legitimación de la violencia en infantes víctima

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LEGITIMACIÓN DE LA VIOLENCIA EN LA INFANCIA
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¿QUIÉN ES EL MALO DEL PASEO? LEGITIMACIÓN DE LA VIOLENCIA EN INFANTES
VÍCTIMAS Y NO VÍCTIMAS DE LA VIOLENCIA EN COLOMBIA
Marina Martínez*, José Amar, Claudia Robles, Leider Utria
Universidad del Norte, Colombia
martinezb@uninorte.edu.co
jamar@uninorte.edu.co
chaydar@uninorte.edu.co
leideru@uninorte.edu.co
Eje 3: Ideas para el cambio en la Administración Pública: La gestión pública en un escenario
posconflicto
Panel 3: La convivencia ciudadana y la paz, escenario para el desarrollo de la ciudadanía.
Palabras clave: Desplazamiento Forzado; Legitimación de la Violencia, Infancia.
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INTRODUCCIÓN
El concepto de legitimación se refiere a un hecho establecido según la ley y se aplica
a lo que es lícito, justo y no censurable (Moliner, 1986; Tyler, 2006). En el campo de las
ciencias sociales, el término cobra cada vez mayor importancia en el estudio de fenómenos
como el ejercicio del poder, la relación autoridad-obediencia, la violencia, la relación
individuo-Estado y la protesta social (Barreto, Borja, Serrano & López, 2009).
El concepto está vinculado al de norma social, que corresponde al de los estándares
de comportamiento esperados de los individuos en su entorno social, y hacen parte del
acervo cultural de las sociedades (Fritsche, 2002). Ahora bien, la legitimación de la violencia
se refiere a las normas sociales validadas culturalmente que justifican el uso de la violencia
para que sea considerada como el correcto proceder (Fernández, 2009). En las sociedades
donde existen grupos que cultivan la violencia, generalmente se promueven creencias que
mantiene a los actores sociales dispuestos a cometer y justificar actos como asesinatos,
detenciones ilegales y genocidios (Barreto et al., 2009).
En Colombia, se han identificado creencias que legitiman el uso de la violencia como
mecanismo de protección, de educación, y defensa de la familia y la sociedad (Duque,
Sierra & Montoya, 2011). También la deslegitimación los grupos con los que se tiene
confrontación, utilizando categorías deshumanizadoras que justifican los actos violentos,
como se encontró en la organización guerrillera de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de
Colombia FARC- EP, y de las Autodefensas Unidas de Colombia AUC (Sabucedo et al,.
2004).
Desconexión moral: el paso previo a la legitimación de la violencia
Las acciones son sustraídas de su carácter nocivo utilizando mecanismos
psicológicos que generan una desconexión progresiva de los principios éticos, facilitando
una desensibilización que permite consentir formas de violencia, sin que la persona sea
consciente de la transformación que ha ido sufriendo (Bandura, 2002).
La desconexión moral se fundamenta en la estructuración lógica de argumentos para
facilitar conductas socialmente reprochables, que protegen a la persona de experimentar
sentimientos como vergüenza y culpa (Ortega, Sánchez & Menesini, 2002). Los
mecanismos de defensa que permiten la desconexión moral son (Bandura, 1990;
Bandura,1991; Detert, Treviño, & Sweitzer, 2008):
Reinterpretación de la conducta. Incluye el uso de la justificación moral, la
etiquetación eufemística y la comparación ventajosa.
Confusión de la responsabilidad del acto. Implica la transferencia de la
responsabilidad personal y la difusión de la responsabilidad.
Ignorar las consecuencias. Los resultados negativos de la conducta son negados,
no reconocidos o minimizados a través del mecanismo de distorsión de las consecuencias.
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Culpar a la víctima. Este grupo de mecanismos incluye atribuir a la víctima el origen
de la situación y la deshumanización.
La desconexión moral permite explicar tanto crímenes de guerra hasta actos como
gritar o manipular y toda clase de conductas violentas (Barnes & Leavitt, 2010). WhiteAjmani y Bursik (2014), han estudiado la relación entre el contexto situacional, la
desconexión moral y la tendencia a la agresión interpersonal, encontrando que la
desconexión moral predice la conducta de agresión cuando se presenta una situación que
insta a la venganza. Considerando esto, el contexto media la interpretación de las
situaciones y puede ser desencadenante de las conductas violentas.
