los que las cosas se hacían de otra manera. ASÍ ES MI VIDA Así es mi vida Mi nombre es María y he tenido una vida muy azarosa. Cuando tenía catorce años me vine a trabajar a San Pedro. Yo tenía un hermano que ya vivía aquí y que nos buscó trabajo a una hermana y a mi. Me coloqué en un bar en el que estuve trabajando al menos nueve años y allí fue donde conocí al que hoy es mi marido. Yo era un arvejón, no tenía ni los catorce años pero él venía al bar a verme y se esperaba en la puerta a que saliera. Él tenía dos años mas que yo y era alto y mas derecho que una baqueta. Yo me asomaba para verlo en la bicicleta cuando se iba a trabajar. Al pasar por la puerta de la pensión donde trabajaba yo, tocaba el timbre de la bici para que me asomara a la ventana, y desde allí, echábamos nuestro rato de charla. También tenía una motillo y me llevaba de paseo por el Cortijo Blanco y otras veces nos íbamos al cine. Con él estuve cuatro años de noviazgo y en ese tiempo me quedé embarazada y me tuve que casar. Me casé aquí en San Pedro y a la boda asistieron mi madre y mi suegro; mi padre no vino porque le sentó muy mal cuando se enteró de que me había quedado embarazada. No tuvimos celebración de boda ni luna de miel. En toda mi vida no he tenido vacaciones, todo ha sido la familia y trabajar. Con el nacimiento de mis tres hijos dejé de trabajar en la calle para dedicarme a ellos. Pero además de cuidarlos, tenía que ayudar a mis padres y cuidar de mis suegros. Toda mi vida ha sido trabajar y cuidar a los demás. Ahora tengo tiempo para venir a la escuela, ir a la gimnasia y sobre todo y lo mas importante, por fin tengo tiempo para mi. María García Cruz Cuando yo vivía en Guayaquil Yo conocí al padre de mis hijos cuando tenía dieciséis años. Mi familia vivía en el campo, pero yo me fui muy jovencita a trabajar a la ciudad de Guayaquil, donde estaba interna en una casa cuidando a una niña. Los fines de semana me daban tiempo libre para salir y me iba a casa de unos primos que vivían también allí en Guayaquil. Así lo conocí a él. Todos los fines de semana salíamos juntos, porque allí en mi país somos muy fiesteros. Cuando se enteró mi madre, no le gustó nada, porque pensaba que yo era muy joven para echarme novio, así que hizo que dejara el trabajo y me volviera al campo de nuevo a vivir con ellos. Pero yo ya no me quería quedar allí. De modo que tuve que mentirle diciéndole que tenía que ir a la ciudad, pero me escapé y ya no volví más. Él era cuatro años mayor que yo, trabajaba y tenía una casa donde vivir, pero yo me fui a mi antiguo trabajo, hasta que me quedé embarazada. Trabajé hasta después de tener el niño. Tenía dieciocho años. A los cuatros años tuve una niña, luego otro varón y por último otra niña. Manuela Cercado El barrunto Mi marido nació en Monda y luego se trasladaron a Istán. Yo lo conocía de siempre pero por entonces yo tenía un novio con el que llevaba mucho tiempo. Cuando dejé a mi novio, él a cada instante me mandaba recados de su parte con todo el mundo, pero yo no le hacía caso. Estuve por lo menos once o doce años sin novio. En aquella época me salieron muchos, pero a mi no me gustaba ninguno. El vivía en El Herrojo y aunque no nos veíamos apenas, me seguía hablando y me mandaba a decir que si aún seguía soltera. Por fin un día me escribió y una tía mía se enteró y me hizo que le contestara. Ella fue la que medió entre nosotros. Un día de verano vino a conocerme. Aquella mañana me levanté barruntando algo, pero no sabía qué. “¿Qué tengo yo en el cuerpo hoy?”, me acuerdo que era lo que decía. Cuando llegó al pueblo le fue preguntando a la gente que por donde me podría ver, o por qué calle me podría encontrar; hasta que le dijeron que a mi, seguro, me podía encontrar en mi casa. Así que una vecina mía se acercó hasta mi casa y me tocó en la ventana. Cuando me asomé, me lo presentó. Estuvimos de novios un año. Él tenía ya los cuarenta, yo treinta y tres. En ese año venía a verme todos los fines de semana y algunas veces también en medio de la semana. Nos casamos en Istán y nos vinimos a vivir a San Pedro, a una casa que poco a poco fuimos reformando y donde hemos vivido toda la vida. Ascensión Vidales Martín Toda una vida Mi marido, con el que compartí cincuenta y ocho años de mi vida, era de Isla Cristina, Huelva. Cuando nos conocimos trabajaba de Guardia Civil destinado en la aduana de La Línea. Yo trabajaba en una tienda de comestibles en Gibraltar. Cada día cruzaba la frontera y llevaba escondida una libra de tabaco, que eran cuatro cartones. Primero pasaba por el puesto de la matrona, por donde pasaban todas las mujeres, y luego, los guardias civiles miraban el bolso. Aquel día, llevaba ya el tabaco en el bolso después de pasar por la matrona y, llegando al mostrador, ya más tranquila, pongo el bolso para pasar y el Guardia Civil (que tenía el mote de “el gitano” por ser alto, delgado y moreno) lo abrió y me quitó los tres cartones, dejándome solo uno. Me dio tanta rabia que le lancé el cartón a la cara y le dije: “Para uno, no quiero ninguno” y me fui. Fue un arrebato de rabia, llevaba todo el día trabajando y ese dinerillo hacía falta en casa. A partir de ahí parece que le gusté. Poco a poco fuimos conociéndonos y me decía: “Le dices a tu madre que pregunte por el gitano si necesitáis algo”. Se refería a mi madre porque también ella cruzaba a Gibraltar para trabajar en una fábrica de conservas. Nos seguimos viendo y nos convertimos en amigos y confidentes. Un día me dijo: “Tengo unas mudas y necesito que una costurera me las marque con las iniciales“JR”. Le contesté: “Yo misma” Poco a poco nos veíamos más. Salíamos los domingos si tenía permiso, íbamos a tomar un cafelito. Otras veces me recogía, nos tomábamos una cervecita o un café según la hora. También íbamos al cine, a la feria… El cuartel estaba en la calle Real. Algo que recuerdo es que cuando sonaba el himno nacional se cuadraba y saludaba. Cuando cobraba la paga se la mandaba entera a su madre que,como la mía, también era viuda y con lo que recogía, juntaba para casarnos, es decir, me lo daba a mí para el ajuar. -Elena, ¿nosotros tenemos toallas? Yo las compraba y las bordaba… Así, un año después de aquella disputa en la aduana, nos casamos. Era un domingo día 4 de abril de 1954 y nuestro ajuar estaba compuesto de: dos juegos de toallas, dos juegos de sábanas y ropa interior. Nos fuimos a isla Cristina, a casa de mi suegra y, un año más tarde, un 15 de mayo de 1955, también domingo, nacía nuestra primera hija. Elena González Morales Juan Rodríguez Muriel y Elena González Morales Matrimonio por obligación Soy de una pequeña población de Ecuador. Con siete años quedé huérfana y una vecina me llevó a su cuidado. Nos mudamos de esa población y todos trabajábamos en el campo. Toda la región estaba gobernada por unas costumbres que eran ley y nadie las podía contrariar. Ya jovencita trabajaba en una hacienda. Por la mañana en las labores del campo y, por la tarde, teníamos que ir a recoger hierba para el ganado. Un día bajé sola al campo y se avecinaba tormenta, pero pensé que me daría tiempo recogerla. Así, hice un gran montón que até, cargué a la espalda y entonces, comenzó a llover torrencialmente. Tanto fue la lluvia que, al empaparse el haz de hierba, caí de rodillas y no podía levantarme. Pasó por allí montado a caballo el hijo de la dueña de la hacienda. Me dijo: -“Hey, te pusiste mucha hierba” -“Es que se mojó y pesa mucho”-le contesté -“¿Quieres que te ayude a levantarte?”-me preguntó Justo estaba ayudándome, la madre nos vio y pensó mal. Se pusieron de acuerdo y decidieron que teníamos que casarnos. Nos obligaban. Al principio él se negaba y su madre lo encerró en una habitación hasta que, al fin, también accedió. Intenté buscar refugio en mi familia, pero no lo tuve. La ley de la comunidad no podía contrariarse y lo que decidían era de obligado cumplimiento. Lo único que agradezco de este matrimonio roto son mis hijos y, de ellos, mis nietecillos que hoy día son mi alegría. Isabel Saeteros Saeteros Cartas del mar Mi marido y yo nos conocíamos desde niños. A los trece años éramos amigos de pandilla. Siempre me había gustado, pero no pensaba en novios. Ya con diecisiete años, con sencillez, me dijo que me quería con locura. Yo, loca de contenta, le dije que sí quería ser su novia. Antes tuve dos pretendientes: Un muchacho de Marbella que tocaba el acordeón me dio una serenata. Ya de noche sonaron las notas de “un beso de amor no se lo doy a cualquiera…” Mis amigas me habían avisado: “El bigotito te va a echar una serenata” Al poco tiempo, otro pretendiente intentó conquistarme. No llegó a acercarse “le puso los calcetines azules “mi vecino. Le dijo: “Dile a María si quiere que me acerque a ella” y, aunque era un buen partido porque pertenecía a una familia bien, le dije que no, que ya tenía novio. Poco después lo llamaron a filas y prestó servicio militar en la Marina durante dos años. Por aquel tiempo, gracias a los acuerdos de 1953 con Estados Unidos, embarcaron hacia los Estados Unidos para recoger unos acorazados destinados a la Armada Española. Él venía en el acorazado Lepanto. Llegaron a las costas del Pacífico en la primavera de 1957. De ahí, se trasladaron a San Francisco, California, San Diego, Canal de Panamá… hasta que el 7 de agosto salieron rumbo a España. La estancia más larga duró ocho meses y nos comunicábamos por carta. Mientras tanto, era costumbre que la novia “guardase el sitio” del novio, con lo cual, debía quedarme en casa esperando su llegada. Cuando salía, iba acompañada de mi suegra o mi madre. Recibía cartas frecuentemente y yo también las enviaba, además de fotos. Recuerdo que después de esa larga permanencia en el mar volvió y lo primero que hizo fue llegar a mi casa para verme. No me lo esperaba y no fui capaz de salir de mi cuarto. Tuvo que irse y regresar a la tarde. María Muñoz Marín y Pedro Agüera Sánchez A la hora de salir la costumbre era dar paseos por la calle Marqués del Duero desde la plaza de la Iglesia. También nos sentábamos en la puerta de la calle a charlar. Ahí, como había vecinos podíamos estar sin carabina, pero si entraba en casa, siempre había alguien con nosotros. Si mi madre tenía que salir, llamaba a la vecina: “Rita, quédate con mi María que voy a llegar a la tienda” Ese fue nuestro noviazgo hasta que un sábado a las 9,00h de la mañana nos casamos en la iglesia de San Pedro Alcántara, acompañados de nuestros familiares y vecinos. La modista, Manuela Lima, me había confeccionado un traje beig y una chaqueta y mi amiga Isabelita, que trabajaba con una inglesa, le cogió prestado a la señora un sombrero con un pequeño velo que cubría los ojos. Luego, lo devolvimos, por supuesto. Después de la ceremonia, mi suegro mandó a alguien en bicicleta a Guadalmina para comprar aguardiente y así fue el convite. Ese mismo día cogimos un autobús por la tarde que nos llevó a Algeciras y “nos metimos en la cama