03-13 Primer Dom. Cuaresma - C Dt.26.4-10 // Rm.10.8-13 // Lc.4.1-13 En el año 1988 comenzó a exhibirse en los teatros públicos del mundo entero la película “La Última Tentación” por Mel Gibson, concebida a base de la novela del mismo nombre de Niko Kazantzakis del 1953. La reacción de muchos Cristianos fue negativa, y a veces llegó hasta violencia física. Cuando yo, en un panel ante la televisión, hablé de modo positivo sobre la problemática teológica de esta cinta, fui llamado por el obispo a su oficina, donde me capituló enérgicamente por “el escándalo” que yo, como sacerdote Católico, había causado al presentar de modo positivo la problemática teológica de este film. Otras personas, sin embargo, le dieron altos honores. - Ahora, sin discutir los valores fílmicos que esta cinta pueda tener o no tener, nos importa que, por primera vez en la historia, se ha intentado seriamente analizar y presentar ante el público mundial qué significa el dato teológico de la Escritura: que claramente dice que Jesús fue “tentado”. El hecho, de que fue “tentado”, es perfectamente bíblico, como vemos en el pasaje del Evangelio que hoy leemos. Hace falta analizar qué significa esto, y cómo esto es posible tratándose de una Persona que es Dios mismo encarnado. – Jesús es Tentado El Evangelio de hoy nos confronta con el hecho desconcertante de que el propio Jesús ha sido tentado, tentado de verdad, en y desde su propio interior. Ciertamente, el Evangelio nos lo describe en forma de un diálogo exterior entre Jesús y el Maligno. Pero por mucha o poca que haya sido la sugestión exterior por parte del Diablo, el problema era interior al propio Jesús, como pasa en toda tentación: era un conflicto y una lucha en su propio interior, con o sin Diablo. A esto se refiere la Escritura cuando afirma: “Él fue probado en todo, igual que nosotros, excepto en el pecado” (Hbr.4.15). Así lo vemos, por ejemplo, en Getsemaní: le costó sangre y agua vencer su terror puramente humano ante Pasión y Cruz. Por otro lado, era totalmente imposible que Él cometiera pecado. Pues mientras toda tentación se dirige a la voluntad del ser humano, el pecado mismo es acto, no de su voluntad, sino de la persona como tal. Ahora bien, en Cristo hay dos voluntades, la divina y la humana. Su voluntad humana participa de nuestra suerte: de estar sujeta a tentación (¡hasta ese punto ha llegado su ‘condescendencia’ para con nosotros!)1. Pero en Jesús hay una sola persona: su Persona divina, la Segunda Persona de la SS. Trinidad. Y es totalmente imposible que ésta cometa pecado contra sí misma: ¡Dios pecar contra Dios!? El “Escándalo” Teológico Ésta es una cosa tan desconcertante y misteriosa, que en los 2000 años de Fe Cristiana casi no ha habido reflexión seria sobre esta experiencia, sino nos hemos contentado con algunas observaciones piadosas sobre cómo hemos de imitar a Jesús en su enérgico rechazo del Tentador. – Pero cuando Santiago (1.14) habla sobre la ‘concupiscencia’ (= fuerte inclinación), se refiere a la urgencia de nuestra voluntad humana, incitada por las pasiones, a hacer algo que sabemos deberíamos evitar. – Esto no significa que nuestra voluntad sea atraída por el mal en cuando mal, sino por los aspectos buenos que hay aún en una cosa mala. Por ejemplo, retirar yo dinero de una cuenta bancaria, es bueno si la cuenta es mía; pero retirarla engañosamente cuando la cuenta no es mía, es malo y fraude. Tener dinero, de por sí, es cosa buena, pero se hace malo si es producto de fraude o hurto. Pero lo que me atrae, no es el aspecto fraudulento, sino lo que con ese dinero puedo comprar o disfrutar. Luego, cuando ahora la Escri1 El que Jesús, siendo Dios encarnado, puede ser tentado (¡aunque NO puede pecar!) es tan escandaloso, que Sergio de Constantinopla en 634 negó la voluntad humana en Jesús, admitiendo en Él sólo la voluntad divina (¡de manera que Jesús sería un hombre ‘incompleto’!). Pero al remover así a Jesús de la experiencia humana de la tentación, y de la lucha para hacer el bien, ‘deshumanizó’ a Jesús, y negó lo que dice la Escritura: “Él fue probado en todo, igual que nosotros, excepto en el pecado” (Hbr.4.15). – Esta interpretación errónea (llamada ‘Monotelismo’: ‘monos’= una sola, y ‘thelema’= voluntad) fue