F. Nietzsche

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FRIEDRICH NIETZSCHE
No es necesario ni deseable que alguien tome partido por mí. Al contrario, una dosis de curiosidad, como
la que nos inspira una planta extraña, acompañada de una resistencia irónica, me parecería una
posición incomparablemente más inteligente en relación con mi persona.
Friedrich Nietzsche, carta a Carl Fuchs, 29 de Julio de 1888
INDICE:
1. TEXTO………………………………………………………..…...Pág. 2
2. RESUMENES DEL TEXTO………………………….........................4
3. CONCEPTOS Y NOCIONES…………………………….…………..5
-LOS SENTIDOS Y EL CUERPO……………………...……….……5
-LOS CONCEPTOS SUPREMOS Y DIOS…………………………7
-EL ARTE TRAGICO Y LO DIONISIACO……………………………9
4. TEMAS O SINTESIS DOCTRINALES…………………..…………...11
-EL VITALISMO DE NIETZSCHE…………………………………11
-LA CRITICA DE NIETZSCHE A LOS FILOSOFOS…………..….15
5. CONTEXTUALIZACION……………………………………………….19
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TEXTO
F. NIETZSCHE, El crepúsculo de los ídolos, capítulo “La ‘razón’ en la filosofía”, apartados 1, 4 y 6
(Trad. A. Sánchez Pascual, Madrid, Alianza, 1998, pp. 51, 53-54 y 55-56).
1 “¿Me pregunta usted qué cosas son idiosincrasia en los filósofos?... Por ejemplo, su falta de
sentido histórico, su odio a la noción misma de devenir, su egipticismo. Los filósofos creen
otorgar un honor a una cosa cuando la deshistorizan, sub specie aeterni (desde la perspectiva de
lo eterno), - cuando hacen de ella una momia. Todo lo que los filósofos han venido manejando
desde hace milenios fueron momias conceptuales; de sus manos no salió vivo nada real. Matan,
rellenan de paja, esos señores idólatras de los conceptos, cuando adoran, -se vuelven
mortalmente peligrosos para todo, cuando adoran. La muerte, el cambio, la vejez, así como la
procreación y el crecimiento son para ellos objeciones, -incluso refutaciones. Lo que es no
deviene; lo que deviene no es… Ahora bien, todos ellos creen, incluso con desesperación, en lo
que es. Mas como no pueden apoderarse de ello, buscan razones de por qué se les retiene.
“Tiene que haber una ilusión, un engaño en el hecho de que no percibamos lo que es: ¿dónde se
esconde el engañador? -“Lo tenemos, gritan dichosos, ¡es la sensibilidad! Estos sentidos, que
también en otros aspectos son tan inmortales, nos engañan acerca del mundo verdadero.
Moraleja: deshacerse del engaño de los sentidos, del devenir, de la Historia (Historie), de la
mentira, -la historia no es más que fe en los sentidos, fe en la mentira. Moraleja: decir no a todo
lo que otorga fe a los sentidos, a todo el resto de la humanidad: todo él es “pueblo”. ¡Ser filósofo,
ser momia, representar el monótono-teísmo con una mímica de sepulturero! - ¡Y, sobre todo,
fuera el cuerpo, esa lamentable “idée fixe” (idea fija) de los sentidos!, ¡sujeto a todos los errores
de la lógica que existen, refutado, incluso imposible, aun cuando es lo bastante insolente para
comportarse como si fuera real!...”
4. La otra idiosincrasia de los filósofos no es menos peligrosa: consiste en confundir lo último y lo
primero. Ponen al comienzo, como comienzo, lo que viene al final -¡por desgracia!, ¡pues no
debería siquiera venir!-, los “conceptos supremos” es decir, los conceptos más generales, los
más vacíos, el último humo de la realidad que se evapora. Una vez más, esto es sólo expresión
de su modo de venerar: a lo superior no le es lícito provenir de lo inferior, no le es lícito provenir
de nada….Moraleja: todo lo que es de primer rango tiene que ser causa sui (causa de sí mismo).
El hecho de proceder de algo distinto es considerado como una objeción, como algo que pone en
entredicho el valor. Todos los valores supremos son de primer rango, ninguno de los conceptos
supremos, lo existente, lo incondicionado, lo bueno, lo verdadero, lo perfecto -ninguno de ellos
puede haber devenido, por consiguiente tiene que ser causa sui. Mas ninguna de esas cosas
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puede ser tampoco desigual una a otra, no puede estar en contradicción consigo misma…Con
esto tienen los filósofos su estupendo concepto de “Dios”….Lo último, lo más tenue, lo más vacío
es puesto como lo primero, como causa en sí, como ens realissimum (ente realísimo)…..¡Que la
humanidad haya tenido que tomar en serio las dolencias cerebrales de unos enfermos tejedores
de telarañas! -¡Y lo ha pagado caro!...
6. Se me estará agradecido si condenso un conocimiento tan esencial, tan nuevo, en cuatro tesis:
así facilito la comprensión, así provoco la contradicción.
Primera tesis. Las razones por las que “este” mundo ha sido calificado de aparente
fundamentan, antes bien, su realidad, -otra especie distinta de realidad es absolutamente
indemostrable.
Segunda tesis. Los signos distintivos que han sido asignados al “ser verdadero” de las
cosas son los signos distintivos del no-ser, de la nada, -poniéndolo en contradicción en el mundo
real es como se ha construido el “mundo verdadero”: un mundo aparente de hecho, en cuanto es
meramente una ilusión óptico-moral.
Tercera Tesis. Inventar fábulas acerca de “otro” mundo distinto de éste no tiene sentido,
presuponiendo que no domine en nosotros un instinto de calumnia, en empequeñecimiento, de
recelo frente a la vida: en este último caso tomamos venganza de la vida con la fantasmagoría de
“otra vida distinta de ésta, “mejor” que ésta.
Cuarta Tesis. Dividir el mundo en un mundo “verdadero” y en un mundo “aparente”, ya
sea al modo del cristianismo, ya sea al modo de Kant (en última instancia, un cristiano alevoso),
es únicamente una sugestión de la decadence, -un síntoma de la vida descendente… El hecho
de que el artista estime más "la apariencia que la realidad no constituye una objeción contra este
tesis. Pues “la apariencia” significa aquí la realidad una vez más, sólo que seleccionada,
reforzada, corregida… El artista trágico no es un pesimista, -dice precisamente sí incluso a todo
lo problemático y terrible, es dionisíaco….”
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RESUMEN DEL TEXTO POR FRAGMENTOS
1. En el fragmento Nietzsche señala uno de los errores más graves de los filósofos: su
egipticismo, su falta de sentido histórico y su odio al devenir. Utilizan y veneran conceptos vacíos,
rechazan todo lo relacionado con la vida, con el cambio. Únicamente valoran lo que no cambia, la
eternidad como el verdadero ser, alejándose de la realidad que deviene, sujeta al cambio, al
nacimiento, a la muerte, al desarrollo, una realidad a la que no conceden ningún valor de ser.
Desprecian, igualmente,
los sentidos, a los que consideran fuente de engaño, de ilusión e
incapaces de captar la verdadera realidad, y desprecian también el cuerpo sujeto a la
deformación, y al error. Nos aleccionan, sobre el abandono de los sentidos y el rechazo a la
realidad que nos muestran. Por eso considera a los filósofos, momias, representantes del
monótono-teísmo y sepultureros de la vida misma.
4. En este fragmento Nietzsche señala un nuevo error de los filósofos, éste de carácter
lingüístico-conceptual, significa un uso ilícito del lenguaje, consistente en confundir lo último y lo
primero, una confusión propia de enfermos mentales, que ha hecho gran daño a la humanidad.
Veneran los conceptos, concretamente los conceptos más generales, los conceptos supremos, y
como consideran que lo que es de primer rango, -superior- no puede provenir de algo inferior, de
nada, deducen que dichos conceptos son causa de sí mismos. Así ocurre con conceptos como el
ser, el bien, lo verdadero, lo perfecto, que a su vez tienen que estar en un nivel de igualdad, entre
estos conceptos el más representativo es el concepto de Dios como el ente realísimo, siendo,
sin embargo, el concepto más vacío.