a escape” María Muñoz Marín A mis padres Quiero a mis padres. Siempre me han cuidado y dado todo lo que necesito para ser feliz. Ahora que van siendo mayores y empiezan con sus achaques soy yo quien tiene que cuidar de ellos. Victoria Mata Oliveros (Foto: María Oliveros González y Diego Mata Marín) Desde Lucena con amor Somos de un pueblecito de Córdoba llamado Lucena. Nuestra historia comienza cuando éramos chiquillos y trabajábamos en la cosecha de la aceituna. Por eso siempre digo que nos conocemos de toda la vida. Éramos amigos y salíamos en grupo, pero ya siendo mozo con dieciséis años me decía: “Me gustas y tienes que ser la madre de mis hijos” A aquel cortejo yo le contesté que a mí también me gustaba él, pero que tenía que hablar con mi padre. En aquel entonces mi madre estaba embarazada y cuando vino a casa para formalizar la situación mi madre contestó que no, que yo estaba bien sin novio y en pandilla, sin compromiso, que esperásemos un tiempo que ya en casa mis dos hermanas tenían novio y eso suponía demasiado trasiego. Después de tener al bebé le dio permiso y ya formalizamos nuestra relación. Al poco tiempo sus padres deciden emigrar a Barcelona pues el trabajo escaseaba. Al irse comunicó a mi padre que volvería para casarse conmigo. Durante este tiempo me escribía cartas y en lugar de buscar a alguien extraño para que me las leyese y escribiese las mías, acudí a mi hermano pequeño que era el que había podido ir a la escuela. Así estuvimos un tiempo hasta que mis suegros escribieron a mis padres para decirles que bajarían al pueblo para nuestra boda. Entre mi hermana y yo confeccionamos el ajuar. Lo expusimos, como era costumbre, el día antes de la boda. A su llegada de Barcelona mis suegros vinieron directamente a casa con las maletas y mi novio durmió en casa de unos amigos. En tres días nos casamos pues los dichos o amonestaciones las hizo él en Barcelona y yo en el pueblo. Después de la boda, el día 12 de abril de 1965, no hubo banquete porque recientemente un tío de mi marido murió y estaban de luto. Así que asistimos mis padres, los suyos, hermanos y tíos. Pasamos la noche de novios en un hotel del mismo pueblo. Al día siguiente marchamos a Córdoba y, de allí, a San Fernando. De esta aventura que comenzamos siendo pequeños hemos cumplido cincuenta y un años y tenemos cuatro hijos. Carmen Bujalance Cruz Foto de Carmen Bujalance y Mariano Campos López Casamiento Corrían los años 50 en plena posguerra. Había tanto dolor, pena, miseria que hasta en los casamientos se palpaba. Lo habitual era que el noviazgo se prolongase mucho tiempo porque había poco trabajo para el hombre que era el que traía el sustento a casa. Las mujeres trabajaban en el campo y la casa. En la mayoría de las familias había habido alguna desgracia y los lutos se prolongaban mucho tiempo. Estamos hablando de los pueblos de la serranía de Ronda aunque en otros lugares de Andalucía ocurría igual. Ante esta situación descrita anteriormente muchos hombres se llevaban a las mujeres de casa, siempre ocurría por la noche, esto se consideraba una deshonra, por lo tanto, se tenían que casar con ella y en la mayoría de los casos, sin celebración y luego se iban a vivir a casa de los suegros o de los padres. Los casamientos se celebraban por la tarde o la noche. La mujer iba vestida de negro porque casi en todas las casas se arrastraba el sufrimiento de la guerra aunque de ello no se hablase y el hombre vestido de traje para la ocasión. La celebración se hacía en el entorno familiar y con los vecinos más cercanos. Van pasando los años y aproximadamente sobre los sesenta el panorama económico está mejorando y los noviazgos no son tan largos. El casamiento se veía con ojos de alegría. La mujer va vestida de blanco y el hombre como es habitual con traje negro. Se celebraba la boda en un salón fuera del entorno familiar y, por lo general, se invitaba a todo el pueblo ya que al tratarse de una localidad pequeña la relación entre los vecinos era muy estrecha. El convite consistía en compartir dulces como la hojuela, mantecados, suspiros y rosquillas. De bebida el aguardiente y otros licores acompañado con una buena música de acordeón. Leonor Gutiérrez Torres Foto grupal de 1920 Cencerrada Era un matrimonio muy respetado porque económicamente estaban bien y daban trabajo. Rumores que corrían por el pueblo decían que el marido la engañaba. Vigilaron esa relación y era cierto el rumor. Llegó un momento en que la mujer no pudo más y le dijo: “Vete de aquí, no puedo estar durmiendo con un hombre que se está acostando con una fulana porque no se le puede llamar de otra forma”. El marido se fue de casa para volver con sus padres. Al cabo de un tiempo lo perdonó y volvió al domicilio familiar. Entonces, los hombres del pueblo prepararon una cencerrada. Hay que decir que en aquel tiempo aún no había luz eléctrica en las calles. Esperaron a que se acostasen y, en la oscuridad, comenzaron a tocar cencerros, latas… haciendo muchísimo ruido. El marido abrió una ventana y gritó: “Os voy a dejar secos a tiros a todos” y de pronto, todos salieron corriendo de aquel lugar. La amenaza no era para menos. María Morales Ríos Bellos recuerdos Voy a contar un poquito cómo conocí a mi marido. Fue en Estepona, el 14 de Agosto de 1977, justo cuando pensaba marcharme a mi pueblo. Me lo presentó un primo de él que yo conocía, porque era amigo de mi amiga Mari Aragón. Antes de que me lo presentaran yo le había visto, y me gustó por su aspecto y sonrisa. Tenía buena planta.Después de cierto tiempo de noviazgo, nos casamos. La boda se celebró en un salón en Estepona, en Nochevieja y llovía a cántaros. Tuvimos un buen convite, aunque como luego había celebración de Fin de Año no pudimos prolongar mucho la fiesta. De nuestro matrimonio recuerdo momentos muy felices, aunque breves, pues él murió joven en un accidente laboral. Cuando nos casamos no teníamos nada, pero trabajamos los dos y compramos nuestro piso, una parcelita y vivíamos bien en una clase media-trabajadora. No tuvimos hijos, por lo que todos nuestros ahorros iban para mejorar nuestro pisito, arreglar el campo y vivir lo mejor que podíamos. Antonia y Juan De niña a mujer Cuando tenía alrededor de 12 años las amigas del pueblo nos encontrábamos por el paseo y echábamos la tarde de un lugar para otro; según íbamos creciendo disfrutábamos de más lugares a los que acudir: al cine, al baile… Al principio éramos sólo chicas; poco a poco se iban incorporando los chicos. De vez en cuando algunos nos invitaban. Entre ellos había alguno que me gustaba más que otro, pero en el fondo, nuestra intención era pasarlo bien, pues éramos muy jóvenes. Hoy te atraía uno y quizás mañana otro. En un pueblo pequeño, esas relaciones de juventud eran seguidas muy de cerca por tu familia. En cuanto que observaban o alguien le iba con el cuento a tus padres que se te arrimaba un chico, ya estaban vigilantes y averiguando si era conveniente para ti. Y si no lo era, ya podías olvidarte de él. En cuanto que los padres veían que el chico era acertado, te permitían seguir la relación aunque con mucha cautela, previo permiso del padre. A este acto se le conocía como “hablar con el padre”. Yo conocía a mi marido desde pequeña, los dos éramos del mismo pueblo. Todo fue bien. No hubo inconveniente por parte de mis padres. El noviazgo duró cinco años. Gran parte de ese tiempo estuvimos separados, bien por el trabajo o por el Servicio Militar. Cuando estábamos juntos era estupendo, atento, aunque algo celoso. Cuando se lo comentaba a mi madre, me decía que era porque estaba enamorado: que donde no hay celos, no hay amor. ¡Eso no es verdad! Tú puedes querer mucho y no tener celos: confiar en tu pareja es bonito. Al ser la primera en casarme de la pandilla se despertó gran alboroto entre las amigas. Todas ayudaron en los preparativos, arreglando el dormitorio, exponiendo el ajuar en él, e incluso una de ellas me hizo el traje. Nos casamos el 15 de Enero de 1967, con ceremonia religiosa a las 10 de la mañana. Dos parejas en el mismo día. Lo celebramos en casa de mis suegros. Lo pasamos muy bien. Fue un buen banquete: guisos, ensaladas, dulces, bebidas…, realmente bueno y abundante, tanto, que algunos invitados se llevaron comida para casa guardada en los bolsillos y sacamos a la calle dulces y bebidas para invitar a los que pasaban por allí, para que participaran de nuestra alegría. Por la tarde continuó la celebración con baile, aunque nosotros ya nos fuimos de viaje de novios hacia Málaga, ya que el taxi que nos llevaba tenía que volver por la otra pareja. Nuestra intención era pasar algunos días allí y luego seguir para Granada, pero por un problema que tuvo mi marido en un diente pasamos toda la semana en Málaga. Eso al final nos vino bien pues nos enteramos de que Franco había concedido una ayuda social que consistía en donar cinco mil pesetas a cada uno de los cónyuges que se casaban ese año. Así que además del arreglo del diente, que por cierto se lo puso de oro, que estaba de moda, tramitamos los requisitos para conseguir las diez mil pesetas, que en aquel día era dinero. De nuestro matrimonio han nacido cinco hijos y estos, a día de hoy me han dado seis nietos. María José y Francisco No supe decidir Al igual que muchas personas en los años 60, yo, una joven malagueña, fui a trabajar fuera de España, a Alemania; y como suele ocurrir con frecuencia, cuando te encuentras fuera de tu tierra, la añoras y buscas la forma de tener algo de ella en la distancia. No pude llevarme mi entorno querido, mi pueblo, mi país, pero parte del mismo lo mantenía al reunirme con amigos o conocidos con los que compartía la forma de hablar, las costumbres españolas. Así en mi nuevo destino, coincidí, quizás propiciado por una amiga peluquera, con quien luego sería mi marido. ¿Cómo? Fui a casa de mi amiga donde nos reuníamos y un joven me abrió la puerta. Desde el principio se interesó por mí: ¡me echó el ojo! Mostró atenciones: queriendo acompañarme a casa, invitándome a cenar, al cine, a las que le ponía excusas para no acceder. También se interesó por mí, su hermano. Era menos desenvuelto, más tímido o corto de espíritu; con el tiempo me daría cuenta que habría sido mejor compañero en la vida. Los dos me eligieron, llegando a enfrentarse. El que fue mi marido pegó al hermano por haberme sacado a bailar. Tendría que haberme dado cuenta que esa actitud, poco dialogante, podría mostrarla luego conmigo ante cualquier situación. Preparativos de Boda El quería casarse en su ciudad y yo en la mía, Málaga. Finalmente, después de un noviazgo de 10 meses, una vez formalizados los requisitos documentales necesarios para extranjeros, nos casamos en Alemania. La boda se celebró en un local dónde él trabajaba junto con otros españoles, luego fuimos a bailar. Vinimos de viaje de boda a España. Estuvimos en casa de su familia y luego en la mía. Tras el viaje de novios, cuando regresábamos