La Vanguardia – Economía - 28/04/2013 Cara y cruz del modelo alemán Texto de Rafael Poch Tras sus buenas cifras macroeconómicas, Alemania esconde una radical transformación de su mercado laboral en los últimos veinte años, con inciertas consecuencias para el futuro. Künzelsau es una villa del sur de Alemania de las que el viajero pasa sin mirar: 15.000 habitantes, un antiguo Ayuntamiento del siglo XVI coronado por una torre con reloj, su iglesia de San Juan, su compacto castillo de Bartenau –hoy convertido en internado–, antigua residencia de los Hohenlohe, los señores feudales locales, y la figura de su patrón, San Juan Bautista, en su escudo de armas. Todo bien asfaltado y con esa uniforme y arreglada sobriedad de los pueblos alemanes. A apenas 15 kilómetros se encuentra el pueblo de Mulfingen, de 3.700 habitantes, aún más gris. Lugares anodinos si no fuera porque ambos son sedes de dos empresas multinacionales. Künzelsau es sede del Würth-Gruppe, la compañía de Reinhold Würth, nacida después de la guerra a partir de una pequeña industria de tornillos. Hoy se dedica a utillaje, materiales de fijación y montaje y tiene 400 empresas en 84 países, 65.000 empleados y una cifra de negocios de más de 9.000 millones. Mulfingen alberga Ebm-papst, la empresa de Gerhard Sturm, líder mundial del ventilador con 11.000 empleados y 17 fábricas en Alemania, Estados Unidos y China, que mueven 1.300 millones al año. Würth y Sturm son dos septuagenarios de Heilbronn-Franken, la región en la que se encuentran Künzelsau y Mulfingen. Fueron compañeros de clase en los años 40. Ninguno acabó el bachillerato, pero los dos crearon empresas multinacionales que, pese a su éxito mundial, siguen enraizadas en el lugar en el que nacieron. BoYante sur Heilbronn-Franken, en el extremo noreste del land de Baden-Württemberg, es la región industrial modelo de Alemania. Con una superficie un poco mayor que media provincia de Barcelona y con 800.000 habitantes, es una de las regiones económicamente más pujantes del país, con prácticamente pleno empleo. Para entender la solidez del trabajo en Alemania hay que pararse aquí, porque desde este ambiente provinciano y tradicionalista se manejan riendas de liderazgo global. Su base es un mosaico de empresas familiares pequeñas y medianas, mucho más pequeñas que las de Würth y Sturm, orientadas a la exportación, muy diversificadas y que frecuentemente son líderes de segmentos muy concretos del mercado: tornillos, ventiladores, máquinas de empaquetado... En HeilbronnFranken la mitad del empleo tiene que ver con la exportación, que en los últimos años ha pasado, en el conjunto de Alemania, de representar el 20% del PIB a casi el 50%. El 98% de los cerca de 350.000 exportadores alemanes son empresas pequeñas y medianas. Empresas que por un lado están metidas hasta el cuello 1 La Vanguardia – Economía - 28/04/2013 Cara y cruz del modelo alemán Texto de Rafael Poch en la globalización, pero que por el otro son tradicionales y conservadoras en muchos aspectos: una combinación de valores tradicionales con modernos métodos de administración. “Enraizadas y abiertas al mundo”, dice Detlef Schulz-Kuhnt, portavoz de la cámara de industria y comercio local. Este no es, precisamente, el reino del contrato cutre y del usar y tirar sociolaboral que se predica y aplica como receta mundial. Los jefes suelen conocer a todos los trabajadores, que responden con un buen trabajo y responsabilidad. Muchas veces los puestos de trabajo se transmiten de padres a hijos. Hay un compromiso casi cultural del personal con la empresa. “La lealtad y el vínculo hacia el empresario son grandes”, dice Schulz-Kuhnt. Se dedica más esfuerzo al cuidado de la producción industrial tradicional que a la innovación. En contra de lo que se piensa, Alemania no es particularmente puntera en innovación –ocupa el puesto 15 entre las 20 economías más innovadoras–, pero es una sociedad organizada: por doquier, un tupido tejido de cámaras de comercio, asociaciones industriales, sindicatos, educación, administración, estrechamente vinculado e integrado. Empresas, gobiernos locales, sindicatos y centros de formación profesional de la región