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Contigopan y cebolla
Día internacional del Libro 2016
Textos y fotos de los alumnos de Formación y Cultura Básica
SAN PEDRO ALCÁNTARA Y NUEVA ANDALUCÍA
DÍA INTERNACIONAL DEL LIBRO
2016
Texto y fotos de los alumnos de Formación y Cultura Básica
SAN PEDRO ALCÁNTARA Y NUEVA ANDALUCÍA
ARTE Y CUL TURA
- 0 - * PRÓLOGO
- 1 - * ASÍ ES MI VIDA
-Así es mi vida -María García Cruz
-Cuando yo vivía en Guayaquil -Manuela Cercado
-El Barrunto -Ascensión Vidales Martín
-Toda una vida
-Elena González Morales
-Matrimonio por obligación -Isabel Saeteros
-Cartas del mar -María Muñoz Marín
-A mis padres -Victoria Mata Oliveros
-Desde Lucena con amor -Carmen Bujalance-Casamiento-Leonor Gutiérrez Torres-Cencerrada-María Morales Ríos-Bellos recuerdos-Antonia y Juan
-De niña a mujer
-María José y Fancrisco-No supe decidir-Milagros
-La camarera y el albañil -Zhora Derrak-Noviazgo-Pilar García Cadenas- 2 - * NOVIAZGO
-Cuatro amores -Brayan Cortés
-El chico de la moto
-Antonia Llaves Cózar
-El parto de las ovejas
-Carmen Sevillano García-Juan y Manoli-Manoli Ríos
-La historia de mi juventud -Ana López
-Tanto fue el cántaro a la fuente -Halima Abdelkader Kaddur-
-Un noviazgo de los de antes -Vicenta Ruiz Bueno-Una historia de mi juventud
-Vicki Mendría González-Una rosa para María
-Juan Canca Marín-A las diez en casa
-Remedios Barroso-Ilusión en la espera
-Rosario Morato Méndez-Pedir a la puerta -Ana Mª Moreno Medina-El día más feliz
-Ana Morito Guerrero-En la flor de la vida
-Bella Rubio Sousa-Un guiño-Teresa Parra Sánchez-Audacia -Teresa Barroso Sánchez-Vecinos y conocidos
-Providencia y Ramón-Toda una vida por unas castañas -Maruja González Aguilar-La niñera y el jardinero
-Sandra Kubit-La zancadilla-Rosario Montesinos-La edad, un impedimento
-Francisca Ruiz- 3 - * CAMPANAS DE BODA
-El día de mi boda -El traje de novia viajó conmigo
-En el hotel
-Los siete vestidos -Mi boda en Bogotá
-Una boda por todo lo alto
-Historia de mis padres
-De una boda sale otra -Lázara Villatoro Sánchez-Ana Fernández Pérez-Mariana Campos Guerrero-Achoucha Chiki-Anónimo-María Parra-Yolanda Lara Mena-Mouna Youssef-
- 4 - * VIAJE DE NOVIOS -Mi viaje de novios
-Mi boda y mi viaje de novios
-Destello en la sonrisa
-Amelia Morales Abelaria-Ana Ortiz Ortiz-Paqui y José-
- 5 - * PIROPOS, DICHOS Y CANCIONCILLAS
-Duelo entre mujeres
-Teresa Parra Sánchez-Juan Rodríguez le decía a su esposa -Elena González Morales-Saludo de amigos
-Dolores Vega Cabeza-Entre vecinas
-Juana Cabeza Moscoso-Una vieja muy vieja
-María Morales Ríos-Señores, yo me casé
-Pepita Villalba-No hay amor como el primero
-Antonia García Contreras-No te fíes de los hombres
-Antonia García Contreras-Para reflexionar
-Dichos
-Piropos
“CONTIGO, PAN Y CEBOLLA”
PRÓLOGO
S
írvase de este ejemplar para trasladarse a tiempos no muy lejanos y traer a
la actualidad los recuerdos en forma de usos, costumbres y tradiciones referentes al
cortejo, noviazgo y la celebración de las bodas de mediados del siglo pasado hasta
los años setenta.
En este cuarto lanzamiento pretendemos recordar, gracias al testimonio del alumnado de la Escuela de Adultos de San Pedro Alcántara y Nueva Andalucía, todo lo que
suponía en otros tiempos el cortejo, noviazgo y las bodas.
A partir de experiencias vividas en primera persona describiremos cómo eran esas
costumbres en las edades juveniles de nuestros abuelos y nuestros padres.
Ni que decir tiene que hay vivencias de toda índole y que unas llegaron a buen puerto
y otras se rompieron por el camino.
De esta forma, con el recurso de acudir a la memoria de los mayores, aprenderemos a
comprender esas circunstancias personales, en unos años de intensa crisis en todos
los aspectos de la vida.
En aquella España en blanco y negro que poco a poco tornaba a sepia, las costumbres amorosas de entonces se abrían paso entre la rigidez del qué dirán, los amores de juventud terminaban en casorio, después de eternos noviazgos por carta o a
través de una distancia que imponía un servicio militar obligatorio o una emigración
forzosa que asegurase el futuro.
Pelar la pava en el zaguán de la casa bajo la vigilancia de una eterna carabina, o sucumbir a los requiebros de aquellos piropos que sacaban los colores a las chicas en
edad de merecer, todo ello, ha quedado ya postergado en el recuerdo de unos tiempos que han vivido varias generaciones de valerosas mujeres teniendo que hacerse
valer, y de caballerosos hombres que supieron demostrar, como ninguno, a lo que se
está dispuesto por amor.
Esperamos haber sabido transmitir en estos relatos el brillo captado en sus ojos, la
alegría, y a veces tristeza manifestadas por los alumnos de sus vivencias de antaño,
que han sido importantes y decisivas para ellos.
En fin, sin más dilación esperamos que el ejemplar que tienes en tus manos proporcione unos agradables momentos de lectura transportándonos a otros tiempos en los
que las cosas se hacían de otra manera.
ASÍ ES MI VIDA
Así es mi vida
Mi nombre es María y he tenido una vida muy azarosa.
Cuando tenía catorce años me vine a trabajar a San Pedro. Yo tenía un hermano
que ya vivía aquí y que nos buscó trabajo a una hermana y a mi.
Me coloqué en un bar en el que estuve trabajando al menos nueve años y allí
fue donde conocí al que hoy es mi marido. Yo era un arvejón, no tenía ni los
catorce años pero él venía al bar a verme y se esperaba en la puerta a que saliera. Él tenía dos años mas que yo y era alto y mas derecho que una baqueta.
Yo me asomaba para verlo en la bicicleta cuando se iba a trabajar. Al pasar por
la puerta de la pensión donde trabajaba yo, tocaba el timbre de la bici para que
me asomara a la ventana, y desde allí, echábamos nuestro rato de charla. También tenía una motillo y me llevaba de paseo por el Cortijo Blanco y otras veces
nos íbamos al cine. Con él estuve cuatro años de noviazgo y en ese tiempo me
quedé embarazada y me tuve que casar.
Me casé aquí en San Pedro y a la boda asistieron mi madre y mi suegro; mi
padre no vino porque
le sentó muy mal cuando se enteró de que me
había quedado embarazada. No tuvimos celebración de boda ni luna
de miel. En toda mi vida
no he tenido vacaciones,
todo ha sido la familia y
trabajar.
Con el nacimiento de
mis tres hijos dejé de
trabajar en la calle para
dedicarme a ellos. Pero
además de cuidarlos,
tenía que ayudar a mis
padres y cuidar de mis
suegros. Toda mi vida ha
sido trabajar y cuidar a
los demás.
Ahora tengo tiempo para
venir a la escuela, ir a la
gimnasia y sobre todo y
lo mas importante, por
fin tengo tiempo para mi.
María García Cruz
Cuando yo vivía en Guayaquil
Yo conocí al padre de mis hijos cuando tenía dieciséis años. Mi familia vivía en
el campo, pero yo me fui muy jovencita a trabajar a la ciudad de Guayaquil,
donde estaba interna en una casa cuidando a una niña.
Los fines de semana me daban tiempo libre para salir y me iba a casa de unos
primos que vivían también allí en Guayaquil. Así lo conocí a él. Todos los fines
de semana salíamos juntos, porque allí en mi país somos muy fiesteros.
Cuando se enteró mi madre, no le gustó nada, porque pensaba que yo era muy
joven para echarme novio, así que hizo que dejara el trabajo y me volviera al
campo de nuevo a vivir con ellos. Pero yo ya no me quería quedar allí. De modo
que tuve que
mentirle diciéndole que tenía que ir
a la ciudad, pero
me escapé y ya
no volví más.
Él era cuatro años
mayor que yo, trabajaba y tenía una
casa donde vivir,
pero yo me fui a
mi antiguo trabajo, hasta que me
quedé embarazada. Trabajé hasta
después de tener
el niño. Tenía dieciocho años. A los cuatros años tuve una niña, luego otro varón y por último
otra niña.
Manuela Cercado
El barrunto
Mi marido nació en Monda y luego se trasladaron a Istán. Yo lo conocía de
siempre pero por entonces yo tenía un novio con el que llevaba mucho tiempo.
Cuando dejé a mi novio, él a cada instante me mandaba recados de su parte
con todo el mundo, pero yo no le hacía caso. Estuve por lo menos once o doce
años sin novio. En aquella época me salieron muchos, pero a mi no me gustaba
ninguno.
El vivía en El Herrojo y aunque no nos veíamos apenas, me seguía hablando
y me mandaba a decir que si aún seguía soltera. Por fin un día me escribió y
una tía mía se enteró y me hizo que le contestara. Ella fue la que medió entre
nosotros.
Un día de verano vino
a conocerme. Aquella
mañana me levanté barruntando algo, pero no
sabía qué. “¿Qué tengo
yo en el cuerpo hoy?”,
me acuerdo que era lo
que decía. Cuando llegó
al pueblo le fue preguntando a la gente que por
donde me podría ver, o
por qué calle me podría
encontrar; hasta que le
dijeron que a mi, seguro,
me podía encontrar en
mi casa. Así que una vecina mía se acercó hasta mi casa y me tocó en
la ventana. Cuando me
asomé, me lo presentó.
Estuvimos de novios un
año. Él tenía ya los cuarenta, yo treinta y tres.
En ese año venía a verme todos los fines de
semana y algunas veces
también en medio de la
semana. Nos casamos en Istán y nos vinimos a vivir a San Pedro, a una casa
que poco a poco fuimos reformando y donde hemos vivido toda la vida.
Ascensión Vidales Martín
Toda una vida
Mi marido, con el que compartí cincuenta y ocho años de mi vida, era de Isla
Cristina, Huelva. Cuando nos conocimos trabajaba de Guardia Civil destinado
en la aduana de La Línea.
Yo trabajaba en una tienda de comestibles en Gibraltar. Cada día cruzaba la
frontera y llevaba escondida una libra de tabaco, que eran cuatro cartones. Primero pasaba por el puesto de la matrona, por donde pasaban todas las mujeres, y luego, los guardias civiles miraban el bolso.
Aquel día, llevaba ya el tabaco en el bolso después de pasar por la matrona y,
llegando al mostrador, ya más tranquila, pongo el bolso para pasar y el Guardia
Civil (que tenía el mote de “el gitano” por ser alto, delgado y moreno) lo abrió y
me quitó los tres cartones, dejándome solo uno. Me dio tanta rabia que le lancé
el cartón a la cara y le dije: “Para uno, no quiero ninguno” y me fui. Fue un arrebato de rabia, llevaba todo el día trabajando y ese dinerillo hacía falta en casa.
A partir de ahí parece que le gusté. Poco a poco fuimos conociéndonos y me
decía: “Le dices a tu madre que pregunte por el gitano si necesitáis algo”. Se
refería a mi madre porque también ella cruzaba a Gibraltar para trabajar en una
fábrica de conservas.
Nos seguimos viendo y nos convertimos en amigos y confidentes.
Un día me dijo: “Tengo unas mudas y necesito que una costurera me las marque con las iniciales“JR”. Le contesté: “Yo misma”
Poco a poco nos veíamos más. Salíamos los domingos si tenía permiso, íbamos a tomar un cafelito. Otras veces me recogía, nos tomábamos una cervecita
o un café según la hora. También íbamos al cine, a la feria…
El cuartel estaba en la calle Real. Algo que recuerdo es que cuando sonaba el
himno nacional se cuadraba y saludaba.