a Alemania, en una parada por el camino mostró un comportamiento agresivo hacia una persona que nos atendía, por algo que, a mi entender no tenía importancia, que me hizo dudar de si continuar con él hacia Alemania o volver hacia Málaga. No hubo motivo para que actuara así. Al final decido continuar con él hacia Alemania. De nuestro matrimonio nacieron tres hijas, que en resumen han sido mi alegría, puesto que durante toda nuestra relación, que ha sido muy larga, sufrí y de paso mis hijas también, lo que no pude ocultar: escándalos, empujones, noches de dormir en el suelo e incluso irme a dormir a un hotel con mis hijas, porque nos echó a la calle. Me negaba dinero para la familia, llego incluso a borrar a sus hijas en el Consulado. Por necesidades económicas nos mantuvimos en el piso pero cada uno viviendo por su lado. Aún así lo que yo compraba con mi dinero me lo quitaba. Desde hace más de diez años vivimos ya en España pero en ciudades diferentes. Aunque por desgracia los problemas con él continúan sucediendo. Milagros La camarera y el albañil Me encontraba trabajando en un restaurante en Zafra, Badajoz. Yo trabajaba de camarera. Un trabajador de la construcción llamado Jacob iba diariamente a almorzar y a cenar. Un día me invitó a salir. Fuimos a una corrida de toros en Sevilla. Estuvimos saliendo diariamente durante seis o siete meses. Pasado ese tiempo decidimos casarnos porque estábamos realmente enamorados. Nos casamos en el juzgado de Badajoz y fuimos de luna de miel a Portugal. Tras tres años casados, me quede embarazada de mi primera hija, Teresa. Dos años más tarde nació la segunda, Sara. Estuvimos juntos durante veinte años, pero cierto día decidimos separarnos porque el amor se nos había terminado y pensamos que lo mejor era la separación, aunque seguimos hablando y siendo buenos amigos. Zhora Derrak Noviazgo Esta es mi vida y mi historia desde que salí de mi pueblo. En el año 1965, con 17 años emigré a Barcelona con mis padres. Allí comencé una nueva vida. Mi madre trabajaba en un bar de cocinera. Yo iba a verla todos los días al restaurante. Todos los días venía a comer un joven que se fijó en mí. Empezó a tirarme los tejos, pero realmente yo no estaba por la relación. Por ese motivo tardamos en salir como novios. Realmente, yo era muy joven. Él me perseguía por todos los sitios intentando conquistarme. Pasado un tiempo, por fin le dije que sí. Empezando a salir junto a un grupo de amigos. Realmente era muy cariñoso y atento conmigo. Nuestro romance duró dos años. Nos casamos cuando cumplí los veinte años. Pilar García Cadenas NOVIAZGO Cuatro amores Durante todo este largo año, solía estar solo con mis bonitos y estimados sentimientos, sin compañía alguna, hasta que afortunadamente conocí a cuatro hermosas mujeres que me acompañaron en este tiempo. Una, mitad española mitad alemana, la conocí en un local llamado El Ranchón Cubano. Todo empezó cuando la invité a bailar y me rechazó. Eso fue la primera vez. La siguiente vez, si salió y bailando una salsa, nos besamos. La segunda era inglesa. No fue mi novia, mas bien un vacilón. Me vio bailar y me invitó a una copa, también en El Ranchón, con su grupo de amigas; así empezaron a frecuentar los besos. A la tercera la conocí el veinticinco de diciembre. No pensaba salir, porque estaba desanimado, pero al final lo hice. Fui a una discoteca llamada La noche. Allí me senté en una mesa con unos amigos de mis padres. Justo en la mesa de enfrente había tres señoras sentadas y un señor. De ellas, había una chica joven muy hermosa y esa fue justo la que me gustó. No sabía como la enamoraría y le dije a su amiga que le diera saludos de mi parte. “No, ve, vamos” me dijo ella; “díselo tu mismo”. La saqué a bailar, le dije unas cuantas cosas que se me metieron en la cabeza y la enamoré. Me hice novio de esa preciosa nena y fui muy feliz. De todas las novias que he tenido, para mi ella ha sido la mejor, tanto como pareja como amiga. Es una estupenda chica y me siento muy orgulloso de ella, tanto que ha sido a la única mujer que le he comprado una argolla de oro, que ella no me recibió, y ahí también me demostró todo lo que vale. La cuarta chica fue una nicaragüense. Le gusté, me gustó y aún seguimos viéndonos cada vez que ella puede. Es estupenda, trabaja y es mayor que yo. Es guapa y es un tesoro pero tiene un carácter que hay que tenerle paciencia, pero la quiero mucho y la seguiré queriendo. “No es más hombre el que enamora a mil mujeres, sino el que enamora mil veces a la misma mujer”. Brayan Cortés El chico de la moto Todo empezó un 23 de junio de 1967, tenía yo diecisiete años. Iba de Ronda a Algatocín en autobús a pasar unos días de vacaciones en casa de mi hermana. Para llegar a su casa tenía que ir andando desde el cruce de Algatocín hasta Salitre por una carretera que por entonces estaban haciendo. Aquel día, cuando iba por la mitad del camino vi que venía un chico en una moto. Se paró y me dijo: “¿Quieres que te lleve la maleta?” Yo le dije: “No, gracias”. El chico siguió su camino y yo el mío. Al día siguiente era la romería por el día de San Juan. Yo fui con mi familia a tomar algo a un bar y allí estaba de camarero el chico de la moto. Vino a nuestra mesa a atendernos y fue muy agradable con nosotros. Cuando le pedí la cuenta, me dijo que estaba todo pagado. Esa noche me fui para mi casa y nada mas. Al día siguiente se presentó por la tarde en la casa de mi hermana para decirme que el me podía llevar de regreso a Ronda, pero le dije que en una moto yo no me iba. Se quedó entonces allí hablando conmigo y me contó que él era uno de los maquinistas que estaban haciendo la carretera. Al final esa noche estuvo cantando fandangos allí con nosotros hasta la medianoche. A mi me gustó oírlo, porque cantaba muy bien y eran unos fandangos muy bonitos. A la mañana siguiente volvió con un taxi a recogerme. Me dejó en Ronda y le di las gracias. No lo volví a ver en unos cuantos meses. Una mañana apareció en Ronda en la casa donde yo trabajaba para ver si yo quería dar una vuelta con él. Yo no quise ir. Pero así siguió viniendo a verme e insistiendo un día y otro, hasta que pasado un tiempo decidí salir con él. Empezamos a vernos los domingos. Llevábamos ya un tiempo saliendo cuando me preguntó si quería conocer a su familia. Le dije que sí y fuimos de Ronda a Vejer en autobús para verlos y allí pasamos el fin de semana. A mi me pareció una buena familia. Esa vez, regresamos a Ronda en moto. Un día se presentó en Ronda con su madre, en un coche alquilado, para que me fuera con ellos a La Muela de Vejer, a casa de sus padres, mientras el hacía el servicio militar en San Fernando, Cádiz. Así que cuando el se fue a la mili, yo me quedé allí con mis suegros. Les ayudaba en las tareas de la casa y atendía en una tienda que tenían. Mi suegra me apuntó a clases de máquina de coser para que me fuera haciendo el ajuar. Así estuvimos los dieciocho meses que duró el servicio militar. Cuando acabó, comenzamos a preparar la boda. Seis meses después, el domingo 27 de diciembre de 1970, me casé con el chico de la moto. Antonia Llaves Cózar. El parto de las ovejas Voy a contar mi noviazgo. Yo conocí a mi marido en la boda de un primo suyo. Estuvimos casi doce años de novios. El vivía en el campo, cerca de Ronda y yo en Corbones y venía a verme una vez cada tres meses. El cogía en un tren que lo dejaba en la estación de Setenil y de ahí se tenía que venir andando. Cuando venía se quedaba ya un par de días en casa de una tía suya. En esos días nos salíamos a la puerta a pelar la pava pero siempre tenía que estar mi hermana con nosotros. Cada vez que tenía que irse siempre nos parecía que era muy pronto, porque sabíamos que ya no volvería hasta que pasaran los tres meses. El decía que sus visitas eran “como el parto de las ovejas”, que paren cada tres meses. Así que decidimos casarnos por fin para poder estar juntos. Fue una boda muy normalita. Fuimos muy felices hasta que Dios se lo llevó, y tuvimos tres hijos maravillosos. Carmen Sevillano García Juan y Manoli Mi noviazgo empezó siendo muy niña, tenía quince años. En aquellos tiempos, íbamos los domingos al paseo todas las amigas y los pretendientes de cada una. A mi amiga María la pretendía un moreno que se llamaba Juan, pero a María le gustaba otro. Un domingo que fuimos al cine otra amiga y yo y nos encontramos a Juan y se vino con nosotras. Se sentó a mi lado. Cuando salimos del cine nos dijimos adiós como dos amigos, pero yo había sentido algo especial. Al domingo siguiente también se vino conmigo. Y ahí empezó nuestra relación. ¡Qué bonito es cuando se está tan enamorada! Mi noviazgo fue muy bonito, duró los cinco años de novios y cincuenta de matrimonio. El nuestro fue un gran amor, el de Juan y Manoli. Manoli Ríos La historia de mi juventud Mi historia empezó en 1981, yo tenía quince años. Había un muchachito que vendía la leche fresca por las casas, una costumbre que ya se ha perdido. Todos los días pasaba por mi calle y como yo sabía la hora, me asomaba al balcón para verlo pasar. Luego, con el tiempo, cuando me veía, él también me miraba a mi. Hasta que un día en una discoteca, nos hablamos. Así empezamos a quedar. Mi padre no quería que yo tuviera novio tan joven, y no me lo ponía fácil. Un día, al llegar a mi casa me llevé una sorpresa: allí estaba mi novio hablando con mi padre. A partir de ahí todo se normalizó y formalizamos el noviazgo. Un año después, él se tuvo que ir a la mili y además coincidió con que nos enfadamos. Entonces descubrí que estaba embarazada. El no lo sabía y yo no sabía como se lo iba a decir a mis padres en aquellas circunstancias. Cuando mi padre lo supo, dijo que teníamos que casarnos y lo habló con mi suegro. Se lo comunicaron a mi novio, y en la mili le dieron un permiso especial para venir a casarse. Como todo fue un poco precipitado, no hubo apenas preparación ni una celebración muy grande. La noche de bodas la pasamos aquí en San Pedro, en una casa en el campo que tenían mis suegros. Al día siguiente nos fuimos de viaje a Sevilla. Una semana después se tuvo que incorporar a la mili. Así que yo mientras me quedé viviendo en la casa de mis padres hasta que él terminó el servicio militar y ya nos fuimos a vivir juntos. Ana López Tanto fue el cántaro a la fuente Cuando yo tenía dieciséis o diecisiete años tenía la costumbre de ir a por agua a una fuente que había en el barrio de Cabreriza, en Melilla, sobre las ocho o las nueve, cuando salía de trabajar. Una tarde vino detrás de mi un muchacho y me pidió agua. Yo se la di. Cuando llegué a mi casa esa tarde, vacié la garrafa para poder ir a por agua otra vez. Entonces él me dijo que si me podía acompañar a mi casa y yo lo dejé, pero no hasta la puerta, porque ya sabes cómo eran en los pueblos antes. Así empezó todo. Primero me esperaba en la fuente todos los días. Luego me empezó a acompañar al trabajo a las tres y volvía a recogerme a las