6. En este fragmento Nietzsche pretende exponer brevemente su pensamiento acerca del porqué
del dualismo ontológico de la metafísica occidental y lo hace para facilitar la comprensión, pero
también para provocar. Afirma, en primer lugar,
que la falta de razones para demostrar la
existencia de un mundo distinto lleva a considerar a este mundo como el único real. Segundo,
los rasgos del ser verdadero corresponden al no-ser, no tienen realidad. Tercero, el mundo
verdadero es una ilusión moral. Y, por último, la existencia de otro mundo distinto al nuestro es
una fábula producto de un instinto contra la vida, fruto de la envidia y el resentimiento. La
división de mundos tanto en el cristianismo como en Kant, es síntoma de una vida decadente.
Frente a ello, el artista dionisíaco se caracteriza por la aceptación y afirmación de esta vida.
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CONCEPTOS Y NOCIONES
NOTA: Debemos explicar los pares de conceptos haciendo siempre referencia y citas al texto.
LOS SENTIDOS Y EL CUERPO.
La filosofía ha instalado al hombre en un nihilismo permanente, el más pernicioso de
todos, ese nihilismo pasivo ha llevado a un rechazo y negación del mundo real, de las
apariencias, de los sentidos y del cuerpo, junto a todo lo corporal.
Una breve historia desde los orígenes del pensamiento sobre las relaciones cuerposentidos y alma-razón muestran cómo los sentidos, como principio sensorial de conocimiento,
han sido considerados desde Parménides y Platón, siguiendo la tradición pitagórica, como
erróneos y origen del conocimiento falso: los sentidos nos engañan acerca del mundo verdadero
y se muestran incapaces de captar la verdadera realidad. Recordemos cómo en Platón los
sentidos y el cuerpo (prisión del alma) nos mantienen encadenados en el fondo de la caverna,
sólo proporcionan una información de la realidad aparente, mostrando la pluralidad y el cambio,
sujetos a error, a degeneración y a deformación. Esta concepción prevaleció no sólo en la
antigüedad sino en todo el pensamiento medieval a través de la influencia de S. Agustín, que
transmite a la tradición occidental una concepción del cuerpo como un envoltorio del alma; el
hombre dirá San Agustín es un alma que se sirve de un cuerpo mortal y terrestre, de modo que el
cuerpo, considerado como materia inerte, está necesitado de un alma. No olvidemos también,
que el aprecio por los sentidos y el cuerpo es propio de una conducta inmoral, pecaminosa. En la
misma línea, Descartes nos aconsejaba abandonar los sentidos como fuente de conocimiento al
considerarlos engañosos; el cuerpo, debía ser abandonado y despreciado considerado en la
Modernidad como mera extensión, sujeto a las leyes mecánicas del mundo.
La victoria de la razón es la causa, para Nietzsche, de que consideremos falso el
testimonio de los sentidos, afirmando que todo lo que supone la procreación, el cambio, o el
perecer es lo aparente, lo falso; mientras que la unidad, la duración o la eternidad que la razón
nos fuerza a asignar es presentado como lo verdadero y lo real. Para eliminar el engaño de los
sentidos debemos rechazar el cambio y la historia, y esto es lo que caracteriza a la actividad de
los filósofos: «su egipticismo… su falta de sentido histórico…Lo que es no deviene… lo que
deviene no es». La razón nos fuerza a asignar unidad, duración, identidad, sustancia, causa, ser,
frente a todo lo que nos muestran los sentidos. Pero tales conceptos no podían provenir de la
experiencia, desechando todo principio empírico del conocimiento, sino de la razón. Ahora, el
hombre dotado de razón se interpreta a sí mismo como divino, como procedente de un lugar más
alto, y en consecuencia valora el mundo del espíritu y rechaza el cuerpo. Este es el gran engaño,
la historia de un error, que la filosofía de Nietzsche dejará al descubierto.
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Es por todo esto, que Nietzsche parte de la sospecha de que la filosofía hasta ahora se ha
impregnado de una mala comprensión del cuerpo, que ha supuesto el abandono y desprecio del
cuerpo como causa de error y fuente de inmoralidades.
Frente a ese dualismo despreciativo con el cuerpo y los sentidos, Nietzsche afirma el monismo
del cuerpo. No existe un sujeto pensante situado más allá del cuerpo, no existe el alma o el
espíritu. El cuerpo nos integra en la realidad biológica, y posibilita el conocimiento del mundo (a
través de los sentidos -adoptando el empirismo de Hume-) y de nosotros mismos. El cuerpo es
manifestación de la voluntad de poder y unifica la pluralidad de fuerzas que confluyen en
nosotros. Somos cuerpo, esa primera realidad con la que se encuentra el ser humano en la vida
y su único modo para enfrentarse al mundo. Para Nietzsche el cuerpo es sorprendente, un
conjunto de fuerzas, activas y reactivas. Es el cuerpo vivo, ese cuerpo que siente, que padece,
que se alegra; que ha traspasado «las barreras animales de la época de celo» y busca el placer
no sólo ocasionalmente, sino siempre, y agotadas unas fuentes de placer inventa otras para
obtener estímulos y huir del aburrimiento, así surge el juego, la fiesta y la danza. Nietzsche es el
filósofo que más lejos ha llevado la reivindicación de la vida y del cuerpo, encontramos toda una
filosofía del cuerpo donde la fisiología, la percepción y la conciencia constituyen un continuo,
pues sólo lo que aparece puede conocerse.
Nietzsche, devolverá al cuerpo y a los sentidos un lugar de honor en la filosofía. Para
Nietzsche, los sentidos no engañan; de hecho son unos instrumentos infalibles de observación,
los únicos instrumentos que captan fielmente la realidad inestable y cambiante del mundo y que
nos ponen en contacto con él; la apariencia es la única realidad; son los sentidos los que nos
muestran la verdadera y única realidad, lo que aparece; y, son ellos, los que han proporcionado
el punto de partida para el progreso científico: la observación. En cambio, la razón «vieja hembra
engañadora» sólo nos muestra una realidad disfrazada de conceptos, alejándonos de la realidad
hacia ámbitos supramundanos.
«¡Yo os conjuro, hermanos míos, permaneced fieles a la tierra y no creáis a quienes os
hablan de esperanzas sobreterrenales. Son envenenadores, lo sepan o no. Son despreciadores de
la vida, son moribundos y están, ellos también, envenenados, la tierra está cansada de ellos: ¡ojalá
desaparezcan!»
LOS CONCEPTOS SUPREMOS Y DIOS.
En el texto Nietzsche nos habla del «egipticismo», como la primera característica de los
filósofos. Como segunda característica nos habla de la «confusión de lo último con lo
primero», donde lo último son los conceptos metafísicos que necesariamente son posteriores a
nuestra experiencia sensible que es primera; así por ejemplo, la idea de Belleza es una
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generalización posterior a nuestra visión de los cuerpos bellos, de las bellas acciones, etc. Según
Nietzsche la tradición de la metafísica occidental se ha caracterizado por la creación de una serie
de conceptos supremos y generalísimos como Ser, Sustancia, Unidad, Identidad, Ente,
Belleza, Perfección, Esencia cuyo origen no viene dado por la experiencia sensible, sino que
poseen un origen racional y por ello tales conceptos no se someten al cambio ni al tiempo, son
eternos (aquí está la esencia de la teoría de las ideas de Platón). Para Nietzsche, tales
conceptos supremos no designan nada real, son conceptos vacíos: “los conceptos más
generales, los más vacíos, el último humo de la realidad que se evapora”, carecen de contenido,
y sin embargo estos conceptos han sido la guía de la metafísica occidental identificándose con
las categorías que determinan la verdad: «el mundo verdadero».
Tal invención de la razón, a través de su capacidad de abstracción, es la expresión para
Nietzsche de un miedo ante la realidad y la vida que no pretende aceptarse tal y como es, un
recelo y cobardía ante el devenir de la realidad sensible; sólo pueden referirse a un mundo
inventado creando un orden piramidal, sometido a leyes, subordinaciones, y sobretodo a límites.
Los conceptos supremos carecen, pues, de referencia objetiva y proceden de un uso metafísico
del lenguaje, por el cual conceptos que son derivados por generalización al final, y que tienen un
origen sensible, son tomados como primeros en importancia y verdad.
