ISSN: 0185-3716 D E L F O N D O D E C U LT U R A E C O N Ó M I C A M AY O 2 0 1 3 aaaa Rubén Bonifaz Nuño Una vida iluminadora Además 200 AÑOS DE RICHARD WAGNER Rubén Bonifaz Nuño, el poeta triste, fue un escritor lleno de optimismo, de pasión por la cultura y de curiosidad desbordada — PÁV E L GRANADOS 509 Ilustración: D E TA L L E D E L A P O R TA DA D E E L A L A D E L T I G R E , D E R U B É N B O N I FA Z N U Ñ O ( F C E , 1 9 6 9) E DI TOR I A L 3 Entre el inicio y el fin Nada más sucede ALINE PETTERSS ON RUBÉN BONIFAZ NUÑO. UNA VIDA ILUMINADORA ————————— 7 Alianza con el prójimo VICENTE QUIRARTE 8 El poeta y su editor R A FA E L VA R G A S 10 Poeta triste, hombre feliz PÁV E L G R A N A D O S 12 Una mirada más allá de la luz BERNARDO RUIZ ————————— 15 Wagner Mecenazgo e influencia DANIEL SNOWMAN 18 U na muerte y un nacimiento son los ejes en torno de los que gira esta entrega de La Gaceta. En sendos festejos, llevamos la mirada primero hacia el fallecimiento de Rubén Bonifaz Nuño, no para lamentar el fin de esa vida iluminadora sino para insistir en los muchos y muy diversos brillos de su existencia, y luego orientamos los oídos hacia el músico más polémico de la historia, tanto por sus composiciones como por su pensamiento. Esperamos que en ambos ejercicios celebratorios domine la alegría y la satisfacción por encima del justificado duelo y la posible animadversión estética. Dijo Bonifaz Nuño en Albur de amor que “Quizás una sola vez se vive”, pero su vida es un feliz contraejemplo, pues la suya fue muchas vidas: la del dúctil investigador universitario, la del traductor minucioso y fiel sus versiones versificadas de textos griegos delatan un apego a la forma sólo posible por su solvencia técnica para hacer poesía, la del erudito lector y el desenfadado hilvanador de versos, la del profesor que lleva el aula consigo a todas partes, la del militante defensor del legado prehispánico. Cada una de esas opciones vitales, cumplida a cabalidad como en su caso, lo habría hecho figurar entre lo mejor que ha dado nuestro país; que en todas haya destacado convierte a Bonifaz Nuño en un hito de nuestra cultura. El Fondo, editor de una parte sustantiva de su obra lírica, rinde así un homenaje al modesto poeta que hace seis décadas trajo sus Imágenes al naciente catálogo literario de esta casa. En el cariño de quienes escriben sobre don Rubén se confirma lo que auguró en “Acaso una palabra”: “al despedirme, / lo más mío de mí se precipita / afuera, y busca y toma lo que amo”. Agradecemos especialmente el apoyo de Paloma Guardia, asistente personal de don Rubén por más de tres décadas, quien rastreó las imágenes del poeta que ilustran este festejo. Igualmente excepcional fue la vida de Richard Wagner, compositor iconoclasta, filósofo apasionado, agitador político sin demasiada suerte, vivales con sus prestamistas, enamoradizo, libretista grandilocuente y genialmente vanidoso. Hace un par de años publicamos una obra sobre su relación con los pensadores de su época y ahora nos aprestamos a lanzar una muy original historia social de la ópera; con reseñas, ensayos y adelantos de esas obras entonamos desde aquí un cántico de celebración por los dos siglos que habría cumplido Wagner en este mes. Nacer, morir: y en medio, leer.W Música de y para filósofos RALPH BLUMENAU 20 José Carreño Carlón León Muñoz Santini D I R E C TO R G E N E R A L D E L F C E ARTE Y DISEÑO Tomás Granados Salinas Emmanuel Peña D I R E C TO R D E L A G AC E TA F O R M AC I Ó N Alejandro Cruz Atienza Juana Laura Condado Rosas, María Antonia Segura Chávez, Ernesto Ramírez Morales J E F E D E R E DAC C I Ó N En busca del revolucionario Richard Wagner Ricardo Nudelman, Martha Cantú, Alejandro Valles Santo Tomás, Nina Álvarez-Icaza, Alejandra Vázquez C O N S E J O E D I TO R I A L V E R S I Ó N PA R A I N T E R N E T Impresora y Encuadernadora Progreso, sa de cv IMPRESIÓN ROBERTO GARCÍA BONILLA 22 CAPITEL NOVEDADES M AYO D E 2 0 1 3 Suscríbase en www.fondodeculturaeconomica.com/editorial/laGaceta/ lagaceta@fondodeculturaeconomica.com www.facebook.com/LaGacetadelFCE La Gaceta del Fondo de Cultura Económica es una publicación mensual editada por el Fondo de Cultura Económica, con domicilio en Carretera Picacho-Ajusco 227, Bosques del Pedregal, 14738, Tlalpan, Distrito Federal, México. Editor responsable: Tomás Granados Salinas. Certificado de Licitud de Título 8635 y de Licitud de Contenido 6080, expedidos por la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas el 15 de junio de 1995. La Gaceta del Fondo de Cultura Económica es un nombre registrado en el Instituto Nacional del Derecho de Autor, con el número 04-2001-112210102100, el 22 de noviembre de 2001. Registro Postal, Publicación Periódica: pp09-0206. Distribuida por el propio Fondo de Cultura Económica. ISSN: 0185-3716 F OTO G R A F Í A D E P O R TA DA R U B É N B O N I FA Z N U Ñ O E N L A E S C U E L A N AC I O N A L P R E PA R ATO R I A , 1 9 4 0 , A R C H I VO P E R S O N A L D E R B N 2 M AY O D E 2 0 1 3 P O ES Í A Este mes cumple 75 años la versátil Aline Pettersson. Comienza a circular también en estos días Ya era tarde, un melancólico poemario en el que de pronto, aquí y allá, explota el optimismo: por un hallazgo casi milagroso, por una idea serena, por algo simple comprendido de golpe. Compartimos aquí esta suerte de canto a un dios vegetal, testimonio de la falsa quietud que deja el tiempo a su paso Nada más sucede ALINE PETTERSS ON rumor vegetal caligrafía imperturbable del tiempo deshaciéndose en un cerrar de ojos en un caer de hojas al estanque de la edad última. No se altera el agua al toque breve oro, oropel de la tercera estación tan ligero tan pesado en su peso de planta desgajada, caduca. La rama es espacio donde en su agónica lucha un puño de hojas prolonga su arrogancia mezquina. Mas el verde furor recomienza aniquilando residuos que aún perciben armonías de un canto arrebatado por los dedos suaves del aire más constante que el poderío del follaje que el flujo vital de la savia. El débil estertor vegetal escurre hasta el líquido abismo que ha de engullirlo. No se turba con la brizna la superficie del agua. Y nada más sucede.W M AY O D E 2 0 1 3 a 3 4 a M AY O D E 2 0 1 3 Fotografía: L E Ó N M U Ñ OZ S A N T I N I DOSSIER Una luz constante, poderosa, vivificante, emanó siempre de la vida de Rubén Bonifaz Nuño. Poeta a la vez innovador y apegado a las formas puras, estudioso y heredero de varias tradiciones clásicas, maestro de lo sublime y lo trivial: en estas páginas un puñado de lectores, alumnos y amigos (o todo ello al mismo tiempo) se dejan iluminar por esa vida que biológicamente cesó en enero de este año, pero que literariamente sigue en plenitud Rubén Bonifaz Nuño Una vida iluminadora M AY O D E 2 0 1 3 a 5 6 a M AY O D E 2 0 1 3 Fotografía: L E Ó N M U Ñ OZ S A N T I N I RUBÉN BONIFAZ NUÑO. UNA VIDA ILUMINADORA Ejemplar: así fue la vida de Bonifaz Nuño. Con devoción y entrega absoluta, cultivó la literatura (y obtuvo abundante cosecha). Con generosidad, compartió lecturas y saberes, minucias y pasiones. Aquí, uno de sus más notables seguidores —tal vez al propio Bonifaz le habría divertido considerarlo su fan— recuerda al hombre de cumplida trayectoria que tantas luces dejó a su paso ENSAYO Alianza con el prójimo VICENTE QUIRARTE R ubén Bonifaz Nuño tuvo que despedir de esta vida a varios de sus hijos y hermanos por elección. Cuando le correspondió hablar de quienes lo antecedieron, lo hizo con sobriedad viril y eficaz brevedad en las palabras. Entonces no acudía al heroísmo de su buen humor: lo destinaba a curar las heridas en pudorosa soledad o en la cercanía de sus íntimos. A esa herencia suya me aproximo ante la certeza, cada día creciente, de no tenerlo más entre nosotros. Para evocarlo nos fortalece el orgullo de haber disfrutado de una vida mayúscula que iluminó la existencia de los otros. Apenas comenzamos a sentir su ausencia porque sus palabras, su calor y su estoicismo siempre estuvieron y estarán con nosotros. La primera persona del plural no es una figura retórica: el poeta supo crear una falange de los hijos que no tuvo pero tiene. Forjó un nosotros solidario, alegre y poderoso. No hubiera querido para nosotros la tristeza. Al menos, no que la exhibiéramos. Le hubiera gustado saber que su Poesía completa se presentó el día de la bandera, él que de manera natural y como si fuera una religión, creía en la patria y sus héroes verdaderos, esos que la sostienen en invisibles, poderosos andamios. Juárez y Bolívar le eran tan próximos como Catulo y Ulises. Creyó en el heroísmo y lo cultivó de manera natural en los actos diarios de su fecunda existencia. Tuvo la cortesía de darnos tiempo para despedirnos lentamente de él. Desde hace varios años se había despedido de la vida y soportó con estoicismo la proximidad de la sombra, escribiéndole versos en un volumen muy mexicano y muy clásico, juguetón desde el título, Calacas, que se incorpora en un libro independiente, hermosamente editado, para formar parte de su Poesía reunida en una armadura que la protege para librar mejor sus batallas. Lo acompaña como escudero el lúcido ensayo del poeta granadino Luis García Montero. A uno de los poemas de Calacas me aproximo, en homenaje a mi maestro y para que la risa nos ayude a respirar, esa risa que tantas veces compartimos con él: Ya ni la amuelas, Flaca: embistes en guerra contra un montón de harapos. La armazón me cariaste, entumes, por ti apolilladas, mis bisagras; Tapiaste mis vidrieras, sordos, taponas mis abrevaderos, paralizas mis malas pulgas. Me alegro empero, propulsado por las hélices del a.d.n. al tacto me acojo, a las quincenas. O ellas pasan: dan su olor a nardo. Que en habiendo viejas y dinero, Pinche Pelona, me das risa. M AY O D E 2 0 1 3 Rubén nos enseñó a reírnos de nosotros mismos y a no tomar la vida en serio precisamente porque la vida es una cosa tremendamente seria. Nos indicó el camino para leer detenidamente las tiras cómicas de Charlie Brown y por qué Schulz era un sabio observador de la conducta humana, particularmente de los niños. Snoopy y Woodstock —a quien Rubén prefería llamar en su traducción española de Plumita— lo ayudaban a mantener la lealtad al infante que nunca dejó de ser, como cuando, en franca provocación vanguardista, en un happening relampagueante se paseaba por la Torre de Humanidades con su casco de piloto de la Segunda Guerra Mundial. Por fortuna para la gran poesía que iba a labrar, el niño de pantalón de peto que en una fotografía tomada seguramente en el barrio de San Ángel ofrece íntegramente su sonrisa, creció para convertirse en el joven melancólico que se aferraba al barandal de la Escuela Preparatoria. Al encontrarse con seres aún más amargos que él, seguramente brotó aquel poema estremecedor que generaciones sucesivas aprenden de memoria, y cuyo verso final —“para los que están armados, escribo”— puede ser leído como manifiesto de admiración a los marginados, los que por no tener nada tienen todo. Si el humanista es, como quería Cervantes, un pensador que jamás es mozo, un niño que nace viejo y frunce el ceño como el David de Miguel Ángel o la Melancolía de Durero, ¿para qué dedicar más tiempo a este “animal metafísico cargado de congojas”? La vasta, envidiable cultura del humanista Bonifaz sirvió para dar alas a su poesía y no para lastrarla. En este sentido, traigo a colación a Sandro Cohen, estudioso de la poesía de Bonifaz y sobre la cual escribe con precisión: “Nadie ha explorado los mecanismos del verso como Bonifaz Nuño. Muy pronto empezó a cuestionar la intocabilidad del endecasílabo acentuado en sexta, y buscó la manera de transformar su cadencia al cambiar el punto de apoyo de la sexta a la quinta sílaba. Hay que ver cómo esta mudanza, aparentemente sutil, le abrió muchas posibilidades nuevas de versificación, combinando, por ejemplo, endecasílabos con decasílabos y eneasílabos, manteniendo constante ese acento en la quinta, como el timonel que no pierde el rumbo pese a los embates del viento, la lluvia y corrientes invisibles.” De las múltiples y bien correspondidas tareas llevadas a cabo por nuestro maestro, la poesía fue, en sus palabras, la más libre de sus ocupaciones. Aparente paradoja, en un poeta tan riguroso en la forma como natural en el objeto verbal que nos entrega como si hubiera nacido solo. Clásico y popular, fue el poeta que cantó los trabajos del vencido pero también al amor y a la mujer en algunos de sus más altos poemas en libros que adquirían cada vez mayor complejidad. Ese natural dominio de la forma le permitió darse el lujo de escribir versos que rinden homenaje a su estirpe veracruzana en Trovas del mar unido. Un día, ese joven poeta que nació maduro recibió una carta con motivo de la aparición de uno de sus libros mayores. “Querido Rubén Bonifaz Nuño: ”Sus demonios y los días me han conmovido pro- a fundamente: poesía dignísima, pero reveladora de algo como una catástrofe interior, que atribuyo a la maldita época que vivimos. Usted merece más alegría. Lo abraza cordialmente por la belleza y la verdad de sus versos, y quisiera saberlo feliz. Su viejo amigo, Alfonso Reyes.” El regiomontano universal supo captar en esas breves