Domingo XXVI del Tiempo Ordinario, Año A - 25 de Septiembre de 2011 TEMA: «¡Los publicanos y prostitutas se les adelantarán en el Reino de los cielos!» En la liturgia de este Domingo se habla de dos clases de personas: el malvado y el justo. Hay unos que quieren ser buenos, pero no lo son y hay otros que son malos pero se arrepienten y obtienen la misericordia de Dio. Hay que tomar en cuenta que el obrar tiene la preferencia sobre el hablar. El dueño de la viña mandó a sus dos hijos a trabajar. Uno dijo: “Si, voy”, pero no fue. El otro dijo: “No tengo ganas de ir”, pero se arrepintió y fue. ¿Quién de los dos hijos hizo la voluntad de su padre? Naturalmente el segundo. Él fue a trabajar en la viña aunque no tenía ganas. Los fariseos y escribas observaban todos los preceptos de la ley de Moisés, pero despreciaban a los demás y no creían en las palabras de Jesús. En cambio, los publicanos y prostitutas eran considerados como grandes pecadores, pero se arrepentían de lo que hacían y se acercaban a Dios. Por eso Cristo les dice a fariseos y a los escribas: “Los publicanos y prostitutas se les adelantarán en el Reino de los cielos”, porque ellos creyeron en la predicación de Juan el Bautista y del mismo Cristo. Una cosa es hablar y otra cosa es obrar. Dice el dicho: “Obras son amores y no buenas razones”. Todo el mensaje del Evangelio se ubica en este refrán. Hay que darles más importancia a las obras que a las palabras. Muchos cristianos dicen que creen en todo lo que enseñó Jesús, pero después hacen todo lo contrario. 1. Cuando el pecador se arrepiente salva su vida. (Ez. 18, 25-28). El pecado ha existido siempre en la historia de la humanidad, desde el pecado de Adán y Eva hasta los pecados que se cometen en nuestros días. Toda la Sagrada Escritura nos muestra la lucha que existe entre el bien y el mal. El bien viene de Dios, el mal del demonio. A veces pensamos que Dios es malo, porque nos manda tantas cosas malas (enfermedades, calamidades, aluviones, etc.), pero no es Dios quien nos manda esas cosas. Son fenómenos naturales debidos a las leyes de la naturaleza y no a Dios. También son consecuencias de nuestros pecados. Si el pecado no existiera en nuestra vida, no se darían tampoco esos males. “Cuando el justo se aparta de su justicia – nos dice Isaías en la primera lectura, - comete la maldad y muere, pero… si el pecador se arrepiente del mal que hizo y practica la rectritud y la justicia, él mismo salvará su vida”. 2. Tengan los mismos sentimientos que tuvo Cristo. (Fil. 2, 1-11) San Pablo exhortaba a los Filipenses a tener los mismos pensamientos de Cristo y de llenarse todos de un mismo amor, del amor de Cristo. Esto le daría a él mucha satisfacción, ya que todos los cristianos deberían estar unidos en un mismo corazón y en una misma alma. No hay nada mejor como esta unión que existe en los cristianos y Dios. San Pablo sufría mucho por la desunión de los fieles cristianos en algunas comunidades fundadas por él. No debemos sentirnos superiores a los demás, ante bien debemos considerarnos con humildad que somos pecadores y no debemos buscar nuestros propios intereses, sino los intereses de los demás. Cristo, aunque era el Hijo de Dios, no anonadó a sí mismo delante de los demás y se consideró siempre como siervo de todos y dio su vida para salvar a todos de sus pecados, Ates de la última cena, se hincó delante de sus apóstoles y les lavó los pies a todos. Fue un acto de amor y de humildad para darles ejemplo a sus apóstoles. Jesús aceptó la misma muerte como sacrificio por la salvación del mundo. 