Entre ellos, destaca el concepto supremo de Dios, considerado el ser más real (ens
realissimum), perfecto, necesario y causa de sí mismo (causa sui). Los demás seres, por ser
creados y tener una existencia dependiente de Dios, serían contingentes. Para Nietzsche este
«ens realissimun» (ente realísimo) ni existe ni puede existir, no existe nada con las
características de ese ser absoluto, una ficción vacía, lo contrario a la vida y la prueba de que el
hombre no es inocente ante tal ficción.
La filosofía occidental (salvo excepciones) ha supuesto que la realidad se corresponde
exactamente con nuestros conceptos, y que ésta es tal y como la pensamos, y el principal
instrumento de que se vale la razón para tal artimaña es el lenguaje: “la razón en el lenguaje:
«¡Oh, qué vieja hembra engañadora...! Creo que no vamos a desembarazarnos de la idea de
“Dios” porque aún seguimos creyendo en la gramática.»
Pero podemos ir más lejos con el lenguaje. Pensemos en la ESTRUCTURA GRAMATICAL DE
LOS JUICIOS, pues también aquí se limita el campo interpretativo del mundo, podemos pensar
que aprender una lengua es aprender una determinada forma de interpretar y clasificar el
universo. Éstos exigen que haya una acción y un sujeto que la realiza, una cosa, una sustancia
bajo los acontecimientos que sea su causante. El lenguaje nos incita a buscar sujetos a través de
los hechos, y terminamos dando más predominio a los nombres que a las acciones; de este
modo, pensamos que hay sustancias porque hay sujetos gramaticales. El lenguaje nos deforma,
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sin que lo advirtamos, la estructura de la realidad al hacernos buscar sujetos que permanecen
donde sólo hay un devenir que fluye continuamente. El lenguaje seduce nuestro pensamiento y
construye sujetos imaginarios yo, Dios, que no son más que palabras.
Nietzsche niega que los conceptos puedan aprehender la verdadera realidad de la vida, del ser,
que es un continuo devenir. Sólo a través del arte, que se sabe creativo y efímero, podemos
captar la fabulosa realidad de las cosas, exaltando el poder de la imaginación metafórica. El
pensamiento
construye
metáforas
del
mundo,
siempre
abiertas,
ni
simplificadas
ni
simplificadoras, como máscaras o filtros que nos muestran el mundo de un modo determinado,
desde la perspectiva de cada cual. El problema aparece cuando se confunde la máscara con el
rostro, o el concepto con la realidad y olvidamos que las palabras que utilizamos son
originariamente imágenes, metáforas de lo que vemos, oímos, palpamos, sentimos;
interpretaciones lingüísticas de lo real. Cuando mediante el lenguaje atribuimos ser a las cosas,
llegando a conceptos tales como “ser” mediante una abstracción última y reiterada de lo real. El
engaño de la inteligencia consiste en hacer creer que se capta la vida a través de conceptos.
Dios es, pues, ese concepto supremo considerado causa de sí mismo (causa sui), que es el
resultado de una mala utilización del lenguaje, de la gramática que construye una metafísica
basada en la existencia de las sustancias. Si nuestra gramática fuese distinta, nuestra forma de
entender el mundo sería también distinta. Sólo la superación de la creencia en la gramática
puede superar también la concepción típica de la metafísica tradicional:
“¡Que la humanidad haya tenido que tomar en serio las dolencias cerebrales de
unos enfermos tejedores de telarañas!-¡Y lo ha pagado caro!
EL ARTE TRAGICO Y LO DIONISIACO.
Tras algunas conferencias y artículos, su primera obra de envergadura es El nacimiento de la
tragedia, obra dedicada e influida por su amigo Wagner e inspirada en Schopenhauer (otro de
sus grandes maestros). Nietzsche afirma que el nacimiento de la tragedia griega se debe a la
fusión de dos principios contrapuestos, pero ambos presentes, en espíritu griego: lo APOLÍNEO y
lo DIONISIACO. Si bien no es el primero en contraponer ambos dioses de la tradición griega, estos
dos principios le servirán para explicar la actitud ante la vida:
El primero, lo apolíneo, encarnado en el dios Apolo, como símbolo de la serenidad, es el dios
del sol, de la luz y la claridad. Representa la belleza, la medida, el equilibrio de la forma, del
contorno fijo, la artificiosidad, el sueño claro y sobretodo de la individualidad, expresa la victoria
de la razón tal y como se da en el lenguaje y en la dialéctica. Son apolíneos la escultura y la
arquitectura y los dioses homéricos. La civilización es apolínea.
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El segundo, lo dionisiaco, se encarna en el dios Dionisos, es para los antiguos griegos la
divinidad protectora de la vida y símbolo el placer (las fiestas y el vino), es el símbolo de lo
impulsivo y lo enérgico, de todo lo problemático y duro que tiene la vida, del dolor y la
resurrección (moría cada invierno para resucitar en primavera y con él los frutos de la tierra),
inspirador de la locura ritual y el éxtasis, del erotismo y de la orgía como culminación de ese afán
de vivir. Es el Dios de la alegría, el Dios que canta, ríe y danza por lo que rechaza toda renuncia,
todo intento de fuga de la vida. Dionisos es el dios salvaje de la disolución, la música y la danza
son sus formas preferidas, donde se pierde la conciencia provocando una desaparición de los
límites. Bajo la posesión dionisiaca el hombre se funde con la naturaleza, en la orgía se deshace
el límite del individuo en la masa, y en el interior de la persona se rompen los límites cuando la
conciencia se abre al inconsciente en la liberación de las fuerzas profundas de la voluntad de
vivir. Lo dionisiaco expresa el tremendo proceso mismo de la vida y por ello precede a la
civilización.
Los griegos, sin embargo, pensaron que las cualidades de los dos dioses eran complementarias
y los consideraron hermanos. Ambos están en Delfos. Aristóteles sostiene que la tragedia griega
se desarrolló a partir de los cultos al dios Dionisos que desde el siglo VI a.C. tenían lugar en
Atenas en primavera, donde se representaban las obras de los grandes dramaturgos Esquilo,
Sófocles o Eurípides. Nietzsche considera la tragedia griega como la expresión de un
desbordante sentimiento de vida y de fuerza, dentro del cual el mismo dolor actúa como
estimulante; donde la vida se regocija en sacrificar a sus tipos más altos por el puro placer del
cambio que incluye el placer destruir. En la tragedia aparece por un lado lo dionisiaco, y por otro
lo apolíneo en la sabiduría y la justicia que culmina en el castigo divino del personaje sin la menor
conciencia de pecado, sin calumniar en ningún momento la vida, sin arrepentimiento,
sobrellevando su situación con entereza y dando la sensación de que a pesar de todo, “todo está
bien”. Los griegos sabían que la vida era terrible, inexplicable y peligrosa, pero no se entregaban
al pesimismo ya que se podía eludir de dos formas:
a) Cubriendo la realidad con un velo estático creando un mundo ideal de proporción y belleza,
dando la espalda a la realidad en una visión apolínea como lo hace la civilización.
b) Afirmando y abrazando la existencia con toda su oscuridad y sufrimiento, esta es la actitud
dionisiaca como se expresa en la tragedia y en la música. La música no es copia de la realidad,
es la realidad misma, la vida es música.
Este espíritu dionisiaco es lo diametralmente opuesto a la aceptación resignada de la vida,
símbolo divinizado de la postura tomada por Nietzsche de la aceptación de la vida, es la voluntad
orgiástica de la vida en la totalidad de su potencia infinita. Ante esta situación, Nietzsche
pretende recuperar la vida en su dimensión trágica, dionisíaca y al hombre como el al artista
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trágico, aquel que no pretende metas, ni orígenes fuera de este mundo, sino que afirma la
realidad, la vida, tal como nos aparece, incluso en sus aspectos más enigmáticos e irracionales,
terribles y dolorosos. El artista trágico, al seleccionar y corregir la realidad, no la oculta ni la
niega, la acepta y la asume pero embelleciéndola (dialéctica apolíneo-dionisíaca). El artista
trágico es el paradigma de ser humano. El arte es como un arco desde el que el artista se lanza a
la vida y a la creación permanente, el arte ayuda a vivir, pues de otro modo la vida se siente
desamparada frente a los sentimientos absurdos y frente al aburrimiento. Todo puede ser
estremecedor e inmenso, el mundo, la propia vida, el conocimiento, pero es la música lo que
predispone a lo grandioso. Por ello y a partir de esta obra Nietzsche ya no hablará más de lo
apolíneo y sí de lo dionisiaco.
