Número de registro: 18444 Novena Época Instancia: Tribunales

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AMPARO EN REVISIÓN (IMPROCEDENCIA) 503/2004.
Número de registro: 18444
Novena Época
Instancia: Tribunales Colegiados de Circuito
Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta
Tomo: Tomo XX, Noviembre de 2004
Página: 1808
AMPARO EN REVISIÓN (IMPROCEDENCIA) 503/2004. OPERADORA MEXICANA
DEL CARIBE, S.A. DE C.V.
CONSIDERANDO:
CUARTO. Los argumentos contenidos en el único agravio que hace valer la recurrente
resultan sustancialmente fundados, en atención a las consideraciones que más adelante se
exponen.
Previo a su estudio, resulta oportuno reseñar los antecedentes del caso.
Ricardo Leal Lozano, en su carácter de apoderado general de la persona moral denominada
Operadora Mexicana del Caribe, Sociedad Anónima de Capital Variable, promovió juicio de
amparo en el que demandó del Congreso de la Unión y otras autoridades, acorde a la
intervención que les compete, los actos legislativos que conformaron el decreto por el que se
reforman, adicionan y derogan diversas disposiciones de la Ley Federal de Protección al
Consumidor, publicado en el Diario Oficial de la Federación en fecha cuatro de febrero de
dos mil cuatro, específicamente los artículos 7o., 9o., 8 bis, 17, 18 bis, 32, 43, 73, 73 bis, 73
ter, 74, 75, 76, 76 bis, 77, 82, 86, 90 bis, 92, 92 bis, 95, 105 y 123, por considerarlos
inconstitucionales, y que le causan agravio con su sola entrada en vigor.
También, demandó del procurador Federal del Consumidor y subalternos, las órdenes
verbales o escritas que dicten, ejecuten o pretendan ejecutar, tendientes a la aplicación de los
preceptos señalados; la materialización de tales órdenes y, en general, los actos de molestia y
privación derivados de su aplicación.
La impetrante alegó en sus conceptos de violación, en esencia, la transgresión a las garantías
de libertad de comercio y profesión, imprenta, igualdad, legalidad, seguridad jurídica,
irretroactividad de la ley y de acceso a la impartición de justicia.
El Juez Tercero de Distrito en Materia Administrativa en el Estado, desechó la demanda de
garantías por estimar que se actualizaba la causal de improcedencia contenida en el artículo
73, fracción XII, en relación con el artículo 22, fracción I, de la Ley de Amparo, debido a que
las disposiciones impugnadas fueron consentidas tácitamente al no promover la quejosa el
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juicio de amparo, dentro del término que para tal efecto le concede la ley relativa.
Arribó a la anterior conclusión, porque consideró que si el decreto impugnado fue publicado
en el Diario Oficial de la Federación el cuatro de febrero de dos mil cuatro, y conforme al
artículo primero transitorio del mismo entraría en vigor a los noventa días siguientes de su
publicación en dicho medio de difusión, su vigencia inició entonces el día cuatro de mayo de
dos mil cuatro, día noventa contado a partir del siguiente de la fecha de su publicación; luego,
concluyó que el cómputo de los treinta días que la quejosa tenía para promover el juicio de
garantías, feneció el quince de junio del mismo año, excluyendo en el cómputo los días
inhábiles entre ambas fechas que fueron los días cinco, ocho, nueve, quince, dieciséis,
veintidós, veintitrés, veintinueve y treinta de mayo; cinco, seis, doce y trece de junio todos de
dos mil cuatro; de manera que si la demanda de garantías se presentó el dieciséis de junio del
año que transcurre, resultaba extemporánea por un día.