El conflicto armado en Colombia como escenario de legitimación de la violencia
Desde 1980 más de 4,7 millones de personas han sido desplazadas por la violencia
en Colombia (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados - ACNUR,
2014). Estas personas perdieron en manos de los grupos armados miembros de su familia
así como sus bienes materiales y tierra. De acuerdo con ACNUR (2009) cerca del 83 % de
los desplazados en Colombia son mujeres, niñas y niños que han sido víctimas de diversas
formas de vulneración de sus derechos (Watchlist on Children and Armed Conflict, 2012).
Algunas de las consecuencias psicosociales del desplazamiento, incluyen la
confusión sobre el ser social puesto la imagen que la persona tiene sobre sí misma, no tiene
relación con la que la sociedad tiene de ellos y que tiende a marginarlos (García, 1999).
Además la identidad de estas personas se ve alterada al perder su tierra, vecinos y
costumbres y al tener que integrarse a un nuevo grupo social con nuevos patrones
culturales (Mier & Llamas, 2003). Uno de los indicadores de bienestar que se encuentra más
afectado en la población desplazada, es el bienestar social, encontrándose desconfianza
hacia el entorno receptor y poca credibilidad en las instituciones (Abello et al. 2009).
Diversos estudios clásicos en psicología, han mostrado como la polarización intergrupal está
en la base de muchos conflictos violentos, partiendo de la categorización estereotipada de
los demás y la marginación social. En estos climas sociales polarizados, se construyen
creencias justificadoras del uso de la violencia que terminan facilitando su utilización en
distintas esferas de la vida pública (Blanco, Caballero & de la Corte, 2005).
De otra parte, cualquier forma de violencia que se arremeta contra la población
infantil tendrá implicaciones para su desarrollo individual y social, debido al crucial momento
evolutivo en que se hallan los niños y niñas (Martínez et al, 2014a).
En esta investigación se exploró la forma como los niños afrontan los conflictos
cotidianos y las creencias a partir de las cuales justifican el uso de la violencia, considerando
si han sido víctimas de violencia sociopolítica.
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Metodología
En el estudio participaron 152 niños entre los 6 y los 10 años de edad, distribuidos en
tres grupos de trabajo: niños en situación de desplazamiento, niños de nivel socioeconómico
alto (NSE alto) y niños de nivel socioeconómico bajo (NSE bajo).
Se utilizó un roll play game online denominado Leyendas de Almar, en el que los
participantes entran en una dinámica de interacción, basada en una situación simulada en la
cual se desarrollan acciones y preguntas que dan cuenta de las creencias legitimadoras de
la violencia de los participantes a partir de tres situaciones: igualdad de condiciones, ventaja
y desventaja sobre el contrincante (Martínez et al, 2014b).
Resultados
Afrontamiento del conflicto en situación de igualdad.
Ante esta situación no se encontró relación entre la decisión de atacar y variables
como la de edad, el contexto (situación de desplazamiento, NSE alto o NSE bajo) o el sexo
del oponente. Sin embargo se observó una tendencia a utilizar la opción de atacar para
resolver el conflicto, por parte de los niños de NSE Bajo y los niños en situación de
desplazamiento por la violencia.
El sexo del participante estuvo relacionado de forma significativa con la decisión de
atacar, encontrándose una mayor tendencia en los niños, quienes lo hicieron con más
frecuencia cuando su contrincante era de sexo masculino. En general, cuando los niños y
las niñas confrontaron a alguien de distinto sexo, disminuyeron la tendencia a atacar.
En cuanto a las creencias justificadoras de la violencia, se encontró principalmente la
deshumanización, culpar a la víctima, la transferencia de la responsabilidad y la
comparación ventajosa. Además, cuando los niños y niñas perciben a sus pares como
sancionadores del acto violento, éstos tienden a culpar a la víctima. Cuando perciben a los
adultos
como
sancionadores
tienden
a
transferir
su
responsabilidad
y
realizar
comparaciones ventajosas.
Afrontamiento del conflicto en situación de ventaja
No se encontró relación entre la decisión de atacar y las variables de edad, sexo del
participante, el sexo del oponente o la forma como se confrontaron las parejas. Se mantuvo
una mayor tendencia a inclinarse por el ataque en los niños más que en las niñas.