Cuando cobraba la paga se la mandaba entera a su madre que,como la mía,
también era viuda y con lo que recogía, juntaba para casarnos, es decir, me lo
daba a mí para el ajuar.
-Elena, ¿nosotros tenemos toallas? Yo las compraba y las bordaba…
Así, un año después de aquella disputa en la aduana, nos casamos. Era un
domingo día 4 de abril de
1954 y nuestro ajuar estaba compuesto de: dos juegos de toallas, dos juegos
de sábanas y ropa interior.
Nos fuimos a isla Cristina,
a casa de mi suegra y, un
año más tarde, un 15 de
mayo de 1955, también
domingo, nacía nuestra
primera hija.
Elena González Morales
Juan Rodríguez Muriel
y Elena González Morales
Matrimonio por obligación
Soy de una pequeña población de Ecuador. Con siete años quedé huérfana
y una vecina me llevó a su cuidado. Nos mudamos de esa población y todos
trabajábamos en el campo.
Toda la región estaba gobernada por unas costumbres que eran ley y nadie las
podía contrariar.
Ya jovencita trabajaba en una hacienda. Por la mañana en las labores del campo y, por la tarde, teníamos que ir a recoger hierba para el ganado.
Un día bajé sola al campo y se avecinaba tormenta, pero pensé que me daría
tiempo recogerla. Así, hice un gran montón que até, cargué a la espalda y entonces, comenzó a llover torrencialmente.
Tanto fue la lluvia que, al empaparse el haz de hierba, caí de rodillas y no podía
levantarme.
Pasó por allí montado a caballo el hijo de la dueña de la hacienda. Me dijo:
-“Hey, te pusiste mucha hierba”
-“Es que se mojó y pesa mucho”-le contesté
-“¿Quieres que te ayude a levantarte?”-me preguntó
Justo estaba ayudándome, la madre nos vio y pensó mal. Se pusieron de
acuerdo y decidieron que teníamos que casarnos. Nos obligaban.
Al principio él se negaba y su madre lo encerró en una habitación
hasta que, al fin, también accedió.
Intenté buscar refugio en mi familia, pero no lo tuve.
La ley de la comunidad no podía
contrariarse y lo que decidían era
de obligado cumplimiento.
Lo único que agradezco de este
matrimonio roto son mis hijos y,
de ellos, mis nietecillos que hoy
día son mi alegría.
Isabel Saeteros Saeteros
Cartas del mar
Mi marido y yo nos conocíamos desde niños. A los trece años éramos amigos
de pandilla. Siempre me había gustado, pero no pensaba en novios. Ya con
diecisiete años, con sencillez, me dijo que me quería con locura. Yo, loca de
contenta, le dije que sí quería ser su novia.
Antes tuve dos pretendientes:
Un muchacho de Marbella que tocaba el acordeón me dio una serenata. Ya de
noche sonaron las notas de “un beso de amor no se lo doy a cualquiera…” Mis
amigas me habían avisado: “El bigotito te va a echar una serenata”
Al poco tiempo, otro pretendiente intentó conquistarme. No llegó a acercarse
“le puso los calcetines azules “mi vecino. Le dijo: “Dile a María si quiere que me
acerque a ella” y, aunque era un buen partido porque pertenecía a una familia
bien, le dije que no, que ya tenía novio.
Poco después lo llamaron a filas y prestó servicio militar en la Marina durante dos años. Por aquel tiempo, gracias a los acuerdos de 1953 con Estados
Unidos, embarcaron hacia los Estados Unidos para recoger unos acorazados
destinados a la Armada Española. Él venía en el acorazado Lepanto. Llegaron
a las costas del Pacífico en la primavera de 1957. De ahí, se trasladaron a San
Francisco, California, San Diego, Canal de Panamá… hasta que el 7 de agosto
salieron rumbo a España.
La estancia más larga
duró ocho meses y nos
comunicábamos por carta. Mientras tanto, era
costumbre que la novia
“guardase el sitio” del
novio, con lo cual, debía
quedarme en casa esperando su llegada. Cuando
salía, iba acompañada de
mi suegra o mi madre.
Recibía cartas frecuentemente y yo también las
enviaba, además de fotos.
Recuerdo que después de
esa larga permanencia en
el mar volvió y lo primero
que hizo fue llegar a mi
casa para verme. No me
lo esperaba y no fui capaz
de salir de mi cuarto. Tuvo
que irse y regresar a la
tarde.
María Muñoz Marín y
Pedro Agüera Sánchez
A la hora de salir la costumbre era dar paseos por la calle Marqués del Duero
desde la plaza de la Iglesia. También nos sentábamos en la puerta de la calle
a charlar. Ahí, como había vecinos podíamos estar sin carabina, pero si entraba en casa, siempre había alguien con nosotros. Si mi madre tenía que salir, llamaba a la
vecina: “Rita, quédate con mi María que voy a
llegar a la tienda”
Ese fue nuestro noviazgo hasta que un sábado
a las 9,00h de la mañana nos casamos en la
iglesia de San Pedro Alcántara, acompañados
de nuestros familiares y vecinos. La modista,
Manuela Lima, me había confeccionado un traje beig y una chaqueta y mi amiga Isabelita,
que trabajaba con una inglesa, le cogió prestado a la señora un sombrero con un pequeño
velo que cubría los ojos. Luego, lo devolvimos,
por supuesto.
Después de la ceremonia, mi suegro mandó
a alguien en bicicleta a Guadalmina para comprar aguardiente y así fue el convite.
Ese mismo día cogimos un autobús por la tarde que nos llevó a Algeciras y “nos
metimos en la cama a escape”
María Muñoz Marín
A mis padres
Quiero a mis padres. Siempre me han cuidado y dado todo lo que necesito para
ser feliz. Ahora que van siendo mayores y empiezan con sus achaques soy yo
quien tiene que cuidar de ellos.
Victoria Mata Oliveros
(Foto:
María Oliveros González y
Diego Mata Marín)
Desde Lucena con amor
Somos de un pueblecito de Córdoba llamado Lucena. Nuestra historia comienza cuando éramos chiquillos y trabajábamos en la cosecha de la aceituna. Por
eso siempre digo que nos conocemos de toda la vida.
Éramos amigos y salíamos en grupo, pero ya siendo mozo con dieciséis años
me decía: “Me gustas y tienes que ser la madre de mis hijos”
A aquel cortejo yo le contesté que a mí también me gustaba él, pero que tenía
que hablar con mi padre.
En aquel entonces mi madre estaba embarazada y cuando vino a casa para
formalizar la situación mi madre contestó que no, que yo estaba bien sin novio
y en pandilla, sin compromiso, que esperásemos un tiempo que ya en casa mis
dos hermanas tenían novio y eso suponía demasiado trasiego.
Después de tener al bebé le dio permiso y ya formalizamos nuestra relación.
Al poco tiempo sus padres deciden emigrar a Barcelona pues el trabajo escaseaba. Al irse comunicó a mi padre que volvería para casarse conmigo.
Durante este tiempo me escribía cartas y en lugar de buscar a alguien extraño
para que me las leyese y escribiese las mías, acudí a mi hermano pequeño que
era el que había podido ir a la escuela.
Así estuvimos un tiempo hasta que mis suegros escribieron a mis padres para
decirles que bajarían al pueblo para nuestra boda.
Entre mi hermana y yo confeccionamos el ajuar. Lo expusimos, como era costumbre, el día antes de la boda.
A su llegada de Barcelona mis suegros vinieron directamente a casa con las
maletas y mi novio durmió en casa de unos amigos.
En tres días nos casamos pues los dichos o amonestaciones las hizo él en Barcelona y yo en el pueblo.
Después de la boda, el día 12 de abril de
1965, no hubo banquete porque recientemente un tío de mi marido murió y estaban
de luto. Así que asistimos mis padres, los
suyos, hermanos y tíos.
Pasamos la noche de novios en un hotel
del mismo pueblo. Al día siguiente marchamos a Córdoba y, de allí, a San Fernando.
De esta aventura que comenzamos siendo pequeños hemos cumplido cincuenta y
un años y tenemos cuatro hijos.
Carmen
Bujalance Cruz
Foto de Carmen Bujalance y Mariano Campos López
Casamiento
Corrían los años 50 en plena posguerra. Había tanto dolor, pena, miseria que
hasta en los casamientos se palpaba. Lo habitual era que el noviazgo se prolongase mucho tiempo porque había poco trabajo para el hombre que era el
que traía el sustento a casa. Las mujeres trabajaban en el campo y la casa.
En la mayoría de las familias había habido alguna desgracia y los lutos se prolongaban mucho tiempo. Estamos hablando de los pueblos de la serranía de
Ronda aunque en otros lugares de Andalucía ocurría igual.
Ante esta situación descrita anteriormente muchos hombres se llevaban a las
mujeres de casa, siempre ocurría por la noche, esto se consideraba una deshonra, por lo tanto, se tenían que casar con ella y en la mayoría de los casos,
sin celebración y luego se iban a vivir a casa de los suegros o de los padres.
Los casamientos se celebraban por la tarde o la noche. La mujer iba vestida de
negro porque casi en todas las casas se arrastraba el sufrimiento de la guerra
aunque de ello no se hablase y el hombre vestido de traje para la ocasión.
La celebración se hacía en el entorno familiar y con los vecinos más cercanos.
Van pasando los años y aproximadamente sobre los sesenta el panorama económico está mejorando y los noviazgos no son tan largos.
El casamiento se veía con ojos de alegría. La mujer va vestida de blanco y el
hombre como es habitual con traje negro. Se celebraba la boda en un salón
fuera del entorno familiar y, por lo general, se invitaba a todo el pueblo ya que
al tratarse de una localidad pequeña la relación entre los vecinos era muy estrecha.
El convite consistía en compartir dulces como la hojuela, mantecados, suspiros y rosquillas. De bebida el aguardiente y otros licores acompañado con una
buena música de acordeón.
Leonor Gutiérrez Torres
Foto grupal de 1920
Cencerrada
Era un matrimonio muy respetado porque económicamente estaban bien y daban trabajo. Rumores que corrían por el pueblo decían que el marido la engañaba.
Vigilaron esa relación y era cierto el rumor. Llegó un momento en que la mujer
no pudo más y le dijo: “Vete de aquí, no puedo estar durmiendo con un hombre
que se está acostando con una fulana porque no se le puede llamar de otra
forma”.
El marido se fue de casa para volver con sus padres. Al cabo de un tiempo lo
perdonó y volvió al domicilio familiar.
Entonces, los hombres del pueblo prepararon una cencerrada. Hay que decir
que en aquel tiempo aún no había luz eléctrica en las calles. Esperaron a que
se acostasen y, en la oscuridad, comenzaron a tocar cencerros, latas… haciendo muchísimo ruido.
El marido abrió una ventana y gritó: “Os voy a dejar secos a tiros a todos” y de
pronto, todos salieron corriendo de aquel lugar. La amenaza no era para menos.
María Morales Ríos
Bellos recuerdos
Voy a contar un poquito cómo conocí a mi marido.
Fue en Estepona, el 14 de Agosto de 1977, justo cuando pensaba marcharme a
mi pueblo. Me lo presentó un primo de él que yo conocía, porque era amigo de
mi amiga Mari Aragón.
Antes de que me lo presentaran yo le había visto, y me gustó por su aspecto y
sonrisa. Tenía buena planta.Después de cierto tiempo de noviazgo, nos casamos. La boda se celebró en un salón en Estepona,
en Nochevieja y llovía a cántaros. Tuvimos un buen
convite, aunque como luego había celebración de
Fin de Año no pudimos prolongar mucho la fiesta.
De nuestro matrimonio recuerdo momentos muy
felices, aunque breves, pues él murió joven en un
accidente laboral.
Cuando nos casamos no teníamos nada, pero trabajamos los dos y compramos nuestro piso, una
parcelita y vivíamos bien en una clase media-trabajadora.
No tuvimos hijos, por lo que todos nuestros ahorros
iban para mejorar nuestro pisito, arreglar el campo
y vivir lo mejor que podíamos.
Antonia y Juan
De niña a mujer
Cuando tenía alrededor de 12 años las amigas del pueblo nos encontrábamos por
el paseo y echábamos la tarde de un lugar para otro; según íbamos creciendo disfrutábamos de más lugares a los que acudir: al cine, al baile…
Al principio éramos sólo chicas; poco a poco se iban incorporando los chicos. De
vez en cuando algunos nos invitaban.
Entre ellos había alguno que me gustaba más que otro, pero en el fondo, nuestra
intención era pasarlo bien, pues éramos muy jóvenes. Hoy te atraía uno y quizás
mañana otro.