En contraposición a las anteriores consideraciones, la quejosa alegó lo siguiente:
a) Que el a quo inobservó lo dispuesto en los artículos 22, fracción I, 73 fracción XII, 145 y
147 de la Ley de Amparo, en relación con el diverso primero transitorio del decreto en el que
se publicó la Ley Federal de Protección al Consumidor, los cuales interpreta desde una
postura subjetiva al desarrollar los conceptos de motivo manifiesto e indudable de
improcedencia, consentimiento, y de oportunidad para promover la demanda de garantías
cuando se presenta la figura denominada doctrinalmente como vacatio legis;
b) Que los Tribunales Colegiados de Circuito se han pronunciado en el sentido de que, en la
fase conocida como vacatio legis, no es procedente la impugnación de leyes de observancia
general en la vía del amparo biinstancial, ya que aún no tienen fuerza obligatoria y los
gobernados carecen de interés jurídico para inconformarse con ellas, al no tener el deber
ineludible de cumplirlas; de manera que, dice, es menester que aquélla (concebida como el
periodo de postergación en el inicio de la vigencia de la norma) transcurra completamente;
c) Que los acuerdos dictados por los juzgadores de amparo deben contener los fundamentos
legales aplicables al caso concreto. A la vez, les está proscrito el desechamiento a priori de
las demandas de garantías, en términos del artículo 73, fracción XII, de la Ley Reglamentaria
de los Artículos 103 y 107 Constitucionales, si los particulares afectados las presentan dentro
del plazo de treinta días hábiles posteriores a que entraron en vigor; así que, con fundamento
en el diverso numeral 147 ibídem, se deben admitir a trámite;
d) Que la ley impugnada se publicó en el medio de difusión oficial de la República mexicana
el cuatro de febrero de dos mil cuatro y en su artículo primero transitorio destacó que entraría
en vigor a los noventa días siguientes a tal suceso; por lo que establecido ese plazo de vacatio
legis, iniciado el cinco de febrero, concluía el cuatro de mayo siguiente a las "23:59'59"
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(veintitrés horas con cincuenta y nueve minutos, y cincuenta y nueve segundos); así pues, la
entrada en vigor de aquélla, es decir, cuando adquirió fuerza obligatoria, fue a las cero horas
del cinco de mayo sucesivo; sin embargo, como este último fue inhábil, el plazo para la
interposición de la demanda de garantías inició, materialmente, el seis del mes y año en
referencia para fenecer el dieciséis de junio venidero a las "23:59'59" (veintitrés horas con
cincuenta y nueve minutos, y cincuenta y nueve segundos);
e) Que en los términos anteriores, el Juez de Distrito realizó un cómputo arbitrario y
equívoco del plazo para el ejercicio de la correspondiente acción constitucional, ya que éste
lo empezó a contar el mismo día noventa cuando todavía no fenecía el intervalo de la vacatio
legis, siendo que las normas impugnadas aún no tenían fuerza obligatoria, ya que la
conclusión exacta de esa figura fue a las "23:59'59" (veintitrés horas con cincuenta y nueve
minutos, y cincuenta y nueve segundos), del cuatro de mayo del presente año; por ende, el
inicio de la vigencia de estas últimas fue hasta las cero horas del cinco de ese mes, mismo
que por ser inhábil, propició que el término de los treinta días hábiles para impugnarlas, en su
carácter de disposiciones autoaplicativas, diera comienzo el seis de mayo de dos mil cuatro;
f) Que en virtud de lo anterior, no se actualiza la hipótesis prevista en el artículo 73, fracción
XII, de la Ley de Amparo, pues en la especie le está vedado al juzgador primigenio restringir,
modificar o ampliar el plazo de la vacatio legis decretado por el legislador ordinario, mucho
menos en detrimento de los gobernados que se ven afectados por una norma autoaplicativa;
g) Que acorde con lo expuesto, resulta desajustada a derecho la restricción de un día
completo que hiciera el juzgador al considerar ilegalmente, que el plazo para la presentación
de la demanda a la postre desechada, inició a las cero horas del cuatro de mayo del año que
transcurre, siendo que éste apenas era el día noventa de la vacatio legis, el que debía
transcurrir con todos sus minutos y segundos antes de que entrara la norma en vigor, pues de
lo contrario, se llegaría a la absurda afirmación de que el decreto impugnado tuvo una vacatio
legis de sólo ochenta y nueve días, lo que pugna con el texto de su artículo primero
transitorio;
h) Que el a quo también dejó de observar lo dispuesto en el artículo 219 del Código Federal
de Procedimientos Civiles, supletorio de la ley de la materia, al omitir invocar en el auto
combatido los fundamentos aplicables a la determinación asumida, así como la jurisprudencia
del Máximo Órgano de Justicia de la nación y de los Tribunales Colegiados de Circuito, que
le impedía restringir, a su voluntad y capricho, el plazo para la interposición del juicio de
garantías, o bien, que lo facultaran para reducir el lapso de la vacatio legis que estableció el
legislador en el artículo primero transitorio del decreto controvertido;
i) Que siendo así las cosas, el plazo para la presentación de la demanda de garantías, feneció,
precisamente, el dieciséis de junio de dos mil cuatro, por lo que al haberla exhibido ese día,
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se ajusta a la regla de temporalidad que al respecto resulta observable; y
j) Que resulta desacertado el criterio contenido en la tesis de jurisprudencia obligatoria
invocada por el a quo, que sostiene que el plazo para la interposición de la demanda de
garantías en tratándose de leyes autoaplicativas, inicia desde las cero horas del mismo día en
que entran en vigor, porque si dicho plazo tratándose de controversias constitucionales, inicia
a contar a partir del día siguiente de la publicación de la norma impugnada; no existe razón
para que tratándose de leyes el plazo para su interposición inicie a contar a partir del mismo
día de su publicación.
Precisado todo lo anterior, se dice que le asiste la razón al recurrente, como ya se adelantó, en
atención a las razones que a continuación se exponen.
La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, establece en sus artículos 71 y 72,
las normas que regulan el proceso de formación de la ley; en tanto que el Código Civil
Federal regula en sus artículos 3o. y 4o. los sistemas establecidos para determinar la
iniciación de su vigencia.
Tales dispositivos legales se transcriben a continuación, en lo conducente:
"Art. 71. El derecho de iniciar leyes o decretos compete:
"I. Al presidente de la República;
"II. A los diputados y senadores al Congreso de la Unión; y
"III. A las Legislaturas de los Estados.
"Las iniciativas presentadas por el prseidente (sic) de la República, por las Legislaturas de los
Estados, o por las diputaciones de los mismos, pasarán desde luego a comisión. Las que
presentaren los diputados o los senadores se sujetarán a los trámites que designe el
reglamento de debates."