participaron en diciembre pasado en una conferencia regional para planificar y coordinar la formación de la futura fuerza de trabajo. Muchas empresas aumentaron su presencia internacional en los últimos 10 años, “pero no a costa de sus sedes locales, que, al contrario, han sido fortalecidas”, asegura el portavoz de la cámara local. Con esos fundamentos se afrontan los retos exportadores de Corea del Sur y China, países que cada vez lo hacen mejor. Se afrontan relativamente, porque en el mundo de hoy, la gran tecnología y la industria ya no son exclusiva de cuatro euro-americanos. Alemania no escapa a esa tendencia general de desindustrialización en Occidente. En los últimos 20 años, la población activa ocupada en la producción –sin contar la construcción– ha pasado del 29% al 19%, mientras que el sector servicios ha aumentado en un porcentaje correspondiente, pero Alemania sigue siendo el más industrial de los países más desarrollados. Y sus empresas punta más exitosas cuidan su mano de obra. Es un país en el que en una gran franja de la industria los trabajadores tienen influencia en las empresas gracias a la llamada cogestión (mitbestimmung), con la que los comités de empresa tienen poder de decisión en aspectos como organización del trabajo, jornada laboral y salarios, que en España son mucho más exclusivos del empresario. En aquellas compañías que tienen comités de empresa –alrededor del 40% de los trabajadores a tiempo completo trabajan en esas empresas–, el despido debe ser consultado y es nulo si no se hace. 2 La Vanguardia – Economía - 28/04/2013 Cara y cruz del modelo alemán Texto de Rafael Poch Antes de la actual reforma laboral, mientras los empresarios españoles estuvieron dispuestos a asumir el coste de los despidos improcedentes para deshacerse de trabajadores, en Alemania, los empresarios invirtieron en el 2009 –hasta ahora, el único año de recesión en el país en la presente crisis– aproximadamente 5.000 millones de euros en la cofinanciación del llamado kurzarbeit, el trabajo con jornada laboral reducida, y mantener sus plantillas. Eso permitió preservar 1,2 millones de puestos de trabajo. Todo eso, unido a un Estado del bienestar generoso y bien dotado, es lo que la gente común entiende cuando se habla de “modelo alemán”. Sin embargo, ese cuadro es sólo la mitad del panorama. Segundo mercado laboral Estación de tranvías de Duisburg-Hochfeld, a orillas del Rin, 400 kilómetros al norte de la modélica y provinciana villa de Künzelsau. En la fría madrugada, varios grupos de hombres aguardan en corros fumando y charlando. No hablan en alemán, sino en búlgaro. De vez en cuando pasa un coche y se suben dos o tres. Su destino es alguna de las obras de la zona. Si hay suerte, estos europeos sin barreras para viajar, pero aun imposibilitados legalmente para trabajar, son reclutados en los tajos a razón de cinco euros la hora. La escena es el equivalente de la de aquellos jornaleros reclutados al día por los capataces en las plazas de Andalucía y se repite en Berlín Este, junto al puente del ferrocarril urbano de la estación de Grünau. Durante meses se estuvo reclutando ahí a trabajadores del Este de Europa para las obras del gran nuevo aeropuerto de la capital alemana que llevará el nombre de Willy Brandt. No ha habido milagros en los resultados de esa obra, en parte construida sobre la base de salarios sin contrato de cinco euros la hora: debía inaugurarse en junio del 2012 y con suerte lo hará en octubre del 2014, con una larga lista de deficiencias y 1.700 millones de euros añadidos a su presupuesto inicial de 2.800. No ha sido un escándalo mayor porque Berlín está gobernada por la coalición de los dos grandes partidos alemanes, socialdemócratas y democristianos, y a nadie le interesa tirar de la manta. En la restauración de la antigua Staatsoper berlinesa ocurre algo parecido: la obra se eterniza, y el presupuesto aumenta en 45 millones de euros. Muy cerca de la ópera, en el centro de la capital, los hoteles de lujo emplean al personal de limpieza, muchos de ellos orientales, a cuatro euros la hora. Pasa lo mismo con polacos y rumanos en la recogida de la fresa en la región de Brandemburgo. En