líneas la poética de Bonifaz. Los demonios y los días es uno de los libros más perfectos e implacables de nuestra poesía. Lucidez de diamante, registro de los desastres nuestros de cada día. Calendario de trabajos forzados del solitario, bitácora puntual y cruel, por sincera, de quien busca la supervivencia en la fraternidad, la raíz de la ciudad y del futuro. John Ruskin escribió. “La cosa más grande que un alma humana hace sobre el mundo es ver algo y decir lo que vio de manera sencilla. Cientos de personas pueden hablar por uno capaz de pensar. Miles pueden pensar por alguien que puede ver. Ver con claridad es poesía, profecía y religión. Todo en una.” El maestro Bonifaz tuvo la capacidad excepcional de combinar esos talentos. Por eso llegó a un momento en su maestría verbal que condujo a Carlos Pellicer a decirle, luego de varios, titánicos esfuerzos por dominar el verso: “Maestro, este soneto se hizo solo.” Imposible dejar de escuchar su voz, de manera metafórica y tangible. En este segundo sentido, está para siempre en nuestros oídos, desde ese primer verso en que enfrentó al ángel imposible hasta el momento en que libró su último combate con la Gran Igualadora, diciéndole con valor muy griego y mexicano, muy mariachi y espartano: No sé si habré de morir todo; no todo he muerto; mientras vivo, me vienes guanga, compañera. Aunque los años quisieran doblegarlo, mientras estuvo activo nunca perdió su voz muchacha, siempre dispuesta al discurso que el deber universitario le exigía o a la consulta que sus ineptos discípulos le hacíamos. Si su voz mantuvo la frescura de los años verdes, viva seguirá su poesía con el paso de los años. Traductor de los clásicos grecolatinos, heterodoxo y valiente lector de los antiguos mexicanos, es sobre todo nuestro primer forjador de cantos, como lo llamó su amigo Miguel León-Portilla. Sus palabras consuman la alianza con el prójimo, la mujer amada o la ciudad, “sitio y raíz de solidaridad, ámbito del amor sensual y de la fraternal comunicación”. En sus versos se testimonia la entrada de la lluvia, la consagración de la primavera en el cuerpo femenino, la cotidiana derrota del hombre de la calle y su capacidad de resistir, la valerosa alegría con que enfrenta la inminencia de la sombra. Hacer parte nuestra sus poemas fortalece el alma y blinda el heroísmo de existir con dignidad y plenitud.W Vicente Quirarte es poeta y crítico literario. Su libro más reciente en el Fondo es Amor de ciudad grande (Vida y Pensamiento de México, 2011). 7 Ilustraciones: D E TA L L E S D E L A S P O R TA DA S D E L A O B R A D E B O N I FA Z N U Ñ O E N E L F O N D O RUBÉN BONIFAZ NUÑO. UNA VIDA ILUMINADORA Es un honor, para el Fondo de Cultura Económica, haber sido editor de Rubén Bonifaz Nuño. En estos párrafos se pasa revista a la relación de esta casa con un autor esencial no sólo de nuestro catálogo sino de las letras mexicanas todas. El entusiasmo de don Rubén fue puntual, estrictamente correspondido por quienes, del otro lado del mostrador editorial, contribuyeron a que floreciera su poesía SEMBLANZA El poeta y su editor R A FA E L VA R G A S “ 8 L o mejor de mí mismo lo construye / mi deseo de ti. Ven, poesía, / y déjame contigo la alegría / y el color que tu mano distribuye”, dice Rubén Bonifaz Nuño en el quinto soneto de La muerte del ángel, un cuadernillo de poemas, publicado en 1945. Bonifaz Nuño comenzó a escribir poemas en 1940, mientras estudiaba el primer año de preparatoria, bajo la influencia de Erasmo Castellanos Quinto (1880-1955), poeta menor, como tal prácticamente olvidado, aunque como profesor de literatura fue un grande y su huella es indeleble entre muchas figuras destacadas de la vida cultural y política de México. Gracias a Castellanos Quinto, la semilla de la poesía, que había empezado a germinar desde un año antes —en la secundaria, cuando Ermilo Abreu Gómez le había hecho conocer a los inagotables poetas del siglo de oro español—, se arraigó profundamente en el joven de 17 años de edad, que apenas un lustro después dio a conocer su primer fruto al amparo de Editorial Firmamento, un pequeño sello dirigido por Ángel Chapero (que diseñaba e imprimía cada título), quien un año antes había impreso asimismo el Libro de Ruth, de Gilberto Owen. Más que la edición de ese cuadernillo, compuesto por diez sonetos en los que Bonifaz aún lucha por el dominio de la forma, lo que acabó de afianzar su vocación como poeta fue la nota que al respecto publicó Agustín Yáñez en la revista Occidente (“el anuncio de un poeta, de una personalidad extraordinaria”1) y que, por cierto, muestra a Yáñez —entonces jefe del Departamento de Bibliotecas y Archivos Económicos de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público— como un atento lector de poesía y un compañero de letras generoso para con su colega más joven. II Todo poeta necesita, en algún punto de su camino, del espaldarazo de sus mayores. Octavio Paz lo buscó en Alfonso Reyes y, a su vez, lo brindaría a muchos escritores y artistas más jóvenes. En el caso de Bonifaz Nuño la generosidad de Yáñez no se limitó al saludo a una joven promesa. Como el propio Bonifaz le contó a Marco Antonio Campos en una espléndida entrevista hecha en 19822 (poca gente, por cierto, co- 1 Agustín Yáñez, “Patrias del espíritu mexicano”, Occidente, septiembre-octubre de 1945, pp. 169-170. Se reproduce de manera íntegra en el invaluable libro de Josefi na Estrada, De otro modo el hombre. Retrato hablado de Rubén Bonifaz Nuño, México, El Colegio Nacional, 2005, pp. 55-57. 2 Marco Antonio Campos, “Con Rubén Bonifaz Nuño”, en De viva voz. a noce tan bien y ha escrito tanto sobre Rubén Bonifaz Nuño como Campos), a comienzos de los años cincuenta Yáñez leyó el que se convertiría propiamente en el primer libro de Bonifaz e incluso le ayudó a dar título a algunos poemas. Es dable suponer, por ello, que fue el propio Yáñez —ya convertido en el reconocido autor de Al filo del agua (1947)— quien sugirió a Bonifaz llevar ese primer libro, Imágenes, al Fondo de Cultura Económica. “Publicar en el Fondo era, para mí, para los que a la sazón compartíamos la decisión de ser escritores, algo así como una esperanza vaga. Considerábamos eso como la definitiva consagración a que todos aspirábamos. Además, estaba recién establecida la colección Letras Mexicanas, aquellos maravillosos libritos encuadernados en telas de colores diferentes, y vestidos con camisas blancas ilustradas por artistas notables. ”Me decidí; tomé el libro aprobado por Agustín Yáñez, y fui al Fondo de Cultura Económica. Hablé con Joaquín Díez-Canedo, entonces para mí desconocido. Nuevo tropiezo. A pesar de su buena intención, él me hizo ver que lo que le llevaba no era suficiente para ocupar un volumen entero. En ese Entrevistas con escritores, México, Premia Editora, Red de Jonás, 1986, pp. 23-32. M AY O D E 2 0 1 3 RUBÉN BONIFAZ NUÑO. UNA VIDA ILUMINADORA EL P O ETA Y S U ED I TO R tiempo, tenía yo publicadas algunas cosas; un par de cuadernos en las series de Los Epígrafes y Los Presentes; algunos versos aparecidos en revistas como Metáfora o México en el Arte. Todo eso lo junté con piezas inéditas; era un montón. Se lo lleve a Díez-Canedo. Lo aprobó. En 1953 apareció mi libro Imágenes en aquella colección iniciada por Alfonso Reyes. Me tocó el número 8; la tela de la encuadernación era color de rosa; Juan Soriano ilustró la camisa.”3 Bonifaz le dedicó el libro a Yáñez, y anudó con él una amistad para toda la vida. En 1963 Yáñez promovió el ingreso de Bonifaz a la Academia Mexicana de la Lengua, y el 30 de agosto de ese año dio respuesta al discurso de ingreso de éste: “El destino del canto”, en el que Bonifaz afirma deber a la estimulante y generosa amistad de Yáñez “cuanto haya hecho o pueda llegar a hacer en el difícil trabajo de la creación literaria”. III El otro respaldo del que un poeta se beneficia es el que puede proporcionarle un sello editorial. Contar con el cobijo de una casa puede ser determinante para el desarrollo de una obra, no porque ese respaldo vaya a traducirse en monedas contantes y sonantes en el bolsillo del vate (la poesía no suele proporcionar grandes ganancias a poetas ni a editores), sino por la difusión que brinda a su trabajo. En tal sentido, la labor del Fondo ha sido medular para el desarrollo de la poesía mexicana contemporánea. Salvo pocas excepciones, prácticamente los poetas más notables de la segunda mitad del siglo xx han publicado dos o más libros en el Fondo. En el caso de Rubén Bonifaz Nuño, de los 17 títulos que escribió a lo largo de 58 años, el Fondo publicó más de una tercera parte: siete, para 3 Rubén Bonifaz Nuño, “Satisfacer una vaga esperanza”, La Gaceta del Fondo de Cultura Económica, núm. 405, septiembre de 2004, p. 18. ser exactos, de los cuales por lo menos cuatro son libros capitales: Los demonios y los días, Fuego de pobres, La flama en el espejo y Albur de amor. No incluyo en este recuento, naturalmente, las dos extensas compilaciones impresas en 1979 y 1996 —De otro modo lo mismo y Versos 1978-1994, respectivamente— que sirvieron como base para la edición de su Poesía completa, publicada por el Fondo en septiembre del año pasado. Dicho de manera sucinta, esos cuatro libros trazan un arco que va desde Los demonios y los días, escrito cuando Bonifaz Nuño tenía entre 30 y 31 años de edad —su primer gran libro, amalgama de lirismo y palabra coloquial para hablar de la manera más honda y hermosa sobre la pobreza y la desdicha (una voz solitaria que canta desde el umbral de una íntima solidaridad)—, hasta Albur de amor, escrito 30 años después, una verdadera obra maestra acerca de la separación, la pérdida y la memoria del amor, en la que la amalgama es ya perfecta, y no hay orillas en las que puedan distinguirse el verbo clásico del acento vernáculo. Bonifaz recordaba con humor el momento en que propuso Los demonios y los días para su publicación en el Fondo: “Alí Chumacero lo recibió con magno encomio. ‘Está bien mecanografiado’, me dijo. Salió de las prensas en 1956, en la colección Tezontle, con viñeta de Ricardo Martínez. Fueron 500 ejemplares.” IV Rubén Bonifaz Nuño mantuvo siempre una relación estrecha y cordial con el Fondo de Cultura Económica, no sólo como autor, sino —como lo muestran los documentos que se conservan en el archivo histórico del Fondo— como dictaminador de libros de poesía y de algunas traducciones, y como amigo al que se acudía en busca de consejo para valorar obras específicas. Viejo conocido y amigo personal de José Luis Martínez y de Jaime García Terrés, Bonifaz fue invitado a formar parte de la Junta de Gobierno del Fondo de Cultura Económica en calidad de representante de la comunidad intelectual y en esa calidad se Rubén Bonifaz Nuño en el Fondo M AY O D E 2 0 1 3 desempeñó de 1977 a 1984, es decir, desde comienzos de la dirección de Martínez hasta mediados de la dirección de García Terrés. Fueron años de trabajo muy intenso y muy importante por parte de la Junta de Gobierno, pues el Fondo vivió una reestructuración en muchos sentidos.4 Desafortunadamente, como lo hace constar el Acta de Sesión Ordinaria de la Junta de Gobierno del miércoles 1º de junio de 1984, Bonifaz Nuño solicitó su retiro de la Junta por motivos de salud, y lo sustituyó en el encargo el doctor Ramón de la Fuente. Sin embargo, el papel más importante de Bonifaz Nuño dentro del Fondo ha sido siempre el de autor, uno de los autores literarios más importantes de la casa. Y así como en sus inicios él veía como una vaga esperanza llegar a publicar en el Fondo, desde hace más de 30 años el Fondo ha considerado como un gran acontecimiento cada incorporación a su catálogo de un nuevo libro de don Rubén. Al recordar, en el citado texto de La Gaceta de septiembre de 2004, sus cincuenta años de relaciones con el Fondo, con su habitual modestia apuntó: “siempre he encontrado allí la misma condescendencia, la misma abierta generosidad. El Fondo ha publicado, desde entonces y en las mismas Letras Mexicanas, la mayoría de mis libros de versos; finalmente, reunida en dos volúmenes, ha dado a la luz la casi totalidad de cuanto en esa forma he escrito. ”Sólo gratitud puedo manifestar a esa casa editorial; a ella le debo y le deberé todo lo que, como poeta, haya podido o pueda alcanzar.”W Rafael Vargas es un incesante lector de Bonifaz Nuño. 4 Véase el libro de Víctor Díaz Arciniega, Historia de la casa: Fondo de Cultura Económica, 1934-1996, México, fce, 1994, especialmente las pp. 147 a 190 del capítulo “Consolidación de un horizonte”. DEL TEMPLO DE SU CUERPO letr as mexicanas 1ª ed., 1992, 85 pp. 968 16 3927 8 $49 IMÁGENES letr as mexicanas 1ª ed., 1953, 96 pp. EL ALA DEL TIGRE letr as mexicanas 1ª ed., 1969, 95 pp. 968 16 2182 4 $41 DE OTRO MODO LO MISMO letr as mexicanas 1ª ed., 1979, 472 pp. 968 16 0313 3 $179 LOS DEMONIOS Y LOS DÍAS tezontle 1ª ed., 1956, 104 pp. 968 16 8170 3 $70 LA FLAMA EN EL ESPEJO letr as mexicanas 1ª ed., 1971, 92 pp. VERSOS 1978-1994 letr as mexicanas 1ª ed., 1996, 351 pp. 968 16 5030 1 $177 FUEGO DE POBRES letr as mexicanas 1ª ed., 1961, 106 pp. 968 16 5205 3 ALBUR DE AMOR letr as mexicanas 1ª ed., 1987, 87 pp. 968 16 2571 4 $43 POESÍA COMPLETA letr as mexicanas 1ª ed., 