ocho cuando salía. Cuando ya pasó un tiempo vino a hablar con mi madre y empezamos a salir formal. Los fines de semana venía siempre a recogerme para salir, hasta que un fin de semana no llegaba. Como él vivía solo pensé que le habría pasado algo, así que cogí a mi prima para que me acompañara a su casa a ver si estaba bien. Cuando llegamos habían puesto música y había un montón de muchachos y muchachas con él. Yo me enfadé mucho y me fui. Me quedé sentada en el parque. El fue a buscarme a mi casa pero no me encontró. Entonces le contó a mi madre que la culpa había sido de los amigos y se vino en mi busca hasta que me encontró. El pobre pasó un mal rato y yo me pasé la tarde enfadada. Halima Abdelkader Kaddur Un noviazgo de los de antes Cuando yo tenía quince años conocí al que sería mi marido. Lo llevó a mi casa mi cuñado, que entonces era novio de mi hermana y lo presentó como su primo. Esa fue la primera vez que nos vimos. Al domingo siguiente le preguntó a mi cuñado si podía acompañarlo otra vez a mi casa porque yo le había gustado y quería verme. Entonces él no sabía si a mi me había gustado también él. Esa tarde fuimos a Ronda los cuatro: mi hermana y mi cuñado, él y yo. Cuando íbamos paseando por la Alameda, mi hermana y mi cuñado se adelantaron un poco y entonces él me preguntó si quería que viniera mas veces a mi casa para verme. Y yo le respondí “pues si viene tu primo, pues te vienes”. Recuerdo que a los dos o tres domingos fuimos al cine a ver la película de Manolo Escobar “¡Ay que llueve que llueve!” y ahí me pidió que si quería salir con él. Yo le dije “Bueno, vamos primero a conocernos a ver si nos gustamos…” y así empezamos a salir, pero yo no se lo dije a mi madre hasta que no llevábamos ya tres meses. El tenía veintiún años. Al poco tiempo él se fue a Francia y ya estuvimos por carta varios años. De vez en cuando venía y nos veíamos. Cuando por fin se vino definitivo, después de seis años de novio, nos casamos. Ya estando casados volvió a irse una vez a la vendimia y yo me quedé con mi madre y una barriga de tres meses. Cuando volvió le dije que ya no se iba más. Vicenta Ruiz Bueno Una historia de mi juventud Bueno, yo quiero contar una historia de mi juventud. Yo soy paraguaya, nací el 28 de marzo de 1960 y pasé mi juventud en la ciudad de Eusebio Ayala, en el pueblo de Robustiano Velasquez. A los dieciséis años de edad, tuve un muchacho que se gustaba de mi. Pero yo era muy vergonzosa. Ambos vivíamos en el campo, en un ambiente familiar en el que los padres tienen sus reglas dentro del hogar. Yo tenía muchos hermanos y siempre respeté mucho a mis padres. Este muchacho me quería de verdad, pero yo no a él. Era músico y se ganaba la vida cantando. El había decidido que se quería casar conmigo, pero yo no le tomaba su intención en serio. Venía a mi casa los días de visita, que eran martes, jueves y sábados de siete a nueve de la noche. Y los domingos por la tarde nada más. Nosotros nos veíamos siempre allí en mi casa y ni siquiera nos besamos una vez. Pero como decía que iba en serio que se quería casar conmigo, yo le dije que si él se quiere casar conmigo, tiene que dejar de ser músico y buscarse otro trabajo. Se tomó en serio mi requerimiento y se fue a trabajar cuando abrieron la represa hidroeléctrica tan importante entre Brasil y Paraguay. No le fue difícil pues era un chico con estudios y tenía ya como 22 años. Así que empezó a trabajar y a ganar muy buen dinero. Volvió de nuevo a por mí, porque me quería, pero yo no lo quería para mi marido. Como no sabía que hacer le dije que viniera a hablar con mis padres de sus intenciones y que si ellos quieren, pues si; pero si dicen que no, yo no me caso. Yo le conté a mi mamá que él iba a ir a hablar con ellos, pero que yo no me quería casar aún. Que le dijeran que no, que yo soy muy joven todavía, porque en esos tiempos si tus padres te decían que no, tu no ya no te casabas. El se molestó mucho y me dijo que yo nunca iba a encontrar mas a un hombre que me quisiera, que solo encontraría a uno como yo, que me hiciera lo que yo le hice a él. Con el tiempo él se convirtió en un hombre de dinero, se casó y tuvo hijos. Yo también encontré un hombre al que quise y también me casé y tuve a mis hijas. Hace poco nos vimos de nuevo mucho tiempo después y nos reímos juntos de esta historia. Vicky Mendría González Una rosa para María Vivía en Istán y me gustaba una niña. Para acercarme a ella me hice amigo de uno que era novio de su amiga. En el pueblo era costumbre pasear por el arcén de la carretera los domingos. Yo intentaba acercarme a ella y esperar una señal. Ella me la dio, se cambió de sitio y así podíamos hablar. Fui aceptado en el grupo y, poco a poco, fuimos congeniando en los paseos. Un día a la entrada del pueblo, en el Arroyo Mataniños, había un rosal precioso de un señor que conocía. Le dije: “Paco, cualquier día te voy a robar una rosa para María” -“Pues, cógela de aquí” y me enseñó las más hermosas que tenía. Yo cogí dos, una para ella y otra para su amiga (con el permiso del novio, claro) Aceptó la rosa. Eso significaba que todo iba sobre ruedas. Después de un tiempo de paseos siempre en pandilla, fuimos a una cafetería, la invité a bailar y me dijo que no. Al siguiente fin de semana le dijo a su amiga que no salía: “Si Juan viene yo no voy”. No lo podía comprender pues creí que los dos nos sentíamos a gusto. Más tarde, me enteré que sus padres se lo habían prohibido porque éramos parientes retirados (nuestros padres eran primos) Previamente, había comprado una rebequita rosa y quise regalársela. Ella dijo que no la podía aceptar y yo le pedí que se la quedase. Con el tiempo, he visto fotos en las que ella posaba con la rebequita rosa. Al tiempo se casó con un Guardia Civil. Aún hoy día cuando voy al pueblo en Semana Santa y cargo la Soledad ella viene muy cerca de mí a encender la vela a la Virgen y aún nos miramos con nostalgia. Juan Canca Marín A las diez en casa Vivía en Algámita, un pueblo de la provincia de Sevilla, en una familia compuesta por mis padres, cinco hermanas y dos hermanos. Al ser la tercera, recuerdo los preparativos de casamiento de mis dos hermanas mayores que se casaron en el pueblo. En aquel tiempo las salidas consistían en pasear por la carretera los domingos y también por la calle del centro del pueblo, calle arriba, calle abajo. En estos paseos nunca íbamos solas. También solíamos ir al cine en la primera función, que era a las 20.30 h porque además teníamos que estar en casa de vuelta a las 22.00 h. Si llegábamos más tarde, nos castigaban a la semana siguiente sin salir. Durante aquellos años todos trabajábamos en el campo en las faenas que tocase según la estación. Veníamos de coger aceitunas durante el día y la tarde la empleábamos en preparar el ajuar de las primeras casaderas. Lo hacíamos entre todas. Después de lavarnos las manos con agua caliente y lejía para que saliesen las manchas de las olivas, nos poníamos a bordar; unas hacían punto de cruz y otras bordaban a la luz del quinqué hasta que tuvimos luz eléctrica. Como estaba mal visto la ociosidad, o estábamos trabajando o cosiendo, nada de estar en la calle dando paseos cualquier día. Así, bordábamos a mano las toallas, sábanas, mantelerías, talegas para el pan… escuchando la radio en la cocina. En el pueblo, era costumbre mostrar el ajuar antes de la boda para que las vecinas pasasen por allí a verlo. Lo que daba lugar a tema de conversación durante unos días, tanto para bien como para mal. El día de la boda se celebraba en el salón de cine que se preparaba para el festejo. Se compraban dulces y bebidas. Todo el pueblo pasaba a felicitar a los novios, tomaba algo, daba el regalito a los recién casados y se iba. Así, sencillamente se echaba un buen rato. Luego, se alquilaba un taxi que llevaba a los padrinos y a los novios a Morón para hacerse la foto de novios. Remedios Barroso Sánchez (Foto de sus padres: José Barroso Guerrero y Remedios Sánchez Gómez) Ilusión en la espera Mi marido y yo somos de Villamartín. Cuando nos conocimos, él prestaba servicio militar y yo trabajaba en una casa. Vino con permiso y, por aquel entonces todas las amigas paseábamos juntas. Se unía a nosotras e intentaba acercarse, pero yo iba en medio de todas hasta que mi amiga me dijo: -¿Por qué no te pones en la punta? que ya se está cansando de hablar con nosotras. Yo accedí y comenzamos la relación. Cuando terminó el permiso se fue y comencé a recibir sus cartas. El problema era que yo no podía leerlas. Así que, como su hermana y yo éramos amigas, accedió a leérmelas y a escribir en mi nombre. También se lo hice saber a él. Estuvimos de novios unos tres años y, durante ese tiempo nunca íbamos solos porque estaba mal visto y siempre teníamos carabina, o íbamos acompañados de amigos u otras parejas. A la muerte de su padre quedó como jefe de familia. Eso significaba que tenía que trabajar para mantener a su familia y ahorrar para casarnos. Decidió emigrar al extranjero porque pensaba que pasaría demasiado tiempo antes de casarnos. Marchó y al cabo de ocho meses volvió de Alemania. Reformó una parte de la casa materna y, con la ayuda de familiares y amigos arreglamos un pequeño salón, dormitorio, cocina, baño y patio. Lo justo para comenzar con toda la ilusión una vida en matrimonio. Al terminar la obra nos casamos. Mi madre fue reuniendo el ajuar que necesitaba. A veces, me encontré con utensilios repetidos porque la costumbre era regalar enseres de todo tipo: sartenes, cazos, molinillos de café… Para la celebración acudimos a un bar donde se ofrecieron unas tapas y bebidas a la familia. Después, con el dinero que habíamos recibido de la boda nos fuimos durante cinco días por la zona de San Fernando, Cádiz, Jerez y vuelta a la que era nuestra casa. Por motivos laborales vinimos a la costa. En un primer momento él solo y al poco tiempo, en 1967 con nuestros dos primeros hijos. Estuvimos en Ojén unos siete años hasta que nacieron nuestros mellizos y luego nos trasladamos a San Pedro de Alcántara. Rosario Morato Méndez Pedir la puerta Yo les voy a hablar de mi noviazgo, el cual comenzó cuando una amiga me dijo que había un chico al que yo le gustaba. La curiosidad me envolvió y pregunté acerca de él. Sin reparo le dije que a mí también me gustaba y entonces nos presentó. Empezamos a salir en grupo y luego con esta amiga y su novio. Lo pasamos muy bien, pero al poco tiempo llegaron las ausencias por la mili. Antes de irse le pidió la puerta a mi padre, que era una costumbre que en estos tiempos no se estila. Se trataba de pedir permiso a mi padre para hablarme en casa. Él dio su consentimiento. Con esta costumbre se hacía saber que la relación era formal y consentida por los padres. Este protocolo creaba el status de novios formales. Se decía, “Fulanito ya entra en casa”. Y eso era ya cosa más seria. Un verdadero compromiso. Durante el servicio militar nos carteábamos y nos intercambiábamos