Construir una sociedad y un Estado multiculturales de

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Construir una sociedad y un Estado multiculturales de raíces
principalmente originarias
Alvaro Montaño Freire
Comentarios: tokapu@yahoo.com
11 de julio de 2015
La consolidación refundadora no es la construcción de un Estado-Nación
homogéneo. Los nacionalistas europeos del siglo XIX, en particular los de Alemania e
Italia, se propusieron construir una sociedad donde hubiese un solo pueblo y una sola
lengua sobre un territorio donde habría de ejercer su soberanía el Estado. Ya no es
posible orientarse a un objetivo equivalente. Nuestro futuro no es la constitución de un
Estado - Nación peruano culturalmente homogéneo, donde se rechace la idea de la
diversidad y la multiplicidad cultural. Matos Mar hace 30 años que viene explicando la
transcendencia del cambio. Como se anotó previamente sostiene que está surgiendo
una nación de rostro plural. El cambio es profundo y Matos Mar tiene grandes méritos
en su explicación; sin embargo puede ser un error utilizar la expresión “emergente
sociedad nacional” porque puede dar la impresión de que está produciéndose un simple
cambio de la “opresión criolla” a la “opresión chola”, lo que precisamente hay que
evitar
enfatizando que no necesariamente debe hablarse de nación peruana, más
apropiado puede ser hablar de sociedad peruana y Estado peruano de carácter
multicultural y de raíces principalmente originarias.
En el Perú, que sentimos con Arguedas el más diverso de los países, es aún
menos aceptable que en otras sociedades proponerse como meta la homogeneidad
cultural. El Perú cholo que podemos consolidar deberá ser muy distinto del anterior
Perú criollo, precisamente por no ser excluyente, porque asume su diversidad. Si el
“cholo” es el indígena occidentalizado en la época de la globalización, habría que
comenzar diciendo que hay muchas formas de ser cholo. No es lo mismo un cholo
piurano, que uno puneño u otro chachapoyano. Además, en el Perú de hoy y de
cualquier futuro previsible tiene que existir el legítimo derecho a no sentirse cholo, a
proclamarse radicalmente criollo, afro descendiente, asiático descendiente, quechua,
aimara, asháninca, italiano-peruano, judío-peruano o árabe-peruano, etcétera. Por
último, en estos tiempos postmodernos se reclama el derecho - inédito por lo menos en
1
cuando a posibilidad generalizable -, de cada individuo a ser él mismo una sucesión de
mezclas culturales a lo largo de su vida particular.
En consecuencia, el Perú cholo tiene que pensarse y construirse como
sociedad reconciliada, donde lo criollo es respetado y valorado pese a su pasado
opresor y excluyente. Uno de los grandes aportes que los peruanos podemos hacer
a la humanidad es dar el ejemplo de una sociedad que habiendo padecido formas
extremas de exclusión, es capaz de construir una vida cotidiana compartida,
reconciliada. El otro gran ejemplo que podemos aportar los peruanos al mundo
entero es encontrar nuestra propia manera de armonizar producción y respeto a la
naturaleza; esto habrá de requerir el desarrollo de tecnologías que reduzcan al
mínimo posible el impacto de las actividades económicas sobre el ambiente y
establecer con prudencia – sin fundamentalismos de
ningún tipo - un
ordenamiento territorial para determinar donde en la actualidad no es posible
encontrar un equilibrio razonable entre las actividades productivas y entre ellas y
la naturaleza.
Reconocer que nuestras principales raíces son originarias, esto es indígenas, es
un acto de justicia reparadora, es superar el racismo y la opresión étnica que nos ha
caracterizado desde 1532. Pero no significa imponerlo a manera de superioridad o
exclusividad. En términos post modernos la identificación “chola” del Perú actual tiene
que ser una afirmación “débil” y no “fuerte”. No es la creencia insostenible en una
absurda esencia inmutable; más bien es el reconocimiento de que los pueblos
originarios, pese a todos los exterminios, exclusiones y opresiones, han subsistido,
“todavía son”, gracias a su capacidad para cambiar, vivir mestizajes, recrearse y
reelaborarse. El Perú cholo tiene que ser globalizado y dueño de una cultura
cosmopolita que hable sus propios idiomas y al mismo tiempo los grandes idiomas del
resto de la humanidad. En un futuro no tan lejano lo típico debería ser que un peruano
hable un idioma originario, español e inglés.