2012, 4 vls. 978 999 01 8577 5 $260 a 9 RUBÉN BONIFAZ NUÑO. UNA VIDA ILUMINADORA Por su diversidad y profundidad, la obra de Bonifaz Nuño es un venero inagotable, como se ve en este texto, leído con motivo de la inscripción del nombre del poeta en el salón Cordobeses Ilustres del ayuntamiento de su ciudad natal, el 28 de febrero de este año. El modo en que ligó las literaturas clásicas —la grecolatina, la de nuestro pasado prehispánico— es un ejemplo de sabio ecumenismo ENSAYO Poeta triste, hombre feliz PÁV E L G R A N A D O S N o tengo más merito para estar aquí, en esta tarde de tristeza y de fiesta, que ser un lector de Rubén Bonifaz Nuño. Ni siquiera soy uno de sus mejores lectores; por suerte tiene tantos que nunca faltaría uno que quisiera compartir su experiencia con una de las grandes obras de la literatura mexicana. Pero soy un lector que necesita compartir el gozo de leer. La vida prácticamente me arranca de los libros, porque si pudiera sólo tendría algo impreso frente a mí. Leyendo, se llega casi a invertir las prioridades de la vida. Y uno de los culpables de que así sea, es precisamente Rubén Bonifaz Nuño, un poeta con una voz poderosa e inteligente, que sabe remover con su poesía los aspectos más íntimos de la vida y del espíritu. Entra su voz a los lugares más escondidos. No quisiera hablarles de la importancia de la palabra ni de la poesía. Si no fuera importante, ni siquiera estaríamos aquí. Nos convoca la poesía. Es que hay cosas que no se pueden decir de otra manera, se tienen que decir en un poema. Así es y no puede ser de otro modo. ¿Pero qué es eso que nada más puede decir un poeta? ¿Qué es eso que las palabras de todos los días no pueden expresar? Pienso que nuestras palabras están hechas para ser dispersadas por el viento. Las palabras del poeta están hechas para perdurar. Son el testimonio de que vivimos y caminamos por el mundo. Muchas veces, un poema es la única manera de decir que estamos solos y que ojalá no lo estuviéramos. ¿Cuántas palabras podrían ustedes decir de otros tiempos? Casi siempre, esas pocas palabras son poemas. Paradójicamente, esos poemas que perdurarán expresan la angustia de lo que pasa y se pierde. En 1963, al ingresar a la Academia de la Lengua, Bonifaz escribió el espléndido discurso “Destino del canto”. En él se refiere a la búsqueda de las raíces más lejanas que tenemos, a la poesía latina y a la escrita en náhuatl. Los romanos, más soberbios, creían en la inmortalidad de Roma y de su imperio. Pero los mexicas no, veían con angustia que no habríamos de llevarnos nada de este mundo, ni siquiera las flores ni la amistad. No sólo no podemos llevarnos la amistad ni la pasión al otro mundo: tampoco la capacidad de la amistad. Para Bonifaz, la poesía era esa capacidad de mirar a los ojos del otro sin vergüenza. Para que los amigos y la persona amada puedan tener un corazón firme, para buscar colectivamente la felicidad. La felicidad, dice Bonifaz, no se encuentra en la soledad. Y no hay otro lugar que la tierra para encontrar la felicidad, para cultivar la amistad. Estas ideas las encontró Bonifaz en los poetas antiguos. Nosotros cargamos esas ideas en el corazón. Así pensó Nezahualcóyotl y sus poemas quedaron sepultados en la tierra. Así creyó Nezahualcóyotl en su corazón y quedó sepultado en la tierra. En realidad, así quedó sepultado todo en la tierra. Cuando quedó sepultado el mundo antiguo, algo de nosotros quedó sepultado para siempre. ¿Qué parte de los seres humanos que somos ahora está sepultada, es una ruina sin sentido? Es nece- 10 sario verse en ese espejo. Ese mundo es nuestro reflejo. Desenterremos las piedras, dice Bonifaz. Sólo las piedras tienen derecho a hablar. Todo lo que se ha escrito sobre ellas miente, porque lo han dicho los españoles, los criollos, los mestizos. El mundo de los indios originales nada más puede hablar el lenguaje de las rocas. Veámoslas. Quizá nos puedan decir algo de nosotros mismos. Somos los hombres un guijarro sin sentido. Sería deseable saber de qué vasija somos parte. Rubén Bonifaz Nuño dedicó gran parte de su trabajo a encontrar ese lenguaje propio. Cuando dijo: interroguemos a las piedras, fue para quitarles esas palabras que pusieron los españoles y que han seguido adulterando ese pasado al cual tenemos derecho de conocer. Bonifaz, un hombre de palabras, se dirige a las antiguas ruinas, se estrella y se le caen de encima todas las palabras. Se queda de pronto, frente a la Coatlicue o frente a la Coyolxauhqui, sin palabras. Espera a que sean ellas las que hablen. Si se les sabe preguntar, hablarán. Es como el amor. Cuando uno ama, usa la palabra. El amor es una reciprocidad que se genera si uno sabe usar la palabra. Pero no todo es tan sencillo: antes de poseer a la persona amada, hay que saber mirarla. A lo largo de la poesía de Bonifaz hay toda una geografía de la amada. Se puede seguir la mirada del poeta y pasar por todos los lugares del cuerpo. Y una vez que se ha visto bien a la amada, se puede pasar a hablar, a seducir. Pues, ¿cómo se puede seducir sin conocer? Quizá se han dado cuenta que un poeta puede poner tristes a sus lectores sin que éstos tengan motivo para estarlo. Si puede provocar la tristeza, ¿podrá provocar el amor? Bonifaz afirma que no. Uno de sus favoritos, Píndaro, poeta del siglo v a. de C., se dio cuenta de que no podría producir el amor en la amada, así que mejor le promete la inmortalidad. Quizá por interés sí pueda consumar su cortejo. Pero no… la amada no cede ante nada, ni ante el chantaje. Pero hay algo que descubre Bonifaz: la musa no ama al poeta pero sí ama su poesía. La musa de Píndaro, Cintia, muere. Y como fantasma, le dice al poeta: “En los libros tuyos fueron largos mis reinos.” La poesía es un regalo para la amada. La amada vive en el poema. Y vivirá por siempre. El poeta regala desinteresadamente sus poemas, porque sabe que no puede hacer otra cosa… Quizá la amada se enamore de otro. Qué importa. Los poemas sirven para que otros los vivan. El poeta dice: “Yo”. Pero todos cabemos en ese yo. Por eso Bonifaz es un poeta del amor. Pero no es un poeta de los enamorados. Esos van y vienen. Lo único que queda es el amor. Quedan los poemas. Pasan los enamorados y sus vidas. Todo eso es intercambiable. Pasamos para que otros puedan venir y amar. Cada quien su propia oportunidad. Siempre el aquí y el ahora. Estas palabras son las favoritas de los clásicos: cosecha el instante. Quiere decir que desde Homero, desde Catulo y desde Virgilio hemos dicho más o menos las mismas cosas. El amor de la poesía de Bonifaz no es sencillo: es como si tomara todas las palabras de amor y las condensara en un par de versos. Al mismo tiempo que escribía su poesía, Bonifaz se dedicó a traducir a los clásicos grecolatinos, desde Homero, que vivió hace 29 siglos, hasta Lucano, que a fue contemporáneo de Cristo, pasando por Eurípides, Lucrecio, Catulo, Virgilio y Ovidio. De todos aprendió. Estas traducciones las publicó la unam a lo largo de cuarenta años, de 1967 a 2007, y sirven como libros de cabecera en donde los estudiantes de literatura conocen a los clásicos. Bonifaz aprendió que hemos aprendido a enamorarnos con las palabras de los antiguos. Que entre Catulo y José Alfredo Jiménez no hay distancia. Por eso, uno de sus grandes libros, Albur de amor (1987), es una suma del enamoramiento: son las palabras que vienen desde los griegos y que llegan hasta la música popular mexicana, llena de versos sencillos y bellos, y por eso elige como título el nombre de una canción del compositor Alfonso Esparza Oteo. Sus versos son extraordinarias combinaciones de cultura popular y alta cultura. Rubén Bonifaz, como ningún otro poeta, convierte el lugar común en momentos inolvidables: No es en mi año. Alguien te tiene, no es en mi daño. Y sin embargo me daña en la duda lo que fuiste; y así me acostumbro, y lo soporto, y hasta parece que me place. A pesar de que el amor es la fuerza más fuerte, la verdad es que, desde el principio, la muerte es otro de los personajes de su poesía. Al principio es una abstracción, una presencia inquietante. Pero casi a los 80 años, Bonifaz publica su último libro, Calacas (2013), en donde la muerte es algo cercano y natural. Es cierto que tiene versos estremecedores, pero también tiene versos llenos de mexicana alegría y de relajo. Rubén Bonifaz Nuño, el poeta triste, fue también un hombre feliz. Un escritor lleno de optimismo, de pasión por la cultura y de curiosidad desbordada. Creía que la cultura podría hacer consciente al hombre de su paso por el mundo. Cuando murió, hace 28 días, pensamos que se fue el último poeta indiscutible, el último poeta que reunía la admiración de todos. Todos los universitarios sabíamos que en la Biblioteca Nacional de la unam está el cubículo de Rubén Bonifaz Nuño. Desde ahí, una pequeña oficina, se tenía una vista maravillosa de las Islas, la enorme explanada de Ciudad Universitaria. Todos sabíamos que ahí estaba Rubén Bonifaz Nuño, el poeta, con la puerta abierta. Junto a él, Paloma Guardia y Silvia Carrillo, compañeras y amigas de años, al pendiente de todo. Recibía a los estudiantes para platicar, porque le interesaba saber lo que pensaban y lo que leían. Se vestía pulcramente, siempre; pero parecía vestir, sobre todo, con elegancia una frase de Julio Torri: “La biografía de un hombre está en su actitud.”W Pável Granados, estudioso de la poesía y la música popular, preparó El ocaso del Porfiriato. Antología histórica de la poesía en México (1901-1910) (Letras Mexicanas, 2010). M AY O D E 2 0 1 3 Fotografías: ARCHIVO PERSONAL DE RUBÉN BONIFAZ NUÑO RUBÉN BONIFAZ NUÑO. UNA VIDA ILUMINADORA P O ETA TR I STE, H O MBR E FEL I Z M AY O D E 2 0 1 3 a 11 Fotografía: ARCHIVO PERSONAL DE RUBÉN BONIFAZ NUÑO RUBÉN BONIFAZ NUÑO. UNA VIDA ILUMINADORA R ES EÑA Una mirada más allá de la luz En los cuatro volúmenes que alojan toda la producción poética de Bonifaz aguardan las infinitas e irrepetibles antologías personales de los lectores del escritor fallecido al comenzar el año. Eso sugiere aquí uno de sus alumnos, conocedor de la vida feraz y humanamente ambiciosa de este poeta sutil y penetrante. Asomarse a esta sucesión de versos invita, pues, a crear una colección individual de favoritos BERNARDO RUIZ R ubén Bonifaz Nuño (Córdoba, 1923-Ciudad de México, 2013) fue uno de los creadores y humanistas más significativos del México del siglo xx, cuya heredad comprende un sólido fundamento con base en la tradición grecolatina; una revaloración y una metodología para el análisis del arte y del pensamiento de los antiguos mexicanos; una depuración y defensa de la colonización de nuestra sociedad, y una obra poética con perspectivas deslumbrantes. Bonifaz Nuño dedicó la mayor parte de su vida al trabajo universitario: la enseñanza de las lenguas 12 clásicas, la traducción y sus recursos, el arte del verso y el conocimiento de la retórica. Asimismo, investigó en nuestras raíces la creatividad que nos caracteriza y ennoblece; y, con una convicción infatigable, fundó instituciones que permiten enriquecer nuestros conocimientos a través de los espacios universitarios —lo que incluyó, al final de su vida, un “Museo virtual de la cosmogonía antigua mexicana”. Tal es, a grandes rasgos, el perfil de este escritor de quien el Fondo de Cultura Económica preparó una edición de su Poesía completa en su colección Letras Mexicanas, en la que se incluye un extenso prólogo de Luis García Montero, “La poesía como destino”, donde en un detallado contrapunto se contempla la evolución poética de Bonifaz, a la par que se ofrece una serie de momentos a de su biografía, que muestran con claridad los vasos comunicantes entre el creador y su vida; una existencia donde se correspondían la vida cotidiana, la reflexión y la búsqueda de una síntesis total de estas circunstancias en la concreción del verso. La propuesta de García Montero se lee con interés por una serie de aciertos: “La poesía como destino” está muy lejos de prejuiciar a un lector inadvertido respecto de los libros esenciales de Bonifaz. Hay en la exposición una mirada afectuosa que facilita la empatía con el poeta. El texto procura ser un justo umbral: acercar hacia los recursos de la poesía, observar al autor, mirar los versos desde la mirada de su creador. O, dicho con mayor exactitud, desde su oído: ya que Bonifaz escuchaba el verso y lo contenía en el poema. M AY O D E 2 0 1 3 RUBÉN BONIFAZ NUÑO. UNA VIDA ILUMINADORA UNA MIRADA MÁS ALLÁ DE LA LUZ Creo que ése es siempre el mejor acercamiento a la poesía: el dejar abierta la posibilidad de descubrir, sea por contagio o por descubrimiento propio, la vigencia de cada verso, la raíz de la inmortalidad de un poeta. ¿Cuál es el privilegio, la enseñanza que guarda esta Poesía completa?, cabría ahora preguntarse. La respuesta la da por sí mismo Bonifaz Nuño. Hay a lo largo de su obra un recuento preciso de aspiraciones que se plantean a cada vuelta de la vida. Bonifaz desglosa esos instantes. Contempla con ojos de náufrago las costas inmensas prometidas, anheladas, y las playas de nuestros íntimos deseos; y descubre su fugacidad, sus sucesivos espejismos. Hay una ética —también— del hombre en su diaria lucha cotidiana contra sí