STC 203/2001, de 15 de octubre: Inadmisión de solicitud de información al amparo del art. 113.1 de la Ley General Tributaria. Juan Ignacio Moreno Fernández Profesor Titular de Derecho Financiero y Tributario (UAH) Jaime Almenar Alonso Inspector de Hacienda (IEF) I. DOCTRINA DEL TRIBUNAL El derecho fundamental a la participación en los asuntos públicos del art. 23.1 CE alcanza su efectividad primordialmente a través de los representantes políticos de los ciudadanos, los cuales, al amparo del art. 23.2 CE tienen, no sólo un derecho de acceso al cargo, sino también un derecho a su ejercicio pacífico, o lo que es lo mismo, un ius in officium, de configuración legal, integrado por una serie de derechos y facultades, de los cuales, tienen relevancia constitucional aquellos que pertenezcan al núcleo de la función representativa parlamentaria, como son, el ejercicio de la función legislativa y el control de la acción del Gobierno. Así, la infracción por los órganos de las Cámaras de cualquiera de los derechos o facultades relativas a ese núcleo fundamental devendría en una lesión directa del art. 23.2 CE y, a su vez, en una lesión indirecta del art. 23.1 CE. Así las cosas, el Tribunal Constitucional entiende que la Mesa del Congreso de los Diputados no puede realizar, en el trámite de admisión de escritos, un juicio sobre la oportunidad de los mismos sino única y exclusivamente un control de su regularidad formal (requisitos procesales y regularidad jurídica). Por este motivo, la inadmisión a trámite de un escrito (en este caso, de una solicitud de información), no sólo ha de venir motivada sino que, además, ha de contener una justificación razonable e idónea, so pena de incurrir en un impedimento del ejercicio del derecho fundamental de los representantes políticos. II. RELEVANCIA JURÍDICA La presente Sentencia es otra más de una importante y continuada línea jurisprudencial del Tribunal Constitucional, relativa al trámite parlamentario de admisión1 , donde se intenta delimitar las funciones de la Mesa de las Cámaras, y en particular, las relativas a valoración de las peticiones de información, que al integrar el contenido del derecho fundamental de los parlamentarios ex art. 23.2 CE, al ejercicio de sus cargos, sólo puede ceder ante solicitudes carentes de los requisitos formales o relativas a cuestiones manifiestamente ajenas a las atribuciones de las Cámaras. En consecuencia, desde un punto de vista estrictamente formal, o lo que es lo mismo, del ejercicio legítimo del derecho al cargo representativo, parece impropia -como así lo ha entendido la Sentencia comentada- la decisión de la Cámara. Ahora bien, desde un punto de vista material, lo que es igual, desde la perspectiva del derecho fundamental a la intimidad personal (art. 18.1 CE), no cabe duda de lo acertado de la respuesta dada al cobijo del art. 113.1 LGT. La sentencia del Tribunal Constitucional comentada, 203/2001, de 15 de octubre, parece defender que el contenido del derecho fundamental al ejercicio de las funciones propias de los cargos públicos, establecido en el art. 23.2, puede depender del desarrollo legislativo de este derecho, ya que no admite que la Mesa del Congreso pueda realizar un examen que controle más allá de la regularidad formal de la petición, a la hora de tramitar las solicitudes de información, mientras el Reglamento del Congreso mantenga la redacción actualmente vigente, aunque admite que éste pueda extenderse a aspectos sustantivos ( Véase el F.J. 3) si ésta última norma se modificara en tal sentido. No parece un argumento válido, que la validez constitucional de un acto de las Cámaras no dependa de la Constitución misma sino del propio reglamento del Congreso, siempre que se defienda con todas sus consecuencias el carácter de verdadera norma superior del Ordenamiento Jurídico que tiene ésta, si bien el último inciso del citado artículo reconoce este derecho de acuerdo con los requisitos que señalen las leyes. 1 Véanse, las SSTC 118/1988, de 20 de junio; 161/1988, de 20 de septiembre,181/1989, de 3 de noviembre; 196/1990, de 29 de noviembre; 205/1990, de 13 de diciembre (sobre negativa a admitir a trámite en el Senado una moción sobre el uso de las lenguas cooficiales en las actividades parlamentarias de las Cámara); 220/1991, de 25 de noviembre; 38/1999, de 22 de marzo; y 107/2001, de 23 de abril. Por otro lado, tampoco resulta del todo claro que este control material de la regularidad de la iniciativa parlamentaria pueda corresponderle a la Mesa, pues según se desprende del F.J. 5, la valoración de la existencia de otros derechos constitucionales que deban prevalecer sobre el llamado ius in officium es considerada, por un lado, una tarea materialmente jurisdiccional, y, por otro, declara que la labor de éste órgano del Congreso al tramitar una solicitud de información debe limitarse a, en caso de que considere que existe el riesgo de vulnerar derechos de terceros, advertirlo en tal sentido al órgano requerido, en éste caso la Administración, que deberá respetar las reglas que puedan tutelar, en cada caso, los derechos constitucionales de terceros Es decir, parece desprenderse de que debe ser, en primera instancia, el órgano requerido quien pondere la existencia de otros derechos en juego de carácter prevalente a la facultad de control del Gobierno que corresponde a los parlamentarios, y como instrumento de ésta la de recabar información, y en el caso de que este órgano se niegue a facilitar la información solicitada, aduciendo la existencia de otros derechos que deban salvaguardarse, corresponderá al Tribunal competente resolver el conflicto planteado. La primera consecuencia de esta solución no es otra que ocasiona una evidente dilación en la resolución de esta petición, siempre que se considere improcedente tanto por la Mesa como por el órgano requerido, lo que lleva a la paradójica conclusión (de acuerdo con la doctrina del Tribunal Constitucional de que no cabe reestablecer el derecho fundamental lesionado del peticionario una vez se haya producido el fin de la legislatura), de que tiene más posibilidades de ser respetado este derecho si se niega desde el principio por este órgano del Congreso, en contra de esta misma doctrina, que si se respeta ésta y cuando llegue a conocer el asunto el Tribunal Constitucional, por el transcurso del tiempo, resulte ya imposible reestablecer al recurrente en la integridad de su derecho. Para finalizar este comentario, que no desearíamos que fuera excesivamente crítico, se echa de menos en la sentencia un pronunciamiento que pudiera servir para el futuro sobre el fondo del asunto que consideramos que son dos las cuestiones que plantea: ¿ debe prevalecer, en este caso concreto, el derecho a la intimidad de las personas sobre el derecho al ius in officium? y, en segundo lugar, ¿depende la solución que se dé a la primera cuestión de lo dispuesto actualmente en el art. 113.1 de la L.G.T. o en otra norma de igual rango?