En cuanto a los mecanismos a los que recurren los niños y niñas para justificar su
ataque en esta situación, se encontró principalmente la deshumanización de las víctimas.
Cuando los adultos se perciben como legitimadores del acto violento, también se percibe de
la misma manera a los pares y se utiliza la transferencia de la responsabilidad y la
culpabilización de la víctima.
En esta situación se encontró una relación entre la decisión de atacar y el contexto
del niño, encontrándose una mayor tendencia a atacar en los niños desplazados, quienes
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tienden a deshumanizar a la víctima, no distorsionan las consecuencias, aunque perciben a
sus pares y a los adultos como sancionadores de su acción.
Los niños de NSE Bajo, aunque atacaron menos que los niños en situación de
desplazamiento, perciben a los adultos y a los pares como legitimadores del acto violento.
Afrontamiento del conflicto en situación de desventaja.
Cuando el participante se enfrenta a una situación en la cual se percibe con
desventaja frente a su oponente, no se encontró relación entre la decisión de atacar y las
variables de edad, sexo del participante y sexo del oponente.
Los niños en esta situación se justificaron culpando a la víctima y deshumanizándola,
y no se tiende a etiquetar eufemísticamente. Se encontró que cuando los niños no suavizan
sus actos violentos usando el lenguaje eufemístico, tampoco transfieren la responsabilidad,
pero muestran poca consciencia de las consecuencias. Esto indicaría que aunque los niños
admitan la ejecución del acto, no admiten las consecuencias de los mismos.
La percepción de los adultos como sancionadores estuvo relacionada con la
justificación moral, señalando que cuando los niños se sienten juzgados por los adultos,
tienden a justificar la violencia como una acción justa o la forma correcta de proceder. Esta
forma de percibir a los adultos también se relacionó con culpar a la víctima y con la
legitimización percibida de los pares. Se podría interpretar que los niños cuando se
enfrentan a alguien frente al cual están en desventaja, pueden sentirse juzgados por los
adultos, recurren a culpar de su acto violento a la víctima y encuentran apoyo en los pares
como fuente de legitimidad de su acto.
En esta situación también se encontró una tendencia ligeramente mayor a inclinarse
por la opción de atacar en los niños de NSE Bajo y Desplazados, especialmente cuando el
conflicto se presenta entre niños. Los niños de NSE Bajo y Desplazados, tienden a culpar a
la víctima como mecanismo de justificación de la violencia. Los niños Desplazados no
recurren a la etiquetación eufemística, pero sí a la transferencia de la responsabilidad. Los
niños de NSE Bajo se inclinaron por deshumanizar a la víctima y la justificación moral. Los
niños de NSE alto presentaron posturas contrarias a los mecanismos de justificación o su
ausencia, esto indica que cuando usaron la violencia, fueron más conscientes de las
repercusiones de sus actos y no se justificaron para evitar la sanción social.
Conclusiones
Esta investigación buscaba identificar cómo afrontan los conflictos de la vida cotidiana niños
y niñas víctimas de la violencia y cómo lo afrontan niños y niñas no víctimas, de distinto nivel
socioeconómico. Adicionalmente se exploraron sus creencias para justificar la violencia
como un mecanismo de resolución de conflictos, encontrándose una tendencia ligeramente
superior en los participantes de sexo masculino, desplazados y de nivel socioeconómico
bajo, para resolver el conflicto de forma violenta. Entre los mecanismos que emplean para
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justificarse, aparece de manera recurrente la evitación del lenguaje eufemístico para
maquillar su acto, pero sí una tendencia a culpar a la víctima y a la transferencia de la
responsabilidad. Aparece también en algunos casos la deshumanización. Los adultos y los
pares, aparecen de forma distinta según la situación como legitimadores o sancionadores
del acto violento, de manera que estarían de algún modo reforzando las creencias y las
acciones de resolución de conflictos por medio del uso de la violencia (Fernández, 2009;
Ayllón, 2009). Tal como se ha estudiado en la psicología de los grupos (Blanco, Caballero &
De la Corte, 2005), al parecer la percepción de sí mismo como víctima y de injusticia social,
facilita en algunos grupos el desarrollo de creencias que justifican el uso de la violencia y
acrecientan los conflictos entre los grupos.
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