mismo. Tienen sus versos y poemas una repetida ansia por alcanzar la belleza y la ternura que descubre en cada mujer; y los frágiles o inalcanzables obstáculos hacia ellas. Guarda todo poema un destello de esperanza que fácilmente se transmuta en moneda de imposibilidad o de dolor. Están —igualmente— frases venturosas de soberbias epifanías, momentos cumbre; y la certeza de que todo caballero, día con día, juega a los dados con las ausencias y la muerte. No extraña —tampoco— encontrar paseos solitarios por calles umbrías bajo una lluvia larga. PaGarcía Montero tiene el cuidado de dirigir- san sus palabras por la íntima tristeza de cada ser se tanto a quienes conocen la poesía de Bonifaz humano, y es capaz de comprender la desolación como a aquellos que acuden por vez primera a su que es pilar de las más doloridas cosas del munobra: cita para ilustrar, y evita que su exposición do. Sabe así Bonifaz ser el poeta de la indefensión, se asemeje a una tesis de doctorado donde las re- como del valor y la inteligencia. Parece hablar por ferencias ocultan tanto el árbol como el bosque. La él; pero habla también por todos aquellos que no pueden enunciar con claridad su queja. preparación de la Poesía completa junto Su intuición es una total empatía con la con “La poesía como destino” se pensó desgracia de otros. Es contagiosa su rebepara el homenaje a los 90 años de Bonilión contra el diario sufrimiento. Ama, y faz Nuño, que se cumplirían el 12 de nodesconfía de la perdurabilidad del amor. viembre de este 2013. A la par que su Catulo, puede afirmar En la medida que un libro tiene un que: “conoció el amor y la amistad y el ciclo de vida de dos años como máximo acabamiento, y se ejercitó en las necesien librerías, para ser sucedido por una dades impuestas por la concupiscencia y nueva serie de títulos, es comprensible por la traición y los celos, y por el pesar”. considerar que, para quienes hoy tienen Y como presea, ofrece las imágenes más entre 18 y 22 años —la mejor edad para estremecedoras y sugerentes respecto a acostumbrarse a leer poesía a lo largo POESÍA cada fragmento de cada objeto que nos rode la vida—, el nombre de Rubén BoniCOMPLETA dea para sorprendernos entre relámpagos faz Nuño puede ser un descubrimiento y breves instantes de luz en la conciencia sorprendente; ya que Calacas, su últiRUBÉN de estar vivos. Y más, sabe enseñarnos a mo poemario, se publicó hace diez años, B O N I FA Z distinguir cada pálpito del corazón. lo que en términos editoriales implica NUÑO Poeta del insomnio y de la intoleranun alejamiento de los nuevos núcleos cia de sí mismo, Bonifaz nos enseña a ser de lectores. Tal es la virtud de que esta letras mexicanas cómplices de todos, y a rebelarnos ante la Poesía completa se ponga nuevamente al Prólogo de Luis injusticia y la humillación. Propone una alcance de los lectores contemporáneos. García Montero distinta libertad, y una infatigable rebelPor mi parte, tuve noticia del traba1ª ed., 2012, 4 vols. día ante los males de la desolada tierra. jo de Bonifaz cuando leí las primeras 978 999 01 8577 5 Antena de cada uno de nosotros, lee el líneas de su prólogo a los Cármenes de $260 tarot de la vida a quien se atreve a tomar Catulo, en 1971. En ese entonces podía un vaso de aguardiente con él, en la más afirmar, con conocimiento de causa y a alejada mesa de la veranda del dolor y las la par de ambos poetas, que: “Toda juventud es sufrimiento. Asomado al mundo con la definitivas ausencias. Entre la pluma y la espada, optó por ambas. Boplenitud voraz de sus propias herramientas sensuales, el joven, como si hiciera uso de una prerro- nifaz poseyó estilográficas magníficas y sólidas gativa indudable, pretende apoderarse de él me- espadas. Saboreó el fracaso y conoció los caminos diante un esfuerzo inútil de antemano, y fracasa.” hacia la victoria. Buscó internarse por los secreMuchos años después, Bonifaz escribió como de- tos túneles de los iniciados y ansió descifrar los dicatoria en ese libro: “Para Bernardo, este Catulo enigmas de la piedra filosofal. “¿Cuál de los caminos de los iniciados te interesó?”, le pregunté que tantos dolores costó a su amigo Rubén”. La actual edición de la Poesía completa está for- una tarde. “La vía larga, la más áspera”, respondió. mada por tres volúmenes: De otro modo lo mismo Quizá para Bonifaz fue la palabra, esa áspera cla—que abarca desde La muerte del ángel (1945) has- ve, piedra de los filósofos y piedra ancilar para su ta La flama en el espejo (1971)—, Versos —cuyo li- poesía —como afirma Fuego de pobres [37]—. Con bro inicial es Tres poemas de antes (1978)— y Tro- ella, con la palabra, erigió su fortaleza y templó sus vas del mar unido (1994); además del ya citado Ca- armas para perdurar entre nosotros: lacas (2003). Cada libro de estos volúmenes tiene una cuidada estructura y en muchos de ellos hay En esta hora una clara intención; por ejemplo, La flama en el espejo, Del templo de su cuerpo o Pulsera para Lucía y mientras en la plaza, el más valiente Méndez. Este hecho no se contrapone con la lectura autónoma o azarosa de los poemas en un primer cumple el parto viril de la futura gloria de su bandera. Golpe acercamiento a la poesía de Bonifaz. Entre los lectores de Bonifaz Nuño, que son nu- de sol, racimo grave de linajes. merosos en el país, he notado a lo largo de encuen- Y estar herido y pobre, y estar vivo tros y conversaciones que la proximidad al poeta y vencedor, y redimido, se da por afinidad temática, por la fascinación en y para siempre ya desenterrado.W la arquitectura de un poema o por la intensidad que transmite y comparte en versos cargados de la Bernardo Ruiz es poeta, narrador, traductor y emoción cómplice entre creador y lector. Es decir, editor. Como Bonifaz Nuño, cree en el despertar de cada quien posee de Bonifaz su propia antología las vocaciones mediante el trabajo: actualmente con base en su experiencia. Lo cual no es motivo de es tallerista de la Fundación para las Letras Mexicanas. asombro entre quienes acostumbran leer poesía. Y como presea, ofrece las imágenes más estremecedoras y sugerentes respecto a cada fragmento de cada objeto que nos rodea para sorprendernos entre relámpagos y breves instantes de luz en la conciencia de estar vivos. Y más, sabe enseñarnos a distinguir cada pálpito del corazón M AY O D E 2 0 1 3 a Visita nuestra Librería Virtual con miles de títulos a tu disposición. Te esperamos con los libros abiertos fondo decultura economica com 13 14 a M AY O D E 2 0 1 3 Ilustración: GILL, 1869 200 AÑOS DE RICHARD WAGNER Fuera de los escenarios, las densas tramas que han permitido el desarrollo de la ópera son tanto o más interesantes que algunas de las piezas señeras de ese género mayor de la música de concierto. Presentamos aquí un adelanto de La ópera. Una historia social, obra que coeditamos con Siruela y que está por publicarse, en el que se presenta a un terrenal Wagner, agobiado por el dinero en su deseo por alcanzar el arte total ADELANTO Wagner Mecenazgo e influencia DANIEL SNOWMAN T odo el mundo había oído hablar de Richard Wagner. Vivía en Suiza en tiempos de la guerra franco-prusiana y se congratulaba por la creación de un imperio alemán unificado. Como el Hans Sachs en Los maestros cantores, Wagner era un hombre devoto de Alemania y del arte alemán, un patriota cultural hasta la punta de sus sensibles dedos. Pero como los dioses, gigantes y gnomos de El anillo del nibelungo, Wagner también estaba perpetuamente asediado por la necesidad de oro. No por avaricia, desde luego. Las miras de Wagner eran muchísimo más altas como para preocuparse por algo así. Wagner lo necesitaba para financiar sus proyectos artísticos, cada vez más grandiosos. Wagner tenía la desgracia de haber nacido y crecido en un mundo en el que las formas tradicionales de mecenazgo, regio o aristocrático, habían menguado considerablemente, mientras que las escalas profesionales que los futuros compositores tendrían que ascender aún no estaban sólidamente asentadas. Si Verdi tuvo que sufrir lo que él mismo calificaría posteriormente como sus años en galeras, el relato de los primeros años de Wagner se podría leer, casi, como si fuera el catálogo de una agencia de viajes. Nacido en Leipzig en 1813, pasó temporadas de duración variable en Dresde, Wurzburgo, M AY O D E 2 0 1 3 Könisberg, Riga, Londres y París antes de volver de nuevo a Dresde. Durante gran parte de todo ese tiempo, Wagner estuvo permanentemente endeudado, sobreviviendo gracias a una combinación de buena suerte (su mujer Minna y él lograron escapar de Riga perseguidos por los acreedores, dando lugar a auténticas situaciones de intriga, espionaje y misterio), trabajo duro, talento innato y una inextinguible confianza en sí mismo. Pero el periodo más arduo por el que hubo de pasar fue, probablemente, el de aquellos desalentadores dos años y medio en que Minna y él pasaron en aquella cosmópolis operística que era París. Wagner, que ya contaba casi treinta años, estaba desesperado por encontrar una oportunidad de interpretar su emergente oeuvre, pero, a pesar de la buena voluntad inicial y de los útiles contactos que Giacomo Meyerbeer y otras personas le facilitaron, Wagner se vio ampliamente ignorado, teniendo que ganarse precariamente la vida haciendo arreglos de la música de otros compositores y escribiendo a menudo atrabiliarios artículos sobre la música que hubiera en cartelera. En algún que otro momento, Wagner había llegado a verse amenazado con ir a la cárcel a causa de las deudas, antes de conseguir un puesto, con un salario regular, en la ópera de la corte de Dresde, donde estrenaría sus propias óperas con un éxito muy considerable. Los triunfos de Wagner en Dresde acabarían en mayo de 1849 con una apresurada retirada por su parte, debido a su connivencia con los movimientos revolucionarios. Cuando abandonó furtivamente a Dresde, Wagner estaba, una vez más, fuertemente endeudado. Tuvo que vivir exiliado de su nativa Sajonia durante trece años, pasando la mayor parte de ellos en Zúrich, donde se consagró en gran medida a la redacción de obras en prosa y a escribir los primeros borradores de las que habrían de ser sus obras maestras de madurez. Más adelante lo encontramos en Venecia, después de nuevo en París, trasladándose en 1862 a Viena (por aquel entonces separado ya de Minna). A pesar de haber hecho una extensa gira internacional de conciertos, gracias a la cual Wagner esperaba saldar sus deudas, se vería de nuevo amenazado de detención a causa de las mismas. En marzo de 1864 escapó de Viena y se trasladó a Stuttgart, donde se quedó en la casa de unos amigos. Wagner se sentía profundamente desmoralizado y desesperado por su falta de fondos. Sentía —y lo decía bastante abiertamente— que el mundo le debía una forma de vida digna, a él que tanta belleza había dado al mundo. Se encontraba claramente desesperado. Pero entonces, a principios del mes de mayo, apareció un emisario con una carta del rey de Baviera. A Wagner nunca le habían faltado admiradores dispuestos a ayudarlo. Él, por su parte, era especialmente aficionado a cortejar a los más generosos (y a menudo a abusar de ellos). Meyerbeer, tan amable con el joven Wagner en París, recibió poco más que desprecio del Wagner maduro. A su benefactor en Zúrich, Otto Wesendonck, lo premió enamorándose de su esposa, Mathilde. Liszt, que le había ayuda- 15 200 AÑOS DE RICHARD WAGNER WAGNER: MECENAZGO E INFLUENCIA do a escapar de Dresde y que más tarde se convertiría en su suegro, sería posteriormente considerado por Wagner como una auténtica molestia. Más adelante llegaría la excéntrica rencarnación, más propia de épocas anteriores, de un cuasi obsoleto patrocinio real por parte del más devoto admirador de Wagner, el rey Luis II de Baviera. Luis había ascendido al trono cuando era un joven de dieciocho años, tras la muerte de su padre en 1864. Uno de sus primeros actos como rey consistió en invitar a su ídolo a la corte de Múnich, pagar las deudas de Wagner y otorgarle un estipendio con carácter regular. Luis era un joven bello, inmaduro y homosexual, muy dado a divagaciones románticas. Además de por su generosidad hacia Wagner, Luis es recordado por haber mandado construir extravagantes palacios, casi de cuento de hadas, como el de Neuschwanstein y el inacabado Herrenchiemsse, con el que pretendía superar al de Versalles. Los esfuerzos, sin éxito, para lograr que el ingenuo monarca contrajera matrimonio terminaron en tragicomedia y su corta vida acabaría en 1886, tres años después de la muerte de Wagner, cuando apareció flotando boca abajo en el lago Starnberg. La ciudad de Múnich, que durante largo tiempo había sido uno de los grandes centros operísticos de Europa, se sentía orgullosa de una tradición que se remontaba a 1653, el mayor récord de continuidad operística fuera de Italia. Durante siglo y medio, la ópera en Múnich había sido una prerrogativa exclusiva de la corte de los Wittelsbach, la dinastía gobernante, que entretuvieron a sus invitados, desde los años 1750 en adelante, en su exquisito teatro Residenz, diseñado por el arquitecto François de Cuvilliés. Fue allí, precisamente, donde Mozart alcanzó uno de sus primeros triunfos con una opera seria: Idomeneo. La