3. Los publicanos y las prostitutas se les adelantarán en el camino del Reino de Dios. (Mt. 21, 28-32). La parábola de los dos hijos del viñador aparece solamente en el evangelio de Mateo. Ya el domingo pasado Jesús n os invitaba a trabajar en su viña que es el mundo, o la Iglesia. A la propuesta del padre los dos hijos dan respuestas antitéticas. Uno dice: Sí voy, pero no va; el otro dice: No tengo ganas, pero se arrepiente y va a trabajar. El primero es el representante de los que siempre dices que están dispuestos a trabajar y a hacer la voluntad de Dios, pero en la práctica no la hacen. En cambio el según representa a aquellos que no sienten ganas de trabajar por Dios, pero al final reflexionan y van a trabajar. El hijo que rechaza la invitación del padre deja en entredicho la autoridad del padre y muestra, prácticamente, desprecio por él. Las palabras del segundo hijo “No voy” (no tengo ganas) es una falta grave a la autoridad del padre, que en el contexto del sistema familiar antiguo significaba un pecado grave. Pero ese hijo reflexionó y se arrepintió y fue a trabajar en la viña de su padre, aunque no tuviera ganas. Muchas veces también nosotros sentimos ganas de construir nuestra vida según el evangelio, pero no siempre ponemos toda nuestra voluntad en hacerlo. Decimos con frecuencia que queremos servir al Señor, pero raramente lo hacemos. Nos falta fuerza de voluntad. Por eso Jesús nos dice: “No todo aquel que diga “Señor, Señor” entrará en el reino de los cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre que está en el cielo” (Mt. 7, 21). Se necesita mucha coherencia en nuestra Fe. Si creemos que Dios es nuestro Padre y quiere que lo sirvamos, debemos hacer lo que Él nos pida. Jesús claro a esta clase de personas. Los fariseos y los sacerdotes del templo se consideraban como personas religiosas, consagradas al servicio de Dios, pero después hacía otras cosas y dejaban de cumplir los mandamientos de Dios. Por eso les dice: “Los publicanos y las prostitutas los precederán en el reino de los cielos” porque ellos creyeron en el mensaje de Juan el Bautista y se convirtieron, y en cambio, los fariseos y escribas, y los demás sacerdotes del templo, no lo hicieron. Actualización del Evangelio: Lo que importa son las obras: La pregunta de Jesús: ¿“Cual de los hijos hizo la voluntad de su Padre? no tiene otra respuesta. El segundo es el que hizo la voluntad de su padre, el primero no. Jesús nos invita a todos a trabajar en su viña o a servirlo con nuestra vida práctica. Si respondemos “Sí” debemos hacerlo, porque son las palabras las que importan, sino las buenas acciones. Los judíos, en general, había siempre dicho “Sí” a la revelación de Dios en el Monte Sinaí y se comprometieron siempre a observar la ley de Moisés, pero ignoraron las enseñanzas de Jesús en el Evangelio y, a pesar de Jesús hizo tantos milagros, no se convirtieron. Así hay muchos cristianos que dicen siempre “Sí” a lo que es fácil, pero no cumplen con la Ley de Dios y el amor del prójimo. El segundo dice claramente “No”, pero se arrepiente: son aquellos que no sienten deseos de convertirse, pero al final se dan cuenta de que lo único que cuenta en esta vida es servir al Señor. Son aquellos que se arrepiente y se convierten al Evangelio. Estos representan también a los pecadores y paganos, que no conocen en realidad lo que el Señor les pide, pero al fin caen en la cuenta que Dios es el que quiere salvarnos y llevarnos a gozar con Él a su reino. Son aquellos que, aparentemente, se rebelan a Dios, pero después caen en la cuenta de que no existe cosa mejor que servir a Dios y hacer su voluntad. Todos debemos decir siempre “Sí” y hacer la voluntad de nuestro Padre que está en el cielo. En esto consiste la verdadera santidad. Jesús en el evangelio reafirma su amor y compasión por los pecadores que se convierten y así nos enseña que se requiere mucha fe y humildad en el Señor que nos ofrece el don de la salvación. No nos vamos a salvar sólo por nuestros deseos o palabras, sino por nuestras obras. Jesús nos dio el ejemplo de humildad ya que Él se humilló. El verbo griego “ekenosen” significa que Jesús se anonadó: se encarnó en nuestra naturaleza humana y se abajó hasta morir en la cruz para cumplir la voluntad de su Padre. Clara Luz Badano es la primera Beata del movimiento de los Focolarinos fundado por Clara Lubich. Fue beatificada y propuesta como ejemplo para los jóvenes por el Papa Juan Pablo II antes de morir (2005) porque nos dio un ejemplo a todos de cómo debemos aceptar siempre la voluntad de Dios, aun en medio de nuestras enfermedades. Murió de cáncer a los 19 años de edad. (P. José Flores, MCCJ (joseosflores@aol .com).