En un pueblo pequeño, esas relaciones de juventud eran seguidas muy de cerca
por tu familia. En cuanto que observaban o alguien le iba con el cuento a tus padres
que se te arrimaba un chico, ya estaban vigilantes y averiguando si era conveniente
para ti. Y si no lo era, ya podías olvidarte de él.
En cuanto que los padres veían que el chico era acertado, te permitían seguir la
relación aunque con mucha cautela, previo permiso del padre. A este acto se le
conocía como “hablar con el padre”.
Yo conocía a mi marido desde pequeña, los dos éramos del mismo pueblo. Todo
fue bien. No hubo inconveniente por parte de mis padres.
El noviazgo duró cinco años. Gran parte de ese tiempo estuvimos separados,
bien por el trabajo o por el Servicio Militar. Cuando estábamos juntos era estupendo, atento, aunque algo celoso. Cuando se lo comentaba a mi madre, me decía
que era porque estaba enamorado: que donde no hay celos, no hay amor. ¡Eso no
es verdad! Tú puedes querer mucho y no tener celos: confiar en tu pareja es bonito.
Al ser la primera en casarme de la pandilla se despertó gran alboroto entre las
amigas. Todas ayudaron en los preparativos, arreglando el dormitorio, exponiendo
el ajuar en él, e incluso una de ellas me hizo el traje.
Nos casamos el 15 de Enero de 1967, con ceremonia religiosa a las 10 de la mañana. Dos parejas en el mismo día. Lo celebramos en casa de mis suegros. Lo
pasamos muy bien. Fue un buen banquete: guisos, ensaladas, dulces, bebidas…,
realmente bueno y abundante, tanto, que algunos invitados se llevaron comida para
casa guardada en los bolsillos y sacamos a la calle dulces y bebidas para invitar a
los que pasaban por allí, para que participaran de nuestra alegría.
Por la tarde continuó la celebración con baile, aunque nosotros ya nos fuimos de viaje de novios hacia
Málaga, ya que el taxi que nos llevaba tenía que volver por la otra pareja.
Nuestra intención era pasar algunos días allí y luego
seguir para Granada, pero por un problema que tuvo
mi marido en un diente pasamos toda la semana en
Málaga. Eso al final nos vino bien pues nos enteramos de que Franco había concedido una ayuda social que consistía en donar cinco mil pesetas a cada
uno de los cónyuges que se casaban ese año. Así
que además del arreglo del diente, que por cierto se
lo puso de oro, que estaba de moda, tramitamos los
requisitos para conseguir las diez mil pesetas, que
en aquel día era dinero.
De nuestro matrimonio han nacido cinco hijos y estos, a día de hoy me han dado seis nietos.
María José y Francisco
No supe decidir
Al igual que muchas personas en los años 60, yo, una joven malagueña, fui
a trabajar fuera de España, a Alemania; y como suele ocurrir con frecuencia,
cuando te encuentras fuera de tu tierra, la añoras y buscas la forma de tener
algo de ella en la distancia. No pude llevarme mi entorno querido, mi pueblo, mi
país, pero parte del mismo lo mantenía al reunirme con amigos o conocidos con
los que compartía la forma de hablar, las costumbres españolas.
Así en mi nuevo destino, coincidí, quizás propiciado por una amiga peluquera,
con quien luego sería mi marido. ¿Cómo? Fui a casa de mi amiga donde nos
reuníamos y un joven me abrió la puerta.
Desde el principio se interesó por mí: ¡me echó el ojo! Mostró atenciones: queriendo acompañarme a casa, invitándome a cenar, al cine, a las que le ponía
excusas para no acceder.
También se interesó por mí, su hermano. Era menos desenvuelto, más tímido
o corto de espíritu; con el tiempo me daría cuenta que habría sido mejor compañero en la vida.
Los dos me eligieron, llegando a enfrentarse. El que fue mi marido pegó al hermano por haberme sacado a bailar. Tendría que haberme dado cuenta que
esa actitud, poco dialogante, podría mostrarla luego conmigo ante cualquier
situación.
Preparativos de Boda
El quería casarse en su ciudad y yo en la mía,
Málaga. Finalmente, después de un noviazgo
de 10 meses, una vez formalizados los requisitos
documentales necesarios para extranjeros, nos
casamos en Alemania.
La boda se celebró en un local dónde él trabajaba
junto con otros españoles, luego fuimos a bailar.
Vinimos de viaje de boda a España. Estuvimos
en casa de su familia y luego en la mía.
Tras el viaje de novios, cuando regresábamos a
Alemania, en una parada por el camino mostró
un comportamiento agresivo hacia una persona
que nos atendía, por algo que, a mi entender no
tenía importancia, que me hizo dudar de si continuar con él hacia Alemania o volver hacia Málaga. No hubo motivo para que actuara así. Al final decido continuar con él hacia Alemania.
De nuestro matrimonio nacieron tres hijas, que en resumen han sido mi alegría,
puesto que durante toda nuestra relación, que ha sido muy larga, sufrí y de paso
mis hijas también, lo que no pude ocultar: escándalos, empujones, noches de dormir en el suelo e incluso irme a dormir a un hotel con mis hijas, porque nos echó a
la calle.
Me negaba dinero para la familia, llego incluso a borrar a sus hijas en el Consulado. Por necesidades económicas nos mantuvimos en el piso pero cada uno
viviendo por su lado. Aún así lo que yo compraba con mi dinero me lo quitaba.
Desde hace más de diez años vivimos ya en España pero en ciudades diferentes. Aunque por desgracia los problemas con él continúan sucediendo.
Milagros
La camarera y el albañil
Me encontraba trabajando en un restaurante en Zafra, Badajoz. Yo trabajaba de
camarera.
Un trabajador de la construcción llamado Jacob iba diariamente a almorzar y a
cenar. Un día me invitó a salir. Fuimos a una corrida de toros en Sevilla.
Estuvimos saliendo diariamente durante seis o siete meses. Pasado ese tiempo
decidimos casarnos porque estábamos realmente enamorados.
Nos casamos en el juzgado de Badajoz y fuimos de luna de miel a Portugal.
Tras tres años casados, me quede embarazada de
mi primera hija, Teresa. Dos años más tarde nació la
segunda, Sara.
Estuvimos juntos durante veinte años, pero cierto día
decidimos separarnos porque el amor se nos había
terminado y pensamos que lo mejor era la separación, aunque seguimos hablando y siendo buenos
amigos.
Zhora Derrak
Noviazgo
Esta es mi vida y mi historia desde que salí de mi pueblo. En el año 1965, con 17
años emigré a Barcelona con mis padres. Allí comencé una nueva vida. Mi madre trabajaba en un bar de cocinera. Yo iba a verla todos los días al restaurante.
Todos los días venía a comer un joven que se fijó en mí. Empezó a tirarme los
tejos, pero realmente yo no estaba por la relación. Por ese motivo tardamos en
salir como novios.
Realmente, yo era muy joven. Él me perseguía por todos los sitios intentando
conquistarme. Pasado un tiempo, por fin le dije que sí. Empezando a salir junto
a un grupo de amigos. Realmente era muy cariñoso y atento conmigo.
Nuestro romance duró dos años. Nos casamos cuando cumplí los veinte años.
Pilar García Cadenas
NOVIAZGO
Cuatro amores
Durante todo este largo año, solía estar solo con mis bonitos y estimados sentimientos, sin compañía alguna, hasta que afortunadamente conocí a cuatro
hermosas mujeres que me acompañaron en este tiempo.
Una, mitad española mitad alemana, la conocí en un local llamado El Ranchón
Cubano. Todo empezó cuando la invité a bailar y me rechazó. Eso fue la primera
vez. La siguiente vez, si salió y bailando una salsa, nos besamos.
La segunda era inglesa. No fue mi novia, mas bien un vacilón. Me vio bailar y
me invitó a una copa, también en El Ranchón, con su grupo de amigas; así empezaron a frecuentar los besos.
A la tercera la conocí el veinticinco de diciembre. No pensaba salir, porque estaba desanimado, pero al final lo hice. Fui a una discoteca llamada La noche.
Allí me senté en una mesa con unos amigos de mis padres. Justo en la mesa
de enfrente había tres señoras sentadas y un señor. De ellas, había una chica
joven muy hermosa y esa fue justo la que me gustó. No sabía como la enamoraría y le dije a su amiga que le diera saludos de mi parte. “No, ve, vamos” me dijo
ella; “díselo tu mismo”. La saqué a bailar, le dije unas cuantas cosas que se me
metieron en la cabeza y la enamoré. Me hice novio de esa preciosa nena y fui
muy feliz. De todas las novias que he tenido, para mi ella ha sido la mejor, tanto
como pareja como amiga. Es una estupenda chica y me siento muy orgulloso
de ella, tanto que ha sido a la única mujer que le he comprado una argolla de
oro, que ella no me recibió, y ahí también me demostró todo lo que vale.
La cuarta chica fue una nicaragüense. Le gusté, me gustó y aún seguimos viéndonos cada vez que ella puede. Es estupenda, trabaja y es mayor que yo. Es
guapa y es un tesoro pero tiene un carácter que hay que tenerle paciencia, pero
la quiero mucho y la
seguiré queriendo.
“No es más hombre el que enamora
a mil mujeres, sino
el que enamora mil
veces a la misma
mujer”.
Brayan Cortés
El chico de la moto
Todo empezó un 23 de junio de 1967, tenía yo diecisiete años.
Iba de Ronda a Algatocín en autobús a pasar unos días de vacaciones en casa
de mi hermana. Para llegar a su casa tenía que ir andando desde el cruce de
Algatocín hasta Salitre por una carretera que por entonces estaban haciendo.
Aquel día, cuando iba por la mitad del camino vi que venía un chico en una
moto. Se paró y me dijo: “¿Quieres que te lleve la maleta?” Yo le dije: “No, gracias”. El chico siguió su camino y yo el mío.
Al día siguiente era la romería por el día de San Juan. Yo fui con mi familia a
tomar algo a un bar y allí estaba de camarero el chico de la moto. Vino a nuestra
mesa a atendernos y fue muy agradable con nosotros. Cuando le pedí la cuenta, me dijo que estaba todo pagado. Esa noche me fui para mi casa y nada mas.
Al día siguiente se presentó por la tarde en la casa de mi hermana para decirme
que el me podía llevar de regreso a Ronda, pero le dije que en una moto yo no
me iba.
Se quedó entonces allí
hablando conmigo y me
contó que él era uno de
los maquinistas que estaban haciendo la carretera. Al final esa noche
estuvo cantando fandangos allí con nosotros
hasta la medianoche. A
mi me gustó oírlo, porque cantaba muy bien
y eran unos fandangos
muy bonitos. A la mañana siguiente volvió con
un taxi a recogerme. Me
dejó en Ronda y le di las gracias. No lo volví a ver en unos cuantos meses.
Una mañana apareció en Ronda en la casa donde yo trabajaba para ver si yo
quería dar una vuelta con él. Yo no quise ir. Pero así siguió viniendo a verme e
insistiendo un día y otro, hasta que pasado un tiempo decidí salir con él. Empezamos a vernos los domingos. Llevábamos ya un tiempo saliendo cuando me
preguntó si quería conocer a su familia. Le dije que sí y fuimos de Ronda a Vejer
en autobús para verlos y allí pasamos el fin de semana. A mi me pareció una
buena familia. Esa vez, regresamos a Ronda en moto.
Un día se presentó en Ronda con su madre, en un coche alquilado, para que
me fuera con ellos a La Muela de Vejer, a casa de sus padres, mientras el hacía
el servicio militar en San Fernando, Cádiz. Así que cuando el se fue a la mili, yo
me quedé allí con mis suegros. Les ayudaba en las tareas de la casa y atendía
en una tienda que tenían. Mi suegra me apuntó a clases de máquina de coser
para que me fuera haciendo el ajuar. Así estuvimos los dieciocho meses que
duró el servicio militar. Cuando acabó, comenzamos a preparar la boda.
Seis meses después, el domingo 27 de diciembre de 1970, me casé con el
chico de la moto.
Antonia Llaves Cózar.
El parto de las ovejas
Voy a contar mi noviazgo.
Yo conocí a mi marido en la boda de un primo suyo. Estuvimos casi doce años
de novios.
El vivía en el campo, cerca de Ronda y yo en Corbones y venía a verme una vez cada tres meses.
El cogía en un tren que lo dejaba en la estación
de Setenil y de ahí se tenía que venir andando.