"Art. 72. Todo proyecto de ley o decreto, cuya resolución no sea exclusiva de alguna de las
Cámaras, se discutirá sucesivamente en ambas Cámaras, observándose el reglamento de
debates sobre la forma, intervalos y modo de proceder en las discusiones y votaciones:
"A. Aprobado un proyecto en la Cámara de su origen, pasará para su discusión a la otra. Si
ésta lo aprobare, se remitirá al ejecutivo, quien, si no tuviere observaciones que hacer, lo
publicará inmediatamente;
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"B. Se reputará aprobado por el Poder Ejecutivo todo proyecto no devuelto con
observaciones a la Cámara de su origen, dentro de diez días útiles; a no ser que corriendo este
término, hubiere el congreso cerrado o suspendido sus sesiones, en cuyo caso la devolución
deberá hacerse el primer día útil en que el Congreso esté reunido;
"C. El proyecto de ley o decreto desechado en todo o en parte por el ejecutivo, será devuelto,
con sus observaciones, a la Cámara de su origen. Deberá ser discutido de nuevo por ésta, y si
fuese confirmado por las dos terceras partes del número total de votos, pasará otra vez a la
Cámara revisora. Si por ésta fuese sancionado por la misma mayoría, el proyecto será ley o
decreto y volverá al ejecutivo para su promulgación."
Por otra parte, los artículos 3o. y 4o. de la codificación sustantiva civil en mención,
respectivamente, dicen:
"Artículo 3o. Las leyes, reglamentos, circulares o cualesquiera otras disposiciones de
observancia general, obligan y surten sus efectos tres días después de su publicación en el
periódico oficial.
"En los lugares distintos del en que se publique el periódico oficial, para que las leyes,
reglamentos, etc., se reputen publicados y sean obligatorios, se necesita que además del plazo
que fija el párrafo anterior, transcurra un día más por cada cuarenta kilómetros de distancia o
fracción que exceda de la mitad."
"Artículo 4o. Si la ley, reglamento, circular o disposición de observancia general, fija el día
en que debe comenzar a regir, obliga desde ese día, con tal de que su publicación haya sido
anterior."
De los preceptos legales transcritos anteriormente, se desprende que los órganos que
constitucionalmente están facultados para iniciar leyes o decretos son el presidente de la
República; el Congreso de la Unión, a través de los diputados y de los senadores, y las
Legislaturas de los Estados.
Se infiere también, que las etapas que regulan el proceso de formación de la ley, son seis, a
saber: iniciativa, discusión, aprobación, sanción y publicación e iniciación de la vigencia.
La iniciativa, es el acto por el cual los órganos que se encuentran facultados para iniciar
leyes, someten a la consideración del Congreso General de la República, el proyecto
respectivo; la discusión, consiste en la deliberación que hacen las Cámaras acerca de las
iniciativas legales a fin de determinar si deben o no ser autorizadas; la aprobación, es el acto
por el cual dichas Cámaras aceptan un proyecto de ley, ya en forma total, o bien, sólo
parcialmente; la sanción, es la aceptación de una iniciativa legal por el poder ejecutivo y debe
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ser posterior a la aprobación del proyecto de las Cámaras respectivas; la publicación,
constituye el acto mediante el cual la ley, ya aprobada y sancionada, se da a conocer a sus
destinatarios que deben acatar sus mandamientos.
Por último, la iniciación de la vigencia de la norma, que constituye el último estadio que al
respecto se prevé, se encuentra regulada por los artículos 3o. y 4o. del Código Civil Federal.
De las diversas etapas de creación y entrada en vigor de la ley, cabe destacar aquí esta última,
por su trascendencia para la resolución del presente asunto.
Así es, los mencionados artículos de la codificación sustantiva invocada, fijan las reglas sobre
la iniciación de la vigencia del ordenamiento legal, conforme a las cuales se han adoptado
dos sistemas que sirven para determinar en qué momento se considera vigente la ley, a
precisar: el sucesivo y el sincrónico.
El primero de ellos, se encuentra regulado en el artículo 3o. citado, que establece la iniciación
de la vigencia de las leyes, reglamentos, circulares y cualesquier otras disposiciones de
carácter general, con relación al lugar en que se publique el medio oficial de difusión pública
de las mismas.
Al efecto señala que entrarán en vigor tres días después de su publicación en el Periódico
Oficial en los lugares en que se cuente con dicho medio de difusión; y en los que no, para su
entrada en vigor, además del plazo referido, deberá transcurrir un día más por cada cuarenta
kilómetros o fracción que exceda de la mitad.
Por su parte, el sistema sincrónico, se encuentra regulado por el artículo 4o. del Código Civil
Federal, conforme al cual, si la ley, reglamento, circular o disposición de observancia
general, fija el día en que debe comenzar a regir, obliga desde ese día, con tal de que su
publicación haya sido anterior. En este supuesto, la ley entra en vigor en forma simultánea en
todo el territorio donde habrá de ser aplicada, sin que pueda admitirse que la misma ha
adquirido fuerza mientras no transcurra el plazo que debe mediar entre su publicación y la
iniciación de su vigencia.
