Carta Filosófica: Dios y la razón Germán León Me llamo Germán León Pina, tengo cincuenta años, soy notario, he estudiado la carrera de Derecho, me fue concedió el premio extraordinario de licenciatura en 1987, he realizado con éxito una durísimas oposiciones que aprobé a la edad de veintiséis años, y ejerzo el arte de la escribanía en la isla de Ibiza, aunque mi situación actualmente es de transitoriedad, pues me encuentro a punto de trasladarme a mi ciudad natal, que es Valencia. Además estudio filosofía en la UNED. ¿Y cómo una persona de mis años, con un status profesional consolidado y una situación económica desahogada, estudia filosofía a distancia? La respuesta habría que buscarla en un clásico, la Etica a Nicómaco de Aristóteles. Según el “Príncipe de los filósofos”, como lo llamaba Maimónides, la finalidad del hombre es la felicidad o “eudaimonía”, y ésta no consiste en las riquezas, ni en los honores, ni en el placer, sino en la realización de la actividad propia del humano, que es la actividad racional, la cual nos distingue de los brutos. La felicidad radica en la contemplación de la verdad. Y esta idea del Estagirita es lo que me ha seducido para entregarme al estudio de un grado tan hermoso como el de “Filosofía”. El curso pasado completé los créditos correspondientes a seis asignaturas de primero, un alumno de la UNED ha de compatibilizar el estudio con la vida profesional y familiar, y además uno ya no tienen la fortaleza que proporciona la juventud. El resultado fue óptimo, no podía creer cuando comencé los estudios que obtendría un sobresaliente y cinco matrículas de honor, dando así ejemplo de esfuerzo y perseverancia a mis hijos y a otros alumnos mucho más jóvenes. Las asignaturas que más me gustaron fueron las dos de historia de la filosofía antigua. Me zambullí en la lectura de clásicos como la República de Platón, en donde con su célebre mito de la caverna nos muestra el ideal del filósofo-político, a quien la inquietud de la razón le lleva a liberarse de las cadenas, salir de la cueva, contemplar el Sol e identificarse con él, y luego volver al interior de la gruta y enseñar la verdad al resto de prisioneros a riesgo de su propia vida; o la Metafísica de Aristóteles, en la que a través de su etiología nos enseña que todo hecho tiene su causa, que hay una causa eficiente productora del ser, y una causa final a la que todos los seres tienden, y esta causa final es Dios, que nos atrae por su amor y perfección. Este año, entre otras materias, estoy cursando filosofía medieval. El Medioevo ha sido tradicionalmente denostado por ser una época oscura, una cultura de bárbaros. Aseguro que ni fue tan oscura ni todos eran bárbaros. Se desarrolló durante esos siglos que continuaron a la decadencia del Imperio Romano de Occidente, una filosofía árabe, primero en Bagdag y luego en Al-Andalus, llamada falsafa, que evidenciaba una alto grado de conocimiento de los clásicos por parte de aquellos maestros del pensamiento islámico, Al-Kindi, Al-Farabí, Avicena, Avempace o Averroes. Distinguían los sabios musulmanes entre el hombre de la probabilidad que carece de dotes suficientes de aprendizaje, del hombre demostrativo, cuya razón le lleva a la inquietud del conocimiento. Para el primero, con la finalidad de conocer las verdades teológicas, Dios, Allah, se ha expresado a través de la Revelación, el Alcorán, pero el hombre demostrativo es capaz mediante el uso de la razón de llegar también a conocer las verdades necesarias para la salvación. Fe y razón no se contradicen, se complementan, porque la fe es también racional y Dios es razón. Se está esbozando una idea que luego desarrollará ampliamente la escolástica cristiana: “philosofia ancilla theologiae”. La filosofía está al servicio de la teología, como decía San Agustín de Hipona, la fe busca y la inteligencia encuentra. En Santo Tomás de Aquino hallamos el momento cumbre de la escolástica con su lema “intelligo ut credam”. Tomás a través de los traductores de Averroes como Miguel Escoto o Hermann el alemán, recupera al Aristóteles griego, el verdadero, pues se confundían sus escritos con los del llamado Pseudo-Aristóteles, el neoplatónico Plotino que mezclaba teorías del Estagirita con doctrinas platónicas y de los estoicos. Tomás con sus cinco vías fue capaz de probar la existencia de Dios basándose en la naturaleza, cómo de los efectos se atisba la causa, haciendo gravitar su constructo filosófico sobre la razón, demostrando la racionalidad de Dios, el Bien perfecto, y la irracionalidad del mal, del pecado. El esquema de las cinco vías es el mismo, se basan en el principio de no contradicción, que es un axioma, una verdad que no necesita demostración. Por ejemplo, Tomás siguiendo a Aristóteles nos dice que toda cosa que se mueve en la naturaleza es movida por otra, y ésta a su vez por otra y así sucesivamente. Pero en algún momento hay que parar, el círculo debe cerrarse, ya que remontarse hasta el infinito en una sucesiva cadena de motores es absurdo, es irracional, viola el principio de no contradicción, luego ha de haber un Primer Motor inmóvil que mueva sin ser movido, y este es Dios. En la filosofía práctica o ética tomista también vemos la importancia del “lógos”. Tomás entiende necesario un orden moral racional, y la racionalidad se halla en Dios, luego no se puede establecer una vida moral ordenada sin un Dios ordenador que cuide y conserve el orden moral. Como dijo Dostoievski en Los hermanos Karamazov, sin Dios todo está permitido. ¿Es la filosofía cristiana medieval auténtica filosofía? Se ha discutido mucho, pues la filosofía se vincula a la razón y la teología a la Revelación. Pero como hemos visto la Escritura no es irracional, así al menos lo demostró Averroes y Tomás de Aquino. Lo cierto es que sí hay filósofos cristianos, y la teología se apoya en la filosofía. Hoy vivimos en un mundo irracional. Parte de los filósofos perdieron ya no sólo la fe en Dios, sino también en la razón, después de la barbarie que vivió la humanidad el pasado siglo, el gulag, las bombas atómicas, el Holocausto nazi, como fueron los neomarxistas frankfurtianos Adorno, Horkheimer o Marcuse. Nietzshe proclamó la muerte de Dios y la moral del superhombre, y el posestructuralista Foucault señaló que no esperáramos a que el hombre sobreviviera a la muerte de Dios. Pero la religión sigue viva, cada vez hay más ritos espiritualistas, e incluso proliferan las religiones sincréticas o científicas como la cienciología. Me llama la atención que estas religiones esotéricas despiertan más el sentido profético, mágico o encantado de Dios, que el sentido racional que la palabra “Dios” comporta. Si queremos conocer lo inteligible de Dios, necesariamente hemos de bucear en la historia y remontarnos al periodo medieval, así a lo mejor le damos un mayor sentido a nuestra vida y alcanzamos la virtud de la alegría, que tanto exaltaba Spinoza. Firmado: Germán León Pina. Notario de Sant Antoni de Portmany. Estudiante del Grado de Filosofía de la UNED.