fotos. Cuando llegó la jura de bandera su abuela, con la que vivía mi novio, pidió a mi padre que yo la acompañara a este acto. Acudimos las dos y también otros miembros de la familia: su padre, sus dos hermanos, el tío Francisco y los tíos de Granada. Lo recuerdo con mucha emoción. Fue la ocasión en la que conocí a su familia que me pareció encantadora y me hicieron sentir muy querida por todos. Ana Mª Moreno Medina (Foto: Ana Mª Moreno Medina y Juan Gallardo López) El día más feliz Conocí al que sería mi marido por medio de una amiga. Esta hizo de Celestina pues a ambos nos dijo que el otro nos gustaba. Nos hicimos novios y pronto se fue al servicio militar. En esos dieciocho meses yo hice el ajuar. Todo bordado a máquina y a mano. La tela para las sábanas las compré en un rollo por metro en la Línea donde estaban los grandes almacenes en el año 1972. Cuando se licenció empezamos a amueblar la casa poco a poco. Y llegó el día de la pedida de mano. En casa de mis padres habíamos preparado una fiesta para recibir a la familia del novio, pero cual sería la sorpresa cuando apareció toda la familia al completo: madre, tías, hermanos, cuñadas portando regalos para mis padres, mi hermana y para mí. Según la tradición, en Alhaurín el Grande, este acto se celebraba para solicitar de los padres de la novia el consentimiento para que se celebrase la boda. Entre risas se trataron los temas relativos a la fecha de la boda, invitados y demás detalles. Llegó el día de la boda, un doce de septiembre de 1976 a las cinco de la tarde en la iglesia de San Pedro Alcántara. La anécdota fue en la celebración. Todas las mesas del banquete se habían preparado en un jardín. Comenzó a llover y todo quedó empapado, menos la tarta. Lejos de entristecernos, lo echamos a risas. Todo fue muy bien y el día muy feliz. Ana Morito Guerrero (Foto: Ana Morito Guerrero y José González Ramírez) En la flor de la vida Mi adolescencia transcurrió en Ronda. Mi familia y yo vivíamos en una céntrica calle en la cual mis padres regentaban un quiosco en el que se vendía casi de todo, entre otras cosas, postales. Yo solía trabajar en el quiosco para reemplazar a mi padre. En uno de esos días conocí al que hoy es mi marido. Al ver que vendía postales me preguntó si tenía alguna donde apareciera su primo el Cordobés. Utilizó como excusa el parecido con el torero para entablar conversación conmigo, aunque yo le veía más parecido con el cantante Raphael que en aquella época era mi ídolo. Empezamos a vernos algunas tardes paseando por la alameda, aunque siempre acompañada de uno o varios hermanos ya que soy la mayor de catorce. Las pasábamos comiendo pipas y cambiando pañales. Durante el noviazgo me ayudaba a tostar pipas para venderlas en el quiosco. Después me acompañaba los días que trabajaba y solía esperarme hasta que les daba la cena a mis hermanos. Alguna que otra vez, solíamos ir a un guateque al que mis padres enviaban a algún hermano a vigilarme. Tres años después nos casamos. La anécdota fue que mis suegros no pudieron llegar a mi boda porque se les averió el coche alquilado. Y como podéis imaginar en aquella época no teníamos asistencia en carretera. Bella Rubio Sousa Foto: Diego Sánchez Palma y Bella Rubio Sousa Audacia Mi familia y yo vivíamos en el término municipal de Olvera. Mis padres tenían amistades con un matrimonio de Algámita y de vez en cuando los visitábamos. Mis hermanas y yo aprovechando esta salida, dábamos paseos calle arriba y calle abajo del lugar como era costumbre. Si se acercaba algún muchacho y lo dejabas llegar hasta el final de la calle es que te gustaba. Si no te agradaba, te parabas y le decías: “No quiero que des un paso más conmigo”. Eso significaba que no interesaban sus intenciones. En uno de esos paseos mi marido se arrimó y como me gustó, me resultó simpático, le dejé continuar. A la tercera o cuarta vez que nos vimos quiso ir a casa de mis padres para formalizar nuestra situación. Aquel día no sabía cómo contar a mi madre la llegada del que iba a ser mi novio. Él esperó en la puerta el regreso de mi padre del trabajo y estaba nerviosísimo. Al llegar, mi padre se puso alrededor de la chimenea, atizaba el fuego y como no daba comienzo a la conversación, mi novio dijo: -Mire usted que quiero salir con su hija. -¿Tendrás buenas intenciones?- preguntó mi padre. Sinceramente no le disgustaba porque sabía que era de una familia de Olvera y le dio el consentimiento. Cuando venía a visitarme pedía prestado el mulo a su cuñado pues tardaba casi hora y media en el trayecto. Tenía que hacer el camino solo, campo a través, cruzando terreno de vacas bravas. Pasaba miedo, sobre todo a la vuelta de aquellas visitas tan cortas y estrictas porque en las conversaciones que teníamos siempre estaba presente mi madre. A la vuelta se abrigaba con una manta, montaba en la mula y se dejaba llevar por el animal que emprendía lentamente el camino de vuelta. Una noche sintió unos pasos que lo seguían a corta distancia, no quería parar, ni mucho menos mirar atrás, no se atrevía. En un momento de audacia volvió la vista y se dio cuenta que nuestra yegua le seguía. Intentaba echarla para que volviese, pero esta no obedecía, seguía tras el mulo. Tanto fue así que llegó a Algámita con el animal persiguiéndole y tuvo que despertar al cuñado para dejar a las dos bestias en lugar seguro hasta el día siguiente. Poco tiempo después mis padres decidieron comprar casa en Algámita y nos trasladamos a vivir allí. De esta manera, mi novio y yo éramos vecinos. Una vez que se formalizó la relación ya quedaba sujeta a unas normas que a mi juicio eran injustas y exageradas. Por ejemplo, no podíamos ir cogidos de la mano por la calle porque estaba mal visto, si el novio estaba trabajando fuera o haciendo la mili, no podía salir con las amigas, ni siquiera con mis hermanas porque daba pie a que otro pretendiente se acercara, en fin… Estuvimos de novios unos seis años. Durante la mayor parte del tiempo nuestra relación se basaba en cartas que iban y volvían desde Francia, Suiza y por último, Barcelona. Igualmente, mi padre y mis hermanas también marchábamos del pueblo para trabajar en Ibiza. A nuestro regreso coincidíamos en el pueblo para la recogida de la cosecha de la aceituna. A los veintiún años escribió una carta a mi madre pidiendo su consentimiento porque pensaba volver al pueblo para casarnos. Regresó unos días antes de la boda y nos entrevistamos con el cura. Según la costumbre, mi madre expuso el ajuar para que las vecinas pasasen a verlo. Un ajuar preparado entre mis hermanas y yo. Mi suegra me regaló el traje de novia que compramos en Sevilla, mi madre los zapatos y el tocado con el ramo de novia de mi hermana Dolores. Así, nos casamos el 3 de marzo de 1974 en la localidad de Algámita. Teresa Barroso Sánchez Teresa Barroso Sánchez y Salvador Almagro Cabello Un guiño Mi marido y yo somos de un pueblo de Almería que se llama Huércal-Overa. Aunque somos parientes retirados no lo conocía personalmente. No habíamos hablado nunca. Solo sabía que había tenido dos novias y que había roto la relación con ambas. Por aquel entonces, estaba de vacaciones en el pueblo pues trabajaba en Alemania desde hacía un tiempo. Ya con casi treinta años y sin sentar cabeza, su hermano mayor le aconsejó: “la única que queda por allí es Teresa” Así que “ni corto ni perezoso”, en unas Navidades, durante la matanza, llegó a mi casa por sorpresa. No lo esperábamos y en un principio pensábamos que venía a traer una mala noticia acerca de mi tía. Pero, poco a poco, se descubrió porque me hizo un guiño y ya supe a qué venía. Mi madre, mi hermana y yo fuimos a colgar los embutidos al soberao y les comenté: “Este viene muy equivocao” Sin embargo, al bajar al salón cogió una silla y se sentó a mi lado, aparte. Hablamos y reímos y así empezó la cosa, así me conquistó. Al terminar sus vacaciones marchó a Alemania y durante su ausencia nos comunicábamos por carta. Al cabo de un año nos casamos un día 13 de enero de 1967 en Almería. El vestido de novia lo hizo una modista y me hicieron un peinado con el que no me veía favorecida. Así que no hay en casa foto de la boda. En cuanto al banquete, en esa época había una empresa que preparaba el convite en la propia casa. Se trasladaron con todo lo necesario para cocinar un almuerzo para unas cien personas que acudieron a la ceremonia. Prácticamente fueron los que decidieron el día que nos casábamos porque tenían tanto trabajo que solo les quedaba libre el día 13. Yo tenía veintitrés años y él treinta y uno cuando nos casamos. No tuvimos luna de miel y días después marchamos para Alemania. Allí empezamos a convivir, a conocernos y, cuando nuestros hijos tenían dieciséis y diez años, decidimos empezar de nuevo en San Pedro Alcántara. Teresa Parra Sánchez Teresa Parra Sánchez y Andrés Luis Parra Sánchez Vecinos y conocidos El noviazgo Empezamos nuestro noviazgo siendo un poco mayores. Éramos vecinos de toda la vida, apenas tres casas nos separaban, y dentro de mi cabeza no entraba la idea de ser novios, mucho menos casarnos, sin embargo, surgió y estuvimos varios años de novios. Los dos trabajábamos en San Pedro. Yo salía de paseo con “las niñas” y él se venía con nosotras. Éramos de un pueblo de la sierra: Parauta. Los fines de semana lo pasábamos en el pueblo. Él se iba el viernes y yo el sábado. Tuvimos un enfado porque un viernes se fue de bares con los amigos, sin yo saberlo, lo que hoy se conoce como despedida de soltero, y que entonces se llamaba “cobrarle el piso” y no llegó a mi casa hasta el sábado por la noche. Avisó a mi madre para yo bajara de mi habitación, pero me negué a bajar. El domingo volvió a insistir para hablar conmigo e hicimos las paces. La boda Nos casamos un 15 de Agosto en Parauta. Todo el pueblo estuvo invitado. Disfrutamos de un gran día con la familia y amigos Vino gente de los pueblos vecinos y familiares y amigos desde Francia. Lo celebramos en una casa muy grande que nos prestó un familiar. Mis hermanas y familia prepararon carnes, ensaladas, tartas y también tomamos vinos, cervezas… Mi luna de miel comenzó pasando mi noche de bodas en Ronda, en un hotel. Al día siguiente nos fuimos a Granada. Estuvimos una semana allí. Después pasamos unos días en Ceuta y nuestra última parada era Sevilla, pero no llegamos a ir porque yo no me encontraba bien y volvimos antes de lo previsto. De nuestro matrimonio nacieron tres hijos. Providencia y Ramón Toda una vida por unas castañas En el año 1952 conocí en una fiesta a Eusebio Montesinos. Mi prima me había invitado a un tostón de castañas en su casa. El tostón era una pequeña reunión familiar y de vecindario alrededor de la chimenea donde se asaban las castañas, se cantaba, se bailaba, se charlaba de todo un poco para pasar el roto. Esa tarde llegó el hermano del novio de mi prima, un chico alto y delgado que se unió al tostón. Un poco antes de que el tostón acabase, se acercó a