Viene al caso hacer notar que el periodo que media entre la publicación de la ley y su entrada
en vigor, se conoce en la doctrina como vacatio legis.
La vacatio legis responde a la idea de que debe haber un término durante el cual quienes
deben cumplir la ley pueden enterarse de su contenido y obedecerla consecuentemente.
Transcurrido este plazo, la ley obliga a todos los que se encuentren en su hipótesis normativa,
haciéndose evidente el principio de que la ignorancia de la ley no excusa su cumplimiento.
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Al respecto, es importante destacar que la Suprema Corte de Justicia de la Nación, ha
señalado que, acorde a lo dispuesto por los artículos 70 y 71 de la Constitución Política de los
Estados Unidos Mexicanos, dicho periodo no está contemplado como una fase esencial del
procedimiento legislativo, e incluso ha establecido que no es necesaria su existencia para que
inicie la vigencia de una ley.
Los criterios anteriores se encuentran inmersos en las tesis aisladas números 2a. CIV/2003 y
1a. XXVII/2004, visibles en las páginas 333 y 309, tomos XVIII y XIX, agosto de 2003 y
marzo de 2004, emitidas por la Segunda y Primera Salas de ese Alto Tribunal,
respectivamente, ambas de la Novena Época, publicadas en el Semanario Judicial de la
Federación y su Gaceta, que se transcriben a continuación:
"LEYES FISCALES. SU ENTRADA EN VIGOR EL MISMO DÍA DE SU
PUBLICACIÓN, NO TRANSGREDE LO DISPUESTO POR LOS ARTÍCULOS 70 Y 71
DE LA LEY FUNDAMENTAL. El artículo 7o. del Código Fiscal de la Federación dispone
que las leyes fiscales, sus reglamentos y las disposiciones administrativas de carácter general,
entrarán en vigor en toda la República el día siguiente al de su publicación en el Diario
Oficial de la Federación, salvo que en ellas se establezca una fecha posterior; sin embargo, el
hecho de que los propios ordenamientos establezcan que aquéllas entrarán en vigor el mismo
día de su publicación no transgrede los artículos 70 y 71 de la Constitución Política de los
Estados Unidos Mexicanos, pues, por un lado, la inconstitucionalidad de una norma surge de
su contradicción con un precepto de la propia Constitución Federal y no de su oposición con
otras leyes secundarias y, por otro, porque la vacatio legis no está contemplada como una fase
esencial del procedimiento legislativo, por lo que la materia puede ser regulada libremente
por el legislador ordinario. Además, la promulgación de la ley no es otra cosa que su
publicación formal, cuya finalidad es lograr que las leyes sean conocidas por aquellos a
quienes obligan, de modo que no están constreñidos a cumplir lo prevenido en disposiciones
que no han sido publicadas, de manera que si bien el legislador ordinario cuenta con la
libertad para establecer el momento en que inicia la vigencia de una ley, resulta evidente que
jamás podrá determinar que su vigencia sea anterior a su promulgación; empero, ninguna
disposición constitucional le impide prever que el ordenamiento jurídico estará vigente a
partir del día de su publicación oficial."
"REFORMAS A LA CONSTITUCIÓN FEDERAL. NO REQUIEREN DE VACATIO
LEGIS Y ANTE LA AUSENCIA DE DISPOSICIÓN EXPRESA SOBRE SU FECHA DE
ENTRADA EN VIGOR, DEBE ESTARSE A LA DE SU PUBLICACIÓN EN EL DIARIO
OFICIAL DE LA FEDERACIÓN, SALVO QUE POR SU CONTENIDO NO SEAN
EXIGIBLES DE MANERA INMEDIATA. Para que una reforma constitucional tenga tal
carácter, basta con incorporarla al texto de la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos con base en el procedimiento establecido en su artículo 135, de manera que para
autentificarla en relación con sus destinatarios -los gobernados y los órganos del Estado- se
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requiere su publicación en un medio fehaciente, lo cual se logra con la inserción del decreto
respectivo en el Diario Oficial de la Federación; esto es, una vez satisfecho el procedimiento
establecido en el citado precepto constitucional, el decreto respectivo se remite al Ejecutivo
para efectos de su publicación inmediata. Ahora bien, la publicación en dicho medio de los
decretos de reforma constitucional emitidos por el Congreso tiene dos finalidades: 1) la de
hacer saber a los gobernados y a los demás órganos del Estado, de manera auténtica, que el
orden jurídico ha sido modificado por virtud del acto legislativo -en sentido lato-, y 2) la de
hacer exigible el acatamiento del nuevo ordenamiento, en tanto se ha perfeccionado la
voluntad del Constituyente Permanente en ese sentido. Es decir, la publicación de un decreto
de reformas constitucionales es una garantía objetiva del propio ordenamiento, destinada a
fijar de forma auténtica y permanente el contenido de una norma y garantizar, en
consecuencia, la seguridad y certeza jurídicas, por lo que la propia Constitución dispone que
la publicación se haga ‘inmediatamente’, en aras de que la voluntad del Constituyente
Permanente -en el sentido de que se ha reformado el texto constitucional- no se diluya ni
obstaculice en el tiempo, sino que de manera objetiva y pronta empiece a tener efectividad.