ciudad creció y un nuevo teatro abrió sus puertas en 1811, un gran templo griego de columnas corintias donde, en la actualidad, tiene su sede la Ópera Estatal de Baviera. El nuevo Nationaltheater tenía (y sigue teniendo hoy en día) una capacidad para dos mil cien espectadores, aforo que suponía algo así como un 4 por ciento de toda la población de Múnich. Un teatro equivalente en las actuales ciudades de Londres o Nueva York requeriría que tuviera cabida para unos cuatrocientos mil espectadores aproximadamente. El Teatro Estatal de Múnich, al igual que tantos otros, fue destruido por las llamas unos cuantos años después, aunque sería reconstruido con dinero procedente de un impuesto sobre la cerveza (al fin y al cabo, aquello era Baviera), volviendo a abrir sus puertas en 1825. El nuevo coliseo estaba coronado por el doble frontispicio que todavía le hace ser un teatro sumamente peculiar. Así eran el teatro y aquella ciudad amante de la ópera a la que Wagner fue invitado por el rey de Baviera en 1864. Luis se sentía eufórico por tener a Wagner entre su personal. “Yo no soy nada, él lo es todo”, escribiría el atolondrado joven en su diario, en el cual se refería a Wagner como “divino” o como “el Único y el Incomparable”. Un proyecto que Luis y Wagner discutieron en Múnich fue la idea de crear un festival enteramente dedicado a la ópera, proyecto que se completaba con la construcción de un teatro con vistas al río Isar y cuyos primeros bocetos fueron elaborados por Gottfried Semper. La idea no llegó a cuajar, pero se había sembrado la semilla. Wagner, por su parte, se las había arreglado para hacerse muy impopular en la corte, en particular, y en la ciudad en general. La gente decía de él que se creía el gobernante adjunto de Baviera y comenzó a referirse a él como “Lolus Montez”.1 Los celos hacia alguien tan próximo al monarca (y al dinero público) eran probablemente un fenómeno inevitable y en especial si se trataba de alguien tan increíblemente arrogante como Wagner, a cuya reputación tampoco contribuiría demasiado el hecho de que el compositor iniciase un affaire amoroso con Cosima, esposa del director musical de la corte, Hans von Bülow (e hija de Franz Liszt y Marie d’Agoult). A finales de 1865, el lunático monarca no tuvo ya otra alternativa que destituir a Wagner, quien, seguido por Cosima, se fue a vivir a Suiza, a orillas del lago de Lucerna. Desde la distancia, Wagner continuó cortejando al rey, tratando sagazmente de mantenerlo al día sobre su trabajo. Sin embargo, y aunque no hubiera sido oficialmente rehabilitado, Wagner 1 Lola Montez fue la amante de Luis I de Baviera, abuelo del rey Luis II. 16 era invitado con frecuencia a Múnich, siendo allí precisamente, en el Teatro Nacional, ubicado justo en el exterior de la residencia real, donde el mundo oiría por primera vez Tristán e Isolda, Los maestros cantores y los dos primeros episodios de El anillo del nibelungo. Cuando Alemania se unificó en 1871 bajo un emperador, éste permitió que el rey de Baviera retuviese tanto su título como sus prerrogativas. Y ello permitió a Luis continuar con sus periódicas subvenciones para Wagner y sus obras. Sin las atenciones y dinero que Luis le concedió, muy probablemente Wagner no habría podido acabar jamás la tetralogía del Anillo y, con absoluta certeza, no habría sido capaz de financiar y construir el Teatro de los Festivales de Bayreuth, en el que se representaría por primera vez la totalidad del ciclo. Wagner no fue ni el primer ni el último artista en mantener un comportamiento obsequioso con un rico mecenas, aunque, con toda probabilidad, Wagner usó y abusó de la buena voluntad de su monarca Wagner no fue ni el primer ni el último artista en mantener un comportamiento obsequioso con un rico mecenas, aunque, con toda probabilidad, Wagner usó y abusó de la buena voluntad de su monarca. Luis era un hombre generoso, tanto que la gente que tenía a su alrededor se quejaba de ello. Sin embargo, las sumas que invertía no eran demasiado elevadas. Se ha calculado que, durante los casi veinte años que duró su relación, Wagner percibió una cantidad total menor de la que el rey se gastó en su dormitorio de Herrenchiemsee o de un tercio del coste del carruaje nupcial que encargó para su boda, enlace que nunca tuvo lugar. Pero el rey también rechazaba a menudo ciertas exigencias de Wagner. En efecto, después de que Wagner hubiera dejado Múnich y comenzado a pensar en la planificación de su festival y en el emplazamiento de su teatro en alguna parte, Luis insistía, contra los urgentes requerimientos del compositor, en que los estrenos de las primeras óperas del El anillo del nibelungo se celebraran en el teatro de su corte (donde Wagner consideraba que serían producciones de nivel inferior). Más adelante, y dado que el sueño de Wagner de celebrar un festival en Bayreuth se encontró con problemas de financiación muy serios y hubo de posponerse en varias ocasiones, Wagner rogó a Luis que le ofreciera un aval, algo que los ministros del rey le desaconsejaron. Se puede sentir una cierta simpatía por Wagner, porque era un hombre de un maravilloso talento a quien guiaba una poderosa visión artística que él estaba decidido a ver materializada. Sin embargo, es mucho más difícil sentir de igual manera su constante irritación cada vez que el mundo se negaba a darle lo que quería o su capacidad de fingimiento —un biógrafo suyo la llamaría de mentir—, como cuando en repetidas ocasiones trató de sacar dinero a su atormentado monarca. En febrero de 1874, Wagner tuvo una reunión con representantes de la casa real. Éstos le comunicaron que el rey no podía estar de acuerdo en avalar de forma indiscriminada los costos cada vez más elevados de Wagner, pero que le prestaría una sustancial suma de dinero, entendiendo que todos los costos de escenografía, decorados, etcétera, no estarían garantizados mientras que la deuda no hubiera sido cancelada. Algo bastante razonable, se podría pensar. Sin embargo, Wagner volvió a su casa de muy mal humor, según Cosima anotó en el diario que escribió durante esos años y en el que aparece reflejada, de forma recu- a rrente, lo vejado que Wagner se sentía por la forma en que el rey le había dejado plantado. Al final de su vida Wagner era casi unánimemente considerado como un genio de voluntad de hierro que, al igual que su adorado Beethoven, había logrado esculpir, por sí mismo, la verdadera esencia de la experiencia humana dándole forma de arte. En las manos de Wagner el arte trascendía el mero artificio, teniendo como fin último la redención de la humanidad. Para algunos, el “wagnerismo” se convirtió casi en una enfermedad y en una fe para muchos otros. Eran también muy numerosos los que le adoraban en su santuario de Bayreuth. Otros, en cambio, lo detestaban, tanto a él como a su obra. (Tolstói se burló despiadadamente de El anillo del nibelungo, afirmando que era un modelo de “arte fraudulento”, si bien por aquel entonces Tolstói era muy proclive a burlarse de la ópera en general.) Eran muy pocos, realmente, los que conociendo la obra de Wagner permanecieran indiferentes. Para la mayoría de la gente razonablemente educada, las clases medias de todo el mundo, resultaba prácticamente imposible no conocer a Wagner. Estando en Nápoles, Wagner se subió a un tranvía de la ciudad y se sintió muy molesto al encontrarse con un alemán, director de un colegio, que lo reconoció (otras celebridades se hubieran sentido muy halagadas). Con el piano ya convertido en un elemento imprescindible, sine qua non, de todo salón elegante, entusiastas y jóvenes aficionados de todas partes del mundo colocaban frente a ellos las partituras de los últimos y más populares popurrís wagnerianos. Wagner fue el más proteico de los artistas. ¿Era un cristiano apasionado o un blasfemo herético, era un santo o un sibarita? Existen numerosas pruebas en la vida y en la música de Wagner que podrían demostrar casi cualquier punto de vista. Wagner fue un revolucionario (era amigo del anarquista Bakunin) que se vio obligado a huir de Dresde, pero que también cortejó a reyes y káiseres. Un simbolista trascendental cuyo El anillo del nibelungo (pensaba George Bernard Shaw) era una mordaz crítica del capitalismo rampante. Un idealista de principios muy elevados que no dudaba en escribir una ostentosa pieza sin sentido si la suma de dinero era lo suficientemente importante. Cincuenta años después de la muerte del Maestro, su indiscutible genio artístico, aliado con su firme germanidad y su crudo antisemitismo, permitió a Hitler apoderarse de la figura de Wagner y considerarla como la de un supuesto precursor del nazismo. Hasta el día de hoy, su música está prohibida en Israel. En Gran Bretaña, George Bernard Shaw fue uno de los primeros conversos a la fe wagneriana, mientras que entre las ilustraciones más sugerentes de fin-de-siècle sobre la imaginación sadoerótica de Wagner destacan los dibujos de Aubrey Beardsley. Por otro lado, al poeta W. B. Yeats y al compositor Rutland Boughton era su calidad trascendental, mística, la que les atraía, al igual que le ocurría al compositor y pianista ruso Alexandr Scriabin. En Italia, toda una generación emergente de músicos y artistas tomaría como referente no a Verdi sino a Wagner. De hecho, algunas de las primeras partituras de Puccini están impregnadas de “wagnerismo”, al igual que lo estaban los escritos de ese epítome del nacionalismo romántico italiano que era D’Annunzio. En Francia, los primeros en homenajearlo fueron Baudelaire y Berlioz y a éstos les siguieron compositores tales como Gounod, Saint-Saëns y Chabrier, además de escritores como Stephane Mallarmé y Romain Rolland. El joven Renoir hizo una peregrinación a Palermo única y exclusivamente para tener el honor de pintar al maestro, mientras que Proust escribía sobre su alter ego Marcel pasando una tarde de introspección mientras escuchaba extractos de Tristán e Isolda. Fauré, por su parte, compuso en honor de Wagner el homenaje popular titulado Souvenir de Bayreuth. El compositor austríaco Anton Bruckner consideraba a Wagner con un grado tal de respeto reverencial que rayaba en la idolatría. Y en Estados Unidos, donde el Maestro había soñado en vano emigrar, el virus de Wagner se apoderó del país de una forma particularmente intensa.W Daniel Snowman, escritor y académico, colaboró durante muchos años con la BBC realizando programas sobre historia y cultura. M AY O D E 2 0 1 3 200 AÑOS DE RICHARD WAGNER M AY O D E 2 0 1 3 a 17 Fotografía: J. ABRESCH Apenas publicado en inglés Wagner y la filosofía, de Bryan Magee, apareció en Philosophy Now esta reseña, en la que se discute la influencia de diversos pensadores en la producción musical de Wagner, así como el impacto que éste produjo, por ejemplo, en Nietzsche. En el libro de Magee se aborda también, así sea sólo en un apéndice, el tema más delicado de la ideología wagneriana: su antisemitismo R ES EÑA Música de y para filósofos RALPH BLUMENAU 18 a M AY O D E 2 0 1 3 200 AÑOS DE RICHARD WAGNER MÚSICA DE Y PA RA FILÓSOFOS E n 1968 Bryan Magee publicó un influyente librito titulado Aspects of Wagner, y luego, en 1983, una obra magistral, The Philosophy of Schopenhauer. En el magnífico volumen del que se ocupa esta reseña, el autor combina sus dos pasiones para crear otro hermoso y lúcido libro. La portada de la edición inglesa tiene un retrato de Wagner y la contraportada uno de Schopenhauer y, de hecho, la relación entre ellos dos es el tema de la mayor parte de la obra, aunque antes encontramos una discusión sobre la influencia que tuvo la filosofía de Feuerbach en el compositor y, a manera de conclusión, un fascinante capítulo sobre la influencia de Wagner en Nietzsche. A esto le sigue un apéndice que discute si el antisemitismo de Wagner se ve reflejado en sus óperas. Durante su juventud, Richard Wagner (18131883) fue un radical de izquierda, y a los 35 años había participado activamente en el alzamiento de mayo de 1849 en Dresde. La rama de la filosofía de izquierda con la que se casó fue el anarquismo —la teoría de Proudhon, adoptada y en cierto modo representada quijotescamente por Bakunin (conocido de Wagner)—, la cual afirma que todo gobierno, por estar basado en la fuerza, es corrupto. Debido a su participación en la revolución tuvo que refugiarse en Suiza, y durante su estancia ahí leyó a otro filósofo de izquierda, Ludwig Feuerbach, quien también criticaba las relaciones basadas en el poder. Feuerbach consideraba que dichas relaciones deberían basarse en el amor. Una de las primeras óperas de Wagner, La prohibición de amar (1836), ya alababa un tipo de amor que rompía las cadenas de las instituciones convencionales que intentaban contenerlo, y en sus óperas posteriores Wagner proclama que el amor no debe tener barreras, ni siquiera las del adulterio o el incesto. Feuerbach también sostenía que todas las religiones eran una creación del hombre: no transmiten verdades teológicas; pero al crear nuestros propios mitos sobre los dioses, expresamos las más profundas verdades sobre nosotros mismos. Esta idea también influiría a Wagner durante toda su vida y le daría forma a las ideas de sus óperas. Fue en Suiza donde Wagner comenzó a