FRANCISCO DE GOYA, INVENTOR DEL ARTE MODERNO. Ana Ortiz Angulo. Revista Pluma, no. 2, 2006. Nace en Fuendetodos, España en 1746 Muere en Burdeos, Francia, en 1828. España ha dado el mundo cuatro pilares que sostienen la Historia de la pintura universal: El Greco, considerado espa ñol a pesar de haber nacido en Grecia, Diego Velázquez, Francisco de Goya y Pablo Picasso. Si faltara cualquiera de ellos, una gran página en blanco se abrir ía en la historia de las artes pl ásticas, no s ólo en sus propias épocas y en Espa ña, sino en todo el desarrollo art ístico universal. Faltar ía sustento a varias corrientes de generaciones y estilos art ísticos posteriores. En la literatura se puede decir que en esa medida no pueden faltar Miguel de Ce rvantes Saavedra o Juana de Azbaje. Mucho del arte universal de los siglos XIX y XX se quedar ía sin explicar o no habr ía surgido , entre esas corrientes es encuadran el realismo (Daumier), el impresionismo (Manet), el surrealismo (Dali) , el expresionismo alemán y José Clemente Orozco. A Goya le toca el fin de una época de esplendor artificioso, complicado y exultante del arte barroco, del rococ ó y el inicio del neoclasicismo y el realismo que ocupará gran parte del arte en el siglo XIX. Tambi én se ha dich o que augura el romanticismo y lo supera. La obra de Goya transcurre del pintoresquismo, el paisajismo, la alegría del color y las formas graciosas de su Espa ña y sus tradiciones a la expresi ón feroz de las miserias humana, en la guerra, la pobreza, el alc oholismo, la locura, la brujería. Esto es evidente i ndependientemente del tema que aborde, muchas veces para cumplir encargos, o por puro capricho, Goya no podrá prescindir nunca de su genio para expresar por medio de la forma, el color, las texturas, las carnaciones, los matices o las líneas y sombras , y en un especial acento el movimiento, que enriquecen cualquiera de sus obras ya sean óleos aguas tintas, litografías y grabados. Se ha escrito mucho acerca de este pintor y su obra. Especialistas en la hi storia del arte pict órico han dado sus opiniones que por supuesto corresponden a la época histórica del cr ítico. Se le ha elogiado en extremo y se le ha condenado sobre todo por sus expresiones m ás cr íticas o m ás fant ásticas. Los m ás atinados son aquellos que enaltecen la factura de cada una de sus obras, por la maestr ía en el uso del pincel, el lápiz o la gubia. A donde queremos llegar en esta breve intromisi ón en uno de las fortalezas del arte universal, no es a hacer un nuevo recorrido elogioso de su obr a sino poner el acento en su ruta hacia lo estético, en donde conjuga la forma y el contenido, la realidad y la fantas ía, la cr ítica acerba a la sociedad de su tiempo con las galas de la nobleza, las profundidades de la individualidad con la despreocupada sonrisa de las damas cantando y bailando en la campi ña aragonesa, de la violencia de la guerra o del aquelarre demoniaco a la tranquilidad y transparencia de l paisaje, de la comicidad de situaciones o rostros caricaturizados al desgarrador gesto del drama. De 1760 a 1775 transcurre su etapa de preparación en diversos talleres en Zaragoza y Madrid, se presenta a concursos. Vive en Italia sin dejar de trabajar y de perfeccionar su oficio. . Desde su inicio, la obra de Goya es un perpetuo transcurrir entre el realismo –constante del arte español- y el “expresionismo” que conjuga la crítica a los vicios y las pasiones, la profundización psicológica de los personajes, la violencia del dolor y la muerte. No hay muchas noticias sobr e su infancia que transcurre en Zaragoza y se supone que gracias al oficio de su padre que era dorador, haya tenido contacto con los pintores y que haya recibido clases de dibujo. Se sabe que viaja a Madrid para presentarse en un concurso para el premio de la Real Academia de San Fernando (fundada en 1751 por Carlos III, monarca Borbón). Es de suponerse que estos a ños de preparación, que vivió con su familia en Zaragoza se quedaron en su memoria con todas sus escenas de alegr ía y jolgorio en medio de paisajes áridos y plenos de mujeres vestidas con hermosos trajes tradicionales que luego imrimirá como fondo a muchas de sus obras. Así mismo deben haber estado en su mente los viejas y las viejas astrosos, los borrachos sin remedio y la fiesta de los toros que luego plasmará en sus grabados. Es tambi én explicable que no haya recibido reconocimiento en la Academia de San Fernando en Madrid pues su realismo, su