Cuando venía se quedaba ya un par de días en
casa de una tía suya. En esos días nos salíamos
a la puerta a pelar la pava pero siempre tenía
que estar mi hermana con nosotros. Cada vez
que tenía que irse siempre nos parecía que era
muy pronto, porque sabíamos que ya no volvería
hasta que pasaran los tres meses. El decía que
sus visitas eran “como el parto de las ovejas”, que
paren cada tres meses. Así que decidimos casarnos por fin para poder estar juntos. Fue una boda
muy normalita.
Fuimos muy felices hasta que Dios se lo llevó, y
tuvimos tres hijos maravillosos.
Carmen Sevillano García
Juan y Manoli
Mi noviazgo empezó siendo muy niña, tenía quince años.
En aquellos tiempos, íbamos los domingos al paseo todas las amigas y los
pretendientes de cada una. A mi amiga María la pretendía un moreno que se
llamaba Juan, pero a María le gustaba otro. Un domingo que fuimos al cine
otra amiga y yo y nos encontramos a Juan y se vino con nosotras. Se sentó a
mi lado. Cuando salimos del cine nos dijimos adiós como dos amigos, pero yo
había sentido algo especial.
Al domingo siguiente también
se vino conmigo. Y ahí empezó
nuestra relación.
¡Qué bonito es cuando se está
tan enamorada!
Mi noviazgo fue muy bonito,
duró los cinco años de novios y
cincuenta de matrimonio.
El nuestro fue un gran amor, el
de Juan y Manoli.
Manoli Ríos
La historia de mi juventud
Mi historia empezó en 1981, yo tenía quince años. Había un muchachito que
vendía la leche fresca por las casas, una costumbre que ya se ha perdido. Todos
los días pasaba por mi calle y como yo sabía la hora, me asomaba al balcón para
verlo pasar. Luego, con el tiempo, cuando me veía, él también me miraba a mi.
Hasta que un día en una discoteca, nos hablamos. Así empezamos a quedar.
Mi padre no quería que yo tuviera novio tan joven, y no me lo ponía fácil. Un día,
al llegar a mi casa me llevé una sorpresa: allí estaba mi novio hablando con mi
padre. A partir de ahí todo se normalizó y formalizamos el noviazgo.
Un año después, él se tuvo que ir a la mili y además coincidió con que nos enfadamos. Entonces descubrí que estaba embarazada. El no lo sabía y yo no sabía
como se lo iba a decir a mis padres en aquellas circunstancias. Cuando mi padre
lo supo, dijo que teníamos que casarnos y lo habló con mi suegro. Se lo comunicaron a mi novio, y en la mili le dieron un permiso especial para venir a casarse.
Como todo fue un poco precipitado, no hubo apenas preparación ni una celebración muy grande. La noche de bodas la pasamos aquí en San Pedro, en una casa
en el campo que tenían mis suegros. Al día siguiente nos fuimos de viaje a Sevilla.
Una semana después se tuvo que incorporar a la mili. Así que yo mientras me
quedé viviendo en la casa de mis padres hasta que él terminó el servicio militar y
ya nos fuimos a vivir juntos.
Ana López
Tanto fue el cántaro a la fuente
Cuando yo tenía dieciséis o diecisiete años tenía la costumbre de ir a por agua a una fuente que había en el barrio de Cabreriza, en Melilla, sobre las ocho o las nueve,
cuando salía de trabajar. Una tarde vino detrás de mi un
muchacho y me pidió agua. Yo se la di. Cuando llegué a mi
casa esa tarde, vacié la garrafa para poder ir a por agua
otra vez. Entonces él me dijo que si me podía acompañar
a mi casa y yo lo dejé, pero no hasta la puerta, porque ya
sabes cómo eran en los pueblos antes.
Así empezó todo. Primero me esperaba en la fuente todos los días. Luego me empezó a acompañar al trabajo
a las tres y volvía a recogerme a las ocho cuando salía.
Cuando ya pasó un tiempo vino a hablar con mi madre y empezamos a salir formal.
Los fines de semana venía siempre a recogerme para salir, hasta que un fin de semana no llegaba. Como él vivía solo pensé que le habría pasado algo, así que cogí
a mi prima para que me acompañara a su casa a ver si estaba bien. Cuando llegamos habían puesto música y había un montón de muchachos y muchachas con él.
Yo me enfadé mucho y me fui. Me quedé sentada en el parque. El fue a buscarme
a mi casa pero no me encontró. Entonces le contó a mi madre que la culpa había
sido de los amigos y se vino en mi busca hasta que me encontró. El pobre pasó un
mal rato y yo me pasé la tarde enfadada.
Halima Abdelkader Kaddur
Un noviazgo de los de antes
Cuando yo tenía quince años conocí al que sería mi marido. Lo llevó a mi casa
mi cuñado, que entonces era novio de mi hermana y lo presentó como su primo.
Esa fue la primera vez que nos vimos.
Al domingo siguiente le preguntó a mi cuñado si podía acompañarlo otra vez a
mi casa porque yo le había gustado y quería verme. Entonces él no sabía si a
mi me había gustado también él. Esa tarde fuimos a Ronda los cuatro: mi hermana y mi cuñado, él y yo. Cuando íbamos paseando por la Alameda, mi hermana y mi cuñado se adelantaron un poco y entonces él me preguntó si quería
que viniera mas veces a mi casa para verme. Y yo le respondí “pues si viene tu
primo, pues te vienes”.
Recuerdo que a los dos o tres domingos fuimos al cine a ver la película de Manolo Escobar “¡Ay que llueve que llueve!” y ahí me pidió que si quería salir con
él. Yo le dije “Bueno, vamos primero a conocernos a ver si nos gustamos…” y
así empezamos a salir, pero yo no se lo dije a mi madre hasta que no llevábamos ya tres meses. El tenía veintiún años.
Al poco tiempo él se fue a Francia y ya estuvimos por carta varios años. De vez
en cuando venía y nos veíamos. Cuando por fin se vino definitivo, después de
seis años de novio, nos casamos.
Ya estando casados volvió a irse una vez a la vendimia y yo me quedé con mi
madre y una barriga de tres meses. Cuando volvió le dije que ya no se iba más.
Vicenta Ruiz Bueno
Una historia de mi juventud
Bueno, yo quiero contar una historia de mi juventud. Yo soy paraguaya, nací el
28 de marzo de 1960 y pasé mi juventud en la ciudad de Eusebio Ayala, en el
pueblo de Robustiano Velasquez.
A los dieciséis años de edad, tuve un muchacho que se gustaba de mi. Pero yo
era muy vergonzosa. Ambos vivíamos en el campo, en un ambiente familiar en
el que los padres tienen sus reglas dentro del hogar. Yo tenía muchos hermanos
y siempre respeté mucho a mis padres.
Este muchacho me quería de verdad, pero yo no a él. Era músico y se ganaba
la vida cantando. El había decidido que se quería casar conmigo, pero yo no
le tomaba su intención en serio. Venía a mi casa los días de visita, que eran
martes, jueves y sábados de siete a nueve de la noche. Y los domingos por la
tarde nada más. Nosotros nos veíamos siempre allí en mi casa y ni siquiera nos
besamos una vez.
Pero como decía que iba en serio que se quería casar conmigo, yo le dije que si él se quiere
casar conmigo, tiene que dejar de ser músico
y buscarse otro trabajo.
Se tomó en serio mi requerimiento y se fue a
trabajar cuando abrieron la represa hidroeléctrica tan importante entre Brasil y Paraguay. No
le fue difícil pues era un chico con estudios y
tenía ya como 22 años. Así que empezó a trabajar y a ganar muy buen dinero.
Volvió de nuevo a por mí, porque me quería,
pero yo no lo quería para mi marido. Como
no sabía que hacer le dije que viniera a hablar con mis padres de sus intenciones y que
si ellos quieren, pues si; pero si dicen que no,
yo no me caso.
Yo le conté a mi mamá que él iba a ir a hablar
con ellos, pero que yo no me quería casar aún.
Que le dijeran que no, que yo soy muy joven
todavía, porque en esos tiempos si tus padres
te decían que no, tu no ya no te casabas.
El se molestó mucho y me dijo que yo nunca
iba a encontrar mas a un hombre que me quisiera, que solo encontraría a uno como yo, que
me hiciera lo que yo le hice a él.
Con el tiempo él se convirtió en un hombre de
dinero, se casó y tuvo hijos. Yo también encontré un hombre al que quise y también me casé
y tuve a mis hijas.
Hace poco nos vimos de nuevo mucho tiempo
después y nos reímos juntos de esta historia.
Vicky Mendría González
Una rosa para María
Vivía en Istán y me gustaba una niña. Para acercarme a ella me hice amigo de
uno que era novio de su amiga.
En el pueblo era costumbre pasear por el arcén de la carretera los domingos.
Yo intentaba acercarme a ella y esperar una señal. Ella me la dio, se cambió
de sitio y así podíamos hablar. Fui aceptado en el grupo y, poco a poco, fuimos
congeniando en los paseos.
Un día a la entrada del pueblo, en el Arroyo Mataniños, había un rosal precioso
de un señor que conocía.
Le dije: “Paco, cualquier día te voy a robar una rosa para María”
-“Pues, cógela de aquí” y me enseñó las más hermosas que tenía. Yo cogí dos,
una para ella y otra para su amiga (con el permiso del novio, claro)
Aceptó la rosa. Eso significaba que todo iba sobre ruedas.
Después de un tiempo de paseos siempre en pandilla, fuimos a una cafetería,
la invité a bailar y me dijo que no.
Al siguiente fin de semana le dijo a su amiga que no salía: “Si Juan viene yo no
voy”.
No lo podía comprender pues creí que los dos nos sentíamos a gusto.
Más tarde, me enteré que sus padres se lo habían prohibido porque éramos
parientes retirados (nuestros padres eran primos)
Previamente, había comprado una rebequita rosa y quise regalársela. Ella dijo
que no la podía aceptar y yo le pedí que se la quedase.
Con el tiempo, he visto fotos en las que ella posaba con la rebequita rosa. Al
tiempo se casó con un Guardia Civil.
Aún hoy día cuando voy al pueblo en Semana Santa y cargo la Soledad ella
viene muy cerca de mí a encender la vela a la Virgen y aún nos miramos con
nostalgia.
Juan Canca Marín
A las diez en casa
Vivía en Algámita, un pueblo de la provincia de Sevilla, en una familia compuesta por mis padres, cinco hermanas y dos hermanos.
Al ser la tercera, recuerdo los preparativos de casamiento de mis dos hermanas mayores que se casaron en el pueblo.
En aquel tiempo las salidas consistían en pasear por la carretera los domingos y también por la calle del centro del pueblo, calle arriba, calle abajo. En
estos paseos nunca íbamos solas.
También solíamos ir al cine en la primera función, que era a las 20.30 h porque
además teníamos que estar en casa de vuelta a las 22.00 h. Si llegábamos más
tarde, nos castigaban a la semana siguiente sin salir.
Durante aquellos años todos trabajábamos en el campo en las faenas que tocase según la estación.
Veníamos de coger aceitunas durante el día y la tarde la empleábamos en preparar el ajuar de las primeras casaderas. Lo hacíamos entre todas.
Después de lavarnos las manos con agua caliente y lejía para que saliesen las
manchas de las olivas, nos poníamos a bordar; unas hacían punto de cruz y
otras bordaban a la luz del quinqué hasta que tuvimos luz eléctrica.
Como estaba mal visto la ociosidad, o estábamos trabajando o cosiendo, nada
de estar en la calle dando paseos cualquier día.
Así, bordábamos a mano las toallas, sábanas, mantelerías, talegas para el
pan… escuchando la radio en la cocina.
En el pueblo, era costumbre mostrar el ajuar antes de la boda para que las vecinas pasasen por allí a verlo. Lo que daba lugar a tema de conversación durante
unos días, tanto para bien como para mal.
El día de la boda se celebraba en el salón de cine que se preparaba para el
festejo. Se compraban dulces y bebidas. Todo el pueblo pasaba a felicitar a los
novios, tomaba algo, daba el regalito a los recién casados y se iba. Así, sencillamente se echaba un buen
rato.
Luego, se alquilaba un
taxi que llevaba a los padrinos y a los novios a
Morón para hacerse la
foto de novios.
Remedios Barroso Sánchez
(Foto de sus padres:
José Barroso Guerrero y
Remedios Sánchez Gómez)
Ilusión en la espera
Mi marido y yo somos de Villamartín.
