entre avance y conservación: mujer, ciencia y españolismo

Anuncio
ENTRE AVANCE Y CONSERVACIÓN: MUJER, CIENCIA Y ESPAÑOLISMO1
Tacoronte Domínguez, Mª José 2
Universidad de La Laguna
Resumen: Con esta participación se pretende plantear el posicionamiento -rico y
diverso, en cuanto a ideas se refiere- de un periodo concreto y convulso, el español de
finales del Siglo XIX y los primeros años del Siglo XX.
Desde una perspectiva histórica, hibrida con la filosofía crítica, y bajo la atenta mirada
del proceder –y hacer- de la ciencia de este periodo, se intentará ahondar en un
cronotipo marcado por diferentes posicionamientos: Krausistas, positivistas de ciencia y
pensamiento católico. Estas tres perspectivas marcaran los diferentes senderos que se
adentran en la construcción de la concepción de la mujer, los cuales, compondrán un
abanico de posibilidades de ser para las mujeres que verá sus limitaciones más arduas
en el discurso liberal y progresista de la ciencia.
Palabras Clave: Ciencia, Krausismo, Catolicismo, Mujer y Feminismo.
Abstract: With this participation is to raise the position-rich and diverse, in terms of
ideas, concerns of a particular period and convulsive, the Spanish of late nineteenth and
early twentieth century.
From a historical perspective, hybridizes with the critical philosophy, and under the
watchful eye of the proceed-and make-the science of this period, we will try to delve
into a chronotype characterized by different positions: Krausismo, positivist science and
Catholic thought. These three perspectives will mark the different paths leading into the
construction of the conception of women, which, comprise a range of possibilities for
women to be their limitations will most challenging and progressive liberal discourse of
science.
Keywords: Science, Krausismo, Catholicism, Women and Feminism.
1
La redacción de este trabajo ha sido facilitada por la participación en el proyecto de investigación,
Epistemología, política e institucionalización en el desarrollo científico: La ciencia española de la
república a la dictadura. FFI2009-09483/FISO. Así como también por la cobertura de la beca de
investigación para postgraduados de Caja Canarias y La Universidad de La Laguna.
2
Correo electrónico: mjtacorontedominguez@gmail.com
1
El calor del ovario enfría el cerebro
Urbano González Serrano
A modo de introducción
La concepción de la mujer en el territorio español no deja indiferente a cualquier
persona que se acerque desde los estudios de género o la propia perspectiva de género a
esta cuestión. Este escrito tiene como objetivo mostrar, de forma sucinta, la(s)
articulación(es) que subyace a la concepción que se tiene de la mujer en un periodo
concreto, finales del Siglo XIX y los primeros años del Siglo XX, desde tres ópticas
diferenciadas, aunque simultáneas en el tiempo: catolicismo, ciencia y krausismo, de los
cuales intentaremos sintetizar su ideal femenino, sin entrar en abismadas
comparaciones.
Este periodo al que hacemos referencia se caracteriza en el ámbito socio-político por su
proceso de cambio. El auge de la era moderna avanzó por toda Europa acompañada del
liberalismo y el auge de la burguesía. Todo ello posibilitó que el debate intelectual
tomara nuevos giros en el panorama español, se abre la puerta a nuevas corrientes
filosóficas y científicas provenientes de otros países europeos. A su vez, ello da lugar a
un clima de palpable tensión entre las corrientes tradicionalistas y modernas. Entre las
primeras cabe destacar al catolicismo, pensamiento imperante en un país fuertemente
religioso; y entre las segundas se ha de enfatizar la importancia del krausismo y sobre
todo, del positivismo de ciencia. La cuestión de la mujer fue un tema central y común a
estas perspectivas. Las ciencias biológicas y especialmente el discurso médico fueron
centrales en la configuración de los ideales de género del momento. Las semejanzas
entre corrientes opuestas -católicos y científicos- y la confrontación con los ideales más
liberales-krausistas- hacen que el periodo de estudio esté marcado por la tensión entre la
renovación y la continuidad, un bucle imprescindible a aclarar para entender los ideales
de feminidad que se postulan en este momento de cambio en cada una de las tres
propuestas a tratar.
Iniciaremos los comentarios con el ideal católico, continuaremos con la propuesta
cientificista y, finalmente, aclararemos el ideal krausista.
1.-Ideal católico
En España el discurso católico sobre el sexo femenino no es lineal, aunque sí sigue unos
patrones continuos. Ello es debido principalmente a los diferentes avatares históricopolíticos por los que ha pasado el país, unido a la pugna de la iglesia por permanecer
cercana al control social de los fieles.3
El ideario católico acerca de la mujer aparece claramente expresado en obras tan
importantes como la de Pilar Sinués de Marco, El ángel del hogar; Severo Catalina, La
mujer. Apuntes para un libro o las que especifica el que puede ser considerado un best
seller de la época, el Camino recto y seguro para llegar al cielo del padre Antonio
María Claret, el cual tuvo tal influencia que fue canonizado en el periodo franquista.