Esta conciencia heroica se rompe, según Nietzsche, entra en crisis, cuando Eurípides intenta
eliminar de la tragedia el elemento dionisiaco a favor de elementos morales, pero sobretodo
hacia la mitad del siglo V a. de C., con la aparición de una nueva forma racional de ver el mundo
y los hechos humanos (es el surgimiento del racionalismo griego) inaugurada por Sócrates. Con
esta visión socrático-platónica que se opone radicalmente a lo trágico, el espíritu y la cultura
griega entran en decadencia. En adelante, lo racional-abstracto primará sobre lo vital-instintivo.
"En Sócrates reconocemos el gran adversario de Dionisos”. Sabemos que en la historia del
pensamiento el cristianismo ocupará el mismo lugar debido a su fusión con el platonismo, así
como por los elementos comunes que ambas teorías presentan.
En el artista trágico Nietzsche pretende recuperar los valores dionisíacos de la vida en su
dimensión creadora, la verdadera esencia de la vida como voluntad de poder que está
representada por el superhombre. El artista trágico expresa las cualidades dionisiacas en el
ansia de vivir ( cunado valora en particular la vida corporal, la salud, el placer, las pasiones, la
violencia, la victoria, el éxito, fuerza física, el poder, la rebeldía del fuerte y del poderoso), en el
instinto de superación ( se sitúa por encima del bien y del mal, no teme a nada ni a nadie y que
carece de remordimiento), superioridad (dice sí a las jerarquías entre los hombres, la igualdad
es contranatural, busca dominar, no teme al tiempo ni al castigo, está lleno de valentía,
atrevimiento, fuerza, ímpetu, pasión, un hombre que se ríe de los valores tradicionales y que no
teme al tiempo, a nada). Asume la fidelidad a la tierra (no siente necesidad de otro mundo, es
un hombre que vive aquí y ahora y se enfrenta a las dificultades de este mundo, fiel a la tierra, a
lo que pisa, olvidando las elucubraciones espirituales. Es el hombre es la expresión de la
voluntad de poder.
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TEMAS O SINTESIS DOCTRINALES.
NOTA: Debemos explicar los pares de conceptos haciendo siempre referencia y citas al TEXTO.
EL VITALISMO DE NIETZSCHE.
Con la denominación de vitalismo (“ filosofía de la vida") nos referimos a todas las
filosofías que tienen como preocupación fundamental el tema de LA VIDA COMO REALIDAD
RADICAL. Aunque a Nietzsche se le sitúa en esta corriente, lo más adecuado es señalar que en
él confluyen numerosas tendencias que se dan en esta época, sintetizadas desde su peculiar y
brillante exposición, contra el racionalismo, el idealismo, y la absolutización de la ciencia, en
beneficio de una exaltación de la vida. Estas teorías se sitúan entre la segunda mitad del siglo
XIX y primeras décadas del XX.
El vitalismo de Nietzsche ensalza y centra el valor que la vida tiene por sí misma. La vida
se convierte en el criterio que determina el valor de la filosofía, la ciencia o el arte, así como
cualquier otra dimensión del hombre, en cuanto que estas contribuyan o se opongan a su
afirmación y desarrollo (al de la propia vida). Muy lejos quedan las filosofías de la esencia, de las
ideas, de las formas, de las trascendencias, de las sustancias, del conocimiento, todas ellas se
han desarrollado al margen del verdadero sentido del mundo y de la realidad. La vida se
convierte ahora en lo Absoluto.
Desde que la obra de Arthur Schopenhauer “El mundo como voluntad y representación” cae en
sus manos, Nietzsche descubre que el mundo labrado por la razón, la historia y la moral no es el
mundo auténtico, sino que por detrás o por debajo surge la vida real: la Voluntad. Sin embargo
Schopenhauer es pesimista y hay en él un rechazo de la Voluntad que él pretende anular a
través de la función redentora del arte y de la mística. Esta actitud de renuncia en Schopenhauer,
hará que Nietzsche vaya adquiriendo cada vez más distancia respecto a su maestro, pues él no
rechaza la Voluntad sino que pretende afirmarla e incrementarla. Nietzsche verá claro que la
Voluntad es un poder espiritual elemental, es incluso el poder primario de la vida.
La vida, el hombre, el mundo, son voluntad de poder. Pero, ¿qué significa
exactamente esta expresión? Nietzsche no la define exactamente pero se refiere a ella con
mucha frecuencia. Se trata del impulso (no consciente) de todo lo viviente a superarse, a dar
formas nuevas y más elevadas de vida, y a permitir una expansión libre de la fuerza y la energía
en un proceso de creación. Un poder ascendente que origina formas superiores de vida,
exigiendo incluso para ello el sacrificio y la inmolación de las formas inferiores, así como la
muerte, el dolor y el sufrimiento. Decir sí a la vida es también decirlo al dolor que ella conlleva
(nada más lejos a la voluntad de poder que un cómodo aferramiento a los pequeños placeres que
la vida puede depararnos, ni tampoco esa continua búsqueda de la felicidad sobre la que se ha
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basado gran parte del pensamiento occidental, todas estas inclinaciones son muestras de la
decadencia vital y moral), pero esto no debe confundirse con una visión pesimista, una actitud de
resignada lamentación que sería sobretodo un signo de debilidad, un rechazo a lo vital. Nietzsche
reivindica a Heráclito para quien la guerra es el padre de todas las cosas, y la vida es un
proceso de lucha entre contrarios, necesarios para una superación posterior. La vida es continua
transformación, nada permanece, sólo existe lo concreto, y no las Ideas, ni nada perfecto, eterno
e inmutable. La posición de Nietzsche es coherente con un cierto darwinismo al subrayar la
lucha por la supervivencia y la selección natural, pero la voluntad no puede ser exclusiva de este
sentido biológico ya que tiene también un sentido moral. Nietzsche compara la vida con los
dolores de parto, necesarios en un proceso de creación. Este es el sentido de la tragedia: esto es
ser trágico, que como hemos visto, se identifica con el pueblo griego (Véase la noción III).
Así, pues, Nietzsche llama "Voluntad" al conjunto de la vida psicológica: sensaciones,
instintos, emociones, pensamientos que son afirmadores de la vida. Esta voluntad de poder es
voluntad de ser más, vivir más, superarse, demostrar una fuerza siempre creciente; en una
palabra es "voluntad de crear". ”Soy aquel -dice Zaratustra- que es empujado a superarse a sí
mismo constantemente”. Y más que una facultad del hombre, es todo el conjunto de fuerzas y
pulsiones que se dirigen hacia el "poder". Pero esta "voluntad de poder", no sólo se aplica al
hombre, sino que tiene también tiene una dimensión cósmica.
Voluntad de poder es, pues, voluntad de ilusión, voluntad de dominar el cosmos y determinar las
nuevas valoraciones. De ahí que esta "voluntad de poder" sea voluntad creadora de valores.
Por ello es también voluntad de olvido de los antiguos valores.
« ¿Queréis saber qué es para mi "el mundo"?[...] Es un monstruo de fuerza, sin principio ni
fin, una magnitud férrea y fija de fuerzas que ni crece ni disminuye, y que únicamente se
transforma[...], un juego de fuerzas y ondas de fuerza[...], un mar de fuerzas tempestuosas que
se agitan y transforman desde toda la eternidad y vuelven eternamente sobre sí mismas en un
enorme retorno de los años[...] Este es mi mundo dionisiaco, que se crea-eternamente-a-símismo, que se destruye eternamente-a-sí-mismo[...]¿Queréis un nombre para este mundo? [...]