trabajar en El anillo del nibelungo. Escribió los libretos de sus cuatro óperas alrededor de 1850, pero no compuso El ocaso de los dioses, la última del ciclo, sino hasta un cuarto de siglo más tarde. Terminó de escribir la música para El oro del Rin, la primera de las cuatro, en 1853. Esta ópera tenía un mensaje casi abiertamente político: la sed de poder ha destruido el orden natural del mundo y aniquila el amor. Además, no hay gran diferencia si el poder se ejerce con buenas intenciones (como hace Wotan) o malas (como Alberich y Mime): incluso los poseedores bienintencionados de poder tienen que usar la fuerza y son arrastrados a engaños y acuerdos deshonrosos. Este es un punto de vista con el que muchos de los anarquistas simpatizaban, ya que su objetivo era, por medio de la política, liberar a la sociedad de todo tipo de control externo. En sus escritos (La obra de arte del futuro, 1849; Ópera y drama, 18501851), Wagner ya había atribuido a la música —música como la suya, no la música comercial que, decía, reinaba en las óperas de París— la misión y el poder de liberar a la sociedad. Sin embargo, para cuando hubo terminado El oro del Rin, había sufrido una transformación crucial. Para empezar, se había desilusionado de la política: las revoluciones de 1848 habían fallado, y, cuando Luis Napoleón perpetuó su golpe de Estado en 1851, abandonó la esperanza de que el mundo pudiera mejorar gracias a la acción política. En 1854, mientras estaba en la más profunda depresión, descubrió la filosofía de Arthur Schopenhauer (1788-1860). Según Schopenhauer, el arte (y la música como la más alta entre las artes) también cumple un papel libertador, pero para él el arte no libera de la opresión social, sino del mundo como un todo. Schopenhauer tenía una visión pesimista y sombría del mundo. Según él, nos domina una “voluntad” impersonal que nos lleva implacablemente a luchar contra los sufrimientos del mundo y que nos llena de deseos punzantes e inalcanzables. Más tarde, Nietzsche diría que existe un intenso placer en el acto de aceptar esa voluntad y cooperar con ella, M AY O D E 2 0 1 3 pero para Schopenhauer la voluntad era un terrible pesar. ¡Si tan sólo pudiéramos liberarnos de su esclavitud! Schopenhauer pensaba que había algunas rutas de escape: una era la difícil renuncia, a menudo asociada con el ascetismo; otra era perderse a sí mismo en el arte. De estas dos maneras podríamos escapar de los sufrimientos infligidos por el mundo fenoménico (el mundo de las apariencias) para entrar al reino etéreo del mundo nouménico. Tras ha- Desde 1854 y hasta su muerte, Wagner se zambulló en Schopenhauer, y Magee rastrea cómo el compositor introdujo, de una manera específica y deliberada, una idea schopenhaueriana tras otra en sus libretos y en su música, la cual se concibió con un significado más intensamente filosófico que el de ninguna música anterior ber formulado esta idea, la encontró presente en el budismo y el hinduismo: los budistas, también, aspiran al Nirvana, donde las ataduras del mundo ya no los detienen. Wagner ya había expresado su anhelo por la nada en El holandés errante (1841), y también ya había hablado del poder redentor de la música. Fue así que llegó a la conclusión de que la sociedad era irredimible, y esto lo había sumido en su más profunda depresión. No obstante, ahora Schopenhauer le enseñaba que la redención era posible para el individuo, aun cuando no lo era para la sociedad. Intuitivamente había utilizado el tema de la renuncia en El holandés errante, en Tannhäuser (1845) y en Lohengrin (1848). Ahora hallaba articulada una correspondencia a sus intuiciones en la filosofía de Schopenhauer. Incluso encontró que la forma del libreto entero de El anillo del nibelungo —que, como se recordará, había sido concebido desde 1850, aunque la música para el final del ciclo todavía no era compuesta— había ido desde la naturaleza casi política de El oro del Rin hasta el mensaje metafísico de El ocaso de los dioses. Desde 1854 y hasta su muerte, Wagner se zambulló en Schopenhauer, y Magee rastrea cómo el compositor introdujo, de una manera específica y deliberada, una idea schopenhaueriana tras otra en sus libretos y en su música, la cual se concibió con un significado más intensamente filosófico que el de ninguna música anterior. Toda la ópera de Tristán e Isolda (1860) trata de un anhelo tan intenso e inalcanzable que sólo puede acabar con la muerte, la cual desean ambos amantes y que, para ellos, es la única manera de permanecer unidos: esta no sólo es la historia que se cuenta en el escenario, sino también en la música, en la que la única resolución de sus disonancias es el último acorde. Schopenhauer había escrito que en el mundo nouménico que subyace a las apariencias, todo es una parte indisociable del Ser y por lo tanto todos somos parte del otro. A menudo llegamos a percibir esto de manera intuitiva. El reconocer esta idea, según él, era la base de la compasión. La compasión, por consiguiente, era otra forma de romper los grilletes de la voluntad implacable que gobierna el mundo noúmeno. Esta idea es uno de los temas de la última ópera de Wagner, Parsifal (1881). Debido a los símbolos cristianos que figuran en esta obra, se le ha considerado a menudo como una obra cristiana. Magee argumenta categóricamente en contra a de esto: según él, decir que Wagner era un cristiano devoto cuando compuso Parsifal es tanto como decir que era un ferviente pagano cuando puso a los dioses germanos en el escenario para El anillo del nibelungo. En cualquier caso, en Parsifal es a un ser humano y no a Cristo a quien se muestra como redentor del mundo. Para entonces, Wagner aún creía en lo que Feuerbach le había enseñado: que todas las religiones dicen algo significativo sobre nuestra naturaleza interior. En Religión y arte (1880), Wagner dijo muy específicamente que “queda reservado al arte el salvar la esencia de la religión”, una verdad no literal sino figurada; y las verdades figuradas de Parsifal están representadas tanto en el budismo como en el cristianismo. De hecho, durante aproximadamente veinte años, Wagner había jugado con la idea de escribir una ópera que se desarrollara en un escenario budista, a la que titularía Die Sieger (“Los conquistadores”, en el sentido de aquellos que conquistan o se imponen a su relación de esclavitud con el mundo). Nietzsche se encontraba entre quienes acusaban a Wagner de haberse “vendido” al cristianismo en el libreto de Parsifal; y es precisamente en el último capítulo del volumen de Magee, antes del apéndice, donde se ocupa de la influencia de Wagner sobre Nietzsche. Como es bien sabido, Nietzsche comenzó como un ciego adorador de Wagner (al principio Nietzsche también era seguidor de Schopenhauer, amaba el teatro griego y adjudicaba un papel exaltado al poder redentor de la música). Más tarde, según Magee, Nietzsche tuvo la necesidad obsesiva de independizarse y de escapar de la influencia de Wagner. Rompió violentamente con el compositor (y también con Schopenhauer), y lanzó una serie de diatribas contra la perspectiva del autor de El anillo del nibelungo, cada una de las cuales Magee refuta vigorosamente. De esta ruptura Magee da cuenta casi completamente en términos de la psicología de Nietzsche, aunque no duda en admitir que la filosofía de este último tenía por sí misma una influencia y una importancia destacadas. Me parece que las refutaciones que hace Magee a las acusaciones de Nietzsche son válidas, si bien a lo largo del libro impactan los superlativos con los que Magee, de manera constante, adorna el pensamiento y la obra de Wagner. Una de las acusaciones específicas de Nietzsche contra Wagner —que su antisemitismo era vulgar y despreciable— no se menciona en absoluto en este capítulo; sin embargo, Magee dedica el apéndice a esta cuestión. Durante una conferencia que dictó con motivo del lanzamiento del libro, Magee explicó que había puesto el asunto del antisemitismo en el apéndice en parte porque no lo consideraba una filosofía y por lo tanto tampoco como parte del tema del libro. Como cualquier persona en sus cabales, encuentra el antisemitismo de Wagner completamente repulsivo. Sin embargo, incluso si fuera una filosofía, Magee argumenta que no hay justificación para afirmar que el antisemitismo tiene alguna influencia en las óperas, y rechaza la idea de que Mime, Alberich, Beckmesser y Kundry estaban pensados como personajes judíos, aunque muchas producciones de las óperas, especialmente durante el periodo nazi, los representaban así y muchos escritores de la posguerra han insistido en que Wagner, como antisemita que era, sí tenía la intención de dotarlos de las estereotípicas características odiadas de los judíos. Sea cual fuere el caso, concluye Magee, el genio de Wagner como artista, al igual que el de Dostoievski, no se ve afectado por su antisemitismo. Y este libro es precisamente un espléndido tributo al genio de Wagner.W © 2001, Ralph Blumenau. Agradecemos al autor y a Philosophy Now el permiso para reproducir aquí este texto. Traducción de Alonso Serrano Aguirre. Ralph Blumenau es profesor de filosofía en la University of the Third Age, en Londres. Es autor de libros como Philosophy and Living. 19 200 AÑOS DE RICHARD WAGNER El libro de Bryan Magee que publicó el Fondo en 2011 presenta una imagen apabullante del genio musical: estamos ante un prolífico hombre de letras, un estudioso de la mitología y el pensamiento de su época, un agitador social, un enamoradizo que insufla en su obra fragmentos de su drama personal. El autor busca además mitigar las acusaciones de antisemitismo que pesan sobre Wagner para contemplar a un coloso sin par R ES EÑA En busca del revolucionario Richard Wagner ROBERTO GARCÍA BONILLA W ilhelm Richard Wagner nació el 22 de mayo de 1813. Las conmemoraciones por su bicentenario son magnificentes. Alrededor de un centenar de conciertos musicales, representaciones operísticas y dramáticas, simposios, presentaciones de obras biográficas y un concurso de cortometraje. Las sedes más importantes son Leipzig y Bayreuth —pequeña ciudad situada en Franconia, al sur de Alemania—, donde se realiza desde 1876 un festival dedicado ex profeso a representar las partituras wagnerianas en la casa Wahnfried, culminación de la gloria en vida; ahí concluyó El ocaso de los dioses y puso fin a la tetralogía que se estrenó ese mismo año. Este festival trasluce un acendrado nacionalismo con una prefiguración modélica. Personajes, héroes, mitos e ideales se vinculan con los anhelos, las luchas, las unificaciones y el ser del pueblo alemán. En palabras de Thomas Mann: “El arte de Wagner es el mejor autorretrato y la más profunda autocrítica del carácter alemán que imaginarse puedan.” Las celebraciones colorean el esplendor de un artista —héroe y antihéroe de su propia novela— que 20 llevó hasta la desmesura la consecución de sus deseos en la vida y en la música; la excepcionalidad rayana en lo sublime. Wagner provocó veneración, repudio y escándalo. Es el destino de un creador que transformó la historia de la música y que, a 130 años de su muerte, sigue causando controversia. Este año se celebra también el bicentenario de Giuseppe Verdi; aun así, en la inauguración de la nueva temporada de la Scala, en diciembre pasado, se representó Lohengrin. Los milaneses protestaron; al final se aplaudió durante 15 minutos la puesta en escena dirigida por Daniel Barenboim. Los admiradores de Wagner son proporcionales a sus detractores, quienes lo acusan por su antisemitismo y por haber sido emblema político y cultural del nazismo. Se ha dicho que, sin ningún antecedente familiar musical, su formación apenas superaba la de un aficionado y que sus elevadas ambiciones expresaban la megalomanía de un compositor burgués. Su padre adoptivo, el actor y pintor Ludwig Geyer, fue el primer instructor que tuvo; su padre, Carl Friedrich Wagner, había muerto cuando el niño Richard apenas tenía un año. Su hermana mayor, Rosalie, fue actriz; la menor, Klara, cantante. El teatro fue para él un cimiento. En Wagner y la filosofía, Bryan Magee se propone limpiar esa pátina que ha oscurecido la posteridad a del compositor de Leipzig. Al margen de filiaciones políticas, perfidias y la extravagancia con “actuación improvisada”, Wagner transformó el rostro de la historia de la música en Occidente: llevó hasta sus límites extremos la tonalidad. Siempre tuvo consciencia autocrítica de sus alcances; consideraba que los libretos de sus primeras tres óperas —Las hadas (1833), La prohibición de amar (1836) y Rienzi (1842)— eran “manufacturados”: artefactos elaborados por su mente consciente que calculaba su funcionalidad y su éxito; no había intuición artística espontánea. El escritor y político inglés rebate los estigmas que pesan sobre el autor de La prohibición de amar; nos deja ver a un compositor con talentos intelectuales y ambiciones extraordinarias. La templanza del joven Richard fue incesante desde que, a los 16 años, luego de asistir a una representación de Fidelio, decidió que su vida estaría en el arte. Con excepción de Wagner, ningún compositor estudió con seriedad filosofía. En su juventud había sido radical; sostuvo la quema de París