Cuando nos conocimos, él prestaba servicio militar y yo trabajaba en una casa.
Vino con permiso y, por aquel entonces todas las amigas paseábamos juntas.
Se unía a nosotras e intentaba acercarse, pero yo iba en medio de todas hasta
que mi amiga me dijo:
-¿Por qué no te pones en la punta? que ya se está cansando de hablar con
nosotras.
Yo accedí y comenzamos la relación.
Cuando terminó el permiso se fue y comencé a recibir sus cartas. El problema
era que yo no podía leerlas. Así que, como su hermana y yo éramos amigas,
accedió a leérmelas y a escribir en mi nombre. También se lo hice saber a él.
Estuvimos de novios unos tres años y, durante ese tiempo nunca íbamos solos
porque estaba mal visto y siempre teníamos carabina, o íbamos acompañados
de amigos u otras parejas.
A la muerte de su padre quedó como jefe de familia. Eso significaba que tenía
que trabajar para mantener a su familia y ahorrar para casarnos.
Decidió emigrar al extranjero porque pensaba que pasaría demasiado tiempo
antes de casarnos. Marchó y al cabo de ocho meses volvió de Alemania.
Reformó una parte de la casa materna y, con la ayuda de familiares y amigos
arreglamos un pequeño salón, dormitorio, cocina, baño y patio. Lo justo para
comenzar con toda la ilusión una vida en matrimonio.
Al terminar la obra nos casamos.
Mi madre fue reuniendo el ajuar que necesitaba. A veces, me encontré con
utensilios repetidos porque la costumbre era regalar enseres de todo tipo: sartenes, cazos, molinillos de café…
Para la celebración acudimos a un bar donde se ofrecieron unas tapas y bebidas a la familia.
Después, con el dinero que habíamos recibido de la boda nos fuimos durante
cinco días por la zona de San Fernando, Cádiz, Jerez y vuelta a la que era
nuestra casa.
Por motivos laborales vinimos a la costa. En un primer momento él solo y al
poco tiempo, en 1967 con nuestros dos primeros hijos. Estuvimos en Ojén unos
siete años hasta que nacieron nuestros mellizos y luego nos trasladamos a San
Pedro de Alcántara.
Rosario Morato Méndez
Pedir la puerta
Yo les voy a hablar de mi noviazgo, el cual comenzó cuando una amiga me
dijo que había un chico al que yo le gustaba. La curiosidad me envolvió y pregunté acerca de él.
Sin reparo le dije que a mí también me gustaba y entonces nos presentó.
Empezamos a salir en grupo y luego con esta amiga y su novio.
Lo pasamos muy bien, pero al poco tiempo llegaron las ausencias por la mili.
Antes de irse le pidió la puerta a mi padre, que era una costumbre que en estos tiempos no se estila.
Se trataba de pedir permiso a mi padre para hablarme en casa. Él dio su consentimiento. Con esta costumbre se hacía saber que la relación era formal y
consentida por los padres.
Este protocolo creaba el status de novios formales. Se decía, “Fulanito ya entra en casa”. Y eso era ya cosa más seria. Un verdadero compromiso.
Durante el servicio militar nos carteábamos y nos intercambiábamos fotos.
Cuando llegó la jura de bandera su abuela, con la que vivía mi novio, pidió a
mi padre que yo la acompañara a este acto. Acudimos las dos y también otros
miembros de la familia: su padre, sus dos hermanos, el tío Francisco y los tíos
de Granada.
Lo recuerdo con mucha
emoción. Fue la ocasión
en la que conocí a su familia que me pareció encantadora y me hicieron
sentir muy querida por
todos.
Ana Mª Moreno Medina
(Foto:
Ana Mª Moreno Medina
y Juan Gallardo López)
El día más feliz
Conocí al que sería mi marido por medio de una amiga. Esta hizo de Celestina
pues a ambos nos dijo que el otro nos gustaba.
Nos hicimos novios y pronto se fue al servicio militar. En esos dieciocho meses
yo hice el ajuar. Todo bordado a máquina y a mano. La tela para las sábanas las
compré en un rollo por metro en la Línea donde estaban los grandes almacenes
en el año 1972.
Cuando se licenció empezamos a amueblar la casa poco a poco.
Y llegó el día de la pedida de mano. En casa de mis padres habíamos preparado una fiesta para recibir a la familia del novio, pero cual sería la sorpresa
cuando apareció toda la familia al completo: madre, tías, hermanos, cuñadas
portando regalos para mis padres, mi hermana y para mí. Según la tradición,
en Alhaurín el Grande, este acto se celebraba para solicitar de los padres de la
novia el consentimiento para que se celebrase la
boda. Entre risas se trataron los temas relativos a la fecha de la boda, invitados y demás detalles.
Llegó el día de la boda, un doce de septiembre de
1976 a las cinco de la tarde en la iglesia de San
Pedro Alcántara.
La anécdota fue en la celebración. Todas las mesas del banquete se habían preparado en un jardín. Comenzó a llover y todo quedó empapado,
menos la tarta.
Lejos de entristecernos, lo echamos a risas. Todo
fue muy bien y el día muy feliz.
Ana Morito Guerrero
(Foto: Ana Morito Guerrero y José González Ramírez)
En la flor de la vida
Mi adolescencia transcurrió en Ronda. Mi familia y yo vivíamos en una céntrica
calle en la cual mis padres regentaban un quiosco en el que se vendía casi de
todo, entre otras cosas, postales.
Yo solía trabajar en el quiosco para reemplazar a mi padre. En uno de esos días
conocí al que hoy es mi marido.
Al ver que vendía postales me preguntó si tenía alguna donde apareciera su
primo el Cordobés. Utilizó como excusa el parecido con el torero para entablar
conversación conmigo, aunque yo le veía más parecido con el cantante Raphael que en aquella época era mi ídolo.
Empezamos a vernos algunas tardes paseando por la alameda, aunque siempre acompañada de uno o varios hermanos ya que soy la mayor de catorce.
Las pasábamos comiendo pipas y cambiando pañales.
Durante el noviazgo me
ayudaba a tostar pipas
para venderlas en el
quiosco. Después me
acompañaba los días
que trabajaba y solía
esperarme hasta que
les daba la cena a mis
hermanos.
Alguna que otra vez, solíamos ir a un guateque
al que mis padres enviaban a algún hermano a
vigilarme.
Tres años después nos casamos. La anécdota fue que mis suegros no pudieron llegar a mi boda porque se les averió el coche alquilado. Y como podéis
imaginar en aquella época no teníamos asistencia en carretera.
Bella Rubio Sousa
Foto: Diego Sánchez Palma y Bella Rubio Sousa
Audacia
Mi familia y yo vivíamos en el término municipal de Olvera.
Mis padres tenían amistades con un matrimonio de Algámita y de vez en cuando los visitábamos.
Mis hermanas y yo aprovechando esta salida, dábamos paseos calle arriba y
calle abajo del lugar como era costumbre. Si se acercaba algún muchacho y lo
dejabas llegar hasta el final de la calle es que te gustaba. Si no te agradaba, te
parabas y le decías: “No quiero que des un paso más conmigo”. Eso significaba
que no interesaban sus intenciones.
En uno de esos paseos mi marido se arrimó y como me gustó, me resultó simpático, le dejé continuar.
A la tercera o cuarta vez que nos vimos quiso ir a casa de mis padres para formalizar nuestra situación.
Aquel día no sabía cómo contar a mi madre la llegada del que iba a ser mi novio.
Él esperó en la puerta el regreso de mi padre del trabajo y estaba nerviosísimo.
Al llegar, mi padre se puso alrededor de la chimenea, atizaba el fuego y como
no daba comienzo a la conversación, mi novio dijo:
-Mire usted que quiero salir con su hija.
-¿Tendrás buenas intenciones?- preguntó mi padre.
Sinceramente no le disgustaba porque sabía que era de una familia de Olvera
y le dio el consentimiento.
Cuando venía a visitarme pedía prestado el mulo a su cuñado pues tardaba
casi hora y media en el trayecto. Tenía que hacer el camino solo, campo a través, cruzando terreno de vacas bravas.
Pasaba miedo, sobre todo a la vuelta de aquellas visitas tan cortas y estrictas
porque en las conversaciones que teníamos siempre estaba presente mi madre.
A la vuelta se abrigaba con una manta, montaba en la mula y se dejaba llevar
por el animal que emprendía lentamente el camino de vuelta.
Una noche sintió unos pasos que lo seguían a corta distancia, no quería parar,
ni mucho menos mirar atrás, no se atrevía. En un momento de audacia volvió la
vista y se dio cuenta que nuestra yegua le seguía. Intentaba echarla para que
volviese, pero esta no obedecía, seguía tras el mulo. Tanto fue así que llegó
a Algámita con el animal persiguiéndole y tuvo que despertar al cuñado para
dejar a las dos bestias en lugar seguro hasta el día siguiente.
Poco tiempo después mis padres decidieron comprar casa en Algámita y nos
trasladamos a vivir allí. De esta manera, mi novio y yo éramos vecinos.
Una vez que se formalizó la relación ya quedaba sujeta a unas normas que a
mi juicio eran injustas y exageradas. Por ejemplo, no podíamos ir cogidos de la
mano por la calle porque estaba mal visto, si el novio estaba trabajando fuera
o haciendo la mili, no podía salir con las amigas, ni siquiera con mis hermanas
porque daba pie a que otro pretendiente se acercara, en fin…
Estuvimos de novios unos seis años. Durante la mayor parte del tiempo nuestra relación se basaba en cartas que iban y volvían desde Francia, Suiza y por
último, Barcelona.
Igualmente, mi padre y mis hermanas también marchábamos del pueblo para
trabajar en Ibiza.
A nuestro regreso coincidíamos en el pueblo para la recogida de la cosecha de
la aceituna.
A los veintiún años escribió una carta a mi madre pidiendo su consentimiento
porque pensaba volver al pueblo para casarnos.
Regresó unos días antes de la boda y nos entrevistamos con el cura.
Según la costumbre, mi madre expuso el ajuar para que las vecinas pasasen a
verlo. Un ajuar preparado entre mis hermanas y yo. Mi suegra me regaló el traje
de novia que compramos en Sevilla, mi madre los zapatos y el tocado con el
ramo de novia de mi hermana Dolores.
Así, nos casamos el 3 de marzo de 1974 en la localidad de Algámita.
Teresa Barroso Sánchez
Teresa Barroso Sánchez y
Salvador Almagro Cabello
Un guiño
Mi marido y yo somos de un pueblo de Almería que se llama Huércal-Overa.
Aunque somos parientes retirados no lo conocía personalmente. No habíamos
hablado nunca. Solo sabía que había tenido dos novias y que había roto la relación con ambas.
Por aquel entonces, estaba de vacaciones en el pueblo pues trabajaba en Alemania desde hacía un tiempo.
Ya con casi treinta años y sin sentar cabeza, su hermano mayor le aconsejó: “la
única que queda por allí es Teresa”
Así que “ni corto ni perezoso”, en unas Navidades, durante la matanza, llegó a
mi casa por sorpresa. No lo esperábamos y en un principio pensábamos que
venía a traer una mala noticia acerca de mi tía.
Pero, poco a poco, se descubrió porque me hizo un guiño y ya supe a qué venía.
Mi madre, mi hermana y yo fuimos a colgar los embutidos al soberao y les comenté: “Este viene muy equivocao”
Sin embargo, al bajar al salón cogió una silla y se sentó a mi lado, aparte. Hablamos y reímos y así empezó la cosa, así me conquistó.
Al terminar sus vacaciones marchó a Alemania y durante su ausencia nos comunicábamos por carta.
Al cabo de un año nos casamos un día 13 de enero de 1967 en Almería.
El vestido de novia lo hizo una modista y me hicieron un peinado con el que no
me veía favorecida. Así que no hay en casa foto de la boda.
En cuanto al banquete, en esa época había una empresa que preparaba el
convite en la propia casa. Se trasladaron con todo lo necesario para cocinar un
almuerzo para unas cien personas que acudieron a la ceremonia.
Prácticamente fueron los que decidieron el día que nos casábamos porque tenían tanto trabajo que solo les quedaba libre el día 13.
Yo tenía veintitrés años y él treinta y uno cuando nos casamos.
No tuvimos luna de
miel y días después
marchamos para Alemania. Allí empezamos a convivir, a conocernos y, cuando
nuestros hijos tenían
dieciséis y diez años,
decidimos empezar de
nuevo en San Pedro
Alcántara.