De lo anterior puede derivarse el principio siguiente: las reformas constitucionales tienen
vocación de regir, esto es, de cobrar vigencia inmediatamente, sin demora, una vez
publicadas en el Diario Oficial, acorde con los principios de supremacía y eficacia inmediata
de la Constitución, según los cuales las disposiciones que la conforman son la Ley Suprema
de la Unión y deben ser atendidas por todos los operadores jurídicos. En congruencia con lo
antes expuesto, se concluye que la regla en materia del inicio de vigencia de las reformas y
adiciones a la Constitución es que rijan a partir del mismo día de su publicación en el Diario
Oficial y la excepción es que empiecen a regir en fecha posterior, siempre que el propio
Constituyente así lo hubiese determinado mediante disposiciones transitorias, o que por su
contenido mismo no puedan ser exigibles desde ya, por lo que no es necesario un periodo de
vacatio legis para que inicie la vigencia de una reforma constitucional."
Es aplicable también el criterio contenido en la tesis P. XLV/2002, emitida por el Tribunal
Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, visible en la página 13, Tomo XVI,
diciembre de 2002, en el Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época,
que se transcribe a continuación:
"LEYES. EL LEGISLADOR ORDINARIO CUENTA CON LA FACULTAD DE
ESTABLECER EL MOMENTO EN QUE INICIA SU VIGENCIA. Aun cuando la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos en sus artículos 71 y 72 señala a
quiénes compete el derecho de iniciar leyes o decretos y el procedimiento que se sigue en las
Cámaras de Diputados y Senadores para su formación, lo cierto es que no prevé regla alguna
sobre el momento en que deba iniciar la vigencia de las leyes, ni de su articulado se deduce la
existencia de un sistema sobre tal vigencia, por lo que es incuestionable que esta materia
puede ser regulada libremente por el legislador ordinario. En consecuencia, el hecho de que
una ley haya entrado en vigor el mismo día de su promulgación, no vulnera disposición
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constitucional alguna, pues debe tomarse en consideración que la promulgación de una ley,
no es otra cosa que su publicación formal, esto es, su finalidad consiste en lograr que las
leyes sean conocidas por aquellos a quienes obligan y, naturalmente, los particulares no están
obligados a cumplir lo prevenido en disposiciones que no han sido publicadas, por ende, el
legislador ordinario cuenta con la libertad para establecer el momento en que inicia la
vigencia de una ley, al no existir disposiciones constitucionales que le impidan establecer que
el ordenamiento jurídico estará vigente a partir del día de su publicación oficial, aun cuando
lo deseable es que una ley sea conocida por todos sus destinatarios antes de que cobre
vigencia."
De lo expuesto, cabe destacar, que el lapso comprendido entre el momento de la publicación
y aquel en que la norma entra en vigor, denominado vacatio legis constituye una fase
postergatoria de su vigencia, que se encuentra justificada porque concede un término que
racionalmente supone que los destinatarios del precepto estarán en condiciones de conocerla
y, por ende, de cumplirla. Concluido dicho lapso, la ley obliga a todas las personas
comprendidas en el supuesto normativo, aun cuando de hecho no tengan o no hayan podido
tener noticia de la nueva disposición legal. Ocurre que, es en este instante, o cuando se
aplique la disposición, cuando formal y materialmente, se verán reflejados sus efectos en la
esfera jurídica del gobernado, surgiendo así el perjuicio personal y directo que le otorga
interés para impugnar el ordenamiento a través del juicio de amparo.
Pues bien, analizando el marco normativo conforme al cual deben resolverse los agravios de
la recurrente, se advierte que le asiste la razón.
En efecto, el legislador estableció en el artículo primero transitorio de la ley controvertida:
"El presente decreto entrará en vigor a los noventa días siguientes de su publicación en el
Diario Oficial de la Federación, salvo lo dispuesto en los artículos transitorios siguientes."
Disposición transitoria que, con estricto apego a los principios de legalidad y seguridad
jurídica establecidos en el párrafo cuarto del artículo 14 de la Constitución Política de los
Estados Unidos Mexicanos, debe interpretarse acorde al método hermenéutico literal o
gramatical, al que debe acudirse como primera forma de interpretación jurídica.
Al efecto, nuestro más Alto Tribunal, ha sostenido que cuando de la literalidad de los
preceptos se desprenda cuál es la intención del legislador al plasmar un principio que regule
una disposición vigente, es incuestionable que dicha interpretación deberá basarse en lo que
en forma expresa y con explícita claridad se desprende de las frases o palabras utilizadas;
pero ello, no significa que este método deba aplicarse siempre de modo absoluto e
indiscriminado.
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Esto es, el intérprete se encuentra obligado a estar originalmente, a la literalidad de las
palabras, vocablos o frases empleadas por el legislador y sólo cuando la ley sea oscura o
defectuosa en su redacción, y no pueda mediante ese método advertirse o desentrañarse su
sentido, entonces, estará facultado para acudir a la aplicación de otros sistemas de
interpretación legal o, en todo caso, a los principios generales del derecho.