mí y me dio unas castañas peladas y nada más. El siguiente encuentro fue en Montecorto, una pequeña pedanía de la Ciudad del Tajo, Ronda. En esta ocasión, me vio en una de las calles del pueblo, me dirigió unas breves palabras y seguidamente se apresuró a comprarme unos caramelos en una tiendecita que había cerca y se marchó. Yo no volví a verlo hasta una fiesta que organizó mi tío en su cortijo, “los Arrecines”. En las fiestas que se organizaban en los cortijos se solía llamar a un hombre de la zona que tocaba el acordeón, instrumento con el cual se amenizaba la velada. Cuando llegué a la fiesta, él ya estaba allí con unos amigos. Hubo un cruce de miradas y bien avanzada la fiesta se acercó educadamente a mí y me pidió bailar. Petición que yo acepté tras pedirle el pertinente permiso a mi madre que también estaba por allí. Al finalizar la fiesta me pidió permiso para ir a visitarme a mi casa. Él me visitaba dos veces por semana, los jueves y los domingos, así semana tras semana y durante cuatro años. Durante las visitas nos sentábamos a hablar en la puerta de la casa en compañía de: mi madre, mis hermanos o algún que otro familiar que pasara por allí. Las tardes las pasábamos entre comentarios del campo, anécdotas que habían sucedido y las puntadas de mi costura como era costumbre en aquellos tiempos. Ya formalizada la relación íbamos en ocasiones a fiestas en los cortijos cercanos y como era normal muy bien acompañados. La única forma de darnos un beso sin que nadie nos viese era cuando íbamos de camino o de regreso en algún despiste de los acompañantes, como cualquier pareja de novios de esos tiempos. A los cuatro años de noviazgo decidimos casarnos. Para ello, él pidió mi mano a mis padres. Y así comenzamos a preparar y arreglar las cosas para la boda. Para la casa, mi suegro nos cedió una vivienda que teníamos que arreglar para poder vivir allí. Este lugar había sido un establo donde guardaban las vacas. Le hicimos una pequeña reforma adaptándolo como vivienda acorde a nuestras posibilidades económicas y posteriormente compramos los muebles. El 23 de Noviembre de 1959 me casé, eso sí de riguroso luto. Por aquellos años, cuando moría un familiar se guardaba muchos años de luto. Por ese motivo, y por las estrecheces del momento sólo hicimos una sencilla ceremonia en la iglesia y sin convite. El viaje de novios lo hicimos en tren con destino a Sevilla, ciudad que estuvimos visitando durante cuatro días. De aquí nos marchamos a la “tacita de plata”, Cádiz. Nuestra intención al visitar Cádiz era ver a un familiar que hacía tiempo que no veíamos donde estuvimos tres días, pasados esos días regresamos a casa en autobús hasta Ronda. Donde nos esperaba el hermano de mi marido con los mulos para irnos a casa, que estaba a unos 25 Km. Maruja González Aguilar. La niñera y el jardinero Paco y yo nos conocimos en mil novecientos setenta y nueve cuando trabajábamos en un lujoso chalet para una familia inglesa. La casa estaba situada en la hermosa zona “El Madroñal” con vistas a la sierra y al mar. Vine a España desde Inglaterra para trabajar de niñera interna. Cuidaba de una preciosa niña de tres años llamada Sofía. Cuando vi a Paco por primera vez en el jardín, me produjo muy buena impresión, lo vi al sol, allí estaba con su precioso pelo negro al lado de una magnífica, azul y brillante piscina. Tenía entre sus manos una redecilla, la cual sujetaba con fuerza cuando estaba limpiaba la piscina. En aquel momento, me pareció, francamente, un jardinero guapísimo. Al pasar por mi lado, me sonrió complacido, me dio un fuerte apretón de manos y dos besos en las mejillas, mientras yo estaba en la puerta de la cocina al lado de la criada, Paca y de la niña Sofía, ilusionada. Después de un par de meses coqueteando decidimos salir juntos, y empezamos a salir primero con amigos. Era octubre del mismo año, fuimos a la feria de San Pedro con miembros de su familia y nuestros amigos. Él me explicó que las fiestas tienen su origen en la conmemoración de Málaga a la corona de Castilla por los Reyes Católicos que entraron en la ciudad el diecinueve de agosto de 1487. También me informó que la feria de San Pedro era un evento importante, como la inauguración de la misma, ya que iba acompañada de un espectáculo de fuegos artificiales. La feria del centro en la que por primera vez y en compañía de Paco tuve la oportunidad degustar vinos y tapas típicas. Todo ello acompañado de actuaciones en directo. Fue ahí, donde oí por primera vez a Julio Iglesias. No olvidaré nunca aquella noche, recuerdo que bailamos mucho mientras Julio cantaba canciones como: “un gorrión sentimental”, “seguiré mi camino” o “voy a perder la cabeza por tu amor”, que voz más bonita; me convencí a mí misma que estaba verdaderamente enamorada de Julio, pero a mi lado estaba surgiendo un amor que había calado en mi corazón. Había oído hablar mucho sobre la ciudad de Ronda y me tenía intrigada especialmente “los viajeros románticos” que arribaron a Ronda en el siglo XIX. Era mi sueño visitar este lugar. Paco me dio más información de Ronda, que era una pequeña ciudad situada en la cima de un masivo afloramiento rocoso extendido sobre un brusco acantilado de piedra caliza, me entusiasmaba la idea de visitar esta maravilla lo antes posible. La carretera de Ronda en 1980 estaba llena de curvas ciegas, muy estrecha y en ciertas curvas con fuertes rachas de viento y en invierno aún más peligrosacon la abundante niebla. El día que fuimos por cierto por sorpresa, tenía mucha ilusión y me sentía muy cómoda al lado de mi novio en su coche. Pensé- “conduce como un verdadero piloto de Fórmula uno”. Al llegar al destino después de varias horas, me senté en el suelo un poco mareada pero no me importaba. En el Puente Nuevo, un alucinante puente del siglo XVIII que cuelga a 100 m. sobre el profundo Tajo y que une Ronda la vieja con la nueva. En este lugar fue dónde me pidió que me casara con él. Lo acepte, gustosamente y él me dijo: “Sandra” ¡Ten cuidado! Ya que suele dar vértigo al mirar hacia abajo. Después de salir con él durante varios meses, Paco se había convertido en el centro de mis pensamientos, sin darme cuenta, empecé a concentrar todos mis esfuerzos para agradarle. Disfrutaba organizando su casa, cocinando y haciendo las compras para él. Su apartamento de soltero necesitaba un toque femenino. Con el permiso y alegría de nuestras familias, nos casamos en el verano de 1980, en la bonita iglesia de Isdabe. Luego fuimos a Inglaterra de luna de miel. Viajamos en coche hasta el norte de España. En el puerto de Santander cogimos un barco que nos llevó a Southampton. Llevábamos casados felizmente, treinta y cuatro años. Hemos tenido dos niños y dos nietas. Tristemente, mi marido murió hace un año. Ha habido muchos recuerdos muy bonitos en nuestra vida juntos. ¡Cuántas veces nos habíamos reído después de aquel primer encuentro! Me acuerdo con mucho cariño cuando me regaló una delicada caja de música con una elaborada escultura de una madre que acunaba a su hijo en sus brazos. Fue por mi cumpleaños “porque eres una madre tan buena” me dijo. Sandra Kubit. La zancadilla Me llamo Rosario seguidamente voy a relatar la historia de mi noviazgo. Realmente fue muy corto sólo duró un año. No éramos del mismo pueblo. Como nos veíamos muy poco fue muy bonito porque no hubo ningún enfado. Lo conocí un día que estaba con mi padre en una calle céntrica de Ronda. Como yo no lo había visto me puso el pie para que tropezara y lo viera. Mi padre al ver lo ocurrido le dijo: - ¡Chiquillo, si te gusta dile algo pero no le pongas el pie que me la vas a matar!. A raíz del tropezón, cuando mi padre estaba hablando con él, vimos venir a su padre. Resultaba que nuestros padres ya se conocían. Los dos padres se pusieron a hablar y nosotros aprovechamos y estuvimos hablando de nuestras cosas también. A partir de ese momento, empezó a venir al pueblo todos los domingos y nos fuimos conociendo. Aún no entraba a casa. Cuando venía, salíamos todas las amigas en pandilla. Pasado unos cinco meses de conocernos, vino su padre a casa para hablar con el mío. A partir de ese momento, empezamos a arreglar los papeles para casarnos. Fue entonces cuando puedo entrar en casa, antes nada de nada. Fue muy divertido, al año siguiente nos casamos, pero no tuve luna de miel porque no había dinero. La noche de bodas la pasamos en el Hotel Reina Victoria de Ronda. Rosario Montesinos La edad: un impedimento Cuando yo tenía catorce años conocí a mi novio; el que actualmente es mi marido. Lo conocí mediante el novio de mi hermana que eran íntimos amigos. Yo estaba en el colegio, estudiando 7º de Educación General Básica. Mis padres me pusieron muchos impedimentos para salir con él, porque era bastante mayor que yo. Él tenía veintidós años. Por esa época se notaba mucho la edad. Mis padres por nada del mundo querían que saliese con este chico. Como estaba “coladita” por él nos veíamos a escondidas intentando que no nos vieran. Sin embargo, mi hermano estaba siempre a ver si nos veían hasta que nos vio y se lo dijo a mis padres. Entonces me castigaron y no me dejaron salir durante un tiempo. Pero todo era para nada pues cada vez que salía a la calle intentábamos vernos por todos los medios. Un día mi padre me dijo que si quería salir con ese chico tendría que venir a casa a hablar con mi padre. Y así lo hizo. Mi novio fue a hablar con mi padre para pedirle que me dejara salir con él, pues yo le gustaba mucho. Mi padre un poco reacio le dijo que era muy joven. Entonces, él le dijo que iba en serio y que lo que más deseaba era formalizar la relación, que iba en serio. Mi padre viendo que era un chico formal dio el consentimiento y empezamos a salir. Estuvimos tres años y medio hasta que pensamos en casarnos porque él trabajaba fuera. Él venía todos los fines de semanas a visitarme, pero suponía muchos gastos. Entonces nos casamos, somos muy felices. Y llevamos treinta y siete años casados y tenemos dos hijos. Francisca Ruiz CAMPANAS DE BODA El día de mi boda Yo estuve cinco años de novia con mi marido. Nos conocimos porque él trabajaba en un cortijo que había cerca de mi casa. Para verme tenía que venir a mi casa, como eran los noviazgos de antes, con toda la familia allí. Nos casamos en la iglesia de La Encarnación en Marbella, porque él se vino a trabajar aquí. Vinimos solo los mas cercanos de la familia, en varios coches y después de la boda nos volvimos hasta Fuengirola, a casa de mi tía Isabel y celebramos allí el convite. Mi madre preparó la comida y como éramos pocos, comimos en el comedor de la casa de mi tía. Cuando acabamos de comer nos fuimos al fútbol a ver un partido del Fuengirola, con unos amigos. Esa es la primera y última vez que yo he estado en un campo de fútbol. Después de eso, ellos nos trajeron en coche a la casa y allí pasamos nuestra noche de bodas alumbrados por la luz de un quinqué de petróleo. Lázara Villatoro Sánchez