3
El periodo de estudio lo encuadramos en el intervalo histórico que comienza en el Sexenio democrático
o revolucionario hasta la primera quincena del siglo XX. Parece un periodo muy corto, pero observamos
cómo dependiendo de quienes estén el poder, las “mejoras” para las mujeres van a ser nulas, o por el
contrario, se concederán ciertas libertades o reconocimientos. Para un ejemplo más pormenorizado véase
SCANLON, G,(1986): La polémica feminista en la España contemporánea 1868-1974. Akal, Madrid.
2
El arquetipo femenino que defiende y difunde el pensamiento católico se basa en
entender a la mujer como un ser abnegado, paciente, cándido, honesto, generoso,
portador de la pulcra moral, y por otro lado, un ser de gran fragilidad y sensibilidad.
Estos son los aspectos positivos que caracterizan a toda mujer, y que son, a su vez,
complementarios de los propios del varón. La feminidad se define por ser otro, para
el otro, a través del otro. Su educación estaba dirigida básicamente al desempeño de las
funciones del hogar y de la maternidad. Marcada por una instrucción deficiente, la
mujer es presentada como ferviente católica, sin preocupaciones culturales o políticas, y
al margen de la vida profesional. Se sobreentendía que la carrera de la mujer es el
matrimonio4 y su labor como ángel del hogar se orientaba en exclusiva a la crianza de
los hijos y al cuidado. La ortodoxia católica aplica a la mujer puede resumirse con una
de las frases de Severo Catalina: “La mujer que no está organizada para amar, no es
mujer”.5
La iglesia católica, con un amplio poder político, social y cultural en este contexto, ha
mantenido de forma constante el control masculino de la sociedad. El ideal de hombre
era el de ser viril y activo, inteligente y dominante en el terreno público, pero también
en el privado del hogar. La relación jerárquica que se establece entre los sexos
configura un status quo sexual totalmente favorable para los varones. Tal es así, que
inclusive las leyes del siglo XIX y buena parte del XX mostraban impunidad cuasi-total
a las aventuras y desmesuras del marido, mientras la esposa y madre, además de ser
considerada menor de edad perpetua y perder sus pocos derechos como ciudadana al
contraer matrimonio, era igualada con el hombre sólo ante el código penal. Es decir, la
mujer ante las leyes civiles españolas era una menor de edad que tenía que ser
administrada y controlada, en cualquier aspecto de su vida, por su marido o padre. Por
el contrario, sí era mayor de edad para cumplir las penas que se le acusaran desde el
código penal, como el adulterio, el parricidio, el asesinato, etc… donde, por lo general
el hombre quedaba impune:
“El marido es el representante de la mujer. Esta no puede, sin su licencia,
comparecer en juicio por sí o por medio de Procurador. No necesita, sin embargo,
de
6
esta licencia para defenderse en juicio criminal (…)”
El ambiente contradictorio entre los –pocos- derechos y -muchos-deberes de las
mujeres hacía de éstas seres socialmente vulnerables, abocadas a la dependencia, la
fragilidad y a la pobreza, cuya única salvación era el matrimonio y la religión.
El ideario católico, sustentador de estas ambivalencias, por el contrario, no desdeñó la
instrucción de las mujeres, sobre todo por dos razones fundamentales: 1) porque la
mujer era la que educaba a la progenie, extendiendo así la palabra de la iglesia, y 2)
porque esta educación mantenía el control y la influencia que la iglesia sustentaba en un
país de raigambre ultra-católica, como es el caso español. Una buena mujer debía de
ser católica y estar aleccionada en la visión del catolicismo tradicional.
1.1 La evolución católica acerca de las mujeres.
A la par, desde finales del siglo XIX, se da un proceso de secularización en Europa que
llega también a España. Este transcurso moderno supuso un abandono masculino de la
4
Concepción Arenal hace referencia directa a este hecho en su obra La mujer del porvenir.
CATALINA, S, (1951): La mujer. Apuntes para un libro. Buenos Aires, Colección Austral. Primera
edición de 1858.
6
Citado en SCANLON, G, (1986: 128)
5
3
religión para pasar a engrosar las filas de otro tipo de organizaciones y movimientos
sociales.7 Asimismo, este proceso alcanzó también a algunas agrupaciones feministas
laicas que en toda Europa mantenían en vilo a la iglesia, ya que la práctica religiosa se
había feminizado y las mujeres constituían su principal ámbito de influencia. Esta
situación se ve amenazada por la posible influencia que estas agrupaciones podían
alcanzar, y por el desarrollo de cierto igualitarismo liberal apuntalado en España por el
krausismo. Todos estos cambios suponían una visión más igualitaristas de las mujeres
con respecto a los varones. Todo esto no era visto con buenos ojos desde la iglesia, ya
que cuestionaba en profundidad el ideario católico acerca de lo femenino. No obstante,
estas tendencias igualitaristas obligaron a que la iglesia modificara su discurso de
género y se adaptara, con calzador, a los nuevos tiempos. La mujer tenía ciertos
privilegios que podía aprovechar para ampliar su campo de acción: el ángel del hogar
puede desplegar sus alas fuera de su ámbito privado. La estrategia del catolicismo
conservador se dirigió a reconfigurar la concepción de la mujer para evitar la merma
masiva del número de fieles, que como se ha dicho, eran en su gran mayoría mujeres.