Es aplicable, por lo ilustrativo de su texto y sólo en lo pertinente de los raciocinios que de ella
emergen, la tesis 1a. LXXII/2004, de la Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la
Nación, visible en la página 234, Tomo XIX, junio de 2004, Novena Época del Semanario
Judicial de la Federación y su Gaceta, del tenor siguiente:
"INTERPRETACIÓN DE LA LEY. SI SU TEXTO ES OSCURO O INCOMPLETO Y NO
BASTA EL EXAMEN GRAMATICAL, EL JUZGADOR PODRÁ UTILIZAR EL
MÉTODO QUE CONFORME A SU CRITERIO SEA EL MÁS ADECUADO PARA
RESOLVER EL CASO CONCRETO. De acuerdo con el cuarto párrafo del artículo 14 de la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, el órgano jurisdiccional, al resolver
la cuestión jurídica que se le plantee, deberá hacerlo conforme a la letra o a la interpretación
jurídica de la ley y, a falta de ésta, se fundará en los principios generales del derecho. En este
sentido, los juzgadores no están obligados a aplicar un método de interpretación específico,
por lo que válidamente pueden utilizar el que acorde con su criterio sea el más adecuado para
resolver el caso concreto. Sin embargo, en principio deberá utilizarse el literal, pues como lo
establece el propio precepto constitucional, los fallos judiciales deberán dictarse ‘conforme a
la letra o a la interpretación jurídica de la ley’, con lo que se constriñe al juzgador a buscar la
solución del problema que se le presente, considerando en primer lugar lo dispuesto
expresamente en el ordenamiento jurídico correspondiente."
En el orden planteado, como en el presente asunto, para resolver los agravios del recurrente
en contra de lo considerado por el Juez de Distrito debe acudirse a la interpretación de la
norma transcrita, cabe dejar establecido que, en principio, se acude a su interpretación literal,
con el fin de examinar el alcance de la expresión utilizada por el legislador al referir "el
presente decreto entrará en vigor a los noventa días siguientes de su publicación en el Diario
Oficial de la Federación ...".
De su lectura, es importante destacar que el artículo transitorio mencionado no establece de
manera expresa que el decreto "entrará en vigor el día noventa siguiente de su publicación",
pero como finalmente lo concluyó el Juez de Distrito, tampoco establece que "entrará en
vigor transcurridos noventa días siguientes de su publicación"; sino lo que literalmente
dispone es que "... entrará en vigor a los noventa días siguientes de su publicación en el
Diario Oficial de la Federación ...", por lo que el alcance de la interpretación debe realizarse
sin variar dicha expresión literal.
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En esta tesitura, debe concluirse que en el caso, no basta el examen gramatical para
interpretar el texto normativo aludido, puesto que en su literalidad, ni indica que el decreto
entrara en vigor el nonagésimo día, ni tampoco que entrara en vigor transcurrido dicho día,
como lo deducen en su orden respectivo el Juez de Distrito y el quejoso; luego, este tribunal
debe utilizar otro criterio de interpretación, diverso al gramatical, pero más adecuado para
resolver el caso concreto.
En vista de ello, este órgano jurisdiccional estima que debe acudirse a un método de
interpretación lógico o teleológico, que atienda a la finalidad o a los objetivos que persiguen
tanto la publicación de las disposiciones legislativas, como la denominada vacatio legis que,
según se ha dicho, es el lapso que media entre aquélla y la iniciación de su vigencia.
Así, debe considerarse que la publicación de la norma emitida por las autoridades legislativas
tiene dos finalidades: 1) La de hacer saber a los gobernados y a los demás órganos del
Estado, de manera auténtica, que el orden jurídico ha sido modificado por virtud del acto
legislativo, y 2) La de hacer exigible el acatamiento del nuevo ordenamiento, en tanto se ha
perfeccionado la voluntad del poder legislativo en ese sentido.
Es decir, la publicación de un decreto legislativo es una garantía objetiva del propio
ordenamiento, destinada a fijar de forma auténtica y permanente el contenido de una norma y
garantizar, en consecuencia, la seguridad y certeza jurídicas.
Ligado a dicha publicación, en cuanto a que constituye la fase culminatoria del proceso
legislativo y la presupone, se encuentra la voluntad expresa del legislador, de determinar el
día en que la nueva disposición entrara en vigor. En ejercicio de esa facultad, puede optar por
el sistema sucesivo en donde la ley regula la iniciación de la vigencia, o el sistema
sincrónico, al fijar el día en que deberá empezar a regir.
Cuando el legislador opta por el camino citado en segundo término, y fija el día, posterior a la
publicación del decreto, para que adquiera vigencia, expresa su voluntad de que medie entre
la publicación y la iniciación de la vigencia un lapso (vacatio legis) que responde a la
finalidad de que, quienes deben cumplir la norma estén enterados de su contenido y,
consecuentemente, pueden acatarla; aspectos respecto de los cuales subyace la referida
certeza y seguridad jurídica.