el diario local de la ciudad de Stralsund, en el land báltico de Pomerania, con una tasa de paro por encima del 11%, la mayor de Alemania, se leen anuncios para organizar una excursión laboral para el trabajo de temporada en Suiza, algo parecido a las vendimias andaluzas en el sur de Francia. En el Ayuntamiento de la ciudad explican que es para el sector de la hostelería, pero 3 La Vanguardia – Economía - 28/04/2013 Cara y cruz del modelo alemán Texto de Rafael Poch dejan claro que no les gusta dar información sobre el asunto. Un colega de la agencia Reuters destapa en la misma ciudad casos de trabajos a un euro la hora... Grandes zonas del Este de Alemania se han convertido en desiertos industriales. Con la reunificación de 1990 se acabó con el 70% del trabajo industrial de la antigua RDA y cuatro millones de personas se quedaron sin trabajo. En muchas ciudades la emigración ha reducido la población a la mitad, obligando a acometer programas de demolición de casas vacías. Los expertos advierten que el fenómeno se extiende también a ciudades del Oeste. En Pirmasens, en Renania-Palatinado, en Selm o en Bremerhaven, la desaparición del sector del calzado, de la porcelana o el ocaso del puerto y los astilleros, respectivamente, disparan el desempleo y vacían poblaciones. En el Ruhr, el ocaso de la minería y la siderurgia dan lugar a bolsas con un 20% de paro, equiparables a las del Este. Sin duda son casos extremos, sólo representativos del nicho laboral más bajo y de localidades concretas, pero también extremo es el modelo Heilbronn-Franken. Ambos forman parte de una realidad laboral manifiestamente dual y que hace mucho tiempo que es imposible describir con el idílico brochazo del “modelo alemán”. Como consecuencia de la desaparición de la Alemania comunista –un rival cuya competencia estimulaba el desarrollo del Estado social en el oeste– y de la duplicación de la fuerza de trabajo mundial que significó el ingreso de China, India y el bloque del Este en la mundialización, el establishment alemán diseñó una agresiva estrategia nacional-exportadora, muy desestabilizadora para el conjunto de la eurozona y que incluyó una gran devaluación sociolaboral. El resultado ha sido la institucionalización de un segundo mercado de empleos precarios y mal pagados al lado del tradicional. El mismo trabajo, más repartido Aunque no existe un solo estudio que demuestre que la flexibilización laboral crea más empleo, este segundo mercado laboral con sus figuras (minijobs) e instituciones (agencias privadas de subcontratación) implica a unos ocho millones de empleados. El efecto de esta flexibilización no ha sido más trabajo en Alemania, sino el reparto del mismo trabajo entre más personas y en peores condiciones. Si en el año 2000 el volumen de horas trabajadas fue de 57,7 millardos, actualmente es de 57,4. El Gobierno alemán repite una y otra vez que el país tiene hoy menos parados que nunca, y es verdad que tiene un índice de paro envidiable en el contexto de la crisis europea (6,8%), pero, por un lado, su estadística ha barrido debajo de la alfombra casi un millón de parados no contabilizados (no inscritos en la Agencia de Empleo, mayores de 57 años...), mientras que por otro lado, el empleo se mantiene al precio del avance imparable de la precariedad. Esto, a efectos del bienestar y la estabilidad social, borra en muchos casos la frontera entre empleo y desempleo. 4 La Vanguardia – Economía - 28/04/2013 Cara y cruz del modelo alemán Texto de Rafael Poch El sector de salarios bajos que en 1995 implicaba al 15% de los trabajadores emplea hoy al 25%, uno de cada cuatro, y se ha expandido tres veces más rápido que el sector tradicional. Más del 40% de los exempleados del sector tradicional que han perdido su empleo encuentran trabajo en el sector de salarios bajos. Mientras en la Europa del Sur la crisis social es manifiesta, la transformación degradante de la esfera laboral en Alemania es considerable e incuba una crisis social poco conocida. En las 15 mayores ciudades del país se pasó de un índice medio de pobreza del 17,5% de la población en el 2005 al 19,6% en el 2011. La desigualdad en el reparto de la