garra sin titubeos ni concesiones no estaban acordes con las reglas de los acad émicos, que rend ían a Ti épolo, y que plasmaban los estertores de la pintura barroca, más por ser la última, de un barroco exagerado, ilusorio y fantasioso que deben haber repugnado a su sentido de realismo. Después de concursar por segunda vez en la Academia de Madrid y salir derrotado, gana un segundo lugar en un concurso abierto en la Academia de Parma , en 1770, reconocimiento valioso para el novel pintor. Viaja a Roma y luego a otras ciudades italianas en las que según los mitos, corre varias aventuras galantes que lo hacen salir de la península casi huyendo. En Zaragoza le hacen encargos que cumple magistralmente como todo lo que pintará en adelante. De 1775 a 1812. Ascenso en la escala social. “Pintor del Rey” de Carlos III. “Pintor de Corte” de Carlos IV, Maria Luisa de Parma, Fernando VII y Manuel Godoy En 1775 se instala en Madrid en donde desarrolla su talento que pronto es reconocido pues es nombrado miembro de la Real Academia de las Bellas Artes de San Fernando y trabaja durante algunos a ños realizando cartones para la f ábrica de tapices, es su última obra como pintor rococ ó. Luego es nombrado, por intermedio de su cu ñado Ram ón Bayeu , “Pintor del Rey” de Carlos III, al morir éste en 1780 es elevado a la categoría de “Pintor de C ámara”. Sirve en una corte corrupta, pero su independencia le permite penetrar en las facciones de los pe rsonajes que tiene que retratar y lo hace sin dar concesiones, no s ólo por su af án de no apartarse de la realidad sino por un deseo de dejar testimonio de los verdader os rostros de su época tal como “La familia de Carlos IV”, óleo que se exhibe en el Museo del Prado en el que no idealiza a sus monarcas. Tal como lo hab ía conseguido al hacer el retrato de la reina Mar ía Luisa de Parma, esposa de Carlos IV. En el tiempo q ue le queda libre de sus obligaciones de pintor de corte, graba L os caprichos. A él mismo le parecen “minucias” pero en ellos pone toda la fantas ía y la violencia que le era innata pero que se hab ía ido alimentando sin dejarla salir para conservar las posiciones que había logrando. Ël explicaba el nombre de caprichos pues esas obras las hacía sin ninguna obligación, por el puro gusto de hacerlas . En sus muy variadas obras de esta época de desarrollo y logros de fama, se refleja, independientemente de su trabajo obligado por sus nombramientos, sobre todo retratar a la nobleza española, su trabajo voluntario en el que refleja una lucha por independizarse de las corrientes en boga. Deja atr ás el rococ ó alambicado y supera el clasicismo que provenía de las nu evas ideas ilustradas del siglo XVIII franc és. Lo que predomina es la vinculación de su temperamento libre y apasionado con los temas, el colorido y el movimiento populares. El pueblo espa ñol brota casi sin pedirle permiso a sus dictados académicos, en toda su obra no hecha por encargo, acento que va haciendo expl ícito su compromiso con su pa ís y con sus coterr áneos más abandonados, m ás desprotegidos y todos los dramas que vive cotidianamente. Algunos cr íticos le llaman a este af án un “populismo”, con la s alvedad que no lo confunden con demagogia, sino que lo sit úan como un precursor de corrientes del siglo XX como el muralismo mexicano. En el tratamiento de todos los temas demuestran que por encima de influencias y alternativas estil ísticas, lo principal p ara Goya es mantenerse fiel a la realidad. En muchas ocasiones este amor por el realismo lo lleva a plasmar retratos que rayan en la caricatura. Lo vemos así en los retratos de la corte, sobre todo de la reina Mar ía Luisa y en sus dibujos , aguafuertes y s us grabados y a ún en sus cartones para los tapices alambicados de la Corona. En el fundamento de sus tratamiento de los personajes se evidencia una profunda crítica al mundo y al c írculo social que le toc ó vivir y en el que se integraba a pesar de repulsa a situaciones nefastas. Aparece entonces la expresión de sus m ás íntimos impulsos que lo llevan al los extremos de un “expresionismo”, que aparecerá hasta despu és de la I Guerra mundial en el expresionismo alem án en cuadros burlescos de aquelarres y brujerías. . Es la época en que realiza sus obras que son más cercanas a la perfecci ón en relación a un concepto de belleza cl ásico. Las Majas son un monumento en la l ínea de retratos femeninos, sobre todo los desnudos , l ínea que surge de la escultura grie