Teresa Parra Sánchez
Teresa Parra Sánchez y
Andrés Luis Parra Sánchez
Vecinos y conocidos
El noviazgo
Empezamos nuestro noviazgo siendo un poco mayores. Éramos vecinos de toda
la vida, apenas tres casas nos separaban, y dentro de mi cabeza no entraba la
idea de ser novios, mucho menos casarnos, sin embargo, surgió y estuvimos
varios años de novios.
Los dos trabajábamos en San Pedro. Yo salía de paseo con “las niñas” y él se
venía con nosotras.
Éramos de un pueblo de la sierra: Parauta. Los fines de semana lo pasábamos
en el pueblo. Él se iba el viernes y yo el sábado.
Tuvimos un enfado porque un viernes se fue de bares con los amigos, sin yo
saberlo, lo que hoy se conoce como despedida de soltero, y que entonces se llamaba “cobrarle el piso” y no llegó a mi casa hasta el sábado por la noche. Avisó
a mi madre para yo bajara de mi habitación, pero me negué a bajar. El domingo
volvió a insistir para hablar conmigo e hicimos las paces.
La boda
Nos casamos un 15 de Agosto en Parauta. Todo el pueblo estuvo invitado. Disfrutamos de un gran día con la familia y amigos Vino gente de los pueblos vecinos
y familiares y amigos desde Francia.
Lo celebramos en una casa muy grande que nos prestó un familiar. Mis hermanas y familia prepararon carnes, ensaladas, tartas y también tomamos vinos,
cervezas…
Mi luna de miel comenzó pasando mi noche de bodas en Ronda, en un hotel. Al
día siguiente nos fuimos a Granada. Estuvimos una semana allí. Después pasamos unos días en Ceuta y nuestra última parada era Sevilla, pero no llegamos a
ir porque yo no me encontraba bien y volvimos antes de lo previsto.
De nuestro matrimonio nacieron tres hijos.
Providencia y Ramón
Toda una vida por unas castañas
En el año 1952 conocí en una fiesta a Eusebio Montesinos. Mi prima me había
invitado a un tostón de castañas en su casa. El tostón era una pequeña reunión familiar y de vecindario alrededor de la chimenea donde se asaban las castañas, se
cantaba, se bailaba, se charlaba de todo un poco para pasar el roto. Esa tarde llegó
el hermano del novio de mi prima, un chico alto y delgado que se unió al tostón.
Un poco antes de que el tostón acabase, se acercó a mí y me dio unas castañas
peladas y nada más.
El siguiente encuentro fue en Montecorto, una pequeña pedanía de la Ciudad del
Tajo, Ronda. En esta ocasión, me vio en una de las calles del pueblo, me dirigió
unas breves palabras y seguidamente se apresuró a comprarme unos caramelos
en una tiendecita que había cerca y se marchó.
Yo no volví a verlo hasta una fiesta que organizó mi tío en su cortijo, “los Arrecines”.
En las fiestas que se organizaban en los cortijos se solía llamar a un hombre de
la zona que tocaba el acordeón, instrumento con el cual se amenizaba la velada.
Cuando llegué a la fiesta, él ya estaba allí con unos amigos. Hubo un cruce de
miradas y bien avanzada la fiesta se acercó educadamente a mí y me pidió bailar.
Petición que yo acepté tras pedirle el pertinente permiso a mi madre que también
estaba por allí.
Al finalizar la fiesta me pidió permiso para ir a visitarme a mi casa. Él me visitaba dos
veces por semana, los jueves y los domingos, así semana tras semana y durante
cuatro años. Durante las visitas nos sentábamos a hablar en la puerta de la casa en
compañía de: mi madre, mis hermanos o algún que otro familiar que pasara por allí.
Las tardes las pasábamos entre comentarios del campo, anécdotas que habían
sucedido y las puntadas de mi costura como era costumbre en aquellos tiempos.
Ya formalizada la relación íbamos en ocasiones a fiestas en los cortijos cercanos
y como era normal muy bien acompañados. La única forma de darnos un beso sin
que nadie nos viese era cuando íbamos de camino o de regreso en algún despiste
de los acompañantes, como cualquier pareja de novios de esos tiempos.
A los cuatro años de noviazgo decidimos casarnos. Para ello, él pidió mi mano a
mis padres.
Y así comenzamos a preparar y arreglar las cosas para la boda. Para la casa, mi
suegro nos cedió una vivienda que teníamos que arreglar para poder vivir allí. Este
lugar había sido un establo donde guardaban las vacas. Le hicimos una pequeña
reforma adaptándolo como vivienda acorde a nuestras posibilidades económicas y
posteriormente compramos los muebles.
El 23 de Noviembre de 1959 me casé, eso sí de riguroso luto. Por aquellos años,
cuando moría un familiar se guardaba muchos años de luto. Por ese motivo, y por
las estrecheces del momento sólo hicimos una sencilla ceremonia en la iglesia y
sin convite.
El viaje de novios lo hicimos en tren con destino a Sevilla, ciudad que estuvimos
visitando durante cuatro días. De aquí nos marchamos a la “tacita de plata”, Cádiz.
Nuestra intención al visitar Cádiz era ver a un familiar que hacía tiempo que no
veíamos donde estuvimos tres días, pasados esos días regresamos a casa en autobús hasta Ronda. Donde nos esperaba el hermano de mi marido con los mulos
para irnos a casa, que estaba a unos 25 Km.
Maruja González Aguilar.
La niñera y el jardinero
Paco y yo nos conocimos en mil novecientos setenta y nueve cuando trabajábamos en un lujoso chalet para una familia inglesa. La casa estaba situada en la
hermosa zona “El Madroñal” con vistas a la sierra y al mar.
Vine a España desde Inglaterra para trabajar de niñera interna. Cuidaba de una
preciosa niña de tres años llamada Sofía.
Cuando vi a Paco por primera vez en el jardín, me produjo muy buena impresión,
lo vi al sol, allí estaba con su precioso pelo negro al lado de una magnífica, azul y
brillante piscina. Tenía entre sus manos una redecilla, la cual sujetaba con fuerza
cuando estaba limpiaba la piscina. En aquel momento, me pareció, francamente,
un jardinero guapísimo.
Al pasar por mi lado, me sonrió complacido, me dio un fuerte apretón de manos
y dos besos en las mejillas, mientras yo estaba en la puerta de la cocina al lado
de la criada, Paca y de la niña Sofía, ilusionada.
Después de un par de meses coqueteando decidimos salir juntos,
y empezamos a salir primero con
amigos. Era octubre del mismo
año, fuimos a la feria de San Pedro con miembros de su familia
y nuestros amigos. Él me explicó
que las fiestas tienen su origen en
la conmemoración de Málaga a la
corona de Castilla por los Reyes
Católicos que entraron en la ciudad el diecinueve de agosto de
1487.
También me informó que la feria
de San Pedro era un evento importante, como la inauguración de la
misma, ya que iba acompañada de un espectáculo de fuegos artificiales. La feria
del centro en la que por primera vez y en compañía de Paco tuve la oportunidad
degustar vinos y tapas típicas. Todo ello acompañado de actuaciones en directo.
Fue ahí, donde oí por primera vez a Julio Iglesias. No olvidaré nunca aquella noche, recuerdo que bailamos mucho mientras Julio cantaba canciones como: “un
gorrión sentimental”, “seguiré mi camino” o “voy a perder la cabeza por tu amor”,
que voz más bonita; me convencí a mí misma que estaba verdaderamente enamorada de Julio, pero a mi lado estaba surgiendo un amor que había calado en
mi corazón.
Había oído hablar mucho sobre la ciudad de Ronda y me tenía intrigada especialmente “los viajeros románticos” que arribaron a Ronda en el siglo XIX. Era mi
sueño visitar este lugar. Paco me dio más información de Ronda, que era una
pequeña ciudad situada en la cima de un masivo afloramiento rocoso extendido
sobre un brusco acantilado de piedra caliza, me entusiasmaba la idea de visitar
esta maravilla lo antes posible.
La carretera de Ronda en 1980 estaba llena de curvas ciegas, muy estrecha y
en ciertas curvas con fuertes rachas de viento y en invierno aún más peligrosacon la abundante niebla. El día que fuimos por cierto por sorpresa, tenía mucha
ilusión y me sentía muy cómoda al lado de mi novio en su coche. Pensé- “conduce como un verdadero piloto de Fórmula uno”. Al llegar al destino después de
varias horas, me senté en el suelo un poco mareada pero no me importaba.
En el Puente Nuevo, un alucinante puente del siglo XVIII que cuelga a 100 m.
sobre el profundo Tajo y que une Ronda la vieja con la nueva. En este lugar fue
dónde me pidió que me casara con él. Lo acepte, gustosamente y él me dijo:
“Sandra” ¡Ten cuidado! Ya que suele dar vértigo al mirar hacia abajo.
Después de salir con él durante varios meses, Paco se había convertido en
el centro de mis pensamientos, sin darme cuenta, empecé a concentrar todos
mis esfuerzos para agradarle. Disfrutaba organizando su casa, cocinando y
haciendo las compras para él. Su apartamento de soltero necesitaba un toque
femenino.
Con el permiso y alegría de nuestras familias, nos casamos en el verano de
1980, en la bonita iglesia de Isdabe. Luego fuimos a Inglaterra de luna de miel.
Viajamos en coche hasta el norte de España. En el puerto de Santander cogimos un barco que nos llevó a Southampton.
Llevábamos casados felizmente, treinta y cuatro años. Hemos tenido dos niños
y dos nietas.
Tristemente, mi marido murió hace un año. Ha habido muchos recuerdos muy
bonitos en nuestra vida juntos. ¡Cuántas veces nos habíamos reído después de
aquel primer encuentro! Me acuerdo con mucho cariño cuando me regaló una
delicada caja de música con una elaborada escultura de una madre que acunaba a su hijo en sus brazos. Fue por mi cumpleaños “porque eres una madre
tan buena” me dijo.
Sandra Kubit.
La zancadilla
Me llamo Rosario seguidamente voy a relatar la historia de mi
noviazgo.
Realmente fue muy corto sólo duró un año. No éramos del mismo pueblo. Como nos veíamos muy poco fue muy bonito porque no hubo ningún enfado.
Lo conocí un día que estaba con mi padre en una calle céntrica
de Ronda. Como yo no lo había visto me puso el pie para que
tropezara y lo viera.
Mi padre al ver lo ocurrido le dijo:
- ¡Chiquillo, si te gusta dile algo pero no le pongas el pie que me la vas a matar!.
A raíz del tropezón, cuando mi padre estaba hablando con él, vimos venir a su
padre. Resultaba que nuestros padres ya se conocían.
Los dos padres se pusieron a hablar y nosotros aprovechamos y estuvimos
hablando de nuestras cosas también.
A partir de ese momento, empezó a venir al pueblo todos los domingos y nos
fuimos conociendo. Aún no entraba a casa. Cuando venía, salíamos todas las
amigas en pandilla.
Pasado unos cinco meses de conocernos, vino su padre a casa para hablar
con el mío. A partir de ese momento, empezamos a arreglar los papeles para
casarnos. Fue entonces cuando puedo entrar en casa, antes nada de nada.
Fue muy divertido, al año siguiente nos casamos, pero no tuve luna de miel porque no había dinero. La noche de bodas la pasamos en el Hotel Reina Victoria
de Ronda.
Rosario Montesinos
La edad: un impedimento
Cuando yo tenía catorce años conocí a mi novio; el que actualmente es mi marido. Lo conocí mediante el novio de mi hermana que eran íntimos amigos. Yo
estaba en el colegio, estudiando 7º de Educación General Básica.
Mis padres me pusieron muchos impedimentos para salir con él, porque era
bastante mayor que yo. Él tenía veintidós años. Por esa época se notaba mucho
la edad. Mis padres por nada del mundo querían que saliese con este chico.
Como estaba “coladita” por él nos veíamos a escondidas intentando que no nos
vieran. Sin embargo, mi hermano estaba siempre a ver si nos veían hasta que
nos vio y se lo dijo a mis padres. Entonces me castigaron y no me dejaron salir
durante un tiempo. Pero todo era para nada pues cada vez que salía a la calle
intentábamos vernos por todos los medios.
Un día mi padre me dijo que si quería salir con ese chico tendría que venir a
casa a hablar con mi padre. Y así lo hizo.