La iglesia postula así lo que se dio a conocer como la pastoral de la mujer, un nuevo
ideario que representó una reconversión atenuada de la imagen de la mujer española
para contrarrestar las fuerzas secularizadoras que podían operar sobre ella.
Los cambios introducidos por la pastoral hacen que el catolicismo se presente con una
religiosidad más sentimental y delicada, más benevolente y protectora, centrándose en
la idea de que las mujeres se caracterizan por tener una moral superior. Todo ello
facilita un discurso más mitigado en comparación con el discurso de la domesticidad
clásico, a la vez que abre la posibilidad a un nuevo campo de actuación para las
mujeres, entendidas no sólo como esposas y madres, sino ahora también como mujeres
sociales, ya que con estas modificaciones en la concepción femenina se hacían
extensivas las actividades propias de su sexo destinadas a la casa y a la familia, al
ámbito público, social.
2.-Ideal Krausista
En el contexto intelectual e ideológico español decimonónico, y de principios del siglo
XX, el pensamiento krausista tuvo un protagonismo considerable en diversos terrenos,
pero sobre todo en el educativo. Es, por tanto, necesario abordar su implicación en la
cuestión de la educación femenina y su concepción de las mujeres en general.
La controversia por la disputa de la educación de las clases obreras, y de las mujeres es
clave en este periodo. A finales del Siglo XIX el tema de la enseñanza conlleva
esperanza; a partir de 1868 se intenta implantar una estabilidad democrática, campo de
cultivo fundamental para que desde ciertos sectores liberales, socialistas y progresistas
irrumpan intentos para desarrollar actuaciones que acometan mejoras en la educación
social en general, y en la cuestión de la mujer en particular.
La situación de la mujer, continúa siendo en este periodo muy desfavorable. A pesar
de ello hubo un grupo importante de pensadores que apostaron por la ilustración
femenina. Sus principios entendían que un cambio en la ética del hombre era necesario
para un cambio en la sociedad. Nos referimos a los pensadores krausistas, que llegaron
de la mano de Julián Sanz del Río y cuya filosofía podemos caracterizar como
racionalismo armónico, que rechaza el monopolio para abogar por la educación y los
7
Para un mayor desarrollo de la cuestión véase ARCE PINEDO, R, (2007): Dios, Patrio y Hogar. La
construcción social de la mujer española por el catolicismo y las derechas en el primer tercio del siglo
XX. Santander, Publicaciones de La Universidad de Cantabria. Pp. 31 y Ss.
4
fines sociales. Así pues su filosofía destaca la política, la ética y los valores sociales,
dándole relevancia a la educación como precursora de los cambios sociales.8
Los pensadores krausistas apostaban por una renovación fuerte en la educación social,
y en general en la femenina. Sus miras estaban puestas en el cambio, no sólo en la
metodología de enseñanza, como buenos pedagogos, sino también en la práctica
educativa y en el contenido de la instrucción que debía transmitirse.
En lo que refiere a las mujeres mantiene un enfoque radical al defender la educación de
las niñas de manera básica e integral, en la misma línea que los niños. Con el horizonte
de que ambos sexos deberían poder ejercer posteriormente las distintas profesiones y
acceder a los diferentes cargos sociales. Los krausistas defendían una educación
igualitarista, por tanto, chicos y chicas debían acceder a los mismos contenidos:
geografía, historia, ciencias naturales, gramática, etc., en las escuelas oficiales del
estado español.
El ímpetu krausista dejó huella en la trayectoria pedagógica y educativa de las mujeres.
Fueron los primeros que claramente defendieron, como indican las palabras de
Fernando de Castro, que “la mujer tiene igual derecho e idéntico deber que el hombre a
instruirse para que le sea posible realizar la misión que como individuo se le ha
asignado y lo haga con las mayores garantías de éxito”.9
Como inicio del apoyo a la causa se señalan Las Conferencias Dominicales dirigidas
por Fernando de Castro, las cuales se inauguraron en La Universidad Complutense de
Madrid en 1869. La estrategia de las conferencias estaba orientada a, en palabras de
Geraldine Scanlon: “convencer a la gente de que la mujer tiene que recibir una
educación más extensa si se quiere que cumpla su misión en la vida (…)”.10
En este sentido hubo dos posiciones claras en lo que respecta a la misión, educación y
orientación de las mujeres; la primera, ancestral y católica, hace referencia a la
tradicional, que resumimos en la mujer de su casa, parafraseando a C. Arenal, esto es,
la mujer necesita estar educada para cumplir sus facetas familiares –educación e
instrucción de la prole- de una forma más correcta y certera, tanto para su bien familiar
como social. Y la segunda sería la introducida por los krausistas, donde se aboga por la
participación activa de la mujer en el ámbito laboral, desarrollando las actividades para
las que se ha preparado. En un primer momento se entendía desde las concepciones
tradicionalistas que la mejora educativa de las féminas repercutiría en la mejora
educativa de su prole. Esta premisa era la más esgrimida para defender “las mejoras” en
la educación femenina. En cambio, y en la línea del pensamiento krausista, el espíritu
de Castro lo llevó a crear La Escuela de Institutrices en el mismo año que inicia las
conferencias (1869), y un año después, en 1870, funda la Asociación para la enseñanza
de la mujer; ambas empresas destacarán rápidamente gracias a su ampliación de
contenidos en enseñanzas científicas y en mejora pedagógica, lo cual implica un alto
compromiso con la causa educativa de las mujeres, sin precedentes hasta el momento.