El traje de novias viajo conmigo Yo me fui a Londres en el año 1963 y allí estuve dos años. Por entonces, Manolo y yo llevábamos de novios dos meses, así que él le dijo a mi hermano que le buscara un trabajo para venirse a Londres él también. Poco después decidimos casarnos. Al principio pensamos casarnos allí en Inglaterra pero su madre prefirió que nos casáramos aquí en España, así que nos vinimos aquí durante el mes que teníamos de vacaciones. Antes de eso, un jueves que teníamos libre fui con una amiga a una tienda de Londres a comprarme el traje de novia. Cuando nos vinimos, el día 3 de octubre, ya estaba todo organizado: las tarjetas impresas y repartidas a todos los invitados. Fue el año que cerraron la frontera con Gibraltar, de modo que el vuelo se desvió a Madrid y nos tuvimos que quedar allí. Veníamos en el mismo vuelo mi hermano Pepe, mi cuñada y un grupo de amigos que venían todos a la boda. La compañía aérea nos repartió por varios hoteles del Retiro, a gastos pagados. Aquella mañana estuve a punto de dejarme el traje de novia en un bar en el que desayunamos antes de coger el tren. Cuando nos íbamos, vi por la cristalera la caja con mi traje allí en la silla donde habíamos estado. Desde Madrid nos vinimos todos hasta Algeciras en el expreso, un automotor, también pagado por la compañía aérea. Mi sobrino llegó todo tiznado de hollín. Primero tuvimos que ir a Cortes de la Frontera a casarnos por el juzgado, íbamos mi padre, él y yo. La boda por la iglesia fue en la Estación de Gaucín. Como allí no había pastelería ni nada, el día antes de la boda tuvimos que ir a comprar la tarta a Ronda mi suegro, él y yo. Fuimos de estación a estación. La tarta era de un piso y la trajimos en el tren. Al día siguiente me casé a las 9 de la mañana. Una vecina me dijo que Manolo ya había salido para la iglesia, así que agarrada del brazo de mi hermano Pepe que era el padrino, nos fuimos nosotros encabezando la comitiva por las calles y toda la gente detrás. El traje no tenía cola pero si un rastreaito de modo que me lo tuve que ir arremangando para poder pasar por las vías del tren camino de la iglesia. Fuimos de viaje de novios a Granada y a Sevilla. Ana Fernández Pérez En el hotel Yo conocí a Salvador cuando tenía catorce años, en un baile que había los fines de semana en Marbella, en frente de La Alameda. Pero entonces no pasó nada porque él tenía una novia. Después me vine a trabajar al hotel El Rodeo y ahí me lo volví a encontrar seis meses después. Poco después nos hicimos novios. El me llevaba siete años. En el hotel trabajaba también un hermano mío, pero cuando le tocó irse a la mili, mi padre, por evitar habladurías, me dio a elegir: o dejaba el hotel y me volvía a la casa de mi madrastra o nos casábamos. Así que nos casamos en dos meses. Yo tenía dieciocho años y el veinticinco. La boda fue en la iglesia de La Encarnación, en Marbella. Me casé de negro, que me acuerdo que le compré el vestido a una gitana. Antiguamente, solo las que tenían parné se casaban de blanco. Y sin viaje de novios ni nada, nos vinimos a trabajar al día siguiente. Al llegar, el hotel nos había preparado un desayuno a modo de celebración. Y Franco, como yo estaba asegurada, me dio las 3000 pesetas que me correspondían por la boda. Con eso compré los muebles. Mientras encontrábamos donde vivir, puse los muebles en un almacén. El hotel, como ya estábamos casados, nos puso una habitación para los dos, hasta entonces el compartía habitación con un compañero y yo con una compañera. Allí pasamos la noche de bodas. Dormíamos en una cama de un cuerpo, menos mal que yo por aquel entonces no pesaba ni cuarenta kilos. Mas tarde alquilamos una casa y cuando me quedé embarazada, dejé el trabajo porque mi marido no quería que trabajara. Mariana Campos Guerrero Los siete vestidos A los dieciséis años me vine a España a trabajar. Cuidaba los niños de una familia que vivía en el centro de Marbella. El que luego sería mi marido, me conoció entonces y todos los días me esperaba cuando yo salía a recoger a los niños para hablar conmigo y entablar una relación. Yo soy de Tetuán y aquí en Marbella conocía a un señor que también era de allí. Él tenía una hija de mi edad y éramos amigas. El que luego sería mi marido, se había fijado en mí y pensó que yo era también hija de ese señor, así que un día fue a pedirle mi mano a su padre para casarse conmigo, pero entonces se enteró de que yo no era su hija, aunque sí un conocido de la familia. Preguntando por mí, se fue hasta Tetuán a hablar con mis padres para arreglar el compromiso. Mi madre estuvo de acuerdo, aunque yo no sabía nada aún. Yo era muy joven y no había pensado en casarme todavía. No quería dejar Marbella ni el trabajo que tenía, pero en unas vacaciones que me dieron para que fuese a visitar a mi familia, se acordó el compromiso y se organizó una fiesta enorme como solemos hacer en mi país. En esa fiesta se juntan las dos familias y se acuerda la dote que da la familia del novio a la de la novia. También se ponen los anillos y vienen dos notarios a firmar las actas matrimoniales. Después se acuerda la preparación de la boda. En nuestro caso fueron cinco años los que esperamos, hasta conseguir el permiso de residencia. Nos casamos en 1996. La fiesta de la boda duró tres días, como es la tradición. La celebramos en Tetuán. El primer día es la despedida de soltera. Vinieron todas mis amigas y cenamos juntas. Las invité a un hammán. Al día siguiente se pinta la mano de la novia con henna y después vino un grupo de música tradicional de Tetuán. El tercer y último día se alquila un palacio, una casa de varias plantas donde se hace la celebración. A la novia se le viste en la parte alta y se le ponen siete vestidos. Con el primero te bajan y todos te hacen fotos. En ese momento no puedes hablar ni nada. A partir del segundo vestido ya puedes interactuar. Pero ahí no se pasa la noche de bodas, así que nosotros nos volvimos a mi casa. Al día siguiente nos fuimos para su pueblo. Fueron doce horas de camino, allí en la casa del novio nos recibieron a los recién casados y nos agasajaron con otra celebración. Achoucha Chiki Mi boda en Bogota Voy a contar una anécdota que sucedió pocos días antes de mi boda. Mi novio me pidió matrimonio y para celebrarlo decidimos invitar a la familia y amigos a una cena preparada por él mismo. Él era francés y decidió prepararnos un plato de su país llamado steak tartar. Cuando estábamos sentados a la mesa, esperando el plato principal, descubrimos sorprendidos que se trataba de carne cruda aliñada con especias. Ninguno de nosotros conocíamos eso y yo lo creí una desconsideración para todos los invitados. Yo me enfadé muchísimo y me fui de allí. Fue una pequeña discusión que aclaramos al día siguiente y nos reconciliamos. Días antes de la boda fuimos mi madre y yo a recoger mi vestido de novia, tal y como habíamos quedado con la modista, así como ropa de cama, mantelerías y otros enseres para la casa. Para nuestra sorpresa descubrimos que la modista se había mudado de casa sin dejar rastro y se había llevado con ella mi traje de novia y el resto de los encargos. ¡Tuvimos que conseguir otra modista que en tan solo dos días me hiciera el traje de novia! La mujer trabajó día y noche para poder tenerlo a tiempo para el día de la boda. Por último, la noche antes de la boda, mi novio vino a darme una bella serenata a casa de mi madre, acompañado por unos músicos que formaban parte de la Orquesta Filarmónica de Bogotá. ¡Nunca lo olvidaré! Anónimo Una historia de mi juventud Cuando conocí a mi marido, él ya tenía una novia desde hacía nueve años. Pero cuando iba a verla y pasaba por mi calle se quedaba conmigo y con mi hermana y allí se pasaba las horas, contando chistes y riéndonos con él. Cuando llegaba la hora, se iba a su casa y se olvidaba de ir a ver a la novia. Después de un año en ese plan, se hizo novio mío. Yo me casé el día 29 de enero de 1964. Fue una boda muy bonita. Por la mañana, antes de ir a la iglesia desayunamos todos juntos unos buñuelos que había hecho mi suegra. Nos casamos en la iglesia de La Parata, una pedanía de Huércal-Overa, en Almería. Después fuimos a hacernos las fotos a un estudio y después a la celebración en una casa de campo donde unos cocineros se habían quedado preparando la comida en la cocina de la casa. Ellos lo hacían todo, ponían la comida, las mesas también las traían ellos y las sillas, todo. Éramos doscientas personas. Después de eso nos fuimos a trabajar a Alemania y allí tuvimos dos hijos. Mi hijo Francisco nació en enero de 1967 y Víctor nació en junio de 1977. María Parra Historia de mis padres Mi abuelo trabajaba de guarda en la finca Alcuzcuz, término municipal de Benahavís, en la carretera de Ronda, muy cerca de San Pedro Alcántara. Los vecinos de Benahavís y todos los sampedreños tenían la tradición de ir en romería a esta finca para celebrar el día de San José. Subían por la carretera de Ronda cargados de provisiones. Primero se celebraba la misa en la capilla y luego se echaba un día de convivencia bajo la sombra de los chaparros. Cuentan mis padres que se conocieron en la romería de San José. Al poco tiempo se ennoviaron y pusieron fecha para la boda. Mi abuela se encargó de comprar el ajuar: las mantelerías, las toallas, las sábanas… y, era costumbre que las vecinas pasaran a ver todos los enseres que llevaba la novia. Mi madre tenía diecinueve años y mi padre veintisiete. Se casaron en San Pedro Alcántara el día 26 de abril de 1972 y se celebró la boda en el bar Ratón a las doce de la mañana. Fueron de luna de miel a Málaga, Granada y Sevilla. Yo nací quince meses más tarde y mi hermana tres años después. Yolanda Lara Mena Francisco Lara Guerrero y Dominga Mena Mena De una boda sale otra boda Esta es la historia de mi noviazgo. Estaba disfrutando de unas vacaciones en Tánger durante el verano de 1991. Iba a asistir a la boda de la sobrina del que es hoy en día mi marido. Fue este acontecimiento el causante de a ver conocido al que fue mi primer y único novio. El Dios Eros con su arco estaba esperándonos en la puerta de la casa nupcial. Yo trabajaba en Marbella cuando conocí a la madre de la sobrina de mi futuro novio. Esta me invitó a la boda de su hija en Marruecos. Aquella tarde durante la fiesta, encontré a mi hombre en la entrada de la casa donde se celebraba la ceremonia y posterior festín. Los saludos no duraron más de cinco minutos. En ese mismo instante, sentí algo en mi interior que me tiraba hacia ese deslumbrante hombre, la verdad es que no sabía lo que era: quizás como hablaba, como vestía, su sonrisa… etc. Lo cierto, es que fue el momento más feliz de mi vida. Desde aquel día intentaba sacar tiempo como fuera para ir a visitar a la familia de mi novio. A la semana siguiente ya había cierta confianza entre los dos empezándose a cuajar nuestra relación. Estuvimos muy poco tiempo saliendo, a la seis meses empezamos los