ga, después de un intermedio de diez siglos, re vive en el siglo XV y XVI con el Renacimiento. (Giorgonne, Tiziano y Botticelli entre otros) . Se dice que las majas fueron pintadas por órdenes de Manuel Godoy. Era una pr áctica común ent las cortes el que e l rey tuviera una galería para su propio y solitario solaz y Godoy no podía quedarse atrás. Es testigo de la corrupci ón de la Corte a la que sirve: asiste al ascenso del poder de Manuel Godoy que escala los más altos puestos al pasar por la alcoba de María Luisa. Aun antes de morir Carlos III ya era conocida la afici ón de la entonces princesa de Asturias por los guardias de coros, todos m ás jóvenes que ella. El m ás notable, y m ás amado fue sin duda Godoy que ingresa a la corte como guardia. Su inteligencia , su don de gentes, su belleza física y su voz de matices insospechados le abren el camino y cosa curiosa, pero atribuible a la estupidez de Carlos IV, tambi én al afecto del rey, lo que convertía a Godoy en favorito. Una vez que Carlos III falleció y fue coronado Carlos IV, que prefería la carpintería y la caza a la gobernaci ón, Godoy se adue ñó del poder y fue el principal estadista que manejó los asuntos de España hasta entrado el siglo XIX. Situación que desemboc ó en graves conflictos entre esta corte c orrompida y el futuro rey de España , hijo de los reyes, Fernando. El pueblo se entreg ó emocionalmente a este personaje pensando que ser ía “El deseado ”, el esperado para levantar del fango a la Corona pero no va ser así al fin. Carlos IV abdica a favor de su hijo que empieza a reinar con el nombre de Drnando VII. Entre tanto Napoleón Bonaparte se apodera de Espa ña a la que invade sorpresivamente y sin encontrar resistencia en 1808. Manuel Godoy propicia esta invasi ón al aceptar el ofrecimiento de Napole ón, que al triunfo del emperador franc és ser ía nombrado por éste rey de Portugal. Las tropas francesas dominan el territorio espa ñol reprimiendo sangrientamente cualquier oposici ón. Napoleón conduce a la corte a la ciudad francesa de Bayona, en donde consigue la abdicación de Fernando VII a favor de la familia Bonaparte. De ah í en adelante, durante algunos a ños reinar á Jos é Bonaparte, a quien por sus vicios el pueblo bautiz ó con el nombre de Pepe Botella.. Estos hechos desencadenan una feroz oposición en el pueblo y sus intelectuales espa ñoles con un claro tinte liberal. Se organiza el ya caduco imperio en ayuntamientos y es elaborada y jurada la Constituci ón de 1812 bajo la gu ía de la Ilustración. Goya, antes del desastre pinta los retratos de la familia real, pinta con gran maestría a la duquesa de Chinchón, prima de Carlos IV a quien casan con Godoy para incorporarlo a la realeza. También hace el retrato de la Duquesa de Alba, personaje que compet ía con la reina en los terrenos de la belleza y la moda, haciendo a ésta quedar mal. Goya fue un gran amigo de la duquesa que lo distingui ó entre su peque ña corte. Esta extraordinaria mujer murió de pronto y sospechosamente en una tarde de fiesta en 1800. Goya, que padecía de sordera desde , es testigo de tod as estas calamidades y decide retirarse y compra una finca a la que se ha llamado la “Quinta del Sordo ”. Solo, su mujer ya hab ía muerto, se refugia dentro de esta casona y tomando sus muros como grandes telas desarrolla su m ás extraordinaria obra, conocida ahora como “la obra negra” en la que plasma todos los oscuros pensamientos que lo acongojaban y toda la violencia contenido en sus a ños de esplendor cortesano. Esas pinturas fueron rescatadas de estos muros y ahora enriquecen el Museo del Prado. Vivían n ítidamente en su memoria las escenas desgarradoras de la lucha del pueblo español en contra de los invasores franceses y para no olvidarlas pinta en 1814 los dos formidadbles cuadros: “Los Mamelucos” y “ Los fusilamientos del 3 de mayo de 1808”. Es increíble el impacto que produce en el visitante del Museo del Prado al enfrentarse a estos dos prodigiosas testimonios, hechos por una mente prodigiosa y una mano maestra, de estas dos escenas de guerra. Ya no es el retrato del h éroe ni la poderosa figura de un conquistador montando un brioso corcel, no, es la crueldad humana ante el vencido, la visi ón de la muerte sin esperanza, el dolor de la p érdida, simultánea, de la vida y de la patria. La belleza cl ásica, las suaves redondeles de las mujeres, la piel conseguido a fuerza de pincel sutil, ahora es la tragedia que es elevado a categor ía estética.