Su finalidad no era preparar a la mujer para que fuera mejor madre, sino prepararla para
que fuera autosuficiente y, dado el caso, se pudiera valer por sí misma ante la sociedad.
Anterior a estos esfuerzos de mejora, únicamente existían las escuelas normales, donde
8
Para una exposición de las bases de la filosofía krausista, así como de sus principales representantes,
véase, DÍAZ, E, (1973); CAPELLÁN DE MIGUEL, G, (2006): La España armónica. El proyecto del
krausismo español para una sociedad en conflicto. Biblioteca Nueva. Madrid; POSADA, A (1981):
Breve historia del krausismo español. Universidad de Oviedo, Servicio de Publicaciones.
9
CAPEL, R.Mª, (1986): “La apertura del horizonte cultural femenino: Fernando de Castro y los
congresos pedagógicos del siglo XIX. En VV. AA (1986:120)
10
SCANLON, G,(1986: 31)
5
la educación era muy paupérrima, y en conjunto con el magisterio, eran la cima de la
educación femenina en España.
Gracias a la estela del pensamiento krausista, en los años posteriores a las conferencias
dominicales impartidos en La Universidad Complutense de Madrid se desarrollaron otro
tipo de eventos que sirvieron para profundizar en la cuestión de la educación de las
mujeres. Lo que muestra cómo el discurso progresista de este grupo de pedagogos fue
calando de forma paulatina, pero progresiva.
El énfasis en la educación femenina fue tan importante en la filosofía krausista que dio
lugar a la creación de diferentes escuelas orientadas a la formación competente de
mujeres para su desarrollo profesional posterior en trabajos más técnicos. La Asociación
para la enseñanza de la mujer se orienta a la enseñanza científica y a las artes liberales,
conformándose bajo su rótulo diferentes escuelas, la ya mencionada de institutrices,
siguiéndole la escuela de comercio (1878) y la de correos y telégrafos (1883). Es
significativo el hecho de que La Asociación para la enseñanza de la mujer, así como las
diferentes escuelas creadas sean anteriores a la conformación de La Residencia de
Estudiantes, fundada en 1910. Esto nos indica la importancia y las implicaciones que
este grupo de pensadores otorgaron a la educación social, y sobre todo de la mujer para
mejorar el panorama español.
Al hilo de estas consideraciones, también es obligatorio destacar los congresos
pedagógicos que se desarrollan entre los años ochenta y noventa del siglo XIX, y que se
pueden considerar como los testigos de la antorcha de las conferencias dominicales. El
primero a subrayar es el congreso de 1882, desarrollado en Madrid. En él se insiste en
lo que en 1869 había reivindicado Fernando de Castro en las jornadas dominicales; la
mujer tiene que ser instruida, formada. Es ella la que educa a los futuros ciudadanos, por
lo que es necesario que ella también esté formada. Se observa cómo en esta petición
queda una importante influencia de la tradición de la mujer de su casa, que como
buena madre debe educar a su hijo para ser un futuro buen ciudadano. Este primer
acercamiento organizado hacia la cuestión educativa de la mujer lo más que acentuó
fue la ínfima cultura femenina, y la necesidad de cambio, dado el puesto relevante que
ocupa la mujer en la familia y en la esfera social. Este primer acercamiento se
caracteriza por una fuerte influencia conservadora en este primer evento.11
El segundo congreso data de 1888, y se celebra en Barcelona. Lo podemos considerar
como etapa intermedia en la concepción de la figura de la mujer en la educación según
el pensamiento más progresista del momento. En este acto se ratifica lo discutido en el
congreso anterior, y también se establece el principio de obligatoriedad de la enseñanza
para toda la población comprendida entre los seis y los doce años, sin distinción de
ningún tipo. Este hecho referido al principio de obligatoriedad de enseñanza para
ambos sexos por igual fue el tema más debatido en el congreso de 1888. Cierto es que
los acuerdos a los que se llegan en estos congresos no son totalmente viables debido a
las diferentes barreras que se dan en la educación en general, y en el caso de las mujeres
en particular, aunque es cierto que son indicativos de un cambio de mentalidad que va
avanzando poco a poco en una sociedad con muchas resistencias.
El último congreso que vuelve a tener como escenario la ciudad de Madrid en el
periodo de 1982 será en el que cristalice las peticiones de los dos anteriores. La
cuestión de la pedagogía y la enseñanza de la mujer preocupan, y ocupan, a un mayor
número de personas. La igualdad educativa y profesional entre ambos sexos será el
11
No sólo Fernando de Castro abogó por la educación de la mujer, también Joaquín Costa es otro adalid
de la causa, para una ampliación de este tema, años antes de la creación de los congresos pedagógicos,
véase, PUEYO MOY, O, (1989): “La educación de la mujer según Joaquín Costa”. En Anales de la
Fundación Joaquín Costa. Nº 6. Pp. 139-150.