–Este mundo es la voluntad de poder, y nada más que eso.¡Sed vosotros también esa voluntad de
poder-y nada más que eso! »
Desde esta afirmación de la vida, el problema de la verdad adquiere ahora un sentido distinto y
nuevo. Ya no es importante saber si un juicio es verdadero o falso, sino si sirve para fomentar y
mantener la vida o para denigrarla. De hecho, en el mundo existen «fuerzas activas» y «fuerzas
reactivas», activas y pasivas, las primeras afirmadoras de la Voluntad, las segundas negadoras.
Ambas determinarán a dos tipos distintos de hombres. Las primeras (activas) se identifican con
una moral aristocrática donde el hombre ejercita plenamente sus potencias, toma sus propias
decisiones, se llama a sí mismo «bueno» porque se siente bien consigo mismo: es un «espíritu
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libre». Dice siempre sí a la vida, la afirman y aceptan tal y como es, y su dedicación no es la de
dominar o someter, mucho menos asesinar al prójimo, pues no es prioridad del hombre poderoso
el detenerse a someter esclavos, sino el dedicarse a la afirmación y al desarrollo de su propia
vida. Las fuerzas reactivas se identifican con la moral de esclavos se genera el resentimiento,
existe una atrofia de la voluntad de poder por el dominio de las fuerzas reactivas, es una vida
descendente, decadente. Aquí se promueve la pasividad del hombre, que no actúa por sí mismo.
Sin embargo, ellos reaccionan contra la moral aristocrática con resentimiento llamando «malos»
a los señores. Este tipo de moral es identificada en Nietzsche con las mentiras de la filosofía
socrático-platónica, y del judeo-cristianismo.
Nietzsche dedicará un gran esfuerzo en desenmascarar las fuerzas reactivas, en una indagación
de gran sutileza sobre el pasado de occidente, donde tanto al figura de Sócrates y Platón como
la moral cristiana destruyeron los valores del mundo antiguo, imponiendo el RESENTIMIENTO
mismo como el modelo de creación de un nuevo estilo de vida. El resentimiento de los cristianos
frente a Roma, pero el cristianismo es una moral de esclavos al fomentar humildad, pobreza,
mediocridad e igualdad; también impone valores mezquinos como la obediencia, la compasión, el
pedir perdón, el arrepentimiento o la redención, todos los cuales son sentimientos propios del
rebaño, el sentimiento de culpa y de pecado. Todas las religiones son falsas, pues todas
nacen del miedo, de la angustia, de la necesidad y de la impotencia que siente el hombre en sí
mismo, pero el politeísmo expresa mejor la riqueza de la realidad que el «monotono-teísmo». El
cristianismo lleva hasta el final el desprecio de la vida iniciado en la filosofía platónica y su
superación es imprescindible.
Por eso el objetivo de Nietzsche y la gran propuesta de su doctrina, será la TRANSMUTACIÓN
de todos los valores, una transmutación que será obra del niño, del genio creador, del
SUPERHOMBRE, que requiere la MUERTE DE DIOS1, donde el Cristianismo se desvela como
una mentira. La significación histórica de “la muerte de Dios” supone la liberación del gran peso
que abruma a los hombres; derrumbando los pilares que sostenían la cultura occidental. Dios ha
sido, según Nietzsche, la gran objeción contra la vida, contra la existencia, el fundamento de la
justificación del orden moral tradicional, de la moral de los "esclavos"; ha muerto ese Dios de la
metafísica, ese Dios monoteísta, fundamento de la moral tradicional y de la negación de la vida
1
Es un tema fundamental en la crítica de Nietzsche a la cultura occidental. La expresión
“muerte de Dios” no es nueva, ya había sido utilizada anteriormente en la cultura alemana por
el maestro Eckhart, Lutero, Hegel,.. Con ella se hacía alusión al creciente abandono de la
visión cristiana del mundo en la cultura europea (lo que se ha llamado también proceso de
secularización).
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terrena. Esta redención del mundo queda expresada en su frase "DIOS HA MUERTO, VIVA EL
SUPERHOMBRE", son los dos grandes anuncios de Zaratustra, ese nuevo profeta.
La figura del superhombre expresa la transformación o metamorfosis del espíritu para llegar a
un estado de libertad sin prejuicios, identificado con la infancia: Dionisos es también el Dios niño
que juega y se escode. Como niño, que vive libre de prejuicios y es inocente. Este es el
comienzo en el aparecer del superhombre. El niño es el "yo soy", el puro presente, no tiene
pasado ni futuro; su actividad es el juego, y al jugar lo que hace es repetir la creación, crea
constantemente nuevos valores. El "superhombre", con la inocencia del niño, está más allá del
bien y del mal, es el "primer hombre", posee la capacidad de crear valores, vive fiel a la tierra, y
es hombre libre, natural y dominador y sus valores son el orgullo, la agresividad, la dureza
inexorable, la soledad. Es el hombre que no cree en la "igualdad", sino en las "jerarquías",
porque la igualdad sólo lleva a la moral del "rebaño" y de los "esclavos". "Hay que desconfiar de
la plebe, dice Nietzsche, porque lo que ella aprendió en otro tiempo a creer sin razones es
muy difícil destruirlo mediante razones".
Su filosofía es un sí a la vida fuerte, a los valores de esta tierra, y al deseo de que todo
se repita eternamente. Es el ETERNO RETORNO entendido en dos sentidos: un sentido
cosmológico y un sentido moral. El primero tendría el sentido de la circularidad real del tiempo
de la historia; también, una recaída en el tiempo cíclico de la naturaleza (todo lo que nace y
muere, vuelve a nacer y morir eternamente). En un sentido moral, la idea del eterno retorno
tendría el significado de una transformación del modo de vivir en el tiempo, que implicaría una
aceptación incondicional de lo dado (amor fati), una entrega vital al instante en forma de voluntad
de poder como condición previa de una felicidad eterna. En el eterno retorno la vida se expresa
en su repetición idéntica; donde querer el futuro es volver a querer el pasado; un sí a la vida en
el deseo de que se repita eternamente “toda alegría quiere eternidad de los acontecimientos”. El
eterno retorno es la única religión del superhombre, basada en la afirmación constante de sus
acontecimientos, y no en su negación. No hay más mundo que este por lo que toda huida a
otro mundo es una pérdida de realidad. Además afirma la necesidad de permanecer fieles a
la tierra: "Yo os conjuro, hermanos míos, permaneced fieles a la tierra, y no creáis a
quienes os hablan de esperanzas sobreterrenales. Son envenenadores, lo sepan o no..."
Este mundo se presenta a Nietzsche, de este modo, despojado de toda racionalidad; lo
que mueve al mundo es el "azar". El mundo es un "caos", por falta de "orden", de estructura,
de forma, de belleza, de sabiduría y de todos nuestros esteticismos humanos. El azar lo domina
todo. "Un poco de sabiduría es posible. Pero yo he encontrado en todas las cosas esta
certeza feliz: prefieren bailar sobre los pies de azar"
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LA CRÍTICA DE NIETZSCHE A LOS FILÓSOFOS.
Podemos clasificar los temas que hemos estudiado en Nietzsche en dos grandes
direcciones. En primer lugar, hemos visto una fuerte crítica a los síntomas decadentes de la
civilización occidental que permiten hacer un diagnóstico de nuestra cultura, y que se analizan
con gran sutileza aplicando el método genealógico, esto es, mostrando los momentos y el modo
en que se ha generado la situación de occidente, cómo han ido cambiando conceptos y
sobretodo esquemas de valoración y comportamiento, así como quienes han sido los
responsables de ello –en esto indagan las nociones-. La segunda dirección, es la propuesta
vitalista –en esto indaga el tema anterior aunque también aparece en las nociones-, basada en
la transvaloración de todos los valores, mediante la creación de la nueva moral del superhombre,
que da la vuelta a la tradición occidental, y en la esperanza de una nueva época de la
humanidad, que podemos afirmar hoy que aún no ha llegado.