condenada por el II Concilio de Constantinopla de 681. tura dice que Jesús fue tentado, significa esto que Él sintió en su interior una fuerte atracción a hacer cosa que, de por sí, no era mala, pero que en su caso concreto iba en contra de la voluntad del Padre. La Tentación del Pan en el Desierto Mientras Mateo (4.2) dice que Jesús fue tentado después de 40 días de ayuno, Marcos (1.13) y Lucas (4.2) dicen que durante todos esos 40 días fue objeto de tentación. Los tres casos que ahora siguen, son meramente ‘botón’ de muchas otras tentaciones que debe haber habido. – El que Jesús, para alimentarse, cambiara piedra en pan, no habría tenido nada de malo. El problema era que Dios le había dado esos poderes milagrosos, no para beneficiarse a sí mismo, sino para hacer sentir a las personas que sufrían el amor eficaz de Dios. Luego, cambiar en pan una sola de tantas piedras en el desierto y habérselo comido, lo habría desviado (por leve que fuese) del camino que el Padre le había trazado. La Tentación del Poder Político Ser investido con el poder mundial como Emperador de Roma ¡cuántas oportunidades y qué poderosos medios le habría puesto a Jesús en las manos para acabar con aquella degradante esclavitud de miles de seres humanos, aquellas guerras y matanzas, aquellas injusticias y opresiones de las masas de los pobres, aquella falta de provisiones sociales: hospitales, orfanatos, hogares de ancianos, etc.! ¡Habría instaurado el Paraíso ya aquí en la tierra! ¡Cuán fuerte debe haber sido para Jesús la tentación de arreglar, como por obra de magia, el mundo de una vez para siempre! – Pero Jesús sabía que sólo a precio de su obediencia hasta la muerte (Fil.2.6-11), obtendría ese poder omnímodo. Sólo después de sufrir la cruz, pudo proclamar como Vencedor: “A mí ha sido dado todo poder en cielo y tierra; haced, pues, discípulos míos a todas las naciones” (Mt.28.19). Pero mientras tanto, la tentación ha sido un elemento constante en la vida de Jesús. Por esto termina Lucas: “El demonio lo dejó hasta otra ocasión”. La Tentación del Milagro Aparatoso Tirarse de la torre del Templo ante una muchedumbre de miles, sin estrellarse en las baldosas de la plaza, habría sido una hazaña que, sin duda, habría forzado a esos miles a caer rostro en tierra y aceptar a Jesús como al Mesías, enviado y respaldado por Dios. – Pero el plan de Dios no era salvar a la humanidad con trucos circenses o proezas aparatosos que ‘forzaran’ la fe de la gente. Sino salvar a los hombres por un “Cristo crucificado, escándalo para los Judíos, necedad para los Gentiles” (I Cor.2.23). Nota: Es evidente que Lucas ha invertido el orden original de la 2ª y 3ª tentación, alterando así la secuencia más lógica que vemos en Mt.4.1-11. ¿Por qué lo hizo? Porque Lucas quiere que la última tentación que por el momento pone al Diablo fuera de juego, sea en Jerusalén ¿Por qué? Porque para Lucas, Jerusalén es el lugar escogido, donde Dios dio sus promesas en el A.T., y donde ahora las realiza. Por esto, allí fueron dadas todas las profecías del Antiguo Testamento, y en Jerusalén todas ellas se cumplen ahora. Así, el ‘Evangelio de la Infancia’ (= Lc.1-2) empieza en el Templo de Jerusalén cuando el ángel aparece a Zacarías (1.11ss), y termina con el Niño Jesús perdido y hallado en el Templo como en “la Casa de mi Padre” (2.49). Después, en su vida pública, el primer triunfo de Jesús sobre el Maligno ocurre en Jerusalén (4.12), como también al final su Pasión acontece en Jerusalén (cap.22-23). Allí se da la promesa del Espíritu (24.49-53), que se realiza en el primer Pentecostés en Jerusalén (Hch.2). – Así, el Evangelio de Lucas empieza en el Templo de Jerusalén (1.11ss), y termina allí mismo (24.52-53). Jesús Sigue Luchando y Venciendo con/en Nosotros En su bautismo Jesús tomó sobre sí nuestra culpa. Ahora asume nuestra lucha cuando nosotros somos tentados. Con su fuerza victoriosa participa con nosotros en nuestras luchas, como nos prometió: “En el mundo tendréis tribulación, pero ¡ánimo: yo he vencido al mundo!” (Jn.16.33). “Sois de Dios, y habéis vencido: pues Él que está en vosotros es más que él que está en el mundo” (I Jn.4.4). No es sólo su ejemplo, sino mucho más ¡su misma energía victoriosa la que nos hace vencer al Maligno! -