6
guión principal de este congreso, que se organiza con carácter internacional, bajo el
rótulo de Congreso pedagógico Hispano-Portugués-Americano.
Esta nueva congregación señala un alto índice de contribución femenina, tanto en la
organización como en la participación y coordinación de las distintas mesas. Dos serán
las cuestiones claves sobre las que se sustentará el evento; por un lado la reivindicación
de la coeducación, no únicamente en niveles primarios o elementales, sino también en
educación superior o universitaria. La segunda línea estribaría en la cuestión de la
incorporación de las mujeres al ámbito del trabajo y el hecho de desarrollar cualquier
ejercicio profesional para el que esté preparada y formada.
Estas ideas son índice de cómo ciertas mentalidades iban avanzando y, de cómo ciertos
sectores se abrían al progreso social, que avanzaba con pies más rápidos en el resto de
Europa. Como se ha intentado destacar, los Krausistas serán la élite progresista que
apoye la igualdad educativa y profesional de los sexos; constituyen una pequeña
minoría frente al grueso social, cuya estructura ideológica, económica y social estaba
marcada por un férreo clericalismo y/o conservadurismo. Los seguidores krausistas
entendían a la mujer no como instrumento para perfeccionar a sus hijos y llevar el
hogar en tanto que ángeles del mismo, sino como individuos autónomos que tienen que
estar instruidos para ser independientes, lo que constituye un bien social e individual en
sí mismo.
3.-Ideal de ciencia o cientificista
Los primero años del XX se caracterizan por un quietismo ante las cuestiones de
género. Lo único que hicieron los hombres de ciencia fue argumentar y apoyar
científicamente lo que ya la tradición había instaurado: la mujer es un hombre inferior.
El problema feminista se observó con una clara reserva, en respuesta a este movimiento
se abordó en el seno de las dos corrientes científicas dominantes, a saber, positivistas y
evolucionistas, lo que se denominó “el problema de la mujer”. A esta cuestión se
dedicaron muchos escritos, artículos y libros, donde se exponían diferentes hechos y
experimentos que “demostraban” la inferioridad femenina que con tanto rigor
pretendían los hombres de ciencia.12
La concepción de la mujer desde el ámbito científico tiene reminiscencias tradicionales
y conservadoras, pero reformuladas desde una óptica científica que pretende explicarlo
todo. Grosso modo la mujer se presenta como diferente al hombre, y la diferencia se
entiende como inferioridad. La cuestión es que antes de la irrupción del positivismo y
evolucionismo en España, la mujer se concebía como portadora de cualidades morales,
inclusive, superiores al hombre como se aprecia en la pastoral de la mujer católica. El
viraje producido tras la instauración de la ciencia como fuente privilegiada de
legitimación ideológica, produjo una concepción de la mujer aún más deficiente, éstas
eran presentadas como animales incapaces de llegar a la espera del conocimiento
científico, eternas adolescentes.
12
A modo de ejemplo, véase: ALARCÓN Y MELÉNDEZ, J, (1908): Un feminismo aceptable. Sucesores
de Rivadeneyra, Madrid; NOVOA SANTOS, R, (1909): La indigencia espiritual del sexo femenino. Las
pruebas anatómicas, fisiológicas y psicológicas de la pobreza mental de la mujer. Su explicación
biológica. Madrid, Sempere y compañía Ed.; GONZÁLEZ BLANCO, E, (1905): “La inferioridad mental
de la mujer”. En Nuestro Tiempo, 1905, Vol. III. Nº 61; DE LA REVILLA, M, (1878): “La
emancipación de la mujer”. En Revista Contemporánea. Año III-IV. Tomo XVIII. Pp. 447-463.
7
Tres son las causas señaladas por Nerea Aresti13 para justificar el viraje hecho hacia
posiciones más conservadoras en el contexto de implosión científica: en primer lugar
destaca los prejuicios sexistas de los científicos; en un segundo plano los temores
masculinos ante una desestabilización del orden sexual establecido, y finalmente
subraya la lógica del discurso positivista y la importancia otorgada al avance científico
y a la ciencia.