Respecto a la primera cuestión, Nietzsche critica la civilización occidental por haber
establecido tradiciones basadas en la no aceptación de la vida, en el pesimismo, dando como
resultado la "voluntad de la nada". En consecuencia, la cultura occidental está sumida en el
NIHILISMO, en su propia autodestrucción. Nihilismo (del latín "nihil" = nada) es un término
empleado, en general, para descalificar cualquier doctrina que niegue o no reconozca realidades
o valores que se consideren importantes. El nihilismo será, para Nietzsche, el resultado de la
cultura occidental en los próximos dos siglos. Tal nihilismo pasivo (decadencia y retroceso del
poder del espíritu) es consecuencia de la disminución o agotamiento de la voluntad de poder,
que es la esencia misma de la vida. Este nihilismo está a punto de llegar, pues todos los valores
creados por la cultura occidental son valores falsos y cuando éstos se derrumben la civilización
occidental se quedará sin nada. Del "Dios es la verdad" se pasará a decir que "todo es falso", se
perderá el "sentido de la existencia". Supondrá la renuncia a aspirar a nada más elevado, el
aferrarse a la felicidad y a los pequeños placeres, el huir del dolor y lamentarse por él.
Precisamente estos son los síntomas que se advierten en la cultura contemporánea. A este tipo
de hombre Nietzsche lo llamará “el último hombre”, que quizá equivaldría a lo que hoy se define
como “hombre-masa”, al que se refiere en los siguientes términos: “En el fondo lo que más
quieren es simplemente una cosa: que nadie les haga daño. Así son deferentes con todo el
mundo y le hacen el bien. Virtud es para ellos lo que vuelve modesto y manso…Pero esto
es mediocridad, aunque se llame moderación”.
Nietzsche denuncia también como decadentes a otros dos tipos de hombres que la
humanidad acostumbra a admirar. Los primeros son los grandes sabios, que suelen coincidir en
su racionalismo, su desprecio hacia lo instintivo, su inhibición de lo pasional; estas cualidades se
hallan en el modelo de Sócrates, por lo que se contrapuso el socratismo al dionisismo, expresión
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de la decadencia griega, como hemos visto en la noción III. Para Nietzsche, la razón y la
conciencia no han pertenecido al hombre desde siempre, sino que es una aparición tardía en la
historia evolutiva del hombre. Hay que subrayar que Nietzshe desconfía de la racionalidad
humana, al igual que sabe que la subsistencia la debe el hombre a sus instintos y no a su
intelecto; de aquí que el tipo de sabiduría que propugna es una sabiduría instintiva o
intuitiva. El otro tipo de hombre que considera nihilista es el cristiano, hemos analizado
suficientemente esta cuestión, por considerar los males de este mundo como un castigo a los
pecados; por ello en sus últimas obras enfrentará a Dionisos y al Crucificado, como dos dioses
que simbolizan actitudes vitales opuestas. El concepto cristiano de Dios es para Nietzsche uno
de los conceptos más corruptos a los que se ha llegado en la Tierra, el nivel más bajo en la
evolución descendente del tipo de los dioses. Los dioses del Olimpo justifican la vida viviéndola
también ellos, pero el Dios cristiano prefiere la muerte.
Nietzsche introduce en la Historia de la filosofía una terrible sospecha: que en la
civilización occidental hemos equivocado el camino. Es aquí donde Nietzsche desarrolla su
crítica a la filosofía y a los filósofos. Esta CRITICA A LA FILOSOFÍA se remonta desde
Parménides hasta Hegel, pasando por Sócrates, Platón, los filósofos cristianos, y Kant entre
otros, pues no pudiendo imponer su voluntad culparon al mundo y a la vida en nombre de un más
allá inexistente. Lo vemos más despacio:
Nietzsche propone, en el texto (párrafo 6), cuatro tesis en las que se puede resumir el
error tradicional cometido por la filosofía en su transcurrir por la historia, responsable de la
decadencia. Estas tesis expresan los siguientes contenidos:
La razón humana pretende aprehender el SER por la necesidad que tiene el hombre de
sobrevivir en un mundo donde todo es devenir, y esto lo hace a través de categorías como
identidad, unidad, eternidad, inmutabilidad. Pero este Ser de Parménides no existe, es una
ficción vacía. Los sentidos nos muestran una realidad siempre cambiante y en esto no nos
engañan; lo que ocurre es que la razón no puede funcionar con ese incesante fluir para conocer
las cosas (Heráclito tenía razón), y necesita conceptos fijos, inmutables y eternos; pero la
realidad a través de estos conceptos queda retenida y estancada, muerta y momificada. Sólo de
este modo establecemos juicios universales, por un proceso de abstracción, que no deberíamos
ni siquiera atrevernos a pensar, pues a través de ellos desaparecen las variaciones individuales,
sin embargo, para Nietzsche la realidad es múltiple e infinitamente diversa, donde ningún
individuo es idéntico a otro.
También Sócrates hizo triunfar la razón contra la vida, fue sencillamente un enfermo crónico; se
mostró hostil a la vida, quiso morir, dijo no a la vida; abrió un período de decadencia que
actualmente sigue destrozándonos hasta nuestros días; luchó contra la fascinación dionisiaca.
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Platón, por su parte, creó otro mundo desvalorizando éste, y además, para poder comprender
este mundo es necesario suponer la existencia de otro más real, que está por encima y que no
es sensible sino suprasensible («la gran mentira»); inventó el espíritu puro, el alma y la idea de
Bien y sólo podemos juzgar el mundo sensible desde el mundo de las Ideas; sobretodo ello,
propone la práctica de la virtud, el orden y el dominio de las pasiones para conseguir la felicidad
(otra apuesta por lo apolíneo).
Con la aparición del cristianismo se impone una moral que proviene de Dios y no de la vida. El
cristianismo, como hemos visto, es la expresión más palpable del odio y del resentimiento hacia
la vida, ya que identifica a los buenos con los pobres y humildes, y los fuertes y poderosos son
malditos: «Inventar fábulas acerca de otro mundo [...]instinto de calumnia, de
empequeñecimiento, de recelo frente a la vida» Los teólogos cristianos identificaron la idea
platónica de Bien con el Dios bíblico y a partir de entonces la Metafísica y la Ética tuvieron en
Dios su fundamento. El error de la metafísica es haber admitido la existencia de “un mundo
verdadero” frente a “un mundo aparente”; ambos para Nietzsche serán uno y el mismo, y sólo
este último es real, la apariencia se identifica con la única realidad que puede existir. La
Metafísica calumnió y negó este mundo (el único real) en nombre de otro inexistente, y ello por
la razón psicológica de que los hombres decadentes y débiles cuya voluntad no logró imponerse
al mundo, lograron imponer su visión enfermiza de la realidad afirmando que éste es portador de
un sentido trascendente que llegó a doblegar a los espíritus fuertes.
Más tarde, la Ilustración inicia el proceso que lleva a la muerte de Dios, sin embargo esto no fue
aprovechado para construir una nueva moral, pues se siguieron controlando los instintos desde el
poder de la razón, y sustituimos a Dios por el Estado y la ciencia. También Kant «(en última
instancia un cristiano alevoso)», como pensador ilustrado mantiene esta situación, separa la
realidad en dos niveles, el del «fenómeno» sometido a las leyes de la naturaleza y el del
«noúmeno» sometido a la libertad, y afirma la necesidad de Dios como pilar básico de la vida
ética.
Todos ellos, como vimos en la noción II, construyen las categorías del “ser verdadero” como los
signos del no ser, de la nada; el ser se convierte en cosa a través de los conceptos abstractos
elaborados por la razón, pero en este caso la verdad queda falseada y la razón se convierte en el
origen del error, ya que en lugar de reflejar la realidad construye otra cosa distinta: un mundo de
conceptos que responde a las necesidades de intelección de nuestro pensamiento, pero no al
devenir real. El conocimiento no muestra lo que es verdaderamente la vida, la existencia. Pero, al
necesitar vivir en sociedad, y para evitar la guerra de todos contra todos, "se fija lo que a partir de
entonces ha de ser la VERDAD". Se inventa una designación de las cosas uniformemente válida
y obligatoria (que es, por lo tanto, convencional) y así surge el contraste entre verdad y mentira.
La verdad no depende de las cosas mismas, sino del uso correcto de las convenciones del
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lenguaje. La mentira del intelecto consiste en hacer creer que se capta la vida a través de
conceptos.