Por tanto, si esta es la finalidad que se persigue con la publicación y la iniciación de la
vigencia de la norma, debe entonces concluirse que el alcance que debe darse a la expresión
utilizada por el legislador en el artículo primero transitorio del decreto por el que se
reforman, adicionan y derogan diversas disposiciones de la Ley Federal de Protección al
Consumidor, publicado en el Diario Oficial de la Federación el cuatro de febrero de dos mil
cuatro, al emplear textualmente la expresión: "El presente Decreto entrará en vigor a los
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noventa días siguientes de su publicación en el Diario Oficial de la Federación ...", es la que
racionalmente otorgue seguridad y certeza a los destinatarios del precepto para estar en
condiciones de conocerlo y por ende cumplirlo.
En esta dirección, debe interpretarse la expresión de referencia en el sentido de que dicha
norma debió entrar en vigor tan luego transcurrió el plazo de noventa días siguientes a su
publicación en el Diario Oficial de la Federación.
En efecto, si la norma transcrita establece que el decreto entrará en vigor a los noventa días
siguientes a su publicación, debe entenderse de acuerdo a la interpretación flexible que el
primer día siguiente de los noventa que comprende la vacatio legis, inició el cinco de febrero
por ser el día siguiente al en que se publicó el decreto y terminó el cuatro de mayo actual.
Así es, ante la ambigüedad de la expresión empleada en el decreto, ésta interpretación es la
que otorga mayor seguridad y certeza a los gobernados a quienes va dirigida la disposición
legal, debido a que por razón lógica, un plazo mayor, en comparación con uno restringido, da
mayor certeza, y en mejor medida, del efectivo conocimiento de su contenido, cumpliéndose
así con la indicada finalidad perseguida en las fases últimas o conclusivas del procedimiento
legislativo. Tal interpretación no otorga beneficios procesales mayores a los destinatarios de
la ley, porque si bien no están obligados a acatar el decreto sino transcurrido el día noventa
siguiente de su publicación, igualmente no pueden impugnarlo mientras no transcurra el
plazo así fijado, pues mientras dura la vacatio legis no procede su impugnación.
Bajo esa perspectiva, debe concluirse que si conforme a la interpretación citada, el legislador
estableció que la Ley Federal de Protección al Consumidor, entró en vigor a los noventa días
siguientes a su publicación en el Diario Oficial de la Federación, y dicha publicación se hizo
el cuatro de febrero de dos mil cuatro en el medio oficial de difusión enunciado; entonces, el
día nonagésimo de referencia lo fue el día cuatro de mayo de dos mil cuatro; por tanto, dicha
disposición cobró vigencia el día cinco del mismo mes y año, como enseguida se explica.
En efecto, el decreto se publicó el día cuatro de febrero de dos mil cuatro, por tanto, los
noventa días siguientes comenzaron a contar del cinco de febrero del mismo año, al
veintinueve del mismo mes; si transcurrieron veinticinco días, más treinta y uno del mes de
marzo de la anualidad en mención, más treinta días, correspondientes al mes de abril, para
finalmente añadir cuatro días del mes inmediato siguiente, se logra como producto final de
dicha operación matemática un total de noventa días naturales, mismos que, se insiste, se
cumplieron hasta que transcurrió completo el día cuatro de mayo del año en curso, en el cual
debe considerarse que concluyó el periodo que el legislador estableció debía existir entre la
fecha de publicación del decreto y su entrada en vigor.
Luego, conforme a la interpretación establecida, el decreto por el que se reforman, adicionan
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y derogan diversas disposiciones de la Ley Federal de Protección al Consumidor cuya
inconstitucionalidad alega el ahora recurrente, cobró vigencia el día cinco de mayo de dos mil
cuatro.
Establecido lo anterior, procede ahora determinar si a partir de esta última fecha, la demanda
de amparo fue presentada dentro del término de treinta días previsto en el artículo 22,
fracción I, de la Ley de Amparo, para impugnar una norma, cuando se le atribuye el carácter
de autoaplicativa.
Al respecto, es importante destacar el contenido del primer párrafo del artículo 23 de la Ley
de Amparo que establece:
"Artículo 23. Son días hábiles para la promoción, sustanciación y resolución de los juicios de
amparo, todos los días del año, con exclusión de los sábados y domingos, el 1o. de enero, 5
de febrero, 1o. y 5 de mayo, 14 y 16 de septiembre, 12 de octubre y 20 de noviembre."
Del precepto legal transcrito se advierte que el día cinco de mayo, en el cual entró en vigor el
decreto impugnado, es inhábil para la promoción del juicio de garantías.
Aunado a lo anterior, la Suprema Corte de Justicia de la Nación, ha establecido que para el
caso en que se impugna una ley de carácter autoaplicativa, que entra en vigor en día inhábil,
el día en que entra en vigor no debe contarse en el plazo concedido para la presentación de la
demanda de garantías, porque aunque la ley surte efectos incluso en día inhábil, la entrada en
vigor no se identifica con el plazo de treinta días para reclamarla en la vía de amparo, pues
éste no se refiere al momento en que surte efectos una ley autoaplicativa, sino al lapso en el
cual puede impugnarse oportunamente en el juicio de amparo, ya que de otra manera se
obligaría al quejoso a impugnar una ley autoaplicativa incluso en día inhábil.