La influencia en el territorio español en este campo provino de Centroeuropa,
Alemania, Viena, holanda, e incluso, también de Italia. Uno de los pioneros en el
terreno de la diferenciación sexual fue Moebius, aunque también se ha de destacar la
influencia en España de Max Nordau, Lombroso o Otto Weininger del que hemos de
resaltar su influyente libro Sexo y Carácter de 1903. Todos estos científicos compartían
la idea de que las diferencias anatómicas y cerebrales entre hombres y mujeres eran
claves para explicar la inferioridad de la mujer. No obstante, tenemos que mencionar los
condiscípulos españoles en esta materia, los cuales siguieron al pie de la letra las teorías
evolucionistas. Hablamos principalmente de Roberto Novoa Santos y Edmundo
González Blanco.14
Para estos científicos de guante blanco, la mujer ha sido mal representada en los textos
y en la conciencia colectiva, porque “puede decirse que la mujer aparece en la filosofía
de todos los pueblos, no como es en realidad, sino tal como se le figura a un entusiasta
enamorado”.15 Tras esta idea generalizada sobre las mujeres, los trabajos de estos
médicos materialistas y naturalistas, van encaminados a demostrar, mediante los hechos
y los datos, la indigencia espiritual y mental de la mujer. En esta línea nos centraremos
en las aportaciones de los médicos, naturalistas y materialistas españoles, aunque no sin
tener en cuenta las diversas influencias de los pioneros europeos en esta materia. El
peso del cerebro y su forma constituyeron un fuerte argumento en detrimento de la
inteligencia femenina y de otros pueblos considerados inferiores en la escala evolutiva:
“Parece, pues, que con independencia del estado social de los distintos pueblos, la
capacidad de la cápsula craneal de la hembra es siempre inferior a la del macho” 16 El
peso medio del cráneo del varón es de unos 1.425 gramos, y el correlativo de la mujer
es de unos 1.222 gramos. Así pues, esto constituye un primer argumento a favor de la
mayor actividad intelectual masculina, fundamentada tan sólo en una diferencia de
unos 200 gramos. El cerebro era el órgano de la mente; segundo, el tamaño y forma del
cráneo reflejaba fielmente el cerebro, por tanto, la medida del cerebro podía sustituirse
por la medida del cráneo, y, tercero, el tamaño del cerebro indicaba la capacidad mental.
Siguiendo un paralelismo con la fuerza y masa muscular, se deducía que un cerebro
mayor era indicativo de mayor inteligencia…
Otros argumentos vieron a sumarse a la causa, no conformándose con el peso del
cráneo. Se trajo a colación la relación entre la función sexual y la actividad cerebral. El
aparato genial representa una función primordial en el organismo femenino, de echo, su
naturaleza está encamina a la concepción y a la generación de la especie. Se creía que
esta función básica de la mujer disminuiría, si sus esfuerzos se orientan a la educación,
y no a su destino biológico-natural. El médico Novoa Santos pone el ejemplo de una
13
ARESTI, N, (2001): Médicos, donjuanes y mujeres modernas. Los ideales de feminidad y masculinidad
en el primer tercio del S. XX. Bilbao, Servicio editorial del País Vasco. Cap. I.
14
Como muestra véase NOVOA SANTOS, R, (1908): La indigencia espiritual del sexo femenino. Las
pruebas anatómicas, fisiológicas y psicológicas de la pobreza mental de la mujer. Su explicación
biológica. Sempere y compañía Ed. Madrid.; GONZÁLEZ BLANCO, E, (1905): “La inferioridad mental
de la mujer”. En Nuestro Tiempo, 1905, Vol. III. Nº 61.
15
NORDAU, M, (1901): Psico-fisiología del genio y del talento. Madrid. 1910, Citado por NOVOA
SANTOS, R, (1908:116)
16
NOVOA SANTOS, R (1908:38)
8
mujer joven que tenía suprimido el flujo periódico, bastó, según Novoa, quitarle sus
libros y novelas para que se restableciera el ciclo menstrual. La mujer, concluye éste, no
es para el estudio, porque su descendencia será pobre, física y psíquicamente.17
Asimismo, nos habla de las diferencias anatómicas entre las mujeres del campo y las de
la ciudad. Las primeras tienen unas mamas más desarrolladas, en comparación, con las
mujeres de la ciudad. Esto se debe a que la mujer de ciudad, sobre todo de clase media,
consagra su juventud al estudio, favoreciendo su aparato cerebral en detrimento de su
aparato genital. Esto continúa la línea de Moebius cuando afirma que la difusión de la
cultura está en relación con el decrecimiento de la fecundidad, y admite el antagonismo
entre la función cerebral y sexual, donde el mayor vuelo de una, se hace en detrimento
de la otra.18 Se vuelve a concluir que la naturaleza de la mujer es perpetuar la especie
dada su condición biológica. Según los evolucionistas, el desarrollo de las facultades
intelectuales es peligroso para la especie, porque hace degenerar la raza al nacer
descendientes débiles, debido a que las mujeres no desarrollan su función natural. Por
ello, las aspiraciones feministas de libertad e igualdad eran vistas como acciones
contranatura. Y teniendo en cuenta que la naturaleza es un amo inflexible que castiga
con penas duras a sus infractores, las mujeres que reniegan de su destino se
masculinizan y degeneran. En consecuencia, nos dice Roberto Novoa: “la originalidad,
siempre morbosa, de la hembra, supone una desventaja, en tanto que ella es la
encargada de nutrir al nuevo ser. La originalidad femenina perjudica la conservación, la
belleza y el vigor de la especie”.19
Por tanto, la naturaleza masculina, sentencia Novoa Santos en otro de sus libros, La
mujer, nuestro sexto sentido y otros esbozos, que el trabajo fisiológico hace que la
pareja humana se dedique a trabajos distintos, dominando en el macho las actividades
adecuadas para la conquista de la naturaleza; fuerza e inteligencia. En cambio, la
hembra está sometida a su función principal, la maternidad, que exige una vida más
quieta y recogida en el hogar, además de una actividad física y mental menos
compleja.20
Cualquier dato era interpretado y asentado como prueba de la inferioridad femenina. La
menstruación no escapó a los comentarios de muchos misóginos de la ciencia. En
resumidas cuantas, venían a defender que el flujo menstrual de la mujer la inhabilitaba
para desarrollar muchas actividades: estudiar, ejercer como juez, ministro, etc. Porque
su estado anímico es muy voluble, y no le permite atender con claridad a las cuestiones
de rigor y de gran interés que requieren estas actividades.21Con el avance y el proceder
de la ciencia florecieron más teorías misóginas, una con gran calado fue la teoría de la
recapitulación, que destaca que todo organismo individual reproduce durante su vida la
historia de su especie. El mundo y su historia se repiten en el nacimiento y desarrollo de
cada individuo; la ontogénesis recapitula la filogénesis. La raza y el género se
convierten en las variables más destacadas, que unidas a la también pujante idea del
atavismo y la degeneración, postulaban a las mujeres, y las demás razas consideradas
inferiores, como representantes de los estadios más primitivos de la evolución humana,
17
NOVOA SANTOS, R, (1908: 173)
Citado por NOVOA SANTOS, R (1908: 114)
19
NOVOA SANTOS, R (1908: 120)
20
NOVOA SANTOS, R, (1929): La mujer, nuestro sexto sentido y otros esbozos. Madrid, Biblioteca
Nueva.
