CASARÁS.LEYENDA

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CASARÁS
Quién no ha oído hablar del tesoro escondido en las ruinas del Convento de
Casarás? Según tengo entendido, incluso un lugareño, conocido como “el Tío
Tabas”, pasó gran parte de su vida, allá por 1930, excavando en las
inmediaciones de la pintoresca venta, con la esperanza de encontrar algo así
como el actual “Cuponazo”. Pero parece que no consiguió su objetivo entre los
paredones de la Casa Eraso. Cuenta la leyenda que en un lugar muy bello del
Pinar de Valsaín, situado a pocas leguas del Puerto de la Fuenfría (paso de
carruajes hasta 1900), había un Convento habitado por caballeros templarios.
Y cuentan las crónicas de la Historia que dicho lugar no es otro que la Casa
Eraso, una Venta nombrada así por un secretario del Rey Felipe II, que tuvo la
idea y mantuvo la finca, enclavada en el paso de la Fuenfría, de parada
obligada para cualquier viajero de la época.
De la leyenda dio gran eco un escritor nacido en Valsaín en 1893, D. Jesús de
Aragón se llamaba, quien, en los años veinte del pasado siglo, plasmó en su
novela “La sombra blanca de Casarás” la historia del Caballero Hugo de
Marignac, habitante de Casarás y merodeador de Valsaín, un ser inmortal que
vaga por el Pinar montado en su maravilloso corcel blanco, secuestrando
doncellas… a la vista de personajes que todavía nuestros mayores recuerdan:
Don Andrés el Cura, el médico, el sacristán…
De la historia puedo transcribir que se trata de un solitario edificio situado a
unos 200 metros de la calzada romana, en el descenso desde la Fuenfría hasta
la Camorca. Albergue en el que se aposentaron reyes y princesas desde Felipe
II hasta los primeros Borbones, quedando definitivamente abandonado cuando
se construyó la carretera del Puerto de Navacerrada en época de Carlos III (en
1788). Se trata de una venta real, un alojamiento, descanso y fonda necesario
en lo alto del puerto de la Fuenfría, sobre todo en invierno, fue propuesto al
Rey por su secretario D. Francisco de Eraso, con el fin de evitar alojarse en la
venta pública de gente de todas clases sociales.. .
En 1565, Felipe II escogió el emplazamiento, en una frondosa planicie a un
kilómetro de la venta de la Fuenfría; el diseño se debe a Gaspar de Vega,
maestro de obras fue Hernán García, y los materiales utilizados fueron madera,
piedra y ladrillos, llevados hasta allí en carros y carretas. Se terminó en 1571,
quedando por orden del rey bajo la superintendencia de Francisco de Eraso,
quien llevó la administración de la venta hasta su muerte, razón ésta por la que
se denominó “Casa de Eraso” (de donde bien puede provenir “Casaerás” –
“Casarás”).
Después se añadieron detalles de construcción herrerianos, pues Juan de
Herrera la visitó en 1582 y se encargó de los empinados tejados de pizarra,
sujetos en la mejor armadura de madera posible: el pino de Valsaín. La
mansión tenía dos pisos, separados por una cornisa exterior de granito, y se
accedía al piso superior por una escalera doble; al frente, entre dos ventanas,
había un reloj de sol. En el exterior, se ubicaba un pilón y la cuadra para los
animales.
Esta Casa también sirvió, durante más de dos siglos, para guardar y conservar
nieve para servir en verano al Palacio de Valsaín, y por ello también se llamó
“Casa de la Nieve”. En invierno permanecía bastante tiempo incomunicada a
causa del clima, pero los Reyes la visitaban a su paso, especialmente en
verano. En ella vivía un casero todo el año, y los domingos subía un capellán
de Segovia para decir misa, para lo cual había una ermita (desaparecida en el
siglo XIX) al pie de la vía romana, consagrada a Nuestra Señora de los
Remedios, imagen que se trasladó a Revenga.
Pero el clima, el abandono y el saqueo completaron su ruina. Y ahora sólo
podemos contar cuatro paredes, encuadrando la vegetación nacida donde un
día comieran los viandantes, semiderruidas pero consolidadas recientemente
para que nadie olvide nuestra historia, nuestra leyenda y la vida de nuestro
pueblo. En el horizonte se divisan Dos Hermanas, Peñalara, la Bola del Mundo,
Guarramillas, Siete Picos y el inmenso Pinar de Valsaín. Y quién sabe si
algunos privilegiados también podrían visionar al caballero Hugo de Marignac,
la “sombra blanca de Casarás”. Maite Isabel Fernández.
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