Dividir el mundo en “real” y “aparente” es una ilusión decadente. Tanto Platón como Descartes y
Kant intentan racionalizar el ser como devenir, lo que es imposible pues sólo inventan ficciones
lógicas. La razón es un elemento de adaptación que funciona creando ficciones. Es a partir de
esta concepción donde se puede ver la relación realidad/apariencia. La filosofía moderna
considera que lo que aparece no es lo verdadero. Lo verdadero es lo que está más allá de lo que
aparece. La peculiaridad de Nietzsche es reaccionar contra este dualismo. No existen la realidad
y la apariencia; sólo existe lo que aparece. La apariencia es la verdadera realidad.
En conclusión, los filósofos se han dedicado a “momificar” la realidad, el devenir del ser
a través de conceptos, etiquetas a través de las cuales el ser ha perdido su primitivo carácter de
inocencia y que hace al hombre dependiente de instancias superiores a él, ya sea Dios, la
Razón, la Ciencia o la Historia. El pensamiento de Nietzsche pretende acabar con este error e
inaugurar una nueva forma de hacer filosofía ("los conceptos que usa la metafísica son metáforas
gastadas, al igual que las monedas se gastan con el uso"). Es un filosofar a martillazos;
Zaratustra será quien, anunciando la muerte de Dios, comience la nueva filosofía, la "filosofía del
mediodía", donde no hay ni verdadero mundo ni mundo de la apariencia, ni verdad ni mentira, ni
bien ni mal, un mundo demasiado humano donde sólo está el mundo como voluntad de
poder.
CONTEXTUALIZACIÓN –NIETZSCHE
"Un día mi nombre irá unido a algo formidable: el recuerdo de una crisis como jamás se ha dado
en la tierra... Yo no soy un hombre, yo soy dinamita. Yo me rebelo como jamás nadie se ha rebelado... Soy
el hombre de la fatalidad".
PRIMER MARCO DE REFERENCIA
El texto se extrae del apartado 3 “La Razón en la filosofía” de su obra El Crepúsculo de los
ídolos (1888). Una obra, como hemos veremos más abajo, que pertenece a su cuarto periodo, al
que también se ha denominado PERIODO CRÍTICO o FILOSOFÍA DEL MARTILLO. El título
parodia el título de la ópera de Wagner “El crepúsculo de los dioses”. Una obra que no llega
siquiera a 150 páginas, dividido en once apartados, de tono alegre y fatal, como un demonio que
ríe, escrita en muy pocos días, «no hay nada más sustancioso, más independiente, más
demoledor y más malvado; lo que en el título se denomina Ídolo es lo que hasta ahora fue
llamado verdad. «Crepúsculo de los Ídolos», dicho claramente: la vieja verdad se acerca a su
final.»
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En su prólogo se declara la guerra a todos los ídolos por la falsedad que entrañan, e incluye en
ellos a todos los ideales eternos de la tradición cultural de occidente configurados desde Grecia,
sobretodo Sócrates, pero también Platón, Descartes, Kant, y el propio Wagner –cuya música se
ha dulcificado, cristianizado- quienes expresan la importancia concedida a la razón frente al
instinto y a los sentidos, al cuerpo y al cambio. El gran tema defendido por Nietzsche: el ser
como devenir. La moral, que es una presencia permanente en la obra de Nietzsche, también
está aquí con la contraposición entre moral natural y moral contranatural identificada al
judeocristianismo. Se muestran, en el apartado tercero, los grandes errores de la cultura
occidental y de los filósofos: su egipticismo, la confusión de lo último con lo primero y la
concepción dualista de la realidad. Tras considerar a Alemania como culturalmente decadente,
coincidiendo con su fortalecimiento político; prosiguen unas reflexiones sobre el arte dionisiaco;
una selección sobre sus escritores clásicos predilectos donde se destaca a Salustio, Horacio,
Tucídides, los Sofistas, entre otros. Termina con una exhortación a los hombres a hacerse duros
como los diamantes, hacia una función constructiva del verdadero hombre, el superhombre, que
adopta los nuevos valores de una auténtica vida dionisiaca.
La producción intelectual de Nietzsche está estrecha y trágicamente relacionada a sus
experiencias vitales y evolución biográfica, por ello, los grandes estudios sobre este filósofo
relacionan vida y obra. Todas sus obras se caracterizan por un estilo laberíntico, lleno de
aforismos, metáforas, destinado a causar efecto, a provocar, llega hasta incluso a enmascarar
su pensamiento, dando lugar a interpretaciones erróneas. Hay quienes dicen que ese estilo es
expresión de una vida atormentada, que quiere vivir rápido y de forma contundente. Lo cierto es
que Nietzsche fue filólogo, catedrático y profesor de griego y latín en la Universidad de Basilea
desde los 24 años, y utilizó el lenguaje a capricho, con sutileza, con picardía; es un verdadero
mago de las palabras, y lo sabe, llegando a reconocer en su obra Ecce Homo que sólo el hombre
del mañana entenderá su filosofía.
Su vida estuvo marcada por la soledad, el dolor, el
desengaño y la enfermedad.
Nace en 1844 en Röecken (Alemania), su padre de origen polaco era pastor protestante,
murió cuando tenía seis años, su madre alemana. Estudia en Bonn y Leipzig filología clásica; allí
conocerá la obra de Schopenhauer y se apasionará con la música de Wagner conforme se
afianza su amistad con él, que por entonces era todavía un espíritu rebelde y revolucionario. Por
entonces comienza su amistad con el teólogo radical F. Overbech y Paul Ree. De esta época
radica su primer período:
1º. Período romántico."FILOSOFÍA DE LA NOCHE":
Corresponde a la época inicial inspirado en el mundo griego, e influido por el romanticismo de
Schopenhauer, de quien toma la idea de que el mundo es voluntad y la música de su amigo
Wagner. En sus estudios sobre el arte griego y la tragedia, identifica al dios Dionisos y al artista
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trágico como los representantes clásicos de una actitud auténticamente afirmadora de la vida.
En esta época piensa que el arte es un modo privilegiado de acercarse a la vida. La obra
fundamental, dedicada a Wagner, es El origen de la tragedia en el espíritu de la música (187172). Otras obras son: Sobre verdad y mentira en sentido extramoral (1873) y Las consideraciones
intempestivas.
2º. Período positivista o ilustrado. "FILOSOFÍA DE LA MAÑANA":
En 1878 rompe su amistad con Wagner y abandona a Schopenhauer. Comienza una vida
errante, con treinta y cinco años, cuando la enfermedad la obliga a abandonar la cátedra, y a
viajar hacia el Mediterráneo y los Alpes Suizos. Una nueva inspiración en Voltaire y los ilustrados
franceses le llevan a una valoración positivista o científica para condenar la metafísica, la religión
y el arte. En esta época conoce las tesis evolucionistas de Herbert Spencer (donde la sociedad
no debía de ayudar a los individuos o pueblos débiles ya que sólo conseguiría prolongar la
agonía de los menos aptos o alterar el orden natural), a través de Haeckel. La figura clave de
este periodo es "el hombre libre". Buscar la humanidad misma, fuera de supuestos y credos,
aparece la idea de Superhombre y del eterno retorno. Se expresa en obras como: Corresponden
a esta época las obras: «Humano, demasiado humano» (1878), «Aurora» (1881) o «La gaya
ciencia» (1882). Los temas trazan el diagnóstico del hombre contemporáneo como esclavo de
sus pensamientos, supuestos religiosos y metafísicos, y de sus prejuicios morales, y se
encaminan hacia la necesidad de un proceso liberador que pasa por el rechazo, la subversión y
la transmutación de todos los valores, que darán lugar a un nuevo hombre, superhombre que
admite la muerte de Dios y el eterno retorno.
3º. El mensaje de Zaratustra. "FILOSOFÍA DEL MEDIODÍA":
Es ahora, cuando su pensamiento alcanza su máxima altura, como el "mediodía" solar.
Comoce a Lou Andrea Salomé, quien le inspirará un nuevo deseo de vivir. De esta época es su
obra: Así habló Zaratustra (1883-85). Obra profética y poética, a medio camino entre la filosofía y
la literatura, que como una nueva Biblia se expresa mediante metáforas. Zaratustra es un profeta
que se convertido a la mueva moral del "Superhombre", tras retirarse como ermitaño a una
montaña donde vive en compañía de dos animales, un águila que simboliza el orgullo, y una
serpiente que simboliza la inteligencia. Tras alcanzar la sabiduría baja a predicarla a los hombres
en cuatro doctrinas principales expresión del vitalismo: la muerte de Dios y la venida del
Superhombre, la Voluntad de Poder y el Eterno Retorno. Zaratustra es la encarnación del Dios
Dionisos.