antes que las ideas reformistas. Rechazaba la sociedad existente aunque tenía fe en el porvenir: después de la revolución, se alcanzaría la plenitud también en el arte y entre los artistas. En mayo de 1849 participó en la edición de un periódico revolucionario socialista, así como en la dirección del levantamiento revolucionario M AY O D E 2 0 1 3 200 AÑOS DE RICHARD WAGNER EN BU S C A D EL R EVO LU C I O NA R I O R I C H A R D WAGNER de Dresde. Estuvo en las barricadas, con Bakunin, por quien se sentía atraído con una mezcla de fascinación y horror. Al paso del tiempo se decepcionó de la política de izquierda, aunque ya desde joven el mundo le pareció hostil; la idea del suicidio lo acompañó durante muchos años. El aislamiento anímico lo persiguió toda su vida hasta que la compartió con Cosima Liszt, hija de Franz. Antes, en 1836, se había casado con la actriz Minna Planner, quien interrumpió su carrera por los celos de su esposo. Compartieron penurias y carencias. En 1845 inició la composición de Lohengrin pero los sucesos políticos en Dresde de 1848 y 1849 los obligaron a refugiarse en Weimar junto a Franz Liszt, y luego, ante el acoso de la policía y los acreedores, el matrimonio Wagner fue a Zúrich, donde vivió un exilio de seis años. Ahí, el comerciante de sedas Otto Wesendonck les ofreció una casa; Wagner se enamoró de su esposa, la poeta Mathilde Wesendonck, quien fue el trasunto de Isolda. Suspendió la escritura de Sigfrido y emprendió la de Tristán… Antes compuso la música de los Wesendonck Lieder con textos de la poeta. Cosima, por su parte, era esposa del célebre pianista y director de orquesta Hans von Bülow, devoto wagneriano hasta la resignación; él estrenaría Tristán e Isolda en 1865. Desde ese año Wagner y Cosima viven en Tribschen a orillas del lago de Ginebra. Un año después muere Minna. Magee muestra cómo Wagner fue uno de los pocos compositores que tuvo una gran formación intelectual: realizó estudios de teoría de la música y teatro, historia, política, filosofía, mitología, literatura y lingüística. Todas estas disciplinas nutrieron su obra: “Tal combinación jamás se había dado en un individuo —señala el biógrafo Ernest Newman—; no ha vuelto a suceder y con toda probabilidad nunca más ocurrirá.” En esta asimilación busca la integración del teatro, las artes visuales y escénicas en la ópera: la “obra de arte total” (Gesamtkunstwerk). Su gran catalizador es el drama. Es autor de cuentos, poemas, reseñas, panfletos, libros completos donde se incluye Mein Leben, una autobiografía de 750 páginas. La edición de todos sus textos abarca 16 volúmenes, además de su correspondencia, que consta de unas 10 mil cartas. Wagner tuvo presente que la ópera no es una pieza teatral adaptada con música y que el libreto es el medio que permite construir un drama musical. Él fue el único, entre los más célebres compositores, que escribió sus libretos de ópera. Empezó muy joven a componer dentro de la tradición romántica alemana, con la influencia de Giacomo Meyerbeer y Carl Maria von Weber. A esa tradición pertenecen El holandés errante (1841), Tannhäuser (1845) y Lohengrin (1848). El cazador furtivo (Der Freischütz, 1821), de Carl Maria von Weber, fue particularmente significativa para Wagner. En esta ópera aparece el leitmotiv o motivo conductor (término creado por F. W. Jähns en su análisis de Weber): un tema o idea musical que reaparece a lo largo de una obra. Representa una persona, un objeto, una idea, una emoción, un hecho o un lugar. Wagner lo utiliza de manera continua, en particular, en la tetralogía El anillo del nibelungo, concebida entre 1848 y 1874 a partir de personajes y elementos mitológicos germánicos, sobre todo sagas islandesas y el cantar del nibelungo medieval. El empleo que le daba a los leitmotivs —señala Magee— significa que heredaba “docena tras docena de temas musicales altamente distintivos con los cuales seguiría en el futuro tejiendo su estructura musical”. Y si en las dos primeras partes de la tetralogía su creador se dirigió al oyente con las palabras, en las restantes la gravedad y la teatralidad se concentraban en la misma música. Estaba creando nuevos mundos sonoros. El drama se impone a la poesía y la música se eleva sobre el resto de las artes. Sus relecturas de El mundo como voluntad y representación de Schopenhauer lo habían marcado. Desde Sigfrido sólo el “peso del sonido orquestal que se haya entre él y las voces es tal que algunas veces ahoga todas las palabras”. La masa orquestal camina en paralelo a las acciones del escenario; tienen significados independientes. La idea de un “apoyo” o “acompañamiento” ha quedado muy lejos, enfatiza Magee: estamos ante un espacio propio y un significado dramático. La música adquiere una compleja imbricación armónica. Sus ideas de “la ópera y el drama” se volvían audibles: había propugnado porque la orquesta asumiera el rol que ha- M AY O D E 2 0 1 3 bía tenido el coro en el drama griego. En Sigfrido lo a escribir del filósofo: “Qué hermoso es que este anciano ignore por completo lo que él representa para había logrado. Y si en los análisis convencionales “el acor- mí, o lo que yo mismo soy a través de él.” Magee sede Tristán” siempre implicó un desafío —porque ñala que sólo tres óperas fueron concebidas a partir era una amenaza para el sistema tonal—, en Parsi- de las lecturas de Schopenhauer: Los maestros canfal éste se encontraría en pasajes completos. El si- tores de Núremberg, Parsifal y Tristán e Isolda. Para guiente paso fueron obras íntegras: el abandono de el filósofo, de las artes sólo la música no es figuratila tonalidad, tras siglos de su hegemonía total. Y el va, pues no puede representarse de ninguna forma. drama escénico de Wagner se dirigió a “una ima- La música —sintetiza Magee— puede verse como un gen visible de la música” que hacia 1872 precisó aún modo de existencia alternativo al mundo en sí. Es más: “Casi me habría gustado llamar a mis dramas inconmensurablemente superior a ellas. “La músihazañas (actos, acciones) de música que se hacen ca —precisa Schopenhauer— expresa en un lenguaje visibles […] la música suena y lo que suena puede us- extraordinario, nada más que a través de los tonos, y con la nitidez y la verdad más grandiosa, al ser más ted verlo en el escenario ante usted”. Influido por los dramaturgos griegos, Wagner recóndito, al ser —en sí— del mundo”: es un potencial empieza en puntos cercanos al clímax. Luego, como expresivo que al conjugarse con las palabras, y por en narración retrospectiva, regresa a los hechos ende con la acción dramática, produce la ópera. A partir de 1864 desaparecen las carencias de que condujeron a ese punto. Así mantiene en gran tensión al público. El riesgo es que sólo una parte Wagner: Luis II de Baviera le ofreció su mecenazbreve de la historia forma parte de la acción de la go; varias óperas inéditas se estrenaron a partir escena; el resto llega al público en extensos trozos de entonces. La primera fue Tristán e Isolda (cuyo de narración del pasado al presente, lo cual puede origen es una leyenda medieval artúrica), una hisser muy cansado. De ahí el tedio que a muchos cau- toria de un amor imposible en la que los amantes san las óperas de Wagner; “les parece que no ocurre encuentran la comunión en el umbral de la muernada en ellas, que los personajes están recitando sin te. Su autor pensaba que el anhelo más primitivo y fin las cosas que sucedieron antes del momento en fundamental es el deseo de amor; el sufrimiento, su que la obra empieza”. Ese malestar, además, crece eterna sombra, alcanza una desgarrada expresión, en el oyente por el extravío que le produce la ausen- cuya sustancialidad —“sólo música”— la encontró cia de un centro tonal, casi siempre presente en la en la lectura de Schopenhauer. Su primer acorde es el más célebre de la historia de la música: contiene música convencional y comercial de Occidente. Al referirse al genio dramático de Wagner, Kurt dos disonancias que abisman su escucha y llevan al Pahlen observa que ya en El holandés errante (1843) deseo desesperante de una resolución. Este acorde hay un largo recitativo del protagonista —al descri- es cromatismo radical (una novena aumentada en bir su tormento y el deseo de morir— que se aproxi- cuyo análisis los musicólogos no coinciden). La tonalidad se había fracturado y el lenguaje ma al canto hablado, el Sprechgesang, que musical se había emancipado. Fue el inimás de medio siglo después utilizó Arcio de una revolución que llevó varias dénold Schoenberg en una de sus obras más cadas en consumarse. Ahí está la paternilíricas: el Pierrot Lunaire (1912) —que fue dad que encontraron los integrantes de la abucheada en su estreno. Escuela de Viena (Schoenberg, el maesWagner fue un lector avezado de la mitro; Berg y Webern, los discípulos) y que tología y la tragedia griegas, y en 1851 se daría lugar a las vanguardias de la primedistanció de la designación de sus obras: ra mitad del siglo xx. Una razón del es“No volveré a escribir más óperas, y como treno tardío de Tristán… fue que los cantengo ganas de inventar un título arbitantes no podían memorizarla; muchos trario para mis obras, las llamaré DraWAGNER Y LA atrilistas se quejaban de que esa partitumas, con lo cual se indicará claramente FILOSOFÍA ra no era música. De ahí la suposición de el punto de vista desde el cual ha de acepque Wagner estaba loco y de que era un tarse lo que ofrezco.” Aspiraba a renovar B RYA N anarquista musical; “el frenesí de Tristán la tragedia griega en la literatura y en MAGEE —anota Magee—, esa excitación ingoberla música. Consideró su obra superior a nable, jamás volvería a aparecer en sus todo lo que conocía como “ópera”, género ARTE UNIVERSAL obras”. que criticó con severidad durante su juTraducción de Tristán e Isolda es ante todo drama ventud. Lo cierto es que en Los maestros Consol Vilà de acciones invisibles cuya importancantores de Núremberg (1868), concebida 1ª ed., 2011, 394 pp. cia reside en lo que está en la partitura y poco después de la ruptura con Minna, 978 607 16 0697 6 no tanto en el escenario. El compositor regresó con éxito a la forma operística $460 observa: “La acción dramática en sí no tradicional. Para Magee es la obra más es más que una respuesta a los requeriautorreferencial de Wagner, y subyace mientos más íntimos del alma, y alcanza en ella una formulación teórica. Se ha repetido que es la obra wagneriana con el canto más la superficie sólo en la medida en que es empujada exultante a la vida. Se basa en una historia por com- hacia fuera desde dentro.” Magee explica cómo los pleto original: la de Hans Sachs (1494-1576), el más protagonistas de esta obra sublime cantan metafísicamente con “una de las músicas más bellas que célebre de los maestros cantores. Magee penetra en las tempestuosas aguas del haya cautivado jamás el oído humano”. Es, en efecocéano creativo de Wagner y hace emerger un sin- to, un modelo decantado de una obra de arte que fín de detalles que permiten navegar con mayor expresa la elementalidad de la condición humana. El ocaso de los dioses será la culminación de una soltura por la cauda de una obra descomunal; describe un amplio horizonte e intersticios del proceso vida creativa. Wagner desarrolló hasta el límite el composicional del creador alemán: entre el acucio- leitmotiv (suma más de mil) y alcanza más de un so detalle y el conjunto, entre los grandes momentos centenar de temas. Es la consumación músico-drade vida y los pasajes de su obra, se acallan las ver- mática: la Gesamtkunstwerk. Los especialistas consiones negras de los detractores que han respondi- cluyen que es la obra más extraordinaria del reperdo más a la ignorancia, al fanatismo y a la ideologi- torio wagneriano. Además de profundizar en la amistad e influenzación de una compleja personalidad de un genio, que a la interpretación analítica. El antisemitismo cia que tuvo Wagner sobre Nietzsche, y la influencia de Wagner era parte del espectro político en que el de Feuerbach en el joven Wagner, Bryan Magee anaconvivió. “Vivió en una sociedad donde era endé- liza y pondera la complejidad de los dramas de un mico.” La sospecha de una conspiración judía en la prodigioso orquestador que improvisó de manera prensa lo persiguió los últimos 30 años de su vida. permanente sonoridades armónicas, como su uso A los 66 años declaró: “No tengo nada contra ellos del leitmotiv lo muestra. Wagner y la filosofía se lee [los judíos], sólo que llegaron a Alemania demasia- también como especializada historia de vida intedo pronto cuando nosotros no éramos lo bastante lectual de uno de los compositores más polémicos de la historia musical; accedemos, así, a una exisestables para absorberlos.” La filosofía que más influyó a Wagner es la de tencia que vivió entre la turbulencia y la búsqueda Schopenhauer. Permea su obra, sobre todo, desde de lo absoluto en todo, así en el mundo como en la Tristán…; en opinión de Mann y Newman, fue el su- creación concebida en solitario. ceso más importante en su vida después de las ideas de Feuerbach. Fue una obsesión desde que leyó El Roberto García Bonilla, crítico de música y mundo como voluntad y representación, en 1854, has- literatura, es autor