21
Esta teoría no es tan desarrollado como la de Novoa Santos, pero también entró en el juego de la
desigualdad. Véase MARISCAL Y GARCÍA, N, (1898): Ensayo de una higiene de la inteligencia.
Madrid.
18
9
que tenían su culmen en el hombre blanco.22 Por otro lado, no podemos dejar de
mencionar la teoría de la mayor variabilidad masculina, que a grandes rasgos se define
por la mediocridad general de la mujer, y la mayor variable masculina entre los
intervalos de subnormalidad y genialidad, es decir, el número de mujeres subnormales y
geniales era inferior al número de hombres con estas características.
Para terminar con el esbozo de los aspectos fisiológicos que destacaron los reputados
médicos, hemos de referirnos al sistema nervioso, que también gozó de prestigio. Se
sentenció que la mujer tenía mayor sensibilidad táctil que el hombre, y por ende, tenía
menor poder inhibir del dolor, lo cual la hacía más vulnerable al entorno. 23
Observamos, por tanto, cómo se redefinen las cualidades físicas de acuerdo a criterios
interesados en justificar la demencia mental y física de la mujer. No se quedaron así las
cosas, se prosiguió, durante la primera mitad del siglo XX, en la búsqueda de mayores
diferencias entre los sexos. En este punto la endocrinología y la bioquímica, además de
la influencia de las teorías evolucionistas, dieron lugar a mayores cotas de inferioridad.
El estudio del tiroides y de los principios arsenicales justificó la idea de que el
organismo humano tenía una cantidad limitada de energía, que en la mujer se emplea en
los procesos menstruales y de reproducción, mientras que en el hombre influían en la
actividad cerebral, remarcando la diferencia de la teoría de las dos esferas, público/
privado, tal como la conocemos hoy día.
A modo de recapitulación, en este panorama, como decíamos, se posicionan diferentes
perspectivas: unas a favor de la inferioridad femenina, como los médicos, naturalistas y
evolucionistas. Otras posiciones más conservadores, como los católicos, que no
apostaban por esta implosión de las ideas de la ciencia, negándose al cambio de los
ideales de la modernidad, criticando las teorías científicas contrarias a la mujer. En
medio de esta bipolaridad, estarían los krausistas, defensores de un cambio de
mentalidad, apoyado en la modernidad y los avances de la ciencia. Defendían el
ambientalismo como causa única de la diferencia entre los sexos y, consideraban que la
educación generalizada daría lugar a una equidad social, y por ende, entre los sexos.
Asimismo, el modus operandi de la ciencia constaba de tres aristas que podemos tildar
de características en todo el desarrollo positivista en España. Se identifica primeramente
por la capacidad que tienen los científicos para fundamentar en una desestimable base
empírica toda una teoría de la inferioridad. Segundo se destaca la variabilidad de las
ideas científicas, que podían usarse para justificar ideas totalmente opuestas. Y en tercer
lugar observamos cómo las evidencias cotidianas, y más normales, eran recursos que se
sumaban a la autoridad de la ciencia para justificar la indigencia mental de las
mujeres.24
Es un contexto diverso, que entrecruza diferentes posiciones, donde, además tienen
lugar, desde mi punto de vista, ciertas paradojas. Una de ellas puede ser la idea de
aquellos que apuestan por el progreso y el avance científico, dejando de lado a la mitad
de la humanidad, es decir, a las mujeres, incapacitándolas para el desarrollo intelectual.
Mientras, en el otro extremo, observamos cómo las ideas más conservadoras de la
iglesia, en contraposición al ideario de la modernidad, apuestan por la educación de
ambos sexos como estrategia para mantener su influencia.