4º. Período crítico. "FILOSOFÍA DEL ATARDECER":
Es una etapa muy productiva, donde desarrolla su poderosa crítica destructiva sobre los
pilares de la civilización occidental: la religión, la filosofía, el arte, la política, la ciencia y la moral
tradicional. Zaratustra baja de la altura hacia la profundidad, hacia la civilización que está en el
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ocaso -el atardecer- hundida en el nihilismo. La expresión es cada vez más agresiva. Sus obras
fundamentales son: «Más allá del bien y del mal» (1886), «La genealogía de la moral» (1887),
«Crepúsculo de los ídolos» (1888), «El Anticristo» (1888), «Ecce homo» (1888) es una
autobiografía intelectual; y por último, tenemos «La Voluntad de Poder»: una obra póstuma
donde se expone la idea del nihilismo y el proceso de superación de las ideas religiosas,
filosóficas y morales que había criticado en las obras anteriores.
En 1889 sobreviene la catástrofe: sufre un colapso en una plaza de Turín y debe ser internado en
una clínica de Basilea, en la que se le diagnostica apoplejía mental (parálisis progresiva),
haciéndose cargo de él, su hermana Elisabeth, quien haría de la agonía de Nietzsche, junto a su
piano, un espectáculo, y de su habitación un centro de peregrinación. Morirá el 25 de agosto de
1900 a los 56 años de edad.
SEGUNDO MARCO DE REFERENCIA
La segunda mitad del siglo XIX se caracteriza por la existencia de profundas
modificaciones en el ámbito social e intelectual. El diecinueve es un siglo dinámico, activo, que
conlleva un inusitado progreso económico, desconocido hasta entonces. Un siglo creador de
numerosos descubrimientos que marcan el dominio de la ciencia y de la técnica. Una hegemonía
de la ciencia que provoca una concepción disgregadora, mecanicista y antiespiritual de los
valores universales. En la historia del pensamiento tenemos que señalar el fin de los grandes
sistemas. La expansión colonial lleva a la explotación de numerosos países, creando profundos
desequilibrios que se mantienen en nuestros días, y Europa extiende al mundo los principios
jurídicos, políticos y económicos de sus democracias liberales basadas en la división de poderes.
En el arte hay una reacción contra el realismo dando lugar al impresionismo y a las vanguardias y
en filosofía aparece también el irracionalismo, donde la realidad se presenta como algo dinámico
y efímero. Diversas corrientes filosóficas pretenden revalorizar aspectos que el positivismo había
desvalorizado: la vida, el espíritu y la libertad, los valores, la especificidad del ámbito histórico,
etc. Aspectos que constituyen lo que más tarde llamará Ortega y Gasset "El tema de nuestro
tiempo". Las tendencias filosóficas más importantes que se desarrollan en la época son:
A)
POSITIVISMO: Continúan la línea del empirismo del siglo XVIII, son reacios a la
especulación filosófica y considerando a la ciencia como la única forma de conocimiento. Su
máximo representante es Augusto Comte, quien aplicará el evolucionismo biológico de Darwin a
la sociedad, considerando esta época científica como la última de las etapas de desarrollo de la
humanidad.
B)
MARXISMO: En el siglo XVIII, los llamados teóricos del socialismo utópico,
desarrollan sus estudios respecto a la realidad económica de la sociedad a la que consideran
injusta y desigual. Con Marx y Engels se produce el paso al socialismo científico, que aparece
como un producto histórico necesario de la lucha entre dos clases sociales: el proletariado y la
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burguesía. Se propone en el plano práctico una nueva organización económica y social más justa
y equitativa para todos, basada en la disolución de la propiedad privada y la desaparición del
Estado. El individuo que vive alienado, ajeno y extraño de sí mismo, por su condición de hombre
explotado económicamente, ya que parte de su trabajo (plus valía) es arrebatado para beneficio de
la clase burguesa, debe rechazar esta condición para convertirse en un hombre libre.
C)
EVOLUCIONISMO: Darwin descubrió que las formas de vida superiores no han
surgido espontáneamente y tal y como son ahora, sino que proceden de las inferiores siguiendo un
proceso de perfeccionamiento y complejidad creciente. En la naturaleza rige una ley de continua
supervivencia de unas especies contra otras, y de todas contra el medio natural. De esta lucha
sobreviven los individuos más aptos y más capacitados, los más fuertes y resistentes, mientras que
los más débiles desaparecen. Estas tesis se introducen en Alemania a través de Haeckel y tendrán
una notable influencia en el pensamiento de Nietzsche.
D)
PSICOANÁLISIS: Aunque algo posterior a las anteriores corrientes, hablaremos de
ella por tratarse de una nueva forma de entender “la vida del hombre”. Su creador es Sigmund
Freud. Considera que el hombre no es el dueño de sus deseos y de sus pensamientos, ya que existe
una parte de nuestro psiquismo de la que no tenemos noticia y que no podemos controlar, pero que
ejerce una influencia decisiva en nuestros comportamientos y pensamientos, incluso en los sueños.
Este inconsciente funciona bajo el impulso de dos principios básicos: el principio del placer (sexo)
y el principio de muerte (Thanatos, donde se incluyen todos los impulsos agresivos); en el
inconsciente se encuentra todo el material que ha sido apartado de la mente por un proceso de
represión y censura desarrollado a través de la influencia cultural. Freud busca una curación de la
conciencia, de las enfermedades psiquiátricas, a través de la aceptación del principio de realidad.
El pensamiento de Nietzsche se sitúa dentro del Vitalismo, al convertir a la vida en el eje
central de su pensamiento. Es también una filosofía, que pretende, como la de Marx, influir en la
vida real, son filosofías que tienen el objetivo de transformar algún aspecto de la realidad que
daña el progreso de la humanidad, filosofías que van a suponer la quiebra de la razón
especulativa, y el abandono de los idealismos.
Junto a Marx y a Freud, su pensamiento se encuadra en lo que se ha llamado
FILOSOFÍA DE LA SOSPECHA, porque los tres consideran que tras esta realidad que aparece
se encuentra otra que la condiciona. Los tres autores suponen una crítica al racionalismo e
idealismo dominante en el pensamiento y, en general, en la civilización occidental. Los tres,
aunque desde diferentes supuestos, consideran que la conciencia en su conjunto es una falsa
conciencia. Los tres tienen en común la denuncia de las falsas ilusiones y de la falsa percepción
de la realidad, pero también una búsqueda de un horizonte utópico y liberador en una nueva
imagen del hombre.
Nietzsche deja sentir su influencia en toda la filosofía posterior, no habrá en adelante
escuela filosófica, intelectual o artista que comprometidos con cuestiones teóricas, no se
encuentren con él, bien de un modo directo o indirecto. Las más importantes corrientes artísticas
de principios de siglo, simbolismo, modernismo, expresionismo, se inspiraron en Nietzsche.
Compositores como Richard Strauss y Gustav Mahler escribieron obras sinfónicas con títulos de
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las obras de Nietzsche, e inspiradas en ellas. Thomas Mann se sintió estimulado por Nietzsche.
Filósofos como Bergson coinciden en muchos principios. Los nietzscheanos vitalistas vieron en la
Primera Guerra la liberación de fuerzas vivas que en largos periodos de paz amenazan con
anquilosarse. Heidegger identifica al último hombre de Nietzsche con el hombre de la rebelión de
la técnica y de las masas, hombre dominado por la técnica. La escuela de Frankfort dialoga con
Nietzsche y en especial Adorno y Horkheimer, apoyándose en el análisis nietzscheano del poder.
Fue introducido en Francia por Bataille, en los años treinta, e influyó poderosamente en Foucault
que adoptará el método de la genealogía, en sus numerosos estudios sobre el poder y en sus
obras sobre el arte de vivir, y nunca quiso desligarse de Nietzsche. En España podemos hablar
de la poderosa influencia en el vitalismo de Ortega bajo su concepto de razón vital.
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