José Ignacio López Soria en su Adiós a Mariátegui
1
explora las nuevas
circunstancias que hacen imposible por obsoleto el proyecto del Estado–Nación al
margen de la cuestión cultural: “Tengo la impresión de que ya es demasiado tarde (para
sostener los discursos modernos respecto al Perú) por cuatro razones principalmente: la
defectividad originaria de los discursos modernos en el Perú, la liberación de las
1
López Soria, José Ignacio. Adiós a Mariátegui. Pensar el Perú en perspectiva postmoderna. Lima: Fondo editorial
del Congreso del Perú, 2007, 188 pp.
2
diferencias y toma de la palabra por las diversidades, el debilitamiento de las categorías
fundantes del discurso moderno en general, y el desborde de las dimensiones
institucionales de la modernidad”2. Precisa su tesis en los siguientes términos: “… es
demasiado tarde para reconstruir el proyecto moderno en términos de Estado Nación… Las diferencias han tomado la palabra y exigen no solo ser respetadas sino
reconocidas como tales, y , por tanto, están en marcha un “derecho a la diferencia” y un
“derecho a la pertenencia cultural” que se condicen difícilmente con el talante
igualitario y culturalmente desvinculado del proyecto moderno. Los ideales de justicia
y libertad se enuncian ya no desde una supuesta humanidad abstracta sino desde los
marcos culturales en los que se desenvuelve la vida cotidiana de los diversos grupos
humanos. Tampoco es posible, como pretendió hasta ayer el discurso del bienestar,
pensar el bienestar en el marco del Estado-Nación y de relaciones entre estadosnación… un proceso de globalización que nos lleva a todos, cada vez más, a tomar el
mundo como marco obligado”3. En definitiva “…es imprescindible asumir la diversidad
no como problema sino como riqueza… reconocer y articular la institucionalidad que
los diversos pueblos se han ido dando; eliminar –y esto no es fácil– de nuestras propias
tradiciones lo que impida el reconocimiento del otro en su diversidad; y empeñarnos
todos en construir espacios de encuentro y de mutuo reconocimiento, practicando el
“patriotismo de la ley”, pero de una ley nacida de la voluntad de convivencia de las
diversidades”4.
Dice bien López Soria que en los tiempos actuales de globalización y conciencia
post moderna es un arcaísmo imponer al Perú una única cultura o ignorar las
diferencias culturales, tal como habría pretendido el ideal moderno europeo del siglo
XIX, pensado para una humanidad abstracta. Ahora las diferencias culturales han
tomado la palabra y se impone la convivencia. Pero López Soria va demasiado lejos al
proponer como único punto de encuentro el denominado “Patriotismo de la Ley”. El
Perú es diverso, pero no se trata de cualquier diversidad. Nueva York, la capital del
mundo durante el siglo XX, es mucho más diversa que el Perú, conviven allí decenas y
decenas de comunidades culturales diferentes, pero es una diversidad muy distinta a la
peruana. Para ser exactos hay sociedades más diversas que la peruana, en Nepal se
reconocen más de 120 etnias y lenguas. En cierto sentido, con raras excepciones, casi
2
López Soria, José Ignacio. Adiós a Mariátegui... p. 126.
López Soria, José Ignacio. Op cit. pp. 40-41
4
López Soria, José Ignacio. Ibid. p. 104-105
3
3
todas las sociedades tienen una significativa diversidad; no basta decir que tal sociedad
es diversa, hay que aclarar qué tipo de diversidad es la que vive. Para construir la
convivencia peruana es necesario, pero no es suficiente promulgar y vivir una
constitución ciudadana: también hace falta practicar una justicia reparadora frente al
racismo y la exclusión de cinco siglos; entender que nuestra diversidad tiene
muchísimas raíces, pero que las raíces principales son originarias. Somos diversos,
somos, por ejemplo, españoles, europeos en general, africanos y asiáticos, vivimos
todos los mestizajes; pero antes que nada somos para el resto del mundo el País de los
Incas.
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