Mi novio fue a hablar con mi padre para pedirle que me dejara salir con él, pues
yo le gustaba mucho. Mi padre un poco reacio le dijo que era muy joven. Entonces, él le dijo que iba en serio y que lo que más deseaba era formalizar la
relación, que iba en serio.
Mi padre viendo que era un chico formal dio el consentimiento y empezamos
a salir. Estuvimos tres años y
medio hasta que pensamos en
casarnos porque él trabajaba
fuera. Él venía todos los fines
de semanas a visitarme, pero
suponía muchos gastos.
Entonces nos casamos, somos
muy felices. Y llevamos treinta y
siete años casados y tenemos
dos hijos.
Francisca Ruiz
CAMPANAS DE BODA
El día de mi boda
Yo estuve cinco años de novia con mi marido. Nos conocimos porque él trabajaba en un cortijo que había cerca de mi casa. Para verme tenía que venir a mi
casa, como eran los noviazgos de antes, con toda la familia allí.
Nos casamos en la iglesia de La Encarnación en Marbella, porque él se vino a
trabajar aquí.
Vinimos solo los mas cercanos de la familia, en varios coches y después de la
boda nos volvimos hasta Fuengirola, a casa de mi tía Isabel y celebramos allí
el convite. Mi madre preparó la comida y como éramos pocos, comimos en el
comedor de la casa de mi tía.
Cuando acabamos de comer nos fuimos al fútbol a ver un partido del Fuengirola, con unos amigos. Esa es la primera y última vez que yo he estado en un
campo de fútbol.
Después de eso, ellos nos trajeron en coche a la casa y allí pasamos nuestra
noche de bodas alumbrados por la luz de un quinqué de petróleo.
Lázara Villatoro Sánchez
El traje de novias viajo conmigo
Yo me fui a Londres en el año
1963 y allí estuve dos años. Por
entonces, Manolo y yo llevábamos de novios dos meses, así
que él le dijo a mi hermano que
le buscara un trabajo para venirse a Londres él también. Poco
después decidimos casarnos.
Al principio pensamos casarnos
allí en Inglaterra pero su madre
prefirió que nos casáramos aquí
en España, así que nos vinimos
aquí durante el mes que teníamos de vacaciones. Antes de
eso, un jueves que teníamos
libre fui con una amiga a una
tienda de Londres a comprarme
el traje de novia.
Cuando nos vinimos, el día 3
de octubre, ya estaba todo organizado: las tarjetas impresas
y repartidas a todos los invitados. Fue el año que cerraron la
frontera con Gibraltar, de modo
que el vuelo se desvió a Madrid
y nos tuvimos que quedar allí.
Veníamos en el mismo vuelo
mi hermano Pepe, mi cuñada
y un grupo de amigos que venían todos a la boda. La compañía aérea nos repartió por varios hoteles del
Retiro, a gastos pagados. Aquella mañana estuve a punto de dejarme el traje de
novia en un bar en el que desayunamos antes de coger el tren. Cuando nos íbamos, vi por la cristalera la caja con mi traje allí en la silla donde habíamos estado.
Desde Madrid nos vinimos todos hasta Algeciras en el expreso, un automotor,
también pagado por la compañía aérea. Mi sobrino llegó todo tiznado de hollín.
Primero tuvimos que ir a Cortes de la Frontera a casarnos por el juzgado, íbamos mi padre, él y yo. La boda por la iglesia fue en la Estación de Gaucín.
Como allí no había pastelería ni nada, el día antes de la boda tuvimos que ir
a comprar la tarta a Ronda mi suegro, él y yo. Fuimos de estación a estación.
La tarta era de un piso y la trajimos en el tren.
Al día siguiente me casé a las 9 de la mañana. Una vecina me dijo que Manolo ya
había salido para la iglesia, así que agarrada del brazo de mi hermano Pepe que
era el padrino, nos fuimos nosotros encabezando la comitiva por las calles y toda
la gente detrás. El traje no tenía cola pero si un rastreaito de modo que me lo tuve
que ir arremangando para poder pasar por las vías del tren camino de la iglesia.
Fuimos de viaje de novios a Granada y a Sevilla.
Ana Fernández Pérez
En el hotel
Yo conocí a Salvador cuando tenía catorce años, en un baile que había los fines
de semana en Marbella, en frente de La Alameda. Pero entonces no pasó nada
porque él tenía una novia.
Después me vine a trabajar al hotel El Rodeo y ahí me lo volví a encontrar seis
meses después. Poco después nos hicimos novios. El me llevaba siete años.
En el hotel trabajaba también un hermano mío, pero cuando le tocó irse a la mili,
mi padre, por evitar habladurías, me dio a elegir: o dejaba el hotel y me volvía a
la casa de mi madrastra o nos casábamos. Así que nos casamos en dos meses.
Yo tenía dieciocho años y el veinticinco.
La boda fue en la iglesia de La Encarnación, en Marbella. Me casé de negro,
que me acuerdo que le compré el vestido a una gitana. Antiguamente, solo las
que tenían parné se casaban de blanco. Y sin viaje de novios ni nada, nos vinimos a trabajar al día siguiente.
Al llegar, el hotel nos había preparado un desayuno a modo de celebración.
Y Franco, como yo estaba
asegurada, me dio las 3000
pesetas que me correspondían por la boda. Con eso
compré los muebles. Mientras encontrábamos donde
vivir, puse los muebles en
un almacén.
El hotel, como ya estábamos casados, nos puso
una habitación para los
dos, hasta entonces el
compartía habitación con
un compañero y yo con una
compañera. Allí pasamos la
noche de bodas. Dormíamos en una cama de un
cuerpo, menos mal que yo
por aquel entonces no pesaba ni cuarenta kilos.
Mas tarde alquilamos una
casa y cuando me quedé
embarazada, dejé el trabajo porque mi marido no
quería que trabajara.
Mariana Campos Guerrero
Los siete vestidos
A los dieciséis años me vine a España a trabajar. Cuidaba los niños de una
familia que vivía en el centro de Marbella. El que luego sería mi marido, me
conoció entonces y todos los días me esperaba cuando yo salía a recoger a los
niños para hablar conmigo y entablar una relación.
Yo soy de Tetuán y aquí en Marbella conocía a un señor que también era de allí.
Él tenía una hija de mi edad y éramos amigas. El que luego sería mi marido,
se había fijado en mí y pensó que yo era también hija de ese señor, así que un
día fue a pedirle mi mano a su padre para casarse conmigo, pero entonces se
enteró de que yo no era su hija, aunque sí un conocido de la familia.
Preguntando por mí, se fue hasta Tetuán a hablar con mis padres para arreglar
el compromiso. Mi madre estuvo de acuerdo, aunque yo no sabía nada aún.
Yo era muy joven y no había pensado en casarme todavía. No quería dejar Marbella ni el trabajo que tenía, pero en unas vacaciones que me dieron para que
fuese a visitar a mi familia, se acordó el compromiso y se organizó una fiesta
enorme como solemos hacer en mi país.
En esa fiesta se juntan las dos familias y se acuerda la dote que da la familia
del novio a la de la novia. También se ponen los anillos y vienen dos notarios a
firmar las actas matrimoniales. Después se acuerda la preparación de la boda.
En nuestro caso fueron cinco años los que esperamos, hasta conseguir el permiso de residencia. Nos casamos en 1996.
La fiesta de la boda duró tres días,
como es la tradición. La celebramos en Tetuán. El primer día es la
despedida de soltera. Vinieron todas mis amigas y cenamos juntas.
Las invité a un hammán. Al día siguiente se pinta la mano de la novia
con henna y después vino un grupo de música tradicional de Tetuán.
El tercer y último día se alquila un
palacio, una casa de varias plantas
donde se hace la celebración. A la
novia se le viste en la parte alta y
se le ponen siete vestidos. Con el
primero te bajan y todos te hacen
fotos. En ese momento no puedes
hablar ni nada. A partir del segundo
vestido ya puedes interactuar. Pero
ahí no se pasa la noche de bodas,
así que nosotros nos volvimos a mi
casa.
Al día siguiente nos fuimos para su
pueblo. Fueron doce horas de camino, allí en la casa del novio nos recibieron a los recién casados y nos
agasajaron con otra celebración.
Achoucha Chiki
Mi boda en Bogota
Voy a contar una anécdota que sucedió pocos días antes de mi boda.
Mi novio me pidió matrimonio y para celebrarlo decidimos invitar a la familia y
amigos a una cena preparada por él mismo.
Él era francés y decidió prepararnos un plato de su país llamado steak tartar.
Cuando estábamos sentados a la mesa, esperando el plato principal, descubrimos sorprendidos que se trataba de carne cruda aliñada con especias. Ninguno
de nosotros conocíamos eso y yo lo creí una desconsideración para todos los
invitados. Yo me enfadé muchísimo y me fui de allí. Fue una pequeña discusión
que aclaramos al día siguiente y nos reconciliamos.
Días antes de la boda fuimos mi madre y yo a recoger mi vestido de novia, tal y
como habíamos quedado con la modista, así como ropa de cama, mantelerías
y otros enseres para la casa. Para nuestra sorpresa descubrimos que la modista se había mudado de casa sin dejar rastro y se había llevado con ella mi traje
de novia y el resto de los encargos. ¡Tuvimos que conseguir otra modista que
en tan solo dos días me hiciera el traje de novia! La mujer trabajó día y noche
para poder tenerlo a tiempo para el día de la boda.
Por último, la noche antes de la boda, mi novio vino a darme una bella serenata
a casa de mi madre, acompañado por unos músicos que formaban parte de la
Orquesta Filarmónica de Bogotá. ¡Nunca lo olvidaré!
Anónimo
Una historia de mi juventud
Cuando conocí a mi marido, él ya tenía una novia desde hacía nueve años. Pero cuando iba a
verla y pasaba por mi calle se quedaba conmigo
y con mi hermana y allí se pasaba las horas,
contando chistes y riéndonos con él. Cuando llegaba la hora, se iba a su casa y se olvidaba de
ir a ver a la novia. Después de un año en ese
plan, se hizo novio mío.
Yo me casé el día 29 de enero de 1964. Fue una
boda muy bonita.
Por la mañana, antes de ir a la iglesia desayunamos todos juntos unos buñuelos que había
hecho mi suegra.
Nos casamos en la iglesia de La Parata, una pedanía de Huércal-Overa, en
Almería. Después fuimos a hacernos las fotos a un estudio y después a la
celebración en una casa de campo donde unos cocineros se habían quedado
preparando la comida en la cocina de la casa. Ellos lo hacían todo, ponían la
comida, las mesas también las traían ellos y las sillas, todo. Éramos doscientas
personas.
Después de eso nos fuimos a trabajar a Alemania y allí tuvimos dos hijos. Mi
hijo Francisco nació en enero de 1967 y Víctor nació en junio de 1977.
María Parra
Historia de mis padres
Mi abuelo trabajaba de guarda en la finca Alcuzcuz, término municipal de Benahavís, en la carretera de Ronda, muy cerca de San Pedro Alcántara.
Los vecinos de Benahavís y todos los sampedreños tenían la tradición de ir en
romería a esta finca para celebrar el día de San José. Subían por la carretera
de Ronda cargados de provisiones. Primero se celebraba la misa en la capilla y
luego se echaba un día de convivencia bajo la sombra de los chaparros.
Cuentan mis padres que se conocieron en la romería de San José. Al poco
tiempo se ennoviaron y pusieron fecha para la boda.
Mi abuela se encargó
de comprar el ajuar:
las mantelerías, las
toallas, las sábanas…
y, era costumbre que
las vecinas pasaran a
ver todos los enseres
que llevaba la novia.
Mi madre tenía diecinueve años y mi padre
veintisiete.
Se casaron en San Pedro Alcántara el día 26
de abril de 1972 y se
celebró la boda en el
bar Ratón a las doce
de la mañana.
Fueron de luna de miel
a Málaga, Granada y
Sevilla.
Yo nací quince meses
más tarde y mi hermana tres años después.
Yolanda Lara Mena
Francisco Lara Guerrero y
Dominga Mena Mena
De una boda sale otra boda
Esta es la historia de mi noviazgo. Estaba disfrutando de unas vacaciones en
Tánger durante el verano de 1991. Iba a asistir a la boda de la sobrina del que es
hoy en día mi marido. Fue este acontecimiento el causante de a ver conocido al
que fue mi primer y único novio. El Dios Eros con su arco estaba esperándonos
en la puerta de la casa nupcial.
Yo trabajaba en Marbella cuando conocí a la madre de la sobrina de mi futuro
novio. Esta me invitó a la boda de su hija en Marruecos.