22
La teoría de la recapitulación se inicia con la teoría de la evolución de Darwin, aunque es mayormente
desarrollada por E. Haeckel. Asimismo los términos de atavismo y degeneración se incorporaron a estos
postulados gracias al psiquiatra B. Moret.
23
Estas ideas las podemos encontrar en NOVOA SANTOS, R, (1908: Cap. III)
24
A modo de ejemplo, el albinismo se consideraba una tara, signo de flaqueza femenina, ya que las
diferencias cromáticas expresaban el poder y perfeccionamiento masculino.
Citado en ARESTI, N, (2001:56)
10
Destacar finalmente que – y a pesar de que no se haya hecho un hincapié explícito- las
luchas de antaño parecen estar más que vigentes hoy día; el eterno retorno de lo mismo
para la lucha feminista: precaución sexual, trata de blancas, prostitución, equidad
educativa a todos los niveles, igualdad salarial, derechos laborales, familiares, en
materia de salud y civiles, como el derecho al voto, que en España llegó en 1931 con la
II República, abolido durante el franquismo y retomado en 1976. Todos estos avatares
contrarios a la mujer han sido conseguidos, luchados y trabajados por el feminismo y
por las mujeres en general durante décadas, esto se rehíla con lo que comentábamos al
inicio de este escrito; una lucha entre renovación y continuidad, que a mi parecer,
mueve a la sociedad, y más concretamente a la española, a buscar una salida, una
mejora para el impulso social aún a pesar de repetirse insistentemente…
La ciencia, como recurso ideológico, ayudó a configurar un panorama negro para las
mujeres de la época. El filtro misógino-positivista depuró el ideal de mujer por medio
de una óptica sexista, racista y clasista, que interpretaba las teorías de diversas formas
para dar evidencia científica a meros prejuicios sexistas.
A modo de conclusión
Lo que queda claro es que la concepción de la mujer en España pasa por tres filtros
fundamentales en este trabajo: La iglesia católica, la ciencia, sobre todo en su vertiente
positivista y evolucionista, y los ideales de igualdad defendidos por los krausistas.
En el pensamiento católico observamos cómo se pasa de un destino natural y
providencial de mujer que sólo tiene como alternativa ser madre, esposa o monja, y
recluido al espacio privado, que muta hacia un ideal más atenuado y virtuoso. Las
estrategias acometidas por los católicos para adaptarse a los nuevos tiempos se orientan
hacia la pastoral de la mujer y la maternidad social como vía para recristianizar a la
sociedad, el ideal de mujer se dignifica: de pecadora a ángel del hogar, y en un tercer
ascenso, se le permite abrir sus alas en lo social. Ello posibilita el asociacionismo
católico femenino que se orienta principalmente a obras sociales y de caridad. La mujer
pasa de entenderse como portadora de los males de la sociedad, a ser considerada una
madre social que debe desarrollar los trabajos de cuidado de su recluido ámbito
privado, ahora, en el ámbito público. Aunque siempre manteniendo la división de los
roles sociales tradicionales.
El segundo filtro es la ciencia, la cual se erigió como fuente privilegiada de
legitimación. La recepción de los ideales positivistas y evolucionistas desplazaron la
autoridad de la iglesia entre el vulgo masculino. Aunque lo que no hizo fue modificar la
concepción de las mujeres, es más, radicalizó las diferencias entre los sexos
amparándose, a la par que intentaba demostrar con hechos científicos, la inferioridad de
las mujeres, y por ende, la superioridad intelectual masculina. Enfatizó las diferencias
entre ambos sexos aplicando las leyes naturales al análisis social, e imponiendo la
biología como único destino. La ciencia como única fuente privilegiada para dirimir
entre lo verdadero y lo falso consolidó los ideales tradicionales de mujer y hombre,
recluyendo a éstas a la esfera privada, marcando su destino desde la biología, y
otorgándoles la única función de reproductoras de la especie.
El tercer palo a tocar es el krausismo, que en líneas generales defendía la educación
como la mejor vía para una reforma social y optar a la perfección humana. Abogaba
por la igualdad educativa entre ambos sexos, desestimando el determinismo biológico al
que se arrojaba a las mujeres desde los ambientes cientificistas. Fueron los primeros
librepensadores que crearon una institución para la enseñanza de la mujer con gran
calidad de contenidos pedagógicos, La asociación para la enseñanza de la mujer (1870),
11
a la cual le siguieron la creación de diferentes escuelas y La Residencia de Señoritas
(1915). Esto es muestra de cómo, a pesar de ser pensadores del progreso, no se sumaron
a las leyes naturales propuestas por la ciencia que “demostraban” la inferioridad
femenina. Su filosofía intentaba aunar progreso y ciencia con la religión, partiendo de la
base de que todos y todas, por medio de la educación, podemos mejorar la sociedad. Su
pensamiento vio mermadas sus influencias debido al avance científico, y también, a la
influencia importante que tenía la iglesia católica en el contexto político-social español.
Todo ello tuvo un resultado negativo para el moviendo feminista español, ausente en
este escrito, pero del cual cabe decir que fue un movimiento retrasado con respecto al
resto de Europa, sobre todo en comparación con Inglaterra, Francia y Estados Unidos.
12
Descargar