de Un tiempo suspendido. ta su muerte, aun con las contradicciones que apa- Cronología sobre la vida y la obra de recieron con sus propias obras. El compositor llegó Juan Rulfo (Conaculta, 2008). a 21 Ilustración: E M M A N U E L P E Ñ A CAPITEL Excel y la austeridad L a austeridad puede tener orígenes morales y religiosos, pero también académicos. Desde hace poco más de tres años, un artículo sobre la relación entre deuda soberana de los gobiernos y el crecimiento económico de los países se convirtió en fundamento de políticas cruelmente restrictivas en diversos puntos del planeta, como España y Grecia, dando una pátina de autoridad profesional a los recortes que menudearon en las naciones emproblemadas. Los autores de ese paper son la cubana de nacimiento Carmen Reinhart y el estadunidense Kenneth Rogoff, ambos de la Universidad de Harvard, de quienes el Fondo publicó en 2011 Ésta vez es diferente. Ocho siglos de necedad financiera, un contundente estudio de las causas de diversos tipos de crisis financiera a lo largo de la historia. DE MAYO DE 2013 E n “Growth in Time of Debt”, esta mancuerna de brillantes académicos —ella tuvo una meteórica carrera en la banca de inversión antes de concentrarse en la actividad universitaria, tras una larga temporada en el Fondo Monetario Internacional; él ha sido funcionario del mismo fmi y de la banca central de Estados Unidos, amén de ser gran maestro de ajedrez— llegó a la conclusión de que existe un umbral para el tamaño de la deuda como porcentaje del producto interno bruto, por encima del cual la economía en cuestión experimentará de manera casi inevitable un severo declive. No es que lo dijeran explícitamente en su estudio, pero las circunstancias por las que pasaba el mundo en 2010 y el argumento del artículo hizo que éste se convirtiera, en palabras de Paul Krugman —el más visible de los economistas de nuestro vecino del norte—, “el análisis económico más influyente de los últimos años”, con el cual parecía justificarse una onda de ascetismo gubernamental a toda costa. P ero a mediados de abril pasado otro artículo señaló un error esencial en el planteamiento de Reinhart y Rogoff, error no de teoría, no de interpretación, no de robustez estadística. Se trata de un traspié en el archivo de Excel con el que los autores procesaron los datos —amén de que excluyeron sin mayor explicación algunos que habrían debilitado la conclusión—. Sí, tal vez fue sólo una errata en una fórmula o un procedimiento de cálculo inadecuado. En el ya citado texto de Krugman, que apareció en The New York Times un par de días después de que circulara “Does High Public Debt Consistently Stifle Economic Growth? A Critique of Reinhart and Rogoff”, de Thomas Herndon, Michael Ash y Robert Pollin, el ganador del premio Nobel en 2008 comparó ese yerro con el intento de poner un satélite en torno a Marte, en 1999, fallido porque los cálculos que hacía un equipo los realizaba en el sistema métrico decimal mientras que otro equipo lo hacía con el sistema inglés, o con una catastrófica operación de jpMorgan en Londres, que basó sus decisiones de inversión en un cálculo que debía hacerse con un promedio en vez de hacerlo, como ocurrió en realidad, con una suma. Así, se pregunta Krugman si “en esta era de 22 a la escritura de este autor que así como dio voz al México urbano de la segunda mitad del siglo xx, creo un universo literario propio. letras mexicanas Prólogo, compilación y notas de Omegar Martínez 1ª ed., 2013, 944 pp. 978 607 16 1199 4 $390 CUENTOS COMPLETOS CARLOS FUENTES Desde que publicara su primer cuento, “Pastel rancio”, en 1949, Fuentes nunca dejó de cultivar este género, en el que encontró un espacio de experimentación y profundización sobre los temas y estilos que marcaron el resto de su literatura: la identidad, lo mexicano, los orígenes, la familia. Este volumen ofrece una inmersión privilegiada a la totalidad de su narrativa corta desde ese primer relato hasta aquéllos que conformaron su último libro de cuento, Carolina Grau, salido de las prensas en 2010. Ordenados cronológicamente, en estos casi 70 escritos el lector podrá descubrir (o reencontrarse) con una faceta de Fuentes muy dinámica y fértil, en la que es posible tender puentes, encontrar simbolismos e identificar las vetas literarias por las que circuló la creación de este autor central de la literatura mexicana. El libro además ofrece un texto introductorio —del editor de literatura en el Fondo— con valiosas claves para aproximarse a OCTAVIO PAZ EN LA DERIVA DE LA MODERNIDAD JAC QU E S L A FAY E Amigo y colaborador de Paz, el autor de estos ensayos anuncia en su preámbulo que si bien los textos que componen esta obra surgieron a partir de diferentes encargos (el primero de ellos para esta Gaceta, en 1998, y el resto para dictar conferencias), conforme los fue redactando y agrupando se encontró con un recorrido amplio y coherente sobre la vida y obra del Nobel mexicano, en el que no sólo se abordan pasajes fundamentales de su biografía (desde sus años de infancia en Mixcoac) sino que se analiza la intensa trayectoria intelectual del poeta en sus distintas facetas (política, antropología, historia, filosofía, crítica artística y literaria). Compuesto por siete ensayos, con títulos tan sugerentes como “El solitario. Un Teseo romántico en el laberinto de la modernidad” o “El visionario. Un Tocqueville mexicano, ¿o chicano?”, y por reproducciones facsimilares de revistas, documentos y fotografías, este libro ofrece una aproximación fresca y personal a uno de los principales críticos de la modernidad y poeta de todos los tiempos. Además de esta obra, otros títulos de Lafaye publicados en el Fondo son Albores de la imprenta. El libro en España y Portugal y sus posesiones de ultramar (siglos XV-XVI), Los conquistadores y Quetzalcóatl y Guadalupe: la formación de la conciencia nacional en México; preparamos además De la historia bíblica a la historia crítica. El tránsito de la conciencia occidental, de inminente aparición. vida y pensamiento de méxico 1ª ed., 2013, 253 pp. 978 607 16 1348 6 $195 M AY O D E 2 0 1 3 NOV EDA D ES la información […] ¿un error de programación en Excel destruyó las economías del mundo occidental?” C EPICLESIS Novela, poesía y otros textos EDÉN FERRER Poco antes de morir, Julián Meza terminó esta antología de Edén Ferrer, rara avis de la literatura mexicana que, según afirma el escritor veracruzano, casi no publicó en vida por pudor. Compuesta por cuatro secciones, la primera recoge su única novela, de corte policiaco, que muestra gran erudición y originalidad. Le sigue un apartado dedicado a sus cuentos, que bajo el nombre “Ficciones” reúne trece relatos inéditos. Después, una sección de ensayo en la que se destaca “Diego Rivera, un devoto de la gigantomaquia” y, por último, una consagrada a su poesía, con piezas inéditas o poco conocidas. Al final del volumen se incluye una breve nota biográfica de Maiala Meza, hija de Julián, en la que recrea algo de la personalidad del autor a partir de las conversaciones y encuentros que tenían lugar en casa de su padre. Todo ello permite establecer un diálogo con este original escritor que, gracias a la intervención de su antologador, se presenta hoy sin inhibiciones. letras mexicanas Selección y notas de Julián Meza 1ª ed., 2013, 274 pp. 978 607 16 0931 1 $190 LA CIUDAD DE LOS VIAJEROS Travesías e imaginarios urbanos: México 1940-2000 NÉSTOR GARCÍA CANCLINI, A LEJA NDRO CASTELL A NOS Y ANA ROSAS MANTECÓN Originalmente publicado en 1996, bajo los sellos de Grijalbo y la Universidad Autónoma Metropolitana, este ensayo antropológico trata sobre la ciudad de México y sus habitantes, sobre los viajes que cada individuo realiza dentro de la urbe y los imaginarios que existen en torno a la gran metrópoli. Para realizarlo, los autores seleccionaron 52 fotografías —reproducidas en este volumen— y editaron un video de 20 minutos en los que se presentaban distintos aspectos de la capital mexicana, mismos que fueron mostrados a diez grupos de estudio —taxistas, policías de tránsito, repartidores de mercancías, estudiantes, amas de casa, comerciantes ambulantes y automovilistas de clase media— para reconstruir sus experiencias de viaje y su idea de ciudad. De todo ello se desprende este espléndido trabajo que conjuga la aproximación antropológica de Rosas Mantecón y García Canclini con la mirada histórica de Castellanos, para presentar un análisis luminoso sobre la relación que existe entre la vida cotidiana y la historia de la ciudad. El diseño es obra de quien también tiene a su cargo esta publicación: León Muñoz Santini. LA ÉLITE DEL PODER C. Wright Mills Esta obra del destacado sociólogo estadounidense salió a la luz a mediados del siglo pasado y desde entonces se ha convertido en un texto clásico para comprender los selectos grupos de poder y la manera en que su dinámica y acción determinan el destino de un país. Basado en la experiencia de Estados Unidos, el autor de La imaginación sociológica, también editado por el Fondo, identifica tres grupos fundamentales: las élites militar, empresarial y política, y desde ellos examina críticamente la relación que guardan con la sociedad de masas y la teoría del equilibrio. Esta nueva edición presenta un epílogo de Alan Wolfe que actualiza el libro al dar cuenta de los cambios más significativos que las estructuras de poder han sufrido desde la primera publicación de la obra. Además de los títulos referidos de este autor, en el Fondo hemos publicado Escucha yanqui. La revolución en Cuba; Poder, política y pueblo, y Cartas y escritos autobiográficos. sociología Traducción de Florentino M. Torner y Ernestina de Champourcín Epílogo de Alan Wolfe y nota introductoria de Francisco Zapata 2ª ed., 2013, 495 pp. 978 607 16 1319 6 $245 tezontle 1ª ed., fce-uam, 2013, 192 pp. 978 607 16 1282 3 $340 onviene recordar que estas ironías provienen de alguien que apuesta por mayor intervención gubernamental para partir el nudo gordiano en que suele convertirse el crecimiento, la deuda pública y el déficit fiscal. De alguien que en su momento alabó Ésta vez es distinto, pues en su opinión Reinhart y Rogoff “no se andan por las ramas y prefieren los hechos puros y duros; es decir: para ellos, antes de empezar a teorizar conviene estudiar detenidamente lo que nos enseña la historia”. En las páginas de La Gaceta (núm. 487, de julio de 2011) apareció la elogiosa reseña que Krugman y su mujer, Robin Wells, prepararon para The New York Review of Books; ahí afirmaban que el enfoque del libro enfoque de Reinhart y Rogoff “ya dio muy buenos frutos, pues nos ha permitido entender nuestra situación actual” (se trataba de mediados de 2010). Ahí se refirieron a “un reciente artículo en preparación” (es el de la metida de pata en Excel) donde se muestra que “históricamente el crecimiento económico ha sido menor cuando la deuda gubernamental excede el 90 por ciento del pib […] Éste es un dato que los vigilantes del déficit citan continuamente.” D esde que, en mayo de 2010, se publicó el artículo de Reinhart y Rogoff, diversos grupos de estudiosos habían querido reproducir por su cuenta los cálculos que llevaban a tan catastrófica conclusión, pero no tenían acceso a los datos reunidos por los investigadores de Harvard. Por fin, éstos compartieron su base y su hoja de cálculo con investigadores de la Universidad de Massachusetts Amherst, que lograron desentrañar cómo la evidencia histórica llevaba a una conclusión que tan amargas consecuencias ha tenido en todo el mundo, y señalaron el error de Excel, omisiones injustificadas de algunas series y una ponderación engañosa de otras que refuerzan la polémica conclusión. De bote pronto (pues apenas habían recibido copia del artículo que tan severamente los cuestiona), y sin demasiado rubor, Reinhart y Rogoff respondieron en The Wall Street Journal que, en realidad, sus críticos llegaban a conclusiones similares, “en orden de magnitud”, a las de su artículo; también ahí subrayan que siempre han tenido presente la diferencia entre fenómenos relacionados entre sí y fenómenos causados unos por otros, y como ejemplo ofrecen el cuidado puesto en Ésta vez es diferente para sólo asociar el súbito aumento de la deuda tan pronto como se ha iniciado una crisis financiera. S e dice con justificada sorna que los economistas pasan la mitad del tiempo haciendo pronósticos y la otra mitad explicando por qué éstos no se cumplieron. Reinhart y Rogoff deberán ahora adaptar este perfil profesional, pues lo suyo no fue precisamente un pronóstico, pero sí deberán dedicar algún tiempo a enmendar su equivocación. Es de esperarse que revisen métodos y conclusiones de ese trabajo para que evitar que una ominosa sombra de dudas caiga sobre su magnífico libro. Como editores de esa obra, nos pareció necesario dar cuenta de esta disputa académica —y política—, sabedores de que errar es de humanos, y de sabios, cambiar de opinión. A terra, en cualquier caso, comprobar cuánto poder atribuimos hoy a los dictados de la informática, la estadística, los arcanos analíticos de la economía. Ahí hace falta también imponer una razonable dosis de austeridad. M AY O D E 2 0 1 3 a Tomás Granados Salinas 23