Aquella tarde durante la fiesta, encontré a mi hombre en la entrada de la casa
donde se celebraba la ceremonia y posterior festín.
Los saludos no duraron más de cinco minutos. En ese mismo instante, sentí
algo en mi interior que me tiraba hacia ese deslumbrante hombre, la verdad es
que no sabía lo que era: quizás como hablaba, como vestía, su sonrisa… etc.
Lo cierto, es que fue el momento más feliz de mi vida. Desde aquel día intentaba sacar tiempo como fuera para ir a visitar a la familia de mi novio.
A la semana siguiente ya había cierta confianza entre los dos empezándose a
cuajar nuestra relación.
Estuvimos muy poco tiempo saliendo, a la seis meses empezamos los preparativos para la celebración del casamiento.
Como mi novio tenía su propia casa y montada como Dios manda a los siete
meses nos casamos. Fue una celebración muy sencilla y de corta duración
pues tenía que volver a la península para trabajar. Nos casó un juez de paz
en presencia de doce testigos. La luna de miel duró cinco días en un hotel de
Tánger.
Las bodas marroquíes son diferentes a las españolas pues tienen una duración
de unos tres días, dependiendo de la situación económica y de la dote que da
el novio a la novia.
El primero de los días entronca directamente con la idea de la boda como el inicio de una nueva etapa en la vida de la mujer (el cambio a un nuevo estadio de
madurez). En ese sentido, lo que se produce a nivel simbólico es un proceso de
purificación que termina concretándose en una visita al baño público árabe por
parte de la novia, acompañada de amigas y familiares.
Ese día, además de realizarse una serie de ceremonias rituales ligadas a esa
idea de purificación y deseo de buena suerte, socialmente tiene su sentido en
un encuentro entre la novia y las personas más allegadas; una reunión más
íntima previa a la celebración que se producirán después. Por establecer paralelismos con el mundo occidental, podrían compararse a nuestras despedidas
de soltera.
Siguiendo con el proceso de preparación frente a la nueva etapa, el segundo
día será el momento en que se le practique a la novia un ritual de protección,
formalizado con los conocidos tatuajes de henna. Éste se aplicará en las manos
y en las piernas, siendo habitual contratar a una profesional para tales menes_
teres, aunque también pueden encargarse de ello los familiares de la novia.
Lo más habitual es que se graben pasajes del Corán, además de los conocidos diseños geométricos y florales. Después de ello dará comienzo una comida
familiar, que puede entenderse como un término medio entre lo íntimo del día
anterior y la gran celebración del día siguiente.
Y llegamos al momento de la celebración de la boda en sí. Como ocurre en Occidente, tendrá lugar en un espacio sensiblemente diáfano (normalmente una
gran jaima en plena calle), donde los invitados se sentarán alrededor de diferentes mesas. Como no puede ser de otra forma, la novia tendrá que hacerse esperar, y previamente los invitados beberán leche y comerán dátiles como inicio
de la ceremonia hasta que la novia haga su aparición, acompañada de música y trasladada en una carroza que cargarán amigos y familiares.
A partir de entonces la pareja presidirá la ceremonia en un sillón central, y el
convite seguirá su desarrollo natural, aderezado con cantos, bailes y cambios
de vestido de la novia que, junto con el resto de detalles lujosos que caracteriza esta celebración, servirá para hacer gala del estatus económico que se le
desea a la nueva pareja. Entonces, en cierto momento de la celebración, los
amigos del novio trasladarán a la novia a la casa de sus suegros, para darle la
bienvenida y que dé lugar la noche de bodas.
Mouna Youssef
VIAJE DE NOVIOS
Mi viaje de novios
En mi viaje de novios lo pasamos muy bien. Fue en el mes de abril, nos fuimos al día siguiente
de la boda.
Estuvimos una semana en Granada. Nos instalamos en el Hotel Ana María. En esa semana
paseamos mucho y nos vimos todos los monumentos de la ciudad. Una de las cosas que
mas nos gustó fueron los jardines de La Alhambra, las flores y las fuentes donde caía el agua.
También nos gustaron todos los recintos interiores, el palacio de Carlos V , los baños de Comares, pero sobre todo El Patio de los Leones.
También paseamos por El Albaicín, con sus típicas tiendas de cerámica, sus casas de estilo
árabe y muchos tablaos flamencos y restaurantes donde se comía muy bien.
Estuvimos en Sierra Nevada y nos montamos en el teleférico y llegamos hasta la parte mas
alta de la estación. Fuimos a ver la imagen de La Virgen de las Nieves y jugamos a hacer bolas
y tirárnosla. Yo nunca había visto tanta nieve en mi vida. Nos lo pasamos muy bien.
Amelia Morales Abelaira
Mi boda y mi viaje de novios
Mi marido y yo nos conocimos en la feria de El Ángel. Los dos éramos de allí aunque solo nos conocíamos de vista. El tenía diecinueve años y yo quince.
Durante una época se puso malo, tuvo una larga enfermedad y mi padre y mi
madre no me dejaban ir a verlo por no despertar las habladurías, aunque si mis
amigas venían conmigo, si me dejaban.
Estuvimos nueve años de noviazgo.
El se colocó a trabajar en el Puerto Banús, así que cuando teníamos un dinerillo
ahorrado, decidimos casarnos. Mis padres nos ayudaron. Y su padre, que tenía un
solar, le hizo una casa a cada uno de sus hijos.
El traje de novia me lo hicieron en Málaga, a mi madre le encantaba vestirme muy
bien.
Nos casamos en la iglesia de La Encarnación, en Marbella, un 24 de septiembre.
Llegamos en dos taxis, en uno iba el novio y la madrina; en otro el padrino y yo.
Alquilamos un autobús de la empresa Pérez de Istán para poder llevar a todos los
invitados y lo celebramos en el centro, en lo que hoy es el edificio Dunia.
Después de la boda, mi marido alquiló un Seat seiscientos y nos fuimos de viaje
de novios a Sevilla, hicimos noche en un restaurante con habitaciones. Estuvimos
de viaje una semana.
Después nos vinimos a
San Pedro y nos quedamos aquí una semana más
antes de irnos de nuevo
para Madrid. Fuimos a Cádiz a recoger a un familiar
nuestro al que íbamos a
acompañar para dejar a
su sobrino en el colegio de
huérfanos de la Guardia
Civil, en Valdemoros, Madrid y nos quedamos otra
semana mas. Aquello fue
como otro viaje de novios.
Ana Ortiz Ortiz
Destello en la sonrisa
Nos conocimos en San Pedro. En un salón de baile él me sacó a bailar. Desde el
principio me llamó la atención un diente de oro que tenía y que hacía agradable su
sonrisa. Quedamos citados para el siguiente domingo y así continuamos nuestra
relación de domingo en domingo.
Estuvimos noviando cuatro años. Si alguna vez discutíamos el motivo era el fÚtbol:
cuando había partido que quisiera ver llegaba tarde a recogerme.
Nos casamos el 19 de abril de 1.970 a las 12:30 de la mañana, en la iglesia parroquial de San Pedro de Alcántara, Lo celebramos en el bar de “El Ratón”, acompañados por familiares y amigos.
En nuestro viaje de novios recorrimos varias ciudades de Andalucía: fuimos a
Sevilla durante dos días, coincidiendo con la feria de abril; luego a Córdoba y por
último Granada. En estas dos ciudades también estuvimos dos días.
En un bar de la ciudad de Granada olvide la cámara de fotos que me había prestado
mi hermano, afortunadamente el camarero la había recogido y pude recuperarla.
A los dos meses de casados discutimos por una apuesta sobre un partido de futbol
internacional, creo que era España – Brasil. Apostamos que si España perdía él
me daba 1.000 pesetas y si ganaba yo se las daba a él. Perdió España y se cabreó
de tal manera que me dijo que no era española, que era gafe y estuvimos casi
una semana sin hablarnos, ni siquiera comíamos juntos. Cuando hay futbol no se
puede hablar en mi casa.
De nuestro matrimonio han nacido tres hijas.
Paqui y José
PIROPOS, DICHOS Y CANCIONCILLAS
Duelo entre mujeres
“Desde que te estoy mirando,
carita de sardina frita,
que eres capaz de dar un susto
a las ánimas benditas.”
“Ese novio que tú tienes,
cuando quieras te lo quito,
y me divierto con él
como si fuera un perrito.”
María Muñoz Marín
“Ese novio que tú tienes,
antes que tuyo fue mío
diviértete lo que puedas,
con lo que yo no he querío.”
Teresa Parra Sánchez
Juan Rodríguez Muriel le decía a su esposa:
Elena, si porque te quiero, quieres que te quiera más,
¿qué más quieres?, ¿quieres más?
Elena González Morales
Saludo de amigos (Uno de ellos vendedor de castañas asadas)
¿Cómo siguen de salud sus hijas? ¿Cómo se encuentra su esposa? Hace
tiempo que no las veo, ¿siguen siendo tan hermosas?
El pobre hombre que se creía que a las castañas se refería le ha contestado
muy complaciente:
-A todas horas que usted las quiera están calientes.
Dolores Vega Cabeza
Entre vecinas
“-Mire usted, señora Josefa, anoche me salió un novio ¡Ay qué novio! que
no se quitaba la gorra ni pa despedirme, pero vino un remolino de viento y se
descubrió el misterio y es que tenía una calva ¡Ay qué calva! que se podía escribir el mapa de España y quedaba sitio para poner un quiosco”
Juana Cabeza Moscoso
Una vieja muy vieja
se lo miraba y decía:
“A este candil, cuando nuevo,
no le faltaba torsía”
María Morales Ríos
Señores, yo me casé
de mí no se escriban letras
que de casado a soltero
es mucha la diferencia.
Pepita Villalba
No hay amor como el primero
aunque el segundo más valga
porque el primero se lleva
las ilusiones del alma
No hay amor como el primero
yo digo que no es así,
para querer al segundo
al primero aborrecí.
Antonia García Contreras
“No te fíes de los hombres aunque los veas llorar
que son como los pepinos, que amargan por temporás”
Antonia García Contreras
PARA REFLEXIONAR:
“Mujer divertida menos la mía”
“La mujer en casa y con la pata quebrá”
“Bueno, por lo menos no ha tenido novio ni ha estado con nadie”
DICHOS
“Cobrarle el piso”.-Despedida de soltero
“Pelar la Pava”
“Romper una teja”.-Confirmar una relación.
“Dorar la píldora”
“Pedir la puerta”.-Consentimiento paterno para la entrada en casa.
“El amor es ciego pero los vecinos no”.
“Cuando a mi marido se le ponen los ojos color poleo yo ya ni veo”.
“El amor lo creo Dios con los ojillos vendados, por eso viven a ciegas todos
los enamorados”.
“La mujer que quiere a dos, no es tonta que es advertía, si se le apaga una
luz, la otra queda encendida”.
PIROPOS
“Eres más bonita que la nieve en el barranco, que la rosa en el rosal y la azucena en el campo”.
“Eres tan bonita que al verte el sol se eclipsó”.
“Una noche muy bonita en tus ojos me miré fue tan dulce tu mirar que de ti me
enamoré”.
“Eres como un capuchino: dulce, caliente y me pones nervioso”.
“Tus labios son como el vino y yo me quiero emborrachar”.
“Un lápiz sin punta no puede escribir, y yo sin tu amor no puedo vivir”.
“Dichosos los ojos que te ven y afortunadas las manos que te toquen”.
TRABALENGUAS
Quiero y no quiero querer,
Si porque te quiero,
a quién no queriendo querer,
quieres que te quiera mucho más,
he querido sin querer,
te quiero más que quiero,
y sin querer estoy queriendo.
¿qué más quieres?,
¿quieres más?,
¡te quiero!
Recogido por Antonia García Contreras
Ana Pimentel
Ana Pimentel
Ana Pimentel
“Día Internacional del Libro 2016
Textos y fotos de los alumnos de Formación y Cultura Básica de
San Pedro Alcántara y Nueva Andalucía”
Mientras que en la última página y a modo de cierre:
“Fotos originales cedidas por los alumnos y alumnas del Formación y Cultura Básica
de Arte y Cultura de San Pedro Alcántara y Nueva Andalucía.
Diseño y maquetación: Gabinete de Diseño O.A.L. Arte y Cultura
Profesores: Antonia García Contreras
Isabel Valle Gómez
Isabel Sánchez Villalba
Gregorio García Sevillano
Coordinación: Javier Mínguez Caballero”
ARTE Y CUL TURA
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