riqueza aumenta hasta niveles americanos, y el empleo ya no es una garantía de no caer en la pobreza. Actualmente, sólo dos millones de los 4,5 millones de alemanes que reciben el recortado subsidio social (Hartz IV) son parados: el resto es gente que no llega al mínimo pese a que trabaja. La precariedad no es asunto de actividades marginales, sino que está en el centro de la actividad económica. Hay trabajo precario en las cadenas de montaje de la industria del automóvil alemana –la única de Europa que no está perdiendo posiciones gracias a sus ventas en Asia y América–, donde empleados que pertenecen a ese segundo mercado ganan un 30% o un 40% menos haciendo el mismo trabajo que sus compañeros. En el propio Bundestag, el Parlamento alemán, se encuentran rastros de precariedad: Nathalie, una mecanógrafa que está contratada a través de una empresa de empleo temporal, no alcanza el mínimo vital aunque trabaja 40 horas semanales. “Con un empleo a tiempo completo gano tres cuartas partes del mínimo existencial y debo recibir subsidio social para alcanzarlo”, explica. Hace 30 años, una mecanógrafa del Bundestag ganaba el equivalente al triple de lo que hoy gana Nathalie. El resultado de esta devaluación es el avance de una mentalidad social que ya tiene que ver muy poco con la tópica moral protestante. A la generación española sin salario y sin futuro le corresponde en Alemania una generación precaria muy diferente a las anteriores que, según las encuestas, opina en más de un 50% que trabajar duro y esforzarse no es determinante para progresar en la vida. Avance de la economía del baratillo Hubo una época en la que las mayores fortunas alemanas eran claramente industriales. Familias como Krupp y Quandt marcaban la pauta. Hoy son magnates de negocios de discount como Aldi y Lidl los que encabezan los puestos en las listas de las mayores fortunas alemanas. No es casualidad. 5 La Vanguardia – Economía - 28/04/2013 Cara y cruz del modelo alemán Texto de Rafael Poch El enorme éxito de los almacenes baratos y de baja calidad, de comida, ropa y artículos de primera necesidad, que ha hecho las fortunas de esos nuevos grandes magnates, refleja todo un estado de la economía. Veinte años de estancamiento salarial no dejan gran cosa en los bolsillos de muchos alemanes. En consecuencia, el consumo interno alemán, que tan importante sería para lanzar impulsos de recuperación al resto de la eurozona, está estancado desde hace años. La devaluación del trabajo determina una devaluación del consumo y también de la recaudación fiscal con grandes consecuencias para el bienestar. Entre 1995 y el 2010 la cuota de mercado de las ventas de productos baratos y de baja calidad en el mercado minorista de alimentos ha pasado del 29,2% al 43,6%. Paralelamente, alrededor del 50% de los hogares alemanes no paga impuesto sobre la renta porque gana demasiado poco para hacerlo. La sociología ha acuñado un concepto para definir este fenómeno: economía de baratillo (ramschökonomie). En su tránsito hacia una sociedad de ganadores y perdedores de tipo americano, la clase media retrocede sociológicamente. Desde 1997 ha perdido 5,5 millones de integrantes, señala un estudio de la Fundación Bertelsmann, mientras que el grupo de los más ricos aumenta. Todo ello degrada la estructura del mercado: con menos consumidores, los productos más complejos y sofisticados se hacen menos rentables y su demanda baja en beneficio del baratillo. De puertas afuera, la apuesta unilateral de Alemania por la exportación –que en la eurozona sólo puede funcionar a costa del déficit comercial de los demás socios– contiene riesgos manifiestos: todos los huevos del crecimiento están puestos en la cesta de la exportación, es decir, dependen de una incierta coyuntura global. “La eurocrisis muestra los negativos efectos de esa estrategia y su alternativa: incrementar el consumo, lo que contribuiría a disminuir los desequilibrios europeos”, dice Till van Treeck, del instituto IMK, dependiente de una fundación sindical. Sin embargo, el Gobierno alemán está muy seguro de su opción y censura a grandes vecinos como Francia por no sumarse con el debido entusiasmo a su modelo. 6