Dicho criterio se encuentra contenido en la tesis 2a. LXI/99, emitida por la Segunda Sala de
la Suprema Corte de Justicia de la Nación, visible en la página 506, Tomo IX, mayo de 1999,
publicada en el Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época, que se
transcribe a continuación:
"LEYES AUTOAPLICATIVAS. CUANDO EL PLAZO PARA IMPUGNARLAS INICIA
EN DÍA INHÁBIL, NO DEBE CONTARSE ÉSTE. La actual integración del Tribunal Pleno
de la Suprema Corte de Justicia, en la tesis número P. CIX/98, publicada en la página 251,
Tomo VIII, diciembre de 1998, Novena Época del Semanario Judicial de la Federación y su
Gaceta, bajo el rubro: ‘LEYES AUTOAPLICATIVAS. EL PLAZO DE TREINTA DÍAS
PARA PROMOVER EL AMPARO INICIA DESDE LAS CERO HORAS DEL MISMO
DÍA EN QUE ENTRAN EN VIGOR.’, ha establecido que tratándose de leyes autoaplicativas
el plazo de treinta días para promover el amparo inicia desde las cero horas del mismo día
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que entran en vigor; ese criterio no tiene aplicación cuando el plazo indicado inicia en día
inhábil, pues en ese caso, el día inhábil no debe contarse en el plazo concedido para la
presentación de la demanda de garantías, pues aunque la ley surte efectos incluso en día
inhábil, la entrada en vigor no se identifica con el plazo de treinta días para reclamarla en la
vía de amparo, en atención a que éste no se refiere al momento en que surte efectos una ley
autoaplicativa, sino al lapso en el cual puede impugnarse oportunamente en el juicio de
amparo, de otra manera se obligaría al quejoso a impugnar una ley autoaplicativa incluso en
día inhábil."
En este orden, el aludido plazo de treinta días, que la ley le confiere a la quejosa para la
interposición de la demanda de garantías, inició el seis de mayo de dos mil cuatro,
considerando que entró en vigor el día cinco de mayo de dos mil cuatro, día que por ser
inhábil no debe ser considerado en el cómputo de referencia.
Luego entonces, el plazo para la presentación de la demanda de garantías expiró el dieciséis
de junio de la anualidad en mención, porque del día seis de mayo de dos mil cuatro al
dieciséis de junio del mismo año, transcurrieron treinta días hábiles, de los cuales dieciocho
corresponden al mes de mayo y doce al mes de junio del mismo año, considerando que en
dicho cómputo deben excluirse los días ocho, nueve, quince, dieciséis, veintidós, veintitrés,
veintinueve y treinta de mayo de dos mil cuatro, así como los diversos días cinco, seis, doce y
trece del mes de junio, por ser sábados y domingos y, por tanto, inhábiles conforme al
artículo 23 de la Ley de Amparo.
Ahora bien, como en el caso, del sello impreso en la parte superior derecha de la primera foja
del escrito de la demanda de amparo, se observa que fue presentada el dieciséis de junio de
dos mil cuatro, ante la Oficina de Correspondencia Común a los Juzgados de Distrito en
Materia Administrativa en el Estado de Nuevo León, con sede en esta ciudad; cabe concluir
que se presentó el día último del plazo legal que la quejosa tenía para hacerlo.
Por tanto, se concluye que no se actualiza la causal de improcedencia prevista en el artículo
73, fracción XII, en relación con el diverso 22, fracción I, ambos de la legislación en
consulta, invocada por el Juez de Distrito al desechar la demanda de garantías, puesto que la
demanda de garantías se presentó en forma oportuna.
Luego, al resultar fundado el agravio analizado, es innecesario el estudio de los demás
argumentos expuestos por la parte recurrente, toda vez que ha quedado evidenciado la
inexacta aplicación que el a quo realizó del artículo 145 de la Ley de Amparo, por lo que es
procedente revocar el auto recurrido, para el efecto de que el Juez de amparo lo deje
insubsistente y en su lugar pronuncie otro en el que, de no actualizarse en el caso alguna
causa de notoria improcedencia, admita la demanda de amparo interpuesta por la parte
quejosa.
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Por lo expuesto y fundado, se resuelve:
PRIMERO.-Se revoca el acuerdo de diecisiete de junio de dos mil cuatro, dictado por el Juez
Tercero de Distrito en Materia Administrativa en el Estado de Nuevo León, con residencia en
esta ciudad, en el expediente 449/2004-I.
SEGUNDO.-Se ordena admitir la demanda de garantías promovida por la persona moral
Operadora Mexicana del Caribe, Sociedad Anónima de Capital Variable, por conducto de su
apoderado general Ricardo Leal Lozano, contra las autoridades responsables señaladas y por
los actos reclamados detallados en el resultando primero de esta ejecutoria.
Notifíquese; con testimonio de esta resolución, vuelvan los autos al juzgado de origen y, en
su oportunidad, archívese este toca.
Así, por unanimidad de votos, lo resolvieron los Magistrados que integran el Segundo
Tribunal Colegiado en Materia Administrativa del Cuarto Circuito, José Elías Gallegos
Benítez, Sergio Eduardo Alvarado Puente y José Carlos Rodríguez Navarro, siendo ponente
el último de los mencionados.
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