ECONOMÍA Domingo 03 de Abril de 2016 - 12:00am Acceso a la información posibilita ingreso a la educación superior Foto: Archivo particular Estudiantes en clases en institución de educación superior. POR: UNIVERSIDAD DEL NORTE Hoy, los jóvenes tienen varias opciones de subsidios económicos para la realización de sus estudios profesionales, pero en muchos casos las desconocen. Pese a que en los últimos años Colombia ha hecho esfuerzos importantes para mejorar los índices de cobertura de la educación superior de la población joven, las cifras del Ministerio de Educación todavía no son alentadoras: en 2014, el 53% de los bachilleres no logró acceder a este nivel de estudios. Según datos de la Unesco a 2013, Colombia presenta una tasa de cobertura de educación superior inferior al promedio de América Latina y El Caribe, con 45%, por debajo de países como Chile (74%), Argentina (76%) y Uruguay (73%). De acuerdo con el equipo del Observatorio de Educación del Caribe Colombiano (OECC) de la Universidad del Norte, las principales causas se deben al contexto económico desfavorable de una gran proporción de la población que egresa de la educación media y la limitada oferta de cupos de las instituciones de educación superior pública. Es por eso que en la actualidad cobran importancia programas enfocados a impulsar el acceso a la educación a jóvenes de escasos recursos. Un buen ejemplo es “Ser pilo paga”, el cual ha abierto una oportunidad a miles de jóvenes colombianos. Sin embargo, esta no es la única opción disponible, existen muchos programas de becas, financiamientos y alternativas para el acceso a la educación postsecundaria, los cuales en gran parte son desconocidos por las personas que podrían aprovecharlos. Resultados de una investigación de Andrea Arroyo, economista de Uninorte, indican que el capital social familiar y las redes comunitarias pueden contribuir a disminuir esta disparidad de información y permitir el acceso de los jóvenes a una carrera técnica, tecnológica o profesional. Capital social La terminología capital social surge desde la desvinculación meramente económica del concepto de bienestar. Se entiende como el conjunto de redes de contactos sociales que favorecen la coordinación y cooperación para la consecución de beneficios mutuos, mide los valores compartidos que fomentan la cooperación social; un capital difícil de percibir en términos monetarios. ¿Cuál es su relación con la educación? “El capital social eleva la disponibilidad y difusión de la información, disminuye el costo de adquirirla y transmitirla. Asimismo, establece puentes para llegar a las personas que pueden ayudar a hacer cumplir las normas de logro. Finalmente, apoya la navegación por el sistema de admisión de educación postsecundaria”, explica Arroyo. El capital social permite gestionar y movilizar recursos, información y activar mecanismos de cooperación entre los agentes, para tomar ventaja de nuevas oportunidades, en particular en el ámbito educativo. Para el OECC, los principales obstáculos tienen que ver con la forma en que esta información logra integrarse a procesos estructurados de orientación socio-ocupacional en las instituciones educativas. “La implementación de estos procesos se ha convertido en uno de los principales vacíos a la hora de fortalecer la transición adecuada de la educación media a la educación terciaria”. De acuerdo con Arroyo, esto se puede dilatar en la medida en que se incrementa la participación de organizaciones formales de corte cultural, comunitario, étnico, educativo, sindicatos u organizaciones políticas. Incluso, para las familias de los jóvenes de bajo ingreso, el beneficio es mayor en un 14% respecto a los jóvenes de ingreso medio o alto. “Las familias con ingresos bajos movilizan y aprovechan mejor los beneficios derivados del capital social para que sus hijos accedan a educación superior”, comenta la economista. En Colombia, según la muestra estudiada por Arroyo en su investigación, cerca del 58% de los jóvenes no accedió a educación postsecundaria, el 18% accedió a educación profesional, el 16% a educación técnica y el 7% a una carrera tecnológica. En las zonas urbanas un 51% de los jóvenes no continuó sus estudios postsecundarios, mientras que en las zonas urbanas la cifra asciende a un 70%. El capital social permitiría a las familias colombianas aunar esfuerzos, desde la base de sus vínculos sociales, para consolidar la inmersión de sus hijos bachilleres en la vida universitaria, lo que implicaría avances en las cifras de acceso a la educación superior y, por tanto, en las condiciones de igualdad de las oportunidades educativas para Colombia. Las familias de bajos ingresos tienden a participar en un mayor número de organizaciones para alcanzar ciertos objetivos económicos cuyo logro se ve limitado debido a sus restricciones financieras. Mientras que la participación de las familias de altos ingresos puede reflejar una inversión voluntaria en una red de obligaciones sociales para la búsqueda de un bien común. Redes de los colombianos Según los datos estudiados por Arroyo, Colombia tiene niveles bajos de capital social: el 63% de los colombianos no participa en ningún tipo de organización, el 34% de las familias participa en entre 1 y 3 organizaciones, y un 2% pertenece a entre 4 y 9 organizaciones, definidas como redes de personas o comunidades en torno a un tema en común, como los partidos políticos o grupos de la iglesias. Al examinar la participación de las familias en organizaciones por el tipo de zona, se encuentra que el capital social es superior en zonas rurales, donde el 55% de las familias reportó pertenecer a por lo menos una organización; en zonas urbanas, el 22% de las familias lo hace. Esta disparidad podría deberse al alto grado de participación que reportan las familias rurales en agremiaciones de productores. A nivel regional, el pacífico colombiano manifiesta la tasa de participación en organizaciones más alta de las zonas urbanas, con un 36% de las familias en al menos una organización. La región Oriental (28%), la región Atlántica (23%) y Bogotá (21%) arrojan niveles de participación similares, mientras que la Central queda rezagada al último lugar: el 85% de las familias no participa en ningún tipo de organización.