preparativos para la celebración del casamiento. Como mi novio tenía su propia casa y montada como Dios manda a los siete meses nos casamos. Fue una celebración muy sencilla y de corta duración pues tenía que volver a la península para trabajar. Nos casó un juez de paz en presencia de doce testigos. La luna de miel duró cinco días en un hotel de Tánger. Las bodas marroquíes son diferentes a las españolas pues tienen una duración de unos tres días, dependiendo de la situación económica y de la dote que da el novio a la novia. El primero de los días entronca directamente con la idea de la boda como el inicio de una nueva etapa en la vida de la mujer (el cambio a un nuevo estadio de madurez). En ese sentido, lo que se produce a nivel simbólico es un proceso de purificación que termina concretándose en una visita al baño público árabe por parte de la novia, acompañada de amigas y familiares. Ese día, además de realizarse una serie de ceremonias rituales ligadas a esa idea de purificación y deseo de buena suerte, socialmente tiene su sentido en un encuentro entre la novia y las personas más allegadas; una reunión más íntima previa a la celebración que se producirán después. Por establecer paralelismos con el mundo occidental, podrían compararse a nuestras despedidas de soltera. Siguiendo con el proceso de preparación frente a la nueva etapa, el segundo día será el momento en que se le practique a la novia un ritual de protección, formalizado con los conocidos tatuajes de henna. Éste se aplicará en las manos y en las piernas, siendo habitual contratar a una profesional para tales menes_ teres, aunque también pueden encargarse de ello los familiares de la novia. Lo más habitual es que se graben pasajes del Corán, además de los conocidos diseños geométricos y florales. Después de ello dará comienzo una comida familiar, que puede entenderse como un término medio entre lo íntimo del día anterior y la gran celebración del día siguiente. Y llegamos al momento de la celebración de la boda en sí. Como ocurre en Occidente, tendrá lugar en un espacio sensiblemente diáfano (normalmente una gran jaima en plena calle), donde los invitados se sentarán alrededor de diferentes mesas. Como no puede ser de otra forma, la novia tendrá que hacerse esperar, y previamente los invitados beberán leche y comerán dátiles como inicio de la ceremonia hasta que la novia haga su aparición, acompañada de música y trasladada en una carroza que cargarán amigos y familiares. A partir de entonces la pareja presidirá la ceremonia en un sillón central, y el convite seguirá su desarrollo natural, aderezado con cantos, bailes y cambios de vestido de la novia que, junto con el resto de detalles lujosos que caracteriza esta celebración, servirá para hacer gala del estatus económico que se le desea a la nueva pareja. Entonces, en cierto momento de la celebración, los amigos del novio trasladarán a la novia a la casa de sus suegros, para darle la bienvenida y que dé lugar la noche de bodas. Mouna Youssef VIAJE DE NOVIOS Mi viaje de novios En mi viaje de novios lo pasamos muy bien. Fue en el mes de abril, nos fuimos al día siguiente de la boda. Estuvimos una semana en Granada. Nos instalamos en el Hotel Ana María. En esa semana paseamos mucho y nos vimos todos los monumentos de la ciudad. Una de las cosas que mas nos gustó fueron los jardines de La Alhambra, las flores y las fuentes donde caía el agua. También nos gustaron todos los recintos interiores, el palacio de Carlos V , los baños de Comares, pero sobre todo El Patio de los Leones. También paseamos por El Albaicín, con sus típicas tiendas de cerámica, sus casas de estilo árabe y muchos tablaos flamencos y restaurantes donde se comía muy bien. Estuvimos en Sierra Nevada y nos montamos en el teleférico y llegamos hasta la parte mas alta de la estación. Fuimos a ver la imagen de La Virgen de las Nieves y jugamos a hacer bolas y tirárnosla. Yo nunca había visto tanta nieve en mi vida. Nos lo pasamos muy bien. Amelia Morales Abelaira Mi boda y mi viaje de novios Mi marido y yo nos conocimos en la feria de El Ángel. Los dos éramos de allí aunque solo nos conocíamos de vista. El tenía diecinueve años y yo quince. Durante una época se puso malo, tuvo una larga enfermedad y mi padre y mi madre no me dejaban ir a verlo por no despertar las habladurías, aunque si mis amigas venían conmigo, si me dejaban. Estuvimos nueve años de noviazgo. El se colocó a trabajar en el Puerto Banús, así que cuando teníamos un dinerillo ahorrado, decidimos casarnos. Mis padres nos ayudaron. Y su padre, que tenía un solar, le hizo una casa a cada uno de sus hijos. El traje de novia me lo hicieron en Málaga, a mi madre le encantaba vestirme muy bien. Nos casamos en la iglesia de La Encarnación, en Marbella, un 24 de septiembre. Llegamos en dos taxis, en uno iba el novio y la madrina; en otro el padrino y yo. Alquilamos un autobús de la empresa Pérez de Istán para poder llevar a todos los invitados y lo celebramos en el centro, en lo que hoy es el edificio Dunia. Después de la boda, mi marido alquiló un Seat seiscientos y nos fuimos de viaje de novios a Sevilla, hicimos noche en un restaurante con habitaciones. Estuvimos de viaje una semana. Después nos vinimos a San Pedro y nos quedamos aquí una semana más antes de irnos de nuevo para Madrid. Fuimos a Cádiz a recoger a un familiar nuestro al que íbamos a acompañar para dejar a su sobrino en el colegio de huérfanos de la Guardia Civil, en Valdemoros, Madrid y nos quedamos otra semana mas. Aquello fue como otro viaje de novios. Ana Ortiz Ortiz Destello en la sonrisa Nos conocimos en San Pedro. En un salón de baile él me sacó a bailar. Desde el principio me llamó la atención un diente de oro que tenía y que hacía agradable su sonrisa. Quedamos citados para el siguiente domingo y así continuamos nuestra relación de domingo en domingo. Estuvimos noviando cuatro años. Si alguna vez discutíamos el motivo era el fÚtbol: cuando había partido que quisiera ver llegaba tarde a recogerme. Nos casamos el 19 de abril de 1.970 a las 12:30 de la mañana, en la iglesia parroquial de San Pedro de Alcántara, Lo celebramos en el bar de “El Ratón”, acompañados por familiares y amigos. En nuestro viaje de novios recorrimos varias ciudades de Andalucía: fuimos a Sevilla durante dos días, coincidiendo con la feria de abril; luego a Córdoba y por último Granada. En estas dos ciudades también estuvimos dos días. En un bar de la ciudad de Granada olvide la cámara de fotos que me había prestado mi hermano, afortunadamente el camarero la había recogido y pude recuperarla. A los dos meses de casados discutimos por una apuesta sobre un partido de futbol internacional, creo que era España – Brasil. Apostamos que si España perdía él me daba 1.000 pesetas y si ganaba yo se las daba a él. Perdió España y se cabreó de tal manera que me dijo que no era española, que era gafe y estuvimos casi una semana sin hablarnos, ni siquiera comíamos juntos. Cuando hay futbol no se puede hablar en mi casa. De nuestro matrimonio han nacido tres hijas. Paqui y José PIROPOS, DICHOS Y CANCIONCILLAS Duelo entre mujeres “Desde que te estoy mirando, carita de sardina frita, que eres capaz de dar un susto a las ánimas benditas.” “Ese novio que tú tienes, cuando quieras te lo quito, y me divierto con él como si fuera un perrito.” María Muñoz Marín “Ese novio que tú tienes, antes que tuyo fue mío diviértete lo que puedas, con lo que yo no he querío.” Teresa Parra Sánchez Juan Rodríguez Muriel le decía a su esposa: Elena, si porque te quiero, quieres que te quiera más, ¿qué más quieres?, ¿quieres más? Elena González Morales Saludo de amigos (Uno de ellos vendedor de castañas asadas) ¿Cómo siguen de salud sus hijas? ¿Cómo se encuentra su esposa? Hace tiempo que no las veo, ¿siguen siendo tan hermosas? El pobre hombre que se creía que a las castañas se refería le ha contestado muy complaciente: -A todas horas que usted las quiera están calientes. Dolores Vega Cabeza Entre vecinas “-Mire usted, señora Josefa, anoche me salió un novio ¡Ay qué novio! que no se quitaba la gorra ni pa despedirme, pero vino un remolino de viento y se descubrió el misterio y es que tenía una calva ¡Ay qué calva! que se podía escribir el mapa de España y quedaba sitio para poner un quiosco” Juana Cabeza Moscoso Una vieja muy vieja se lo miraba y decía: “A este candil, cuando nuevo, no le faltaba torsía” María Morales Ríos Señores, yo me casé de mí no se escriban letras que de casado a soltero es mucha la diferencia. Pepita Villalba No hay amor como el primero aunque el segundo más valga porque el primero se lleva las ilusiones del alma No hay amor como el primero yo digo que no es así, para querer al segundo al primero aborrecí. Antonia García Contreras “No te fíes de los hombres aunque los veas llorar que son como los pepinos, que amargan por temporás” Antonia García Contreras PARA REFLEXIONAR: “Mujer divertida menos la mía” “La mujer en casa y con la pata quebrá” “Bueno, por lo menos no ha tenido novio ni ha estado con nadie” DICHOS “Cobrarle el piso”.-Despedida de soltero “Pelar la Pava” “Romper una teja”.-Confirmar una relación. “Dorar la píldora” “Pedir la puerta”.-Consentimiento paterno para la entrada en casa. “El amor es ciego pero los vecinos no”. “Cuando a mi marido se le ponen los ojos color poleo yo ya ni veo”. “El amor lo creo Dios con los ojillos vendados, por eso viven a ciegas todos los enamorados”. “La mujer que quiere a dos, no es tonta que es advertía, si se le apaga una luz, la otra queda encendida”. PIROPOS “Eres más bonita que la nieve en el barranco, que la rosa en el rosal y la azucena en el campo”. “Eres tan bonita que al verte el sol se eclipsó”. “Una noche muy bonita en tus ojos me miré fue tan dulce tu mirar que de ti me enamoré”. “Eres como un capuchino: dulce, caliente y me pones nervioso”. “Tus labios son como el vino y yo me quiero emborrachar”. “Un lápiz sin punta no puede escribir, y yo sin tu amor no puedo vivir”. “Dichosos los ojos que te ven y afortunadas las manos que te toquen”. TRABALENGUAS Quiero y no quiero querer, Si porque te quiero, a quién no queriendo querer, quieres que te quiera mucho más, he querido sin querer, te quiero más que quiero, y sin querer estoy queriendo. ¿qué más quieres?, ¿quieres más?, ¡te quiero! Recogido por Antonia García Contreras Ana Pimentel Ana Pimentel Ana Pimentel “Día Internacional del Libro 2016 Textos y fotos de los alumnos de Formación y Cultura Básica de San Pedro Alcántara y Nueva Andalucía” Mientras que en la última página y a modo de cierre: “Fotos originales cedidas por los alumnos y alumnas del Formación y Cultura Básica de Arte y Cultura de San Pedro Alcántara y Nueva Andalucía. Diseño y maquetación: Gabinete de Diseño O.A.L. Arte y Cultura Profesores: Antonia García Contreras Isabel Valle Gómez Isabel Sánchez Villalba Gregorio García Sevillano Coordinación: Javier Mínguez Caballero” ARTE Y CUL TURA